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Aprender es una virtud o una José Manuel Frías

capacidad para estar abierto a Sarmiento es un


conocer, para comprender y aplicar l valor de aprender es un conjunto de profesor que escribe
reflexiones, ensayos, remembranzas, artículos, relatos
nuevos conocimientos a la vida y aprende todos los
testimoniales y un cuento sobre la importancia que conlleva el acto
diaria. ¿Pero, saben cuál valor resalta de aprender. El valor de aprender, decimos, porque no sólo es que sea días; aprende que
al aprender?, pues la valentía. valioso y útil desarrollar aprendizajes en el área del conocimiento que nada es para siempre
Valentía para equivocarse y nos interese, o en la que tengamos la necesidad de trabajar para vivir; y q u e l a s
sino que la decisión de aprender implica un acto de intenso valor, cuando, oportunidades hay
aprender. Para tolerar la frustración y
como ahora, a muchos jóvenes y a no pocos adultos, parece no
aceptar los errores que convierten al que buscarlas hasta
interesarles ni hallarle sentido y placer a la tarea de aprender; aunque

José Manuel Frías Sarmiento Coordinador El valor de aprender


verbo Aprender en un Valor. aprender sea, ya de por sí, una espiral divertida que nos permite conocer que aparezcan. Por
y aprehender lo que el mundo nos ofrece para hacer buen uso de él. eso, en compañía del
C o l e c t i v o d e
Ary Yazaanya Martínez Gutiérrez Autores Sara Eduviges Alcaraz Barreras José Manuel A c a d é m i c o s
Aprendices Ary Yazaanya Martínez Gutiérrez
María Luisa Álvarez Piña Frías Sarmiento Escritores, han publicado El valor de
Alma Gabriela Báez Bartolini aprender como una muestra
El valor de aprender tiene muchas María Madrid Zazueta Coordinador fehaciente de que la voluntad
vertientes, varias aristas, un abanico Norma Patricia Campos Esquerra
pedagógica prevalece y rinde frutos
de posibilidades para desarrollarse y Manuel de Jesús Álvarez Juárez
Óscar Isaac Corral Arias
El valor aunque tengan que nadar a
aprender conscientemente, pero el
camino es espinoso. El valor de
Jesús Vidal Ponce de aprender contracorriente. Ahora presentan este
Erick Zorobabel Vargas Castro conjunto de reflexiones académicas y
aprender es una verdad. Mirándose Jesús Lamberto Martínez Aldana
relatos personales y literarios para
desde adentro para afuera. Omar Contreras Juárez
Mara Guadalupe Valdez Osuna contarle al mundo lo que el
Existencial. María Fernanda Leal Salazar aprendizaje y la educación significan
José Antonio Chávez Espinoza en sus vidas. Y esta experiencia
María Luisa Álvarez Piña José Rodolfo Real Audeves
editorial y educativa es un gran
Hugo Marx Cortés Moreno
Lázaro Armenta Armenta aprendizaje que les llena de
Jesús Joshio Lerwin Navejas Rodríguez satisfacción y le confiere sinergia y
Se aprende a valorar el poder de la Juan Lizárraga Tisnado valor pedagógico al trabajo realizado
palabra, de los actos, de las actitudes Arturo Gutiérrez Olvera en colaboración.
Alfredo Zañudo Mariscal
y, como resultado, se aprende a ser José Manuel coordina al Colectivo pero
Martín Galaviz
mejor persona, mejor estudiante, Antonio Kitaoka Vizcarra el trabajo y el orgullo es para todos,
mejor profesionista, mejor madre o Julio César Soto Moreno porque en un caso poco usual entre
padre, mejor hija y mejor hijo. Luis Enrique Alcántar Valenzuela colegas universitarios, este libro es
José Manuel Frías Sarmiento
Colección patrocinado con dinero de sus propios
Sara Eduviges Alcaraz Barreras Bachiller
Colegio de Bachilleres del Estado de Sinaloa
autores y con el apoyo solidario de
varios académicos y amigos que
a p o r t a ro n p a ra q u e u s t e d e s y
nosotros pudiéramos tener El valor de
aprender en nuestras manos.

Colección
Bachiller
Colegio de Bachilleres del Estado de Sinaloa josemanuel.frias@upes.edu.mx
José Manuel Frías
Sarmiento
Coordinador
El valor
de aprender

Colegio de Bachilleres del Estado de Sinaloa


LIC. QUIRINO ORDAZ COPPEL
Gobernador Constitucional del Estado de Sinaloa

LIC. GONZALO GÓMEZ FLORES


Secretario General de Gobierno

DR. JUAN ALFONSO MEJÍA LÓPEZ


Secretario de Educación Pública y Cultura

MC. SERGIO MARIO ARREDONDO SALAS


Director General de Colegio de Bachilleres
del Estado de Sinaloa

PROFRA. LETICIA SERRANO SÁINZ


Secretaria General de Colegio de Bachilleres
del Estado de Sinaloa

LIC. YAHAIRA SHANTAL LÓPEZ ÁLVAREZ


Directora de Extensión de la Cultura

Consejo Editorial
MC. Sergio Mario Arredondo Salas
Dr. Juan Ramón Manjarrez Peñuelas
Dr. Francisco Padilla Beltrán
Dr. Ernesto Sánchez Sánchez
Dra. Rosa María Estrada
Mc. Teodoso Navidad Salazar
Dra. Lydia María López Barraza
M. Ed. Yahaira Shantal López Álvarez

El valor de aprender
Coordinador José Manuel Frías Sarmiento

Primera edición de Cobaes 2018


© Derechos Reservados. Edición. Colegio de Bachilleres del Estado de Sinaloa
Culiacán Rosales, Sinaloa, diciembre de 2018

Av. Independencia No.2142 Sur. Col. Centro Sinaloa, C.P.80129,


Culiacán, Sin. Tel. 01(667)758-68-30

ISBN en trámite

Edición a cargo de la Dirección de Extensión de la Cultura


Edición con fines culturales, no lucrativos

Cuidado de la edición: Jesús Hidalgo Mendoza


Maquetación: Gilberto Cobarrubias Rodríguez
Diseño: Ito Contreras

Hecho en México / Printed in Mexico


Versión digital en www.cobaes.edu.mx
Agradecimientos
El valor de aprender, libro que ahora tienes en tus manos,
es la muestra y el producto de la voluntad de un Colectivo
de Escritores que unieron su talento y su creatividad para
explicar y contar un poco de lo mucho que en las escuelas
y en la vida hemos aprendido. Es, también, una evidencia
palpable y leíble de que la colaboración hace posible
cualesquier tipo de sueños, siempre que se anhelen de
verdad y se camine rumbo a ellos con firmeza y decisión.

Es un libro que lo hemos hecho de los pies a la cabeza,


porque primero fue la idea, luego la coordinación,
enseguida los textos y, al final que, en este caso, es el
principio de todo, llegó la cooperación para sufragar los
gastos de producción editorial. Y ahí le entramos todos los
que pensamos que la educación carece de niveles, cuando
de verdad se la tiene. Las aportaciones fluyeron con afecto:
primero los autores y luego los académicos solidarios con
la cultura y el pensamiento pedagógico manifiesto en la
escritura de los ensayos, análisis y relatos de este libro que
podemos leer gracias al patrocinio económico de autores,
académicos y amigos de verdad que aportaron lo mucho y

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lo poco para hacer posible esta realidad.

A todos y a todas, nuestro más profundo agradecimiento y


un sincero reconocimiento a su altruista decisión por hacer
que la cultura prevalezca en este momento de cambios en
el rumbo del país.

Autores que aportaron:


Juan Lizárraga Tisnado, José Rodolfo Real Audeves, Jesús
Vidal Ponce, Luis Enrique Alcántar Valenzuela, Erick
Zorobabel Vargas Castro, María Madrid Zazueta, Manuel
de Jesús Álvarez Juárez, Lázaro Armenta Armenta, Hugo
Marx Cortés Moreno, Óscar Isaac Corral Arias, Martín
Galaviz, Jesús Lamberto Martínez Aldana, María Luisa
Álvarez Piña, José Antonio Chávez Espinoza, Mara
Guadalupe Valdez Osuna, Omar Contreras Juárez, Norma
Patricia Campos Esquerra, Alfredo Zañudo Mariscal, José
Manuel Frías Sarmiento.

Académicos y amigos solidarios


que aportaron para este libro:
Margarita Alemán Vargas, Silvia Evelyn Ward Bringas,
Guadalupe García González, Juan Aarón Beltrán Verdugo,
Agustín Antemio Sánchez Armenta, María Villa Tafoya,
Emilio P. Escalante Calderón, Refugio Isabel García
Rodríguez, Mónica Siqueiros Ramos, Mónica Jannen
Cano Palazuelos, Azucena Olea Martínez, Perla Jaqueline
Peinado Toledo, Cruz Sánchez Vega, Jorge Guadalupe
Haros Rodríguez, José Rosario Sapiéns Payán, Héctor
Manuel Jacobo García, Rosina Pérez Payán, Miriam Lizbeth
Frías Pérez, Sergio Alexis Frías Pérez.

Agradecimiento a Cobaes
El Colectivo de Escritores Académicos reconoce al MC.
Sergio Mario Arredondo Salas, Director General de Colegio
de Bachilleres del Estado de Sinaloa, por el valioso gesto
cultural de apoyar a los académicos que investigan y
trabajan en pro de la educación de Sinaloa, al imprimir
y publicar bajo el sello editorial de Cobaes el libro El valor
de aprender. Es una actitud que lo enaltece, al hermanar
con esta edición a los autores de diversas instituciones
educativas y fomentar en los hechos una cultura de
colaboración y de trabajo editorial en colectivo. ¡Muchas
gracias!
6
Prólogo

E
l valor de aprender es un conjunto de reflexiones,
ensayos, remembranzas, artículos, relatos testimo-
niales y un cuento sobre la importancia que conlleva
el acto de aprender. El valor de aprender, decimos, porque
no sólo es que sea valioso y útil desarrollar aprendizajes
en el área del conocimiento que nos interese, o en la que
tengamos la necesidad de trabajar para vivir; sino que la
decisión de aprender implica un acto de intenso valor,
cuando, como ahora, a muchos jóvenes y a no pocos
adultos, parece no interesarles ni hallarle sentido y placer
a la tarea de aprender; aunque aprender sea, ya de por sí,
una espiral divertida que nos permite conocer y aprehender
lo que el mundo nos ofrece para hacer buen uso de él. Y,
entonces, la advertencia implícita en cada texto es la de
que no abdiquemos del gusto por aprender, porque la
desidia nos puede llevar a la inoperancia académica y a la
inopia intelectual. Y eso propiciaría que, como profesores,
fomentáramos un aprendizaje inútil que no ayudaría para
la construcción de una sociedad participativa que conviva

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y comparta su saber en armonía con los demás y con el
mundo que le rodea.

Los profesores, alumnos e investigadores que participan


en este libro, combinan diferentes estilos narrativos
que dan cuenta, por sí mismos, de la variada riqueza
conceptual bajo la cual se pueden aprender y explicar los
avatares de la vida, ésta que a todos nos toca vivir en el
contexto social en el que nos ubiquemos, para bien o para
mal. Aunque mal, lo que se dice mal, nunca lo será, ya que
vivir es una muestra irrefutable de que la vida nos va bien;
aunque suframos, lo cual es inevitable si es que deseamos
madurar: los frutos, las mariposas, los mamíferos… todos
hemos de pagar la cuota de dolor para empezar a vivir,
o para dar lo mejor de nosotros, que para eso Dios y la
Naturaleza nos crearon. Pero también hay alegrías, la vida
es un continuo canto de alabanza a lo irrepetible de cada
instante, a los fugaces destellos de la vida y a la perdurable
dicha, a la infinita fortuna que todos tenemos de aprender.

Los autores y las autoras de este libro nos hablan de eso,


del privilegio que tenemos para comprender los vaivenes
escolares y del esfuerzo que nos cuesta cambiar los
pareceres que siempre orientaron nuestras opiniones; y,
también, nos cuentan de los azares, de los tropiezos, de
los aciertos y de las difíciles decisiones que, a veces, hemos
de tomar para ser mejores cada vez. Y en todo el trayecto,
en todos los discursos, se destila el suave y dulce regusto
de aprender. Se destila un elixir que, hoy por hoy, a pocos
alumnos les place degustar; por ignorar su consistencia
y madurez, porque nadie les abre, heurísticamente
hablando, las puertas del conocimiento a un mundo
El valor de aprender

superior o porque, simplemente, a los profesores de ahora


nadie les inculcó la vocación de antaño o la responsabilidad
de prepararse para cumplir bien lo pactado en el contrato
que firmaron al aceptar el trabajo de profesor, para no
entrar en la tesitura de la correponsabilidad social que nos
compete como ciudadanos de una comunidad educadora.

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El Colectivo de Escritores Académicos, autores de El valor
de aprender, nos hablan con el corazón en la mano y con
el pensamiento crítico de quienes se afanan por hacer
más agradables los espacios escolares y más armoniosas
las relaciones humanas en la educación; por ello es que
aparecen, en este libro, narraciones, análisis, experiencias
y cuentos reales y disfrazados, pero todos auténticos
de verdad, pues la literatura será siempre la mejor
herramienta pedagógica para transmitir, compartir y
propiciar el saber que mueve y da sentido al mundo que
moldeamos con nuestras acciones.

Queremos convertir la reflexión en actividades que


trasformen lo que hacemos, o que si no las podemos
cambiar, al menos las comprendamos mejor para asumir
los costos y los beneficios de no luchar por cambiar el
rumbo de una praxis educativa que nos agobia y nos impide
avanzar en la espesura de la desidia y la abulia intelectual.

El valor de aprender es una luz, bueno, muchas lucecitas que


titilan en la oscuridad emocional que anhela ser iluminada
con las palabras, con el diálogo y con la escucha de toda una
Comunidad Educadora que se mueve a contracorriente de
las certificaciones y de los formatos que, como camisas de
fuerza cibernéticas, amarran a los locos de la educación José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
que se atreven a pensar por su cuenta. De ahí, pues, la
gratitud y el reconocimiento a las Autoridades Educativas
que le apuestan a la divergencia intelectual y apoyan
publicaciones que, en apariencia, no son “académicas”
ni se constriñen a los formatos institucionales que bajan
recursos a los programas de mejora profesional. Sin
embargo, si hurgan entre las páginas de este libro, hallarán
nombres de doctores, de exfuncionarios, de académicos
reconocidos en el medio y hasta de alumnos que aún no
suenan para nadie; pero todos ellos se expresan con voz
propia y, entre todos, arman un coro colectivo que se
esfuerza por cambiarle la tonada a la musiquita que, como
el carrito de la nieve, nos avisa que por ahí viene la golosina
que nos calma la inquietud de preguntar.

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Nosotros, no queremos dejar de preguntar. El Colectivo de
Escritores Académicos quiere, con los textos que integran
El valor de aprender, propiciar un mundo de preguntas
internas y externas hasta llegar al diálogo general que
vuele por los pasillos y se asiente en las aulas y en los
escritorios y cubículos de los intelectuales y pedagogos
que conviven en los espacios educativos de Sinaloa.

Esperamos que así sea.

José Manuel Frías Sarmiento


El valor de aprender

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¿Por qué aprender?
Sara Eduviges Alcaraz Barreras

El aprendizaje es el proceso a través del cual se


adquieren o modifican habilidades, destrezas,
conocimientos, conductas o valores como resultado
del estudio, la experiencia, la instrucción, el
razonamiento y la observación.

L
os sujetos aprenden en todas partes: en la casa, en la
escuela, en la interacción con los otros.

Y cuando se incorporan saberes, entonces…


• Se aprende a soñar, porque se visualizan las
posibilidades de transformación de nuestros actos,
de nuestras pertenencias y de nuestras capacidades.

• Se aprende a experimentar nuevas formas de ver al


mundo y las posibilidades de interactuar en él, para
transformarlo sin dañarlo porque es un gran regalo de
la naturaleza.

• Se aprende a percibir que el hombre es… en tanto


existe el otro.

• Se aprende a buscar la verdad, más allá de las


opiniones, de las letras, de las evidencias reales.

• Se aprende a entender a las personas con sus


cosmovisiones y, en consecuencia, se aprende a

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respetar la diversidad; a ser tolerante, paciente,
empático.

• Se aprende a convivir, a interactuar con los otros en


un marco de respeto y de solidaridad.

• Se aprende a transformar las formas de ver la realidad


que nos rodea; se abren los ojos para ver nuestro
mundo, iluminado por los saberes.

• Se aprende a ser feliz, a disfrutar el enorme placer de


ver lo colorida que es la vida.

• Se aprende a valorar la experiencia construida de


manera personal y en grupo.

• Se aprende a discernir entre lo real y lo irreal; lo


objetivo y lo subjetivo, la verdad y la mentira; lo claro
y lo oscuro; el día y la noche.

• Se aprende a valorar las posibilidades de crecimiento,


y a usar las herramientas básicas para seguir
aprendiendo.

• Se aprende a conocer otros mundos, otras latitudes,


otras lenguas.

• Se aprende a tener contacto con las letras y a


combinarlas para guardar nuestra historia, para
expresar lo que se siente, se piensa, se cree.

• Se aprende a resolver problemas; a hacer cálculos; a


plantear desafíos.
El valor de aprender

• Se aprende a descubrir los dones traducidos en


habilidades para hacer frente a los retos de la
cotidianeidad.

• Se aprende a valorar el poder de la palabra, de los


actos, de las actitudes y, como resultado, se aprende
a ser mejor persona, mejor estudiante, mejor
profesionista, mejor madre o padre, mejor hija y
mejor hijo.

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• Se aprende a vivir, a no morir, a mantenerse firme y
leal a las convicciones.

• Se aprende a entender que el regalo de la vida es único


e irrepetible, y que el tiempo para la construcción de
nuestra felicidad es ahora, en este momento, en cada
despertar.

Aprovecha la oportunidad de aprender para trascender en


la eternidad.

José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

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La valentía de aprender
Ary Yazaanya Martínez Gutiérrez

¿
Aprender es un valor? Analicémoslo juntos. En lo
personal, me parece que es una virtud o una capacidad
para estar abierto a conocer, para comprender y aplicar
nuevos conocimientos a la vida diaria. ¿Pero, saben cuál
valor resalta al aprender?, pues la valentía. Valentía para
equivocarse y aprender. Para tolerar la frustración y
aceptar los errores que convierten al verbo Aprender en un
Valor.

Pero para que la valentía de aprender sea educativa, es


necesario conocer los beneficios positivos y negativos de
aprender; vayamos, entonces, por las buenas noticias y
conozcamos los aspectos pedagógicos de aprender:

• Aprender permite:
• Conocer más de la vida.

• Tener temas de conversación en las relaciones


sociales.

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• Incrementa nuestro IQ.

• Nos permite aportar con eficacia cuando se


requiere nuestra ayuda.

• Aprender provoca aprender más, es como


una reacción en cadena que se deriva de la
necesidad de siempre querer saber más.

• La investigación de nuevos aprendizajes


mejora el estado de ánimo, mejora la
comprensión y reflexión de lo que se está
observando o leyendo.

Veamos, ahora, algunas secuelas negativas por no


aprender:

• Poco o nulo conocimiento de cultura general.


• Bajo acervo cultural.
• Rechazo social (suena extremista, pero existen
etiquetas sociales).
• Temas de conversación que sólo se enfocan a lo
que miras en la televisión o escuchas en pláticas
intrascendentes.
Tal vez suene descabellado o exagerado lo que expongo,
pero me gustaría encender grandes focos, con letras
mayúsculas, y hacer invitación para investigar los temas
que afecten nuestra vida diaria.

Considero, entonces, que es pertinente que reflexionemos


El valor de aprender

¿Qué requerimos aprender? Aprendamos cosas que


necesitemos, aprendamos un poco de aquí y poco de allá:
medicina para las urgencias, herbolaria para los remedios,
matemáticas para medir, aprendamos a contar, sepamos
de literatura para enamorarnos, primero de nosotros
mismos y, luego, encantar a los demás. Aprendamos
geografía, a leer mapas, aprendamos historia ¡por favor!
Es importante conocer la historia propia, de nuestra

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familia, de la comunidad, de la entidad, de nuestro estado,
aprendamos de lo más sencillo hacia lo más complejo,
aprendamos la inmensa necesidad de respetar a los demás
para vivir en una cultura de la legalidad. Conozcamos las
riquezas que provee la naturaleza a los habitantes y la
ingratitud con la que pagamos.

Parecerá básico y hasta aburrido, pero debemos, también,


aprender a vivir la vida, a disfrutar cada momento con
felicidad, aprendamos a beber alcohol con moderación, a
tomar sin exceso y a sorber los sabores únicos e inigualables
del arte del beber. Aprender a moderar y evitar excesos y
riesgos es también un valor, eso también es valentía.

La escuela es el templo que nos inculca términos


académicos, en ella aprendemos a leer, a escribir,
aprendemos a conceptualizar las acciones que realizamos
en la sociedad, aprendemos de los maestros que son
los pilares del futuro; ellos son los guías de un mundo
de alumnos que apenas intentan comprender los
conocimientos de sus maestros.

Pero, al final, no hay mejor escuela que lo que llamamos


Hogar. Ahí los docentes son los padres y ellos son los
encargados de enseñar los conceptos morales en términos
tan comunes como: Por favor, Gracias, De nada, Buenos
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

días, Disculpe, etcétera. Palabras que tenemos olvidadas y


guardadas en la vitrina del tiempo, en espera cautelosa de
volver a ser usadas por las nuevas generaciones.

De nosotros depende, recuperar ese Valor de Aprender.


¿Qué opinas? ¿Tendrás la valentía?

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Aprender duele
María Luisa Álvarez Piña

R
esulta complejo describir la dimensión del Valor de
Aprender. Nada más de pensarlo me envuelve un
silencio reflexivo. Tras la pregunta generadora del
Coordinador del libro El valor de aprender: ¿En qué consiste
el valor de aprender?, intenté conectar algunos factores
que influyen en el aprendizaje de las personas, como
los cuestionamientos y las dudas planteadas desde el
quehacer educativo. Traté de darme a entender en ese
momento. Quizás ni yo misma me entendí. Pero, luego,
la inquietud se trasladó a lo personal, la idea me pareció
interesante porque me concierne de manera directa. Y es
relevante, porque pudiera llevar un mensaje existencial.

Ante todo, está la conciencia y en ello la verdad. Se nace


con una conciencia pura e innata. Se aprende en el devenir
mismo. El valor de aprender se va dando, a veces sin darnos
cuenta y en todos los sentidos. En circunstancias diversas,
en tiempos distintos y en espacios diferentes. La historia
y los hechos del presente dan un saber. Poco a poco, se
desarrolla un conocimiento en distintas dimensiones:

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Escuela, familia, religiones, cultura, literatura… en la
calle. Se conocen acciones, decisiones adecuadas, pero
también, quizás, muchas equivocadas. Un aprender
que no se quiere, que pasa sin poderlo controlar y duele
observar, ver o escuchar. Valorar un aprender que no
gusta, porque la guerra pareciera no tener fin, donde las
naciones están divididas, los dogmas... Entonces, desde
esta perspectiva, el “valor” de “aprender” no es bueno, es
malo. Observar el deseo, el poder con ego, conlleva a un
pensamiento o deseo irracional. El valor de aprender ¿qué
tiene que ver con el mal? La conciencia ya no es conciencia,
pasa a la inconsciencia, a raíz de un conflicto interno que
pasan a decisiones externas. La disposición de darse la
oportunidad de desarrollarse conscientemente en cada
despertar puede ser escasa, complicada, difícil porque el
deseo, el poder, cual fuere, y el ego enferman la mente.

Diría que, a mis años, he intentado caminar por donde


se cree que es mejor, hacer lo establecido, decir lo que se
debe, estar o no de acuerdo con las decisiones educativas,
trabajar mecánicamente… Pero, eso sí, el sentir es propio,
viene de adentro, del ser y está en el coraje, en los ideales, en
las convicciones, en el placer, en los sueños, en las metas,
en los proyectos, y en la lucha interna por estar informado,
por buscar la verdad, por ir más allá de lo preestablecido. Y
es aquí donde el remolino es inquietante, tan abrumador
que rasga la mente ante situaciones sin control.

Aprendo sin querer las decisiones brutales del otro, que


no puedo esquivar, porque ahí está. Se cruza en acciones
desgarradoras que conllevan a la provocación de la muerte
para el otro. Aprendemos de aquí y de allá. En el vivir
diario, al buscar la información, la verdad. Al no encajar la
El valor de aprender

insuficiente práctica de valores universales, mientras en la


calle se observa la inseguridad y violencia en que se vive.
Ahí, donde la deserción escolar sigue manifestándose, las
nuevas generaciones no atinan cuál es el valor de aprender;
posiblemente, los intereses o necesidades no encajan ante
un sistema educativo disfuncional.

Sé que generalizar no es adecuado. El valor de


aprender tiene muchas vertientes, varias aristas, un

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abanico de posibilidades para desarrollarse y aprender
conscientemente, pero el camino es espinoso. El valor de
aprender es una verdad. Mirándose desde adentro para
afuera. Existencial.

José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

21
El valor de aprender
Alma Gabriela Báez Bartolini

S
i entendemos la etimología de la palabra aprender
como ‘perseguir el conocimiento’, ir tras él, podemos
pensar que aprender es un acto sencillo, sólo una
acción; la diferencia estriba en la necesidad, en el propósito,
en el sentido. En eso radica el hecho de aprender. Dejemos
atrás lo valioso del aprendizaje. Está por demás decirlo
todos los días a los niños, a los jóvenes y a los adultos, es
una verdad ya bien sabida; es como la cantaleta del valor
de “comer sano”; todos lo decimos en las escuelas y, sin
embargo, la comida basura o fast food sigue coronando
la tabla de los alimentos más consumidos a nivel país. La
raíz del pleito de los estudiantes no es con la educación,
sino con el sistema educativo, representado por las formas
autoritarias y por la arbitrariedad con las que se impone a
los alumnos y profesores en las escuelas.

Es como todo en la vida: sin sentido nada tiene sentido.


Los niños y jóvenes están deseosos de saber el porqué y el
para qué de todo lo que hacen en la escuela; pero cómo les
decimos que eso, quizá, ni los maestros lo saben enfocados,
como lo están, en los resultados de las estadísticas, bajo la

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premisa de enfatizar el proceso. Aunque la realidad habla
en otro idioma.

El valor de aprender es tan singular, tan personal, que el


deseo de aspirar a generalizarlo y estandarizarlo, resulta
un delito contra la unicidad del hombre; es históricamente
influenciable, contextualmente determinado y es una
tarea que trasciende los análisis de los especialistas; es
una discusión eterna y objeto de un rediseño constante
de los modelos educativos que redundan en lo mismo. El
valor de aprender radica en el individuo, en su esencia,
en su historia, en su existencia misma, en sus sueños, sus
miedos y en ese impulso interno que le provoca la duda,
el cuestionamiento, el saber que esto no acaba hasta que
acaba.

La vida en la escuela es más que los contenidos que se ven


en las aulas, trasciende a los patios, a la tienda escolar, a
las idas al baño, a las horas de entrada y salida, al trayecto
a casa, al acto de levantarse cada mañana y realizar las
tareas; implica la intención, la decisión por llevar a cabo
esta acción que inicia todos los días, desde que los ojos se
abren y el sol ilumina la ventana.

Pero, ojo, lo anterior, más que para los alumnos va para


los docentes, que son los que, a través del ejemplo, invitan
a los estudiantes a desear perseguir el aprendizaje; es
complicado y muy controversial, pero es una dura y
fuerte verdad; por supuesto que la familia es un factor
determinante, pero todo aquel que trabaja en pro de
la educación sabe perfectamente que, si bien es cierto,
El valor de aprender

es importante tomar en cuenta a la familia del alumno


para determinar lo que necesita, lo que ya conoce, las
influencias externas, así como las habilidades que hay
que potenciar para así llevar un proceso que fortalezca los
aprendizajes esperados y los inesperados; también es bien
sabido que la intervención docente directa termina en las
puertas de la escuela; de ahí que su influencia se deposita
en la mente y corazón de cada alumno; y la fuerza de la

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misma se manifiesta en la vida cotidiana y en el contacto
con el otro y su actuar en determinadas situaciones.

Pero es complicado sustentar el valor de aprender frente


a un plato vacío, frente a la carencia de los servicios
básicos de sobrevivencia que dignifican al individuo; así
es difícil obedecer al impulso por conocer y aprender. Sin
embargo, hemos de reconocer que el aprendizaje es una
necesidad intrínseca, el conocimiento que se adquiere
se da de manera voluntaria o involuntaria; pero el deseo
que impulsa a perseguir el aprendizaje, el que potencia las
habilidades, las virtudes y los atributos de los que fuimos
dotados para trascender, se supeditan a la necesidad de
aprender aquello que le provee del sustento necesario,
limitando así toda posibilidad de aspirar a su máximo
desarrollo, derecho al cual todo hombre, mujer, jóvenes y
niños debieran aspirar y alcanzar.

El compromiso y la responsabilidad que la Escuela al Centro


conlleva, es de una importancia tal que el equipararlo con
la que tiene el Presidente de la República de preservar la
seguridad del Estado Mexicano, queda corta. Así es. Y
el meollo del asunto reside en que no se dimensiona la
magnitud y la trascendencia de esta encomienda; porque
la escuela, hablando del recurso humano, tiene en sus José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
manos el futuro del país, sólo por hablar del que le compete
de manera inmediata. Cuando se lee el perfil de egreso del
alumno, en todos los niveles educativos, es imposible no
cuestionarse hasta qué punto yo, docente en mi contexto
cotidiano, lo cubro en mi andar como individuo parte de
una sociedad cambiante.

De ahí la importancia de establecer en las escuelas


formadoras de docentes cuestionamientos constantes
al respecto, establecer un perfil real de ingreso, con tal
magnitud que manifieste el compromiso que el estudiante
adquiere al tomar la decisión más importante de su
vida. Se debe dignificar esta profesión, y esto sólo será
posible cuando a la docencia se le deje de ver como un
empleo con tres periodos vacacionales al año y un horario

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relativamente flexible; porque sucede que, al momento
de ver la realidad, los practicantes suelen expresar su
desagrado por la profesión y expresan su inconformidad
con la elección docente, pues la eligieron influenciadas por
factores externos. No saben en lo que se metieron hasta
que entran al trabajo duro, o cuando piensan a la docencia
como un escalón más para lograr sus objetivos políticos. Y
no ven el trabajo en el aula como una verdadera vocación
y fin último.

Ya no se necesitan modelos educativos, se requieren


modelos de personas al frente de la educación; y esto
abarca a todos los que, de alguna u otra manera, forman
parte del sistema en la pirámide organizacional, pues no
podemos responsabilizar sólo al agente que depende de las
decisiones superiores para llevar a cabo su trabajo, ese que,
por dar la cara a los padres de familia diariamente, resulta
ser la carne de cañón para afrontar las consecuencias de
las malas decisiones de aquellos que determinan el modelo
conveniente a seguir.

El valor de aprender, definitivamente, es una mezcla


entre necesidad, inquietud, emoción y decisión; la falta
de alguno de estos ingredientes pone en riesgo el sentido
de continuar por el camino de la autorrealización cuando
hablamos del aprendizaje intencionado. Es por ello que la
vida escolar debe ofrecer un mundo que despierte nuestros
sentidos, que son los que se conectan con las emociones y
los sentimientos, que son el combustible que da impulso
a la necesidad del razonamiento que no está peleado con
el corazón como lo han hecho creer; al contrario, tienen
una íntima amistad y se necesitan tanto que, cuando
El valor de aprender

han llegado a separarse, la humanidad ha sufrido las más


terribles consecuencias.

26
El valor de
aprender…a ser
María Madrid Zazueta

A
un cuando el título puede sugerir el cuarto pilar de la
educación, según Jacques Delors, este texto lo único
que intenta es compartir cómo he ido aprendiendo
a ser, con todo y lo que eso implica. ¡Ay, pero qué cosa tan
difícil es definir el significado de ser sin recurrir a un erudito,
aun considerando que los expertos también pueden
especular usando mejores argumentos que los míos! Por
eso, prefiero usar mis propias ideas, con la seguridad que
pueden modificarse. Y, en estas ideas que parecen un caos,
algo parecido a un mar revuelto por una tempestad que
lo azota y lo hace desbordar, sin acertar en la definición
busco describir cómo me he ido constituyendo en este ser,
aludiendo que en la mocedad de mi vida una de las cosas
que ambicionaba era ser una excelente barredora de la
calle, la mejor de todas.

Mi padre, un hombre excepcional a pesar de todos sus


defectos y deficiencias, me enseñó con su ejemplo y
sencillez que siempre se puede elegir cómo vivir. A veces
también era un gran crítico sobre los deberes cotidianos
del hogar, por eso cuando yo era una adolescente sentía

27
que siempre tenía una observación de su parte que me
hacía sentir que nunca sería lo suficiente buena en lo
que fuera, y una de esas cosas era barrer la calle como
él consideraba que debería hacerlo. Quizá esa es una
de las razones que me ha llevado a ser una rebelde muy
contradictoria con las figuras de autoridad, a quienes por
un lado quisiera demostrarles mi capacidad para lograr
algo asombroso sin su ayuda, y al mismo tiempo anhelo
ganarme su reconocimiento.

Un recuerdo me lleva a otro, y en mi mente aparece el


maestro de sexto año de primaria, la ocasión es de uno de
los muchos días en los que nos formábamos en fila para ir
al salón de clases, pero ese día una compañera me levantó
la falda mientras decía —te ayudó con tu veliz—, y en un
acto de venganza intenté hacer lo mismo con la tremenda
mala suerte que me vio el profesor, aparte de la regañada
me dijo: “eres una mosquita muerta”. Desde entonces me
pregunto si mis silencios son disfraces para matar a la loca
de atar que hay en mí, o si mis arranques de euforia son
escapes de esa seriedad que a veces pesa mucho y asfixia.
Me pregunto ¿soy de las que tiran la piedra y esconden la
mano? De las que llevan la música por dentro o como el
agua mansa de la cual hay que cuidarse.

La frase del profesor me marcó, me hirió. Él, en ese


momento, se convirtió en una versión de mi padre pero
en otro ámbito, uno en el que también aprendí a sentirme
ocasionalmente inadecuada. Por fortuna para mí, el
resto de los profesores hombres, cuando era el caso de
hablar de mi conducta, siempre terminaban regañando a
El valor de aprender

mis compañeras aludiendo que no se deberían de juntar


conmigo porque yo era muy seria y me iban a echar a
perder. Quizá aquí ya había aprendido a esconder mejor la
música que llevaba dentro, por eso mis compañeras solían
contestar —es que usted no la conoce—. Lo raro es que a
esta edad todavía hay quien dice lo mismo pero ahora de
mis compañeros de trabajo.

28
Hay momentos que pienso si esta necesidad de ser
auténtica se debe a los constantes momentos en los que me
compararon con niñas más hacendosas, fuertes, bonitas,
apacibles o moldeable. Crecí con la necesidad de llenar las
expectativas de los demás, y de pronto sentí hambre de ser
genuina. Sobre todo, empecé a valorar ser distinta cuando
tuve oportunidad de relacionarme con niños, jóvenes y
adultos con síndrome de asperger, a quienes considero las
personas más transparentes y genuinas que he conocido.
De ellos aprendí a hacer contacto conmigo para saber lo
que realmente siento y pienso de algo.

Es cierto, no siempre es agradable el resultado de ser


como realmente soy; sin embargo, aprendí que a la larga
pesa más actuar en contra de mí misma. Así que el valor
de ir aprendiendo a ser es para mí el más difícil, y el más
extraordinario de todos los saberes. Reconozco que en
mí, ese saber está lleno de todos los que habitaron los
momentos vividos, también de todas las interacciones
que me he permitido tener con el mundo natural, social,
espiritual y conmigo misma. Todo eso ha ido mezclado y
ha moldeado lo que soy.

Es tan difícil aprender a ser; por ejemplo, aprender a ser


mujer. Nací mujer, pero asumirme como tal no ha sido
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

andar sobre un lecho de rosas. Me desarrollé en pleno auge


del feminismo y la transición de los roles que antes eran
exclusivos de un sexo. Antes de descubrir el feminismo, yo
de forma natural me rebelé a mi padre quien era inflexible
ante lo que corresponde a cada quien según sea hombre o
mujer, algunas tareas ya me parecían injustas en demasía.
Ya de niña percibía que hay actividades del hogar en las
que los hombres se llevan la mejor parte sin compartir el
peso de las responsabilidades.

En la infancia no vea dificultad ni la razón de la exclusividad


de ciertas actividades para un solo sexo. Si yo compartía
gusto por aprender a patinar como por aprender a usar
el tirador, a jugar a las muñecas como a las canicas, y
actualmente me sé empinar los tarros como los machos,

29
aunque en mucha menos cantidad. También sé proveer
como administrar una casa. Mi padre nos dejó físicamente
hace algunos años, pero durante mi infancia y adolescencia
mi presencia de hija mayor estaba en su lugar durante
sus lapsos de alcoholismo. Nunca dejó de proveer, pero
emocional y afectivamente siempre nos faltó. Así que
yo era la fiscalizadora de las entradas y salidas de mis
hermanos, saber con quién iban o venían, o de “echarles
un ojo” cuando mi madre iba tras las pistas de mi padre.

Pienso en esta difícil tarea de convertirme en mujer,


mientras recuerdo la ocasión que estaba en un trabajo
provisional en la que un compañero, un tipo en edad
entre los dieciocho o diecinueve años, hacía alarde de su
experiencia con las mujeres y su capacidad para tener sexo
ilimitado, entonces, de pronto me dijo: cuando quieras ser
mujer, yo te ayudo. Me dejó perpleja. Yo era menor que él,
y no tenía experiencias sexuales, pero algo intuía de que
ese don Juan escondía un fanfarrón. Tiempo más tarde lo
casaron por dejar embarazada a una presumible novia. De
esta experiencia, también recuerdo el comentario de una
prima que fungía como nuestra jefa en turno: por idiotas
como ése hay muchas mujeres “frígidas”… Yo sólo sé que
ser mujer implica aprender que lo eres más allá de los roles
y los estereotipos.

Sí, ser mujer ha sido una tarea que no termino de aprender.


Ser mujer profesionista ha sido todavía más problemático.
Los trabajos, incluyendo el de profesor, ofrece un sin
número de interacciones con personas del sexo opuesto
que no se acostumbran a que la mujer profesionista
está allí para ganarse la vida no para andar ligando.
El valor de aprender

Quizá mi rústica formación, mi humilde procedencia, el


aprendizaje empírico que recibí en algunos oficios como el
de educadora comunitaria, el entorno analfabeta en el que
me desarrollé, el escaso bagaje cultural del cual me escapé
por gusto y decisión propia pero no es el que desearía tener,
además de mi incapacidad para usar atributos que no sean
los laborales y esa necesidad de no usar a las personas
para escalar, ha influido para transitar, pero no sobresalir,

30
en este difícil arte de aprender a ganarme la vida con la
profesión que decidí estudiar por voluntad propia y contra
la costumbre familiar.

Como muchas mujeres, en varios trabajos he tenido que


lidiar con las relaciones interpersonales donde muchas
veces he tenido que soportar burlas y carrilla por estar
soltera. He sobrevivido a adulaciones no pedidas y cortejos
no solicitados ni esperados. Me han considerado lesbiana,
traumada y me han puesto distintos apelativos por no
corresponder a las insinuaciones de sexuales. Agradezco
que no todas las historias han tenido malos fines, más bien
varios compañeros después de un considerable tiempo de
conocernos han terminado siendo amigos entrañables.

En la película Los sabores del palacio hay una parte donde


el Presidente François Mitterrand se aparece en la cocina
del Palacio del Elíseo buscando a Hortense Laborie, en
la vida real Danièle Mazet-Delpeuch. Me gustaría creer
que él está al tanto de los desplantes y dificultades que le
causan a la cocinera los otros chef porque están celosos
de ella que siendo mujer y provinciana tenga encantado
al Presidente con sus exquisitas comidas caseras. En esa
escena de la cocina el presidente, mientras degusta un
pan con mantequilla y trufas que acompaña de no sé qué José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
tinto especial, le dice a Hortense que a él la adversidad lo
mantenía en pie y por eso para él las adversidades eran la
pimienta de la vida.

Eso mismo que dijo Mitterrand lo aprendí al observar a los


niños pequeños, que se fortalecen al caerse y levantarse
vez tras vez, al recibir golpes fuertes y resistirlos, al
ponerse retos y no descansar hasta alcanzarlos. Así es
como aprenden a correr, a trepar, a manipular objetos más
grandes que ellos. Cuando empecé a trabajar con niños de
uno, dos y tres años yo sentía que una parte de mí estaba
muerta, que lo había perdido todo, que no me quedaban
fuerzas para seguir, pero de ellos aprendí que cuando
pierdes una partida duele, sufres, te da miedo seguir, pero
que mientras no hayas acabado el juego sigues allí, por

31
eso te levantas, te sobas y vuelves a comenzar como lo
hacemos de chiquitos.

Aprender a ser implica aprender a convivir y, en lo posible,


superar los demonios propios que dificultan las relaciones.
Nadie me enseñó cómo debería de enfrentarme a las
relaciones sociales ni hacer frente a mis demonios
personales. Cierto que la educación espiritual que decidí
tener en contra de mi familia y amistades calma algunos y
me obliga a ser tolerante con otros que no logro apaciguar.
Me ayuda el contacto con gente que me estimula a ser
más fuerte siendo apacible, personas que me depositan
una confianza que a veces siento no merezco. Descubro
que aceptar la ternura es de las cosas más difíciles que he
aprendido, lo complicó más descubrir que hay que la usa
para engañar y abusar. Para mí, los niños también fueron
mis maestros de la ternura. Ellos sienten y demuestran
repulsión o atracción y no hay forma de contener esta
sensación. Mi trabajo con niños pequeños me ayudó
fortalecer la parte emocional, a fortalecerme con las caídas
en vez de dejarme vencer, ya que ellos son intuitivamente
fuertes y tiernos cuando tienen que serlo.

Por eso, para mí aprender a ser tiene que ver con algo
mucho más allá de los límites de los programas escolares,
implica más que las buenas intenciones del aprendizaje
cotidiano del hogar. Aprender incluye las interacciones
con las cosas, con los lugares, con las personas con las
que te relacionas, incluso con uno mismo, y con cómo vas
asimilando y procesando todos esos aprendizajes para
actuar con más conciencia o asumir el costo de no hacerlo.
Voy cambiando mi ser de acuerdo a cada etapa de vida y de
El valor de aprender

las experiencias que vivo, ahora sé que todos los entornos,


incluyendo a la escuela, me han dejado aprendizajes
algunos de los cuales me sirven para vivir mejor si los
aplico y no solo los memorizo.

Sé que llega un momento en que no basta justificar mis


errores con decir así soy porque mi familia es así; o justificar
cierta actitud por experiencias desfavorables que viví,

32
porque también he encontrado lugares y personas con los
que no necesito estar a la defensiva. Aunque me ha costado
confiar voy aprendiendo a estar en paz. Sé que mientras
esté viva muchas cosas me pueden seguir marcando de
forma inevitable, pero ninguna necesariamente define mi
ser porque siempre puedo evolucionar, crecer, cambiar.

