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LA LEGITIMIDAD MORAL DE LA
EJECUCIÓN DE LA PENA DE
MUERTE Y SU VINCULACIÓN
CONSTITUCIONAL: ¿ES TIEMPO
DE MATAR E...
Juan Alberto Castañeda Mendez

01

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El principio de proporcionalidad y la int erpret ación const it ucional - Corbonell


Maria Bueno

El principio de proporcionalidad y la int erpret ación const it ucional


Derecho y Argumet anción

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Carlos Carvajal
LA LEGITIMIDAD MORAL DE LA EJECUCIÓN DE LA PENA DE MUERTE Y SU
VINCULACIÓN CONSTITUCIONAL: ¿ES TIEMPO DE MATAR EN EL PERÚ?
Juan Alberto, Castañeda Méndez1

I) INTRODUCCIÓN:
Dos jóvenes violan sexualmente a una menor de 10 años, el padre de la
menor decide asesinar a los violadores. Ahora se tiene un caso de homicidio
por el cual es juzgado el padre; su abogado comprendiendo la injusta
situación presenta como alegato final lo siguiente y del cual nos valemos
para introducirnos en el presente trabajo:
“Quiero contarles una historia. Por favor cierren los ojos, mientras
se la cuento. Quiero que me escuchen a mí. Escúchense a sí
mismos. ¡Háganlo! Cierren los ojos, por favor. Esta es una historia
sobre una niña, caminando a casa de la tienda. En una tarde
soleada. Quiero que se imaginen a esta niña. De repente, un
camión llega volando. Dos hombres la agarran, la arrastran a un
campo cercano, la amarran, le arrancan la ropa. La violan. Primero
uno, luego el otro, destruyendo todo lo inocente y puro, con una
embestida depravada, en una niebla de sudor. Y aliento
alcohólicos. Y cuando acaban, después de haber matado su
pequeña matriz, asesinada cualquier posibilidad de dar a luz, de
tener vida más allá de la suya. La usan de blanco de tiro. Le arrojan
latas de cerveza. Las arrojan tan fuerte, que le abren la carne hasta
los huesos. Luego orinan sobre ella. Ahora viene la ahorcadura,
tienen una cuerda, le hacen el nudo. Imaginen la soga rodeando el
cuello, ajustadas un tirón repentino, cegador. La levantan en el aire
y sus pies dan patadas, no encuentran el suelo. La rama de donde
la cuelgan, no es suficientemente fuerte. Se rompe y la niña cae,
de nuevo a la tierra. Así que la levantan, la echan a la camioneta,
atrás, se van al Puente del Cañón Brumoso y la echan para abajo.
Y cae 10 metros, aproximadamente, hasta el fondo del cañón. ¿La
ven? Su cuerpo violado; golpeado, roto, bañado en orina, bañado
en semen, bañado en su propia sangre, abandonada, para morir.”2
Bajo dicho contexto, con similitudes y diferencias, en nuestro país se comete
una serie de violaciones sexuales desde distintas perversidades; situación
que nos permite preguntarnos; si ¿es “Tiempo de matar” en el Perú? El
proyecto de Ley N° 2069/2017-CR que procura la reforma constitucional en
el sentido de modificar el Art. 140° de la Constitución Política del Perú,
ampliando los supuestos para la aplicación de la pena de muerte a los
violadores de menores de edad (07 años) seguido de muerte, es una
intención parlamentaria que recae en un simbolismo normativo3 para

