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El Fondo de la Feria

Los seres humanos a diario nos enfrentamos


con situaciones que; nos marcan de por
vida, marcan un momento o una eternidad,
un sentimiento de alegría o uno de eterna
agonía. Desde el momento en que nacemos,
estamos destinados a vivir de acuerdo a la
época en la que nos desarrollamos, las ideas
de nuestra actual sociedad y la mayor parte
de las veces, la forma de vida que nuestros
padres quieren que llevemos. ¿Quién dice
que algunas situaciones no pueden marcar
un antes y un después solo en nuestra
cabeza, sin la intervención del mundo
exterior, sin su alerta?

Basada en hechos reales

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El Fondo de la Feria

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Desde que tengo la inmodificable
gracia de tener memoria, mi vida se
completaba sin desazón alguna con mi
familia compuesta completamente por
mi madre Ángeles, mi padre Frabizio,
mi abuela Dora y mascotas, un
hermoso gato negro llamado Tom, que
iba y venía. A pesar de que mamá
había tenido una vida muy complicada
antes de mi llegada al mundo al igual
que papá, estábamos manteniendo un
desarrollo colectivo económicamente
excelente.
Nuestras costumbres eran varias,
como salir los fines de semana por los
lugares en donde se podían apreciar
cosas extravagantes, (que por cierto,
encendían mi completa existencia)

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comidas de todo tipo, era muy
probable que en cualquier lugar de
comida que visitemos, por más amplio
y conjuntivo que resulte, terminaría
eligiendo pastas o una gran pizza
cubierta de pepperoni. Entre esas
costumbres estaba también la de
visitar el parque de diversiones más
cercano a la zona, puedo rememorar
que mientras viajábamos en nuestro
problemático auto, a lo lejos, entre los
árboles, veía luces de todos los colores
en movimiento mezclándose con las
estrellas, en algunos casos,
simplemente fluorescentes amarrados
a los hierros coloridos, antiguos,
herrumbrados y desgastados de una
gran rueda gigante. No hacía falta que
mamá y papá pregunten si mi estado
de ánimo daba para un par de vueltas
en ese paraíso hecho con nada más
que fines de lucro que en mi pequeño

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ser despertaba incontables
sentimientos. Sin preámbulo alguno,
sonrientes, abríamos las puertas, mis
sandalitas (sandalias pequeñas, como
las llamaba mi abuela) pisaban el
césped húmedo del previo en donde,
de una forma inentendible, iba a pasar
un rato maravilloso, y en familia.
La sociedad había
hecho algo bien, había
ideado y construido algo
verdaderamente atractivo
y desesperante, como lo
es su nombre… ‘Parque
de atracciones’’ y de una forma
extraña, yo lo sentía, sentía una alegría
indescriptible al ingresar a los mismos
con mamá y papá.
Algo que agradeceré a mi
abuela durante toda nuestra mutua
existencia, aparte de las millones de
cosas que hizo por mi persona que son
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impagables, es que sin disimulo trató
siempre de mantener a las mismas
personas lejos de mi persona, evitando
que pudiera ver sus actos, sentir su
demencia y escuchar su locura.
Al mismo tiempo me
desarrollaba como un niño creativo y
alegre, siempre alegre, recuerdo que
me llevaba muy bien con las personas
que sonreían siempre, todos los días.
Mi padre era muy amante de la música
y lo será toda la vida, bandas como
The Police, U2, Green Day, The Cure
y más, nunca faltaban en nuestro
pequeño reproductor de música, al
igual que mamá. De ahí nació mi
profundo amor por la música, por la
guitarra, por la serie de objetos que
emitan un sonido agradable. Una
pequeña melodía compuesta por una
punteada de guitarra eléctrica seguida
de un gran eco era el sonido

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característico que al entrar a esta
morada, ibas a escuchar. En una
familia, es imposible que las ‘personas
tóxicas’ como mamá las llama, no
estén presente, así como es casi
imposible que una familia dure, no se
rompa, se quede unida para siempre,
abreviemos los términos anteriores
con ‘Divorcio’, la mía no era en lo
absoluto una excepción.
Estaba empezando a crecer
cuando, al mismo tiempo, empezaba a
entender mejor las cosas, algunos-
comportamientos en casa, las cosas
habían cambiado y las voces de los
que la constituían comenzaban a ser
más fuertes cada día en sus diálogos,
los vecinos comenzaban a hablar y
aquellas cosas iban entrando en mi
mente como cuando escuchas una
música bonita y no te la puedes quitar
de la cabeza, estaba aprendiendo de