Con estas letras concluyo el resumen de algunas de las


muchas ideas que he tenido en la cabeza por buen tiempo
sobre el tema del valor de aprender, del que entiendo que
es un valor, y que a menudo aprender requiere ser valiente.
Ahora que medito en este tema en el que creía que todos
podemos aprender, justo entonces viene a la mente un
refrán escrito en la pared de la cantina de unos a vecinos
que leí por primera vez cuando era una niña y apenas
podía parafrasear, este dice: los perritos abren los ojos a
los quince días, los pend… nunca. Pienso, ojalá fuera sólo
un mal y grosero chiste. Respiro porque pienso y siento
que en mi caso, yo sí, a pesar de todas las adversidades
ciertas o imaginarias, he aprendido a ser.

José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

33
Aprender es transformarse
Norma Patricia Campos Esquerra

Nada que merezca la pena conocer


puede ser enseñado

Oscar Wilde

E
n el camino del desarrollo, el ser humano vive diversas
tareas que pueden considerarse obligatorias; algunas,
desde una perspectiva biológica o psicológica,
otras desde una perspectiva social. El niño, por ejemplo,
necesita desde el momento de nacer establecer un
vínculo con su madre. En la construcción de este vínculo
se forma la estructura donde se sustentará lo que será la
personalidad del niño, de tal manera que, en la medida
en que las bases sean firmes, dicho edificio será fuerte y
sólido. Esta construcción del vínculo es una tarea biológica
y psicosocial de gran importancia, que aun cuando
todavía esté expuesto a su vulnerabilidad, y sin plena
consciencia, el niño la realiza y a través de ello aprende.
Es éste, quizás, uno de los más valiosos aprendizajes que
un ser humano adquiere en su vida, siendo el fundamento
de su personalidad; y este proceso de aprendizaje, que es
inconsciente, no requiere de la enseñanza de otra persona,
sino de la experiencia con ella.

35
Es así que resulta de gran interés considerar que el
aprendizaje no necesariamente ocurre en el contexto
de una dualidad humana, donde uno es el que enseña y
otro el que aprende. Una experiencia de vida puede ser,
en este caso, el maestro para quien la vive, que a su vez
es el aprendiz. ¿Qué función, entonces, tiene la escuela
en lo que se refiere a los aprendizajes de los estudiantes?
Definitivamente, la escuela juega un papel de importancia
mayor, pero no por la calidad del contenido del curriculum,
sino más bien por la pedagogía y el contexto social
en el que ocurre. Si bien es cierto que los maestros de
una institución educativa se mantienen en continua
formación y desarrollo profesional, conviene mirar con
lupa y darse cuenta que el aprendizaje de los alumnos
no es necesariamente proporcional a dicha formación y
desarrollo, ni al grado de conocimiento que aquél tenga
de su materia, sino a la calidad de las experiencias que
favorecen para los alumnos y al grado de conexión que se
logre con su dimensión emocional y a que provoquen el
sentido que dan a lo aprendido.

La Escuela, como institución encargada de la instrucción


de sus alumnos, tiene también una función socializadora.
Es ésta, quizás, la dimensión que con más intensidad
impacta en el aprendizaje de los alumnos. Es a través
de la convivencia y de las relaciones que se construyen
en el contexto escolar, que el alumno logra insertar
las enseñanzas recibidas en el aula para interiorizarlas
y transformarlas en aprendizajes. Ningún concepto,
fórmula, dato, método u otro que se pretenda en la
escuela que los maestros enseñen tendrá arraigo en el
El valor de aprender

acervo del alumno, ni favorecerá su desarrollo intelectual,


si la experiencia de aprendizaje no le resultó significativa,
es decir, si dicho concepto no pasó por el tamiz de la
socialización del mismo. El valor de aprender tiene que
ver con que lo aprendido pase a estar en ese espacio
del cerebro del estudiante donde pueda ser fácilmente
recuperable; ese lugar al que se le llama “memoria”. Pero
no para que sea solamente un elemento más de ella, sino
que lleve asociado un significado, o un grado de utilidad

36
en el contexto de vida del estudiante. Sólo cuando el
aprendizaje conlleva significado o sentido, logra instalarse
de manera permanente en la memoria; y aún mejor, logra
transformar al sujeto que aprende.

El valor de aprender, pues, radica en la transformación que


ocurre en la persona que aprende, ya que la transformación,
vista como cambio, sólo se da cuando se van descubriendo
significados y se le da un sentido a lo que se aprende. Vale la
pena la vida escolar, pero, primordialmente, por el proceso
de socialización que se vive y por el escenario que brinda
a la incorporación de aprendizajes. Y vale más la pena
aprender, cuando se hace como un proceso consciente,
cuando se ha necesitado previamente cuestionarse
creencias, formas o costumbres; cuando antes de insertar
los nuevos conocimientos ha de vivirse el proceso de des-
aprendizaje de otros anteriores. Esto sólo puede hacerse
de una manera consciente, pasando de lo inconsciente a
lo consciente, para volverlo nuevamente inconsciente.

La escuela, con su función instruccional y socializadora,


seguirá siendo el espacio por excelencia para la mayoría
de los aprendizajes que forjan al ciudadano, y en la
medida en que se fortalezca a la escuela como el ámbito
transformador del estudiante, podrá ser considerada
también como un espacio humanizador que forja a la
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

persona.

37
Repensar el pensamiento
educativo
Manuel de Jesús Álvarez Juárez

H
e pensado y repensado el tema educativo como
para hacer algunas conjeturas al respecto. Éstas
han surgido en la reflexión de la práctica pedagógica
cotidiana, en la confrontación diaria que se hace entre
la teoría y la práctica educativa. Es inevitable que surja
la duda cuando vemos y vivimos en carne propia que no
encaja lo que se dice del cómo enseñar y las maneras en
que aprenden los niños. A partir de la duda empiezan los
cuestionamientos, no para quitar el valor o la importancia
que tiene la teoría, sino para analizar mejor la situación.

Mis pensamientos me han hecho dudar de casi todo lo que


refiere al tema educativo.

En relación con esas dudas me he planteado las siguientes


preguntas:

• ¿Para qué o por qué vamos a la escuela? ¿Nos


sirve de algo la escuela?

39
La mayoría responde a estas preguntas: “Claro que
sirve”. “A la escuela se va a aprender”.

Empiezo a dudar de esas respuestas y me surgen otras


preguntas:

• ¿Qué es el aprendizaje? ¿La escuela es el único


lugar para aprender?

• ¿Si un niño no va a la escuela… no aprende?

• ¿Qué aprendemos fuera de la escuela?

• ¿Para qué aprendemos lo que aprendemos?

• ¿Quién enseña, qué enseña y para qué enseña?

• ¿Quién debe enseñar?

• ¿Cuándo se tiene que enseñar?

• ¿Por qué tengo que aprender eso que me


enseñan?

• Y ¿qué es lo que tengo que aprender?

Viéndolo desde otra idea, si el aprendizaje es natural e


innato y éticamente personal, ¿por qué se tiene que dar
una enseñanza para que se dé un aprendizaje?

En todo caso, sería instruir al aprendiz para que supere


algunas dificultades que se le presenten al realizar alguna
actividad que le interese.
El valor de aprender

El aprendizaje se da de manera espontánea en relación


al interés mostrado sobre algo o alguien. Es un instante
que surge de la emoción de manera espontánea; es un
momento en el cual brota el interés de manera repentina;
es el tiempo y espacio justos para que se dé el aprendizaje.
Es el momento pertinente para entablar un diálogo
constructivo, que también se ha llamado aprendizaje en la
interacción dialógica.

40
Entonces, supongo que no hay pedagogía o didáctica
constructivista, más bien es un conductismo elegante,
disfrazado de constructivismo. Me atrevo a afirmar esto
porque no se ha dejado de usar la misma lógica para
llevar a cabo los aprendizajes dentro de las aulas; se
sigue apostando por el método, por el logro de objetivos,
disfrazados como aprendizajes esperados. Es decir, se
lleva a cabo una planeación previamente estructurada,
diseñada especialmente para el alumno sin que éste tome
parte activa en su elaboración. El maestro hace todo desde
casa o en horario extra clase, ya sea de manera individual o
en equipo, con otros compañeros maestros.

Yo pienso que el aprendizaje se da en la asimilación y


acomodación del concepto en los esquemas mentales, en
la adaptación al medio y en el equilibrio al trasladarse a
otros contextos para interpretarse. Se da en ese ir y venir
con el objeto de estudio, al propiciar el ensayo y error; se
da en la modificación de la estrategia, al replantear nuevas
acciones hasta llegar a la comprensión, la cual implica
poder interpretar de diferentes maneras lo aprendido, al
demostrar que se ha conseguido el objetivo que es el logro
de nuevos conocimientos.

Y la novedad, ahora es que Aprender a aprender es el reto José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
más importante que plantea el Nuevo Modelo Educativo
2016. Ese “aprender a aprender” del que se habla por
todos lados es la noticia del día, como si fuera algo de lo
que nunca antes se había hablado. Pero ese aprender a
aprender no es nada nuevo para el maestro del grupo
escolar, ese aprender a aprender es el pan de cada día para
el maestro que está inmerso en las aulas a diario, desde
antes de las 8:00 de la mañana y que muchas veces deja
su aula o la escuela donde labora ya pasadas las 6:00 de
la tarde.

Los maestros que estamos en las aulas, vivimos el


Aprender a aprender todos los días, al enfrentar y
resolver los problemas educativos que nos presentan
nuestros alumnos. Lo afrontamos como un reto a superar

41
cuando no comprendemos a cabalidad cómo aprende
el niño; o, mejor dicho, cuando no sabemos con certeza
cómo aprendo yo ni bajo cuales perspectivas teóricas-
metodológicas concibo el aprendizaje, el mío y el de mis
pequeños aprendices.
El valor de aprender

42
Del valor de enseñar,
al valor de aprender
Oscar Isaac Corral Arias

Presentación

N
uestras escuelas viven la transición pedagógica
más importante en lo que va del siglo XXI: pasar de
los modelos centrados en la enseñanza a aquellos
donde se privilegia el aprendizaje. No obstante, sería
equivocado pensar que esto es una novedad.

Desde el siglo pasado, con la influencia de la psicología


evolutiva y la epistemología, el ámbito educativo
emprendió un cambio radical en torno al entendimiento
de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Los
trabajos de Piaget, Vygotsky, Bruner, Ausubel y otros,
fueron un parteaguas que exigieron un replanteamiento
educacional, principalmente, a las formas de enseñanza
de los docentes.

Desde la segunda parte del siglo XX, se pensó al alumno


como un sujeto activo en su aprendizaje. Los sistemas
educativos, en ese sentido, emprendieron una carrera
hacia la adopción de métodos centrados en el aprendizaje,

43
algunos acercándose más a esta meta que otros. El
tema de la cobertura educativa empezó a dar paso a la
preocupación por la calidad de los servicios.

Todo este proceso se ha acompañado de una tendencia


creciente por valorar el aprendizaje en lugar de la
enseñanza. Los adelantos en la investigación educativa
han otorgado mayor importancia al alumno, a las
condiciones y al contexto en el que éste se encuentra,
para entender de mejor manera cómo debe ajustarse la
enseñanza al aprendizaje.

Esta transición en los paradigmas educativos implica dar


relevancia al aprendizaje y al sujeto que aprende; podemos
afirmar que se le confiere mayor valor, a diferencia de
aquellos modelos basados en la enseñanza rígida y
ortodoxa, donde el docente juega un papel protagonista
en el proceso. El tradicionalismo pedagógico, y todo lo
que conlleva, han ido perdiendo terreno y valor en nuestra
época.

Por otro lado, es importante analizar y reflexionar sobre


aquello que subyace a esta tendencia creciente de asignar
más valor al aprendizaje sobre la enseñanza, y de la
influencia que esta postura tiene en el ámbito educativo,
social, político y económico. La predilección por el
aprendizaje forma parte de una corriente más grande e
incluyente; donde la importancia individual, la del sujeto,
demanda un reacomodo de prioridades ético y morales, es
decir, de valores.

El valor cambiante
El valor de aprender

La literatura y las investigaciones sobre el tema de los


valores son abundantes. Así lo es también cuando se
observa el tema educativo desde esa perspectiva. Por ello
es importante aclarar que la noción de valor vertida en
estas reflexiones es amplia; por momentos, se retomará
como aquello que involucra lo ético y lo moral; mientras
que en otros, se hará referencia a los valores sociales y, del

44
mismo modo, aunque de forma implícita, se abordarán
también los valores profesionales relacionados con la
función docente. Es así como se presenta esta amalgama
de reflexiones sobre la transición del valor de enseñar al
valor de aprender y lo que subyace a este cambio.

La noción de valor es tan amplia que también puede llegar


a ser confusa. Tan solo el Diccionario de la Real Academia
Española ofrece más de catorce definiciones que van
desde el ámbito artístico, como la música y la pintura,
hasta el económico y filosófico. Asimismo, el Diccionario
Pedagógico de la Asociación Mundial de Educadores
Infantiles (AMEI-WAECE) presenta, también, múltiples
definiciones contextualizadas al lenguaje pedagógico.

Buena parte de la literatura que emplea ambos términos,


aprendizaje y enseñanza, lo hace como si fueran caras de
una misma moneda, como si esa relación entre uno y otro
fuese evidente y natural. No se repara en el fenómeno que
se trata de explicar en este documento, en esa ruptura
entre el reconocimiento creciente que tiene aprender
sobre enseñar.

En tanto que los valores son constructos sociales,


determinados por el contexto histórico y las necesidades
grupales e individuales, éstos cambian y toman diferentes
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

posiciones jerárquicas según dichas variables. Pero hablar


sobre el valor de aprender se torna, todavía, más complejo
cuando buscamos explicar esa preferencia primero
profesional, luego social, por el aprendizaje en lugar de la
enseñanza.

Frondizi (1959:12) expuso que los valores no existen por sí


solos, sino que éstos tienen carácter de parásito, ya que
necesitan un depositario; algo o alguien que haga posible
su existencia. El autor lo ilustra con el ejemplo de una
escultura. Señala que mientras el mármol no tiene valor,
sino es un bien, la escultura como tal, es valiosa porque
el artista le ha dotado, con su acción y efecto, de valor
estético.

45
Ante tal disyuntiva, es fundamental preguntarse si el
aprendizaje y la enseñanza, como procesos intangibles,
pueden dar cabida a la existencia de valores. La cuestión
es fundamental y problemática. Sin embargo podemos
apoyarnos en el ejercicio que la UNESCO lleva a cabo para
determinar el Patrimonio Inmaterial.

La Unesco, en su Texto de la Convención para la Salvaguardia


del Patrimonio Cultural Inmaterial, cita qué debe de
entenderse por patrimonio inmaterial

"todo aquel patrimonio que debe salvaguardarse y consiste


en el reconocimiento de los usos, representaciones,
expresiones, conocimientos y técnicas transmitidos
de generación en generación y que infunden a las
comunidades y a los grupos un sentimiento de identidad
y continuidad, contribuyendo así a promover el respeto a
la diversidad cultural y la creatividad humana". (UNESCO,
2017).

En esta definición encontramos que es posible generar


valores fundados en la conservación-aprecio de
conocimientos, técnicas, representaciones, expresiones
y demás componentes intangibles. Por consiguiente,
el valor se puede depositar, en términos de Frondizi, en
elementos inmateriales. Pero esto genera otro problema,
es necesario desentrañar la naturaleza propia de ambos
conceptos para examinar si enseñanza y aprendizaje
efectivamente son depositarios.

La enseñanza y el aprendizaje:
los depositarios
El valor de aprender

Enseñar y aprender son nociones completamente


diferentes. Asumir que existe estrecha relación entre
ambos es más una aspiración pedagógica, por tanto,
retomar dichos términos como caras de la misma moneda
nos llevaría a confusiones conceptuales (Fenstermacher,
1986:154).

46
La enseñanza corresponde al docente, es acción
intencionada por buscar transmitir o dar algo a otro.
(Basabe & Cols, 2007:138). Es una tarea que asume cuando
plantea actividades, ejercicios o problemas a los alumnos,
independientemente del éxito o el fracaso que éstos
tengan.

Fenstermacher va más lejos, habla de una “buena


enseñanza”, dotándole de sentido moral y epístemológico.
Moral cuando el docente busca que su intervención sea
eficaz y se oriente bajo principios morales y éstos, a su
vez, se traduzcan en acciones de los alumnos regidos bajo
dichos principios. Epistemológico, cuando el docente
medita sobre lo que enseña y se cuestiona si tiene
fundamento racional; considerando en primer lugar al
alumno, su entendimiento y pertinencia sobre aquello que
será objeto de enseñanza (1986:157).

Por su parte, el aprendizaje es un ejercicio de adquisición de


conocimientos, activo y dependiente de diversos factores
(Moscoso Barcia, 2011:94), diferente a la enseñanza, donde
se requieren como mínimo dos personas; la que enseña y
la que recibe o, en términos escolares, un maestro y un
alumno. En cambio, el aprendizaje se da individualmente
en el sujeto. Implica la activación de mecanismos internos José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
donde el conocimiento, las actitudes y/o las habilidades se
incorporan a estructuras mentales previas. Además, para
que el aprendizaje se consolide se parte, normalmente, del
interés o motivación del sujeto. Así pues, el aprendizaje se
refiere más un proceso que a un tarea específica.

Gráfico 1

47
Enseñanza y aprendizaje, tarea y proceso. Nociones
diferentes (gráfico 1) que, para dar significado al ejercicio
docente, encuentran relación. No obstante, que la
existencia del primero depende del segundo (Altet,
2005:5), no ocurre de la misma forma en el sentido inverso;
es decir, el aprendizaje existe independientemente de
la enseñanza. Queda ejemplificado cuando Basabe y
Cols precisan el concepto del aprendizaje incidental.
Las autoras señalan que en estos casos hay aprendizaje,
pero no, enseñanza. Aunque en el lenguaje cotidiano
puedan utilizarse expresiones del tipo «La vida enseña»,
la enseñanza implica siempre un intento deliberado y
relativamente sistemático de trasmitir un conocimiento
(2007:130).

Por tanto, la vida no enseña, o por lo menos no lo hace


intencionalmente, sino más bien, de manera incidental.
Un sujeto aprende sin maestro, pero un maestro no
enseña sin alumno, o lo que también se podría traducir
en una adaptación del dicho “el alumno hace al maestro”.
Asimismo, el docente enseña a través de tareas, ejercicios,
actividades o problemas que, al mismo tiempo, se valen
de toda una serie de metodologías y estrategias. Diferente
a lo que sucede con el aprendizaje, donde los esquemas
cognitivos del sujeto se adaptan y asimilan según la
información y las experiencias que éste tiene.

Ahora bien, retomando lo expuesto, la enseñanza


identificada con la función del docente, y el aprendizaje
con la del sujeto, son enfoques que promueven e imponen
diferentes tipos de valores. Por ello, es fundamental
escudriñar todos los elementos y ejemplos que contribuyen
El valor de aprender

al esclarecimiento de esa lógica axiológica que rodea las


posturas de enseñanza y de aprendizaje.

El menoscabo del enseñante y


el auge del aprendizaje

La estimación hacia el docente, el maestro ortodoxo,


así como el aprecio a su enseñanza, están socialmente

48
cada vez más devaluados. Este respeto, que fue más
significativo durante el siglo pasado, hoy en día se
encuentra en decadencia.

Las características de la educación que valoraban


significativamente la figura del profesor, llegando a su
punto más alto y rodeado de cierta mística, tienen un
momento histórico determinado, circunscrito a partir
del primer cuarto del siglo XX. Como consecuencia de la
revolución en nuestro país, la educación sufrió también
una serie de cambios que trataron de cumplir con las
aspiraciones que como nación se tenían en esa época
(Mejía,1981:199).

La educación, mayormente rural, debía ampliarse para


todos los pueblos de nuestro país y, además, ajustarse a las
condiciones propias de dichos lugares; ofrecer enseñanza
en la lengua propia de la región e impulsar una educación
tecnificada y basada en los adelantos científicos para el
desarrollo de las comunidades, entre otras características.

Los maestros jugaron un papel fundamental, ya que


muchos de ellos se trasladaron cientos de kilómetros para
llegar a las escuelas ubicadas en lo más remoto de la sierra
o de la costa. Enseñaban a las personas diversas técnicas
para trabajar la tierra, el ganado o, bien, la elaboración
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

de productos o diversas manufacturas. Más tarde, se les


vería como agentes de cambio social, organizando a las
personas que vivían en las zonas rurales para exigir sus
derechos y reclamar mejores condiciones de vida.

Todo ello, generó una alta estima social por el profesor, por
su enseñanza. Se les tenía por una especie de “apóstoles
de la educación”. El respeto era profundo hacía su figura
y su labor. Encarnaban la aspiración social del cambio y el
progreso nacional (Gonzales, s.f.).

Los valores involucrados en la enseñanza, identificada


principalmente con la figura del docente, eran diversos.
El siguiente testimonio de una persona que asistió a la

49
escuela de “antes”, recoge algunas valoraciones sobre lo
que para él representaba

(…) mi maestra abordaba todos los temas con una seriedad


única; era impresionante lo inteligente que era mi maestra
(…) jamás me animé a dudar de los conocimientos que
aportaba a la clase. Mi mamá decía que era una falta de
educación darle la contra a las palabras inmortales de mi
maestra (Martínez Gutiérrez, 2016:207).

Así pues, se promovieron valores como el respeto y cariño


a la figura del docente, la gratitud a sus enseñanzas y
también la confianza en el proceder de éste. De la misma
manera, se le tenía como un sujeto comprometido con su
profesión y su comunidad, solidario con las necesidades y
carencias de los habitantes de las zonas rurales.

No obstante, los cambios sociales, económicos, políticos


y tecnológicos que más tarde vendrían, así como la
progresiva incorporación de los adelantos en las ciencias,
principalmente, en la psicología y la epistemología,
impulsarían un aprecio mayúsculo por el conocimiento y
los procesos de aprendizaje, cómo éstos se generan y bajo
qué condiciones. Por lo tanto, la atención se centraría en
el sujeto.

La desacralización del discurso y la figura del docente, como


refiere Lipovetsky, es producto de varios fenómenos. La
alfabetización y el aumento en los años de escolarización
de la población, han contribuido a que la sociedad esté
cada vez más instruida y genere menor dependencia hacia
el docente de educación básica.
El valor de aprender

Aunado a esto, los adelantos en las ciencias y la tecnología


dan cuenta de un mundo de cambio vertiginoso, de la
generación inmediata de conocimiento que acelera el
proceso de obsolescencia y desfase en tiempos cada vez
más cortos.

Este cambio paradigmático va acompañado del declive


social de la figura del docente, pues éste ya no está ante la

50
comunidad rural de la posrevolución, al contrario, ahora
se desenvuelve principalmente en entornos urbanos. La
sociedad con la que interactúa tiene mayor contacto con
tecnologías que posibilitan el consumo de cantidades
considerables de información. El fenómeno no es privativo
de las ciudades, por ejemplo, el uso de dispositivos móviles
ha facilitado el acceso al servicio de Internet en zonas
rurales. El docente, como fuente de conocimiento, es
sustituido por el auge de las TIC.

Los valores que emergen en esta ruptura, son aquellos


en los que prevalecen los derechos individuales y los
individuos como referentes en un mundo de cambio
agresivo y desenfrenado. Es preciso aclarar que no hay
reinvención de valores ni mucho menos, sino cambio en el
contexto: colectividad por individualidad.

El análisis que realiza Lipovetsky sobre el nihilismo y el


hedonismo en esta era posmoderna, enfatiza los valores
promovidos a partir de la proliferación de actitudes
y tendencias como: laxitud en las normas, molicie,
indiferencia, cuestionamiento a todo, cumplimiento al
placer, narcisismo, humorismo, entre otros. El examen
que propone el sociólogo francés sobre esta influencia en
educación es cruda, señala que José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

(…) la enseñanza se ha convertido en una máquina


neutralizada por la apatía escolar, mezcla de atención
dispersa y escepticismo lleno de desenvoltura ante el
saber.(…) puesto que cuanto más la escuela se dispone a
escuchar a los alumnos, más éstos deshabitan sin ruido ni
jaleo ese lugar vacío (2002:39).

Para el autor, la personalización de todo es uno de los


rasgos que caracterizan nuestra época. Ello no exime a la
educación, donde la enseñanza se supedita al aprendizaje,
no sólo como rasgo deseable, más aún, como proceso
de personalización; de ajuste a la medida, dotando de
inmensa complejidad e incertidumbre al ejercicio docente
dada la singularidad de cada persona (Altet, 2005:5).

51
El auge del aprendizaje y los valores implicados, se inscriben
dentro de los cambios en educación, mismos que, a su vez,
son dictados por los adelantos científicos. La enseñanza y
la figura del docente ya no se entienden sin la comprensión
del desarrollo cognitivo del alumno, sin las teorías que
explican cómo el sujeto aprende. Una enseñanza ajena
a estos principios genera rechazo, primero, en el círculo
profesional docente; y segundo, en las sociedades con
mayor grado de escolaridad e instrucción.

El cuerpo docente no puede asimilar y recrear su práctica


con la misma rapidez con que las ciencias cambian en
la actualidad. El riesgo de que se vea rebasado por las
necesidades de los alumnos, del medio y de la sociedad,
nunca fue mayor. Por tanto, su desvalorización y el
protagonismo exacerbado a los procesos de aprendizaje
del alumno se convierten en un reto descomunal ante el
ejercicio educativo.

La sociedad espera que la educación, y en especial el


docente, personalicen su tarea para resolver y satisfacer
los problemas y necesidades que tienen, no sólo cada
individuo sino cada lugar y región en particular. Por ello
se habla de una educación para la paz, para la salud, la
ciudadanía, el trabajo, la sustentabilidad y demás.

En tanto que los alumnos no aprenden todo ello, el


problema es la enseñanza y, por consiguiente, el enseñante.
Hay expectativas sociales cimbradas sobre la escuela que
difícilmente ésta cumplirá como todos esperan. La tensión
sobre la enseñanza y el docente se disparan provocando
altos niveles de ansiedad en ellos (Bonilla, 2006:32).
El valor de aprender

El cambio de paradigma de la enseñanza al aprendizaje


ha tenido diversas connotaciones. Rebasa por mucho el
intento de realizar una dicotomía de dicha transición en
positiva o negativa, buena o mala, deseable o indeseable.

Por otro lado, no se puede obviar el hecho de que el


cambio de ideas, de enfoques y valorizaciones, deja como

52
saldo una creciente preocupación por aprender pero,
al mismo tiempo, propician una necesidad progresiva
de independencia del maestro. Es decir, el aprender a
aprender, de acudir primero al otro que al maestro, el
aprendizaje entre pares o lo que es parecido: trabajo
colaborativo.

Hacia un equilibrio

Es preciso reconocer que el enfoque sobre el aprendizaje,


en un contexto nihilista y hedonista, favorece la
proliferación de valores individualistas. El trabajo
cooperativo que promueve la escuela busca mediar contra
los inconvenientes de ese enfoque.

La relevancia y el aprecio social del docente no pueden girar


bajo la misma lógica con la que se dio durante el pasado. En
su lugar, los valores que encarnaron y promovieron deben
fomentarse de nuevo, tratando de recrear su función y
adecuar un perfil al siglo XXI. Es más fácil escribirlo que
hacerlo, pero es fundamental repensar cuál es el rol del
docente y cómo éste puede convertirse en pieza clave para
el cambio, el desarrollo y la innovación (Latapí, 2003:7).

Este ejercicio toca necesariamente al docente, al


enseñante. No es atribución de ningún otro actor,
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

sin que ello excluya las aportaciones de un enfoque


interdisciplinario. Centrar la atención en la enseñanza-
enseñante es tan importante como la del aprendizaje. Es
cierto que la tarea del docente se ha vuelto más amplia y
compleja, pero ello ofrece también una oportunidad para
volver la dualidad enseñanza-enseñante más importante
y significativa aún para la sociedad.

Dar atención a las expectativas que la sociedad deposita


en la escuela, exige reestructurar la enseñanza y la
formación de los enseñantes. Pero, como se mencionó
antes, corresponde a ellos iniciar ese proceso.

La reivindicación ha de ser complementaria, tanto para el


aprendizaje como para la enseñanza. Uno y otro exigen

53
tareas diferentes pero que tienen un punto de encuentro,
la valorización mutua. Porque una enseñanza sin valores
es incompleta, y un aprendizaje sin ellos, es educar en el
vacío.

Bibliografía

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o la importancia de saber analizar las prácticas. . En L.
Paquay, M. Altet, É. Charlier, & P. Perrenoud, La formación
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Solana, R. Cardiel Reyes, & R. Bolaños Martínez, Historia de
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Palermo.

UNESCO. (12 de abril de 2017). UNESCO. Obtenido de http://


www.unesco.org/culture/ich/es/convención.

José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

55
Aprender a aprender, para
aprender a vivir juntos
Jesús Vidal Ponce
Ayudar a transformar una interdependencia de hecho en
solidaridad deseada es una de las tareas esenciales de la
educación. Este efecto, debe lograrse que cada persona
pueda comprenderse a sí misma y a los demás mediante un
mejor conocimiento del mundo.
Jacques Delors

Aprender a aprender y aprender a vivir juntos,


¿utopía o realidad?

D
esde siempre, los sistemas educativos se han
planteado visiones respecto al tipo de individuos
que desean formar; sin embargo, esas expectativas
e ideales no siempre se han concretado, a veces sólo
permanecen en el imaginario.

En tanto, el mundo avanza, se transforma, la vida en


sociedad se convulsiona, los sujetos crean e innovan pero
también se despersonalizan; los actos irracionales y la
violencia se vuelven una constante, el medio ambiente se
deteriora. ¿Qué pasa, entonces, con el ideario de formar
seres solidarios? ¿Ha sido una utopía, una irrealidad?
¿Será que el aprender a aprender y el aprender a vivir
juntos debieran advertirse como un sistema integrado?
De constituirse en una posibilidad, ¿por qué no sucede,
en dónde radica la dificultad, en dónde ha quedado el

57
planteamiento de Delors, qué de ello recupera y debe
recuperar el nuevo modelo educativo? En el presente
trabajo se establecen algunas reflexiones al respecto.

Referente inicial

En el Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional


sobre la Educación para el Siglo XXI, presidida por Jacques
Delors (1996), ya se señalaba a la educación como el
instrumento indispensable para hacer frente a los desafíos
del futuro; una vía al servicio del desarrollo humano,
mediante la cual se podría avanzar hacia los ideales de
paz, libertad y justicia social. Para cumplir con esa gran
encomienda, en el Informe se dilucidan los cuatro pilares
en torno a los cuales debe estructurarse el conocimiento;
aprender a aprender, esto es, adquirir los instrumentos
de la comprensión; aprender a hacer, para poder influir
sobre el entorno; aprender a vivir juntos, para participar
y cooperar con los demás en las actividades humanas; y,
aprender a ser; como proceso fundamental que recoge los
tres anteriores.

El informe refiere que la educación durante toda la vida


es una de las llaves de acceso al siglo XXI. De tal manera
que, para dar cuenta de los cambios profundos que
diariamente se viven en todas las esferas sociales, el único
modo de concretarlo es que todos aprendamos a aprender.
Aunque, a nuestro entender, de manera paralela a esta
intencionalidad subyace un compromiso ineludible que
exige el mejoramiento de la interacción humana, que
promueva el vínculo real entre las personas, que les ayude
a formarse como seres solidarios, que logre equilibrar la
El valor de aprender

razón con la emoción y la acción. En términos de Delors


(1996), que ayude a comprender al mundo y comprender
al otro, para que derive en el entendimiento mutuo, en el
diálogo pacífico y en la armonía, elementos hoy ausentes
en muchas culturas y sociedades.

Urge reimpulsar un trabajo donde se fortalezca el aprender


a vivir juntos, aprender a convivir, a escuchar, actuar y

58
participar solidariamente, situación que hoy, después de
dos décadas sigue vigente.

¿Una educación durante toda la vida?

Pareciera que hoy ha quedado en el olvido la declaratoria


de Delors y los cuatro pilares de la educación. Las prisas,
los tropiezos, la cotidianidad, los avances tecnológicos, las
exigencias económicas y sociales, dentro de otras cosas,
son tendencias que mantienen al hombre en discordancia,
aislado, alejado de la comprensión y entendimiento mutuo.
Somos testigos de sucesos violentos del hombre contra sí
y con los otros, la realidad ha sido rebasada. Pero, ¿qué
implicaciones tiene esto, qué nos corresponde hacer, cuál
es el rol que como agentes educativos debemos asumir,
cuál es el reto para las diferentes instituciones? Sabemos
que un tratamiento unidireccional, aislado, segmentado,
rendirá pocos resultados. Se requiere de un compromiso
firme del diseño de políticas públicas eficaces, sistemas
de apoyo con seguimiento claro, además, de la acción
decidida y comprometida de cada ciudadano.

En el quehacer educativo, como actores y promotores del


cambio, nos corresponde forjar a las nuevas generaciones,
no sólo con los elementos que señala de manera explícita José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
y obligada un plan de estudios, sino con el pleno
convencimiento de que nos toca reconstruir el espacio y el
planeta que habitamos; con el ejemplo, con la coherencia
en el actuar, en la interacción, el respeto al otro y al medio
ambiente. Asumirnos en una actitud proactiva constante
y no sólo mediática o paliativa.

Una directriz que contribuye en ese sentido, a la par


del trabajo e impulso de los cuatros pilares, es lo que la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura (UNESCO) ha denominado la Educación
para el Desarrollo Sostenible (EDS); según la cual, este tipo
de perspectiva coadyuva a que cada individuo adquiera
los conocimientos, competencias, actitudes y valores

59
necesarios para crear un futuro sostenible. Esto implica
que deban forjarse hábitos y actitudes; formar personas
responsables, reflexivas, críticas y conscientes de las
responsabilidades que se tienen en este mundo cambiante.

Ello implica aprender a conocer, movilizar las funciones


mentales superiores: memoria, atención, pensamiento,
lenguaje; usar los sentidos, generar la reflexión, los
procesos metacognitivos y la toma de conciencia. Todos
estos elementos deben llevar al hombre a una dimensión
diferente, no sólo en el aspecto cognoscitivo, sino en el
desarrollo de mejores habilidades y capacidades para
manejarse asertivamente con los otros, para contribuir a la
construcción de un mundo mejor. Porque, como lo refiere
el Modelo Educativo 2016, aprender a aprender, “significa
aprender a pensar, a cuestionarse acerca de los diversos
fenómenos, sus causas y consecuencias, a controlar los
procesos personales de aprendizaje, así como a valorar lo
que se aprende en conjunto con otros” (p.48).

Como lo refiere Delors, la comprensión del mundo exige


de las relaciones que unen al ser humano con su entorno,
para aprender a vivir juntos, a convivir. No se trata de
añadir una nueva materia a los programas escolares, se
trata, más bien, de reorganizar la enseñanza con base
en una visión de conjunto, de los vínculos que unen a
hombres y mujeres en la sociedad. Una formación de este
tipo, también se podría ofrecer a todos en la perspectiva de
la educación durante toda la vida (UNESCO; 1996: 44) Una
educación en la que la vivencia en valores se constituya en
una constante.
El valor de aprender

Una educación bajo esta perspectiva promueve que el


individuo tome conciencia de sí, de su contexto, de sus
raíces, de su cultura, para que esté en condiciones de
ubicarse en el mundo; de aprender a asumir y vivir en
coherencia con los valores éticos universales, respetando y
entendiendo a los demás. Esto exige un trabajo educativo
arduo, no sólo un decálogo de intenciones, un trabajo que
potencie el darse cuenta de para asumir y adoptar decisiones

60
y roles que contribuyan a la construcción de un mundo más
solidario, libre de violencia donde valores como el respeto,
la tolerancia, justicia y equidad prevalezcan. Todos ellos,
elementos tan necesarios en el escenario social actual.

Pero, ¿y el ideario educativo?

Sabemos que algunos, o todos esos ideales generalmente


han sido proyectados en la legislación, en el ideario
filosófico del sistema educativo. Derivando, cada sexenio
o periodo gubernamental, en procesos de reforma
renovados; diseño de planes y programas de estudio,
programas nacionales para la mejora, esquemas de trabajo
específicos para la profesionalización docente y directiva
que buscan incidir en el desempeño escolar, desarrollo
de competencias y obtención de perfiles deseable; esto,
dentro de lo más destacable.

Ya se ha afirmado, estas aspiraciones no siempre se han


materializado en el ideario educativo. Estudios recientes
señalan que en México, aún y cuando ha dedicado
importantes esfuerzos y recursos para avanzar hacia
un sistema educativo incluyente y de calidad, el desafío
continúa siendo muy grande, dado los rezagos históricos
y el enorme reto que representa el tamaño de la población José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
de niños y jóvenes (OCDE, 2014).

El reto continúa y nuestro país, como parte de una sociedad


globalizada, sigue demandando transformaciones
urgentes; la necesidad de cambio lleva, a veces a priori,
a la generación de propuestas emergentes y acciones
concretas que resignifiquen roles y tradiciones que han
impedido el añorado cambio. Así, con tendencia vertical,
hay un reordenamiento de orden legal, curricular,
institucional y organizacional, que aspira impactar en los
fines de la educación que el sistema mexicano visiona. Se
requiere la toma de decisiones novedosas; las tendencias
internacionales deben rescatarse, contribuir a la tan
añorada paz, a la convivencia y al fomento de valores.
Esto, sin que vaya en detrimento de las necesidades de

61
la profesionalización docente, la formación crítica de los
alumnos, la gestión escolar y las mejoras laborales y de
infraestructura, dentro de lo más destacable.

¿Será que hoy sí se dará el tan añorado cambio?

La Propuesta Curricular para la Enseñanza Obligatoria


plantea que proporcionará la atención debida a los
procesos simultáneos de aprender a aprender, aprender
a ser y aprender a convivir, en la educación básica y
media superior, además de aprender a hacer, en la
educación media superior. El propósito es que los alumnos
desarrollen autoconciencia, autogestión, conciencia
social, habilidades para relacionarse con otros y capacidad
para tomar decisiones responsables, con el fin de que
lleguen a entender y a manejar las emociones, establecer y
alcanzar metas, sentir y mostrar empatía hacia los demás,
establecer y mantener relaciones colaborativas, tomar
decisiones respetuosas y responsables, rechazar toda
forma de discriminación (2016; 23-25). La propuesta quizá
no es mala, pero sí ambiciosa. El tiempo dará la respuesta.

No obstante, se debe avanzar, no es válido cruzarse


de brazos, los esfuerzos aislados no funcionan igual; la
base es considerar que el desarrollo y crecimiento de
una sociedad corresponde a todos los actores, sectores
e individuos. Es necesario que la educación forme para el
hombre de hoy y del futuro, para el aquí y el ahora, pero
también para el mañana. Un hombre que aprenda a vivir
y a convivir, que se respete y respete los derechos de los
otros, que se asuma responsablemente en el cuidado del
El valor de aprender

entorno, en la protección del medio ambiente, que ponga


en práctica sus habilidades productivas; una educación
que realmente promueva el desarrollo integral. Un buen
sistema educativo debe ser incluyente, llegar a todos sin
distinciones, donde la equidad y la igualdad se constituyan
en un hacer y no en un decir, no deberá instaurarse como
un medio para mantener y reproducir privilegios, más bien
cuidará que las bases filosóficas, humanistas y sociales
62
que le impulsan sigan vigentes y sirvan de inspiración para
esas transformaciones. Para el crecimiento del potencial
humano.

¿Nos quedamos en la utopía, en lo irrealizable o


avanzamos?

Hoy, como en años atrás, el nuevo Modelo Educativo


Mexicano busca recoger ese ideal en un rubro denominado
ámbito de valores, convivencia y colaboración, en el cual
se busca rescatar el sentido del hombre; educar a partir
de valores, lo que significa la formación en el respeto a lo
diverso, en el aprecio por la dignidad humana, en el rechazo
a la discriminación y en las prácticas que promueven la
solidaridad, reconociendo cómo se puede ser mejor, cuáles
son las potencialidades que se tienen, ya que, como lo
refiere la Carta sobre los fines de la educación del siglo XXI,
una persona que “Tiene valores, se comporta éticamente
y convive de manera armónica; conoce y respeta la
ley; defiende el Estado de Derecho, la democracia y los
derechos humanos; […]” ¿Será el indicio de que avanzamos
y redireccionamos el rumbo? Se continúa acentuando la
importancia de aprender a convivir, sustentado en una
formación axiológica. José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
Esta formación valoral no está desvinculada del resto
de los propósitos educativos, pues hoy se sabe que
las competencias que se adquieren en la educación se
componen tanto de conocimientos, como de habilidades
y actitudes

[..] uno de los principales desafíos en el diseño del


currículo es integrar tres fuentes esenciales: la filosofía de
la educación, que orienta al sistema educativo nacional
a partir de principios y valores fundamentales; el logro
de capacidades que responda al momento histórico que
viven los educandos; y la incorporación de los avances que
se han producido en el campo del desarrollo cognitivo, la
inteligencia y el aprendizaje. (Modelo Educativo 2016: p.
39).

63
Hoy, el sistema educativo nacional continúa apostando
al impulso de una educación que forme a sus estudiantes
en la convicción y capacidades necesarias para contribuir
a la construcción de una sociedad más justa e incluyente,
respetuosa de la diversidad, atenta y responsable; formar
para que aprendan a aprender, por tanto; para que
aprendan a convivir. Quizás hay elementos muy puntuales
que atender, como el desarrollo de herramientas y
habilidades socioafectivas para negociar en el conflicto,
avanzar con los procesos autorregulatorios, aprender a
reconocer al medio como un ente rico, global, cambiante
del cual formamos parte. Necesitamos fomentar el
diálogo, desarrollar el espíritu crítico y creador, forjar
personas capaces de construir nuevos escenarios, una
sociedad más humana donde la práctica de los valores es
una acción compartida.

A manera de cierre

No todo puede ser desalentador, los tiempos actuales


obligan constantemente a replantear el ideario educativo.
Hoy como ayer, se busca forjar nuevas personas,
individuos cuyos mecanismos internos propicien la toma
de conciencia, la autorregulación, seres que entiendan su
transitar en el mundo, comprendan a sus iguales y a quienes
son diferentes, que entiendan el rol que les toca asumir.
Esta es una tarea corresponsable de la familia, sociedad
y sistema educativo; propugnar por una transformación
real, donde se forjen personas asertivas, que lleguen a
discernir ese entramado que son las interacciones sociales,
seres reflexivos, que actúen de manera consciente ante
las problemáticas cotidianas que les rodean, “se requiere
El valor de aprender

una formación que permita a las personas adaptarse a


nuevas situaciones mediante un proceso de educación
permanente, que les asegure apropiarse de conocimientos
y competencias para desplegar su potencial a lo largo de la
vida". (Modelo Educativo: 2016: pág. 41).

Aprender a aprender no debe llevar solo a la profundización


de los contenidos académicos; aprender a conocer,

64
debe suscitar en el hombre la reflexión profunda de su
participación en el mundo actual. Ello coadyuvará a forjar
personas más humanas, en el sentido estricto, seres
impregnados de valores éticos universales, que estén en
condiciones de buscar el equilibrio en este mundo de caos.

