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EL COMBATE ESPIRITUAL
Philippe Madre
Curso de Formación de Servidoras/es - R.C.C. - Arquidiócesis de Santiago de Compostela

"Por eso, tomad las armas de Dios... “( Ef 6, 10 - 20)

El combate espiritual es algo muy personal. Todos los cristianos estamos expuestos
a él; aunque esto no quiere decir que todos los cristianos acepten vivir el combate es-
piritual. Lo queramos vivir o no, lo queramos aceptar o no, cada uno de nosotros tiene
un combate espiritual muy personal sólo para él, esto será según lo que estamos in-
tentando vivir con Dios, según lo que haya sido nuestro pasado, éste pudo ser difícil o
doloroso, y también según el medio o situaciones en que vivimos cada día. Así, el com-
bate espiritual es algo muy misterioso.
Debemos saber que el primer error es creer que el combate espiritual no existe, in-
tentaremos entrar en una comprensión más profunda de ello, pero no para nutrir
nuestra inteligencia, si no para dejarnos transformar la vida, para que sigamos mejor a
Cristo, para que sea, nuestra vida, un mejor testimonio de Él en el mundo.
A veces tenemos un concepto falso de lo que es el combate espiritual, porque en oca-
siones pensamos que todas las dificultades que tenemos son un combate espiritual, o
quizá ese sufrimiento en el que estamos inmersos o algunas situaciones en que no en-
tendemos nada o que no vemos la solución que debemos tomar y nos encontramos en
completa oscuridad, pero eso no es el combate espiritual. El combate espiritual es es-
pecial para el cristiano, todos los hombres y mujeres del mundo conocen las dificulta-
des y los sufrimientos, pero eso no quiere decir que estén inmersos en un combate
espiritual.
El verdadero combate espiritual es una manera de vivir, es una forma cristiana de
vivir ciertas dificultades y ciertos sufrimientos, dicho de otra manera, el combate espi-
ritual es una escuela de conversión del corazón, que a veces también puede necesitar
la sanación del corazón, para que nuestra vida refleje cada vez más la luz de Cristo
resucitado. Pero también podemos rechazar esta forma cristiana de vivir las dificulta-
des y en este momento rechazamos el combate espiritual; si aceptamos el combate no
quiere decir que se van a ir las dificultades, pero ya estaremos en situación de comba-
tientes.
El Señor nos invita a todos al combate, Cristo mismo ha entrado en él. Nuestro Señor
no tenía necesidad de ello pero nosotros sí lo necesitamos, los cristianos tienen que
entrar en el combate espiritual; Jesús ha aceptado entrar en el combate espiritual para
mostrarnos el camino, para darnos medios de discernimiento, para enseñarnos a
combatir personalmente y para que así nosotros seamos testigos del Amor de Dios;
porque si entramos en el combate espiritual no es para que seamos testigos más po-
tentes, más fuertes del Amor de Dios. Al leer esta frase de la Epístola a los Efesios "for-
taleceos en el Señor, haceros fuertes en el Señor" , esto es lo que San Pablo nos dice ver-
daderamente pero, ¿qué quiere decir hacerse fuertes? Es una interrogación para noso-
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tros porque de hecho no nos vamos a sentir cada vez más fuertes, si no que lo que va-
mos a descubrir con el combate espiritual son nuestras debilidades, a nosotros lo que
nos apetecería sería sentirnos más fuertes, más sólidos en Dios, pero esto no es lo que
vamos a sentir; así es un extraño combate que a la vez que nos fortalece nos hace des-
cubrirnos débiles y frágiles, esto para nosotros a veces será una sorpresa y otras veces
nos preguntaremos si no nos hemos equivocado o si nuestro combate es un buen
combate.
Hay que saber que el combate espiritual no es una cuestión de adversidad, en primer
lugar no es al adversario a quien hay que tener en cuenta, lo que hay que considerar es
la acción de Dios a través del combate espiritual, porque Dios permite en su miseri-
cordia que entremos en el combate libremente, es decir, podemos rechazarlo cerrando
los ojos y cerrando nuestro corazón o podemos acogerlo y dejar que el Espíritu Santo
nos llame al combate.
Cuando Jesús fue llamado al desierto para ser tentado durante cuarenta días, no fue
el adversario quien lo invitó al desierto ni siquiera fue Jesús quien decidió ir para
combatir el mal, fue el Espíritu Santo quien le empujó al desierto, fue el Espíritu Santo
quien le hizo entrar en el combate espiritual, no sólo en los cuarenta días sino en los
tres años de ministerio publico de Jesús, hasta las últimas horas de su vida en la tierra.
Uno de los momentos más difíciles del combate para Jesús fue el Jueves Santo en Get-
semaní, donde el combate espiritual tuvo una fuerza tremenda y ha hecho este furor
en el alma de Jesús. Nuestra alma es el primer lugar donde se da ese combate espiri-
tual, a menudo lo queremos ver en el exterior, muy a menudo desconfiamos del exte-
rior, buscamos un poco donde está escondido el mal fuera de nosotros, pero lo más
importante es saber que es en nuestro interior donde se vive el buen combate espiri-
tual, así hay que ver menos al adversario y buscar más la acción de Dios, qué es lo que
Dios quiere hacer en nuestras vidas a través del combate espiritual.
Hay una historia moderna que puede ser una parábola, La Parábola del Espeleólo-
go: "un día un espeleólogo decide entrar en una cueva para vivir mucho tiempo sólo y
en la oscuridad; baja muy profundo a una gruta, baja con los alimentos que necesita y
se instala en el fondo de la gruta en completa oscuridad y comienza a vivir. Al princi-
pio todo va bien y está contento de estar solo y poco a poco se va acostumbrado a ver
en la oscuridad y van pasando las semanas; pero al cabo de cierto tiempo empieza a
sentir en su alma el peso de la oscuridad y también el peso de la soledad, son fardos
cada vez más dolorosos que va sintiendo en su alma, porque descubre que no está
hecho para estar solo y se empieza a llenar su cabeza de todo tipo de miedos y angus-
tias; empieza a sentirse mal, sus certezas van disminuyendo y empieza a recordar; se
acuerda que sobre él está la superficie de la tierra y que hay un país donde está la luz,
donde hay gente que vive en esa luz. Entonces empieza a gritar desde el fondo de la
cueva, porque él solo no puede salir de ese agujero, tiene que gritar para que lo sa-
quen, empieza a gritar hacia lo alto, al principio grita tímidamente y evidentemente
desde lo alto no se le oye; entonces empieza a gritar con más fuerza hasta el momento
que le oyen y entonces le bajan una cuerda, él se precipita sobre ella y se la ata a la
cintura, así se dejará alzar hacia arriba. En esta subida van a ocurrir dos cosas:

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La primera es que se puede golpear con la pared y eso le puede hacer daño, pero si él
se golpea quiere decir que está subiendo hacia la luz, porque también puede gritar
diciendo- ¡parar!, no me subáis-,sin embargo al dejarse subir se dice a sí mismo- pre-
fiero hacerme daño y seguir subiendo -.
Y lo segundo que puede ocurrir es que los ojos se han acostumbrado a la oscuridad,
si le suben demasiado rápido la luz le puede dañar la visión quedándose ciego, para
evitar la ceguera tendrá que ser subido por etapas, para que cuando esté más cerca de
la luz pueda verla sin que le pueda dañar, pues sabe que él está hecho parar la luz y
que si sube rápido y se destruyen los ojos no podría vivir según lo que él es, no podrá
vivir en la luz como hijo de la luz".
Es una parábola interesante, nosotros lo podemos interpretar como que el Espeleó-
logo es cada uno de nosotros, decimos vivir en la oscuridad y quizás en un largo tiem-
po nos mantengamos como en el fondo de la gruta pensando que esa es nuestra condi-
ción real de vida y sin embargo no estamos hechos para vivir en el fondo de la gruta en
esa oscuridad, estamos hechos para vivir en la luz, pero no en la luz de cuando Jesús
venga en Gloria. Nuestra naturaleza humana está hecha para vivir en la luz de este
mundo actual, en la luz de Cristo, pero viviendo en este mundo ahora es cuando se nos
invita a gritar a la luz, a gritar hacia Dios.
No se nos fuerza a gritar hacia Dios, podemos elegir mantenernos en la oscuridad y
puede ocurrir que pasado un tiempo esa oscuridad se cierna sobre nosotros convir-
tiéndose en una prisión cada vez más cerrada, pero no debemos olvidar que nosotros
estamos invitados a gritar hacia la luz y ser habitantes de la luz, es decir, de Dios mis-
mo, pero también con Dios la Iglesia, la Iglesia de Cristo, Cristo y su Iglesia nos van a
enviar una cuerda que va acercarse a nuestra oscuridad y esa cuerda es la Palabra, la
Cruz de Cristo, es lo que somos invitados a coger en nuestras manos a coger en nues-
tro corazón, agarrarnos a ella y aunque no veamos mucho y aunque no veamos clara-
mente que es una Cruz, pero sí sabemos que es una ayuda, un socorro, que viene de lo
alto, que somos invitados a guardar en nosotros en nuestra vida; y por este socorro,
por esta ayuda vamos a ser sacados de la oscuridad hacia la luz ; esta subida se llama
la santificación.
Cuando se producen los golpes contra las rocas que a veces nos hacen daño, o cuan-
do se producen etapas quiere decir que paramos a ciertos niveles para dejar que un
poco de luz entre en nuestros ojos, para acostumbrarnos a la luz de Dios; también nos
puede hacer algo de daño, como cuando los ojos son cegados por demasiada luz.
Hace unos meses estuve en la Isla de la Reunión, en un retiro de sanación, hicimos
una oración por los enfermos había seiscientas personas, era en el centro de una gran
ciudad, en un estadio y alrededor del estadio había viviendas, había gente que estaba
en las ventanas de estas casas, esta gente no sabía qué estaba ocurriendo, ellos pensa-
ban que algo ocurría en la oración, pero no sabían que era un encuentro de oración
por los enfermos y en uno de los balcones había una mujer joven de treinta años, que
estaba ciega desde los siete por un accidente por lo que no veía más que la oscuridad
desde hacía veinte o veinticinco años, de repente empezó a tener impresiones de luz
en los ojos y eso le hizo tener un pánico terrible, porque de repente empezó a ver algo
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y eso le hacía daño y es normal, es normal sentir daño, pero lo que le ocurría era bue-
no, y al cabo de media hora seguía sintiendo dolor y estaba asustada pues no sabía qué
le ocurría, pero ella iba mejorando su vista, empezó a ver a la gente, los árboles, y al
cabo de media hora empezó a ver bastante bien, bajó del balcón y atravesó el gentío
para dar testimonio, seguía asustada porque sentía el dolor, pero era un dolor unido a
un bien, es decir Jesús la estaba sanando físicamente, pero sus ojos no estaban acos-
tumbrados a la luz y sin embargo estaba como lo vuestros que están hechos para la luz
del día, COMO LOS OJOS DEL CORAZÓN ESTÁN HECHOS PARA LA LUZ DE DIOS.
Hay etapas en las que Dios nos respeta profundamente durante esta subida, para
que nosotros nos dejemos educar por esa luz, para que nos dejemos enseñar por la
presencia amante de Cristo en nuestra vida.
Así pues, el combate espiritual es esta subida desde la oscuridad a la luz, ahí donde
seremos golpeados por las rocas o ahí donde tengamos que pararnos es una etapa
para ser enseñados, pero el combate espiritual no es que nosotros seamos golpeados
por la roca, es que nosotros estamos decididos a seguir subiendo aunque nos golpee-
mos con las rocas y eso es lo que lo que importa; por ello el combate espiritual es algo
muy personal porque es una decisión propia de cada uno.
Que el Espíritu Santo nos instruya y nos muestre con más claridad qué punto más
profundamente oscuro tenemos dentro de nosotros y que nos muestre donde no que-
ramos salir de la oscuridad. "Hijo si te llegas a servir al Señor, prepárate para la prueba,
endereza tu corazón mantente firme y no te aceleres en la adversidad" (Eclo 2, 1-2)  
Ven espíritu Santo, instrúyenos desde lo más profundo de tu sabiduría, recuerda a
nuestros corazones que somos hijos de luz, y como ha dicho Jesús, en este mundo apa-
recemos como fuentes de luz, instrúyenos en la sabiduría del verdadero combate,
enséñanos a discernir las verdaderas armas de este combate, muéstranos cuales son
las armas de luz.
El combate espiritual hay que considerarlo en tres aspectos:
El primer aspecto es el que más recordamos, es el combate contra el Mal, contra el
maligno, él es el primero que tienta a Jesús, la única noche, el enemigo único, es el ma-
ligno, que es un ser espiritual que actúa y además es destructor. Destructor de dos co-
sas distintas y a la vez son dos cosas muy próximas una de la otra. Una es la destruc-
ción de la vida : el maligno quiere destruir al hombre no importa por qué medios aun-
que le tome todo el tiempo que sea, él no tiene prisa, él quiere destruir al hombre en
su vida física, psicológica o espiritual, entendiendo que la vida espiritual es nuestra
vida con Dios, esa forma de relación que tenemos en la oración, en el servicio, en
múltiples formas que tenemos de demostrar el Amor de Dios por nuestros hermanos.
También puede destruir al hombre en la vida moral, es decir, destruir o querer des-
truir la dignidad en la vida humana, este es el primer aspecto.
El hombre está hecho para la vida, está hecho para vivir enteramente y participar en
la vida de Dios y el maligno quiere destruir este crecimiento en la vida, la palabra ma-
ligno es también la palabra diablo que es un concepto, una idea, la idea de alguien que
ha partido hacia cierta dirección, que se desvía de su primera dirección, es la forma
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que el maligno tiene de destruir la vida; hace que el hombre cambie de dirección, una
dirección que no es la de la vida, esto puede llegar hasta la destrucción de la segunda
cosa la destrucción de la unidad, por ejemplo la unidad de la Iglesia, la unidad del gru-
po de oración, de cualquier movimiento espiritual. Toda acción que divide la acción de
unidad viene del maligno, el primer enemigo es el maligno, es el que Jesús encontró en
el desierto, el que Jesús encontró en Getsemaní, pero el maligno tiene aliados, los alia-
dos que llamamos el mundo y la carne.
El segundo aspecto del combate espiritual, es el combate contra los intentos destruc-
tivos de alguien, es combatir para Dios por la gracia de Cristo y es importante saber
que cuando se combate no se combate contra alguien sino para Dios, esto es darse
enteramente para Dios, porque lo amamos, porque amamos quien es y porque tam-
bién amamos lo que Él hace, lo que Dios hace, combatir para Dios es participar de lo
que HACE Dios en nuestro mundo.
El tercer aspecto del combate espiritual que es muy misterioso y quizá os sorprenda
es el combate contra Dios.

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EL COMBATE CONTRA EL MAL

Este es el primer aspecto del combate espiritual, aquí es cuestión de ver los intentos
del enemigo para destruirnos en alguna parte, esto es lo que se puede llamar el com-
bate espiritual para proteger lo que Dios nos ha dado.
El maligno puede intentar destruirnos de distintas maneras, esto nos concierne per-
sonalmente, es una cuestión entre el maligno y yo. El maligno no puede actuar contra
mí más que por la tentación. No tiene ningún poder directo sobre mí, no me puede
destruir mientras yo no sea cómplice de alguna forma, por eso va querer tentarme
para intentar que yo sea su cómplice, pero mientras la tentación no encuentre en mí
una complicidad, el maligno no puede hacer nada para destruirme, puede presionar-
me, puede hacer que tenga miedo, pero eso no destruye nada en mí.
La tentación toma posesión de mí, desde el momento que yo me hago cómplice de
ella, es entonces cuando de alguna manera hay una acción destructiva en mí, pero el
maligno no va a intentar dirigirse a mí directamente, él tiene una necesidad de inter-
mediarios.
Sólo Jesús ha combatido al maligno cara a cara, directamente; nosotros somos sus-
ceptibles de ser tentados, eso será a través de dos intermediarios que están cerca de
nosotros, con ellos vivimos a diario y las Escrituras nos los revela.
El primero lo llama San Juan el mundo, éste es el aliado del maligno; no vemos al ma-
ligno, él sabe esconderse muy bien y entre otras cosas se esconde detrás del mundo.
Pero, ¿qué es el mundo? No se refiere al conjunto de personas que habitan nuestro
planeta, sino a un estado de espíritu que también puede estar en nosotros. Encontra-
mos esta consideración del mundo en el prólogo de S. Juan, "La luz ha venido al mundo
 y el mundo no la ha recibido" , el mundo es una especie de poder oscuro que está en el
hombre y que rechaza acoger el Amor de Dios, es un poder oscuro y ciego, es como si
no pudiera ver la presencia y el Amor de Dios, pero como no la puede ver está en con-
tra de ella, no se mantiene neutra, sin hacerlo a propósito está en contra de la presen-
cia de Dios, la rechaza y es lo que S. Juan llama el odio del mundo. El mundo, en el pen-
samiento de S. Juan, es lo que puede haber de odio y rechazo contra Dios, el mundo no
quiere oír hablar de Dios, el mundo quiere forjarse en sí mismo una forma de cómo es
Dios, pero no quiere que Dios se muestre al descubierto, el mundo no quiere ver la
cara, ni el rostro de Dios y está lleno de odio contra Él.
Pero es un odio muy especial, cuando hay odio de una persona contra otra es un mal
sentimiento, es algo que sentimos y es algo que se ve, que se nota de alguna forma,
pero el odio del mundo es mucho más puro y escondido, no es un sentimiento, es un
rechazo, una ceguera, y este odio se va a camuflar en el corazón de unos y otros sem-
brando en él señas de odio y de miedo.

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Esta ceguera va intentar manifestarse suscitando miedos y especialmente el miedo a


Dios, unos miedos muy profundos al Amor de Dios, es miedo a experimentar el Amor
de Dios, es una forma de mantenerse a distancia del Amor de Dios.
Dios está ahí y Cristo ha venido a mostrárnoslo y a revelarlo. Dios ya está en nues-
tras vidas, muy concretamente Dios está en la vida de la humanidad, pero es la huma-
nidad la que no está dispuesta a acoger la humanidad y el Amor de Dios, son como por
un tiempo presos, prisioneros del mundo. El mundo es un estado de espíritu, es una
mentalidad, no es una persona física.
Una de las manifestaciones del mundo en nuestra sociedad, es lo que el Santo Padre
ha llamado la cultura de muerte, que es una mentalidad que a menudo encontramos
normal, creemos que es una buena opinión, pero en el fondo hay un odio contra Dios o
contra los dones de Dios, que es el de la vida mismo; la vida es única, sagrada e invio-
lable. El mundo está a nuestro alrededor, nosotros estamos dentro y hemos sido lla-
mados a mantenernos en el mundo, pero a no ser del mundo, a no ser presos de las
ideas del mundo, sino que tenemos que dar testimonio del Amor de Cristo en medio
del mundo, responder y demostrar una cosa fuera del mundo, una cosa que podemos
llamar actualmente cultura de vida, como dice el Santo Padre la civilización del Amor.
El mundo se califica por un odio escondido, un rechazo de ver y acoger a Dios y se
servirá de nuestra psicología atormentada y muy a menudo herida, para construir en
nosotros o en ciertas personas un muro de miedo, un miedo en relación a Dios o un
miedo en relación a los muchos dones de Dios y también un miedo a las obras de Dios.
El mundo tiene un miedo profundo a los verdaderos cristianos porque dan testimo-
nio de Cristo y esto hace dudar a aquellos que están plenamente en el mundo; su for-
ma de tener miedo es rechazando el testimonio vivo de un cristiano; eso es el mundo y
detrás de él está el maligno que mantiene los miedos, que atiza ese odio en relación a
Dios y el testimonio de su Amor, el maligno no puede hacer nada sin el mundo. Enton-
ces tenemos que saber cuáles son los medios para combatir al mundo y cuando se
combate al mundo se combate al maligno que está detrás de él.
También tenemos al segundo intermediario que la Biblia llama la carne. La palabra
carne se puede entender de formas muy diferentes pues tiene sentidos diferentes en
la Biblia, y es normal, pero para el combate espiritual sólo hay un sentido que nos in-
teresa y San Pablo lo toma muy a menudo en sus cartas, el mundo es un estado de
espíritu mientras la carne está en cada uno de nosotros  porque es una parte de
nuestro comportamiento, es una parte de nuestros sentimientos, es una parte de no-
sotros, de nuestro ser interior muy específica, es rebelde y está en contra del espíritu,
el espíritu del hombre, ¿pero qué es el espíritu del hombre? El espíritu del hombre que
está en cada uno de nosotros y que está en el corazón de mi vida, el espíritu del hom-
bre es ese que va a hacerme pasar más allá, a salir de mis egoísmos, a hacer que me
preocupe por lo demás más que por mí, para no mirar primero mis intereses, sino
buscar cuál es el interés de mi hermano, es decir el espíritu del hombre es lo que hace
de cada uno de nosotros seamos servidores en todos los campos de la vida.

