esta victoria, el creyente participa de la soberania de Dios 0:
bre el tiempo», :
La obra teol6gica de Cullman, al mostrar la esencial im
portancia de los hechos histéricos en la revelacién y en la sa
vacion, ha representado una vigorosa critica -aunque no-
siempre del todo clara- de la pretensién bultmanniana de
ducir a mitos los acontecimientos hist6rico-salvadores. Peto
el propio Cullman ha quedado anclado, con mayor om
fuerza, en no pocos de los errores protestantes: por ejemplo,
‘enel texto citado se puede observar una cierta reduccién de-
Revelacién a simple acontecimiento, con su correspondien
lvido de la esencial dimensién noética de la Palabra de Dios
UII. REVELACION E IGLESIA
ibliografia: U. Berni, La Rivelacione divina nella Chiesa, cit.,
la parte, ¢. 2; La Costituzione dogmatica «Pastor aeternus» det
io Vaticano I, Pont. Ateneo Antonianum, Roma 1961; Y. CoN-
Cit, ce. 2y 4; A. DEL PoRTILLO, Files y laicos
Rarzinaer, El Nuevo Pueblo de Dios, Barcelona 1972;
, Paoline, Roma 1991; O. Rum AREnas, Jests, Epifania del
fly de Dios, BuNss, Pamplona 1979
Después de haber estudiado cémo Dios se autocomunica
os hombres en su Palabra encarnada, veremos ahora cémo
lu Revelacién divina se conserva y transmite a través de los
ticmpos. Cristo ha confiado a la Iglesia esta mision: «ld, pues,
vy haced discfpulos a todas las gentes, bautizandolas en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espfritu Santo, y ensefiin-
dloles a guardar todo lo que yo os he mandado. ¥ sabed que yo
estoy con vosotros todos los dfas hasta el fin del mundo» (Me
19-20)», Esta misi6n de enseftar implica una autoridad y
~~ Wibidem, pp. 69-70.102 Revelacién, Fey Crediblidad Revelacién e Iglesia 103
no podéis con ello, Cuando venga él, el Espfritu de la
id, 0s guiara hasta la verdad completa; pues no hablaré
(su cuenta, sino que hablaré lo que oiga, y os anunciaré lo
icbe venir. El me dard gloria, porque recibira de lo mfo y
comunicaré a vosotros.» (Jn 16, 12-14). Por tanto, des-
de la Ascensién, la Revelacién continué hasta la muerte
Apéstoles, sin que esto melle de ninguna manera Ta ver-
le que la plenitud de la Revelacion es Cristo.
ta especial asistencia del Espiritu Santo a los Apéstoles
‘encia que podemos denominar «constitutiva de la Reve-
»— es una caracterfstica propia y exclusiva del tiempo
lico. Y asi, en efecto, se entendi6 desde el principio de
los Apéstoles, al entregar lo que ellos mismos ha-
recibido, advierten a los fieles que se atengan a las tradi-
's que han aprendido de palabra 0 por escrito (cft. 2 Tes 2,
que combatan por la fe que se les entreg6 una vez para
xe (Jud 32, Este texto dice expresamente hapax para-
é, cuya traduccién latina no es tan s6lo semel traditae
-gada de una vez), sino semel pro semper traditae (entre-
de una vez para siempre)’.
hecho de que no exista otra Revelacién después de los
ss, hace que san Pablo ~inspirado por Dios- hable del
nnido de la Revelaci6n como de un depésito (Parathéké)
20; 2 Tim 1, 14); es decir, como algo que se entrega a
ara que lo conserve y lo cuide’.
época patristica no faltaron voces que afirmaron la
ia de nuevas revelaciones que habla que afiadir a la
mn _apostélica; voces que fueron combatidas fir-
snte por los Padres, especialmente por san Ireneo’. Es
una asistencia especiales, que serdn también objeto de est
en el presente capftulo.
