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FRANZ TAMAYO OBRA ESCOGIDA PROLOGO LOS ORIGENES Ex Unico testimonio hasta ahora conocido sobre los origenes de la familia Tamayo, lo ofrece el propio Franz, en unas pocas lineas dedicadas a defen- der fa nobleza de sangte india de sus antecesores, Nos entcramos asi que los Tamayo provienen del Peni, aunque no se sabe cuando y por qué circuns- tancias Meg6 el primer Tamayo a Bolivia. De sus tatarabuelos dice Franz en el opusculo Para siempre: “Fueron caciques (Iéase principes indios} ennoblecidos con nobleza espafiola por el emaperador Carlos V en el siglo XVI. Mi padre, muy joven y en la casa paterna, tuvo en sus manos el expediente nobiliario en cuya cubierta estaba delineada [a mano del monarca. Los Tamayo de Ja rama peruana deben consetvar ese expediente. Somos marqueses de Villa Her- mosa de San José en Moquegua. En la Biblioteca Municipal de La Paz existe un nobiliario del Peri colonial, impreso en Lima, a manera de becerro tumbo, donde estén Ias pragméticas y privilegios de mi familia. Somos pues sangre india ennoblecida por Espaiia”. Isaac Tamayo Sanjinés, padre de Franz, se recibié de abogado en La Paz, yen el gobierno de Melgarejo fue oficial mayor del ministerio y dipurado por su ciudad natal a la Constituyenze de 1868. En 1892 ocupé las fun- ciones de ministro de Hacienda del gobierno Arce. Cayé del poder con su partido, cl conservador, a talz de fa Hamada revolucién “federal”, cuyo nico resultado tangible fue el traslado de la sede del gobierno, de Sucre a La Paz, en 1900, A partir de esa fecha no actué mds en polftica ni ocupd funcidn piiblica alguna. Fallecié el 8 de agosto de 1914. Poco tiempo antes habfa publicado un extrafio libro, Habla Melgarejo, firmado bajo el seu- dénimo de Thajmera, que es no solamente una defensa del gobierno del crpula taratefio, sino un compendio de las ideas que el propio Tamayo tenia sobre diversos aspectos de la vida nacional, desde Ja importancia de valo- IX rizar al indio aymara, como niicleo fundamental de la nacionalidad —lo que para esa época y dado el rampante racismo anti-indigenista que profe- saban las clases dominantes, constitufa una herejia—, hasta cuestiones de economia, agricultura, industria, educacién, reorganizacién de Ja banca, etc. Cuatro aiios antes habian aparecido en El Diario los famosos 55 editoriales que constituirfan, en forma de libro, La creaciéa de la pedagogta nacional, de manera que no puede decirse que Jas ideas contenidas en esta obra tenfan como origen aquéllas plasmadas en la obra de Thajmara. Pero es indudable la profunda influencia de Isaac sobre Franz, a quien prefirié siempre entre sus cinco hijos, no escatimando esfuerzo alguno para su formacién, desde temptana edad. Abundaron en la infancia de Franz los ptofesores privados contratados por su padre, y el nifo acompaiié a su progenitor en dos viajes por América y otro por Europa. Posteriormente pudo retornar al viejo mundo, gracias al sostén econémico de su progenitor. Padre e hijo debieron sostener largas charlas, en el hogar, en las horas interminables, en los carruajes que los acercaban a la costa, 0 apoyados en la borda de los barcos, contemplando el fascinante y sobrecogedor paisaje ocednico. En esas charlas, en el contacto doméstico con los siervos indigenas de las propiedades de su padre, y mucho mas, en la relacién intima con su madre, Franz afirm6 su admiracién y orgullo por su sangre aymaré. En ef libro de Thajmara se encuentra en sintesis la ideologfa nativista que Franz Hevarfa a sus extremos, en prosa maciza y fulgurante, en la Creacién de la pedagogia nacional. Se habla en Bolivia de una “‘generacién del 80”, en la que sobresalieron Gabriel René Morena, Mariano Baptista, Nataniel Aguirre, Santiago Vaca Guzmda, Ricardo Terrazas, Julio Lucas Jaimes ¢ Isaac Tamayo. Pero el apelativo tiene més que ver con la cronologla de sus nacimientos y actua- ciones, particularmente después de la guerra del Pacifico, que con una defi- nida comunidad de accién o de ideales, pues fucron petsonalidades de ac- tuacién individvalista © ideologias divergentes. Algunos como René Moreno, ‘Tertazas o Vaca Guamén, vivieron permanentemente en el exiranjero. En todo caso, coincidieron todos en ocuparse apasionadamente de Bolivia, des- entrafiar sus dificultades y ofrecer formulas de recuperacién nacional, luego del cercenamiento del litoral. En el ensayo que dedic6 2 Isaac Tamayo y su obra, Roberto Prudencio anota acertadamente que el padre de Franz “en nuestra historia ha de cobrar siempre un relieve singular por la extraia modalidad de su persona. Hombre solitario y arrogante, no disimulaba su desdén por Ja sociedad pacata y provinciana de su tiempo. Espiritu profun- do y cultivado hufa del convencionalismo y del lugar conmin, y se aislaba para mejor conocer y juzgar a los hombres. Fue el primero que comprendié el valor de lo autéctono y el primero que sospeché que en el indio estaba la realidad profunda de Bolivia. No tuvo repato en decir, aunque sus palabras sonaron por entonces a blasfemias, que Bolivia era un pais de indios y como a pais de indios habia que comprenderlo y encararlo... Comprendié que x toda la vida boliviana de su épaca eta inauténtica; que la frivolidad del arte, Ja insubstancialidad del pensamiento y la anarqufa politico-social procedfan de que el fundamento de ese mundo era falso y mendaz. Que el barniz ¢uropeo ocultaba lo auténticamente boliviano, la realidad misma de nuestro pais, que yacia en lo profunde y sin cuya posesién jamas podriamos llegar a su verdad. Comprendié que Io auténtico de Bolivia no eran unos cuantos caballe- retes que hablaban de Paris, vest(an de frac y chistera y lucfan por la Alameda el puiio de oro de su bast6n; que lo auténtico, lo verdaderamente auténtico de Bolivia era el indio y el cholo, la carne de nuestra nacionalidad siempre vigo- rosamente creadora, aunque siempre desdefiada e incomprendida”.* Decfa Isaac haciendo hablar al espiritu de Melgarejo: “El porvenir de Bolivia, su futura gloria, su segura geandeza, consisten en que es una nacién poblada de Ja raza més enérgica, mds fuerte, mds sobria, mds batalladora, més apta para la civilizacién y més facil pata asimilarse los grandes conoci- mientos del progreso humano. El indio, sea que lo encontréis haraposo € inculto, en los campos o en las selvas, sea que lo encontréis en mangas de camisa en los talleres de la ciudad, bajo el nombre de artesano, sea que lo admitéis en el bufete del abogado, en el escritotio del banquero, en el mos- trador del comerciante, o en las oficinas de la administracién, es el mismo indio que consttuyé Tiahuanaco, el mismo que formé la mds rica, la mas noble, la mds expresiva, la mas portentosa lengua, cl aymard, lengua madre de todas las lenguas vivas y muertas”. Al combatir el espiritu de imitacién y Ja rampante francofilia entonces en boga, aiiadia: “Contentaos con ser lo que sois; no aspiréis a afrancesaros, a imitar cualquier otra nacién, europea o americana, que haya avanzado mds que vosotros, en el camino de la vida”. “Huid de esa monotonia reinante en Sudamérica, de disfrazaros con las costumbres, con los habits, con el modo de ser de otros pueblos: seguid siendo indios, como a cada paso os lo recuerdan vuestros vecinos, sin tener en cuenta que ellos son tan indios como vosotros, 0 acaso indios bastardeados porque los ha invadido el hibridismo, seguid siendo indios pero apropiaos de cuanto Ja civilizacién ha creado hasta ef presente: usufructuad el trabajo, el ingenio de todas las naciones, de todas las razas, de todos los tiempos, sin avetgonzatos de yuestra noble y sublime cuna india y antes de ejercer la misién de reivindicacién y resurgimiento de esas enormes masas indias que pueblan wuestros Hanos y vuestras selvas, volved vosotros mismos los diri- gentes, los intelectuales, los guiadores de 1a opinién, volved a ser indios”. Isaac pone mas adelante en manos de Melgarejo una idea cata a los Tamayo: “Imitad al Japén, os lo he dicho en alguna otra parte y os lo repito hoy: asf como el Japén ha asimilado toda Ja ciencia, todo el arte, toda la industria mundial, haciendo del progreso universal, Ja industria, cl arte, la ciencia japonesa, sin dejar de ser japoneses, ni por un solo instante; hacedlo sin dejar de ser aymards”. 2 Roberto Prudencio, Ensayos Literarios, Fuadacién Ballivién, La Paz, 1977 xI De la madre, Felicidad Solares, nada se sabe, salvo la pureza de su sangre india, eAcompané alguna vez a su esposo, en sus viajes al exterior? ¢Influy6 de alguna manera en la formacidn de sus hijos, més allé del solicito cuidado y ternura con que los rodeé en la infancia? 2Fue ella la que, con sus plticas en la lengua de sus mayores, convencié a Franz de la antigiiedad superior y el portento de fa lengua aymard? No lo sabemos. Queda tan sélo el conmovido homenaje filial que le dedicara Franz en el documento de respuesta a Diez de Medina: “Me recojo un instante. Pies para siempre helados de mi Madre en la tumba, desde aqui os estoy besando y de rodillas!” “Por la linea materna en mi raza y en mi sangte no hay bislochaje. Todas las virtudes de la antigua mujer americana, aureoladas ya por Ja luz del cristianismo, tesplandecen sobre la india sobetbia que eta mi madre. Nada de birlochaje anfibio, dudoso y delicuescente. El ejemplat humano hecho como de un martillazo por la naturaleza genial y demonial, integro, totali- tario, petfecto. En mi madre por ningtn lado aparece el mestizo, el hibrido ni la mula. Sobre la frente de mi madre resplandece aquella misma majestad no de siglos sino de milenios que sobrecoge a todos cuantos contemplan por un instante Palenque o Tiahuanaco... y yo el hombre difamado de siem- pre, al contemplar el flujo milenario de las sangres me pregunto como en suefios: gcudntos de mis abuelos auténticos fueron los arquitectos de Hui- fiaymarca, la ciudad eterna, o cugntos los Ramses o Sesostris del gigantesco imperio, quiero decir los Tamayo de hace cuatro mil afios?” ¥ aqui una vez y para siempre: “en mis venas y gracias a mi madre, no hay una gota de birlochaje putrefacto”. Convendrd aclarar el sentido que da Tamayo a la palabra dirlochaje, pro- veniente, en el hablar popular, de Birlocha, muchacha nacida del cruce de la chola y el caballero, que ya ha abandonado la pollera por el vestido occiden- tal. Tiene, ha tenido siempre un matiz peyorativo, Temayo atribuye a Enrique Finot la invencidn del término, y afiade que un set asi presenta “todas las pobrezas y fragilidades que inferiorizan a ta raza, asi en lo social como en lo familiar”. Tsaac Tamayo, superior a sus compafieros de circulo politico por su versacién en asuntos hacendarios y su cultura humanistica, cra, también, Jo mds representativo de la clase terrateniente pacefia, como propietario de Jatifundios en Ja altiplanicie, Alejado de toda actividad politica desde la cafda def conservadorismo, al parecer concentré todo su interés en la educacién de su primogénito, levdndolo primero a sus misiones diplomdticas en Paraguay y Brasil, y luego particularmente a Europa. Como colaborador de Melgarejo, no seria extrafio que se hubiese bene- ficiado, como hicieron tantos validos del régimen, de la ley de 28 de septiem- bre de 1868 que establecié Ja reversién al Estado de Jas tierras de comunidad, x de Jos indigenas, para su subasta ptiblica. De ese decreto atrancaron muchas nuevas fortunas. EL hecho es que la familia Tamayo posefa, a principios de siglo, por lo inenos cuatro propiedades: Coniri, Yaurichambi, Chacoma, con 200 colonos y varios miles de cabezas de ganado, y Quena-Amaya, quiz4 la mds extensa, de 200.000 hectdreas. Quena-Amaya tenfa una espaciosa casa de hacienda, con pisos de madera, lo que era insdlito en el medio, una iglesia grande con sicos ornamentos y