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La carne está en contra del espíritu y así se va manifestar en nuestras vidas, en


ciertos momentos, en ciertos campos de nuestra vida, en ciertos comportamientos, en
costumbres, en opiniones, la carne se va a oponer a que nosotros nos demos a los de-
más, y es por ella por donde va a venir la tentación, esto es lo que a menudo ocurre
en nuestras vidas, es por la carne sobre todo que llegan las tentaciones, no es grave
que tengamos tentaciones, no creamos que puede haber una vida sin tentaciones,
aquel que se cree buen cristiano por que no tiene o tiene pocas tentaciones es un iluso
espiritual. Es normal tener tentaciones, porque en cada uno de nosotros hay una parte
que es carne y es justamente por ella donde vamos a entrar en el combate espiritual,
lo importante es saber que la carne es un artesano de la tentación del maligno.
Hay tres grandes campos en nuestras vidas, donde nuestra carne puede hacerse
cómplice del maligno y nos puede hacer sucumbir a la tentación, vamos a ver estos
campos juntos. Es muy importante que nos examinemos a la luz de Dios no sólo hoy,
sino en los días, semanas y meses venideros, porque el combate es algo que nos
acompaña hasta el final de nuestros días y es importante saber que en todo momento
debemos hacer un balance de lo que es nuestra vida para comprender cuál es el buen
combate que estamos llevando a cabo.
El primer campo o complicidad de la carne es la desviación de algo importante que
llamamos, el deseo, que es algo muy bueno y muy bonito de cada persona, pero a cau-
sa del pecado esta noción que está en todo hombre y toda mujer puede ser desviada;
desviar viene de la palabra "diábolo", que significa la desviación, esto ocurre cuando el
deseo es llevado a una tendencia de querer poseerlo para sí mismo, coger de otro sitio
para que eso nos pertenezca a nosotros, entonces el que cuenta soy yo, lo quiero para
mí, en primer lugar lo que queremos es nuestra seguridad antes de pensar en hacer
algo por los demás.
La desviación y el egocentrismo pueden llevar también a producir miedo y rechazo a
acercarse hacia los demás. Desviación del deseo es cuando se busca en primer lugar el
deseo propio, el propio placer, y no importa en qué campo, esto es lo que más ha de-
nunciado la Iglesia en estos tiempos, la forma en que el hombre tiende a buscar el
propio placer y esto facilita cosas terribles como los celos, las amarguras, las menti-
ras... todo esto destruye las buenas relaciones entre los hombres, esto destruye la co-
munión entre los hombres, el amor, el respeto mutuo y también destruye la miseri-
cordia.
El segundo campo de complicidad o de desviación parte de una cosa que es absolu-
tamente normal en el corazón del hombre y la mujer, en cada uno de nosotros hay un
deseo  normal de ser  reconocidos,  de ser  respetados  y amados, eso es profunda-
mente humano, pero esta necesidad puede ser desviada y esto nos lleva a una necesi-
dad de ser admirados de tener una buena reputación de ser siempre bien visto por
todo el mundo, de ser incluso un poco idolatrado, esto nos lleva a lo que clásicamente
llamamos, la vanidad.
La vanidad puede convertirse en el motor de muchas de nuestras acciones en vez del
Amor. El impacto del pecado en la unidad del hombre es que la necesidad de ser ama-
do y reconocido es desviada y esto se convierte en el campo de la carne a través del
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cual el maligno quiere hacernos sucumbir. Como veis tenemos necesidad de ver cómo
es nuestra vida, nuestro comportamiento, nuestra forma de ver las cosas para poder
entrar en un verdadero combate contra el adversario.
Y el último campo de complicidad es una desviación de algo normal como es la ne-
cesidad humana y muy bella de crear, de organizar el tiempo, de servirse de cosas y
objetos de la creación para un bien, para el bien de los hombres y también esa necesi-
dad normal puede ser desviada. Por ejemplo, la desviación de querer controlarlo todo,
tener siempre la razón es como el ser dignos de ser adorados es lo que llamamos la
idolatría de sí mismo, o también una tendencia de dominarlo todo para mí mismo, la
adquisición del saber, ese saber, ese conocer buscado para ser más grande que los
demás.
En cambio tenemos la opción de llegar a los conocimientos para llegar a los demás y
lo mismo pasa con la adquisición de la riqueza. Estos son los campos de la carne y no
quiere decir que en principio sean malos o que a través de estos campos seamos in-
mediatamente diabólicos, pero quiere decir que a través de estos campos el maligno
quiere usarnos, en principio nos va a tentar de formas muy diversas y el mundo estará
ahí para facilitar esta tentación y estará para intentar alejarnos de la presencia de Dios
para poder apagar la fe naciente en nosotros.
Ante estos peligros, que son normales, hay que combatir y para ello debemos revi-
sarnos para saber en qué campo estamos "tocados" y también ver todo esto en el cua-
dro de nuestra familia, en el grupo de oración, en la Iglesia, en nuestro trabajo, en la
forma de concebir la amistad. La carne puede estar ahí adentro eso es normal, pero es
menos normal si se abre una pista para la acción destructiva del maligno; así pues por
que existe el peligro de destrucción es necesario reflexionar sobre el combate espiri-
tual en estos aspectos; estamos invitados a pensar qué puedo hacer yo con respecto a
lo que encuentro en este campo o en este otro que no funciona bien y hay una acción
destructora que se produce a través de mí y quizás haya sucumbido a la tentación sin
darme cuenta, entonces ¿qué he de hacer?
Es una buena pregunta, cuando se toma conciencia de que hemos caído en una ten-
tación o en varias y descubrimos que somos elementos involuntarios de destrucción
de la unidad, de la comunión, para parte de la vida de alguien o de varias personas, es
cierto que hay que reconocerlo, pero sin miedo, sin intentar camuflarlo.
La primera etapa de un combate espiritual es una etapa de reconocimiento de la
verdad que solamente el Espíritu Santo puede permitirme vivir, así yo reconozco esta
verdad y es entonces cuando yo me reconozco pecador en este campo y en ese mo-
mento recibo la misericordia de Dios, pero lo que importa justo después, no es seguir
inquietándose por ello y de decirse, - Señor, ¡qué cosas más graves he hecho! -, o culti-
var miedos o remordimientos pensando que hemos hecho algo mal y que quizás eso
podría volver a empezar. No, lo que tenemos que saber es que cuando el Señor permi-
te que tomemos conciencia es para que nosotros nos demos cuenta de que podemos
apoyarnos sobre unas bases mucho más sólidas y que son bases que podemos intentar
tener ya en nuestra vida.

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Estas bases las tenemos muy poco en cuenta todavía o no las vivimos bien o sola-
mente las vivimos en algunos momentos, en cambio el combate espiritual tiene una
primera meta, construir como base la vida en Dios, con esto nos cimentaremos y to-
maremos conciencia de nuestra complicidad. Esta toma de conciencia es una cosa
buena, aunque nos sea difícil reconocer la complicidad en nosotros mismos, pero es
una forma de fundar nuestra vida en la presencia de Dios Resucitado, en su Iglesia.
Fue al principio del siglo XX en México cuando la revolución explotó y entonces se
vio que los sacerdotes se hicieron sacerdotes por tener una imagen social y no para
servir al rebaño del Señor, no se preocupaban mucho de aquellos que estaban bajo su
cargo como pastores, lo que les interesaba era que aquello les daba cierto poder, y
también dinero, porque en aquella época en México los sacerdotes ganaban mucho
dinero a pesar de que la población era extremadamente pobre. Cuando explotó la re-
volución los revolucionarios estaban en contra de los sacerdotes, en contra de la reli-
gión y en contra de Dios, se puede decir que en ese momento el espíritu del mundo
explotó en el país, el cine hizo una película en este periodo que se llama "Dios ha
muerto".
Efectivamente era como si Dios hubiera muerto en México al principio del siglo pa-
sado, porque los revolucionarios rechazaban toda idea de Dios y de la Iglesia y perse-
guían a los creyentes y especialmente perseguían a los sacerdotes porque en ese mo-
mento la gente pensaba que no debía de haber ningún sacerdote representando a la
Iglesia. Habían decidido con una ley que los sacerdotes tenían dos soluciones: mar-
charse inmediatamente del país porque sino les fusilaban, o casarse lo más rápido po-
sible, porque si se casaban perdían la imagen de sacerdotes ante el pueblo y esto era
una manera muy especial de perseguir a la Iglesia, por lo que la mayoría de sacerdotes
y Obispos se marcharon de México.
Había dos sacerdotes que se conocían bien y que se dijeron – ¿qué vamos a hacer?,
para mí lo que cuenta es que yo guarde mi dinero y mantenga mi seguridad, por lo que
me voy a casar lo más rápido posible – decía uno, y se casó con su ama de llaves a la
semana siguiente; esto le permitió conservar todo su dinero y a efectos de toda la po-
blación ya no había más testimonio ni tampoco ningún ministerio sacerdotal.
Pero el segundo vio que cuando él salía del país todos los pobres se le acercaban pa-
ra pedirle ayuda, ayuda de parte de Dios y él que estaba a punto de huir de pronto
tomó conciencia de algo y se preguntó, -¿por qué me he hecho yo sacerdote?, si yo soy
sacerdote es en parte por la carne que hay en mi, pero Dios es fiel y me ha dado el don
del sacerdocio; yo he querido coger esos dones para mi, no he querido recibirlos para
servir a mis hermanos, he querido estos dones del sacerdocio por un interés personal,
por egoísmo, yo verdaderamente era algo horrible. Me había burlado de Dios, me hab-
ía burlado de mis hermanos y en este momento que la revolución estaba en auge,
donde hay grandes tormentos y grandes tormentas en el país y también en la Iglesia,
me di cuenta que había elegido la oscuridad con todo mi orgullo, pero a partir de ese
momento veo a estos pobres que se acercan a mí, y empecé a ser de verdad sacerdote.
No podía borrar ese comportamiento que había tenido porque me hice sacerdote para
mi propio beneficio, pero era el momento adecuado, el momento que Dios me propon-

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ía para mí, para que cambiara mi vida, para que fuese testimonio, así que me quedé en
el país y continué y. Profundicé en el ministerio del sacerdocio, elegí la pobreza en vez
de la riqueza, serví en vez de apropiarme de las cosas-.
Y así empezó una nueva vida, durante el día él se escondía porque la policía le perse-
guía y durante la noche se iba a los pequeños pueblos de los alrededores para poder
bautizar, casar a la gente y celebrar la Eucaristía porque no había otro que pudiera
hacerlo en su región, confesaba a mucha gente y todas las noches iba de pueblo en
pueblo. Al cabo de un tiempo la policía le buscaba, pero a pesar de ello él seguía deci-
dido a continuar porque se acordaba que había traicionado el Amor de Dios en el pa-
sado, que había elegido la oscuridad en vez de la luz, así que continuó ejerciendo este
ministerio clandestino. Un día, en plena noche, estaba celebrando un bautizo y al co-
menzar la celebración llamaron a la puerta de la iglesia, le dijeron – date prisa en ter-
minar pues la policía está en la puerta del pueblo- él respondió – no, voy a quedarme
porque el Señor me envía a hacer estas cosas y es necesario que me quede -, quien le
dio la noticia le miró con grandes ojos y le dijo- padre cómo ama a Dios -, el sacerdote
le dijo con ira – no sabes lo que dices, amar a Dios es una cosa completamente distinta
a lo que estoy haciendo ahora. Y tuvo esta palabra magnifica que os invito a que
guardéis en vuestro corazón, - amar a Dios es protegerle contra nosotros mismos – 
Es verdad que cuando sucumbimos a una tentación que viene de la carne nosotros
destruimos algo, esto va a llagar hasta a hacer daño al Amor de Dios, va hasta hacer
daño al amor de nuestros hermanos y a la vez nos destruye a nosotros en alguna par-
te. De todos modos Dios es Amor, Dios no es nada más que Amor y hace falta que pro-
tejamos ese Amor, podemos hacer daño al Amor de Dios y este sacerdote sabía que
había hecho mucho daño al Amor de Dios antes de su ministerio clandestino, él cada
día estaba como enganchado a este pecado de su pasado, no se daba cuenta que esa
vida que había elegido después de la revolución era una vida de Santificación.
Los campesinos tenían razón en decir que este sacerdote amaba a Dios, pero el sa-
cerdote no se daba cuenta, sólo veía el daño que había hecho y usaba el recuerdo de su
pecado para entrar en esa condición de servidor en don de sí mismo. Era maravilloso,
pero él no lo veía, este sacerdote lo único que veía era el mal que había hecho y por
eso dice que " Amar a Dios es protegerle contra ti mismo".
El primer aspecto del combate espiritual ya es una cuestión de amor, si nosotros
amaramos a Dios aunque fuera un poquito, si amaramos a Cristo empezaríamos a bus-
car cómo protegerlo contra nosotros mismos, cómo proteger a Dios contra el mal que
se puede hacer a su Amor. Dios está en medio de nosotros especialmente en la Euca-
ristía, también este Dios está entre nosotros en esa relación mutua, también está ese
Dios de Amor cuando nosotros nos ocupamos del sufrimiento del hermano, su amor
está ahí, e incluso aunque su Amor es Todopoderoso no se entiende a la forma huma-
na, la Omnipotencia de Dios es ser pobre, el Amor de Dios es muy vulnerable entre
nosotros y por eso hay que buscar protegerlo.
Porque podemos hacer daño a ese amor que se da entre nosotros, ¿cómo podemos
proteger a Dios contra nosotros mismos?, hay cinco formas de proteger el Amor de

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Dios  contra nosotros mismos, una vez que nosotros nos hemos dado cuenta que
hemos hecho daño al Amor de Dios.
La primera actitud es la oración. La oración que se ve como diálogo de amor no es
una cuestión de hacer un número de oraciones, es una cuestión de hablar con Dios, no
os olvidéis que el Amor es vulnerable, eso quiere decir que se hace humilde y pobre en
medio de nosotros, el Amor se hace un mendigo en medio de nosotros y un mendigo
necesita ser reconocido, él necesita saber que existe para alguien y por eso la oración
es la mejor manera de decir a Dios que existe para nosotros, por eso la palabra oración
se debe entender como un diálogo de Amor entre Dios y nosotros.
La oración de alabanza es excelente porque nos permite salir de nosotros mismos
para ir hacia Dios. La oración de adoración también es excelente porque tiene el mis-
mo movimiento, es este salirme de mí mismo para ir hacia alguien que se llama Jesús,
salir de sí es salir de los egoísmos, es salir de lo que nos encierra en nosotros mismos,
el salir de uno podemos vivirlo a través de la oración, pero lo más importante en
términos de combate espiritual en lo que concierne a la oración es mantenerse fiel. Si
se ora solamente cuando nos apetece no lo podemos considerar oración. La verdadera
oración es aquella que se prolonga aunque no nos apetezca, es una cuestión de fideli-
dad, de ir hacia Jesús en un diálogo de amor, hay un padre en la Iglesia que no recuer-
do quien era pero que nos decía esto, - es que la gloria está reservada a Dios -, pero de
todos modos hay una gloria para el hombre que decía este padre- es durar en la fideli-
dad -, durar en ese deseo de oración una vez que hemos deseado cambiar de forma de
vida, cuando nosotros hemos decidido salir del abismo, la gloria del hombre es durar
en la fidelidad.  
La segunda forma de combate espiritual es la Iglesia. Nosotros no hemos sido hechos
para combatir solos. La Iglesia es como el padre que vigila a sus hijos y ve cómo sus
hijos aprenden a andar y a caminar siguiendo a Cristo, cuando hablo de la Iglesia
hablo de los Sacramentos, especialmente de la Eucaristía, y también de la Reconci-
liación  que es un arma excelente para el combate espiritual, aunque no tengamos
grandes faltas, grandes pecados, porque el sacramento de la Reconciliación no sólo
nos limpia de los pecados graves, también nos ayuda a situarnos cada vez más en la
luz de Cristo, esto nos muestra cada vez más cuáles son nuestras malas tendencias.
El tercer medio del combate espiritual es lo que llamamos de forma global las obras
de misericordia. Un comportamiento que nos lleva a ponernos al servicio, no importa
si lo sentimos como una llamada o como una competencia, pero lo importante es bus-
car servir, y es servir a aquellos que necesitan a Dios de una forma u otra. Cuando no-
sotros tomamos conciencia de que estamos en una cima, podemos permanecer un po-
co como paralizados, podemos decirnos que hemos hecho mucho daño al Amor del
Señor, yo mismo he hecho mucho daño al Amor del Señor y he hecho mucho daño a
mis hermanos, quizá yo necesite una sanación y eso se oye muy a menudo en la Reno-
vación, es raro que necesitemos una sanación para entrar en el combate espiritual y
yo en primer lugar os diría empezar por entrar en el combate y si después de cierto
tiempo sigue habiendo una dificultad en vosotros entonces enfocarlo a un camino de
sanación, pero no digas que aunque tengas una necesidad de sanación no puedes en-

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trar en el combate espiritual, porque es una de las grandes mentiras del tentador en la
vida de una cristiano y lo encontramos con demasiada frecuencia en la Renovación
Carismática, es una mentira, pero la Renovación Carismática, tiene una gracia Misio-
nera, una gracia de comunión, una gracia de Alabanza y así por la práctica de los ca-
rismas que están al servicio de la Misión y de la Comunión se nos muestra que tene-
mos que entrar en el combate espiritual justamente para poder favorecer la explosión
de los carismas.
Hay una relación directa entre el verdadero combate espiritual y el crecimiento
de los carismas. Fue en el mes de septiembre pasado, cuando fui a predicar en un
retiro espiritual en Francia, y entre toda la gente que había en este retiro, mi vista se
fijó en una joven, y me dije – yo a esta mujer ya la he visto antes- y buscaba en mi me-
moria y no recordaba dónde la había visto. El segundo día pidió verme y me dijo - soy
Alejandra -, en ese momento me di cuenta que era una famosa presentadora de televi-
sión francesa, el tipo de persona que vemos en las horas de mayor audiencia y que
anima emisiones perfectamente ridículas, me contó su historia y me explicó que a cau-
sa de una vida particularmente liberada pudo tener un puesto muy importante en la
televisión, había caído en los grandes vicios de nuestro tiempo, el sexo, la prostitución,
la droga, los abortos, la búsqueda de dinero; esta persona se había hecho rica a costa
de sus emisiones ridículas y como un año antes de este retiro, Dios cayó sobre ella de
golpe, fue cuando pasaba por delante de una iglesia, ni siquiera había entrado en ella
nunca y al pasar delante de repente se sintió atraída y quiso entrar, se pasó dos o tres
horas llorando en fondo de la iglesia y fue entonces cuando conoció el Amor de Dios,
se dio cuenta de la oscuridad en que vivía y decidió cambiar de vida de la noche a la
mañana, dimitió de la televisión y comenzó a descubrir la fe.
Para ella fue muy difícil asumir su pasado, tenía también terribles tentaciones a nivel
de droga y a nivel de sexualidad y le dijeron –lo que tú necesitas es sanación, ve a
hacer una sesión de sanación interior aquí, otra allá - Ella lo intentó todo y no le ayu-
daba nada o por lo menos muy poco, porque ella sentía una fuerte tentación de volver
a su pasado, pero un día encontró a un sacerdote que le dijo - mira esas historias de
sanación no te sirven para nada piensa un poco menos en ti y un poco más en los de-
más, te invito a que vengas conmigo para dar de comer a los vagabundos que hay en
mi parroquia – Ella aceptó la invitación ayudándole durante seis meses, en este tiem-
po se puso al servicio de todos los vagabundos del barrio junto con este sacerdote y en
estos seis meses cambió totalmente, las tentaciones se convirtieron en un recuerdo
muy lejano. Esta mujer vino al retiro para pedirle a Dios que le hablara y le dijera qué
quería de ella, porque era consciente que el dar comida a los mendigos no era la lla-
mada de toda su vida sino que era solamente por un tiempo y después de eso el Señor
quería confiarle algo de forma más duradera y desde luego Dios le habló en ese retiro
no os puedo decir lo que el Señor le dijo, pero si os puedo decir que salió de es retiro
con un gozo profundo y que actualmente está sirviendo al Señor en su vocación.
Si hacemos una comparación entre esta estrella de televisión de hace unos años y en
lo que se ha convertido esa joven por gracia de Dios, si vemos el paso de esta mucha-
cha de las tinieblas a la luz, nos daremos cuenta que ha podido atravesar una etapa del