1 TRANSMISION DE LA REVELACION EN LA IGLESIA,
Y POR LA IGLESIA
Entre Revelacién e Iglesia existe ante todo una relacién
causalidad, porque la Iglesia es engendrada por la Palaby
Dios; por otra parte, aunque la Iglesia no eproduzca> la
lacién, la manifiesta a los hombres de todos los tiempe
custodia e interpreta con la autoridad recibida de Cristo,
tes de entrar en el estudio de esa doble rel 1, hay que:
siderar un hecho que la determina esencialmente: la Re
cién coneluyé con la muerte de los Apéstoles.
a) La Revelacién concluys con los Apéstoles
De la realidad fundamental de que Cristo es la plenitud.
la Revelaci6n, resulta ~como ya sefialamos con anteriori
que «la economia cristiana, en cuanto que es una alianza n
¥ definitiva, nunca desapareceré, y ya no hay que esperar’
guna otra revelacién publica antes de la manifestacion glorio
sin embargo, no recibieron toda la plenit
antes de la Ascension de Jests. En eft
€l Sefior les habfa dicho: «Mucho podria deciros aiin, pe
T GONE. Vaticano M1, Const. Dogm. De Verb, n. 4 isp. eS IRENEO, Adversus haereses, TH, 1 y 15: PG7, 844 y 917.104 Revelacion, Fe y Credibilidad Revelacisn e Iglesia 105
bien conocido el comentario de san Vicente de Lerins al tex
de I Tim 6, 20: subraya que hemos recibido el depos
‘medio de una transmisién ptiblica; nosotros no somos los
tores sino los guardianes del mismo, ete:
‘Asimismo, el Magisterio universal de la Iglesia ha afirmat
en diversas ocasiones que no existe mas revelacin piblica’
Ja que nos llega de los Apéstoles’. Podemos recordar, en
culau; la condena -en el Decreto Lamentabili- de lat
dernista segiin Ia cual «la Revelacién, que constituye el
de la fe catdlica, no qued6 completada con los Apéstoles»*
visto y mediante Cristo, No nos detendiemos aqui en el
voluntad de Cristo de fundar la Tglesia!®. No
in momento ni un acto concreto y determinado que pueda
iderado como «el momento ol acto de la fundacién de
». Radicalmente, la Iglesia, como misterio, nace en el
10 momento de la Encarnacién; pero, en su realidad visi-
‘nuevo Pueblo de Dios, ha sido fundada gradualmente
hasta la misién del Espiritu Santo en Pentecostés.
Sefior Jesis, en efecto, dio inicio a su Iglesia predi-
la buena nueva es deci, Ia Negada del Reino de Dios,
b) La Iglesia, convocada y engendrada por la Palabra de Dios
17). Este Reino brilla alos ojos de
labras, las obras y la presencia de Cristo. (.) Cuando Jestis
, después de padecer la muerte de cruz por los hom-
aparecié constituido como Sefior y Mesfas y Sacerdote
mmpre (cfr, He 2, 36; Heb 5, 6; 7, 17-21), y derramé so-
1 sus discfpulos el Espiritu prometido por el Padre (cfr: He
te Patris et Filii et S; 2, 33)a41,
De este modo, el proceso de fundacién de la Iglesia coin-
con el de la realizacién de la plenitud de la Revelaci6n.
Iglesia es convocada y engendrada por las palabras y
nes humanas de Cristo (que son palabras y acciones hu-
de Dios). eLa palabra de Cristo, que inicia a los Apés-
Jes en los secretos del Padre, funda la Iglesia dndole tam-
el triple poder de predicar, santificar y gobernar. La
wra de Cristo confirié a los Apéstoles la misién de invitar
La Iglesia tiene su origen primario en Dios Padre, el
y Cabeza de la Iglesia, cuyos miembros
diante la obra del Espfritu Santo. Con las conocidas palaby
de san Cipriano, decimos que la Iglesia de Dio:
Cristo, es «un pueblo reuni
Espfritu Santo» (de
lebs edsunata)
22: PL50, 66
” Gir, especialmente, Cow:
‘Sobre este tema, eff J. RarasnceR, La Chiesa, cit, pp. 9-31. Sobre la
‘las tesis que niegan que Cristo quistese fundar la Iglesia, eft.
