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La cara de la Delincuencia en Barranquilla.

La capital del Atlántico no ha sido ajena a la crisis de seguridad que afecta a varias
capitales del país. Entre los indicadores más preocupantes están el aumento del hurto a
personas y los homicidios. Las bandas delincuenciales que libran una confrontación por el
control territorial y las rentas de las economías ilícitas podrían explicar, en gran parte, el
fenómeno. La inseguridad en Barranquilla no sorprende, por el contrario, debe prender las
alarmas en otras ciudades. Basta con mirar las cifras de los últimos siete años, las cuales
muestran una tendencia al alza en prácticamente todos los delitos.
En los últimos meses, en Barranquilla y su área metropolitana, han circulado por redes
sociales varios videos de presuntos miembros de la banda local delincuencial Los Costeños
y del grupo armado organizado Clan del Golfo profiriendo amenazas de lado y lado, como
parte de una disputa territorial que se libra en la ciudad por el control de economías ilegales
como el microtráfico. La grabación más reciente, publicada a inicios de esta semana,
muestra a cinco hombres con pasamontañas y armas de alto calibre que dicen ser parte del
grupo armado Los Rastrojos, declarando objetivo militar a las bandas locales de la capital
atlanticense, así como al Clan del Golfo.

Esta confrontación, dio inicio en 2018, motivo por el cual la Defensoría del Pueblo,
informo que se presentan manifestaciones particulares como la extorsión a los conductores
de servicio público, se vive al mismo tiempo que el incremento en la percepción y los
indicadores de inseguridad de la capital atlanticense.

Según el Observatorio de Seguridad Ciudadana de la Universidad del Norte, en los


primeros seis meses de este año se cometieron 171 homicidios, 27 más que en el mismo
período del año pasado, lo que significa un aumento del 19 %. Otros delitos, como el hurto
a personas, entidades financieras, vehículos y motocicletas también aumentaron en un 2 %,
100 %, 66 % y 68 %, respectivamente.

Una hipótesis que se maneja desde el Observatorio es que el aumento de homicidios y


hurtos se debe a las rivalidades entre las organizaciones que buscan el control de mercados
y economías ilegales. Por ejemplo, en el 2020, año en el que se rompió la tendencia a la
baja, un año inusual por todas las restricciones de la pandemia, al haber menos personas en
las calles, no solo se afectaron las economías legales, sino también se afectaron los bienes y
servicios propios de estas economías ilegales que les sirven de financiación a estos grupos.
Por lo tanto, sustraer un mayor número de clientes potenciales para sus servicios ilegales
hace que la disputa por los pocos que quedan se torne violenta. Ahora, en este primer
semestre del año hemos podido identificar que alrededor del 52 % de los casos de
homicidio y hurtos se han dado en circunstancias sicariales. No es intolerancia o una pelea
que salió mal, ni falta de convivencia entre vecinos. Cuando hay un problema sicarial es
que hay una estructura, hay alguien que está pagando a un prestador de un servicio criminal
para asesinar a una persona.
Analizar las cifras permite tener un panorama de la inseguridad en Barranquilla,
pero no explica toda la realidad. Por eso, es necesario enfrentar esta problemática con una
política pública que integre estrategias con la participación de diferentes actores, que
analice a profundidad los hechos criminales, que diseñe acciones a mediano y largo plazo, y
que haga seguimiento a la evolución y al impacto de las intervenciones. La política debe ir
más allá de la incorporación de más policías, cámaras y motos.
Disminuir la inseguridad que se vive en Barranquilla y otras ciudades del país, requiere del
liderazgo de su alcalde y a través de este, de la articulación de todas sus secretarías, oficinas
asesoras entidades del nivel municipal, sector justicia y Policía.
Se sabe que las entidades deben articularse y coordinarse, pero la clave es el cómo y el para
qué. El alcalde tiene en sus manos la articulación en materia de seguridad ciudadana y para
ello cuenta con diversas herramientas. Por un lado, con el Consejo de Seguridad y con el
Comité de Orden Público, que son los espacios donde se planea la seguridad. Por otro lado,
tiene la capacidad de conformar equipos de trabajo y fuerzas de tarea y de desarrollar
metodologías de intervención y mecanismos de monitoreo y evaluación, que le permiten
direccionar su gestión de seguridad.
Es el alcalde y su equipo de Seguridad, quienes deben establecer los objetivos, las
prioridades, las zonas de intervención y las estrategias. Son ellos quienes definen los roles,
los procesos de actuación, quienes priorizan y orientan la focalización. Delegar en la
Policía la gestión de la seguridad limita el ámbito de acción. Esta debe abarcar también la
justicia, las autoridades territoriales y los temas culturales, sociales y de entorno, cuya
gestión efectiva es la única manera para recuperar y mantener las condiciones de seguridad
ciudadana.

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