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Historia, representaciones y practicas de la Etnohistoria en la Universidad de Buenos Aires Una aproximacién antropoldégica a un campo de confluencia disciplinar Carlos E. Zanolli Alejandra Ramos Dolores Estruch Julia Costilla i GA Fotos de tapa: Isabel Estruch Historia, representaciones y précticas de la Etnohistoria en la Universidad de Buenos Aires Una aproximacién antropolégica a un campo de confluencia disciplinar ISBN: 978-987-1238-71-2 Primera edicién: Editorial Antropofagia, octubre de 2010. www cantropofagia.com.ar Zanolli, Carlos Historia, representaciones y practicas de la Etnohistoria : una aproxi- macién antropolégica a un campo de convivencia disciplinal / Carlos Zanolli ; Alejandra Ramos ; Dolores Estruch ; Julia Costilla. - 1a ed. - Buenos Aires : Antropofagia, 2010. 128 p. ; 23x15 cm. ISBN 978-987-1238-71-2 1. Antropologia. 2. Btnohistoria. I. Ramos, Alejandra IL. Estruch, Dolores III. Titulo CDD 301 Queda hecho el depésito que marca la ley 11.723. No se permite la repro- duccién total o parcial de este libro ni su almacenamiento ni transmisién por cualquier medio sin la autorizacién de los editores. ‘A todos aquellos que de una manera n otra contribuyeron a la formacién y el desarrollo de la Seccién Etnohistoria. {ndice oe 7 Carlos B. Zanolli Introduccién 9 Mavidelouts. ca caccersayeaneeurysseraneerrssnssaewersan nana lo Capitulo 1: Hacia una historia de la Etnohistoria Sonam ase nee 7 Introduccién . . sees . sense wv Riiicionesrentre-Antropologia &/Eiktorla 18 Etnohistoria andina, 22 Antecedentes (1900-1950) eeenwer wranirccaee 22 Desarrollo y consolidacion (1950-1990) . . wees 25 Ethnohistory 32 La institucionalizacién de I Etnohistoria, en Argentina 37 Debates actuales: el lugar de la Btnohistoria, y la Antropologia histérica en las Ciencias Sociales... a eezsne 92 Capitulo 2: La Etnohistoria en la Universidad de Buenos Aires: su trayectoria y consolidacién institucional 45 Introduceién 48 Los primeros tiempos beeen 46 Continuidad y cambio en In Seccién Etnobistoria 34 El “smgimiento” de la Antropologia histéricea, 2.2... 0... 60 Etnohistoria- Antropologia histérica: una visién desde “afuera”” 63 La Seccién Etnohistoria como espacio de legitimacién académica y polities .. 67 A modo de sintesis 20.0000 o eevee terete 73 Capitulo 3: La especificidad del campo de la Etnohistoria en la Universidad de Buenos Aires ......... ee ee 75 Introduecién 5 Relaciones entre Antropologia e Historia en el campo de la Btnohistoria ... . sees 76 La Btnohistoria: zsubdisciplina, disciplina o interdisciplina? .-....-.-.»- 76 La Etnohistoria, como confluencia de la. Antropologia y Ia Historia Los aportes de la Antropologia a. la Etnohistoria, ‘ crete 79 Los aportes de la Historia a la Etnohistoria 5 6 Historia, representaciones y practicas de la Etnohistoria. . . La especificidad del campo de In, Etnohistoria. Hacia una definicién de la Etnohistoria ..... Definiciones con énfasis en el aspecto tedrico-metodolégico Definiciones con énfasis en el objeto Definiciones con énfasis en el contexto sociopolitico-académico A modo de sintesis 6.66. eee eee Reflexiones finales Bibliografia was Referencias bibliogréficas Documentos 86 89 1 o7 102 106 109 121 121 127 Capitulo 1: Hacia una historia de la Etnohistoria Introduccién Las Ciencias Sociales se encuentran en una posicién de privilegio y de responsabilidad ya que pueden tomar su propio funcionamiento como ob- jeto de andalisis. Desde la creacién de las universidades en el siglo XIX ~y en un proceso que abarea hasta el presente- las disciplinas avanzaron estableciendo dreas de incumbencia y definiendo sus objetos. Al recorrer ese camino delinearon su posicién en el campo intelectual, legitimando su produccién dentro del sistema de fuerzas presente (Bourdieu [1999] 2005). En las tiltimas décadas la interrelacién entre las Ciencias Sociales se ha hecho cada vez mas frecuente tornando dificil delimitar objetos de investi- gacion exclusivos o metodologias de aplicacién especifica. La Etnohistoria, que nace a partir de la convergencia de métodos, perspectivas y modelos provenientes de diferentes disciplinas —fundamentalmente la Antropolo- gia, la Arqueologfa y la Historia— se encuentra inserta en estos procesos generales. El debate acerca de qué es la Etnohistoria y cual es el camino que los investigadores de este campo deberian seguir a futuro no se encuentra sal- dado (Lorandi y Wilde 2000, Bechis 2005 y 2008, Lorandi y Nacuzzi 2007, Fisher y Cahill 2008, Rojas 2008). Sin embargo, encontramos un punto de acuerdo al momento de identificar las primeras apariciones del término “Etnohistoria”. Autores como Krech (1991), Lorandi y Del Rio (1992), Be- chis (1999, 2005, 2008) y Rojas (2008)? han tomado como punto de partida 7 Los recorridos personales de los autores que citamos dan cuenta de la diversidad disciplinar y de las Areas de investigacién que engloba la Ktnohistoria y que en alguna medida caracterizan su campo de accién. Martha, Bechis, tras sn formacién de grado en Filosofia realiz’ estu- dios de doctorado en Antropologia siendo su area de investigacin Pampa y Patagonia, Ana, Marfa Lorandi obtuvo una Licenciatura en Historia, su campo inicial de investigacién fue la Arqueologia. y posteriormente se dedicé a. estudios etnohistéricos del Tucuman colonial. Lidia, Nanuzai, tras graduarse en la orientacién arqueolégica, de la carrera de Antropologia, realizé sus investigaciones en el 4rea de Pampa y Patagonia. Rojas, una vez egresado de la. carrera de Historia, se dedicé a analizar la economia y politica del imperio Azteca y se interes también por las sociedades indigenas coloniales, principalmente de Nueva. Espafia. Viazzo obtuvo pri- mero su Licenciatura en Historia y luego inicié sus estudios en Antropologia, especializéndose 17 18 Historia, representaciones y practicas de la Etnohistoria. . . en su historizacién la definicién dada por Wissler, en la primera década del siglo XX, quien en esos afios se desempefiaba como conservador de la Seccién de Antropologia del American Museum of Natural History de Nueva York. En 1909 Wissler habfa, preparado una exposicién que reunia materiales arqueolégicos y etnograficos sobre grupos indfgenas que habi- taban en la zona del rio Hudson. En la introduccién al texto que provefa los criterios de la exposicién, Wissler sostenfa, que en la documentacién producida. por los no-nativos® se podia encontrar informacién de cardc- ter etnolégico sobre aquellos grupos. Llamé a, estos datos “etnohistéricos” ya que, combinados con los provenientes de la Arqueologia, hacian po- sible reconstruir el pasado prehistérico de las sociedades estudiadas por los etndlogos (Viazz0 2003, Bechis 2005). Rojas (2008) hace notar que en esta primera referencia la palabra aparecié en forma separada “ethno historical” y sugiere que tras el uso de un guién intermedio en los afios cuarenta paso luego a ser una tiniea palabra. Por su parte Bechis (1999) sefiala que Wissler exigia. a los antropdlogos que analizaran esos docu- mentos la aplicacién de téenicas historiograficas entendiendo por ellas la verificacién de la fuente y la evaluacién del contexto en el que fue escrita. Wissler, en su texto, auguraba una estrecha pero pautada relacién entre Antropologia e Historia. Relaciones entre Antropologia e Historia Mucho se ha dicho ya acerca de que el rechazo a la Historia por par- te de los antropélogos exponentes del estructural funcionalismo fue una reaccién a la “historia especulativa” de los partidarios del evolucionismo y el difusionismo de principios de siglo xx. Incluso algunos autores han recordado que el particularismo histérico fue acusado por los propios dis- cfpulos de Boas, de no tener en cuenta la dimensién histérica (Trigger 1986, Lorandi y Del Rio 1992, Viazzo 2003). Esta negacién de la historia en as sociedades campesinas de los Alpes. Shepard Krech, Del Rfo y Wilde se formaron como antropélogos, sin embargo difieren notablemente en sus reas de investigacién. El primero se dedicé a estudiar los grupos indigenas norteamericanos examinando criticamente los discursos que les atribuyen précticas ecologistas, Del Rio se interesé por la regién de Charcas y Wilde se ceupé de las misiones jesuiticas del Paraguay y realizé trabajos etnogréficos entre los grupos guaranties contempordneos. El historiador John Fisher ha trabajado las politicas coloniales en Jos sighos XVIII y XIX y el antropdlogo David Cahill se dedica al estudio de la nobleza incaica 8 Los autores consuliados se han referido de distintas maneras a este colectivo: ast mientras Krech (1991) lo designa como no-natives, en Viazito (2003) aparece como blancos y para Bechis (2005) se trata de viajeros, explorarlores y comerciantes Capitulo 1: Hacia una historia de la Etnohistoria 19 habrfa condenado a la Antropologia a varias décadas de estudios sineréni- cos —desde los afios ’20 hasta la segunda posguerra~, periodo que Viazzo (2003) denominé los afios de la separacién entre ambas disciplinas. En lo que respecta, a la Historia, para esa misma época centré sus estudios en la figura de los grandes hombres y en los acontecimientos singulares (Lorandi y Rodriguez Molas 1984, Lorandi y Del Rio 1992, Viazzo 2003). Sin embargo, hubo excepciones y cambios progresivos que llevaron, a mediados del siglo xx, a wna reestructuracién de las relaciones entre las dos disciplinas. En lo que se refiere a la Historia, durante la primera pos- guerra la Historia social empez6 a ganar espacios con los estudios de demo- grafia, economia y sociedad y, en 1929, comenzé a publicarse en Francia Annales d “Histoire Economique