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Los ciberataques son el primero de una serie de desafíos a la seguridad global que
exceden las nociones tradicionales y que, según muchos expertos, van a tener un
creciente protagonismo este siglo. “Un ciberataque puede, de alguna manera, ser
considerado una suerte de arma de destrucción masiva", comenta Richard Gowan,
subdirector del Centro sobre Cooperación Internacional de la Universidad de Nueva
York. El desarrollo vertiginoso de la biotecnología también abre un nuevo frente repleto
de incógnitas. En otro orden conceptual, factores fuera del control de los Estados
también pueden exacerbar tensiones. Uno de ellos es el cambio climático, que amenaza
con ahondar las fricciones por el acceso a los recursos y facilitar conflictos. La
conferencia de Seguridad de Múnich, que se celebra este fin de semana, dedica desde
hace algunos años un creciente espacio a estas amenazas que se suman o exacerban a las
tradicionales. A continuación, algunas reflexiones sobre ellas.
CIBERATAQUES
“El ciberterrorismo, una campaña de ataques a infraestructuras civiles críticas, que son
las más vulnerables, es algo relativamente fácil de lograr. No hacen falta enormes
recursos. Es una amenaza creciente, más realista que una auténtica ciberguerra entre
potencias”, dice Areng, que fue consejera de ciberseguridad del ministerio de Defensa
estonio.
Las fuerzas armadas de las principales potencias llevan años preparándose en este
dominio, pero la protección de todos los centros civiles que permiten el normal
acontecer de la vida moderna –bolsas de valores, bancos, telecomunicaciones, redes
eléctricas, acueductos, transportes, etc.- es un auténtico desafío. “Es necesaria mucha
cooperación. Entre Estados, entre público y privado y entre privados. Nadie tiene la
capacidad para controlar todo lo que ocurre, desde donde puede llegar la amenaza. Sin
embargo, todavía hay desconfianzas entre Estados que impiden un flujo de información
optimo”, observa Areng.