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Areia de playa, Areia de mar Didi Grau Hold de Lecturd Editora de la colecci6n: Karina Echevarria Corrector: Mariano Sanz Coordinadora de Arte: Natalia Otranto Diagramacién: Karina Dominguez Ilustraciones de reloj: Pablo Gamba Ilustraciones de tapa e interior: Gabriel San Martin Gerente de Preprensa y Produccién Editorial: Carlos Rodriguez Grau, Didi Arcia de playa, areia de mar / Didi Grau ; ilustrado por Gabriel San Marti la ed . - Boulogne : Cantaro, 2017. Libro digital, PDE - (Hora de lectura ; 42) Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-950-753-504-8 1. Narrativa Argentina. 2, Novela. I. San Martin, Gabriel, ilus. IL. Titulo. CDD A863 © Editorial Puerto de Palos S. A., 2015 Editorial Puerto de Palos S, A. forma parte del Grupo Macmillan Avda. Blanco Encalada 104, San Isidro, provincia de Buenos Aires, Argentina Internet: www. puertodepalos.com.ar Queda hecho el depésito que dispone la Ley 11.728. Impreso en la Argentina / Printed in Argentina ISBN 978-950-753-504-8 No se permite la reproduccién parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisién ola transformacién de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electronico © mecénico, mediante fotocopias, digitalizacién y otros métodos, sin el permiso previoy escrito del editor. Su infraccién est penada por las leyes 11.723 y 25.446. Libros para leer en buena hora............-.- 3 Areia de playa, Areiade mar ................ 5 (Capituloil\ Primeramon fei relt te 9 Capitulo II. La espera del ausente ......... 15 Capitulo III. El otro enamorado ............ 21 Capitulo IV. gMe estaré volviendo loca? .... 25 Capitulo V. Cortés y bien educada ........ 29 Capitulo VI. La voz de lacaracola ......... 35 Capitulo VII. Cuchicheos ................ 43 Capitulo VIII. Ulises y las sirenas . . oe 47 Capitulo IX. Las dosa la playa............ 53 Capitulo X. La leyenda de la ballena caminadora 57 Capitulo XI. Jade, la sirena enamorada ..... 61 Capitulo XII. La magia de Dionisos ........ Capitulo XIII. El terrible Barbanegra Capitulo XIV. Llegan noticias ................ Capitulo XV. A la espera del barco. . Capitulo XVI. Un Mar descontrolado ..... . 87 EplOeon rrr tater tetera 89 Para trabajar en la carpeta................. 95 Aqui me pongo acontar ................... 99 Entrevista ai Didi: Gratts-o) eee 101 Las mil y una hojas .......... 103 GContemblide marie trier tt ster t re her 105 Consipide pirata siamese. nord neil islet 106 Gonfstidersirema rs stssewtsere ait te leteler letator ts 108 Areia de playa, Areia de mar Didi Grau llustraciones de Gabriel San Martin A los que mantienen sus convicciones contra viento y marea, para que si se detienen a escuchar el canto de sirenas, tengan la habilidad de Ulises. “Lo que voy a relatar a continuacion puede parecer una leyenda, una historia fantdstica, pero les aseguro que no lo es. Es una historia de amor trégica que sucedié en Ia reali- dad y a su vez, el origen de la playa mds encantadora del mundo”, empez6 diciendo Roque, nuestro joven vecino de en- frente, una noche en que en mi casa habian hecho una reunion de fin de aiio con amigos. Y siguid: “Yo soy el tinico, estima- dos amigos, que puede explicar cémo se desencadenaron los tristes hechos”. El vecino se referia a Areia da Praia, playa que se encuen- tra en una isla en medio del océano. Se dice que tiene las are- nas mds suaves y el mar mds calmo que se pueda imaginar. La abuela de Roque, ya fallecida hacia muchos atios, le habia contado al nieto esa historia un verano en que él 8 Didi Grau estaba en quinto grado y habia ido a pasar las vacaciones en casa de ella. En mi casa, para los postres, los mayores estaban enfras- cados en relatos de lugares y de viajes, entonces Roque, que era un narrador de primera, conté la historia. En ese entonces yo andaba, si mal no recuerdo, por los once afios y me habia recostado en el sofé con los ojos cerra- dos a raiz de haber tomado un poco de sidra, cosa que me permitian en ocasiones especiales, y me habia dado suefio. Y como mama pensé que estaba dormido no me mand6 a la cama, aunque seguro que a su criterio, bastante anticuado por cierto, esta historia no era apta para menores, y ademas eran como las dos de la madrugada. Asi que con los ojos ce- rrados pero las orejas paradas, escuché el relato de Roque, que lo conté mds o menos ast: Capitulo | Primer amor Hace muchisimo tiempo, en la época en que para escuchar musica habia que usar una vitrola, ese toca- discos a cuerda, en una isla lejos del continente, una muchacha llamada Areia se encuentra por la calle de su pueblo con un joven que se embarcé para pasar el verano alli. Y a pesar de haber sido un encuentro ca- sual, ninguno de los dos pasa inadvertido para el otro. Después, por esas cosas del destino o de los pue- blos chicos, se ven dos veces mas sin proponérselo. — {Viste al sobrino de los Delfino? le comenta Areia a su amiga Nati—. {Qué buen mozo que es! Y parece que esta por entrar a la universidad a estudiar medicina. —Cual? jEse sabelotodo que anda con un libro bajo el brazo? 