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SENTENCIA CONSTITUCIONAL PLURINACIONAL 1666/2012

Sucre, 1 de octubre de 2012


  
SALA TERCERA
Magistrada Relatora:  Dra. Ligia Mónica Velásquez Castaños
Acción de amparo constitucional
Expediente:                  01443-2012-03-AAC
Departamento:            Santa Cruz
En revisión la Resolución 22/2012 de 10 de agosto, cursante de fs. 61 a
62,  pronunciada dentro de la acción de amparo
constitucional interpuesta por José Daniel Rosales
Algarañáz contra Sigfrido Soleto Gualoa y Victoriano Morón Cuellar,
Vocales de la Sala Penal Segunda del Tribunal Departamental de
Justicia de Santa Cruz.
I. ANTECEDENTES CON RELEVANCIA JURÍDICA
I.1. Contenido de la acción
El accionante, mediante memorial presentado el 3 de mayo de 2012,
cursante de fs. 50 a 53, complementado por escrito corriente a fs. 57,
presentado el 11 de junio del mencionado año, interpuso la presente
acción de amparo constitucional manifestando que:
I.1.1. Hechos que motivan la acción
Dentro del proceso penal que se le sigue por la supuesta comisión del
delito de homicidio en accidente de tránsito, el 20 de diciembre de 2011,
fue notificado con el Auto 486 de 8 de octubre de igual año, por el que se
declaró admisible e improcedente el recurso de apelación incidental
interpuesto por su parte contra el Auto de 13 de agosto de ese mismo año,
dictado por la Jueza Quinta de Instrucción en lo Penal en suplencia legal
de su similar Cuarto, que declaró improbada la excepción de extinción de
la acción penal por vencimiento del término de la etapa preparatoria.
Añade que los demandados, no efectuaron un análisis adecuado del
recurso de apelación y de los actos denunciados en el mismo, toda vez que,
el 19 de noviembre de 2010, se suscitó un accidente de tránsito con
resultados lamentables, y siendo él quien conducía, fue notificado el 21 del
mes y año ya citados con la imputación formal y señalamiento de
audiencia de medidas cautelares, acto que se llevó a cabo en la misma
fecha; por lo que, conforme indica la jurisprudencia constitucional
contenida en las SSCC 1293/2003-R, 0720/2004-R y 1173/2004, desde
ese momento empieza a contarse el plazo previsto para la duración de la
etapa preparatoria.
Agrega que el 6 de junio de 2011, luego de transcurridos más de los seis
meses desde el inicio de las investigaciones, al no existir resolución
conclusiva conforme dispone el art. 323 del Código de Procedimiento Penal
(CPP), mediante memorial solicitó a la autoridad jurisdiccional que, de
acuerdo al razonamiento asumido por la SC 0282/2005-R de 4 de abril,
conmine al Fiscal de Distrito para que en el plazo de cinco días presente la
correspondiente resolución conclusiva, bajo conminatoria de declararse
extinguida la acción penal.
Continuando con la exposición, el accionante manifiesta que la ya
mencionada Jueza Quinta de Instrucción en lo Penal, el 16 de junio de
2011, por oficio 289/2011, conminó al Fiscal de Distrito a presentar la
acusación formal u otro acto conclusivo en el plazo de cinco días, en
cumplimiento a los arts. 134 y 323 del CPP y la “SC 1036/2002”,
documento con el que fue notificada la autoridad fiscal el 22 de ese mes y
año, por lo que el término para dar cumplimiento a dicha conminatoria
vencía el 29 de junio de 2011, toda vez que, de conformidad a lo
establecido por el art. 130 del CPP, los plazos son improrrogables y
perentorios y aquellos cuyo cómputo está dispuesto en días, comienzan a
correr al día siguiente de su notificación y vencen a las veinticuatro horas
del último día hábil indicado.
En consecuencia, indica que habiendo vencido el plazo de la intimación, el
1 de julio de 2011, mediante nuevo memorial, ante el incumplimiento de
presentación de resolución conclusiva, solicitó se declare la extinción de la
acción penal en la etapa preparatoria, respondido por providencia del 2 del
indicado mes y año, que corrió en traslado el memorial, que fue
respondido por el Ministerio Público, el 13 del mismo mes y año,
señalando que el requerimiento conclusivo ya había sido presentado, sin
especificar dónde y sin acompañar copia del mismo. Posteriormente el 4 de
agosto de 2011, el Auxiliar del Juzgado Cuarto de Instrucción en lo Penal,
presentó informe que daba cuenta sobre la asistencia de la madre del
imputado, al Juzgado a su cargo, con la finalidad de averiguar respecto a
la presentación de la acusación formal, la cual -de acuerdo a lo expresado
por el funcionario judicial-, no había sido recepcionada por ese juzgado; no
obstante de que nuevamente por memorial de 14 de julio, reiteró su
solicitud de declaratoria de extinción de la acción penal, no recibió
respuesta oportuna.
Manifiesta el accionante que, el 10 de agosto de 2011, la Jueza Quinta de
Instrucción en lo Penal, “hizo aparecer una resolución conclusiva que
extrañamente lleva fecha de 4 de julio”, que no fue presentada mediante
plataforma, irrumpiendo el control del timbre del sistema informático y
que no obstante dicha irregularidad, resulta extemporánea, toda vez que el
plazo para su presentación venció el 29 de junio de 2011; sin embargo, la
Jueza de la causa y los demandados llegaron al convencimiento de que la
Resolución conclusiva fue presentada dentro de término, dictando la
autoridad jurisdiccional, el 13 de agosto de 2011, el Auto 85, que declaró
improbada la excepción de extinción de la acción penal en la etapa
preparatoria; Resolución que fue apelada y declarada admisible e
improcedente por los demandados por Auto 486/2011. Toda vez que los
Vocales ahora demandados, no han efectuado una correcta interpretación
de la normativa procesal, validando una prórroga del plazo transcurrido
desde la notificación al Fiscal de Distrito hasta la supuesta fecha de
presentación de la acusación formal y, habiéndose agotado la vía
ordinaria, al persistir las violaciones a sus derechos, se habilita la
jurisdicción constitucional.
I.1.2. Derechos supuestamente vulnerados
El accionante alega la lesión de su derecho al debido proceso y a la
seguridad jurídica, citando al efecto los arts. 115 y 116.I de la
Constitución Política del Estado (CPE).
I.1.3. Petitorio
Solicita se conceda la tutela y se declare la extinción de la acción penal de
conformidad al art. 134 del CPP.
I.2. Audiencia
Efectuada la audiencia pública el 10 de agosto de 2012, se produjeron los
siguientes hechos:
I.2.1. Ratificación de la acción
El abogado de la parte accionante se ratificó in extenso en los términos de
la demanda.
I.2.2. Informe de las autoridades demandadas
Los Vocales demandados no asistieron a la audiencia y tampoco
presentaron informe escrito.
I.2.3. Resolución del Tribunal de garantías
Mediante Resolución 22/2012 de 10 de agosto, cursante de fs. 61 a 62, la
Sala Civil y Comercial Primera del Tribunal Departamental de Justicia de
Santa Cruz, constituida en Tribunal de garantías, concedió la tutela
solicitada, anulando el Auto de Vista 486 de 8 de octubre de 2011 y
disponiendo que la Sala Penal Segunda, dicte nueva resolución en estricta
sujeción a los arts. 124 y 398 del CPP; argumentando que la Resolución
emitida por el Tribunal de alzada, carece de fundamentación, toda vez que
no se han resuelto los puntos concretos expresados en el recurso de
apelación, específicamente respecto a los plazos de extinción de la etapa
preparatoria y el término de cinco días que tenía el entonces Fiscal de
Distrito para formular requerimiento conclusivo, situación que vulnera los
arts. 134 y 398 del CPP; por lo que, existiendo falta de fundamentación
que impide conocer la razón de su decisión y verificar si ésta es correcta o
no, se ha vulnerado el debido proceso, correspondiendo, en consecuencia,
conceder la tutela.
II. CONCLUSIONES
Del análisis y compulsa de los antecedentes que cursan en obrados, se
establecen las siguientes conclusiones:
II.1. El 20 de noviembre de 2010, el Fiscal de Materia adscrito al
Organismo Operativo de Tránsito, presentó ante el Juzgado de turno
imputación formal contra José Daniel Rosales Algarañaz por la presunta
comisión de los delitos de conducción peligrosa de vehículos y homicidio y
lesiones graves en accidente de tránsito, solicitando la imposición de la
medida cautelar de detención preventiva, habiéndose notificado
personalmente al justiciable con la imputación formal y el señalamiento de
audiencia el 21 de ese mes y año (fs. 3 a 6).
II.2. En audiencia de consideración y aplicación de medidas cautelares, el
21 de noviembre de 2010, por Auto de la misma fecha, el Juez Cuarto de
Instrucción en lo Penal, dispuso la aplicación de medidas sustitutivas a
favor del imputado, Resolución con la que el mismo fue notificado
personalmente, emitiéndose el correspondiente mandamiento de libertad
(fs. 8 a 14).
II.3. Por memorial presentado el 7 de junio de 2011, José Daniel Rosales
Algarañaz, pidió a la autoridad jurisdiccional conmine al Fiscal de Distrito
para que en plazo de cinco días, presente resolución conclusiva, bajo
conminatoria de darse por extinguida la acción penal, mereciendo
providencia de la misma fecha por la que se dispuso dar curso a la
solicitud, pidiendo informe de acuerdo al art. 134 del CPP, providencia que
fue impugnada mediante recurso de reposición (fs. 15 y 44).
II.4. Por oficio 289/2011 de 16 de junio, la Jueza Quinta de Instrucción
en lo Penal, conminó al Fiscal de Distrito para que presente acusación
formal u otro acto conclusivo en el plazo de cinco días, señalando que,
“hasta el 21 de mayo del 2011, ha transcurrido más de seis meses” (sic),
constando diligencia que da cuenta que la notificación con la conminatoria
a la autoridad fiscal, se hizo efectiva el 22 de ese mismo mes y año (fs. 16
a 17).
II.5. Ante la falta de presentación de la resolución conclusiva y, el
vencimiento del plazo otorgado, el 1 de julio de 2011, el imputado, solicitó
extinción de la acción penal, pidiendo se dejen sin efecto las medidas
precautorias y las restricciones impuestas en su contra, habiendo el Juez
de la causa, corrido en traslado el memorial, que fuera absuelto por el
Ministerio Público, mediante escrito presentado el 13 de julio de 2011,
manifestando que la Resolución conclusiva fue presentada oportunamente
y que la misma se encontraba en el cuaderno de investigaciones, así la
autoridad jurisdiccional, mediante decreto de 14 del ya referido mes y año,
dispuso que por Secretaría del Juzgado se verifique lo aseverado por el
Fiscal de Materia, informando el Auxiliar del Juzgado Cuarto de
Instrucción en lo Penal que, la madre del imputado se presentó en varias
oportunidades a preguntar respecto a la acusación formal, misma que no
fue recepcionada en esas dependencias y que habría sido presentada ante
el Juzgado Segundo de Instrucción en lo Penal cuando este último se
encontraba de turno y que no se había remitido al Juzgado Cuarto por
hallarse entre papelada. Por providencia de 4 de agosto, la autoridad
jurisdiccional dispuso que el hecho fuera puesto en conocimiento de las
partes, debiendo conminarse al funcionario que recibió la acusación para
que la remita inmediatamente o en su caso informe respecto a la veracidad
de lo afirmado por el representante del Ministerio Público, decreto que fue
impugnado mediante recurso de reposición, rechazado por decreto de 11
de agosto de 2011 (fs. 18 a 22 vta.; 46 a 47 vta.).
II.6. Por memorial presentado el 15 de junio de 2011, el accionante reiteró
su pedido de resolución de extinción de la acción penal, mereciendo
decreto de la misma fecha que determinó que el trámite de la excepción
debió ceñirse a lo establecido por el art. 314 del CPP, poniéndose en
conocimiento de las partes para luego resolver; computándose el plazo de
tres días desde la notificación a la última parte; habiendo el accionante
interpuesto recurso de reposición, disponiendo la autoridad jurisdiccional
reponer el decreto impugnado a fin de que se resuelva lo peticionado (fs.
23 y vta.; 45 y vta.).
II.7. La Jueza Segunda de Instrucción en lo Penal, mediante oficio
320/2011 de 7 de julio, con cargo de recepción de 9 de agosto de igual
año, remitió acusación formal presentada por el Fiscal de Materia contra el
imputado (fs. 24 a 30 vta.).
II.8. El 13 de agosto de 2011, mediante Auto 85/2011 de esa fecha, la
Jueza Quinta de Instrucción en lo Penal en suplencia legal del Juez
Cuarto, declaró improbada la excepción de extinción de la acción penal
interpuesta por el imputado, manifestando que no se observaron las
formalidades legales de la norma y, que la conminatoria sí fue cumplida,
Resolución impugnada mediante recurso de apelación, declarado
admisible e improcedente por la Sala Penal Segunda de la Corte Superior
del Distrito Judicial -ahora Tribunal Departamental de Justicia- de Santa
Cruz, mediante Auto de Vista 486 de 8 de octubre de 2011 (fs. 31 a 42
vta.).
III. FUNDAMENTOS JURIDÍCOS DEL FALLO
El accionante alega que los demandados vulneraron sus derechos al
debido proceso y a la seguridad jurídica, toda vez que, mediante Auto 486
de 8 de octubre de 2011, con el que fue notificado el 20 de diciembre de
igual año, declararon admisible e improcedente el recurso de apelación
interpuesto contra la Resolución 85/2011 de 13 de agosto, dictado por la
Jueza Quinta de Instrucción en lo Penal, que declaró improbada la
excepción de extinción de la acción penal por vencimiento del término de
la etapa preparatoria, sin realizar una interpretación adecuada de la
normativa procesal respecto al hecho denunciado en apelación con
referencia a los plazos establecidos en los arts. 130 y 134 del CPP, ya que
habiéndose notificado al Fiscal de Distrito el 22 de junio de 2011, a efectos
de que presente resolución conclusiva, éste lo hizo el 4 de julio; -8 días
después-; es decir, fuera del plazo de cinco días establecidos en el
procedimiento, actuación que fue convalidada por la autoridad
jurisdiccional y ratificada por los demandados. Corresponde analizar, si en
el presente caso, se debe ingresar al fondo de la problemática planteada.