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aquello, aprendía que los seres
humanos se destruyen solos, arruinan
lo que tienen sin necesidad de que
personas que no sean de la familia se
acerquen a ellos y les digan qué tienen
que hacer para dejar de ser felices.
Tenía la esperanza de que aun así,
tengamos la hermosa rutina de que
cada fin de semana se convierta en un
hermoso recuerdo en familia y no, eso
estaba roto, pero sólo en hechos,
porque se había quedado bien
guardado en la cuenca de mi mente.
Abuela Dora, antes de ir al
colegio, antes de salir de casa y antes
de dormir, me decía que tenía que
hacer una oración a Dios para que no
me lleven los lados tenebrosos de la
tierra, para que siempre tenga un ángel
cerca mío y nunca me falte la salud, en
cuanto se marchó con la mitad de la
familia, sin querer, había dejado ir a

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Dios con ella, él se había ido muy
lejos de mi vida, supongo que por algo
pasan las cosas y yo no recordaba que
algún miembro de la familia me haya
preguntado si estaba de acuerdo con
que una mitad de mi ser se aleje de mí
y crecer relativamente solo, y menos
recordaba haber aceptado.
Me había tocado convivir con las
Personas Tóxicas desde ese entonces,
hasta cierto pasar de años. Aprendí
bastante, en realidad la censura y el
alcohol en exceso se habían
convertido en mis peores pesadillas,
‘eso’ que había arruinado mi ser por
completo… allí aprendí que eran las
peores cosas de la humanidad y que
tenía que tenerlas bien lejos de mi vida
siempre, y la mejor parte, lo aprendí
de ellos.
Ahora que cada fin de semana
me tocaba ir a visitar a la abuela Dora
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y a mi padre Fabrizio, se habían
dividido las responsabilidades, el
dinero, la diversión, el amor, la
alimentación, todo tenía medidas,
estaba aprendiendo a cantar más fuerte
cada vez. Allí fue cuando mi vida se
dividió también… siempre me burlé
de que piensen que sólo se había
dividido la familia, que ‘nada más
ahora una parte está allá y otra acá y
nada más, todo está bien’ tenía la vida
con abuela, que para mí era sagrada
cuando llegaba el fin de semana, y la
vida de verdad, la que me había
creado el descuido y la ocasional
desatención, nadie sabía lo que pasaba
cuando me juntaba sin querer con las
‘malas influencias’, hasta este
momento… Formábamos como una
minoría de personas que les faltaba un
pedazo del alma… Daniel, Rodrigo,
Enrique, Mariana, Natalie, Jeannette,

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etc. Increíblemente todos estaban
pasando por la misma situación y
algunos la pasaban peor que otros, por
el hecho de que algunos nunca veían a
la otra mitad de su familia, de verdad
la estaban pasando mal y nadie se
daba cuenta, nadie le daba la menor
importancia. Siempre me pregunté por
qué siempre decían que me juntaba
con las malas influencias ignorando
que yo era una también.
En el colegio había exclusión en
exceso, aquello se estaba convirtiendo
en una rutina para los chicos y cada
día que pasaba mi mente más
asimilaba que, algo que venía de los
hogares, estaba causando un
descontrol entre los chicos, como una
lucha bajo el radar, un virus.
No dejé que aquello me robara la
imaginación y la creatividad que
siempre sentí tener, que cada vez
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crecía más y más, sentía que algo
emocionante estaba pasando de
verdad. Cada fin de semana (ahora con
mi padre, y otras veces con mi madre
aparte) íbamos a pasear de nuevo,
ahora la diversión se comenzaba a
elevar a medida que iba alcanzando
los 14 años, en especial los parques de
atracciones, los cuales ya tenían otro
significado para mí porque dentro de
ellos había pasado la mayor parte del
tiempo con mis padres juntos, de la
mano, sonrientes como antes, así era
la película que corría en mi cabeza
cada vez que ingresaba dentro de los
mismos… como si me transformara en
un niño de nuevo, lo que también
causaba que el miedo que enfriaba mis
manos en cada atracción, aumente.
Pero había algo
que hacía que, aparte
de tenerle más afecto