1
Socio fundador del Grupo Consultor Ínpcius Sac. Presidente del Instituto de Investigación Apex Iuris.
Miembro de la Comisión de Derecho Constitucional y Procesal Constitucional del Colegio de Abogados de
la Libertad. Director de la Sociedad de Filosofía de Derecho y Estado Constitucional Apex Iuris. Director de
la Revista Interdisciplinaria “Asimetría”. Director General de los Cuadernillos de Investigación
Especializada “Derecho & Razón”. Investigador Máster en la UBA-Argentina. Investigador Máster en la
UNAM- México.
2
Extracto de la película “Tiempo de matar”; bajo la dirección de Joel Schumacher se estrenó el
20/09/1996 en los Estado Unidos bajo el género de Criminal, Thriller.
3
Entiéndase por esta categoría, conocida también como síndrome normativo, como aquella producción
de normas de manera patológica, una suerte de inflación normativa que aumenta en la medida cuando
tranquilizar la furia de una ciudad, mas no posibilitar mecanismos que
concreticen los derechos y deberes fundamentales para todo ciudadano en
el fortalecimiento de un Estado democrático.
La medida extrema que se procura instaurar de manera constitucional;
reinicia la discusión constitucional e internacional sobre la posibilidad de salir
de la comunidad internacional al permitir que la medida se concretice. Sin
embargo, no es un tema que amerite necesariamente hacer un recorrido
exhaustivo de las opiniones consultivas como principios que ha marcado la
Corte Interamericana de Derecho Humanos frente a la pena de muerte; más
bien debe permitir discutir categorías que han ido moralizando la pena de
muerte y de a poco se va legitimando de manera constitucional en la
promulgación de normas cada vez más drásticas como en los criterios
jurisprudenciales. Es para tal propósito que en el presente trabajo se
desarrollará de manera muy puntual algunos principios o fundamentos
morales que ha empleado la Corte Suprema Norteamericana a fin de tener
presente que los errores judiciales son producto de un razonamiento judicial
moralizante, en tanto decidir sobre la vida y la muerte de una persona. Pero
además que nos sirva para tener presente sobre la legitimidad moral de
ejecutar un pena de muerte en contextos de un Estado Constitucional. No
antes, desarrollar algunos puntos críticos que merecen atención por una
suerte de pertinencia y favorabilidad a la democracia en un contexto de pena
de muerte; tal como son las categorías de aquella posibilidad en
democratizar los derechos fundamentales y si la vida de un ser humano
puede estar sujeta a la ideología judicial.

II) Estado Constitucional: ¿Democratización de la pena de muerte para


violadores?

Por la naturaleza de nuestro Estado Constitucional, cabe recordar de


manera puntual que nuestro país ratificó la CADH el 12 de julio de 1978,
fecha en la que estaba vigente la Constitución de 1933, cuyo artículo 54º
establecía lo siguiente: “La pena de muerte se impondrá por delitos de
traición a la patria y homicidio calificado, y por todos aquellos que señale
la ley”. El proyecto de ley referenciado y nuevamente reiterado por la
bancada fujimorista; se puede apreciar un incorrecto razonamiento
jurídico respecto al artículo 4.2 de la CADH; en tanto que la disposición
convencional indicar que la pena de muerte no puede ser ampliada “a
delitos a los cuales no se la aplique actualmente”. De esta literalidad, el
tema semántico e interpretativo a nivel convencional de la palabra
actualidad, no se refiere en ningún modo – ni en exclusividad- al tiempo
o fecha en que se ratificó la Convención, por el contrario y en razón de
los postulados de defensa de la vida misma como sus derechos conexos
civiles y sociales implica su aplicación es en todo momento de
modificación del ordenamiento jurídico de los Estados partes que se
encuentre progresivamente orientado hacia la abolición de la pena de
muerte.