10 Didi Grau —Ni idea si anda con un libro, pero es el que llegé la semana pasada. —Es ese, un bombén con aires de intelectual —dice Nati—. Ni pienses que nos va a llevar el apun- te, es grande para nosotras. —No sé a vos, nena —dice, presuntuosa, Areia—, pero a mi ya me mir6 mas de una vez. —Ah, si? No es muy grande para vos? —Y dale con que es grande. Debe tener dieciocho, y yo casi dieciséis. —jCierto! Los cumplis la semana que viene —re- cuerda de pronto la amiga—. ;Va a haber festejo? —Claro. ¢Y sabés qué hice? jLe pedi a mi mama que invitara a los Delfino, asi vienen con el sobrino! éVenis, no? —No me lo perderia por nada del mundo. Llega el dia esperado y se hace el cumpleafios. Los padres de Areia invitan a los Delfino, los Delfino llegan acompaniados del joven veraneante llamado Damian, Damian saca a bailar a la cumpleafera, bailan. Luego, un dia salen a dar un paseo en bicicleta por la isla con los amigos, después él la va a buscar a su casa para salir a pasear solos, y asi como asi se en- cuentran noviando. 12 Didi Grau Areia, encantada con su nuevo amor y en Babia para todo lo que no sea pensar en él, ni se acuerda del calendario. Pero los dias, que nunca se distraen, transcurren sin detenerse, y el verano llega a su fin y con él las vacaciones. —Manana es la reunién que hace Nati en su casa —le comenta, una tarde de esas, Areia a Damian—. Van a ir todos. Venis, no? —Sabés que me encantaria, pero... —iQué? —Me voy. —jAdé6nde? —Tengo que volver a mi casa. —jjYa!? —dice, entre sorprendida y decepcionada, Areia—. Pero, ¢por qué no me avisaste? —Te lo dije cuando nos conocimos que venia a pa- sar las vacaciones. —Me olvidé, todo pasé tan rapido... Y él, con la vista en el piso, entre triste y avergon- zado: —Si, pasé volando. Areia se da vuelta sin contestar y queda de espal- das a él. — Ya sé! —se le ocurre a Damidn—. Te voy a escribir Areia de playa, Areia de mar 13 contandote cémo es la universidad, pero prometeme que me contestas, geh? —jEy! —dice Damian, para llamar la atencién de Areia ante su mutismo, mientras la sacude con sua- vidad—. ;Qué te pasa? —Que no quiero, eso me pasa —contesta Areia, ofuscada, a punto de lagrimear—. Que no te podés ir ahora, que como hago. Que te voy a extrafiar, jufff! —4{Y te creés que yo no te voy a extrafiar, ton- ta? —dice Damian mientras la abraza, carihoso—. Pero tengo que empezar mis estudios en la universi- dad. —A continuacion la suelta, se cruza de brazos y cambia el tono amoroso por uno que pareciera de enojo—: Ademas, vos lo sabias. Asi termin6 ese dia y llegé el siguiente, donde el verano, que hacia pocas horas habia brillado en todo su esplendor, se marchitaba. Para Areia todo parecia haberse vuelto opaco y aburrido, como esos dias Ilu- viosos de invierno en que hay que quedarse adentro de casa. Damian zarpé de regreso al continente, y ella quedo desolada a pesar de las promesas del joven de escribirle y volver en cuanto pudiera. Capitulo Il La espera del ausente Y asi como a las palabras se las lleva el viento, a las personas a veces parece tragarselas la tierra. Que es lo que debe haber pasado con el joven futuro doctor, del que solo el recuerdo de su presencia queda en el pueblo, y del que la romantica y terca Areia espera y sigue esperando que le llegue aunque mas no sea una carta, diciéndole que se acuerda de ella, que la extra- fia o, mejor todavia, que viene a verla pronto. No bien su padre vuelve del correo con la corres- pondencia que les llega del continente por barco, Areia se llena de ansiedad, pero por orgullo o por vergiienza, vaya uno a saber, no abre la boca sino que ronda insis- tentemente alrededor de sus padres como un moscar- dén sin zumbido. La madre, percibiendo la inquietud 16 Didi Grau de su hija y sabedora de cémo el tiempo arregla cica- trices, la consuela una y otra vez: —No hay carta para vos, hija. Paciencia, quién te dice que mafana... Y su amiga, cada tanto: —éY? jTenés noticias? — De qué? —Ya sabés, del doctor “promesita” Delfino. —Nena, se llama Damian —y agrega, triste—: To- davia no sé nada. —No lo esperes mas, Are, no seas boba. Hace mas de un mes que se fue y ni noticias. —Damidn va a volver. ;Creés que va a aguantar tan- to tiempo sin verme? —dice, terca y vanidosa, Areia—. Ya vas a ver, tal vez en las vacaciones de invierno. —{Y por qué no te escribe, entonces? —Por ahi escribié, ;pero viste c6mo tarda a veces en llegar la correspondencia? —Te parece? —O capaz que esta muy ocupado. Imaginate que esta estudiando la carrera de medicina. jQué dificil debe ser! Esa tarde su mamé, sentada a la maquina de coser como todos los dias, deja su trabajo un momento para anunciarle: Areia de playa, Areia de mar 7 —Are, con tu padre pensamos que no puede ser que andes todo el dia paveando de aca para alla. Ya estas grande, hija, tenés que ayudar. —Pero si cuando quise ir a estudiar para secretaria al continente no me dejaron... —Eso ya lo hablamos, Are. Habria que pagarte el viaje, el curso y ademas alojamiento. Imposible. Sa- bés que alla no tenemos familia. Y vos sola tan lejos, ni pensarlo. —A Delia la dejaron. —Pero, hija, Delia tiene alla a su hermano mayor y asu cufiada. Mira, no le demos mas vueltas. Vas a ir a aprender algunas cosas, asi me ayudas con el trabajo, y de paso te sirve para el dia que te cases. —jAy, mama! —se queja—. {Qué cosas? —Vas a ir a lo de dofia Catalina a aprender costura. —Uhh, costura, nooo... —Y a lo de Margarita que ensefa reposteria. —Eso si me gusta. Puedo hacer tortas de cumpleafios para vender. Qué buena idea, no? Pero la costura... —Si no vas a costura no vas a reposteria, eso no se discute. Tenés que aprender a coser para ayudarme con el trabajo. ¢Por qué no le decis a alguna de tus ami- gas? A Nati, eso, decile a Nati si no quiere ir con vos. 18 Didi Grau —{Nati a coser? Ni en cien afios va. Ademas esta yendo a aprender a escribir a maquina