armonio. La casa de hacienda posefa piano y biblioteca. El autor preferido de Franz en los afios de transicién de la nifiez a la adoles- cencia fue Victor Hugo, al que lefa, naturalmente, en francés. Afios después reconocerfa esa deuda: Fue of anor do su gloria toda mi infancia, ¥ en las soledades de Quena-Amaya, subiendo y bajando cerros y con la visién permanente de Ia cordillera nevada, se consubstanciaria de tal modo con el paisaje que llegarfa a exclamar: Montes graves, graniticas bacanas, como innévil galope de montahas! No pasartis aunqua la terra pase! Yo 05 Heve para siempre en mis entraiias! Los primeros afios, pasados entre la casa solariega de la ciudad y las visitas a las ptopiedades rutales, y con sus hermanos y hermanas como com- pafieros de juego, son para Franz de una felicidad sin contratiempos. Atin no tiene idea de que en Bolivia hay discrimineciones por el color de la piel y tampoco percibe que nada hay més denigrante en el vocabulario corriente que el calificativo de “indio”. Los dias transcurren apacibles y serenos, entre Is amorosa preocupacién y carifo de la madre, y la tutela exigente del padre: Porque en rosas y miel se abrié mi cine mintié. sontisa ezerna le fortune Todo se mudé al fin, como se muden la onda, ef vienso, la’ mujer, la luna. En Quena-Amaya, Tamayo escribié su obra primigenia Odes, en 1895. Segin los recuerdas de su hermana menor, la Sta. Adriana Tamayo de Guerrero, Tamayo, que no asistié a la escuela més de dos meses, recibla clases privadas de humanidades, de piano, de alemén, de latin y de francés, gue le enseiieba su padre. Tenia una enorme capacided asimilativa, La ropa XH que usaba e] nifio, segin recuctda su hermana, era importada de Holanda y a Issac le agradaba que sus hijos lucieran impecables, En la ciudad, Isaac asistfa todos los dias a misa, a las 6 de Ja mafiana, pero no logrd nunca que Jo acompafiara su hijo Franz, En su segundo viaje a Europa, Franz conoce en Londres a la joven fran cesa Blanca Bouyon, con la que contrae matrimonio en esa ciudad, sin ef consentimiento paterno, y la pareja vive unos afios en Europa. A su retorno a Bolivia, conviven unos cinco afios mas y la unién se disuelve con 1a partida de Blanca al viejo mundo. Tienen dos hijas: Blanca, fallecida muy temprana- mente, y Anita, que vivid hasta los 11 afios de edad. La madre y las hermanas de Tamayo acogen con afecto a la cufiada europea y tratan de hacerle fa vida Tevadera, ¢Fue Blanca la inspiradora de la ‘Balada de Claribel'? Tamayo nunca reveld el secreto y con los afios tuvo incluso a menos a esta gema de la lirica hispanoamericana. Diffcil imaginar el sacudén que debié sentir una joven francesa arrancada del Paris de la “belle époque”, al llegar como tesidente a la hoya pacefia, a fines de la primera década del siglo, para incorporarse al seno de una fa- milia “excénirica” aun pata los cdnones andinos, en la que el padre de su esposo mosttaba soberano desprecio por la sociedad y la madre no aparecia punca. Por entonces la ciudad no contaba con mds de 35.000 habitantes, la ma- yoria indigenas y mestizos. Los primeros vestian camisas y pantalones de gtuesa bayeta de fa tierra ¢ iban enfundados en ponchos y Muchas pata pro- tegerse del frio, mientras sus compafieras tambi¢n iban abrigadas con mantes y largas polleras de manufactura casera. Los cholos habian adoptado el traje “occidental”, con el infaltable chaleco, a fa usanza de los caballeras. Pocos afios atrés se habia producido, después de cruenta revolucién en la que participaron activa y decisivamente los indios aymarés de la altiplanicie, el traslado de la capital de Sucre a La Paz, y ese cambio represent no sola. mente la declinacién de la vieja oligarquia surefia de “la plata perulera” como dijera el esctitor espafiol Ciro Bayo, sino el surgimiento de la era del estafio. La preponderancia del Norte sobre el resto del pais dio a La Paz un formidable impulso, como cabecera de una nacidn inarticulada todavia y a fa que esperaban tettibies pruebas. El acceso por Buenos Aires o por el puerto boliviano de Antofagasta o el puerto peruano de Arica, por entonces ya en manos chilenas, después del descalabro de 1879 en que ambos pajses perdicroa la guerra, s¢ hacia en fatgas y agotadoras jornadas de hasta dos semanas a lomo de mula. La via inds facil resultaba entonces le que, de los puertos peruanos, bajaba hasta ef xIV Lago Titicaca, de dominio comin de ambos paises. Del lado peruano partia regularmente la nave boliviana “Choya”, fabricada en los astilleros de Glasgow ¢ internada, por piezas, a los Andes a tomo de mula. Los viajetos disponfan de algunos camrotes para pasar la noche de travesia por cl Lago Sagrado. Al dia siguiente desembarcaban en el puerto boliviano de Chililaya, donde no encontraban més que los rostros cobtizos de los ayma- rs cuyo origen se perdia més allé de la colonia espafiola, del imperio incaico, de los reinos collas, m4s alld de Tiwanacu, en Ja noche mitica de los tiempos. Los sirvientes indigenas cargaban entonces el equipaje de los sorprendi- dos viajetos, 2 sus espaldas, amarrdndolos en sus ponchos, y se ditigian al ferrocatzil 0 a birlochos, catruajes ligetos de cuatro ruedas, tirados por cua- tro mulas, que hacian el servicio regular de diligencia a la capital, A poca distancia de Chililaya, uno de los dioses tutelares de !a tierra, el sobrecogedor Illampu con sus sieves eternas, salfa al paso de los viajeros, en el fondo del paisaje, llendndolos de pasmo y admiracién. El viaje se prolongaba por toda una jotnada, a galope tendido y con cambio de bestias cada tres horas. Ciento veinte kilémetros después los viajeros podian ver, al fondo de fa quebrada y desde la ceja del Alto, ef pequefio burgo que se atremolinaba a los pies del Illimani. Solamente el centro de la ciudad, que se extendia en torno a la Plaza Murillo por unas pocas cuadtas, lucia desnudo de vegetacion, pero las chacras aledafias y sobre todo la regién de Miraflores, hacia honor a su nombre: bosques y florestas alegtaban Ja vista y en los huertos se encontraba variedad de drboles frutales. La Paz se hallaba dividida en parroquias: del Sagratio, de la Merced, San Pedro, Buen Pastor, y el limite urbano, en el curso que seguia de bajada ef ro Choqueyapu que pasaba pat en medio de la ciudad, eta la Alameda, hoy avenida 16 de Julio. Més alld se encontraban las haciendas de San Jorge y de Rosasani. También los antiguos Obrajes de la colonia habian sido parce- lados en pocas haciendas. Las que hoy son avenidas Pando, América y Mon- tes, todavfa eran terrenos anegados por ef 1f0 y alli se hallaba el Cenizal de la Pactencia, que también hacia honor 2 su nombre pues frecuentemente, en la bajada del Alto, los dirlochos quedaban atascedos y habia que dupli- car esfuerzos y atmarse de paciencia hasta que los sitvientes indigenas y las suftidas mulas pusieran otra vez en movimiento a los vehiculos. Los birlochos podian llegar, attavesando la calle Comercio, hasta el cen- tro mismo de la ciudad: Ja Plaza Murillo, y en efecto, a la puerta del Gnico hotel que podia ostentar ese nombte sin ruborizarse: el Guibert, situado en Ja esquina misma de [a Plaza. Alli, cosa increible, el viajeto podia incluso tomarse un bafio de agua caliente, ventaja que aprovechaban cumplidamen- te las novias pacefias de familias acomodadas que pasaban en é! Ja primera noche de Ja luna de miel, antes de partir al campo, a alguna hacienda préxima, . Era acentuado el prejuicio contra los dafios que podia causar el bafio a esas alturas: cuando el célebre explorador inglés Fawcet visité en el Palacio Quemado al presidente Montes, éste le aconscjé que no se bafiara mientras estuviese en [a ciudad pues podia contraer una pulmonia. Unas pocas tiendas, con artfculos europeos, alegraban a las sefioras de sociedad. Alli, siguiendo los consejos de los catélogos de los grandes almace- nes de Paris, Londres y Berlin, hacfan sus pedidos de vestidos y sombreros, que les llegaban seis meses ms tarde por ta via del Pacifico. Debido a Jos pronunciades declives del terreno, eran pocas las calles por Jas que podian circular carruajes. El sitio preferido de paseo era naturalmente Ja Alameda arbolada, a donde se concurria a pie o en carruajes pequefios o sulkis tirados por un caballo o una mula. También hacian su aparicién algunas bicicletas (la primera de fas cuales Iegé a La Pax en 1896 causando gran alboroto) € incluso unos pocos automéviles (el primero habla sido impor- tado por el arquedlogo Atturo Posnanski en 1904), ¢Cémo reacciond Blanca ante esa suerte de Tibet sudamericano que era a Bolivia de principios de siglo? Qué impresién le produjo la pequetia sociedad pacefia en Ja que convivian, como ce la Rusia de los zares, siervos y hacendados? ¢Qué pensé ante el espectéculo de las madres indias que despiojaban a sus parvulos levandose los insectos a le boca cual si fueran contites? ¢Con qué distraia su tiempo mientras el marido —a la usanza del pais— pasaba las veladas con sus amigos hablando de literatura o politica, © viajaba al campo a vigilar el trabajo de los colonos? Quizé lo acompaiiaba alguna vez a las propicdades que tenfa la familia, donde, en un ambiente mucho més primitive y desolado, encontrarfa algin parecido con Jas instituciones que existfan en la Francia anterior a 1798 y sobre las que habria escuchado alguna leccién en sus afios escolates. En esas propiedades, el joven intelectual Hegado de Europa asumia el cardcter que de él se esperaba: el de hijo de don Isaac, tercateniente culto y progresista, pero beneficiario también de un sistema injusto que parecia inconmovible. Los nifios indios con los que Franz habia compartide juegos en la infancia, ahora.eran sus colonos y las distancias se mantenian aunque existiese pater- nalismo de una parte y catifio sincero de la otra. Un viajero inglés, escalador de montafias, que se atrevid a desafiar al Milimani, Sir Martin Conway, en su libro de recuerdos * ofrece una imagen de primera mano de lo que era una finca en este pais. Le recuerda un sefiorio medieval inglés. La tierra pertencce al propietario y los indios viven apega- dos a ella, “pero el dominio de los propietarios est4 sujeto a una multitud de derechos de posesidn por parte de los indios. Ellos cultivan las tiertas de dominio, el patrén provee la semilla necesaria; cada indio, en retribucién por su labor recibe anualmente cierta cantidad de tierra para su propio uso. En Ia finca, el indio debe realizar tareas para su propictario o pata el represen. 