M, ScHMAUS, Telefe Dogmatica, Rialp, Mac, vol TV, 1960, pp. L01-
ya eitado del Cone
1907, n, 21: DS 3421.
Cipriano, De Oraione Damiinica, 23: PL. 4, $53. Cir. CONC. Vs
U, Const. Dogm. Leo fan. 24,
Coxe. Variano I, Const. Dogma]
evelaci6n e Iglesia 107
106 Revelacién, Fe y Crediilided Fadia i
a Jos hombres 2 la fe y la de incorporarlos, con el bat ‘als ec prsee a alpen Dos los Hannes
la sociedad del Padre y del Hijo en un mismo Espiti
cierto sentido, podemos, pues, afirmar que la palabra c
y-engendra a la Iglesia»!
La relacién causal entre Palabra e Iglesia queda rele
en el propio nombre de ekklésia, derivado de ekkalein (co a
car), as{ como en el hecho de que‘entre los nombres cor liante la Sacra Tradici6n y la Sacra Escritura.
icién y Escritura
Ja predicacién apostélica, expresada de modo
ros inspirados, tenia que conservarse por
-rumpida hasta el fin de los tiempos. Los
por tanto, al transmitiro que ellos mismos han reci-
jerten a los fieles que se atengan a las tradiciones que
rrendido de palabra 0 por escrito (cfr 2 Tes 2, 15) y que
\tan por la fe que les ha sido entregada una vez por todas
3). Lo que transmitieron los Apéstoles abarca todo lo
wa a la conducta santa del Pueblo de Dios y al incre-
de su fe, De este modo, la Iglesia, en su doctrina, en su
yen su culto, perpetiia y transinite a todas las genera-
1s todo lo que ella es, todo lo que ella cree»!
Esta convocacién y generacion de la Iglesia por parte di
Palabra es una realidad constante y no solo propia de
cial implantacién llevada a cabo inmediatamente por
as{ se ve, pe), con toda claridad, en el n
‘Sefor se difundfa por toda la regién» (He 13, 49)!3.
Cuando decimos que la Iglesia es convocada y engen
Por la Palabra de Dios, es obvio que utilizamos la expi
«Palabra de Di sentido pleno: no sélo en su signi
un contenido ino también en su ser fuerza
transformacién de I id. No es, por tanto, la si
apredicacién ext Evangelio la que genera la Tg]
sino esta predicacién junto con la accién interior del Espiit
Santo, que condiuce a la fe y a los sacram:
28, 19-20; Me 16, 15-16; He 2, 38; Ro
incio 0 palabra, sino también como fuerza que salva, segan
cin paulina: el Evangelio es la fuerza de Dios (dyna-
Theow) pata salvacién de todos los creyentes (cf: Ro 1
jeto (subiectum tradens) de la ‘Tradiciones la Iglesia en-
se realiza (actus tradendi) mediante toda la vida de la
que podemos por tanto resumir en la Traditio Evange-
RLitotitiu, Teologia de a Revelcién, cit, p. 467
Ci: W. Warwach, iglesia, en Diccionario de Teologia Biblic, cit
417-479,
Poreso, afirmar que la Palabra de Dios engencra a la Iglesia no del
{dentificarse con la afirmacién de Lutero que
sine est in verbo Dei (D. Martin Lathers Werke,
' Coxe, Vaticano Hl, Const Dogm. Dei Verbuon, m7.