et Sociale. El desarrollo de la Historia Social fue acompafiado de una apertura tematica y metodolégica que im- pulsé un mayor contacto con otras Ciencias sociales. Una de sus vertientes fue la Historia de las mentalidades que, como veremos més adelante, in- fluiré en los estudios etnohistéricos (Lorandi y Rodriguez Molas 1984 y Lorandi y Del Rfo 1992). Mientras tanto a fines de la década de 1940 Raymond Firth y Meyer Fortes, exponentes reconocides del funcionalis- mo y del estructural-funcionalismo en Antropologfa buseaban incorporar la dimensién histérica a sus estudios. Firth propuso en una serie de con- ferencias dictadas en Birmingham en 1947 —que luego se retomarian en Elements of Social Organization editado en 1951- la categoria de “orga- nizacién social” mientras que Fortes en 1949 desarrolld, en un ensayo que titulé “Time and Social Structure”, la idea de “ciclo del desarrollo del gru- po doméstico”, Simulténeamente, Max Gluckman, en un articulo escrito en 1947 criticaba a Malinowski por no haber considerado los trabajos de los historiadores sobre Africa y por haberse desinteresado del estudio de los archivos. Se iniciaba asi un replanteo de las categorfas de andlisis y de los intereses de investigacion en un intento por contemplar los procesos histéricos (Trigger 1986, Fernandez de Mata 2002, Viazzo 2003). La década de 1950 fue considerada por Viazzo (2003) como el momento del acereamiento entre la Antropologia y la Historia y uno de los simbolos de ese viraje fue el discurso de Evans-Pritchard en la “Marett Lecture”. Este autor sostuvo que los antropdlogos sociales se desempefian en tres niveles: 1) intentan comprender los significados culturales y traducirlos en los términos de su cultura. En este punto no habria una diferencia con la Historia en lo que respecta a objetivo o método; 2) buscan la es- tructura social subyacente. Aqui también pude establecerse una similitud 20 Historia, representaciones y practicas de la Etnohistoria. . . con los historiadores, exceptuando a los més conservadores que —segtin el autor— no llevarfan adelante este tipo de trabajos; 3) aplican el método comparativo, que no seria comin entre los historiadores (Evans-Pritchard 1950) Evans-Pritchard retomé las ideas de Kroeber para sostener que las di- ferencias existentes entre las dos disciplinas son de técnica, énfasis o pers- pectiva pero no de objeto o método. Esta similitud habria sido opacada por el contraste entre el estudio directo de la vida. social que los antropé- logos realizan y el indirecto que llevan a cabo los historiadores, mediados por los documentos. Para Evans-Pritchard esta seria una diferencia de téc- nica. y no metodolégieca. Su conferencia finalizé con la propuesta de que la Antropologia social pertenece al campo de las Humanidades y no al de las Ciencias Naturales. Rechazaba asf el postulado de Radeliffe-Brown segiin el cual el fin de la Antropologia era establecer leyes que explica- ran el mundo social y proponia, por el contrario, que el objetivo era la formulacién de modelos y la interpretacién (Evans-Pritchard 1950} Pero tal como afirman Lorandi y Del Rfo (1992), las disciplinas no solo se desarrollan a partir de las teorfas y las metodologias que se construyen para dar cuenta de su objeto sino que también se encuentran condicio- nadas por las problematicas sociales emergentes. En esta linea debemos considerar la situacién que se desencadené en los Estados Unidos cuando en 1946 se aprobé el Indian Claims Act. Esta era una ley que posibilitaba a los grupos indigenas reclamar mediante un juicio al gobierno una indem- nizacién en el caso de que sus tierras hubieran sido expropiadas luego de la firma de los tratados que protegian sus derechos de propiedad. Los juicios se prolongaron por varios afios y muchos antropdlogos, que fueron reque- ridos como expertos, se familiarizaron con los archivos del gobierno em- prendiendo investigaciones diacronicas en la btisqueda de informacion que avalara o desestimara las demandas. A partir de esta experiencia comin, los investigadores realizaron —entre 1954 y 1966— una serie de encuentros bajo el nombre de Ohio Valley Historic Indian Conference nego conocidos como el American Indian Ethno-historic Conference. En el marco de estos encuentros se impulsé la creacién de la revista Ethnohistory y, a partir de 1966, pasaron a constituir la American Society for Ethnohistory (Krech 1991, Viazzo 2003). Paralelamente el proceso de descolonizacién impulsé la visibilizacién de nuevos actores sociales y el surgimiento de historiografias especializadas. Quizas la mas destacada fue la Historia de Africa cuyos representantes Capitulo 1: Hacia una historia de la Etnohistoria 21 —interesados por informacién referente ala organizacién social y las creen- cias de los grupos estudiados— se abocaron al uso de documentos hasta el momento ignorados e incluso de fuentes orales y adoptaron nuevas pers- pectivas interpretativas. Estas investigaciones fueron reunidas a partir de 1960 en el Journal of African History (Vansina 1962). Durante esos afios, otros investigadores intentaron conjugar las investi- gaciones arqueolégicas, histéricas y antropoldgicas para el estudio de las sociedades precolombinas, hecho particularmente relevante en México? y en Pert. El término Etnohistoria comenzé a utilizarse para designar tra- bajos que ya se venfan realizando en esta linea (Pérez Zevallos y Pérez Gollan 1987, Fernandez de Mata 2002). En el caso de Perti y a lo largo dela primera mitad del siglo XX, investigadores que formaban parte de la corriente indigenista habfan realizado estudios que buseaban conectar el pasado y el presente recurriendo para ello a las tres disciplinas menciona- das. El acercamiento entre la Historia y la Antropologia en la década de 1950 no solo renové las fuerzas de estas corrientes preexistentes sino que proveyé nuevas perspectivas de andlisis transformando significativamente los marcos teérico-metodolégicos. En los siguientes apartados desarrollaremos en detalle dos de las for- mas que han adquirido las confluencias disciplinares mencionadas y que tuvieron lugar a mediados del siglo xx: la Etnohistoria andina y la Et- nohistoria norteamericana. Estas lineas han sido las que han infiuido en mayor medida en las investigaciones realizadas en Argentina, aunque en diferentes proporeiones. Mientras los estudios en Etnohistoria andina fue ron los principales referentes al momento de conformacién del campo en 9 Durante la década de 1950, Pedro Armillas y Angel Palerm tmpulsaron en México una linea de investigacién que se centraba en el estudio de las formaciones estatales, En esos afios comenzaba a utilizarss ol términe Etnohistoria para designar trabajos que ya se venian realizando y que conjugaban aportes de la Antrapologia y la Historia. La riqueza dela Etnohistoria se encontraria, entonces en dicha coniluencia, pero esa serla también la razén de que se trate de un campo dificil de definir y sin Iimites precisos (Martinex Marin [1976] 1987, Pérez Zevallos y Pérez Gollén 1987), Ena, década de 1980 Pedro Carrasco —antropélogo de formacién, interesado por distintos aspectos (parentesco, estructura social, politica e ideologia) de las sociedades indigenas de México, desde tiempos prehispénicas en adelante— describfa la investigacién etnohistérica de Ia siguiente manera: “se plantean con dates histéricos problemas generales de la antropologia Interpretamos la sociedad del México prehispénico en términos de esquemas generales de la evelucién sociocultural: la importancia de la base material, el papel del parentesco dentro de Ia organizacién social total, el modo de produccién y los tipos de estratificacién social y del Estado que caracterizan alas civilizaciones arcaicas, oteétera. Esto quiere decir que no vemos ala etnohistoria camo una disciplina aparte con una base tedrica independiente sino como una téenica de obtener datos; o sea, ex un estudio que se realiza a base de documentacién histérica por el mero hecho de que tratamos con sociedades del pasarlo que no se pueden observar directamente” (Carrasco [1982] 1987. 23), 22 Historia, representaciones y practicas de la Etnohistoria. . . Argentina manteniendo un estrecho vineulo con los investigadores de la region, la presencia de la Etnohistoria norteamericana se hizo sentir recién a partir de la década de 1980, principalmente a través de la obra de Bruce Trigger. Etnohistoria andina A fin de analizar los antecedentes, el surgimiento y el desarrollo de la Etnohistoria andina distinguimos dos momentos bien diferenciados, uno que ocupa la primera mitad del siglo xx y un segundo momento que se desarrolla entre esa fecha y 1990 aproximadamente. Antecedentes (1900-1950) Durante la primera mitad del siglo Xx ocurrieron una serie de transforma- ciones altamente significativas en las investigaciones andinas: se ampliaron los grupos estudiados profundizandose el conocimiento sobre sociedades preincaicas a partir del ineremento de excavaciones sistematicas; se reali- 26 la primera sistematizacion de las crénicas; se impuso el debate por el modo de organizacién social, econémico y politico del sistema incaico: y se crearon en el Pert instituciones nacionales que impulsaron este tipo de investigaciones. Entre los representantes cldsicos de aquellos estudios encontramos a Philip Means, Louis Baudin, Max Uhle, Luis Valearcel y Julio Tello. Interesado por dar cuenta de la historia incaica Means realizé una de las primeras sistematizaciones de las crénicas distinguiéndolas, a partir del tipo de descripeién que hacian del sistema incaico, entre Garcilarianas y Toledanas y emple6 esta