para entrar a trabajar en la oficina donde esta el primo. Eso me gustaria, escribir a maquina. ;No puedo ir con Nati? —Por ahora vas a ir a costura, porque necesito que me ayudes. —Bueno, voy a costura y a maquina en lugar de reposteria. —Pero no te gustaba reposteria? —Si, pero prefiero maquina. —Ya veremos, Areia, cada cosa a su tiempo, lo hablaré con tu padre —explica la madre—. Pero por ahora vas a ir a aprender con dofa Catalina y con Margarita. —Estd bien —dice, resignada, Areia—. Pero no creo que ninguna de mis amigas quiera ir a aprender a coser. —La mama de Florencia me dijo el otro dia que por ahi mandaba a su hija. —Bueno —contesta Areia con desgano. —Pero, hija, poné un poco de voluntad. ;No ves que asi vas a tener las mafianas ocupadas y se te vaa pasar mas rapido el tiempo? {Vos no estas esperan- do? No ojste decir que el que espera, desespera? Bue- no, ocupada te vas a distraer. 20 Didi Grau Después de la charla con su mama, Areia siente la necesidad de organizar sus tiempos. Decide que, en adelante, en lugar de quedarse esperando como una boba que llegue carta de Damian, mejor es esperar un barco que lo traiga en persona. Asi que va a ira visitar la playa por las tardes, ya que las mafianas las tendra ocupadas: lunes y viernes, reposteria con Margarita; martes y jueves, costura, a reganadientes, con dona Cata. La mafiana del miércoles, jlibre! Y casi todas las tardes pasard largos ratos en la playa con la vista per- dida en la lejania, a ver si hace aparecer el barco que traiga a su ausente enamorado. Y asi lo hace. Capitulo III El otro enamorado Si hace quince dias que Areia se sienta sobre una roca en la playa y contempla fijamente las aguas, no es de extrafiar que el Mar, que esta siempre ahi donde estd, suponga que la muchacha est interesada en él. Aunque si este se detuviera a observar se daria cuenta de que lo que ella en realidad contempla con enorme empeiio es el horizonte en busca del barco que tanto espera, como si oteando el porvenir lo pudiera volver venturoso. Pero, desgraciadamente, y ya se vera por qué, el Mar no es para nada humilde; por el contrario, tiene delirios de grandeza. Y esos delirios, que no son mas que vanidad, nos hacen ser prepotentes y ver cosas donde no las hay. El no duda de que ella lo mira y atin 22 Didi Grau mas, de que lo admira, si no, {cémo es posible que de- dique cada una de sus tardes a observarlo? Y embebido de soberbia como esté, es incapaz de darse cuenta de que mas alla de las virtudes que es- tan a la vista como la belleza y la tenacidad, Areia es una joven de contextura fragil. Entonces, atraido por la muchacha y sin tener pre- sente este aspecto menos visible de ella, decide que es el momento de presentarse. Pero, gc6mo hacerlo? De una manera extraordinaria, ;qué menos? Se encrespa en una gran onda de agua que va tomando de a poco una forma humana. Areia, sentada observando el horizonte, se queda dura por la sorpresa de lo que ve frente a ella. Pasa- dos unos instantes reacciona y, alarmada, pensando que la masa de agua que se levanta ira a dar contra el lugar en donde descansa, baja lo mas rapido que pue- de de la roca y se esconde tras ella. Al rato, se asoma desde ahi atras y contempla el prodigio. El Mar, erguido en enorme hombre de agua, ufa- ndndose de cuanto puede amedrentar su presencia, pero seductor al fin, le habla de esta manera: —jJa, ja! No temas, preciosa. No voy a hacerte dano. Me mantendré en mi lugar. 24 Didi Grau La muchacha, impresionada por el agua parlante, queda sin habla. Es puro ojo asomado desde su es- condite. —Noté que me mirabas —dice, presuntuoso, el Mar—. jEstoy en lo cierto? Y ella, que no se explica cémo eso que parece un hombre de agua, y lo es, habla como un humano de carne y hueso, persiste en su mudez. —Veo que sos timida. jPero, claro, si no me pre- senté! —exclama, con desenfado, el Mar, y se inclina en una pomposa reverencia—. Sé que te parecera im- posible, pero creeme, soy el M... Pero se interrumpe cuando al irse incorporando nota que la muchacha ya no esta donde estaba ni en ningtin rincén de la pedregosa playa. Capitulo IV eMe estaré volviendo loca? Esa tarde Areia vuelve a su casa como si la persi- guiera un espanto. No bien llega, se encierra en su dormitorio para caer rendida en la cama. Esta pilida, asustada, confundida. No sabe qué pensar de lo que vio. La razén le dice que no puede ser verdad. ;O lo es? Tiene que ver yaa Nati y contarselo. Pero esta extenuada por la corrida y el susto, asi que lo deja para la mafana siguiente. — Y si mi mama pregunta qué me pasa? —se dice Areia—. jSe lo cuento? Va a creer que soné o que estoy delirando. Entonces me va a tocar la frente y tomar la temperatura, seguro. Ademas, tendré que confesar que voy por las tardes a la pla- ya. No, no le cuento. A decir verdad, ya no estoy 26 Didi Grau segura de si me pasé o lo imagino. jMe estaré vol- viendo loca? En eso se acuerda de un libro que debia tener en algtin lado. Uno de los cuentos que mas le gustaban de ese libro cuando era chica tenia que ver con una sirenita, hija del mar, y con un pescador que se ena- moraba de ella. ;Dénde estaba? Se pone a buscarlo, pero en su habitacion no lo encuentra, tampoco en la biblioteca del comedor. Al rato la Ilaman a cenar. Come poco y se va a la cama cansadisima. Sigue dando vueltas en su cabe- za el relato del pescador y la sirena y una frase que le habia quedado grabada, porque en su momento la habia impresionado: “Los hijos del mar son seres de