III.1. Configuración de la acción de amparo constitucional
La SCP 0002/2012 de 13 de marzo, ha señalado: “El orden constitucional
boliviano, dentro de las acciones de defensa, instituye en el art. 128 la
acción de amparo constitucional como un mecanismo de defensa que tendrá
lugar contra los ‘actos u omisiones ilegales o indebidos de los servidores
públicos, o de persona individual o colectiva, que restrinjan, supriman o
amenacen restringir o suprimir los derechos reconocidos por la Constitución
y la ley’.
Del contenido del texto constitucional de referencia puede inferirse que la
acción de amparo constitucional es un mecanismo de defensa jurisdiccional,
eficaz, rápido e inmediato de protección de los derechos fundamentales y
garantías constitucionales, cuyo ámbito de protección se circunscribe
respecto de aquellos derechos fundamentales y garantías que no se
encuentran resguardados por los otros mecanismos de protección
especializada que el mismo orden constitucional brinda a los bolivianos,
como la acción de libertad, de protección de privacidad, popular, de
cumplimiento, etc. Asimismo, desde el ámbito de los actos contra los que
procede, esta acción se dirige contra aquellos actos y omisiones ilegales o
indebidos provenientes no sólo de los servidores públicos sino también de
las personas individuales o colectivas que restrinjan o amenacen restringir
los derechos y garantías objeto de su protección.
En este contexto, el amparo constitucional boliviano en su dimensión
procesal, se encuentra concebido como una acción que otorga a la persona la
facultad de activar la justicia constitucional en defensa de sus derechos
fundamentales y garantías constitucionales, frente a los actos u omisiones
ilegales provenientes de los servidores públicos o particulares.
El término de acción no debe ser entendido como un simple cambio de
nomenclatura, que no incide en su naturaleza jurídica, pues se trata de una
verdadera acción de defensa inmediata, oportuna y eficaz para la
reparación y restablecimiento de los derechos y garantías fundamentales, y
dada su configuración, el amparo constitucional se constituye en un proceso
constitucional, de carácter autónomo e independiente con partes procesales
diferentes a las del proceso ordinario o por lo menos con una postura
procesal distinta, con un objeto específico y diferente, cual es la protección y
restitución de derechos fundamentales y con una causa distinta a la
proveniente del proceso ordinario, esto es, la vulneración concreta o
inminente de derechos fundamentales a raíz actos y omisiones ilegales o
indebidos y con un régimen jurídico procesal propio.
En este orden de ideas, la acción de amparo constitucional adquiere las
características de sumariedad e inmediatez en la protección, por ser un
procedimiento rápido, sencillo y sin ritualismos dilatorios. A estas
características se añade la de generalidad, a través de la cual la acción
puede ser presentada sin excepción contra todo servidor público o persona
individual o colectiva.
Finalmente cabe señalar que dentro de los principios procesales
configuradores del amparo constitucional, el constituyente resalta la
inmediatez y subsidiariedad al señalar en el parágrafo I del art. 129 de la
Constitución que esta acción ‘…se interpondrá siempre que no exista otro
medio o recurso legal para la protección inmediata de los derechos y
garantías restringidos, suprimidos o amenazados’.
Lo señalado implica que la acción de amparo forma parte del control
reforzado de constitucionalidad o control tutelar de los derechos y garantías
al constituirse en un mecanismo constitucional inmediato de carácter
preventivo y reparador destinado a lograr la vigencia y respeto de los
derechos fundamentales y garantías constitucionales, siempre que no exista
otro medio de protección o cuando las vías idóneas pertinentes una vez
agotadas no han restablecido el derecho lesionado, lo que significa que de
no cumplirse con este requisito, no se puede analizar el fondo del problema
planteado y, por tanto, tampoco otorgar la tutela“.
III.2. Del inicio y desarrollo de la etapa preparatoria del proceso penal
a partir de la notificación con la imputación formal
La SC 1036/2002-R de 29 de agosto, dejó establecido que: “El proceso
consiste en una progresiva y continuada secuencia de actos. Así, el Código
procesal vigente, al igual que sus similares aludidos, con diversos matices
configuran el procedimiento ordinario del juicio penal en tres partes, a saber:
1) La Etapa Preparatoria; 2) La Etapa Intermedia y 3) El juicio propiamente
dicho (oral y público). A su vez, cada Etapa está integrada por subetapas o
fases claramente marcadas, cumpliendo cada una de ellas una finalidad
específica dentro de la genérica que todas ellas tienen en su conjunto. Así, la
Etapa Preparatoria, que es la que nos interesa analizar por su pertinencia,
se halla integrada por tres fases: 1) Actos iniciales; 2) Desarrollo de la etapa
preparatoria y, 3) Conclusión de la etapa preparatoria.
1) La primera fase, es decir, los actos iniciales o de la investigación
preliminar, (art. 284 y siguientes CPP), comienza con la denuncia, querella o
con la noticia fehaciente que reciben las autoridades llamadas por ley
(Policía-Fiscalía), sobre la comisión de un delito.
2) La segunda fase, esto es, el desarrollo de la etapa preparatoria, empieza
con la imputación formal (art. 301.1 y 302 CPP), y representa el inicio del
proceso penal. Los supuestos 2), 3) y 4), que acoge el art. 301 no hacen al
desarrollo de la Etapa Preparatoria, pues son opciones alternativas a la
imputación formal.
3) La tercera fase se denomina conclusión de la etapa preparatoria, y está
constituida por los 'actos conclusivos', entre los cuales se encuentra la
presentación de la acusación por el fiscal al juez o presidente del Tribunal
(art. 323 CPP).
De lo anterior se extrae que, aunque la ley no lo diga claramente, el proceso
penal se inicia con la imputación formal, a partir de la cual corre el término
de los seis meses de duración de la Etapa Preparatoria establecida por el
párrafo primero del art. 134 CPP, cuando textualmente dice: 'La etapa
preparatoria deberá finalizar en el plazo máximo de seis meses de iniciado
el proceso'.
(…)
Así, con el Acta de imputación (imputación formal en nuestra legislación) se
inicia el proceso, al igual que en nuestro sistema procesal (art. 302 CPP); un
entendimiento contrario conduciría al absurdo de pensar que la imputación
formal, en el marco del código, sólo sería exigible cuando el fiscal solicita al
juez medidas cautelares (art. 233-303 CPP); extremo que no es compatible
con una interpretación contextualizada (sistemática) de la ley procesal en
análisis.
Consecuentemente, dado el carácter público del proceso, el cómputo de
los seis meses previstos por el art. 134 CPP para el desarrollo de la
Etapa Preparatoria, empieza a partir de que el Juez cautelar pone
en conocimiento del encausado la imputación formal, siendo éste el
actuado jurisdiccional que marca el inicio del proceso penal, y a
partir de ahí, se tiene un término máximo de seis meses para
presentar la acusación, ampliable únicamente en el supuesto establecido
por el segundo párrafo del art. 134 CPP; sin que esto quiera decir que la
extinción opere ipso facto, como lo ha entendido la jurisprudencia de este
Tribunal Constitucional en las SSCC 764/2002-R y 895/2002-R; pues
deben desarrollarse las formalidades establecidas por el mismo artículo 134
CPP” (negrillas fuera del texto original).
Es decir, es a partir del momento en el que el justiciable toma
conocimiento de la existencia de una imputación formal en su contra, por
la supuesta comisión de un hecho ilícito, a través de la comunicación o
notificación que ordena el juez cautelar, que da inicio la primera etapa o
etapa preparatoria del proceso penal, que -valga la redundancia- desde el
momento de la notificación con la imputación formal, tiene una duración
de seis meses, plazo que únicamente podrá prorrogarse a pedido del
Ministerio Público, cuando surjan nuevos elementos o nuevos indicios que
requieran de mayor análisis.
Asimismo, en caso de existir pluralidad de imputados, la SC 0611/2010-R
de 16 de julio, citando la  SC 0691/2004-R de 11 de mayo, ha señalado lo
siguiente: “…partiendo del razonamiento formulado en la SC 1036/2002-R
de 29 de agosto, se concluye que en caso de existir varias imputaciones o
como en el presente caso-más de una imputación-, presentadas en tiempos
diferentes, el término de los seis meses de la etapa preparatoria establecido
por el art. 134 del CPP, debe computarse desde la notificación con la última
imputación formulada, en resguardo de los derechos y garantías de la
persona sindicada de la presunta comisión de un delito. De donde resulta,
que la ampliación de la imputación en contra de otros imputados, en los
casos que corresponda, implica la ampliación automática del plazo
establecido por el art. 134 del CPP…”.
Respecto al momento para presentar la imputación formal, establecido por
el art. 301.1 del CPP, la precitada SC 1036/2002-R, manifestó: “Si bien el
Código de Procedimiento Penal no establece de manera explícita el plazo en
que la imputación formal debe ser presentada por el fiscal; del contenido del
art. 300, 301 y 302 CPP, se entiende que la misma debe emitirse a la
conclusión de los actos iniciales de investigación, cuando, obviamente,
existan indicios suficientes sobre la existencia del hecho y la participación
del imputado; sin embargo, del contenido del art. 301.2 CPP, en el que se
concede al Fiscal la facultad de Ordenar la complementación de la
diligencias policiales, fijando un plazo para el efecto, se extrae que, en el
sentido de la ley, al fiscal no le es exigible presentar la misma en la
generalidad de los casos en el momento señalado; sino sólo en aquellos
supuestos en los que existen indicios suficientes.
Esto no significa, sin embargo, que el fiscal carezca en absoluto de plazo
para presentar la imputación formal; pues, tal entendimiento no guardaría
sujeción al mandato constitucional de celeridad procesal consagrado por el
art. 116.X CPE, de lo que se extrae que el fiscal está impelido a presentar la
imputación formal en un plazo que debe ser fijado por el juez, atendiendo la
complejidad del asunto, en los casos en que el fiscal no lo haga en un plazo
razonable; plazo que en ninguna circunstancia, puede exceder al establecido
por el art. 134 CPP, para la conclusión de la Etapa Preparatoria”; es decir, si
bien en el ordenamiento jurídico no está establecido un plazo específico
para la presentación de la imputación formal, el Fiscal a cargo de la
investigación, está obligado a presentar la imputación formal en un plazo
razonable, atendiendo a la complejidad del caso, plazo que en última
instancia debe ser fijado por el juez y que no podrá en ningún caso exceder
el término determinado para la conclusión de la etapa preparatoria.
III.3. Conclusión de la etapa preparatoria
De conformidad a lo prescrito por el art. 130 del CPP, los plazos en materia
penal, son improrrogables y perentorios y en consecuencia, inmodificables;
de ello, se infiere que tanto las partes procesales como los administradores
de justicia y los fiscales, se encuentran compelidos a su obligatorio
cumplimiento, no pudiendo, ninguno de ellos, alterar los plazos legalmente
establecidos de manera unilateral, salvo previsión específica de la propia
ley; así el art. 135 del citado Código procedimental, determina que la
inobservancia de los plazos implica retardación de justicia y da lugar a la
responsabilidad disciplinaria y penal del funcionario negligente.
Ahora bien, partiendo de que el plazo máximo de duración de la etapa
preparatoria, determinado en el art. 134 del citado Código, es de seis
meses y consecuentemente improrrogable y perentorio, ante la posibilidad
de que el fiscal no presente acto conclusivo, el juez está obligado, en
aplicación de la normativa referida, a conminar al representante del
Ministerio Público a efectos de que en el plazo de cinco días, presente
resolución conclusiva o acusación, plazo, este último, que no podrá ser
alterado o incumplido por la autoridad jurisdiccional, el Ministerio
Púbico y menos los sujetos procesales.
No obstante, cuando el plazo de cinco días ha transcurrido y el Fiscal no
ha presentado el acto conclusivo, corresponde al juzgador, por analogía y
en aplicación del principio de igualdad procesal, comunicar a la víctima la
facultad que le asiste para presentar acusación particular en el mismo
plazo (cinco días), vencido el cual, el juzgador declarará extinguida la
acción penal por duración máxima de la etapa preparatoria emitiendo al
efecto una resolución debidamente fundamentada; sin embargo, cuando el
querellante presente su acusación, el proceso continuará sobre la base de
dicho pliego acusatorio, sin perjuicio de la responsabilidad personal del
Fiscal Departamental y Fiscal de Materia.
El anterior razonamiento fue asumido por este Tribunal, cuando al
referirse al incumplimiento de la conminatoria efectuada por el juez
cautelar, a través de la SCP 0264/2012 de 4 de junio, citando a la SC
1173/2004-R de 26 de junio, señaló: ”…si el Ministerio Público no presenta
uno de los requerimientos conclusivos previstos por el art. 323 del CPP, es
decir: acusación, solicitud de aplicación de una salida alternativa o de un
requerimiento de sobreseimiento, el Juez está obligado a declarar la
extinción de la acción penal, independientemente de que exista o no
solicitud de la parte imputada; sin embargo, es enfática al señalar que
debe precisarse que en virtud al derecho a la tutela judicial efectiva y a los
derechos que le asisten a la víctima, el juez, antes de emitir la resolución
correspondiente, deberá notificar a la víctima a efecto de que sea escuchada
y, en su caso, impugne la determinación a tomarse, conforme a lo dispuesto
en el art. 11 del CPP, modificado por la ley 007 de 18 de mayo de 2010, que
establece que “la víctima por si sola o por intermedio de un abogado, sea
particular o del estado, podrá intervenir en el proceso penal, aunque no
estuviera constituido en querellante”; norma que guarda coherencia con el
art. 134 del CPP antes aludido, que en el segundo párrafo establece un
resguardo a favor de la víctima, referido a que el proceso pueda continuar
sobre la base de la actuación del querellante” (las negrillas nos
corresponden).