2 Sir Martin Conway, Climbing and Exploration in the Bolivian Andes. Harper ‘and Brothers Publishers, New York and London, 1901. XVI tante de él, lo que Je esta prohibido hacer para ningtin otra... Por supuesto, fuera de la tierra, un indio esté condenado a morirse prdcticamente de ham- bre, asi como estd sujeto a la misericordia del propietario de Ia finca. Por otro lado, el propietario depende de los indios para cl trabajo; si algunos fueran echados, la propiedad se desvalorizaria... el dnico sistema de agri- cultura que los indios entienden es el sistema prehistérico de sus antecesores y creo que ¢s précticamente imposible introducit métodos de mejoramiento porgue los nativos son intensamente conservadores”. Poco se sabe de esta etapa de la vida de Tamayo: desorientado ante los caminos que se Je abren, estudia medicina, instala una tienda de ropa y ob- jetos de arte, escribe en los periédicas, administra las propiedades paternas, se sumerge en el idioma aymard que dominaba desde su infancia, realizando la traduecién de la Grantdtica del profesor Middendorf. Algo hace sin embargo para distraer a su esposa francesa: los dias do- mingos institucionaliza la tertulia con los cdnsules de Francia e Inglaterra, en la casa que ocupa Ia joven pateja en Ja calle Alameda. No obstante, dadas las circunstancias, las culturas diferentes y, sobre todo, la muerte de la primogénita, el rompimiento resultaba inevitable. Pero Blanca conservé siempre a Ja distancia carifio y admiracién por Tamayo. Y quizd pensando en ella, algunos afios después, Franz pondrfa estos versos en labios de Psiquis: Dolor, dolor, dolor! eConoces ef dogat gue anuda las gargentas que sa dicen adiés? Y of silencio sin lagrimas com que se entierra un sueiio monerta en el coraxén? Tremor do despedidas, verano qus se perie, valle que se -mucre ya! Mustias sombras errantes de las mslancolbers fanerales tambores de lo: ototies pélidos! Cropiiscalos swpromos! Tristena de tristeras! Decidnas la congosa de an meno que se entierra mnerto en ei corezén! Tamayo cuenta 31 afios de edad en 1910, cuando escribe sus editoriales sobre los males de la educacién en Bolivia y la nueva pedagogta que propugna para el pais. XVII Por entonces conoce a Luisa Galindo y se enamora de ella. La pareja se une sin necesidad de requeri: ningtin documento al registro civil y menos ala Iglesia catdlica. Es el puro y simple amor que Lena el corazén de gozo y fecunda con su limo el rio de la estitpe humana. La familia de Tamayo —ma- dre y hetmanos— se oponen a la alianza y seré Luisa, con su abnegacién y dulzura, la que asegure para siempre una unidn que parecfa precaria. Una muchacha como ella pudo inspirar el “Romance aymard”: Qué sabor tiene ol perfume gue exkala tn obscure tex! Coma tna flor so consumo mi heso en 1 obscura ten Qué tibio imdn invencible entuelve tu obscura tea? —Una vibora invisible vintid se magia en tu sez! Detmayan en pleno vualo las aves si ofen tm vo7, Dulce enenenada anhelo Ja muerte jluge on in vos. Qué caricia aborrecible rompe en cristales tn vox? —Una vibora invisible canta ardorosa on tn vor! Amor tu cadera enatet y vierte on fiebse on sil Como en mecedora barca wi afin apareia en si! Qué sortilegio terrible sacude iu cherpo asi? —Uns vtbora invisible baila enioquecida en Uf Ese es, para Tamayo, el tiempo del impulso fecundo y de los grandes proyectos: funda un partido y des periddicos, publica folletos y libros, es- eribe art(culos en la prensa, desaffa a los liberales en el Parlamento mientras surgen rivales y enemigos a los que se enfrente con las armas de Ja época, brulotes en la prensa o duelos al amanecer, La vida se le oftece espléndida de promesas y sugerencias Un encantado ercana me halaga 9 me despierta Soplo de un mundo ignoto 9 aldn de nuevo cielo, 0s an ansia infinite 9 wn anhelo invencible. Sobre mis labios aridos ana sed implacable, sobre mis ojos eévidos es #0 suciba obsetor. Y a eie ssefio no basta toda ls iuz del cielo, 9 ei ved no satura Yodo el frescor del mar! XVIII SU OBRA De las varias facetas del intelecto de Tamayo, la més trascendente, sin dada, es la poética. Su primer libro es Odas (1898) donde intenta plasmar en verso la historia del pafs desde el momento en que en:tan en colisién los con- quistadores espafioles con el imperio incaico. En su ptélogo, Tamayo se muestra enemigo del modernismo al que acusa de un: emporio descarado de reducie ol Arte a ios astrechos limites del ealsive de Ia forma; ei afdn febril de originalidad 9 singularizacién, que gencralmente degenera y aboria en extravagancia; 1 miopta intelectual respecto det por- venir; ls indolencia morbosa resbecto del presente; et desprecio por ts sntigiiedad; o! expivia de lujuria que respiran todas las creaciones moder. was; le preponderancia de ld imaginacién sobre la inteligencia... Hoy of poeta ¢3 un libertine y la musa una bacante, Hoy s@ hace el arte por ef arte 4 ef arte es un jin. De abi que el arte en nuestros diss, 0 05 inmoral 0 e: falto, lo cual, miradas tas cosas en se fondo, to es neds que otra especie de inmoralided. En 1947 publica La Prometheida o las Ocednides (tragedia lirica) escrita en endecas{labos y heptastlabos. La pieza, en un acto, contiene 4.037 vetsos sin rima. Los personajes son Psiquis, Palas, Athena, Apolo, Ares, Iris, el Coro de Jas Oceénidas, Melifrén el ruisedor, y la accién tiene lugar en el Céucaso, al amanecer. En esta recteacién de la leyenda de Prometeo, Psiquis invoca su amor hacia él, encadenado en el Céucaso y condenado a sufrir que un buitre lo devore por orden de Zeus, que no le perdona haber querido levantar a los hombres de su postracién. E] coro compadece a la Ocednida y le pregunta por qué ama a Prometeo y ella replica que le conmueve su genio y su dolor. Aconsejada por el coro, Psiquis Hama en auxilio del Titén a Ares, dios de la Fuerza, que Iega precedido por Iris y es escoltado por el Miedo y el Terror, pero el dios le dice que le es imposible ayudarla y desaparece. A continuacién es convocado Apolo, a quien Psiquis entona su canto de amor a Prometeo y le pide ayuda. El dios le contesta que Prometeo se salvarg por Ja Lira. Athena, a su vez, revela a Psiquis que Prometeo se halla més allé de la muerte y Ja ninfa comprende que para unirse a su amado también debe sactificar su vida. Los dioses acuden ol Céucaso a presenciar la muerte de la herofna y surge entonces el canto de Melifrén, el rvisefior invisible. Se han dado numerosas interpretaciones de esta obra teatral, considerada como el texto poético fundamental de Tamayo y escrito no para ser represen- tado sino leido. Segtin Carlos Medinaceli, expresa “en su sutil simbolo, la angustia del Ande sediento del mar”. Por su parte, Harold Osborne sostiene también que el Prometeo del poema tamayano es un simbolo de la Bolivia mediterranea y encadenada: “aunque a menudo se ha considerado artificial sw impulso helenizante —dice el critico inglés— nadie negaré su pulcritad de forma, su riqueza lexical, su destreza ritmica, su audacia metaférica, y algo que no se menciona con tanta frecuencia, su profunda angustia, su tre- xix menda emociéa hasta el punto que atin hoy me pregunto si se trata de una proeza lirica tan sdlo, o si ademés no hay en ello una confesin (irteprimible) de la colectiva ¢ individual tragedia boliviana: su meditertancidad y su aislamiento entre Jas cumbres””. ¥ cita, a este propésito, un fragmento de La Prometheida: Odio tos montes, odio! Toda la alinta et funerva. O «8 podostel do gloria, 9 et peana de suplicio, tode igual! Mas el hombre trawwnto de ave, péjara gue on ver de volar piensa, mité siempre nostiélelco sol y a los axures: tal su amor de la altura. Guillermo Francovich afirma que “es un poema en que la realidad ad- quiere perspectivas grandiosas, en que todo alcanza categoria sideral y césmi- ca y el alma se siente transportada a un mundo que se dilata por el es- plendor de su propia belleza, pero que un dia desapareceté como sueiio”. Humberto Vasquez Machicado, baséndose en las propias ideas de Ta- mayo sobre Ia identidad de Ia poesia con la musica, compara Le Prometheida con una sinfonfa de corte wagneriano en la que pueden advertise cuatro movimientos: el primeto un scherzo, constituide por el didlogo de las Oceé- nidas con Psiquis; luego el alfegro staccato, representado por la intervencién de Ares, Itena de fuerza, pero a la vez incapaz de remediar la afliccién de Psiquis; a continuacién un adagio, formado por anuncios de Apolo, y final- mente el andante maestoso: Jas predicciones de Athenea y el adids a la vida. ‘Tras este libro viene Nuevos Rubeyat (1927) que contiene 262 cuarte- tos. En lo relativo a la forma, Tamayo sigue el ejemplo del poeta de Nisapur, pero se aleja de Omar Khayyam en cuanto a su propia concepcidn de Ja vida. En los versos endecasilabos de Tamayo se encuentran reflexiones sobre !a verdad, la sabidutia, el ticmpo, el enigma divino, la poesfa, fa ilusidn, el mistetio metafisico, la historia, asi come trozos autobiograficos; luego Scher- zos (1932), plural espafiolizado del verbo italiano scherzo {scherzi, en plu- tal) que equivale a broma 0 juego, y en el titulo se transparenta el propési- to del poeta que expresa esa intencién ligera de su canto en seguidillas, estrofas de siete versos, formados por heptasilabos y pentasilebos; a continua- cién Scopas (1939), canto dedicado a la Belleza como tnica realidad sagra- da, ultraterrenal. El argumento gira en torno a Scopas, escultor cuyo amor se disputan Doris y Aglae, la primera representante del amor sensual y la segunda del espiritual. El didlogo entre los tres personajes transcurre en ef taller-jardin del artista, donde se encuenttan varias esculturas salidas de su cincel. Intervienen también tres coros: “de Esperanzas”, “de Amores” ¥ “de Potencias”, La obra estd dedicada a la memoria de su hijo Ruy Gonzalo, fallecido mientras hacia el servicio militar durante la guerra del Chaco, y a XX quien en el Preludio, Tamayo lama simbdlicamente con el nombre de Adonais, del griego “adond”, goce sumo. Y finalmente, Epigramas griegos (1945) en numero de 302, bajo la in- fluencia, segiin manifiesta en la introduccién, de la Antologia griega, reco- leceién de versos breves de autores clésicos helenos. Los epigramas estén escritos en hexdmetros trimetros y se refieren a motivos estéticos, vivencias personales y loas a grandes poetas del pasado. En cuanto a su obra en prosa Creacidn de la pedagogia nacional (1910), es considerada justamente una de las obras capitales de Ia literatura boliviana en el siglo XX. De ella escribié Carlos Medinaceli (en 1934): “tha tenido que esperar cosa de treinta afios para imponerse en la conciencia de América y ser apreciada en lo que realmente es: la ideologia precursora de un ameri- canismo que sélo ahora esta cuajando en doctrina’”’. Hasta el triunfo de Ja revolucién “federal” (1899) cuyos resultados visibles son el traslado de la capital de Sucre a La Paz y el ascenso de] partido liberal al poder, puede decitse que la escuela boliviana, pese a las iniciativas de personalidades pre- claras como Victorian de Villalba, Simén Rodriguez, Narciso Campero y ottos, habia permanecido fiel al espfritu dogmético y oscurantista de la colonia. Después de veinte aiios de regimenes consetvadotes, los liberales apare- cfan como los portaestandartes del espiritu racionalista y cientifico que pro- venia de Europa, y que habia hecho del progteso una religién y de fa escuela la palanca del cambio social. El pais habia superado penosamente los traumas provocedos, en una sucesién de pocos afios, por fa guerra civil de 1899, el tratado de paz con Chile que significé la pérdida del litoral y el tratado con el Brasil que repre- senté la pérdida del Acte, y el gobierno de Montes disponia de las pocas libras esterlinas con las que ambos pases creyeron sérdidamente consolar ei dolor boliviano. En todo caso, ellas sirvieron pata que el enérgico presidente trazara planes de modernizacién en varios campos, entre ellos ei de [a educacién, Con este objeto envid a Europa una misién compuesta por Daniel Sanches Bustamanie, Feline Segundo Guzm4n y Fabidn Vaca Chaves, para que es- tudiasen los sistemas educativos de Francia, Bélgica, Suiza, Inglaterra y Alemania y contrataran un grupo de educadores destinados a formar la pri- mera Normal de maestros y reorganizar Ja escuela boliviana, El libro de Tamayo se origind en Ja polémica que tuvo con uno de estos comisionados: Guzmén. Influenciado por Ja filosofia alemana, Tamayo recoge ecos de Ratzel, Nietzsche, Goethe y sobre todo Fichte. Los discursos ¢ la nacién alemana, XXI dirigidos a un pueblo deprimido y desorientado, parecieran haber inspirado Ia accién redentora que se propuso Tamayo en selacién a sus compatriotas. También hdllase el ascendiente de Taine en cuanto al medio y las ideas sobre la raza. Sostiene que el problema pedagégico boliviano no se resolverd en Europa, pues no se trata de recrear en los Andes nuevas Fraacias 0 nuevas Alemanias, sino formar con los elementos que ofrece la raza un peis original que aproveche las téenicas y la