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a los rincones extravagantes de mi
imaginación, también hacía que me
sienta raro y hasta auto excluido de la
sociedad normal, se trataba de que
siempre al ir a los mismos campos de
diversión, me encontraba solo y sin
poder explicar lo que sentía, sin poder
redactar mi historia a alguien y
también… estaba seguro de que nadie
la iba a entender.
Todo esto hizo que me comience a
ir mal en los estudios, las notas fueron
bajando y todas las acciones que
habíamos hecho con mis amigos y
amigas empezaban a preocuparme por
su gravedad, algo no andaba bien, ni
los grandes hacían eso, entre otras
cosas que no andaban bien. Luego de
que confirmaran
la reprobación
de mi último
examen, me

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senté a un lado de las escaleras a
observar a todos los alumnos pasear
por el colegio, me preguntaba si ellos
tenían problemas en la cabeza, si
tenían algo que les gustaba y no sabían
cómo expresarlo al resto, si detrás de
sus caras sin sonrisa alguna se
escondía una gran imaginación o sólo
una mente bombardeada por las ideas
sociales y políticas que había dejado
de sonreír, cuando vi a alguien que
reunía todas las cualidades que había
mencionado en mi cabeza y me había
dado cuenta en el primer par de
segundos en que la vi. Era como el
conjunto de luces que veías a dos
cuadras de los parques de diversiones
entre los árboles, cuando sonrió me di
cuenta de que todavía era una niña,
que nada le afectaba y por un minuto
me sentí grande y maduro… ¿Por qué
a ella no y a mi si? O quizá si le

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afectaba, y no lo daba a conocer, daba
a conocer su lado mágico a través del
color de su sonrisa y la magia de su
andar.
Si había algo que yo sabía mejor
que nadie es que detrás de las sonrisas
se esconden miles de cosas, estaba
seguro que ella no era la excepción,
que algún día íbamos a hablar y nos
íbamos a llevar muy bien, no me cabía
duda alguna y aun que me hubiera
gustado mucho acercarme a ella,
saludarla y hablar de todo lo que podía
existir en esta tierra, mi complejo de
extraterrestre con temas raros de
conversación no me lo permitió, no
pude hacer más que quedarme
mirándola sonriendo y saltando por
todo el patio.
Las vacaciones estaban llegando,
todos pensaban en sus fiestas,
reuniones, amigos, viajes y demás…
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mientras que yo pensaba solo en algo
que se escondía en mi mente, la cual
nadie había mencionado entre sus
planes, era la feria anual de industria y
ganadería. ¿Quién rayos querría ir a un
lugar así en sus vacaciones, con frío y
con sueño? Sólo alguien que sabía que
en el fondo, muy en el fondo, a
terminar la feria, se encontraba un
lugar que yo anhelaba con casi todas
mis fuerzas, e igual que el resto de los
años, iba a estar allí solo y sin nadie
con quién comentar lo que sentía, pero
todo aquello pasaba bajo el radar de la
importancia porque lo único que
deseaba era entrar a la feria para ir
despacio y desapercibido hacia el
fondo de ella, sin que nadie se dé
cuenta del apuro, sin que nadie sienta
que algo estaba pasando en ese mismo
instante cerca de ellos.

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Había una gran cantidad de
gente, pero nadie al mismo tiempo,
tantas que para dar un paso aunque sea
tenías que chocarte con dos o tres
personas, y la cola ni hablar, podía
terminar la feria pero no la cola. Papá
y mamá no estaban allí, ni dando
vuelta por la feria comprando rosetas
y mirando cosas que les gustaría tener,
no estaban cerca, pero estaban en cada
grito que un niño aterrorizado por la
altura de los trenes daba dentro de ese
gran rincón de recuerdos y emociones.
Luego de varios minutos de formar
por fin había llegado mi turno, la
vuelta del juego ya estaba llena y no
había más espacio, entonces el guardia
cerró las vallas, fue allí cuando vi que
un asiento en el fondo estaba libre,
estaba enfrente, pero estaba libre. Me
dirigí a él con un gran tono de voz e
ignorando su nacionalidad e idioma,