perdicién, y se pierden quienes tengan trato con ellos”. Con estas palabras en su mente y la imagen del ser de agua que se le aparecié por la tarde, se va quedando dormida. Esa noche es una noche cargada de suefios extra- fos, como cuando era nena y tenia angina y la fiebre la hacia delirar. En el tiltimo de los suefios, Areia llega a una playa de arenas renegridas como luto, y desde adentro de una cueva sale a su encuentro una vieja de enorme tamajfio con cabeza de pez, que mientras Areia de playa, Areia de mar 27 se frota las huesudas y arrugadas manos le dice con voz cavernosa: “;Como ests, mi linda nifia? ;Que- rés que te ayude? Soy la bruja de la cueva. ;Querés que te ayude? En unos instantes, de un solo soplo, puedo formar una tormenta que haga hundir veinte barcos con sus piratas y hacer que la marea nos trai- ga sus cofres cargados de perlas y rubies. ;Lindo, no? Soy muy poderosa. ;Querés que te ayude, preciosa?” Y cuando Areia esta a punto de preguntarle si sabe algo del hombre de agua que se le apareci6 esa tarde, se despierta. — (Puff, fue un suefio! —piensa aliviada después de dar una ojeada a su alrededor—. Lastima que me des- perté antes de poder preguntarle. ;Qué o quién sera ese ser... hombre... cosa? Y como todavia es madrugada, se vuelve a dormir. Capitulo V Cortés y bien educada Por la mafana, lo que le paso el dia anterior se le mezcla con las cosas extrafias que sone y se le hace una gran confusién. Va a su clase de reposteria y después del almuerzo se dirige a la casa de Nati para contarle todo y ver qué opina, pero no la encuentra. Y como la misma calle la lleva a la playa, alli se dirige, porque a pesar de todo sigue con el propésito de divisar su barco y quiere, de paso, comprobar si lo que vivié la tarde anterior es verdad o un sueno de los que teje la fantasia. Si bien tiene curiosidad, Areia siente también bas- tante miedo, asi que, ya en la playa, por precaucién no se sube a la roca, se queda tras ella. Y se asoma desde ahi para ver el horizonte y vigilar la aparicién del extrafio ser, si lo hubiera. Areia de playa, Areia de mar 31 En eso, ve formarse de nuevo la onda de agua de apariencia humana y sabe que lo del dia anterior no fue un suefo. Atenta a la situacién, se pone en guar- dia sin salir del escondite. —Cémo estas, preciosa? Ayer no terminé de pre- sentarme, me dejaste con la palabra en la boca. Te decia que soy el Mar, el ancho y profundo Mar que te saluda. Areia, asomando todavia solo su cabeza, lo con- templa llena de dudas. —Es muy raro —piensa, mientras se agolpan en su mente un sinfin de sentimientos, dudas, recuerdos, deseos—. ;Serd un ser de perdicién? No, solo en los cuentos... Este no parece peligroso. Qué me puede pasar? En todo caso es solo agua. Ademas, tiene buen humor. Es bastante soberbio, eso si, pero parece gen- til. Puede ser divertida una criatura tan extravagante. gY en casa no quieren siempre que sea cortés y bien educada? Entonces, se decide y sale timidamente del es- condite. —Eso es —la alienta el Mar—. Te decia ayer que te veo sentada alli todas las tardes. Me asombra tu constancia. 32 Didi Grau —Yo... me llamo Areia —se anima a decir la mu- chacha, con la vista baja—. Vengo todas las tardes a mirar... —Lo sé, lo sé —la interrumpe el Mar, presuntuo- so y zalamero—. Nadie me habia mirado antes tan fijamente y con ojos tan bellos. —En realidad...— continta Areia, con dificultad, levantando la vista—. Vengo todas las tardes a mirar las aguas. Es que... —Es que... —la apura el Mar, ansioso. —Mi... no... vio..., mi novio tiene que regresar en cualquier momento —dice sonrojada y bajando otra vez la vista. Y enseguida confiesa—: Lo prometié. —Ah, es eso —observa, ahora decepcionado, el Mar—. Vacaciones que llegan a su fin, hombres que zarpan, promesas, promesas. {O me equivoco? Si sa- bré de eso... —Sé que en cualquier momento veré llegar su bar- co —agrega ella, desentendida de lo que escucha. —Ay, nifia, nifia. Parecés tan nueva en esto. Segu- ro que es tu primer amor. Y Areia no contesta, pero dicen por ella su callar y el tinte subido de sus mejillas. —Bueno, entonces no hay de qué preocuparse Areia de playa, Areia de mar 33 —dice, astuto, el Mar—. Ya volverd. Mientras, po- driamos ir conociéndonos. —Y enseguida, sin espe- rar respuesta de la muchacha—: A ver, jqué te puedo contar de mi? Uff, hay tanto. Te podria decir, por ejemplo, que soy inmensamente rico. {Lo sabias? No solo por los cuantiosos tesoros de los barcos piratas hundidos, jno! También por mi flora y por mi fauna, jriquisima!, y por los miles y millones de secretos que se esconden en mis profundidades. —Ehhh... —lo interrumpe, inquieta, Areia. Pero él, entusiasmado, sin escucharla: —Sabias, por ejemplo, que mis aguas marinas ocupan la mayor parte de la superficie del planeta? ~Asombroso, verdad? jJa, ja! Si, lo sé, soy inconmen- surable. —Ya... me tengo que ir —dice, vacilante, la mu- chacha. —Ah, te vas... Esperd un momento, ya vuelvo, en- seguida —dice el Mar, y sumerge su apariencia huma- na. Y en apenas un pestafiear sale a la superficie y hace deslizar una pequefia ola hasta donde esta la mucha- cha, para dejar a sus pies dos blancas y brillantes perlas. —Para vos, preciosa. Son auténticas, hechas en la mis prestigiosa Fabrica de perlas: el fondo marino. 