sistematizacién para proponer una cronologia de la dinastfa Inca (Rowe 1945). Por su parte, Baudin inicié su clasificacién, que fuera continuada y completada por sus disefpulos, teniendo en cuenta las particularidades propias de cada uno de los cronistas y el momento en que fueron escritas. Estos dos autores tomaron parte también en uno de los principales debates de la época al proponer una clasificacién del sistema de gobierno incaico. Means sostuvo la existencia de un socialismo aristocratico que al tiempo que aseguraba el bienestar de las personas controlaba todas sus actividades, Baudin ([1928] 1940) por su parte lo de- finid como un “imperio socialista” que conjugaba un colectivismo agrario Capitulo 1: Hacia una historia de la Etnohistoria 23 preexistente y un socialismo de Estado impuesto por los ineas. Otras po- siciones eran las de Mariategui, quien propuso que se trataba de un caso de comunismo y la de Choy, que defendié la tesis de esclavismo (Murra 1978, Avila Molero 2000) El incremento de las exeavaciones sistematicas en Perti estuvo impulsa- do por Max Uhle, quien resalt6é que la historia precolombina no se limitaba, a los confines territoriales del Perti republicano sino que inclufa a los Es- tados vecinos y considers a los incas no como el inicio de un proceso sino como parte del mismo dando un eardeter protagénico a anteriores y con- temporéneas culturas y organizaciones andinas (Martinez 1998). Formulé la primera. cronologia relativa para Pert y Bolivia a partir de la iden- tificacién de estilog cerdmicos, la puesta en relacién de los mismos y su posterior secuenciacién. Incorporé secuencias locales enlazadas por dos estilos de amplia distribucién, Inca y Tiahuanaco, denominados horizon- tes. A partir de ellos propuso luego un esquema de alternancia entre estos horizontes y los periodos de estilos locales (Kaulicke 1998, Rowe 1998) Max Uhle oecupé también un lugar en la direccién de las primeras insti- tuciones nacionales relacionadas con la Arqueologia en el Peri. Martinez (1998) vincula la creacién de entidades académicas de este tipo a los efec- tos sociales de la guerra con Chile (1879-1883), que dejaron su huella en los grupos dirigentes de Lima. Estos, luego de la guerra, emprendieron una profunda investigacién del Pera inspirada en un fuerte sentimiento nacionalista surgido en aquellos afios. En 1905 fue creado el Museo de Historia Nacional en Lima compuesto por dos secciones, la de Arqueolo- gia y Tribus Salvajes asignada a Uhle y la de Colonia y Reptiblica a cargo de José Augusto de Izcue (Martinez 1998). En este clima nacionalista, surgié la Hamada “generacién del 900” que consideraba que desde las disciplinas sociales debfa contribuirse a la cons- truccién de la nacién peruana. En el marco de la misma se desarrollaron tanto la corriente hispanista —cuyo principal representante fue José de la Riva Agiiero— como la indigenista!? dentro de la cual se ubicaron dos importantes figuras de la Arqueologia y la Antropologia peruana, Julio Tello y Luis Valedrcel (Arguedas [1965] 1978, Avila Molero 2000). Valeér- cel buscé establecer los nexos que unian al campesinado contemporaneo de los Andes con los hombres que habitaron ese mismo espacio en tiempos 10 El desarrollo del indigenismo ha sido descrito a partir de tres etapas: a) 1897-1909 com. prende la generacién protagonista de la huelga universitaria de 1909; b) 1909-1920: desarrollo del regionalismo y la. profundizacién del indigenismo y; c) 1920-1930 expansién nacional de las ideas gestadas en Cusco (Valladares Quijano 2005) 24 Historia, representaciones y practicas de la Etnohistoria. . . prehispanicos. Para este autor el proceso de transformacién de la realidad nacional solo podia darse desde los grupos indigenas. Pease ([1974] 1987) considera que Valcarcel marcé el inicio de los estudios andinos modernos al vineular la informacién que proporcionaban las crénicas con los resul- tados de las excavaciones arqueolégicas y los avances antropolégicos de la época. De hecho, Valearcel introdujo en Pert el término “Etnohistoria” para designar la vinculacién entre la Historia cultural y la Antropologia con el objetivo de diferenciarla de la historiografia tradicional La polftica nacional peruana atravesaba por esos afios profundos cam- bios y los intelectuales indigenistas comenzaron a ocupar espacios de po- der apoyados por Augusto Legufa (1863-1932) quien fuera presidente del Perti en dos ocasiones, la primera entre 1908 y 1912 y la segunda en el llamado “oncenio” entre 1919 y 1930. Julio Tello y Luis Valearcel fueron las figuras que representaban en el mundo académico el viraje politico e institucional de la época. En 1919 Valearcel creé un museo en la Univer- sidad de San Antonio de Abad (Cusco) mientras que Tello hizo lo propio en la Universidad Nacional de San Marcos (Lima). Entre los aportes més significativos de ‘Tello a la Arqueologia peruana se encuentran sus investigaciones sobre Chavin y Paracas. Cuando Leguia fue derrocado en 1930 comenzaron tiempos dificiles para Tello ya que perdié su trabajo y tuvo dificultades para obtener apoyo econémico para sus investigaciones. Le tomé varios afios volver a conseguir financiacién lograndolo finalmente gracias a la ayuda de Alfred Kroeber! a quien habia conocido en 1925 cuando este legé a Perii bajo el auspicio del Field Museum of Natural History. En 1936 por iniciativa de estos dos investigadores, entre otros, se creé el Institute of Andean Research. A partir de ese momento, la ins- titucién financié numerosas expediciones arqueolégicas e investigaciones que reunieron a diferentes especialistas para el estudio de las sociedades andinag, ademas de respaldar la publicacién de los resultados de aquellos estudios (Lothrop 1948; Astuhuaman Gonzéles y Daggett 2005; Daggett 2005). 11 Informacién extraida de http: //museonacional_perucultural.org pe. 12 Tras estudiar con Boas en Columbia, Kroeber pasé a la Universidad de California porque querfa ser parte del programa impulsado por Phoebe Hearst (1842-1919) una importante be- nefactora de la Universidad de California. Las primeras excavaciones de Max Uhle en Pert habian sido financiadas a través de este programa. Al tomar contacto con las colerciones que se encontraban en la, universidad, Kroeber se interes por la Arqueologia de Peri. En su primer viaje de campo a ese pais establecié una amistad con Tello y a pesar de que no acordaban en sus interpretaciones sobre la, Arqueologia, peruana, realizaron numerosas expediciones en su compaiifa. (Ramos 2010) Capitulo 1: Hacia una historia de la Etnohistoria 25 Durante las primeras décadas del siglo XX las excavaciones arqueold- gicas realizadas en Peri aumentaron notablemente y, al tiempo que se buscaba profundizar el conocimiento sobre los incas, los estudios se ex- pandieron a otras culturas previas y contempordneas. Paralelamente, el corpus de fuentes no solo se incrementé sino que se realizaron distintos in- tentos de sistematizacién. A ello se sum6 el renovado interés por los grupos indigenas contempordneos —impulsado por las preocupaciones politicas del momento— que favorecié los intentos de establecer una continuidad entre el registro arqueolégico, el histérico y la informacién etnografica. Si a mediados del siglo XX se dio un acercamiento general entre la Antropologia y la Historia que daria origen a. distintas Iineas de Etnohis- toria, este encuentro disciplinar encontré su especificidad en Perti entre otras cosas— por el papel central que jugé la Arqueologfa. El mismo esta- ba presente desde los estudios realizados a principios de siglo Xx pero se consolidé con las infiuencias norteamericanas de mediados de siglo, princi- palmente a partir de los trabajos de John Rowe y John Murra. Tengamos en cuenta que Rowe habfa estudiado Arqueologfa clasica, especialidad en la que era corriente conjugar la informacién arqueoldégica con la obteni- da a partir de documentos mientras que Murra se habia formado bajo la influencia de Fay-Cooper Cole quien, aunque desde otra perspectiva, también buscaba articular estos dos registros incorporande la informacién proveniente de los documentos a los datos producidos por sus excavaciones en Illinios™*, Desarrollo y consolidacién (1950-1990) Franklin Pease ({1974] 1987) sostiene que los estudios de Valedrcel —que impusieron la confrontacién de la informacién de las erénicas con la del trabajo arqueolégico— tuvieron una importante influencia en los trabajos posteriores, entre ellos la reevaluacién de los documentos que realizé Rowe mediante la confrontacién de las crénicas dentro de una perspectiva ar- queolégica. Sin embargo Avila Molero afirma que con el advenimiento de gobiernos conservadores en la década de 1930 los intelectuales indigenis- tas perdieron los espacios de poder que habian obtenido. Por ello en la 13 Una caracteristica distintiva del enfoque de Cole en Illinios fue el uso de documentos his- téricos tempranos para localizar los sitios para la investigacién arqueolégiea. A raiz de estos trabajos Fred Exggan lo considleré como uno de los fundadores de la Arqueclogia moderna, ¢ inelusn como un pionero de la, Etnohistoria (Schusky y Bggan 1989) 26 Historia, representaciones y practicas de la Etnohistoria déeada de 1950 la Etnohistoria andina no habrfa sido impulsada por las investigaciones peruanas precedentes sino por la influencia de la Antropo- logia cultural norteamericana y el espacio que brindé entre 1944 y 1959 el Handbook of South American Indians para la difusién de articulos sobre Andes (Avila Molero 2000). Segtin Lorandi y Del Rfo (1992: 16) “los etnohistoriadores america- nistas de los afios 1950 y 