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Auge y caída del Koki: el delincuente surgido de las Zonas de Paz que

murió intentando recuperar su poder 


 
A las 12:20 pm de este martes 8 de febrero ingresaba el cuerpo de Carlos
Luis Revette, alias El Koki, a la morgue de Bello Monte, en Caracas. Sin
escoltas y en una camioneta negra fue trasladado el cadáver, cerrando así el
último capítulo de la historia de uno de los delincuentes más buscados del
país.

El antisocial resultó abatido en el sector La Arenera de Tejerías, estado


Aragua, durante un operativo conjunto de fuerzas de seguridad denominado
Indio Guaicaipuro II.

Aunque se presumía que, desde hacía seis meses, el hampón se escondía en


Colombia, el pasado domingo se pudo conocer que se encontraba en
territorio nacional y había sido cercado por fuerzas policiales, junto a otros
líderes negativos que usaban la zona aragüeña como refugio.

 
Control y poder de fuego
Por Revette, de 44 años, se pedía una recompensa de 500 mil dólares desde
mediados de 2021.

El miércoles 7 de julio del año pasado se inició lo que parecía una más de
las recurrentes balaceras que mantenían en zozobra a la población de la
Cota 905, La Vega y El Paraíso, al suroeste de la capital. Sin embargo, se
trataba del comienzo del fin de Revette.

Durante 48 horas -hasta el viernes 9 de julio- se mantuvo un desmedido


intercambio de disparos. Alrededor de 3 mil 100 funcionarios armados
lograron controlar los sectores que se encontraban bajo el dominio de la
megabanda en la zona.

Fueron allanadas instalaciones, viviendas, garitas, puntos de observación e,


incluso, un área de fiesta conocida como La Gallera, que eran controlados
por el Koki, el Vampi y el Garbis, los cabecillas de las agrupaciones
criminales que se entronizaban en la parte alta de la montaña que divide la
zona sur y norte de la ciudad.

Los líderes negativos lograron escapar, pero el choque dejó ese día, según
cifras oficiales, 26 decesos -22 antisociales y cuatro efectivos. Sobre el
cemento de algunas de las calles que recorren los barrios de la Cota 905
quedaron regados centenares de casquillos, testimonio de la intensidad de
la refriega.

En manos de El Koki y los otros delincuentes se hallaba un poder de fuego


más apropiado para un batallón de guerra. Este fue incautado. El balance de
las armas y municiones incluyó, entre muchas otras, 26 fusiles de distintos
modelos, cuatro subametralladoras, seis pistolas, un lanzacohetes calibre 84
mm, dos lanzacohetes antitanque y un fusil Barret .50 provisto de mira
telescópica -un sofisticado instrumento bélico, con un alcance de 2 mil
metros, con 70 balas por minuto.

Con un arsenal tan sofisticado y un dominio territorial erigido desde la


impunidad no quedaba duda de que el afianzamiento de los llamados
líderes de las megabandas había llevado años en madurar y articularse. 
Surgimiento y división de territorios
El ascenso del Koki en el país puede rastrearse desde comienzos de la
década pasada, cuando el gobierno de Nicolás Maduro implementó
políticas que dieron carta blanca a la actuación y ocupación territorial de
las megabandas a través de las llamadas Zonas de Paz.
Este plan fue impulsado desde 2013 por el entonces viceministro para la
Seguridad Ciudadana, José Vicente Rangel Ávalos, y buscaba establecer
pactos en territorios más afectados por la delincuencia en el país. En ellos,
los cuerpos de seguridad se comprometían a no actuar y mantenerse
alejados a cambio de que los irregulares disminuyeran la violencia y se
incorporasen a la vida social.

Sin embargo, los índices delictivos continuaron en ascenso y en 2015 los


tratados de paz se suspendieron.  El Gobierno implementó por primera vez
en la Cota 905, la Operación de Liberación al Pueblo (OLP), que fue
denunciada por violar derechos humanos y aplicar ejecuciones
extrajudiciales.

Para agosto de 2017, Delcy Rodríguez, entonces presidenta de la Asamblea


Nacional Constituyente (ANC); Jorge Rodríguez, en su condición de
alcalde de Caracas, y el ministro para la Juventud y el Deporte, Pedro
Infante, retomaron las negociaciones de paz, lo que llevó –según relatan
habitantes de la zona- , a que las bandas tomaran de nuevo el control de la
Cota 905.

En este contexto se afiazaron figuras que exhibían con arrogancia su


poderío y dominio en varios territorios del suroeste: la Cota 905 quedó en
manos de Carlos Calderón, alias Vampi –fundador y líder de la
organización criminal-, Carlos Luis Revette, alias el Koki; y Garbis Ochoa
Ruiz, alias el Garbis. En la parte alta de La Vega actuaba la banda de Jofren
Javier Guédez Bullones, alias Mayeya; mientras que en El Valle, los
irregulares estaban comandados por Leonardo José Angulo, alias el Loco
Leo.  
Sin control
Con los años, Revette fue ganando poder de facto a medida que acumulaba
armamento de guerra, unificando bandas y consolidando una economía
criminal. También buscó mayor influencia social en la Cota 905,
convirtiéndose en una suerte de benefactor, todo ello unido al supuesto
rechazo que tenía la comunidad hacia ciertas acciones policiales.
El 10 de enero de 2021 surgieron denuncias sobre violencia
desproporcionada, especialmente de parte de agentes de las Fuerzas de
Acciones Especiales (FAES), lo que habría cobrado la vida de hasta 24
habitantes de La Vega.

