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vi LA CLASE GOBERNANTE FRENTE ALA IMPUGNACION REVOLUCIONARIA, Parece razonable destacar, Inego de Io expuesto hasta gate momeato, que el régimen del ochenta se propuse unificar el imbito politico en un sistema nacional de decisiones, En este sentido produjo consecuencias ings dltas: reivindicé con éxito la posibilidad de controlar un espacio concebido como un campo de fuerzas sujeto. URS aWtoridad comdn; ¢ hizo participes a las clases go Pemantes locales en un conjunto de instituciones een. Hes Y hasta de reconocido prestisio, como por ejemplo el Senado Nacional. Nacionalizacién de los jrapos Bentes y coatrol del expacio nacional: entre getos dos Guiles se desplazé a actividad y se localizé el origen de la clase gobernante que tuvo acceso al ejercicio de Ig libertad politica, Orden y espacio: la clase gobernante Esta primera aproximacién al concepto de la clase gebemante, lleva implicito un problema de interpre: facion de la tradicién conservadora y liberal del siglo XIX, sobre el cual conviene detenérse un instante. Los conservadores que reaccionaron ante los aconte: Gimientos detencadenados por la revolucién. fruncess, sostavieron una eoncepcién del orden semcjante 4 ag { | BL ORDEN consuRVADOR espacio cruzado por sistemas de autoridad tradicional, fundados en instituciones sociales que desempefaban funciones “naturales”: la familia, la Iglesia, las comunas, las cotporaciones. de artesanos y comerciantes. ..! En suma, un pluralismo funcional, jerarquizado e inmévil, con autoridad dispersa y sin conflicto. El liberalismo dlisico, en cambio, defendié la centralizacién del poder fen pocas instituciones politicas dotadas de jurisdiceion y de competencia restringidas: un estado racional; una sociedad librada a su dinamismo y a la libre expresion de la competencia. Los conservadores proponfan la ammonia institu. cional; los liberales la armonia espontinea, Los conser vadores optaban por un estado de débil articulacién en luna sociedad organizada; los liberales por wh estado aco- tado, de fuerte articulacién, en una sociedad librada al destino del individuo. ‘Los liberales leyaron al mundo modemo un estado “en forma”, bien dispuesto, donde las divisiones entre gobierno, legislacién y justicia obra: rian como contrapesos efectivos para apaciguar las pa siones naturales de los hombres. Los conservadores lega ron el interés por el diseiio de comunidades organizadas, donde todos y cada uno debia ocupar su sitio, ampare. do por cuerpos sociales celosos de su autoridad y de su autonomia. Entre unos y otros, la férmula alberdiana plant6 una solucién intermedia a la cual luego se plegarfan, mutatis ‘mutandi, los ejecutores pricticos. La formula prestaba Prioritaria atencién a la cuestién del orden politico. Pe- to cl orden se implantaba sobre un espacio dentro de cuyos confines habria de crecer, més adelante, una mue- va sociedad. Entonces el orden politico debia resultar de un proyecto histérico que conjugara lo existente, como prenda de rescate, con la racionalizaci6n jurfdica Proveniente de la vertiente liberal, Lo rescatable no era 154 NATALIOR. oTAWA tra cosa que la autoridad tradicional afincada en las rovincas; lo nuevo: ls intitcioncs nacioneles we Gionada la cuestién capital, bajo la égida del reckn fonda ital, bajo la égida del poder pre Feeganter, tt comporaciones artesanales, ni “cidade Ip ait Laem ance Soha Yaad no detdefabie, pero aun asi no cra factor wig fe vidas intewrar, por sf sola, la sociedad ongénice de bn ision conservadors. Faltaban, en efectoy ln oats Fatidas necesarias pues en aqueila Argentina la sent Ged tradicional més respondia a una estructura regional ue a una estructura funcional, inte BuerTas civiles enfrentaron a Buenos Aires con interior. Al fin, Iuego de las batallas del ockent fa os Mig Pactada pot una fraccién de la case gohersanver at Buenos Aies, y las clases gobemnantes de fe mayorfa de !s8 provincias del interior. Este acuerdo tradwer 3 con. se eat lberdiana del orden politico: la incorporacieny say mas bien, la provincia: una region, con ang tas payor. Durante el periodo de las guemas Coe, frovincas tuvieron ejércitos; més tarde los gober Tales Perdicron ese tipico atributo de la soberana ons pao iat, & Naar, dispusieron de cuerpes poli para mantener el orden, La coaecidn, en su seneida a Tulse eee Subordinads al poder politica nacional cayo fut era a la ver jefe supremo de las Fucrzas Armano Peto, de todos modos, los gobernadores mantuvierey sn ) EL ORDEN CONSERVADOR, 186 eserva_una capacidad sificiente para mandar sobre las comunas (o municipalidades) 0 sobre segmentos re- sionales dentro de su mismo territorio. ; Este fundamento regional de la clase gobernante fue celosamente defendido 2 medida que crecia el poder presidencial. El régimen del ochenta ejercia contrales efectivos sobre otros sistemas de autoridad tradicional de caricter funcional. La Iglesia Catolica, por ejemplo, perdié dos atributos: la educacibn y Ia competencia ci- vil del matrimonio religioso. En el origen de la querella acerca de la ensefianza piiblica, estaba presente este pro- blema que produjo una escisién parcial en el Congreso, de caricter ideolégico. éCudl seria el limite de la inter” vencién del Estado en materias cuyo ejercicio incumbia, desde la Colonia, a instituciones no especiticamente po. liticas? En aguel momento, el gobierno respondid con lun argumento anticonservador y enfrent6 a otro sistema de autoridad. Nunca, sin embargo, suftieron mella los grupos que luego recibirén el mote peyorative de oligarqifas pro- vineianas. Y pese al complicado papel que le cupo a la intervencién federal como mecanismo de control nacio- nal, ésta no obr, por lo general, como un agente subs. titutivo de las clases gobemantes alli afincadas. Antes bien, ya lo hemos visto, la intervencion federal introdujo cambios 0 reajustes en Ics grupos locales. Conflicto, ues, dentro del régimen. de las clases gobernantes y no contra el fundamento sobre el cual reposaba stt autori- dad. Esta relaci6n trazada entre dos polos —el sistema de autoridad tradicional en las provincias, por un lado, y el Poder politico central, por el otro— tradujo, ante los actores, miiltiples itinerarios de acceso a las institucio. nes donde se radican las decisiones de caricter nacional, La clase gobernante cobra, de este modo, un perfil 156 NATALIOR. BOTANA mis preciso. Como hipétesis bisica sos:endremos que este término comprende el conjunto de actores que de- sempefiaron cargos institucionales decisivos y se jerar- quizaron, unos con respecto a otros, mediante la acu- mulacién de csos papeles durante el periodo que trans- currié entre 1880 y 1916. El cargo institucional, por excelencia decisivo, fue la presidencia (compuesto, se entiende, por presidente y vicepresidente). Quienes lo integraron constituycron el estrato més alto de la riase gobernante. Subordinados a ellos se situaron los cargos de gobemador, ministro del poder ejecutivo nacional, senador nacional y diputado nacional. Esta capa puede estratificane, como se dijo mis arriba, seyiin el eriterio del conjunto de papeles que un actor individual acu. mulé en ¢! curso de su carrera politica. Habri, enton- es, grupos compucstos por actores que desempeiiaron, respectivamente, cuatro, tes y dos cargos. institu: ionales. Tres rangos que jerarquizaron esta segunda ca- pa y dan marco 2 una imagen preliminar de la clase gobernante en el cuadro que sigue.” Guadro NE 1 JERARQUIA DE. LA CLASE GOBERNANTE, SEGUN LA ACUMULACION DE CARGOS INSTITUCIONALES 1880-1916 Gobernador (G), Ministro det Poder jecutivo Nacional (M), Senador ‘Nacional (8) y Diputado, Nacional (0). (No incuye presidentesyvicepresdenes) emer BL ORDEN CosERVADOR 187 Esta imagen, conviene insistir en ello, refleja el con- tomo de una clase gobernante: una categoria social que, fen un periodo dado, ejercié actividad politica; esto es, una accién euyo propésito basico fue asumir cl control global de una sociedad, de acuerdo con una férmula ‘operativa que decanté el contenido de las relaciones de mando y obediencia. Contorno provisorio, mapa que se podri perfeccionar 0 rechazar que, no obstante, coloca al lector ante un universo de dirigentes: gobernantes, todos ellos, que se instalaron sobre una superficie insti tucional bajo la cual subyacian otras relaciones de auto- ridad. Se ha dicho, con razén, que los hombres del ochenta, no s6lo acumularon cargos politicos; desempeiiaron también —qué duda cabe— otros papeles sociales y fue- ron a [a vezi en muchos casos, politicos, propictarios, nilitares, escritores, historiadores y... poetas, Recién cuando el paso de los afios haya conjugado otros cam- bios, la Argentina habra de atravesar €pocas mds procli- ves a la especializaciOn de actividades. Hasta entonces, las viejas figuras de Mitre y de Sarmiento, junto con los que luego Megaron, desde Miguel Cané hasta Joaquin