34 Didi Grau Claro que no tienen el brillo de tus ojos, pero lucirian bellisimas en tus orejas. En un principio, Areia queda deslumbrada por el resplandor de las perlas. Después retrocede, duda del obsequio, no sabe si aceptarlo. —jlas vas a despreciar? —insiste el Mar, y con un breve pero efectivo movimiento provoca una onda suave que empyja las perlas al lado de la muchacha. Areia las contempla unos instantes, son divinas, cémo no. Parece pensarlo. Pero se arrepiente, se da media vuelta y echa a andar su camino de regreso a casa, no sin antes dedicarle una mirada furtiva a las aguas, pero a las que estan en lejania. —jAdiés, preciosa Areia! jHasta mafana! —se despide el Mar, y disuelve la figura liquida en el agua, mientras Areia se aleja ya sin mirar atras. Capitulo VI La voz de la caracola En la siguiente oportunidad que Areia visita la pla- ya encuentra, sobre la roca que le sirve de torre vigia, una caracola grande como un anan, de infinitos es- pirales, esmaltada de magenta, con delicados torna- soles verdosos. —jBuenas tardes, preciosa! Espero que te guste —-saluda el locuaz Mar apareciendo de repente, otra vez con su apariencia humana—. La elegi especialmente para vos de entre los tesoros que guardo en mi palacio. Pero, je, je, gsabias que tengo un palacio en las profun- didades, no? Esta hecho todo de ambar y de nacar, con techo de corales y piso de perlas relucientes. En sus jar- dines crecen esbeltas algas, anémonas gigantes, doradas estrellas marinas. Y se deslizan por alli peces como en 36 Didi Grau el cielo los pajaros. Estan la morena verde, el pez an- gel azul, el pez mariposa, el pez damisela, hay briosos caballitos de mar y hermosas tortugas con su traje de carey. Y cientos, miles, millones de caracolas como esa que ves, de distintos tamafios, formas y colores, que son como cajas de mtisica. Guardan en su seno la voz de las profundidades. Acercate, poné tu orejita y escucha. Y como ve que la muchacha duda, insiste: —De veras te lo digo, escucha. Y era en verdad una caja encantada, comprueba Areia cuando acerca su oreja a la abertura tornasola- da. De adentro no solo Ilegan los ecos del agua mari- na, que son la melodia de los suefios, sino que hay una voz que narra historias, mds bien las susurra a manera de poemas. Una de esas historias dice alegremente: En un barco hundido, en el fondo del mar, descansan los huesos del pirata Jack. Ya viven dos peces en su calavera. Areia de playa, Areia de mar 37 Adornada de algas se volvid pecera. Hay un cofre abierto con un gran tesoro, collares de perlas, pulseras de oro. Hoy se armaré un baile: trillas y langostas van al barco y sacan del cofre las joyas. Se prueban pulseras, aros, peinetones, mientras van llegando pulpos, mejillones. Con peluca de algas y ndcar de blusa, bailan transparentes las bellas medusas. Los corales cantan 38 Didi Grau alegres canciones, hacen percusion cinco tiburones. {Qué lindo es el baile que se arma en el mar! Ya bailan los huesos del pirata Jack! En eso, Areia saca su oreja de la caracola porque se acuerda, algo sorprendida, del principal motivo de estar en esa playa. Asi es que sin moverse del lugar, contempla unos instantes las aguas lejanas y vuel- ve enseguida a la caracola, interesadisima en oir una nueva historia. Esta vez, la voz le susurra un cuento de marineros, mientras el Mar, desde su lugar, mira a la muchacha extasiado. La voz que sale de la caracola lanza primero esta exclamacién: jAy, los tres marineritos, sin beber y sin comer! Sube y baja su barquito: la marea y su mecer, Areia de playa, Areia de mar 39 Para después contar: En una barca de vela, con las melenas al viento, navegan tres marineros volviendo de Barlovento. El viaje se hace muy largo, pasan meses navegando, lejos de casa, agotados, solo con penas penando. Tanta sed los marineres, tanta agua en ese mar, para beber, tres gotitas y kildmetros de sal. Tanta hambre marineros y habia para tragar solo tres galletas duras y kildmetros de sal. Se duermen sobre cubierta y empieza un lindo sonar: 40 Didi Grau que estan llegando a su tierra. éQuién quisiera despertar? Se asoman tres sirenitas, no hacen mds que curtosear, y viendo a los marineros se ponen a cuchichear. (Hace rato que le piden nuevos juguetes al mar. Y el mar, que es padre severo, no las quiere contentar.) Elige uno cada una, lo Hleva al fondo del mar. Felices van las sirenas, ya tienen con qué jugar. Va por la mar un velero volviendo de Barlovento con la cubierta vacia, solo lo maneja el viento. 42 Didi Grau Entre susurro y susurro vuela el tiempo, y cuando Areia toma conciencia de dénde esta, ya baja el sol sobre el vasto lomo del Mar. —jIncreible lo rapido que pasé la tarde! —piensa para si mientras se dispone a volver con los suyos. —jHasta manana, preciosa Areia! —exclama el Mar, y sefialando la caracola—: Te la podés llevar, es para vos. Pero Areia se niega nuevamente a aceptar un ob- sequio del hombre de agua y se va sin llevarselo. De repente se detiene y mira hacia atras, muy a la lige- ra, las aguas lejanas. Después, con la cabeza llena de susurros y de interrogantes, sigue su camino hasta perderse de vista. Capitulo VII Cuchicheos De todo lo acontecido en las tardes que visité la playa hasta ese momento, Areia tiene a su amiga al tanto. No asia sus padres, porque esta segura de que ellos no la van a entender y le prohibiran esas salidas. Asi que cuando va a la playa, en su casa dice que va a lo de Nati. —jAhora qué te regal6 el galan? —le pregunta la amiga, uno de esos dias en que se encierran a charlar en el dormitorio de Nati. — Galan? ;Qué galan? —EI genio de la botella en el agua. —(Estds loca? —pregunta, desorientada, Areia—. gQué genio? —Ay, qué