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Reflexión

Educar en y para la diversidad


Profesor: Francisco Gálvez
Estudiantes: Constanza Fuentes – María José Gallardo

Actualmente la sociedad habla de muchas cosas, pero hay un tema que ha estado
en boga hace ya bastante tiempo, se trata de la inclusión. A menudo en los medios
masivos de comunicación se critican actitudes discriminatorias como la homofobia o la
xenofobia. Basta buscar en google inclusión, y solo ver los 31.400.000 resultados que
arroja el término. Y es que parece ser que todos hablamos de inclusión, y que, pese a que
el grueso de la población no conoce con exactitud lo que significa dicho concepto, se nos
hace altamente inconcebible plantearnos la educación sin este componente inclusivo.
Ante esto, nos resulta de sumar urgencia un trabajo de difusión y comprensión del
concepto de inclusión.

Pues bien, para nuestra reflexión hemos seleccionado tres conceptos que, a
nuestro parecer, son de esencial comprensión si es que queremos realizar una
trasformación en la escuela y, por sobre todo, en la forma de educar. Los conceptos a
desarrollar son Integración, Inclusión y Educación Inclusiva. El por qué seleccionamos
estos conceptos y no otros es, principalmente, como señalamos anteriormente, porque
nos resultan de suma relevancia si queremos una transformación. Creemos que como
docentes es fundamental entender la diferencia entre estos conceptos e integrar a nuestro
saber la definición de cada uno de estos para así poder llevar a la praxis medidas
inclusivas, pues no podemos olvidar que si bien la escuela se caracteriza por ser un
espacio de desarrollo cognitivo, en realidad, es un espacio de desarrollo humano. En este
caso particular nos referimos a la relevancia de los conceptos seleccionados en el ámbito
educativo, que es nuestra área de trabajo, sin embargo, creemos que el ejercicio de
entender sus significados y diferencias debiese ser una tarea global, pues para una
óptima naturalización de la inclusión debemos instaurar medidas en todos los ámbitos de
la sociedad, y no sólo instaurar medidas, sino que lograr una valoración de la diversidad.

En primer lugar, tras las lecturas realizadas, podemos definir el concepto de Integración
como aquella idea en donde existe noción respecto de las diferencias de un sujeto
respecto de un grupo y a sabiendas de esto este es asumido dentro de grupo pero con el
propósito de homogenizarlo según el parámetro de dicho grupo. Es así que la integración
no incluye en sí misma una valoración de la diferencia, pues como señalamos, una vez
que la detecta y acepta, busca transformarla en lo ‘’normal’’. En lo que se refiere a la
escuela, la integración implicaría una adaptación, por ejemplo, del currículo a los alumnos
‘‘diferentes’’.

Por otro lado tenemos el concepto de Inclusión. Este comúnmente es aplicado como
sinónimo de integración y viceversa. Sin embargo, veremos que la inclusión hace
referencia a una aceptación y valoración de la diversidad, en este sentido, al incluir al
sujeto ‘‘distinto’’ del ‘‘grupo común’’ no busca una homogenización, sino más bien que
valora la riqueza de lo heterogéneo. Es así como en la escuela la inclusión podría
apreciarse, a diferencia de la integración, ya no en la adaptación curricular o evaluativa
para con el estudiante ‘‘diferente’’, sino que en el desarrollo de un modelo común que
integre en sí mismo las diferencias del grupo, presentando diversas posibilidades de
actividades y evaluaciones a los estudiantes.

Y nuestro último concepto es el de Educación Inclusiva. La educación inclusiva, más allá


de la escuela inclusiva, la cual será entendida desde una mirada más concreta en su rol
de institución, implica un enfoque más amplio. La educación inclusiva, como
ejemplificamos anteriormente, implica una trasformación en el proceso de
enseñanza-aprendizaje en donde se valora la diversidad y se establecen estrategias a
favor de esta, generando oportunidades donde todos los estudiantes, independiente de
contar con una diversidad familiar, educativa, personal o sociocultural, puedan
desarrollarse de forma equitativa. La educación inclusiva, como vimos en el trabajo de
Margarita Valcarce, tiene alcances amplios, involucrando también un escenario social.