alta cultura de Occidenie, pero sin vender su alma, sin perder su identidad y sus viejas virtudes. Constantemente tiene ante si el ejemplo del Japéa, pats que ha hecho ese recorrido, poniéndose a la par de los paises europeos pero sin perder su legado cultural. Expresa por tanto que debe desecharse el ‘'bovarysmo” pedagégico que consiste en copiar sistemas educativos concebidos para ottos pueblos y se- fala que Ja cuestién fundamental no est cn Ja simple instruccién, en el atiborramiento de materias dentro de un “bachillerato imbécil”’ (jel mismo de 1978!) que pretende formar “cabezas universales” con todo género de ciencias y doctrinas de acuerdo al enciclopedismo det siglo XVIII, sino lo- grar el carécter nacional. La pedagogta debe ser pues formativa y educativa antes que proveedora de simples conocimientos. Descartando el altruismo gue pensadores de los grandes paises predican al resto del mundo, como un opio enervante, proclama que el ‘inico ideal humano es “la preparacién de las fuerzas ce la nacién no en vista de un posible y necio siglo saturnino de paz y de concordia universales, sino en previsién de que la vida es lucha, sin tregua, lucha de intereses, lucha en todo terreno y en todo género, lo mismo en los mercados que en los campos de batalla”, Encuentra que la escuela, tal como existe en Bolivia, pervierte al indio y envilece al cholo y que las universidades, comparativamente més numerosas que las de Francia, constituyen un sarcasmo por la presuncién de sus objeti- vos y las mezquindades de sus resultados. Dentro de un enfoque que ha sido calificado de racista por F. Diez de Medina, pues no toma en cuenta para nada al segmento de origen hispano de Ja poblacién en sus especulaciones, sugiere una clase de educacién para los indios, duetios de “gran volantad y pequefia intcligencia”, y otra para los mestizos, inteligentes pero aquejados de desorden, indisciplina y super- ficialidad. Para los primeros requiere una pedagogia de amor y paciencia, y para los segundos una escuela disciplinaria y concentrada en pocas materias. La regla de oro debe ser ensefiar poco y bien y no mucho y mal. En suma, Tamayo propone una pedagogia que patta de 1a idiosincrasia del nifio boliviano, sobre quien el medio cjerce decisiva influencia; plantea también —contradiccién aparente— que en el descubrimiento de esa peda- gogia intervengan eminencias europeas que con los métodos cientificos més modernos sefialen fas formas y contenidos que deberd tener la educacién. En esta obra se adelanta a Toynbee al sefialar el acicate creador de la adversidad en el desenvolvimiento de los pueblos, aplicando esa idea a los motadores del Kollasuyo. “Se olvida que Inglaterra —dice—, no ha sido x mds que una yeseta y los Pafses Bajos un pantano y que ¢s un hecho frecuen- temente confirmado en Ja historia que Ja grandeza de una raza est4 en pro- porcién de las dificultades vencidas en su lucha con el medio y con los elementos ambientes” Sus proverbios sobre la vida, el arte y la ciencia, datan respectivamente de 1905, en que se publicé el primer fasciculo, y de 1924, cuando aparecié el segundo. Entre sus folletos importantes figuran Critica det Duelo (1912) y Horacio y ef arte lirico (1915), cnsayo en el que, comentando la poesia del clisico latino, Tamayo expresa su propio pensamiento sobre la Lirica: Para Horacio to fundansental es decir cosas inandites en latin, violentar la sinteis pore obtees efates pottico: és exaeaan 9 leas En Ploracio un arse sabio pone la e:meraida innto al oro ¥ los zafiros tenebrosos junto @ los diamantes impertales. Las amatisias se cliten de plasino belado y tos berilos truen el recuerdo del mer lejano. Eve julgurar del estilo, ese esmalte que cobran las palabras por el solo hecho de junsarse de clerta manera, esa magia envolvente y congnistadora que se dasprende do esertos ritmos y tiertos sones, e: la mayor ciencia técnica dentro de Is mds grande simple cidad.., El mitticismo medieval, ol subjetivismo y un romanticirme én vencible, hacen que el geuia creador ai pinte ni eseubpa; musicalite, Si Horacio teanifierts: "Ut pictura poosis", la lirica moderna verponde: “Ut musica poesis". Fueron numerosos sus panfletos, con los que alcanzé mayor fama que con su poesia. Lugar destacado entre ellos ocupa Para siempre, furibunda réplica a la biogralia (EI bechicera del Ande) que le dedicara Fernando Diez de Medina en 1942, Ni su vasta produccién de articulos de prensa ni sus discursos parlamentarios han sido reunidos en volumen. CRITICOS EXTRANJEROS Una de las paradojas de Tamayo es el absoluto desconocimiento que tiene el puiblico bolivieno (y naturalmente el americano) de su obra y la actual celebridad de su nombre en e! pais, Sus libros se publicaron a principios de siglo en ediciones costeadas por cl atitor y que alcanzaban a 1.000 ejemplares. Salvo La Promerheida, que Tamayo hizo reeditar en 1948, ninguna de sus obras poéticas ha vuelto a las prensas. Sin embargo, en dos encuestas, una de 1950 que hizo el periédico La Razén y otta el vespertino Ultima Hora en 1973, entre personas destaca- des en distintos campos, sobre las mayores personalidades bolivianas del siglo XX, el ptimer nombre mencionado fue el de Tamayo. A su muerte, en 1956, Hovieron sobre sus restos todas fas condecoraciones y su nombre figura ahota en plazas e instituciones. Su fama se debe a algunos versos, pero parti cularmente a sus actitudes en la vida ptiblica, sus ruidoses polémicas en las XXII que no hubo rival que pudiera permanecer en pie, y particularmente, su po- sicidn intransigente y dolida frente a la injusticia de la forzada mediterranei- dad de Bolivia, En ese punto fue el adalid indiscutido de la causa de la rein- tegraci6n mar{tima. Otra de las paradojas de Tamayo es la celebridad americana que legs a alcanzar en vida y el casi absoluto olvido en que se Je tiene ahora fuera de Bolivia, cuando los nombres de maestros como Gonzdlez Prada y Matidtegui o Anibal Ponce, José Ingenieros, Alfonso Reyes, o poctas como Dario, Vallejo, Lugones, Huidobro 0 Neruda, contintan siendo discutidos y apreciados y sus obras son periédicamente reeditadas y comentadas. Mucho de esto tiene que ver con el encierto fisico y espiritual en que se halla Bolivia y con el menosprecio que los poderes ptiblicos y los empresarios del nuevo riquismo vacunado sélidamente contra cualquier expresién del espiritu, manifiestan hacia fa cultura, Y sin embargo, no siempre fue asf. El nombre de Tamayo traspasé las fronteras en las ptimeras décadas del siglo. Sus mensajes a los jévenes de Perti y Costa Rica, que le fueron solicitados, demuestran que su nombre y su obta interesaba no solamente a los circulos académicos sino también a las juventudes de América. Pasemos revista a algunos juicios criticos del exterior que prueban este aserto. Para Mario Seielli, el fino y culto critico italiano, La Prometheida “es una de las més insignes producciones del sim- bolismo, del rema filoséfico, dramético y lirico. Poesta enérgica y viril, atte- vida y fecunda, alada y flexible. La Prometheida sélo puede comparatse al Hineno de las Gracias y las curabas de Féscolo. Hay que volver a los estadios clasicos para comprenderla, Pata entender Ja gloria del paganismo, al griego; para absorber la hondura def vuelo cristiano, al Jatin. Para entender a Tamayo serd preciso regresar al humanismo de dos mil afios, a la meditacién trascen- dental”, El espafiol Juan Bardina sefiala; “Franz Tamayo es la estampa viva del indio auténtico en toda su potencia. Es una potencia que lanzada desde el trampolin de una virginidad étnica, pierde poco de su fuerza inicial y puede Negax més arriba que la potencia media de un hijo de Europa”. “Hijo del Titicaca y de los asombrosos misterios de Tiwanaco, tiene la fina sensibilidad que guarda la taza bajo los pliegues de su poncho policro- mo, que a ‘Tamayo le sale a la piel, afinada por una educacién perfecta en los grandes centtos culturales de Paris. De ahi que en su persona se atinen los melancdlicos pozos de la tradicién ancestral de una raza hecha tragedia y los sms refinados aportes de la més alta cultura europea... es un enamorado de la literatura mistica espafiola y también de ia honda literatura hindi: pasea por los ocultos senderos del alma con la fruicién del pensador. Y es asi como en su vida de hombre publico trasciende ese interior contenido, vecino a veces de las regiones hipersensibles y extenuantes de una nerviosidad siem- pre tensa”. XXIV Veamos las opiniones de dos escritores peruanos. E] primeto, Luis Velasco Aragdn, quien afirma: “Franz Tamayo es un espectéculo de osadia en América. La planta humana nunca se substancié en agresividad pensadora como en este patadigma de andinismo vernacular que cual un nuevo Zara- thustra, sabe romperse dici¢ndonos su llamado en el Illimani... lo mas sustancial que el continente ha producido como arte y pensamiento... polé mico en tono mayor con un vibrar de rayos. Recién con él se anuncia el pensamiento andino: fuerte, frio, duro... revela el imperio de la intuicién que vuelve a la naturaleza para robarle su fuerza y su secreto. Nada libresco. Su fuego es un fuego inmemorial que lo invade y lo ilumina. Ha extraido lo eterno de la raza, y asi iluminando escribe y habla como una voz de los Andes que fuera tormenta, Y es tormentoso y dindmico cuando habla o esctibe. Habla a golpes de rel4mpago, flagela con ldtigos de electricidad ner- viosa. Pero siempre es como una voz de los Andes que fuera tormenta. Pero siempre cs como cl agua, fresco, puto, fortalecientc. Luis Alberto Sanchez opina: “Causa sorpresa cémo este hombre de acusado y arrogante abolengo mestizo, metido en el corazdn de la montafia, alejado ffsicamente del mundo, ha podido acendrar una expresién poética tan alquitarada como la que luce en sus libros”. “En él, el verso llega a una sintesis implacable y la metdfora alcanza considerable altura, Tamayo, pese a todo reparo, es el mayor poeta boliviano de todos los tiempos”. En su obra Escritores re presentativos de América (1964) Sanchez sefala un paralelo notable: ‘Un buscador de literatura comparada —dice— podria encontrar en La Pronzetbeida de Tamayo (de antes de 1917} coincidencia con el Paul Valéty del Cementerio marino... La cronologfa podria demos- trar (si fuese decisiva) antecedentes de Valéry en el boliviano, rasgos im- previstos y originales en todo su arte refinade”’, por ejemplo: Desde que alzaron a correr tos rfos, menos aguas flaseron a los mares que lagrimas bebis la tierra exteril! Mar ti, doliente, enloquecida ninfz, chor qué nuevo Titén plationde improcas? Quite se arranc6 de la expumante y free grata marina on quo jugande mores, 5 en pos de ti las ninfas acorrimos cual blanca grey que lleva dulce esqnila? “Qué nuevo shin tu corazén remucrde como orga vorat en tlerna rosa? Qué me tract al pie del bronco monte, wofeo de dolor, iugas de oprobio, 2 podbres fiore el manental de Tiarimas? 