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Dios es un pequeño parásito

M.
Dios es un pequeño parásito
que entra por el oído
y pone sus huevos.

Para sacarlo debes presionar


una linterna contra tu oreja.
Él seguirá la luz.
Dios es una pulga
crujiendo entre tus uñas
entre tus dedos que se entierran
en pechos y lomos
buscando a sus hermanas.
Dios es una polilla que cae
al fuego
en el momento en que sus alas
se consumen.

Dios es todas las polillas


que la observan
esperando su turno.
Dios es una abeja
muerta con su aguijón
enterrado en tu pie de niño

un arponero cuya presa


desesperada
lo arrastra hacia el jardín.
Dios es una chinita
que no sabe como entró
ni como saldrá
de este tunel oscuro.

Ve pasar, tranquila,
las estaciones
apoyada en el pasamanos
esperando la combinación.
Dios es mi madre
arrancándome una garrapata
del cuello.

Es el hilito de sangre
que baja
por mi hombro
y espalda.
Es un niño que observa
en cuclillas
las llamas salir
de un tarro de café

el olor a parafina

un niño que imagina


los pequeños gritos.
Dios está escondido
enrollado en una esquina
del huerto.

Su caparazón negro
lo protege del miedo.
Aleja sus patitas
de los depredadores.
Dios es una carie
que te ahueca las muelas
revelando el nervio.

Destempladas
se encogen ante el frío
y antes del llanto.
Dios es una luciérnaga
desorientada por las linternas
y las risas agudas
de los niños

que juegan a ser bichos


pequeños dioses.
Dios es una pulga de mar
en el pico de un pilpilén
hundido en la arena.

El pájaro debe ser cauteloso:


si se distrae
lo dará vuelta una ola.
Dios es un gusano blanco
entre muchos gusanos blancos.
Recorren, de a poco, tu cuerpo

llenándolo de agujeros
inflándolo primero,
achicándolo depués,
hasta que solo queda Él.

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