‘Ibidem, n. 8.108 Revelacién, Fe y Credibilidad Revelaci6n e Iglesia 109
Ast pues, la prioridad temporal de la Tradicién sobre las
das Escrituras no excluye la preeminencia de éstas en el
ido que acabamos de decir; como tampoco la existencia
las Escrituras excluye la necesidad de la Tradicion, no slo
a conocer cudles so
mn para la transmision de toda le Revelacion divina, En.
sentido, se halla de Tra terpretativa cuando la tra-
ion transmite algo ya contenido en la Biblia: si consta ex:
itamente en la Escritura, la tradicién interpretativa se de-
mina Traditio declarativa; pero si sélo esta contenida
amente, se habla de Tradi La Tradicién se
cuando transmite aquello que no est
Ja cual tiene como dimensiones constitutivas la p
ion de la Palabra y la celebracién de los sacramentos”
EL término Tradicién (Paradosis), ademas del sentido
plio de eransmisién que corresponde a su significado et
légico-, tiene en teologia un sentido restringido: el de
mision oral de la Revelaci6n, hecha por los Apésto]
continuada de muchas maneras (incluso por escrito) de ge:
in en generacién en la Iglesi
fue puesta por esc
Santo, en los libros del Nuevo Testamento'®, Con otras pal
bras, la Revelacién divina, transmitida por los Apéstoles,
llega mediante las Sagradas Escrituras y mediante la Tra
cién (entendida en sentido restringido)®,
No hay duda de que las Sagradas Escrituras son el do
mento preeminente de la predicacién apostélica. Por causa
in divina, les corresponde un ‘t
ico ensu género, que confiere a los.
ion privilegiada e insustituible en
as y la Sagrada Tradicion est
inte vinculadas, que sélo con el estudio de su recfproca
on puede llegarse a un completo conocimiento tanto de
Escrituras como de la Tradicion®,
‘Una caracterstica esencial de la Tradicién es lade ser una
lad viva. En efecto, como expli ‘oncilio Vaticano II,
‘Tradicién que viene de los Apéstoles va progresando en
cencia del Espiritu Santo, ya que crece la
mprensién tanto de las cosas como de las palabras trans
bien por la reflexién y el estudio de los creyentes, quie~
bien por una
que narran la predicacién apostélica, como es el caso
ke ¥. Conan, La Tradition eles
ed, Paris 1963, pp. 70-73. Sin embargo,
s cfr, p. ej un uso diverso de los términos sin-
(exptelativas, en A. FRANZ, Tradizione e Seri
78,
'8 Sobre el concepto de Tradicién, cfr J. RATaNGER, Un tentat
t 2, Un fentativo circ
problema del concetto di raizione, en K. Raswer J. RarzinceR, Rivelaion@
€ tradizione, Morcelliana, Brescia 1970, pp. 27-73. Para una sintesis brs,
'y Tradicion dedicaremos un ampli es—)
112 Revelacién, Fe y Credibilidad Revelacién e Iglesia 13
Naturalmente, no todas las afirmaciones de los Padres
lativas a la fe son expresi6n de la Tradicién apostéli
Teconocerlas como tales es necesario que exista unanim
moral en la patristica. Tal unanimidad moral puede tambl
ser reconocida baséndose en la concordancia de un nii
reducido de Padres, si se trata de aquellos que tuvieron ma
autoridad e influencia en la Iglesia. En algunos casos, incl
1 estimonio de un solo Padre puede constituir tn criterio.
guro de la Tradicién, si se trata de un Padre que ha tenid
Papel muy significativo en la materia en cuestién: por ej
plo, San Anastasio en materia trinitaria, san Cirilo de Ale
dria en materia cristol6gica, etc."', En fin, y teniend
cuenta que la funcién primaria y fimdamental de la Tradi
¢s la interpretacién de las Sagradas Escrituras, la Iglesia
sidera que es infalible el undnime consensus Patrum en |
terpretacién de los textos bfblicos™.
