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Desafío GP, Semana 05 al 12 Septiembre 2021

Ganando Almas para Cristo

Este es el mandato que nuestro Señor Jesucristo nos encomendó a hacer con urgencia, ganar almas para
Cristo. Escuche la siguiente historia para ilustrar esta necesidad de hablar a otros del Salvador.

“A raíz que terminó la segunda guerra mundial, algunos pueblos de Europa quedaron en la ruina total.
En medio de los escombros de las edificaciones deshechas por las bombas, se movían como fantasmas
algunos sobrevivientes, buscando afanosamente algún alimento para saciar su hambre. Al atravesar por
un túnel semidestruido, uno de ellos se halló de pronto ante una bodega llena de deliciosos manjares
muy bien dispuestos y ordenados en una estantería de madera. Seguramente era la bodega de alimentos
de algún residente de aquel pueblo, quien había huido poco antes del bombardeo. Entre sorprendido y
contento, comenzó a comer y comer. Una vez satisfecho, se acostó a descansar y se puso a dialogar
consigo mismo. Aquí tengo comida para mucho tiempo, se dijo, sólo será cuestión de que nadie más
encuentre el túnel por donde yo llegué a esta bodega. Mientras pensaba en como ocultar la entrada del
túnel, le vino un pensamiento: ¿Y la cantidad de gente que está afuera sin un bocado que llevar a la boca?
Se esforzó por sacar este pensamiento de su mente. Total, se decía a sí mismo, la vida es una ruleta, y a
mí me ha tocado ganar esta vez. No tengo por qué preocuparme por los perdedores. Pero su conciencia
no le dejaba en paz. Sabía que estaba siendo egoísta. Sabía que en la bodega había alimento de sobra
para todos los que estaban afuera, y para muchos días. No pudo soportar más el peso de su conciencia, se
levantó de un salto y salió a la calle gritando: ¡Oigan todos! ¡Vengan acá que encontré suficiente alimento
para todos! ¡Vengan! ¡Vengan! ¡Vengan! La voz se corrió en todo el pueblo. En cuestión de minutos,
todos los sobrevivientes estaban deleitándose con esa comida.

Nosotros, los creyentes, somos como aquel hombre que encontró donde saciar su hambre material. - - --
-- Hemos encontrado donde saciar nuestra hambre espiritual.
- Hemos encontrado que en Cristo Jesús tenemos todo para sentirnos satisfechos.
- En él encontramos el camino al cielo, cuando nos hallábamos en el camino al infierno.
- En él encontramos la verdad cuando nos hallábamos convencidos de una mentira.
- En él encontramos la vida cuando estábamos muertos en delitos y pecados.

Las palabras de Jesús cuando dijo: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie al Padre, sino por mí.”,
fueron una dulce melodía a nuestros oídos. Estamos tan satisfechos con lo que Dios ha hecho por
nosotros en Cristo, ¿No es así?

No quiero echar a perder su gozo, pero le pregunto:


¿Y qué de aquellos que como nosotros en el pasado, todavía están en el camino al infierno, todavía están
convencidos de una mentira, y todavía están muertos espiritualmente hablando? Son millones.

Están tan cerca de nosotros. Algunos de ellos son nuestros familiares cercanos, otros son nuestros
amigos, otros son nuestros compañeros de trabajo, otros son nuestros compañeros de estudio, otros son
nuestros vecinos, otros son rostros desconocidos por nosotros, pero muy conocidos para Dios.
Podemos decir que no sabemos cómo compartir con otros la verdad del Evangelio, podemos decir que no
tenemos tiempo, podemos decir que tenemos miedo de ser rechazados, podemos decir que Dios no nos
ha llamado para eso y tantas otras cosas más. Pero todo no será sino meras excusas que esconden el
verdadero motivo.
El verdadero motivo es la indiferencia a las necesidades espirituales de otros.

Debemos imitar el ejemplo del personaje de la historia, debemos salir a las calles, a gritar a todo pulmón:
¡Vengan! ¡Vengan! En Cristo hay salvación, en Cristo hay satisfacción, en Cristo hay seguridad.

Necesitamos anunciar el mensaje de salvación de Dios a otras personas. ¿Por qué debemos hacerlo?

En primer lugar porque es una orden.