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combate espiritual, eso no quiere decir que haya terminado el combate, tampoco se
puede decir que esta mujer se haya hecho santa, pero ella sí puede decir que ha podi-
do superar una parte del combate espiritual que dura toda la vida, pero que quizás no
lo hubiera podido conseguir si no se hubiera atrevido a lanzarse a las obras de miseri-
cordia, aunque se sintiera incapaz o incluso le diera miedo entonces ahí nos ponemos
en la escuela de darse a sí mismo, no hay cosa mejor para poder llegar a triunfar en el
combate espiritual que nuestra vida de santificación porque ésta consiste en pasar de
victoria en victoria.
Tenemos ciertas victorias que vamos pasando en nuestra vida, lo importante es sa-
ber cuál es el combate espiritual que debemos combatir en este momento de nuestra
vida.
La cuarta forma de combate espiritual está cerca de la oración pero es diferente de
ella, es lo que llamamos la contemplación. Hablar de la contemplación me llevaría mu-
cho tiempo por lo que sólo daré una idea de esto. La contemplación es que Dios esté
presente en mi corazón, en mi vida, en todas mis circunstancias, no solamente en los
momentos de oración y de celebración, sino también cuando estoy en cualquier acti-
vidad o en ejercicio de alguna responsabilidad familiar, ministerial o apostólica Él está
en mi corazón, Él se esconde en mi corazón y espera que me acuerde de Él; espera que
mi corazón se acuerde de Él, espera que mi corazón esté atento a su presencia, incluso
si estoy en el metro, en el autobús, en el coche, en el trabajo, o preparando un pastel
de chocolate, eso es la contemplación.
Es decir buscar la presencia de Dios en nuestro corazón de una forma cada vez más
permanente, cultivar la atención del corazón, la atención del corazón al Amor de
Dios, aunque no sienta nada, aunque tenga la impresión de que Dios está muy lejos de
mí, aunque piense que Dios no se interesa por mí, todo eso no son más que impresio-
nes, pero no es la realidad. Porque la realidad es que está ahí en mi corazón, que soy
morada para Dios, Él espera que yo esté atento a su presencia. Hay un gran Santo que
se hizo doctor de la Iglesia: S. Juan de la Cruz, que nos habla de forma muy linda sobre
la contemplación, ya que en las tentaciones más terribles él no se confronta a éstas
sino que sale de ellas volviéndose espontáneamente a la presencia de Dios en él y es
un medio excelente de combate espiritual.
Esta contemplación no es algo que podemos vivir de golpe, hay que ser ayudados,
necesitamos que alguien nos guíe y es precisamente el quinto medio del combate espi-
ritual. Lo podemos llamar la obediencia  a un director espiritual, si tengo que hacer
una pequeña precisión, todos tenemos necesidad en el plano espiritual de que nos den
consejos para que aprendamos a conocernos interiormente, que se ore por nosotros y
con nosotros, que la persona que haga esto comprenda por lo menos un poco lo que
vivimos con Dios y que nos comprenda con misericordia, y esto quiere decir que no
nos juzgue por las faltas, sino que él siempre nos de ánimos.
Estas cualidades son las que deben existir en un acompañante espiritual, por lo que
esta persona está para mucho más que para ser un mero consejero. Hay un grado de
acompañamiento espiritual que os deseo a todos, es lo que se llama la paternidad es-

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piritual o maternidad espiritual, porque la paternidad espiritual no está reservada a


los sacerdotes, es una gracia especial de sabiduría dada a un hombre o a una mujer.
¿En qué hay paternidad en este acompañamiento?, es lo que podemos vivir en la mi-
rada de la otra persona, que nos protege y nos cuida, porque tenemos necesidad de
ser mirados, sobre todo cuando pasamos por tentaciones difíciles o cuando sumergi-
dos en un combate espiritual que es largo no comprendemos o tenemos necesidad de
un consejo; pero no sólo es eso, tenemos necesidad de que nos miren, de que nos mi-
ren con una mirada espiritual, es decir, que alguien conozca lo que vivimos, todo lo
que nos puede perturbar, todo lo que nos pueda hacer daño o dar miedo, todo lo que
nos pueda hacer caer en el pecado, ahí nos descubrimos frente a él .
Ya hemos visto que el combate espiritual es un camino con Dios, un camino para
Dios y un camino para encontrar a Dios, hemos descubierto un primer aspecto de este
combate espiritual y es el del combate contra el adversario con sus aliados y sus in-
termediarios que son el mundo y la carne, pero esto sólo es el primer aspecto del
combate espiritual.

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EL COMBATE PARA DIOS

El segundo aspecto del combate espiritual es lo que llamaríamos el combate para


Dios. Es aprender a ponerse del lado de Dios, a dar testimonio del Amor de Dios,
aprender a vivir en el sentido de nuestro bautismo y nuestra confirmación, el combate
de Dios comprende la búsqueda de la voluntad de Dios para nosotros, cuántas veces
vamos a decirle al Señor -¿qué quieres que haga? ¿Cuál es tu voluntad para mí?- Sa-
bemos que somos pecadores, nos sabemos llenos de vulnerabilidad, somos fácilmente
tentados y podemos caer en pecado, pero esto no tiene ninguna relación directa con la
voluntad de Dios.
Dios quiere algo para mí aunque yo sea pecador, aunque yo sea frágil, incluso aun-
que siga cayendo en el pecado a pesar de todos estos pecados que puede haber en mí.
Hay una esperanza formidable en los corazones de los cristianos, Dios tiene una vo-
luntad para mí, Dios quiere algo para mí, pero ¿qué es?, es la pregunta que a menudo
nos hacemos y quisiéramos una respuesta inmediata. Quisiéramos una respuesta con-
creta para estar seguros que estamos obrando en la voluntad de Dios o también para
comprender que estamos equivocados, pero Dios no ve las cosas así, porque así es la
sabiduría de Dios nos muestra y espera, pues encontrar la voluntad de Dios para noso-
tros es el objetivo de un combate espiritual.
Yo debo combatir para saber cuál es la voluntad de Dios en mí, porque en la lucha
contra el adversario ocurrirá que éste va intentar esconder la voluntad de Dios para
nosotros. También intentará mentir para saber cuál es la voluntad de Dios para aque-
llos que están conmigo, con los que tengo una unión especial, con mi familia, con mis
hermanos del grupo de oración. Sí, el adversario va a intentar mentir y equivocar
nuestro discernimiento. Por ello hay que adquirir el conocimiento necesario de la vo-
luntad de Dios y esta adquisición es un combate espiritual; y esto se vive a la vez de lo
que vimos anteriormente sobre el combate espiritual.
Para nosotros, al principio, es muy difícil buscar la voluntad de Dios, porque a me-
nudo tenemos una idea equivocada de cual es esta voluntad y por eso existe el comba-
te, porque nosotros hemos comprendido mal la voluntad de Dios, esta voluntad que
me hace creer en la libertad aunque sea algo predestinado para mí, es decir que Dios
tiene un programa que está totalmente terminado, no es una sucesión de obligaciones
o mandatos que hemos de aceptar porque sino se nos castiga.
La voluntad de Dios no es algo que hay que hacer, a menudo cuando preguntamos a
Dios lo que debemos hacer, sobre todo cuando estamos en situaciones difíciles, cuan-
do tenemos elecciones importantes que hacer, cuando estamos completamente perdi-
dos y no comprendemos lo que estamos viviendo, cuando sentimos que tenemos difi-
cultades de salir de nuestra oscuridad o salir de nuestro pecado, cuando le pedimos
gracias al Señor y tenemos la impresión de que no nos las da, a veces preguntamos con
un poco de rebeldía -¿pero qué quieres que haga?- y el Señor raramente nos responde,
nosotros queremos que nos responda concretamente, de inmediato y siempre, pero Él
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raramente responde, porque a veces nos falta la madurez en nuestra vida cristiana
para aceptar una respuesta de Dios y por ello el Señor no quiere responder la mayoría
de las veces y es que nuestro Señor no quiere decirnos lo que tenemos que hacer, por-
que no somos marionetas en sus manos, somos seres libres hombres y mujeres peca-
dores y heridos pero libres.
Así pues la voluntad sobre nosotros no es una cuestión de que tenemos algo que
hacer, es una cuestión de ser alguien, el Señor quiere que yo sea alguien, alguien espe-
cial, alguien en particular, quiere que sea una persona que manifieste en todo mi ser la
alianza de Amor que hay entre Dios y yo. La voluntad de Dios es que yo sea cada vez
más transparente en su Amor en medio de la gente, en medio del mundo, pero no me
va a decir cómo tengo que hacer las cosas, lo que me pedirá es que yo encuentre la
forma de hacer las cosas siendo reflejo de su Amor.
También el Señor sabe muy bien que el pecado puede poner confusión en el hombre
haciéndolo dudar entre el bien y el mal y por eso el Señor nos da ciertas pautas para
no caer en esa confusión. Estas pautas no son mandatos del mundo, nosotros las cono-
cemos y la Iglesia nos las enseñan esto es lo que llamamos la moral cristiana, que no
son solamente unos fundamentos que yo deba cumplir sino que también depende de
mí cómo esparza el Amor de Dios, cómo irradie este Amor a través de la Gracia que Él
me da, a través de la fuerza que Él me da y esa es la voluntad de Dios, que cada vez
más sea yo mismo en toda mi libertad, sabiendo que la libertad del hombre es la vida o
el camino del Amor de Dios y por eso Dios no quiere imponerme nada.
Cristo jamás ha impuesto nada a sus discípulos. Él les invitó a seguirle y de hecho
muchos de los discípulos que al principio estaban con Jesús no se quedaron con Él
mucho tiempo y otros lo traicionaron a pesar de que ellos empezaron a irradiar su
Amor. Miremos el momento de la pasión de Jesús, cuántos discípulos se quedaron con
Él, ninguno. Esto muestra bien que irradiar el Amor de Jesús o bien cumplir la volun-
tad de Dios, es un combate completo para el hombre, es un gran combate.
A menudo tenemos una idea falsa de lo que es la voluntad de Dios, por eso muchas
veces deseamos respuestas a cuál es su voluntad y Él no responde como quisiéramos,
Él nos responde a su manera, es decir, que Él nos va a indicar un camino discretamen-
te, o por lo menos un día comprenderemos lo que Él espera de nosotros a través de un
acontecimiento importante o través de un encuentro con una persona que para noso-
tros tiene un papel especial de parte de Dios.
Así pues el combate espiritual para Dios es un combate para entrar en su voluntad.
Vamos a meditar juntos cómo es esta entrada en la voluntad de Dios para el combate
espiritual. Para ello tomaremos la historia de David en el primer libro de Samuel en el
capítulo 17. Sabéis que el pueblo de Israel estaba luchando contra los Filisteos y estos
tenían mayor número de combatientes que Israel, también eran más fuertes, porque
Israel era un pueblo pequeño, mucho menos fuerte.
Nos encontramos que delante del pueblo Filisteo va el gigante Goliat en contra de Is-
rael, el gigante reta a los israelitas diciendo que quiere luchar contra sus guerreros y
el ganador será victorioso de todo el ejército. Israel mira al gigante y tiene miedo,

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ningún guerrero quiere luchar contra Goliat, el rey de Israel, Saúl, promete mucho di-
nero a aquel que luche en contra del gigante, pero nadie se atreve, y todos lo días Go-
liat se presenta delante de Israel y se burla de su ejército, pero también se burla del
Dios de Israel.
Podemos comparar esta actitud de Goliat con el mundo que comentábamos ante-
riormente, este mundo que también se burla de Dios, que se burla de aquellos que han
hecho alianza con Dios. Llega entonces David que es el último de siete hermanos, es
muy joven y no muy robusto, pero al oír cómo Goliat se burla del Dios de Israel él no lo
soporta y propone aceptar el desafío del gigante. Es lógico pensar que esto es ridículo,
porque Goliat es un gigante y David casi un niño, en el texto dice claramente que Saúl
le dice a David "eres todavía un niño"; cuando oímos la palabra niño nos evoca algo
dulce, amable, inocente y frágil, pero en aquella época la palabra niño no tenía el mis-
mo sentido que ahora. El niño no era importante mas que porque iba a ser un hombre,
pero al niño siempre se le veía como algo incapaz, es la imagen misma de alguien que
no puede hacer nada eficaz, aunque fuera alguien que amaramos mucho se considera-
ba cómo alguien incapaz de hacer nada importante.
Por ello Saúl mira a David y le dice que no es más que un niño, como indicando lo in-
capaz que es de aceptar un reto así con Goliat, pero David tiene una respuesta "si Dios
me ha salvado del león y del oso, también me salvará de Goliat"  , David recuerda lo que
Dios ya ha hecho por él, la fuerza de David no está en su cuerpo, ni tampoco está en su
inteligencia, sino en lo que Dios le ha manifestado de su Amor y su fidelidad.
Y esto es un elemento muy importante para entrar en la voluntad de Dios, a menudo
somos ingratos, Dios ya ha hecho muchas cosas muy bellas para cada uno de noso-
tros, ya desde hace muchos años quizás nos esté hablando y nos ha hecho vivir tiem-
pos muy fuertes. Pero nos olvidamos con frecuencia de Él sobre todo cuando tenemos
miedo de lo que pasará más adelante, somos ingratos y no recordamos lo que Dios ha
hecho dentro de nosotros, ¿cuál es la mejor forma de recordar que nos propone la
Iglesia?, la Eucaristía, a través de la celebración de la Eucaristía podemos recordar lo
que Dios ha hecho por el hombre.
David recuerda lo que Dios hizo por él, aunque vaya a entrar en una situación dema-
siado grande para él. Ante esta seguridad de David, Saúl aunque no entiende la fuerza
de éste le autoriza a ir ante Goliat. Así pues como David debemos tomar el Amor de
Dios en serio. Saúl no entiende cómo David quiere luchar, por eso quiere ponerle una
armadura para, por lo menos, proteger su cuerpo ante el Gigante, quiere poner a Da-
vid las armas del hombre, pero el peso de éstas es tan grande que David ni siquiera
puede dar un paso y se quita la coraza y las armas y decide poner su seguridad en otra
parte. Es una forma de renuncia a aquello que es una falsa seguridad, pone su fuerza
en el poder de Dios, porque la voluntad de Dios para David es que vaya a desafiar a
Goliat, pero Dios no le dice cómo debe actuar, dependerá de cómo busque la mejor
forma de llevar a cabo la voluntad de Dios.
David tendrá que buscar un comportamiento que tenga como preocupación dar un
testimonio de la Alianza con Dios, no es el Señor quien le dice a David - ¡ anda quítate
esa armadura! – sino que ve a David como alguien frágil que toma en serio su Amor
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por Él, que acepta dar testimonio de su Presencia y de su Amor. Por tanto el verdadero
combate espiritual para David no es la lucha con Goliat, eso sólo es una consecuencia
de aceptar el combate espiritual, el verdadero combate es entrar libremente en esa
confianza en Dios que le da la fuerza para quitarse todas esas falsas seguridades.
Podemos ver a través de la historia de David que la voluntad de Dios para nosotros
es algo que siempre nos parece demasiado grande, es siempre algo que no somos ca-
paces de hacer, es lo que el rey Saúl quiere hacer comprender a David cuando le dice – 
tú no eres capaz, es demasiado fuerte para ti, es mejor que te vayas a trabajar con tu
pequeño rebaño de ovejas -; es como si le dijera "conténtate con hacer cosas peque-
ñas, sin riesgos, sobre todo sin el riesgo del Amor". Es el mundo quien dice esto, cuan-
do nuestros ojos salen de su ceguera, los ojos del corazón, aunque la voluntad de Dios
sea demasiado grande para nosotros se convierte en un camino en el que vamos a cre-
cer en el testimonio del Amor de Dios.
Es así como David elige su arma, una sola que aparentemente es muy pequeña, una
onda y cinco pequeñas piedras. El mundo lo que dice es que esto es completamente
ridículo, esta misión no tiene caso, de forma que vuelve a coger todas las seguridades
y ponte de nuevo la coraza, pero David está seguro de sí mismo porque está seguro de
Dios y no suelta sus cinco piedrecitas junto con la onda.
Estas cinco piedras tienen un significado simbólico para nosotros ya que nos mos-
trarán los cinco puntos espirituales del combate, tampoco perdamos de vista otro
símbolo importante que es la onda, porque las piedras en las manos son inofensivas
ante Goliat, no pueden hacerle daño, como mucho si David se las tira con las manos le
podrán arañar la armadura pero poco más. Para que se conviertan en algo combativo
tienen que ser enviadas por la onda, es necesario que David las proyecte, es decir, que
las utilice de una manera que de verdad puedan ser armas de combate. Anteriormente
vimos cuales eran estas cinco piedras, la oración, la Iglesia, las obras de misericordia,
la contemplación y la obediencia a un padre espiritual. Es posible que ya tengamos
estas piedras o algunas de ellas pero si las guardamos en bolsillo, si no las proyecta-
mos, si no hacemos uso de ellas no sirven de mucho.
Vamos a compartir cómo podemos hacer uso de estas piedras para que nos hagan
entrar en la voluntad de Dios, porque si nosotros no hacemos uso de estas armas será
muy difícil entrar en el combate espiritual y por tanto en la voluntad de Dios, aunque
ya tengamos fe en Dios, aunque también tengamos el deseo de Dios. Muchos cristianos
tienen grandes deseos de Dios, de ser alguien para Dios, de hacer algo para Dios, dese-
os de responder a una llamada de Dios, pero sin el combate espiritual el deseo sólo
permanece en deseo y se para justo antes de entrar en la voluntad de Dios.
Para nosotros el deseo de Dios en el corazón es muy bueno e importante, ya es una
gracia de Dios, pero Dios nos hace desear algo sólo para hacernos entrar en su volun-
tad. Hay una trampa espiritual que encontramos fácilmente en la Renovación, yo lo
encuentro en muchos países que visito, la vida carismática favorece el que entren cier-
tos deseos en nuestro corazón y eso es algo muy bueno, pero hay demasiados carismá-
ticos que se quedan en el deseo y en cambio si el Señor pone estos deseos en su co-
razón es para abrir sus puertas a ser testimonio del Amor de Dios.
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Jesús estaba plenamente en la voluntad del Padre, incluso en el momento de las


grandes pruebas de Getsemaní, quiere decir que Jesús momento tras momento daba
testimonio del Amor del Padre, incluso cuando se dejó crucificar en la cruz Él estaba
en la voluntad del Padre porque aceptar la cruz era un testimonio del Amor del Padre
y este testimonio no es igualmente recibido por los que rodeaban a Jesús. La cruci-
fixión no fue un signo de conversión para todo el que la vio, pero Jesús no buscaba eso,
buscaba ser testimonio aún más del Amor del Padre, aunque muchísimos no com-
prendieran nada en absoluto porque para comprender, aunque sólo sea una pizca,
hace falta Fe y el don de la Fe lo da Dios a aquel que le parece bien en su Sabiduría.
Así pues tenemos las cinco piedras en nuestra mano y en nuestro corazón, ahora fal-
ta transformarlas en armas para el combate para Dios. Es muy importante saber que
en la fe todo depende de Dios, pero es necesario que nosotros pongamos lo que está a
nuestro alcance que es actuar para que Dios pueda darnos su fuerza y así entraremos
en la voluntad de Dios. La madre Teresa tiene una frase magnífica para este tema, de-
cía – ora como si todo dependiera de Dios, pero obra como si todo dependiera de ti -,
eso nos lleva a entender qué es la onda y qué es la proyección de las piedras y es lo
que llamamos docilidad al Espíritu Santo.
No sé si habéis oído hablar de la docilidad al Espíritu Santo, pero es muy importante
para la Renovación Carismática atreverse a hablar. Cuando a menudo oímos esta ex-
presión nos imaginamos que es una manera de expresar los diferentes carismas en
libertad completa y eso no es cierto. La docilidad al Espíritu Santo no está unida a los
carismas, pero está unida a la acción profunda del Espíritu en nuestros corazones.
El Espíritu Santo quiere suscitar nuevas actitudes en nuestra vida, ya seamos ca-
rismáticos o no, esas actitudes se llaman Dones del Espíritu, es una noción teológica
que la Iglesia conoce desde hace mucho tiempo y que toma su raíz en el Antiguo Tes-
tamento. En el libro del profeta Isaías, no sabemos exactamente quién es el Espíritu
Santo, sabemos que se trata de una persona divina, sabemos que es Espíritu, que es
soplo, también que es un clima interior en nuestro corazón y también un clima entre
nosotros. El Espíritu Santo es el que suscita movimiento en nuestra alma, una especie
de deseo para poder entrar más profundamente en la voluntad de Dios y de la Iglesia,
la cual nos enseña que hay siete dones del Espíritu Santo y que en ellos actúa el Espíri-
tu Santo.
No podemos entrar en la voluntad de Dios sin el poder del Espíritu Santo que
está dentro de nosotros, todas las acciones que pudiéramos hacer con nuestras pro-
pias fuerzas serían muy pobres y llevarían muy poco fruto, aunque sean buenas accio-
nes, pero cuando estas acciones están inspiradas por el Espíritu Santo en nuestros
corazones toman una fuerza, un poder grande y se convierten en armas del combate
espiritual para poder entrar cada vez más en la voluntad de Dios. Es así que nosotros
podemos tener las cinco piedras en la mano, pero si no las lanzamos con el poder del
Espíritu Santo no servirán para mucho. Así pues vamos a ver cómo el Espíritu Santo va
dando fuerza a cada una de estas piedras y veremos como nosotros podemos colabo-
rar con Él para que sean lanzadas con fuerza y que podamos ir de victoria en victoria
como el joven David pudo vencer a Goliat.