6s he mandado, Y sabed que yo estoy con vosotros to-
ios dias hasta l fin del mundo» (Mt 28, 18-20). Ademas de
istencia permanente del Seior en el ejercicio de su mi-
los Apdstoles tendran también la ayuda del Espiritu
(0 (chr: Jn 14, 15-17; 15, 26; 16, 13). Entre los Apéstoles,
recibié la peculiar misiOn de confirmar a sus hermanos
Le 22, 32). '
Los Apéstoles llevaron a cabo fielmente esta funcién de
con una autoridad reco-
jtiva comunidad de los
10 a los Apéstoles ha de durar hasta el fin de los siglos
28, 20), puesto que el Evangelio que ellos deben trans-
siempre dl principio de toda vida para la Iglesia. Por
Apéstoles cuidaron de instituir sucesares en esta socie-
jerarquicamente organizada»*. Esta sucesién apostdlica
realiza mediante el Orden episcopal, que
‘spos, como sucesores de los Apéstoles, en sujetos de la fun-
n magisterial en la Iglesia la cual debe realizarse en comu-
in con el sucesor de Pedro, el Romano Pontifice””.
Appesar de que todos los miembros de la Iglesia tienen la
de transmitir el Evangelio, la autenticidad es una ca-
ica fundamental y exclusiva del Magisterio episcopal:
de interpretar auténticamente la Palabra de Dios es-
2) TradiciOn y Magisterio
La totalidad de la Iglesia, que ha recibido el depésito
Revelacién, es la que desde el principio vive del mismo
transmite. Sin embargo, los Apéstoles, que tuvieron un co
cimiento particular y més intenso del misterio de Cristo (
Mt 13, 11; 16, 18; Mc 9, 33; etc.), recil
poder en el cielo y ena tierra. Id, pues, y haced discfpul
todas las gentes bautizéindolas en el nombre del Padre y
Hijo y del Espiritu Santo, y ensefiindoles a guardar tod:
Chr V/ Proato Gut, Tradicién, cit, p. 668,
3 In rebus fei et
sms de los co-
nentiuon is pro vero sensu sacree Serpturae habendus ‘Sabre el Primado, también Magisterial, de Pedro, ademis de
tet sac mater Eel cus aed eo ions capes de Belvlgi, cf 1. Rainer, Le Chiesa lt,
Scripturarin sancrar 3,
Cove Varian HL, Coast, Dogm. Lumen geniumt,n. 20.
Of bidens,nn.21 y 24
etiam contra unaniment consensuon Patron
retari (Conc. Varicaxo I, Const, Dogm. Deia
14 Revelacién, Fey Credibilidad Revelacién e Iglesia 3
crita o transmitida, ha sido confiado exclusivamente al Ma
terio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en nombre:
Jesucristox®.
La exclusividad del Magisterio de la Iglesia en la
tacion autéatica de la Palabra de Dios, no significa que n
gin otro pueda interpretar la Revelacién de modo «aut
tico», si por auténtico se entiende «genuino», «de acuerdo
Es obvio, por ejemplo, que la teologta ha re
Concilio Vaticano I asevera que el. «Magisterio no es supe-
a la Palabra de Dios, sino que esta su servicio, y no en-
mis que lo que le ha sido transmitido, puesto que, por
dato divino y con la asistencia del Espiritu Santo, lo escu-
piadosamente, lo custodia santamente y lo expone con fi-
lado,
Como ya se ha mencionado anteriormente, los sujetos del
sterio, los obispos, reciben esta participacién en la propia
ridad de Cristo mediante el sacramento del Orden, por el
sidlica. Su autoridad por tanto
a, y su ejercicio goza de la asistencia del Espirit
medio del orden episcopal, en efecto, los obispos reci
competente y con autoridad», pero no con la simple autori
de quien «pose una ciencia» («autoridad cientifica»),
con la misma autoridad de Cristo¥; con una aut:
tanto, que obliga en conciencia alos fieles™, Ast indica
significado el propio Concilio Vaticano I: los obispos son
ti praediti.
rial se debe el que, cuando es invocada plenamente, el Ma-
, con una infalibtidad que es
ipacién en la infalibilidad divina.
