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Cuando iniciamos nuestra fe con la palabra creo ¿Qué significará creer?

Aquí
resolveremos esta duda.

CAPÍTULO PRIMERO: EL HOMBRE ES "CAPAZ" DE DIOS

Él quiero de Dios está inscrito en el corazón del ser humano, pues el ser
humano fue desarrollado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al
hombre hacia sí, y solamente en Dios encontrará el ser humano la verdad y la
dicha que no cesa de buscar. Dios. El ser humano es invitado al diálogo con
Dios a partir de su origen; puesto que no existe ya qué realizado por Dios por
amor, es conservado constantemente por amor; y no vive plenamente de
acuerdo con la verdad si no reconoce libremente ese amor y se entrega a su
Creador» (GS 19,1).

. Los hombres han expresado averiguación de Dios mediante sus creencias y


sus comportamientos religiosos (oraciones, cultos, meditaciones, etc). Dios
«creó [...], de un solo inicio, todo el linaje humano, para que habitase sobre
toda la faz con el propósito de que buscasen a Dios, para ver si a tientas le
buscaban y le hallaban; por más que no

(Hch 17, 26-28).

Sin embargo esta "alianza íntima y esencial con Dios" (GS 19,1) podría ser
olvidada, desconocida e inclusive corrientes del pensamiento hostiles a la
religión, y al final dicha reacción del ser humano pecador que, por temor, se
esconde de Dios (cf. Mt 13,22)

"Alégrese el corazón de los que buscan a Dios" (Sal 105,3). Rechazar a Dios,
Dios no cesa de llamar a todo hombre a buscarle para que viva y encuentre la
dicha

Desarrollado a imagen de Dios, denominado a conocer y querer a Dios, el ser


humano que busca a Dios. La realidad de Dios", no en el sentido de las
pruebas propias de las ciencias naturales, sino en el sentido de "argumentos
convergentes y convincentes" que permiten llegar a verdaderas certezas.
Estas "vías" para acercarse a Dios poseen como punto de inicio la
construcción: el planeta material y el individuo humano. Por ello el ser humano
requiere ser alumbrado por la revelación de Dios, no únicamente sobre lo cual
supera su conocimiento, sino además sobre "las verdades religiosas y morales
qué de humano, conocidas de todos sin complejidad, con una certeza firme y
sin mezcla de error" (ibid., DS 3876; cf. Concilio Vaticano I: DS 3005; DV
6; santo Tomás de Aquino, S.Th. 1, q. 1 a. 1, c.).

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