Leer no es una acción simple. Abrir un libro y disponerse
a recorrer líneas y páginas puede ser un placer o una tortura. Captar la secuencia explicativa de un planteamiento teórico o seguir el argumento de una historia, por sencilla que parezca, implica vencer dificultades y poner en juego toda una estrategia para descubrir el sentido, anticipar señales, pistas, de lo que se dice y se oculta, hacer retornos reflexivos y enfrentar al autor. El acto de leer pues, no hay que tomarlo como algo aburrido y trivial. La lectura de un texto reclama una actitud crítica e indagadora. La lectura puede ser fuente de momentos interesantes, reflexivos, liberadores, placenteros, de toma de conciencia, o en el peor de los casos, fuente de las más torturantes emociones.