lenta. El hombre de la playa, nena. 44 Didi Grau —Ah. Nada, no me regalo nada. ;O pensas que siempre me va a estar regalando cosas? Ademas, te aclaro que no es un galan. —Bueeeno —dice, burlona, Nati—, no te enojes. Cémo sos, jeh? Y dejandose caer de espaldas sobre la cama, que es donde estan sentadas, Nati deja volar su imaginacién: —En tu lugar, yo le pediria que me traiga collares de coral y unas peinetas de nacar para adornarme el pelo. Y con esas perlas que vos no aceptaste, yo me haria unos regios aros y me pasearia por el pueblo deslumbrando a todos. jAhhh! —suspira largo mi- rando el techo. Y al rato—: Che, gy qué hacen todos los dias? Y recostandose a su vez en la cama, Areia dice complacida: —Me cuenta historias. —Historias? ;Qué clase de historias? —Historias marinas. —Qué aburrido. —wNo te creas —explica Areia—. Es un gran narra- dor. Y tiene una voz... —Ay, cémo lo defendés. —Y vos cémo lo atacas. Areia de playa, Areia de mar 45 —Es que pienso en Damian —dice Nati—. ;Ya te olvidaste? —No...—contesta Areia en un tono ya no tan en- tusiasta como el de tiempo atrés—. gPara qué te creés que voy a la playa? —Para que te cuenten cuentitos. —No, voy para ver si llega el barco de Damian, pero aparece el Mar y me cuenta sus historias. ;Por qué no las voy a escuchar? —Tendra una esposa? —se pregunta Nati. —Y qué sé yo. —Y, si tiene un palacio es como un rey, asi que debe haber una reina. —Ni idea. —Preguntale —propone Nati, y enseguida, ponién- dose de costado para mirar a su amiga—: jYa sé! ¢Y si un dia voy con vos? — jAdé6nde? —A la playa. Dale. Me gustaria ver al genio de la botella —y como ve que Areia frunce el cefio—: Per- don, perd6n, al hombre de agua. Por ahi hasta me hace un regalo. Pero yo lo acepto, jeh? —Mmm... no sé —duda Areia. —Si, dale, Are —insiste la amiga. 46 Didi Grau —Uh, qué pesada, nena. —Pero acepta después sin demasiadas ganas—: Bueno, esta bien. —Mafiana —apura Nati. —Ufa —se queja Areia, que parece no querer com- partir sus tardes de playa con nadie—. Esta bien, pero pasado mafiana. Después me dejas tranquila, ;eh? —jlupiii! j|Qué emocién! Capitulo VIII Ulises y las sirenas Al dia siguiente, cuando Areia llega a la playa, el Mar la esta esperando. — Buenas tardes, preciosa Penélope! —saluda el Mar. —{Penélope? —dice, asombrada, la muchacha—. Me llamo Areia. —Pero deberias llamarte Penélope. ;Sabés por qué? Ella niega con la cabeza. —Asi se llamaba la fiel esposa de Ulises, que es- per6 durante veinte afios a que el héroe regresara al hogar. Y al ver confusién en la mirada de la muchacha: —jJa ja! Parece que te estoy hablando en chino. éNo leiste nada del héroe griego? —dice petulante—. 48 Didi Grau Sus hazafias aparecen en los libros. La gente cree que es ficcién, pero yo te puedo asegurar que estan equi- vocados. Si lo sabré yo que sostuve sobre mis espal- das su embarcacién cuando, por citarte algo, ocurrid aquel famoso episodio con las sirenas. —Las mujeres con cola de pez? —pregunta, ahora més animada, Areia—. Yo hace mucho lef un cuento en donde un pescador se enamoraba de una sirenita. éLo conocés? Pero no puedo encontrar el libro. —No, un momento. Las de cola de pez son mis hi- jas, viven en mis profundidades, y son bonitas, ale- gres y juguetonas. Algtin dia te las puedo presentar. Pero las sirenas de aquellas épocas antiguas en que vivia Ulises eran muy bravas, muy peligrosas. ;Sabés a qué me refiero? —Ni idea. —Por empezar, no tenian cola de pez, sino que eran enormes pajaros con bella cabeza de mujer. Amaban la misica y el canto. Vivian en una isla del Mediterraneo frente a Italia. Volando, se acercaban a los barcos que pasaban por alli, para aturdir a los marinos con sus cantos. La nave quedaba sin control hasta que se estrellaba contra los arrecifes. Y a los naufragos se los devoraban estas malvadas criaturas. Areia de playa, Areia de mar 49 —jA Ulises lo devoraron? —pregunta, ya muy in- teresada, Areia. —No, preciosa. Porque Ulises era muy habil y ade- mas, la diosa Circe lo habia prevenido. ;Sabés cémo hizo? —gCémo? —pregunta con ansiedad la muchacha, completamente absorbida por el relato. —Ordené a sus marineros que lo ataran de pies y manos al mastil de la embarcacién, luego de que él les hubiera tapado los ofdos con cera para que no es- cucharan las maléficas voces. Solo Ulises las pudo es- cuchar, pero aunque embelesado con los cantos traté de soltarse por todos los medios, no lo logré gracias a las fuertes ataduras. —Puff, menos mal. —Si, sobrevivié, y pudo volver después de tanto tiempo a donde lo esperaban sus afectos mas queri- dos. —Y agrega con mala intencién—: Pero hay otros que... ay, no parece que fueran a volver a donde los esperan, {no? Desentendiéndose de la indirecta del Mar que la despierta del encanto en que la sumergen sus historias, Areia ve que el sol comienza a bajar, y empieza ella a deslizarse de la roca hasta apoyar los pies en el suelo. Areia de playa, Areia de mar 51 Mientras lo hace, piensa si sera prudente contarle al Mar que la tarde del dia siguiente vendra acompafia- da por su amiga. “No, que sea una sorpresa”, se dice. Y levanta la mano en un saludo. —Me voy. Y el hombre de agua, con una reverencia: —jHasta mafana, preciosa Areia! Por la noche, Areia se duerme con las imagenes de barcos, sirenas y la figura del hombre de agua dan- do vueltas en su cabeza. El hecho de verlo con tanta frecuencia esta haciendo que deje de parecerle un ser extravagante para pasar a ser una especie de familiar y, para