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OTRA VUELTA DE TUERCA LITERARIA

Por: Pablo Nicoli Segura.

Nos conocimos en una tertulia literaria hace veinte años. Julio era una joven
promesa como escritor y yo –con algunos años más que él- ya había recorrido
parte del camino y ganado algunos premios literarios.
Junto a un nutrido y divertido amigos de lectores y escritores fundamos un
grupo cultural y nos reuníamos, una vez por semana, en mi librería de la calle
De los olvidos.
Julio siempre fue uno de los jóvenes escritores a mi alrededor que decía
admirar mi trabajo, mis narraciones de misterio y en especial, aquellos
relatos que estaban ambientados en la ciudad antigua y colonial. Las
leyendas e historias sobre vampiros y fantasmas eran de nuestras favoritas;
así que Julio empezó a escribir sobre esos temas del cual yo ya tenía dos
libros publicados.
De pronto, empecé a ver a Julio mañana, tarde y noche en mi librería y
conversábamos por horas sobre nuestros maestros comunes en literatura:
Allan Poe, Julio Verne, Julio Ramón Ribeyro. Asimismo, me decía que mis
relatos lo hacían imaginar lo inimaginable y que yo me contaba, también,
entre sus autores favoritos, de esos imposibles de olvidar y reconocer.
Empecé a trabajar en un importante diario local como editor de un
suplemento que publicaba narraciones cortas y que mejor si eran sobre
nuestra ciudad y sus lugares encantados y tenebrosos y Julio empezó a
colaborar por lo que nuestras conversas se duplicaron y de pronto sentí que
andaba casi mi doble.
Pasaron los años y llegué a publicar una docena de libros y mis lectores y
amigos empezaron a llamarme el escritor de los misterios de Arequipa. A
este punto, yo hacía tiempo que había cerrado la librería y el grupo inicial
como que se disipó. Entonces un buen amigo que, recién conocí en esos
años, me dijo que formáramos un nuevo grupo literario y que nos ofrecía su
casa para reunirnos. Sobre marcha empecé a hacer las llamadas y a contactar
a la antigua gente y, cómo no, Julio volvió a ser parte fundamental de
aquellas nuevas tertulias y su participación se volvió necesaria y, además, ya
había publicado su primer libro físico que presentó –conmigo de invitado- en
una feria del libro. Luego vinieron otros dos libros y Julio se convirtió en una
nueva personalidad literaria en la ciudad de los misterios.
Un día de reunión y enfrascados en publicar un nuevo libro grupal con la
participación de varios escritores amigos, a Julio le tocó presentar un cuento
que había escrito sobre vampiros y al terminar de leer su trabajo me quedé
algo sorprendido: su cuento era muy parecido a uno que yo había escrito solo
un año antes e incluso el escenario era el mismo. En ese momento en el que
todos aplaudieron a Julio, yo no sabía si las similitudes entre el argumento de
su cuento y el mío era casual o una especie de pastiche que me homenajeaba
–vaya que ínfulas las mía- pero con las horas de conversa y los días, me
quedó claro que Julio pensaba que su cuento no podía tener similitudes con
el mío...
Los nuevos libros publicados siguieron llegando tanto para Julio como para
mí y entonces empecé a percibir un cambio en mi amigo, una actitud de
distancia conmigo, de cierto celo literario, ya la admiración por mi trabajo
había quedado en el pasado y ahora él debía brillar, y sentí que por
momentos Julio deseaba gritarme que yo no era el dueño de los misterios de
la ciudad –imposible serlo-, sino él.
Esta situación, además de la nueva desintegración del último grupo literario,
causó en mí cierta desazón y decidí hacer un retiro voluntario con respecto a
reunirme o socializar con otros escritores. Entonces, pasado tres años, yo
había desaparecido de la escena literaria y de los nuevos grupos; más no así
por mis lectores, que siempre buscaban y compraban mis libros y que me
ayudaron a subsistir en la etapa de pandemia.
Visitando el Facebook, me enteré de una entrevista que le harían a Julio por
las redes sociales y a propósito de su último libro sobre lo fantástico y
misterioso de la ciudad. Por supuesto, me interesó verlo y escucharlo.
Ese libro reunía una antología de los mejores relatos del autor y, como no, allí
también estaba el cuento del desencuentro...
Cuando la presentadora del evento le dijo a Julio -en vivo- de que su relato le
hacía recordar a otro autor de años pasados, Julio solo atinó a contestar:
-¡Sí, al parecer se inspiró en mi trabajo...!

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