El desafío es enorme; reposicionar los valores, los sistemas


de creencias que han quedado en el olvido. Como ya
se ha expresado, la responsabilidad es compartida:
instituciones, personas, sociedad; todos asumiendo esa
gran misión, desplegando los hilos que potenciarán el
aprender a aprender. Sólo en esa medida se avanzará
hacia el aprender a estar, a convivir en este mundo caótico,
incierto y tan deteriorado en que nos encontramos.

La tarea no es fácil, pero tampoco imposible. La invitación


es a sumarse en ese quehacer.

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2016.
El valor de aprender

66
Aprendizaje y socialización:
más que formar, menos que
reproducir
Erick Zorobabel Vargas Castro

Da mihi Deus et iustitia


Edmund Dantes

Individuo y sociedad

U
n hombre que se pasa una luz roja, un niño que
toma un dulce del mostrador sin pagarlo, una niña
que hace una rabieta a sus padres por no comprarle
una muñeca, un joven que no cumple la “visita” a la novia,
una mujer que le miente a su amiga sobre su edad o sobre
su peso, niños escuchando narco-corridos, un policía que
recibe “mordida”, un político corrupto, el asesinato de
una persona; todas éstas son escenas cotidianas que se
asoman ante nuestros ojos como parte de una “realidad”
de la que nosotros mismos somos parte y que llegaremos
a interpretar o significar como buenas o malas, honestas o
deshonestas, según nuestro particular punto de vista.

Los pecados de unos pueden ser las virtudes de otros; por


ello, la reflexión derivada de las situaciones anteriores
suponen un ejercicio de interiorización simple y personal,
pero con una raíz mucho más compleja y social, ya que sería
imposible imaginarnos sin la compañía de otras personas
en cada fase vital, debido a que los seres humanos, como
67
animales sociales que somos, dependemos unos de
otros; siendo esta misma necesidad la que nos ha llevado
a integrarnos en grupos, comunidades, agrupaciones
que, en cierta medida, ejercen presión en nuestra vida,
definiendo necesidades y provisiones en todos los ámbitos,
con el fin de establecer lo que es aceptable o inadmisible
socialmente… ¿O no?

En esencia, la sociedad, a través de la historia, ha


configurado distintos modos de constreñimiento, para
“orientar” el comportamiento de las personas, en su
intento por delinear las actitudes e intenciones de los
sujetos que permitan su inserción progresiva regulada
con normas o valores, de acuerdo con las bases de la
propia sociedad que los genera y moldea; sin embargo,
cabe la posibilidad de que la apropiación de éstos sufra
una modificación con el paso del tiempo, debido a las
improntas que generen nuevas experiencias y deriven en
una nueva interpretación; estando, por consiguiente, en
la posibilidad de diversificar sus definiciones acerca de
lo que es aceptable o no dentro de sus propios cánones,
acorde con una redefinición conceptual.

Ahora bien, la sociedad, vía adultos, trata de que sus


elementos más jóvenes crezcan dentro de dichos
parámetros para asegurar el orden social, y aunque
pareciera traducirse en una actividad perseverante, bajo
una constante reproducción; su nivel de complejidad se
vislumbra con una diversificación exponencial ante las
referencias que los sujetos distingan al interactuar con
la sociedad misma, referencias que ,al ser aprendidas
en el transcurso de su vida, son interiorizadas como
El valor de aprender

redes de conocimientos (expectativas, esquemas o


estereotipos) que influyen sus atribuciones, sentimientos
o pensamientos (Crocker, Fiske & Tayor, 1984; Hamilton,
1981; Pettigrew, 1981).

Tenemos, entonces, que con el paso del tiempo, desde


sus más tiernas edades, los sujetos tropiezan con una

68
multiplicidad de fenómenos físicos y sociales que les
sumergen en una permanente necesidad de encontrarles
sentido con la emergencia de dilemas cognitivos
observados durante toda su vida; ya que, aun cuando no
se les explique a los niños, por ejemplo, en qué consiste
el efecto de los crímenes de alto impacto en la vida de
las personas, por creer que no están preparados para
entenderlo, la codificación de los eventos resultantes están
mediados por los estímulos e influencias contextuales,
desde los cuales se moldean sus procesos mentales de
manera individual, según la percepción de los mismos.

Si bien se supone que todos los integrantes de la sociedad


son formados desde el seno familiar, la escolarización
formal y las regulaciones laborales con los mismos cánones
y regulaciones, parece que su obediencia o cumplimiento
dependerá de la interpretación que cada sujeto hace sobre
dichos parámetros al ser influenciada por el contexto,
el ejemplo de sus padres, los medios de comunicación,
etcétera, en sus futuros saberes y creencias, de modo
que podrá “torcer” un poco dichas normas cuando se
hiciera “necesario”, dentro de lo que acepte como justo o
aceptable en un sentido personal.

Más aún, si los referentes contextuales que asimilan José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
tanto niños como adolescentes o adultos en la actualidad
son modificados de manera constante, como resultado
del permanente “bombardeo” de información que pone
el mundo al alcance de nuestra mano con la facilidad
de navegar en internet u observar la televisión, cabe la
posibilidad de que dicha “realidad” percibida implique
varias socializaciones en los sujetos, según la etapa o
momento en los que transiten, al acceder a nuestra mente
en “estado líquido” hasta su “solidificación”, cuando forme
parte de nuestro aprendizaje.

Aprendizaje en movimiento

Una vez que el ser humano estuvo en la capacidad de


satisfacer con éxito sus necesidades primarias, y al

69
comprender que la vida en grupo le brindaba una amplia
gama de posibilidades para facilitar las tareas a realizar,
mediante la asignación de obligaciones específicas a sus
integrantes, comprendió que el segundo paso en este
proceso de supervivencia residía en la necesidad de enseñar
a los más jóvenes el aprendizaje de dichas actividades para
la preservación de ellos mismos.

De este modo, a partir del movimiento cada vez más


complejo de su grupo o etnia, la vida social, en sus diferentes
ámbitos, requirió funcionar bajo el pensamiento meditado
para alcanzar el modelo ideal de hombre que requeriría,
el cual en cierta medida sería el mismo para todos los
ciudadanos, necesitando de una suficiente homogeneidad
entre sus miembros para alcanzar dicho fin (Durkheim,
1976: 7-9); por tanto, la madurez de la especie humana se
acomodaría bajo el abrigo de la sociedad, otorgándole un
sentido de identidad propio y, a la vez, recíproco, a través
del cual se forjaron los sentimientos que cohesionan su
sentimiento de pertenencia.

Es así, como se iniciaba el intrincado proceso de


socialización que utilizaba el paso generacional mediante
la enseñanza, la cual, reflejaría su importancia en relación
con las necesidades que cada sociedad determinaba como
obligatorias para la existencia continua. Ahora bien, el
individuo se presenta como parte de un todo que es la
sociedad, la cual interviene desde su nacimiento, con la
apropiación de su lenguaje, sus normas, sus principios,
sus prejuicios, sus prohibiciones, su cultura, su saber, en
fin las regulaciones que lo hace parte del todo, así como
la seguridad que la misma sociedad está en el individuo
El valor de aprender

(Morin, 2002: 423).

Se entiende que la naturaleza del hombre va ligada


constantemente a la organización social, por lo cual los
individuos no pueden hacer todo lo que quisieran, ya que
la sociedad impone sus leyes, sus tabúes y prohibiciones,
reflejadas mediante ideas generales concernientes a su
propia existencia (Morin, 2002:424). Entonces, sujeto y

70
sociedad conviven e interactúan permanentemente en
todos los ámbitos de la vida diaria reglamentados por
lineamientos, prerrogativas y obligaciones que no pueden
ser ignorados, los cuales son la base de su organización
articulándose dentro del seno familiar, en los grupos
sociales o en las escuelas de una manera formal.

Sin embargo, el hombre, en su infinita curiosidad e


irreverencia, se ha encargado de elaborar modelos de
funcionamiento social más complejos, con instituciones
en cuyo marco se desarrolla la vida social, a través de un
proceso que es confeccionado por cada individuo con la
ayuda de los otros, y cuyo fundamento se encuentra en
el extenso conocimiento acumulado por las generaciones
que le han antecedido, pero que por lo regular no puede
adoptar como algo ya hecho, de tal suerte que representa
una labor psicológica individual realizada dentro de un
ámbito social (Delval, 2007).

De modo que el conocimiento del ambiente es una forma


esencial de adaptación al medio, y cuando el medio se
transforma de manera continua, se requeriría de una
adaptación permanente. Pero en tanto se interpreta o
reinterpreta la nueva información que el orden social
genera, en una vorágine de cambios sociales, económicos, José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
políticos o educativos que impacten a la sociedad en
sus cimientos mismos, se presentará un escenario
multifacético, donde la realidad en la que crecieron los
actuales adultos se modificaría en su totalidad y, por tanto,
necesitarían de ajustar las normas aceptadas a la nueva
realidad; empero, la socialización que se ejerza sobre los
niños podría parecer confusa o de difícil definición, si el
intercambio de información entre unos y otros no atiende
a esta dinámica polifacética.

Los niños y la construcción de normas sociales

Es un hecho que el hombre, como un ser social, sólo


puede desarrollarse dentro de una sociedad a través del
contacto estrecho con los otros; en este sentido, son los

71
adultos quienes tratan de que los niños se conviertan
en miembros completos de esa sociedad, inculcando
normas, valores, actitudes y formas de comportamiento,
mediante la socialización en sentido estricto del término
(Delval, 2007); dado que lo que el individuo aprende de los
otros es mucho más de lo que construye por sí mismo de
manera aislada, por ello el aprendizaje del mundo físico,
el mundo biológico, las estructuras lógico-matemáticas
o el lenguaje, todo es social en su origen, en tanto que se
genera en la actividad social.

Ahora bien, una de las primeras cosas que los sujetos


adquieren para insertarse en los diferentes ámbitos de
la sociedad, son las normas o reglas sobre lo que debe
hacerse y lo que no debe hacerse, si bien las normas sociales
regulan la vida social en la que los sujetos individuales
interactúan, a diferencia de las reglas de la naturaleza,
pueden respetarse o no respetarse, es decir, quedan hasta
cierto punto bajo el libre albedrío de cada uno, estando
o no consciente de las consecuencias legales, morales o
físicas que se deriven, puesto que este proceso se realiza
mediante la presión de los otros o a través de la actividad
constructiva del propio sujeto (Delval & Enesco, 1994).

Tenemos así una constante actividad que los adultos


ejercen sobre los niños, animándolos o reprimiéndolos
desde una temprana edad para que se comporten de
acuerdo con lo que se considera adecuado; sin embargo,
la delimitación de dichas normas sociales, estrechamente
ligadas a valores sociales que indican “lo que es deseable”
y “lo que no lo es”, se hace desde el punto de vista de los
otros, sin tener en cuenta que el aprendizaje del niño
El valor de aprender

es de naturaleza tácita, por lo que al recibir constante


información sobre muchos hechos sociales o aspectos
concretos de la realidad social, además de obtenerla él
mismo cuando actúa dentro del mundo social, registra
cada una de sus regularidades y reflexiona sobre él.

Del mismo modo, sin caer en el añejo debate de si el ser


humano llega este mundo con un bagaje cognitivo que

72
se incrementa al paso del tiempo, o si es una tabula
rasa que se pervierte al contacto con los demás, puede
puntualizarse que los niños al nacer no cuentan con
esas ideas que los adultos han obtenido y madurado
en su trayectoria personal, como resultado de distintas
construcciones sociales (Delval, 2007), por lo que hay que
suponer que todas ellas las van formando o adquiriendo de
alguna manera a lo largo de su desarrollo físico, cognitivo,
emocional, etcétera, durante el resto de su vida.

En todo caso, desde los primeros años se va delineando


la manera como los niños conciben el mundo social, al
constituir distintas representaciones que le permitan
encontrar significados a los fenómenos con los que
interactúan directa o indirectamente; por ende, dispondrán
de una representación acerca de cómo funciona el mundo
físico, de cómo funciona la sociedad y de cómo tienen que
comportarse, en uno y en otro caso, según las distintas
situaciones en las que se vean implicados, teniendo así
que el comportamiento individual se apoya en dichos
aprendizajes sociales.

Ahora bien, la transmisión de normas y valores por los


adultos, al hacerse de manera explícita, estimulando
constantemente su imitación, conlleva a una labor mental
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

de los sujetos relativamente pasiva en los comienzos de su


adquisición, por recibirlas en gran medida hechas; empero,
el niño sólo es capaz de incorporar aquellas normas que
están al alcance de su comprensión, desechando las que le
parezcan irrelevantes o carentes de sentido; naturalmente,
dicha comprensión se nutre de toda la información
que recibe de otros adultos, de los compañeros, de los
medios de comunicación y de la escuela; de modo que va
elaborando explicaciones personales sobre cómo y por qué
suceden las cosas de una determinada manera, así como
del funcionamiento de los sistemas sociales.

Al respecto, conviene decir que normas, valores,


informaciones y explicaciones son algunos de los
elementos que componen los modelos o representaciones

73
que el niño va elaborando sobre el mundo social (Delval,
1989); asimismo, es sustantivo tener clara la diferencia
entre información y la organización de esa información
para la construcción de la representación del mundo
social; es decir, si bien es cierto que los adultos, los medios
de comunicación y la propia experiencia del sujeto le
suministran continua información, ésta resulta en datos
sueltos que necesitan ser organizados por el propio sujeto;
en todo caso, se requerirá siempre de un trabajo personal,
cuya elaboración será original de facto.

Aprendizaje escolar vs Aprendizaje social

Por lo regular, la enseñanza que el niño recibe en la escuela


sobre temas axiológicos, suele llegar con bastante retardo
y en su mayoría apegadas a principios establecidos
en un modelo educativo que, debido a su naturaleza,
gravitan con un sentido de parcialidad; con todo y eso, es
natural que, mucho antes de que se le expliquen algunos
fenómenos sociales, ya cuente con una considerable
cantidad de información acerca de ellos (Delval, 1989),
aunque la misma divague entre los razonable o indebido,
legal o ilegal.

De ahí que un reflejo de este proceso de elaboración


propia, se manifieste en silencios generalizados, al
presentar los contenidos de educación cívica y ética por
el profesor o, en contraparte, con la emisión de preguntas
de los niños cuestionando la solidez de dichos argumentos
al presentarles o explicarles algún fenómeno social,
suponiendo la evidencia de un conocimiento previo, ya
que esos problemas no le serían ajenos en lo absoluto e,
El valor de aprender

inclusive, pueden presentar medianamente una contra-


argumentación.

Si bien, en clase, se les puede someter a un ejercicio


repetitivo de las normas y valores que se pretende
desarrollar con el cumplimiento evaluado de tareas,
la presentación de contenidos en clase o hasta la
representación en pequeñas obras, con guiones plagados

74
de situaciones donde se exponga la diferencia entre una
buena obra ayudando a los demás y las malas actitudes
de un personaje malvado, su cumplimiento puede que no
rebase los muros de las aulas y la formación de ciudadanos
responsables, solidarios, respetuosos de la ley y quede sólo
en buenas intenciones de programas educativos; lo cual
tampoco se debe responsabilizar a los docentes, a causa
de la convivencia e interacción con otros actores sociales.

Aquí vale la pena preguntarse hacia dónde vamos con


los ejemplos que le damos a las nuevas generaciones, si
bien en cada brecha generacional se dice que “se están
perdiendo los valores” ante el cambio de paradigma
social dominante, hoy día parece que tanto adultos como
niños estamos padeciendo una subvaloración de la vida
honesta y el bien común, en pro de un mundo mejor; así
que la educación social, al tener un peso mucho mayor
que la educación escolar, limita a ésta a ser un pequeño
contrapeso, que no siempre puede modificar las nociones
previas o las representaciones sociales construidas por
el alumno cuando observa en casa promesas que no se
cumplen, conflictos en las familias, consumo de drogas,
pérdida de la capacidad de asombro ante un homicidio en
la vía pública, veneración a la riqueza, entre otros.
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
Asimismo, el proceso de “socialización” de los medios
de comunicación, vía redes sociales, se ha hecho más
influyente en cada ámbito de la vida de las personas,
dado que este proceso es individual, silencioso y, en
ocasiones, casi clandestino, en tanto, la transformación
en los modelos de convivencia han llevado a vivir con los
ojos “clavados” en los teléfonos celulares, tabletas u otros
dispositivos móviles de comunicación, mismos que nos
revelan información tanto falsa como verdadera, rituales
suicidas, retos incoherentes o frívolos, modelos de vida
apegados a la riqueza desmedida, acompañados con la
necesidad de “subir” a dichas redes todo lo que sucede,
de modo que si alguien observa una desgracia, la pelea a
golpes de dos mujeres, un accidente fatal de automóvil,
etcétera, lo primero que se busca es tomarle video o una

75
fotografía en lugar de auxiliar a las personas, sin que esta
actitud distinga edad.

Conclusión

Los distintos niveles de conceptualización que una persona


tiene y construye con el paso del tiempo, si bien tienen
una génesis social en primera instancia, su aceptación
o rechazo pueden tornarse justificables, en la medida
que se adquiere una mayor capacidad de interpretación
de los fenómenos sociales que los sujetos observan con
el paso del tiempo y con las distintas situaciones que
experimente a nivel personal; en tanto la modificación de
sus estructuras cognitivas adquieren un trato individual
como última instancia. En este sentido, si la cantidad de
información que se puede recibir en la actualidad es en
cantidad desmedida, la posibilidad de definición sobre los
conceptos para construir las nociones se ve sumamente
cambiante; esto es, lo que hoy se puede dar por sentado,
mañana es posible que ya no lo sea.

Podemos asumir, entonces, que si bien los niños


comienzan su proceso de socialización de manera pasiva
en sus primeros años de vida, con el paso del tiempo, al
volverse más participativa, se ven influenciadas por la
oportunidad de observar o experimentar un sinnúmero de
sucesos sociales, con el proceso seguido de reflexión sobre
los mismos y el registro de sus propias representaciones;
de tal suerte que pueden tanto definir cómo dar forma al
mundo en el que viven, al mismo tiempo que constituyen
su propio sistema de referencias, a manera de sistema
regulador de su actuar en la medida que le permita
El valor de aprender

racionalizar actitudes o actividades, las cuales a pesar


de ser desaprobadas por la sociedad aparezcan como
aceptables según una escala de valores particular.

Por último, se debe tener en cuenta que el aprendizaje


no es sólo el resultado de una interacción con dos vías de
comunicación, si bien al interior del aula forma parte de la
“danza dialógica” que se articula con la enseñanza, hay que

76
considerar en todo momento que esa misma interacción
entre personas ha sido permeada por múltiples fuentes de
información, algunas con mayor peso que las enseñanzas
proveídas por la escuela y los profesores, de modo que
los contenidos curriculares, si bien abonan en el proceso
de conformación de un sistema de referencias o escala
de valores, queda en la decisión personal del alumno si
los incorpora para su futuro actuar, siendo en ocasiones
relegados a segundo o tercer término por considerarlos
inaplicables o lejos de la realidad en la que vive; así es que
la tarea de enseñanza requiere, hoy más que nunca, un
esfuerzo a contracorriente para educar con la ayuda, sin
la ayuda o a pesar de la ayuda de los agentes externos de
socialización.

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El valor de aprender

78
El aprendizaje:
fortaleza y necesidad
Jesús Lamberto Martínez Aldana

P
ara entender el significado del Valor de Aprender,
primero vamos a partir de referentes conceptuales
como el que plantea El Diccionario de la Real
Academia Española, al decir que el aprendizaje significa
acción y efecto de aprender algún arte, oficio u otra cosa.
El Diccionario de la Lengua Española se refiere al tiempo
durante el cual se aprende un arte u oficio. Con estas
acepciones podemos situar el significado del aprendizaje
como un punto del que parten varios caminos y el que el
hombre, a través de su libertad, elige qué quiere aprender.

Es necesario echar una mirada al pasado para analizar


la diferencia fundamental que existe entre el hombre y
todas las especies vivientes que lo rodean, como son las
fieras, las aves, los peces y los insectos; seres que están
obligados, sin su voluntad, a realizar exclusivamente las
actividades instintivas que les ha impuesto la naturaleza,
y no pueden optar por otras; sin embargo, para el
hombre todo esto es diferente, ya que desde su recóndita
existencia desarrolló cierto aprendizaje para utilizar

79
instrumentos rústicos como la piedra, el palo o el hueso;
además de otros descubrimientos como el fuego, que
hasta la fecha los sigue utilizando, aunque de manera más
sofisticada. Gracias a esos aprendizajes el hombre dio un
salto gigantesco que lo llevaría al nivel donde se encuentra
hoy, y del cual somos testigos participantes.

A partir de los descubrimientos y del uso de los


instrumentos, el hombre tuvo que aprender a manejarlos
pues serían de suma utilidad para su existencia. A partir
de entonces la diferencia con el resto de las especies que
lo han acompañado en su viaje histórico se agranda
cada vez más hasta hoy. Gracias al aprendizaje tuvo
dominio de los instrumentos de trabajo, los ha mejorado
y modernizado hasta llegar a la supremacía sobre todas
las especies vivientes. Con este posicionamiento, surge su
jerarquía y su poder como lo conocemos hoy. Y con ese
gran aprendizaje, el hombre ha tenido libertad para elegir
las actividades que desarrolla dentro de su comunidad;
además de que, también, ha desarrollado su inteligencia
para decidir en qué lugar establecerse, para adaptar ese
lugar a sus necesidades o para enfrentarse a otros grupos
y desplazarlos y apropiarse de sus propiedades como
triunfo de la guerra; fenómeno que no es nada nuevo para
nuestros ojos, porque ha sido una práctica histórica de
los dominantes que nos han hecho aprender a convivir en
condición de dominados.

Los aprendizajes logrados a través de múltiples


generaciones, han dado la pauta para que desempeñemos
distintas profesiones, oficios o actividades, como por
ejemplo: médicos, ingenieros, profesores, secretarias,
El valor de aprender

conserjes, pintores etcétera. Cada quien pudo ser lo que


pudo elegir y desarrollar: pudo ir o no ir a aprender tal o
cual cosa, estar o no estar en el lugar que está; todo esto
es producto de su libre albedrío, en el contexto de sus
posibilidades. Sin embargo, los animales que lo rodean
no pueden optar por nada más que su subsistencia,
determinada por su instinto; no pueden ir más allá, con
ellos es siempre lo mismo, dice Savater que “los hombres

80
podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida.
Podemos optar por lo que nos parece bueno o conveniente
frente a lo que nos parece malo o inconveniente”. (Savater,
F. 2002: 31). Para esta cita vale la respuesta de Aristóteles
de Estagira (384-322 a. C), cuando se le cuestionó, hace
más de 23 siglos, acerca del valor del cuchillo ¿si era bueno
o malo? Él, como el mejor filósofo de su época, contestó
que todas las cosas que nos rodean no son buenas ni
malas, sino que dependen del uso que hagamos de ellas;
si el cuchillo lo utilizamos para cortar los alimentos, será
muy bueno, pero si lo utilizamos para hacer daño a otras
personas, será muy malo. Y así sucede con los aprendizajes,
que en una amplia visión pueden ser buenos o malos.

Partiendo de esta premisa, tenemos que entender con


racionalidad lo que nos conviene para vivir la vida con
dignidad, tenemos que aprender lo que ha aportado
el mejor pensamiento que ha creado la humanidad a
través de la historia, que se concreta en la expresión de
los valores universales que hoy están preceptuados en
casi todas las constituciones del mundo, porque son el
máximo referente para el desarrollo de todo el quehacer
de las distintas comunidades del mundo.

Aprender lo que son los valores es muy importante porque José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
deben servir para algo, son inherentes a la persona,
comenta Calvo, J. M. (2006: 61) que “deben ayudarnos
a formarnos como personas, para vivir felices y mejorar
la sociedad, y que nosotros debemos ser capaces de
conocerlos, de aprenderlos y de saber distinguir lo que
vale y lo que no vale”. Algunos de estos valores como la
democracia, la dignidad humana, la tolerancia, la justicia,
la equidad, la igualdad, la diversidad y la obligatoriedad,
entre otros, son la piedra angular sobre la que gira el
desarrollo social, científico y tecnológico de los pueblos
y sus regiones, y están fundamentados en el Artículo 3°
Constitucional.

Se tiene que aprender a valorar todas esas aportaciones


y, para lograrlo, nada mejor que practicarlas de manera

81
constante hasta convertirlas en hábito y, después,
desarrollar esa actitud. Los valores se tienen que vivir
e interiorizarse con gran compromiso y conciencia. Es
importante aprender el significado de la convivencia diaria
de nuestro entorno, gracias a ello es posible compartir
nuestras relaciones que vivimos en situaciones en la
diversidad, con temas tan complicados como son el sexo,
la religión o la política.

El aprendizaje de todo lo que rodea a las personas significa


entender la realidad, es imprescindible aprender en la
familia, así como en la escuela, para acertar cómo vivir
mejor; de tal suerte que, cuando las personas estén en
plena capacidad de saber y entender lo que les rodea,
puedan realizar actos racionales en su vida, como estudiar,
trabajar o hacer arte; pero a los que abandonan la escuela
o no se adaptan en sus entornos, la sociedad los cuestiona,
los margina y hasta los sanciona sin darles oportunidad
de incorporarse a la planta productiva, por no tener los
aprendizajes para que se desempeñen en alguna profesión,
arte, oficio o cualquier otra actividad. A consecuencia de
este fenómeno, el estado social ha establecido una moral
con una serie de normas o reglas para regular las conductas
y para actuar de tal o cual manera; y esto lo debemos de
aprender para tener la condición de ciudadano.

Por otro lado, es importante destacar el significado de la


moral capitalista, ya que hemos aprendido en el desarrollo
de nuestras acciones y relaciones en la sociedad, que casi
siempre se antepone el dinero y los bienes materiales
sobre lo espiritual del ser humano. El mundo capitalista ha
El valor de aprender

impulsado la práctica de la ambición y de la acumulación


del dinero; esto se aprende desde los primeros años porque
hemos visto cómo se reparte injustamente la riqueza y el
poder. Este fenómeno genera una serie de conductas que
se aprenden desde el seno familiar y, además, se fortalecen
en las aulas, porque los profesores estamos hechos a
imagen y semejanza de los prototipos del sistema.

82
La sociedad actual se desboca en el consumismo, impulsado
desde los primeros años de formación del educando,
tanto en el hogar como en las escuelas, a través de la
mercadotecnia tecnológica que hace creer a las nuevas
generaciones que todo lo que se transmite por los medios
de comunicación es cierto. Esto ha tenido tanto impacto
en la formación de la niñez mexicana que la ha colocado
en una tesitura en la que se aprende desde pequeños que
todo es comprar y consumir. Ante esta situación, debemos
de preguntarnos qué es lo que debemos hacer con nuestra
vida para saber cómo resolverla, sin perder la libertad y
sin ponerla al servicio de otros que nos manipulan y nos
enajenan. Al respecto, Savater comenta que:

Un día un sabio budista le preguntó a su discípulo, ¿qué es


lo que más te gusta de esta habitación? El vivaz alumno
le contestó que una copa de oro y marfil que costaba
bastante, bueno le dijo el sabio, cógela y no se te ocurra
soltarla; sin esperar más la tomó con la mano derecha, el
sabio lo observó con tranquilidad y le requirió nuevamente,
¿no hay otra cosa que te guste? A lo que el muchacho le
señaló una bolsa con monedas de oro que estaba sobre la
mesa, el sabio movió su cabeza en señal de aceptación, el
chico la tomó con la mano izquierda, ya con las dos manos
ocupadas le preguntó el discípulo al maestro, ¿y ahora qué?
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

Le contestó el maestro, ahora ráscate, no había manera


con las manos ocupadas, no puede rascarse ni hacer otras
cosas, que le pican el cuerpo o el alma, lo que tenemos muy
agarrado nos agarra también, por eso es muy importante
no pasarse con las cosas que tenemos en nuestras manos
o en nuestro alcance. (Savater, F. 2002: 81).

Esta referencia es muy sugerente para analizar la


enajenación de la que somos objeto los ciudadanos,
porque nos tiene atrapados hasta el tuétano y no podemos
soltarnos es importante reflexionar acerca de nuestra
realidad, para aprender a saber convivir de acuerdo a
los lineamientos establecidos por la sociedad, por lo que
debemos aprender las reglas establecidas en los códigos

83
para desarrollar las actitudes con las que tenemos que
vivir, para no chocar contra el orden establecido, para
privilegiar la convivencia y la armonía en la sociedad y no
caer en las conductas reprobables prohibidas o antisociales
que agobian al ser humano, que chocan contra el orden
establecido, como, por ejemplo: la privación de la vida,
el secuestro, el aborto, la acumulación de fortunas
ilícitas de dudoso origen y la violencia generalizada que
vivimos actualmente. Es de observarse lo que ocurre con
estas últimas generaciones que, en su mayoría, viven
enajenados y absorbidos por el dinero y la magia de la
comodidad y la tecnología; la mercadotecnia los aleja de
la esencia y el respeto de la vida y, por consecuencia, les
atrae una pronta muerte.

Es muy importante lo que planteaba Aristóteles acerca


de que los actos humanos son buenos o malos, según lo
decida cada quien. Si nuestro aprendizaje social nos orienta
a hacer las cosas sin la racionalidad necesaria, o sea sin
responsabilidad, puede desembocar en lo no deseado por
la sociedad; es decir, fuera de lo que está establecido como
bueno y, más bien, situado en lo malo. Pero debemos de
ser conscientes de que si así hemos elegido realizar dicho
aprendizaje, podría ser que los resultados de nuestros
actos sean muy cuestionados; dirían, por ejemplo:

• El que no sabe lo que quiere ni se molesta en


averiguarlo, sino siempre imita lo que hacen
los demás o les lleva la contra, porque todo lo
hace en función de lo que hace la mayoría, es un
conformista o rebelde sin causa.
• El que sabe lo que quiere y más o menos sabe por
El valor de aprender

qué, pero lo quiere con comodidad o con miedo, a


fin de cuentas termina siempre haciendo lo que no
quiere y deja lo que quiere para mañana.
• El que quiere todo a fuerzas y con gran brutalidad,
se engaña a sí mismo sobre la realidad, se despista
confundiendo lo bueno y termina en lo peor, hasta
la muerte.

84
Es primordial tomar en cuenta la cultura del contexto o la
clase social del aprendiz, es necesaria su nobleza, porque
si nos encontramos con estudiantes que muestren gran
rebeldía a todo, no se podrá lograr tal disposición. En todo
esto tiene mucho que ver que el aprendizaje de manera
universal, se logra por imitación ya que ésta llevará al
practicante a realizar lo que está haciendo su maestro,
y al hacer de manera consciente lo que hace el maestro,
aumenta y extiende sus posibilidades de hacerlo, esto lo
da la experiencia. Comenta Schon que “la experiencia debe
ser variada, excitante, secuencial, intensa, útil para otros
propósitos, tener sorpresas y no revelarse de golpe”. (1992:
118)

Debemos aprender el significado de la libertad porque


de ésta parten las competencias que el ser humano debe
tener, como son: el saber ser, saber relacionarse, saber
actuar y saber convivir con los demás, porque hemos
aprendido una cultura, un lenguaje y un significado de
lo que nos rodea; que nos permite reconocernos como
humanos, todos queremos que se nos trate bien porque
estamos convencidos y concientizados de que nuestra
vida es nuestro mayor bien jurídico, y la colocamos en la
máxima jerarquía de los valores. En la discusión sobre estos
problemas, debemos aprender a conocer y analizar los
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

distintos roles de las distintas personalidades y cuestionar,


por ejemplo: ¿Qué sentirá X en tal caso? ¿Cómo pensarías
tú, si estuvieras en el caso de Y? ¿Qué esperarías de Z si tú
fueras su madre? Se trata de preparar a las personas para
que aprendan el valor de sus propias respuestas, apelando
a argumentos de determinados problemas que favorezcan
las discrepancias y la discusión para alcanzar respuestas
satisfactorias.

Sin lugar a dudas que el aprendizaje que tengamos en


nuestro desarrollo como personas determinará el rumbo
que nosotros deseemos; y se inicia, primero, en el hogar
si se tiene las condiciones adecuadas que permitan
lograrlo. Los padres tienen la responsabilidad de educar
a sus hijos, al cultivar en ellos los primeros hábitos

85
personales y sociales. Los maestros comparten con los
padres el compromiso de educarlos, y ese hecho reclama
el ineludible conocimiento mutuo de padres y maestros;
posteriormente, lo retoma y lo sistematiza la escuela, por
lo que se hace necesario que todos los implicados en su
construcción participemos en forma efectiva y coherente.
Esta coherencia la necesitamos tanto los profesores como
los padres de familia para enseñar, educar y guiar a la
construcción de una personalidad humana sólida porque,
como lo dice Gómez, M. (2006: 21), “es imposible educar
sin principios educativos y sin valores. Es impensable la
existencia de una escuela de educación si no se basa en
principios, si no se respetan los valores que den sentido a
la idea del hombre, del mundo, de la vida y del sentido de la
historia. Ante estas aseveraciones vale recordar una frase
de Confucio (551-479 a. C.) que reza: “dímelo y lo olvido,
enséñamelo y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo”;
aunque se la han adjudicado otros pensadores a través de
la historia, es muy ad hoc para todos los espacios donde
se educa, sea en la familia, en el contexto social o en la
escuela. De los seis verbos que componen la citada frase,
solamente los últimos dos van dirigidos al aprendizaje
a través de la práctica; o sea, del involucramiento del
que aprende en el proceso de enseñanza-aprendizaje; y
ésa es la forma más efectiva y superior de aprender. La
percepción de autoeficacia, las creencias personales de
los alumnos sobre su capacidad para aprender o alcanzar
ciertos niveles de realización escolar, son unas de las
variables más significativas en esta fase previa, ya que
condiciona el nivel de implicación y, habitualmente, los
resultados escolares de los alumnos (Bandura, 1993). La
El valor de aprender

práctica siempre sugiere que su desempeño sea mejor,


pues obliga al desarrollo de diversas actividades que se
viven, se involucran y no se teorizan.

Generalmente, la enseñanza en las escuelas de todos los


niveles se da a través de una gran cantidad de información
que resulta muy densa pero no llega a la práctica. Esa
información que no va más allá del dicho, se va dando
una tras otra; la nueva información se superpone a la

86
anterior; dice Astolfi (2003: 43), que “se limitan al máximo
los conocimientos que supuestamente comparten el
autor del texto y el alumno lector”. Este fenómeno se
vive de manera común en casi todas las instituciones de
nivel básico y en distintos niveles escolares. También
dice Imbernón (1998: 40) que “un factor importante en el
desarrollo profesional será la actitud de los profesores al
diseñar su tarea docente, no únicamente como técnicos
infalibles, sino como facilitadores de aprendizaje, capaces
de provocar la cooperación y participación del alumnado”.
Esto generará cierta motivación para desarrollar una
planificación estratégica que consiste en la selección,
por parte del alumno, de un abanico de estrategias de
aprendizaje o de métodos que le permitan alcanzar los
objetivos diseñados (Zimmerman y Martínez-Pons, 1992)

Para cerrar este trabajo, voy a narrar unos aprendizajes


que viví en mis tiernos años de pubertad en el Internado
del Estado a donde fui a estudiar. Fue una época difícil de
mi vida, porque estuve separado de mis padres y de mi
hogar y, aunque la viví de manera pasajera, agradezco
de todo corazón las experiencias que tuve en ese lugar en
tan breve tiempo. Tener la condición de interno, de cierta
manera es una condición de recluso, porque aunque la
jaula sea de oro no deja de ser prisión; pero este pasaje no
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

fue en vano porque ahí aprendí a valorar a mis padres, a


la comida, la luz, el agua, mi ropa, el dinero, chucherías
y todo lo que un niño necesita; además, teníamos que
lavar nuestra ropa, barrer y trapear los pisos, aprendimos
a bañarnos diariamente con agua fría en el invierno y,
sobre todo, aprendimos a portarnos bien; y aprendimos
disciplina, pues nos formaban para todo: para recibir los
alimentos, para entrar a clases, para ir a dormir, para
participar en las actividades en la institución. Los prefectos
imponían los castigos a su criterio, aunque leves, quien se
portaba mal le pegaban con un bolillo de tambor y hasta
con palos de escoba, quien peleaba lo castigaban y podía ir
hasta al calabozo a dormir en un lugar pestilente, lleno de
gatos y de murciélagos, en una obscuridad aterradora en
la entrada al túnel que pasaba por un lado de la plazuela

87
Rosales. A pesar de esto, nunca me traumé, sino estoy
muy agradecido. No teníamos las complacencias de
esta pedagogía fallida que ha adoptado nuestro sistema
educativo, que lejos de ayudar al educando lo inutiliza
para que no le haga frente a la vida, sino que educa al
sujeto en su máximo capricho y lo desgracia, lo pone en el
precipicio de su fracaso, porque cuando llega a cualquier
nivel, no sabe hacer en lo general nada, eso sí, todo lo
compra. ¿Pero por qué eran importantes los aprendizajes?
Porque ahí no tenía nada de lo que he mencionado, ahí
me faltaba todo. Y gracias a ello, aprendí cómo hacer
bolsas, hamacas, mecates, guaraches, mesas etcétera.
Sobre todo, aprendí a cuidar de manera racional todos
mis satisfactores de necesidades personales y los de mi
familia, como son el uso del agua, la luz, uso del teléfono
para comunicar solamente, no desperdiciar la comida y a
evitar el dispendio y el derroche.

Esos aprendizajes siempre han sido, hasta la fecha, mis


aliados, además, nunca me traumaron ni me enfermaron
la mente para consumir ilimitadamente lo que no tenía;
me enseñaron a vivir con dignidad, con racionalidad y,
sobre todo, con gratitud para apoyar siempre a mis padres.

Bibliografía

Astolfi, Jean Pierre (2003). Aprender en la escuela. París. ESF


éditeur.

Bandura, A. (1993). Percepción por sí de la eficacia en el


El valor de aprender

desarrollo cognitivo y funcional. Psicología de la educación. NJ.


LEA.

Calvo, José Ma. (2006). Filosofar en la escuela: Los jóvenes


piensan. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica.

Imbernón, Francisco (1998). La formación y el desarrollo


profesional del profesorado. España. Paidós.

88
Savater, Fernando (2002). Ética para amador. Barcelona:
Editorial Ariel.

Schon, Donald A (1992). La formación de profesionales


reflexivos: hacia un nuevo diseño de la enseñanza y el aprendizaje
en las profesiones. España. Nova-Gráfik.

Zimmerman, B. J., y Martinez-Pons, M. (1992). Percepciones


de eficacia y uso de estrategias en la auto-regulación del
aprendizaje.Hillsdale, NJ. Erlbaum.

José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

89
Aprender en el siglo XXI
Omar Contreras Juárez

Siempre estoy haciendo lo que no puedo


hacer para poder aprender cómo hacerlo.
Pablo Picasso

L
a vida cada vez se torna más complicada conforme
transcurre el tiempo; es decir, existen cada vez más
exigencias para los individuos, entre los cuales se
encuentra el aprendizaje; si bien, hace no mucho tiempo,
se tenía la creencia que aquella persona que aprendía a leer
y escribir estaba preparada para la vida, hoy eso ya no es
suficiente para enfrentar los diversos retos demandados
en la actual sociedad.

Sin duda alguna que el principal impulsor y promotor


de los aprendizajes se encuentra en las instituciones
educativas; sin embargo, éstas se han visto envueltas en
una serie de modelos y formas para el aprendizaje que han
venido variando de acuerdo a las actitudes, habilidades y,
en últimas fechas, a las competencias, las cuales dictan el
patrón de aprendizaje a seguir.

En este sentido, preparar a los estudiantes para el


aprendizaje, el trabajo y las responsabilidades como
ciudadanos en la vida cotidiana en el siglo XXI resulta un
gran reto, toda vez que la globalización y la expansión

91
de las nuevas tecnologías han traído consigo una nueva
era dentro de los entornos para el aprendizaje y han
revolucionado las formas para aprender.

En el Informe Delors (1996), elaborado por la Comisión


Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI, se
propuso uno de los primeros marcos para determinar
las competencias necesarias en este siglo. Las cuatro
perspectivas del aprendizaje descritas en este informe
emblemático (a saber, conocimiento, comprensión,
competencias para la vida y competencias para la
acción) siguen siendo puntos de referencia y principios
de organización pertinentes con miras a determinar las
competencias para el aprendizaje en el siglo XXI. Asimismo,
en el Informe Delors se establecieron cuatro principios
presentados como los “cuatro pilares de la educación”:
aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y
aprender a vivir juntos. El marco de Delors sigue siendo de
actualidad y se puede redefinir y ampliar para el siglo XXI.
(UNESCO, 2015)

Desde esta perspectiva, se puede asumir que el aprendizaje


ha tomado su relevancia dentro de las sociedades y
que, ya sean competencias o habilidades, los modelos
apuntan a una auto-regulación en las personas, puesto
que el aprender depende, en gran medida, de la voluntad
y necesidad de crecimiento por parte de los individuos,
y se manifiesta en su propia superación tomando como
símbolo una mejor calidad de vida.

El aprender se vuelve cada vez más una necesidad en el


mundo actual, en el que se hace indispensable aprender
El valor de aprender

las formas de acceder a él; es en este sentido, donde las


competencias se convierten ya no una complejidad para
el aprendizaje, sino una ventana para transportarnos a los
nuevos núcleos de aprendizaje, como lo son las tecnologías
de la información y la alfabetización digital, iconos de
los nuevos aprendizajes, quienes, por su característica
informacional y su carácter masificador, han penetrado en
todos los ámbitos y propician nuevas formas de aprender

92
a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a
vivir juntos.

Es decir, a través de las tecnologías de la información,


una persona puede conocer lo que acontece en el resto
del mundo, tan sólo con acceder a una computadora
conectada en la red y, así mismo, puede inscribirse en
múltiples cursos o adquirir conocimientos básicos sobre
cualquier temática, ya sea económica, política, educativa,
de salud, etcétera, sin necesidad de salir de su oficina u
hogar. Asimismo, la alfabetización digital les permite a
las personas acceder a un tutorial para realizar cualquier
actividad de su vida laboral o cotidiana. De igual forma,
estos aprendizajes permiten contar con una serie de
competencias valiosas para la formación e interacción de
los ciudadanos, entre las que destacan formar grupos de
colaboración en la red en los cuales se propicia el saber
escuchar, el hablar con varias personas y dirigirse dentro
de un carácter ético, respetando las multiculturalidad y la
apertura de ideas por parte de los demás. En último caso,
el aprendizaje a través de la alfabetización digital, conlleva
una alfabetización cívica. Debido a la gran difusión
existente en las redes y sitios de internet, los individuos
hoy tienen la posibilidad de aprender cuáles son sus
derechos y obligaciones que se tienen como ciudadanos
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

y, a la vez, aprenden a organizarse, a manifestarse y a


comprometerse como parte de una identidad en apego al
valor patriótico de su nación.

De esta forma, se presenta la alfabetización digital como


un elemento indispensable dentro del aprendizaje de los
sujetos en los diversos ámbitos en el presente siglo XXI, y
se visualiza como una forma de seguir aprendiendo, ya no
sólo dentro de una institución educativa, sino dentro de
ese aprendizaje autónomo situado en las aspiraciones de
cada persona por mejorar sus condiciones de vida.

