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BELGRANO, EL AMBIENTE Y LAS GENERACIONES VENIDERAS

Manuel Belgrano, entre otros méritos, fue un precursor del pensamiento ambiental. Un libro que
acaba de publicarse (El buen antepasado, del filósofo australiano Roman Krznaric) propone
desafíos que Belgrano había asentado dos siglos atrás: la idea de “solidaridad intergeneracional”, de
dejarles a quienes aún no nacieron algo mejor que lo que recibimos.

A.S.

El filósofo australiano Roman Krznaric desarrolla en su último libro (El buen antepasado: Cómo
pensar a largo plazo en un mundo cortoplacista, editado por Capitán Swing) la falta de visión a
largo plazo en las sociedades actuales. En una entrevista reciente dice al respecto:

“Yo creo que las generaciones futuras nos considerarán delincuentes. Delincuentes del carbono,
delincuentes ecológicos y dirán: ¿pero por qué no se estaban preparando para la siguiente
pandemia? ¿Por qué no estaban observando las amenazas de la inteligencia artificial y otras
tecnologías? ¿Por qué no estaban siendo buenos antepasados?”

Las palabras de Krznaric (léase “kerznárich”) me hicieron recordar las que escribió Manuel
Belgrano, nuestro sorprendente pionero en temas ambientales. En el «Correo de Comercio» del 9 de
junio de 1810, Belgrano decía (respecto de los cuidados de la tierra, la rotación de cultivos y la
protección de árboles):

“Causa el mayor sentimiento al observador ver tantos árboles muertos, a cuya existencia hacía
siglos que concurría la Naturaleza: se presiente ya lo detestables que seremos á la generación
venidera, si en tiempo no se ponen remedios activos para que los mismos propietarios no abusen de
sus derechos, pensando sólo en aprovecharse del producto presente”.

Hace muchos años, allá por los 80, un dúo que me gustaba mucho pero que no tuvo demasiado
éxito, integrado por el baterista Oscar Moro y el oriental Beto Satragni, tenia una canción hermosa
que decía:

“Está en tus manos dar vida /


terrenal a tus sueños...
Piensa en tus nietos en clase de historia /
no en tu riqueza desierta y sin gloria...
Dale amor a tu tierra.
Dale amor a tu gente”

La apelación es contundente: “Piensa en tus nietos en clase de historia…”. En todos los casos, se
trata de variantes de la frase llena de sabiduría ancestral atribuida a diferentes autores (desde los
pueblos abyayaleños hasta los de la India): “No heredamos la tierra de nuestros padres, la tomamos
prestada de nuestros hijos”.

Y todas ellas, a su vez, configuran los antecedentes de la idea de “solidaridad intergeneracional”,


que desde hace décadas postulan los movimientos socioambientales y diferentes pensadores. La
idea, tan desafiante, de dejar algo mejor que lo que recibimos. Belgrano, otra vez, la expresa con
claridad:

“Así repondríamos lo que han destruido los que nos precedieron y lo que nosotros arruinamos sin
consideración alguna a la posteridad, contentándonos únicamente con trabajar para nosotros, para
nuestros placeres”. (En "Plantíos", publicada en el «Correo de Comercio», número 9, 28 de abril de
1810).

¿Se preguntan esas personas “que arruinan, que destruyen” qué pensarán de ellas sus descendientes?
Yo creo que no. Creo que el egoísmo es tan acendrado en ellas, la ambición es tan poderosa en sus
acciones, la convicción de que hay que extraer la máxima rentabilidad hoy, que ni siquiera se
representan qué imagen de ellas tendrán las generaciones venideras.

Con lo cual, tanto el argumento de Krznaric como el de Belgrano como la bella canción de Moro-
Satragni se transforman en palabras vanas, en argumentos ineficaces para penetrar la indiferencia
voraz de los sectores poderosos, que siguen apostando en medio del desastre, a lo que ya sabemos
que condena a las generaciones venideras a vivir en un mundo cada vez peor.

Y en ese caso, cobra relevancia otra idea que Belgrano escribió con claridad y contundencia: el
criterio de solidaridad, que no es otra cosa que supeditar los intereses individuales al bien común
cuando hay conflicto entre ellos. Lo expresaba de esta manera en un bando del 14 de julio de 1812:

“Cuando el interés general exige las atenciones de la sociedad deben callar los intereses
particulares, sean cuales fuesen los perjuicios que experimentasen; éste es un principio que sólo
desconocen los egoístas, los esclavos y que no quieren admitir los enemigos de la causa de la patria:
causa a que están obligados cuantos disfrutan de los derechos de propiedad, libertad y seguridad en
nuestro suelo, debiendo saber que no hay derecho sin obligación y que quien sólo aspira a aquel, sin
cumplir con ésta, es un monstruo abominable, digno de la execración publica y de los más severos
castigos”.

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