2Oné sendero fala tu planta busca, qué fuente ignote of sitibundo labio, qué sombra de irbol i rendida frente? Di qué dotor debo orar ahora, comsiunte adormidora de tormentos, perenne arrulladora de triswenas! XXV ilija del mar, jamie on ef verdoro palacio especular de jade ttmpido senti lamenio mas desesperado, ni supe cémo puede ser en veces Js vida mas amarga que la muerto. eCabe tanto dolar bajo ef cielo? ePaede algsin corazdn, sangrante eriba, vangrar 3h sin estallar mil veces? El argentino Juan José de Soiza y Reilly se pregunta en 1920: “¢De dénde sale este hombre? De qué nube surgié este escritor de maravillas?” “De ninguna. Es un hombre de Bolivia. Es un hombre de América Como poeta Franz Tamayo es superior a todo Jo moderno. Es un cldsico y es un futuro. Su tragedia La Prometheida es un poema luminoso, Como prosista es un herrero de ideas superiores al ambiente. Muerto Rodd, Franz Tamayo puede reemplazarlo. Rubén Dario que tuvo siempre el talento y la osadfa de buscar oro en Amética, encontté en Tamayo uma mina secreta, Con aquel su romanticismo desinteresado gue le hizo victima de sus propias virtudes, Dario proclams antes que nadie Jas excelencias de este hallazgo...” “Franz Tamayo, cuando sea conocido a fondo en los aduares del Rio de Ja Plata, serd un maestro de la juventud. Ya lo es en Bolivia, donde la aspereza de sus verdades hace crispar los puiios de los falsos conductores del pueblo”. Y el chileno Hernan Diaz Arrieta (“Alone”) escribe en 1942: “Franz Tamayo no habita solamente en Bolivia, se halla esparcido pot todo el con- tinente; “su nombre es legion”. Escuelas, partidos, publicistas, pensadores 0 pseudo-pensadores tratan de sacarlo a luz, de exaltarlo, de Ilevarlo al gobiet- no, de darle una autoridad que flaman “profundamente democratica” reco- nociéndole derechos pre-histéricos para mandar en estas tierras de conquis- tas. Las masas, hébilmente movidas desde fueta, invocan su nombre y se preparan al asalto, o sea a la reconquista. “De tres siglos lavamos Ja afrenta...” El eritico inglés Harold Osborne afirma que “Tamayo pertenece a la modernidad de poetas por la audaz originalidad de imagenes, la cabal perti- nencia de los sentimientos y su maestria en la lengua para una evocacién precisa de la emocién. Como todo gran poeta, ha creado su propio idioma, el cual puede ser sefialado pero no exhaustivamente analizado. La fusién de lo abstracto y lo concreto en su imaginativa, la identificacién de lo intelectual, Jo sensible y lo emocional en él, ¢s espontinea y completa. Arraigado como estd en la literatura y quizd més profundamente atin en los clésicos, es con todo un poeta de sensibilidad americana... Debe mucho a la cultura de Occidente, pero lo que debe lo ha asimilade y hecho propio. Su contribucién consiste en una sensibilidad propia de su raza, de su pafs y de su experiencia, como se lo impusieron en su vida. Todo esto lo ha asimilado, y de ello ha creado una obra que como todo grande arte, tiene una trascendencia humana y universal”, XXVL Es Osborne también quien ha destacado “la profundidad intelectual y la austeridad de la forma poética” de Tamayo, que alcanza una “grandeza clé- sica” a la que no llegan poetas como Neruda y Vallejo y cita a este propdsito el “Interludio Cuarto: Fessi Rerum’: Viste caer los juertes? Nada bay como esas muertes, En ol celeste compo se apagen las soberbias lampo o lampo. Una box asesina siega ef junco y ta encine, Cuanto mds ruda la embestida tanto mis cistta le caida, y al fin, bajo et oprebio o tes icoses, lor més vencides son los vencedores. Pero algo todavia rompe mejor el corazon que siente: es la verded que miente, es Ia vieud que pliega, y la agonia de la ciencid im botente; ¥ algo mds triste todatiat at soilezo silente de is sabidurtat Finalmente, para el novelista paraguayo Augusto Roa Bastos, Tamayo es “el primer poeta de América”. LA CRITICA NACIONAL Los contempordneos de Tamayo vieron su obra con una mezela de escepti- cismo, incomprensin y envidia. Gladiador en la arena publica, se juzgd su obra socialégica y pedagégica, y lo que es peor, también su poesia, como si fuesen inseparables de su set politico. ¥ abundaron entonces las pullas, las imitaciones butlescas o los insultos puros y simples. Una de las bromas mds pesadas que se le hizo a Tamayo estuvo a cargo de Humberto Mufioz Comnejo y Gustavo Adolfo Otero, espiritu este ultimo, incorregiblemente juguetén, cuya pluma, en los aftos de su javentud, hirié sardénicamente a personas ¢ instituciones en las columnas de los diatios. Mufioz Cornejo ditigfa el perié- dico El Tiempo y alli apatecié un ensayo abundando en maduras y bellas consideraciones sobre La Prometbeida. Era la primera vez, fuera del comen- tario que le dedicata Daniel Sénchez Bustamante, que alguien se ocupaba con afecto y admiracién del poema, Tamayo se interesa en saber quién se esconde hajo el seudénimo de Pertinax que aparece al pie del comentatio y dirige una carta al direczor de El Tiempo, agradeciendo la gentileza de la XXVIL publicacién e inquiriendo scbre su autor. Al dia siguiente, el diario publica una nota informando que ha sido sorprendido en su buena fe y que se trata de una broma de mal gusto: el comentatio no es mds que una reproduccién, adulterada, de un capitulo de Las dos cardtulas, de Paul de Saint-Victor.* En el mismo periédico se publicé en ediciones sucesivas, en el mes de junio de 1917, una parodia de La Prometheida en cinco partes, adulterando y deformando sus versos de manera de lograr un efecto eémico y grotesco. El esfuerzo, no cabe duda, debid ser obra de un grupo de poetas que desde el anonimato se tomaban venganza contra cualquier desaire, verdadero o su- puesto, que les bubiese hecho cl autor del libto, 0 que, por encargo de los jefes republicanos, humillaban de esta manera al jefe del radicalismo. Serfa aventurado atrevernos a dar algunos nombres de los autores de esos versos ocurrentes y malignos, y tampoco vale Ia pena reproducirlos a esta altura. El tiempo no estaba maduto para Ja comprensién, ni siquiera para la apre- ciacién inteligente: José Eduardo Guerra, en su libro de Poetas contempo- raneos de Bolivia (1920) sefiala que La Prometheida “‘encierra ideas de un simbolismo demasiado abstruso que el tiempo y la critica serena se encargaré de acatatlas siquieta en parte o de reputarlas absurdas”, mientras que Rosen- do Villalobos, a quien se encomendd redaczar el texto sobre literatura boli- viana que figura en el libro oficial Bolivia en su primer ceatenario (1925), hablando de La Prometheida escapé del compromiso aduciendo este curioso argumento: “Para quienes somos ignorantes en el conocimiento del griego. . no hay mds que confesar la imposibilidad de apreciar el valor literario de esa obra”. Su alejamiento de la politica en 1934 y su encierro en la casa de Ja calle Loayza por una década, contribuyeron a que Ia opinién como los contenidos en el niimero que Je dedicé {a revista Kollaswyo, que revelaban una mayor cultura y sensibilidad en sus autores. Era ademds otra generacién. Jévenes inrelectuales de mayor versacién literaria que sus mayores, como Roberto Prudencio, Augusto Guzman, Guillermo Francovich, para citar a unos pocos, esctibieron densos estudios sobre Tamayo. Prudencio, al hacer Ja presentacién del bardo en Kollaswyo, expresa entre otros conceptos: “Tamayo cacierra en si un attista y un pensador; un cerebto inmensa- mente cultivado al lado de un espiritu hondamente intuitive. De ah{ que su 1 No obstante, en su madurez, G. A. Otero ruvo tiempo de arrepentirse y escribio en su Crestomatia boliniana (1942): “Tamayo es el diamante negro de la litecacuca boliviana contemporinea. Proteiforme en sus manifestaciones intelcccuales, es sobre todo, artista: ama Ja crudicién y la filosoffa. Bs fiero, audaz, zcomecivo, irreverence, de recos miscuios de Hércules y con una abundante teaza de forjador. Poeta épico, con pulmones de Hogo, cs sin duda el més alto exponente de 1a Hrica boliviana y por su fuerza y vigor se le considera como et maestro de las letras bolivianse”. XXVIII obra poética contiene las mas secretas adivinaciones y al mismo tiempo Ja forma més culterana y trabajada. Por eso es una obra que desconcierta. La poesia de Tamayo, como toda verdadera possta, no contiene sino valores puramente posticos y son estos valores y no otros los que hay que tratar de descubrir y de gustar”. “Después de su primer libro Odas, que se publicé como en un gesto de teto al modernismo, Tamayo se convierte en el modernista mds quintaesen- ciado, el que debia llevar las audacias verbales hasta sus tiltimas consecuen- cias, Tamayo es un verdadero mago de la palabra; en sus manos, el idioma cobra matices y sonoridades insuperables. Conoce todos los recursos y todos los secretos de Ja lengua y por eso también se permite las mayores osadias y libertades, Emplea neologismos griegos y latinos y retuerce y endereza los vocablos a su captichosa voluntad. .. su poesia no es sino un divino jugueteo, un continuo malabarismo de términos y vocablos que nadie ha podido igua- lar. Tamayo es sin duda el supremo artifice del verso en castellano”. Enrique Finot, en su Historia de la Literatura boliviana (1943) hace un breve balance de Ia obra poética tamayana, destacando la incomprensién de que fue rodeada por sus contempordneos y concluye afirmando que “el juicio definitivo sobre Tamayo lo diré la posteridad, no tanto porque hasta el presente se le discuze y sélo excepcionalmente se le comprende, canto porque su figuracién politica ha sido objeto de controversias en las que el interés partidista no ha tenido la hidalguia de marcar un limite entre Ia ac- tuscién del caudillo y le obra del pensador y poeta. Pero no es aventurado declarar que se trata de una de las mds altas figuras de las letras americanas”. Augusto Guzman, en su apreciacién definitiva, contenida en el libro Poetas y escritores de Bolivia (1975), sefiala: “Tamayo es una de las personalidades més recias de la generacién del 80: esa que habiendo nacide en la conmocién de Ja guerra del Pacifico, desplegs su energia creadora en los afias de este siglo. Siempre interesé el movimiento cambiante de esta figura espectacular, sabia en actitudes y gestos, elocuente hasta en sus silencios estudiados: ‘mi silencio es més que el mar que canta”, caprichoso, desconcertante, en pugna con el medio altoperuano que no logté dominar ni rehuir cuando alternaba las horas de la lucha més empecinada con las del aislamiento mds recogido, Tuvo el orgullo adusto de la cumbre en- hiesta y solitaria. Genio inconforme y melancélico, su orguilo era como la cresta luminosa de una ola sobre el mar salobre del dolor. En su vida y en su obra el sentimiento que Je rebasa es ¢l dolor. Un dolor alto y profundo, san- grante y lacerado, trenzado de gritos interiotes que se disuelven en musical desolacién, sin alcanzar las explosiones externas de Jos sollozos. Tal ocurre en “Balada de Claribel”, una de Jas joyas de Ja lirica castellana, donde un alma varonil, herida de ausencia, llora con Ia tierna dulzura y 1a inconsolable desesperacién que sdlo pueden alcanzar a expreser los espititus privilegia dos. ‘Tamayo fue grande y glorioso, pero no fue ua hombre satisfecho y feliz sino en la manera burguesa: un terrateniente de economia saneada, un ren- XXIX tista asegurado, No conocié el dolor proletatio de los intelectuales sin hacien- da, Pero en cambio el medio social no le dio sustancialmente sino abrojos. Bebis largamente de la copa de Ja incomprensién humana”, Oscar Cerruto sefiala a su vez que “si bien Jaimes Freyre es la primera dignidad del Modernismo en Bolivia, su condestable y su poeta cimero, Tamayo es Ja mayor figura intelectual del siglo y medio de la Replica, con una personalidad avasallante, una obra de poesia que, si ptescindimos de sus altibajos y de su intricacién léxica, es una de las més profundas que se hayan escrito en América”. El mismo autor ha destacado en Tamayo a un precursor de las acrobacias verbales que difundirfa el ultraismo, muy anterior por cier- toa Huidobro, como fo prueba en el canto de Melifrén, de La Prometheida: Ob tio, vilo, vilol Roto ef fatal sigilo, ob wile, vilo, vilof Oilo, otto, oito! semas como nn pistilo erécil 5 vibrdeil. Era el mitterio umbritil seusit, stil, sti, gentil como el abril 4 bostil como el reptil. Bra el misterio errduil, vobétil 9 versdtil? Roso ef fatal sigilo, oflo, vilo, oflo, ofle, oilo, oflof En este coro de reconocimiento entusiasta, incluso feryoroso, hubo tres voces disidentes a Jas que no se puede ignorar, tanto por el peso especifica que tienen dos de ellas en Ia cultura boliviana: las de Carlos