La alfabetización digital proporciona un marco de diversas


formas de acceso, análisis, evaluación y creación de
mensajes, da lugar a una comprensión de la función que

93
desempeñan los medios de comunicación en la sociedad y
fortalece las competencias fundamentales de indagación
y autoexpresión. La alfabetización digital no se limita sólo
a la interpretación, sino que también abarca la habilidad
de crear mensajes para la autoexpresión y de influir e
informar a otras personas (Wan and Gut; 2011, 164).

Desde esta óptica, el aprendizaje ya no es exclusivo de


algunos ni se encuentra recluido por nadie; es más bien
una fuente de difusión que promete un conocimiento
esencial dentro de la vida de un individuo por transformar
su mañana y engrandecer su presente.

Es así como el aprendizaje conduce a una satisfacción por


hacer; el hacer nos lleva a un logro por cumplir; y el cumplir
otorga la posibilidad del reconocimiento; que, a su vez,
brinda una diversidad de puertas para desempeñarse en la
sociedad del siglo XXI. Un siglo en el que no se puede estar
sin aprender y en el que los aprendizajes ya no son eternos
ni duran para toda la vida. Habrá que estar, entonces, en
una constante renovación y actualización de los mismos.
El valor de aprender

94
¿Para qué y con qué
se aprende?
Mara Guadalupe Valdez Osuna

A
lo largo de la historia, la humanidad ha venido
aprendiendo, conociendo y desarrollando
habilidades para sobrevivir. Los primeros seres
humanos eran nómadas, y aprendieron a elaborar
herramientas para su trabajo, aprendieron a trabajar en
equipo, a construir refugios, descubrieron el fuego por
accidente pero le empezaron a dar un uso que aún en
estos días se sigue aplicando. Aprender no viene de ayer
ni de ahora, el hombre aprende día con día, desde lo más
pequeño hasta lo más importante, el detalle de aprender
lo pequeño es que quizá nadie lo distingue, en muchos
casos es tan invisible ese aprendizaje que ni la persona
que se hace acreedor de éste nota que ha aprendido algo
nuevo.

El aprendizaje no sólo se encuentra dentro de una


institución educativa, se puede aprender en el hogar a
hacer pasteles, a identificar las acciones buenas de las
malas, a brincar la cuerda, a pegar ladrillos, a amarrar

95
las agujetas de los zapatos, a tener prudencia ante algún
comentario, a seleccionar música distinta a la que se
escucha; el aprendizaje lo vamos a encontrar en todo
momento y en todas las personas: de la que está al lado,
la de enfrente y, quizá, hasta del chofer del camión que
nos lleva a la escuela; esto no quiere decir que todos
los aprendizajes sean agradables, algunos pueden ser
producto de un error y sirven para entender situaciones y
aprender de ellas.

Los niños de hoy, que son el futuro del mañana, aprenden


aspectos académicos dentro de la escuela para aplicarlos
fuera de ella. El hoy tan sonado nuevo modelo educativo
viene a encaminar y a reafirmar el aprendizaje de los
niños, desde lo que aprenden y como lo aprenden; es
decir, reflexionar en las estrategias de aprendizaje que se
utilizan dentro del proceso educativo para que aprendan
los alumnos.

El actual currículo que nos rige, “Plan y programas de


estudios 2011”, es el documento rector de la educación
básica; es el que define las competencias para la vida, el
perfil de egreso, los estándares curriculares, así como
los aprendizajes esperados que constituyen el trayecto
formativo del educando para formar un niño, democrático,
crítico y creativo que requiere la sociedad del siglo XXI.
Un currículo que favorece la asunción de los valores
democráticos y le abre las puertas a la inclusión para una
educación humanista, con la intención de identificar y
abatir el rezago escolar.

Escuchar y pensar en “Cuatro pilares de la educación”,


El valor de aprender

te permite ampliar el panorama hacia lo que pretende y


quiere el nuevo modelo educativo, ya que de ahí viene la
tan famosa frase “Aprender a Aprender” que se encuentra
ubicada en el pilar “Aprender hacer”, el cual nos lleva,
según la UNESCO, a “Aprender a conocer, combinando una
cultura general suficientemente amplia con la posibilidad
de profundizar los conocimientos en un pequeño número
de materias. Lo que supone, además: aprender a aprender

96
para poder aprovechar las posibilidades que ofrece la
educación a lo largo de la vida”. Lo que hará que el niño
pueda aprender a conocer el mundo que lo rodea, a
interpretar lo que en él hay, a discernir lo que le sirve y lo
que no, con la finalidad de hacer más descubrimientos que
le permitan seguir conociendo más.

Los otros tres pilares de la educación son: Aprender hacer,


Aprender a vivir juntos y Aprender a ser.

El aprender hacer, de acuerdo con la UNESCO, se refiere a


la adquisición de habilidades y competencias que pongan
en práctica los conocimientos teóricos del primer pilar.
Con la finalidad de adquirir los conocimientos dentro de
un entorno laboral.

Aprender a vivir juntos, se refiere al desarrollo


de la comprensión del otro, a la percepción de la
interdependencia, a la realización de proyectos comunes,
con la finalidad de respetar los valores del pluralismo, la
paz y la comprensión mutua entre los individuos.

Aprender a ser, engloba y pone en práctica lo aprendido


en los pilares anteriores; es decir, aplicar y desarrollar
de manera correcta y responsable los conocimientos
adquiridos.
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

El nuevo modelo educativo no busca erradicar estos cuatro


pilares, quiere, más bien, fortalecerlos y desarrollarlos
en uno solo: en “Aprender a aprender”. Este nuevo
documento, que busca una mejor calidad educativa,
realiza una selección minuciosa y cuidadosa de los
contenidos escolares, ya que con esta nueva propuesta el
currículo viene a transformarse para hacer una selección
de contenidos que realmente sean para la vida, así como la
vinculación de éstos con las necesidades del país.

Esta reforma educativa tiene seis prioridades


fundamentales, y todas ellas giran alrededor del
fortalecimiento de la escuela; es decir, la escuela se

97
encuentra en el centro de este modelo educativo. Estas
prioridades son

• Equidad e inclusión
• Planes y programas de estudio
• Desarrollo profesional docente (capacitación
gratuita)
• Infraestructura, equipamiento y materiales
educativos (escuelas al cien)
• Reforma administrativa
• Educación y mercado laboral
Nuestro Secretario de Educación Pública habla de 500
cursos de capacitación gratuita para el magisterio en
instituciones públicas y privadas, sin ningún costo para
los maestros de nuestro país, con la finalidad de lograr una
mejor calidad educativa; porque es bien cierto que todo
docente debe contar con una capacitación adecuada, ya
que son ellos los que ponen los primeros cimientos de los
niños de ahora y el futuro del mañana.
La autonomía de gestión para las escuelas de educación
Básica, es otro paso importante en este documento, ya
que permitirá a la escuela gestionar sobre sus necesidades
y hacer la selección en el currículo, y todo esto puede
realizarse en los Consejos Técnicos Escolares (CTE).

De la propuesta curricular y del modelo educativo, se


desprenden tres grandes interrogantes que vienen a dar
sentido al currículo:
El valor de aprender

¿Para qué se aprende? En esta pregunta se vienen a


encontrar los fines de la educación; es decir, se indaga sobre
lo que pretende la educación al término de la Educación
Básica; se busca saber qué aprendió el alumno, si alcanzó
o no el perfil de egreso establecido en dicho currículo.

¿Cómo y con quién se aprende? Aquí se presentan los 14


principios pedagógicos de esta propuesta curricular, ya

98
que actualmente nos rigen sólo 2, así como los diferentes
ambientes de aprendizaje que el docente puede generar.

¿Qué se aprende? En este caso, entran en escena los


contenidos curriculares, integrados por tres componentes:
Aprendizajes claves, Desarrollo personal y social y la
Autonomía curricular.

Lo que se difunde con esta nueva Reforma Educativa, con


esta Propuesta Curricular y con este Modelo Educativo,
es el Aprender a aprender. Muchos hablan de eliminar
a la memorización para dejarla de lado y trabajar con
situaciones prácticas dentro del salón de clases; es decir,
que el niño interactué y manipule el contenido a trabajar,
estoy de acuerdo con que el niño conozca y desarrolle
todas esas habilidades y sea capaz de interpretar a
través de su propia experiencia, pero también es cierto
que la memorización no debe eliminarse, pues existen
diferentes tipos de aprendizaje, recordemos que no todos
los niños son iguales, pero sí es importante identificar
que el aprendizaje no sólo depende de la memorización,
ésta puede ayudar, más no ser dependiente del otro, es
decir, que éste sea una ejercitación de memoria para la
construcción de un aprendizaje.

El aprender con este modelo educativo, implica el


aprendizaje clave, donde se sitúan las asignaturas, a
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

trabajar por cada periodo escolar, así como el desarrollo


personal y social donde entran la educación artística y
física y la autonomía curricular, la cual depende de la
institución educativa; el plato fuerte de esta propuesta,
según diferentes medios de difusión y el mismo modelo,
es “Equidad e inclusión”, iniciando por la Escuela al
Centro quien busca la calidad de la educación, desde la
infraestructura hasta los recursos didácticos o recursos
empleados para el aprendizaje; esto debe de hacerse de
manera equitativa para todos los planteles educativos,
tanto de las zonas urbanas y rurales, e incluir la lengua
materna dentro de los niveles educativos, así como a las
comunidades indígenas de nuestro México.

99
La inclusión no se queda ahí, dentro de nuestros planteles
encontramos una gran diversidad de niños, con necesidades
especiales o necesidades de aprendizaje, quienes merecen
ser incluidos no sólo aceptados en las escuelas regulares y
poder llevar a cabo su educación, contando con el apoyo
de los maestros, con aptitudes necesarias y capacitaciones
para poder atender las necesidades que la escuela y los
niños de este siglo requieren. Es verdad que el actual
currículo 2011 habla de inclusión, de educación de calidad,
pero la interrogante aquí es ¿qué se está haciendo o qué
se hizo para lograrlo? Es triste enfrentarse a la realidad, de
que los docentes de hoy cuentan con poca capacitación
y, quizá, hasta poco interés por conocer más allá de los
que en las instituciones formadoras de docentes se les
enseña. La nueva propuesta incita a la capacitación y a la
actualización de los docentes, a brindarles infraestructura
adecuada para el desarrollo de los aprendizajes y para la
recepción de alumnos con capacidades diferentes.

El aprendizaje puede tomar como estrategia, según el


modelo educativo, “los intereses de los niños”, lo que a
ellos les despierte la curiosidad a través de los medios
que le sean atractivos e interesantes para ellos, ya que el
desarrollo personal y emocional es parte de esta nueva
forma de aprender. Es por eso que los niños deben de
interesarse en la forma en que van a aprender, con qué y
para qué lo van hacer.

Aprender es indispensable para tener la libertad y


capacidad de elegir entre una profesión y un oficio, para
enfrentar los diferentes retos y obstáculos que durante
el transcurso de la vida se pueden presentar; de ahí la
El valor de aprender

importancia de una calidad educativa, de la selección de


contenidos para la vida, la inclusión y equidad dentro de
la educación.

Formar alumnos, críticos, analíticos, y creativos, es tarea


de los docentes y de los padres de familia, pero la decisión,
la actitud de querer aprender es de los alumnos.

100
¿Cuál maestro quieres ser?
María Fernanda Leal Salazar

Cualquier maestro puede ser reconocido,


pero solo un buen maestro puede ser recordado.
Fernanda Leal

C
on el paso del tiempo, el ser humano ha creado
infinidad de maravillas que son dignas de admirar,
pero alguna vez nos hemos puesto a pensar en ¿quién
le enseñó o cómo aprendió a hacerlas? Para empezar,
echemos un vistazo al pasado. Desde sus inicios, el hombre
de las cavernas no por nada construía sus instrumentos,
pues sabía que si no contaba con armas para defenderse su
vida no sería muy segura. De esa necesidad por sobrevivir
y con el nacimiento del conocimiento empírico, empezó el
hombre a darle importancia al valor de aprender. Si bien es
cierto que el ser humano es pensante por naturaleza, no lo
es tanto que siempre es el más listo el que primeramente
razona antes de llevar a cabo sus acciones. Y analizar es
un acto que, muchas veces, el individuo ha forjado de
mala manera, ya lo dice el dicho que “echando a perder
se aprende”, y eso es algo a lo cual muchos le hemos sido
claramente fieles.

Todos cometemos errores, pues del fracaso se aprende ¿y


del éxito? no mucho. El fracaso conlleva a la perseverancia

101
para intentarlo, una y otra vez, puliendo cada detalle hasta
obtener el resultado deseado; el éxito, en cambio, aunque
trae consigo la satisfacción también atrae el conformismo,
pues es tal la mentalidad de ver que algo salió bien que,
a veces, no se siente curiosidad de ver cómo podemos
mejorarlo, o revisar si es que no pasamos por alto algún
pequeño detalle.

No hay quien no se moleste cuando alguien lo señala


como un ignorante ¿pero por qué nos enfurece tanto?
En mi opinión, es mejor ser ignorante en algo para así
aprender cosas nuevas que puedan ser de mayor interés
y satisfacción personal; es mejor eso a ser un sabelotodo
aburrido que no es capaz de sorprenderse con nada.

Nuestro planeta está colmado de conocimiento, de


saberes, de objetos, de tantas cosas que han sido
descubiertas y algunas otras esperando por descubrir. No
creo que exista algo más valioso que el placer de aprender,
ese sentimiento de saber que adquieres nueva información
y que sabes que será de utilidad en algún momento de la
vida; el saber que, tarde o temprano, llegará el momento
de poner tus conocimientos en práctica, de atesorar cada
dato como si de un doblón de oro se tratara, dentro del
más valioso y complicado cofre al cual llamamos cerebro.

En la época actual se cuestiona mucho a la enseñanza,


algunos maestros toman demasiado en serio el uso de las
nuevas tecnologías, a tal grado que optan por dejar que
una máquina los reemplace. Como mencioné antes, caen
en el conformismo sin prestar atención a si los alumnos
realmente logran aprender algo o no. Los maestros de hoy
El valor de aprender

en día, ven más por su comodidad y no por la calidad, pues


muchos no tienen una pisca de vocación, sino más bien un
exceso de despreocupación.

El problema aquí es que, honestamente, gran cantidad


de maestros no tienen idea de cómo enseñar; los planes
cambian, la sociedad cambia y los niños cada vez son más
complicados; poco les entretiene y a otros no les interesa

102
aprender; los antiguos maestros se van y otros nuevos
llegan, vacíos, sin ideas, contaminados por el mundo
moderno e incapaces de pensar en cosas innovadoras;
creen que el ver el mundo a través de una pantalla es
suficiente para que el alumno adquiera un conocimiento
significativo, pero muchos sabemos que no es así.

Es triste que, al crecer, a la mayoría se les olvide cómo


era ser un niño, cómo es que aprendíamos las cosas que
hacíamos; puede que los tiempos hayan cambiado, pero
algunas costumbres siguen siendo las mismas; y es que
la curiosidad forma parte de nosotros, puesto que la
mejor manera de aprender algo es viviéndolo, tocándolo,
sintiéndolo, es decir, necesitamos manipular las cosas.

Tantos espacios recreativos educativos se encuentran


cerca de nosotros que no entiendo por qué no les tomamos
importancia, preferimos la comodidad de mantener a
los alumnos encerrados en el aula a ser responsables de
éstos fuera de ella. Visitas a zoológicos, museos, entre
otras excusiones, se han convertido en un dolor de cabeza
más que en una alternativa de aprendizaje; pensamos
por nosotros mismos y no por nuestros alumnos. Es
aquí cuando debemos hacer clic en nuestro cerebro,
para recordar la época en que éramos estudiantes;
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

recordar la emoción que sentíamos al visitar un lugar


nuevo, al ver cosas desconocidas que llamaban nuestra
atención a primera vista, y el orgullo que sentíamos al
saber que nuestro viaje no había sido en vano, pues cada
conocimiento nos ayudaba a crecer y a mejorar como
persona; cada recorrido podía ser una aventura por más
mínimo que fuera, pues nuestro reloj corría de manera
distinta a la de los adultos, el tiempo no nos importaba,
ni la misma realidad nos importaba, cada quien vivíamos
en nuestro mundo de fantasía que y, sin saber cómo, cada
vez aprendíamos más: explorar, descubrir, relacionar,
identificar, eran conceptos que se incorporaban en mi
pequeño y muy alocado mundo; si no me equivoco, es
así como los niños aprenden. Cada cabeza es un mundo

103
distinto, mundos que comienzan en blanco y negro y con
cada nuevo saber se pintaba con un distinto y significativo
color.

Aprendíamos con breves caminatas que se convertían


en un viaje de exploración, hasta las idas al zoológico
las veíamos como un viaje a las más peligrosas junglas,
desiertos y océanos. La más pequeña insignificancia de la
rutina diaria de los adultos podía incidir en la construcción
en el conocimiento infantil; la niñez es una etapa en la que
los viajes en el tiempo eran posibles y reales, pues la visita
a un museo era mucho más que una excursión escolar.

No se necesita ser un niño para jugar con nuestra


imaginación, y nunca es tarde para cultivar nuestra mente
con nuevas formas de enseñanza. ¿Se han preguntado por
qué los maestros gozamos el beneficio de las entradas
gratuitas a ciertos lugares? Y claro no me refiero a lugares
comunes, sino a los que forman parte de nuestra cultura
y que albergan un mar de conocimiento, pues hasta hace
poco yo me preguntaba lo mismo, y es que, investigando,
la razón es simple: gozamos de dichos privilegios porque
se supone que visitamos esos lugares para aprender, para
llevar el conocimiento adquirido durante ese transcurso
hasta nuestros alumnos, cosa que pocos hacen pues no
saben diferenciar entre alardear y dialogar. Pero en fin,
con esto quiero decir que si una persona de verdad tiene
interés y sabe apreciar el valor de las cosas, en su mente
será capaz de recrear miles de historias, al imaginar qué
hacían las personas en épocas antiguas y de distintas
culturas. Es algo parecido al que un niño juegue a ser un
superhéroe, pues con esto miramos las cosas desde otra
El valor de aprender

perspectiva, al ponernos en el lugar de otro y jugar un


papel distinto al que estamos acostumbrados a ejercer. Si
bien es cierto que esto puede tomarse por algunos como
un método tradicional, no quiere decir que no funcione
o que no pueda ser entretenido para los alumnos; en
cambio, métodos como la memorización y la repetición
son técnicas que debemos considerar en dejar de lado.

104
El ponernos en el lugar de los alumnos y pensar qué
es lo que realmente quieren no es algo que nos pueda
afectar; muchos maestros, de manera errónea, temen
ser criticados y ridiculizados si actúan de una manera no
conforme a su edad y a su profesión, pero como siempre
digo: para todo hay niveles; y es que si analizamos la
situación ¿qué tipo de maestro fue nuestro favorito y qué
tipo de maestro prefieren los niños? puedo apostar que
nadie eligió al típico estereotipo de maestro regañón con
un chaleco de tela y cuero; en cambio, todos elegimos a
la maestra dulce y cariñosa, a la que organizaba bailes y
juegos, a la que no nos molestaba en lo más mínimo ver
todas las mañanas.

Con esto quiero decir que hay que perder el miedo a ser
señalados, más bien deberíamos aspirar a ser reconocidos
tanto por nuestros iguales como por nuestros alumnos.
Debemos lograr ser ese maestro favorito que los
estudiantes recuerden con gran aprecio y orgullo. Ése que,
al momento de encontrarnos años después, sean capaces
de decir “Ése fue mi maestro, un gran maestro, no sé lo que
hubiera hecho sin él (o sin ella)”.

Y tú ¿qué tipo de maestro o de maestra quieres ser?


José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

105
Aprender con
frenesí
José Antonio Chávez Espinoza

Q
uienes tenemos la oportunidad de participar
al interior de las aulas, sea colaborando como
profesor, o la contraparte, como estudiante,
nos debatimos en descifrar la mejor manera de lograr
los objetivos que nos hemos trazado. A sabiendas que el
enseñar – aprender es un proceso complejo y con múltiples
aristas, es evidente que cada vez es más abordado, en
debates e investigaciones, para descifrar el mejor método
para salir avante, unos aplicando la estrategia didáctica
adecuada y otros lograr desarrollar las competencias
necesarias para estar preparados para la vida. Durante
mi trayecto como profesor universitario, encontrar el
desencanto por aprender al interior de las aulas es cosa del
día a día, quizás en el nivel educativo que menos debería
presentar problema para despertar el valor de aprender.

Si bien es cierto, no se puede generalizar entre los


estudiantes el poco gusto por aprender, es notoria la
presencia de algunos de ellos que, con su actitud, demeritan
el esfuerzo de los demás por lograr poner en práctica la

107
experiencia de aprender. A la vez, es preciso reconocer que
nos ha tocado vivir en una época de invasión tecnológica, a
la cual gran parte de las personas sataniza como una de las
causas en los comportamientos robotizados de los seres
humanos en la actualidad. Sin embargo, considero que son
los hábitos que desarrollamos en el uso de los dispositivos
electrónicos los cuales pudieran perjudicar de diversas
maneras, y donde el copia y pega es una constante.

Desde mi perspectiva, uno de los factores que inciden en la


pérdida del frenesí por aprender, ha sido la falta de sentido
crítico y de responsabilidad, desde las diversas trincheras
de quienes participamos en la educación, para aprovechar
los beneficios que la tecnología y otros elementos digitales
brindan a los sistemas educativos. Quizás el problema sea
más delicado si esto se presenta en una institución que
forma a profesionales de la educación, donde se sientan
las bases de los sistemas educativos que conducen
hacia el progreso de la sociedad, en todos los sentidos.
Escuchamos, de manera continua, que la educación
es la base para desarrollar de manera satisfactoria a
la raza humana, pero nos quedamos en la escucha y,
a lo mejor, en la reflexión de ¿qué podemos hacer para
resarcir el desinterés por aprender? Cuando lo realmente
significativo sería poner en práctica estrategias y lograr
que los estudiantes adquieran el valor de aprender.

Si bien es cierto, no podemos generalizar que todo y todos


pertenecemos a esta tendencia, pero es una realidad que,
en ocasiones, hemos sido blanco del grupito que se sienta
atrás y se obstina en no aprovechar los momentos de
aprendizaje que se le pone al alcance de sus manos. Con
El valor de aprender

referencia en esto, quiero compartirles tres experiencias


que pueden considerarse como negativas y, siendo
honesto, me ofusca se presenten y, en algún momento,
he actuado para mitigarlas. A la vez, como contraparte,
algunas soluciones prácticas, con la intención de mejorar
la experiencia de aprender.

108
Situación 1 - ¿Dónde será el congreso?

En la actualidad, las instituciones realizan eventos


académicos con la intención de que los estudiantes
adquieran conocimientos, desarrollen habilidades
y mejoren su actitud compartiendo experiencias
académicas, las cuales son valiosas por ser conocimiento
adquirido en la práctica de su profesión. A estos eventos,
principalmente congresos, se inscriben los estudiantes,
pero antes de conocer cuáles son los temas y líneas de
generación del conocimiento en el cual podrán participar,
lo primero que indagan es ¿Dónde será el congreso? En
el momento viene la euforia o el desencanto, al saber la
ciudad donde se llevará a cabo el evento, el mismo que
permitirá tener un desfogue en su devenir académico y
disfrutar o no de unos días de distracción. Existe una regla
imaginaria de que se deberá disfrutar al tope de diversión,
olvidando casi por completo el aprendizaje que pudiera
presentar el evento académico al cual se convocó.

He experimentado, junto a otros compañeros de


profesión, el desencanto por ver semivacíos los espacios
de ponencias, mesas redondas, conferencias, y demás
espacios del evento, ya que gran parte de los “asistentes”
han decidido mejor buscar otras cosas que aprender. José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
Estimado estudiante, la distracción no se excluye en este
tipo de actividades, pero todo tiene su momento y medida.
En lo personal experimento un desgaste emocional al ver
que son desaprovechadas la mayoría de las experiencias
compartidas por quienes participan, quedando al margen
en gran medida los aprendizajes. Si te dieras la oportunidad
y realmente te concentraras en las exposiciones te llevarías
un cúmulo de valiosos aprendizajes que podrías poner en
práctica al momento de desarrollar tu función académica,
sea como estudiante o como profesional de la educación.

Por otro lado, profesor, ¿cómo podríamos minimizar


en parte este problema? Considero que un aspecto
fundamental es la organización y planeación, cuando se
es responsable de un grupo de estudiantes en los eventos.

109
Los días previos al mismo podríamos analizar el programa
completo del evento académico, tomar notas de lo más
relevante para la asignatura que se imparte, y llevar a cabo
alguna planeación de lo que deseamos lograr. Se pudieran
hacer equipos de trabajo entre los estudiantes, donde cada
quien, dependiendo de su interés en los temas, redacte
algunos objetivos por cumplir, preguntas que realizar a
los ponentes, notas sobre organizaciones relevantes, en
fin, un plan de trabajo pormenorizado donde todos los
asistentes tomen nota y logren cristalizar aprendizajes.

Finalizado el evento, de manera paulatina y en posteriores


clases, analizar lo logrado por cada uno de los equipos,
de tal manera de encontrar un aprendizaje significativo
a cada participación. Quizás lo anterior pueda llevar a
las ponencias y conferencias más público, lograr mayor
interés, aprovechando estas ventanas del saber, y que
no todo quede en el documento que deseamos como
comprobante de que ahí estuvimos, más no aprendimos.

Situación 2 - Si te quedas a clase no sirves

Es frecuente encontrar en publicaciones de redes sociales


alusiones a los grupos de estudiantes conformados al
interior de las aulas, en el que se encuentran el famoso
grupito que se sienta atrás. Por lo general, los que
conforman este grupo están etiquetados como estudiantes
que causan ruido hacia las actividades que se programan
en el aula, el mismo que de alguna manera influye de
manera negativa entre los demás compañeros. Uno de
los principales problemas que provoca este pequeño
El valor de aprender

aglomerado de estudiantes es negarse a aprender, a


participar, a aportar algo positivo al proceso enseñanza
aprendizaje, a la vez de incitar a otros estudiantes a desistir
de aprovechar los momentos valiosos para aprender. De
manera frecuente, estos estudiantes se organizan para
ausentarse de la clase a la vez de hostigar a los demás para
seguir su ejemplo, incluso amedrentando a quienes no lo
hacen o se encuentran indecisos.

110
Considero que éste es un mal arraigado en los niveles de
secundaria, preparatoria, pero sin descartar en el nivel
superior. Si eres estudiante debes comprender que no
todos tienen la oportunidad de estar ahí, en las aulas,
que muchos otros no cuentan con el apoyo o recursos
requeridos para continuar aprendiendo. Es importante
que valores tu tiempo, tu esfuerzo, tu oportunidad, pero
también, es fundamental que valores el esfuerzo de
quienes hacen posible que estés ahí, con un block de notas
y una pluma con la oportunidad de vivir la experiencia de
aprender. No te confundas, todo tiene su momento, su por
qué, y no te dejes llevar por quienes desean verte fuera del
aula. Tu profesor desea compartir contigo la experiencia
que trae para ti, por los que se desveló o invirtió su tiempo
el fin de semana o la noche anterior. Cada momento es
importante, y si hoy es tu oportunidad adquiere el valor
de aprender, hazlo con frenesí, disfrútalo y aprovéchalo al
máximo.

Profesor, ¿qué podemos hacer con estos estudiantes


que desmotivan en ocasiones a los demás? Considero
importante no desistir, esto es, se requiere seguir
intentando, de continuar realizando labor de
convencimiento, de que vale la pena estar atento,
realizando y participando en las actividades. Podrán
existir diferentes alternativas para lograr su incorporación
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

al proceso de aprender, sin olvidar poner en práctica la


teoría de que todos tenemos habilidades sobresalientes
en algo en especial, cuestión de encontrar dónde se
centra el interés por aprender. Los estudiantes desean
clases dinámicas, con diversidad de recursos didácticos,
los cuales sean combinados para hacer más significativa
la clase. Una de las estrategias que me resulta para
involucrar a todos es la proyección de videos alusivos a
los temas vistos, desde los cuales se realiza el debate de
opiniones, además, no descarte el trabajo en equipo y las
dinámicas grupales, por mencionar algunas.

A la vez, considere la posibilidad de acercarse a estos


estudiantes atrincherados en la parte de atrás, ya que es

111
necesario escucharlos, saber qué piensan no sólo de la
materia, sino de la propia vida, de sus intereses, aficiones,
gustos, lograr la empatía y poco a poco ganar terreno en
lo emocional. Si mostramos interés en sus problemas, en
sus deseos y aficiones, esto podrá servir de conducto para
lograr encauzar sus intereses por los temas, por aprender
junto a todos los demás.

Situación 3 – Somos cuatro en el equipo, pero el


trabajo lo hicimos dos

Una de las estrategias que como profesores debemos


implementar en las actividades escolares es el trabajo en
colaboración, en equipos de estudiantes. Como sabemos,
éstos se pueden poner en práctica en el horario de clase,
o por otro lado, en trabajo extraescolar para realizarse en
casa. Normalmente, en estas actividades, sucede que del
total de integrantes sólo una parte lleva a cabo el trabajo,
encontrando que algunos participantes sólo se presentan,
si es que lo hacen, para presenciar lo que hacen los demás,
sin aportar algo y, en la mayoría de ocasiones, distraen el
buen desarrollo de las actividades. Sin embargo, quienes
desempeñamos el rol de profesores sabemos detectar
quienes son los estudiantes responsables, los que hicieron
el trabajo, pero aun así, casi siempre caemos en el error de
asignar una calificación general para todos los integrantes
del equipo, de manera unificada.

Estimado estudiante que no participas en las actividades,


es conveniente aclararte que aún y cuando te consideras
el listo, lo único que haces es ir quedando al margen de
desarrollar cantidad de habilidades valiosas para cuando
El valor de aprender

seas profesionista. Por ejemplo, uno de los elementos


más importantes para cualquier profesionista, y por
consiguiente, para cualquier ser humano, es ser una
persona responsable. En este tipo de actividades,
trabajos en colaboración, sale a relucir quién tiene el
valor de ser responsable, de ser justo, equitativo, pero,
sobre todo, quién tiene el valor de aprender. Hoy en
día, las organizaciones buscan personas proactivas,

112
dinámicas, con competencias para trabajar en equipo, con
habilidades sociales, de organización, de comunicación,
las mismas que podrás desarrollar si participas, si tomas
la iniciativa para colaborar y aportar en lo posible hacia el
cumplimiento del objetivo grupal.

Por otro lado, como profesor universitario, es fundamental


continuar formándonos, poniendo en práctica el valor
de aprender, principalmente en aspectos de pedagogías
emergentes, las cuales nos permitan desarrollar de
mejor manera nuestra función académica. El aprendizaje
en colaboración trae consigo diversos beneficios a los
estudiantes, pero es necesario documentarnos para hacer
más eficiente el proceso enseñanza aprendizaje, y disponer
de las herramientas didácticas y tecnológicas que pueden
apoyar a una mejor experiencia del aprendizaje. En el
mismo sentido, es importante estar permanentemente
conectados con el conocimiento, con redes de colaboración
académica desde las cuales podamos aprender, sin dejar
de lado el aportar la experiencia, que desde las trincheras
de nuestra función, vamos adquiriendo a través del
análisis y reflexión sobre la propia práctica. El compartir,
colaborar y participar con pares académicos, nos permite
ampliar el horizonte de oportunidades, y potenciar que,
al tener en nuestras manos un dispositivo electrónico de
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

comunicación, las posibilidades de aprender cada día se


acentúan.

Algunas reflexiones adicionales a tomar en cuenta

• El transcurso de la vida está basado en una fuente


permanente de pequeños aprendizajes. Desde que
nacemos, entramos en una dinámica constante
por aprender, producto de las propias necesidades
de subsistencia, de desarrollo, de evolución y
crecimiento. El ser humano, por naturaleza,
“sigue el ejemplo de”, por lo que nuestros padres y
familiares son las primeras fuentes de inspiración
hacia el valor de aprender.

113
• Desde el nicho escolar, la función docente ha sido
delegada para despertar en los estudiantes el valor
de aprender. Hoy día, el docente se ve atribuido
con multiplicidad de funciones, contando a la
vez con poco reconocimiento a su labor. En este
sentido, es necesario desempeñarse en algún
momento como psicólogo, tutor, orientador,
doctor, guardia, animador, escritor, y mucho más.
Sin embargo, debe continuar esforzándose por
lograr los aprendizajes en sus estudiantes.
• Gran parte de los estudiantes no muestran el
valor de aprender, de hacer significativa cada
experiencia de aprendizaje. Quizás no sean sólo
ellos los culpables, sino otros factores, como
el ambiente educativo que generamos para el
proceso enseñanza aprendizaje. Es fundamental
que como docentes le demos sentido significativo
a cada tema, a cada actividad, a cada estrategia.
El estudiante desea seamos prácticos, concretos,
donde lo que aprenda pueda aplicarlo en la vida
misma.
• Es necesario que directivos y docentes seamos
más empáticos con los estudiantes. Esto viene a
colación en el sentido que directivos, por un lado,
se ocupan por el óptimo desarrollo institucional,
principalmente desde el aspecto organizacional y
operativo. Y por el lado docente, nos enfrascamos
en la cantidad de actividades que debemos realizar,
planeaciones, contenidos, diseño de materiales,
en fin, descartando casi por completo acercarse
El valor de aprender

al estudiante, conocer sus necesidades, gustos,


deseos, logrando un acercamiento positivo para
lograr su interés por aprender.
Sería interminable la cantidad de reflexiones que
pudiéramos citar con la intención de despertar el
valor de aprender. No requerimos, de cierta manera,
de instalaciones sofisticadas, avanzada tecnología,
laboratorios equipados, aulas con las mejores butacas.
114
Como profesor se requiere mayor compromiso, pasión
por la función académica, comunicación cercana con
estudiantes, formación continua en los temas de interés,
pero más importante aún, actitud por mejorar día a día los
ambientes educativos basados en la experiencia previa.

Comprender que como docentes somos privilegiados al


tener la oportunidad de transformar a seres humanos, de
formar profesionales, y sentar las bases para una mejor
sociedad.

Finalizaría refiriendo a los estudiantes, quienes son la


esencia de nuestra función. Las nuevas generaciones
piensan, actúan, comunican y aprenden de forma
diferente. Están en constante interacción con el mundo
de información que les llega a través de internet, por lo
que nos piden seamos concretos y prácticos durante la
experiencia educativa. Hagamos que ellos deseen estar
en las escuelas, atentos a cada momento, participativos,
apasionados por lograr sus objetivos, pero sobre todo,
logremos despertar en ellos el valor de aprender con
frenesí.

José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

115
Del aprendizaje de la
vida, como se aprende
José Rodolfo Real Audeves

C
omo hijos de familia de campesinos u obreros de los
Mochis, Sinaloa que estábamos a punto de culminar
la educación primaria, nos invadió la incógnita ¿y
ahora qué sigue?

En mi caso personal, mi padre, que en paz descanse,


cuando culminé la primaria me dijo: “Hijo, tú sabes si
estudias o trabajas, la situación no está nada fácil”. Mi
padre, en años anteriores, había sido indemnizado como
pagador en el ingenio azucarero de la localidad y no tenía
mucha solvencia económica. Por lo que a mi paso por esos
grados escolares enfrenté experiencias muy significativas
de mis maestros que nos impulsaban a formarnos; pero
también hubo carencias al no contar con dinero para pagar
los materiales y los exámenes, lo cual me hizo abandonar
momentáneamente los estudios y tomé una decisión; con
cierta tristeza, me dije, ¡mejor me pongo a trabajar!

Y en ésas andaba cuando, como por arte de magia, surge


mi medio hermano, y me invitó a Topolobampo a cuidar

117
barcos como velador y a descargar taras con pescado;
con la paga que obteníamos ayudábamos a la economía
familiar y, también, aprendimos a ganar dinero.

Sólo fueron tres años alejados de la escuela, lo que


aparentemente no nos afectaba, pero una especie
de nostalgia en mi caso me invadía al observar que
otros adolescentes se subían a los camiones que iban
de Topolobampo a Los Mochis, con sus mochilas al
hombro para estudiar la secundaria. Y en ese sentido me
preguntaba: ¿Qué caso tiene ganar dinero si no sé cómo
defenderme en la vida?, fácilmente me podrían timar.

Entonces, me invadían las ganas por aprender: “Yo voy


a volver estudiar”, me decía, aunque muchas personas
mayores me desalentaban: “No tiene caso que estudies,
tú ya supiste lo que es ganar dinero, no la vas hacer en
la escuela”. Pero esas palabras las tomé como un reto a
vencer.

Y, bien, le dije a mi padre: “Voy a ponerme a estudiar y


cuando pueda trabajaré”. “Está bien —me dice—, en la
casa, por lo menos frijoles no harán falta”

Muy entusiasmado empecé a comprar libretas y lo


indispensable con lo poco que ahorraba; y, curiosamente,
me encontré a un amigo de la primaria que tenía problemas
de la vista y le platiqué que me pondría a estudiar la
secundaria, cosas del destino, él tampoco continuó sus
estudios, pero él por su problema de la vista, y me dijo: “Yo
estudio si tú me apoyas a tomar notas y estudiar juntos”.
Claro que sí, le respondí.
El valor de aprender

La secundaria era nocturna para trabajadores, tomábamos


un “pesero” en el centro y cruzaba la ciudad y, al regreso,
como ya no había en que trasladarnos, lo hacíamos
caminando hasta llegar a una panadería muy famosa del
centro, allí comprábamos bolillos y continuábamos el
camino hasta llegar a nuestras casas; él, en las casitas de
la privada; y yo, a la colonia Insurgentes.

118
Por fin terminamos nuestra educación secundaria. Y
agradezco a nuestros maestros por sus enseñanzas, y a
la escuela por los amigos que hicimos. Después de haber
disfrutado de su amistad, de las posadas de fin de año, del
Día del Maestro y del Estudiante, ya nada nos detendría
para continuar aprendiendo; dimos un gran paso y le
demostramos a la gente incrédula que sí se podía. Así que,
luego luego, a la preparatoria que, en ese entonces, era de
dos años y nocturna también, y, así, seguimos trabajando
en el día, para completar el gasto de la casa.

Mi compañero de estudios ya no continuó, su problema


visual mermó su desempeño y abandonó la escuela; pero
me siguió impulsando para seguir y, hasta la fecha, lo
recuerdo como un gran amigo quien formó una familia y
lleva una ocupación que le permite vivir en armonía, esto
demuestra que todos podemos realizarnos en alguna
esfera de la vida, un abrazo allá por las cachanillas Jesús
Antonio.

¿Ahora, qué sigue, me dije al terminar la preparatoria?


La Universidad y me planteaba la incógnita ¿cuál carrera
estudiar? En ese entonces, por los años 80, lo común era
estudiar para abogado e ingeniero en nuestra localidad, y
no tenía muy claro qué estudiar; mi pensamiento intuitivo José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
me decía: “Yo quiero estudiar una carrera donde ayude a
la gente, donde les pueda servir a las personas”; los cursos
previos de psicología en la preparatoria me atrajeron
con entusiasmo y tomé esa decisión, elegí psicología
educativa.

Algunos amigos de la familia me decían: “Esa carrera no te


va a sacar de pobre”; y yo les respondía: “Es que no busco
hacerme rico, lo que busco es aprender y comprender a las
personas y a mí mismo, a contar con conocimientos”. Me
apasionaba la lectura, el olor de los cuadernos. Siempre
recuerdo a un compañero que se llamaba Braulio, de
aspecto “cholo”, con pantalones anchos, huaraches, con
una malla en su cabello y con un lenguaje vacilante, que le
decía al maestro de español: “Profe, quiero que me enseñe

119
esas palabras “chidas”, para tener yo una mejor relación
con las personas y poder expresarme”. Su actitud era
digna de admirarse y por algunas circunstancias de la vida,
Braulio no terminó la secundaria porque constantemente
se trasladaba a los Estados Unidos de mojado.

La carrera de psicología educativa empezó a darme


satisfacciones, al realizar proyectos con niños especiales,
prácticas profesionales en las colonias y en un patronato
de educación; por lo que, al egresar de la Universidad, una
maestra me contrató y al año siguiente ya me propusieron
dar clases con un grupo avanzado en licenciatura; superé
la prueba y continúe en la docencia en varias universidades
de Los Mochis.

Luego, llegaron los reconocimientos mediante otras


funciones sustantivas, cargos administrativos y jefatura
de departamento; estudios de maestría y doctorado,
liderando un cuerpo académico con colegas muy
entusiastas, coordinando libros y artículos en educación.
Nunca imaginé que obtendría estos logros académicos.

A final de cuentas, e independientemente de la carrera


que uno elija, creo que todos aprendemos que el éxito
profesional que consigamos, no depende solamente del
prestigio de una institución en la que nos formamos;
depende, también, del firme convencimiento en el trabajo
constante y en la construcción de una suerte de identidad
que cada quien va construyendo y el mensaje que no debe
olvidarse: “siempre hay que continuar superándose en la
vida”. Y el ser maestro, por ejemplo, es una formación que
nunca culmina, es una tarea en constante crecimiento.
El valor de aprender

Reconozco a mis colegas maestros y a otros que aspiran


serlo, por ese espíritu de superación, y porque son ejemplo
para muchos estudiantes en todos los niveles; en ellos
encuentro el valor de aprender en todo momento.

El valor de aprender consiste en mantener el espíritu de


salir adelante en la vida, no ser del montón, luchar cada

120
día por ser mejor; la inteligencia brota si uno se esfuerza,
todos tenemos un potencial aunque la naturaleza no nos
haya dotado de la misma en un aspecto, algunos seremos
más destacados en otra área y si no debemos aprovechar al
máximo cada situación que nos brinde el medio donde nos
desenvolvemos, en la habilidad de sacar fuerza y trabajo
para continuar ante cualquier adversidad. Su servidor, no
se lo dejó todo al destino. Finalmente, a los estudiantes les
digo que en la vida siempre nos encontraremos obstáculos,
mismos que debemos asumirlos como un reto más a
vencer y que nadie nos puede parar si nos empeñamos a
luchar día a día.

José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

121
¡A echarle ganas!
Hugo Marx Cortés Moreno

E
n mi educación formal, todavía recuerdo que me
fascinaba ir a la escuela, aunque mi deseo era ir para
jugar con mis amigos de grupo. En realidad, nunca
fui bueno para el estudio escolarizado, para lo que sí era
bueno era para aprender en la calle. Desde pequeño,
escuchaba los consejos de mis padres, aún resuenan a lo
lejos: “Tienes que estudiar, si quieres ser alguien de bien”.
Siempre se me dijo que los que estudiaban triunfaban, pero
yo miraba gente que no fue a la escuela y vivía mejor que
nosotros; eso me hacía dudar y contradecir a mis padres.
Sin embargo, seguí estudiando y, al llegar a preparatoria,
mis expectativas de vida se fueron diluyendo, ya no quería
estudiar y me enfocaba más en trabajar para ganar dinero
y llevar a pasear a mi novia. Por eso no terminé el primer
grado de prepa.

Cinco años después de haber dejado la escuela y de


trabajar aquí y allá, me fui a Tucson, Arizona, con la ilusión
de hacerme rico de la noche a la mañana en los Estados
Unidos. Pero no fue así, lo que hallé fue una vida con puras

123
desgracias; entonces un día, seis años más tarde, regresé
a Culiacán, mi ciudad.