V. Gonzalez, fueron, en gran medida, arquetipicas. En to- do caso, menester es recordar que una clase gobemante expresa relaciones tipicas de la faz. publica de la accion social. Tras aquellas relaciones se mueven otras, perte- necientes al mbito privado, que bien pueden ser vistas como cl sustento real de la actividad piblica de los gobernantes, En nuestro caso, esas relaciones parece co- mo si hubiesen cristalizado una configuracion especi- fica que Mamaremos “gobiemos de familia”: una relacién entre lo piblico y lo privado en virtud de la cual el control del gobierno dependifa de los vinculos de parentesco que entre sf tejfan determinadas familias. Este corte metodolégico arrima nuestras reflexiones a Nt 158 NATALIOR. aorANA un umbral de andlisis que abre curso a interrogantes mas profundos: ¢Por qué esas familias controlaron el gobiemo? éPor tradicién, dominio de la propiedad, es- Pecializacién en la actividad politica? Dejémoslos en Suspenso a sabiendas que en las respuestas posibles po- ran encontrarse claves explicativas’ mis rigurosas, La Fesefia que aqui presentamos es, en cambio, puramente ilustrativa, Retrata, mediante un acopio de apellidos fa. miliares, aquellos “grupos de parentesco que tuvieron resencia predominante en seis provincias nortefas, adoptando, como punto de referencia, los cargos nacio. nales que sus miembros desempenaron.? Cuadro N?2 FAMILIAS PREDOMINANTES EN SEIS PROVINCIAS NORTENAS 1880-1916 anita Miembros | Cargo desempetados Henea |ulio. —] GobSen-Dip. Mauricio | Dip. i Marcos | Sen-Dip. Figueroa Francisco | Sen Dine Flavio | Gob. Castellanos | Francisco | Dip. Adolfo | Dip. Catamarea aod Pedro 1. | Dip. Joaquin | Gob. Fidel | Dip. stro io JJavier | Dip, a Juan José | Dip, Titer [oe | Dp 7 Warez Prado| == Ma. | Gob Dip. Jay Atares Prado} otro | Geb. i j Sanches | Plicido de Jose Jsiny Bustamante | Tedflo Emesto Ctsros | Armando JouguiaV, Gonsilee penne Adolfo Péviln | Domingo Miguel onte Francisco Abel Davia Oveiero | Sinto Angel M. Salta Martin | Gob-Sen Gtlemes | Laie Sen, Domingo | Dip. | Francisco | Sem-Min. Uriburu | Pio | Gob-Dip- Maximio | GobSen-Dip Rule Adolfo | GobDip. Ginsforo | Dip. Pedro | Gob-Sen-Dip. Barraza_— “Napoleon | Dip. Lis GobSen-bip. Santiago | PMO Sean A. | Dip. del Estero Dimaso | GobSemDip. Palacio | benjamin | Dip. Santtin | JOD. | GadSen, Greporio | Sen ‘ Dimaso | ip. Belttin | victor | Dip. Fania Vieyra Santiago |“ el Ester Dip. Zavala mt Sen, ‘Sen-Min Dip, Gob, Dep. GobSen-Min, Dip. Gobsen, Gob. Gob. Gob.-Dip, Sen, Garcia Paz Nougués Padilla Tucumin Posse Dipsatin, ‘Avellaneda Sen. (Presid: 1874.80) Dip. Gob. Dip. Exequid | Dips Brigido (Jaan Manuel satio Gallo Tein Tenemos pues un cuadro mis amplio que no recoge, adrede, In téanica que yuxtapone planos pictoricos en tuna larga perspectiva. El paisaje es mas sencillo: al fren. fe un conjunto de gobernantes; detrds, sobre un sector limitado, agrupamientos familiares, sedimentos. persis BL ORDEN CONSERVADOR 161 tentes de la tradiciOn seforial que se insertan en la acti- vidad pitblica, Representacién inerte que no toma cn cuenta el dinamismo del movimiento en la historia ano seria ésta excusa suficiente para justificar, a contrapelo de lo que anuincidbamos al término del capitulo ante. rior, un aventuado clima de estabilidad? Y, por lo de- mds, quien recurre a un concepto como clase gobernan- te, éno esti proponicndo, casi de contrabando, un mo. do de entender las cosas que tiene tradicién consagrada en la teoria politica? Es tiempo de hacer manifiesto el sentido de un concepto para sefialar limites y, sobre todo, marcar distancia. Clase gobemante se vincula, al menos con respecto al uso de Jas palabras,’ con una corriente tedrica (nace con Maquiavelo y culmina con W. Pareto y G. Mosca) que concibié las relaciones de poder como factores constan tes cuya estructura bésica no sufre mayores variaciones, ese a las diferencias de contenido observables en lag Yormulas de justificacin, Esta gente represent6 el mun. do politico fragmentado en dos drdenes distantes: arr ba, en el vértice del dominio, una élite o una clase politica; abajo, una masa que acata y se pliega a las Prescripciones del mando; y entre ambos extremos, un Conjunto de significados morales o materiales que gene- tan, de arriba hacia abajo, una creencia social acerea de Jo bien fundado del régimen y del gobiernd, Las teorias difieren en cuanto al método o a las con- Secuencias interpretativas. Pero la meta que alcanzan, autores y glosadores, es similar en sus Iineas maestras: fer necesaria, dirin los argumentos conclusivos, una dlite unificada que comparta valores ¢ intereses comunes para asegurar la estabilidad politica. El elitismo vulgar allegard, por su lado, nuevas consideraciones: poco im- Porta lo que la masa sientao pretenda: a la postre, se ple- gar a Ta creencia descendente cuando advierta que ante 162 WATALIOR, nOTANA élla se alzael sélido bloque de una clase polit : i de una clase politica unifi Hay intercimbio de palabras entreios wn Probable como ey por employ el nme de es gue en en politica en relacign con la mayor eavth dad de os que no lo hacen. En segundo ger Best feslize. hacia un terreno cualtativo cuando. attbuye a los ditigentes cieras virtudes especifiess como el hecha de formar un cuerpo consistente o la euslidad, treduce, dejoM, Conciencia comin, de consti in grupe des a controlar la parte aetiva de la relacion cual a Facultad det mando politeas n” & POU simpleza contenida en cualquier vulgarizacién teé : valgarizacin ted+ re combs TE gal pin ob Has décadss, puede acarrear conclusiones apresuradas a ‘xaltar Con exceso la cohditecin de una di esclareede lunida en tomo de un proyecto sustemtado en convion bésicas bien azraigadas. En rigor, el problema que se expedicntes de esta naturaleza mero de ‘actores que particips Ne particips en los procesos de con. Boye antl ke pets a rimera vista, que durante e503 afios los gobernnn Se ind iat Ia pax intraoligérquica, como una hipd. hay un largo trecho; el tramo, en efec. HL ORDEN CoNSERVADOR 163 politicos comunes y la ausencia de conflictos violentos entre los miembros de la clase gobernante. Para ilustrar este aserto, alli esté la biografia de los testigos, en el vértice mismo del cuadro que estratificaba la clase go- bemante: Bemardo de Irigoyen y Joaquin V. Gonzalez, Don Bemardo... un notable de la provincia de Bue- nos Aires; participé en los acontecimientos del ochenta a favor de la candidatura de Roca, integré su ministerio, se aparté del autonomismo nacional con mativo de la sucesin de 1886, integré la coalicién revolucionaria del noventa, fue clecto senador cuatro afios después bajo Jos auspicios del radicalismo, ejercié luego el gobierno de la provincia de Buenos Aires gracias al concurso de los electores autonomistas y mas tarde reemplaz6 en el Senado a Bartolomé Mitre, permaneciendo en aquella banca hasta su muerte en 1906. Joaquin V. Gonzdlez, un notable nacido en el norte, en Ia provincia de La Rioja, que desde muy joven inicié ‘su ascenso politico. Diputado y gobernador por su pro- vincia, ministro de varios presidentes, después senador nacional. Una carrera sin mayores conflictos con los go- biernos sucesivos que, sin embargo, culming antes. des: pués del_centenario ‘con_una_propuiesta reformista de apertura electoral que abrira curso a una modificatioy sustancial del regimen politic Pee “Dos biografias que trasuntan las peripecias de un complicado proceso histérico donde se confundieron la estabilidad con la revolucién, el conflicto con el acuer- do, la impugnacién global con la reforma. éNo sugieren estas crdnicas en escorzo el duro trajfn de una clase gobemante cuyo desarrollo no sélo evoca un universo de concordia? gO aeaso estos acontecimientos, lejos de traducir un clima de consenso recuerdan, més bien, Ja exitosa efectividad de los medios puestos en juego para conservar um sistema de dominacién? 164 NATALIOR, BOTANA El significado de un ciclo revolucionario Durant: la década que se extiende entre 1880 y 1890, el proceso politico estuvo protagonizado, casi de modo exclusive, por el Partido Autonomista Nacional (P-AN,) al que pertencefan los presidentes Roca y Jui rez Celman, El partido liberal de Bartolomé Mitre, de- rrotado er el ochenta, permanecia marginado de los ear. ges gubersamentales, sin oportunidades pacificas para acceder a ellos mediante el comicio, La sucesidn de Ro- 62 a Juirez Celman se dirimié entre los gobernantes que constituian el P.A.N. La candidatura de Judrez, con el fuerte apeyo de los gobernadores, coincidid, segin la hipotesis més aceptada (aunque discutible), con las pre- ferencias de Roca ante eventuales rivales —tal el caso de Bemardo de Irigoyen y de Dardo Rocha~ que, al cabo, emprendieron una actividad opositora de poco La muptura de este estado de cosas se produjo en el invieno de 1890. La crisis econdmica que desencadend cl impetu transformador del gobierno de Juarez, los vie. jos antagonismos que permanecfan latentes desde hacia ya diez laigos aos y los desmembramientos parciales que aquejeton al autonomismo, convergieron, todos ellos, en una coalicién opositora donde. participaron, fuerzas politicas de diferente signo: el partido liberal de tradicién mitrista; los dirigentes alejados del tronco au- tonomista con motivo de las elecciones del 86; Ia Union Catélica de Estrada, Goyena y otros que se habia orga- nizado en tiempos de las querellas originadas por las leyes laicas: y, por fin, un grupo de antiguos militantes, fieles a la tradicién populista del autonomismo bonae. tense, donde sobresalian Leandro N. Alem e Hipélito Yrigoyen. A ellos se sumaron sectores juveniles que fun. dizon la Unién Civica de la Juventud y dicron nombre EL ORDEN CONSERVADOR 165 al nuevo agrupamiento. La Unién Civica recibié, pues, bautismo de fuego en la revolucién del parque que con- £6 con el apoyo de sectores militares.