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EN INFANCIA Y ADOLESCENCIA
Introducción
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metabólica del psiquismo nos habla una chiquita que a los tres años fue internada de
urgencia con un cuadro de meningitis, en una ambulancia que intentaba abrirse paso con
una “sirena estridente, insoportable de escuchar para los que estábamos adentro”, nos dice
la mamá. Dos años después, la imitación del sonido de la sirena era su juego preferido
cuando viajaba en coche, llegando a afirmar que las ambulancias con sirena eran
“ambulancias para nenas, las de los varones, no”. Evidentemente, la inscripción
traumática constituida por un insoportable dolor neurológico y la angustia de la madre,
había sido desarticulada, tal vez como parte del proceso de elaboración psíquica, y algún
fragmento sensorial se reformulaba en la actualidad, instalando junto con otros fragmentos
un atributo de género sexuado, probablemente en respuesta a problemáticas más actuales
para esta chiquita, como podría ser el procesamiento edípico.
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I. Los tiempos de constitución del psiquismo infantil
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1. En un primer tiempo, se produce la constitución del yo, narcisismo fundante
que logra reformular las inscripciones arcaicas en una instancia que ya es una
imagen unificada y una referencia de sentido, que un chiquito de 15 meses manifiesta
en un juego de “aparición” que repite muy divertido: corre hasta el papá, se para delante, se
golpea el pecho y dice “yo”, y escapa corriendo.
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identificatoria que amenaza la continuidad del yo, como una angustiada niña de 12
años que no puede dejar de repetir un lapsus cada vez que se refiere a su menarca, a la que
llama la “monstruación”.
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evolutiva, sino instancias de fuertes transformaciones tópicas y dinámicas. La
inespecificidad de los síntomas torna precarios los diagnósticos basados en
síndromes, pero también nos habla de la flexibilidad y los recursos de los que
dispone el niño para expresar las vicisitudes y los conflictos que se generan en
cada instancia de reformulación psíquica, instancias que sí tienen su especificidad.
El papá de Ariel, de 14 años, pide una entrevista de orientación a raíz del severo conflicto
en el vínculo entre ambos; su hijo se niega a hacer una consulta terapéutica y él ya no sabe
más qué hacer. Con algunas dificultades para comunicar sus pensamientos, va relatando la
situación: “Está agresivo, pelea mucho conmigo. Siempre fue un chico tranquilo, muy
estudioso, quiso entrar en X, que es un colegio universitario de renombre y muy exigente,
yo no se lo exigí pero él quiso..., no tuvo problemas para entrar porque parece que tiene un
cociente intelectual alto, pero este año decayó su rendimiento, me llamaron del gabinete del
colegio porque no lo ven bien. Para él, el colegio es lo más importante..., él está siempre ahí
o en el campo de deportes con sus compañeros. (...) Tiene conductas raras, empezó a no
comer, hay cosas que no quiere tocar, a mi mujer ahora no le habla. En la primera consulta
que hicimos nos dijeron que era un trastorno de ansiedad; en la segunda, después de un
montón de estudios carísimos, nos dijeron que tenía eso del TOC por las cosas que no
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quiere tocar, pero él se negó a tomar medicación. Cuando le dije de venir acá me dijo que iba
a ver.”
“Es todo muy complicado, hay cosas que yo no manejé bien... Ariel vivía con su
mamá hasta el año pasado. Yo estoy casado hace 10 años, con mi mujer no tenemos hijos.
Ariel es un hijo que yo tuve fuera de mi matrimonio. Yo siempre lo visité..., siempre
mantuve el contacto con la mamá, pero no lo sabía nadie más, tiene mi nombre pero no mi
apellido. Pero la mamá empezó con algunos problemas psiquiátricos, tuvieron una pelea
muy muy grande y el psiquiatra de ella me pidió que lo trajera a vivir conmigo por unos
días. Y ahí le tuve que decir a todo el mundo!... a mi mujer, a mi familia, a los amigos... qué
se yo! Fue un lío... Ahora él está mal conmigo pero no quiere saber nada de volver con la
mamá, hace meses que ni le habla.”
Ariel acepta concurrir a una breve entrevista, a la que asiste, dice, solo para avisar
que no piensa quedarse, que no va a hacer ningún tratamiento, que va a poder salir solo.
Refiere que su padre le pega y es violento con él, y que él solo quiere que lo dejen en paz.
Es un adolescente menudo, de cuerpo infantil, que elude el contacto visual, y casi no
permite a la terapeuta hablar, pero se muestra respetuoso y cuidadoso. Viste una campera
muy holgada que le cubre el rostro casi por completo, con mangas muy largas que utiliza
para no tocar puertas ni ascensor. En una entrevista posterior con el papá, la terapeuta
anticipa la posibilidad de alguna forma de descompensación, momento difícil pero que
podría representar una oportunidad para Ariel. Se le sugiere proximidad en el vínculo y un
seguimiento atento a sus cambios de conducta, así como también convocar al gabinete del
colegio como factor de contención. El objetivo sería una rápida reacción y hasta una posible
internación, para dar lugar al comienzo de una psicoterapia.
