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Alumno: Christopher Carlos Colin Hinojosa.

Profesor: María de Lourdes Razo Torres.

IIPCS

Fecha: 20-05-2022

TERCERA Y CUARTA SUBFASE


El comienzo de la inteligencia representacional, que culmina con el juego
simbólico y el lenguaje, es cuando emerge una persona separada y autónoma. Al
final de la ruptura del cascarón se llega a constituir una entidad individual y
separada.
En el segundo año de vida el infante se transforma en un deambulador, se
vuelve más consciente y hace uso de su separación física, un relativo olvido de la
presencia de la madre. La ansiedad de separación es por temor a la pérdida del
objeto, pero en esta fase es constatar dónde está la madre. El niño parece tener
una necesidad, un deseo de que la madre comparta con él todas sus nuevas
habilidades y experiencias y la necesidad de amor objetal. A este periodo se le
llama de acercamiento. Es el amor de la madre por el deambulador y su
aceptación de la ambivalencia, que permite al niño catexiar su autorrepresentación
con energía neutralizada.
El lapso de los 15 a los24 meses por una búsqueda deliberada de contacto
corporal íntimo o su evitamiento; se vuelven importantes el lenguaje simbólico, la
intercomunicación vocal y el juego.
Hay dos pautas características de la conducta de: seguimiento o huida de la
madre, con la expectativa de ser perseguido y arrebatado, con el deseo del
reencuentro con el objeto, como del temor que el objeto lo reengolfe o reabsorba.
También defienden su autonomía con el <<NO>>, hay aumento de la agresión y el
negativismo de la fase anal. El pequeño de 12 a 15 meses comienza a
experimentar gradualmente y agudamente los obstáculos que entorpecen para su
conquista del mundo. Ya comienza la separación, entre la representación
intrapsíquica del objeto y la autorrepresentación. Hacia el final del período de
ejercitación, ha comenzado la idea de ue el mundo se debe enfrentar <<por los
propios medios>>. También se hace evidente el temor de perder el amor del
objeto. El niño puede ser más insistente en hacer coaccionar a su madre y ya no
pueda seguir funcionando como unidad dual. La comunicación verbal es más
necesaria y la empatía preverbal ya no basta, el niño de da cuenta gradualmente
de sus objetos de amor. Hay una <<crisis de acercamiento>> que es abandonar
gradual y penosa la delución de su propia grandeza.
Debe haber una continuada disponibilidad emocional de la madre para el yo
autónomo del niño mientras va decreciendo su confianza omnipotente mágica. La
madre debe estar serenamente disponible con un pronto abastecimiento de libido
objetal y compartir sus hazañas, debe de responder al juego y facilitar los intentos
de imitación e identificación. El compromiso emocional facilita el despliegue de los
procesos de pensamiento, la prueba de realidad y la conducta imitativa al final del
segundo o comienzo del tercer año de vida.
El seguimiento cede el paso a un cierto grado de constancia objetual hacia la
segunda mitad del tercer año de vida. Cuanto menos disponible,
emocionalmente, este la madre en la época de acercamiento, mayor insistencia e
incluso desesperación el deambulador intentara cortejarla. Este proceso drena
gran cantidad de energía evolutiva, por consecuencia no queda energía, ni libido,
ni agresión constructiva para la evolución de muchas funciones emergentes del
yo. Las funciones emocionales e intelectuales deben prepararlo. Una
manifestación diferente de acercamiento se observa en niños cuyas madres eran
incapaces de adaptarse a la desvinculación y a las exigencias del niño en
crecimiento. El período de ejercitación y exploración fuera bastante breve y poco
autónomo, les resultara difícil investir libido en su ambiente al deambulador. La
señal de peligro en la tercera subfase, se mostraba muy sensible su preocupación
por saber dónde está su madre y tienden a seguirla en todos los movimientos, se
puede presentar una acentuada ansiedad de separación, se puede acentuar una
ambivalencia y escisión de objetos buenos y malos, con una formación reactiva
precoz.
En el fenómeno del seguimiento, si es excesivo, la señal de peligro, la conciencia
de separación que tiene el niño le está causando gran tensión, pues intenta
aferrarse a la madre tratando de responder a cada movimiento y variación del
ánimo de ésta y planteándole insistentes exigencias.
Las señales de peligro son: andiedad a la separación mayor al promedio, excesivo
seguimiento de la madre o continua huida impulsiva, con fin de provocarla a
atraparle y por último, excesivas perturbaciones del dormir.
El acercamiento se divide en tres períodos:
1) El comienzo del acercamiento.
2) La crisis de acercamiento.
3) Las soluciones individuales de las crisis, que dan como resultado
pautaciones y características de la personalidad con las que el
deambulador entra en la cuarta subfase de la separación-individuación.
A los 15 meses hay un cambio en la calidad de la relación con la madre, ésta se
trasforma en la persona con la cual quieren compartir sus descubrimientos, el
signo conductual es llevar juguetes a la madre, este es el principal investimmiento
emocional, la necesidad que tiene de compartir con la madre, pero al mismo
tiempo indica a la madre con palabras, sonidos o gestos, que deseaba que la
madre se interesará y participará con él. Con la incipiente conciencia de
separación llega a comprender que los deseos de la madre no son los mismos al
del deambulador y viceversa.
La fuente del máximo placer del niño se desplaza de la locomoción independiente
y la exploración del mundo inanimado a la interacción social.
La amplia autonomía del niño expresa una extensión activa del mundo madre-hijo,
para incluir al padre, como objeto de amor. El niño es esta etapa desarrolla
relaciones con otras personas. Alrededor de los 16-17 meses gustan de pasar
periodos cada vez más separados de la madre y comienzan a buscar a otros
adultos de sexo masculino.
Durante el acercamiento temprano se puede encontrar una diferente conducta: la
ausencia de la madre producía un aumento de la actividad y la inquietud. El niño
comprende su estado de separación, es el afecto o emoción de tristeza. La
hiperactividad y la inquietud se considera una actividad defensiva temprana contra
la conciencia del estado afectivo de tristeza. Se comienzan a relacionar con
adultos sustitutos y se dedican al juego simbólico. El primer periodo de
acercamiento culmina a los 17 a 18 meses, no sin antes que la palabra tome un
importante lugar, sobre todo la palabra <<hola>>.
La primera conciencia de separación del infante trae consigo placenteros
descubrimientos, de palabras y comunicaciones gestuales. Un descubrimiento es
que el niño puede pedir que satisfagan sus deseos, mediante el empleo de
palabras y gestos de pedido o necesidad, también el descubrimiento de que se
puede encontrar a la madre y a otros, con la palabra <<hola>>.
A los 18 meses los deambuladores son muy ansiosos de ejercitar su autonomía,
ellos prefieren que mejor no les recuerden que a veces no pueden arreglárselas
solos. El humor que, a veces, predomina es la insatisfacción general, la
incapacidad, tendencia a cambios de estados de ánimo y berrinches. La
ambitendencia es aferrarse a la madre y alejarla. Utiliza a la madre como
extensión de sí mismo, así pueden negar la penosa conciencia de separación. El
deseo de funcionar mediante el propio yo puede resultar amenazador, pues los
deseos y sentimientos y los de la madre aún están poco diferenciados.
Se vuelve a encontrar con el resurgimiento de la reacción ante extraños y ocurre
ante personas del mundo exterior que habían sido consideradas como amigos
preferidos. La indecisión es una conducta típica de este periodo, que es alejarse
de la madre y permanecer con ella.
La internalización parcial puede constituir la manera de cómo afrontar la
vulnerabilidad que el niño experimenta a medida que aumenta la conciencia de
separación.
De los 18 a los 21 meses, algunos deambulador no le gusta que lo dejen
abandonado pasivamente, se comienza a producir dificultades en el proceso de
despedida acompañado de depresión, incapacidad inicial de dedicarse a jugar.
Entonces los mecanismos de escisión pueden tomar varias formas en esta época.
Ya hay actividad transicional mediante simbolización y fantasías. Aún los
deambuladores necesitan saber dónde está la madre, pero se vuelven cada vez
más activos y capaces de dejar a la madre por iniciativa propia. Un nuevo adulto
puede proporcionar satisfacciones alternativas y canalizar el descontento
promoviendo sublimaciones incipientes.
A los 21 meses hay una disminución general de la lucha por el acercamiento,
pareciera una vez más que se encuentra una distancia óptima respecto de la
madre. Los elementos de la creciente individuación son los siguientes: a) el
desarrollo del lenguaje, a saber, la designación de objetos y la expresión de
deseos con palabras, el uso de pronombre personal yo; b) el proceso de
internalización tanto de actos de identificación con la madre y el padre
<<buenos>> y proveedores de satisfacciones, la internalización de reglas y
exigencias; y c) el progreso en la capacidad de expresar deseos y fantasías
mediante el juego simbólico y fines de dominio. En esta edad, las vicisitudes del