se cree que la norma soluciona al conflicto y si no sucede tal cual se recomienda una reforma normativa
y este fracasa se impulsará otro nuevo fracaso. La cuestión es, que al tener este tipo de síndrome
normativo, la norma se desnaturaliza y se convierte en un bien fungible por el cual puede ser fácilmente
manipulado en el ajedrez político del poder, llegando a formar parte como una elemento más en el
comercio; es decir, la norma no se constituye como eficaz, eficiente y legitima sino más bien una “cosa”
negociable que agiliza y sirve para la realización de los actos de corrupción, chantaje, opresión etc.
A esto hay que sumar que si pensamos en el artículo 31.1 de la
Convención de Viena, esto es que los tratados deben interpretarse “de
buena fe conforme al sentido corriente que haya de atribuirse a los
términos del tratado en el contexto de éstos y teniendo en cuenta su
objeto y fin”, permite que conjuntamente con el artículo 4º de la
Convención Americana de Derechos Humanos nos permite colegir que
los esfuerzos encaminados a la defensa del derecho fundamental a la
vida se considere que la pena de muerte una marcada tendencia
abolicionista. Es decir; el 4.2 de la Convención Americana de Derechos
Humanos debe ser interpretado en el sentido de que los momentos de
reducción de supuestos de aplicación de la pena de muerte en los
ordenamientos de los Estados partes, jurídicamente, marcan un punto de
no retorno.

Es tal el sentido del tenor normativo de la convención que la medida de


pena de muerte, tiene prohibida extender su uso y que se imponga
respecto a delitos para los cuales no estaba prevista anteriormente. Así
ratificó claramente la Opinión Consultiva Nº OC-3/83, del 8 de septiembre
de 1983, “en esta materia la Convención expresa una clara nota de
progresividad, consistente en que, sin llegar a decidir la abolición de la
pena de muerte, adopta las disposiciones requeridas para limitar
definitivamente su aplicación y su ámbito, de modo que éste se vaya
reduciendo hasta su supresión final” (párrafo 57).
No obstante y a pesar del marco analizado, el proyecto da lugar una
pregunta válida y que ya se viene discutiendo sobre la restricción como
disponibilidad de los derechos en manos de una mayoría parlamentaria.
Es decir; ¿por qué los derechos del ser humano están a merced de la
decisión de un grupo político mayoritario? Sin perder el horizonte de
nuestro objetivo propuesto en el presente trabajo, cabe recordar que la
razón de ser de un poder del Estado es responder a la confianza
depositada desde aquella naturaleza comprendida del contrato social
(encargamos por miedo a no morir a que alguien cuide de nosotros). Y al
parecer ese miedo a no matarnos entre nosotros por la ley del más fuerte,
se desvanece frente a la dictadura parlamentaria que pretende
democratizar la pena de muerte desde un orden constitucional.
Y es frente a la pregunta, que la democracia constitucional no implica que
la dignidad como los derechos fundamentales, puedan quedar sometidos
a una mayoría parlamentaria necesariamente, o acaso ¿es razonable que
la instauración de la pena de muerte deba estar sometido a votación del
parlamento o de algún referéndum o inclusive de algún juez? No es
factible la pena de muerte, mucho menos cuando existe carencia radical
en la argumentación legislativa y errores judiciales y mucho más si la
medida no es disuasiva del delito al contrario es postular por una situación
de irreversibilidad. Frente a ello, bastaría con la cadena perpetua sin
beneficio penitenciario, dejando entrever que el Derecho Penal no es un
medio de venganza social por parte del Estado.

III) Puntualizaciones sobre la Ideología Judicial

Ahora bien la pena de muerte está vinculado con el tema de errores


judiciales, pero esta categoría no se abordará por pertinente pero que al
tenerlo en cuenta nos permite analizar de manera preventiva sobre la libertad
ideológica de los jueces, en tanto que implica situarnos en un contexto donde
el principio de independencia se constituye como una ideología propia del
juez que le permite reflexionar o comprender el ámbito jurídico de la
aplicación del derecho al caso en concreto (judicial), atendiendo a una
búsqueda “incesante de valores dinámicos en la impartición de justicia a
favor de la defensa de los derechos fundamentales y postulados de la
democracia constitucional”4.

