Siempre me he encontrado paralizado por el miedo al pensar en
cualquier cosa que me lleve hacia la intimidad en una relación. Al mismo tiempo parezco no tenerle miedo a nada, sobretodo después de varias relaciones destructivas que me dejaron importantes cicatrices. No importaba que dirección la destrucción tomara. No hubo intención maliciosa en la mayoría de los casos, pero nunca consideré realmente quien estaba en la línea de fuego.
Desde el comienzo de mi vida puedo decir que nunca me sentí seguro
alrededor de gente. Siempre esperé la aparición de la traición a pesar de que esta formó solo parte de una pequeña fracción de mi experiencia infantil. Siempre fue así de simple para mi. Siempre estuve hambriento de intimidad. Cuando me encontré cercano a otra persona, especialmente alguien que fuese socialmente aceptada, me sentí aceptado yo también. Si yo era sujeto al engaño, al abandono o al rechazo de la persona me sentía que no podía ser aceptado. Claramente recuerdo un número de experiencias que se dieron temprano en mi vida. El dolor las hizo fáciles de recordar. Yo supe que al evitar intimidad también evitaría la angustia y la confusión del rechazo. De alguna forma yo equiparaba el rechazo de una persona como algo inmensamente poderoso; el rechazo de la sociedad, el rechazo del universo y de Dios. Las únicas palabras que había escuchado para esta clase de sentimiento eran las palabras que usaban mi familia y amigos; “raro”, “asqueroso”, “degenerado”, “depravado”. Palabras que yo usaba inadvertidamente en mis propios comentarios con otros.
Nada de esto se ha ido completamente, pero he hecho progresos al
respecto. Mi percepción es que varios tipos de trabajo han traído cambios profundos que hicieron darme cuenta del poder conmigo mismo. Este poder del que hablo puede ser pensado como un grupo de libertades. En vez de mis usuales tácticas de “pegar y huir” como por ejemplo conversaciones muy intimas con personas que jamás volvería a ver, cortas relaciones sexuales o episodios de voyeurismo, ahora, puedo decir que me puedo quedar tranquilo en una situación de intimidad. Ahora no es inusual para mí darle la bienvenida a la intimidad de familia y amigos sin las agendas para escapar o posiblemente ser abandonado mas tarde. Resumiendo, soy libre de dar amor a otros sin tener desmedidos sentimientos de temor. La ilusión de haber terminado la recuperación es una fantasía que no puedo darme el lujo de tener. Los viejos miedos están muy enraizados en mí. Ellos tratan de manejarme de vez en cuando. Es importante expresar el camino de mi propio proceso a tomado. Comenzó ocho años atrás. Yo estaba viviendo solo, literal y figurativamente hablando. Una persona que era el objeto de mi pasión me preguntó, “¿Por qué no te dejas ser tú mismo?” Yo no sabía que era lo que ella quería decir pero su pregunta me dejó una huella. Un año más tarde me encontré en el inicio de mi recuperación a través de terapia con un psicólogo.
El Programa de los Doce Pasos ha sido crucial. No hubo mejor forma
de intervención por parte de un Poder Superior que tomara el control de cosas que nunca yo había podido controlar. Estas eran las partes que yo quería cambiar pero siempre la destrucción proseguía a cualquier tentativa que yo realizara al respecto. Mis padrinos me ofrecieron esperanza. Ellos también me dieron dirección. A través del inventario de los Pasos aprendí de la interdependencia de mi adicción y mi aislamiento. También aprendí que poderosos y destructivos eran estos. El miedo se tornó en parálisis, desesperación, vergüenza, enojo y finalmente odio. Yo te odié y me odié, odié mi condición, la condición humana. Así mismo ocurrió.
Hubo gente a lo largo de estos años que me enseño a desarrollar
relaciones, a tomar el riesgo de sentirme disponible y a evitar lo que era potencialmente dañino y realmente innecesario. Me uní a un grupo, comencé a realizar llamadas y a hacer servicio. El tener las responsabilidades de servicio en varios grupos me dio el sentido de pertenencia que tanto quería.
Cuando estuve listo, cada persona y cada oportunidad fueron traídas a
mi vida para enseñarme la próxima lección. Además de la terapia participé en talleres, grupos de interés y escuché a personas de las que supe que eran libres en formas que me hubiese sido imposible ver antes en mi vida. A cierto punto unos pocos conceptos como el centro de los miedos y las creencias, el descreimiento del sentido de abundancia y la anorexia social fueron dispuestos a mi alcance.
Mi anorexia social era una inhabilidad compulsiva de conectar con
otras personas, dar o recibir amor. Según el Diccionario Oxford la raíz griega de la palabra anorexia es orekhtos, que significa búsqueda, deseo u hambre de… La adición del prefijo “a” crea el sentido opuesto. La persona de la cual me pensaba como enamorado me había dicho esto ocho años atrás. Definitivamente yo no estaba presente para recibir el mensaje. Aprendí acerca de anorexia social a través de las reuniones de AASA y de conferencias por las cuales siento mucho agradecimiento. Un excesivo descreimiento me mantuvo ocupado tratando de conseguir mas de lo que yo consideraba que necesitaba en vez de confiar que hay suficiente amor, suficiente seguridad, suficiente tiempo y recursos para vivir la vida a pleno. Mis necesidades han sido dadas libremente. Ellas son regalos y por siempre lo serán. Las había desechado.
El combustible que me mantuvo en movimiento y tratando de
recuperar lo perdido fue el centro de mis miedos y creencias. Estas fueron cosas que los Pasos me aclararon, al igual que aquellas cosas que me mantenían la vida ocupada cazándome mi propia cola. Estas cosas correspondían a mi parálisis. Soy libre. Yo se quien soy. Intuitivamente se que es lo que debo hacer y saber. Cuando fallo, me caigo de espaldas sobre las mismas personas, la relación con mi Poder Superior y en el grupo de herramientas que originalmente me liberaron.