® El noventa significs un cambio cualitative en el modo de comprender y hacer la politica. A partir de aquella fecha el impacto de una impugnacién persisten- {e, que se prolongé hasta promediar Ja década, reorient las expectativas de un sector de la clase gobernante y puso en movimiento otra formula polftica: un principio de legitimidad emergente que contradecfa el que reivin dicaron, y luego mantendrfan, los fundadores del rég men del ochenta. La Unién Civica se despleg6, al prin- pio, como una organizacién de nuevo tipo que cubrié de comités la provincia de Buenos Aires. (Véase Cuadro N°3.) com “Origen ocala némira La Naciba”, 1890. Fa, Cuadro NO 3 PROVINCIA DE. BUENOS AIRES J organeacion Gen les departaments 9 p Jor W. Landen cia. dela Che aiden ITES DE LA UNION CIVICA- 1890 ve nota 6 bis, p, 205, [BL ORDEN CoNsERVADOR 167 De modo simultinco, la Unién Civica abrié tras su propésito una red de diarios de alcance nacional, Jo cual suponia poner en marcha nuevas formas de comuni- cacién para crear condiciones que favorecieran el desa. roll de pattidos no necesariamente tutelados por los sgobiemos.? Pero los hechos de armas no fructificaron en victori La revolucién del parque no'cercend la sueesion cons tucional: Juirer se vio obligado a renunciar y Pellegrini asumid la'presidencia. Tiempo después Pellegrini expre- saba a M. Cané su satisfaccién por los resultados’ alean. zados: “La revolucién més grande por sus elementos que jamis se haya organizado, fue vencida material mente y triunfé” moralmente, dando este resultado ideal: una revolucién en la que triunfé la autoridad y la opinién al mismo tiempo, y no deja un gobierno de fuerza, como son todos los gobiernos nacidos de la vio- Tencia,"* Esta accién revolucionaria modificd una regla de he- gemonia guberiamental que luego fue, suplantada por otra. Después de Ia revolucion del parque, la Union Givica se fragmenté en des lineas opuestas: la Unibn Givica Nacional conducida por Bartolomé Mitre y la Unidn Civica Radical bajo el liderazgo de Alem y Ber- nardo de Trigoyen. Mas tarde, unos se-orientaron hacia el acuerdo; otros hacia la intransigencia. A la postre, luego de muchas peripecias que no es del caso consignar én esta erénica, los Civicos Nacionales acordaron con el autonomismo de Roca y Pellegrini el apoyo a una for~ mula integrada por Luis Sienz Peiia y J. E. Uribure, Los Civicos Radicales conservaron parte de la red de comités que se habia formado y emprendieron el cami no de la resistencia, negando la legitimidad del acuerdo y de los comicios que los legalizaron.? (Véase Cuadro Ne 4) Cuadro NO4 PROVINCIA DE BUENOS AIRES - COMITES QUE ADIIEREN ‘A LOS PRINCIPISTAS ANTLACUERDISTAS ‘Peente: Bl Argentino”. 1891 y 1892. EL ORDEN CONSERVADOR 169 Desde entonces, hasta entrado cl siglo, los Civicos Nacionales participaron en cargos ministeriales y legisls- tivos. Los sectores catélicos, por su parte, se identifi- caron con Luis Sienz. Pena, segtin Estrada uno de los sayos, y no volvieron a organizarse de manera inmedia- El radicalismo, ‘desde la oposicién, participé durante tres aftos en la lucha electoral. Interregno significative en cuyo transcurso el sistema de control electoral suftié fisuras parciales por donde se filtré una competencia mds abierta. Alem triunf6 en las elecciones de senador por Ja Capital en 1891 y en 1893"; también los radi- ales alcanzaron la victoria en las umas, no asi en el Colegio Electoral, en los comicios para gobernador en la provincia de Buenos Aires y en las elecciones de diputa- dos en la capital, ambas en 1894. Por fin, ese mismo afo, el partido radical consagrd a Bernardo de Irigoyen Senador por la Capital. Un aio antes, cuando L. Saenz, Pefia ejercfa Ia presidencia, Aristébulo del Valle, a Ia sazén_ministro de Guerra durante 36 dias, introdyjo otra fisura reformista, esta ver dentro del gobiemo, que no cuajé mientras el pais se estremecfa con los muevos sucesos revolucionarios del 93. Fisuras en el gobierno y en el sistema de control clectoral: en rigor, la brecha abierta por el noventa ad- quirié mayor peligrosidad para los grupos dominantes, porque de allf en més cl ciclo revolucionario se exten- id desde el centro hasta la periferia de las provincias.. La revolucién del parque tuvo caracter urbano, se loca- lizé dentro de los limites de la Capital y los combates, dejaron un saldo de mas de doseientos cincuenta muer- tos y mil heridos.!? Mis tarde, la revolucién se trasladé a las provincias. En 1891 los civicos se alzaron en armas en Cordoba; hubo 23 muertos y 171 heridos. Dos afios después se 170 NATALIO R. ROTANA impuso en San Luis una Junta Revolucionaria Iuego de tuna refiiega que causé 4 muertos. El 30 de Julio de 1893 el radicalismo organiz6 la primera revolucion en Santa Fe y alcanz6 una victoria provisoria htego de 38 horas de combate que atrojaron 104 muertos y. 268 heridos. Simultineamente, los radicales bonaerences le Yantaron en su provincia un ejército de mas de oche mil Yoluntarios que constituyd gobierno provisorio en Ta Fata. Dos meses después, Ia provincia de Tucumin cayo en manos del radicalismo y la revolucion volvio otra ver 4 Santa Fe encabezada por Leandro N. Alem.!> El gobiemo presidide por Luis Sienz Pena, superado cl momento de negociacién con los revolucionanos durante el gabinete de A. del Valle, respondid con tree medidas de control: el estado de sitio, la intervencién federal y Ia ripida movilizacién de efectivos militares Quid, uno de los hechos reveladores del sentido de ln coaccién gubernamental frente a los acontecimientos re Yplucionarios, lo constituya la expedicin que empren. dieron el Gral. F. Bosch y C. Pellegrini para poner cong a Tes levantamientos que tuvieron lugar en Tucuman y en Santa Fe, hacia el mes de septiembre de 1893. Eo aquella marcha, el control gubernamental puso a su ser, vicio el formidable desarrollo de Ia infraestructura de EEmnicacion. El régimen del ochenta acelerd la integra cién del espacio fisico: el ferrocarril penetraba en ol Aires, Planteada la lucha, el circuito de comunicacion tespondié con el rapido desplazamiento desde el centre de 1.200 hombres pertrechados con moderno armamen, {or tes trenes; noventa y- tes vagones; dos batallones dc infanteria y uno de ingenieros; dos baterfas de ani lerla y un escuadrén de caballeria.!* Hombres, armas 9 méquinas que avanzaban al ritmo de los nuevos Hem, Pos Todavia las Fuerzas Armadas conservaban rasgos EL ORDEX CONSERVADOR im que las hacfan comparables con los ejércitos de los pri- meros tramos de la organizacién nacional. Y, sin embar- 0, lejana parecfa aquella época cuando las expediciones, marchaban al paso de la caballer fax Ahora Ia modernizacién robustecia Ia efect mando. Pelle; 1 “la garantia de la autoridad nacional habja desaparecido y los gobierros de provincia se sentian li brados @ sus propias fueteas y sc preparaban a usarlas para defenderse de las sorpresas de la sedicién”; com- probaba la ruptura de ta red informativa sin “correos Tegulares en las provincias del norte”, con los estafe- {eros presos en Santa Fe, y el telégrato nacional que “s6lo funcionaba en cuanto lo permitian las fuerzas re- volucionatias”; ante tamaiia desarticulacion “era autor dad, concluia, todo el que conseguia reunir cuatro hom- bres y dos carabineros”.'5 No duré mucho a experiencia, La autoridad nacio- nal, que-reclamaba Pellegrini, terminé por prevalecer. éero a qué precio? : al costo que supone una opera. cio teatautadora que se intl Sabre tn suelo de ‘con. vicciones cruzado por principios de legitimidad antago- nicos. El noventa provocd, asi, una ruptura que difiere de Ja que tuvo lugar diez afios antes, en la misma ciu- dad de'Buonos Atte. Bl oshenea fuel dime episodio con el cual eulminaron prccesos historicos tendientes a constituir una unidad politica; el ciclo revolucionario abierto en el noventa, en cambio, fue el primer aconte Cithiento con la fuerza suficiente para impugnar la leg timidad del régimen politico que habia dado forma e insuflado contenidos concretos al orden impuesto luego de las luchas por la federaizacién. Los revolucionarios del parque, el 26 de julio, no discutian la necesidad de tun orden nacional; Ia clase gobernante lo consideraba como un dato incorporado, de modo definitivo, al pro- 172 NATALIOR, BOTANA eso de Ia unidad nacional. Discutian, cso si, los fun: damentos concretos de la dominacién, el modo como s¢ hhabian enlazado la relacion de mando’y de obediencia y las reglas de sucesin. “No derrocamos al gobierno, sos. tenia el manifiesto revolucionario, para separar hombres ¥ sustituirles en el mando; lo derrocamos para devol. verlo al pueblo a fin de que el prieblo Io reconstituya sobre la base de la voluntad nacional.”"