Al llegar con mis padres, triste, callado y cabizbajo, porque


no sabía cómo decirles que tenían razón y que, en la primera
lección fuera de mi casa, la vida me había reprobado; no
hallaba cómo expresar mi decepción y remordimiento por
no haber atendido su consejo de estudiar. Pero a lo hecho
pecho, y ahora había que pensar en el futuro.

Tras acomodarme de nuevo en casa, me puse a pensar qué


iba hacer de mi vida y con mi vida y, tras varias horas de
meditación, decidí sacarle provecho a lo único que había
aprendido (inglés) en Estados Unidos. ¿Pero cómo podría
utilizar ese aprendizaje, si no tenía un papel que respaldara
mi conocimiento para solicitar dar clases en una escuela?
Así que, por esa razón, me inscribí en la carrera de inglés en
el Centro de Idiomas de la UAS, la cual era de tres años pero
yo la culminé en año y medio. Eso fue una gran motivación
para mí, ya que a la semana de haber terminado, conseguí
trabajo de maestro de inglés. Todavía recuerdo con
emoción ese día, cuando les dije a mis padres que ya había
aprendido la lección, que el estudio me abriría las puertas
a mi vida y que le echaría muchas ganas para estudiar la
preparatoria, la cual me impedía estudiar una licenciatura.
Ese día les dije a mis padres: “Al terminar la preparatoria,
les juro que terminaré una carrera”. Y lo dije de corazón
porque ya no quería perder más años sin aprender.

Así que al siguiente día, temprano por la mañana, acudí


a la prepa abierta a inscribirme. Y dos años después, con
32 años de edad, obtuve mi certificado de bachillerato.
El valor de aprender

Tenía 32 pero me sentía como de 18, ya que había dado el


paso más grande de mi vida. El valor de aprender había
llegado a mi vida y me sentía capaz de tentar la lisura
de las estrellas. El estudio me recompensaba, ya que al
terminar la preparatoria mi madre, que era maestra, me
consiguió una plaza administrativa en la SEPyC. Por fin, mi
vida se enderezaba y yo estaba emocionado y ansioso por
continuar con mis estudios profesionales, tal como lo había

124
prometido a mis padres, y me inscribí en la Licenciatura
en Educación Primaria, en la Universidad Pedagógica
Nacional, que luego se convertiría en la UPES. Cuando
cursaba el segundo semestre, descubrí la importancia
de aprender de verdad. Tuve excelentes maestros que
me ayudaron a ser crítico, analítico y reflexivo acerca de
lo que me rodeaba. Yo me sentía, literalmente, en las
nubes, al escucharlos y aprender de sus disertaciones
académicas. Con el contacto con ellos aprendí a descubrir
las habilidades intelectuales que poseía, sobre todo en
el Taller de Redacción Libre y Creativa del maestro José
Manuel Frías Sarmiento, el cual fue un pilar en mi forma de
pensar y de escribir las ideas que por mi mente pasaban.

Después de cuatro años, con 37 años a cuestas, cumplí


mi promesa de conseguir un título profesional. Para mí
fue día de fiesta, fue un encuentro de sentimientos al
haber culminado la carrera que tanto había deseado y,
más aún, porque había salido con el promedio más alto
del grupo, lo cual me llenaba de felicidad por haber hecho
las cosas correctamente. Y las hice así porque, a través de
los años de estudio y de contacto con los maestros y con
mis compañeros, había aprendido el verdadero valor de
aprender. Ese valor que mis padres me aconsejaron desde
pequeño.
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

Al culminar mi licenciatura, me sentía cansado por los


diecisiete años que había dejado sin estudiar: tantos
libros leídos, tanto estudiar y tantas tareas realizadas,
anunciaban que el viejazo ya estaba llegando; por lo que
decidí descansar un año y disfrutar a mi familia, pero no
pude y, en septiembre de ese año 2106, se impusieron mis
ganas de seguir estudiando y, a la edad de 38 años, ingresé
a la Maestría en Educación, la cual estoy seguro que la
concluiré en febrero de 2018.

En la vida se nos presentan oportunidades y la decisión


de tomar las mejores es solamente nuestra. Yo aprendí la
lección de vida que mis padres me dieron, porque a pesar
de haberlos defraudado por largos años, créanme que

125
ahora soy el orgullo de ellos, les he pedido disculpas por
no haberles creído que en el estudio estaba el triunfo, que
en el saber están las oportunidades; pero, con todo esto,
aprendí que la perseverancia es la madre de los resultados
positivos. Aprendí que nunca es tarde para aprender
lecciones de la vida. Aprendí que siempre hay que tener el
valor de aprender.
El valor de aprender

126
El imperio de
Joaquín Isidro
Lázaro Armenta Armenta

¡
Sálganse, ya no los quiero ver aquí! Ésa fue la expresión
de la profesora para el joven Imperial y su compañero
Javier luego de un pleito al interior del grupo. ¡Ya no
tiene caso que permanezcan en el grupo, no hay futuro
con ustedes…! continuó diciendo, sin importar que una
profesora, el subdirector y su servidor estuviesen allí.

Pero regresemos en el tiempo, porque este pequeño


análisis o reflexión lo dedicaré al imperio que han formado
jóvenes de las características de Imperial, un alumno de
tan sólo trece años de edad. Imperial llega a otra escuela
secundaria por dificultades con el anterior centro escolar,
en el que no lograron darle la respuesta educativa a sus
necesidades de aprendizaje y participación o, más bien,
porque el joven no se integró a los condicionamientos
que se le propusieron para continuar en la escuela. El ciclo
escolar pasado reprobó y en este periodo sus promedios
no dan cuenta de una posible mejoría.

De su padre… no sabemos nada y su madre hace poco

127
se fue con su pareja a otro estado de la república; por
lo que Imperial al amparo y a ser educado o, más bien,
maleducado por su abuela y abuelo, quienes desde hace
tiempo ya se venían haciendo cargo de él.

Imperial es líder absoluto en ausencias del grupo, rey de


la reprobación bimestral, dueño de su tiempo escolar
entrando y saliendo cuando quiere; además de ser
inmune a las peticiones de algunos maestros, prefectos,
autoridades y algunos maestros que, de pronto, queremos
que se transforme en un estudiante, si no ejemplar, sí
medianamente responsable durante su estancia en la
escuela.

Podríamos soltar culpas y encontrar culpables sobre su


situación académica; en primer plano una familia que no ha
funcionado para brindarle una formación fundamentada,
con responsabilidades y desarrollo de competencias para
ser partícipe activo de lo que la educación formal le exige;
así mismo, la escuela ha quedado pendiente por aportar
una enseñanza que le dé los elementos básicos para
transitar la educación básica con los apoyos pertinentes;
y, por último, una real colaboración estratégica entre el
hogar y la escuela, como generadores de prácticas que le
desarrollen competencias académicas.

Si bien, los antecedentes escolares enmarcan que Imperial


siempre ha tenido seguimiento y apoyo por servicios
especializados, éstos no han tenido el impacto que a lo
largo de su educación preescolar y primaria debieron
haber tenido. Pero resulta que hay situaciones que limitan
cada acción que se propone, aun y cuando sean acciones
El valor de aprender

para que Imperial esté activo en el centro escolar.

Cada estudiante es distinto en su formación familiar,


cada uno carga sus propios pasados, emociones, así como
expectativas para su vida futura… otros tantos ni siquiera
saben qué será de su futuro. Aprendemos de los unos y de
los otros, de la vida personal. Y en cada pasaje que subimos,
recibimos una enseñanza que nos permitirá construir o

128
direccionar nuestra vida. No obstante, desde el ámbito
educativo, la enseñanza aún carga una fuerte consigna
para los docentes, que hasta ahora serían sólo creencias:
todos los alumnos deben estar aprendiendo formalmente
los contenidos del currículo, con fundamento en los planes
y programas de estudio correspondientes al grado escolar
que cursan.

La diversidad escolar nos invita a que en sus prácticas


pedagógicas los docentes den a cada alumno la
enseñanza y experiencias escolares que necesita, acorde
a su condición, características físicas, étnicas, de religión,
psicológicas, intelectuales entre otras, dentro de lo que se
denomina marco inclusivo y equitativo.

El aprendizaje como adquisición de conocimientos


constantes y dinámicos se puede obtener de cada cosa, de
cada acción, de cada persona o experiencia. Pero… ¿qué
hacer cuando nuestra labor es lograr que alumnos como
Imperial se integren a la vida académica y social?

La sociedad se moviliza en valores, hábitos, costumbres,


cultura. La ociosidad cada día gana terreno entre los
jóvenes. La función laboral de padres y madres delega
a otros la función del cuidado y educación familiar,
no queremos decir que todo sea decadente; pero en
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

comunidades con alto crecimiento de necesidades


económicas se hace más compleja la vida en familia.

Es difícil hablar de aprendizaje académico en jóvenes


cuyo funcionamiento familiar comprende una vida con
situaciones difíciles en el ámbito del desarrollo emocional,
de las relaciones interpersonales, de las dificultades
económicas, entre otras variables que le forman como
individuo. Estas situaciones le limitan y propician que en
la escuela presenten mayores dificultades que otros de sus
compañeros que han crecido en mejores condiciones de
vida.

El reto que la escuela actual enfrenta, refiere desde las


orientaciones internacionales a las enfocadas a inclusión
129
y equidad. Es decir, una educación para todos. Reto nada
fácil cuando las políticas educativas van por encima
de la formación pedagógica y social, en relación con la
enseñanza de personas que requieren de apoyos más
específicos o especiales.

De pronto, las propias voces de los docentes claman


al pasado, cuando ellos eran el eje que hacia rodar el
aprendizaje, al costo que fuese necesario.

Imperial nos ha evidenciado, nos ha dicho que no estamos


preparados para darle la educación que él necesita. Nos
recuerda cada día que puede ir y venir a donde quiera,
hacer lo que quiera, que ni psicólogos, neurólogos y
profesores le indicarán el camino a seguir. Pues él ha
aprendido a manejar las situaciones, a decir qué quiere
y qué no; aprendió a pedir y tener, a ofender y reír al ver
que no tiene ninguna medida de atención, y si es posible,
chantajea.

Imperial se reproduce en mayor o menor grado en muchos


de los alumnos. Y todos son un reto para cada docente,
para cada escuela. Enseñarles debería tener la misma
complejidad o facilidad que la enseñanza de cualquier
otro joven; sin embargo, derrocar su imperio requiere
de tácticas, estrategias, herramientas, audacia, y otras
tantas acciones. Él sabe que la escuela y lo que en ella
se aprende son la base para su futuro de vida y laboral.
No niega su aspiración a ser médico, pero no muestra
el mínimo interés por estar presente en las dinámicas y
espacios de aprendizaje. O, al menos, eso nos ha hecho
creer.
El valor de aprender

Cada alumno es una experiencia, y de cada joven y


grupo de estudiantes se aprende; por ello, la escuela
debe de responder a las características del alumnado,
independientemente de las situaciones o condiciones
con que se presente a la escuela. Atender esto no es fácil,
pues los colectivos docentes tampoco son homogéneos.
Y en ello las creencias, las costumbres, y la cultura en la

130
que muchos nos cobijamos, no nos permiten abrir los ojos
y ejercer acciones colectivas y colaborativas en favor de
una atención educativa que fortalezca los rasgos de los
jóvenes que permitan movilizarles sus aprendizajes.

Para el aprendizaje de Imperial, se requiere fortalecer


situaciones de tipo pedagógico-curricular; además de
aplicar normatividades que hagan que la escuela y la familia
flexibilicen su aportación para formar a un ciudadano
con una funcionalidad no meramente académica; sino
con una que, al egreso de su educación básica, le haya
proporcionado las bases para incorporarse a una vida
social funcional.

La realidad social cada día nos pone ante un espejo y, a


fuerzas, tenemos que vernos en él.

Los jóvenes son un imperio a formar, de ellos dependerá


el futuro de la humanidad, ellos serán los nuevos
profesionistas, técnicos, o mano de obra que continuará
haciendo marchar el engranaje social y laboral. Por ello,
cada día es necesario ver y responder a las manifestaciones
que las generaciones jóvenes nos muestran, para fomentar
en ellos las prácticas más pertinentes y formativas para su
desarrollo. José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

Los maestros debemos aprender de quienes aprenden


de nosotros: los alumnos. Ver que cada alumno
requiere de una enseñanza diferenciada. Y es que en la
actualidad, el futuro de muchos de ellos está en manos
de la escuela, en tanto existe un abandono a los derechos
de los estudiantes, específicamente, de aquellos que
mayor conflicto académico presentan. Los consejos
técnicos escolares, en estos últimos años, abordan las
situaciones de aprendizaje del alumnado; no obstante, los
comentarios, las exposiciones de situaciones, los análisis
del tema, las discusiones profesionales y la revisión de
resultados, no dan la pauta para una correcta intervención
pedagógica que dé certidumbre de que se marcha en el
camino correcto; pues el complemento familiar, como

131
primer colaborador con la escuela, también ha limitado
que los jóvenes del imperio logren mejores desempeños
académicos.

Cada joven que “gana la batalla” emigrando sin culminar


su educación básica es un fracaso para la planta docente
de una escuela. Por ello, y cerrando con estos comentarios,
debemos ver y poner atención en esos brotes imperiales
que requieren de un trato específico; pues de no ser así
estaríamos dejando a muchos jóvenes sin la oportunidad
de buscar una mejor condición de vida y, a su vez,
reproduciendo un imperio que, tarde o temprano, nos
exigirá, a ellos a y nosotros, de una capacidad profesional
que les permita encontrarse en la vida académica y social,
para no perderse en las fauces de una parte de la sociedad
ya dañada que requiere de ellos.
El valor de aprender

132
¿Qué significa aprender?
Jesús Joshio Lerwin Navejas Rodríguez

C
on el simple hecho de enseñar, se originan
cosquillas en el estómago y no precisamente de
enamoramiento. Resulta y resalta que ser docente
no es un tarea en la que sólo tengas que pararte a dar una
simple charla mareadora y, como por arte de magia, las
personas aprenderán y todos vivimos felices y contentos.

Alguna vez te has preguntado ¿qué significa la palabra


aprender? Pues bien, piensa un poco, incluso, puedes
tomar un diccionario para ilustrarte y un café para
inspirarte. Aprender es adquirir conocimientos por medio
de alguna experiencia que, a lo largo del camino, te dejó
un aprendizaje significativo. Una experiencia que cambió
tu forma de pensar y de ver las cosas.

Hace poco, en la Escuela Primaria Rafael Buelna Tenorio,


donde hago mis prácticas profesionales, unos alumnos
se preparaban para el concurso del parlamento infantil
y observé cómo uno de ellos, José Óscar Arellanes, del
5to “A”, era instruido por su maestra Argelia Guerrero

133
Mariscal. A simple vista, veía a un niño nervioso pero
decidido a hacer las cosas bien, y esto me hizo recordar
cómo me ponía yo a la hora de aprenderme algún escrito
para decirlo en público; entonces me pregunté: ¿Qué sentí
en ese momento? ¿Qué aprendizaje obtuve al aprenderme
el escrito? Y empecé a comprender que todo aquello
que desconocía, y hoy conozco, es el aprendizaje. De
momento, seguí al margen de la situación y sólo veía cómo
repetía y repetía, una y otra vez, las partes donde su voz
tenía que ser adecuada a los momentos del texto, además
de darle sentido a la expresión corporal. Después volví
para ver el desempeño del jovencito en su participación,
en la cual puso toda su actitud para generar y recuperar las
experiencias positivas que vivió en el proceso, junto a su
maestra formadora; experiencias que lo acompañarán a lo
largo de su vida.

Cuando estudié la educación primaria, a muchos de mis


compañeros les parecía que ir a la escuela era un acto
“aburrido” que tenían la obligación de hacer, y sólo para
unos pocos era interesante. En esta ocasión no haré mucha
referencia a quienes la escuela les parece entretenida,
porque ya es algo que les gusta y, por sí mismos, se
esforzarán para sacar las mejores notas. Abordaré, mejor,
el caso de los “rebeldes”, ésos a los que la escuela les aburre.
¿Qué significa para ellos la palabra aburrido? ¿Qué de la
escuela es aburrido para ellos? ¿El profesor? ¿El acomodo
de las sillas? En fin, podemos armar un cuestionario y aun
así no conseguir todas las respuestas. Creo que el profesor
debe de centrarse en su grupo, pero más en aquellos
que no se interesen por los estudios escolares. De nada
sirve dar una charla de una hora si ni siquiera tenemos
conocimiento de los intereses que hay en cada cabeza de
El valor de aprender

los estudiantes. Podremos usar todas las teorías habidas


y por haber, hacer un sinfín de actividades para que los
párvulos aprendan, pero si no se tiene tacto pedagógico,
entonces nuestra labor estará incompleta. Porque, en
resumidas cuentas, Philip Jackson, nos dice que para que
ocurra un cambio “debemos de cambiar nuestra manera
de enseñar y transformarla para que el aprendizaje vaya
más allá de las aulas escolares, pues de nada sirve si sólo se
queda estancado en el salón”.
134
Sin embargo, hay que resaltar que el aprendizaje de los
alumnos no depende sólo de la tarea del maestro, sino
también de la del padre de familia; y esto me lleva a una
de mis frases favoritas: “es como ir a la escuela de guitarra
a aprender unas cuantas notas, llegar a mi casa y no
practicar lo que aprendí en la escuela de música”. ¿Cuál
fue la solución? Me compré una guitarra y ahora practico
también en casa. Así que lo mejor será que tanto los padres
como los maestros trabajen en colaboración para que se
dé la educación y se facilite el aprendizaje en los alumnos,
generación tras generación.

Por otra parte, conozco personas que piensan y argumentan


que “el maestro lo sabe todo” y esto no es así, pues nuestro
conocimiento se limita mientras no conozcamos más allá
de lo que sabemos. En mi experiencia como estudiante,
me he dado cuenta que también el maestro aprende de
sus alumnos y, en ocasiones, no tiene que ver con algún
tema académico, sino con sencillas lecciones de vida que
nosotros, como adultos, simplemente las hemos olvidado.

En fin, el aprendizaje jamás se termina, así decidamos no


seguir estudiando, porque seguimos adquiriendo saberes
nuevos con el pasar de los días; pero si queremos que
ocurra pronto o si sentimos que no aprendemos nada, José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
es hora de analizarnos y determinar la causa de que esto
ocurra. Tal vez debemos de provocar situaciones para que
esto ocurra. Recordemos el proverbio de que si “Mahoma
no va a la montaña, la montaña viene a él.”

135
Autodidactismo y
aprendizaje
Juan Lizárraga Tisnado

De leer en la escuela a las historietas y viceversa

L
eer ha sido y es una gran herramienta gracias a la cual
el hombre ha avanzado, ayer y hoy, en la adquisición
y conservación del conocimiento... Durante muchos
siglos el ser humano no tuvo un código desarrollado
de escritura y lectura. Muy pocos tenían acceso a los
jeroglíficos y menos eran quienes podían descifrarlos.

Gutenberg produjo un gran avance en la cultura occidental


al crear los caracteres y la prensa que permitirían obtener
varios ejemplares de un impreso, La Biblia el primero. (En
China, siglos antes, habían creado su legendario sistema
de escritura). Sin la imprenta, los conocimientos de la
Enciclopedia no se hubieran colectivizado y la Revolución
Francesa, y con ella el mundo occidental, fueran otra cosa;
quizá no se hubieran encaminado por la ruta de la razón
moderna, hoy por hoy tan cuestionada, piedra angular del
aprender a aprender.

137
El acceso a la lectura ha sido siempre restringido,
limitado a pocas personas y, a la fecha, existen millones
de analfabetas de origen en el mundo con todo y su
multimedia —hay otros muchos que leen sin comprender
a fondo la lectura—, a quienes podría considerarse como
analfabetas funcionales.

Con toda esta limitación, la lectura es el mejor mecanismo


para acceder al conocimiento presente y pasado de la
humanidad.

En el desarrollo de la vida de cada persona sucede algo


parecido en el mundo contemporáneo: aprendemos de la
vida los primeros años, luego nos obligan a ir a la escuela
donde aprendemos a leer. Una vez aprehendida la lecto
escritura, seguimos en la ruta durante el largo y sinuoso
camino de la escuela.

El autor de este escrito ha sido uno de esos afortunados


que desde pequeño adquirió el gusto por leer, y con
placer les contará enseguida esta aventura que continúa
viviéndose. Será producto de un ejercicio memorístico, ya
que no existen evidencias de lo que se cuenta. (Como lo
que se narra es parte de mi vida, me parece más apropiado
escribir en primera persona).

Los inicios. No recuerdo que aprender a leer y escribir


haya sido difícil cuando cursé la primaria (1962-1968) en la
escuela "Francisco I. Madero", allá en Escamillas; más bien,
me era muy fácil y grato leer las historietas que entonces
estaban de moda ante la inexistencia, en mi casa, de la
televisión, pero sí la competencia de la radio y el cine,
El valor de aprender

pues los temas preferidos de las historietas, la radio y el


cine, eran siempre los que tenían que ver con misterio y
aventura: radionovelas Chucho el Roto, Porfirio Cadena,
Rayo de Plata; películas de El Santo y otros luchadores, "de
balazos"; historietas de Kalimán, Tawa, Tarzán, Chanoc,
Memín Pinguín, y varios etcéteras en cada categoría.

Aprendí a leer en la escuela y con el acceso frecuente a las


historietas, luego más serias, como Los Supersabios, La

138
Familia Burrón —o a revistas como Siempre y Selecciones—,
me permitían mejorar mi lectura escolar.

La escuela y los libros no eran mi única fuente de aprendizaje.


Aprendía de la vida campesina, a cuidar las siembras, los
frutos, con el grupo de amigos en el río, cuando íbamos
al monte de cacería con perros y resorteras; en los juegos
infantiles callejeros, en el salón de clases, aprendía a vivir
los valores en la familia, en mi entorno campirano.

Bellos tiempos los de mi infancia que disfruté hasta que,


por recomendación de la directora de la escuela primaria, la
familia se fue a la ciudad para que yo estudiara secundaria.

Ir a la Escuela de Enseñanzas Especiales (EEE) de Mazatlán


significó conocer de la disciplina militaroide que imponía
la dirección de la institución, pero también la biblioteca,
donde tenía a la mano las revistas “Siempre”, ya antiguas,
con aquellas fotos de Fidel Castro y los guerrilleros que
tomaron el poder en Cuba.

Empecé a estudiar de noche y a trabajar en el día.


Despedido por faltista de la EEE, mientras terminaba la
secundaria nocturna en el Centro Escolar Rosales, empecé
a trabajar en el periódico mazatleco El Demócrata Sinaloense,
de entrada como repartidor, luego como ayudante del
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

linotipo, muy pronto como linotipista y luego reportero.


Llegó un momento en que combinaba los tres oficios:
repartidor, linotipista y reportero.

Algo curioso. En las Enseñanzas aprendí mecanografía y


taquigrafía. El teclado del linotipo era totalmente distinto
al "asdfg" mecanográfico. La mano izquierda se destinaba
a enviar el carro con las matrices de la cual saldría en
plomo fundido la línea de la columna periodística, y la
otra, el dedo gordo al espacio y los demás a las teclas que
en un primer bloque tenía las letras minúsculas, en otro
las mayúsculas y luego los números y los signos. Y aunque
aprendí muy bien la taquigrafía, jamás la usé fuera de la
escuela secundaria. Como reportero me inventé mi propia

139
"taquigrafía", ya que escribía garabatos que solamente yo
podía descifrar.

En la ciudad, el mejor acercamiento a la radio en los


setentas, causó un choque en mi gusto por la música,
pues mis canciones predilectas en el campo habían sido
las canciones rancheras, románticas o cumbias que
escuchaba en las películas o que los dueños del cine ponían
antes de la función para promover la cinta a exhibir.

Era la época de la música en inglés, del rock por la radio.


Fue tal mi afición por ella, que compraba las revistas
musicales para aprenderme las letras de las canciones en
inglés. Aunque no sabía a ciencia cierta lo que significaban,
tenía una pronunciación más o menos cercana. No
se comprendían los significados con esta lectura, el
aprendizaje era memorístico, pero el choque entre los
gustos musicales favoreció mi aprendizaje del inglés en la
escuela secundaria y niveles posteriores.

En este tránsito de la secundaria a la preparatoria inició mi


gusto y pasión por la literatura, sin renunciar a la que ya
tenía y siempre he tenido sobre la música.

El choque conceptual-cultural en el bachillerato

La novela o cuento corto "La Peste Escarlata y otros relatos",


que Jack London escribió en 1912, llegó quién sabe cómo a
mi casa. Se acompañaba de una autobiografía y cuatro
minicuentos... De ahí para adelante quedé atrapado un
poco con ese género de aventuras (Robin Hood), hasta
llegar a Homero, Cervantes, García Márquez y muchos
El valor de aprender

puntos intermedios y suspensivos, porque faltan infinidad


por mencionar y más por leer...

Sin dejar la lectura de cuentos y novelas, el ingreso a


la preparatoria nocturna "Rosales" de la Universidad
Autónoma de Sinaloa, en Culiacán, en 1972, significó un
choque conceptual en dos sentidos; y en ambos, la lectura
de comprensión jugaba un papel relevante.

140
La primera congestión conceptual vino con el
acercamiento a la literatura marxista, ortodoxa,
dogmática, acompañada de una militancia, que pasó
del marxismo leninismo a la simpatía por Trostsky y
Gramsci, sin dejar de lado el estalinismo y el maoísmo.
Esta ideología y el movimiento estudiantil me acercaron
a la filosofía y a la música de protesta, lo cual es hablar de
la canción latinoamericana, cantos de lucha, o canción
nueva. Música popular latinoamericana, para ser más
precisos.

La segunda fue que debido a mi inconstancia en el aula,


repetí año y el programa de bachillerato cambió de dos a
tres años, pero también, radicalmente, de contenidos: de
un programa tradicional en el que se impartía Cosmografía
y Etimologías grecolatinas, pasamos a un programa de
clara huella marxista con materias sobre materialismo
dialéctico e histórico, así como principios de economía y
sociología marxista.

En los choques conceptuales y culturales no había


triunfador, sino incorporación de nuevos conocimientos.
La consigna era aprender y aprender. Así lo dictaba la vida,
así que en cuanto a literatura, seguía leyendo cuentos y
novelas clásicos, y en la música, me seguía gustando lo José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
ranchero, pero también la música latinoamericana y la
música clásica.

Periodismo sin escuela versus comunicador


académico

Mi "afición" por el marxismo me llevó a la carrera de


Economía en la Escuela de Ciencias Sociales de la
Universidad Autónoma de Sinaloa (quería comprender a
fondo el capitalismo); pero, a la vez, el periodismo era mi
pasión y mi sostén económico, así es que con oportunidad,
una vez terminado el propedéutico, cambié a la carrera de
Comunicación, aunque no debidamente documentada
porque desapareció la documentación oficial en un
conflicto interuniversitario. Aun así, con materias no

141
cursadas y otras irregularidades, terminé mis estudios y
me consideraba comunicólogo.

En esa calidad de estudiante de la comunicación y con


alguna experiencia en el periodismo, fui testigo de la
relación conflictiva que se presentó algún tiempo entre los
"viejos lobos de mar" del periodismo y los recién egresados
de la Escuela de Comunicación de la UAS. Los "prácticos"
expertos descalificaban a los “teóricos” universitarios
porque no tenían la experiencia de ellos; y en cambio,
los universitarios cuestionaban a los experimentados
su carencia de fundamentos teóricos y de estudios
profesionales, pues había quienes ni siquiera contaban con
su primaria terminada. En mi caso, cubría tanto la parte
de la experiencia como la teórica, lo cual me enorgullecía y
me mantenía al margen de la "contienda".

Además, mi gusto por los idiomas me llevó a estudiar inglés


y francés de manera autodidacta y en instituciones como
la Alianza Francesa y el Centro de Idiomas de la UAS, en
este último obtuve mi certificado por tres años de estudio
en la lengua gala y en la inglesa.

Gracias al periodismo, aprendía de la vida. Como buen


periodista me convertí en un mil usos, aprendiz de todo y
profesional de nada; sobre todo porque cuando empecé
a trabajar de reportero en El Demócrata Sinaloense a
principio de los años setenta, un adolescente, era el único
reportero y cubría todas las fuentes (política, policiaca,
educativas, asistenciales, religiosas, etc.), de tal forma
que muy temprano salía de la calle Sixto Osuna, donde
se ubicaban oficinas y talleres del periódico, rumbo a la
El valor de aprender

variedad de oficinas que había en el Palacio Municipal


(la policía municipal, oficina de bomberos, Agencia del
Ministerio Público, Juzgado Penal y, claro, las oficinas del
municipio), luego hacia el Palacio Federal para obtener
noticias de Hacienda, policía y ministerio público federal,
oficinas educativas, Secretaría de Industria y Comercio,
Junta Federal de Mejoras Materiales; luego tomaba
hacia el muelle fiscal o avenida Alemán, donde, además

142
de las fuentes portuarias, estaban oficinas del gobierno
del estado: Tránsito y Transporte, Policía Judicial del
Estado, etcétera. En este enorme abanico generador de
conocimientos, estuve en varios periódicos, como La
Voz de Mazatlán (aunque aquí regresé por poco tiempo al
linotipo), Nuevo Diario, Noroeste, alternando con programas
en radio y en televisión.

El retorno a los estudios

Cumplido el ciclo periodístico, por cansancio y


aburrimiento, e imposibilitado para titularme en
Comunicación porque no tenía formalmente cubierto mi
bachillerato, en 1990 me regresé a estudiar la preparatoria
abierta, luego de una escaramuza de política electoral
cuando participé en las elecciones de 1991 para diputados
federal en un distrito que tenía a Mazatlán como cabecera.
También aquí se aprende, conocimientos de política,
derecho electoral, pero sobre todo a valorar a los seres
humanos en esta interacción social.

La preparatoria abierta significó una gran experiencia


de aprendizaje autodidacta, ya que no busqué asesoría
de ningún tipo durante mis estudios que duraron algo
así como once meses. Se solicitaban las materias y cada
determinado tiempo se hacían los exámenes. Las materias
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

no estaban seriadas y podría solicitarse la que se quisiera.


Así es que solicité primero las materias relacionadas con
las ciencias sociales y dejé para el final las de ciencias
naturales. Estuve a punto de tirar la toalla al final, en
especial con matemáticas, física y química, ya que las
reprobé una y otra vez, hasta que por fin obtuve mi
certificado.

Para mí, significó una gran proeza salir avante. Cuando nos
daban los resultados de los exámenes, constaté que entre
los estudiantes había un gran problema en el dominio
del idioma inglés, pues era alto el número de repitentes o
reprobados.

143
Inmediatamente, después de aprobadas todas las
materias y aún sin certificado de bachillerato, me inscribí
en el nocturno de la Escuela de Derecho de Mazatlán de
la Universidad Autónoma de Sinaloa. Una experiencia
agradable. Aunque ya era mayor de edad, nunca sentí
discriminación alguna por los jóvenes universitarios, a
quienes sí molestaba que yo me opusiera a esa obsesión
por hacer “puentes” y porque no hubiera clases los viernes,
en varios casos con el consentimiento abierto e hipócrita
de los docentes afines a los “viernes sociales”.

Con título en mano, inmediatamente me trasladé a la


ciudad de México para obtener mi cédula. Ya no estaba
dispuesto a repetir o a retroceder de nivel escolar por falta
de documentos.

Mi proyecto de vida era prepararme para ejercer mi


profesión, ya en la administración pública y, si no, de
manera privada, ser un abogado reconocido por mi
preparación, por mi honestidad, pero estaba claro que no
iba a ocurrir de inmediato, por ello acudí a la sede Mazatlán
de la Universidad Pedagógica Nacional, entonces bajo la
dirección de mi conocido y amigo Manuel León Cristerna, a
pedirle trabajo como maestro para ayudarme a completar
mis gastos de manutención, en tanto podía hacerlo como
abogado.

No había oportunidad como docente porque ya habían


hecho la programación para el ciclo en turno, pero me
ofreció trabajar en la biblioteca. Lo pensé un rato, no
mucho, y al día siguiente acepté entrar al ambiente
educativo y, poco a poco, irme alejando de los asuntos
El valor de aprender

jurídicos.

El ingreso a la biblioteca me abrió un espacio de reflexión.


El acercamiento al acervo bibliográfico me abrió los
ánimos para seguir estudiando, para aprender, para ir más
allá de los estudios profesionales, hacia el posgrado, hacia
una maestría.

144
Mi ingreso a la Maestría en Educación con Campo en
Formación Docente significó un fuerte golpe en la imagen
que tenía sobre mí mismo como persona preocupada por la
adquisición de conocimientos. Me explico: tenía la idea de
que era poco lo que podía aprender en la maestría por los
aprendizajes obtenidos en la vida, de forma autodidacta y
en la escuela luego de estudiar dos veces la preparatoria y
dos carreras, aunque sólo en una obtuve mi título.

Nada. Era exagerada la percepción sobre mis propios


conocimientos, pues la maestría significó un shock,
una verdadera congestión conceptual al enfrentarme a
conocimientos totalmente nuevos o a algunos que conocía
muy superficialmente y aquí se trataban en profundidad.

De pronto me presentan a autores desconocidos con


teorías y propuestas más desconocidas todavía: Que un
Piaget, un Vigotsky, un Ausubel, un Wallon hablando
de constructivismo, que un Skinner y un Watson, de
conductismo; que un Freire, un McLaren, un Giroux,
de Pedagogía Crítica. El conocimiento filosófico se
vuelve más ordenado cuando conoces la discusión
entre Popper y Kuhn y muchos otros sobre paradigmas
científicos, sobre positivismo, investigación cuantitativa,
investigación acción; hermenéutica y etnografía, teoría José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
crítica, pensamiento complejo de autores como Bourdieu,
Moscovici, Habermas, Edgar Morin y mil autores más
y mil conceptos más sobre la vida en general y sobre el
interactuar en la escuela, en las aulas, en particular. Un
caos que aún está por ordenarse.

Con todo ello, si te has de dedicar profesionalmente a la


docencia debes tener claro que la formación es continua,
durante toda la vida y esto se logra con estudios superiores,
como lo hice en mi caso con el estudio del doctorado en la
Escuela Normal de Sinaloa, con la asistencia a congresos y
eventos académicos.

Pero el aprendizaje principal, el más valioso, es el que se


obtiene de la enseñanza, de enfrentarse al alumno en el

145
salón de clases, de transmitir conocimientos, o de enseñar
a aprender a los estudiantes para que sean críticos y
reflexivos, algo que considero no está peleado entre sí.

Aprender a través de la enseñanza

Primeros pasos, Conalep. Había aprendido bastante


de la vida, por haberla vivido y gracias a las lecturas
desordenadas en mi existencia personal y a las que
obligadamente debía hacer en la escuela.

A este aprender de la vida, autodidacta y escolar de


maestro a alumno, debía agregar experiencias del
aprendizaje como maestro, el cual creo es el más firme, el
más sistemático y el que más huella deja en el ser.

A principios de los ochenta, Isabel Páez, coordinadora


académica, del Plantel II del Colegio Nacional de Educación
Profesional Técnica, me invitó a dar clases de Español,
Comunicación y de Taller de Lectura y Redacción. No tenía
preparación como maestro pero el requisito principal era
que se trabajara en el sector de la producción ligado a la
materia. Como complemento, se impartían al maestro
cursos de Introducción a la práctica docente, de Didáctica,
Educación y Docencia. Así comenzó mi formación como
maestro. Se trabajaba con el modelo conductista... El
programa que contenía los objetivos era más voluminoso
que la antología.

El Plantel II empezó a funcionar en marzo de 1981, por la


calle Rotarismo y Ejército Mexicano. Me tocó el cambio a
la calle Roosevelt, en el centro de la ciudad, en un edificio
que operaba como hotel, de nombre Papantla, al cual se
le hicieron sus adaptaciones para que funcionara como
El valor de aprender

institución educativa.

Los alumnos me respetaban y admiraban, pero al menos


un grupo de ellos dejó de hacerlo porque no les di permiso
para salir de clases para preparar el festejo del Día de la
Virgen de Guadalupe, más que nada al darle mis razones
de la negativa. Salí. Riccombeni siguió hasta 1993. Después
de él fue director Jorge Guillermo Franco Rodríguez.

146
Por algunos años me retiré del ambiente educativo y de
manera casual retorné a las aulas de Conalep, pero ahora
en el Plantel número 1. En la Sala de Prensa del Gobierno
del Estado, en Mazatlán, el reportero televisivo Juan
Manuel Ochoa comunicaba vía telefónica que no podría
impartir las materias que le tenían asignadas, por lo
tanto solicitaba lo suplieran... Le hice la señal de que me
propusiera. Se me aceptó y en 1994 reinicié como maestro.

Los cursos de formación eran más formales e intensos. Se


nos impartieron cursos sobre teorías de la educación con
un perfil constructivista, para una educación en valores
y aptitudes... luego llegaría la educación basada en
competencias. También nos capacitaron en habilidades
informáticas para docentes.

En esa época impartí las siguientes materias: Técnicas


de Investigación, Seminario de Titulación, Sistemas de
Calidad, Derecho Administrativo. Eduardo Medrano y
Enrique Ramos firmaban los contratos como testigos,
luego Enrique fue sustituido por Ciro Elisban Martínez.
Durante mi ingreso al Conalep I fungía como director
Guillermo Osuna Hi (antes estuvo Rubén Lizárraga), en
1996 Jorge L. Vargas Guardado quien, en septiembre de ese
mismo año, fue relevado por Jesús Óscar Peraza Zamudio. José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

Junto a la misión y visión de la institución, se señalan como


valores de la misma el respeto a la persona, compromiso
con la sociedad, responsabilidad, comunicación,
cooperación, mentalidad positiva, calidad, excelencia y
trabajo en equipo, algo que me sorprendió, pues era la
primera vez que me "enfrentaba" a los valores prescritos
institucionalmente y al trato con personas interesadas en
que se vivieran, se aplicaran. El reglamento también exigía
respeto, disciplina y otros valores que hacían agradable la
vida académica al interior del aula.

De las pesadillas también se aprende. ¿Qué tal eres para


la oratoria?, me preguntó el profesor Rafael Lizárraga
Zazueta, en aquel momento cuando me pedía que diera

147
clases en el Colegio El Pacífico del cual era director. Sería
1985.

No entendía el sentido de la pregunta. Le dije que no era


lo mío, pero me agradaba. Según él, yo necesitaba de la
oratoria para impartir la materia de Literatura en el Siglo
XVIII a un grupo de nivel preparatoria.

Creo que después lo entendí. Se trataba de un grupo de


alrededor de 80 alumnos, de clase media y alta, juniors
pues, a quienes había que hablarles con voz fuerte y
amenazante al momento de impartir la clase, pero
justamente por su condición de clase y por tratarse de
una escuela privada, los jóvenes se sentían con derecho de
hacer lo que les diera su regalada gana en clase.

La experiencia fue horrible. Acostumbrado al respeto a la


normatividad en Conalep Plantel II, de alumnos de clases
media y bajas, residentes en colonias “peligrosas”, nunca
imaginé que se impartieran clases en esas condiciones.
Nadie estudiaba, nadie ponía atención. Era igual con
todos los maestros, con excepción de “El Físico”, quien me
dijo que la solución era adoptar una conducta agresiva,
amenazante y de cumplir con las amenazas de expulsión,
de reprobar a los aguerridos.

Claro que eso no iba conmigo, pero cuando pregunté en la


dirección sobre la viabilidad de las amenazas, la respuesta
fue: “repruébelos, maestro. A todo el grupo si es necesario,
nada más respéteme a los de la banda de guerra y los que
están en algún equipo deportivo”.
El valor de aprender

Me resistía a amenazar, a reprobar, así que busqué


solución con un maestro amigo quien se comprometió a
ir al salón a decirme qué hacer, pero me insistía mucho
en “impostar la voz”, algo que no me quedaba muy claro.
Llegamos al salón y mi amigo maestro hablaba a los
alumnos con mucho boato y alta la voz —yo creo que eso
era impostar—. Nadie le hacía caso. Empezaba a gritar a
todo el grupo o a algún alumno en especial. Nada. Gritaba

148
con voz destemplada y terminó tirándoles con la caja de
los gises… Todo fue inútil.

Fue terrible. La tensión era inmensa. Por las noches sufría


de pesadillas. Soñaba que me enfrentaba a unos perros
feroces que me amenazaban. No les temía e iba a su
encuentro. Me brincaban, pero los tomaba por el cuello y
abría sus quijadas en un esfuerzo por rompérselas… El día
de la clase, entraba a la defensiva. Ganas tenía de llevar
conmigo un bat para reprender a quienes no me hicieran
caso.

Por fin cerré el semestre y descansé de tan ingrato


escenario académico asentado sobre el Cerro del Vigía
desde donde se ofrece una panorámica muy bella de Olas
Altas y del mar mazatleco.

Aprender de la enseñanza en profesional y posgrado.


Concluir la maestría en la Pedagógica fue la llave
para tener acceso a los salones de clase de distintas
instituciones, entre éstas la propia UPN, pero también
en escuelas particulares como la Náutica, la Universidad
del Desarrollo Profesional (UNIDEP), la Universidad
del Pacífico Norte (UNIP), la Universidad de Durango,
el Centro de Investigación e Innovación Educativa del
Noroeste (CIEN), el Instituto Cervantes del Pacífico, la
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

Escuela Normal de Especialización en el Estado de Sinaloa


(ENEES), la Escuela Normal de Sinaloa (ENS) la Escuela
Superior de las Bellas Artes "Chayito Garzón", La Academia
Estatal de Artes Francisco Martínez Cabrera y algunas
otras que se escapan a mi memoria.

Con excepción de la Náutica (y del colegio El Pacífico),


en las otras instituciones he trabajado en ambientes
educativos, principalmente licenciaturas, maestrías y
doctorados en educación, tanto en las escuelas públicas
como en las privadas. En esta institución, de corte
militaroide (la Náutica), me sorprendía que a la entrada
todos los alumnos se levantaban de sus sillas y respondían
con firmeza a mi saludo.

149
Se trabajaba con un programa con el que se pretendía
“humanizar” las carreras, de ahí que impartí materias
como filosofía, historia económica y desarrollo social,
etcétera, algo que se salía del programa general y de las
actividades de los estudiantes.

Entonces se había cancelado el internado, pero llegaban


muy temprano a la escuela y realizaban muchísima
actividad física que los agobiaba y entraban exhaustos al
salón de clase. Imagínense, en estas condiciones recibir
una clase de filosofía. Durante las clases ponían atención
unos pocos, pero el resto buscaba el momento propicio
para echarse la siesta. Al percibir lo anterior, les solicitaba
su atención durante la exposición de las clases y al terminar
“ordenaba” descanso a discreción y caían prácticamente
dormidos en la paleta de sus mesabancos.

Fue una experiencia interesante, distinta a la que


había vivido en otros planteles. No había un ambiente
pedagógico de crítica y reflexión, dadas las características
y las metas de la institución. Las órdenes se obedecían y
aunque estuve por alrededor de cuatro años en el aula,
siempre me quedaba sorprendido cuando al escuchar una
orden de corneta, salían corriendo en estampida del salón
de clases. Al ver mi sorpresa, algún alumno me explicaba
al paso: “es zafarrancho, profe”, una especie de simulacro
de emergencia en un barco... El zafarrancho.