Sin embargo, dicha libertad no puede entenderse a la ligera, toda vez que la
dependencia de la judicatura que fue una característica singular de la
Inglaterra medioeval donde los jueces eran unos simples servidores del Rey5,
sucedió con mayor nitidez y deshumanizantes consecuencias en el Tercer
Reich donde cada juez hacía gala - de lo que refería Hannah Arendt – de su
banalidad del mal cuando estos en pleno juicio sostenían que la ley del führer
debe ser cumplida sin más o mayor reflexión en lo que se estaba
sentenciando (Juicio de Jueces), caso parecido en los juicios a los jueces
sobre las consecuencias de la dictadura de Mendoza en Argentina. Es decir,
el derecho había acabado y empezaba la ideología política a instrumentalizar
la judicatura, incluyendo académicos (profesores) y jueces que alguna vez
enarbolaron los valores fundamentales y luego sin más hicieron borrón
cuenta nueva con voluminosos tratados y encumbrados defensores de la
democracia y derechos fundamentales, por ejemplo el Caso Maunz6
Esto nos hace pensar – y es una problemática completaría al trabajo- en el
peligro constante que se encuentra nuestra Democracia Constitucional como
también el mismo cauce del Derecho, aquel que fácilmente puede propiciar
la socavación de la misma democracia y los derechos fundamentales que
defiende, resultando tener un Derecho degenerado y arrogante.

Qué puede ser el Derecho cuando la deliberación judicial está sobrevalorada


tan igual como la democracia. Observación que surge al afirmar que el
derecho penal simbólico ridiculiza su propio estudio, sustantivo como
procesal, tanto por no responder a los fines constitucionales, la no búsqueda
del equilibrio entre el castigo y la garantía, la obediencia a las portadas
periodísticas, entre otras situaciones que demuestran al día de hoy superar
lo simbólico y tener un derecho penal en automático. Los procesos penales
actuales se constituyen muchas veces en verdaderos asesinatos judiciales
(interpretación y/o aplicación), se vive tiempos de triunfalismo de teorías
sobre otras sustituyendo la epistemología del proceso (verdad objetiva) por
la retórica como también la sustitución de la labor argumentativa por la
convicción intima.

El proceso penal, es uno de los procesos más importes que se asumen en


cada sociedad; no porque se trate de vulnerar los derechos fundamentales
de manera caprichosa sino porque su mensaje que reposa en la decisiones
judiciales son el pleno incentivo en la educación de una sociedad necesitada
de ciudadanía y enfermiza de tanta Ley, decisiones que dinamitan los
esfuerzos por la reforma del Estado, sea en la procura de una confiable
descentralización como la transparencia para un buen gobierno.

4
PERINA, E. (1996). La Argentina acosada. Ideologías vs. Nación. Buenos Aires: Sudamericana. Pág.53.
5
Situación que cambió después de la proclamación de la Carta Magna de 1215, habiendo sentencias que
registran la independencia de la judicatura en decisiones contrarias a la voluntad del Monarca
6
RÜTHERS, B. (2016). Derecho degenerado. Teoría jurídica y juristas de cámara en el Tercer Reich. (J. A.
García Amado, Trad.) Madrid - España: Marcial Pons. Pág 14-50.
Finalmente estas puntualizaciones tienen el propósito de arribar algunas
recomendaciones respecto del apartado, tanto para los ciudadanos, jueces
y juristas. A los primeros; ser conscientes del tipo de Estado que estamos
viviendo, las decisiones de los jueces, la función del periodismo; es decir,
pensar la totalidad de las cosas ya que por más que se viva en una supuesta
democracia podemos estar en unos breves momentos en un tipo de Estado
opresor y aberrante. Segundos, ser conscientes que tienen una función
protagonista en la conducción de un país. Que pensar de manera libre es un
derecho pero no es vinculante para que opere en sede jurisdiccional. La
única atadura ideológica debe ser los principios y valores que inspiran los
derechos fundamentales y deberes. Y finalmente a los juristas; Ser
coherentes y no arribistas, ser revolucionarios y no pusilánimes. Actuar
conforme a lo que somos llamados, pensar el Derecho de una forma que nos
permita vivir como seres humanos en una sociedad más compresiva y
tolerante

IV) Razonamiento Judicial-Moral Norteamericano respecto a la Pena de


Muerte.