* Por otra parte, la fSrmula de hegemonfa guberna- mental impuesta en el ochenta, nacid de le victoria de tun bando. Los nuevos arreglos posteriores al noventa se debieron, per el contrario, al hecho de que el conilicto no alcanzé una solucién tajante a favor de unos u otros antagonistas. Esta circunstancia permitirfa entender el acuerdo entte civicos nacionales y autonomistas, que implicaba actos tendientes a suprimir la lucha electoral y_condluyé con una distribucién de cargos que se real- 26 antes del comicio.!? Acuerdo ambivalente, que presi did una etapa de transicién a medida que se expandian los hechos revolucionarios, pues a la incorporacién de lun sector al juego de las’ alianzas gubemamentales, le siguié la exclusion (0 la autoexehisién) de otro que emprendia Ta resistencia: esto es, precisamente, lo que acontecid entre el 91 y el 92 con los civicos radicales de Alem y de Bernardo de irigoyen. Por analogia, el mismo conflicto entre! incorporacion y exclusién habria de repetirse cinco aiios mds tarde en las filas del radicalismo. Abierto un nuevo proceso suce- sorio, que confirmard el retorno de Roca a la presiden. cia, el enfreniamiento entre Bemardo de Irigoyen ¢ Hi pélito Yrigoyen deriv en otra divisién. El radicalismo intransigente conducido por Hipdlito Yrigoyen, cuyo baluarte era el comité de la provincia de Buenos Aires, opts por Ja abstencién electoral. Los otros, bajo la reccién de Bemardo de Irigoyen, buscaron participar en. EL ORDEN CONSERVADOR 173 has elecciones y trazaron_alianzas con un sector de los civicos nacionales y con grupos antirroquistas prove niente, del autonomismo."* Vano intento que sind el rrogresivo ocaso del radicalismo moderado, bien ilustra- Ep por los altimos altos de Ia carera politica de Don Bemardo. Los intransigentes, mientras tanto, replegados sobre una orgenizacién més estrecha, mantuvicron en pie la estrategia de la impugnacién global. Este esboz0 de las contradieciones que vieron la luz durante la _década del noventa, introduce en cl campo de la explicacién un fendmeno recurrente. Los fend: menos revolucionarios, en efecto, obedecen a miiltiples causas, Sera iusorio’y hasta puerilprivileyiar alguna, jo por alto andlisis més prolijos que aqui, delibe- aa ee tee interés de’ este trabajo, el trasfondo de los aconteci mlentos sefla tres hechos sgifeavot I divin de Ia clase gobernante que medio sus conflictos a través de lucionaria que puso en marcha un nuevo tipo de organi tackbn politica, independiente de os recuse del Eta, estructirada en torno del comité de base, las conven: ones (nacionales y de distrito) y la afillacién indivi lua; y el propésito ideoldgico de las nuevas oposiciones Este iltimo aspecto merece especial atencidn. La cri- sis de legitimidad provocada por el ciclo revolucionario Gel noventa abrevé en convicciones y en juicios de valor que marcaban una contradiccién entre la teorfa y la pritica politica. ¥ esta manera de cuestionar ls cons afincaba sus argumentos en una interpretacion de los, preceptos constitucionales que rechazaba la idea 0, pot Jo menos, la realidad operante de Ta repiiblica restrict va. Sobre esto volveremos en el préximo capitulo. Basta sefialar, mientras tanto, que la férmula emergente con- 174 NATALIOR, BOTANA festaba (valgu el glicismo) los procedimientos_adop: tados para conservar vigente el control de la sucesiOny el lector ya tiene noticia de algunos de estos procedimien: tos aunque todavia is de tal sistema, Para quienes impugnabatt la situacion esta, blecida, por medios violentos o pacfticos, la verdad que Qeultaba le mdscara institucional era cosa sabida. Juzger pam le inmoralidad del sufragio; denunciaban el frauds y la manipulacién electoral, Bl suftagio: fraude y control electoral Este pais, segin mis convicciones después de un es: tudio prolijo de’ nuestra historia, no ha votado num. cu" La cita pertenece a Joaquin V. Gonzilez; sens, dor por La Rioja, expresé estas palabras en el ano 1913 cuando se discutié la ley de reforma electoral propuesta por Re Sdenz Pena. Esta grave afirmacién stgiere un anilisis de ta realidad clectoral a partir de una expe. Tencia prictica Gonzdlez desdoblaba de este mode ea Papel politico: un actor comprometido en los procesoe clectorales, desempefiaba Ia complicada tarea que supe. he asumir el rol de testigo para poner a descubierte Ie }6gica interna de un sistema de control. Formulabs, sf se quiere, un discurso sobre el método critico aplicable 2 una prictica politica, En Ia década del noventa, la oposicién extema al régimen levanté la bandera de la moral electoral frente a Jo que ellos amaban el fraude y la corrupcién del comicio. Veinte afios después, los hombres que habjan barticipado en cargos politicos decisivos retomaban lee mismos temas y coincidfan con sus antiguos adversarion El régimen del ochenta practicaba elecciones en el os. en nacional, en tas provincias y en los municipios. Se SnnIISRIRRRRREIREIIImmenmmreern ie cién. de las autori- juridicas se escondia una redlidad harto diferente. : Hecho curioso, las ae leyes ee di habia reconocido las virtudes del sufragio ee que practicaba la ee de cama 3 ue hace pailico tetimono de una experiencia, Es Selita ol ete In autocritica y del fee como. 7 goberants et El primero pertenece a 1, Gémez, ministro del I He Air te are cae 176 NATALIO R. ROTANA torales, observaba, “hemos tenido el comicio sangriento, en los tempos en sue el pueblo todavia tena ners por ir a los comicios. 1 horror al comicio sangriento en las ciudad, hizo que se renunciara a cy pore tashace la escaramiza de la vispera cerca de los atrios o en los alrededores de las ciudades para que no concurrieran los adversarios a votar. Estos. modos resultaron también brutales; la conciencia piblica los repudié; y entonces vinicron las maniobras fraudulentas en los comicios; lue- go estas mismas fucron substituidas por [a venalidad”” No obstante, “lo odioso no es que se cometan wenalc dades, que se cometan maniobras fraudulentas por los Giudadanos, sino que sea el Gobierno mismo el que pro- vogue esos eelitos™. 2 En la misma circunstancia, Joaquin V. Gonailez —se- gundo testirionio—, extrafa iecciones y disefiaba una Suerte de modelo de funcionamiento del sistema estruc. turado en temo del gobierno elector: “El producto del comicio libre empieza a transformarse desde la primera Junta de esciutinio; después en la junta general del di tito y después en Ja legislatura, 0 en la Camara Nacio. nal respectiva, y, iltimamente, es el poder supremo, el que se encarga de hacer la transmutacion substancial del clemento ‘veto popular’ en clemento ‘voluntad gober- hante’. Se produce asi, en realidad, una especie de al quimia politica, como se ha dicho muchas veces, por medio de esta transmutacién del voto operada a la'som bbra de princpios cristalizados en la Constitucién, que facilitan la realizacién de este proceso. Por ejemplo, puede ser muy sincero el resultado de un comicio ele. oral, muy sinceros los escrutinios realizados sucesic vamente por diferentes juntas; pero Uega 2 la asamblea politica provsta de inmunidades colectivas, segin un articulo de le Constitucion que dice que cada camara €s juez exclusive de la validea de los titulos de sus EL ORDEN CONSERVADOR a7 miembros. Entonces, por mas estricta que sea la justicia comiin al castigar los delitos clectorales, llega la cues tién al alto tribunal politico que debe juzgar en definiti- va el proceso electoral, y se encuentra que no hay juez imparcial para pronunciar su soberana decision, y ésta se produce por razén de partido o por razin suprema dk Gobierno ede Estado, yy asi, em definitive, rena que el voto popular es transmutado y adulterado. En- tonces, pues, [0 que hay en el fondo es ls falta de Justicia politica, que es necesaria en cl proceso poli fico." La transmutacién del voto popular en voluntad go- bernante resultaba de un complejo proceso donde se confundian varios umbrales de control. La represen- taciin teérica de este proceso no es facil, Ya 1. Gomez, advertia las diferencias entre las etapas donde predo- tinaba Ja vicienciay Toe perfodos cuando el wo de ls fuerza fue reemplazado por procedimientos més sutiless por el engato