1960 supieron hacer una sintesis muy fértil del neo-evolucionismo, el historicismo y el funcionalismo aplicdndolos al anélisis de las viejas erénicas de los siglos XVI y XVII.” El neoevolucio- nismo estuvo representado por Julian Steward a través de la edicién del Handbook of South American Indians aunque los trabajos vinculados al particularismo histérico también estuvieron presentes en esta publicacidn. El particularismo histérico, caracterizado por el enfoque descriptive y una metodologia inductiva, habria infiuido en John Rowe mientras que las et- nografias producidas por el funcionalismo briténico le habian servido a John Murra como fuente de nuevas hipétesis para pensar el mundo an- dino. Entre los principales aportes de Rowe se encuentran: la periodizacién arqueolégica, de las sociedades previas a los incas mediante las nociones de horizonte y periodo, sus trabajos sobre la religidn estatal incaica (Avila Molero 2000) y las investigaciones en relacién al lugar de la realeza inca en el periodo colonial (Burga [1999] 2005). En lo que respecta a Murra se ha destacado su crftica a las clasificaciones de la sociedad inca basadas en categorias disefiadas para las sociedades europeas (Avila Molero 2000) el haber ingistido en la preexistencia de las estructuras politicas y econé- micas empleadas luego por los incas (Malpass 2003) y sus aportes para el empleo de nuevas fuentes y de una la relectura de las erénicas. Dichos intereses tuvieron como corolario una serie de investigaciones sobre las relaciones entre las etnias y el Estado (Lorandi y Del Rio 1992). En la década de 1960 comenzé a sentirse la influencia del estructura- lismo holandés con la figura de ‘Tom Zuidema quien impulsé los estudios de parentesco y brinds herramientas metodologicas para el andlisis de las categorias nativas de pensamiento. Se constituyé asi lo que Lorandi y Del Rio llaman la nueva escuela etnohistérica a la que se incorporarfan en la década siguiente los aportes del marxismo. Finalmente la Etnohistoria se encontré en un camino similar al que habia tomado la, Antropologia his térica francesa que tenia sus antecedentes en una de las vertientes de la Historia social, la Historia de las mentalidades (Lorandi y Del Rio 1992). Capitulo 1: Hacia una historia de la Etnohistoria 27 De hecho, durante de la década de 1970 se hizo notorio el impacto de la Historia social en la Etnohistoria andina (Lorandi y Del Rio 1992). La. historiografia pernana tradicional se habia caracterizado por centrarse en las erénicas de los siglos XVI y XVII y en los grandes personajes sin tener presentes los problemas inherentes a las erénicas en tanto que documen- tos. Pero sobre todo, habja privilegiado el estudio del Tawantinsuyu en. detrimento de las organizaciones sociales previas. La expansién interna- cional de Annales implicé una modificacién en los eriterios de andlisis de las fuentes y en el modo de llevar a cabo los estudios histéricos (Pease [1974] 1987). En 1964 el historiador Franklin Pease ingreséd al Museo Nacional de Historia de Perti que en aquel momento se encontraba. bajo la direccién de José Marfa Arguedas. Al afio siguiente y bajo el auspicio de Pease di- cha institucién comenzé a publicar la revista Historia y Cultura. En ella publicaron distintos autores interesados por recuperar a la “historia andi- na” mediante la biisqueda de “categorias, representaciones colectivas y valores a través de los cuales los indfgenas habrfan percibido e interpreta- do” los acontecimientos histéricos (Curatola Petrocchi 2002: 56). En 1969, tras el fallecimiento de Arguedas, Pease fue nombrado director del Museo. Gracias a su labor, entre fines de los afios “60 y principios de la década de 1970, el Museo se convirtié en un lugar de encuentro entre destacados antropélogos e historiadores -tanto nacionales como extranjeros- como John Rowe, John Murra, Maria Rostworowski, Tom Zuidema, Waldemar Espinoza Soriano, Jorge Flores Ochoa y Luis Millones, entre otros “Aunque de distinta formacién y en algunos casos hasta con orienta- ciones teérico-metodolégicas opuestas, todos ellos tenfan como comin denominador el interés por el mundo andino y el reseate de su historia. cultural a partir de la biisqueda y el estudio de las més variadas fuentes literarias y documentales de los siglos XVI y XVII, analizadas a la luz de las modernas perspectivas y categorias antropoldgicas y cotejadas, ahi donde fuera posible con relatos etnogrdficos e informes arqueolégi- cos, en una perspectiva de larga duracién” (Curatola Petroechi 2002: 58-59) 14 Lo andino era. entendido como “un fenémeno cultural original, es decir como una civilizacién de larga, duracién que s¢ habia. prolongado desde los tiempos prehispanicos hasta el siglo XX, marcando la historia, la. identidad y la realidad del Peri” (Curatola, Petrocchi 2002: 58) 28 Historia, representaciones y practicas de la Etnohistoria. . . En 1970 Murra realizé una evaluacién de los cambios producidos en la Etnohistoria andina respecto de las dos décadas previas, los mismos sé resumfan en cuatro avances significativos: 1) la publicacién de fuentes clasicas, lo que facilitaba su acceso y conducia a un incremento en las investigaciones; 2) el aumento de los estudios sobre los antecedentes, la. personalidad y el contexto intelectual de los autores de los documentos; 3) el surgimiento de nuevas preguntas para estudiar las fuentes disponibles evidencidndose una tendencia a incorporar textos literarios como fuentes; 4) la incorporacién, en esta misma Ifnea, de documentos administrativos, entre los que se destacaron las visitas. Estos dos Gltimos puntos fueron acompafiados por una perspectiva novedosa vinculada al interés por los asentamientos locales y los estudios comparativos (Murra [1970] 1987) La Etnchistoria se presentaba como un espacio equidistante entre la Arqueologia y la Etnologia y los documentos instaban a la colaboracién entre las disciplinas posibilitando logros que ninguna metodologia alcan- zaria por si sola. La definicién clasica de la Etnohistoria como el uso de fuentes escritas para el estudio de los grupos étnicos no-europeos resul- taba ya en los afios '70 un tanto estrecha, en todo caso se trataria de un esfuerzo conjunto de distintos acercamientos que en el pasado se habian ejercido por separado (Murra [1970] 1987). En esta misma linea Pease sos- tenfa que la Arqueologia, la Etnologia y la Historia -en tanto técnicas- son instrumentos validos y necesariamente combinables para comprender “la, historia integral de la vida del hombre” buscando aquello que per- manece més all, de los cambios y que permite comprender la. situacién actual (Pease [1974] 1987 y [1977] 1987). No se trataba entonces de una mera mirada antropolégica a las poblaciones prehispanicas o de un andli- sis histérieo de la dominacién del campesinado, lo que se buscaba era una aproximacién a la historia andina como una continuidad espacial y temporal que rebase las fron- teras coloniales y nacionales; que se refiere a un mundo que tiene una experiencia de milenios, manifestada —por ejemplo~ en los criterios de acceso a la tierra y la utilizacién simultanea de diversos pisos ecolégi- cos; que mantiene y elabora de nuevo cada vez su experiencia creadora; intentar un acereamiento a aquellas categorfas que presidieron la vida material y la ideolégica de las sociedades andinas antes y después de la invasién del siglo XVI, y que son vigentes todavia en nuestro dias, aun en las ciudades” (Pease [1974] 1987: 190) Capitulo 1: Hacia una historia de la Etnohistoria 29 La especificidad de la Etnohistoria andina estarfa, dada entonces por una triple confluencia teérica y metodolégica. En primer lugar, el interés antropolégico por el andlisis de las estructuras sociales, al que se suma la transformacién de las mismas estudiada por los historiadores. Por tiltimo, el apoyo de esta combinacién en el uso de distintos tipos de fuentes. A pesar de las diferencias disciplinares, los enfoques de antropélogos e his- toriadores han ido convergiendo y esto ha tornado verdaderamente diffcil establecer divisiones tajantes entre ambas disciplinas (Murra [1970] 1987; Pease [1974] 1987 y [1977] 1987). Paralelamente a la realizacién de balances de la investigacién etnohis- térica se realizaron en la década de 1970 una serie de encuentros con la intencién de comparar los desarrollos de este campo en Andes y en Mesoamérica. En 1971 tuvo lugar el “Primer simposio de correlaciones antropolégicas andino-mesoamericanas”. Un afio mas tarde se llevé a ca- bo en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México una reunién comparativa sobre las instituciones sociales de Mesoamérica y Andes. En 1977, Murra dirigié un seminario comparativo organizado por el Centro de Investigaciones Superiores en el cual, tanto él como Carrasco, insistian en la necesidad de utilizar nuevas fuentes ademas de las erénicas (pape- les judiciales y eclesidsticos, relaciones geograficas, visitas, testamentos) Una renovada erftica de las fuentes, realizada tanto desde la Antropologia como desde la Historia, parecia ser el punto de partida de las investigacio- nes y esto habrfa permitido abrir nuevas perspectivas de andlisis (Pérez Zevallos y Pérez Gollan 1987). La nueva etapa en la que entraba la Et- nohistoria andina en los afios ‘70 era anunciada ademas por las obras de Nathan Wachtel, que analizé la desestructuracién de la sociedad andina en La vision des vaineus: les Indiens du Pérou devant la. conquéte espag- nole, 1530-1570 ([1971] 1976) y Pierre Duviols (1971), quien deseribié la extirpacién de idolatrias enmarcéndola en el entorno ideoldgico de la épo- ca