Sin embargo, es preciso aclarar, que el plazo de seis meses previsto en el
art. 134 del CPP, es, el término máximo para la duración de la etapa
preparatoria, así establece la jurisprudencia contenida en la SC
0103/2004-R de 21 de enero, indica: “...el plazo de los seis meses previsto
por el art. 134 del CPP es un plazo máximo, lo que significa que el Fiscal
puede antes de su vencimiento presentar la acusación formal si estima que
la investigación proporcionó fundamentos para el enjuiciamiento del
imputado, decretar el sobreseimiento o requerir ante el juez de instrucción,
la suspensión condicional del proceso, la aplicación de un procedimiento
abreviado, de un criterio de oportunidad o que se promueva la conciliación”,
razonamiento asumido también por la SC 0406/2007-R de 16 de mayo,
cuando indicó que: “…la etapa preparatoria puede concluir antes del plazo
máximo previsto en el art. 134 del CPP, de acuerdo a la simplicidad del
caso, el número de imputados o avances de la investigación, siempre que
ello no implique restringir la facultad de las partes a ofrecer elementos
probatorios que permitan a los fiscales contar con la información necesaria
para formar convicción y, en su caso presentar la acusación
correspondiente”.
Podemos concluir entonces señalando que, el plazo de seis meses
establecido para el desarrollo de la etapa preparatoria, es un plazo máximo
que no necesariamente deba cumplirse a cabalidad para que el Ministerio
Público presente requerimiento conclusivo conforme a lo previsto por el
art. 323 del CPP, modificado por la Ley 007; de donde se colige que si el
Ministerio Público, antes de los seis meses cuenta con los elementos
suficientes para emitir acto conclusivo que de por terminada la etapa
preparatoria, puede presentar el mismo.
III.4. Extinción de la acción penal por duración máxima de la etapa
preparatoria
Conforme se tiene desarrollado en los Fundamentos Jurídicos precedentes,
una vez que se ha dado inicio al proceso penal mediante la notificación con
la imputación formal a quien se le atribuye la comisión de un ilícito,
comienza la etapa preparatoria, cuya duración es de seis meses, tiempo
durante el cual el Ministerio Público tendrá la tarea de recolectar los
elementos que lo lleven a fundar una posible acusación o en su defecto
optar por una salida alternativa, a no ser que, por la complejidad del caso,
sea necesario solicitar a la autoridad jurisdiccional la ampliación del
término para el cumplimiento de las diligencias investigativas hasta un
máximo de dieciocho meses.
Asimismo, conforme se ha expuesto, el art. 134 del CPP, en su parte in
fine, indica: "Si vencido el plazo de la etapa preparatoria el fiscal no acusa
ni presenta otra solicitud conclusiva, el juez conminará al Fiscal del
Distrito para que lo haga en el plazo de cinco días. Transcurrido este plazo
sin que se presente solicitud por parte de la Fiscalía, el juez declarará
extinguida la acción penal, salvo que el proceso pueda continuar sobre la
base de la actuación del querellante, sin perjuicio de la responsabilidad
personal del Fiscal del Distrito"; de donde se infiere que, habiendo
transcurrido el plazo otorgado por el juez mediante conminatoria al Fiscal
de Distrito a efecto de que presente resolución conclusiva, sin que lo haya
hecho, corresponderá al juzgador declarar la extinción de la acción penal,
declaratoria que deberá ser expresa, pues no puede entenderse que por el
simple paso de los seis meses de la etapa preparatoria, la acción penal se
extingue de manera automática, pues si bien el plazo establecido en los
arts. 134 y 135 del CPP, persigue materializar el principio de celeridad
contenido en los arts. 178.I y 180.I de la CPE y evitar la retardación de
justicia, no puede el juzgador, en observancia del principio de igualdad de
las partes, obviar el derecho que tiene la víctima de ser escuchada a
efectos de que pueda opinar o impugnar la decisión del órgano
jurisdiccional, por lo que, se reitera, la declaración de extinción de la
acción penal en la etapa preparatoria por vencimiento del plazo de los seis
meses y la falta de pronunciamiento del Ministerio Público a la
conminatoria efectuada por la autoridad jurisdiccional dentro del plazo de
los cinco días, debe estar contenida en una resolución expresa
debidamente fundamentada y motivada.
III.5. La vulneración del debido proceso vinculada a la omisión del
deber de jueces y tribunales de emitir resoluciones debidamente
fundamentadas y motivadas
A efecto de incursionar en un análisis cabal de la problemática que se
aborda, debe considerarse que, el debido proceso, consagrado en el art.
115.II de la CPE, lleva inserto en su esencia la garantía de que conforme
establecen los arts. 13.I con relación al 14.III constitucionales, todos los
derechos reconocidos en la Ley Fundamental deberán ser rigurosamente
respetados por el juez al resolver asuntos sometidos a su conocimiento,
como forma de asegurar la materialización de la justicia, meta última y
razón de ser del ordenamiento positivo. Tales derechos no son sólo los que
aparecen recogidos en la Norma Suprema en sentido formal, sino los
consagrados en instrumentos internacionales ratificados por el Estado
Plurinacional de Bolivia, entre ellos la Declaración universal de Derechos
Humanos, el Pacto de Derechos Civiles y Políticos, la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, que conforman el
llamado bloque de constitucionalidad (art. 410 CPE) y que por tanto
forman parte de la constitución en sentido material de acuerdo al
postulado contenido en el art. 13.IV CPE; en consecuencia, tanto las
autoridades como las partes que intervienen en el proceso se encuentra
obligadas a observar estos principios y garantías, a las cuales deben
ajustar su actuación, pues su desconocimiento acarrea la violación de la
Norma Suprema.
El anterior Tribunal Constitucional, en reiterada jurisprudencia ha
señalado que: “…la garantía del debido proceso, comprende entre uno de
sus elementos la exigencia de la motivación de las resoluciones, lo que
significa, que toda autoridad que conozca de un reclamo, solicitud o que
dicte una resolución resolviendo una situación jurídica, debe
ineludiblemente exponer los motivos que sustentan su decisión, para lo cual,
también es necesario que exponga los hechos establecidos, si la
problemática lo exige, de manera que el justiciable al momento de conocer la
decisión del juzgador lea y comprenda la misma, pues la estructura de una
resolución tanto en el fondo como en la forma, dejará pleno convencimiento a
las partes de que se ha actuado no sólo de acuerdo a las normas
sustantivas y procesales aplicables al caso, sino que también la decisión
está regida por los principios y valores supremos rectores que rigen al
juzgador, eliminándose cualquier interés y parcialidad, dando al
administrado el pleno convencimiento de que no había otra forma de
resolver los hechos juzgados sino de la forma en que se decidió (…) cuando
aquella motivación no existe y se emite únicamente la conclusión a la que ha
arribado el juzgador, son razonables las dudas del justiciable en sentido de
que los hechos no fueron juzgados conforme a los principios y valores
supremos, vale decir, no se le convence que ha actuado con apego a la
justicia, por lo mismo se le abren los canales que la Ley Fundamental le
otorga para que en búsqueda de la justicia, acuda a este Tribunal como
contralor de la misma, a fin de que dentro del proceso se observen sus
derechos y garantías fundamentales, y así pueda obtener una resolución
que ordene la restitución de dichos derechos y garantías, entre los cuales,
se encuentra la garantía del debido proceso, que faculta a todo justiciable a
exigir del órgano jurisdiccional a cargo del juzgamiento una resolución
debidamente fundamentada, así se ha entendido en varios fallos de este
Tribunal, entre ellos, la SC 0752/2002-R de 25 de junio (…), cabe destacar
que la motivación no implicará la exposición ampulosa de consideraciones y
citas legales, sino que exige una estructura de forma y de fondo. En cuanto
a esta segunda, la motivación puede ser concisa pero clara y satisfacer
todos los puntos demandados, debiendo expresar el Juez sus convicciones
determinativas que justifiquen razonablemente su decisión en cuyo caso las
normas del debido proceso se tendrán por fielmente cumplidas. En sentido
contrario, cuando la resolución aún siendo extensa no traduce las razones o
motivos por los cuales se toma una decisión, dichas normas se tendrán por
vulneradas” (SC 1365/2005-R de 31 de octubre).
En este sentido el debido proceso, concebido como instrumento jurídico a
ser observado por los órganos jurisdiccionales y administrativos para el
estricto acatamiento de las normas establecidas en el ordenamiento
jurídico y el respeto de derechos fundamentales y garantías
constitucionales durante la sustanciación del proceso, exige que la
administración de justicia, no se limite al cumplimiento fiel de los
procedimientos previamente establecidos por ley, sino que, es
imprescindible que en el proceso de impartir justicia, las decisiones que se
asuman en cumplimiento de este deber constitucional, sean eficaces; es
decir que los fallos contengan resoluciones claras, ciertas, motivadas y
jurídicamente sustentadas, que permitan un claro entendimiento respecto
a los argumentos que generaron su pronunciamiento.
A través de la jurisprudencia constitucional, se ha establecido que la falta
de fundamentación de las decisiones judiciales, se constituye en la
carencia de respaldo argumentativo o la escasa o nula relevancia de los
argumentos expuestos al dirimir una controversia, remarcando
enfáticamente que es imprescindible que el juez sustente de manera clara
los motivos que lo llevaron a tomar una decisión determinada; es decir
que, siendo deber del juzgador administrar justicia, es obligación suya, en
atención al mandato constitucional contenido en el art. 180 de la CPE,
resolver los casos puestos a su conocimiento, de manera pronta, oportuna,
transparente e imparcial dentro de los plazos establecidos por el
ordenamiento jurídico; a este efecto, los procesos que sean revisados por
él, deberán merecer de su parte un análisis minucioso y una respuesta
juiciosa y debidamente sustentada, explicando las razones que llevaron al
juzgador a asumir una decisión en concreto, toda vez que:"…un principio
general, en materia de procedimiento, por estar directamente relacionado
con el debido proceso y el derecho de defensa, (es) que exista la debida
coherencia, en todas las sentencias, entre los hechos, las pretensiones y la
decisión. Es decir, el juez debe resolver todos los aspectos ante él
expuestos. Y es su obligación explicar las razones por las cuales no
entrará al fondo de alguna de las pretensiones. También se ha
establecido por la doctrina y la jurisprudencia, que no toda falta de
pronunciamiento expreso sobre una pretensión, hace, por sí misma
incongruente una sentencia. Al respecto, cabe recordar lo dispuesto en el
artículo 305 del Código de Procedimiento Civil"  (las negrillas y subrayado
son nuestras).
En materia penal, el ordenamiento jurídico boliviano establece a través del
art. 124 del CPP, que: “Las sentencias y autos interlocutorios serán
fundamentados. Expresarán los motivos de hecho y de derecho en que
basan sus decisiones y el valor otorgado a los medios de prueba.
La fundamentación no podrá ser remplazada por la simple relación de los
documentos o la mención de los requerimientos de las partes”.
Esta previsión normativa permite ilustrar el razonamiento expuesto supra,
pues se refuerza el entendimiento de que el derecho al debido proceso,
exige también que toda resolución emanada de autoridad jurisdiccional
sea debidamente fundamentada; es decir, que todo administrador de
justicia que deba dictar un fallo o emitir pronunciamiento respecto a
determinado tema propuesto por las partes procesales, debe
indispensablemente exponer los hechos, realizar la fundamentación legal y
citar las normas que sustentan la parte dispositiva de la resolución; una
actuación contraria, no sólo suprime una parte estructural de la misma,
sino que en los hechos, el juzgador toma una decisión de hecho no de
derecho, que al resultar alejada de los principios constitucionales que
rigen la administración de justicia, vulnera de manera flagrante el
“derecho a un debido proceso” e impide a las partes conocer las razones
que fundaron su decisión, sin que esto implique la exposición ampulosa de
consideraciones y citas legales, sino que la estructura de forma y fondo de
la resolución sea clara y concisa y que por sobre todo satisfaga y responda
a las inquietudes y puntos demandados por las partes procesales; toda vez
que no es necesario efectuar grandes consideraciones y elaborar
interminables resoluciones que a más de responder a los puntos
cuestionados, ocasione en los litigantes una sensación de confusión por la
extensión de su texto, razonamiento plasmado en la SC 1365/2005-R de
31 de octubre, citada por la SC 0543/2010-R de 12 de julio.
“La función del juez radica en la definición del derecho y uno de los
principios en que se inspira reside en el imperativo de que, sin excepciones,
sus providencias estén clara y completamente motivadas. La obligatoriedad
e intangibilidad de las decisiones judiciales proviene de la autoridad que les
confiere la Constitución para resolver los casos concretos, con base en la
aplicación de los preceptos, principios y valores plasmados en la propia
Carta y en las leyes, y de ninguna manera emanan de la simple voluntad o
de la imposición que pretenda hacer el juez de una determinada conducta o
abstención, forzosa para el sujeto pasivo del fallo.
De modo que toda sentencia debe estar razonablemente fundada en el
sistema jurídico, mediante la aplicación de sus reglas a las circunstancias
de hecho sobre las cuales haya recaído el debate jurídico surtido en el curso
del proceso y la evaluación que el propio juez, al impartir justicia, haya
adelantado en virtud de la sana crítica y de la autonomía funcional que los
preceptos fundamentales le garantizan.
Una cosa es el margen de interpretación y razonamiento que tiene todo juez
al proferir sus providencias, y otra bien distinta la arbitrariedad que pudiera
permitirle resolver sin hacer explícito el porqué de su resolución” .