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La primera piedra es la de la oración, ya hablamos de que la oración es diálogo de


amor y que es muy importante sobre todo la oración de alabanza y de adoración, pero
el motor de la oración es el Espíritu Santo. Todos hemos recibido los dones del Espíri-
tu Santo y se van a manifestar a través de nosotros según las circunstancias en las que
estemos y según lo que el Señor espera de cada uno de nosotros, así que cuando noso-
tros estamos en oración, no importa cual sea la forma de oración, no importa en qué
razón y en qué sentido recemos, hay lo que se llama la fuerza de la oración que hace
que esa piedra sea proyectada con fuerza, y esta fuerza de la oración se debe sobre
todo a dos dones del Espíritu, el Don de Temor de Dios y el Don de Ciencia, especial-
mente por estos dones el Señor va a dar fuerza a nuestra oración y esto nos va a hacer
crecer en la fe.
La fe unida a la oración, la fe que es la fuerza de la oración, pero ¿qué es la fe en la
oración?, ahí es donde necesitamos la fuerza del Espíritu Santo para saber qué son
esos dones y aprender a vivirlos, la fuerza de la oración es la que nos hace tomar a
nosotros y para nosotros lo que pedimos o bien lo que estamos intentando vivir.
Voy a tomar un ejemplo de los Evangelios que conocemos muy bien, es el momento
en que Jesús está sobre la cruz, a los pies de la cruz esta María, su madre y al lado de
ella el discípulo amado, San Juan, y Jesús dice a su madre: "mujer, he ahí a tu hijo", y
luego le dice a Juan: "he aquí a tu madre",  y el Evangelio nos dice que a partir de esa
hora el discípulo la recogió en su casa, pero no hay que tomarlo en sentido que Juan
invitó a María a vivir en su casa, es una posibilidad, pero no hay una certeza total, esto
no es lo que el Evangelio quiere que comprendamos, si queremos traducir el Evangelio
del griego habría que decir a partir de este momento que el discípulo toma a María
como si fuera suya, como si le perteneciera.
Porque el discípulo cree de una manera tan fuerte la Palabra de Jesús que se lleva a
su casa lo que Él le ha dado, no es como si hubiera metido a María en la cárcel, pero ha
cambiado de relación con la Virgen María, porque ha comprendido en su corazón que
le es dada a él por Jesús, y Juan toma el regalo de Jesús muy en serio. Esa es la fuerza
de la oración tomar para sí lo que Jesús nos  promete y nos da. Pero tomarlo de
verdad de una forma imborrable y esto es válido para todo lo que podamos vivir en
nuestra vida cotidiana, especialmente cuando nos volvemos hacia Dios para pedirle
algo, y también cuando nos volvemos a Él para pedirle que seamos santos.
Os voy a contar una historia, hace como seis o siete años predicaba en un retiro en
Francia, el último día que era domingo hubo celebración de Eucaristía y había en el
fondo de la capilla una joven que tenía un aspecto que impresionaba porque su cara
estaba llena de unos granos gordísimos como si estuviera muy enferma y también
respiraba tristeza, a su lado estaba su marido, tendrían aproximadamente unos 25 ó
26 años, él se veía muy tímido a su lado y en mi corazón recibí una palabra interior
donde el Señor me decía que quería hacer algo para esta pareja que yo no conocía y
que tampoco habían recibido el retiro, que sólo estaban ahí para la misa del domingo.
Así al final de la misa cuando salíamos de la Iglesia, me puse delante de esta pareja y
les dije - tenemos que hablar un momento -, y la joven me dijo – deje de molestar te-
nemos que marcharnos, tenemos mucha prisa -, y ahí me enfadé un poco y le dije – 

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perdonen pero tengo algo que decirles esperen un minuto – y les dije – ¿creen que el
Señor puede hacer algo por ustedes? -, ella entonces se puso furiosa y me dijo – ¿es
que no se da cuenta de lo que dice? ¿No ve que tengo una enfermedad gravísima?, ¡mi-
re mi cara!, y encima esta enfermedad me hace estéril. Hace unos cuatro años que es-
tamos casados y el médico nos acaba de decir que no podemos tener hijos y además es
definitivo y se atreve a decirme si Dios puede hacer algo por nosotros -, yo le miré a
los ojos y le dije – yo creo que Dios puede hacer algo por ustedes, ¿quiere usted acep-
tar que recemos un poco por usted? – ella no me dijo que sí, pero hizo un signo como
si no estuviera en contra de ello.
Entonces oramos unos instantes juntos. Ella no sintió nada y su marido tampoco. En-
tonces yo le dije – mire nos paramos aquí, pero usted me va llamar por teléfono si hay
algún cambio en su vida, sólo le pido que crea que el Señor quiere hacer algo por us-
ted, es decir, que tome en fe la gracia de la oración que acabamos de hacer. Al cabo de
tres o cuatro meses el Señor me pedía que rezara por este matrimonio todos los días,
esta joven me llamo por teléfono y empezó a insultarme, le dije – cálmese y explíque-
me que ocurre -. Me dijo que todos los granos habían desaparecido a los tres días de la
oración y dos meses después se quedó embarazada, pero había perdido al niño, me
telefoneó para decirme que había abortado y estaba muy enfada, yo le dije – no se da
cuenta de que Dios ha actuado en su vida, usted misma dice que su piel se ha sanado,
esa piel estaba enferma, y que estaba embarazada cuando era estéril definitivamente – 
ella respondió – pero su Dios no me ha dejado tener hijos – yo le dije – ¿ha tomado
usted en serio lo que Dios ha empezado a darle? – ella dijo – no, es cierto que me he
olvidado totalmente – respondí – entonces es la última vez que olvida la gracia que
Dios le ha dado, va a colgar el teléfono y se va a arrodillar delante del crucifijo, yo haré
lo mismo y juntos vamos a pedirle a Dios que le dé la gracia de tener un embarazo, y
después recordará este don de Dios todos los días y se va a comprometer a hacerlo y a
tomar en serio en su corazón lo que Dios quiera darle -, ella me dijo - ¿y cómo sabe
usted que Dios me lo va a dar? –  Yo respondí –  yo no puedo probarlo, pero sé que
quiere hacerlo aunque usted no tenga confianza, pero si confía en esta promesa tóme-
la en su corazón día tras día, aférrese a ella -.
Ese fue su combate espiritual para entrar en la voluntad de Dios, porque para ella no
era simplemente orar sino que era orar con fe. Tuvo la gracia de tener un niño que se
llama Martín y que yo tuve la gracia de bautizar y más tarde también tuvo una niña,
pero todo esto supuso un combate que fue muy difícil para ella. Su piedra fue la ora-
ción y finalmente obtuvo la victoria, es decir que para ella un aspecto de la voluntad
de Dios era que pudiera ser madre, esto no quiere decir que sea la voluntad de Dios
para todas las parejas que son estériles, pero para ella sí era el caso y después entró
en otro combate espiritual que fue la vocación de su matrimonio, entonces descubrie-
ron que tenían que dar mucho de su vida de familia para ayudar a otros matrimonios
que tenían problemas, la piedra de su combate espiritual fue la tercera piedra, las
obras de misericordia, ahora son responsables de una parte muy importante de la
obra Madre de Misericordia. Así vemos como se vive el combate para Dios para entrar
cada vez más en la voluntad de Dios.

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Otro ejemplo es el de Catherine Culman, esta mujer hace decenas de años tuvo un
gran carisma de sanación, antes de cada asamblea de oración por los enfermos se pon-
ía en un sitio sola, de rodillas y suplicaba a Dios con palabras de los Salmos y le decía – 
Señor no me quites tu Espíritu Santo, no me quites tu Espíritu Santo... – es la oración
de David en los salmos cuando él se dio cuenta de que era un gran pecador, y para
Catherine ese momento de oración era una forma de entrar en el don de temor de
Dios, era como un don que el Señor le iba a dar delante de esa asamblea.
La fuerza de la oración ya sea en la alabanza, en la adoración, es tomar la presencia y
la promesa del Señor verdaderamente para nosotros y la fuerza de la oración es la
primera piedra que es lanzada con mucha fuerza. No nos damos cuenta de que en
nuestro corazón hay una falsa imagen de Dios, es lo que yo llamo la herida de la vida,
no os voy a hablar de ello de forma extensa sólo quiero comentarlo y es que si es cier-
to que nosotros no contamos para Dios más que los demás y a veces incluso contamos
menos que los demás, esta es la herida de nuestra vida y sin embargo la verdad del
Amor de Dios es que nosotros contamos para Dios de una forma especial, que Él nos
ha elegido a nosotros, cada uno únicamente, cada uno de nosotros podemos decir que
es un predilecto de Dios, con la cabeza lo podemos pensar, pero lo tenemos que pen-
sar con nuestro corazón.
No podemos tomar en serio las promesas de Dios para nosotros porque en lo más
profundo pensamos que Dios no nos escucha mucho, que escucha a otros, pero que a
nosotros nos olvida fácilmente esa es la herida de la vida, esta herida sanará sobreto-
do por la acción de la fe en la oración y esta es nuestra primera piedra.
Cuando en la Renovación Carismática se da una Palabra de conocimiento por una
persona cuyo carisma ha sido confirmado, es como una promesa de Dios, no porque
Dios haga una promesa y eso se cumpla en nuestra vida, a esto se le llama magia, Dios
necesita que tomemos en serio lo que nos promete, es la audacia de la fe. Había mu-
cha audacia en San Juan para poder tomar a María como si le perteneciera, se puede
decir que él va a la escuela de la Virgen María y es verdad que S. Juan es el más maria-
no de todos los apóstoles; es la fuerza de la oración.
La segunda piedra, la Iglesia, es cierto que el Señor va a suscitar actitudes en noso-
tros y que nosotros tenemos la libertad de rechazar, pero Él llamará a la puerta de
nuestro corazón para decirnos – actúa en este sentido -, y lo sentiremos como un de-
seo fuerte en nosotros que nos dará ganas de pasar a la actuación y el Don del Espíritu
Santo que va a servir más a esta piedra de la Iglesia es el Don de Sabiduría. En la pri-
mera piedra es el Don de  Ciencia y el Don de temor de Dios .
Las actitudes de la Iglesia forman la segunda piedra y estas actitudes nos son inspi-
radas por el Don de Sabiduría, anteriormente vimos los Sacramentos sobre todo la
Eucaristía y la Reconciliación, pero hay otras actitudes inspiradas por el Don de Sabi-
duría, por ejemplo, querer ser enseñado, querer ser formado, acoger con un corazón
puro la enseñanza de la Iglesia, hay demasiados cristianos que ignoran su propia doc-
trina, así el Espíritu de Sabiduría inspira un deseo de saber en nosotros para fortifi-
carnos en el combate para Dios, querer ser enseñados, no fabricarnos nosotros mis-
mos una especie de doctrina, una especie de opinión religiosa, eso no se llama fe, eso
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se llama creencia, es decir, una forma en la que el hombre tiende a inventar a Dios.
Tenemos necesidad de ser enseñados, no por saber nos hacemos fuertes, nos hacemos
fuertes cuando queremos que nos enseñen por la verdad, es la Iglesia la depositaria de
esto.
Otra actitud de la Iglesia que hace que nos hagamos fuertes en el combate espiritual
es recordar que somos enviados. No somos nosotros los que elegimos lo que quere-
mos hacer en la Iglesia, no elegimos lo que es la voluntad de Dios para nosotros en la
Iglesia, sino que somos enviados por Cristo, en el poder del Espíritu Santo, para cum-
plir la voluntad de Dios sobre nosotros. El ser enviados es una forma de comprender
que Dios es quien sabe lo que es bueno para nosotros, Dios es el que sabe lo que es
bueno para cada uno de sus hijos en la Iglesia y en el seno de la humanidad, Dios sabe
porqué estoy viviendo lo que vivo en este momento, yo quizás no lo sepa, pero debo
ser consciente de que soy un enviado.
Jesús mismo fue enviado por Dios, pero fue enviado para darnos ejemplo, para re-
cordarnos que nosotros también somos enviados. La cuestión es: ¿cuál es el envío que
tengo en mi vida con Dios?,.Esto tendremos que descubrirlo, pero no debemos olvidar
que somos enviados, que yo soy enviado por Dios. Si David no hubiera sabido que él
era el enviado de Dios contra Goliat jamás se hubiera sentido con fuerza para enfren-
tarse al gigante. Nuestra fuerza no está en nuestras competencias o nuestras capaci-
dades, nuestra fuerza está en el hecho de que somos enviados y cuando somos envia-
dos el Señor no nos dice – espero de ti que tengas éxito en lo que te digo -, el éxito no
es nuestro problema. A menudo quisiéramos tener éxito en todo lo que hacemos para
Dios y quisiéramos llevarnos muchos frutos de las cosas que hacemos para Dios, pero
el Señor no nos obliga a tener éxito, los frutos es Él quien los da cuando quiere, pero a
nosotros nos pide que respondamos a su llamada, que nos dejemos enviar y ahí está
la fuerza, en el envío, ahí está la velocidad de la piedra.
También hay una última actitud de la Iglesia en el Don de la Sabiduría, cuando tene-
mos en el corazón peticiones de comunión o de unidad, cada vez que tenemos unidad 
y comunión  entre los hermanos somos fuertes aunque nos sintamos muy débiles,
aunque no seamos comprendidos, y sin embargo al contrario cuando trabajamos con
falta de unión, cuando hay divisiones, aunque pensamos que son normales y legítimas
somos débiles, pero con una debilidad mala porque nos privamos de la fuerza de Dios,
aquel que tiene preocupación por la unidad aunque encuentre muchos obstáculos será
fuerte, encontrará la victoria, será fuerte en Dios.
Aunque no sea comprendido por todo el mundo, el amor a la unidad en el seno de la
Iglesia, en el seno de la Renovación, en el seno de los grupos de oración, en el seno de
la familia, en el seno de la pareja, en el seno de nuestras comunidades, es un signo
muy grande de la fuerza de Dios de su fortaleza y esta piedra va a poder llevar a cabo
victorias ante el gigante, que puede ser una figura del que divide todo.
Así pues ante estas dos primeras piedras vemos como podemos hacernos fuertes
con estas dos armas del combate espiritual, todos podemos hacernos más fuertes en
Dios.

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Hace tres años me pidieron que diera una conferencia médica en París y al final de
esta conferencia en el momento que estaba dispuesto a marcharme, me di cuenta que
había una joven de 30 años al final de sala que estaba llorando. Yo no comprendía mu-
cho porqué la relación entre el llanto y el tema médico, así pues me senté a su lado y le
pregunté qué le ocurría, que si necesitaba ayuda, ella me contó su historia brevemen-
te. Era una mujer que había tenido éxito en su medio profesional, dirigía una empresa,
pero había una zona oscura en su vida y al oír esta conferencia se dio cuenta que so-
portaba cada vez menos esta parte oscura, esta mujer quería cada vez más la unidad
en su vida y se daba cuenta de que no podía tener esa unidad.
Estaba más allá de sus fuerzas, la parte oscura era que ella se había prostituído y se
drogaba, esto puede resultar curioso porque a pesar de ser presidenta de una empre-
sa había caído en estas cosas, pero la parte oscura de su vida ocurría durante la noche
y en el día tenía una actividad normal y brillante. Ella había encontrado a Jesús hacía
mucho tiempo con lo que era creyente, pero no conseguía quitar esta parte oscura de
su vida, había ido a ver a varias personas para que la ayudaran, algunos dijeron – es
un pecado grave tienes que confesarte -, y es verdad esa parte de su vida estaba en
pecado muy grave, pero a pesar de que iba a confesarse regularmente no podía des-
hacerse de aquello, otras personas cristianas le dijeron – necesitas una sanación inter-
ior porque sin duda hay una herida muy profunda en tu niñez y necesita sanación -, es
cierto que ella tenía una herida profunda, tan profunda que la podríamos llamar una
herida de la vida, había intentado vivir varias etapas de sanación interior y no había
cambiado nada, por ello tenía una gran desolación y se sentía desesperada en su co-
razón porque no podía deshacerse de esta parte oscura, esta persona se encontraba en
duro combate espiritual donde había probado varias armas del combate como la con-
fesión, la oración... pero todo le parecía inútil, cuando la escuché me dije en el corazón
que ella estaba segura de que Dios quería otra cosa, la voluntad de Dios para ella era
otra cosa distinta a lo que ella creía, pensé – quizás hay que decirle que utilice otra
arma distinta para el combate -, y fue la tercera piedra de David que yo le propuse a
esta joven.
Le dije – mañana voy a visitar a personas que se están muriendo, te invito a que ven-
gas y me acompañes -, ella me respondió - ¡está usted loco! -, yo le dije – desde luego
un poco sí, pero no importa yo de todos modos la invito -. Me replicó – pero es que yo
no me lo merezco, yo de partida soy mala en mi corazón -, yo le respondí – pero Dios
no te ve como tú te ves. -Pero yo no sabría qué hacer- me dijo. - Pero a ti quien te dice
que hay que hacer algo, yo sólo te invito a estar ahí, al lado de estos enfermos que sa-
ben que van a morir y simplemente ofréceles tu presencia, no importa cual sea tu pe-
cado actual -. A ella le pareció una locura tal que respondió – Sí -. Porque se sentía tan
desesperada que esta propuesta resonó en su corazón. Al día siguiente la encontré en
la clínica donde estaban estos enfermos y ella vino a visitarlos y a pasar el tiempo con
ellos. Después salimos de la clínica, ella estaba muy silenciosa, no sabía qué pensar,
había comenzado a tocar la profundidad del sufrimiento de los demás y comprendió
que era importante estar cerca de aquellos que sufren, aunque todavía no lo alcanzaba
a entender ella comenzaba un camino de compasión, es decir, un camino de Amor, de
Amor por el que sufre.