electoral hecho con malic también con picardia— con el cual los gobiemnos perjudicaban a las oposiciones en cicmes y se beneficiaban a si mismos. Por otra parte, la violencia y el fraude coexistieron en ‘muchas circunstancias de tiempo y de lugar. Cada expe- riencia concreta, cada cleccién particular puede alcan- zar, entonces, cl valor de las cosas intransferibles. Gene ralizar en este terreno, con el poco material de que disponemos legado por actores y testigos, es labor ries- gosa. Admitamos, sin embargo, que de este empefio qui 24 derive alguna hipétesis fructifera. Justificacién o excusa para emprender sondeos provi sofios, la cuestién del control electoral puede conden- sarse en dos tramos descriptivos. El primero seria sitio de acranque de una serie de pason cuyo propési sistia en gestar el fraude electoral. Ello exigira detenerse ea aio as ie comisones empadsonsdoran le for ES STIS PTT 178 NATALIOR, BOTANA macién del registro, el voto colectivo, el comicio doble, el wuelco de los padrones, Ia repeticiin del voto, y ls compra de sufragios. Siete momentos que culminaban con la produccién del voto, tributarios, su vee, de an segundo tramo de control donde permaneefan instaladas las instancias que jusgaban el producto, es decir, las Asambleas Legislativas a quiénes les competia decidir acerca del proceso electoral. Gestacién y control: veamos cémo se imbricaban amn- bos términos. Conviene tener presente tres caracteris ticas bisicas del régimen clectoral previo a 1912: el ca réeter voluntario del voto, la ausencia del seereto en la expresién del mismo y la aplicacién del principio plur. nominal o sufragio de lista. Votaban, entonces, quienes querian mediante procedimientos que bloqueaban le competencia entre listas cerradas de candidatos, sin Prestar prolija atencién a las garantfas de intimidad exi- gibles en esa manifestacion de voluntad. Para volar era necesario empadronarse e integrar un registro electoral. Aqui comenzaban las escaramuvas, No es tiempo de detenerse en detalles juridicos acerca de las leyes que establecieron la formacién de los registros, En todas ellas campearon, @ primera vista, los buenos deseos.**’ Para C. Pellegrini, en cambio, la realidad ey. condia otras intenciones: “.. los registros electorales, en el noventa por ciento de los casos, se hacen antes del dla de la eleccién, en que los cfrculos 0 sus agentes hhacen sus arvegls, asignan el niimero de votos, designan los elegidos, .."°* En rigor, las leyes electorales autori. zaban a las Comisiones Empadronadoras para levantat el Registro Electoral, Estas comisiones inscribian a los ciu- dadanos habiles para ser electores que estuvieran en el distrito al tiempo de le eleccién. Como bien sefala E. E, Rivarola, “‘como la ley deja a las comisiones empa: dronadoras Ta facultad de juzgar quiénes retinen 0 no las FL onnRN consenvanoa are condiciones requeridas para ser inscriptos, el fraude electoral empieza ordinariamente por la ‘inseripeién in debida y por la omisién de nombres en ef registro””.26 Las caracterfsticas de los Registros Electorales varia: ban segin el tipo de eleccién. En los distritos (las pro vineias y la Capital) se votaba para autoridades nacio- nales, 5 decir, diputados y electores de presidente y Vicepresidente, "En cada distrito las constituciones pro- vinciales o las leyes electorales nacionales subdividian su tertitorio en secciones, desartamentos y parroquias in- temas que, por lo general, coincidian con las municipali dades. En’ese nticleo més reducido, valga para el caso el ejemplo de Ia provincia de Buenos Aires, se nombraba a suerte las comisiones empadronadoras por las municipa- lidades o por los jueces de >az.?7 Veremos de inmediato el papel que jugaron los que detentaban cargos ejecuti- vos en aquellos distritos mis reducidos. Ciertamente, la designacion de Jos integrantes de una comisiin empa- Gronadora que tenia en sis manos la confeccién del Registro era una decisin crucial. Parece razonable supo- net, por consiguiente, que el control del Registro se constitufa en la lave del control del comicio, En el dfa del comicio se instalaban las mesas recepto- ras de votos: las presidian, por lo general, pequefias juntas escrutadoras que se distribufan en distintos luge- Tes puiblicos. Viejas erénicas, enhebradas por la tradici6n coral y los testimonios escritos, dejaron constancia de los sitios donde se votaba: attios’de iglesia, la casa munici- pal, los portales del juzgado de paz. Las mesas escruta- doras se designaban mediante procedimientos variados donde intervensan las legislaturas de provincia y los jue- ces federales de seccién que formaban, previamente, lis tas de ciudadanos para sortear los integrantes de las maesas. La designacion de los escrutadores era, sin duda, cotta decisibn cracial, 180 NATALIOR, BOTANA Comenzaba, entonces, el comicio. Durante las pocas horas en que transcurrfa el acto podfan pasar muchas cosas, desde la tradicional violencia de las viejas elec. ciones hasta los métodos mds pacificos de la manipula: cidn del voro. Por lo general. los clectores habilitados para votar marchaban por grupos en las ciudades y en la campaha. Tes eomités electorales concentraban en lugas Tes estratégicos a sus adherentes 0, en el campo, los aisanos concurrian desde las estaciones o desde las es. ‘ancias hacia el Iugar del comicio donde votaban al mis- mo tiempo, + de ahi que sus votos aparecieran en serie. Este modo ¢e acceso al comicio transmutaba la expre- ion teérica del voto —la accién singular de un ciuda- dano— en un comportamiento prictico que tenia por objeto garantizar el éxito del control, y al mismo tiem: po, significata un reaseguro para las oposiciones que Procuraban hacerse fucrtes en atrios y sitios publicos, Las boletas, si existian, o las listas de candidatos s¢ entregaban pocas horas antes o aun en el momento de votar.# Esta marcha colectiva sobre las mesas electorales po- dia traer como contrapartida una dispersién de las opo- siciones que desertaban del lugar indicado para votar anticipéndose a la coaccién presumible: “la casa muniel. al, los porteles del juzgado de paz, el frente de la ‘escticla, sirven de refugio a los descontentos. . . La con: secuencia inmediata de esta diversidad de comicios es la de que resulte sufragando un nimero de inscriptos ma- yor del contenido en el padrén: porque, como en el deseo de superar en nimero al adversatio, cada partido echa mauin de nombres de ausentes, y de muertos y de vivos, 1a suma de los votantes de los dos o tres comicios organizados para el mismo acto, exeede el total de la inscripeién... Esta facilidad de dar a cada opinién un comicio, conduce, ademas, a inesperadas sorpresas. Al ORDEN CONSERVADOR 181 jucz de la eleccién corresponde establecer eudl de los ‘comicios oftece mayores apariencias de legalidad, y esa decisibn depende, no de las cualidades intrinsecas 0 ex- trinsecas de las actas, sino del criterio de conveniencia politica que domine en la mayoria de los sentimientos amistosos que dentro de un mismo partido favorezcan esta 0 aquella’ tendencia de este o aquel personaje”” Esta. didspora electoral recibié el nombre, tan frecuente en la crénica de época, de comicios dobles Los comicios dobles evocaban, de algim modo, una situacién de competencia electoral no regulada. Signifi cativos como éstos eran los momentos en cuyo trane curso las Juntas escrutadoras volcaban padrones 0 los dlectores repetian su voto. Ambos métodos tenian una sencilla factura. En la sesién de la Cémara de Diputados del 4 de mayo de 1898, E. Lobos afirmé que los he- chos denunciados con motivo de las elecciones legislati- vvas practicadas un mes antes en la Capital Federal “con- sisten en que en la mayoria de las parroquias-las mesas receptoras de votos se han limitado a copiar los reyis- tros y que las boletas de los sufragantes eran rotas y reemplazadas por otras”.2° Cuatro afios después, en las clecciones de 1902, La Prensa advertia que en la parro- quia de San Bernardo, también de la Capital, los escru- tadores “vaciaron el padrén de tal manera, que con menos de 200 personas que concurrieron al atrio duran: te el acto, la lista del acuerdo / es decir, la lista oficialis ta / did un total de 1.500 votos”. El mismo comporta- imiento registraba ef diario en otras parroquias.