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La otra son los ciberataques.

El desafío, para mí y muchos otros líderes, es realmente


comprender esto. Ya no podemos delegar este asunto a algún sector de nuestras
estructuras. Tenemos que comprender para poder tomar decisiones, invertir. Este
desafío está destinado a crecer”.

Los ciberataques son el primero de una serie de desafíos a la seguridad global que
exceden las nociones tradicionales y que, según muchos expertos, van a tener un
creciente protagonismo este siglo. “Un ciberataque puede, de alguna manera, ser
considerado una suerte de arma de destrucción masiva", comenta Richard Gowan,
subdirector del Centro sobre Cooperación Internacional de la Universidad de Nueva
York. El desarrollo vertiginoso de la biotecnología también abre un nuevo frente repleto
de incógnitas. En otro orden conceptual, factores fuera del control de los Estados
también pueden exacerbar tensiones. Uno de ellos es el cambio climático, que amenaza
con ahondar las fricciones por el acceso a los recursos y facilitar conflictos. La
conferencia de Seguridad de Múnich, que se celebra este fin de semana, dedica desde
hace algunos años un creciente espacio a estas amenazas que se suman o exacerban a las
tradicionales. A continuación, algunas reflexiones sobre ellas.

CIBERATAQUES

La pesadilla de Mueller y Mullen todavía no se ha materializado en ningún país. “Hasta


ahora, afortunadamente no se han producido ciberataques a escala completa. Solo
hemos visto episodios”, comenta Liina Areng, asesora de Relaciones Internacionales del
Centro de Excelencia para Ciberdefensa de la OTAN, ubicado en Estonia. Sin embargo,
algunos de esos episodios son muy instructivos. Precisamente en Estonia, el 26 de abril
de 2007, las webs de las principales instituciones del Estado fueron acribilladas por una
lluvia de mensajes basura procedentes de ordenadores de medio mundo que colapsó su
capacidad de funcionamiento. Posteriores oleadas de ataques se abatieron sobre webs de
bancos, periódicos, compañías de telecomunicación y ministerios durante al menos dos
semanas. El episodio se produjo poco después del traslado, del centro de Tallín a las
afueras, de un monumento a los caídos soviéticos. No paralizó el país, pero asustó
bastante.

“El ciberterrorismo, una campaña de ataques a infraestructuras civiles críticas, que son
las más vulnerables, es algo relativamente fácil de lograr. No hacen falta enormes
recursos. Es una amenaza creciente, más realista que una auténtica ciberguerra entre
potencias”, dice Areng, que fue consejera de ciberseguridad del ministerio de Defensa
estonio.

Las fuerzas armadas de las principales potencias llevan años preparándose en este
dominio, pero la protección de todos los centros civiles que permiten el normal
acontecer de la vida moderna –bolsas de valores, bancos, telecomunicaciones, redes
eléctricas, acueductos, transportes, etc.- es un auténtico desafío. “Es necesaria mucha
cooperación. Entre Estados, entre público y privado y entre privados. Nadie tiene la
capacidad para controlar todo lo que ocurre, desde donde puede llegar la amenaza. Sin
embargo, todavía hay desconfianzas entre Estados que impiden un flujo de información
optimo”, observa Areng.

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