El objeto propio del Magisterio es, pues, la Palabra de Dios
sansmitida, Respecto al contenido, este objeto suele
jonalmente describirse de diversas maneras, que pue-
resumirse en la expresién de origen patristico: res fidei et
sum, las cosas de fe y moral.
‘Sin embargo, la competencia del Magisterio en la exposi-
interpretacién del contenido de la Palabra de
ir, de las verdades reveladas, presupone también
-ompetencia respecto a otras verdades que, auungue no ha-
sido reveladas, son necesarias para poder ensefiar y de-
ler la verdad revelada*, Por eso, se suele distinguir entre
objeto primario de] Magisterio: las verdades formalmente
gisterio de la Iglesia susttuya la fuente de la Revelacién (
mismo que sigue hablando a los hombres a través de la
das Eserituras y de la T como han afirmado dive
autores protestantes contemporéneos!, Con mucha clatidad,
pew, Const. Dogm. Dei Verbu, n. 10.
fr. Sto, ToMAs DE AQUI, fn IV Sent, d.
Ill a. 9ad3.
5 Gane. Vaticano H, Const. Dogm. Dei Verbuno,n. 10
0. 8
fr. S. AGUSTIN, Epist. $4, 6: PL 33, 203; Cone, Deer: Sa
a: DS 1
Sobre esto hablaremos con detalle mas adelante
signifioatoteologico di xautentico», en eLa Scuola Catt
263.
\d esempio, G. Ebeling, W. von Lowenich, W. Schweitzer: oft: R.1A
‘oURELLE, Telogia della Rivelazione, cit. p. 511.ed
Revelacin, Fey Credbildad Revelacion e Iglesia 19
cialmente por 0. Cullmann, segiin el cual la razén de tal,
continuidad reside en el hecho de que el principio de Tisdi
ci6n, del que vivia la Iglesia apostélica, perdié vigencia cor
‘de dentro de la propia Tradicién). Por todo esto, la discon-
lesia apostélica e Iglesia post-apostélica no
ina discontinuidad total; es mas continuidad que disconti-
idad: Iglesia apostolica e Iglesia post-apostética son la
sma Iglesia: la Iglesia de Cristo. La misma Revelacién, la
sia en el siglo 1: «estableciendo el principio de un Canon, ma Palabra de Dios que los Apéstoles recibieron de Cristo
Iglesia ha reconocido, por eso mismo, que a partir de e 1 Espiritu Santo y que transmitieron fielmente,
mento la tradicion ya no era un criterio de verdads$, esctito mediante un spect
En realidad, como se estudiaré con més profundidad en ¢
quinto capitulo, ests histéricamente demostrado lo contrat
la fijacién del Canon biblico no provocé la desaparicié
principio de la tradicion en la vida de la Iglesia, que siguio
gente sobre todo cuando el recurso a las Sagradas Escritu
no parecfa suficiente para tutelar el depésito de la Revela
Por otro lado, el reconocimienio de la autoridad de los
critos del Nuevo Testamento no se puede reducir a un
‘mento concreto, sino que es fruto de un proceso de transit:
siOn tipico de la Tradicién viva de la Iglesia, proceso que né
puede considerar iniciado sélo en el siglo ren realidad, dest
el principio (incluso en vida de los Apdstoles) se recono.
