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Vivimos en un constante replanteo sobre el estado, esta crisis de legitimidad que hay sobre

nuestros gobiernos nos hacen replantear la forma de gobierno en una democracia aun joven.

Definamos al estado como una forma de organización política que ostenta el poder
administrativo y soberano, ejerciendo el monopolio de la violencia. También se denomina
Estado al conjunto de instituciones que tienen la finalidad de administrar los asuntos públicos.

Con respecto al estado como gobierno, la filosofía política que ha reinado por los últimos 90
años en occidente, es la necesidad de un estado fuerte y desde el New Deal de Franklin D.
Roosevelt y su política intervencionista puesta en marcha para luchar contra los efectos de la
Gran Depresión en Estados Unidos el estado bajo la máscara del bienestar se ha hecho cada
vez más grande.

En esta lucha por romper estos paradigmas, retomaremos dos ideas centrales, la de Adam
Smith y la de Friedrich August von Hayek.

Es importante resaltar que la idea no es reducir todo el articulo a tener un “gobierno limitado”
basado solamente a los criterios de no intervención del estado y de que solo debe accionar
solo en la protección de los derechos individuales. Debemos sacudirnos de esa comprensión
simplista de lo que denomínanos sociedad civil y las instituciones estatales, así como que la
economía de mercado es lo más característico del liberalismo, “en realidad, la economía de
mercado también puede existir en las sociedades colectivistas. Lo que caracteriza al
liberalismo es el reconocimiento de los derechos de propiedad y de la libertad contractual”

Esta idea de estado de bienestar pone sus bases en los derechos sociales, estos no son
indispensables para fortalecer las dictaduras de estilo personal como Lenin, Stalin, o Mao,
hemos aprendido que la democracia puede ser puesta al servicio de la opresión como la de
Chávez, Maduro, Correa, Morales, los Kirchner, y Lula da Silva, Popper dijo “la tentativa de
llevar al cielo a la tierra produce como resultado invariable el infierno”

Ayn Rand en la virtud del egoísmo nos dice que “El principio de los derechos individuales del
hombre represento la incorporación de la moral al sistema social, como una limitación al
poder del Estado, como la protección del hombre contra la fuerza bruta de lo colectivo, como
la subordinación de la fuerza al derecho”.
Veamos los postulados de Smith y de Hayek, para Adam Smith el Estado debe hacerse cargo
de ciertas funciones necesarias pues el mercado no alcanza a interesarse por ellas.

Smith postula a la benevolencia, la solidaridad, la gratitud y la compasión como virtudes


morales cuya difusión resulta indispensable para lograr una mayor armonía social. También el
economista escoces nos dice que el amor propio o el interés personal expresados en los
intercambios mercantiles funcionan como uno de los principales motores de la producción de
riqueza.

Hayek por otra parte afirma la necesidad prioritaria de reducir la concentración del poder
gubernamental a partir de la protección de la propiedad privada: los individuos podrán decidir
qué hacer con sus vidas sólo si el control de los medios de producción se divide entre muchas
voluntades independientes

Hayek caracteriza al estado de bienestar como un modelo social que intenta corregir los
potenciales déficits del mercado a partir de un ejercicio de carácter eminentemente
intervencionista. En dicho ejercicio, el Estado deja de funcionar como una entidad neutral e
imparcial encargada de administrar la justicia y de vigilar que nada interfiera los intercambios
de mercado. En lugar de eso, utiliza su poder y su autoridad para subsumir la órbita privada a
la órbita pública modificando las dinámicas de desarrollo social en beneficio de un grupo
particular: las masas de asalariados.

Entonces la estructura estatal burocrático-keynesiana funciona como un obstáculo para el


ejercicio de la libertad individual. La implementación de las políticas de subsidio y protección
a ciertos sectores de la población tenía por costo la libertad que cada individuo resignaba para
hacer frente a las cargas impositivas que el Estado debía establecer para sostener dicho
sistema de protección social. De allí que los principios de funcionamiento del estado de
bienestar fuera para Hayek contrario a los principios de la equidad y también a los criterios de
la eficiencia productiva, pues el reaseguro de los servicios proveídos por el Estado redundaba
en una falta de incentivos para la búsqueda del progreso económico por parte de cada
miembro de la sociedad. Un sistema que no fomentaba el aumento de la productividad
resignaba la posibilidad de acrecentar las tasas de ganancia a nivel macroeconómico, lo que
repercutía negativamente en el crecimiento del Producto Bruto Interno comportando
enormes perjuicios para el conjunto de todos los involucrados

La atención que tanto Smith como Hayek dedican a las nociones asociadas a la estatalidad
deriva en la enumeración de una serie de criterios que deben realizarse para que el
liberalismo sea posible, una serie de condiciones indefectibles. La construcción de la presenta
como un resultado sólo asequible a partir de que el Estado garantice una muy concreta y muy
precisa forma de intervención en la esfera de lo social. De este modo, la erección de un Estado
liberal no configura una consecuencia sino un requisito, una condición de posibilidad del
“orden espontáneo”.