*" Volcar un padrén o vaciar un registro tenian, pues, ‘un mismo significado. Se trataba, lisa y Hanamente, de asignar un voto a un ciudadano ausente, o presente si s¢ rompfan boletas, de acuerdo con una decisién previa adoptada por Ia Junta Escrutadora. El sistema podia reforzarse, segiin las circunstancias, con la repeticion del | | 182 NATALIOR, voto realizada por electores volantes 0 golondrinas que sufragiban varias veces en una misma mesa 0, en st defecto, en diferentes mesas de un mismo distrito. Las evidencias son curiosas por la mezcla de cinismo y pi- cardia que acompafiaban la operacién.2? Hasta aqui, aquello que . Gémez calificaba como fraude electoral. Entrado ya el siglo, en las postrimerfas, del_régimen, los procedimientos tradicionales fueron reemplazados por el comercio de libretas de inscripcién y la compra directa de votos. Este peculiar cambio en los procesos de control fue, para muchos, un saludable signo de progreso. “iNo hay voto mas libre que el voto que se vende!”, exclamaba Pellegrini cn la Camara de Diputados en 1906; y observaba “que en Ia materia se entraba —desgraciadamente en la Capital— en una etapa de progreso por la que habian pasado las grandes demo- ‘racias, Si se torcfa con dinero la voluntad popular, era porque resultaban insuficientes la intimidacién y Ia'vio- Iencia”.® Para comprar votos se pusieron en prictica métodos mis refinados, perfeccionados a medida que los adelantos tccnoldgicos facilitaron comunicaciones ripidas y eficientes desde los comités electorales. ‘A ese propésito, era necesario vincular los fiscales de las mesas con los comités parroquiales. “El sufragante reeibia, después de haber depositado su voto, un vale 0 tarjeta del fiscal del partido oficial y con él cobraba en el comité, diez, quince 0 veinte pesos, segiin lo trata- do... En otras circunscripciones se valfan de sefias 0 marcas puestas en la libreta, tendientes al mismo fin.” Los comités de parroquia levaban la cuenta exacta de los votos venales, que era. retransmitida a los Comités Centrales por medio de circuitos telefénicos, con lo que se favorecia la regulacién del mercado electoral segiin las necesidades de cada comicio.>* Con el voto ‘comprado se cerré el circulo del fraude BL ORDEN consixvavoR 188 oral, Los pasos que relatan estas paginas coexistie- (og ellos constituyeron un primer de tiempo y lugar. Todos ellos consttuyeron un primer tral de contol, Quedaba en pic, roaavi, ona nstan tia que se situaba oh on esealén més alto, Fat el caso, qqién mejor que B. Villanueva, en aqueliacucunstancig Stnador por la Capital, para ervimnos de guia en ee tscenso hasta Ta cima EI reciendo de Villanueva no trasada hasta la localidad de Vicente Léper, en Ja pro- wincia de Buenos Aires, un dia de comitio: “Veinte 0 treinta vecinos desocupados tomando mate y cinco o seis excribientes, voleando pacrdn como se dice en a6 electoral, ast obtener sum de. 760 yori Bs para estas elecciones, para las que no 2 kaos porque com neon» en pesos que entree cada candidat, basta para enviar Jos emiaroso agentes jue vayan y wuelvan. a los partidos o departamento él balurd electoral o seo las actas del comico." EL balurdo electoral eran las acias con las que se clausuraba el consi. As extern actas de vorntes 9 lamas para depositar la papeleta del sufragio, una ve eras crerutadoras hacfan “el recuento de votos y vo- Thats, cerieaben ta cantded al pie del acta y po filtime proclamaban en forms publica a los candidates triunfantes"2" Estos documentos se enviaban las Le: gulaturas 0 a las juntas Escatadores Proviniles fan el eserutinio definitive, consignaban las denun: Tog resultados a Ia, Cara de Diputados (cuando se tm taba de It eleccién de sus miembros) o al Congres Nacional si el comicio tenfa por objeto designar el tes para Presidente y Vice, cc ‘Eitonces conclufa ta operacién, porgue Tos ju 184 ATALIO R-BOTANA inapelables de las clecciones eran los cuerpos legislati vos. Desde las municipalidades hasta las instituciones nacionales, cada asamblea legistativa juzgaba las elec: ciones que se efectuaban para renovar a sus miembros los consejes deliberantes, las legislaturas provinciales, la Cimara de Diputados, el Congreso Nacional en pleno. Exte procedimientu, vomo bien advertia Gonzalen, con sagrado por la Constitucién, traia como resultado que os cuetpos legislativos producfan, en los hechos, a los representantes cuando verificaban los escrutinios. Segin Matienzo, no existia representante presumible antes que ta cleccién fuera aprobada, ni tampoco se garantizaba al tleeto su derecho para ejercer Ia. defensa en juicio si sa eleccién husicse sido discutida o impugnada.™ Tras estes recaudos de carécter normativo, la accién de control electoral cn las legislaturas podia’ hacer uso de métodos més précticos. En las provincias nortehas, por ejemple, cuando se daba el caso de una sibita vie. toria opositora, reflejada en un acta electoral, se ponia en movimiento el prolijo “trabajo de funcionarios que oficiaban d= raspadores, los cuales, con paciencia no exenta de ciscrecién, suplantaban el nombre del clecto por el del favorecido. A estos Iegisladores, Pelagio Luma los lamaba diputados por raspadura.”* EL control de las Asambleas Legislativas gozaba, por Jo demas, de la proteccién adicional del sistema judicial. La Justicia Federal tenfa competencia para conocer ac. tos violatorios de las leyes nacionales cuya aplicacion correspondiz a los tribunales de la Nacion, pero era incompetente para juzgar los abusos de autoridad come- tides por funcionarios provinciales, penados por cl cédi- g0 ordinario, que sc radicaban en los tribunales de pro vineia.*® La Justicia Federal podia intervenir, tan sélo, fn los casos de fraude vinculados con las clecciones de diputados macionales y de electores para presidente y HL onDEN coNseRVADOR 185 vice. En las irregularidades acaccidas con motivo de las lecciones municipales, de legisladores y de gobernado, res provinciales, actuaban los tribunales de provincia; y como los senadores nacionales eran electos por las legis laturas provinciales, poco y nada tenia que hacer en ese terreno a juste federal El Utalo del senador detive ba, en efecto, de la eleccién practicada por las legisla turas; el titulo de legislador provincial provenfa de una eleccién realizada en su distrito que controlaba la mis mma legislatura; y los tribunales de provincia juzgaban los abusos a que podia dar lugar esta eleceién. Este apretado relato acerca del fraude y el control del sufragio representa Ia imagen de un sistema de gra- dacién 0, mejor, de una escala de gobiernos electores. El gobiemo clector controlaba el sufragio: hacfa elec ciones y garantizaba la victoria de los candidatos. A este sistema se le atribuyé el calificative de fraude burocr- tico: una red de control electoral descendente que arrancaba de tos cargos de presidente y gobernador has- ta llegar, mids abajo, a los intendentes y comisionados municipales, los concejales, los jueces de paz, los comi: sarios de policfa, los jefes de registro civil o tos recepto- res de rentas. Esta madeja de cargos ejecutivos tenfa mucho que ver con las recompensas y gratificaciones derivadas de Ia distribucién de puestos piblicos, y con Ja relacién de dependencia que se traz6 entre el sistema burocritico y el sistema politico.” : Los cargos cjecutivos mds bajos cjercian funciones institucionales con algiin grado de diferenciacién. Entre gobernadores © intendentes parece haberse planteado un vinaulo andlogo al que trazaron presidentes y goberna- dores: apoyos reciprocos con la condicién de respetar uo dmbito de autonomia manicipalcontroladay sia ‘embargo, por la intervencidn a la intendencia con comi- Slonader'muniipales™ Lin los municipios, el manejo de 186 NATALIO R. ROTANA, Ia coaceién en i nen tiempos de comicio quedaba en m de ls Comisios de Folic, Del mine mao no pare ta ee, incorporar los Jueces de Paz y los Jefes de Resto Cis Inca de gobierno elector, debi ib 2 Bicone gc eer roars a claboracion del registro electoral, In integracion def comisiones empadronadoras y la formacion de las snense combiones en ¥ la formacion de las mesas Los gobernantes elect “ts stores no actuaron solos. EI st tena de contol exigin algo mis. Ente el hipottice Ducblo lector y Tor cargos institucionales que prod ain se localizaba, en una franja intermedia, un Ban posiciones a és de poder yacerbamente quienes emprendian el camino de la oposie critica moral: el caudillo electoral, un per ongje ae Boilie dexrnpetar lon coger mis bujon de ees de gobiemos cecors, aun cuando st papel medador ne denara ‘de modo nected cerita de cson cags te electoral dede stuacioncs menos prvegiadas Los caudillos clectorales actt E08 eas clectoraes actuaron en todos los distri « aan al udilo oro un arquetipo de leeltad hacia nee el limite de sus actos** ; otros, com: tun hombre de eats diss y exmblntes que con aba, segim Ie crcurstancia, el apoyo con la amenaza 4s ue habitualmentecrtcaban el estado de cont | miraban con desprecio, como un Moreira decadente, un “ie de To laos", “csmimigo, sea, devon, ado, sofrenado”; un “ato de la pampa /que) alcan poder paulatinamente desde mediador entre I nt ¥ el patrSn (los leva a In eleceign) pasando porbonee, BL ORDEN CONSERVADOR 387 jal, intendente, diputado provincial y por fin legisiador nacional” ** Imaginerias populares que recogieron Ia literatura 0 el ensayo, acentuando los rasgos de la evocacién bene- Yolente 0 del soberbio denuesio? No es sencillo trazar tun juicio histérico terminante. Pero la presencia del cau- illo fue