tuna autoridad absoluta a algunos escritos, justamente pord
se consideraron «apostélicosy®. a
a fidelidad de la Iglesia a la fe apostélica es una condi:
cién esencial para que la Iglesia de todos los tiempos sea la
misma Iglesia de Cristo y de los Apéstoles. Esta fidelidad, con
la ayuda del Espfritu Santo, no est garantizada sélo por la
Escrituras, sino también, y de manera inseparable, por la ‘Tra=
dicién (y por el Magisterio como instancia que interpret
ena fijaci6n del Canon bibl
0, ¢s posible observar que «
de Ja revelacién, o la de la discontinuidad, que es la base
la posicién protestante, esconde un diverso modo de leer la
id de la salvaci6n y su colocacién en la historias’,
Efectivamente, la fe catdlica reconoce que la Ig
lad no sélo «salvada» sino también «salvadoras; que la
ia no es la simple «congregacién» de los salvados «direc-
rente por Dios», ni la simple cocasion» para que Dios salve
jombre (con una salvacién, por otro lado, solamente ex-
la Iglesia es een Cristo como un sacramento o signo e ins-
mento de la unién fntima con Dios y de la unidad de todo
nero humano»*", Por tanto, «es necesario acostumbrarse
-conocer en la Iglesia al propio Cristo. En efecto, es Cristo
ien vive en su Iglesia, quien ensefia por medio de ella, quien
»ierna y comunica la santidad»>*,
WO. Cie, La Tradition, Probleme exdgtique, historique et thé
‘que, Cahiers théologiques de Tactualité protest
ign soe, 1 Mstero della Redenzione nella sto
5 Coxe, VarcaNo IT, Const. Dog.
' Pio XML, Ene. Mistici Corpors, 29-VI-120 Revelacién, Fe y Credibilidad Revelacién e Iglesia. 121
lio e Iglesia, entre Iglesia apostélica e Iglesia post-apostél
se encuentra en el descon to protestante de la sacra
‘mentalidad de la economia de la salvaci6n.
so que lo que habfa revelado para salvacién de todas las
's, $e conservara siempre integro™.
a permanente integridad de la Revelaci6n, garantizada
ru Santo, se refiere a la Revelacion
TI, INFALIBILIDAD DE LA IGLESIA Y MAGISTERIO INFALIBLI
Una vez estudiado el Magisterio de la Iglesia, como el
mento integrante e instancia interpretativa de la Tradicisi
(inseparable, a su vez, de las Escrituras), podemos tratar de
infalibilidad del Magisterio como un aspecto de la gener
{alibilidad de la Tglesia.
pues, absolutamente infalible, ha querido dotar a su
rueblo, que es la Tglesia, de una infalibilidad partici-
circunscrita a las cosas que se refieren a la fe y las cos-
#2, No setrata s6lo de una «fundamental» permanen-
4a) Infalibilidad de la Iglesia win credendo» e «in docendo»
cristianos pueden errar en materia de fe; pero la Tglesia
ta, nos,
ilidad, en contraste con la experiencia universal
falibilidad humana, se nos presenta como algo sobrehu-
1, y ciertamente lo es. Sin embargo, la inteligencia es de
le, pues por naturaleza es atraida s6lo por la ver-
per accidens, sobre todo por la influencia de la
La Iglesia, marchando a través de dificultades y de wibu
laciones, es sostenida por la fuerza de la gracia de Dios, qu
prometié el Seftor, para que por su debilidad humana no
aparte de una fidelidad perfecta, sino que permanezca digni
esposa de su Sefior, y no cese, bajo la accién del Espfri
Santo, de renovarse a s{ misma, hasta que legue, a través d
la cruz, ala luz que no conoce ocaso»®
Esta indefectibilidad de la Iglesia, prometida por Ci
tras la confesion de San Pedro en Cesarea de Filipo (cft. Mi
16, 18), significa que la Iglesia sera siempre lo que ya es
dica permanencia en su ser y en su esencia. Por tanto,
fectibilidad incluye en sf, como aspecto esencial, la inde
bilidad en la fe apostdlica, garantizada por la permanent
asistencia del Espfritu Santo, el cual es «Espiritu de verdad)
(Un 14, 17; eff, 14, 26). Dios, en efecto, en su inmensa bondac
“one, VartcaNo TI, Const, Dogma, Dei Verbum, n. 7.
fells cireaproprium obiectum semper verus est. U
ir (Sr0, Toms AaLINO, Suna Teologiae, I 9.94, 4)
~~ 8 Cone, Warteano TL, Const. Dogm. Laomen gentium, n. 9