Lo cierto es que el estado de bienestar está viviendo su propia crisis existencial, por otra
parte la idea de un estado liberal aun no se ha convertido en realidad.
La pregunta que deberíamos hacernos es ¿puede un estado de derecho, democrático, liberal
desarrollar por sí mismo los valores necesarios para generar cohesión y solidez a una nación?
¿Puede un estado liberal ofrecer resistencia a las crisis y por parte lograr aceptación entre los
ciudadanos?

Un estado constitucional democrático, no vive únicamente de reglas, normas, instrucciones,


instituciones y definiciones funcionales escritas y constituidas democráticamente. El estado
democrático depende de condiciones normativas previas, ninguna constitución es garantía
por sí misma, es necesario relacionar la actitud pública con el estado. Es necesario sentar un
fundamento sostenible de libertad con responsabilidad.

La forma que puede concretarse un estado democrático y liberal no se da de manera exógena


al individuo sino viene como resultado de una necesidad interior. Es necesario comprender
que el éxito de un estado liberal depende de que le lleguen los presupuestos éticos necesarios
desde la acción humana.

Fue el propio Karl Marx quien dijo “El obrero tiene más necesidad de respeto que de pan". Y
sobre eso vamos, el primer concepto es sobre la constitución, una constitución liberal no exige
del ciudadano virtudes como altruismo, abnegación, amor al prójimo, este tipo de modelos
virtuosos llevan a radicalizar el poder del Estado y, en última instancia, a la revolución. El
estado constitucional liberal, en cambio, asume desde la razón que el hombre persigue su
interés propio, que la virtud y una ética de la responsabilidad no devienen en deber jurídico
pero constituyen el fundamento sobre el cual se desarrollan la capacidad y la afirmación de
libertad.

El poder político no solo debe ser controlado desde el estado de derecho, también requiere
ser acompañado, orientado y contenido éticamente. La ética del poder, la ética de la
democracia, la conducta y acción moral de los ciudadanos y de la dirigencia política son
ámbitos de la política y de la gestión pública que ninguna constitución democrática puede
regular en forma vinculante para todos y con garantía de obediencia.

El estado no puede forzar la solidaridad cívica.

Surgen entonces preguntas que debemos responder ¿Qué mantiene la cohesión del estado?,
¿Qué fuerzas asumen el rol de cimentar un orden público democrático en una sociedad
liberal? ¿De qué fuentes brotan los compromisos normativos y la orientación ética? ¿De qué
manera puede surgir la correspondiente conciencia entre los afectados? ¿Puede el estado de
derecho democrático fundamentar y renovar los valores y las fuerzas de cohesión que
necesita para subsistir por sus propios medios? ¿con que otras fuentes cuenta la democracia y
el estado?
Éxitos una relación simbiótica entre la democracia, estado, libertad y un nuevo elemento que
está presente en estos ámbitos, la religión.

El desafío consiste en conjugar de manera constructiva política y religión dentro del estado de
derecho democrático y secularizado.

La propuesta sobre la religión como un derecho humano -El artículo 18 de la Declaración


Universal de Derechos Humanos asegura que todos tenemos derecho a nuestras propias
creencias, a tener una religión, a no tener ninguna o a cambiarla- es tan amplia y compleja
que no excederé en cuestiones teológicas y filosóficas que sin duda sería más que
interesante, si interesa en este momento los aspectos culturales constitucionales y
democráticas.

La libertad como valor liberal.

La sociedad liberal es, como toda sociedad, la manifestación de cierto sistema de valores, en
la cúspide de la escala de valores está el de la libertad, el término latino “liberalis” significa
relativo a la libertad, y además “digno de un hombre libre, decente bondadoso”.

¿En que se funda la preeminencia del concepto de libertad? Los seres humanos somos
diferentes. Nos diferenciamos por nuestras formas y aspectos, por nuestro origen y nuestros
talentos, por nuestra educación y capacidad, por nuestros conocimientos y problemas, por
nuestras circunstancias y formas de vida, por nuestros objetivos y conceptos de vida como el
de la felicidad. Nadie s e asemeja a ningún otro. Cada uno es único e inconfundible.