su contento, sobre todo alguien que le presta muchisima atenci6n. Capitulo Ix Las dos a la playa Al dia siguiente las amigas llegan juntas a la pe- dregosa playa. —Ay, qué nervios —le dice Nati como en secreto a su amiga—. Lo voy a conocer. —¢Para qué hablas en voz baja? —No sé, me da un poco de miedo —dice Nati mi- rando para los lados—. Vos avisame cuando sepas que va a aparecer, jeh? —Pero qué cobarde. No es un monstruo, no te vaa hacer nada. Le gusta mucho hablar y que lo escuchen. —Bueno, igual avisame que no quiero que me tome por sorpresa. Asi, las amigas quedan subidas a la roca mirando las aguas, Pasan un rato larguisimo, interminable, frente 54 Didi Grau a un mar que mueve sus aguas constante y acompa- sadamente, es decir, como lo hace siempre en todas partes y que, aunque no deja de ser un prodigio de la naturaleza, no es para nada lo que las muchachas esperan. Nati, que no puede estar mucho tiempo en silen- cio, le canta en el oido a su amiga: —La mar estaba serena, serena estaba la mar, pero llegé Areia y la mar se alborotdé. —jShhhhh! —la reta Areia—. Callate, nena, mira si te oye. —Jaja, es que esa cancion esta hecha para vos, a medida. —jShhh! —vuelve a callarla, Areia. Al rato, Nati pregunta: —Y? No lo veo. —wNo sé —dice Areia extrafiada—, siempre aparece. —Uh, qué plomo, justo hoy se le ocurre faltar. Pasa un rato mas y Areia sentencia con fastidio: —Yo sabia. No tenjas que venir. Lo arruinaste todo. —Ay, ella, tiene miedo de perder a su admirador —dice Nati, burlona. i . a 56 Didi Grau —jNo es cierto! Lo decis de envidiosa que sos. — Yo, envidia, de qué? ;De un monstruo agua- chento? jJa, ja! Areia no contesta porque el enojo la enmudece, pero empieza a bajarse de la roca decidida a irse. En eso, en el horizonte, se empieza a dibujar la fi- gura de un barco. —jUn barco! —exclama Nati—. jAre, un barco! Pero ante la indiferencia de su amiga, va tras ella. Mientras se alejan en silencio hacia sus casas, Areia va pensando en las palabras burlonas de Nati y com- prueba, algo preocupada, que no admite lo que dice su amiga porque es la verdad, tiene miedo de perder a ese admirador que esta siempre tan pendiente de ella. Y a la hora de irse a dormir, instalada ya en su cuarto, no deja de preguntarse con cierta melanco- lia por qué no habia aparecido esa tarde el hombre de agua. “No debe querer que nadie lo vea. Solo yo. Si, debe ser eso”. Y con este pensamiento que la tranquiliza, se queda dormida. Capitulo X La leyenda de la ballena caminadora Como tantas otras tardes desde hace alrededor de tres meses y sin tener todavia noticias de Damian, Areia llega a su pequefia playa y enseguida frente a ella aparece el hombre de agua. Hace ya bastante tiem- po que se olvida de contemplar el horizonte, debido a que se distrae con la atractiva charla de este ser excep- cional. Innumerables relatos lleva escuchados de boca del hombre de agua, y vuelve cada dia por mas. Entonces, se acomoda como siempre en su sitio y, ya en total confianza, se dispone a escuchar. —La historia de la ballena que te voy a contar hoy, me la conté la propia ballena el dia que se hizo ser de agua, hace mucho tiempo. Porque en el pasado ella caminaba sobre la tierra. gLo sabias? 58 Didi Grau —No puede ser —responde, incrédula, Areia—. éLa ballena? —Te digo que si. ;Querés que te cuente? —Si, claro —dice ella, interesadisima. —Bueno, fue asi: Por tierras de la Patagonia andaba un dia la ballena en cuatro patas zangoloteando su gigantesco cuerpo. Y como era muy dormilona o estaba muy aburrida, vaya uno a saber, se la pasaba bostezando. Y con cada bostezo de su enorme boca, imaginate, aspiraba todo lo que tenja cerca. En esa época vivian los tehuelches por alli y se quejaban los pobres de que de un momento a otro desaparecian personas, animales y hasta viviendas. —j{Tanto cabe adentro de una ballena? —inte- rrumpe Areia. —Y mas —replica el Mar, y continta—: Como la gente del pueblo sabia quién causaba la catdstrofe, fueron a pedir ayuda al dios Elal. Entonces el dios, transformado en tabano, logré meterse adentro de la ballena para hacer salir a todos los que estaban ahi. —{Vivos? —Aja. —dY cémo era que estaban vivos si se los habia comido? Areia de playa, Areia de mar 59 —No, momento. No se los habia comido, se los habia tragado, sin darse cuenta y sin masticarlos. No habia mala intencién en la ballena, solo era algo dis- traida. Bueno, sigo: asi que ahora Elal tenia que deci- dir qué hacer con esta catastr6fica ballena. Cuando decidié, la llamo y la llevé con él a la costa y le expli- c6 que como en tierra causaba todos esos problemas, de ahi en mas deberia vivir en el agua. —éY ella acept6? —Y, mucho no le gusté la idea, decia que solo pen- sar en agua le daba escalofrios. Por eso, ni bien se zambull6 en mis frias aguas surefias, después de pe- gar unos cuantos gritos por la impresién que le cau- s6 la baja temperatura, me cont6é lo que pasaba y me rog6 que intercediera ante Elal para que ella pudiera volver a la tierra. Yo lo intenté, fui lo mds persuasivo del mundo, pero no hubo caso. Es que cuando un dios como él toma una decisién, ni yo puedo hacerlo dar marcha atras. —4Y cémo aprendié a nadar?, jvos le ensefaste? —Yo le di las primeras lecciones y un menjunje a beber, para que se acostumbrara més rapido al agua. Después se encargaron mis hijas, las sirenas, que ju- garon mucho con ella hasta que fue aprendiendo y 60 Didi Grau las patas se le transformaron en aletas, como las tie- ne hoy dia. Cuando