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Los reyes establecieron una política exterior común marcada por los enlaces matrimoniales
con varias familias reales de Europa que resultaron en la hegemonía de los Habsburgo durante
los siglos xvi y xvii.
La guerra de sucesión castellana fue el conflicto bélico que se extendió entre 1475 a 1479 en la
que se disputaron la sucesión de la Corona de Castilla la hija del fallecido rey Enrique IV de
Castilla, llamada Juana la Beltraneja o Juana de Trastámara y la hermanastra del monarca,
Isabel.
La guerra fue un conflicto internacional ya que Isabel estaba casada con Fernando, heredero
de la Corona de Aragón, mientras que Juana se había casado con su tío el rey Alfonso V de
Portugal. Por su parte Francia también intervino en el enfrentamiento, apoyando a Portugal
para evitar que Aragón, su rival en Italia, se uniera a Castilla.
La batalla de Toro librada el 1 de marzo de 1476 fue, más que una victoria militar, un triunfo
para el matrimonio de Isabel y Fernando que fue reconocido en las Cortes de
Castilla de Madrigal de las Altas Torres llevadas a cabo entre abril y octubre de 1476 y su hija,
la infanta Isabel de Aragón jurada heredera de la corona de Castilla.8
Sin embargo, fue decisiva para los portugueses la batalla naval de Guinea de 1478, librada en
el Océano Atlántico, y donde los lusitanos se impusieron a la flota castellana en la lucha por el
acceso a las riquezas de Guinea que significaban los mercados de oro y de esclavos.
La guerra concluyó en 1479 con la firma del Tratado de Alcáçovas, por la que Isabel y Fernando
fueron reconocidos como reyes de Castilla, perdiendo Juana todo derecho al trono y Portugal
obtenía la hegemonía en el Atlántico, con la excepción de las islas Canarias.