proceso de individuación del infante van cambiando rápidamente, que no se trata
de conductas específicas de una fase, sino individualmente muy distintos, y
diferentes de cada niño. Una diferencia en el desarrollo de los niños en
comparación con las niñas, los primeros, mostraban tendencia a desvincularse de
la madre y gozar de su funcionamiento en el mundo, mientras que las segundas
parecían más absorbidas por la madre en presencia de ésta, estaban más
persistentemente enredadas en los aspectos ambivalentes de la relación con la
madre.
En la fase final del acercamiento parece ser la suma de las soluciones a las
múltiples tareas evolutivas y maduracionales, individual durante el curso de su
desarrollo partículas en las subfases, hasta el comienzo de la cuarta.
Las niñas parecen ser más blandas y mimosas (posiblemente culturalmente
determinado) y los niños ser más motores y se resistían más a los besos y
abrazos. La diferencia anatómica sexual es descubierta en ocasiones a los 16-17
meses, incluso antes, pero más a menudo a los 20-21 meses. No hay certeza del
impacto emocional. Pero se observa que al final de la fase de separación-
individuación (al final del segundo y comienzo del tercer año) los niños se
aferraban a su pene para tranquilizarse. El descubrimiento del pene por parte de la
niña despertaba ansiedad, cólera y desconfianza. La tarea de llegar a ser un
individuo separado en general parece más difícil para las niñas que para los
varones, al notar la diferencia sexual, tendían a volverse contra la madre y los
niños de afrontan con ansiedad a la castración durante el segundo y tercer año.
La crisis de acercamiento puede llevar a conflictos intrapsíquicos irresueltos, hay
una importante encrucijada del desarrollo de la personalidad presiones y conflictos
orales, anales y de la primera fase genital. Se alivia el temor a la pérdida de
objetos y de abandono, pero todo se complica por la internalización de las
exigencias parentales (desarrollo del superyó). Hay dos mecanismos, la coerción y
escisión del mundo objetal, si son excesivos resultan los casos de transferencia
fronteriza en adultos. Los resultados de las crisis de acercamiento serán
determinados por: a) el desarrollo hacia la constancia del objeto libidinal, b) la
cantidad y calidad de las frustraciones posteriores, c) posibles traumas por shock,
d) el grado de la ansiedad de castración, e) el destino del complejo de Edipo y f)
las crisis evolutivas de la adolescencia.
En la cuarta subfase de consolidad la individualidad y los comienzos de la
constancia objetal emocional. La tarea principal de esta subfase es: 1) el logro de
una individualidad definida y en ciertos aspectos vitalicia, y 2) el logro de un cierto
grado de constancia objetal. De lo que respecta al self, hay una estructuración de
gran alcance del yo, produce signos significativos de internalización de exigencias
parentales e indican la formación de precursores del superyó. La constancia
objetal afectiva depende de la gradual internalización de una imagen constante
positiva catexiada de la madre. El logro cognitivo del objeto de la madre se basará
en esto. Esta constancia objetal implica el mantenimiento de la representación del
objeto de amor ausente, es la unificación del objeto bueno y malo en una
representación total, la fusión de los impulsos agresivos y libidinales, el objeto de
amor no será rechazado ni cambiado, aunque ya no proporcione satisfacciones.
La constancia del objeto emocional lo determinan: la fe y la confianza en la fase
simbiótica y la adquisición cognitiva de la representación interna simbólica del
objeto permanente, la dotación y maduración instintiva innatas, la neutralización
de la energía instintiva, la prueba de realidad, la tolerancia a la frustración y a la
ansiedad, etc., El niño aprende a expresarse verbalmente durante este período, el
juego se vuelve más planificado y constructivo, comienzo del juego de fantasía,
desempeño de roles y de como-si, las observaciones se vuelven más detalladas,
del mundo real, interés por compañeros de juego y de adultos, hay un desarrollo
del sentimiento del tiempo y relaciones espaciales, capacidad de tolerar la demora
en la gratificación y soportar la separación. Hay despliegue de funciones
cognitivas complejas: comunicación verbal, fantasía y prueba de realidad,
diferenciación del yo desde los 20-22 meses hasta los30-36 meses se desarrolla
la individuación.
Durante la segunda mitad del tercer años hay un investimiento libidinal haya o
no satisfacción inmediata.

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