Es imprescindible entonces que el juzgador al momento de emitir una
decisión, exponga los hechos que la motivaron y los argumentos jurídicos,
axiológicos y doctrinarios que sustentan la resolución, de manera que el
justiciable al conocer la decisión del enjuiciador lea y comprenda la
misma, situación que es imposible cuando no existe motivación que
permita conocer las razones que impulsaron al juez a asumir una
determinación específica, oportunidad en la cual, el justiciable tiene, a
través de los medios que la Constitución Política del Estado le otorga, la
facultad de recurrir a la jurisdicción constitucional con la finalidad de que
dentro del proceso se observen sus derechos y garantías fundamentales a
través de la emisión de una resolución que dé efectividad a la garantía del
debido proceso, que faculta a todo justiciable a exigir, del órgano
jurisdiccional a cargo del juzgamiento, una resolución debidamente
fundamentada.
III.6. La inobservancia de los plazos procesales constituye vulneración
al debido proceso y es por ende susceptible de tutela a través de la
acción de amparo constitucional
El art. 130 del CPP, establece a la letra que: “Los plazos son
improrrogables y perentorios, salvo disposición contraria de este Código”,
prescripción que armoniza su contenido con los postulados descritos en
los arts. 178.I y 180.I de la CPE, que en su esencia sustentan la validez
material del principio de celeridad en las actuaciones judiciales.
Así, a partir de una interpretación sistemática de los artículos citados
supra, es posible concluir que, a efectos de concretizar el principio de
celeridad, que da cuenta del derecho al acceso a una justicia pronta y
oportuna, es imperativo que los administrares de justicia se ciñan al
cumplimiento estricto de los plazos establecidos en la normativa procesal
penal, precisamente por la calidad de los derechos que compete conocer a
la materia.
Ahora bien, la jurisprudencia constitucional ha señalado que la
inobservancia del principio de celeridad en la tramitación de los procesos
judiciales, genera lesión al debido proceso, por lo que, en base al
razonamiento anterior, podemos afirmar que el incumplimiento de los
plazos procesales, a más de retardar el tratamiento o resolución de las
cuestiones puestas a consideración de la autoridad judicial, genera
dilación innecesaria e incumple uno de los principios procesales más
importantes en materia penal como lo es el de celeridad y que, conforme se
anotó, vulnera el debido proceso que se encuentra bajo protección de la
acción de amparo constitucional en los casos en los cuales no se halla
directamente vinculado con el derecho a la libertad, presupuesto en el
cual, procede la tutela a través de la acción de libertad.
En conclusión, el incumplimiento de los plazos procesales establecidos en
el ordenamiento jurídico penal, por disposición expresa del art. 130 del
CPP, al ser perentorios e improrrogables, son preclusivos y su
inobservancia constituye una grave vulneración al derecho fundamental
del debido proceso.
III.7. La interpretación de la legalidad ordinaria
La jurisprudencia Constitucional, además de establecer los límites para la
procedencia de las acciones de amparo contra decisiones judiciales,
construyó la doctrina de las auto restricciones (self restraint) para la
jurisdicción constitucional, con el objeto de delimitar los ámbitos entre
ésta y la jurisdicción ordinaria, en ese marco una de ellas es precisamente
la no interpretación de la legalidad ordinaria; al respecto, la SC
1846/2004-R de 30 de noviembre, señaló: “Si bien la interpretación de la
legalidad ordinaria debe ser labor de la jurisdicción común, corresponde a la
justicia constitucional verificar si en esa labor interpretativa no se han
quebrantado los principios constitucionales informadores del ordenamiento
jurídico, entre ellos, los de legalidad, seguridad jurídica, igualdad,
proporcionalidad, jerarquía normativa y debido proceso; principios a los que
se hallan vinculados todos los operadores jurídicos de la nación; dado que
compete a la jurisdicción constitucional otorgar la protección requerida, a
través de las acciones de tutela establecidas en los arts. 18 y 19 de la
Constitución, ante violaciones a los derechos y garantías constitucionales,
ocasionadas por una interpretación que tenga su origen en la jurisdicción
ordinaria, que vulnere principios y valores constitucionales.
Esto significa que los órganos de la jurisdicción ordinaria deben sujetar su
labor interpretativa a las reglas admitidas por el derecho, con plena vigencia
en el derecho positivo, que exige que tal labor se la realice partiendo de una
‘interpretación al tenor de la norma (interpretación gramatical), con base en
el contexto (interpretación sistemática), con base en su finalidad
(interpretación teleológica) y los estudios preparatorios de la ley y la historia
de formación de la ley (interpretación histórica)’ (Cfr. Cincuenta años de
jurisprudencia del Tribunal Constitucional Alemán , pág. 2); reglas o
métodos de interpretación que en algunas legislaciones, han sido
incorporados al ordenamiento jurídico positivo (así, art. 3.1 del Código civil
español)”.
En ese sentido, para que la jurisdicción constitucional ingrese al análisis
de la interpretación de la legalidad ordinaria, efectuada por los jueces y
tribunales, conforme a las subreglas desarrolladas por la SC 0085/2006-R
de 25 de enero, es preciso que el accionante, “…1. Explique por qué la labor
interpretativa impugnada resulta insuficientemente motivada, arbitraria,
incongruente, absurda o ilógica o con error evidente, identificando, en su
caso, las reglas de interpretación que fueron omitidas por el órgano judicial o
administrativo, y 2. Precise los derechos o garantías constitucionales que
fueron lesionados por el intérprete, estableciendo el nexo de causalidad
entre éstos y la interpretación impugnada; dado que sólo de esta manera la
problemática planteada por el recurrente, tendrá relevancia constitucional.
En ese entendido, el demandante no debe limitarse a hacer un relato de los
hechos, sino que debe explicar no sólo por qué considera que la
interpretación no es razonable, sino también cómo esa labor interpretativa
vulneró sus derechos y garantías; este entendimiento ha sido reiterado por
las SSCC 83/2010-R, 660/2010-R, 914/2010-R y 090/2010-R”.
III.7.1. Principio de razonabilidad
El significado del vocablo razonable, puede ser entendido como todo
aquello arreglado a la razón; entonces, es posible señalar que, cuando
utilizamos dicho término, aludimos todo aquello que resulta proporcionado
e idóneo para alcanzar el fin propuesto; en este sentido, al referirnos a
proporcionalidad entre medio y fin, se pretende establecer la necesidad de
determinar el sentido del contenido de la justicia en la aplicación
sustancial de la norma; por lo que, en este contexto, razonabilidad o
proporcionalidad, pueden entenderse como un forma de garantizar el
respeto integral de los derechos fundamentales por parte de los poderes
del Estado, hecho que permite que, este principio, se constituya en una
herramienta del control constitucional.
El art. 13.I de la CPE, determina que los derechos reconocidos por ésta,
son inviolables, universales, interdependientes y progresivos; por lo que, es
deber del Estado promoverlos, protegerlos y respetarlos; asimismo el art.
14.IV de la misma Ley Fundamental, prescribe que, en su ejercicio, nadie
será obligado a hacer lo que la Constitución y las leyes no manden, ni a
privarse de lo que éstas prohíban, máxime si, conforme reza el art. 410.I y
II, “Todas las personas, naturales y jurídicas, así como los órganos
públicos, funciones públicas e instituciones, se encuentran sometidos a la
presente Constitución”, en el entendido de que, ésta, es la norma suprema
del ordenamiento jurídico boliviano y goza de primacía frente a cualquier
otra disposición normativa; en tal sentido, los principios, garantías y
derechos reconocidos por la Norma Fundamental no pueden ser alterados
por leyes que regulen su ejercicio ni necesitan de reglamentación previa
para su cumplimiento; proclamación contenida en el art. 9 inc. 4) de la
CPE que garantiza el cumplimiento de los principios, valores, derechos y
deberes reconocidos y consagrados en la misma.
“Estos valores superiores han sido instituidos por el constituyente como
primordiales para la comunidad, y en ese sentido, son la base del
ordenamiento jurídico, y a la vez presiden su interpretación y aplicación.
Los valores superiores poseen una triple dimensión: a) fundamentadora del
conjunto de disposiciones e instituciones constitucionales, así como del
ordenamiento jurídico en su conjunto, al que se proyectan sus normas,
principios y valores, lo que determina que tengan una significación de núcleo
básico e informador de todo el sistema jurídico político; b) orientadora del
orden jurídico hacia fines predeterminados, que hacen ilegítimas las normas
que persiguen fines distintos o que obstaculicen la consecución de los
valores que enuncia la Constitución; c) crítica, pues sirve de parámetro para
la valoración de conductas, posibilitando el control jurisdiccional de las
restantes normas del ordenamiento jurídico para determinar si están
conformes o infringen los valores constitucionales (Antonio Enrique Pérez
Luño).
Consiguientemente, los valores superiores deben ser considerados
como mandatos dirigidos, primero, al legislador, para que sean
tomados en cuenta en la elaboración de las leyes y, segundo, al
poder ejecutivo y judicial, para que sean considerados en la
aplicación e interpretación de esas normas, optando siempre por
aquella aplicación e interpretación que más favorable resulte a la
efectiva concreción de esos valores (Javier Santamaría Ibeas)” (SC
1846-2004-R de 30 de noviembre) (las negrillas son nuestras)
Ahora bien, respecto al principio de razonabilidad, debe entenderse el
mismo, como la facultad de los órganos jurisdiccionales, de limitar el
ejercicio del poder del Estado frente a los administrados, esto es, que,
cuando exista una norma que únicamente mande o prohíba de acuerdo su
reglas y mecanismos instituidos por ella misma, en aplicación del principio
de razonabilidad, deberá cuidarse que dicha norma sea constitucional; es
decir, que respete el valor justicia, reconocido, entre otros, en el art. 8.II de
la CPE, lo cual permite que dicho principio se constituya en la base del
proceso sustantivo; en ese sentido, cuando el principio de razonabilidad es
vulnerado, se entiende la existencia de lesión al debido proceso.
Complementando este razonamiento, podemos agregar que si bien la
razonabilidad no impedirá que el legislador o administrador, vulneren
derechos y garantías constitucionales, permitirá, a través del contenido
esencial de dicho principio; verificar si la normativa aplicada en
determinado caso, produjo afectación del derecho reclamado; en tal
sentido, resultará imprescindible que, el legislador indague respecto al
núcleo del derecho cuestionado, correspondiendo, posteriormente, analizar
si en realidad la aplicación de la normativa, causó lesiones indebidas al
contenido del derecho; pues como, se expuso precedentemente, la
razonabilidad, emana de la norma y se constituye en el límite de la
actuación de los poderes públicos, cuando éstos con sus decisiones y/o
acciones, afectan directa o indirectamente derechos y garantías
constitucionales contenidas y reconocidas por la Constitución Política del
Estado.
De conformidad a lo expuesto, la precitada SC 1846/2004-R, sostuvo
que: “Las reglas de la interpretación aludidas, operan como barreras de
contención o controles, destinadas a precautelar que a través de una
interpretación defectuosa o arbitraria, se quebranten los principios
constitucionales aludidos; de modo que debe ser previsible, tanto en relación
a los medios empleados cuanto en relación al resultado alcanzado; pues la
interpretación de una norma no puede conducir a la creación de una norma
distinta de la interpretada.
En este orden, conviene precisar que la interpretación sistemática o
contextualizada, puede extenderse, según los casos, al artículo del cual
forma parte el párrafo o inciso analizado; al capítulo o título al que
pertenece; al sector del ordenamiento con el que se vincula o pertenece; o al
ordenamiento en su conjunto; y finalmente, de manera inexcusable, con las
normas, principios y valores de la Constitución, dado que de todas las
interpretaciones posibles que admita una norma, debe prevalecer
siempre aquella que mejor concuerde con la Constitución” (las
negrillas nos pertenecen).
III.8. Análisis del caso concreto
Del análisis de la documental adjunta al cuaderno procesal, se puede
observar que mediante memorial cursante de fs. 34 a 35, José Daniel
Rosales Algarañaz, interpuso recurso de apelación incidental contra la
Resolución 85/2011 de 13 de agosto dictada por la Jueza Quinta de
Instrucción en lo Penal en suplencia legal de su similar Cuarto, alegando
que el plazo de seis meses para el vencimiento de la etapa preparatoria
comenzó a computarse el 21 de noviembre de 2010, fecha en la cual se
llevó a cabo audiencia cautelar, notificándose a la autoridad fiscal con la
respectiva conminatoria el 22 junio de 2011; por lo que el plazo de cinco
días para presentar acto conclusivo, vencía el 29 de igual mes y año; es así
que el 1 de julio de 2011, solicitó extinción de la acción penal, por
vencimiento del plazo previsto en el art. 134 del CPP, no obstante la Jueza
a quo, declaró improbada la extinción de la acción penal por considerar
que no se cumplen los requisitos exigidos por el artículo precitado; es
decir, que: a) Se hayan vencido los seis meses de la etapa preparatoria sin
que exista acto conclusivo; y, b) Habiéndose notificado al Fiscal de Distrito
con la conminatoria para que presente acto conclusivo dentro de los
siguientes cinco días, la autoridad fiscal no lo hiciere; presupuesto que no
se cumplen en el presente caso; además, corresponde dejar
manifiestamente claro que no existe parte civil querellante.