Eso fue lo que ordenó nuestro Señor. Mateo 28:18-20


Dios no nos ha salvado solamente para tenernos con él en el cielo. Nos ha salvado también para que
seamos discípulos de Cristo. Como tales, nuestra función es hacer más discípulos de Cristo. El primer paso
para hacer de alguien un discípulo de Cristo es llevarle a los pies de Cristo, para que encuentre en Cristo la
salvación. Esto se consigue testificando de Cristo a toda criatura.

No importa si la persona a quien presentamos a Cristo, no quiera saber nada con recibir a Cristo como
Salvador, Nuestra función no es hacer que otros reciban a Cristo como Salvador. Esto es algo que sólo
Dios puede hacer.

Nuestra función se limita simplemente a anunciar a otros que son pecadores, anunciar a otros que
están en peligro de ir al infierno por ser pecadores, anunciar a otros que Cristo murió en lugar del
pecador y que resucitó de entre los muertos y hoy está sentado a la diestra del Padre ofreciendo
perdón de pecados a todos aquellos que lo reciban como Salvador.

Quien rehúsa recibir a Cristo como Salvador no nos está rechazando a nosotros, sus mensajeros, sino a
Cristo, el autor del mensaje. Así que, debemos hablar de Cristo a otros porque es una orden.

En segundo lugar, debemos hablar de Cristo a otros porque es la única manera que otros puedan saber
que están perdidos y en peligro de ir al infierno.

Algo peor que estar perdido es estar perdido y no saberlo. Esta es la condición de la mayoría de personas
en el mundo. Necesitan desesperadamente que alguien les haga saber que están perdidos.

¿Quién va a hacer este trabajo de anunciar que el pecador está perdido? No son los ángeles. Somos
nosotros los creyentes. Note lo que dice Romanos 10:12-15

Si no hubiera quien anuncie el mensaje de salvación, no habría manera que el pecador sepa que está
perdido y sepa que Cristo murió y resucitó por él.
No habría manera que el pecador sepa que con tan solo creer en Cristo y recibirle como Salvador será
perdonado de su pecado y tendrá la potestad de ser hecho hijo de Dios. Debemos hablar a otros de Cristo
porque es una orden y porque es la única manera de que los pecadores sepan que están en camino a la
condenación eterna.

En tercer lugar, debemos hablar a otros de Cristo, porque Dios ama al pecador y quiere salvarlo.

Romanos 5:8 dice: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo
murió por nosotros.”

Cuánto amará Dios al pecador que para poder salvarlo estuvo dispuesto a pagar el elevado precio de
sacrificar a su único y amado Hijo. Eso es lo que está diciendo este texto. Pero si nosotros los creyentes
nos quedamos callados en cuanto a lo que Dios ha hecho por el pecador, estaríamos, en un sentido,
despreciando esa obra maravillosa de amor que Dios hizo a favor del pecador.

La voluntad de Dios es salvar al pecador. 2 Pedro 3:9 dice: “El Señor no retarda su promesa, según
algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno
perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.”

Para que esta voluntad de Dios se cumpla, él tuvo que ver a su Hijo unigénito muriendo en la cruz del
Calvario. Si nuestra boca se calla y no anuncia esta obra de Dios, es como si no reconociéramos su
trascendencia. Nuestro deber es, por tanto,hablar a otros acerca de Cristo.

Si Usted es creyente, ¿está compartiendo su fe con otros? O a lo mejor, es como muchos creyentes en el
mundo que cual agentes secretos ocultan su identidad espiritual como hijos de Dios.
Esto no puede ser así. Dios no quiere agentes secretos en el mundo. Debemos identificarnos como hijos
de Dios y debemos hablar de Cristo a otros con denuedo.

Que triste será llegar al cielo sin haber llevado ni una sola alma a los pies de Jesucristo.
¿No le gustaría que su tesoro en el cielo fueran las almas de quien ha alcanzado para Cristo?

Había un hombre en su lecho de muerte en el hospital y le dice estas palabras a su pastor quien le había
ido a visitar:
Pastor, soy salvo y sé que voy a ir al cielo, no tengo ningún miedo de morir, pero si tengo mucha
vergüenza porque no he sido un ganador de almas.

Recuerde que un dia estaremos en el Tribunal de Cristo y recibiremos una corona de gozo por cada alma
que Dios nos dio el privilegio de llevar a los pies de Cristo.
Sin nunguna duda, ese será nuestro mayor gozo.

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