Medinaceli y Augusto Céspedes, como por Ia profundidad y brillo que sus criticas y las de Antonio Alborta Reyes —que es Ia del tercero— alcanzan, Alborta Reyes es el caso de uno de los mejores esctitores de esa genera: cién, la del Chaco, cuyo talento se frustra por la indiferencia aplastante del medio ignato y las exigencias de ganar de cualquier manera el sustento diario. Modesto empleado del Congreso por muchos aiios, impccune siempre, se tefugié en Ja lectura para combatir fas amarguras de su vida. Lo petjudicaban su timidez y su sentido del honor caballeresco en un medio donde abundan los rufianes trepadores y listos. De esa manera vio que muchos avispados salian de embajadores mientras la patria to distinguis a él apenas por unos meses, con el consulado en el pueblo de Calama donde Abaroa lan26 su célebre apéstrofe. Menospreciade e ignorado coma Me. dinaceli, Alborta Reyes ha dispersado su don creativo en la tertulia yen ocasionales articulos de prensa, siempre excelentes, XXX Las criticas de Medinaceli y Céspedes tienen un valor adicional porque se atrevieron a expresarlas cuando Tamayo haba Ilegado al pindculo de su prestigio politico y literario mientras ocupaba las funciones de presidente de la Camara de Diputados en 1931, y ellos en cambio, estrenaban sus pri- meras armas en el quehacer intelectual. Ambos le juzgacon, sin que les tem- blara el pulso, en su doble condicién de escritor y de polftico y se valieron del estilete punzante del humor, que escuece pero no maltrata. En ambos casos también, lo mds probable es que Tamayo no se enteré nunca que dos cachortos habfan tratado de hincar los dientes en su cola de ledn:; al fin y al cabo, Medinaceli escribia en periddicos de Potosi y tenfa por entonces 32 afios. Céspedes, 4 aiios menor, era redactor de la Camara de Diputados y estuvo entre los funcionarios que, arrebatados de entusiasmo por [a elo- cuencia de Tamayo en su intervencién contra el Referéndum, arrojaron las plumas al aire y aplaudicron al tribuno, al igual que los diputados. En el periddico Ef Sur de Potosf, escribe Medinaceli en 1932 una “cri- ticuta” bajo el titulo de “Franz Tamayo, un Pilcomayo de Ia cultura”, donde hace mofa de jos mil vericuetos en los que se ha dispersado el talento tama- yano sin llegar a concentrarse en un solo camino que le hubiese servido mejor a Ja cultura del pais. “Don Franz —discurre Medinaceli- no sdlo es autor de tragedias griegas a imitacion de Esquilo. También escribié Proverbios a la manera de Salomén, Rubayats a la manera de Omar Khayyam, sonetos a la manera de Géngora, Odas del género aburrido, con pesadez tiabuanocota; pronunciéd una hermosa conferencia sobre su colega Horacio menendespelayizando a su gusto; escribié sobre Ef Duelo y los tres Mos- queteros del Litoraf —Melgarejo, Daza y Montes— metidse a redentor del judaismo roumanista de la pedagogia y definidor del cardcter nacional; hizo periodismo 4gil en E! Figaro y El Hombre libre, transportando el sprit francés a las arideces del Altiplano: Y para decirlo de una vez, don Franz es —y ha sido— poeta, musico, socidlogo, periodista, parlamentario, auto- movilista, Jatinista, grecdlogo, tedsolo, latifundista, ateo y mistico, radical y conservador, primitivo y moderno, sencillo y complicado, municipal y espeso, tragedista y Auayraleva, con algo de Versalles y mucho de mono- littco””. “Pero en fin de cuentas gqué es don Franz Tamayo? ¢Cual es la ver- dadera personalidad de este hombre que muestra mayor riqueza de matices que el manto de la diosa Tanit, con que sofiaba Salambé y destumbra con cada uno de ellos, como un jupiterino relampago en medio de la calma, peto no fecunda como la Iluvia mansa y no fertiliza como el humus humilde?” Medinaceli compara la obra de Tamayo, no con el tio Amazonas, in- abarcable y majestuoso, sino con el Pilcomayo que se polifurca en muchos tiachuelos, volviéndose intransitable: “asi, el talento de Tamayo se ha diversificado en una multiplicidad de géneros literarios y actividades, pero sin canalizar en ninguna, hasta concluir siendo un hombre de cultura muy enrevesada y arcillosa; y quien quiere penetrar dentro de ella, corre el XXKI riesgo de quedar empantanado, como el que se aventuta por los bafiados del rio Pilcomayo. ¥ por esto, Franz Tamayo es un simbolo de la cultura nacio- nal: un “representativo” de la raza, como él mismo considera y le consi- dero yo”. En otra nota de 1932, bajo el titulo de “Tamayo ¢poeta litico?”, Medi- naceli pone en duda que la poesia del vate pacefio tenga tal acento, agobiada como esté por el peso de las lecturas. No comprende Medinaceli el empefio de Tamayo de hacer morar a sus dioses en el Céucaso cuando podia situatlos en el vasto y majestuoso panorama de Jos Andes, con sus picos de nieves eternas todavia inviolados. Encuentra que a Lugones en la Argentina le ha sucedido algo parecido, abrumado también por el peso de Ja cultura europea € incapaz por tanto de expresar un acento original o descubrir su alma, que no tiene por qué parecerse a ninguna otra. “El poeta no necesita bus- carse —dice Medinaceli—, se encuentra a si mismo y est como Dios, en todo lugar. Menos necesita ir a la escuela para estudiar pata poeta. Asi no vale. ¢Qué gracia tendrfa? La gracia estd en ser poeta sin estudiar. No estudia, Vive su poesfa. El mismo es su poesia. Vive por ella. Muete por ella. Es su fatalidad. La maldici6n de Jos dioses, o tal vez de qué diablo. Peto no aprovecha la poesia pata darse tono. Eso seria una desvergiienza, como si Cristo hiciera réclame de su cruz”. “Fl caso de Lugones —afiade— mutatis mutandis es el de Tamayo. Se trata de un talento asimilativo y explosivo, de una inteligencia aguda y ahondadora, de un alma abrupta y volcdnica, pero ges poeta lrico Franz Tamayo?” “Lo es a ratos perdidos, cuando se olvida de Homero, Pindaro, Tuctdides, Esquilo, Séfocles, Virgilio, Horacio, Alfredo de Vigny y Omar Khayyam. Cuando da bre desahogo a lo mds intimo de sus sentimientos como en la “Balada de Claribel” donde, con la tan cristalina transparencia de Ja propia lirica, ha musicalizado el afiorante clamor de la ausencia y en algunos gritos, los més estremecidos que se le han escapado en los mejores momentos de La Prometheida. El resto de sa produccin esta ahogada bajo el f4rrago de una erudicién barroca. Tamayo tiene el impeta de vuelo de un Icaro, pero lleva en Jas alas el peso de una biblioteca”. En otra critica al libto Ef velero reatinal de Fernando Diez de Medina, escrita cn 1936, Medinaceli formula un medular enjuiciamiento a toda Je intelectualidad boliviana que vive de prestado, atenta a las novedades eu- ropes, para calcarlas de inmediato, “dando ef espectdculo de un nifio que bubiera nacido viejo”. Reprocha al autor el juicio admirativamente desme- surado que le merece Tamayo (en el capitulo “Tamayo o el attista”) y sos- tiene que cl Tamayo mas auténtico es el de Creacién de la pedagogia na- cional, donde “no aparece su culzura grecolatina que es lo exterior de su personalidad, sino su sangre aymard que es lo que da mds vigor y originalidad a su pensamiento y estilo”. XXXII EI exceso de erudicién helenista le parece a Medinaceli que impide la expresién espontdnea de la personalidad de Tamayo y Je hace subalternizar su genio en una indtil repeticién de los temas clésicos: “Su Prometheida es demasiado mucho para la literatura y Ja espiritua- lidad de Sudamérica, demasiado poco pata la literatura y el espisitu occiden- tal, neogreca o nealatino. Comparemos por ejemplo Ia literatura de Tamayo con la del mismo jaez de os Leconte de Lisle, Saint-Pont o Pierre Louis, o de cualesquiera de !os grecdlogos como Sainte-Beuve o Mensen, sin contar los geniales. Creo pues que debemos huir de! macaquismo imitativo, presuntuo- soy necio del indoamericano tipico y que para lograrlo lo vinico que podemos hacer —estupenda contradiccién-— es ser profundamente sudamericanos en sencillez, justeza de tipo, en nuestra natural simplicidad, pero llena de aristas y posibilidades. Si la suerte nos ha deparado ser bolivianos, fisonomicémo- nos en nosotros a nuestro tiempo y a nuestro pueblo, que cuando Jlegue la hora de las cuentas definitivas eso sera lo que realmente valga como valor individual aquilatador y justificador de una vida y como significacién uni- versal también. Seamos profunda y avténticamente bolivianos como hasta hoy no lo ba sido ninguno, por pretender ser europeos para conseguir solo ser una caricatura”. Desde la Gaceta de Bolivia, revista de alta calidad literaria y muy con- tados lectores, Carlos Medinaceli siguié muy de cerca la insdlita eleccién de Tamayo —tadical al estilo francés, terrateniente y adversario del socia- lismo en cualquiera de sus formas— como candidato a la presidencia de la Repéblica por el partido republicano genuino, en cuyo programa apuntaban ribetes socializantes y fascistizantes, y coment6 risuefiamente el viaje del candidato a Cochabamba. Destacaba la dualidad evidente en la personalidad de Tamayo, entre el intelectual que era en verdad y el politico que pretendia ser y subtayaba un aspecto inquietante de su cardcter: “la subitdnea instan- taneidad de sus determinaciones y la casi ninguna facultad inhibitotia que tiene sobre sus impulsos, lo que serfa admirable en un poeta byronesco, pero que no es deseable en un gobernante que tiene que solucionar Jas cuestiones que se le presentan con Ja mayor serenidad y sagaz ecuanimidad de critezio y conducta. El director de la Gaceta de Botivia concluia haciendo votos porque, una vez posesionado en la presidencia, “no traicione como tantos otros sus ideas y pincipios fundamentales, que ha venido predicando desde hace més de veinte aiios y a los que debe su reputacién continental”, bisicamente el de la reivindicacién indigena. ‘Como nadie Tamayo ha tratado mds a fondo el asunto, revelandose como el mejor psicdlogo de ta raza, y como nadie tampoco ha dicho més hondas y puras vetdades”, * Dos articulos més —que sepamos— escribié Medinaceli sobre Tamayo, el primero recogido en el mimeto 2 de la revista Signo, dedicado al bardo. Lleva el titulo de “Verboctomfa en Tamayo” y alude a fa “audicidn colorea- 1 Sobre los articulos de Medinaceli en totno a la candidatura Tamayo, puede con. sultarse mi Hissoria contemporénes de Bolivia 1930-1976. Ed. Gisbert, La Paz, 1976. XXXUL da de Jas palabras’ que se encuentra en la poesia de los modernistas, pues los anteriores eran “grises”, no tenian color, En este estudio, sin dejar de notar que Tamayo incurre en el defecto que en sus Proverbios reprocha a Shakespeare: “lo tiene todo menos el buen gusto”, sefialando que al lado de vertsos magnificos se encuentra aquello de “Mar rojo, monte azul, cielo pun- 26” 0 ese otro de “un pais de flores comestibles”, se refiere admirativa- mente, siempre hablando del color en la poesfa, a la conferencia sobre “Horacio y el arte lirico”, ensayo equiparable —dice— ‘‘a los mejores de Unamuno y Ortega y Gasset, tanto por la hondura del fondo como por Ia belleza de la expresién”. “Franz Tamayo, el libro que se le debe” es un articulo escrito en 1944 (recogido en Estudios Criticos) a juzgar por el aplauso con que Medinaceli tefiere Ja noticia de la decisién del nuevo gobierno de poner el nombre de Tamayo a Ja antigua Plaza Roma, “primera vez en Jos anales patrios que se tinde un ttibuto de justicia en vivo, a un hombre insigne, a un “varén maxi- mo” para decirlo con una bella expresién de Gracian”. Alli, renegando de la iconoclastia de sus afios mozos, Medinaceli rinde homenaje a toda la obra de Tamayo y refiriéndose a La Prometheida seiiala que hay “pasajes por lo que mira a fa expresién, bellisimos, originales y de tal tiqueza de léxico e imagenes que es una fiesta para el espiritu, algo de lo més dureo dentro de Ia lirica castellana de todos los tiempos. Para