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le dije que aún había espacio y me
dejó subir… en ese instante, al
sentarme en el vagón, había
agradecido haber avisado que aquel
lugar sobraba por que la persona que
estaba a mi lado era la misma que
nunca dejaba de sonreír por los
campos del colegio… nos miramos y
sonreímos los dos.
- ¿Eres del colegio? Exclamó con
una sonrisa.
- Si, te vi pasar varias veces…
- ¿Por qué tiemblas?
- Porque tengo miedo.
- Yo también tengo miedo, pero
verás que cuando termine
querrás una vuelta más.
- ¿Cómo te llamas?
- Lucía, ¿y tú?
- Fabrizio, como mi papá.
Nos miramos
y sonreímos, en ese
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momento empezó a funcionar el
juego, lo que ella no sabía es que yo
temblaba por no poder creer que
estaba allí, sentado a su lado y
hablando con ella, desde aquel
momento me comenzó a doler que
algún día iba a salir de mi vida.
Jamás había gritado el nombre de
una persona tantas veces y con esa
fuerza, mientras que ella reía de mí
como si todo aquello fuera nada más
que un paseo normal, quizá lo era,
pero para mí tenía otro significado,
estar allí y estar a su lado.
Nos bajamos de la atracción y
ella tenía una sonrisa indescriptible
como de costumbre, con una burla
imperdonable en el rostro que se debía
al miedo que había sentido y todos los
idiomas en los que había exclamado
su nombre con la sangre en la cabeza a
punto de estallar. Mi plan del día era
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sólo subir a aquella atracción, lo que
cambió cuando me estiró de la camisa
y me invitó a subir en absolutamente
todas las atracciones de la feria, estaba
contento por haber encontrado alguien
igual que yo y asustado por todo lo
que mi estómago iba a tener que
soportar aquella noche, aunque
todavía no entendía lo que ella estaba
haciendo allí sola, igual que yo.
En cada atracción sentía que
mi vida solitaria se podía describir
perfectamente con dar sólo una vuelta
en esas máquinas y en cada giro, cada
caída que aquellos juegos habían dado
esa noche, gritaba con todas mis
fuerzas a las frías y rojas orejas de
Lucía… ‘Nunca olvidarás esta noche’
que era respondido con un gran
grito… ‘¡Me siento bien!’. Nunca se
habrá imaginado, en ese momento y
con esa adrenalina disecándole los

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labios, que en realidad le estaba
recitando lo maravilloso que se sentía
pasar una tarde a su lado, sonriendo
sin parar y contándonos todo.
A la vuelta de la exposición, le
había contado absolutamente todo a
mi padre mientras volvíamos a la casa
de mi madre y escuchábamos una
canción que, por cierto, encajaba
perfectamente con la persona que
había encontrado aquella noche, en
aquel vagón. Llevaba el nombre de
‘Droga Milagrosa’ y decía algo como
‘I wanna trip inside your head, spend
the day there’. Aquella canción me
traía cientos de recuerdos de algo a lo
que llaman ‘Familia’. Mientras las
calles de la ciudad se hacían más frías
y grises cada minuto y mis manos aún
temblaban. Todo lo malo que sentía
tener por culpa ajena en el alma, todos
los pequeños vicios, se habían ido

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lejos y para siempre. Había
recapacitado aquella noche y me di
cuenta de que todo aquel rencor
disfrazado de irremediable amor que
sentía hacia mis padres se podía curar,
que ambos eran seres humanos con
errores, sentimientos y defectos y con
Lucía, yo era un ‘Padre y madre’
juntos de nuevo en mi cabeza.
Después de todo, una sonrisa sola
estaba incompleta, dos sonrisas no.
Al término de las vacaciones,
Lucía y yo nos habíamos encontrado
en el colegio y mientras compartíamos
una Coca-Cola, nos sentamos recordar
la manera en la que el susto se había
apoderado de nuestras mentes, sin
parar de reír. Ella sólo sonreía, parecía
no existir algo en el mundo que hiciera
que esa sonrisa se desfigure, me
preguntaba si tan grande era el dolor
que tenía dentro de su ser para estar

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siempre de tal manera, ella era feliz, y
yo al mismo tiempo, también.
- No puedo esperar a que lleguen
las vacaciones e ir de nuevo al
parque. ¿Te irías conmigo?
- Por supuesto, sólo tengo un
problema.
- ¿Cuál?
- Si repruebo materias de nuevo
para el próximo año no podré ni
asomar la nariz fuera de casa y
no me va bien en ese sentido.
- No te preocupes, yo te ayudaré y
me tienes que prometer que no
reprobarás ni una sola materia,
no quiero ir sola al parque de
nuevo al parque, ¡¿Prometido!?
- Prometido.