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Entonces le dije – ¿quiere usted venir la semana que viene?- ella me contestó – Sí -.
Así esta joven volvió la semana siguiente y ahí le dije – no vas a venir conmigo sino
que vendrás a visitar a estos enfermos sola, yo iré a visitar a otros -, otra vez me dijo -
¿pero está usted loco? -, yo le respondí –  sí, pero ya se ha dado cuenta de eso, ya
hemos hablado bastante así que ahora hay que actuar.
De este modo ella fue a visitar a lo enfermos, lo volvió a hacer la semana siguiente
sola y a la otra también y... en un mes estaba liberada de toda su vida de prostitución y
de su dependencia a las drogas, ahora está encargada de un grupo de oración en una
gran ciudad de Francia; es la tercera piedra de David, las obras de  misericordia. Es
decir hay que ir hacia aquellos que sufren incluso a quienes sufren por otras cosas que
no sean enfermedad, porque también se puede sufrir, por ejemplo, de ignorancia y es
una gran misericordia ir a evangelizar, llevar la luz del Señor a aquellos que la necesi-
tan, a aquellos que están en tinieblas o que están ciegos, lo importante es entrar en un
servicio en aquellos que sufren de una forma u otra.
Entonces podemos preguntarnos ¿qué tengo yo que ofrecerles?, ¿qué tengo para
darles?. A menudo es la trampa que tenemos en nuestra cabeza, porque pensamos que
tenemos que tener ciertas actitudes para ofrecernos, pero la tercera piedra de David,
la tercera forma de entrar en el combate espiritual para Dios y entrar en la voluntad
de Dios, es ofrecer a Dios lo que no nos sentimos capaces de hacer, es decir, medir
que tenemos una incapacidad, que nosotros no tenemos nada que dar más que nues-
tra presencia, nuestra simple presencia y cuando la damos el Espíritu Santo nos ayuda
a hacer el gesto o dar palabras que convienen.
Comentábamos antes que cada piedra estaba proyectada gracias a un Don del Espíri-
tu, no un carisma. La oración es el Don de Ciencia y de Temor de Dios, las actitudes de
la Iglesia eran el Don de Sabiduría, para las obras de misericordia es Don de Fortaleza,
es una gracia del Espíritu que sólo se manifiesta en nosotros cuando estamos presen-
tes ante los que sufren, cuando estamos presentes ante aquellos que necesitan a Dios y
hacia los cuales somos enviados por Cristo. El Don de Fortaleza solamente obra cuan-
do estamos sobre el terreno, los dones del Espíritu Santo, así como si fuese la lluvia,
sólo se reciben cuando estamos en la circunstancia de la voluntad de Dios sobre noso-
tros.
Y si yo voy hacia los enfermos aunque me sienta completamente impotente ante
ellos, el hecho de estar presente, en nombre de Cristo, ante estas personas que sufren
hace que el don de fortaleza surja en mí y va a suscitar en mí actitudes de fortaleza.
¿Cuál es la cualidad del Don de Fortaleza? No es en absoluto sentirse más fuerte, al
contrario nos sentimos más débiles aunque el Don de Fortaleza obre en nosotros, en-
tonces ¿dónde está la fortaleza si nos sentimos débiles?, en Dios. Es la fuerza de Dios
que llega al alma y a la vida de las personas que visitamos. La fortaleza de Dios visita a
quienes somos enviados, por eso las obras de misericordia es un medio de combate
espiritual muy importante, es una forma de llevar la victoria a donde hemos sido en-
viados y en donde podemos servir a nuestros hermanos
Hubo un Encuentro de Sanación en San Giovanni Rotondo, en Italia, hace varios
años, se me pidió dar una enseñanza sobre el tema "ejercer el ministerio de sanación en
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la santidad ", justo antes de empezar mi enseñanza le pregunté al padre Tardif qué es


lo que creía que iba a decir, Él me contestó un poco en broma, como siempre: no te
olvides de decirles que es muy cansado. Lo que cansa no es orar por las personas.
Hacer de ese ministerio de sanación una obra de misericordia, es una forma de darse
como obra de misericordia a todos aquellos por los que rezamos, y el ministerio de
sanación como cualquier ministerio es un camino espiritual que comporta un comba-
te, uno de los grandes obstáculos de ese combate espiritual, es el cansancio, no el físi-
co, sino la fatiga moral y espiritual, a veces somos tentados a desanimarnos demasiado
o a sentirnos demasiado débiles o indignos para orar por los demás, este ministerio
como los demás nos lleva a nuestra incapacidad, pero si hacemos una obra de miseri-
cordia e intentamos vivirlo en el Don de Fortaleza para nuestros hermanos que están
sufriendo, el Don está ahí y es el que comunica a los demás la Fortaleza de Dios.
Hace dos o tres meses estuve en Tailandia, para encontrarme con la Renovación Ca-
rismática de Tailandia y dirigir unos tiempos de enseñanza y oración, pero no sólo
eso, también fui para ver si se podía hacer en el campo de la Obra de Madre de Miseri-
cordia en Tailandia. Yo visité una ciudad que es muy conocida, se llama Pataya, es una
gran ciudad turística al borde del mar, es la ciudad del mundo donde hay más prosti-
tución de niños, de los 100.000 habitantes residentes en Pataya 10.000 son niños y
niñas que se prostituyen y la Iglesia de esta ciudad nos pidió que intentásemos sacar a
estos niños de la prostitución sabiendo que esto es muy difícil allí y muy peligroso
pues la mafia de Tailandia es la que se ocupa de este campo de la prostitución y ganan
mucho dinero.
Desde que he vuelto de Tailandia ya he predicado en dos sitios a jóvenes que tienen
grandes dificultades sobre todo en el campo de la depresión, jóvenes digo hombres y
mujeres de 20 a 30 años, les he hablado de este proyecto en Pataya y los médicos que
los atienden en su depresión dicen que antes de hacer nada deben de curarse la de-
presión, sin duda hay algunos que sí necesitan de tratamiento, pero hay otros que ne-
cesitan dar alguna parte de su vida para poderse curar. Yo a algunos les propuse que
partieran para Pataya haciendo una preparación y sin esconderles que es muy difícil y
que tiene riesgo, hubo un cierto número que se sintió interpelado por el Señor para ir
a Pataya y aunque se sentían incapaces en su corazón percibían de manera clara que
esto era lo que quería Dios en sus vidas por un tiempo y que el ir a esta ciudad era su
manera de entrar en el combate espiritual y también una forma de salir de su propia
depresión. Su director espiritual también les ha confirmado que esta era una buena
forma de hacer una misión especial. Son muy importantes las obras de Misericordia y
como veis en ello también meto las de Evangelización, esta es pues la tercera piedra.
La cuarta piedra, os hablé de la contemplación con un Don del Espíritu Santo que se
ocupa de ello. El Don de Inteligencia nos da la velocidad de la piedra. Inteligencia quie-
re decir leer en el interior, el don de Inteligencia como el de la Contemplación es aquel
que nos abre los ojos del corazón a la presencia de Dios en los acontecimientos que
vivimos, incluso acontecimientos difíciles que nos hacen sentir cierto sufrimiento, pe-
ro quien está en el sufrimiento y no sabe reconocer la presencia de Cristo en ese su-
frimiento se encuentra en una situación muy difícil.

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Es la contemplación la que nos hace discernir la presencia del Señor en los aconte-
cimientos que vivimos y que pueden ser un obstáculo en nuestra dinámica espiritual,
contrariedades, momentos en que se trastorna todo lo que pensamos hacer, pero te-
nemos que saber una cosa, Dios está siempre presente en estas contrariedades, Dios
está presente en las dificultades, Dios está presente en el sufrimiento, Dios está pre-
sente en todo lo que ocurre en nuestra vida, pero no sabemos suficientemente que Él
está presente en todo lo que ocurre en nuestra vida. Por eso a menudo nos sentimos
perdidos, no sabemos qué pensar, no sabemos cómo vivir esta circunstancia, no sa-
bemos cómo orientar nuestra vida en este momento. Tampoco sabemos la elección
que debemos tomar, entonces es cuando somos invitados a la contemplación. Esta es
la cuarta piedra de David, una forma de combate espiritual muy importante y que to-
dos estamos invitados a tomar en la vigilancia espiritual.
Es una cuestión de oración interior, es una cuestión del corazón, es la práctica de la
presencia de Dios en toda nuestra vida, es decir, hacer crecer nuestra fe en la pre-
sencia de Dios, en lo que yo estoy intentando o haciendo en este momento, aunque
no sienta en absoluto esta presencia de Dios. Es una cuestión de decidir, es necesario
decir: "yo sé que estás ahí Señor, no entiendo demasiado lo que me está ocurriendo,
pero yo sé que Tú estas ahí, y eso es suficiente para mi, Tú estas ahí y eso es suficiente
para mi". Esa es la palabra de contemplación en la cual estamos invitados a entrar y
que implica mucha fuerza espiritual por nuestra parte, porque hay momentos en que
somos bendecidos por Dios en nuestra sensibilidad, en nuestra emotividad, ahí senti-
mos bien que Dios está presente en nosotros, pero hay muchos momentos donde no
tenemos ese tipo de bendición entonces nos olvidamos de la presencia de Dios y
cuando olvidamos la presencia de Dios en nosotros es como si nos priváramos de la
presencia de un amigo, de alguien que nos quiere ayudar porque nos ama.
Hay que hacerse contemplativos, desde luego está en la vocación de todo cristiano,
pero la contemplación también es una forma de combate espiritual. Cuando se elige
como medio de combate espiritual uno se compromete a vivir haciendo el esfuerzo
espiritual, para recordar por nuestra memoria, pero sobre todo en nuestro corazón
que el Señor está ahí, y que Él, nos acompaña en lo que estamos intentando vivir, y eso
es suficiente para mi, eso basta. Quisiéramos muchas más cosas, quisiéramos pruebas,
quisiéramos signos de su presencia, pero eso me basta. Tú estas ahí Señor aunque esté
delante de un obstáculo o esté inmerso en una dificultad. Tú estas ahí Señor, no estoy
sólo, eso me basta, es una palabra de contemplación, también es una palabra de fe,
pero no es la misma forma de ejercer la fe que en la primera piedra, porque esta vez
está en el Don de Inteligencia, en la que nosotros ejercemos la fe y entramos en la con-
templación.
Ésta era la cuarta piedra. La quinta y última piedra pienso que a muchos de vosotros
os plantea muchas preguntas. Es la obediencia a un director espiritual.
Vamos a distinguir entre un padre espiritual y un director espiritual. En primer lu-
gar, tengo que decir en qué forma se lanza esta piedra con el Espíritu Santo, hay sobre
todo dos formas, una es con el Don de Consejo, pero hay que tener cuidado con este
don porque puede tener dos movimientos, el movimiento de dar consejos para la Glo-

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ria de Dios y en este aspecto está unido al acompañamiento espiritual, pero no está
unido al combate espiritual y el segundo movimiento del Don de Consejo que sí está
unido al combate espiritual y es el deseo y la necesidad que el Espíritu Santo pone en
nuestro corazones de recibir consejos, de que nos aclaren algo, de ser instruidos en los
caminos de Dios, este segundo aspecto sí tiene importancia para entrar en la voluntad
de Dios.
También hay otro don del Espíritu Santo que sin duda es el más importante para el
combate espiritual : el Don de Piedad Filial. Para una mejor comprensión lo llamare-
mos el Don de Confianza Filial. Esto es muy importante porque más tarde se convierte
para nosotros en un camino de humildad y sencillez. Es importante saber que la velo-
cidad de esta quinta piedra nos la da la confianza, pero la mayor confianza posible,
esa confianza que puede parecerse a un niño pequeño que está en brazos de su madre.
Para comprenderlo mejor os contaré la parábola del tío vivo, es la historia de un pa-
dre de familia que tiene un hijo pequeño, éste tiene dos o tres años y cada noche al
llegar a casa después del trabajo dice, - ¿quieres que juguemos al tío vivo? – el niño le
decía que sí y se ponía muy contento, el padre le cogía por las manos fuertemente e
iba dando vueltas sobre sí mismo, cada vez más deprisa y al niño ¡le encanta jugar a
eso!. Podría ser peligroso porque el niño no tiene los pies sobre la tierra mientras va
girando, pero lo que cuenta para él es que es su seguridad está en que las manos de su
padre agarran las suyas y se deja girar sin miedo. Esta es una imagen para la confianza
filial, algunos años después el padre entra en casa y le dice a su hijo - ¿quieres que ju-
guemos al tío vivo?-, el hijo le responde – sí, pero no irás más deprisa de lo que yo te
diga -, el padre hace que su hijo de vueltas y después sube a su habitación y llora. Esta
podría ser una imagen del sufrimiento del corazón de nuestro Padre cuando nosotros
empezamos a desconfiar de su amor fraterno. La confianza filial es una gran fuerza
para el combate espiritual, la confianza nos hace llevar una vida a veces con riesgo,
pero con la confianza filial no nos arriesgamos nada, somos niños abandonados en las
manos de su Padre.
Éste es un Padre amante que nos cuida, que nos vigila y nuestro Padre espera de no-
sotros esta confianza filial, pero demasiado a menudo sólo queremos un poquito de
ella, como el niño de la parábola que empieza a crecer, así en el caminar espiritual y en
el combate espiritual esta confianza filial está invitada a crecer, pero el tentador inten-
tará disminuirla en nosotros, el mayor enemigo de la confianza filial es el miedo, so-
bre todo el miedo a Dios y por eso la obediencia a un padre espiritual es la escuela de
confianza filial. El acompañamiento espiritual es un gran medio de combate espiritual
para entrar en la voluntad de Dios, sobre todo cuando hay gran dificultad para saber
discernir cuál es la voluntad de Dios en nosotros.
Es necesario aclarar varios puntos sobre el acompañamiento espiritual. Hay distin-
tas etapas en el acompañamiento espiritual y todas ellas tienen por meta crecer en la
Caridad. Podríamos hablar de distintos grados en la caridad, el primer grado de la ca-
ridad es cuando queremos practicar los mandamientos de Dios que son los deberes
del cristiano, los preceptos del evangelio y es lo que nos enseña la moral de la Iglesia,
este sería el acompañamiento básico del cristiano, es igual que cuando estamos en un

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grupo de oración o una comunidad, la vida de este grupo o de esta comunidad se fun-
da en el Don de Sabiduría, es decir se funda en unos preceptos de acuerdo con un re-
glamento interior, porque si no se crea una división inmediata y la comunión no es
posible entre los cristianos y el Amor de Dios no es acogido. Así pues el primer grado
del acompañamiento espiritual es un acompañante que nos muestre y nos instruya
sobre estos preceptos, preceptos a los cuales somos invitados a someternos para lle-
var una vida de cristiano y dar así un testimonio cristiano del Amor de Dios.
El segundo grado en el crecimiento de la caridad y por tanto la segunda etapa del
acompañamiento espiritual es un periodo en el que ya no hablamos de acompañante
espiritual, sino de director espiritual o también guía espiritual, guía y director es lo
mismo, la diferencia que encontramos en el Evangelio en la historia del joven rico.
Este hombre rico cumplía los preceptos de la ley, pero esto no era bastante para él,
porque estaba atraído por el Señor para dar más que los preceptos, él se quería entre-
gar más al Señor y Jesús, amó y admiró esta petición y le dijo: "si quieres ser perfecto...
" , no es un deber sino una invitación, es lo que se llama un consejo evangélico, hay tres
consejos evangélicos, obediencia, pobreza  y castidad, estos tres consejos no son
obligatorios son propuestas del Espíritu Santo en nuestro corazón, que somos libres
de rechazar, pero también somos libres para tomarlos, esto no está reservado para los
religiosos y religiosas, todo bautizado es libre de aceptar estos consejos evangélicos
para amar más al Señor.
Practicar los consejos evangélicos nos hace amar más al Señor, pero no son obligato-
rios, como tampoco es obligatorio amar a Dios, sin embargo aquellos que quieren
amar más al Señor a través de los consejos evangélicos podrán demostrar su amor
hacia el Señor. La manera de practicar cualquiera de estos consejos dependerá de cada
uno de nosotros, ya que esto es algo muy personal, por ejemplo si todos queremos
seguir el consejo de la castidad, cada uno lo haremos de cierta manera, no todos
haremos la misma cosa, eso sería ridículo y totalmente aburrido.
Para aprender a practicar los consejos evangélicos tenemos necesidad de otro grado
en el acompañamiento espiritual, y ahora ya hablamos del director espiritual. Como
vemos hay una diferencia para aquellos que quieran vivir solamente los preceptos,
que necesitan solamente un acompañamiento espiritual y aquellos que tienen un ma-
yor deseo de amar al Señor necesitan una dirección espiritual. A menudo necesitamos
vivir un crecimiento en el acompañamiento entonces solamente necesitamos el pri-
mer grado de acompañamiento, si nosotros vivimos un crecimiento necesitaremos el
segundo grado, es posible que a algunos el Señor les invite a ir más lejos aún, porque
se les invita a dar otro testimonio de su Amor por el Señor, este tercer grado se llama
el abandono en la voluntad de Dios, es decir, entregarse totalmente a la voluntad de
Dios, ya no tenemos voluntad propia podemos tenerla para los demás, pero para noso-
tros mismos no, porque no queremos nuestra voluntad si no la voluntad de Dios.
Esto es el abandono, pero el abandono no es algo que se decide, no es algo que lle-
vamos nosotros, es el cumplimiento de una historia de amor con Dios, entramos en
ello por la confianza filial, y para ayudarnos en ese caminar de confianza filial que nos

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va a introducir en el abandono a la voluntad de Dios necesitamos el tercer grado del


acompañamiento espiritual que es la paternidad o maternidad espiritual.
La fuerza de la quinta piedra será mayor cuanto más alto sea nuestro nivel de acom-
pañamiento espiritual y por ello hablo de un padre espiritual con el que entraríamos
en un nivel más alto del acompañamiento espiritual. Esto no quiere decir que todos
tengamos que tener un padre espiritual, debemos tener el grado de acompañamiento
espiritual que necesitamos en este momento de nuestra vida.
Si alguno elige la quinta piedra en el camino deberá ver el grado de acompañamiento
que necesita, uno puede ver que necesita un acompañamiento y decidir que así sea,
otro verá que necesita un guía espiritual, otro puede ver que se siente llamado a tener
un padre espiritual. La importancia no está en ver dónde lo voy a encontrar, lo que hay
que discernir es lo que nosotros en verdad necesitamos y entonces puede ser que nos
demos cuenta que ese guía o ese padre espiritual está cerca de nosotros o que nos
demos cuenta que está lejos, pero en lo que tiene que ver con el padre espiritual. Lo
que cuenta es esa confianza que inexplicablemente se da a una persona que está sufi-
cientemente instruida en los caminos de Dios y os voy hacer una pequeña confidencia,
cada vez que uno habla del acompañamiento espiritual se dicen: "cómo voy a encon-
trar una persona", y eso es siempre falso, porque no se dan cuenta que deben discer-
nir sus necesidades y lo que verdaderamente necesitan y por eso tienen que tomarse
en serio el "juego" de la obediencia. Cuando ellos tienen la claridad misma dentro de
ellos, entonces tienen que orar para decirle al Señor que les muestre la persona para
ese acompañamiento y la respuesta viene rápidamente, esta fue la quinta piedra.
Nosotros tenemos que ver cuáles son nuestras piedras para el combate espiritual.
Las cinco piedras son importantes y no tenemos que pensar que sólo necesitamos una
y las otras no sirven de nada. En relación con lo que nosotros vamos a vivir en esta
etapa de nuestra vida espiritual generalmente sentimos la potencia del poder de dos o
tres piedras que necesitamos para nuestro caminar y entonces somos nosotros los que
debemos elegirlas y tomarlas en serio y vivirlas de verdad, entonces así tomarán velo-
cidad y se convertirán en armas potentes que nos darán la victoria.
Somos invitados a entrar de una forma audaz, atrevida, en el Espíritu Santo. Él es co-
nocido en la Iglesia desde hace 2.000 años, pero es cierto que la persona del Espíritu
Santo durante todos estos siglos es muy mal conocida. Un teólogo hace 15 años escri-
bió que el Espíritu Santo era el divino desconocido, es una gran gracia poder entrar en
la persona del Espíritu Santo. Con esta intimidad se abre toda la dimensión del cristia-
no, también con todas las cosas que el Señor nos ha invitado hacer, lo que está mas
escondido, escondido en relación con el mundo, escondido en lo que se refiere a los
hombres, pero que nos hace entrar en la profundidad del Amor de Dios para que noso-
tros vivamos de la misma vida de Dios. Sería bueno que nuestra vida se convirtiera en
una continua invocación del Espíritu Santo, no con palabras, ni siquiera con el pensa-
miento, sino con el corazón. El Espíritu Santo nos desvela lo más luminoso, también lo
que está más escondido en Dios, nos desvela los verdaderos peligros del combate es-
piritual, porque el combate espiritual tiene su parte visible, pero también su parte es-
condida. Existe una parte que comprendemos y una que no comprendemos.