Ahora bien, se constata que el pronunciamiento de las autoridades
demandadas no se encuentra acorde a los principios de eficacia y verdad
material; el primero que debe entenderse como el cumplimiento de las
disposiciones legales y sus procedimientos y el segundo, que el juzgador
tiene que basar su decisión en la realidad fiel y circunstancias de los
hechos que los impregnan; pues la Resolución impugnada mediante esta
vía constitucional, empieza a realizar su argumentación sobre los plazos
procesales previstos en el Código de Procedimiento Penal señalando, que
“Según lo establece nuestra economía jurídica en especial el art. 134 del
Código de Procedimiento Penal la etapa preparatoria deberá finalizar en el
plazo máximo de seis meses de iniciado el proceso; dentro de cuyo plazo el
Fiscal deberá acusar o presentar su solicitud conclusiva, sino lo hace en
dicho término, el juez de la causa conminará al Fiscal de Distrito para que
en el término de CINCO días formule alguno de los actos antes citados,
cuya omisión provocará necesariamente la extinción de la acción penal”
(sic); sin embargo de ello, contradictoriamente, concluye indicando que,
habiéndose notificado el 22 de junio de 2011, al Fiscal de Distrito, con la
conminatoria para que presente requerimiento conclusivo dentro de los
cinco días siguientes, la autoridad fiscal presentó acusación formal el 4 de
julio de 2011 ante el Juzgado de turno de Instrucción en lo Penal,
habiendo dado cabal cumplimiento a la conminatoria, no existiendo
negligencia en el accionar del Fiscal de Materia que haya podido
ocasionar vulneración a derechos constitucionales.
En este sentido, se observa a fs. 6, del expediente que José Daniel Rosales
Algarañaz, fue notificado con la imputación formal y señalamiento de
audiencia el 21 de noviembre de 2010, empezando a correr, desde ese
momento, el plazo de seis meses establecidos para la duración de la etapa
preparatoria sin que el Ministerio Público hubiera solicitado ampliación del
plazo; posteriormente (fs. 15), el accionante, el 7 de junio de 2011,
indicando haber transcurrido más de seis meses desde que dio inicio la
etapa preparatoria, pidió se conmine al Fiscal de Distrito para que
presente acto conclusivo, siendo notificado el representante del Ministerio
Público el 22 del indicado mes y año, con oficio 289/2011 (fs. 17), sin
que hasta el 1 de julio de ese año, el mencionado presentara acto
conclusivo alguno, por lo que el justiciable solicitó extinción de la acción
penal, reiterando su pedido el 15 del mismo mes y año, el cual, pese al
informe emitido (a fs. 22) por el Auxiliar del Juzgado Cuarto de
Instrucción, que afirmó la inexistencia en aquellas dependencias del
requerimiento conclusivo y luego del trámite previsto por el art. 314 del
CPP, mediante Auto de 13 de agosto de 2011, se declaró improbada la
extinción de la acción penal; aspecto que no fue motivado ni
fundamentado por las autoridades ahora demandadas, a momento de
emitir el Auto de Vista 486 de 8 de octubre de 2011.
Por otra parte, si bien las autoridades demandadas se pronuncian sobre
los plazos de la conminatoria y la actuación del Fiscal, sin embargo y como
se dijo, proceden a realizar una fundamentación genérica y no coherente
con la realidad de los actuados y plazos procesales, no existiendo
congruencia entre la parte considerativa y la parte resolutiva del Auto de
Vista; pues primero se indica que en caso de incumplimiento del plazo de
cinco días se extingue la etapa preparatoria, pero en la parte resolutiva
declaran improcedente el recurso de apelación.  
En todo caso, la jurisprudencia constitucional ha establecido que, los
tribunales o jueces de alzada, en el ejercicio de su deber constitucional,
deben verificar que dentro del proceso que se lleva a cabo, el inferior haya
actuado en apego a la ley; sin embargo en el presente caso, los
demandados incurrieron en una apreciación arbitraria de la normativa
procedimental, al no considerar que el plazo para el vencimiento de la
etapa preparatoria, comenzó a computarse a partir del 21 de noviembre de
2010, con la notificación con la imputación formal y que cuando se notificó
con la conminatoria al Fiscal de Distrito, el 22 de junio de 2011, habían
transcurrido superabundantemente los seis meses establecidos en el art.
134 del CPP con relación al 130 y 135 del mismo cuerpo legal y que
establecen que los plazos en materia penal, son improrrogables y
perentorios y en consecuencia, inmodificables y que la inobservancia de
los plazos implica retardación de justicia y da lugar a la responsabilidad
disciplinaria y penal del funcionario negligente, pues: “La extinción de la
acción penal por el transcurso de los seis meses, no opera sólo por el
cumplimiento de ese lapso, es necesaria la declaración mediante resolución
judicial expresa, ante la falta de presentación de un acto conclusivo por el
fiscal, dentro del plazo previsto, previa conminatoria del órgano
jurisdiccional, quien en su caso, además, deberá comunicar a la víctima la
falta de presentación de requerimiento conclusivo, y al mismo tiempo,
hacerle conocer la facultad que le asiste de presentar su acusación
particular, otorgándole por analogía y aplicando el principio de igualdad
procesal, el mismo plazo concedido al fiscal en el art. 134 del CPP, bajo
conminatoria de declararse extinguida la acción penal” (SC 1173/2004-R
de 26 de julio); no obstante, de fs. 25 a 28 cursa acusación formal, con
fecha de 4 de julio, es decir, fuera del plazo de cinco días establecidos en la
conminatoria emitida por la propia autoridad jurisdiccional, pero no existe
una valoración ni cadena argumentativa al respecto, en todo caso,
manifestaron en el Auto 489/2011 de 8 de octubre, que no se advierte
negligencia en la conducta del Fiscal de Materia, quien presentó su
acusación formal cumpliendo a “cabalidad la conminatoria conforme
prescriben los arts. 130 y 134” (sic).
Es posible concluir entonces, señalando que los demandados no
efectuaron una cabal lectura de los hechos denunciados por el imputado
respecto al accionar injustificado del Juez a quo; motivo por el cual, en
base a los argumentos expuestos supra y en aplicación de los
Fundamentos Jurídicos que sustentan la presente Sentencia
Constitucional Plurinacional, la Sala Tercera de este Tribunal, encuentra
que se ha vulnerado el derecho al debido proceso en relación a la falta de
fundamentación de resoluciones judiciales, por lo que, en aplicación del
principio de razonabilidad, que permite la revisión y aplicación de la
legalidad ordinaria, como medio efectivo para la protección de los derechos
y garantías reconocidos por la Constitución Política del Estado, en el
presente caso, es necesario conceder la tutela solicitada.
Finalmente, cabe manifestar que si bien la norma instruye también la
conminatoria a la parte querellante a efectos de que presente acusación
particular en el plazo de tres días, en el caso que se analiza, se verifica a
fs. 19 la diligencia de notificación con el decreto que corrió en traslado el
memorial de solicitud de extinción de la acción penal; sin embargo, no
cursa en el expediente respuesta alguna por parte de la víctima, por lo
que, respecto a este extremo no corresponde efectuar mayores
consideraciones de orden legal.
III.9. Otras consideraciones
Partiendo del bloque de constitucionalidad, el art. 225.I y II, establece que:
“El Ministerio Público defenderá la legalidad y los intereses generales de la
sociedad y ejercerá la acción penal pública (…)”; “El Ministerio Público
ejercerá sus funciones de acuerdo con sus principios de legalidad,
oportunidad, objetividad, responsabilidad, autonomía, unidad y jerarquía”,
precepto constitucional concordante con el art. 287 del CPP, que prescribe:
“La Fiscalía ejerce la dirección funcional de la actuación policial en la
investigación del delito”, disposición a su vez concordante con el art. 3 de
la Ley 260 que en su texto señala que el Ministerio Público “Tiene por
finalidad defender la legalidad y los intereses generales de la sociedad,
ejercer la acción penal pública e interponer otras acciones; en el marco
establecido por la Constitución Política del Estado, los Tratados y
Convenios Internacionales en materia de Derechos Humanos y las leyes” ;
en coherencia con lo manifestado y considerando toda esta configuración
de la naturaleza y funciones del Ministerio Publico, el art. 12.8 de la Ley
260, establece entre las funciones del Ministerio Publico el “Velar por el
cumplimiento de todas las disposiciones legales relativas a la ejecución de
las penas, contenidas en los pactos y Convenios Internacionales vigentes,
Código de Procedimiento Penal y la Ley”.
Consiguientemente, el Ministerio Público se constituye en una institución
de especial importancia en la eficacia de la persecución penal pública y
representa a la sociedad velando el respeto de los derechos y garantías
constitucionales; en este contexto, sus actuaciones deben enmarcarse
dentro de los principios y valores constitucionales y procesales, entre estos
la objetividad; a este efecto, durante la investigación considerará no sólo
los elementos que contribuyan a probar la acusación, sino que también
deberá analizar aquellos aspectos que pudieran eximir de responsabilidad
al imputado, actuación que debe responder de manera eficaz a los
postulados constitucionales, a las leyes y a los Tratados y Convenios
Internacionales en materia de Derechos Humanos.
En este punto es prudente recordar que el poder punitivo del Estado se
ejerce a través del proceso penal que es de carácter necesario, de interés
público y persigue una finalidad práctica, cual es la sanción del delito; en
este sentido, todo proceso penal lleva implícito en su esencia el
enjuiciamiento de una conducta socialmente repudiable y que exige la
necesaria participación de la instancia que tiene a cargo la persecución
penal, responsabilidad que recae en el Ministerio Público y que conforme
se expuso precedentemente, ocupa una posición especial dentro del
proceso penal, pues por una parte, conduce la investigación y por otra,
sostiene la pretensión penal; así, para Gómez Orbaneja “…el Fiscal
formalmente es parte y como tal figura en el proceso promoviendo la
acción penal, aportando pruebas, ejercitando los recursos, etc., y que
materialmente, representa el interés público, no parcial, de la realización
de la justicia” el cual tanto puede contraponerse como coincidir con el de
la defensa, es decir, puede acusar afirmando la pretensión punitiva del
Estado o puede, a la luz de las actuaciones sumariales, requerir el
sobreseimiento de la causa, o abierto el juicio oral, retirar la acusación,;
ello significa que el Ministerio Público debe salvaguardar el interés de la
sociedad en el proceso según el orden jurídico vigente.
Bajo estos razonamientos, es imperioso señalar que el art. 135 del CPP,
establece taxativamente que el incumplimiento de plazos, da lugar a la
responsabilidad del funcionario público; normativa que debe ser
interpretada en concordancia con el art. 180.I de la CPE, que establece
que la jurisdicción ordinaria se fundamenta entre otros principios en el de
celeridad, reconocido a su vez por el art. 7.5 de la Ley 260, que dispone
que el Ministerio Publico deberá ejercer sus funciones de manera pronta,
oportuna y sin dilaciones; marco jurídico del cual se infiere que,
tratándose de la aplicación e interpretación de normas procesales que
establecen plazos, máxime cuando dichos plazos se refieren a la extinción
de la acción penal, en cualquiera de sus formas previstas por el legislador,
el Fiscal como representante del Ministerio Público y el juez o tribunal a
cargo del control jurisdiccional conforme establece el art. 54 del CPP,
tienen el deber inexcusable de someterse rigurosamente a la ley y a los
principios constitucionales inmersos en la CPE, actuación que debe
reflejarse en la observancia estricta de los plazos procesales previstos en el
ordenamiento jurídico, fortaleciendo la administración de justicia y
asegurando la seguridad jurídica no solo a las partes en litigio, sino
también, a la sociedad en su conjunto y al sistema procesal penal; de esta
forma, no se desnaturaliza el objetivo y la eficacia de la persecución penal;
no obstante, esto no significa que el Ministerio Público no actué en el
marco del principio de objetividad señalado en el art. 72 del CPP.
En conclusión, tratándose de plazos procesales, el Ministerio Público debe
cuidar de que la etapa preparatoria concluya dentro del plazo establecido
en el art. 134 del CPP, evitando incurrir en acciones dilatorias
innecesarias que conlleven a la extinción de la acción penal, caso
contrario, su conducta se adecúa a lo previsto por el adjetivo penal en su
art. 135, con las consecuencias previstas en dicha norma.
En consecuencia; el Tribunal de garantías, al conceder la tutela
solicitada, ha evaluado en forma correcta los datos del proceso y las
normas aplicables al mismo.
POR TANTO
El Tribunal Constitucional Plurinacional, en su Sala Tercera; en virtud de
la autoridad que le confiere la Constitución Política del Estado
Plurinacional de Bolivia, y el art. 12.7 de la Ley del Tribunal Constitucional
Plurinacional, en revisión, resuelve:
1º APROBAR, la Resolución 22/2012 de 10 de agosto, cursante de fs. 61 a
62, pronunciada por la Sala Civil y Comercial Primera del Tribunal
Departamental de Justicia de Santa Cruz; y en
consecuencia, CONCEDER la tutela solicitada en los mismos términos que
el Tribunal de garantías y en base a los fundamentos expuestos en la
presente Sentencia Constitucional Plurinacional.
2º  Disponer que una vez se pronuncien las autoridades codemandadas,
las mismas remitan antecedentes de forma inmediata ante la Inspectoría
de la Fiscalía General del Estado a objeto de que se determine el grado de
responsabilidad del Fiscal de Distrito de Santa Cruz; Roberto Isabelino
Gómez Cervero y el Fiscal de Materia asignado al caso, Carlos Candia
Justiniano.
Regístrese, notifíquese y publíquese en la Gaceta Constitucional
Plurinacional.
SENTENCIA CONSTITUCIONAL PLUIRNACIONAL 0121/2012
Sucre, 2 de mayo de 2012
SALA TERCERA
Magistrada Relatora: Dra. Ligia Mónica Velásquez Castaños
Acción de amparo constitucional
Expediente:                00092-2012-01-AAC
Departamento:          Chuquisaca
En revisión la Resolución 37/2012 de 10 de febrero, cursante de fs. 97 a
101 vta., pronunciada dentro de la acción de amparo
constitucional interpuesta por Gilka Mayda Guerrero Copa en
representación legal del Servicio Departamental de Salud (SEDES)
Chuquisaca contra José Antonio Revilla Martínez y Delma Miranda
Arancibia, Vocales de la Sala Civil Segunda y de Familia, Niñez y
Adolescencia; y, Javier Salinas, Juez Segundo de Partido en lo Civil y
Comercial, todos del Tribunal Departamental de Justicia de
Chuquisaca.