Desde ese instante tuve algo que


me obligaba psicológicamente a ir

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superando las dificultades que los
malos momentos me habían causado y
empezar a tomar en serio aquello que
‘me daría de comer’… Procuré,
procuré y procuré dar todo de mí en
aquellas aulas de clase para poder
disfrutar al lado de, en aquel
momento, la persona más importante
para mí, sin que ella sepa que
significaba tanto para mí.
En aquel mes, había venido a la
ciudad una gran banda de Rock, la
cual sus canciones me traían recuerdos
a no poder más y la que había sido
reproducida en cada reunión de
amigos, la que nos vio indirectamente
compartir los momentos más grandes
e inolvidables de nuestras vidas, que
en el fondo sabíamos la situación que
nos hacía estar allí reunidos y estar
sonriendo sin parar a pesar de lo que
llevábamos dentro, aquella banda era

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nuestro consuelo. Sin dudar, sabiendo
que eso me iba a robar tiempo que
tendría que haber dedicado al estudio,
me escapé del colegio y asistí con mis
amigos. En cada canción grité tan
fuerte, en especial la última, la cual
parecía haber exclamado cada letra
como si fuera que mi padre estaba allí
a mi lado y sonriendo junto a mi…‘I
wanna trip inside your head, spend the
day there’ mientras miraba a los
chicos y lo cantaban con igual fuerza,
con igual emoción para alguien que no
está.
Aquella canción encajaba de
verdad con la sociedad actual desde
los ojos de los chicos que sentían que
tenían el poder de la ciudad, del
mundo entero y así, con esa canción,
podía sentir como mi sangre subía
hasta el tope de mi ser, como estar en
la cima de un parque y ver el mundo

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de cabeza, muy similar a perderle la
importancia a lo que un día con tanto
amor te inculcaron y sin querer
perderlo todo en un instante. Aquellos
chicos eran mis amigos, cada uno de
los que estuvo presente aquella
noche... me di cuenta de que algo muy
grande se estaba formando de verdad.
Miré hacia atrás desde los hombros de
Rodrigo buscando desesperadamente
algo de beber y no lo encontré, mi
única salida era la calle, lo que me
obligó a salir del recital e ir a saciar mi
sed. Al regresar había sido empujado
por una mujer que salía muy de prisa
tapándose el rostro con las manos, ya
no pude entrar de nuevo. Me quedé
afuera a esperar que salieran mis
amigos y ellos jamás salieron, la
música había parado hace un par de
minutos mientras que el vocalista, con
su casi inútil castellano, mencionó las

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siguientes palabras… ‘Suelten la
pirotecnia y comiencen a salir’. De
más estuvo esperar porque en un rato
la calle se había llenado de gente y era
imposible observar, mucho menos
encontrar, sólo me quedaba volver a
casa y esperar alguna llamada.
Nunca los volví a encontrar,
habían desaparecido entre un gran
humo rosa y las canciones, se los
había tragado su propia indecisión, sus
dudas, su miedo y la falta de amor. En
las noticias decían que los sistemas de
seguridad del local eran obsoletos y no
estaba preparado para tal cantidad de
personas dentro, sumado a la cantidad
de pirotecnia que habían llevado para
festejar, había sofocado a más de la
mitad de los niños… así los llamaba
yo, y se habían ido para siempre.
No hace falta mencionar en lo
que se había transformado mí día a día
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sin ellos, pero estaban en lo más
profundo de mi ser y ellos eran los
que, desde algún lugar, me impulsaban
a ser yo mismo y no dudar ni un
segundo de pensar tal y como lo
sentía.
Mi única alegría de todos los
días, con su gran sonrisa y sin saber lo
que había pasado era Lucía, a quién
había prometido dejar de asistir a
todos los lugares que me robaran
tiempo de estudio, pero por suerte
seguía a su lado y estaba más que
nunca apegado a ella. Mientras el año
se iba lentamente, nosotros le
poníamos mucho empeño a lo que nos
iba a dar la alegría al término de clases
y si no era por su hermoso aparecer de
cada día con sus palabras de aliento,
jamás hubiera logrado aprobar todas y
cada una de las materias, algunas con
bajas notas pero todas estaban