y en relacién a los intereses creados, en su ya clasica obra La lutte contre les religions autochtones dans le Pérou colonial: l’extirpation de Pidolatrie entre 1532 et 1660 (Salazar Soler 2007). En la década de 1980 las perspectivas de cambio continuaron. En 1981 el Joint committee on Latin American Studies del Social Science Research Council (Ssrc) y el American Council of Learned Societies (ACLS) convo- caron a log investigadores Brooke Larson y Steve Stern a una reunion que tendria por objetivo “disefiar un proyecto sobre la historia andina” (Stern 1990: 19). En la reunién estuvieron presentes ademas de Larson y Stern, 30 Historia, representaciones y practicas de la Etnohistoria Carlos Sempat Assadourian, José Marfa Caballero, Magnus Mérner, John Murra, Silvia Rivera, Karen Spalding y Enrique Tandeter (Stern 1990). Allf se eshoz6 la posibilidad de realizar tres conferencias interrelaciona- das entre sf, “que pretendian desarrollar nuevas hipétesis y conclusiones basadas en los recientes avances de la historia y la etnologfa andinas y plantear orientaciones para investigaciones futuras” (Stern 1990: 19). La. primera tendria como objetivo analizar la penetracién del mercado en las sociedades andinas. La segunda puso su mirada. en los procesos desarro- llados por aquellas sociedades para asegurar su reproduccién durante el periodo colonial. La tercera estaba centrada en las distintas formas de resistencia y rebelién desarrolladas por las sociedades andinas. La conferencia que tuvo como eje la participacién de los indigenas en el mereado tuvo como antecedente la sesién sobre “Participacién indigena en los mercados surandinos” coordinada por Olivia Harris, realizada en el marco del 44° Congreso Internacional de Americanistas que se desarrollé en Manchester, Inglaterra. La reunién propuesta en 1981 tuvo Ingar en 1983, en la ciudad de Suere, Bolivia, con el nombre “Penetracién y ex- pansién del mercado en los Andes, siglos xVEXX” y la coordinacién de Olivia Harris, Brooke Larson y Enrique Tandeter. Su objetivo fue el de “construir un cuadro histérico de Ja vida econémiea andina que ponga en relacién la nueva conceptualizacién de la expansién mereantil con la insistencia antropolégica sobre la durabilidad y el impacto de los siste- mas econémicos indfgenas” (Harris et al. 1987: 32). Como resultado de la reunién, en 1987 se publicé el libro La participacién indigena en los mercados surandinos compilado por los coordinadores del Simposio. La segunda conferencia, “Reproduccién y transformacién de las socie- dades andinas, siglos XvFXX”, tuvo lugar en Quito entre el 28 y el 30 de julio de 1986 culminando en una publicacién de dos tomos que ba- jo el mismo nombre fuera editada en esa ciudad cinco afios después. El principal eje tedrico de la conferencia estuvo dado, al igual que las otras tres, por la necesidad de desplegar una. historiografia “capaz de trabajar dentro de la realidad nativa” (Moreno y Salomon 1991: 9). La idea era. colocar la “totalidad colonial como contexto” (Moreno y Salomon 1991: 9) de las dindmicas internas de las sociedades nativas. A partir de esta propuesta tedrica se abrieron tres grandes temas/problemas: 1) las unida- des de andlisis en la historiografa andina, 2) la superestructura y la base en el contexto andino, 3) la comunicacién y la conciencia intra-andina. En el primer caso se discutié qué son las colectividades que los estudiosos Capitulo 1: Hacia una historia de la Etnohistoria 31 de lo andino pretendfan describir. Para ello se puso en tela de juicio la categoria “comunidad andina” vista como algo perdurable e inmutable en el tiempo contrastandola con la expresién “comunidad indigena” pro- pia del siglo xx la cual remite a una més que importante transformacién histérica. En el segundo se discutieron o rediscutieron las instituciones sociopoliticas, no como entidades sujetas a la dindmica de la penetracién mercantil sino dentro de una macroeconomia que inclufa la visién totali- zadora del mundo propia de las sociedades andinas. El tercer caso remite casi exclusivamente al surgimiento de estudics simbdélicos que intentaron romper, en aquel entonces, con los rigidos estandares estructuralistas. Asi, sé disentié “cémo la accién simbélica y la comunicacién condicionaron la solidaridad o la fragmentacién de los pueblos andinos y cémo el estudio del simbolismo nos sirve de gufa para la comprensién de la accién pasada” (Moreno y Salomon 1991: 20). La tiltima conferencia tuvo lugar en Madison, usa, y llevé el nombre de “Resistencia, rebelién y conciencia campesina en los Andes, siglos XVIII al XX”, t{tulo del libro que fuera publicado seis afios después y que coor- dinara el propio Steve Stern. Dentro del marco general de las rebeliones, la reunién tuvo por objetivos “analizar las etapas de violencia colectiva como transiciones © rupturas dentro de una trayectoria que abarca. di- yersas formas de resistencia y [...] evaluar las dimensiones ideoldgicas y culturales de la dominacién, la legitimidad politica y la rebelién” (Stern 1990: 19). La importancia de estos tres encuentros materializados en tres libros de trascendencia para todos aquellos que trabajamos problemdticas relacio- nadas con la Antropologia y la Historia en Andes es por demés significati- va. Reflejan para Andes la conerecién de un encuentro disciplinar que ya habfa comenzado a dar sus frutos en el mundo, la incorporacién de nuevas corrientes teéricas y la revisién 0 incorporacién de nuevas categorias de andlisis que permitieron examinar muchos de los postulados que sobre el mundo andino se habfan desarrollado hasta esa, fecha. También, como re- cuerdan Lorandi y Wilde, para esta misma época los trabajos de “muchos antropdlogos sociales en Bolivia y en Perd combinaron exitosamente el anilisis del presente etnografico con su génesis etnohistérica” (2000: 43). 32 Historia, representaciones y practicas de la Etnohistoria. . . Ethnohistory En los primeros afios de la década de 1960 en Estados Unidos se des- eneadenaron intensos debates sobre las particularidades de la Etnohis- toria, producto de ellos se la caracterizé principalmente a través del as- pecto metodolégico. En las décadas siguientes continué esta linea y los argumentos que la respaldaron se fueron haciendo cada vez mAs com- plejos. En 1960 se realizé la octava reunién anual del American Indian Ethnohistory Conference donde se llevé a cabo el Symposium on the Concept of Ethnohistory. Un afio mas tarde se publicaron en Ethnohistory dos articulos sobre los alcances y limites de la, Etnohistoria que se con- vertirfan en clasicos, uno de ellos fue el de Wileomb Washburn y el otro el de Nancy Oestreich Lurie. El mismo mimero de la revista incorporaba tres comentarios —presentados por Leacock, Ewers y Valentine- sobre el mencionado Simposio que recuperaban al mismo tiempo las propuestas de Washburn y Oestreich Lurie. Si bien se consideré que la Etnohistoria podia pensarse tan antigua co- mo la Etnologia, su mayor visnalizacién fue situada.a mediados de la déca- da de 1940 cuando los etndlogos se volvieron excesivamente auto-conscien- tes en relacién a cualquier trabajo de este tipo. Los métodos basicos para el examen de los documentos fueron aprendidos de los historiacores pe- ro los etnohistoriadores desarrollaron sus propias téenicas y utilizaron las fuentes para propésitos que fueron més alla de las preocupaciones clasicas de la Historia, Frente a la pregunta “;Es la etnohistoria (0 el método et- nohistérico) el uso especial de evidencia documental, o el uso de evidencia documental solo para pueblos especiales?” Oestreich Lurie respondia que los etnélogos se inclinaban por esta tiltima opeién (1961: 78). Utilizando los documentos y métodos de la historia convencional para el estudio de grupos étnicos, la Etnohistoria era presentada como una no- yedosa forma de hacer investigacién sobre la historia cultural documenta- da de los pueblos “primitivos” y los problemas derivados (Leacock 1961, Washburn 1961). Esto implicaba que “we can be ethnologists through the medium of the historical record, even in the absence of the living specimens” (Washburn 1961: 31). La Etnohistoria no tenfa un fin en sf misma sino que su funcién era la de enriquecer a la Etnologia, se proponia, un ida y vuelta constante entre trabajo de archivo y trabajo de campo recomendandose enfaticamente que los etndlogos que se especializaran en Etnohistoria no olvidaran su formacién de base (Oestreich Lurie 1961). Capitulo 1: Hacia una historia de la Etnohistoria 33 Los trabajos citados compartfan la manera de acerearse al problema ya que estaban mds preocupados por los aspectos metodolégicos de la. Etnohistoria que por los limites disciplinares (Leacock 1961). Asf, la Et- nohistoria no debja intentar fijar sus fronteras sino mantenerse flexible y expansiva ya que el mayor de sus aportes era el estudio de las relacio- nes entre las sociedades europeas y no europeas. Incluso se discutia la necesidad de distinguir entre disciplinas jacaso no era posible que histo riadores y etndlogos produjeran sus investigaciones para. que cada uno las examinara crfticamente? En todo caso, el significado de términos como Antropologia, Etnologia e Historia dependia del sentido que se les habia. asignado a. lo largo de log afios (Washburn 1961). A pesar de la tradicional divisién que se establecia entre historiadores familiarizados con el cambio y etndélogos interesados por la organizacién y la estructura social en esos afios se habia producido un acercamiento beneficioso para los dos grupos ya que los antropdlogos habfan mejorado su forma de abordar los documentos y los