I. ANTECEDENTES CON RELEVANCIA JURÍDICA
I.1. Contenido de la demanda
Por memorial presentado el 25 de febrero de 2012, cursante de fs. 49 a 55,
la accionante, señala que:
I.1.1. Hechos que motivan la acción
A)  Antecedentes del caso
En virtud al proceso ordinario sobre mejor derecho propietario seguido por
SEDES Chuquisaca contra Matilde Candelaria Micaela y Ricarda Vera
Gonzales, sobre un inmueble de “5 has, sito en av. Japón, barrio
Aranjuez", zona San Cristóbal de la ciudad de Sucre, mediante Resolución
77/2000 de 1 de abril, pronunciada por el Juez Segundo de Partido en lo
Civil y Comercial, se declaró probada la demanda principal e improbada la
excepción de falta de acción y derecho, la reconvencional de acción
negatoria y usucapión opuestas por las demandadas, Resolución que se
confirmó en todas las instancias jurisdiccionales.
Por los antecedentes menionados, refiere la accionante que SEDES
Chuquisaca tiene reconocido el mejor derecho propietario sobre el citado
bien inmueble, razón por la cual y frente a medidas de hecho realizadas
por la parte contraria, solicita ante el Juez Segundo de Partido en lo Civil y
Comercial, que en ejecución de sentencia ordene el desapoderamiento del
inmueble; empero, por Auto 344/2011 de 9 de noviembre, esta autoridad
jurisdiccional desestima el pedido de desapoderamiento por no estar este
aspecto contemplado en la Resolución 77/2000, decisión contra la cual,
interpuso recurso de apelación, el cual es confirmado por el Auto de Vista
SC II-449/2011 de 21 de diciembre, fallo suscrito por los Vocales de la
Sala Civil Segunda. Contra esta decisión, el SEDES Chuquisaca, solicitó
explicación sobre la complementación y enmienda, pedido que se rechazó.
B)  Actos denunciados como lesivos
Denuncia la parte accionante que las autoridades demandadas al
pronunciar el Auto 344/2011 y el Auto de Vista SCII 449/2011
desestimaron sin un fundamento valedero el pedido de desapoderamiento
que la institución accionante solicitó en ejecución de sentencia, decisión
que implica desconocer la eficacia jurídica de los fallos pasados en
autoridad de cosa juzgada, siendo que “si la cosa juzgada ha reconocido el
mejor derecho propietario a favor de la Institución accionante con ello ha
reconocido el derecho a usar, gozar y disponer del inmueble de su
propiedad…” (sic).
I.1.2. Derechos supuestamente vulnerados
La accionante, alega la vulneración de los derechos de la entidad a la que
representa, al debido proceso y a la eficacia jurídica de los fallos
ejecutoriados, citando al efecto el art. 115.I y II de la Constitución Política
del Estado (CPE).
I.1.3. Petitorio
Solicita se conceda la tutela y en consecuencia: a) Se dejen sin efecto, el
Auto 344/2011, respecto a la negativa del pedido de desapoderamiento y el
“Auto de Vista SCII-449/2011 de 21 de diciembre”, emitido en apelación;
y, b) Disponga que el Juez de primera instancia, dicte nueva resolución
ordenando el desapoderamiento del inmueble de propiedad del SEDES
Chuquisaca.
I.2. Audiencia y Resolución del Tribunal de garantías
Efectuada la audiencia pública el 10 de febrero de 2012, se produjeron los
siguientes hechos:
I.2.1. Ratificación de la acción
La parte accionante se ratificó el tenor íntegro de la demanda.
I.2.2. Informe de las autoridades demandadas
José Antonio Revilla Martínez y Delma Miranda Arancibia, Vocales de la
Sala Civil Segunda y de Familia, Niñez y Adolescencia del Tribunal
Departamental, respectivamente, mediante informe escrito presentado el 9
de febrero de 2012, cursante a fs. 74 y vta., manifestaron que: 1) La
entidad representada por la accionante, dedujo acción de declaratoria de
mejor derecho propietario sin acumular acción de entrega de inmueble
para el caso de ser estimada la demanda, cuando solicitó el
desapoderamiento del inmueble ante el Juez de la causa, este lo denegó,
determinación que fue confirmada en apelación; 2) De conformidad a los
principios de imperatividad e inmutabilidad, establecidos en el art. 514 del
Código de Procedimiento Civil (CPC), la sentencia debe ser ejecutada de
acuerdo a los términos en ella dispuestos; y, 3) La cosa juzgada en
procesos de declaratoria de mejor derecho propietario, alcanza a establecer
a quien corresponde el dominio del inmueble, al ser este tipo de
resoluciones de naturaleza declarativa, no imponen la obligación de
entregar el bien, máxime si no ha mediado acumulación de acción de
restitución de la cosa; por lo que, atender la solicitud de desapoderamiento
efectuada por la ahora accionante, se contrapone al art. 514 del CPC; en
consecuencia, no se puede alegar vulneración al debido proceso, al
haberse circunscrito todos los actos ejecutados por los demandados, a la
normativa que rige este tipo de procesos.
Por su parte, el Juez Segundo de Partido en lo Civil y Comercial, mediante
informe escrito presentado en audiencia, cursante de fs. 76 a 78, señaló
que: i) El Director Departamental del SEDES Chuquisaca, instauró
proceso ordinario de reconocimiento de mejor derecho propietario contra
Matilde Candelaria Micaela y Ricarda Vera Gonzales, el cual fue declarado
probado e improbadas la excepción y reconvencional interpuestas por las
demandadas; ii) Dicha Resolución, ante apelación de la parte perdidosa
fue confirmada totalmente mediante Auto de Vista 131/2000 de 23 de
agosto, mismo que habiendo sido recurrido en casación fue declarado
infundado por Auto Supremo 240 de 3 de septiembre de
2001; iii) Posteriormente, la accionante, pidió cancelación de inscripciones
en el registro de Derechos Reales (DD.RR.) de Chuquisaca respecto al
inmueble objeto de la litis, así como también el desapoderamiento del bien,
habiéndose deferido el petitorio por Auto de 9 de noviembre de 2011,
disponiéndose la cancelación de las partidas de inscripción en DD.RR., sin
lugar al desapoderamiento por no estar este extremo ordenado en la
Resolución pronunciada en proceso ordinario, debido a que el
desapoderamiento, no formaba parte de la demanda principal; y que, de
conformidad al art. 514 del CPC, y siendo que la sentencia pone fin al
proceso, dicha Resolución no puede ser modificada ni alterada en su
contenido; iv) Ante tal determinación, la parte accionante, interpuso
recurso de apelación, mereciendo Auto de Vista SCII 449/2011 de 21 de
diciembre, que confirmó el Fallo impugnado; sin embargo, la accionante
pretende desconocer resoluciones con autoridad de cosa juzgada; y, v) La
acción de amparo constitucional no es sustitutiva de los recursos
ordinarios que franquea la ley.
I.2.3. Intervención de la Procuraduría General del Estado
Por memorial presentado el 10 de febrero de 2010, cursante de fs. 90 a 91
vta., Lucio Valda Martínez, Director Desconcentrado Departamental de
Chuquisaca de la Procuraduría General del Estado, manifestó que de
conformidad a los arts. 4 de la Ley de la Procuraduría General del Estado
(LPGE); 2 y 9 del Decreto Supremo (DS) 0788 de 5 de febrero de 2011, la
sede principal de la Procuraduría General del Estado se encuentra en El
Alto y que todas las actuaciones y citaciones procesales en las que deba
intervenir el Procurador General del Estado, como máximo representante
de la dicha entidad y a quien se nombró como tercero interesado en la
presente acción, deberán efectuarse en aquel domicilio; en consecuencia,
la citación efectuada a su persona no surte efectos jurídicos, motivo por el
cual solicita se rectifique y enmiende tal actuación.
I.2.4. Resolución
Mediante Resolución 37/2012 de 10 de febrero, cursante de fs. 97 a 101
vta., dictada por la Sala Civil Primera, se denegó la acción de amparo
constitucional, argumentando que el desapoderamiento solicitado por la
parte ahora accionante, “no ha sido objeto de consideración ni de la
relación procesal” (sic), por lo que dicha solicitud no puede entenderse
como una consecuencia lógica, jurídica o automática de la decisión
emitida por el Juez de primera instancia; más aún cuando existe otra vía
judicial en materia civil para lograr el desapoderamiento, no siendo la vía
constitucional alternativa o sustitutiva a su pretensión, al no haber
agotado la subsidiariedad, debe denegarse la tutela demandada.
II. CONCLUSIONES
Del análisis y compulsa de los antecedentes que cursan en obrados, se
establecen las siguientes conclusiones:
II.1. Por Resolución 77/2000, pronunciada por el Juez Segundo de Partido
en lo Civil y Comercial, se declaró probada la demanda de reconocimiento
de mejor derecho propietario interpuesta por el SEDES Chuquisaca contra
Matilde Candelaria Micaela y Ricarda Vera González, respecto a un lote de
terreno de “5 has de extensión, sito en av. Japón, barrio Aranjuez”, zona
San Cristóbal de esta ciudad. Asimismo, en este fallo se declararon
improbadas la excepción de falta de acción y derecho y la demanda
reconvencional de acción negatoria y usucapión opuestas por la parte
contraria (fs. 2 a 3 vta.).
II.2. Se evidencia también que la Resolución antes referida, fue
confirmada por Auto 131 de 23 de agosto de 2000, dictado por la Sala Civil
Primera, (fs. 4 a 5 vta.). Asimismo, se colige que mediante Auto Supremo
240 de 3 de septiembre de 2001, se declaró infundado el recurso de
casación interpuesto por la parte contraria a la ahora accionante,
adquiriendo por tanto firmeza la Resolución 77/2000 (fs. 6 a 8).
II.3. Mediante memorial de 27 de septiembre de 2011, Gilka Guerrero
Copa, en representación del SEDES Chuquisaca, solicitó la cancelación de
inscripción de partidas y mandamiento de desapoderamiento en cuanto al
bien objeto de litigio (fs. 11 a 14).
II.4. Se colige que el Oficial de Diligencias del Juzgado Segundo de Partido
en lo Civil y Comercial, mediante informe de 7 de noviembre de 2011,
establece de manera expresa que el inmueble objeto del litigio, estaba
habitado por Elizabeth Aníbarro Vera, sus hijas y algunos parientes
(fs.19).
II.5. Por Auto 344/2011, pronunciado por el Juez Segundo de Partido en
lo Civil y Comercial, se dispuso la cancelación de las partidas sin lugar al
desapoderamiento “al no estar ello ordenado y menos dispuesto en
ninguna parte de la sentencia del 1º de Abril de 2.000” (fs. 21 vta.).
II.6. Mediante Auto de Vista SCII-449/2011 de 21 de diciembre, José
Antonio Revilla Martínez y Delma Miranda Arancibia, en su calidad de
Vocales de la Sala Civil Segunda, confirman en su totalidad el Auto
344/2011 (fs. 33 y vta.).
III. FUNDAMENTOS JURIDÍCOS DEL FALLO
En este estado de cosas, corresponde ahora precisar con claridad el objeto
y la causa de la petición de tutela; en ese orden, se tiene que el objeto de
la presente acción de amparo, es la petición de tutela constitucional para
el resguardo de los derechos al debido proceso y a la eficacia jurídica de
los fallos ejecutoriados; asimismo, la causa, es decir los actos
denunciados como lesivos a los derechos de la parte accionante, versan
sobre el Auto 344/2011 y el Auto de Vista SCII-449/2011, que de acuerdo
a la accionante, desestimaron sin un fundamento valedero el pedido de
desapoderamiento del bien inmueble objeto de controversia solicitado en
ejecución de fallos, decisiones que implicarían desconocimiento a la
eficacia jurídica de los fallos pasados en autoridad de cosa juzgada.
Ahora bien, en mérito al objeto y causa de la presente acción de tutela, con
la finalidad de desarrollar una coherente argumentación jurídico-
constitucional, este fallo desarrollará las siguientes problemáticas: a) La
vigencia de los derechos fundamentales en el nuevo modelo de
Estado; b) El desarrollo dogmático del principio de aplicación directa y
eficaz de los derechos fundamentales; c) El principio de razonabilidad y su
vinculación con la aplicación directa y eficaz de los derechos
fundamentales; d) El contenido esencial del derecho fundamental de
propiedad; c) La justiciabilidad del derecho de propiedad a la luz del
principio de razonabilidad y los alcances de las sentencias estimatorias en
procesos referentes a mejor derecho propietario; y, f) El control de
constitucionalidad a la luz del principio de razonabilidad frente a una
ineficaz justiciabilidad del derecho de propiedad. En consecuencia, en base
a los aspectos antes señalados, se analizará si en el presente caso,
corresponde conceder o no de la tutela solicitada.
III.1. La vigencia de derechos fundamentales en el nuevo modelo de
Estado y su relevancia en la aplicación directa y eficaz de los mismos
En principio, no podría desarrollarse una coherente argumentación
jurídica sin analizar con carácter previo y en contextos comparados y por
supuesto en el ámbito interno, la evolución del constitucionalismo, su
incidencia en el modelo de Estado imperante y en la eficacia de los
derechos fundamentales.
En efecto, la teoría constitucional, precisa los orígenes del
constitucionalismo en el llamado periodo clásico o demo-liberal, en el cual,
como influjo directo de los procesos histórico-políticos inglés,
norteamericano y francés, se diseñaron las bases de un constitucionalismo
acorde con un modelo de Estado Liberal, cuyos postulados tienen la
finalidad de poner límites al ejercicio del poder público como ideal máximo
del constitucionalismo propio de este periodo.