De las instituciones públicas, debo decir que en la


Universidad Pedagógica, sede Mazatlán, recorrí todo el
plan curricular, pues impartí en las licenciaturas, pero
principalmente en los programas de maestría, ya en
El valor de aprender

Mazatlán, en Concordia y/o en Escuinapa. En la Escuela


Normal de Sinaloa y en la Escuela Normal de Especialización,
he tenido grandes y frecuentes oportunidades de trabajar
en maestría y doctorado, también en Mazatlán, Concordia
y Escuinapa.

En las instituciones particulares, también me he


desempeñado por varios años, en licenciatura y en

150
posgrado. Recuerdo gratamente a la Unidep, que se
manejaba con cuatrimestres y excelentes programas
en licenciaturas. Aquí aprendí a trabajar la educación a
distancia en plataforma, pues fui capacitado para ello,
incluso en cursos ofrecidos por la institución para el diseño
de curricular en esta modalidad.

La Unidep me dio mucha fortaleza, ya que además


de trabajar en licenciatura, me desempeñé con cierta
frecuencia como maestro en varios programas de maestría
y doctorado, en Mazatlán, Tepic y Acaponeta.

Y en todas las instituciones orientadas a la formación


docente, participé en los procesos de titulación, desde
asesorar y ser lector de documentos recepcionales hasta
fungir como sinodal en exámenes de titulación.

Continúo activo. No tengo ni he tenido planta laboral


en ninguna escuela, algo lamentable, pero la meta era
llegar a la cima de los estudios que ofrece el Sistema
Educativo Mexicano y en esa perspectiva, esta meta ha
sido alcanzada.

Entre lo aprendido y lo desaprendido. En mi trayectoria,


como estudiante y como docente, hay luces y sombras.
Como alumno, la guía fue siempre el gusto por estudiar
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

y aprender y el ambiente en que lo hice era siempre de


compañerismo, de solidaridad; como maestro, me he
apegado a la normalidad mínima que pedía Pablo Latapí:
preparar mis clases, asistir a la escuela y hacerlo con
puntualidad, en la idea de que los estudiantes hagan lo
propio: que estudien, asistan a clases y cumplan con sus
tareas.

Sin duda, ha sido más complejo y provechoso, para mí, ser


maestro que estudiante. Esto lo atribuyo, en primer lugar,
a que no tengo la vocación docente necesaria y a que
ingresé al medio sin una formación inicial sólida, la cual
se adquiere en la Escuela Normal o en las instituciones
formadoras y capacitadoras de docentes.

151
Al momento de poner estas experiencias en la balanza, debo
reconocer que ha habido momentos desagradables, sobre
todo en el aspecto burocrático, el bajo ingreso económico
por no contar con una base laboral, el mercantilismo de las
instituciones particulares, con los alumnos que le apuestan
al mayor bien con el mínimo esfuerzo. Pero, por encima de
todas estas arideces, debo reconocer que muchos son los
estudiantes que se esmeran, se sacrifican, dedican desde
su juventud todas sus energías al estudio para aprender,
a la superación para convertirse en docentes con temple,
prudentes, honestos y justos.

Vale la pena estudiar y ser maestro en México, enfrentar el


reto, así sea sólo por amor al estudio y a la adquisición de
conocimientos; con mayor razón, si en la meta final está la
transformación del mundo que se vive.
El valor de aprender

152
Aprendizajes en
contexto
Arturo Gutiérrez Olvera

C
on base en sus gustos e inquietudes literarias, y
también en sus preocupaciones como educador, el
maestro y amigo José Manuel Frías Sarmiento me
giró una invitación a participar, con una colaboración, en
la publicación de un libro que recogiera el pensamiento
de los académicos en torno al tema “El valor de aprender”.
El motivo del interés por este tópico radica —creo yo,
derivado de los argumentos esgrimidos por el maestro
Frías— en las actitudes displicentes de los alumnos frente
a los conocimientos que impone la institución escolar, es
decir, a las resistencias que oponen a los aprendizajes.
Inicialmente me negué a colaborar aduciendo con
sinceridad que, debido a estar más de una década retirado
del ámbito educativo y académico, no tendría mucho
que aportar en esta reflexión colectiva sobre el tema
mencionado. Sin embargo, el maestro Frías, apelando a mi
ego (“…la visión, el vibrato personal de un trabajador de la
educación en sus roles de alumno, profesor, investigador,
administrador y asesor educativo, sería un lujo con el
cual engalanaríamos este libro…”) me convenció para

153
colaborar con el presente texto. No creo que estas notan
vayan a “engalanar este libro”, como dice el maestro
Frías, simplemente las considero mi modesto aporte a la
reflexión propuesta.

¿Cómo aprenden los alumnos ahora y cómo aprendían


antes? ¿Por qué ahora los alumnos muestran tanto
desinterés por el aprendizaje escolar? ¿Qué está pasando
con los aprendizajes escolares? Éstas son algunas de las
interrogantes centrales que plantea el maestro Frías
para que guíen el proceso reflexivo de los colaboradores.
A partir de la obviedad de que el hecho educativo es un
fenómeno complejo, y complejos también los procesos
mediante los cuales se da la construcción y apropiación
del conocimiento por los aprendices, en este trabajo no
pretendo teorizar al respecto, sólo dejar sentado que el
aprendizaje depende de múltiples factores, entre los que
se pueden señalar el contexto escolar e institucional, el
contexto socioeconómico, la formación, experiencia y
nivel de compromiso de los docentes, el origen social y
cultural de los alumnos, sus expectativas de vida, etcétera.
La afirmación de que los estudiantes de ahora no se
interesan por aprender o que no aprenden, debe tomarse
con la debida relatividad puesto que aunque no aprenden
lo que los docentes quieren y como los docentes quieren,
sí lo hacen, pero a partir de los contenidos que a ellos —
los estudiantes— les interesan, y lo hacen, esencialmente,
por medio de las modernas herramientas tecnológicas
hoy puestas a su alcance. A partir de estas premisas, sin
hacer una revisión exhaustiva del tema ni mucho menos,
y acudiendo al “arcón de los recuerdos”, simplemente me
El valor de aprender

permito presentar a la atención de los lectores algunas


narraciones referidas a hechos pedagógicos en las que,
de entrada, se da cuenta de la complejidad de la realidad
educativa y en las que, también, se manifiestan los asuntos
propios del aprendizaje escolar y las diferentes formas que
éste adopta. Veamos pues.

Primera: Un estudiante del último grado de la Normal


hacía sus prácticas pedagógicas intensivas en un

154
pequeño poblado, distante unos 15 ó 20 kilómetros del
lugar donde se ubicaba la Escuela Normal de la que era
alumno. Las realizaba, como se estilaba en ese entonces
con los estudiantes que estaban a punto de egresar como
maestros, en un grupo de primer grado de educación
primaria. La asignatura en la que se inscribían las
prácticas referidas era una que se titulaba “Técnicas de la
Enseñanza”, en cuyos contenidos se revisaba un conjunto
de técnicas, metodologías y estrategias didácticas de las
que el docente podría echar mano en el ejercicio de su
profesión. Los profesores titulares de dicha asignatura
eran, pues, los encargados de supervisar y evaluar, in situ,
el trabajo de los practicantes.

El día que la profesora titular de la materia —una maestra


de apariencia huraña y poco amigable— iba a hacer la
visita supervisora y evaluadora de rigor, el estudiante
practicante, no obstante tratar de hacer uso del arsenal
didáctico aprendido en las aulas de la Normal, no podía dar
cauce a su trabajo pedagógico, y el descontrol y anarquía
de su grupo eran evidentes. En ésas estaba cuando, a
través de los ventanales del salón de clases, divisó a lo lejos
el vehículo en que se transportaba su profesora, mismo
que se acercaba rápidamente. Lo invadió la angustia
porque en unos momentos estaría siendo evaluado y se
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

sentía impotente para conducir a su grupo por los cánones


establecidos. Entonces se le ocurrió dirigirse a sus alumnos
más o menos en los términos siguientes: “¡Niños, pongan
atención por favor! Dentro de un ratito va a venir a este
salón una señora. Viene a ver cómo se portan ustedes y a
todo el que se esté portando mal se lo va a llevar”.

A los dos o tres minutos de que el practicante hizo la


anterior advertencia, entró la maestra al salón de clases.
Todos los niños, en absoluto silencio, miraron expectantes
su hosca figura. El practicante continuó con el desarrollo
de su clase con la mayor naturalidad posible, mientras
los niños eran mudos testigos del evento que ahí se
estaba desarrollando. Después de una estancia de 15 ó 20
minutos la maestra se retiró, despidiéndose de los niños y

155
felicitando al estudiante por “lo bien” que estaba llevando
a cabo su práctica escolar. Al final, también el practicante
felicitó a sus alumnos por su “colaboración” para ayudarlo
a salir de su trance evaluatorio.

Segunda: Un par de profesores, adscritos a uno de los


departamentos de educación primaria de la Secretaría
de Educación Pública y Cultura de Sinaloa, realizaba una
visita de supervisión a varias escuelas de la región serrana
del municipio de Badiraguato. Las visitas tenían qué ver
con el desarrollo de programas compensatorios que la SEP
aplicaba en las escuelas de las comunidades rurales más
alejadas y marginadas. Después de una caminata de poco
más de tres horas desde el poblado vecino, los profesores
llegaron a la comunidad más alejada, distante sólo un
kilómetro de los límites con el estado de Chihuahua. Lucía
desolada, como la mayoría de los pueblos de la sierra; sin
embargo, en el patio de una de las primeras casas, bajo
una ramada, se hallaba un grupo de lugareños sentados
alrededor de una rústica mesa de madera jugando a la
baraja. A los profesores visitantes les llamó la atención
que la mayoría de ellos, vestidos como el común de los
campesinos de la región —sombrero de palma, camisa
de manga larga, huaraches de cuero—, llevaran la camisa
desfajada para ocultar la pistola encajada en la cintura.

Después del saludo verbal, los profesores preguntaron


por el sitio donde se encontraba la escuela del lugar, a lo
que uno de los jugadores de baraja —joven menor de 30
años, sombrero, huaraches, camisa desfajada y pistola
al cinto— contestó diciendo que “allí arribita, nomás al
doblar la vereda”. Al llegar a la escuela, los visitantes se
El valor de aprender

encontraron, en uno de los dos salones, con un grupo de


niños que se apilaba alrededor de una muchacha joven
que les enseñaba una manualidad. Cuando oyeron que
uno de los niños se dirigía a la joven como “la profe” se
sorprendieron porque ellos esperaban encontrar a un
profesor, puesto que los registros oficiales que llevaban
de su departamento consignaban que en esa comunidad
trabajaba un maestro de nombre fulano de tal.

156
Al preguntar a la supuesta profesora qué hacía ella en la
escuela, contestó que en efecto, el profesor era su esposo
y que ella —de manera económica— atendía a los alumnos
aún sin tener la formación ni la licencia, requeridas para
ello. Les dijo, además, que su esposo, el profesor oficial, en
esos momentos se encontraba jugando a la baraja con un
grupo de amigos del poblado. Resultó que quien les había
indicado dónde estaba la escuela era el susodicho profesor.
Después los visitantes se enteraron por otras fuentes que
el docente ya tenía varios años “laborando” en ese lugar
—se había logrado el milagro de su arraigo—, y que se
dedicaba a la misma actividad que realizaba la mayoría de
los lugareños, razón por la que andaba armado, vestía y se
comportaba como ellos.

Tercera: Nayarit es un estado que, por su situación


geográfica, tiene gran parte de su territorio atravesado
por la Sierra Madre Occidental. Esta condición origina
que la población que habita en la serranía se encuentre
aislada y con altos niveles de marginalidad. Los principales
pobladores de esa región son los grupos indígenas (coras,
huicholes, y tepehuanos) que desde hace décadas, tal vez
siglos, han sido empujados a vivir en el aislamiento y el
abandono.
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
En una Escuela Normal de ese estado que funcionaba
con sistema de internado, en cierto momento se tomó
la decisión de traer a jóvenes indígenas a formarse en
ella bajo el argumento de que, siendo originarios de
aquellos pueblos, teniendo su misma lengua, mismos
valores, misma cosmovisión, sería mucho más pertinente
que una vez formados regresaran con los suyos a
desarrollar su trabajo docente. Se hicieron las gestiones
correspondientes y finalmente se logró que un indígena
cora, de nombre Asunción, ingresara a la Normal. En
general, fue bien recibido por los demás estudiantes,
aunque al principio era visto con cierta curiosidad.
Mientras tanto Chonito —así lo llamaron desde el inicio
sus compañeros— se paseaba por los rincones del plantel
con todo y su atuendo indígena, tratando de adaptarse

157
a su nuevo ambiente. Con el paso del tiempo, como era
de esperarse, Chonito fue experimentando cambios en
su personalidad. Lo primero que hizo en su proceso de
adaptación a la cultura hegemónica, fue abandonar los
tradicionales cotón y calzón blancos de manta bordada
—indumentaria característica de su grupo étnico— y
sustituirlos por la típica vestimenta de los destinatarios
legítimos, tal como designa Pierre Bourdieu a quienes
pertenecen o están más cerca de la cultura que impone la
escuela. No obstante sus rasgos físicos —éstos sí difíciles
de cambiar— la figura de Chonito paulatinamente se fue
diluyendo en el paisaje escolar.

Pasaron los semestres y los años, y una vez que Chonito


hubo concluido su educación normal no quiso, por nada del
mundo, regresar a sus orígenes a trabajar como docente.
El mundo urbano, con sus comodidades y servicios, había
ejercido su embrujo sobre el otrora indígena Chonito. Al fin
que sus antiguos hermanos de raza y cultura se las podían
arreglar perfectamente sin él.

Cuarta: El director entró de manera intempestiva al


aula de 4° grado. Era una escuela primaria en la Colonia
Infonavit Humaya de la ciudad de Culiacán, en donde
el profesor del grupo, en el turno vespertino, en ese
momento, desarrollaba su clase abordando un tema
del área de matemáticas. Al verlo entrar, los cuarenta y
tantos alumnos que conformaban el grupo se pusieron
de pie recitando en voz alta el consabido “buenas tardes,
señor director”. “Buenas tardes”, respondió el director,
“siéntense”. El maestro del grupo, sorprendido por su
repentina llegada, se preguntaba qué asunto iría a tratar el
El valor de aprender

director que ni siquiera había pedido permiso para entrar,


interrumpiendo la clase.

En cuanto el director se dirigió a uno de los alumnos, el


maestro se dio cuenta de cuál era el móvil de su visita.
Resulta que el director del turno matutino en aquel
plantel, quien además era el que manejaba políticamente
la delegación sindical respectiva y compadre del director

158
del turno vespertino, había decidido cambiar su otra plaza
—que desempeñaba en otra delegación sindical— para
tener ambas en el mismo plantel y así disponer de mejores
condiciones para ejercer el control político-sindical al
servicio del SNTE. En vista de que ya iba avanzado el
ciclo escolar —era a principios del mes de diciembre—, la
estrategia que para ello siguieron los directores compadres
fue dividir el único grupo de 5° grado en dos para crearle el
suyo al director del turno matutino. Sin embargo, había
un pequeño problema, el 5° grado era poco numeroso —
menos de 40 alumnos— y al partirlo quedarían dos grupos
demasiado reducidos, razón por la cual el compadre
vespertino decidió “completar” con alumnos de 4° año.

“A ver, tú, ponte de pie”, dijo el director, dirigiéndose a


Óscar, un niño robusto, tranquilo y bonachón, el más alto
del grupo. Óscar, un poco confundido, obedeció la orden.
A continuación le soltó a bocajarro: “¿quieres irte a 5° año?”
Óscar, aún más confundido, de momento no supo qué
contestar, pero una vez asimilada la oferta, respondió:
“sí”. (Nótese que el director, para proponerle a Óscar su
promoción de 4° a 5°, utilizó como “criterio pedagógico” la
estatura de éste). “Vente pues, agarra tus cosas y vente”,
le dijo el director. “¿Ya, ahorita?”, balbuceó el niño. “Sí, ya,
ahorita, vente para llevarte con tus nuevos compañeros
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

de 5°”, replicó el director. En el grupo se produjo un silencio


tenso, al tiempo que Óscar recogía sus útiles escolares y el
director lo esperaba en el frente del aula. Con paso lento,
Óscar se encaminó hacia la salida detrás del director, pero
al llegar a la puerta dio media vuelta, regresándose a su
pupitre. Al percatarse de ello el director le espetó: “¿qué
pasa, por qué te regresas, no te quieres ir a 5°?”. “No”,
contestó el alumno. “¿Por qué no?, preguntó el director.
“Porque aquí tengo a todos mis amigos”, dijo Óscar al
tiempo que en su rostro se dibujaba una imagen de
satisfacción y felicidad por la decisión tomada.

Hasta aquí, la narración de estas cuatro estampas


pedagógicas. Cada lector sacará sus propias conclusiones
acerca de los fenómenos educativos que en ellas se abordan

159
y de las formas y modalidades que asumen los procesos
de aprendizaje que intrínsecamente se generan. Por
ejemplo, en la primera, es de destacarse la inexperiencia
didáctica del practicante en formación para conducir de
manera adecuada el proceso de enseñanza-aprendizaje,
por lo que se ve obligado a recurrir a una estratagema
poco ortodoxa para salir más o menos bien librado de la
visita de supervisión. En la segunda, es claramente notorio
cómo los aprendizajes escolares están fuertemente
determinados por el contexto en que se desarrollan; es
decir, ante la lejanía y el abandono en que se encuentran
muchísimas comunidades en nuestro estado y en el país,
los niños aprenden “lo que sea y como sea”. La tercera
nos muestra un fenómeno un tanto raro de aprendizaje
“transculturizador”, en el sentido que el sujeto en cuestión
se adapta por la vía de la educación a un nuevo entorno
cultural, negándose a regresar a su ambiente originario.
Y, finalmente, en la cuarta, el rasgo sobresaliente es
cómo el aprendizaje escolar se supedita a los intereses
de dominancia y control políticos que las organizaciones
sindicales —en este caso el SNTE— han ejercido sobre
los trabajadores de la educación, minusvaluando la
formación académica de los alumnos. En fin, como ya
se ha señalado, el fenómeno de los aprendizajes es muy
complejo y se puede abordar desde diferentes miradas y
perspectivas; sin embargo, considero que para acercarse
a él es necesario siempre considerar el contexto específico
en que se genera; y, en la actualidad, no debe perderse de
vista la irrupción y la poderosa influencia que ejercen las
nuevas tecnologías en todas las formas de aprendizaje.
El valor de aprender

160
Aprendizajes
informales en la
docencia primaria
Alfredo Zañudo Mariscal

A
penas frisaba los 20 años cuando me inicié, de
manera oficial, en las filas del magisterio. Ésta me
pareció una excelente opción, debido a que personas
conocidas me comentaban que salían con un trabajo
seguro, que los maestros tenían muchas vacaciones y
varias prestaciones que les permitían, si bien no vivir como
ricos, al menos sí de manera holgada para mantener una
familia.

Estos comentarios, aunados a las condiciones tan


precarias en las que estudié la secundaria por no contar
con el soporte económico que brinda la figura paterna,
fueron decisivos para animarme a estudiar en la Escuela
Normal de Sinaloa.

Los aprendizajes en la Normal fueron, la mayoría de las


veces, muy teóricos. No correspondían a la realidad a la
que me enfrentaba las pocas veces que salía a realizar
la práctica docente, debido a que los maestros que me
daban los cursos tenían mucho tiempo de haber dejado las

161
aulas de primaria, y poco podían aportar de su experiencia
para resolver los problemas a los que me iba a enfrentar en
otros contextos, por ejemplo, los rurales.

El tiempo siguió su curso. Pasaron cuatro largos años, (que


por la edad que tengo ahora se me hacen muy cortos),
cuando obtuve mi plaza para irme a ejercer la labor
docente.

Al principio me asaltaron varias dudas. Por ejemplo, ¿cómo


llegar a Mocorito, para presentarme en la supervisión si
nunca había salido de mi pueblo natal; y de la ciudad de
Culiacán apenas conocía parte del centro histórico? Otra
duda fue, ¿hasta dónde me iban a mandar a trabajar?
porque las supervisiones escolares tienen a su cargo varias
escuelas de diferentes comunidades que se encuentran a
grandes distancias de la cabecera municipal.

En la Supervisión Escolar me asignaron a la comunidad


de Santa Rita, Badiraguato. Lo único que me comentaron
para poder llegar, es que podía irme en el tranvía que
salía de Guamúchil, o, bien, en avioneta. Y con ello me
asaltaron más dudas y desesperación. ¿Qué tan lejos
estaba Santa Rita? ¿En qué tipo de contexto iba a convivir
y si mi comportamiento iba a ser el idóneo o bien visto por
las personas de la comunidad? ¿Me sentía bien capacitado
para sacar adelante un grupo de primaria? ¿Cómo podía
enfrentar a los padres de familia?

El asunto es que, de pronto, me vi en un bosque de


coníferas que solamente conocía en algunas películas de
la televisión.
El valor de aprender

Cómo olvidar aquel consejo de doña Verónica cuando, a


finales de agosto de 1980, llegué a su casa, porque hasta
ahí me llevó el raite (entre comillas, porque tuve que
pagarlo) que me dieron en Surutato para llegar Santa Rita.

--Maestro, siga la carretera, ella solita lo llevará hasta


Santa Rita. No se salga de ella, porque si lo hace se va a
perder entre los pinos.

162
Al ir avanzando buscaba la carretera como la tenía
contextualizada en el interior de mi mente. Pero pronto
me di cuenta y llegué a reflexionar, (o bien no sé si a
desaprender lo que ya había aprendido sobre los términos
carretera y raite), que la carretera a la que se refería doña
Verónica era un camino de terracería por el que a veces
solamente podía pasar un carro.

El aprender a aprender, de acuerdo a Rosa María


Torres, remite a que no nada más es necesario aprender
contenidos, sino necesidades básicas de aprendizaje.
Por lo tanto, ante la situación que se me presentó, fue
necesario un cambio de mis esquemas mentales ante los
términos mencionados anteriormente.

Los pinos, ubicados a los lados del camino, me invitaban


a hacer caso omiso al consejo de doña Verónica. Por lo
que en algunos tramos me fui por las veredas paralelas al
camino de terracería.

Fue una experiencia maravillosa caminar bajo los pinos.


Aunque en más de alguna ocasión rodé hacia el camino
debido a la paja que sueltan las coníferas, la cual tapizaba
el suelo y no me provocaba ningún daño al caer.

Más adelante, tuve la oportunidad de mitigar la sed en un


José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

venero de agua fresca y cristalina ubicado a la orilla del


camino.

Después de pasar por los ranchos de La Mesa del Fierro, El


Madroños y El Ojito, quedaron atrás los pinares, porque
fui descendiendo hasta llegar, por fin, a Santa Rita. En las
primeras casas pregunté por el comisario quien me dio la
bienvenida y me buscó alojamiento en la comunidad.

El estar por primera vez fuera de casa, en un contexto


totalmente desconocido no hicieron mella en un servidor,
al contrario sirvió para reflexionar acerca de cuál iba a
ser mi proceder y forma de comportarme en ese rancho
en el que, (pronto desaprendí), que como era temporada
de lluvias, la mayoría de los niños se encontraban con

163
sus familias en las partes altas de los cerros: ordeñando
el ganado y elaborando quesos y cuajadas que servían
para el consumo familiar o, bien, para obtener un precario
ingreso económico.

A los tres días de estar instalado en la comunidad, llegaron


otros tres compañeros maestros. Aquí se sintió un temor
evidente, a la hora de la asignación de grupos pues nadie
queríamos trabajar con primer grado. Al no ponernos de
acuerdo, decidimos rifarlo y para buena o mala suerte salí
beneficiado con este grado.

Decidí entonces, como todo profesional de la educación,


poner en práctica las enseñanzas recibidas en la Normal
de Sinaloa con respecto al método Global de Análisis
Estructural. Para ello viví el proceso de los ejercicios
de maduración y, posteriormente, realizaba con mis
20 alumnos el análisis de enunciados, por ejemplo, La
manzana es roja, la sandía es dulce, la cecina es salada
etcétera.

Cuando consideraba que la mayoría de los alumnos


dominaban esta etapa, pasaba a la siguiente que consistía
en el análisis de palabras dentro del enunciado y, luego,
realizar el análisis de sílabas dentro de las palabras

A pesar de haberme esmerado para que los alumnos


aprendieran a leer y escribir, mi temor al fracaso como
maestro se acrecentó cuando, para inicios de febrero, un
alumno nada más sabía leer.

En este sentido, fue necesario pedirle ayuda al compañero


El valor de aprender

Francisco, quien me aventajaba con un año de servicio y,


además, estaba comisionado como director de la escuela,
sobre cómo podía hacerle para sacar adelante a los
alumnos de primero. Él me recomendó mandar comprar
el libro mágico a Guamúchil, ya que su compañera del
ciclo escolar pasado con ese libro había salido adelante en
primer grado.

164
Fue de esta manera que, en los siguientes meses restantes
del ciclo escolar, abandoné el Método Global de Análisis
Estructural y me cobijé bajo una especie de eclecticismo,
donde los alumnos identificaron vocales y consonantes;
después leyeron todo tipo de sílabas y empezaron a leer,
algunos silabeando, pero logré salir adelante, en mi primer
año de servicio, gracias al famoso Libro Mágico.

Fueron muy bonitas y agradables las experiencias vividas,


las cuales disiparon mis temores como docente; aún y con
todas las incomodidades que significaba viajar de 18 a 20
horas en el tranvía cuando bajaba a Guamúchil o subía a
Santa Rita, como decían los lugareños.

Otra situación que favoreció mi labor docente, fueron los


padres de familia de la comunidad, ya que nos brindaron
aprecio y respeto por la investidura que teníamos. Como
prueba de ello, constantemente nos invitaban a comer o
cenar, (mínimamente frijoles con queso, acompañados
con tortillas de harina) en diferentes casas de la comunidad.

Actualmente, ya pasaron 36 años de la experiencia


narrada. Sin embargo, desde hace 6 años, he tenido la
fortuna de regresar en cuatro ocasiones a Santa Rita.

En esta visitas me di cuenta, con gran beneplácito, de algo


José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

que no ha cambiado: esto es la amabilidad y la hospitalidad


de la mayoría de sus habitantes, quienes con el sólo hecho
de saber que fui maestro en la comunidad, me brindaron
su amistad y confianza y me invitan a que los visite más
seguido.

Éste fue el primer año de mi profesión docente. Considero


que fue el mejor, en el sentido de aprender de manera
sencilla y a través de ejemplos, sobre las formas de
comportamiento y de valores arraigados en esta
comunidad en la que, la mayoría de los padres de familia,
me demostraron que creen ciegamente en los maestros,
en los que depositan su confianza y a sus hijos para
generar en ellos aprendizajes formales que, en un futuro

165
no lejano, les permitan solucionar diversos problemas que
se les presenten en su vida diaria.

Segunda etapa: asesor de UPES

Ser asesor de la Universidad Pedagógica del Estado


de Sinaloa, sobre todo en contextos rurales brinda la
oportunidad de interactuar con jóvenes y adultos que
aspiran a titularse en la licenciatura en educación primaria.

Esta situación la viví cuando el director de la Universidad


Pedagógica Nacional, actualmente UPES, me invitó
a incorporarme a la planta docente que iba a brindar
asesoría cada quince días a la comunidad de Surutato,
Badiraguato.

Lo primero que vino a mi mente fue la comunidad de


Santa Rita, porque pertenece a Surutato. Lo segundo fue
que si aceptaba iba a tener la oportunidad de conocer
otros terrenos de la geografía sinaloense, porque ya no
iba a realizar el mismo recorrido que cuando inicié como
maestro de grupo.

Sin embargo, cuando me comentaron que los alumnos


de la licenciatura iban a ser los maestros del Centro de
Estudios Justo Sierra, mejor conocido como CEJUS, me
entró una zozobra y empecé a realizar las siguientes
reflexiones:

¿Estaré preparado para brindar asesoría a maestros que,


si bien no contaban con el título de licenciatura, algunos
de ellos habían recibido capacitación a nivel nacional y en
otros países sobre pedagogía y educación comunitaria?
El valor de aprender

¿Qué estrategias didácticas serían las más adecuadas


para brindar la asesoría?

¿Mi léxico sería suficiente como para convencerlos del rol


que estaba desempeñando?

¿Serán suficientes las 3 horas cada quincena o me sobrará


tiempo para realizar la asesoría?

166
Acepté este compromiso porque pensé que sería todo
un reto el estar frente a grupo con otro tipo de alumnos,
ya que en los cursos anteriores de UPN nada más me
había tocado dar clases a jóvenes recién egresados del
bachillerato.

Para ir los sábados cada 15 días a Surutato, teníamos que


salir de Culiacán a la 5 de la mañana para poder llegar a las 8
am. Fue una experiencia maravillosa el ver cómo, cada vez
que se iba subiendo la sierra, la flora del lugar empezaba a
cambiar. Primero quedó atrás la selva de hoja caducifolia
formada por árboles de vinolos, mezquites, guamúchiles y
brasil etcétera.

Después, fue posible observar otro aspecto del paisaje


compuesto por árboles de mauto, roble y tepehuaje,
seguidos más adelante por madroños y encinos.

El paisaje que aparecía, conforme nos adentrábamos en la


sierra, sirvió de inspiración para el siguiente verso:

Ánimo, sin detenernos,

Marchemos con entereza,

Para disfrutar la magia,


José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

De esta gran Naturaleza.

Pero más adelante, fascinado por el bosque de coníferas,


respiré profundamente el olor de los pinos y me salió esta
estrofa:

Y, ya estando en la altura,

Que nos importe un comino,

Respiremos a placer

El aroma de los pinos.

167
Por fin llegamos a Surutato. Cuando empecé a brindar la
asesoría en el CEJUS me brindó confianza el que todos los
alumnos sin excepción, me saludaran de mano y otros de
abrazo, aún sin conocerme. También me llamó la atención
que era un grupo muy heterogéneo, en cuanto a edades y,
obviamente, a experiencia de trabajo docente.

Esta situación me obligaba a prepararme más para la


asesoría. Por ejemplo, buscaba información del tema en la
biblioteca de la UPN o en internet y preparaba diapositivas
o, bien, en ocasiones, llevaba algún video. A veces, primero
les solicitaba que comentaran lo que entendieron de las
lecturas de la antología. Se observaba fácilmente cuando
alguno de los alumnos de más edad no leía sobre el tema
porque participaban comentando más de la experiencia,
pero sin hacer relación con la teoría. Esto lo aprovechaba
para cuestionar a los jóvenes y que se animaran expresar
sus puntos de vista. Posteriormente, complementaba el
tema socializando la información que había investigado.
En otras sesiones, empezaba realizando cuestionamientos
directos sobre la lectura dejada de tarea.

Esto me permitió reconocer las cualidades humanas


de algunos de ellos, cuando con humildad, reconocían
plenamente que no había tenido la oportunidad de leer,
debido a las múltiples labores que desempeñaba en el
CEJUS.

Otra sorpresa que me llevé fue en los cursos de grupos en


la escuela e institución escolar, cuando, en algunos de los
temas, los alumnos establecían la relación entre teoría y
práctica.
El valor de aprender

Aprendí de ellos, cuando comentaron que en el CEJUS, sobre


todo en el nivel de secundaria, trabajaban por proyectos a
partir de situaciones problemáticas. Que la educación la
desarrollaban por grupos multiedad (alumnos de primero,
segundo y tercero en el mismo grupo) coordinados por
un maestro. Así aprendían unos de otros y fortalecían
su esquema de valores humanos al convivir de manera
grupal.

168
Comentaron que los alumnos diseñaban su propio camino
de aprendizaje, y en relación con los libros de texto, cada
quien planeaba la manera de avanzar de manera libre,
semanal y mensual. Que las evidencias de estos avances
se presentaban al docente responsable del grupo, ante sus
compañeros y ante los padres de familia en asamblea.

Otra situación que me llamó la atención es que en el CEJUS


no existen conserjes o intendentes. Los alumnos están
organizados bajo brigadas de trabajo (integradas por
alumnos de 1°, 2° y 3°) quienes están bajo la coordinación de
un alumno de bachillerato, para realizar la limpieza en los
dormitorios, participar en la preparación de los alimentos,
darle de comer a los animales y realizar reparaciones del
albergue escolar.

Debido a los comentarios anteriores sentí la necesidad


de aprender más sobre la finalidad o propósitos de la
educación comunitaria. En ese sentido, investigué en la
red y encontré este texto escrito por un docente del CEJUS:
“La educación comunitaria, se fundamenta en las
inquietudes y deseos de superación de los propios
pobladores; ésta toma al hombre tal como se encuentra
en su medio natural y le ayuda a identificar sus problemas,
a comprenderlos y le sirve de guía mediante una formación
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

que le permita resolverlos, valiéndose de sus propias


fuerzas y recursos de los que dispone.
"Es integral ya que incluye a los niños, a los jóvenes y a
los adultos, hombres y mujeres. Así como a su hogar,
su economía, la recreación y la salud, como aspectos
fundamentales del desarrollo comunitario, ya que el fin
no es la educación misma, sino que ésta, es el medio para
lograr el futuro deseado de la comunidad.
"Dentro de la educación comunitaria, la escuela se concibe
como parte real de la vida ante la comunidad”.

Los aprendizajes obtenidos me hicieron reflexionar acerca


de lo trascendental que es vincular la escuela con la
comunidad porque los estudiantes, además de desarrollar

169
un programa de estudios formal, analizan problemas
específicos de la región y les buscan solución de manera
conjunta.

Otra de las sesiones que me quedó bien grabada en la


mente, fue en el curso de Alternativas para la enseñanza
- aprendizaje de la lengua en el aula, cuando realizamos
una actividad de lectura y escritura. Para ello empecé
formando equipos y les distribuí copias de algunos textos
de El Redactor, una revista del Taller de Redacción Libre y
Creativa de la Unidad Culiacán de la UPES, coordinada por
el Maestro José Manuel Frías Sarmiento.

Me sorprendió gratamente el equipo que leyó y comentó


el texto Carta a mi Padre (escrito por un servidor), porque
a algunos les impactó y describieron oralmente y por
escrito situaciones apegadas a la realidad, por las que
consideraban que había pasado el autor del escrito
(porque lo fotocopié sin nombre) y que se atrevió a darlas
a conocer en este texto.

Conforme avanzaban los semestres, hubo necesidad


de buscar dónde se documentaran los alumnos sobre el
tema objeto de estudio, ya que la mayoría de libros de la
biblioteca del CEJUS son de carácter meramente técnicos
y científico.

Para ello fue necesario trasladarse a otra parte más alta


de la sierra, concretamente en la comunidad del Puchero,
en la sala de juntas que tiene el ingeniero José Antonio
Malacón, quien amablemente puso a nuestra disposición
El valor de aprender

este espacio y su biblioteca, por cierto muy completa


en cuanto a libros de carácter científico y educativo. El
propósito de ese día fue que los alumnos investigaran en la
biblioteca y pudieran encontrar material bibliográfico que
les apoyaran en la concreción de su marco teórico.

Me sorprendió encontrar libros con investigaciones


educativas de autores reconocidos por ejemplo Frida Díaz

170
Barriga, Laura Frade, Pablo Latapí y Fernando Savater,
entre otros.

Tuve la oportunidad de conversar con el ingeniero Malacón.


Me causó buena impresión, porque es una persona muy
humilde que no manifiesta se le haya subido el poder, a
pesar de los puestos públicos que ha ejercido; además, se
ha ganado el respeto y cariño de los habitantes de Surutato
y alrededores, debido a la gran obra educativa y de trabajo
comunitario que ha desarrollado en esta región.

Actualmente, han transcurrido 6 años de haber


emprendido esta aventura pedagógica, la cual me dejó
grandes aprendizajes, sobre todo relacionados con valores
morales. Además, la convivencia con alumnos jóvenes y no
tan jóvenes dio la pauta para que surgieran los siguientes
versos:

Surutato es muy tranquilo,


Se los digo de verdad,
Donde pueden descansar
Del smog de la ciudad.
Por último les comento,
Sean turistas o docentes
Visiten este remanso, José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
De la tierra sinaloense.

171
El valor de aprender
Martín Galaviz

El primer día

L
a sorpresa, la angustia y el desconcierto que sintió el
primer día que asistió a la escuela primaria, fue una
experiencia poco común, al igual que la decisión que
tomó ante tal situación.

Esa mañana, todo era emoción; el olor de la ropa nueva,


de los útiles y mochila escolar, acariciaban sus sentidos
haciendo que los saboreara de una manera apresurada
pero consciente.

La escuela primaria, se alcanzaba a ver perfectamente


desde la puerta de su casa.

Era su primer día de escuela, por lo que todo era novedad


para él. Cuando sus dos primas le dijeron córrele, el
emprendió la carrera sin entender por qué tanta prisa. La
razón, iba tarde.

173
Corrieron como nunca lo habían hecho, pero ¡oh sorpresa!
cuando llegaron a la puerta de entrada de la escuela sólo
alcanzaron ver las filas de alumnos que, como hormiguitas,
entraban a sus agujeritos; quienes, entre empujones y
gritos, se introducían ya a sus respectivos salones.

Las primas, con cara de horror, intercambiaron miradas,


como en comunicación telepática, y, sin decir palabra,
continuaron corriendo. Se perdieron en los pasillos, sin que
él alcanzara a ver exactamente en qué salón se metieron.

¡Vaya situación, las primas, “las grandes”, dejaron al niño


parado en la puerta de esa “gran escuela”; solo y sin saber
a qué salón tenía que asistir!

Debió parecerle que había mil aulas, todas iguales. Al


recorrer con la vista la escuela; se podía apreciar que los
salones lucían un blanco tan reluciente que hasta ofendía
tanta claridad.

En los pasillos no se miraba ni un alma, pero se podía sentir


un silencio como de media noche en medio de la nada.

El sentimiento de angustia y de desconcierto se apoderó


de aquel niño. Y lloró y lloró, pero nada pasó; entonces, en
lugar de avanzar, retrocedió.

La puerta de la escuela, una reja a media altura de dos


hojas, estaba sostenida por dos bardas en forma de V; que
en otras circunstancias, con todo gusto se hubiera dado
unas paseaditas en una de ellas; pero en ese momento su
humor no estaba para eso.
El valor de aprender

¿Alguna vez te has paseado en una puerta? Es una


sensación maravillosa.

Pero, en fin, una de las bardas estaba cubierta por un


monte de un color verde intenso en sus hojas maduras y un
verde claro en sus hojitas más tiernas; eran de esas ramas
del llamado “palote”, que tiene la característica de que al
tocar sus pequeñas hojitas se retraen o se “duermen”.

174
Esa mañana, el niño de seis años abandonado por sus
primas y sin ningún otro apoyo, tomó la decisión de que
ese monte sería su escondite.

Desde ese monte observó cuando salieron a recreo, cuando


entraron y cuando salieron ya de regreso a sus casas.

¡Qué importante es llegar a tiempo a los compromisos!


Que distinto hubiera sido para este pequeño si hubieran
llegado a tiempo.

¿Te ha sucedido que cuando estás más cerca del lugar


donde tienes alguna cita es cuando más tarde llegas? ¿Por
qué sucederá esto?

En el caso de este niño, ¿Cuál sería el costo de llegar tarde?

La puntualidad es un valor que se adquiere con disciplina


y orden. Una persona puntual, denota responsabilidad y
valora su tiempo y el de los demás.

¿Cuál es el costo más alto que has tenido que pagar por
una impuntualidad?

El regreso a casa

Todo asoleado y cansado de tanta espera, se mantuvo


José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

alerta hasta que aparecieron las primas; hábilmente, sin


que éstas se dieran cuenta, se entremezcló y se unió al
grupo que salía de la escuela y que, a toda prisa, se dirigían
a casa.

No hubo preguntas ni comentario alguno; cuando recién


se sale de la escuela, por lo general, nadie quiere seguir
hablando de tareas escolares.

Todo parecía muy bien, entre juegos y cumplimiento de


tareas de casa, llegó la hora del regreso de la tía de su
trabajo; era tarde ya.

175
La visita de mi vecinita

Apenas había entrado a casa la tía, cuando se llegó una


vecinita; la cual sin más ni más, soltó una tremenda
pregunta: ¿Oiga, doña, por qué no fue su sobrino a la
escuela?

¡Trágame tierra!...¡Sí fui, verdad, plebes!... ¡Sí!...¡sí!...¿A


ver, dónde está el osito que nos regaló la maestra?

Como una atención especial, la maestra había hecho un


osito de felpa con el nombre de cada alumno. ¿Lo tenía?
¡Por supuesto que no! Ni sabía que existía.

Tremenda pela la que recibió. En los primeros fajos, la


vecinita salió “volando”, como si su tarea de esa tarde
estuviera cumplida.

El valor de aprender

¿Qué podemos aprender de esta historia?

No importa a la distancia a la que estés del lugar de tu cita;


tu punto de referencia siempre ha de ser la hora acordada,
de ahí la importancia que tiene para ti y para las otras
personas esa cita.

Y, en segundo término, piensa y analiza cuánto te lleva


recorrer esa distancia; de tal manera que llegues antes de
la hora acordada.

Si alguna vez has llegado tarde a una cita, es importante


que analices las circunstancias y los motivos que te
El valor de aprender

hicieron llegar tarde. De esta forma podrás prevenir en tus


próximas citas.

Y siempre recuerda que: ¡Llegar tarde te puede traer una


“pela” que recordarás toda tu vida!

176
El valor de aprender
y otros dislates
complejos
Antonio Kitaoka Vizcarra

Presentación

E
n congruencia con el Modelo Educativo de la
Universidad Pedagógica del Estado de Sinaloa
(UPES), surge mi preocupación por comprender
la grave crisis estructural y mundial de la sociedad del
conocimiento que se nos ha venido encima. Este escenario
internacional nos sube al proscenio del gran teatro
del mundo, donde los personajes “la complejidad y el
aprendizaje” están en un riesgo muy grande de convertirse
en productos estandarizados debido a la influencia
globalizadora de los organismos internacionales dirigidos
por la  Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE), cuyo libreto rígido y único, mece la
cuna del mercado mundial con el fin de condicionar una
conducta institucionalizada y tecnologizada de un sujeto
hiperplástico que se amolde multifuncionalmente a las
necesidades del modelo neoliberal imperante.

Es importante advertir que “los proyectos de emancipación

177
social se encuentran en crisis, aunque varios de ellos
continúan guardando importante pertinencia racional,
ética y política” (UPES, 2015, p.7), por lo tanto, es urgente
la revisión y análisis de todos éstos, con el fin de rescatar
los que nutren nuestros valores universales, y propiciar la
eclosión innovadora de proyectos sociales emergentes que
reorienten el punto de venta del mercado neoliberal hacia
el punto de vista del pensamiento complejo y humanístico.