historiadores utilizaban cada vez mas categorfas provenientes de la etnologia (Washburn 1961). Incluso llegé a auspiciarse el surgimiento de una “historia cientifica” que pusiera fin a los opuestos Historia/Antropologia, descripcién/explicacién, parti- cular/general (Leacock 1961, Valentine 1961). Sin embargo no eran la Historia y la Antropologfa las unicas disciplinas que habfan contribuide a las investigaciones etnohistéricas, la lista se completaba con la Arqueolo- gia, el Folklore y la Lingiiistica. Se proponia entonces una combinacién del trabajo de campo —que incluia las diseiplinas mencionadas~ con estudios en museos y archivos —compuestos por el andlisis de documentos, mapas, fotos y artefactos (Ewers 1961, Oestreich Lurie 1961). Si bien la mayoria de estos trabajos caracterizaba a la Etnohistoria como un método més que como una disciplina y sefialaba que no tenia sentido intentar delimitarla como tal, existieron desacuerdos entre los autores en lo que respecta a las caracteristicas del objeto de la Etnohistoria. Ewers (1961) argumentaba que, si bien el acereamiento empleado influfa en la seleccién de un problema, no era necesario limitar la investigacién a un solo enfoque. Es decir que la multiplicidad de las disciplinas que conflufan en la Etnohistoria resultaba de una intencién de complejizar el abordaje del objeto de investigacién. Para Fenton (1962), en cambio, el problema. a investigar condicionaba al método y a la perspectiva de anélisis, por lo tanto determinados tipos de objetos requerfan ser analizados desde un acercamiento que combinara las perspectivas disciplinares. 34 Historia, representaciones y practicas de la Etnohistoria. . . A mediados de la década de 1960 se propuso que el surgimiento y desa- rrollo de la Etnohistoria se insertaba en un proceso mas general de acer- camiento tanto de los objetivos como de los métodos y las técnicas de la Antropologia y la Historia. Existfan, por supuesto, diferencias disciplina- res cuyas perspectivas influfan en lo que los investigadores consideraban parte del campo de la Etnohistoria. Los antropélogos veian a la Etnohisto- ria como el uso de evidencia “no-antropolégica” —documentos histéricos— para propésitos antropoldgicos, mientras que los historiadores la conce- bfan como el uso de evidencia “no-histérica” —datos antropolégicos— para, propésitos histéricos. Los historiadores aplicaban el término al estudio del pasado de las sociedades iletradas pero se resistfan a incluir las investiga- ciones de cualquier aspecto de las sociedades letradas. Por su parte, los antropélogos solo consideraban como etnohistéricos aquellos estudios del pasado de las sociedades iletradas que se basaban en documentos histé- ricos y estaban dispuestos a incluir los andlisis del pasado de sociedades letradas que analizaran los documentos guiados por preguntas antropolé- gicas (Sturtevant 1966). En los inicios de los ahos '70 estos aportes de Sturtevant fueron reto- mados y ampliados por Carmark quien sostuvo que el significado de la Etnohistoria variaba de un contexto a otro y que los estudios realizados eran parte de un conjunto mas amplio que daba cuenta de la tendencia de los antropélogos a incorporar la dimensién histérica en sus investigaciones. Carmark noté que de los elementos basicos de la Etnohistoria sefialados en la década previa es decir el uso de fuentes orales o escritas, el foco en el pasado de las culturas y el énfasis en el cambio o la dimensién diacrénica, las dos Ultimas caracteristicas eran las mismas que utilizé Binford en 1968 para definir el campo de la Arqueologia. Sostuvo que al intentar definir la Etnohistoria como un campo o un sub-campo de la Antropologia los problemas eran similares a los que se habfan enfrentado los arquedlogos. Carmark reafirmé la idea de que el criterio de distincién era metodold- gico y definié a la Etnohistoria como “un sistema especial de técnicas y de métodos para estudiar la cultura con el uso de tradiciones escritas y orales” (Carmark 1972: 232) cuyo rol serfa proporcionar datos, métodos e interpretaciones para formular teorfas ms dindmicas en el futuro. Si bien e] método es similar al de la Historia existe un énfasis en combinarlo con otros métodos como el de la Arqueologia o la Lingiiistica y dado que los objetivos de estas investigaciones son los de la Antropologia, la Etnohis Capitulo 1: Hacia una historia de la Etnohistoria 35 toria serfa un campo subsidiario de esta y no una disciplina independiente (Carmark 1972). La tesis de la Etnohistoria como metodologia y los argumentos que se oponen a designarla como una disciplina aleanzaron el mayor grado de desarrollo en los trabajos de Trigger ([1982] 1987 y 1986). Al igual que lo harfa Krech (1991), ‘Trigger sostuvo que en la década de 1980 se habia dado un incremento en la calidad y cantidad de publicaciones etnohistéricas a lo que se sumaba. un creciente interés y una. apreciacién de los logros aleanzados desde otras disciplinas de las Ciencias Sociales (Trigger [1982] 1987). Y si bien sostenfa que las discusiones acerca de los objetivos, la metodologia y el objeto de la Etnohistoria habfan comenzado a ser irrelevantes —desde que la misma se encontraba cada vez mas presente en las Ciencias Sociales— esos temas fueron tratados en detalle a lo largo de sus trabajos. Para dicho autor, los etnohistoriadores debian realizar la evaluacién y confrontacién de las fuentes de acuerdo a las técnicas de los historiadores teniendo en cuenta, sin embargo, una diferencia metodolégica ya que es- tos tiltimos se ocupan de pueblos que han registrado su propia historia, aunque en los registros no estén representados todos los sectores sociales. Los etnohistoriadores, por su parte, estudian culturas que les son extrafias y por ello requieren s6lidos conocimientos de Etnologfa para comprender los sentidos nativos; ademas suelen ser mas abiertos a otras disciplinas que los historiadores. Ambos acereamientos tienen como fin inmediato dar cuenta de acontecimientos histéricos especificos y de los procesos de cambio cultural. Pero la diferencia radica en que los etnohistoriadores no consideran la Historia nativa como un fin tiltimo sino como una base para realizar generalizaciones sobre la organizacién y el cambio cultural. La Etnohistoria, en tanto metodologia, seria entonces el arte de combinar las técnicas para el manejo de fuentes provenientes de la Historia con la pers- pectiva antropoldgica y su interés por los estudios comparativos (Trigger [1982] 1987). Por tanto, la caracterfstica esencial de la Etnohistoria radicaria en su interés por las transformaciones particulares de distintos pueblos indige- nas no como un fin en si mismo sino como un elemento indispensable para la comprensién del proceso mayor del cambio cultural en general. Para ello resulta necesario un acercamiento interdisciplinario que articule los aportes de la Arqueologia, la Etnografia y la Historia. El rol de los etnohistoriadores seria crucial para coordinar la informacién proveniente 36 Historia, representaciones y practicas de la Etnohistoria. . . de estas disciplinas en un abordaje holfstico. La Etnohistoria no podria. constituirse en una disciplina porque esto implica una division etnocéntri- ca entre la Historia de los pueblos civilizados y la Historia de los “otros” primitivos, marginales, etc. La Historia Americana Nativa tal como la denominé Trigger debfa ser un campo interdisciplinario y en su interior la Etnohistoria tendria un rol metodolégico fundamental en tanto ins- tancia capaz de aunar acercamientos provenientes de distintas disciplinas (Trigger [1982] 1987 y 1986). Para poder dar cuenta de la Historia nativa luego de la conquista era. necesario que los etnohistoriadores incorporaran a los documentos histé- ricos datos de la Arqueologia, la Lingiifstica y la Etnologia comparada. Debian estar al tanto del tipo de informacién que pueden ofrecer estos campos, de cémo procesan sus datos y de cémo sus resultados se pueden incorporar a interpretaciones histéricas mas amplias. Estas consideracio- nes se aplicarfan ademés a, las fases prehistéricas de la Historia nativa ya que los datos arqueolégicos debian complementarse con las otras fuentes de informacién. Lo que haefa falta entonces era una Antropologfa holfstica, (Trigger 1986). Una década mds tarde Krech (1991) reeonocfa -tal como lo habia he- cho Carmark- que el término Etnohistoria no era univoco y que existian convenciones de sentido segtin las areas geograficas de investigacién. Re- saltaba ademas que no era posible hablar de la relacién entre una An- tropologia y una Historia no solo por las diferentes corrientes tedricas que existen al interior de cada una de las disciplinas sino también por la creciente especializacién dentro de cada una lo que conduefa a que las relaciones interdisciplinarias cobraran dinamicas distintas desde cada una de esas especializaciones. El autor discute la idea de que la Etnohistoria sea considerada una. Antropologia con dimensién temporal ya que esto no permitirfa distinguirla de la Arqueologia. Se opone también a entenderla como una Historia atravesada por conceptos antropolégicos porque mu- chas corrientes dentro de la Historia han realizado una apertura a esta disciplina pero no se consideran a si mismas Etnohistoria (Krech 1991) El término Etnohistoria enfrenta actualmente tres problemas: a) mu- chas de las investigaciones recientes no focalizan en los grupos étnicos sino en procesos polfticos que atraviesan pueblos y regiones de todo el mundo; b) desde hace algunas décadas los antropdlogos han comenzado a analizar su propia cultura y su campo de investigacién ya no puede ser claramente delimitado como el estudio de los otros; y ¢) tal como plantea Trigger, Capitulo 1: Hacia una historia de la Etnohistoria 37 mantiene una designacién especial para la historia de los otros, ya sean grupos étnicos o minorfas, lo cual es visto como politicamente incorrecto (Krech 1991). La institucionalizaci6n de la Etnohistoria en Argentina En el ambito de la Universidad de Buenos Aires la Etnohistoria encontré un espacio de institucionalizacién a principios de los afios ochenta, con la creacién de la Seecién Etnohistoria?’