un hecho innegable y todos los gobernantes dependieron, en cierta medida, de cstos mediadores. Observadores menos proclives al lenguaje literario, des: cubrieron sus maniobras y sus juegos electorales entre Ips actas de los comicios. Dice E. E. Rivarola: “Tomo tun diario de sesiones de la cémara de diputados (Provin- Ga de Buenos Aires) ... Examino el cuadro del escruti- rio general de una de las seis secciones electorales de la provincia; corresponde ese cuzdro al partido denomina: 0 nacional, advirtiendo que la denominacién podria ser cualquier otra y el caso no cimbiarfa, Se vota por une lista de trece candidatos: A, 3, C, D, E, F, G, Hi 1 Jy K, Ly M. El total de votos de la lista es de 1.443 que los tiene tinicamente el candidato D. En cinco de los quince partidos de la seccin la lista aparece con mod ficaciones que dan a un muevo candidato, N, 571 votos, N, es caudillo en uno de los pueblos de la seccién; no estaba en la lista oficial de su grapo politico; en el pueblo donde hace de caudills, priva de la totalidad de fos votos al candidato J; en otro pueblo vecino se sacri fica al candidato G, tarabién en Ia totalidad de los votos de Ia lista en_otfo pueblo, también de las inmedi ciones, Ios votés de J son suprimides sin substituctons fen otro pucblo mis el saeri‘icio de J se repite y los Yotos que hubieron de ser sayos se distribuyen entre varios candidatos nuevos, inclusive N, que aumenta su namero”.*7 ‘Asi, el caudillo electoral desplegaba su acciin ofre- ciendo servicios, pactando acuerdos cambiantes, hacien- 188 NATALIO R: ROTANA do presente su disconformidad mediante la sustracci6n de sufragios de una lista cuando sobrevenian arreglos previos no del todo satisfactorios. Formas de intercam- bio en el mercado electoral, demostrativas de alguna concentracién de recursos en’actores que hacian oferta de su capital de votos a una clase gobemante en procu: ma de su demanda, para imponer ef predominio circuns- fancial de ana faccién en competencias de dudosa legit midad En la ciudad de Buenos Aires, la prestacién de servi- ios envolvié a los mismos inmigrantes. Es cierto, como subraya Comblit, que la baja participacién de los inmi- grantes en la vida politica poco tenfa que ver con la vertiginosa incorporacién de los reciéa Hegados a los EE.UU, duante el siglo pasado y principios de éte.t™ No habia Tammany Hall el célebre centro de reche tamiento. de extranjeros del P. Demécrata en Nueva York— en el mundo politico portefo del novecientos; sin embargo, ciertos personajes de origen inmigrante adecuaban su conducta a los estrechos limites de tna ‘comarca elzctoral que pocos extranjeros franqueaban, acumulaban un pequeiio capital de ciudadanos natural zados y mercaban con esas libretas entre los notables del régimen. Una y otra vez, eronistas ¢ historiadores machacan con st. juicio sobte ciertos nombres. €Cmo no recordar a Cayetano Ganghi? , aquel caudillo de ori gen italiano que ufano le decia a'R. Séenz Pea: “Roca « un poroto a mi lado. Tengo 2.500 libretas™*; el peculiar comerciante de libretas cfvieas que sirvié a los grandes de Buenos Aires desde E. Mitre hasta C. Pelle grini.®? Pequefias escaramuzas de asimilacion adaptadas a las reglas del juego electoral que, no obstante, confir- maban el curioso trazado de dependencia entre el gober- nante elector y Ios mediadores siempre dispucstos a manipular el escaso néimero de ciudadanos inscriptos. ELL ORDEN CONSERVADOR 189 Esta escala descendente, que en el vértice ubicaba a los notables y en la base a los productores del sufragio, ‘ocupaba un escenario al cual se incorporaban pocos civ: dadanos. La patticipacién electoral parece, pucs, un tema indispensable para entender el marco que roded Jae energias —violencia, engafo, picardia y comercio~ cconcentradas en el ritual del fraude. La participacién electoral Los inmigrantes no se naturalizaban; pero tampoco cesaba una cortiente de poblacién extranjera que se vol- aba sobre nuestros puertos y cambiaba la composicion demogrifica del pais. Asi, mientras la sociedad civil se transformaba, el mercado electoral no sufria cambios andlogos. Para G. Germani la. situacién era paradojal: “Un hecho esencial —pero rara vez reeordado en la’ ac- twalidad— es que durante treinta 0 cuarenta aos, las personas nacidas en el extranjero eran mucho mas nu merosas que las nacidas en el pais, Si tenemos en cuer- ta los efectos de la doble concentraciin —geografica y por edades— y observamos cuil era la proporcién de extranjeros en aquellas categorias que mas significado tienen para la vida politica (adultos, varones de més de 20 afios), y en las zonas ‘centrales’ (capital y provineias del litoral), descubrimos el hecho extraordinario de que tal proporcién alcanzaba entre el 50% y el 70%. En términos electorales esto significaba, por lo pronto, que Justamente donde mayor importancia podia tener la participacién en el voto, entre el 50 yrel 70% de los habitantes se hallaba al margen de su ejercicio legal. En cifras absolutas, por ejemplo, en 1895, de los 216.000 hhabitantes varones de la ciudad de Buenos Aires, sola mente 42,000 eran argentinos nativos (y los naturaliza- 180 BATALION. BOvANA dos alcanzaban a menos del 2%). En esa misma fecha, en las provincias litorales (Buenos Aires, Santa Fe, Men. ddoza, Cordoba, Le Pampa, Entre Rios), sobre 660,000 Yarones adultos, 287.000 podian eventualmente tener de- echo al voto, como natives." eCuintos habitantes se insertaban entonces como clientes de caudillos y de facciones en la vida electoral» Veamos, a continuacién, un cuadro descriptive de! nik mero de sulragios que acarreaba la production de elen Glones. Cifras provisorias registradas en los diarios de le época, los resultados electorales, pertenecientes exclusi yamente a los distritos de la Capital Federal y de la Provincia de Buenos Aires, que aqui recopilamos, presen- tan el riesgo de la sobredimensidn: en ellos, en efecto, auedan contenidos los procedimientos del fraude, con las diversas variantes que evocdbamos en el parrafo ante. tior. No obstante, esta exploracién, de cardcter capita lino y bonaerense, puede alumbrar tn paisaje al que se le ha prestado eseasa atencién, Entre 1880 y 1910 registramos en la Capital Federal 15 elecciones. En 1880, para elegir electores de presi- dente y vice, votaron 6.505 ciudadanos; esta serd la cifra mis baja del periodo analizado.** Dos aos des Pués —1882— elecciones de diputados nacionales: el ni mero de sufragios ascendié a 8.930. En 1886 se voto Auevamente para integrar la cdmara baja: en total 9.771 clectores.!* En 1891 las clecciones municipales y de senadores arrojaron una participacin de 9.421 y 9.975 votantes, respectivamente.** En 1892, las elecciones Para diputados nacionales superaron Ia barrera de lac 10.000 votos con 18.305 sufragios*; pero dos meses después esa cifra se redujo a 9.341 para designar elect tes de presidente y vice.’ Luego habré dos momentos ascendentes: para elegit diputados nacionales votaron, en 1896, 12.781 ciudadanos’*; un mimero que se dupi we EL ORDEN consERVADOR 191 © en 1898 cuando la designacién de clectores para pre- sidente y vice arrastré 24.584 suftagios." Al despuntar el siglo, las elecciones de diputados na- cionales, en 1900, retrotrajeron la participaeidn clecto. ral a 16.777 votantes.® En 1902 nuevo repunte 18.268 sufragios en los comicios para diputados!' = que se acentud en 1904 —27.856 suftagios para designar clectores de presidente y vice*— hasta alcanzar el pico mis alto en las elecciones legislativas de 1906 cuando concurrieron a las urnas 31.957 ciudadanos.* Despucs, las elecciones de 1908 (diputados nacionales) y de 1910 (clectores de presidente y vice) tradajeron una tenden- cia hacia la baja con una participacién que arroj6 26.853 y 24.732 sufragios.