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Hace año y medio me invitaron a la isla de la Reunión a predicar un retiro para los
enfermos, fue en enero del 2.000, y en esta oración hubo palabra de conocimiento pa-
ra personas enfermas de cáncer. Después de un año volví a la isla de la Reunión y hubo
una gran celebración por los enfermos en la noche, esta oración duró 5 horas. Comen-
zamos oyendo testimonios y las dos primeras personas habían sido sanadas de un
cáncer generalizado; recibieron una palabra de conocimiento y Dios fue sanándolas de
su cáncer de forma progresiva, pero lo bonito de este testimonio es que los médicos
habían confirmado esta sanación milagrosa aquel mismo día un año después. Ese tes-
timonio fue una explosión de gozo y de alegría para la asamblea, una gran fiesta de
alabanza. Recuerdo que me impresionó mucho este testimonio, pero también me im-
presionó las consecuencias inmediatas. Había unas 12 personas que estaban paralíti-
cas, en sillas de ruedas, que se pusieron de pie y comenzaron a andar; este era el po-
der del testimonio, el Espíritu Santo que pasaba con fuerza a través de ese testimonio.
Eso nos muestra el aspecto visible de la acción del Espíritu Santo y siempre nos gus-
taría vivir algo de este tipo, queremos vivir algo que se vea, algo donde Dios se mani-
fieste visiblemente, algo que el poder del Amor de Dios se manifieste en nuestros ojos
de carne, pero el Espíritu Santo también obra en las profundidades escondidas a los
ojos de los hombres. Obra también en las profundidades escondidas de la inteligencia
del hombre y esto es mucho más delicado para que nosotros lo podamos percibir y a
veces más difícil de aceptar y sin embargo, así somos introducidos en los secretos de
la caridad divina.

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EL COMBATE CONTRA DIOS

Ahora vamos a centrarnos en el tercer aspecto del combate espiritual que nos ense-
ña estas realidades escondidas, que el Señor nos hace vivir en el poder del Espíritu
Santo, la misma que le hace hacer milagros a la vista de todos. Es el mismo poder, el
poder de vida, pero está en un lugar escondido que no podemos comprender inmedia-
tamente, pero que somos invitados a acoger con un corazón de niños, con un corazón
que sabe mantenerse en la confianza filial. Para recibir de Dios todo lo que nos quiere
dar en su poder, en su presencia, aunque no comprendamos completamente lo que él
quiere hacer con nosotros.
Vamos a leer un texto que nos va a introducir en ello Gn 32, 23-32. Este es uno de los
pasajes más enigmáticos de la Biblia y desde luego es difícil de comprender y no tiene
nada que ver con el resto de la historia. Es la historia de Jacob. Es el benjamín y va a
robar la bendición que pertenece al hermano mayor Esaú, éste se enfada y Jacob tiene
miedo y huye. La actitud de Jacob no está bien porque en aquella época la bendición
era muy importante para el primogénito, la bendición significa que es el elegido con
un amor especial. Si el sacerdote os bendice es por que vosotros habéis sido elegidos
por Dios, porque Dios os ama a cada uno con un amor especial y por este amor espe-
cial podéis ser bendecidos y por esta bendición acogéis el Amor de Dios para vosotros,
la bendición está reservada para un amor de elección. En la época de Jacob la bendi-
ción estaba reservada para el hijo mayor. Jacob se hace pasar por el primogénito min-
tiendo a su padre por lo que su hermano se pone furioso y es así como Jacob tiene que
huir, durante mucho tiempo. Estuvo huido muy lejos de su casa. Lejos de su casa Jacob
se casa y funda su familia. Durante estos años su hermano seguía furioso con él. Un día
le dicen que su hermano Esaú no está lejos de donde él está y que viene con 400 gue-
rreros para perseguirle, Jacob tiene miedo, intenta hacer unos acuerdos, envía regalos
a su hermano esperando que deje de perseguirle, pues Esaú quería matarle, pero estos
regalo no sirven de nada, Jacob no encuentra solución para aplacar la ira de su herma-
no, de repente hay un momento muy especial, que es la lectura de antes, es el combate
de Jacob contra un desconocido en plena noche.
Todos pensamos, esto que tiene que ver con toda la historia, no tiene nada que ver
con ella, hay una cosa muy curiosa, al final de este combate en la noche Jacob va a vol-
ver a encontrarse con su hermano, se vuelven a abrazar el uno al otro en una gran paz
y una gran alegría y sin embargo el día anterior Esaú estaba lleno de violencia y Jacob
estaba lleno de miedo y todo eso desapareció. Jacob es otro hombre y Esaú también a
causa de lo que ocurrió durante esa famosa noche, algo que nos es difícil de compren-
der y yo no tengo la pretensión de haceros comprender completamente, sino de des-
granar algunos elementos entre nosotros, porque nosotros mismos en ciertos momen-
tos de nuestra vida tendremos que pasar por acontecimientos que son este combate
de Jacob y si no sabemos discernirlo, si no nos ayudan a discernirlo, no sabremos vi-
virlo como es debido, nos equivocaremos de combate y no creceremos en la caridad.

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¿Qué ocurrió durante esa noche?. En primer lugar cae la noche, va a oscurecer, Jacob
tiene miedo y envió a su familia lejos, también a sus servidores, él está solo, eso no
quiere decir que es rechazado por todo el mundo, lo que quiere decir es que debe es-
tar solo. Está solo para vivir lo que debe vivir, incluso aunque hubiera habido alguien
para ayudarle no le hubiera impedido vivir solo lo que debía vivir solo. Lo que vivió
Jacob sólo él podía vivirlo; tenemos que retener esta noción de soledad. Después al-
guien lucha con él toda la noche, alguien que va a empezar haciéndole daño, alguien
que le golpea en la cadera, pero ¿es este algún enemigo?, ¿es este el adversario?. No,
no sólo no es el adversario sino que más tarde aprendemos que es el ángel del Señor.
En el Antiguo Testamento cuando tomamos la expresión de ángel del Señor quiere
decir la presencia de Dios mismo, quizá sea un ángel de Dios, pero también es Dios
mismo. Dios que va a entrar en la lucha contra Jacob y le va hacer entrar en la lucha,
no porque no ame a Jacob, tampoco para castigarle ni siquiera para hacerle sufrir, sino
para probar su amor o para resucitar el amor de Jacob por Dios.
Quizá Jacob estaba tan cargado de miedo, tan preocupado por sus problemas que él
se olvida de amar al Señor en primer lugar, pero el Señor no se olvida de Jacob; el Se-
ñor no olvida las promesas que había hecho a Jacob y al padre de Jacob. El Señor viene
al encuentro de Jacob en plena noche, es decir, en el fondo es algo que no se puede
comprender, porque el Señor ha tomado a Jacob como si Él hubiera esperado de Jacob
una respuesta de amor y es así como Jacob vivió este acontecimiento, porque cuando
la noche estaba terminando ambos ven como llega el día y Jacob tiene esta respuesta
magnifica: "Yo no te soltaré hasta que no me bendigas". Es así como Jacob muestra su
atadura como unión con Dios más allá de cualquier otra unión. Jacob había venido pa-
ra recibir la bendición de su padre y es como si Dios le dijera: "Yo he visto donde tú
has mentido, he visto tu mal comportamiento, donde te has comportado mal, pero Yo
tu Dios vengo a ti para que repares el mal que has hecho, para que pidas mi bendición,
porque te quiero bendecir, porque te amo" Entonces el Señor va a bendecirle.
Podríamos preguntarnos porqué Jacob ha sido herido en su cadera, esto es un signo,
un gran símbolo, Jacob se convertirá en algo grande, grande a los ojos de Dios porque
ha conseguido la victoria contra Dios, así él no tendrá miedo de dar testimonio del
Amor de Dios, no tendrá miedo de reclamar para él el Amor de Dios; es así como po-
demos vencer y solamente así es como podemos manifestarle que es a Él solamente al
que amamos más allá de todo lo demás.
El Señor espera con paciencia en la vida de cada uno de nosotros que tenga un mo-
mento muy especial que puede durar algunos minutos, algunos días, algunas semanas,
algunos meses, algunos años a partir del cual podemos dar testimonio al Señor de que
es a Él a quien queremos.
El verdadero combate espiritual en este tercer aspecto es manifestar a Dios que es
a Él a quien queremos, que es a Él a quien queremos pertenecer, que Él es nuestro
verdadero Dios.
A partir de aquella famosa noche Jacob va a cambiar de nombre ahora se va a llamar
Israel; esto quiere decir dos cosas, según el análisis de la palabra Israel, quiere decir
aquel que es fuerte contra Dios, no aquel que es fuerte para Dios, y también quiere
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decir aquel que ha visto a Dios. Y es verdad que Jacob, de una forma que no podemos
comprender ha visto a Dios, pero es en la noche, es decir, en algo que no ha compren-
dido totalmente, aunque no tiene importancia sino lo ha comprendido, lo importante
es el abandono a Dios que Jacob ha podido vivir esa noche, y cuando se consigue este
tipo de victoria toda nuestra vida cambia y también por su consecuencia se produce
un cambio en la vida de la gente de nuestro alrededor, como a Esaú también cambió su
vida a partir de esa misma noche, porque con este tipo de victoria la vida de las perso-
nas de nuestro alrededor también cambia; sobre todo cuando son personas que el Se-
ñor nos ha confiado, personas por las que oramos para que el Señor les ayude de una
forma u otra, o personas que nos son confiadas para servirles o para que las acompa-
ñemos en un plano espiritual.
Todo es una cuestión de amor, todo es un crecimiento en la caridad que no hubiera
sido posible sino hubiera habido este combate especial. Jacob llegó a ser el jefe, el que
caminó a la cabeza de Israel, pero caminó con una cadera que le hacía cojear. Él se
acordará siempre que camine delante del pueblo del Israel que el poder que tiene vie-
ne de Dios, y no solamente de Dios, sino que viene de un combate, de una unión con
Dios y es porque Jacob aceptó completamente la voluntad de Dios a través de ese
combate en la noche en la que él pudo ser testigo del poder de Dios. Se convirtió en
Israel y guió al pueblo de Dios. Su herida en la cadera es una forma de recordar que
Dios es Amor, pero un amor exigente.
Cuando se habla del Amor exigente de Dios quiere decir que Dios permite que noso-
tros le demos lo que queramos de nosotros mismos, pero Él espera que le demos
toda nuestra vida. Jamás nos forzará, pero Él espera todo de nosotros y para recor-
darlo nos hará pasar por pequeños momentos de combate y se puede uno preguntar:
"de qué forma va afectar esto en mi vida". Voy a tomar tres ejemplos:
Cuando es Dios el que entra en la lucha se llama prueba. La prueba viene de
Dios, la tentación viene del Maligno. Las pruebas nos hacen vulnerables, pero a la vez
nos hacen crecer en la vida y en el Amor de Dios. Hay una regla de vida espiritual que
tenemos que guardar en nuestro corazón, que hay que escribir en el papel y que hay
que subrayar 50 veces, LUCHAMOS, hay que luchar contra la tentación, pero NO se
lucha contra las pruebas. Entramos dentro de las pruebas con el movimiento del
abandono que da testimonio del amor que nosotros tenemos ya por Dios. Entramos en
las pruebas que el Señor nos propone. Seguro que durante un momento de prueba
también puede haber tentaciones. Hay una tentación muy clara que tenemos en el
primer momento, la tentación de independencia, porque ella habita en nosotros pro-
fundamente, en todos, y cuando llega la prueba a menudo queremos salir solos, es de-
cir, no de la forma que Dios quiere que salgamos, a menudo queremos tomar un cami-
no de independencia cuando el Señor nos pide un camino de abandono. La prueba es
una escuela de abandono y es Dios quien la permite. Vamos a ver unos ejemplos
de pruebas:
Una persona entre nosotros está en una vida de oración desde hace mucho tiempo,
quizá forme parte de un grupo de oración y va a orar regularmente con el grupo, tam-
bién ora frecuentemente en su casa, para ella la oración es importante y se ha conver-

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tido en una parte importante en su vida, al cabo de un tiempo desaparece la oración


de su vida, empieza a hacerse aburrida, pesada y la persona ya no puede orar, está
completamente bloqueada y no sabe lo qué le pasa, se le puede decir que es porque no
es suficientemente fiel o que esto ocurre también a causa de pecado, ya que es cierto
que la oración disminuye por la presencia del pecado en nuestra vida o también por-
que nos enfriamos o nos templamos, pero todas estas causas que provocan la dismi-
nución de la oración no son pruebas. Si esta persona ya no puede rezar y descubre que
a pesar de ello sigue manteniéndose al lado del Señor, es decir, no tiene ganas de
hacer otras cosas que el mundo le puede sugerir, no le apetecen otras distracciones o
diversiones, aunque en distintos campos de su vida tenga pequeñas distracciones en
el fondo se mantiene cerca del Señor, pero esta persona ya no puede expresarle su
amor por la oración es una persona que está triste, no porque no conozca a Dios, esa
es la tristeza del mundo, sino porque ha conocido al Señor y ahora tiene la impresión
que no le conoce, de que se ha ido de su vida y se encuentra sola.
Sola, aunque esté rodeada de gente, de amigos que intentan consolarla, ella se en-
cuentra sola interiormente porque no encuentra al Señor como lo encontraba antes,
eso es la tristeza espiritual, que se parece un poquito a la tristeza que Jesús conoció en
la noche de Getsemaní, ahí se trata de una prueba de Dios, desde luego el discerni-
miento lo va a traer otra persona, ahí es donde necesitamos alguien que nos ayude en
el plano espiritual, si es posible un padre espiritual o por lo menos un director espiri-
tual, ese padre no solamente nos va a dar consejo y un discernimiento, sobre todo nos
dará su presencia, él estará ahí, la persona que pasa la prueba se sentirá sola al vivir lo
que tiene que vivir, pero sabe que hay alguien que representa a Dios para ella y que
vigila sobre ella evitando que se pierda, ayudándole a caminar en el buen camino,
ayudándole en definitiva a ser fiel al Señor.
Hace como unos cinco años, me encontré con una mujer que estaba casada y tenía
dos hijos, vino a verme y me dijo, - yo amo al Señor desde mi juventud, me he casado
con un hombre que es muy creyente, tenemos dos hijos y justo hace seis meses, lleva-
mos una vida muy fuerte con el Señor y mi marido y yo oramos juntos muy a menudo,
a mi me gustaría orar al Señor de una manera muy personal entre mis quehaceres de
familia, pero desde hace seis meses esto no es así, me desperté una mañana, la noche
anterior había orado con mi marido, y por la mañana es como si hubiera perdido a
Dios, ya la oración no tenía interés para mi, me preguntaba dónde estaba, vivo una
tristeza horrible, porque yo recordaba los días y semanas anteriores donde yo estaba
con Dios y ahí que de la noche a la mañana he perdido a Dios. Me gustaría tanto volver
a encontrar esa presencia de Dios, he ido a ver consejeros espirituales, algunos me han
dicho que necesitaba una sanación interior y otros me han dicho que es causa de mi
tibieza porque yo me he enfriado, otros me han dicho que tengo una depresión ner-
viosa y como me dijeron eso fui a un psiquiatra y me dijo que lo que me pasaba es que
tenía un problema conyugal y lo único que necesitaba era divorciarme. Esto lleva du-
rando seis meses ya, y yo le pregunto ¿qué piensa usted? -. No me sentía más compe-
tente que los otros para responderle, pero de lo que sí me di cuenta es que tenía tan
grandes deseos de Dios a pesar de decir que lo había perdido. Esta mujer no llegaba a
orar ni siquiera sabía orar, pero quería orar y nada de lo que le ofrecían como solución

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le podía satisfacer, entonces yo me permití darle un consejo, porque interiormente


pensé que era una prueba del Señor, le dije que no se inquietara que intentara recor-
dar al Señor en lo que había vivido anteriormente y también que le dijera al Señor to-
dos los días una palabra de confianza y sobre todo que rechazase creer que estaba
separada de Dios. Ella aceptó este consejo, esta mujer me venía a ver con bastante fre-
cuencia, y cada vez que venía no tenía gran cosa que contar de nuevas, sólo me decía
que le animaba que el Señor se ocupara de ella aunque no lo notara, tuvo que esperar
unos cuantos meses así, luego otra forma de oración creció en su corazón mucho más
contemplativa, mucho más enraizada en la fuerza de la contemplación, ella cambió
profundamente y su marido también.
A nivel familiar a consecuencia de esta prueba tuvo una nueva fecundidad que se fue
desarrollando, porque se mantuvo en la perseverancia, un poco como si le dijera al
Señor, - Señor no comprendo lo que haces conmigo, pero yo quiero seguir amándote,
Tú eres quien me tienes que enseñar ese Amor, aunque yo crea que te burlas de mi y
te alejas de mi -. Es cien por cien el combate de Jacob, en nuestra vida de cristianos,
cuando maduramos con el Señor podemos encontrar momentos de combate contra
Dios, pero el discernimiento se lo tenemos que dejar hacer a otra persona, no pode-
mos hacerlo nosotros mismos.
De ahí la importancia del acompañamiento espiritual, en la vida espiritual de los
creyentes podemos darnos cuenta que existe la multiplicación de un cierto tipo de
pruebas que se llama la prueba de decepción, es decir, personas que empezaron a
entregarse al Señor que habían empezado a hacer la obra del Señor y después en un
momento en su vida es como si hubiera habido un gran fracaso de eso que estaban
haciendo para Dios, pero sin embargo quieren seguir trabajando para el Señor. En lo
profundo de su ser rechazan que todo esté terminado y a la vez son probados por un
sentimiento muy fuerte de decepción a veces también con un desánimo aunque con-
tinúan amando a Dios, continúan cerca de Dios.
A menudo la prueba de la decepción es un combate contra Dios muy especial, que es
muy concreto en una vida y tiene la meta en el corazón de Dios y es hacer crecer a la
persona en la Esperanza. En nuestra sociedad la Esperanza es algo que ha disminuido
muchísimo, y el Señor hace que ciertos cristianos crezcan y maduren en la Esperanza,
pero parece que la forma que Dios tiene para que los cristianos crezcan en la Fe, Espe-
ranza y Caridad, es permitir que seamos tocados por las pruebas. La prueba no es algo
dramático, es nuestro corazón el que es probado, es decir nuestra voluntad hacia Dios,
ciertas enfermedades físicas o psíquicas son enfermedades verdaderas, pero son per-
mitidas por Dios para que sean una prueba para nosotros, es una escuela de creci-
miento en la Fe, la Esperanza y el Amor.
¿Cómo se puede decir que una enfermedad es una prueba?, porque hay enfermeda-
des que no son pruebas, son formas del mal contra las cuales hay que luchar, entonces
hay dos o tres criterios importantes. En primer lugar esas personas que son probadas
por la enfermedad tienen sed de Dios y de oración. En segundo lugar esas personas no
desean la sanación a cualquier precio, ya sea la sanación por la acción del Señor o por
el progreso de la ciencia, cuando uno enferma es normal que desee que el Señor le