encontrar una cosa igual hay que remontarse al divine Géngora”. Piensa Medinaceli que cuando se funde la Facultad de Filosofia y Letras, habr4 que crear una cétedra “Tamayo” para que los jévenes estudien espe- cializadamente toda su obra, asi como en otras partes hay cdtedras dedicadas a los grandes clasicos. Se ocupa también del Tamayo periodista y orador, lamentando que no se hubiese recogide su enorme produccién de artfculos y discursos. ¥ concluye con este deseo: “Nuestra finalidad ha sido la de sugerir la idea de que se complete el homenaje a Tamayo con un estudio de su personalidad y de su obra. De él cabe decir lo que Mauricio Barrés afirmaba de Stendhal, “més que un pro- es, en el sentido clésico y humano, “un profesor de pleni- io estimarivo, en sintesis, acaso es lo que més cabalmente define la personalidad del autor de Creacidn de la pedagogia nacional”. Sugiere a continuacién que alguna institucién cultural como ef Ateneo de la Juventud encargue a sus miembros més capacitados Ia redaccién de un tema sobre las diversas facetas de la personalidad tamayana: el poeta, el pensador, el sociélogo, ¢l periodista, el parlamentario y politico, el hombre. Y concluye: “Ast kabremos cumplido nuestro homenaje de justicia a quien con lo cimero de su talento y de su espfritu constituye —y ha de seguir mejor en el porvenir constituyéndolo— el honor, la dignidad, el orgullo de la patria” XXXIV Retrocederemos ligeramente en el tiempo, para retomar las impresiones de Céspedes en torno al poeta trocado en politico. Fi candidato a diputado Franz Tamayo habia sido ungido por el voto popular en 1930 y elegido en seguida presidente de !a Asamblea, Pero no bubo discusién, ni menos apro- bacién del proyecto de Ley Capital, que proclamaba el tiranicidio, considera: do cuando més como una nota de excentricidad del politico pacefio. Tamayo, sin embargo, mantuvo la conviccién de que si se hubiese aplicado su proyecto no se habrian enttonizade mds dictaduras ni gobiernos autoritatios y abusi- vos en Bolivia y ast lo afirmé ea 1947, en su folleto Tamayo rinde cuenta. Céspedes, que escribirfa en junio del 31 un ensayo de excepcional valor sobre Ia figura y la obra de Tamayo, bajo cl titulo de “Viaje en torno a un monolito pensante” —que, al decir de los testigos de esa época, “hizo reir hasta a Jas piedras”—, publica un articulo mds breve, pero igualmente sus- tancioso, en el mes de abril,* tomando a Ja chirigota tanto la decisién de Tamayo de dar funcidn “co-legisladora” a la barra como el proyecto de Ley Capital. Burlandose de la modesta capacidad intelectual de los representantes, el. joven periodista indica que “el egregio Presidente pone también una im- portancia cerebral en la testera, es decir, el “lugar de Ja cabeza”. La actual camara de diputades posee indiscutiblemente una cabeza que pot su volu- men y contenido suple eficientemente el hueco que la ausencia de otras cabezas da, produciendo una angustiosa impresién de vacfo en el parla mento” E] arcfculo concluye desinflando el impresionante balén de la Ley Capital, de la que nos ocuparemos en seguida, con apenas un alfiler que equivalfa a una estocada; “En no lejano dia, en plena agora, don Franz Tamayo erguido y gesti- colante, preguntard con voz imponente a la chusma, cumpliendo el articulo cuarto de la Ley Capital: “"¢Qué 0s parece que lo léinepicnos? al presidente de la Republica?” “La masa, obedieme al articulo quinto, naturalmente responderd que le parece muy bien y entonces se procederd a Ja eliminacién del tirano, la cual seré practicada indudablemente por Tamayo en petsona, dandole al condena- do un cabezazo en el estémago, todo esto para demostrar en la realidad, la bondad demoerdtica de sus proyectos super-humanos”. Con cl paso de fos afios, el joven escritor hizo un deslinde entre Tamayo politico y ‘Tamayo pedagogo, encontrando —como Medinaccli— gue su mayor aporte a la cultura boliviana habia sido Creacién de la pedagogia nacional. En su libro El Dictador suicide (“AO afios de historia de Bolivia”, segin teza el subtitulo) publicado en el afto 1968, ef gran humorista que hay en Céspedes, ademas de impar narrador, hace el enjuiciamiento defini- tivo de Tamayo, esta vez en serio, contraponiendo su figura a la de Arguedas 1 “Tamayo y 1a democracia para”, en Ulsime Hora, 30 de abril de 1931. 2 ~“Limpiar": bolivianismo que equivale a matar. XXXV y su Pueblo Enfermo, como representative este ultimo de la mentalidad oligérquica, despreciadora del substrato indigena. “Taraayo proclamé con una ptosa sin vacios cual relieve barroco —dice Céspedes— el imperativo de dar a la vida nacional la sangre autéctona que le negaba Ia descolorida in- telectualidad criollo-mestiza. Su ilustracién cldsica y humanista, de filésofo y esteta, afindé su sensibilidad autéctona cuando, al remontar la corriente arterial de la raza nativa, hallé en el humillado superviviente del imperio destruido, el indio, la unica fuente potencial de un estilo nuestro... exploré y cubicé los yacimientos de lo nativo y sv potencia cultural, como nadie supo hacerlo hasta entonces en América. El antiimperialismo coeténeo de Manuel Ugarte y la posterior “Indologia” de José Vasconcelos no alcanzaron la profundidad de la revolucién interior planteada por Tamayo, a quien por eso y por precedencia, le corresponde el titulo de fundador de la teoria indoamericanista en el Continente”. Alborta Reyes publica en Sigzo Ia primera parte de un ensayo sobre Tamayo que, aparentemente, nunca completé+ pero nada es desperdiciable de cuan- to dice en ese articulo, Se pregunia al empezar por qué Tamayo, pudiendo haber expresado en su poesia a su pueblo y a su paisaje, tavo que huir a la Hélade, frustrando la mayor posibilidad poética que tuvo ef pais de reflejarse a si mismo; de qué maneta acudié al Céucaso en lugar de convertir a La Prometheida en una grandiosa tragedia aymarg, con héroes nativos que se movieran en el vasto escenario andino. Y halla la explicacién tanto en la moda novecentista que rendia culto a! neo-helenismo parnasiano de Leconte de Lisle y el clasicismo de José Marfa Heredia, cuanto a ta enemistad de los cfreulos cultos del pais que le hostigaron al punto de obligarlo a exiliarse espiritualmente en un mundo extrafio, que parecta superior al de! medio, convittiéadolo en un hombre acosado, que sentfa muy hondo “‘ese pufial que el coraz6n te punge y en loro y sangre tu vivir compunge”. La critica formalista contempordnca de Tamayo —en opinion de Alborta Reyes— no le perdoné la iconoclastia de su forma poética, “mezcla de culte- tanismo a lo Géngora y neoclasicismo francés de tipo parnasiano de quien estaba saturado de humanismo cldsico y dominara lenguas vivas y muettas”. Inritaban a sus criticos “‘las excelencias incomprensibles de Ja forma, no el exdtico ausentismo que tuvo también su castigo, pues pudiendo ser nuestro Homero resulté un maravilloso Heredia boliviano que habia dejado evaporar esencias poéticas de boliviandad subyacentes en ef “invicto Céucaso” micn- 1 “Receasiones sobre Ja podtica de Tamayo” en la revista Signo, eneto-febrero de 1957. XXXVI tras le aguardaban tefulgentes de nieve y sol las grandes cordilleras de Ametindia”’. Alborta Reyes afiade: “Y ahora se trata de calar mas hondo buscando el drama. La peligrosidad del arte tamdyico consiste en una incoincidencia: a pesar del tema Iuminaso del mito griego —tomando siempre La Prometheida como patadigma—, y justamente por ello, adguiere en su magnifica inter- pretacién personal —cuyo acierto novedoso est4 en haber introducido en Ja ‘trama esquiliana a “Psiquis”— un sentido no ditemos esotérico pero st complicado que el mito helena no tuvo o eliminé poco a poco en su busca de la espléndide libertad interior que comparece a través de Ja Historia de la Cultura Griega de Burckhardt y entrevemos en Las Dos Cardtulas de Saint. Victor, como caracterfsticas de la plenitud y regularidad de todas las artes griegas, si las tomamos en funcién de estilo. En nuestro caso sucede que el Prometeo taméyico se mueve sobre Ja hosca, insondable naturaleza indiana. Y éste es el drama auténtico de Las Ocednidas. Psicolégicamente, alld en el fondo, en el ultimo tejido de la grande obra, chocan la concepcién clasica de la tragedia y la profunda y mineralizada substancia andina, El sfntoma de tal friccién interior reside en el cerebralismo predominante del poema, que hace dificil al lector acemperarse a su clima de inaudita belleza, ya que cierta tensién endurece en muchos pasajes la ternura de la cubierta melédica del verso y cristaliza en formas de belleza pura, desnuda, dificil, cayo secreto es la armonia”. “Nosotros ditiamos que se mueven con él —como simbolos, y no como signos—, en una yuxtaposicién permanente que es apenas perceptible para el ojo atento de lanalista, los reflejos del paisaje natal. Estén en el fon- do de su mirada, en su sombra, en sus ecos, en su atmésfera personal de ctea- dor, pero no constan deliberadamene en su literatura y pot ello pude haber acertado al colegir en otro estudio critico que sélo simbélicamente habia cantado al suni, altiplano, a través de los pasajes de su Prometheida: “Sobre el invicto Céucaso, de erectos riscos rigidos.. .” No hay, para este autor, en la obra de Tamayo —salvo sus paginas peda- gogicas y politicas— compenetracién entre su genio potencial y la titra que lo nutria. ¥ en consecuencia, tampoco el pueblo pudo sentirse identifi- cado con una lirica que le resultaba extraiia y remota: “Resulta obvio asentar que no se trata aqui de empequefiecer con irre- verencias el legado ritmico del acda andino, El anilisis objetivo y aun el espectral no excluyea ciertamente la admiracién para obra tan multidimensio- nal y biomérfica como la suya. Pero es una admiracién sin gratitud. Porque as{ como la Creacién de ta pedagogia nacional encontré una ancha [fnea in- termedia entre la Bolivia feudo-colonialista y axtificial, rigida y perfilada sobre el fondo de Ia intolerancia y el privilegio, y Ia reaccién del pueblo pregonada por su voz mas autoritaria, la de Tamayo, pata sefialar los hitos de su unificacién nacional sobre los planteamientos basicos de su cultura, Ja aplicacién concreta de esos postulados pedagdgicos debié hacerse en el XXXVI arte. Sobre las comprobaciones de la Pedagogia pudieron venir las intuiciones esiéticas, la euforia emoctonal de un grande y entrafiable poema”. “Fueron pocas ciertamente, las ocasiones en que se dignd aconsonantar la invalorable vibracién de su numen poético con la realidad existencial boli- viana. Y ello no bastaba, Bolivia debia ser relevada integralmente en Jas vi- vencias estéticas y sus dominios poéticos. Los grandes trdgicos situaban siempre sus obtas en atmésfera o clima que pudo ser en ocasiones mitaldgico, incluso, peto que siempre les era propio, estaba a su alcance y podia ser apre- hendido en su proximidad tactil. Asi en el Mahabirata, el Ramayana, el mundo sobrehumano de la tragedia de Esquilo, las Sagas nérdicas, el Popol. Vuh de Jos mayas guatemaltecos, siempre hallaremos una labor de particula- tizacién gencralizada, simbidsica, que jamds rehiiye el tema propio. Porque para Tamayo, y en general para el poeta nacional no se trata de forjar un poema més o uno menos de valores universales, sino ante todo de revalorar Ja bolivianidad en sus esencias y rafces. La presuncién occidental le vedé constituirse en el primer trdégico indoamericano. Por nuestra parte, creemos que hay una mistica no metafisica —sin nieblas ni tinieblas—, una mistica de Ia tierra, que el soberbio numen de Tamayo estaba destinado a sorpren- der para darle vida imperecedera, estroficamente”. Pero no hubo tal cosa. Y en consecuencia no se puede reclamar para Tamayo, dice Alborta Reyes, Ja ‘‘gratitud popular con que las gentes senci- Ilas