Finalmente, observaremos los contextos antes descritos nos permitirá


apreciar de una mejor manera del cómo, respecto del manejo de la
legitimidad moral de la ejecución de la pena de muerte en el razonamiento
constitucional de la Corte Suprema, el cual – espero yo- nos permita
reflexionar respecto a la carga de justificación para imponer o no la pena
de muerte. Independientemente de que la pena de muerte esté o no
regulado. Es cuestionarnos si la democracia constitucional permite
espacios de diversión con el contenido de los derechos, sea por política
de Estado o bajo la interpretación de proporcionalidad, consenso, o
amparo legal; sostenidas en una moralidad judicial que progresa
independientemente de las muertes silenciosas en sus cárceles por la
espero o el coste económico o social, que implica cada ejecución de pena
de muerte. Vemos.

3.1. Contexto de la inconstitucionalidad de la Pena de Muerte.

3.1.1. Caso Furman V. Georgia: Vinculación Constitucional

La decisión que adoptó la Corte Suprema en 1972 del en


famosos caso Furman, consiste en que por vez primera,
un órgano jurisdiccional declara la inconstitucionalidad de
la pena de muerte a la luz de la Octava Enmienda de la
Constitución norteamericana. En tanto, que dicha
enmienda aseguraba a los ciudadanos norteamericanos
que ningún castigo excesivo será infligido como pena,
bajo el título precisamente de “Castigos crueles e
inusuales”. La decisión constituyó un precedente de gran
vinculatoriedad como mandato moral, siendo una
verdadera abolición temporal de la medida como sanción
legítima por parte del Estado. El efecto este
pronunciamiento duró desde 1972 hasta 1976, en que se
reinstaura la pena de muerte.

Atendiendo a la argumentación permitente al caso, es el


juez Douglas, que en su razonamiento judicial enfatizó
sobre la supremacía de la Decimocuarta Enmienda, la que
resulta en gran medida como aquel principio de
vinculación constitucional. Bajo dicho umbral, utilizado por
el magistrado, se puede comprender que la pretensión de
coherencia del sistema jurídico, proclama la subsunción
de cualquier norma individual contenida en el estatuto de
un tribunal inferior que aplique la pena de muerte a la
Octava Enmienda en concordancia con la Decimocuarta,
y termina calificando todas estas normas como castigos
‘crueles e inusuales’.

No obstante en una sociedad tan particular como es la


norteamericana, el mandato de vinculación a principios
morales pluralistas debe considerar la opinión pública
como un determinante de la coherencia de esos
principios. De esta forma, puede ocurrir que
eventualmente la pena de muerte sea necesaria en ciertos
casos particulares. De esta forma, la única manera de
entender la pretensión normativa (en este asunto) del Bill
of rights de 1689, es precisamente como el intento de
prohibir irregulares y selectivamente determinadas
aplicaciones de penas duras, y con ello, arbitrariedades
en el sistema de distribución de justicia. Estableciéndose
así aquella relación entre crueldad de las penas con la
arbitrariedad en su aplicación, permitió comprender que el
sistema de procesos y garantías, violaba recurrentemente
el principio de igualdad en la determinación y ejecución de
las penas. Prohibiéndose así la pena de muerte por ser
una medida cruel e inusual, y por atender a una situación
de arbitrariedad judicial y desproporción en su ejecución.

