se dedicaba a la costura sentada cerca de una ventana con marco de ébano negro. Los copos de nieve caían del cielo como plumones. Mirando nevar se pinchó un dedo con su aguja y tres gotas de sangre cayeron en la nieve. Como el efecto que hacía el rojo sobre la blanca nieve era tan bello, la reina se dijo.
- ¡Ojalá tuviera una niña tan blanca como la
nieve, tan roja como la sangre y tan negra como la madera de ébano! Poco después tuvo una niñita que era tan blanca como la nieve, tan encarnada como la sangre y cuyos cabellos eran tan negros como el ébano.
Por todo eso fue llamada Blancanieves. Y al
nacer la niña, la reina murió. Un año más tarde el rey tomó otra esposa. Era una mujer bella pero orgullosa y arrogante, la cual no podía soportar que nadie la superara en belleza entonces comenzó a sentir envidia de su hijastra Blancanieves cuando su espejo mágico le dice que al crecer Blancanieves ha pasado a ser la más bella del reino, entonces la reina ordena a un soldado que la mate. El soldado se apiada porque Como era tan linda no tuvo esa malicia de poderla matar entonces él le dijo:
- ¡Corre, pues, mi pobre niña!
Pensaba, sin embargo, que las fieras pronto la
devorarían. No obstante, no tener que matarla fue para él como si le quitaran un peso del corazón. Un cerdito venía saltando; el cazador lo mató, extrajo su corazón y se lo llevó a la reina como prueba de que había cumplido su misión. El cocinero lo cocinó con sal y la mala mujer lo comió creyendo comer el corazón de Blancanieves. Blancanieves encuentra cobijo en una pequeña casita habitada por siete enanitos. Ella se queda a vivir con ellos, a cambio de ayudarles limpiando y cocinando. Pero la madrastra se entera por el espejo de que sigue viva, y prepara una manzana envenenada que le da a probar, haciéndose pasar por una anciana vendedora. Entonces Blancanieves cae muerta, y los enanitos la encierran en un ataúd de cristal. Pero de pronto llega un príncipe la cual se enamora al verla tan bella, se le acercó y la beso, minutos después Blancanieves revive, enamorándose del príncipe con quien se casa.