¿Cómo fomentar en nuestros educandos el valor de


aprender las competencias profesionales que exige el
mercado mundial? pero, también, ¿cómo inculcar el espíritu
democrático y la conciencia crítica y social en nuestros
futuros ciudadanos? Esta pregunta nodal me llevó a
integrar en este ensayo al sociólogo y filósofo francés, Edgar
Morin. El pensamiento complejo moriniano se caracteriza
en ser inclusivo, plural, abierto y dialógicamente recursivo
y hologramático. Critica, cuestiona, analiza, y reflexiona
sobre todas las corrientes de pensamiento; pero jamás
las elimina o las niega. Encuentro mucha afinidad teórica
entre Edgar Morin y el Modelo Educativo 2015. Lo expreso
a través de esta cita textual muy dialógica y recursiva:

Un modelo orientado a deseducar al maestro,


entendido esto como el proceso de cuestionamiento
de la propia formación, a partir de detectar la
alienación en la que hemos estado inmersos.
Pese a lo anterior, oponer la formación teórica
e intelectual a la capacitación técnica y práctica
es una falsa disyuntiva; de ahí, la importancia
de insistir en que el pensar y el hacer son parte
inherente del presente modelo educativo (UPES,
El valor de aprender

2015, p.87).

Ahora bien, no pretendo sorprender a nadie; pero, en esta


ocasión, me di gusto al escribir a mis anchas, con soltura,
con libertad del uso de géneros literarios y argumentativos
en mixtura; esto es, desarrollé mi disertación en dos
etapas: una, argumentativa, muy científica; y la otra,
literaria, sardónica, traviesa, pero crítica. Plasmé en este

178
escrito, bajo el influjo del actual momento de cambio, mis
emociones, afectos y cogniciones con una función estética
y catártica, sólo eso me movió; eso creo...

Obstáculos del aprendizaje: El individualismo


egocéntrico y el selfdeception

La mayoría de los profesores presentan la proclividad a no


verse como en realidad se es. Se tiende a la idealización y
se piensa como el número “uno”, lo máximo, el mejor de
todos los seres humanos que pueblan nuestro adolorido
planeta. Esta megalomanía o egolatría eleva, en sumo
grado, la capacidad de descubrir en los demás los defectos
y limitaciones que muestran la vulnerabilidad del ser
humano; sin embargo, al voltear a verse, su imagen
especular se presenta como perfecta, infalible, omniscia.
Los problemas que enfrenta en la vida profesional y
personal, si no son resueltos por él, jamás admite que es
por culpa suya. Siempre encuentra en los demás la causa
de sus problemas. Esto, lo lleva a un auto engaño, un
mentirse a sí mismo, un ocultar sus debilidades, errores
o “metida de patas”. Ante un señalamiento de sus yerros,
echa a andar los efectivos mecanismos de defensa para
justificar lo que hizo, pero sin reconocer que fue culpa suya.
Por eso, miente, inventa y fustiga al otro u otros a quienes José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
achaca la falta que se le imputa. Mientras no acepte que
comete errores, nunca podrá salir de estar mintiéndose a
sí mismo, y de crearse una falsa ilusión de ser el profesor
impecable e infalible, que no lo es por el hecho de ser
humano y no un dios. Esto es, lo que llama Edgar Morin,
selfdeception, auto mentirse. “El egocentrismo, la necesidad
de autojustificación, la tendencia a proyectar sobre el otro
la causa del mal, hacen que cada uno se mienta a sí mismo
sin detectar esa mentira de la cual, no obstante, es el
autor” (Morin, 1999, 6).

Por lo tanto, cómo puedo desarrollar y mejorar lo que


soy si constantemente me estoy auto engañando para
continuar sumido en la ilusión de ser el más sublime de los
mortales y, por ende, seguir siendo el excelso profesor que

179
no puede cometer equivocaciones. Estos yerros mentales
ciegan y obstaculizan el desarrollo social y humano de
quien los sufre; ergo, urge que se haga conciencia de esta
ceguera con el fin de que aflore el ser sensible, abierto,
inclusivo, plural y humano que tenemos muy escondido
por la condición inhumana que estamos viviendo y nos
condiciona individual y socialmente. Este individualismo
egomaníaco se convierte en uno de los grandes obstáculos
para aprender de los otros y de uno mismo.

El siglo XXI y la cabeza bien puesta

En esta sociedad postmoderna del siglo XXI, todos


aprendemos de todos, tanto en el espacio íntimo de nuestra
subjetividad como en el espacio global cibernético de las
intersubjetividades. La magnitud de las olas informativas
mundiales que nos inundan a cada minuto o segundo,
exige de nosotros más una cabeza bien ordenada que una
cabeza bien llena, ya que un repositorio cerebral que se
sobresature con toda la información que se le deposite
o se le rellene, se convulsiona y no digiere los nutrientes
que necesita su cerebro para pensar. A nivel áulico, en este
mes de junio de 2017, cuando están por concluir las clases
y queremos cumplir con el programa escolar, muchos
de nosotros actuamos igual que la hiper-informática
mundial, atiborrando de información a nuestros alumnos,
quienes acuden a su memoria de corto plazo para grabar
o retener dicho conocimiento enciclopédico, colapsando
las zonas de desarrollo próximo vygotskianas y volviendo
inútiles el andamiaje pedagógico y las prótesis sémicas. Ni
la estética polifónica de Bajtín le da sentido al sinsentido
barroquista de la didáctica del hiper-competente profesor.
El valor de aprender

Enfocarse en formar la cabeza bien hecha nos demanda dar


preferencia al planteamiento y resolución de problemas,
y no a la cabeza bien llena de información pero vacía de
sentido; es así, que podemos observar en el espacio áulico,
a algunos profesores con tendencia técnico-instrumental
que dan preferencia a seguir de manera mecánica y
rigurosa las guías, programas, textos u antologías, lo cual
tiende a convertir el proceso enseñanza-aprendizaje en

180
un recetario teórico-metodológico del homo academicus,
provocando una perversa mutilación del motor
motivacional del alumno cuya curiosidad y tendencia al
descubrimiento y la innovación se quedan encerradas en
la cajita negra skinneriana en donde nadie sabe ni nadie
supo lo que sucedió con los enigmáticos misterios de la
mente creativa.

¿Dónde queda la serendipity del alumno o aprendiz que


halla en los detalles insignificantes, ideas importantes que
coadyuvan a la formación de su espíritu problematizador?
Edgar Morin (2202) nos aclara que “’una mente bien
ordenada’ significa que, más que acumular el saber, es
mucho más importante disponer a la vez de una aptitud
general para plantear y tratar los problemas. Disponer de
principios organizativos que permitan unir los saberes y
darles sentido” (25-26).

Efectos nefastos se manifiestan cuando la acumulación


y separación de los conocimientos que se le imparten
al discente son desvinculados del contexto natural y de
su conjunto que les da significado. Dentro de su nivel
cognitivo, se debe de mantener una relación dialógica
de las partes con el todo y del todo con las partes. Así,
no se pueden comprender las partes sin el todo y, a la José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
inversa, el todo sin las partes. Edgar Morin (2002) lo
señala asertivamente: “Nuestro sistema de enseñanza
nos enseña desde la escuela elemental a aislar los objetos
(de su entorno), a separar las disciplinas (antes que a
reconocer sus solidaridades), a desunir los problemas,
más que a unir y a integrar”. (16)

De la sociedad de la información, a la del


conocimiento y a la del saber

De la sociedad de la información debemos de transitar


a la sociedad del conocimiento y de ésta, a la sociedad
de la sabiduría. De los mitos y leyendas primigenios
que trataban de explicar lo inexplicable se pasó, en los
griegos, a la filosofía; mas después, se fue profundizando y

181
sistematizando el pensamiento filosófico hasta parcelarlo
en las ciencias; así, de la perspectiva unidisciplinar se pasó
a la multidisciplinar, luego, a la interdisciplinar para arribar
a la transdisciplinar. De la masa rica, amorfa y compleja
del mundo, se fue cientificando esa realidad que le dio
una mejor comprensión del mundo; pero que nos regresó
una fragmentarización de los saberes que imposibilitó el
conocerlos en su esencia, en su eidética.

La psicogenética piagetiana y el Modelo Educativo


2016 en la era de la complejidad

Reflexionar sobre la teoría del desarrollo cognitivo de Jean


Piaget en este siglo XXI, implica un esfuerzo hermenéutico
de extrapolar los conceptos piagetianos a nuestro orbe
cibernético actual. La sociedad de la información emite,
cada segundo y continuamente, una descarga enorme
de datos por las pantallas digitales. El sujeto asimila esa
masa informativa en función de sus esquemas cognitivos
ya adquiridos, esto es, los ingiere, pero los digiere de
diferente manera; algunos se tragan ese bolo informativo
sin masticarlo, ni saborearlo, sin saber cuál es su aroma,
su textura, sus ingredientes, en fin, su delicado bouquet;
los toman tal como les llegan y los repiten de acuerdo a
como los entienden sus esquemas de interpretación del
fenómeno o realidad a la que enfrenta o trata de asimilar.
Los niveles de asimilación o degustación de los platillos
cognitivos dependen de los esquemas con que el sujeto
cuenta; pero cuando estos esquemas cognitivos se
trastocan por la acción del contacto cultural con otros
sujetos, instituciones, sociedades y otras gastronomías
epistémicas diversas; entonces, los esquemas cognitivos
El valor de aprender

con que asimilaba e interpretaba la realidad social se


empiezan a reestructurar para incorporar, procesar y
modificar de otra manera la información nueva, cuya
acomodación en el repositorio intelectual del sujeto exigió
un cambio en los esquemas cognitivos con que interpreta y
valora lo que acontece en su entorno social. Los esquemas
cognitivos basados en la asimilación memorística de la
información recibida no caben en este mundo moderno de

182
la macro información. La acomodación de las estructuras
cognitivas a la nueva cultura cibernética, demanda una
formación autodidacta basada en el aprender a aprender,
la metacognición y la educación a lo largo de la vida, con
el fin de adaptarse al sujeto hipermoderno que ha surgido
en este siglo XXI.

El Modelo Educativo 2016 que fue presentado en extenso


el lunes 13 de marzo de 2017 por el Secretario de Educación
Pública, Aurelio Nuño Mayer, contempla entre sus
prioridades pedagógicas los cuatro pilares de la educación
—UNESCO— con énfasis en el aprender a aprender y
humanizado con el aprender a ser y convivir; claro que el
bajar todas estas premisas teóricas a lo concreto, al aula, a la
escuela, a los aprendices, amerita el aprender a hacer. Estos
cuatro pilares pedagógicos están tejidos en un conjunto
que se abraza en estructuras cognitivas complejas. De aquí
que las categorías cognitivas piagetianas: asimilación,
acomodación y adaptación; deben de verse como partes
de un todo dialógico, recursivo y hologramático, no como
entes separados o aislados. El pensamiento complejo
une estas partes en un todo dialéctico y significativo
evitando que nos quedemos en el vacío de sentido de la
disyunción y la simplificación. Advierto una obviedad; si a
la puesta en marcha del modelo educativo de la SEP en el
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

2018 se le apuntala con cuatro pilares político-electorales


en vez de pedagógicos, entonces, no sólo se presenciará
un fenómeno de disyunción y simplificación sino una
sempiterna simulación y alienación proclive a continuar
reproduciendo mentes no formadas sino formateadas.

Reflexiones metacognitivas y autognósticas

Dentro de medio año, medio siglo cumplo de andar y


desandar, de pensar y repensar, de sentir y resentir, de
emocionarme y decepcionarme de la compleja, pero
fascinante vida. Creí en las grandes narrativas que ofrecían
esperanzas ilusas de superación y transformación del ser
humano, de hacer realidad los valores universales que se
pregonaban…; ya no lo creo, es cierto, sin embargo, cuánto

183
lo creí. Sepulté al aguado de Bauman, al rizomado Morin, al
pensierodebole de Vattimoy, al crítico de Habermas; a todos
ellos, los mandé al pantéon utópico y distópico de los libros
ilustres. Éste último, Jürgen Habermas, me “golpeó” con su
propuesta de una comunicación ilimitada, consensual e
intersubejtiva que detonaría la libre elección y la apertura
al mundo, rompiendo los candados que aprisionan el
cuerpo y la mente de nosotros. No quiero aburrirles con
las insomnes discusiones conmigo mismo que me llevaron
a la reflexión de increparme autocríticamente sobre mi
postura ideológica de ver el mundo en el que vivo. Así,
me cuestioné a mí mismo, cómo es que puedo abrirme al
mundo si el mundo sólo se abre si mi mente es consciente
de las ataduras socioculturales e históricas que no me
dejan pensar, actuar y sentir por mí mismo. Yo no veo por
mis ojos, ni hablo por mi boca, ni escucho por mis oídos.
También mi tacto, mi olfato y mi gusto, están socialmente
condicionados. Entonces, cómo puedo saber que yo soy
yo si dentro de mí están los demonios que Edgar Morin
de igual manera siente en su cabeza bien puesta. Cómo
puedo estar en posibilidades de acoger la multidiversidad
compleja del entorno global y local si se me impone
un pensamiento único, una verdad o un modelo que
institucionaliza mi forma de actuar y pensar. Por lo tanto,
cómo sé si mi elección es libre o subliminalmente dirigida,
amedrentada y controlada por la violencia simbólica de
los que mecen la cuna mundial. Con una mente cerrada
la apertura al mundo y la consolidación de los valores
universales es una ilusión. No obstante mi pesimismo
schopenhaueriano, vislumbro en las cenizas de los ojos
de la humanidad una chispa que incendie al mundo con la
El valor de aprender

esperanza en la voluntad humana de cambiar para bien.

Bibliografía

MORIN, E. (1999). Los siete saberes necesarios para la


educación del futuro. París: UNESCO.

184
--------.(2002). La mente bien ordenada. Barcelona: Seix
Barral.

-------. (2003). El método. La humanidad de la humanidad.


Madrid, España: Cátedra.

UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA DEL ESTADO DE SINALOA.


(2015). Modelo Educativo 2015. México: Autor.

José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

185
Diálogos lúdico-filosóficos
del pensamiento
complejo
Antonio Kitaoka Vizcarra

G
iuseppe Angelo Pescatore: El 94.05% de la gente sabe que
en el Génesis, la tierra era un caos informe y vacío, las
tinieblas cubrían el abismo y el soplo de Dios dispersó
esa bruma; a partir de ahí, empezó a ordenarse ese caos
del principio de nuestros tiempos: ¡Hágase la luz! Y la luz se
hizo. ¡Que haya un firmamento en medio de las aguas para
que establezca una separación entre ellas!; y así se hizo…
¿Qué quiero decir con todo esto? Que desde hace miles de
años el hombre le ha dado un orden al mundo en el cual
vive con la finalidad de conocerlo y gobernarlo. Ante una
enorme masa de datos informes y vacíos, cubiertos por
las tinieblas de la ignorancia, la ciencia ordena: ¡Háganse
las hipótesis, las leyes, los conceptos, las categorías, las
teorías, los paradigmas! Y la luz epistemológica se hizo e
iluminó la faz de la tierra.

Michelangelo Rosai: Tienes razón, Giuseppe; sin embargo,


esta luz epistemológica también puede cegar y no percibir
las mutaciones perversas de las teorías y los paradigmas
que, por errores intelectuales y mentales, pueden

187
convertirse en doctrinas e ideologías cerradas y arbitrarias.
Nuestros sistemas de ideas no son infalibles, no obstante,
se erigen como una verdad incuestionable y única que
no acepta críticas de nada ni de nadie. Se tiene la fuerte
creencia en que las teorías o los paradigmas sustentados
por determinados grupos de científicos, deberán ser
defendidos ilusamente ante cualquier teoría o paradigma
que diga lo contrario, si es así, se le considera como
enemigo a muerte, metafóricamente hablando. De esta
manera, se presentan los contrincantes que enarbolan
la bandera piagetiana contra los fanáticos vygotskianos;
los modernos vs posmodernos; los skinnerianos vs los
brunerianos, los ordenados y los caóticos; los normales y
los anormales; los técnico-instrumentales vs los crítico-
emancipatorios, los homo sapiens vs los homo demens…
etc. El mundo se nos presenta de diferentes maneras,
según el cristal cultural o epistémico desde el cual se
lo mire. La realidad no es una sola, se hace múltiple,
conforme las miradas que la interpretan. Es el hombre
quien crea a su imagen y semejanza o, mejor dicho,
de acuerdo a sus intereses ideológicos y de grupo, las
teorías que devienen doctrinas. De aquí que Edgar Morin
(2003), metafóricamente nos mencione que “los dioses
son diferentes; la historia nos muestra que el mismo dios
monoteísta se ha vuelto diferente y enemigo de sí mismo,
según le hable a los rabinos, a los imanes, a los curas y a los
pastores (64).

Margherita Tedesco: Señores, no son dialógicos ni mucho


menos recursivos y hologramáticos. Se tiene que rizomar,
reticular, nexologizar, macroconceptualizar y complejizar
El valor de aprender

los saberes de la humanidad. No hablo de globalizar sino


de planetarizar.

Eliov Edgardinni: ¡Basta de tanta monserga! No les entiendo


nada; dejé que las calabazas se acomodaran, pero ustedes
me las hicieron colachi. Me siento que estoy en el lecho de
Procusto en el que, para entenderles a ustedes, me van a
cortar la cabeza y así me ajustan al tamaño que quieren
de la cama. Pa’ que tanto brinco si está el piso tan parejo.

188
Siento que están haciendo mucho ruido y veo pocas
nueces. Giuseppe, tu obsesión por el dato estadístico hace
que hasta el génesis bíblico lo metas en tus disertaciones
de orden y progreso. Se nota tu formación institucional a
través del tiempo pedagógico de inculcación prolongada
del habitus del funcionario. Sin embargo, debo de
reconocer que tienes razón en que la ciencia vino a dar
luz o iluminar las conciencias de los individuos; pero estoy
de acuerdo con Michelangelo en que lo que te ilumina
también te puede mandar a otras sombras o brumas
intelectuales. Las teorías y paradigmas científicos no están
ajenos a los enroques ideológicos, y a la ceguera mental
e intelectual de la que nos habla un nonagenario francés.
Compañera Tedesco, me asombra la prodigiosa manera
en la que manejas la intrincada y complicada terminología
moriniana; sin embargo, me quitaré el sombrero, aunque
se vea mi brillante e inteligente calva, si me muestra en el
contexto concreto del aula, la aplicación del texto teórico
de la complejidad. No es lo mismo explicarla que aplicarla.

Margherita Tedesco: Qué buen manejo tiene usted de la


práctica social del lenguaje inquisidor y apabullante. Me
incomoda y me mortifica; se ve que está formado en la
lid de la discusión y la argumentación. No obstante, le
devuelvo la pregunta cuestionadora que me hace. ¿Cómo
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

le haría usted para pasar de la crítica y el cuestionamiento


retórico que nos hace, a asumir su responsabilidad en el
proponer y llevar a cabo lo mismo que nos señala?

Giuseppe Angelo Pescatore: Mi querido y afamado Eliov


Edgardovich, cuando efectúes lo que te pide Margherita,
ofrezco mi asesoría para evaluar los indicadores de tus
evidencias, mediante una prueba estandarizada que
garantice la suficiencia o idoneidad respecto a la calidad
del nivel del desempeño de tus adaptaciones teóricas y
curriculares en el aula. El aprendizaje esperado se centra en
el reto de bajar a nuestra humilde tierra, el líquido, incierto
y rizomado pensamiento complejo de Edgar Morin.

189
El reino iletrado
Julio César Soto Moreno

S
e cuenta que hubo una vez una tierra olvidada en el
tiempo, donde los mitos, las leyendas y los cuentos
se entrelazaban entre la realidad y la fantasía
de sus habitantes, los cuales compartían una misma
particularidad: todos eran analfabetas.

Al igual que el rey y los tres consejeros que formaban


parte de su séquito real; todos y cada uno de ellos
carecían de la más mínima preparación, puesto que
nunca conocieron la educación y nunca nadie les inculcó
el valor de aprender; por esta razón, dentro del reino se
cometían cualquier cantidad de injusticias y atropellos,
tanto entre sus habitantes como por parte del rey y sus
consejeros, los cuales abusaban de su condición de poder,
para hacer lo que su voluntad les dictara sin importarles
las consecuencias. Sabían y conocían de las virtudes como
la Justicia, la Templanza, la Prudencia y la Fortaleza, pero
carecían de las capacidades para llevarlas a cabo por su
falta de educación; de esta manera, la vida en el reino era

191
difícil y complicada, sin metas claras y definidas, lo cual
hacía que las expectativas de una vida mejor fueran, si no
imposible, sí muy distante para todos.

Los consejeros de este reino eran tres siniestros personajes;


el primero de ellos era un ogro horrible y gordo, el cual se
había apoderado de ese puesto por el servilismo mostrado
al monarca supremo; el segundo, era un cacique petulante
y altanero, nombrado también por el monarca supremo;
la tercera, era una malvada bruja, la cual había lanzado un
hechizo al monarca supremo para que éste la nombrara
consejera; y, por último, el monarca supremo, quien
era un tirano que se había autonombrado a sí mismo,
sobornando a muchos personajes importantes de su
analfabeta sociedad, a los cuales no les importaba estar en
esa condición, con tal de recibir los obsequios y sobornos
de parte del monarca.

Durante mucho tiempo las condiciones de vida de dicho


reino no mostraron avances; en parte, por la ignorancia
de la gente y en parte por el temor que infligían el rey y
sus consejeros. Éstos obtenían sus riquezas de las cuotas
e impuestos exagerados, con los cuales hundían en la
desesperanza y el olvido a sus habitantes, que no podían
hacer nada por temor a las represalias de tan crueles
personajes.

Pero un día, empezó un rumor de que al reino había llegado


un mago muy sabio proveniente de lejanos confines;
este mago, aparte de ser un gran sabio, era un erudito,
amplio conocedor de los libros y de las letras, filósofo y un
excelente escritor. Este personaje era un hombre de pelo
El valor de aprender

cano, con espejuelos y con un rasgo que le caracterizaba


el cual era que siempre traía consigo un libro en una mano
y una pluma en la otra. Desde que llegó al reino, se dio
cuenta de la condición de las personas, pues no miraba
ninguna librería, ninguna escuela, o algún lugar donde
las personas pudieran aprender siquiera un poco; esta
percepción la corroboró al platicar con los habitantes, a
los que les preguntaba donde aprendían a leer, quien los

192
instruía en los valores y en dónde estaban las escuelas
para mejorar sus conocimientos; y les pedía que, por favor,
disculparan sus preguntas, pero que las formulaba porque
no veía ningún recinto escolar dedicado a la enseñanza y
el aprendizaje. Y fue así que al ganar la confianza de los
súbditos del rey, éstos le contaron que en ese reino nunca
se les había enseñado el valor de aprender, y que ni el rey ni
sus colaboradores hacían nada por remediar su condición
de analfabetas, puesto que tampoco ellos sabían del valor
del conocimiento y de la cultura; le dijeron que toda su
vida era regida por la palabra del rey, orientado por sus
despreciables colaboradores.

El mago sabio se dio cuenta que todos los oficios del reino
eran heredados de padres a hijos, sin la esperanza de que
nadie pudiera aspirar a un trabajo mejor, sin importar sus
ilusiones o lo mucho y bien que desempeñara su labor;
todos los súbditos eran forzados a trabajar para pagar
los tributos requeridos; entonces comprendió porque en
todas las aldeas de las tres comarcas del reino se percibía la
incertidumbre, la desesperación, la impotencia y el pesar
de sus habitantes, destinados todos a jamás conocer, de
verdad, el valor de aprender, supeditados nada más que a
los caprichos del rey y a las maldades de sus tres consejeros.
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
Esa triste realidad motivó al gran mago para imaginar una
estrategia que le permitiera cambiar la vida, no solo de los
habitantes sino del reino en general. El sabio sabía que no
sería una tarea fácil, así que primero se dio a la tarea de
convencer a los consejeros del rey para que le permitieran
verlo; y, después, hacerle saber al monarca el gran daño
que estaban haciéndole a su pueblo y, de paso, a ellos
mismos por negarles y negarse a sí mismos la oportunidad
de aprender. Pero los consejeros, llenos de soberbia y de
ignorancia, no le permitieron ver al rey, alegando que se
encontraba muy ocupado con sus deberes y que debería
de explicarles primero a ellos cuáles eran sus planes para
enseñar a toda la población ese valor del cual hablaba y que
ellos jamás habían escuchado en ninguna parte del reino.
El mago les explicó la importancia y la forma en la que

193
haría que los habitantes aprendieran el valor de aprender
(pero no les dijo que esto lo iba a realizar apoyado por su
gran magia, la cual provenía del libro que siempre cargaba
consigo).

Cuando el sabio terminó de exponer su plan, los


consejeros le dijeron que lo iban a debatir entre ellos para
comentárselo al rey, y que volviera dentro de algunos días
para saber qué había decidido el monarca; la verdad fue
que sintieron envidia del mago y acordaron no decirle
nada al rey y que al mago le darían largas y largas para
que se enfadara y desistiera de su deseo. Lo pensaron así
porque les dio miedo que al escuchar al sabio, el monarca
podría sentir tentado a permitir eso que el mago quería
hacer; y, sin saber por qué, tuvieron un gran temor de que
al triunfar el valor de aprender el monarca los destituyera
de sus cargos, por no haber pensado antes ellos en la
educación para su reino. Así que los tres se abrazaron y
decidieron ponerle muchas dificultades al mago para que
no pudiera concretar sus intenciones.

Pasaron los días y el mago acudió a su cita en el palacio,


pero no tuvo suerte y le volvieron a posponer su audiencia;
esto ocurrió cada vez que acudía al palacio, con tantas
negativas los consejeros pensaron que el mago no
iba a tardar en perder sus ganas de enseñar, pero sólo
consiguieron que el sabio decidiera enseñar aun sin contar
con el permiso del rey, pensando que éste, al ver los
resultados, terminaría por dar su visto bueno y aprobaría
el trabajo educativo del mago.

Y fue así que un día, el mago sabio empezó con la titánica


El valor de aprender

tarea de enseñar a todo un reino de analfabetas. Primero


empezó por hacer reuniones en las plazas públicas donde
les leía a los habitantes historias fantásticas llenas de
aventuras y héroes míticos que embelesaban a los niños
y a sus padres; otras veces eran comedias, dramas e
historias tenebrosas que atemorizaban a todos por igual.
Todas las historias estaban escritas en el libro mágico que
siempre cargaba consigo y al cual los habitantes del reino

194
comenzaron a mirar con interés; les asombraba que de un
pequeño objeto el mago extrajera toda una gama de relatos
que les cautivaban, captaban su interés y despertaban su
emoción. Empezaron a sentir que algo debía de tener ese
libro del cual aquel sencillo mago sacaba y les leía relatos
tan emocionantes y con una cantidad y calidad asombrosa
de detalles. Ellos no lo sabían, pero aquí es donde entraba
la magia del libro, matizada con la elocuente lectura del
mago, quien logró que todos ellos se sintieran personajes
de sus historias, que se sintieran los personajes narrados y,
al vivir la ficción de lo contado, empezaran a comprender
lo que aprendían con gusto y con placer.

Así que, poco a poco, los empezó a interesar por la lectura


a tal grado que, cada vez que no podía asistir a las plazas,
los habitantes lo buscaban y le suplicaban que les relatara
más de sus fantásticas historias. Hasta que llegó el día en
que ellos mismos le pidieron que les enseñara a leer las
historias que del libro él les contaba. Sin darse cuenta,
con cada historia que escuchaban, el valor de aprender
empezaba a germinar en ellos. Era de esa manera que la
magia hacía su parte en la conciencia de las personas que,
con las lecturas escuchadas al mago, poco a poco fueron
aprendiendo a leer y escribir; y la magia fue tal que pareciera
que siempre hubieran conocido las letras y las palabras y
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

que hasta sus manos conocieran los movimientos para


dibujar las formas de las letras escuchadas.

Al pasar el tiempo, los habitantes comenzaron a cambiar


su forma de pensar, de actuar y de trabajar. Empezaron
a pensar de forma positiva, realizaban mejor sus
actividades, se llevaban mejor entre ellos pues ponían en
práctica los saberes y los valores de manera correcta; su
vida en sociedad era más cooperativa, bajaron los índices
delictivos y los oficios y remuneraciones fueron mejoradas
de manera significativa; había una mejor producción, pues
los conocimientos adquiridos con la lectura les permitían
hacer mejoras en sus rústicos procedimientos. Pero, con
tantos cambios para bien de los habitantes del reino, los
pérfidos consejeros se dieron cuenta del prestigio del sabio,

195
y urdieron un plan para asustar al rey y decirle que, por
culpa del mago, los súbditos se iban a rebelar en su contra,
y que lo mejor era traer al mago al palacio y castigarlo por
su osadía de rescatar para el pueblo el valor de aprender.

Y fue así que un día que el mago narraba un hermoso


relato, llegaron los guardias del rey diciéndole que lo
llevarían ante el soberano con el cargo de fomentar la
sublevación de los habitantes del reino. La gente le dijo
a los guardias que solamente les ayudaba para mejorar
su calidad de vida, que no se lo llevaran, pero ni todas las
súplicas bastaron para impedir que el mago fuera llevado
ante el monarca; el cual ya estaba al tanto, pero con una
idea equivocada por culpa de los consejeros. Así que,
finalmente, fue presentado ante el rey, quien le miró con
atención, como queriendo adivinar cómo era posible que
una persona que se miraba tan tranquila y sencilla, fuese
capaz de levantar en su contra a todo un reino. Después
de un breve tiempo, el soberano habló con voz enérgica,
preguntando al mago por qué conspiraba para poner al
reino en su contra, le exigió que expusiera sus argumentos
y que si él se daba cuenta o llegaba a la conclusión de
que alentaba una rebelión lo mandaría encerrar en las
mazmorras de por vida; mientras el rey esto decía, los
torvos consejeros intercambiaban miradas de complicidad
y de victoria en contra del mago.

Entonces el mago le pidió permiso al rey para leerle una


historia de su libro a él y a todos los que estaban en el salón
real, incluidos los guardias y los consejeros, y si después
de hacerlo él decidía decretar un castigo en su contra, lo
aceptaría sin oponer resistencia; pero que si después de
El valor de aprender

leer su historia lograba cambiar en algo su condición de


analfabetismo, o si es que sentían algo diferente después
de escuchar la narración, le pedía humildemente que le
permitiera ser el único y principal consejero del reino.
Como era de esperarse, los consejeros de inmediato le
pidieron al rey que no hiciera caso; pero el rey los calló de
súbito, y les dijo que el mago merecía la oportunidad de
defenderse de las acusaciones que éstos le imputaban.

196
Así que, con todo y rabia, no tuvieron de otra más que
escuchar la historia. Abrió el mago su gran libro y comenzó
con su mágico relato. Después de algunos páginas leídas,
la magia empezó a hacer su efecto en todos los presentes,
quienes maravillados no daban crédito a lo que sucedía,
todos y cada uno de ellos se sentían parte de la historia;
la descripción de los paisajes era tan nítida y que casi
escuchaban de los sonidos narrados en la lectura del mago.
Su ser y su ilusión se llenaban con cada palabra y cada
párrafo leído por el mago aquel, venido de algún lejano
confín para despertarlos con su ejemplo y su sabiduría.
Extasiados por el mágico relato, todos lo escucharon, lo
vivieron y lo gozaron de principio a fin, y al igual que la
gente del reino, también el rey sintió el impulso de conocer
el valor de aprender.

El rey, maravillado, se preguntaba cómo era posible que


lo que ahora sentía fuera producto de la sola narración
del mago; ahora veía las cosas de otra manera y pensaba
de otro modo; el rey reconoció la sabiduría del mago,
comprendió el cambio que estaban sintiendo sus súbditos
y se dio cuenta que el mago no quería derrocarlo, sino
ayudar a su gente y a él mismo para que el reino fuera
mejor día con día. Le pidió que le explicara cómo era que
lograba tales cambios sólo con leer historias de aquel
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

libro. El mago le comentó que en verdad el libro tenía


algo de magia, pero la verdadera magia ocurría en sus
mentes, que al ser expuestas al maravilloso poder de la
lectura, despertaban su imaginación dormida por toda
una vida sin leer; le explicó que la imaginación es como
una maquinaria que se lubrica y suaviza con la lectura, y
que se puede inculcar el valor de aprender aún en la mente
más cerrada por la ignorancia de no saber: que por eso es
que él había decidido ayudar a los habitantes del reino,
porque cada persona tiene la capacidad y debe de tener
la oportunidad de salir adelante y de ser mejor cada día;
porque vivir en la ignorancia es algo que no se debe permitir
bajo ninguna circunstancia; y le dijo, finalmente, que una
vez que cada persona aprende, se convierte en un mago

197
como él, capaz de cambiar la vida de cualquier individuo
que le escuche y practique los saberes y los valores que la
lectura le descubrirá.

El soberano comprendió los motivos del gran mago y el


enorme bien que brindaba a sus súbditos y a él mismo;
comprendió los cambios a futuro que traería el valor de
aprender dentro de todo su reino; así que absolvió al mago
y lo nombró su consejero principal; luego despidió a sus
consejeros, que nunca pensaron en el beneficio de los
súbditos ni del reino mismo; pues cuando el mago llegó a
su reino, por su envidia y codicia los tres desperdiciaron la
oportunidad de participar en el desarrollo y crecimiento
del reino al que pertenecían. Y en castigo, los consejeros
fueron encerrados en las mazmorras de por vida.

Desde entonces, la gente comenzó a leer no sólo en


ese reino, sino en todos los reinos cercanos a los cuales
viajaron alguna vez las personas a las que la sabiduría del
mago, llegado de un lejano confín, un día les llevó la magia
de las letras para que con ellas, empezaran a sentir El Valor
de Aprender.
El valor de aprender

198
El caso del pedagogo
en coma profundo y
locuax
Luis Enrique Alcántar Valenzuela

La pedagogía…


aquel 9 de mayo de 2010 entró en crisis. La pedagogía
como ciencia y como filosofar profundo de las
acciones prácticas de enseñanza, fue ninguneada
por decir poco, sin exagerar la nota. Borrada en un
instante, de la faz de las ciencias por manos malignas,
cobardes y asesinas. ¡Qué cosas del destino humano!
Su objeto central: la misma formación del ser humano,
se abalanzó como búmeran quemante y paradójico en
contra de la vetusta ciencia durkhemiana. Así como el
león domado ataca/asesina al domador confiado. Puede
decirse con todas las letras, como aparece en los diarios a
ocho columnas: Se le Asesinó a la Pedagogía.

En esa tarde sudorosa del quinto mes del año. Entre


los amplios pasillos color cemento, relumbrosos por
la tractolina mezclada con el pinol aromatizado,
caminábamos con paso lento Casimiro Millán y yo.
Casimiro, como siempre queriendo ganar/dominar el

199
centro de la conversación. En menos de un pestañeo de
mujer bonita, recuperó de inmediato el primer turno
del habla: --Ya viste chava--l, mira que verso tan lindo
de este escritor/poeta chino. El siempre poeta reflexivo
de Casimiro expresaba lo anterior, con voz mimada. En
simultáneo, frunciendo sus delgados labios, sonreía y
a la vez metía su cabeza entre sus hombros, como una
tortuga lenta y arrugada. Según él, en un intento de ser
o para ser más enfático al momento de hablar. Mientras
tanto, en correspondencia con esa su danza. Con su mano
derecha, con pausado movimiento (que al parecer su
mano dominaba a la perfección) juntaba sus cinco dedos,
los abalanzaba con fuerza y rítmico movimiento para dar
más énfasis a lo que me quería decir.

El poema me lo leyó en vivo y en directo de su Revista Nexos


del mes de mayo. Al oralizar el texto poético, lo percibí
bastante emocionado. Ante esa teatralidad pos griega.
Me dije a mí mismo: “-Pinche Casimiro, esos méndigos
versos están más desabridos que un mango churido
eclipsado. Casi como esos versos que se gasta el poeta
M.A. Gardens”. Tengo que aceptarlo, me reía hacia mis
adentros. Más bien, me carcajeaba a rienda suelta en mi
interior. En esos segundos que transcurrieron, aspiré una
amplia bocanada de aire caliente. De ese aire que llegaba/
soplaba en el cerro del campus normalista. Como buen
capitán, tomé de inmediato el timón de la conversación.
–Oye Casimiro Rafael Millán, recuerdas cuando estuvo
aquí el Pollo Canizales y habíamos discutido, en el curso
sobre Hermenéutica y Pedagogía, que la Normal Superior
de Sinaloa andaba como la Pedagogía posmoderna.
El valor de aprender

Casimiro Rafael Millán, raro en él, no conectó de inmediato


con el planteamiento altamente académico que se le había
hecho. La tesis era pues, clara y contundente. Casimiro,
arropado por el aire del atolondramiento. Tiró su mirada
hacia el piso encementado y relumbroso. Observó su
reflejo narcisista en el espejo que se hacía en el piso.
Reanudó sus caricias corporales y con su mano derecha
sobó, más bien acarició su calva de monje jesuita. Puso cara

200
de “guat”. Cargaba en esos instantes con una ingenuidad
poco característica en Casimiro. De inmediato preguntó
—¿Cómo anda la Pedagogía posmoderna, cabrón?, para
saber cómo chingados anda la Normal Superior—. En
menos que canta un gallo macho petacón le respondí: —La
Pedagogía posmoderna anda a la deriva, pinche Casimiro,
¿Qué no te das cuenta recabrón?, aún no te cae el veinte.

Al escuchar el peso de esta sentencia/aforismo pseudo


shopenhaueriano, con un significado entre pedagógico
y literario, Casimiro soltó su carcajada típica, y empezó a
asentir con su cabeza medio calva: —“Tienes razón, cabrón,
tienes razón,tienes razón, qué estúpido soy, no me había
dado cuenta—”. Pum, pum, pum, se pegaba con sus puños
cerrados en su cabeza, al lado de sus sienes. Golpes desde
luego con una fuerza equilibrada. Digo, también para no
hacerse daño. Casimiro, ahí donde lo veían, desde luego
tonto no era. Por eso había llegado hasta ese pico más alto
de la alta burocracia weberiana.

En general, en el ambiente típico de los cursos de


posgrado, en los diplomados superiores, en los cursos
especializados, en las mismas declaraciones y entrevistas
de los investigadores y pedagogos de primer nivel, se olían
y sentían esos signos raros de la “Condición a la Deriva” de José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
esta ciencia del espíritu. Era cuestión de sostenerlo con
mayor fuerza: había signos claros de que a la pedagogía,
junto con sus guardianes/difusores no les iba muy bien
que digamos en este mundo tan global y loco. El convulso
mundo digital y el envilecedor marketing hiperconsumista
también les había alcanzado. Como alcanza la pasión al
hombre, que hasta los callos de sus pies, se ven rositas
y bonitos. Los rasgos de esa “Condición a la Deriva” les
habían influido hasta la médula de su reflexión filosófica y
sus últimos escritos pedagógicos científicos.

Esa tarde de mayo hiperhot (no súper jota, no me


malinterpreten) del 2010, era una tarde soleada, con aroma
de águila negra en fresco bote rojo de aluminio sudoroso.
La gente de la capital sinaloense, para variar, circulaba

201
por las principales calles en el vil acelere. Sus ciudadanos
habían entrado en la crisis del dinero ausente. De ese negro
dinero, que tantos problemas ocasiona en el vivir diario. No
se diga cuando todo el marketing posmoderno se alínea
para presentarte, exigirte, emocionarte y venderte algo.
Bueno, pues esas crisis existenciales deprimentes que a
todo momento genera el marketing posmoderno, previo
a un festejo de esos típicos de los sinaloenses mexicanos.
Estaba ya presente en el ambiente físico y metafísico de
la ciudad. Esa crisis se traducía como, “… que quizás los
objetos/regalo ofrecidos por el mercado se terminarían…”,
como un trago gordo de algo light. Sí, así como cuando
uno se toma un raspado de vainilla con leche quemada, a
una temperatura a la sombra de 38 grados centígrados, se
va, se termina como la historia entre los dedos. Menciono
los 38 grados centígrados, ahí no más, para que vean lo que
es estar cerca del infierno. Más o menos por ahí iba la crisis
emocional/dineral que se asomaba esa tarde horneante
en Culiacán.

Eran los prolegómenos de un festejo casi sagrado. En


donde el pueblo, el estado llano, el populacho, la perrada,
los nuevos pobres baumanianos, andaban anestesiados
con la meta centrada en cómo sacar dinero para comprar,
comprar, comprar ese regalo para mamá. Los ambientes
que determinaban casi todo el funcionamiento de la vida
cotidiana y económica de la ciudad estaban inmersos
en una especie de ambiente de chantaje emocional y
golpeteo moral del mercado posmoderno mexicano.
Golpeteo mediático/mental insistente hacia el ciudadano
de a pata. Cuyo objeto publicitario iba dirigido, hacia uno
El valor de aprender

de los máximos símbolos de los mexicanos: La Madre.

La pedagogía y la academia…

…en esa hirviente tarde de mayo, a eso de las 5 de la


tarde, minutos más, minutos menos. En el aula de medios
tecnológicos de avanzada de la Normal Superior de
Sinaloa. Justo en el hermoso, verdoso y boscoso campus
de la Normal Superior, la Pedagogía fue vilmente asaltada,

202
desnudada y acribillada a balazos, simbólicamente
hablando, en la persona de un académico de alto prestigio
entre la comunidad científica y los pedagogos de muchos
países. El hecho violento se concretó en contra del Dr. en
Educación Valerio Valen Ochiya. Al acribillar a balazos al
Dr. Valerio se le acribilló a la misma pedagogía, no hay
vuelta de hoja.

El acto canallesco, envuelto en la nefasta selva generada


por la cultura de los gomeros setenteros, hoy bautizados
eufemísticamente como narcos, arropaba ese acto
violento y cobarde, en donde el alma de la Ciencia y del
Saber Pedagógico, había sido masacrada a mansalva —en
apariencia— por las balas de eso que han dado en llamar
como los coletazos del mercado del tráfico mundial de las
drogas, armas y seres humanos. Ese tipo de organizaciones
supranacionales que las corporaciones castrenses de élite
han llamado “Crimen Súper organizado”. ¡Chingado pues!
No se vale. El Dr. Valerio había sido tratado peor que un
perro rabioso, pulgoso, tiñoso y aparte callejero. Es decir:
como un ser que no valía nada. Sí, leíste bien, ¡N a a a a a
d a a a!

El acto inhumano (aunque no tan inhumano porque los que


lo perpetraron eran seres humanos vivitos y balaceando), José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
sucedió una vez que el Dr. Valerio se había despedido de
un grupo de estudiantes de la Licenciatura en Pedagogía
Transdisciplinaria (por favor no le pregunten nada de esto
al narrador. Fue lo que se rescató de los archivos virtuales,
de lap top, que posteriormente se encontraron).

Una vez que despidió a sus estudiantes, el Dr. Valerio se


quedó solo con su alma (y su alma máter también) en el
aula digital. Con la misma calma típica del mes de mayo
y con su típica parsimonia, el Dr. sintió la soledad que
recorría a su cuerpo. Como un silencio poblante hacia los
músculos y vísceras de su cuerpecito. Al vivir éstos una
pérdida de fuerza continua de su enclenque esqueleto y
músculos de sostén. Los acompañantes inertes del aula
digital, también fueron presa de esa soledad enigmática.