3.2. Contexto de reinstauración de la Pena de Muerte.

3.2.1. Caso Gregg v. Georgia: Reinstauración de la medida

Gregg es el caso con el cual se da la reinstauración de la


pena de muerte y es relevante en primer lugar porque
tiene ciertas similitudes con el caso Furman, respecto a
las objeciones extrajurídicas que con frecuencia se
formularon para hacer alusión a los problemas de
justificación moral que suponía la existencia de la pena de
muerte como sanción admisible en un Estado de Derecho,
en casos donde, por ejemplo, pueden existir falencias en
el sistema procesal penal que flagelen la verdad material
que está llamado el juez a buscar. No obstante se otorga
un mayor peso a construcciones argumentativas
sustentadas en criterios de discriminación racial, y en
general en fuentes extrajurídicas a fin de posibilitar la
decisión a favor o en contra de la pena de muerte.

Bajo este caso se empieza un desarrollo jurisprudencial,


donde el debate moral entra en la discusión como
argumento protagónico en la procedencia de la pena de
muerte respecto a los criterios de proporcionalidad.

3.2.2. Caso Coker v. Georgia: Proporcionalidad de la Medida

El presente caso, es sobre una violación sexual, y para el


año 1977 la Suprema Corte discute la constitucionalidad
de la aplicación de la pena de muerte. Y son los jueces
White, Stewart, Blackmun y Stevens, que en voto de
mayoría propugna la inconstitucionalidad de la medida,
alegando una “evidente desproporcionalidad” entre la
sanción y las circunstancias fácticas del objeto de debate.

Se puede decir que el núcleo central de la argumentación


que sostienen los jueces mencionados responde a la
definición recaída en Gregg, respecto a la
‘desproporcionalidad’, un caso que marca la pauta sobre
el principio de proporcionalidad en las penas y con ello una
de las más importantes interpretaciones del mandato
contenido en la Octava Enmienda.

Esta concepción de la proporcionalidad contiene dos


puntos claramente diferenciables:

- El primer punto define un castigo como ‘excesivo’


cuando no hace ninguna contribución apreciable a los
fines preventivos aceptables de la pena, más allá de la
innecesaria imposición de dolor y sufrimiento.

- El segundo punto se limita a hacer alusión a la


evidente desproporcionalidad en atención a la
severidad del delito.

Precisándose que la desproporción reside en el grado de


‘perversión moral’ envuelto en el delito de violación es
menor que aquel del delito de homicidio. En efecto,
atendiendo a la intención del sujeto, se requiere una
valoración nula de la importancia de la vida humana para
cometer homicidio. Los motivos en el delito de violación
pueden o no estar orientados a trastrocar los rasgos más
distintivos de la pureza de la naturaleza humana.

3.2.3. Caso Atkins v. Virginia: Calidad especial del autor

Lo que nos importa del presente caso por razones de


idoneidad, es de que la problemática para proceda la pena
de muerte no se centra en la calificación valorativo-
normativa de las circunstancias fácticas que constituyen
los hechos objeto de discusión; sino es la calidad especial
del autor como circunstancia relevante sea para excluir o
para admitir la aplicación de la pena de muerte cuando el
hecho termina en la muerte de la víctima. Abordándose el
supuesto de un violador sexual que sufra retardo mental,

3.2.4. Caso Roper v. Simmons: Mínimo Objetivo

El presente caso a diferencia del anterior marca un criterio


para la procedibilidad de la pena de muerte en sentido que
no atiende tanto a la condición especial del autor sino a la
situación de conocimiento que puede tener el autor; esto
es si es joven o adulto. A tal diferencia y atendiéndole
como cierta incapacidad, el juez O’ Connor indica que en
el caso de los retardados, debe ser ‘absoluta’ y
objetivamente verificable; diferenciándose claramente su
situación, de aquel juvenil que se encuentra
cronológicamente por debajo de un mínimo (establecido
normativamente en los 18 años), y que por lo tanto solo
supone la existencia de un criterio ‘variable’ y no ‘absoluto’
como es el caso de los retardados mentales. Aquí el
criterio absoluto deviene en uno de aplicación ‘caso-a-
caso’, resultando en este caso en particular, considerando
el factor de la premeditación, desfavorable al imputado en
tanto se convierte en sujeto de reproche y merecedor de
la máxima sanción pena.