. La misma se dio en el marco de la, reorganizacién del Instituto de Ciencias Antropologicas"®, cuya direccién habfa sido encargada por las autoridades de la Facultad de Filosofia y Letras a la Dra. Ana Maria Lorandi. Paralelamente fue creada la catedra, Sistemas Socioculturales de América II (agricultores medios y sociedades estatales), dentro de la carrera de Ciencias Antropolégicas, para la cual Lorandi elaboré —junto a Mercedes del Rfo y Ana Marfa Presta- un pro- grama, que incorporaba temas vinculados al mundo andino prehispanico y colonial. Esta filiacién institucional ubic6é a la Seccién Etnohistoria dentro del espacio académico de la Antropologia a la vez que impulsé la confor- macién de un equipo de investigadores organizados en torno a la practica, antropoldégica (Lorandi y Wilde 2000). Desde sus orfgenes tanto la Seccién como la, Catedra estuvieron influenciadas por los degarrollos contem pord- neos de la Etnohistoria andina y principalmente por los trabajos de John Murra, con quien Lorandi mantuvo un frecuente contacto desde su primer encuentro en 1967, en la region de Huanuco, Perti!”. Los intereambios con investigadores de la region andina fueron permanentes y en el marco de este fluido contacto se realizé en 1989 el Primer Congreso de Etnohistoria en Buenos Aires". Las primeras investigaciones impulsadas desde la Seccién combinaron los aportes de la Antropologfa, la Historia y la Arqueologfa y tomaron “como unidad de andlisis principal al estado ineaico y a las comunidades 15 No desconocemos la existencia de investigaciones previas que combinaban el andlisis de do- cumentos con el trabajo de campo antropoldgico y/o arqueolégico que podrian ser consideradas antecedentes de los estudios etnohistéricos en Argentina; sin embargo nuestro objetivo es dar cuenta del desarrollo de la Etnohistoria a partir del momento de su institucionalizarién. 16 Compuesto por las Seceiones de: Etnologia y Folklore, Antropologia social, Antropelogia, biolégica y Arquenlogia. 17 Conversacién personal con la Dra. Ana Marfa Lorandi 18 Al Congreso de 1989 le siguieron los encuentros de Bolivia (1991), Chile (1993), Perd (1996) y las dos ediciones argentinas en Jujuy (1998) y Buencs Aires (2005) El iiltimo se Tlevé a cabo en 2008 en Lima, Pera. 38 Historia, representaciones y practicas de la Etnohistoria. . . indfgenas que entraron en contacto con los espafioles” (Lorandi y Wilde 2000: 42). Luego se fueron internando en los siglos posteriores a la con- quista —influenciados por log historiadores que se habfan sentido atraidos por la Etnohistoria interesdndose en el periodo colonial y, a medida, que se sumaron nuevos integrantes al equipo, se expandieron los estudios a otras regiones como Pampa-Patagonia y el Litoral. La produccién que representa las investigaciones realizadas en estos primeros afios es la com- pilacién realizada por Lorandi El Tucumén Colonial y Charcas (1997), que retine gran parte de los trabajos elaborados entre 1984 y 1994. Las pautas tedricas que guiaron estas investigaciones se encuentran delinea- das en La etnohistoria. Etnogénesis y transformaciones sociales andinas publicado en 1992 por Ana Maria Lorandi y Mercedes del Rio. Durante este periodo inicial la principal preocupacién se dio en torno a lo metodo- légico, mientras que posteriormente -como veremos- se produjeron una serie de discusiones tedricas que se tornaron ineludibles tras la emergencia de nuevos actores sociales y renovados vinculos interdisciplinares. Estos debates tuvieron lugar en el mareo de un seminario interno que se realizé en la Seccién y el producto de este trabajo fue la edicién de un mimero de Memoria Americana dedicado completamente a este tema (Lorandi y Wilde 2000) En el libro de Lorandi y Del Rio la Etnohistoria era definida como una Antropologia con perspectiva histérica que se ocupa “del otro social, desde la perspectiva de la etnicidad y considerando sus transformaciones a través del tiempo” (Lorandi y Del Rio 1992: 10). Pero afios después, como consecuencia de los replanteos que tuvieron lugar en el campo de la Etnohistoria, su objeto de estudio se modificé incorporando el segmento hispano-criollo. Esto no implieé dejar de lado la variable étnica sino que la misma ya no serfa necesariamente el centro del andlisis. Estas trans- formaciones que marcaron el segundo momento en las investigaciones del equipo tuvieron sus efectos a mediados de 1990 y las reflexiones al respec- to de la propia practica fueron reunidas en la revista Memoria Americana 9 en el afio 2000 (Zanolli y Rodriguez 2004). En el texto de Lorandi y Wilde, introductorio de la publicacién antes mencionada, practicamente no aparece la palabra “Etnohistoria” y cuando lo hace es utilizada como sinénimo de “Antropologfa histériea” “(...) identificar actores o grupos formales e informales que interac- tian en sistemas mas globales, buscando modificarlos, explotarlos y atin destruirlo en provecho propio; minorias o migrantes que buscan Capitulo 1: Hacia una historia de la Etnohistoria 39 hhacerse de un lugar en el sistema en el que se insertan; elites que ensa- yan formas de identificacién y diferenciacién interpelando de diversas maneras a ‘los de abajo’; masas de gente ‘silenciosa’ cuyas voces casi siempre nos llegan de forma. indirecta y a veces solo en la modalidad de reacciones violentas a las normas impuestas desde arriba” (Lorandi y Wilde 2000: 64). Zanolli y Rodriguez afirman que este pasaje terminolégico de Etnohisto- ria a Antropologia histérica refle|6 un “salto cualitative que no habia sido debidamente discutido” (2004: 91). El abandono del término Etnohistoria se habria dado, por una parte, por el deseo de separarse de una pala- bra que limitaba el desarrollo de las nuevas tematicas y por otra, en un intento de acercamiento a las Ciencias Antropoldgicas ya. que las activi- dades académicas de los miembros de la Seccién (asistencia a congresos, evaluaciones, publicaciones, ete.) se encontraban més vinculadas con la. Historia. Dichos autores, al reflexionar acerca de la tensién entre la tra- dicién académica y la practica de la investigacién sefialan que la actual necesidad de realizar estudios interdisciplinarios asi como de cuestionar las clasificaciones rigidas dentro de las Ciencias Sociales es una dindmica que entra en tensién con ciertas practicas de la Academia que obligan a definir y establecer limites y rétulos disciplinares. La Etnohistoria, desde sus inicios, se ha destacado por desdibujar Iimi- tes y trasponer fronteras disciplinares provocando tensiones dentro de las matrices originalmente trazadas por las trayectorias de la Historia, la An- tropologia y la Arqueologia, entre otras (Boixadés 2000). En este sentido las tensiones y disputas de pertenencia no solo conllevan una. necesidad permanente de redefinicién de la identidad de la Etnohistoria —en una, biis- queda por consolidarse dentro del espacio académico-institucional— sino también la reconceptualizacién de las disciplinas que han interactuado y contribuido a la conformacién de este espacio de conocimiento Debates actuales: el lugar de la Etnohistoria y la Antropologia histérica en las Ciencias Sociales Las disciplinas tradicionalmente han fundamentado su existencia en el estudio de un objeto particular al que le corresponderfa una forma de abordaje, es decir un método que encierre técnicas especificas y una teorfa que lo describa/explique conformada por una red de conceptos. En las 40 Historia, representaciones y practicas de la Etnohistoria. . . liltimas décadas se dieron dos procesos paralelos en Ciencias Sociales: a) el reconocimiento de la diversidad de métodos y teorias existentes dentro de cada disciplina y b) la incorporacién a un campo particular de métodos y teorfas, o incluso de téenicas y conceptos aislados, provenientes de otra disciplina. En cuanto al objeto, se torné insostenible la idea de que el mismo estaba dado en tanto tal en la realidad y se impuso la tesis de la construceién del objeto: el investigador crea su objeto de estudio a partir de la puesta en relacién de ciertos aspectos de la realidad que no pueden nunea ser abordados directamente sino que se accede a ellos por medio de herramientas metodologicas y desde un marco conceptual especifico. La Etnohistoria se ha desarrollado inserta en el contexto de los re- novados contactos interdisciplinares y de los debates generados por una redefinicién de los vinculos entre teorfa, método y objeto. Como resultado del surgimiento y desarrollo de un nuevo campo de estudio en un momen- to de desdibujamiento de las disciplinas -tanto por el contacto entre sf como por la extrema especializacién al interior de cada. una~ los autores que busearon especificar el lugar que ocupa la Etnohistoria dentro de las Ciencias Sociales se encontraron con que los antiguos criterios de clasifica- cién eran —y siguen siendo- cnestionados y que atin no se han consensuado nuevos. Por ello, para definir la Etnohistoria se han utilizado de manera un tanto imprecisa y variada los términos teorfa, método y objeto. Una de las primeras definiciones