En la perspectiva desarrollada, debe además resaltarse que la ingeniería
político-jurídica del constitucionalismo demo-liberal, basó su estructura en
tres pilares esenciales: 1) El principio de generalidad de la ley; 2) El
reconocimiento de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley; y, 3) La
consagración de la autonomía de la voluntad privada. En efecto,
precisamente a partir de estos aspectos, los límites al poder, encuentran
una herramienta institucional concreta en el principio de “imperio de la
ley”, el cual reforzado por la interpretación exegética como herramienta
hermenéutica por excelencia en esta etapa, refuerza la visión del
constitucionalismo y del modelo de estado demo-liberal, concepción que
merced al fenómeno de “transplante jurídico” del modelo francés a
contextos latinoamericanos, fue asumido por estos países con sólidas
bases en la familia jurídica romano-germánica, como es el caso de Bolivia.
Ahora si bien, el constitucionalismo demo-liberal en el devenir de procesos
histórico-políticos evolucionó y amplió sus alcances, aspecto evidente
especialmente en el contexto del Estado Social y Democrático de Derecho,
empero, la cultura jurídica basada en el imperio de la ley, neutralizó en
gran medida el “valor normativo de la Constitución” y consolidó la vigencia
de un Estado ius-positivista y formalista, no siempre apto para una
eficacia máxima de los derechos fundamentales.
Precisamente, la premisa en virtud de la cual se debe asegurar la eficacia
máxima de los derechos fundamentales, exige en términos de teoría del
derecho, la superación de una concepción ius-positivista y formalista del
sistema jurídico, e implica la adopción de postulados jurídicos enmarcados
en cánones constitucionales no solamente destinados a limitar el poder,
sino fundamentalmente direccionados a consagrar y consolidar la vigencia
material de los derechos fundamentales.
Bajo el concepto indicado, el principio de aplicación directa y eficaz de
los derechos fundamentales, constituye un postulado que consolida el
valor normativo de la Constitución, por el cual, los derechos
fundamentales tienen una efectividad plena más allá de un reconocimiento
legislativo o de formalismos extremos que puedan obstaculizar su plena
vigencia, aspecto que caracteriza la “última generación del
Constitucionalismo”, en el cual, el fenómeno de constitucionalización
del ordenamiento jurídico, se consagra y alcanza su esplendor a través
del principio de aplicación directa de los derechos fundamentales, el
cual se materializa a través del nuevo rol de las autoridades
jurisdiccionales en su labor de interpretación constitucional
acompañada de una coherente teoría de argumentación jurídica.
Por los fundamentos expuestos, no puede el presente fallo soslayar los
alcances de este principio en el nuevo orden constitucional y en la
estructura del nuevo modelo de Estado, razón por la cual, a continuación,
se desarrollará el mismo desde el mandato constitucional imperante en el
Estado Plurinacional de Bolivia.
III.2. El principio de aplicación directa y eficaz de derechos
fundamentales en el orden constitucional vigente
El régimen constitucional vigente a partir del referendo constitucional de
2009, diseña un nuevo modelo de Estado, cuyo sustento estructural,
encuentra razón de ser en el respeto a los derechos fundamentales
insertos en el bloque de constitucionalidad, reconocido por el art. 410 de la
CPE, en ese contexto, este pilar esencial del Estado Plurinacional de
Bolivia encuentra validez material en el reconocimiento expreso del
principio de aplicación directa de derechos fundamentales el cual se
encuentra taxativamente reconocido por el art. 109.I de la CPE, cuyo tenor
señala: “Todos los derechos reconocidos en la Constitución son
directamente aplicables y gozan de iguales garantías para su protección”
(resaltado nuestro).
El principio de aplicación directa de la Ley Fundamental, que además por
antonomasia comprende a la aplicación eficaz de derechos, está
íntimamente ligado con el valor axiomático de la
Constitución, postulado a partir del cual, el fenómeno de
constitucionalización o de irradiación del contenido de la Constitución en
el orden jurídico y social, no se realizará solamente en cuanto a las
normas positivas de rango constitucional, sino también en relación a las
directrices axiomáticas rectoras del orden jurídico e institucional del
Estado Plurinacional de Bolivia, como ser los valores justicia e igualdad,
razón por la cual, solamente a partir de esta concepción puede sustentarse
la eficacia del valor normativo de la Constitución.
En el marco de lo señalado, el valor normativo de la Constitución
axiomática, como es el caso del texto aprobado en 2009, asegura la
aplicación directa y eficaz de los derechos fundamentales a través de
la labor interpretativa o hermenéutica de las autoridades
jurisdiccionales, cuyas decisiones deben enmarcarse en los valores
justicia e igualdad, como postulados esenciales del principio de
razonabilidad de las decisiones, el que a su vez, irradiará el contenido
esencial de los derechos fundamentales y consolidará la vigencia
plena del Estado Constitucional de Derecho.
III.3. El principio de razonabilidad y su vinculación con la
aplicación directa y eficaz de los derechos fundamentales
Como ya se puntualizó, el valor axiomático y dogmático-garantista de la
nueva Constitución Política del Estado está íntimamente ligado al principio
de aplicación directa y eficaz de los derechos fundamentales plasmado en
el art. 109.I de la CPE, en ese orden de ideas, debe precisarse que
el estándar axiomático, destinado a materializar por parte de las
autoridades jurisdiccionales los valores de igualdad y justicia, es el
principio de razonabilidad.
Cabe precisar que los valores de justicia e igualdad constituyen el
estándar axiomático y presupuesto para el ejercicio de los roles
jurisdiccionales con la misión específica de asegurar la eficacia de los
derechos fundamentales.
Estos estándares axiomáticos, en el orden constitucional imperante en el
Estado Plurinacional de Bolivia, tienen génesis directa en el valor supremo
del Estado, que es el “vivir bien”, valor inserto en el preámbulo de la
Norma Fundamental, a partir del cual deben ser entendidos los valores
ético-morales de la sociedad plural, plasmados en los dos parágrafos del
art. 8 de la CPE. En ese orden, estos parámetros axiomáticos, es decir,
el valor justicia e igualdad que son consustanciales al valor vivir bien,
forman parte del contenido esencial de todos los derechos
fundamentales, por lo que las autoridades jurisdiccionales en el
ejercicio de sus competencias, deben emitir decisiones razonables y
acordes con estos principios, asegurando así una verdadera y real
materialización del principio de aplicación directa de los derechos
fundamentales.
III.4. El contenido esencial del derecho de propiedad a la luz del
principio de razonabilidad como estándar axiomático para su
aplicación directa.
La teoría constitucional ha desarrollado la técnica del contenido esencial
de los derechos fundamentales, a partir de la cual, la aplicación directa de
los mismos debe asegurar el respeto y eficacia plena de los elementos
constitutivos de ese contenido esencial o núcleo duro de derechos, para
cumplir así con los estándares axiomáticos rectores del principio de
razonabilidad.
En el marco de lo señalado, corresponde precisar que el derecho a la
propiedad es un derecho fundamental expresamente reconocido por el
bloque de constitucionalidad; así, el art. 56.I de la CPE, indica que “Toda
persona tiene derecho a la propiedad privada individual o colectiva,
siempre que esta cumpla una función social”; asimismo, el art. 17 de la
Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH), en su primer
parágrafo indica: “Toda persona tiene derecho a la propiedad individual o
colectiva”; de la misma forma, el segundo parágrafo de esta disposición,
puntualiza: “…nadie será privado arbitrariamente de su propiedad”;
también, la Convención Americana de Derechos Humanos, en su art. 21
consagra el derecho a la propiedad privada, disponiendo en su primer
parágrafo lo siguiente: “Toda persona tiene derecho al uso y goce de sus
bienes…”. Además, el segundo numeral de esta disposición dispone que:
“Ninguna persona puede ser privada de sus bienes, excepto mediante el
pago de indemnización justa…”. A partir de estas disposiciones que forman
parte del bloque de constitucionalidad boliviano de acuerdo al art. 410.I de
la CPE, para efectos de una coherente argumentación jurídica, deben
mencionarse los elementos constitutivos del contenido esencial del derecho
de propiedad, en ese sentido, este derecho fundamental, cuya génesis se
encuentra no solamente en el texto constitucional sino también en el
bloque de convencionalidad, en su núcleo duro se identifican tres
elementos esenciales: i) El derecho de uso; ii) El derecho de goce; y,
iii) El derecho de disfrute. Asimismo, estos tres elementos tienen un
sustento axiológico que refuerza dicho contenido esencial, basado en
los valores libertad, igualdad, solidaridad y justicia. Por su parte, es
imperante además precisar que este núcleo esencial del derecho
fundamental de propiedad, genera a su vez obligaciones negativas
tanto para el Estado como para particulares que se traducen en las
siguientes: a) Prohibición de privación arbitraria de propiedad; y, b)
Prohibición de limitación arbitraria de propiedad.
A partir de los aspectos precedentemente contemplados, debe indicarse
que el principio de razonabilidad, el cual tal como se dijo, está
conformado por los valores o pautas axiomáticas referentes a la
libertad, igualdad, justicia y vivir bien, constituye el estándar
axiomático para la directa justiciabilidad del derecho de propiedad, en
ese orden, se establece que las decisiones jurisdiccionales que incurran
en privación o limitación arbitraria de la propiedad, implican una
directa afectación al principio de razonabilidad y como consecuencia
directa afectan también el contenido esencial del derecho de
propiedad en sus tres elementos esenciales: uso, goce y disfrute.
III.5. La justiciabilidad del derecho de propiedad a la luz del principio
de razonabilidad. Los alcances de las sentencias estimatorias en
procesos referentes a mejor derecho propietario
En todo Estado Constitucional de Derecho, los derechos fundamentales
deben tener una garantía jurisdiccional para su tutela y directa
justiciabilidad, en ese orden, el Estado Plurinacional de Bolivia, sustenta
su estructura orgánica en el principio de separación orgánica, a partir del
cual, el poder público se ejerce a través de los órganos ejecutivo,
legislativo, judicial y electoral. En ese contexto, el órgano judicial, merced
al principio de unidad jurisdiccional, es el mecanismo orgánico destinado
a la administración de justicia a través de sus jurisdicciones: la
jurisdicción ordinaria; la jurisdicción indígena originaria y campesina; y la
jurisdicción agroambiental; así como las jurisdicciones especializadas.
En resguardo de una coherente técnica de argumentación jurídica, es
pertinente indicar que el órgano judicial en el marco de la justicia
ordinaria, es la instancia jurisdiccional a la cual por voluntad
constituyente se le encomienda el conocimiento de controversias
vinculadas a derechos propietarios, así la teleología de los procesos
ordinarios conocidos también por la teoría procesal general como procesos
de conocimiento, disciplinan reglas de orden procesal destinadas a
garantizar la directa justiciabilidad del contenido esencial del derecho
fundamental de propiedad, consagrando por tanto a través de este
mecanismo institucional, el principio de aplicación directa y efectiva de los
derechos fundamentales. Así, las acciones de mejor derecho propietario
-entre otras-, se configuran como verdaderas garantías
jurisdiccionales destinadas a activar el aparato orgánico-jurisdiccional
imperante y lograr por ende la emisión de una decisión jurisdiccional
definitiva y de carácter declaratorio, que en caso de ser estimatoria a
los derechos de propiedad invocados por el justiciable, asegure la
eficaz y real aplicación del contenido esencial de este derecho
fundamental.
Respecto a las ideas expuestas, se debe indicar que el principio de
razonabilidad debe irradiar de manera directa, el contenido de
sentencias judiciales para evitar así supresiones y limitaciones
arbitrarias al derecho fundamental de propiedad, por lo que la eficacia
de los fallos, está condicionada a una aplicación directa y real del
contenido esencial del derecho de propiedad con sus tres
componentes esenciales: uso, goce y disfrute.
Ahora bien, a la luz de los principios de razonabilidad y aplicación directa
y efectiva del contenido esencial del derecho de propiedad, debe señalarse
que interpretando los presupuestos procesales sustanciales del orden
adjetivo civil imperante bajo un criterio hermenéutico denominado “de y
conforme a la Constitución”, se tiene que este asegura el cumplimiento de
este estándar axiomático como es el principio de razonabilidad, por tal
razón, considerando que el proceso de mejor derecho propietario,
destinado a la consecución de una declaración judicial vinculada al
derecho propietario, genera como efectos de una decisión estimatoria
tanto para los jueces como particulares, las prohibiciones negativas
propias de la eficacia del contenido esencial del derecho propietario,
es decir, la prohibición de limitación o supresión arbitraria de este
derecho.
Precisamente, en armonía con el postulado antes indicado, el art. 33 de la
Ley de Abreviación Procesal Civil y Asistencia Familiar (LAPCAF),
disposición que modifica el art. 520 del CPC, en lo referente a la forma de
ejecutar las sentencias en cuanto a obligaciones de dar, en su tenor literal
menciona en su segundo parágrafo lo siguiente: “Tratándose de
obligaciones de dar alguna cosa que se halle en el patrimonio del deudor,
se librará mandamiento para desapoderar de ella al obligado y entregarla
al actor, con el auxilio en su caso de la fuerza pública”.
En efecto, el tenor literal de la citada disposición, se encuentra en armonía
con el art. 56 de la CPE y demás disposiciones del bloque de
constitucionalidad que consagran el derecho de propiedad, por tanto, la
facultad de las autoridades jurisdiccionales de ordenar el
desapoderamiento en ejecución de fallos, para el caso de procesos en
los cuales exista una sentencia estimatoria que declare el derecho
propietario en relación a la parte actora, responde al principio de
aplicación directa y efectiva del contenido esencial del derecho de
propiedad, es decir, a la aplicación efectiva y real de sus tres
elementos el uso, goce y disposición, por tanto, la omisión de
ejercicio de esta atribución frente a un pedido expreso de parte,
implica una limitación arbitraria al derecho de propiedad, aspecto que
en esencia afecta de manera directa al principio de razonabilidad de
las decisiones jurisdiccionales.
