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HISTORIA DE LA ARQUITECTURA III. Prof.Arq. Ramón E. Suescun O.

LOS UTOPISTAS, FOURIER y CABET ( Tomado de Leonardo Benévolo)

CHARLES FOURIER

Charles Fourier (1772-1837), casi contemporáneo de Owen, es un


modesto empleado francés de Besancon, desprovisto de los medios financieros
y de la capacidad personal de aquél.

Se basa en una teoría filosófico-psicológica, según la cual las acciones


de los seres humanos derivan de la atracción pasional y no del provecho
económico: Distingue doce pasiones fundamentales, e interpreta toda la
historia a través de sus combinaciones; actualmente la humanidad se encuentra
en la transición del cuarto período (barbarie) al quinto (civilización), a éste
seguirá el sexto (seguridad) y por último, el séptimo (armonía). Mientras la
civilización se caracteriza por la propiedad privada incontrolada, en la
seguridad estará sometida a una serie de limitaciones y vínculos, que Fourier
describe muy detalladamente. En contraste con la ciudad actual, carente de
forma, la ciudad del sexto período estará construida según un sistema
concéntrico: en el centro la ciudad comercial y administrativa, la ciudad
industrial alrededor de la primera, y por último la ciudad agrícola. En la
primera, la superficie libre será igual a la ocupada por las casas, en la segunda
doble, y en la tercera triple. La altura de las casas se regulará según la anchura
de las calles, al mismo tiempo se suprimirán las tapias, sustituidas por setos;
los derechos de los propietarios deberán entrar en composición con los
derechos de los demás, y la plusvalía producida por los trabajos públicos en
los inmuebles circundantes deberá restituirse, en parte, a la comunidad.

Pero Fourier considera estos progresos como simples fases del paso
hacia el séptimo y definitivo estado, en el cual la vida y la propiedad estarán
totalmente colectivizados; los hombres abandonarán la ciudad y se reunirán en
“falanges” de 1620 individuos, viviendo en edificios colectivos adecuados
llamados phalanstéres.

A diferencia de Owen, Fourier no piensa en alojamientos separados para


los habitantes del falansterio. La vida discurrirá como en un gran hotel; los
ancianos vivirán en la planta baja, los niños en la primera; y los adultos en las
superiores. El falansterio estará dotado de instalaciones colectivas y servido de
forma centralizada. Fourier concibe el edificio bajo las formas áulicas de la
arquitectura representativa francesa; deberá ser asimétrico, con tres patios y
numerosas entradas, siempre en el eje de los diversos cuerpos de fábrica; el
patio central, llamado Place de Parade.

MODELO DE FALANSTERIO.

ETIENNE CABET
Etienne Cabet (1788-1856) publica la descripción de una nueva ciudad
ideal, Icaria, basada en una organización socialista de la propiedad y de la
producción; también él, como Fourier, , hace una descripción minuciosa de su
ciudad, pero la concibe como una gran metrópoli, que reúna las bellezas de
todas las ciudades más celebres; el plano será rígidamente geométrico, con
calles a noventa grados y un río rectilíneo que correrá por el centro. Todas las
calles serán iguales; se tomarán numerosas precauciones para facilitar el
tráfico, especialmente de los peatones, segregándolo del de coches.

La arquitectura de Icaria realizará completamente los ideales del


eclecticismo, porque cada uno de los sesenta barrios reproducirá el carácter de
cada una de las principales sesenta naciones, y las casas ( todas iguales en su
interior) presentarán ornamentaciones de todos los estilos.

Después de varios intentos, se logra fundar la ciudad ideal en Corning.,


Iowa. Las viviendas se establecen en el centro de una hacienda de 3.000 acres,
dispuestas de una forma que recuerda el paralelogramo de Owen.

Los icarianos llaman al conjunto de sus alojamientos “la ciudad”. En


medio se encuentra el refectorio, en el centro de una gran plaza cuadrada: tres
lados del cuadrado están ocupados por casas, separadas unas de otras, y los
espacios que quedan entre ellas están cultivados con jardines. El cuarto lado
está dedicado a las construcciones de utilidad común, lavadero, panadería,
etc… Nada más risueño que el aspecto de Icaria. El gran edificio del
refectorio, rodeado por las casitas, linda con un bosque frondoso que sirve de
fondo a las casas pintadas de blanco. Arboles frutales y exóticos, prados
verdes y flores separan agradablemente las diversas partes de este pueblo.

El éxito de la iniciativa se debe, no obstante, al reducido número de


habitantes: 32 en total. Y ni siquiera éstos soportan durante mucho tiempo
vivir tan estrechamente ligados entre sí, a pesar de los jardines floridos y las
casitas blancas. Poco a poco esta idea va llegando a un fracaso.

La idea de Cabet de fundar una metrópoli termina, pues, en una especie


de reductio ad absurdum, y lleva a la formación de núcleos rurales
progresivamente más reducidos, hasta llegar a las dimensiones de una
hacienda agrícola normal.
Es conocida la crítica que los socialistas científicos de la segunda mitad
del XIX han opuesto a estos ingenuos precursores ( los socialistas utópicos) :
los obstáculos para la realización de la nueva sociedad no radican en la
ignorancia, sino en los intereses de las clases dominantes, y no hay que apelar
a la persuasión, sino a la lucha de clases. Acorde a esto, Marx decía que los
problemas de la ciudad industrial eran consecuencia del modo de producción
capitalista, por lo que para resolver los nuevos problemas urbanos era
necesario cambiar el estilo de producción hacia uno socialista.

Se puede notar la similitud que existe entre las propuestas de Owen y


Fourier- como la “unidad de habitación” con un determinado número de
habitantes, las instalaciones centralizadas, etc- y algunas soluciones que se
plantean insistentemente en los proyectos contemporáneos. Incluso el número
de habitantes del falansterio de Fourier -1620- corresponde al número de
personas alojadas en la primera “unidad de habitación” de Le Corbusier, y la
densidad prevista por Owen, un acre por habitante, es la misma que indica
Wright para Broadacre. La integración entre agricultura e industria, entre
ciudad y campo, está resuelta de forma mítica e inadecuada, no tiene en cuenta
las grandes fábricas modernas, que a veces reúnen varias decenas de miles de
obreros, ni algunas de las orientaciones de la moderna agricultura extensiva y
mecanizada. Sin embargo, es cierto, que la armonía entre estas dos realidades
diferentes es la condición indispensable para reconstruir la unidad del
ambiente y del paisaje moderno.

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