el Mar ve que la muchacha se mueve pre- parandose para volver, dice con ansiedad: —Espero que te haya gustado mi historia. Tengo todavia infinidad de cosas para contarte, maravillosos relatos, todos ciertos aunque algunos digan lo con- trario. Me quedaré pensando cuél de ellos te cuento manana. —Todavia no encontré mi libro sobre la sirena y el pescador —dice Areia antes de irse—. ;Me podras contar manana alguno de sirenas? —Pero, si, como no —promete el Mar—. Mafana... Y viéndola alejarse, piensa para si: “Dentro de unos afos, cuando ella sea mayor, la haré mi espo- sa. Le daré a beber el brebaje que la convertird en ser de agua, y entonces la llevaré a mi palacio de nacar y sera la reina de las profundidades. Alli viviremos fe- lices para siempre. Si”. Capitulo XI Jade, la sirena enamorada Al dia siguiente, Areia llega a la playa entusias- mada por la perspectiva de oir una historia real de sirenas. Se acomoda en su lugar y mira las aguas, sor- prendida de que su “admirador”, como le dice Nati, no haya aparecido de inmediato. Y se inquieta mas cuando pasan los minutos y sigue sin aparecer. En los primeros dias de playa, ella se hubiera distrafdo mi- rando el horizonte para divisar un barco, “el barco”. Sin embargo, desde hace un tiempo esta pendiente de otra cosa. Pasa el rato y, rodeada del silencio de la playa, sin la ansiosa espera del barco ni la histriénica voz del Mar, Areia empieza a sentirse atrapada en una situa- cién rara, que la confunde y la enoja. 62 Didi Grau —Esperar aqui sentada como si fuera lo mas na- tural del mundo a que aparezca un hombre hecho de agua. Tiene raz6n Nati, jqué boba que soy! ;Qué hago aqui esperando? ;Esperando qué? —Y mientras se pregunta todo esto, se siente mas sola y desampa- rada que nunca. Pero cuando, palida por el enojo, se esta bajando de la roca para volver sobre sus pasos, aparece repen- tinamente su “admirador” y se disculpa. —jNo te vayas, preciosa, aca estoy, te pido per- don! Siento haberte hecho esperar, pero en mi mundo, como en el tuyo, a veces hay problemas, y me retrasé. Los colores vuelven de inmediato a pintar las me- jillas de Areia, que se sienta de nuevo de cara al Mar. —Me habias pedido una historia de sirenas, y es lo que hoy te voy a contar —empieza diciendo el Mar—. Esta te la puedo contar con lujo de detalles porque su- cedio en la familia. "Fue hace muchos afios en las costas de un pueblo inglés. La protagonista femenina es Jade, una de mis preciosas hijas. Lo que le sucedié fue que se enamo- r6 de la prodigiosa voz de un ser de la tierra, del jo- ven Matias que entonaba canticos todos los dias en la iglesia del pueblo. Cada vez que mi hija se asomaba a Areia de playa, Areia de mar 63 la superficie y se acomodaba sobre una piedra, de las que hay en el agua, para peinar sus largos cabellos, se deleitaba escuchando su voz. Pero solo su voz, nunca lo habia visto. ”«sDe donde vendra ese canto tan hermoso que trae la brisa?’, se preguntaba Jade cada dia. "Un dia, por la orilla del agua llego hasta la iglesia y supo que de ahi provenia esa voz tan dulce como la de un pajaro. Pero no podia detenerse alli mucho tiempo porque cuando la marea bajaba, corria el peli- gro de quedar varada en la arena. Asi que se sumergio y volvié a las profundidades. No bien vi su semblante supe lo que le pasaba. ”_Es suficiente con que oigas, hija —le dije—. Pero ver, no, es demasiado peligroso. ”_Tengo que entrar a esa iglesia, padre, por favor. ”—Pero, Jade, esa voz es la de un hombre que ca- mina por la tierra. Nosotros somos seres del agua... ”_Entonces —gimi6 ella—, si no puedo ir, prefie- ro morirme. ”Y como no pude soportar el verla tan triste, su- cumbi a su deseo. Le di un vestido todo hecho de perlas y corales para que se cubriera la cola de pez y le adverti que se cuidara y recordara regresar con la 64 Didi Grau marea alta, si no seria imposible volver. Me prometid que lo haria. Vieras qué radiante estaba de felicidad. "Asi disfrazada y con algo de dificultad para tras- ladarse, llegé a la iglesia y para no ser vista se ubicé en la parte trasera. Alli pudo escuchar y también ver al joven Matias, segiin ella tan hermoso como un an- gel y con la voz de un arpa celestial. "Cada dia Jade lo iba a escuchar sin ser vista por él y se volvia antes de que bajara la marea. Asi durante un afio. Hasta que una vez, estando en la parte tra- sera de la iglesia como siempre, a mi hija se le escapd un suspiro, un suspiro mas suave que el susurro de una ola, pero suficiente para que el joven la escucha- ray la viera, quedando obnubilado por sus preciosos ojos. Fue un amor a primera vista. ”Pero Jade se asust6, porque yo le habia dicho que no debian verse. Entonces salié apurada del recinto. ”—;No te vayas! —exclamé Matias corriendo tras ella. ”Y dandole alcance le rogé que se quedara con él. ”—No puedo quedarme —dijo Ilorando Jade—. Me empiezo a sentir mal por la pérdida de humedad. Soy una criatura del agua, y debo volver a donde pertenezco. ”_Entonces me voy con vos —dijo él sin dudar ni un segundo—. A tu lado es donde quiero estar. 66 Didi Grau "Dicho esto, Matias levant6 en brazos a Jade y se encamin6 de prisa hacia la orilla del agua, mientras eran perseguidos por la gente de la iglesia gritandole al joven que volviera. Por unos instantes el hombre de agua se queda en silencio, pero Areia lo apura porque esta interesada como nunca en el relato y quiere saber como termina. —\a vl2z\/c|>}/

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