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Cada día, alma mía, canta alabanzas a María.

Celebra sus
fiestas y su vida admirable. Contempla y admira su grandeza,
proclamándola Madre dichosa y Virgen bienaventurada.
Venérala, a fin de que te libre del peso de tus pecados,
llámala para que no te ahogues en la tormenta de tus
pasiones.

Por Eva el hombre recibió un duro castigo; por medio de


María encontró el camino que nos lleva al Cielo. Escucha
benignamente a los que ahora te alaban sin cesar; limpia sus
pecados y hazlos dignos de los dones del Cielo.

¡Oh vara de Jesé, esperanza y refugio del alma angustiada,


hermosura del mundo, luz que iluminas la oscuridad del
abismo, sagrario del Señor! Gema preciosa, rosa fragante,
lirio de pureza, que conduces a los limpios de corazón hacia
las alegrías del Cielo. Eres toda hermosa, sin mancha ninguna
de pecado; haznos limpios y alegres, constantes en tu
alabanza. Que sea casto y modesto, dulce y sereno, sobrio,
bueno, recto, templado, y a la vez humilde. Conocedor y
amante de la Palabra de Dios, diligente y adornada de santas
costumbres. ¡Virgen santa, mira cuántos peligros nos rodean!
¡Ayúdanos a mantenernos firmes! Sé el auxilio y la defensa
del pueblo cristiano. Danos la paz para que no nos perturben
las dificultades de esta vida. Amén

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