de Etnohistoria la caracterizaba como la conjuncién de la, metodologia! histérica con la teorfa antropoldgica y si bien en Norteamérica quedaba, subordinada, a la Antropologia, en el area andina era el eslabon que unia Historia, Arqueologia y Antropologia. Resultaba dificil imaginar a la Etnohistoria como disciplina totalmen- te independiente y arin cuando se sostuvo que su método tenia un plus con respecto al histérico —dado por los intereses antropoldgicos— conti- nué de alguna manera tributaria de la teorfa antropolégica. En parte, el “plus” metodolégico puede leerse desde una postura en la que se establece que metodologia y teorfa no pueden considerarse por separado sino que constituyen un marco tedrico-metodologico que condiciona la forma de aproximacién al objeto. A partir de esta tiltima idea se comprende mejor la proliferacién de palabras como “perspectiva”, “mirada” y “acercamien- to” para referirse a la especificidad de la Etnohistoria o de cualquier otra disciplina ya establecida. ya que en principio estos términos no parecen 19 Puede discutirse que en realidad se trate de una técnica pero los distintos antores que se han ocupado de delimitar el campo de Ia Etnohistoria se han referido en términos de método al abordaje de documentos escritos Capitulo 1: Hacia una historia de la Etnohistoria AL ser equiparables a los de teorfa o método sino que refieren de manera combinada a aspectos de ambos. La formulacién mas reciente ha sido considerar a la Antropologia histé- rica (Lorandi y Wilde 2000) y ala Etnohistoria (Rojas 2008) como formas de aproximacién especfficas -con la misma jerarqufa de la Historia o la Antropologia— partes de una “teoria social” general que integraria todas las disciplinas sociales y human(sticas (Lorandi y Wilde 2000) 0 dentro de las “Ciencias Sociales” como categorfa aglutinadora, sin divisiones disci- plinares en su interior (Rojas 2008). De esta manera se propone un camino alternativo a los problemas generados por la busqueda de distinciones en base al método o a la teorfa. Nos resta entonces examinar cémo se ha utilizado el tercer elemento clAsico de delimitacién, quiz4s el que mas in- cidencia —y mds polémica— ha tenido en las definiciones a lo largo de los afios: el objeto. Tal centralidad se debe a que, tras los debates generales so- bre la construccién del objeto cientifico, necesariamente cuando se piensa en él se estan considerando también los elementos tedrico-metodolégicos que permiten reconocerlo y delimitarlo. Es decir que, en Ultima instancia, las referencias al objeto atraviesan las distintas formas que ha adquirido el debate en torno a la delimitacién de la Etnohistoria. Durante décadas se sostuvo que uno de los factores principales para delimitar el campo de la Etnohistoria era su “objeto de estudio”, respecto de este tema hemos observado modificaciones en su contenido con el pasa- je del foco sobre comunidades indigenas en el periodo colonial temprano a la interaceién entre minorias y elites que enfatiza la idea de contacto Ahora bien, si el objeto no esté dado en la realidad sino que lo construi- mos a partir de la problematizacién de ciertos aspectos de la realidad —a la cual nos aproximamos, en tanto investigadores, mediados por los re- cursos teéricos y metodoldgicos que poseemos- resulta discutible sostener que el objeto determina la investigacién ya que parte de la misma. serfa justamente su construccién. A la vez se abre la posibilidad de proponer que el problema que el investigador se plantea es lo que condiciona qué elementos tedrico-metodologicos se pondran en juego y dependiendo de cuales sean, se tratara de una investigacién etnohistérica o no. Es justamente esto tiltimo lo que sostiene Rojas “el problema que se analizard es el eje de la investigacién. Alrededor de él gira el método (0 los métodos) que permiten aproximarse a, su resolucién” (2008: 19) y més adelante agrega que “determina qué preguntas debemos hacer y a qué documentacién podemos recurrir” y “los conocimientos que debe- 42 Historia, representaciones y practicas de la Etnohistoria. . . mos adquirir para realizar las investigaciones y que condicionardn el tipo de materiales que analizaremos” (Rojas 2008: 32 y 38). La tesis de Ro- jas es una nueva respuesta a un problema que se ha presentado desde los inicios de la Etnohistoria recordemos los ya resefiados argumentos de Fenton (1962) quien tenfa una posicién similar a la de Rojas y los de Ewers (1961) que, en contraposicion, afirmaba que la intencién de com- plejizar el abordaje conduefa a recurrir a distintas disciplinas y era esa perspectiva particular del investigador lo que condicionaba la eleccién del problema. Estas propuestas no son irreconciliables, por el contrario, es justamente en su combinacién donde encontramos una alternativa no de- terminista. No se trata de optar por si lo primero es el problema y a partir de él se deriva nuestro curso de accién -no esta de mas decir que en ese caso deberfamos preguntarnos cémo arribamos a ese problema— 0 si es la perspectiva del investigador la que condiciona su recorte de la realidad, y aqui deberfamos preguntarnos qué llevé al investigador a ele gir un acereamiento interdisciplinar. Podemos, en cambio, pensar que se trata de un proceso dialéctico entre marco de interpretacién y objeto: es cierto que solo podemos aproximarnos a la realidad mediante esquemas previos que condicionan lo que captamos y por ende la conformacién de nuestro problema de estudio pero, a medida que nuestra investigacién y el mismo desenvolvimiento histérico de las sociedades” avanzan vamos “descubriendo” nuevos aspectos del objeto que investigamos, que requie- ren también nuevas formas de abordaje y esto lleva a renovar nuestros problemas. Este proceso se da de forma sucesiva incrementado el grado de complejidad de los marcos interpretativos a cada paso y se correspon- de con la tesis de que el conocimiento se construye por reorganizaciones sucesivas (Garefa, 2007). Por iiltimo, la delimitacién de la Etnohistoria no solo se enfrenté a dile- mas epistemolégicos sino también éticos. Recordemos que ‘Trigger ([1982] 1987) sostuvo que resultaba etnocéntrica la existencia de una disciplina que se ocupe exclusivamente de la Historia indigena, problema que el autor resolvio argumentando que el foco debia estar en el método y no el objeto Incluso Krech (1991), retomando las ideas de Trigger, propuso llanamente un cambio de nombre de Etnohistoria a Antropologia histérica o Historia antropolégica porque los conceptos de ethnos, etnicidad, y étnico serfan “intelectualmente vergonzosos”*!. Sin embargo, esta no es la tinica res- 20 En este punto quisiéramos destacar las consideraciones realizadas por Lorandi y Del Rio (1992) respecto de las transformaciones sociales ocurridas en las décadas de 1960 y 1970 con la, emergencia de nuevos actores y el impacto que eso generé en la. naciente Etnohistoria, Capitulo 1: Hacia una historia de la Etnohistoria 43 puesta posible; Bechis, reconociendo como leg{timo el planteo de Trigger, opts por redefinir el concepto de etnia y por ende el término Etnchistoria. Una etnia seria para la autora “un grupo social 0 comunidad que pue- de contener varias culturas y que reacciona expresiva y conductualmente frente a las acciones de otra/s etnia/s” y la Etnohistoria quedarfa definida, come “el estudio de un proceso histérico de la interaccién dialéctica entre alteridades sociales colectivas creadas, modificadas y eventualmente di- sueltas por este mismo proceso” (Bechis 2005). A su vez, no seria posible homologar Etnohistoria a Antropologfa histérica porque, segtin la autora, esta tiltima tiene como variable externa lo que es el foco de la primera: la. interaccién. No estamos aqui muy distantes de la idea de contacto como esencia de la Etnohistoria que hemos resefiado en otros autores. Este capftulo ha estado orientado a contextualizar la conformacién del campo de estudio denominado Etnohistoria, particularmente del espacio institucional que bajo este nombre se constituyé en el Ambito de la uBA. A partir de la situacién general de las relaciones entre Antropologia & Historia durante las décadas previas al surgimiento de los primeros estu- dios etnohistéricos consideramos los antecedentes de la Etnohistoria en la Argentina para llegar finalmente a las discusiones tedricas més actuales sobre el lugar de este campo dentro de las Ciencias Sociales (tema que sera retomado y desagregado en la iltima parte de este libro a la luz de las entrevistas realizadas). Mas alla de la dificultad presente en los intentos de definir la Etnohis- toria, la continuidad de tales debates y las preguntas que quedan sin respuesta, las investigaciones etnohistéricas no se detuvieron; por el con- trario, continuaron incrementandose y diversificAndose y fueron constru- yendo tradiciones propias en cada pais (de hecho, fue esta practica de investigacién la que en todo caso impulsé los debates)”. En lo que resta, del libro nos enfocaremos en una de esas tradiciones para explorar qué ti- po de investigaciones se llevaron a cabo y cuales fueron las respuestas que se ofrecieron a los problemas anteriormente mencionados. De esta forma, en el siguiente capitulo, nos centraremos en describir y analizar detenida- mente ese proceso que hasta aqui solo hemos abordado de manera general y preliminar: la conformacién y desarrollo de la Etnohistoria en el ambito de la Universidad de Buenos Aires. 21 El autor retoma esta idea de Chapman, Me Donald y Tonkin (1989) 22 Esta situacién ya fue percibida por Schapaschnik en su trabajo de 1994,

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