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sane, pero en un segundo tiempo cuando parece que el Señor no nos quiere sanar, es
bueno preguntarse, ¿no será esto algún tipo de prueba?, muchas personas buscan la
sanación en lugar de la voluntad de Dios, porque la voluntad de Dios no es sanar a to-
dos los enfermos, sino manifestar su Amor a todos los hombres de la forma que a Él le
parezca bien.
Las personas que están en la prueba de la enfermedad, presienten en su corazón que
el Señor tiene algo que vivir con ellas, pero a veces no tienen ese presentimiento en un
primer momento, porque no están suficientemente acompañadas en su enfermedad y
tampoco están preparadas para vivir su interioridad, pero si reciben la ayuda de un
acompañamiento espiritual descubren que Dios les habla a su corazón y que esa en-
fermedad puede ser quizás para la Gloria de Dios; eso no quiere decir que no se recu-
rra a la medicina, desde luego hay que hacerse curar por los médicos o cuidar por
ellos, pero el sentido de la enfermedad es totalmente distinto, desde luego los médicos
no van a permitir que un enfermo crezca en la caridad ni tampoco crecer en el aban-
dono a Dios, los médicos no son el Espíritu Santo.
El secreto del comportamiento del cristiano, es la alegría. En primer lugar la alegría
del cristiano es un Don de Dios y es un Don de Dios mucho más profundo de lo que
podemos imaginar, hemos sido hechos para la alegría, incluso aunque nuestra alegría
no tenga una razón concreta, a muchos hombres y mujeres les gusta reunirse para un
acontecimiento especial y eso es normal, pero la alegría de Dios está mucho más allá
de cualquier razón que pudiéramos encontrar, el cristiano es un ser de alegría incluso
en el sufrimiento, incluso ante cualquier contrariedad, todas las dificultades que pue-
den ocurrir en una vida, la especificidad del cristiano es ser un ser de alegría.
Se juzga la calidad cristiana de nuestra vida por la alegría que irradiamos y mucha
gente espiritual se lamenta que muchas veces los cristianos están tristes cuando su
vocación es la alegría, es vivir en la alegría y cada vez más intensa. No es una alegría
que se manifieste cada vez más, pero es una alegría que habita en nuestros corazones
y esta misma alegría es el fruto de un buen combate espiritual, aquel que entra en el
combate espiritual, de una forma justa, de una forma buena, con las cinco piedras de
David, irradiará el gozo del Señor cada vez más y para ello hay que comprender una
cosa, Dios es nuestro Padre. Tenemos la costumbre de decirlo y la oración del cristia-
no se dirige al Padre, pero para nosotros es difícil vivir según la oración de hijos de
Dios, cada vez que rezamos el Padre Nuestro de forma sincera, estamos en el movi-
miento del combate espiritual, no solamente que pidamos algo al Padre, es también
que entramos poco a poco en el comportamiento de hijos e hijas de Dios.
Personalmente me he encontrado con muchas personas que atravesaban por unas
pruebas muy duras, la gran prueba de la Fe donde se tiene la impresión de que Dios ya
no existe para ellos, aunque continúen creyendo en la existencia de Dios para los de-
más. La única actitud que se les puede pedir es que sigan rezando el Padre Nuestro
porque en esta oración nos estamos entrenando en la actitud de un corazón de hijo e
hija, aunque tengamos la impresión de que está demasiado lejos para nosotros.
Dios pone para nosotros una mirada de Padre; una mirada de Padre es una mirada
que da vida. Sabemos que el Padre es la primera persona de la Trinidad, pero nosotros
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pensamos a menudo que la idea del Padre es muy complicada para nosotros, si deci-
mos Padre nuestro, ¿qué quiere decir esto?, ¿qué idea tengo yo de ese Padre?, A me-
nudo nos hacemos unas representaciones, nos imaginamos como es Dios Padre a
través de la paternidad humana que hemos podido encontrar, incluso la imagen de
nuestro padre, esta idea es nuestro padre según la carne, pero si nos quedamos con
esta representación no entramos hasta el corazón de la verdadera paternidad, para
Dios la palabra Padre es una palabra formidable y que nos sobrepasa totalmente.
Cuando yo llamo a Dios, Padre, quiero decir que Dios me da la vida, pero la vida en
toda su amplitud, ¿qué es la vida?. La vida no son esas ideas reducidas que tenemos
hoy.
Es frecuente que en este mundo pensemos en la vida como sinónimo de salud y no es
lo mismo, este es un peligro de la cultura de muerte, el hacernos pensar que la vida y
la salud son la misma cosa, porque Dios Padre nos da la vida aunque no tengamos
buena salud. La vida es todo lo que puede haber de fecundidad en mi vida, es el con-
junto de capacidades que me ha dado el Señor y que tienen que ser desarrolladas, por
eso Dios sigue dándome la vida instante tras instante, para que yo pueda desarrollar
todas esas capacidades y también todas las gracias que Él me ha dado.
A menudo los cristianos han recibido muchas gracias, pero esas gracias se quedan
pequeñas o se quedan como aplastadas, porque no comprenden suficientemente que
hacen falta que crezcan para hacerse fuertes y llevar frutos para la vida de Dios. Voso-
tros tenéis muchas más gracias de lo que pensáis, el hombre moderno cuando es cre-
yente ve con mucha facilidad lo que va bien en él y tiene mucha dificultad en ver las
cosas que le ha dado Dios para crecer y dar fruto y que son mucho más fuertes de lo
que pensamos. Estamos mucho más llenos de Dios de lo que pensamos, para que esas
gracias de Dios crezcan tenemos que acoger sin cesar la vida que nos da Dios y por eso
nos tenemos que acordar que tenemos un Padre, el Padre del cielo, que además de ser
Padre Dios, nos da la vida momento tras momento; es lo que Jesús ha venido a hacer-
nos comprender y esto nos hace darnos cuenta que debemos acoger la vida que Dios
nos da instante tras instante y eso es la confianza filial.
Jesús es modelo de la confianza filial. Si nos fijamos en el pasaje de la resurrección de
Lázaro, cuando Jesús está ante su tumba y le dice a Lázaro que estaba muerto, - sal de
la tumba, sal de la tumba -, Lázaro sale de la tumba y está vivo, pero hemos olvidado
una cosa importante que este milagro de Jesús ha sido precedido de una gran oración
de Jesús, "Padre te doy gracias por lo que me das, yo sé que Tú siempre me escuchas, yo
te pido por aquellos que están a mi alrededor, para que ellos sepan que Tú me has envia-
do". Esa es la oración de confianza filial, "Yo sé que Tú siempre me escuchas, sé que
siempre estas conmigo, sé que siempre me das la vida, sé que eres Tú el que obra a
través de mi, sé que Tú me pides que haga las obras de Tu Amor, sé que hace falta sen-
cillamente que sea Tu hijo, sé que lo que Tú esperas es que yo acoja sencillamente lo
que Tú quieres manifestar de Amor para mis hermanos, yo pongo la confianza en Ti".
La vida surge y Lázaro que estaba muerto va a volver a la vida.
Este movimiento de levantamiento, esta resurrección, este pasar de la muerte a la
vida, es el movimiento de la alegría, cuanta más vida viene a mi mayor gozo tendré,
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pero se enraíza en la confianza filial. Si yo no aprendo a convertirme en hijo o hija de


Dios tendré muchas dificultades para pasar de la muerte a la vida y el combate espiri-
tual me enseña a pasar de la muerte a la vida viviendo en la alegría cristiana, que es la
alegría de la resurrección, la alegría de Jesucristo mismo Resucitado, porque la verda-
dera alegría no es mi alegría sino la alegría de Jesús Resucitado en mí.
Así todo lo que hemos estado aprendiendo sobre el combate espiritual no sirve de
nada si no recordamos en nuestro corazón que tenemos un Padre que es Dios y que
me da la vida, pero no es que me haya dado la vida al principio de mi existencia, Él me
la da ahora y eso también es parte de la vida espiritual, el ahora, "aquel que da un vaso
de agua a uno de estos pequeños se lo da a Jesús", en el sentido profundo de esta frase
quiere decir que cada uno de nosotros tenemos una unción. Lo primero de la unción
es ser revestido del Espíritu Santo. En la Biblia cuando es una cuestión de unción, so-
bre todo en el Antiguo Testamento, es una unción de aceite, es decir, que se vierte so-
bre la cabeza de una persona el aceite; este aceite es marcar que esta persona es dife-
rente, que tiene su propia particularidad, que tiene precio a los ojos de Dios y un mi-
nisterio especial al servicio de Dios. En el Antiguo Testamento aquellos que recibían la
unción del aceite eran los profetas, los reyes, a menudo los sacerdotes, con Cristo si
somos bautizados en las Muerte y resurrección de Cristo, nos convertimos en Sacerdo-
tes, Profetas y Reyes.
Sobre nosotros se da una unción, un precio especial que cada uno de nosotros tene-
mos a los ojos de Dios, una gracia muy especial, que no se parece a la de los demás. En
la unción no solamente existe esa vocación, hay una atracción de Dios, quiere decir
que Dios mi Padre me va a poner aparte para vivir con Él, algo especial, pero Él es
quien se va a ocupar de todo, el que me atraer a ese camino, el que me va a dar fuerza
para seguir a su hijo, es Él quien se va a ocupar de todo y esto nos une a la providencia
de Dios.
La providencia  es un aspecto de Dios Padre, como diría Jesús, a aquellos que se
ocupan por el mañana "no os preocupéis, vuestro Padre sabe lo que necesitáis" . No so-
lamente sabe lo que necesitamos, sino porque lo sabe nos lo va a dar, no todas las ne-
cesidades que podamos imaginar sino las necesidades que tengamos para convertir-
nos en mejores hijos e hijas de Dios, porque esas son las verdaderas necesidades, esas
son las que tenemos derecho de esperar.
Así pues la unción me separa, me pone aparte. Tenemos nosotros algo único que
vivir con Dios somos portadores de un envío. Dios espera de cada uno de nosotros una
cosa precisa, pero no en los detalles de una vida completa, si no algo preciso para re-
flejar su Amor. Tenemos que aprender a convertirnos en una imagen del Amor de
Dios, esta es la voluntad de Dios y la unción es la fuerza que Él nos da para vivir lo que
nos pide, es decir, que Él es quien nos atrae a su corazón, nos acoge desde el fondo de
nosotros mismos, este es el gran movimiento de la vida espiritual, el de ser atraídos
hacia Dios y meternos en Él, aunque nosotros no seamos conscientes de ello, aunque
atravesemos dificultades y tengamos que enfrentarnos a ellas, siempre somos atraídos
por Dios hacia el corazón del Padre, a menos que no lo queramos y eso se llama peca-
do, pero si nos dejamos atraer cada vez con más docilidad, cada vez más deprisa, cada

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vez con más confianza seremos llevados hasta el corazón de Dios y a esto se le llama
combate espiritual.
Somos atraídos por Dios porque tenemos la unción y Cristo nos dice – vivir según
vuestra unción, crecer en la comprensión de vuestra unción, en la comprensión de lo
que el Padre espera de vosotros -. La unción no se entiende en tres o cuatro días, ne-
cesitamos una vida entera para comprender la unción, por eso el Señor nos va a ir
mostrando etapa por etapa nuestra unción y cada vez que el Espíritu Santo nos descu-
bre un poco más de esto el Padre pone su mirada sobre nosotros con una pregunta -
¿vas a dejarte atraer en esto que te estoy enseñando?.
Es un consuelo inmenso saber que desde ya somos atraídos hacia Dios y esto nos
permite situar bien el combate espiritual, desde luego está todo unido, los tres aspec-
tos del combate espiritual que hemos visto, el primero nos hablaba del maligno con
sus aliados, el mundo y la carne, el mundo quiere escondernos por lo menos una parte
de nuestra unción, cuando el Espíritu Santo empieza a descubrirnos una parte de
nuestra unción el mundo intenta hacernos ciegos o insensibles, la carne quiere hacer
que seamos rebeldes.
Por ejemplo, el Señor está intentando atraerme hacia esta dirección y yo lo adivino,
mi acompañante espiritual me lo confirma, pero yo no quiero y eso me crea una re-
beldía. En Cordes, una joven hizo un retiro para descubrir su vocación, eso fue hace 12
años, llegó al principio del retiro y dijo – Señor, dime cuál es mi vocación, pero de to-
das maneras yo creo que me llamas al matrimonio -. Al cabo de dos o tres días había
un presentimiento y un deseo que empezó a nacer en su corazón, como si el Señor le
dijera – vete a ver El Carmelo -, entonces tuvo una rebeldía, en su carne se negó, sin
embargo había comenzado a desvelar su unción, eso no quiere decir que su vocación
fuera El Carmelo sino que era invitada a vivir algo que estaba cerca del Carmelo, pero
se negó en rotundo. Al cuarto día seguía negándose y el quinto vino a verme, me dijo – 
ya no lo soporto más y me voy del retiro antes de que acabe -, y le dije – está bien, pero
como vas a volver a casa párate un día entero en un Carmelo en el camino -, ella pensó
que me burlaba, pero en realidad se lo dije en serio, aunque fuera riéndome, y lo peor
fue que se paró en un Carmelo y mientras estaba en la capilla del Carmelo vivió algo
muy profundo, como si el Señor le dijera " esta es tu casa" y más tarde se atrevió a pa-
sar un retiro en un Carmelo y se fue confiando en esa vocación al Carmelo, ahora es la
superiora del Carmelo y está llena de alegría, pero en un primer momento la carne se
le reveló contra su unción.
De esa manera también el maligno quiere destrozar la vida del hombre, porque no
puede comprenderse en toda su amplitud más que con la unción que hay sobre ella.
Aquellos que no saben que tienen una unción, aquellos que rechazan su unción se
vuelven tristes, pero aquellos que aceptan esa unción, como el que acoge la palabra de
un padre, entran en la alegría, aunque sea una alegría en la dificultad, incluso una
alegría en el combate. Las personas más alegres que yo he podido encontrar han sido
personas que se iban a morir en unos días o unas semanas, porque algunas entre ellas
se habían abandonado de tal manera en el Señor a través de la enfermedad que padec-
ían que eso dio un fruto de alegría.

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Hace unos meses que estuve en Bangkok y tuve una experiencia muy fuerte. Yo ani-
maba una Asamblea Carismática en una casa de religiosas. En la iglesia de un monas-
terio en el centro de la ciudad había una reunión de oración muy bonita, muy asiática,
es decir, muy silenciosa y hubo un tiempo de oración por los enfermos, después de
esta reunión vino a verme la superiora y me dijo, -¿podría usted venir a orar por una
de nuestras hermanas que está muy enferma y que está muriendo? -, yo acepté y me
llevó hasta la enferma. Esta religiosa estaba impregnada de la alegría de Dios aunque
esta enfermedad la desfiguraba muchísimo, cuando terminé de orar le pedí que orara
por mí, ella oró con mucha timidez unos instantes por mí y al terminar la superiora
me invitó a orar por otra hermana enferma a punto de morir, yo también acepté, es
costumbre en Asia no decir las cosas o hacer peticiones de golpe, sino decirlas de una
en una, pasito a pasito, por ello no me dijo antes de orar por dos enfermas. Fuimos a
ver a la segunda religiosa y ocurrió lo mismo, yo le pedí que me bendijera y la superio-
ra me invitó a orar por una tercera religiosa ocurriendo lo mismo otra vez, esto fue así
por ocho veces y cada vez que iba a una enferma de aquellas podía ver la existencia de
una intensidad tan profunda en ellas que yo no me sentía enviado por Dios para orar
por ellas, sin embargo sentía la necesidad de que ellas me bendijeran, no os olvidéis
que el Don de Fortaleza está muy unido a la alegría y la fortaleza, es algo contagioso
cuando os acercáis a alguien que está lleno de la alegría de Dios respiráis mucho más
el ambiente de la alegría de Dios.
Después de la octava religiosa la superiora se acercó a mí y me dijo ya hemos termi-
nado, ahora le pido que vayamos a orar por otras hermanas que están en otra sala. Era
el lugar donde morían las hermanas en la comunidad y había diecisiete hermanas que
estaban en coma profundo, esto fue una experiencia distinta, porque aquí me sentí
invitado a hacer algo por estas hermanas que iban a morir en unas horas. Es decir que
hay un aspecto de la compasión de Dios que se llama suplir el suplemento de la Mise-
ricordia, porque hay personas que ya no son capaces de vivir una situación de con-
fianza, entonces el Señor invita a otras personas a hacer una oración de confianza en
lugar de estas personas que ya no pueden y esto fue lo que hice, en aquella sala em-
pezó a entrar un clima de alegría
Esto es lo que ocurre cuando aceptamos nuestra unción, cuando consentimos verla
en la fe, entonces entramos en el segundo aspecto del combate espiritual, es decir, to-
do lo que somos invitados por la gracia de Dios para dejarnos hacer en nosotros, para
dejar que los dones del Espíritu Santo obren en nosotros, para que esas cinco piedras
de las cuales hemos hablado ya tomen velocidad, ese es el verdadero combate espiri-
tual. Cuando entramos en la unción y cuando lo hacemos de una forma natural, cuando
tenemos una conciencia en nuestro corazón de que somos atraídos por Dios aunque
sigamos siendo pecadores.
Existen momentos en que Dios se esconde o acontecimientos en que nos parece que
ya no somos atraídos hacia Él, es lo que dijimos en los temas de las pruebas, que pare-
ce que Dios ya no está ahí y está mucho más cerca que antes y espera de mi una acti-
tud de una confianza mucho mayor, como si yo le dijera – Señor, parece que ya no me
atraes, pero a pesar de ello yo te amo y soy yo ahora el que quiere atraerte hacia mi -,

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esto es una prueba o este es el sentido de la prueba, pero es en la comprensión de la


unción donde nosotros podemos situar bien estos tres aspectos del combate espiri-
tual.
No debemos olvidar que este lenguaje es completamente loco a los ojos de los hom-
bres. Cuando San Pablo habla de la locura de la Cruz quiere decir que no es que sea
una cosa delirante sino que, en el pensamiento de San Pablo, es algo completamente
ridículo y absurdo para aquellos que no tienen fe o más para aquellos que no quieren
crecer en la fe, es decir una fe más madura y más llena de confianza en el Señor. El
lenguaje de la Cruz es una locura para aquellos que no meten a Dios en su vida.
Trascripción por Anabel, de Alicante, España 

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“Fortaleceos en el Señor y revestíos de las armas


de Dios” 

Revestirse de las armas de Dios, como pide San Pablo, debe ser un motivo de orgullo,
para todos los que le servimos. Y sin embargo, este hermoso texto de la Epístola de los
Efesios, se comenta poco entre nosotros. Por otra parte los cristianos nos sentimos
hoy acosados por todos los medios en esta sociedad "neopagana" y dar testimonio
requiere gran valor.
Por eso hemos querido entrevistar al Dr. Philippe Madre, que es quizás por su mi-
sión evangelizadora y su formación profesional quien mejor puede contestar a las mu-
chas interrogaciones que brotan espontáneas.
N.P.: ¿Cómo fortalecernos con el poder de Dios?
En verdad que en la lucha contra las fuerzas del Mal, fuera y dentro de nosotros, po-
demos sentirnos muy débiles... pero la debilidad no es una desventaja ni un fracaso
cuando tratamos de vivir un crecimiento en esas dos grandes zonas que son la vida de
oración y la vida de fe. Los cristianos tienen con frecuencia una idea falsa o insuficien-
te de esas zonas que son realmente el lugar en el que podemos ser continuamente re-
vestidos de la fuerza de lo Alto. Por eso el primer interés del cristiano debe ser deci-
dirse a usar los medios para crecer en la verdadera oración y en la fe activa.
N.P.: Si la lucha no es "contra la carne y la sangre sino contra los espíritus del mal que
están en las alturas", ¿cómo podemos defendernos?
Los espíritus malignos no se vencen por ninguna fuerza o capacidad humana. Solo
son vencidos por el misterio de la Cruz y de la Resurrección de Cristo. Y será dejándo-
nos prender por este misterio, en lo más profundo de nuestra vida cotidiana, como los
venceremos. A decir verdad este misterio más que enseñarnos a defendernos contra
ellos, lo que podría distraernos del Amor de Cristo, nos lleva a la confianza en la mise-
ricordia de Dios. Después de todo, tenemos un defensor, el Espíritu Santo que nos ha
sido dado pero que sólo puede actuar en nosotros en la medida de nuestra confianza
en Dios.
N.P.: Gran número de miembros de nuestros grupos, servidores y sacerdotes están so-
brecargados de trabajo, lo que hace difícil su discernimiento y vigilancia como pastores.
Pero se escribe mucho, se escucha tanto, se manipulan hasta las palabras religiosas, co-
mo en la Nueva Era. ¿Es posible descubrir por si mismo al maligno, disfrazado de ángel
de luz?
La gracia del discernimiento es sin duda la gracia primordial (con la humildad) que
es preciso pedir al Señor cuando se quiere avanzar por los caminos espirituales. Y el
Señor nos la da pero a veces de manera inesperada. Una de estas grandes maneras es
buscar un acompañante espiritual y disponernos a escucharle con confianza...