En sí, estos conceptos son bastante similares, pero tienen sus diferencias. Ambas
(integración e inclusión) tienen consideración por la diferencia. Ambas reconocen y toman
consciencia de la existencia de esta diversidad que se da en cualquier sociedad, con
mayor razón en la escuela.

Sin embargo, persiguen objetivos distintos. La integración reconoce la diversidad como


tal, pero no reconoce la necesidad de preservarla. No es que busque abolirla, pero sí
busca homogeneizarla para trabajar de una misma manera. La inclusión por su parte,
toma esta diversidad y trabaja con ella, no busca homogeneizarla, sino que respeta la
heterogeneidad, y la aprovecha positivamente, creando un ambiente en que la diversidad
pasa a ser una característica fundamental.

Podemos así establecer una confrontación fundamental, entre la educación inclusiva y la


educación integradora. Una educación inclusiva es aquella en la cual se respeta la
heterogeneidad propia de cualquier grupo humano, y se trabaja en función de ello, de
modo que los estudiantes también vayan tomando consciencia de esto, y lo hagan parte
de sí. Por el contrario, una educación integradora sólo reconocerá la existencia de la
diversidad, e intentará homogeneizarla lo más posible, para así poder trabajar a la luz de
un solo estilo de enseñanza y un solo estilo de aprendizaje, coartando de esta manera las
diferencias que tienen todos los estudiantes y unificándolos.

Si bien, en la presente reflexión nos hemos enfocado en la idea de inclusión desde


una perspectiva educativa general, entendemos también que para cada disciplina se
presentan diferentes desafíos sobre cómo lograr aulas inclusivas, sobre todo cuando hay
materias tan diversas entre sí, como es en el caso de la Física y la Historia.

En el caso de Historia, creo que se trata de una disciplina que invita, desde lo
metodológico y desde lo teórico, a trabajar en torno a la diversidad y así mismo a
valorarla. Si bien, en cualquier asignatura un docente se enfrentará a necesidades
educativas especiales vinculadas a elementos neurológicos o cognitivos, en la disciplina
histórica el docente también se verá frente a otro tipo de diversidad, como la personal y la
sociocultural, pues las temáticas trabajadas implican el uso de las ideas propias o
colectivas, los valores, las concepciones de vida, ideologías e incluso los gustos. Esta
situación me parece de suma riqueza, puesto que este escenario no sólo se presenta en
un aula, sino que en la sociedad y su cotidianeidad. Por lo tanto, creo que uno de los
desafíos que se nos presentan a los (futuros) docentes de Historia es entregarles las
herramientas a los estudiantes para ser críticos y reflexivos, invitándolos a la discusión,
entendiendo que existen diferentes formas de pensar, lo que no significa que el otro esté
equivocado, sino muy por el contrario, el otro en su diferencia me puede enriquecer como
sujeto social.

En el caso de la Física, el centro de la discusión que se genera dentro de la sala de


clases, en la gran mayoría de los casos, no se encuentra en la diversidad propiamente tal.
Sin embargo, a este aspecto podemos concederle un punto a favor, esta ciencia no
intenta disminuir ni neutralizar la diversidad, debido a que se centra en el conocimiento
disciplinar. Si bien es cierto, no tiene este matiz propio de la Historia, sí se puede
contribuir a la formación de una mentalidad crítica, tanto del educador como del
educando, en la medida en que ambos vayan dándose cuenta de que el hecho de que
existan estas diferencias entre las personas, no es impedimento para que puedan
aprender ni mucho menos para que puedan desempeñarse correctamente en el área
científica. A lo que quiero llegar es que realmente, profesor y estudiante pueden
reconocerse como personas con sus diferencias y sus características propias, y ver que
no tiene nada de malo, es más, pueden evidenciar lo fructífera que es la inclusión.

Para terminar, queremos invitar al lector a una pequeña reflexión, ¿qué será mejor para la
formación de los nuevos ciudadanos, una educación que los incluya, o una educación que
sólo los verá como entes a los cuales unificar?

Podemos concluir que la necesidad de la inclusión es evidente en la sociedad del siglo


XXI, y, por supuesto esto no excluye a la escuela. Concluimos que una educación que
“acepta” nunca estará al nivel de una educación que “favorece”. Claramente, la educación
necesita responder y satisfacer las necesidades de los estudiantes, y para esto, es
fundamental que se profundice en la búsqueda de la inclusión.

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