203
Arropó también a los muebles del aula, a los cables, a
los fierros, incluso a los monitores de plasma touch del
recinto escolar. El académico se concentró, sin mucha
prisa, en compilar sus triques. Sobre todo, ordenó sus
libros de literatura, poética de Borges, epistemología de
las Ciencias Cognitivas (¡ándele pues!) y Paradigmas de
Investigación Transdisciplinaria. En fin, esos materiales
bibliográficos que eran la perdición del Dr. Valerio, y con
los cuales intentaba enyerbar/seducir a sus discípulos para
que hicieran lo mismo con esta excelsa bibliografía. Los
jóvenes, al modo de ellos. Casi siempre lo tiraban a Lucas.
No se prendían, como los prende un chat en su móvil
con una piedrita (tradúzcase como sinónimo de: plebita,
morrita, chavita, entre otras acepciones populares). Las
cosas pues, así de claras con los estudiantes, qué le vamos
hacer. El Dr. Valerio, no quitaba el dedo de su pluma Parker.
Seguía taladrando con sus herramientas pedagógicas.
Era pues un estoico de la pedagogía y ciencias afines. No
cualquier soplido apestoso o problema lo paralizaba o
ponía a temblar.

El valor de aprender…

…la humildad, no ser ostentoso, ser sencillos, ser educados


ante los demás. Claro que el Dr. Valerio no lo aprendió en
el curso de posgrado denominado Teoría de los Valores en
la era Posmoderna, impartido por el prestigiado sociólogo
y filósofo polaco Zigmun Bauman. Precisamente en
una estancia académica que Z. Bauman realizó en la
Universidad Pedagógica Regio Agrícola (la famosa
UPERA). De nuevo, que quede claro, esa “Constelación
Valoral” –si me permiten el término –. No, claro que no lo
El valor de aprender

aprendió ahí. En ese claustro del pensamiento universal


y científico. Al contrario de ello, el aprendizaje referido
(altamente significativo) lo vivió, imitó y aplicó en su
contexto familiar. Con sus 17 hermanos pero sobre todo de
su papá y mamá. Ahí se encuentran los sedimentos de este
aprendizaje tan valioso. Otra vez, se verifica o confirma
cómo predomina el aprendizaje para la vida, fuera de la
escuela.

204
Pedagogía y violencia…

…convivieron en esa tarde caliente y sangrienta del


mes de mayo de 2010. En esa tarde, el Dr. Valerio calló
abatido a balazos por ráfagas de AK-no sé qué madres
más (consulte a E. Mendoza y la nota roja del Debate), las
cuales despedazaron parte de sus miembros inferiores. Las
balas de acero acabaron con parte de las lumbares 4 y 5.
Las L4 y L5 como se les conoce en la jerga médica, o justo
ahí donde empieza la gloria, sostendrían los poetas. Más
grave fueron las 2 balas que se incrustaron en su cabeza
con salida exterior de tipo explosivo. En la explosividad
de esas balas, que buscaban a toda costa salir de la
cavidad craneal más delicada del desarrollo de la especie
humana. Lugar donde Mente, Conciencia, Razonamiento,
Espíritu, Cultura, Simbolismo, son creados y recreados
constantemente. Las salidas explosivas de esas balas
asesinas, incluyó residuos blanquizcos grasosos de hueso
craneal y residuos de grisácea masa encefálica. Detalles
sanguinolentos de los cuales ni quisiera recordar, pero
los dedos nerviosos situados en la pluma (con apariencia
autónoma) me traicionan y me obligan a inscribirlo en este
triste texto.

Los peritos en criminalística de la AFI/PGR, reportaron José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
que una bala ardiente entró por la parte frontal de la
cabeza del Dr. Valerio, con salida en la sien derecha. En
ese trayecto de arriba abajo, oblicuo recto, el plomo veloz
de paso le voló la verruga café ubicada encima de la ceja
derecha, misma que había heredado de su santa madre.
La segunda bala mortífera le hizo pedazos la punta de
su nariz griegaaguileña (la del pegue le decía su abuelo
Sabino, que en paz descanse). Su fuerza veloz alcanzó a
penetrar también los huesos frontales de su cabeza. Fue
algo increíble, algo milagroso, que todavía en esas horas
segundos siguiese con vida. Al ser auxiliado el Dr. Valerio,
por el Maik, atleta/intendente/veladuermes de la Normal
Superior y ya cuando los paramédicos de la Cruz Roja lo
trasladaron en la ambulancia a toda prisa: aún seguía
con vida. Eran evidentes sus movimientos oculares, su

205
nervioso pestañeo y los juegos rápidos de contracciones
de los músculos posteriores de sus muslos.

Las dos balas malditas antes descritas, esas dos balas


idiotas fueron las provocadoras del Coma Profundo y
Locuax, en donde como vil masa amorfa fue tragado por
esa especie de hoyo negro con el cual se asemeja el coma
mencionado. El Dr. Valerio entró rápida e inevitablemente
en ese profundo túnel negro sin fondo visible. Un coma
profundo, neurológicamente inclasificable y que tuvo en
vilo a los mejores neurocirujanos del noroeste del país;
así como de algunos estados de la Unión Americana:
California, Arizona, Nuevo México, Texas, entre otros.
Como a veces sucede en la historia de la neurología,
neurociencias y neurocirugía, era un caso médico —en
terapia intensiva— que fue altamente documentado para
su estudio científico. Un tanto —guardadas las debidas
distancias— como el famoso caso de Phineas Gage,
recuperado por el afamado científico y neurólogo lusitano
A. Damasio (1995) en aquel famoso libro en donde negó
(con evidencia científica) el aforismo de René Descartes
“Pienso, luego existo”. Le enderezó la plana al gran filósofo.

Cuando se indica, que en lo que entró el Dr. Valerio es


en un coma profundo con arrebatos de locuacidad no
categorizable, es porque el coma profundo en el que se
estacionó el Dr. se aproximaba (en forma rara y de horrible
manera) en ciertos momentos a destellos de habla y
lucidez en sus concreciones del pensar, que asustaban a
todo mundo. Es cierto, ¡créanle a la ciencia, chingados! y
no tanto a la Mizrrajá esoterista del canal de la centellas.
El valor de aprender

Como el sentido común lo sabe. Es muy enredoso y


complicado entrar a visitas controladas al área de Terapia
Intensiva en los hospitales públicos y privados. Por el tipo
de coma que vivía el Dr. Valerio y en un intento difícil de
rescatar, esas hablas locuaces que se experimentaban por
momentos, este narrador, aunque usted no lo crea, logró
colarse como médico etnógrafo de cabecera (especialidad
que sólo se estudia en las universidades más prestigiadas

206
del norte de USA). El caso es que estuve presente (como
mosca parada en la pared –técnica etnográfica de primer
nivel) en esos momentos en que el Dr. Valerio, de forma
inverosímil, rompía con el coma profundo. Al fracturar el
Coma Profundo, el Dr. Valerio giraba con la rapidez de la
luz, en casi 180 grados su cabeza a ambos lados. En esos
giros demoniacos de su cabeza, es cuando empezaba a
fluir su habla lúcida y fragmentada. Armado con el móvil
smartphone Nokia de última generación, capturé audios
valiosos e imágenes nítidas de su cuerpo semidestrozado.
Ésa era mi tarea como médico etnógrafo, inscribir el
discurso del Dr. Valerio, para después, en esfuerzos
sostenidos de reconstrucción, revisión y autocorrección,
armar un texto más o menos lógico y claro ante los ojos
de los demás. Y ya, con ese texto coherente, intentar
activar el viejo Círculo Hermenéutico de la Comprensión
de los significados enterrados (o enredados) en esa madeja
discursiva. Me apena decirlo. Tengo que reconocerlo.
A pesar de mi alto entrenamiento en la metodología
etnográfica con el Dr. C. Geertz, aplicada a la medicina
clínica, no pude reconstruir un texto decente. Sólo
conseguí armar una especie de rompecabezas textual.
Pésimo documento, un tanto parecido a los documentos
que Monsiváis elaboraba cuando era escritor novel. José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

De los materiales rescatados. De ese recuento de


momentos brillantes del Coma/Hablador/Lúcido,
este narrador reconstruyó algunos paisajes, postales,
instantáneas o delirios mentales del Dr. Valerio para ver
si algún neurocientífico, neurólogo, pedagogo, didacta,
psicólogo, hermeneuta clásico, epistemólogo de avanzada
o investigador educativo puede interpretar/comprender,
traducir y difundir a las nuevas generaciones de expertos
en el campo de la medicina, pero sobre todo en el campo
de estudio de la Pedagogía. Intenten pues desentrañar
qué demonios significan estos aportes fragmentados del
habla/discurso del Dr. Valerio. Los paisajes/instantáneas/
delirios son fidedignos. Textuales como un texto original
copiado de un manuscrito, letra por letra y punto tras
punto. Se respetó, todo lo que el Dr. oralizó, aunque

207
consideren desde un punto de vista cuerdo, que es o son
contradictorios. Déjense de cosas, les diría. Sitúense y
entiendan a la voz de un científico casi transitando al
mundo de los espíritus que aún desconocemos y que, por
costumbre, denominamos como muerte.

Primer paisaje/Instantánea/Delirio. Yo aprendo, tú apren-


des, él aprende, ellos aprenden, nosotros aprendemos…
¿Cuál es el problema, pues, con el aprendizaje? Resulta
que en los clásicos tiempos verbales, ¡¡¡chingada/o madre/
padre!!!, todos aprendemos. Nadie se queda atrás. No
hay Problemas de Aprendizaje. No hay rezago en los
Aprendizajes. Todos vamos parejitos. Pura eficiencia real,
no inventada. Así quiere la SEP que todos los niños, niñas
y jóvenes que pasan por las aulas mexicanas lo hagan día
a día. Acudamos de nuevo a conjugar el Verbo Aprender, y
ahí caeremos en cuenta el valor que éste posee hasta en la
conjugación. ¿Sí me entiendennnn?

Segundo paisaje/Instantánea/Delirio. Le/Me dije/o aquel


viejo sabio cuando lo saludé con muchísimo afecto. Justo
en la puerta transparente, que delimitaba el acceso a la
burocracia educativa en Sinaloa, iniciamos el diálogo—
¿Qué ha habido, pues, mi maestro?— Ante ese encuentro
ciudadano, el viejo sabio me miró de forma transparente
(no es casual el uso del adjetivo “transparente” aplicado
a la puerta y a la mirada. La transparencia es un
indicador de avanzada en las sociedades posmodernas
de la información) y penetrante con aquellos ojos
viejouveniles. Se sonrió, no de manera profesional (como
dice H Murakami en sus personajes de novelas), sino de
forma transparente, natural, no fingida. Me dijo, acá a
El valor de aprender

lo cortito, como se hablan esos enamorados efímeros –


hay Vida y Aprendizaje-. “Vida y aprendizaje”, me dije a mí
mismo en tono meditabundo y perplejo a la vez. Mmm...,
de inmediato la construcción lingüística la sometí en
automático a un análisis barthesiano/eccociano (si alcanza
las toallitas blancas para escribir, luego les explico esto).

Tiene razón el viejo sabio. Por más vuelta que uno le dé

208
a este tema. Es lo que hay en nuestros cuerpos: Vida
y Aprendizaje. Aunque uno no lo quiera –mientras no
me suicide, eso es lo que hay. Para que buscarle más sal
al mar sabiendo que tiene un chingo. Son las vetustas
tesis biológico constructivistas defendidas por el viejo
sabio suizo Jean Piaget “…cuando dejan de activarse las
invariantes funcionales, que promueven la substancia de
nuestro ser biológico: Asimilación y Acomodación, el ser
humano deja de aprender/conocer. Entonces ha muerto”.

Por lo cual puede argüirse: qué pinche caso tiene estarse


peleando con los empiristas, racionalistas, interaccio-nis-
tas, sensualistas, idealistas, marxistas, neo marxistas,
modernistas, posmodernistas, nihilistas, genetistas, am-
bientalistas, conductistas, racistas, materialistas, dialécti-
cos, materialistas dialécticos, humanistas, neo humanis-
tas, psicoanalistas, cognitivistas, esoteristas, piagetianos,
pos piagetianos, vygotskianos, neo vygotskianos, tradi-
cionalistas, chamanistas, gestaltistas, globalistas, forma-
listas,… y demás científicos, así como charlatanes que se
han disputado La Razón Máxima sobre el Aprendizaje. Y
más desde que los Psicólogos aparecieron en el escaparate
de la ciencia y dijeron que el Aprendizaje era de su propie-
dad intelectual. O, bien, la Verdad Absoluta sobre el Apren-
dizaje, es nuestra. Nos pertenece. Sin embargo, hay que
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

expresarlo categóricamente ¡Esto no existe! ¡No es cierto!


El Aprendizaje es. El Aprendizaje se da. El Aprendizaje se
genera. El Aprendizaje se Activa. El Aprendizaje es Vitalicio
(no confundir con líderes sindicales/morales vitalicios).
El aprendizaje es de veldá, dijeran los puertorriqueños
y también mi compa Lupito, un joven amigo de la
Ampliación Pemex, voceador cotidiano de los periódicos El
Debate y la i. De ahí que este acto/proceso de aprendizaje
valga más que una master card o una american express.
Al aprendizaje vitalicio, al aprendizaje del vivir, le valen
pura madre los istmos, los istas y recortes científicos y no
científicos que siempre se lo han querido apropiar.

Tercer paisaje/Instantánea/Delirio. La abuela Canucha


(ella se llamaba —no Martha, como en la canción de

209
Napoleón—, sino Cándida) le acababa de arrimar una
pela/chinga de perro bailarín al Perico. No al pájaro, no
me malinterpreten. Mucho menos se vayan a confundir
con el llegue/pase de cocaína, que la vox populi culichi
ha bautizado como “perico”. Tranquilos en su lectura y
comprensión rápida. No, miren. Ubíquense bien. Ahí les
va.

El Perico era un primo hermano mío, que así le decíamos,


porque siempre lo acompañaba una tipología de moco
infantil. Así como acompañaba a Cantinflas su clásica
gabardina, a mi primo lo acompañaba su clásico moco
verde maduro. En ese cuarto estado de la materia llamado
plasma: plasma mucoso. Que siempre subía y bajaba,
como el peso sobre el dólar. El asunto era que siempre se
mantenía como una constante en él. Era pues, el moco, un
rasgo muy típico/folklórico de mi primo. Si no colgaba, le
subía y bajaba el susodicho moco verde. Así era el Perico mi
primo, así merito para que me entiendan mejor.

Bueno, pues resulta que La abuela Canucha, le pegó una


pela, (o una chinga como se oiga/lea mejor) de esas que
hoy día ya no se ven objetivadas en las carnes infantiles/
juveniles, por la presencia de tanto observador/visitador
de las Comisiones de los Derechos Humanos. Esa práctica
disciplinaria, es casi una práctica en el olvido, tal y como
hoy lo son muchos de los trabajos y oficios que están al
borde de la desaparición.

La Canu (para la raza del rancho), con una competencia,


perdón, habilidad en su muñeca derecha, agarró una
pajuela tiesa, hecha de llanta vieja, de las llantas que
El valor de aprender

desechaban las góndolas que acarreaban materiales de


construcción desde el río del pueblo. Esa pajuela vieja,
negruzca y semi- agrietada por el uso extremo, Doña
Canucha, la dominaba. Convivía a diario con ella. Traía
siempre la pajuela colgada en su hombro de acero, así
como las damas de hoy traen en su hombro de silicón
colgando la correa de piel del bolso Ermenegildo Zenga y
con esa pajuela (ojalá no lea esto G. Armani, porque capaz

210
que puede impulsarla como signo de la moda global), vista
como instrumento amenazador/disciplinador le metió
como 10 pajuelazos al pobre Perico, que lo dejó tirado en
el suelo de la ramada de tule seco. Ahí tirado en el piso
natural de tierra roja, el Perico lloraba y jalaba el moco
verdoso a más no poder. Al observarlo llorando y con
una marcas tipo cebra de color violáceo, generaba cierta
lástima y compasión. Ante la mirada asustadiza de sus
primos, la abuela Canucha todavía le dijo a su nieto: “esto
es, cabrón, para que aprendas a no agarrar lo ajeno, lo
que no es tuyo”. Aclaro, para que ustedes lo sepan, que el
pobre Perico, le había robado a la Güila Ibarra unos panes
cortadillos suculentos, de los cuales varios niños y sus
primos se beneficiaron. Pero dejémonos de digresiones.
No agarren monte pues.

Y en este recuento histórico me pregunto: ¿Aprendía o no


el Perico?, ¿Aprendió algo de las lecciones dadas por su Ma
Canucha? ¿Las reacciones del Perico eran ya señales de que
presentaba Problemas de Aprendizaje?, o ¿A qué se refería
la abuela Canucha con ese “para que aprendas”?

Desde luego, el Perico siguió haciendo de las suyas. Le


bajó poquito a sus andanzas y robos de sobrevivencia. Es
decir, aprendió poquito, pero aprendió el cabrón (dixit de José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
la Abuela). El modelo (dijeran los que saben de Pedagogía)
que siguió la Abuela Canucha, generó aprendizaje en el
Perico. Y vaya que eran aprendizajes vitales, porque en una
de ésas la abuela lo mataría de tanto pinche pajuelazo. Y
adiós periquito tierno.

Cuarto paisaje/Instantánea/Delirio. Aquel niño/adoles-


cente, decían las malas lenguas del pueblo —que por cierto
esas bad tongues no son exclusivas de ese terruño, sino
que son parte de las miserias socializadas de la globalidad
como dicen los expertos—, decían, pues “… que se había
pirateado un poco…” Después de que junto con sus 5
hermanos—con los cuales padecían hambres históricas/
acumulativas—, se habían atragantado del fruto
venenoso de las plantas llamadas higuerías. Esas plantas

211
rivereñas que compiten en productividad con el bledo y los
quelites. Porque se dan, hay Dios mío, a lo pendejo. Para
donde voltees te encuentras con esa flora peligrosa. Que
crecían al por mayor en las riveras y crecientes de los ríos
de Sinaloa.

Ese niño/adolescente, con su semblante parecido a un


carrizo parado, amarillo transparente (seguimos en la
sociedad de la transparencia) y larguirucho, se había semi
envenenado junto con sus cinco hermanos, con esos
frutos engañosos, que hasta las vacas que pastoreaba
Miano, a veces caían en la trampa y azotaban en las
praderas de las tierras de cultivo de ese pueblo histórico.
Terruño que aparece como algo mágico, al subir el bajío
que forma el río. Ese niño/adolescente, flacucho, inquieto,
exageradamente travieso e inventor de juegos junto con
su tribu infantil/juvenil, había escuchado con mucha
atención de casi todos sus maestros de la primaria y la
secundaria, que tenían que “aprender a leer bien y hacerlo
todo el tiempo”. El niño/adolescente, por el que, para
variar, las vecinas comunicadoras, no daban un cinco
partido por la mitad, decían que tanta era su loquera que
ahora le daba por leer. Después del envenenamiento por
fruto de higuería, según rezan los archivos históricos del
centro de salud del pueblo: ese niño/adolescente era otro.

Por poner las cosas tensas con su Amá, las doñas del pueblo
sostenían que se la pasaba de iguana vaqueta (de webón/
güebón pues), tras las sombras de aquel pequeño mango
manila que empezaba a dar los frutos veraniegos. Doña
Failo les decía a la pinches viejas mitoteras, “…no mujeres,
el niño está estudiando, eso me dice mijo, que sólo así se
El valor de aprender

aprende a leer, que sólo así se aprenden otras cosas, a


través de los libros y de la lectura”. Al niño/adolescente le
llegaban algunas pinceladas mentales, de que a través de
ese buen aprendizaje de la lectura se descubrían algunos
secretos. Secretos que aún no le quedaban claros por su
corta edad, pero sabía que ese aprendizaje encerraba
algo y estaba dispuesto a desentrañarlo. Intuía que ese
aprendizaje valía oro molido.

212
Una tarde, de esos largos y calurosos veranos del pueblo,
con las últimas ciruelas jalapeñas y yoyomas cayendo
de los ciruelos, el niño/adolescente se quedó dormido
sobre su libro, forrado cuidadosamente con papel lustre
azul añil. Un libro de quinientas hojas que leía con tanto
esmero. Llegó su prima Rosy a su espacio privado (sombra
del mango manila y butaca de cartera dura mohosa,
rescatada del basurón del río), lo despertó y le dijo “…
Monito estás leyendo el libro de Mao Tse Tung, sobre la
guerra de guerrillas, ¿por qué no lees otra cosa más de
acuerdo a tu edad?...” El Monito se despertó en friega y
medio dormido, con mucho respeto le dijo a su prima —…
Rosy, mira lo importante, primero, es aprender a leer bien,
acostumbrarte a la lectura. Que los ojos sientan la carrilla,
el esfuerzo de dedicarle tiempo, eso es aprender ¿no? Y leo
a Mao, porque no tengo más que leer”.

Quinto paisaje/Instantánea/Delirio. Eduardo Andere


dice, (cito textual) que “El aprendizaje entraña la sintonía
de habilidades cognitivas y no cognitivas, estas últimas
llamadas emocionales también. En el mundo de la
cognición los seres humanos pensamos, conocemos,
sabemos; en el de la emoción, valoramos, motivamos y
esforzamos. El aprendizaje no es un producto fácilmente
medible como saber contestar una pregunta. Eso es,
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

parafraseando a B.F. Skinner, desempeño. El aprendizaje


es un proceso de descubrimiento e inspiración; indagación
e introspección que nunca termina; no sólo aprendemos
lo aprendido, sino cómo aprendemos lo aprendido, y
“qué nos queda cuando lo aprendido se nos ha olvidado”.
Aprendemos todo el tiempo. Y lo que sabemos también -
que es el contexto o entorno en el que ese aprendizaje se
da, es extraordinariamente importante para el aprendizaje
mismo y para el “crecimiento del cerebro” (plasticidad). En
la literatura especializada el entorno de aprendizaje recibe
el nombre de ambiente de aprendizaje. Y los ambientes de
aprendizaje normalmente se construyen en el hogar, la
escuela y la sociedad. Así dicho, un ambiente agradable y
desafiante de aprendizaje en el hogar, que no es otra cosa
que relaciones armoniosas y cordiales, capital cultural

213
y social de las familias (especialmente mamá y papá)
y en torno desafiante para los pequeños y jóvenes, es lo
realmente crucial para el aprendizaje durante toda la vida.
(www.eduardoandere.net, consulta en línea mayo 2017)…

Hasta los puntos suspensivos terminan los paisajes


recuperados. En este último paisaje, es donde el Dr. Valerio
se esforzó mucho más. Casi no hizo pausas. Habló muy
deprisa, dando unos fuertes resoplidos y suspiros, como a
alguien que se le va la vida.

En ese esfuerzo de recuperación se encontraba el Dr.


Valerio, cuando la muerte le alcanzó. En punto de las
12:00 p.m. Justo a la media noche. Fue gracias a estos
paisajes/instantáneas/delirios reconstruidos, que a
distancia alcanzamos a comprender la fuerza y el valor del
aprendizaje, en cada una de las facetas en que las deliró y
mostró el Dr. Valerio.

O, bien, puede suceder que, realmente, nunca sabremos los


mensajes que el Dr. quiso emitir, teniendo, precisamente,
como eje la Vida, el Aprendizaje y los Contextos en donde
se presenta, con independencia de las Teorías Científicas
que, según ellas, han intentado ponérnoslo al vulgo, de
forma más clara y entendible. Como yo, que ahora no
sé si me enredé un poco más con estas notas acerca del
aprendizaje.
El valor de aprender

214
Los mensajes perdidos
en el ciberespacio.
Posibilidades para la
creación
Luis Enrique Alcántar Valenzuela

C
uando de verdad me posé en uno de los tantos textos
y mensajes extraviados en el espacio virtual, me
sorprendí yo mismo. Fue cierto día, de tantos que
transcurren, medio insípidos e incoloros. En uno de esos
días me topé con un diálogo muy interesante.

Reconozco que este suceso de encontrarse con algo


anónimo en la red, a ustedes les ha sucedido más de una
vez. A veces uno los lee, y rápido les aplica el delete. Otras
veces lee los mensajes y los relee. Sonríe un poco. Piensa
hacia su interior, pero de todas formas les aplica borrar
en automático. En ciertos momentos los mensajes por
considerarlos interesantes, uno los archiva. También
resulta que por lo regular esos archivos no los vuelve a
consultar o bien no sabe dónde encontrarlos.

Hay ciertos mensajes que encuentras y te impactan. Con


esos textos altamente significativos, de inmediato (si
te agrada) puedes generar textos duales, alternativos
o nuevos textos a partir de las preguntas o dudas que te
dejan.
215
Entre esos dos interlocutores que construyeron el texto,
rescaté lo siguiente.

Expresa uno de ellos. “Precisamente este párrafo es más


que interesante:

Vos ¿qué dice? Me he quedado con la duda muchas


veces y por lo que sea no le he preguntado. Cuando
escribe, ¿en qué piensa? Todo tiene una explicación, a
veces los lectores tenemos muchas interpretaciones,
cada quien nos desplazamos por el mundo que
queremos ver, crear, total, uno es libre de soñar,
pero vos, ¿qué expresa en sus producciones? Vos
cuestiona, ¿mis comentarios alguna vez han tenido
sentido o siquiera me he acercado poquito a su
sentir literario/textual…?” cierra la cita con puntos
suspensivos.

El otro interlocutor responde:

Cuando escribe, ¿en qué piensa?

“Ahora en la tarde precisamente, hablaba con un


grupo de mujeres y hombres muy trabajadores y
sensibles a lo que le pasa a los seres humanos que les
rodean. Les narraba parte de los momentos de cómo
había armado el texto del cual hablamos. Como dice
el mismo Haruki Murakami, “… todo conecta, todo
está unido…”, el quid del asunto es intuirlo/sentirlo/
recibir una luz, o una especie de ladrillazo por qué
no decirlo, también. No sé, este momento de re-
conexión, de unidad del texto lo han llamado de
El valor de aprender

muchas maneras.

Es mucho de sensibilidad. Es mucho de tus estados


emocionales. O como diría el Gabo y luego asumido por
mi amigo/maestro de la universidad de los maestros, “…
serán puras pendejadas...” A lo mejor, pero la verdad, que
no me atrevo a llamarlas así, a las escrituras generadas.

Sé lo que simbólicamente contiene la expresión

216
"pendejadas", la comparto plenamente como ejercicio de
escritura y motivación para el texto literario. No sé si a veces
pienso, o más bien lo siento. Es claro que sin esas uniones
entre Sentir/Pensar/Sentir, no pudiese escribir nada. Unas
psicólogas (malas por cierto) dicen que son proyecciones
mías. Me digo "...que pinche descubrimiento...", son
proyecciones mías y a la vez no. Ese es el enredo. El
asunto de la escritura es mucho más intrincado de lo que
se piensa. O como también dice Z. Bauman, es mi mejor
forma de expresión/comunicación. No tengo otra.

No sé si piense al escribir. O es algo que mi alma/pensar/


sentir ya no puede contener o bien no lo puedo decir de
forma oral a los demás por todas las putas restricciones
sociales existentes.

Y sí pienso. No es pedantería, pienso mucho. A veces, la


idea o motivo se viene de improviso y hay que anotarla.
Mucho me lo provocan los actos cotidianos y mis lecturas.
Me imagino todo lo que haría con tiempo, con más rigor,
disciplina, perseverancia y sin estar atrapado por este puto
mundo de hiperconsumo que nos jode tanto la vida.

Esta joyita del ciberespacio me generó algunas reflexiones,


respecto a cómo uno le hace para escribir. Estos mensajes
del texto navegante del ciberespacio en soledad,
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

conducen a pensar en una especie de didáctica particular


de la escritura de ese tipo o esa tipa. Que considerando sus
aportes, hace en realidad una introspección psicoanalítica
sobre sí mismo, de lo que se suda, duele y se sufre para
elaborar una escritura que toque nuestra sensibilidad
humana, a veces tan anestesiada y adormilada por
esta vida de tanta vorágine y ruido. En fin, seguiremos
aprendiendo.

217
Aprender a querer a
los alumnos
José Manuel Frías Sarmiento

H
ay tres quereres que nos marcan a los maestros,
aunque a los dos primeros no les den mucha
importancia los hacedores de los currículos
escolares, o si les importan de todas maneras no los
incorporan a los contenidos en los programas. El primero,
es querer a los padres; el segundo, a los hijos. Y el tercero,
al que en el discurso emergente se le intenta reivindicar,
es querer a los alumnos. Aquí, seguramente, habrá un
maestro de verdad que pensará: “cómo no vamos a
querer a los que forman nuestra familia más cercana”,
incluyendo, agregaría yo, a los alumnos, que, para un
verdadero maestro, vienen siendo como nuestros hijos.
Eso dirían los que son educadores y asumen a la educación
como un compromiso integral, en el que no caben los
dobleces ni las máscaras pedagógicas de las que nos habló
Eduardo Remedi, cuando decía que todos los profesores
inventaban una leyenda y se ponían una máscara al hablar
de la educación que ellos impartían.

No obstante, cabe aclarar que los profesores de antaño


sentían la relación escolar un poco más filial, pues se

219
preocupaban por el desarrollo de sus alumnos y por
sus problemas en los hogares. Eran profesionistas con
vergüenza profesional que sentían, además, el orgullo
de ser profesor. Es decir, les daba gusto que sus alumnos
aprendieran a leer y a escribir, a sumar y a multiplicar, a
repetir el nombre de los estados de la República Mexicana
y a cantar con alegría las estrofas del Himno Nacional. Les
alegraba enseñarles a bailar, a declamar y hacer piezas
de oratoria pueblerina. Pero también les apenaba que
sus alumnos fueran groseros y escribieran con faltas de
ortografía, pues sentían que su trabajo desmerecía con
la evidencia de un mal comportamiento social o una falla
en los saberes enseñados por él. Eran otros profesores, es
verdad, pero ¡qué lástima que los de hoy no se parezcan a
los de entonces, verdad! ¡Qué lástima, como lo dice León
Felipe, que no tengamos muchos maestros de tal porte
y calidad magisterial! ¡Qué lástima, sí, qué lástima, de
verdad!

Aquellos maestros vivían en las comunidades y conocían


el contexto real de sus alumnos, platicaban con sus
padres, compartían sus alimentos y les apoyaban con sus
consejos y gestiones ante las autoridades. Ahora no se
miran muchos maestros con tales ocupaciones, ni parece
que les interese siquiera por enterarse de lo que ignoran y
que deberían de saber. Los maestros que nos dieron clases,
José Nava y Rosendo Noriega, conmigo, nos querían y
luchaban por ayudarnos a salir de la pobreza intelectual.
Y eso, aquí y en China, sólo es posible si hay afecto de por
medio; por eso digo que aquellos educadores sí querían a
sus alumnos. Como, supongo, también querían a sus hijos
y a sus padres. Dicen las señoras mayores que si uno quiere
El valor de aprender

y ayuda a sus padres nos irá bien en la vida. Yo pienso que


no es sólo porque ayudemos a los padres que las cosas
nos vienen bien; sino que, al ser personas buenas y con
sólidos principios humanos, si nos comportamos bien y
trabajamos con denuedo y con responsabilidad, es natural
que nos vaya bien. Así pasa con la vida: te portas bien, te
va bien, no de inmediato, pero sí al rato, pues, tampoco
es una Lámpara de Aladino para que salga un genio y te

220
conceda tres deseos: hacerte millonario, ser exitoso en lo
que hagas y que te quieran todos.

Entonces, para querer a los alumnos y ser buenos


profesores hay que ser buenas personas. No hay más. No
se puede educar a otros sino estamos educados, y eso
pasa, ¡qué friega, verdad!, por ser buenas personas, es
decir, comportarnos con honradez, con ética profesional
y convivir en armonía; lo cual pasa, primero, por querer
a nuestros padres y, enseguida, a nuestros hijos; pues
nadie creerá en el cariño por los alumnos, si ven que nos
olvidamos y tratamos con desdén de quienes fueron
nuestros guías y soporte en la niñez; no habrá quien piense
verdadero el afecto a los alumnos, si miran el maltrato
que brindamos a nuestros hijos. Así no se les puede creer,
aunque se rasguen las vestiduras y aleguen que sí. No y no.

Querer a los padres y querer a los hijos es una querencia


natural. Pero querer a quienes, en apariencia, nada son de
nosotros es un sentimiento que tenemos que aprender. Y
es ahí donde aparecen los alumnos que ahora no son como
los de antes pues aquellos eran más tiernos, disciplinados
y estudiosos que los de hoy. Al menos eso dice la gente
que nos conoció. Los maestros de antaño, los que nos
dieron clases, la tuvieron más fácil, pues contaban con José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador
el respeto y obediencia de sus alumnos y con el apoyo
y colaboración de los padres de familia. Y contaban,
también, con el cariño y admiración de la comunidad que
daba cobijo a las acciones de los profesores, lo cual les
obligaba, moralmente, a responder a tales muestras de
cariño y de afecto colectivo. Y de la intensidad del cariño
que le tengamos a los alumnos dependerá la calidad de la
enseñanza que nos empeñemos en propiciarles. Por eso es
que tenemos que empezar a observarlos para conocerlos
y aprender a quererlos pero a la de ya, si es que deseamos
incidir en su formación, moral, intelectual y actitudinal.

Aprender a querer a los alumnos es la asignatura ausente


en las escuelas. Y no está presente porque implica darle
una vuelta de tuerca a la manera de enseñar con la que

221
hoy se obliga a ejercer su labor educativa a los profesores.
Aprender a querer, implica pensar que los alumnos son lo
más importante en las escuelas. Sí, de verdad, tenemos
que convencernos de que ellos son lo más importante;
por encima de los directores, rectores o secretarios de
educación, porque sin alumnos los demás no tenemos
ningún sentido ni nada que hacer en las escuelas y, mucho
menos, en las amplias, cómodas y acondicionadas oficinas
de quienes mandan en la escala educativa de Sinaloa.

Querer a los alumnos implicaría, desde la perspectiva de


Ken Robinson, asegurar su permanencia en las escuelas,
hacerles sentir que los queremos e interesarnos por lo que
a ellos les parece interesante de verdad. Pero tenemos que
ser honestos y meternos en sus asuntos de verdad. Y eso,
mis estimados colegas universitarios, en más difícil de
lograr que la tarea de conseguir que los mexicanos leamos
con cierta regularidad. Ambas situaciones son plausibles,
pero requieren de un auténtico compromiso pedagógico y
una extenuante pero gratificadora recompensa educativa
social y personal. Sé que tal recompensa, en este contexto
de certificaciones, es casi impensable porque no bajan
recursos para la institución, ya que todo el dinero, sobre
todo en universidades, viene casi etiquetado para la
investigación, el posgrado y la movilidad científica nacional
e internacional; tan etiquetado está que parece no haber
un céntimo en pro de la cultura humanista que auspicie los
pensamientos y las acciones educativas de los profesores
interesados en sus alumnos en el plano personal, es decir,
en el educativo de verdad.

Querer a los alumnos, es tan necesario como querer a los


El valor de aprender

hijos y a los padres, pues ellos son el motor de nuestro


desarrollo social y profesional. Los padres nos dieron la
vida y nos cuidaron de pequeños, nos enrumbaron por el
camino del bien y de la buena convivencia con los demás;
los hijos, en cambio, nos obligaron a ser más prudentes
y cuidadosos de la economía del hogar y de los peligros
que la sociedad ofrece a cada paso y en cada esquina de la
ciudad. Ambos, nos obligaron a pensar en el bienestar de

222
los otros con los cuales convivimos por ligas de parentesco
sanguíneo o familiar.

Los maestros son como los segundos padres de sus alum-


nos, y la escuela su segunda casa. Con el tiempo y voca-
ción real, los profesores les cobran cariño a los pequeños
y empiezan a preocuparse no sólo por su desempeño
escolar, sino por su estabilidad emocional y, en algunos
casos, por si hasta comió ese día que se mira desganado
en clase. Empezamos, los profesores de distintos niveles
educativos, a sentirnos orgullosos de los logros de nues-
tros alumnos, y a experimentar cierta impotencia por no
poder incidir en el comportamiento social y educativo de
los que muestran poco interés por estudiar y por interac-
tuar de manera cordial con sus condiscípulos. Sin embar-
go, en esta vorágine del conocimiento y con la dispersión
intelectual que se percibe en las escuelas, los profesores
despersonalizan su acción educativa y desdeñan el valor
pedagógico de la empatía y el diálogo con sus alumnos.
Olvidan que éstos son su razón de ser y los valoran sólo
como estadísticas para ascender en la escala salarial que
les acarrean los puestos y las plazas que obtienen por ser,
paradójicamente, los mejores profesores en sus escuelas.
Ser idóneo, en las circunstancias actuales, supongo que
no pasa necesariamente, por ser un mejor profesor en el
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

sentido humano del concepto pedagógico. Pasa, tal vez y


hablo de oídas, por saber resolver situaciones que les lle-
van horas ante una computadora, pero que no les acerca
ni una micra humanitaria al sentir de los pequeños que
confían en ellos, ni les llevan a entender a los adolescentes
que se rebelan contra la esclerótica relación magisterial
que sus profesores desarrollan en el aula. No hay chispa de
vida latente en muchos discursos escolares, no hay vibrato
en el hablar del profesor que les conmina a leer a Vargas
Llosa, sin apenas comprenderlo él. No ven al maestro pre-
ocupado por los problemas nacionales y, mucho menos,
por la amenazada vida del planeta que nos cobija. No se
les mira leer, escribir ni publicar; no se les escucha debatir
ni exponer sus ideas, las de ellos y no la mera repetición
de las antologías que exigen a sus alumnos resumir en

223
una página porque les da flojera leer más de lo, para
ellos, necesario. Tampoco son animadores culturales, ni
descubridores de los talentos estudiantiles. No hay cariño
y atención por lo que a sus alumnos les interesa y, por ello,
no les pueden ayudar a desarrollar esa inteligencia oculta
que espera el chispazo magisterial para eclosionar con
fuerza y creatividad. No pueden hacerlo, ni se esfuerzan
por intentarlo. Y no lo hacen porque no sienten cariño por
sus alumnos. Otra cosa fuera si aprendieran a quererlos.
Porque esa capacitación es la que nos hace falta: la que
nos ayude a querer a los que son motivo y razón de que
nosotros seamos y cobremos como profesores. Y otros,
con mayor sueldo, como administradores de la educación
que tampoco muchos de ellos parecen comprender ni
aquilatar en su justa y humana dimensión.

Entonces, si a los padres y a los hijos les queremos porque


es de naturaleza, aunque haya siempre quienes olviden
a sus padres y abandonen a sus hijos, o vivan con ellos
pero nunca les manifiesten cariño; mucho más difícil pero
igualmente importante será que aprendamos a querer
a los niños y adolescentes que tenemos como alumnos.
En el amor a los tres reside el valor de la educación que
propiciemos como maestros de cualquier nivel. Pues
aunque trabajemos como profesores, también seremos
hijos y padres de nuestros alumnos, quienes, a su vez,
tendrán a otros padres e hijos que serán el núcleo y la
esencia de la sociedad. Lo cual evidencia la necesidad del
aprendizaje que sugiero.

Y, con todo esto, les aseguro que nadie a quien se le


pregunte en público dirá que no quiere a sus hijos ni a
El valor de aprender

sus padres; como tampoco habrá un profesor que acepte


no sentir cariño por sus alumnos, pues “quererlos es un
paso imprescindible para educarlos”, dirán con énfasis
pedagógico aprendido en intensos cursos de formación
docente. Pero ya vemos que la realidad es más terca que
nuestras palabras y nos desmiente en muchos hogares
y en muchas escuelas; y, por desgracia, la ausencia de
aprecio filial y social, es más visible en las estadísticas

224
de reprobación, de indiferencia y desdén educativo que
asuelan hoy al sistema escolar del terruño en que vivimos.
Estadísticas que desaparecerían si aprendiéramos a querer
a los alumnos. Y a ese aprendizaje - enseñanza hay que
dedicarle tiempo y cariño, hasta construir las Situaciones
de Aprendizaje que nos permitan querer a los niños, que
son la esencia y el basamento de los hogares y de las
escuelas, y con ello, de la sociedad en la que cual vivimos.

Entonces, pensando en los alumnos, me quedo con estas


preguntas: ¿Si los profesores somos humanos, por qué nos
alejamos del afecto que la familia y la educación conllevan
en sí mismas? ¿Por qué nos resulta difícil convivir y educar
en interacción armoniosa y productiva con nuestros
padres, hijos y alumnos? ¿Por qué no somos los maestros la
real palanca del cambio social que la humanidad requiere
con urgencia? Y me quedo, finalmente, con la idea de que
los educadores tenemos que aprender a querer a nuestros
alumnos; quererlos tanto como para llenar de amor y de
cariño educativo a las escuelas del país.

José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

225
Índice

Agradecimientos 5

Prólogo 7

¿Por qué aprender? 11


Sara Eduviges Alcaraz Barreras

La valentía de aprender 15
Ary Yazaanya Martínez Gutiérrez

Aprender duele 19
María Luisa Álvarez Piña

El valor de aprender 23
Alma Gabriela Báez Bartolini

El valor de aprender… a ser 27


María Madrid Zazueta

227
Aprender es transformarse 35
Norma Patricia Campos Esquerra

Repensar el pensamiento educativo 39


Manuel de Jesús Álvarez Juárez

Del valor de enseñar, al valor de aprender 43


Oscar Isaac Corral Arias

Aprender a aprender,
para aprender a vivir juntos 57
Jesús Vidal Ponce

Aprendizaje y socialización:
más que formar, menos que reproducir 67
Erick Zorobabel Vargas Castro

El aprendizaje: fortaleza y necesidad 79


Jesús Lamberto Martínez Aldana

Aprender en el Siglo XXI 91


Omar Contreras Juárez

¿Para qué y con qué se aprende? 95


Mara Guadalupe Valdez Osuna

¿Cuál maestro quieres ser? 101


María Fernanda Leal Salazar

Aprender con frenesí 107


José Antonio Chávez Espinoza
El valor de aprender

Del aprendizaje de la vida,


como se aprende 117
José Rodolfo Real Audeves

¡A echarle ganas! 123


Hugo Marx Cortés Moreno
El imperio de Joaquín Isidro 127
Lázaro Armenta Armenta

¿Qué significa aprender? 133


Jesús Joshio Lerwin Navejas Rodríguez

Autodidactismo y aprendizaje 137


Juan Lizárraga Tisnado

Aprendizajes en contexto 153


Arturo Gutiérrez Olvera

Aprendizajes informales
en la docencia de primaria 161
Alfredo Zañudo Mariscal

El valor de aprender 173


Martín Galaviz

El valor de aprender y
otros dislates complejos 177
Antonio Kitaoka Vizcarra

Diálogos lúdico-filosóficos
del pensamiento complejo 187
José Manuel Frías Sarmiento • Coordinador

Antonio kitaoka Vizcarra

El reino iletrado 191


Julio César Soto Moreno

El caso del pedagogo en


coma profundo y locuax 199
Luis Enrique Alcántar Valenzuela

Los mensajes perdidos en el ciberespacio.


Posibilidades para la creación 215
Luis Enrique Alcántar Valenzuela

Aprender a querer a los alumnos 219


José Manuel Frías Sarmiento
229
El valor de aprender
Se terminó de imprimir en el mes de diciembre de 2018
en los Talleres Gráficos de Colegio de Bachilleres
del Estado de Sinaloa.
La edición consta de 1000 ejemplares.

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