** Cuadro NO 5 PARTICIPACION ELECTORAL EN LA CAPITAL FEDERAL 1880-1910 » Gifs absolutas 192 NATALIOR, BOTANA, La marcha de la participaci6n electoral en la Capital Federal refleja, entonces, un aumento sostenido. Entre os extremes (1880 y 1906) el mimero de ciudadanos, que hipotéiicamente se acercaron a [os comicios, se multiplied por cinco y durante los treinta afos se’ad- vicrien cierts pautas de participacién que traducen para cada década un mercado electoral estable. La década del ochenta registré una participacién menor, en nimeros absolutos, a los 10,000 ciudadanos; la década del noven- ‘a, una concurrencia inferior a les 20.000 votantes con In'excepeidn de la que tuvo lugar en 1898; la década del novecientos, una participacién que se situé por de- bajo de los 30.000 suiragios con la excepcién, también significativa, de las elecciones de 1906. Un ritmo de participacién que se recortaba sobre una poblacién portenia de 47.991 habitantes masculinos nati- vos, mayores de 18 afios, segiin los resultados del Genso Nacional de 1895. Si admitimos trasladar el andlisis tres afios hacia atrds y tres hacia adelante, la participacion electoral con respecto a la poblacién en condiciones de votar arrojé entre 1892 y 1898 los siguientes porcen- tajes: 1892, 28 y 19%; 1896, 27% y 1898, 51%. El caricter competitivo de estas elecciones merece un parrafo apaste, Ocurrieron, es cierto, comicios que la Jerga electoral de la época llamé elecciones candnicas: actos electcrales que, simplemente, refrendaban una lista de candidatos carentes de oponentes. Las eleccio- nes para designar electores de presidente y vice en 1892 y 1910 constituyeron, en este sentido, casos tipicos. En tras circunstancias, en cambio, el nivel de competencia fue mas pronunciado, como en las elecciones legislativas de 1896 cuando se enfrentaron acuerdistas y radicales. gy BL ORDEN CONSERVADOR 193 Cusdro Nt 6 ELECCIONES DE DIPUTADOS NACIONALES EN LA CAPITAL FEDERAL 8-3-1896 Parole Aveda __ a Giean al Nove ah Te Cea al Sur ta te Sn Nicol 1 ta So Miguel n us Bett tate et cre 307 we Concrpeiin ms 03g Sur Teo ise 3 None tor a Sin Gusbal Loud m8 Pit ‘7 oo toner res sso Santa Lucia 164 i Sun Juan fvangeita 300 Sa Bernardo ee Fores ete Beigano 6 TorAL 6.958 Puente: Le Nacibn, 95-1896, Lo mismo cabe observar durante la década det nove- Gientos. El cuadro que ofrecieron las elecciones. para designar electores de presidente y vice en 1904 (eleecio. nes “mediante el sufragio uninominal por circunserip. ciones que analizaremos en el Capitilo Vil), ilustra una ‘competencia tanto con respecto a los mimeros absolutos como a los resultados verificados en las veinte circuns: cripciones. 194 NATALIOR. nora Cusdro N°7 ELECCIONES NACIONALES DE ELECTORES DE PRESIDENTE Y VICE-PRESIDENTE EN LA CAPITAL FEDERAL 10-4-1904 Ferma PAN. fumscipciones Quintana Republicina Avetlneda Indepews Totat ‘dene 7 299 7 S00 600 2 5a 432 12 — 1035 3 766 975 8S rar 4 384 152 a'o6 5 535 15 57 hes 6 368 170 Cs) 7 ai 101 4550 867 8 856 3 12a aor 9 584 1.123 2 = L09 10 614 447 1.239 i 392 308 — ~ 1000 12 906 987 a= L977 8 458 1.072 2% 1560 1 543 973 aT bas 18 713 15 — a8 6 404 — 478 ae 7 207 1 486 0g 8 875 31 988 1 go 19 u 1.268; 2 1360 2.625 20 931 823 2 = 1.806 TOTAL “11.397 9.887.262 1.560 D786 Puente: Le Nac, 1141904 Una competencia semejante tuvo lugar en las eleccio- nes legislativas de 1906 que hicieron trepar la participa cién electoral hasta el pico ms alto, Sin discriminar por Parroquias, los resultados finales se distribuycron de Ia siguiente forma: 195 Coalicibn Populat 1.011 Unidad Electoral 10.773 P. Socialista 2173 Total 31.957 Fuentes a Navién 125-1906, observador apresuraco podré sostener que la com- petencs cave cigs ¥ Poros produ efoto favorable, atmentando la participacién electoral, Parece razonable defender este a'gumento, ilustréndolo con lo que acontecid durante la década del novecientos, por lo ‘menos desde 1902 y, en mayor medida, en 1904 y 1906.7 Pero la conchusiOn no es aplicable a la década anterior: pese a la competitividad ya registrada en 1896, Jas clecciones para desigrar clectores de presidente y vice en 1898, que acarreacon el contingente mis fuerte de sufragios, tradujeron un predominio candnico de la lista oficialista. (Véase Cuadro N° 8.) 196 NATALIOR, ROTANA Cuadeo N? 8. ELECCIONES NACION ALES DE ELECTORES DE PRESIDENTE. Y VICE-PRESIDENT EN LA CAPITAL FEDERAL 10:4-1898, Lita Radi Socix eee aca ales tists Catedral al Norte 499 9, Catedral al Sur 145 a0 San Miguel 430 228 San Nicolis 200 87 Monserrat 1.029 - Piedad 1.930 50 18 Balvanera al Norte 1.255 mt , Balvanera al Sur 2.025 id 20 ‘San Grist6bal 2470 - Socorro 295 San Telmo 986 26 Concepeibn 1.336 - Las Heras 929 - Santa Lucis 2,019 363 36 San Juan Ev. 1.199 531 Pilar 706. 181 Belgrano 391 25 San Bemardo 1.491 1 San Carlos 457 174 Flores 287 104 Valea Sarsficld 275, - Carmen TOTAL 2171 100 Fuentes La Nati, 1141896, Y dos afios después, en 1900, esta pauta no competi- tiva se consolidé en las eleccfones para renovar los inte- grantes de la cimara baja, aunque en aquel momento, EL ORDEN coNSERVADOR 197 si, el carécter canénico del comicio coincidié con un descenso en la participacion electoral. La ciudad de Buenos Aires resistia, pues, féciles enca- sillamientos en materia de participacién y'competencia electoral. Semejantes observaciones merece la Provincia, 8 los trazos del andlisis electoral tienen virtud suticiente para resaltar diferencias entre las elecciones nacionales y las elecciones provinciales. La distincion no es arbiteatia; porque una significative caracteristica de este distrito traduce el hecho de una notable expansion electoral du. ante Ta década del noventa, acotada por una participa Sion mis restringida —en todo caso mas estable— en las elecciones nacionales, Cuadro NE 9 PARTICIPACION ELECTORAL EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES EN ELECCIONES PROVINCIALES Y NACIONALES, 1890-1910 Ako __Elecciones Pow. Bleeciones Nacionales 1890 41.247 (Gobernados) 1892 25.415 (Electores de Pres. y Viee) 1894 45.474 (Gobernador) 1896 31.970 (Diputados Nacionales) 1898 88.000 (Gobemador) 33.209 (Electores de Pres. y Vice) 1900 36.384 (Diputados Nacionales) 1901 91.409 (Gobernador) 1904 42.919 (Glectores de Fees. y Vice) 1908 35.982 (Diputados Nacionales) ot 38.628 (Electores de Pres. y Vice) ‘Feentrs Para las eecciones provincial: 0, Cormblt “La opcion cow fervadora en Ia polien aegentina™, tm Denes Beonow, ol 44, Ne 56, eneromarzo 1975p. 695: Pass as Shcceee ngclonles: £1 Nocion. 11 y 121N-1893; Le Nevin SIE 2896: Le Nace IIV-1898; Le Naciin, 11T- 1900, La Nec sion VAVOOK: Le acim 91111908; Le Nactin, lk TS. SS SB SEES TE 198 NATAUIO R. BoTANA Obsérvese el salto de los comici i s los comicios para elegir goberna- dor entre los afios 1894 y 1901: la pantichncdr ci, toral, en efecto, se duplicé en siete aiios, tina circune, tancia ausente en tas cleeciones nacionales que, por l eepttario, envolveron un niimero de votantes mis rede cido, con oscilaciones menos pronunciadas, ubieads on forno de los 82.000 y 37.000 sufragios (con las excep. ones, claro esti, de las elecciones de 1892, raron la participacién mds baja, y de los comicios le 1904 que produjeron ta participacién mis alta). apa tiferencia entre los dos tipos de clecciin puede pPottar argumentos favorables a la hipdtesis que subraya a qelacién positive entre elecciones competitivas y alta Pggg iacton, En los comicios proviniales de 1804 y de 78 ntervinieron en el. juego electoral tres partidos Politicos (autonomistas, efvicos mitristas y radicafes) com FEtultados variables que hicieron de las Juntas de Elec, fa gel provincia un recinto dotado de una auto. nomia negociadora mds vigorosa que la que se pod adver en las Juntas Nacionales" "UE 8 Podta Otro es el registro de participacién én las eleccio! nacionales: mientras en 1894 votaron 45-474 sheet nos para clegir gobemador, esa cifra se rediujo dos ahs antes 2 25.000 sufragios para elegir presidente y vice bends trepé a los 31.000 dos anos despus para desig. Cabe subrayar, entonc icipacic : > entonces, que la participacién electo- una doble via mediante la coexistencia simultanea de EL ORDEN CONSERVADOR 199 fin fuera el objeto na Tas dos caras del comicios cerrados y abiertos, se ional o provincial de Ia eleccién. sufragio bonaerense quedan reflejadas en los porcentajes de participacién electoral de acuerdo con la poblacién de 126.250 habitantes en condiciones de hacerlo, que registrd el Censo de 1895: mientras en 1894 los comi cios provinciales arrojan un porcentaje del 36%, en las elecciones nacionales de 1892 y 1896 csa relacion des: ciende al 21% y al 25% respectivamente. Mas fuerte 5 el contraste de 1898: 66% de participacién para clegir gobernador; 26% para designar electores de presidente y viee. Estos porcentajes de participacién toman en cuenta el total de lps sufragios efectivos de toda la provincia en cada una de las elecciones. Si, en cambio, el lector tiene paciencia para conceder una iltima exploraciOn a través, de este universo de cifras, la desagregacion de los resul- tados por departamentos puede desentraiiar otra hipé- tesis explicativa. éEn qué lugar votaban mas cindada- nos? 2En aquellas secciones populosas 0 en los departa- mentos menos poblados? La provincia de Buenos Aires, lo sabemos, estaba di vidida en mds de un centenar de departamentos. Segtin datos disponibles, en las elzcciones nacionales de 1896 (diputados nacionales) y de 1898 (electores de presiden- te y vice) los departamentos pueden clasificarse en cu tro categorias de acuerdo cen el tamafio de la poblacién en condiciones de votar; « saber: departamentos con mas de 3.000 habitantes; departamentos con una pobla- cidn situada entre 3.000 y 2.000 habitantess departa- mentos con una poblacién ubicada entre 2.000 y 1.000 habitantes; y departamentos con menos de 1.000 habi tantes. El grueso de la poblacién se coneentraba en las dos tiltimas categorias, Ia de los departamentos chicos, que representaban cl 60% del total.”

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