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aprobadas y con ansias esperaba la
gran entrega del certificado anual para
así poder disfrutar con ella quién sabe
cuántas horas de adrenalina, sin
preguntarme por qué estaba recibiendo
aquella bendición.
El último día de clases nos
habíamos sentado al borde de la
escalera, lugar en el cual siempre me
sentaba a mirar su mágico andar y
conversamos acerca de nuestras
emocionantes vacaciones, de los
lugares a los que íbamos a ir a
divertirnos y entre ellos, estaba la
feria, no podía faltar aquello.
Si bien no niego que sentía cierto
miedo y vergüenza al mismo porque
era como una salida y tenía que salir
absolutamente todo perfecto, quizá no
le interesaba como salga o no salga y
su idea era sólo divertirse pero la mía,
como siempre, cuidadosa. Nos
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encontramos en la entrada de la feria y
nos fuimos a pasear por toda la
misma, comentando lo pesado que
había sido el colegio dentro de ese año
que por cierto, estaba terminando…
cuando sin darnos cuenta ya nos
estábamos dirigiendo hacia el fondo
de la feria, mi corazón se aceleraba y
me comenzaba a atacar un leve dolor
de estómago que no pasó a mayores,
era producto de mi imaginación… o
eso prefería pensar.
Llegamos y sin dudar un segundo,
ella me estiró, como aquel primer día,
de la camisa y me llevó a la boletería a
comprar los boletos para el primer
juego al que íbamos a subir, llevaba el
nombre de ‘La cima’. Al terminar,
mientras ella reía como de costumbre
del miedo que había sentido, yo la
abracé y le dije que había sido muy
malvada en burlarse de mi vértigo, ella

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sólo pensaba en el próximo juego y en
nada más.
Mientras nos quedábamos de a
poco sin dinero de la cantidad de
atracciones a las que habíamos subido,
comenzamos a contar cosas de
nuestras vidas, ella me había
preguntado por qué estaba ese día solo
en el parque y le dije que era porque
cuando era pequeño casi todos los
fines de semana con mis padres
íbamos al parque más cercano y que el
día en que se separaron,
inconscientemente ese lugar se había
guardado en mi mente y me
reconfortaba el corazón pasar aunque
sea unos minutos en la feria, mientras
que nos acomodábamos los seguros
del ‘Skymaster’ que por cierto, hacía
un sonido bastante extraño debajo de
nuestros pies, como si algo funcionara
mal, pero no le dimos importancia.

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Cuando el guardia dio la orden
irreversible de llavear el vagón para
que comenzara a funcionar, el miedo
se había apoderado
indescriptiblemente de mí, pero no era
el típico miedo a las atracciones, éste
era un miedo de verdad. Miré a Lucía
y le dije:
- ‘Me gustaría poder entrar a tu
cabeza y pasar el día allí’
- Tengo miedo
- ¿Por qué estabas sola en este
juego aquel día en que nos
encontramos?
- Mi madre me había dicho que a
mi padre, quién nunca conocí, le
encantaban los parques de
atracciones, que juntos iban
siempre de la mano a pasear por
todo el parque y al estar en este
juego, siento que estoy cerca de
él, sonriendo junto a él.

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En ese instante, el guardia jaló
una palanca y la atracción se puso
en marcha.
Desde aquel día puedo ir a la
feria todos los días y encontrarme
con Lucía y el resto de mis amigos
quienes se habían ido para siempre,
todos estaban cerca de mí, no
teníamos que pagar entradas por
que simplemente teníamos que
traspasar los portones del predio y
pasar todos y cada uno de los días
juntos.
Siempre que podía, seguía a
papá a su trabajo y a mamá
también, y Lucía por fin pudo
conocer a su padre y pasar todos los
días con él, después de todo…
¿Quién no era el chico que quería
ver de nuevo a mamá y papá de la
mano con sus caras sonrientes
como masas para pastel?
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Esta narración alude en todo su
sentido a la situación social que se
vive en la actualidad a causa del
divorcio y del abandono
imprudente dentro de las familias.

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