suelen pagar a quienes toman del subsuelo patrio los motivos y sugeren- cias apropiados pata enhebrar con ellas una ligazén substancial en la que el verbo poético obtenga nuevas y desconocidas profundidades emocionales, alientos vibrdtiles que compensen el tedio y la desgarrada miseria de la vida, transformando en un ardiente impulso esa petrificacién psicolégica en que va cayendo nuestro pats, falto de estimulo para sus posibilidades psicolégicas, que las tiene y muy cuantiosas, en vez de bailar al son de panderos ajenos”. PRO DOMO SUA Conviene ahora, después de haber escuchado a estos tres jévenes disidentes, ceder [a palabra al propio Tamayo quien, ignorando posiblemente estas cri ticas, asumié indirectamente la defensa de su obra y de su actitud filosdfica y litevaria, en las cartas que ditigiera a los esctitores Jorge Mafiach y Marti Casanovas, publicadas por José Carlos Maridtegui en su famosa revista Amauia en 1928. La carta a Marti Casanovas (de 1° de abril de ese aio) abunda en precisas consideraciones sobre la supuesta antinomia entre ameri- canismo y occidentalismo y afirma el credo estético que le acompaiié toda la vida. Veamos algunos patrafos: XXXVUI Toco este punto tam importante de una de sus aactas: !a ntcesidad de reaunciar al espirira occidental, erarandose de [2 creacién del nuevo arte americano. ‘Con el nuevo conocimiento que Ud. llega a tener en este momento del mundo americano, en su visita 2 México, Ud. —me pareco— esta sintiendo la enorme atraccidn de las cosas nuevas y grandes, grandes y auevas son stausamente las americanas, sobre todo aguellas que manan directamente de las grandes fuentes historicas, reciales y calvurales, de los dos grandes imperios indios, azteca y peruano. Ud. las esté palpando de cerca, malgrado Ja hruvalidad espatiola que wat durante trescientos anos, de destruir cuanto encontrara en pie a la hora de Ja conquista. Me doy justa cuenta de [2 impresién que Ud. siente: le proximidad de una grande alraa autéetona, la contempiaciéa de ruinas y restos maravillosos, cn uma palabra, el redesctbrimiento, por un americano, de va mundo desaparecide o por desaparecer. Entonces Ia consecuencia es clara: Ud. buen ameticano, sc in- clinacia a aceptar la sola posibilidad de americanismo absoluto, absoluto en el sentido de renunciar a todo lo que no sea indic, indo-americano, como se dice ahora. Y cuando Ud. encuentra un emericano, americino fath’ exckben, como yo, que habla de occidentalismo, etc., Ud. se yergue de pro- testa... Enrendémonas un poco. Yo he sondeado con el pensamiento y durante muchos afios este nuestro mundo americano, y en lugar y medio bastante semejante sl mexicano que Ud. esth Iaborando hoy. Pero a la ver conozco «l mundo que llamamos occidental. Ahora bien, permitame Ud,, seftando ua poco Ja argumenacién, decirle que fuere del’ mando occidental, ao hay selvacida para nosotros. Otra cosa es que Jos americanos incorporemos al occidentalismo con auestra alma americana faregra y muy orgullosamente integra. Lo que de cilo resuite sélo poded ser algo original y poderoso, 21g0 que distinguiéndonos hondamente de las diversas almas occidenales, nos dé sin embargo cacta de cudadenia en Ja repiblica occidental de Ja Cultura, Permizame un simil so del rodo cxacto, ya que no se me cause otro mejor: de la manera ciro los romanos se incorporaron a la cultura helénice —-suprema—, de esa manera noso:tos nos oceidentalizaremos. Los romanos comenzaron confe- sando la supremacia, de los patrones y médulos griegns. Toda la miquina pensante, codo cl método, la forma de las aspiraciones, la materia misma del trabajo intelectual, en uaz palabra, 1a educacién toca, para el romaao y su inteligencia, debia tomarse ea Grecia, por la sencilla razon de que en esta terra privilegiada I2 humanidad habia alcanzado su apice de perfeccién: ¥ de eficiencia, y que por consiguiente seria ja mayor locura pretender Tenuncar voluncariamente a ello. Igual nosotros. Ni el ace ni la ciencia podran privarse en América de todo lo conquistado por el occidental que Viene y se extiende del mundo griego (el Asia préxima) hasta ia ultima Thule que podria significar Ia Gran Bretaia. Esto podria geogréficamente complementarse con ciereas reseevas de extension, como Ja de incluir en la cuenta el mundo aryo indio en el que reconocidamente ubica cl mundo occidental su origen. Es cosa s6io de explicarse un poco. Me viene un secuerdo, El empeio de los germanos del tiempo del Storm und Drang (ottos enzmorados del autoctonismo como Ud.), de creat, para cl arte sobre todo, um nuevo mundo, extra paganismo, y de pretender en el caso, sobreponer el Lied de los Nibelungos sobre la Hlisda, por ejem plo. Yo he estudiado el poema bacharo en su texto medio alemén y en la excelente traduccién modecna de Simrock; pero confesando la enorme ma- tavilla bécbara, yo he acabado sindiéadome ante la majestad pentélica y eterna del poems griego. Ya Goetne encontré a su pato el mismo problema, y scab también por sendirse ante la verdad y la necesidad. gernano cuanto sc quicra (y alli_eseé su fuerza), pero geeco-latian como aspiracién y como educacin, —ail{ esti su victoria. Para nosotros el destino tiene que ser ci mismo? americanos cuanto podamos, con alma libre y propia, y no con aima his- XXXIX peno-americana esa limitacién suicida y triste; pero fatalmente occidentales, esto es, aryano-euzopecs de cultura y de voluntad, Ademés ¢esté alguien seguro, definicivamente seguro, de que no hay vinculaciones prebisiricas entre el indio aryo y el indio americano? —Cuestiéa! Aclaremos esto de Ja exclusidn de hispanismo y entendimonos. Si en Espaiia cuya lengua hablamos exiscen clementos culurales (como segura mente bay) que respondan a esta necesidad de culeura universal, alli am- bigo beberemos como cn fuente licita: pero no seré por otta razén que la que nos mandase beber en fuentes francesés, italianas 0 alemanas. Nada de preferencias por taz6a falsamente sentimental y a priori. Queremos nucstca Tibertad de cscoger fuentes y caminos. Queremos nuestra libertad de ir espititualmente a Espafia, o de no ir jemas a ella, segin nuestro grado o auestra oecesidad, LA LEY CAPITAL Era proverbial la eversiéa de Tamayo a las dictaduras internas o fordneas. Ea abril de 1926, en La Rezén, publica un atticulo juzgando a “tos hombres de accién” que surgen “como en ciertos mares el tiburdn y en nuestros rlos selvdticos el yuracaré”, pero que no apatecen cuando los partidos politicos se crean y desenvuelven bajo figuras patricias, sino cuando Megan at poder. Es entonces que los hombres de accién disputan el poder, primeto a sus partidos y luego a Ja nacién. A titulo de mayoria, “el partide de gobierno comienza por devorar a la nacién para acabar 2 su turno devorado por su jefe —~“el hombre de accién”, asierita Tamayo. Y explica que ello es posible solamente gracias a que el patrimonio de todos, que es ¢l poder y el dinero publico, es puesto al servicio de la criminal empresa: Llegamos pues un poco a saltos, como pide la prensa, al instante en que el hombre de accién esté ya en el podes, y aqui eucontramos ya la sombria aventura tantas veces repetida en nuestra historia de cien adios. El gobierno del hombre de accién es fa cancelacidn franca o no feanca de la Taz Fromterss, finanzas, derechos privedos y piblicos, instiuuciones mst tiples, aspiraciones de las clases sociales, tentativas doctrinales de los par- tidos, la vids toda de la nacién queda pendiente por afios de Ta sola voluntad del gobernante. 2Parlamento —Judicatura? —Como si no cxistieran, o peor, porque es de principio en el Capitolio mismo donde se hacen, 6 mejor, deshacen ambas instituciones ye que para obtener un mandato 0 una ma gistreture 3 preciso haber pasado primero por el juramento de secvidumbre at amo y llevar en la frente muy visible ya el sello de infamia cindadana. ¥ la maquina comienza a moverse, Hojead un poco la historia: donde hay una gran accién gubecnativa, una acdén trescendente y casi siempre trigica para nosotcos, alli esta 1a mano exclusiva del hombre de accién, Grandes tratados de limites con el Hrasil 0 Chile de gravisimas consecuencias posteriores, es el hombre de accién; guerra del Pacifico, océanos de males insondable adn, es el hombre de accién; venta de tettitorios que parecen pequefias repiblices por Jo extenso y valioso, es el hombre de accién; inversia descabellada de fabu- losas sumas de dinero, precio de la sangse o del patrimonio nacionales, cs XL el hombre de accién; contratos ya consuetudinariamente Hamados LEONI- NOS y que significan la hipatece secutar de la pactia, es el hombre de acciéns pactos 0 tentativa de pactos que son la traicion misma por significar ia caticga de Bolivia al vencedor de ayer, y al eacmigo de sicmpsc, cs cl hombre de accién”, A continuacién, Tamayo parangona a tales sujetos con los “magistrados de veras, hombres de derecho, de paz, de virtud y desprendimiento” a quie- nas se niega el poder, Al argumento de que esos hombres de accidn fueron gzandes hombres a quienes no les acompaiié la suerte, replica Tamayo: No es cierto, Estos nuestros pro-hombres sélo fo son mientras mande- nen el vergajo del poder en la mano. Apenas cualquier vaivén politico los ha errojado a) suclo, vuelven a ser aquellos que habian sido antes de asaltar et poder: pobres hombres sin accién, sin palabra, sin pensamientos y hasta sin una animal gratitud a los amigos de ayer. Volveos ua poco retrospecti vamente: @De cual de aquellos mintisculos ROIS EN EXIL he venido jamas aquella ticrra de jauja a [a que van generaimente a acabac, de cul ha venido una sola idea financiera o industrial, un sclo plan diplomatico, un solo proyecto institucional, une sola palabra que pueda considerarse semilla fecunda para a pobre patria que tanto habian maltratado? Todo to més que hemos visto es el adsbo astuto y vulpino en vista de recobrar el poder, 2 veces tambien, Ja tcarativa misma de le mismo, peso elle acaba en veces en un desperter o mejor dicho, en sequel trégico dormisse para siempre en Uysni... 2 Y conchiye afirmando que el pueblo boliviano, “fatigado de una fatiga secular a través de generaciones, ya no desea héroes ni paladines, mesfas y salvadores en el poder’’, sino simples magistrados. Profundo eta el menosprecio de Tamayo hacia los gobernantes que se ctefan providenciales y en su empefio por consetvar el poder o transmitizio a sus validos, arrasaban con las endebles instituciones de Ja Republica. La formula del radicalismo como él la entendia, se basaba en Ja desconfianza hacia las revoluciones y la esperanza en las instituciones cuya estabilidad, sabidurfa y fuerza contendrian todo intento de “banditisrno” gubernativo. Expresaba sin reticencias su aversién a las dictaduras internes o fordneas y en 1928, cuando la mayoria de [os politicos y de la prensa curopea consideraban a Mussolini un extraordinario escadista, en una entrevista con- cedida a Ja revista limefia Avsauta, Tamayo expresé una opinién que hoy dia quizé es universalmente compartida pero que en su tiempo parecia un anate- ma, cuando no una impertinencia: “Mussolini me parece un analfabeto temible, ficha de manicomio y de casa de correccién a la vez. Es temible porque detrés de él se mueve casi toda Italia enasdecida y coma erbriagada, No hay que olvidar que Italia todavia cuenca entte las neciones mas cultas y més viejas del mundo. Pre- siento que la ruina de Mussolini serd cambiéa Ta cuina de Telia, al menos por mucho tiempo. Bl todo a breve plazo, desgraciadamente”. 1 Se refiere al asesinato del ex presidente Hilarida Daza, derrocado después de su desastrosa conduccidn durante el conflicto bélico con Chile, y muerto 14 afios después al retornac al pais, en 1a Localidad de Uyusi. XLI

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