En el orden de ideas expuesto, es pertinente señalar que en los procesos
de conocimiento vinculados con derechos particulares, como podría ser
aquellos referidos a mejor derecho propietario, rige el principio
dispositivo, en virtud del cual, las partes procesales inician y conducen
sus pretensiones en el marco del principio de autonomía de la voluntad,
siendo este postulado el límite objetivo para la actuación del juez, quien no
puede apartarse de dichas directrices establecidas en el decurso de la
causa por las partes procesales, en ese orden, en un contexto demo-liberal
en el cual se genera el desarrollo teórico de este principio, por las
características del modelo de Estado, expresamente explicadas en el
Fundamento Jurídico III.1 de la presente Resolución, dicho principio
tiene una connotación diferente a la validez de este postulado en el
marco del Estado Constitucional de Derecho, en el cual, la eficacia de
los derechos fundamentales constituye el límite y medida de validez
del principio dispositivo, por lo que los jueces, al ser auténticos
garantes de los derechos fundamentales, deben asegurar la máxima
eficacia de los derechos fundamentales contenidos en una sentencia
declarativa.
En estricta coherencia a la afirmación realizada, cabe señalar que en las
sentencias declarativas de derechos propietarios, la eficacia del contenido
esencial de este derecho, es decir, el uso, goce y disfrute del bien, en
relación del cual se declara judicialmente la titularidad, debe ser
resguardada y garantizada por la autoridad jurisdiccional, entendiendo
que el art. 190 del CPC, interpretándolo armoniosamente con la tutela que
se da al derecho de propiedad en el bloque de constitucionalidad, establece
que “La sentencia (…) contendrá decisiones expresas, positivas y precisas;
recaerá sobre las cosas litigiosas, en la manera en que hubieren sido
demandadas (…), en ese orden, definitivamente al ser demandado el mejor
derecho propietario y en caso de estimarse dicha pretensión, el
desapoderamiento del bien en litigio, aunque no hubiese sido
expresamente pedido en la demanda, es un aspecto que asegura la
aplicación eficaz del contenido esencial del derecho fundamental de
propiedad, por lo que sus alcances inequívocamente recaen sobre la
cosa litigiosa, cumpliendo así con el mandato del art. 190 del CPC,
razón por la cual, el ejercicio de esta facultad, de ninguna manera
implica alteración de los efectos de la cosa juzgada de decisiones
jurisdiccionales, por el contrario, asegura la efectividad de fallos
judiciales como presupuesto esencial de la justiciabilidad del derecho
fundamental de propiedad en un Estado Constitucional de Derecho.
III.6. El control de constitucionalidad a la luz del principio de
razonabilidad frente a una ineficaz justiciabilidad del derecho de
propiedad
La eficacia máxima de derechos fundamentales como presupuesto esencial
del Estado Constitucional de Derecho y por ende del Estado Plurinacional
de Bolivia, obliga al último y máximo contralor de constitucionalidad como
es el Tribunal Constitucional Plurinacional, a materializar el fenómeno de
irradiación de esta Constitución axiomática y dogmático-garantísta en
todos los actos de la vida social incluidas las resoluciones judiciales; por
tanto, el ejercicio del control de constitucionalidad, podrá efectuarse a la
luz del principio de razonabilidad, como mecanismos efectivo y
oportuno para la vigencia de derechos fundamentales, por esta razón,
el orden supremo, contempla en el ámbito de control tutelar de derechos
fundamentales, las acciones de defensa, las cuales constituyen garantías
adjetivas eficaces y oportunas para la defensa de los derechos de las
personas.
En el marco de lo señalado, bajo el parámetro del principio de
razonabilidad, la acción de amparo constitucional, está configurada como
un verdadero mecanismo idóneo, oportuno y eficaz para la tutela de
derechos fundamentales, cuando su protección no se encuentre dentro del
ámbito de aplicación de otros mecanismos de defensa o cuando pueda ser
tutelada por otros mecanismos idóneos de defensa a los derechos
fundamentales.
De acuerdo al postulado precedentemente citado, debe precisarse además
que el Estado Plurinacional de Bolivia, en su diseño y postulados,
responde a la ingeniería propia del sistema interamericano de protección
de derechos humanos, cuya construcción dogmática e institucional, fue
realizada en el marco de los alcances y preceptos contenidos en la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, en ese orden, este
instrumento supranacional inserto en el bloque de constitucionalidad
boliviano, en su art. 25.1, indica que: “Toda persona tiene derecho a un
recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces
o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus
derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la
presente Convención…”.
A partir de este mandato, se establece que la acción de amparo
constitucional, disciplinada de manera específica en los arts. 128 y 129 de
la CPE, en su diseño constitucional, responde de manera directa al
mandato del art. 25 de la Convención América Derechos Humanos, siendo
que su contenido esencial está estructurado sobre la base de los principios
de sumatoriedad e inmediantez, a partir de los cuales se consagra la
vigencia en este nuevo modelo de Estado, de un mecanismo de tutela
pronto y oportuno, para el resguardo de derechos fundamentales frente a
actos u omisiones lesivos a estos provocadas por servidores públicos,
incluidos autoridades jurisdiccionales, cuando en sede de la justicia
ordinaria, a pesar de agotarse los mecanismos internos para el
cuestionamiento de dichas decisiones, las lesiones a derechos
fundamentales no hubieran sido reparadas.
III.7. Análisis del caso concreto
En este estado de cosas y en el marco del desarrollo argumentativo
precedentemente realizado, es pertinente señalar que en la especie, la
parte accionante inició un proceso ordinario de mejor derecho propietario,
en mérito del cual, por Resolución 77/2000, pronunciada por el Juez
Segundo de Partido en lo Civil y Comercial, se declaró probada la
demanda, por lo que en cuanto a este aspecto, se colige que la sentencia
emitida es de naturaleza declarativa del derecho de propiedad de la parte
accionante.
En ese contexto, se tiene que la parte ahora accionante, en mérito a la
sentencia declarativa de un derecho propietario a su favor, el 27 de
septiembre de 2011, solicitó al juez de instancia ahora demandado, el
desapoderamiento del bien cuya titularidad fue declarada a su favor, así lo
evidencia la documental cursante de fs. 11 a 14 de obrados; sin embargo,
por Auto, la autoridad de primera instancia ahora demandada, denegó el
desapoderamiento solicitado alegando que este aspecto no fue ordenado ni
dispuesto por la sentencia estimatoria de mejor derecho propietario (fs. 21
vta.). En base a estos antecedentes, se tiene que a pesar del recurso de
apelación interpuesto por la parte ahora accionante, los Vocales de la Sala
Civil Segunda, por Auto de Vista SCII-449/2011, confirman en su
totalidad la decisión de primera instancia (fs. 33 vta.). En este contexto y
sobre la base de estos aspectos, se establece lo siguiente:
i)  De acuerdo a lo señalado en el Fundamento Jurídico III.4 de la presente
Sentencia, el derecho de propiedad en su núcleo duro está compuesto por
tres elementos esenciales: el derecho de uso, goce y disfrute, derecho que a
su vez encuentra sustento axiológico en los valores libertad, igualdad y
justicia, por cuanto estos aspectos en el ejercicio de los roles
jurisdiccionales deben ser asegurados en su eficacia máxima por las
autoridades judiciales; sin embargo, en el caso concreto, las autoridades
demandadas, a través tanto del Auto 344/2011 como del Auto de Vista
SCII-449/2011, al rechazar la solicitud de desapoderamiento y al
confirmar esta decisión, desconocieron de manera flagrante el principio de
aplicación directa y eficaz del derecho fundamental de propiedad, evitando
la consagración plena del contenido esencial del derecho de propiedad en
sus tres elementos: uso, goce y disfrute.
ii) Asimismo, en el Fundamento Jurídico III.4, se indicó que los elementos
del contenido esencial del derecho fundamental de propiedad, generan dos
prohibiciones específicas: a) La prohibición de privación arbitraria de
propiedad; y, b) La prohibición de limitación arbitraria de propiedad. En
base a estos aspectos, en la especie, se tiene que la negativa por parte de
las autoridades jurisdiccionales de ordenar el desapoderamiento del bien
inmueble declarado judicialmente de propiedad de la parte accionante,
implica una flagrante vulneración a la segunda prohibición referida, es
decir, constituye una limitación arbitraria de propiedad, aspecto
absolutamente contrario al principio de razonabilidad y manifiestamente
vulneratorio al contenido esencial del derecho de propiedad y por ende a
los postulados del Estado Constitucional de Derecho.
iii) En el Fundamento Jurídico III.5, se señaló también que las acciones de
mejor derecho propietario se configuran como verdaderas garantías
jurisdiccionales destinadas a activar el aparato orgánico-jurisdiccional
imperante y lograr por ende la emisión de una decisión jurisdiccional
definitiva y de carácter declaratorio, que en caso de ser estimatoria a los
derechos de propiedad invocados por el justiciable, asegure la eficaz y real
aplicación del contenido esencial de este derecho fundamental, en ese
contexto, en la especie, se evidencia que las autoridades demandadas, a
través tanto del Auto 344/2011 como del Auto de Vista SCII-449/2011, al
rechazar la solicitud de desapoderamiento y al confirmar esta decisión,
desconocen la naturaleza jurídica de las sentencias declarativas de
derechos propietarios y afectan flagrantemente el principio de aplicación
eficaz y real de este derecho fundamental.
iv) Se indicó en el citado Fundamento Jurídico III.5, que la figura jurídica
del desapoderamiento disciplinada en el art. 33 de la LAPCAF, aunque este
aspecto no hubiese sido expresamente pedido en la demanda, es un
elemento que asegura la aplicación eficaz del contenido esencial del
derecho fundamental de propiedad, por lo que sus alcances
inequívocamente recaen sobre la cosa litigiosa, cumpliendo así con el
mandato del art. 190 del CPC, razón por la cual, el ejercicio de esta
facultad, de ninguna manera implica alteración de los efectos de la cosa
juzgada de decisiones jurisdiccionales, por el contrario, asegura la
efectividad de fallos judiciales como presupuesto esencial de la
justiciabilidad del derecho fundamental de propiedad en un Estado
Constitucional de Derecho, por tanto, merced a estos argumentos se
evidencia que, en la especie, la denegación al desapoderamiento, afecta
inequívocamente la garantía de efectividad de los fallos judiciales como
presupuesto de las reglas de un debido proceso.
v) Asimismo, tal como se dijo en el Fundamento Jurídico III.2, el estándar
axiomático destinado a materializar por parte de las autoridades
jurisdiccionales los valores de igualdad y justicia, está dado por el
principio de razonabilidad, constituyendo estos valores de rango supremo
elementos esenciales de este principio, el cual constituye un presupuesto
fundamental para el ejercicio de los roles jurisdiccionales, con la misión
específica de asegurar la eficacia de los derechos fundamentales, en ese
orden, se establece que las autoridades demandadas, a través tanto del
Auto 344/2011 como del Auto de Vista SCII-449/2011, al rechazar la
solicitud de desapoderamiento y al confirmar esta decisión, incumplieron
todos los presupuestos del razonamiento jurídico-constitucional antes
expuesto, afectando por tanto la esencia del principio de razonabilidad
como estándar axiomático de validez del Estado Constitucional de
Derecho.
vi) También, en el Fundamento Jurídico III.3 de la presente Sentencia, se
puntualizó que el valor justicia e igualdad, como pautas axiomáticas
consustanciales al valor vivir bien, forman parte del contenido esencial de
todos los derechos fundamentales, por lo que las autoridades
jurisdiccionales en el ejercicio de sus competencias, deben emitir
decisiones razonables y acordes con estos principios, asegurando así una
verdadera y real materialización del principio de aplicación directa de los
derechos fundamentales, sin embargo, en la especie, se evidencia que las
autoridades demandadas, a través tanto del Auto 344/2011 como del Auto
de Vista SCII-449/2011, al rechazar la solicitud de desapoderamiento y al
confirmar esta decisión, desconocieron el valor de la Constitución
normativa y axiomática, decisiones que por tanto, constituyen la antítesis
a los pilares del Estado Constitucional de Derecho.
En mérito a todos los fundamentos expuestos en el caso concreto, es
evidente que la afectación por parte de las autoridades demandadas al
contenido esencial del derecho de propiedad, al principio de razonabilidad
y al principio de directa y eficaz aplicación de derechos fundamentales,
constituye también una manifiesta vulneración al derecho fundamental al
debido proceso, puesto que uno de los elementos constitutivos de este
derecho fundamental, inequívocamente versa sobre la eficacia de las
decisiones judiciales definitivas emitidas en sede jurisdiccional.
En consecuencia, en virtud a los argumentos expuestos, se evidencia que
el Tribunal de garantías, al denegar la acción de amparo constitucional,
no ha evaluado en forma correcta los datos del proceso y las normas
aplicables al mismo.
POR TANTO
El Tribunal Constitucional Plurinacional en su Sala Tercera, en virtud de
la autoridad que le confiere la Constitución Política del Estado de Bolivia y
el art. 12.7 de la Ley del Tribunal Constitucional Plurinacional; en
revisión, resuelve:
1º REVOCAR la Resolución 37/2012 de 10 de febrero, cursante de fs. 97 a
101 vta., dictada por la Sala Civil Primera del Tribunal Departamental de
Justicia de Chuquisaca; y en consecuencia, CONCEDER la tutela
solicitada.
2º DISPONER, la nulidad del Auto de Vista SCII-449/2011 emitido por la
Sala Civil Primera del Tribunal Departamental de Justicia de Chuquisaca,
debiendo las autoridades ahora demandados dictar nueva resolución
conforme a los fundamentos de la presente Sentencia Constitucional.
3º  Ordenar a Secretaría General del Tribunal Constitucional
Plurinacional, la difusión del presente fallo en todas las Salas de este
órgano de control de constitucionalidad y en los distintos Distritos
Judiciales establecidos en el Estado Plurinacional de Bolivia.
Regístrese, notifíquese y publíquese en la Gaceta Constitucional
Plurinacional.
 Dra. Ligia Mónica Velásquez Castaños
MAGISTRADA
Dra. Neldy Virginia Andrade Martínez
MAGISTRADA

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