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N.P.: Se ha dicho también que "no se puede discutir con el demonio" ¿qué hacer ante la
cerrazón de algunas doctrinas, ante tanto devocionismo, tanta superstición religiosa
donde parece ocultarse el maligno?
Es mejor, efectivamente "no discutir con el diablo y hablar más con Dios". Pero esta
pregunta pone también de relieve la importancia de promover la evangelización, el
anuncio de Cristo y de su Amor, el ser testigo de la verdad. Y es que los cristianos son
con frecuencia tímidos o están preocupados porque se sienten inútiles para ser bue-
nos misioneros, y buenos testigos de Cristo y luchar contra las falsas doctrinas. Por
eso la Renovación ha de hacer un gran esfuerzo misionero en todos los países donde
está implantada, y la Iglesia cuenta con ella para esto...
N.P.: Se dice en la, 1 Tm 4,1, que habrá en los últimos tiempos algunas apostasías de la
 fe debido a "espíritus engañosos y doctrinas diabólicas" ¿Cómo luchar contra esta confu-
sión que está en el ambiente, contra esta religión "a la carta"?.
La confusión viene de que se ignora con frecuencia el Amor de Dios. Es preciso en-
contrar los medios para manifestarlo al mundo. En las iglesias primitivas, los cristia-
nos lo manifestaban de dos grandes maneras: el misterio del anuncio de Cristo por los
apóstoles ¡y todo bautizado es apóstol!, y también por su forma de vivir como nos lo
muestra el comienzo del libro de los Hechos de los Apóstoles, donde los creyentes viv-
ían la "koinonía", la comunión, y donde los paganos exclamaban al verlos vivir: ¡mirad
como se aman! y les pedían hacerse cristianos!... y hoy ¿cuál es nuestra manera de vi-
vir cristianamente?... Esto es lo que interpela a los jóvenes que son, de hecho, más ávi-
dos de testigos concretos de la verdad que de bellas teorías.
¿No tendríamos que hacer un esfuerzo, suscitar innovaciones, para atraer a los de-
más por nuestra manera de vivir la fe cristiana?
N.P.: ¿Es la alabanza una arma buena para el combate?
Una de las mejores, si se vive con un corazón puro.
N.P.: A nuestros lectores les encantaría escuchar su versión sobre cada uno de los ele-
mentos con los que, según Pablo, debemos revestirnos para el combate: ¿Cómo es el "cin-
turón de la verdad"?. Para Ratzinger el rechazo a la verdad es uno de los grandes males
de hoy. ¿Tiene esto alguna relación con lo de "ceñirse la cintura con la verdad"?
En tiempos de San Pablo el cinto era lo que sujetaba la vestimenta para favorecer la
marcha, o sea para correr por el camino. Efectivamente para andar sin tropiezos por el
buen camino, o para correr sin perderse por falsos caminos es preciso buscar la ver-
dad y alimentarse de ellas. La palabra de Dios y de la Iglesia nos propone sin cesar
esta verdad pero ¿tenemos nosotros hambre de ella?
N.P.: ¿Y cual sería hoy nuestra "coraza de justicia"?.
Hoy, yo diría que la coraza de justicia es sobre todo la confianza en la misericordia
de Dios que va a buscar a los más perdidos, consolar a los más heridos y sabe tratar a
cada uno según sus necesidades personales... Nosotros no merecemos nada y menos
su amor pero El nos lo da gratuitamente sin jamás acusar a la persona según nuestras

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necesidades reales... Pero El nos pide también, ser nosotros mismos instrumentos de
esta misericordia... es la mejor manera de estar revestidos con la coraza...
N.P.: Los pies han de calzarse con el "celo por el Evangelio de la paz"¿Cómo entender
esto?
Es justamente toda la importancia que tiene hoy el preocuparse por la urgencia de la
evangelización, no solo en los países lejanos sino también muy cerca de nosotros...
Aquel que anuncia el amor de Cristo de una manera u otra, incluso si es pobre y peca-
dor, agrada a Dios.
N.P.: ¿De qué modo "embrazar el escudo de la fe", cuando además se nos advierte que
hay que hacerlo "siempre"?.
Si, siempre, en el sentido de que la fe es un don de Dios que tiene necesidad de cre-
cer en nosotros. Sin esto, declina o se hace tibia. Es necesario aprender a crecer per-
sonalmente en la fe... Este es un camino que no se puede vivir solo.
N.P.: El "Yelmo de la salvación" debe cubrir nuestra cabeza ¿son nuestras ideas las que
a veces nos pierden? Usted es psiquiatra ¿es nuestra cabeza un campo de batalla?
Lo pensamos muy frecuentemente. Es verdad que nuestros pensamientos pueden
ser agitados, incluso peligrosos. Pero lo importante está en el nivel del corazón, allí
donde tenemos la libertad de buscar a Dios y su amor... O buscar otra cosa que podría,
a veces, volverse contra nosotros.
N.P.: ¿Cómo desenvainar sin temblor esa "espada del Espíritu que es la palabra de
Dios"?.
Leyéndola fielmente, alimentándose de ella, meditándola como si cada día tuviese
alguna cosa nueva que enseñarnos... lo que por otra parte es verdad... De hecho Dios
nos habla al corazón a través de su Palabra, pero somos nosotros los que no sabemos
escucharla bastante. Por eso, una de las grandes tareas del Espíritu es enseñarnos a
escuchar a Dios.
N.P.: Aparte de estas armas de Dios, ¿cómo actúa en nosotros el don de Fortaleza del
que dice curiosamente Philipon que nos mantiene, simultáneamente, "apacibles y listos
 para el combate"?.
Es un don del Espíritu que nos da la tranquila seguridad de los Apóstoles, la certeza
de que estamos del lado de Dios y de que Dios está dispuesto a servirse de nosotros a
pesar de nuestras debilidades y nuestros pecados. Nosotros no sabemos cual es su
voluntad, pero sabemos que el la hará y esto nos basta... Es preciso pedir este don con
confianza, con insistencia... y nosotros lo viviremos porque Dios nos lo ha prometido...
Fuente:  http://www.rcc-es.com/Revista74/entrevistamadre74.htm
 

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Entrevista: Dr. Philippe Madre, Doctor en Medicina,


Diácono Permanente, Miembro de la Comunidad de
las Bienaventuranzas

El Dr. Philippe Madre, es doctor en medicina y diácono permanente al servicio de la


pastoral de la salud. Ha trabajado en el ministerio de enseñanza y salud a nivel inter-
nacional desde hace 15 años. El Dr. Madre vino a Medjugorje en julio de 2002. Es
miembro de la Comunidad de las Bienaventuranzas, en la que ha fungido como Mode-
rador General también desde hace 15 años. Asimismo es el fundador de la organiza-
ción católica "Mother of Mercy", la cual trabaja en la protección de la vida humana.
Durante su estancia en el Santuario de la Reina de la Paz, él habló con el P. Dario Do-
dig acerca de su ministerio en la Iglesia y sus observaciones sobre la gracia especial de
Medjugorje.
P. Darío Dodig : Dr. Madre, Ud. es casado, padre de familia, doctor en psiquiatría, diá-
cono permanente, miembro de la Comunidad de las Bienaventuranzas donde fungió co-
mo Moderador General durante 15 años. ¿Cómo se desarrolló su vocación?
Dr. Philippe Madre: Yo quisiera comenzar diciendo que fui ateo hasta la edad de 23
años. Crecí en el seno de una familia cristiana, pero no me interesaba personalmente
la fe cristiana. Comencé a estudiar medicina y estaba por contraer matrimonio cuando,
inesperadamente, presencié una curación milagrosa en el campo de la psiquiatría. Es-
ta curación psiquiátrica me sorprendió grandemente porque no había una explicación
posible. Y me dije: Si Dios existe, entonces ¡vale la pena entregarle mi vida entera!
Afortunadamente, mi esposa vivió también esa misma experiencia. Estábamos recién
casados y decidimos cambiar nuestras vidas y edificarlas sobre fundamentos cristia-
nos, primordialmente sobre la base de la oración diaria. Con otros amigos que tam-
bién vivieron una conversión similar, iniciamos un grupo de oración en la ciudad don-
de vivíamos.
Después de dos o tres años de ese cambio tan profundo en nuestras vidas, nos diji-
mos: ¡Esto no basta para seguir al Señor! Al tiempo en que nos hacíamos esta pregun-
ta, Ephraim, hermano de mi esposa Evelyne, fundó la Comunidad de las Bienaventu-
ranzas. Era una comunidad donde todos los diferentes estados de vida estaban pre-
sentes y convivían juntos, es una vida fraternal de oración, adoración y servicio regu-
lar. Decidimos ingresar a esta comunidad, que apenas comenzaba. Yo terminé mis es-
tudios de medicina y poco tiempo después, la comunidad comenzó a recibir personas
con diversos tipos de enfermedades que buscaban una ayuda especial dentro de la
comunidad.
Esto fue lo que me llevó a mirar a las personas enfermas con una visión totalmente
diferente y tratar de ver la forma como Dios podría ayudarles a través de nuestra in-
tercesión. Poco a poco fuimos creciendo en las oraciones de sanación por las personas
que padecían enfermedades físicas o psicológicas. Con el tiempo formamos también
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un equipo de terapeutas cristianos a fin de acoger a quienes sufrían severos proble-


mas psicológicos por períodos que iban de varias semanas a varios meses. Sobre esta
misma base se desarrolló mi llamado a ser diácono permanente. Después de algunos
años, nuestro obispo me ordenó diácono con un carisma especial para los enfermos,
especialmente aquellos cuya dignidad de vida era pisoteada o despreciada.
Las personas con necesidades especiales acuden a Ud. en busca de oraciones de sa-
nación. Qué es exactamente una oración por sanación?
Yo recibo dos tipos diferentes de peticiones. Muchos obispos y sacerdotes me solici-
tan dar conferencias en sus diócesis y parroquias, pláticas que se imparten durante
encuentros de oración organizados para personas en dificultades. En respuesta a di-
chas solicitudes, doy una o más conferencias, después de las cuales oro por los enfer-
mos. Esta es una manera de evangelizar, a través de la cual proclamamos a Cristo y Su
amor y es también una oportunidad para pedirle al Señor que manifieste Su presencia.
Una de las más grandes manifestaciones de la presencia de Dios durante un encuentro
de oración es ciertamente el signo de una curación física o psicológica. Algunas perso-
nas tienen severos problemas médicos; son personas por las que la medicina no ha
podido hacer mucho. Ellas solicitan consejería personal. Durante esta asesoría, ora-
mos por la persona y esperamos que se abran a la gracia y a la presencia de Dios, que
el Señor pueda tocarlas en lo más hondo de su ser y les conceda la salud. En este caso,
la oración por sanación se lleva a cabo no tanto en el contexto de evangelización sino
más bien en el contexto de una relación de aconsejarlas.
Cuando hablamos de oraciones por sanación, existen obstáculos para la sanación?
 ¿Cuáles son?
Todos los bautizados en la Iglesia pueden orar por sanación. Es absolutamente nor-
mal que los fieles se vuelvan a Dios con la esperanza de alcanzar de Su amor la gracia
de la sanación. Con todo, seguimos observando mucho miedo y reticencia dentro de la
Iglesia en esta área, aunque, al mismo tiempo, la Iglesia alienta a sus hijos a orar por
los enfermos. Naturalmente, esta oración por los enfermos debe hacerse de manera
adecuada, tranquilamente y sin exageraciones, sin abusos, sin buscar el poder perso-
nal y el sensacionalismo. ¡El hecho de que oremos por los enfermos no significa que
Dios esté obligado a realizar una sanación cada vez! Dios sana a quien El quiere. Sin
embargo, a veces Dios desea sanar a una persona pero ésta tiene dificultades para
aceptar la curación que Dios quiere darle.
Generalmente, se observan dos grandes obstáculos. El primer obstáculo es una cues-
tión de perdón. A menudo, la curación física o psicológica que Dios quiere otorgar es
bloqueada porque las personas tienen algunas experiencias de su niñez que las llena-
ron de amargura. No son capaces de abrirse suficientemente a Dios para permitirle
que las sane, el Señor espera de ellas que perdonen o que pidan perdón. La reconcilia-
ción total precede a cualquier curación. Si ésta no ocurre, ¡es difícil llegar a una sana-
ción, aunque Dios la dé! El problema no es Dios, Quien, en Su misericordia, abre Su
Corazón a los enfermos. El problema radica más bien en la persona enferma y que no
es consciente de que en primer lugar, la sanación no es un alivio sino una apertura a
Dios. La sanación viene cuando el corazón de la persona enferma se abre al dar o reci-
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bir perdón. Una de las mejores maneras de orar por la sanación de los enfermos es
despertar en las personas la necesidad frecuente tanto de perdonar como de pedir
perdón.
Existe otro obstáculo: el miedo a la curación misma. Muchas veces la persona enfer-
ma que pide al Señor que la sane, simultáneamente tiene en su interior un profundo
miedo de ser sanada. Este miedo crea una especie de parálisis interior, de tal modo
que -a pesar del deseo de ser sanada- la persona no puede abrir su corazón al amor de
Dios. Para que Dios pueda sanar a los enfermos, El espera confianza de ellos. Es im-
portante que las oraciones por sanación tengan lugar en una atmósfera donde se haya
educado a la gente en la confianza, a fin de calmar los miedos de las personas que
están enfermas. Esto les permite abrir su corazón al poder sanador de Cristo.
Estamos en Medjugorje. Ud. ha hablado de los obstáculos para la sanación. ¿Es cierto
que aquí, en Medjugorje, desaparecen dichos obstáculos? ¿Es cierto que Dios está ac-
tuando aquí?
Me parece obvio que Medjugorje es un lugar donde mora Dios, donde mora el Cielo.
Cuando las personas vienen aquí, sucede algo especial, parecen ser "domadas" por la
presencia de Dios y la presencia de María, aunque no sean conscientes de ello. De este
modo, los dos obstáculos de los que hablábamos tienen la tendencia de disminuir o
quizá incluso de desaparecer. Por eso pienso que Medjugorje es un importante lugar
de sanación y que cada vez lo es más. En los tiempos por venir, creo que Medjugorje
tiene que vivir más y más esta gracia de sanación.
Ud. ha estado conectado a Medjugorje desde los primeros años de las apariciones. ¡Ud.
 fue expulsado del país por el antiguo régimen comunista! Pero eso no lo intimidó para
regresar. ¿Cómo ve Ud. a Medjugorje en relación con Lourdes y Fátima?
¡Este es un asunto delicado! Es cierto que conozco muy bien Lourdes y Fátima más o
menos. Sin embargo, lo que más me impresionan son las gracias diferentes que se dan
en estos tres lugares. Medjugorje tiene una enorme gracia de simplicidad, donde la
persona más herida o los que están más alejados de Dios encuentran una atmósfera de
acogida y de paz que nunca antes experimentaron. En Lourdes, por ejemplo, Nuestra
Señora nos llama al arrepentimiento. En Medjugorje, Ella también lo hace, pero pri-
mordialmente nos llama a la paz. Personalmente, tengo la impresión que en Medjugor-
je, la misericordia de Dios se muestra de una manera inmensa, de una manera más
sencilla, por eso la gente que está más alejada de Dios se siente aceptada por la Virgen.
El peso que los agobia y con el que llegan aquí, parece aliviado porque de una forma
muy sencilla, en la más grande simplicidad, experimentan la presencia de Dios y del
Cielo. Aquí en Medjugorje esta presencia se siente tangible y poderosamente. Creo que
muchos peregrinos se sienten acogidos a pesar de sus miserias. Aquí pueden iniciar
un camino de reconciliación con Dios y también consigo mismos, un camino de creci-
miento en la fe. También existe una pedagogía la cual es actualizada diariamente por
los mensajes de Nuestra Señora; de este modo, las personas que prestan atención a los
mensajes, son educadas progresivamente. Esta es realmente la escuela del Corazón de
María.

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Nuestra Señora se presenta aquí en Medjugorje como la Reina de la Paz. En la historia,


Ella se ha manifestado como Reina del Santo Rosario, como la Inmaculada Concepción, y
aquí se llama la Reina de la Paz. ¿Es la paz la aspiración última de la vida humana, el
 fundamento de la sanación interior?
Creo que se trata de mucho más que sólo paz interior. ¡Es la paz de la que habla Jesús
el día de la Resurrección, cuando El se aparece a Sus apóstoles y les dice: "La paz con
ustedes!" Esta paz es el don primero de Jesús Resucitado a Sus apóstoles. La paz es
fruto de la Resurrección de Cristo en nuestra existencia humana. Para mí, desde esta
perspectiva, la paz es de hecho - un gran poder de vida En esta paz, nuestra vida en-
cuentra su sentido, toda su fortaleza y toda su vocación. Creo que esta paz está vincu-
lada a la vida misma; cuánta falta le hace esta paz a nuestro mundo y por eso busca
tanto una paz falsa. Sólo Dios puede dar la paz, que es vida.
Sería difícil hablar sobre los eventos de Medjugorje sin mencionar al P. Slavko...
Tuve la oportunidad de conocerlo y estar con él en diversas ocasiones. Creo que él
fue realmente un individuo clave que facilitó que la gracia de Medjugorje fuera acep-
tada. La calidad de su presencia y especialmente de su presencia pastoral con los vi-
dentes, permitió que la gracia de Medjugorje se desarrollara. Creo que Medjugorje le
debe mucho y que no debemos dudar en invocarlo a menudo en la oración.
Para terminar, ¿hay algo más que Ud. quisiera añadir, algo que considere muy impor-
tante y que no hayamos mencionado en esta conversación?
Hay algo que me impresiona profundamente en mis giras alrededor del mundo y
creo que Medjugorje tiene algo que ver con ello. En esos viajes, conozco a muchas per-
sonas desesperadas que han perdido su confianza en la vida, personas que no son si-
quiera conscientes del don de la vida ni de la dignidad de la vida humana. Nuestra
humanidad está llena de desesperanza y continuamente busca nuevos placeres como
una forma de escapar a esa desesperanza. Podría decirse que muchas de nuestras so-
ciedades son depresivas. Paradójicamente, la gracia más grande que Dios da a la Igle-
sia en este, nuestro tiempo, es justamente la gracia de la esperanza. El Señor nos re-
cuerda que hay otra vida, que nuestra existencia en esta tierra - cualquiera que pueda
ser la carga o el sufrimiento que nos agobie- no es propiamente la meta. Por el contra-
rio, nuestra patria verdadera y nuestra vida verdadera están en el Cielo. La Virgen
María abre la puerta del Cielo a todos los que así lo deseen, a fin de que podamos vivir
nuestra vida auténticamente como si ya tuviéramos un pie en el Cielo. Pienso que uno
de los elementos más importantes de la gracia de Medjugorje es que trae esperanza y
vida a tantas personas. Al mismo tiempo, esta gracia de Medjugorje es una imagen de
la gracia del Espíritu Santo que se concede en tantos lugares en el mundo. Esta gracia
todavía tiene que crecer.
Que todos los que lean estas palabras confíen en la presencia de Dios aquí en Medju-
gorje, que realmente crean en el don de Dios en Medjugorje. Haciendo a un lado todas
las preguntas sin respuesta y todos los conflictos entre la gente, aferrémonos a lo que
es esencial y al don de Dios en Medjugorje. Tenemos que aferrarnos a ello y vivir de
ello. De este modo, la presencia de Dios podrá crecer incesantemente en forma de es-

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peranza y de una vida más fuerte para muchos de nuestros contemporáneos que viven
en la desesperanza. Valoren la gracia de Medjugorje y vivan de ella, a fin de que mu-
chas personas en el mundo puedan saborear esta esperanza que viene de Dios y dis-
fruten la vida que es un don de Dios y que tanta falta les hace conocer.
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