3.2.5. Caso Kennedy v. Louisiana: Coherencia


Jurisprudencial

El presente caso es uno de los más importantes porque el


objeto de discusión permitió muchos puntos que viabilizan,
como delimitan la procedencia de la pena de muerte.
Como por ejemplo, el tener en cuenta la posibilidad
constitucional de la pena de muerte de acuerdo al delito
cometido, esta consideración es a razón de la
independencia judicial y el mandato moral de prohibición
por ser penas crueles e inusuales. Así mismo, presenta en
atender los fines de la pena desde la proporcionalidad
entre los hechos cometidos y la supuesta moralidad del
consenso nacional. Y entre otros criterios, que a favor de
aplicar la pena de muerte, llegan en ser posibles desde la
coherencia jurisprudencial intersistémica, el marco
jurisprudencial preexistente, argumentos de fondo y de
forma. No obstante, recaen en algunas contradicciones
pero que por su peso de moralidad justifican las decisiones
diferenciando consecuencias como proporcionalidades
bajo la presunción de una moralidad que dota el
ordenamiento jurídico constitucional.
V) Conclusiones

Aplicar la pena de muerte a los violadores sexuales desde la pretendida


reforma constitucional, no tiene ningún sentido tanto convencional,
constitucional y ni mucho menos para una posible legitimidad moral en
ser operado en nuestros tribunales. Un proyecto de ley que en su
reiteración; sólo es una muestra más de simbolismo normativo y de
emplear a la Constitución y al derecho penal, como herramientas de
venganza. No es posible afrontar la incivilización de algunos con la culpa
colectiva consiente de otros.
Es innegable que la violación sexual vulnera bienes jurídicos tanto como
la libertad e indemnidad sexual, extendiéndose hacia la laceración de la
esfera más íntima de la integridad personal. Vulneración que tiene un
fuerte impacto social que genera factores desencadenantes de
emotividad y sensibilidad en el lado oscuro del sentir de la colectividad.
Sería mentir que el ser humano no siente aquella venganza y retribución
hacia aquel o aquella que ha lesionado bienes jurídicos entrañables,
sobre todo, cuando se trata de víctimas menores de edad o incapaces.
No obstante somos una sociedad que vive o se asume que debería vivir
en contextos de racionalidad procurando el humanismo en sus
instrumentos normativos como políticas de gestión. No es posible que
asumiendo obligaciones convencionales como constitucionales y del
buen convivir, nos dejemos llevar por conductas frontales, con aquellas
pretensiones de exigir una extrema punibilidad la cual se confunde con lo
deshumanizante, una conducta resultante de la simplicidad empírica en
la solución de las cosas. Para esto la moral, no importa únicamente para
la desvalorización de las conductas sino también el promover el cómo
gestar ideales para un colectivo a fin de construir ciudadanía para con los
actuales como para aquellos que se encuentran en proceso de formación.
Y si bien es cierto que el sentido pragmático de aplicar la pena de muerte
a los violadores sexuales es posible desde una perspectiva retribucionista
absoluta o ius talions conforme a la consideración de Kant, a razón de
aquella necesidad emocional y furiosa de la ciudadanía a fin de
compensar la injusticia. No es de ningún modo, una forma de control
social y ni mucho menos que sea tiempo para matar.

VI) Bibliografía

- PERINA, E. (1996). La Argentina acosada. Ideologías vs. Nación.


Buenos Aires; sudamericana.

- RÜTHERS, B. (2016). Derecho degenerado. Teoría jurídica y juristas de


cámara en el Tercer Reich. (J. A. García Amado, Trad.) Madrid -
España: Marcial Pons.

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