Y es que la historia había tomó un nuevo giro a finales de 2020 y


comienzos de 2021, cuando la megabanda del Vampi y el Koki decidió
ampliar su área de influencia para ganar más rentas en el microtráfico de
drogas, extorsión y otras actividades delictivas.
Fuentes extraoficiales y vecinos aseguraron a El Tiempo en aquel
momento que el aumento de los enfrentamientos se debió a los intentos de
la agrupación de hampones de expandirse hacia la parte baja de La Vega,
algo que el Gobierno decidió no permitir por no estar inscrita en las Zonas
de Paz.

La violencia fue en ascenso con intercambios armados cada vez más fuertes
y peligrosos para los vecinos.

En los primeros cuatro meses de 2021 se registraron, al menos, cinco


tiroteos de intensa duración (los más cortos eran más frecuentes) con la
banda del Koki -y otros líderes como el Vampi y el Garbis.

Uno de estos choques ocurrió el 19 de marzo luego de que un grupo de 30


hombres armados ocupara las entradas de la Cota 905 y tratará de tomar un
comando de la Guardia Nacional.

Durante esta incursión falleció Daisy Rivas, una mujer de 55 años que se
hallaba en su apartamento de las residencias City Park, en la avenida Páez
de El Paraíso. Recibió el impacto de una bala perdida.

El 22 de abril, seis miembros de la banda emboscaron a funcionarios del


Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc)
que se desplazaban en dos unidades por la autopista Norte-Sur, a la altura
de El Cementerio.

Días después, el 26 de abril, en horas de la tarde, se registraba un nuevo


enfrentamiento. Aunque algunos pobladores se resistían a acostumbrarse,
otros comenzaban a verlo como algo común.

Los disparos, que provenían desde la parte alta de La Vega, parecían tener
como objetivo a los efectivos policiales que se encontraban en un módulo
cercano.

Horas antes, la mañana de ese mismo 26 de abril, el director del Cicpc,


Douglas Rico, anunciaba que se estaban llevando a cabo conversaciones
con las organizaciones criminales que operaban en la Cota 905 para que
depusieran la hostilidad que se había acentuado desde finales de diciembre
de 2020.

Rico dijo que “conversar” era la mejor forma de llegar a los objetivos “en
sana paz”. “Nuestro gobierno es un gobierno de paz. El diálogo, las
conversaciones, las negociaciones son la mejor manera de conseguir la
paz”, dijo Rico durante el programa Cicpc al Día, que se transmite
vía streaming. 

El anuncio fue rechazado por muchos usuarios de las redes sociales, que
cuestionaban la tibieza y falta de acciones de fuerza contundentes contra
los irregulares.

El sábado 12 de junio, tras el despliegue realizado para recuperar La Vega,


la para la época ministra de Relaciones Interiores, Carmen Meléndez, dio a
conocer la detención de 38 personas y la incautación de varias armas de
fuego. Con ello, el Gobierno aseguraba tener el control de la zona, tomando
trincheras y garitas que estaban en manos de las bandas de la Cota 905.

Sin embargo, tuvo que pasar un mes para que efectivamente el Koki y otros
líderes negativos fueran desplazados definitivamente. 
Regresar para morir
Lo que comenzó el 7 de julio fue el intercambio de plomo con armas de
fuego de alto calibre más intenso que se había registrado hasta entonces.
Los antisociales al mando del Koki, el Garbis y el Vampi, no sólo
dispararon desde la parte alta de los cerros, como en otras oportunidades,
sino que también llegaron a transitar calles, avenidas y autopistas con
fusiles de asalto.
Según señalaron fuentes extraoficiales, las acciones violentas se desataron
como una forma de represalia luego de que Leonardo José Angulo,
conocido como el Loco Leo, quien controla la zona de El Valle, resultara
herido en las piernas durante un choque con agentes policiales en el barrio
70, en la parte alta de la parroquia.
Esto recibió la respuesta de los antisociales, que bajaron hasta el Boulevard
del Cementerio, la plaza Madariaga de El Paraíso, la intersección en la
avenida Nueva Granada y la avenida Victoria, entre otras zonas, generando
zozobra en la población.

Luego de las 10:00 pm, se confirmaban, al menos, cuatro fallecidos y más


de 10 heridos que fueron trasladados a hospitales.

El caos y el temor se apoderaron de las calles por dos días, en medio de


ráfagas incesantes. Ya para el viernes en horas de la tarde, el Koki había
logrado escapar.

Aunque muchos apostaban a que permanecía escondido en Colombia,


había regresado a Venezuela y su intento de recuperar el dominio territorial
y el poder fue frustrado seis meses después. Y esta vez, rápidamente, sin
prerrogativas ni concesiones. 

Rodolfo Baptista
 
LEYENDAS 
Del 7 al 9 de julio de 2021 se registró el último enfrentamiento del Koki en
Caracas. A partir de ese hecho se dio a la fuga / Foto: Archivo 
 
El cuerpo sin vida del Koki fue trasladado a la morgue de Bello Monte, en
Caracas, este martes 8 / Foto: Twitter 
 
El Koki llegó a tener un extenso control territorial en el suroeste de Caracas
y un poder de fuego más apropiado para un batallón de guerra / Foto:
Archivo 

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