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matrimonio, por la sencilla razón de que lo tuvo antes; es en realidad un hijo que
“man-tuvo fuera” de su matrimonio y del universo simbólico.
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En el marco de esta caracterización de los vínculos que envuelven al sujeto,
Jean Laplanche nos propone una nueva manera de entender los procesos de apres-
coup que reformulan la organización psíquica. El aprés-coup ya no es entendido
como un proceso puramente intrasubjetivo y endógeno, sino como un proceso
psíquico que se desencadena propiciado por la presencia enigmática del otro. Solo
en el marco de esos estímulos libidinales del entorno se pueden comprender los
movimientos de apres-coup que dan lugar a las sucesivas reformulaciones del
psiquismo.
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autoerotismo diciéndole “eso no se hace, es una porquería”. Difícilmente hoy
sostendríamos el contenido de estas frases, pero sí su estructura, que es la exigencia de
renunciamiento al puro placer a cambio del amor objeta, primer paso hacia el universo
simbólico.
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6’) En la pubertad, la recomposición psíquica brusca y traumática es consecuencia
esta vez, del ámbito somático, como metamorfosis corporal que irrumpe en el
psiquismo, inaugurando la adolescencia con extrañeza e impotencia. Este cuerpo
ajeno y por momentos siniestro produce una discontinuidad identificatoria masiva
que demora en recomponerse. En la medida en que el entorno parece no
comprender muchas veces la vulnerabilidad de esta instancia psíquica, modelos
prematuros de conductas adultas inundan el psiquismo del púber, que se
manifiestan como pseudogenitalidad, y actitudes de riesgo.
Diez días después de la segunda entrevista con el padre, Ariel tiene un brote psicótico:
luego de una pelea con el padre sale para el colegio pero no se presenta, aunque algunos
amigos lo vieron. Por la tarde, cuando tampoco apareció en el campo de deportes, sus
compañeros avisaron al gabinete y al padre. Ariel estuvo desaparecido durante tres días,
tiempo en el cual los compañeros salieron a buscarlo y el padre se vio obligado a hacer una
denuncia en el juzgado de menores. En los días previos al brote, Ariel no entraba al colegio
pero estaba siempre en la puerta o en el campo y mantenía un contacto silencioso pero casi
diario con sus compañeros. Fueron ellos los que lo encontraron al final del tercer día, en los
alrededores del colegio; lo vieron muy mal y lo acompañaron a la casa.
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la casa porque “el padre quería matarlo”. Lleva una semana de internación con muy buena
evolución y ya se está preparando su externación. Ha aceptado continuar con la medicación
e iniciar una psicoterapia. El padre se hace cargo de él y lo ve diariamente. La mamá tiene,
por ahora, prohibidas las visitas.
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tanto en la clínica con niños como con adultos. Del modelo de proceso analítico con
niños estandarizado como proceso atemporal y continuado, que aspiraba a
desarticular fijaciones edípicas y arcaicas tempranas, hoy pasamos a un modelo de
proceso terapéutico que aborda al conflicto solo en articulación con la constitución
metapsicológica actual del psiquismo infantil, ya que contiene por aprés-coup una
reformulación de todas las dinámicas psíquicas anteriores. El momento de la
consulta, entonces, es un corte sincrónico en este proceso de recomposición
psíquica, y los síntomas que presenta son los indicadores clínicos de los conflictos
y avatares de esta recomposición.
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Esta ruptura con el modelo clásico tiene derivaciones inmediatas en la
práctica clínica con niños: abordamos el conflicto infantil en el marco conceptual de
un psiquismo en tiempos de constitución, tomando los síntomas como indicadores
clínicos de un conflicto actual, en el que encontramos reformulada por azar toda la
historia previa del sujeto. De esta manera, trabajar terapéuticamente con el
conflicto instalado en un tiempo de constitución, no asegura que no habrá conflicto
en instancias de estructuración psíquica posteriores. Tampoco podemos anticipar
conflictos de instancias siguientes que no sabemos qué forma pueden tomar.
Finalmente, el conflicto pulsional es una cualidad del psiquismo, que
ocasionalmente se expresa como conflicto activado, accesible al trabajo terapéutico.
Superada la instancia de internación como abordaje urgente y focalizado en una crisis que
no podía demorar en resolverse, comienza una psicoterapia centrada en el conflicto
actual, la recomposición de su identidad. Para Ariel, la irrupción de la pubertad no solo
implicó la pérdida del mundo infantil, sino también la caída de la desmentida, de su mirada
ingenua sobre su mundo familiar. El ya no era un niño sino un sujeto genitalmente
sexuado; su madre ya no era una mamá protectora sino una figura progresivamente
incestuosa e intrusiva; su padre ya no era simplemente un visitante cariñoso pero que no
podía quedarse, sino un padre inoperante en lo simbólico, tanto para Ariel como para sí
mismo. Recomponer su identidad adolescente en sus coordenadas narcisistas básicas, lo
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confrontó con una estructura de parentesco, en cuya representación simbólica él no tenía
existencia, situación para la que solo tenía una explicación delirante: su padre “quería
matarlo”.
Bibliografía
Kaës, René (1979), Crisis, ruptura y superación, Buenos Aires, Ediciones Cinco.
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