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Alfonso Reyes

Sol de Monterrey

No cabe duda: de niño, y la huerta en lumbre viva


me perseguía el sol. se doraba.
Andaba detrás de mí
como perrito faldero; Los pavos reales eran
despeinado y dulce, parientes del sol. La garza
claro y amarillo: empezaba a llamear
ese sol con sueño a cada paso que daba.
que sigue a los niños.
Y a mí el sol me desvestía
Saltaba de patio en patio, para pegarse conmigo,
se revolcaba en mi alcoba. despeinado y dulce,
Aun creo que algunas veces claro y amarillo
lo espantaban con la escoba. ese sol con sueño
Y a la mañana siguiente, que sigue a los niños.
ya estaba otra vez conmigo,
despeinado y dulce, Cuando salí de mi casa
claro y amarillo: con mi bastón y mi hato,
ese sol con sueño le dije a mi corazón:
que sigue a los niños. —¡Ya llevas sol para rato!—
Es tesoro —y no se acaba:
(El fuego de mayo no se me acaba —y lo gasto.
me armó caballero: Traigo tanto sol adentro
yo era el Niño Andante, que ya tanto sol me cansa.—
y el sol, mi escudero.) Yo no conocí en mi infancia
sombra, sino resolana.
Todo el cielo era de añil,
toda la casa, de oro.
¡Cuánto sol se me metía
por los ojos!
Mar adentro de la frente,
a donde quiera que voy,
aunque haya nubes cerradas,
¡oh cuanto pesa el sol!
¡Oh cuanto me duele, adentro,
esa cisterna de sol
que viaja conmigo!

Yo no me conocí en mi infancia
sombra, sino resolana.—
Cada ventana era sol,
cada cuarto eran ventanas.
Los corredores tendían
arcos de luz por la casa.
En los árboles ardían
las ascuas de las naranjas,

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