Así también, toda persona desea desarrollarse de conformidad con esta individualidad
inconfundible. A partir de circunstancias distintas, todos aspiran a lograr, por caminos
distintos, todos aspiran a lograr, por caminos distintos, objetivos distintos. Para poder seguir
nuestro camino individual y cumplir con nuestro proyecto de vida, necesitamos libertad.

El derecho a a la libertad es un don innato de los seres humanos. Según Kant “el desarrollo de
todas sus potencialidades, es la suprema intención de la naturaleza”

La marcha hacia la libertad consta de pasos importantes, el primer paso implica la liberación
de toda coacción externa arbitraria e indigna, consiste en la supresión de la tutela arbitraria
en todos los dominios de la vida, en la ampliación de las posibilidades de obrar conforme a la
voluntad propia sabiendo que cada acto tiene una consecuencia. El segundo paso se trata de
la liberación de la coacción interna ejercida por los prejuicios y las pasiones y las
servidumbres.

La quinta esencia de la persona reside en su espíritu, en su capacidad para obrar


racionalmente. El ser humano no es libre si no es capaz de servirse de su espíritu y de someter
sus actos, en una medida decisiva, a la censura del mismo. En palabras de Leibniz “somos
tanto más libres cuanto más obramos de conformidad con la razón y estamos tanto más
esclavizados cuanto más nos dejamos gobernar por Las pasiones”.

El liberalismo aspira, pues, a lograr una doble libertad, la independencia de la indigna coacción
externa y la emancipación de las servidumbres internas igualmente indignas que impiden
actuar de forma racional.

Entonces entendiendo que es la libertad para el individuo es preciso que definamos tres
conceptos básicos, democracia, estado y religión.

No existe una antinomia entre democracia y estado, la democracia y el estado son indivisibles,
forman una unidad.

¿Qué es la democracia? La definición mas sucinta y más contundente es la que Abraham


Lincoln plasmara en su discurso pronunciado en Gettysburg el 19 de noviembre de 1863
cuando habló del “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. La democracia es un
sistema político, una forma de gobierno. Es una forma de gobierno y una forma de vida al
mismo tiempo.

Ante todo, la democracia necesita demócratas, entiéndase por demócratas los miembros de
una sociedad civil que ajusta su forma de vida personal y social a las normas de la de la
democracia. La democracia no puede obligar a los ciudadanos a observar una conducta
democrática. Depende de la aprobación voluntaria de la gran mayoría de ciudadanos de sus
valores, reglas principios e instituciones, por lo que de inmediato se enfrenta al primer
problema. Nadie nace siendo demócrata. La democracia debe aprenderse.

El ejercicio de sus reglas y formas de conducta, también la conciencia acerca de su orientación


valorativa es necesidad primaria de la democracia, la formación política como educación
democrática es una necesidad insustituible.

La democracia también depende de ciertas condiciones. Solo puede darse cuando existen
raíces históricas que se nutren de la tradición cultural, los valores y el acervo histórico de un
país. El acervo histórico ocupa un lugar preponderante la cultura como forma de vida de las
personas. Para muchos ciudadanos, la religión es un elemento sustancial de esa cultura.
También son importantes las bases económicas, un orden económico justo (libre) capaz de
garantizar una estructura de poder económica relativamente justa. Otra condición para que la
mayoría de los ciudadanos acepte la democracia como forma de estado y de vida es la
existencia de justicia social, posible gracias al funcionamiento del estado de derecho, y
nuevamente la religión y el estado de derecho nos ayudan a romper el paradigma socialista de
justicia social, en el nuevo testamento el señor Jesús dijo en Lucas 20:25 “Entonces les dijo:
Pues dad á César lo que es de César; y lo que es de Dios, a Dios” es decir dar lo que uno
merece, ni más ni menos.

Una condición fundamental es la aceptación voluntaria del consenso democrático. Debe


existir consenso en al menos cuatro niveles a) un consenso de valores que expresa la
aprobación de las bases espirituales y éticas, b) un consenso sobre el sistema, que indica la
confianza en que el libre juego de las fuerzas políticas posibilitara con el tiempo un orden
justo, c) un consenso sobre las reglas de juego que regirán la competencia entre diferentes
ideas y fuerzas para llegar también a un acuerdo sobre las reglas que se aplicarán a la solución
de conflictos, d) también debe ser aclarado como se toman las decisiones políticas.

La democracia liberal requiere de consenso. Un consenso mínimo implica que existe un piso
de coincidencias sobre la vida social, económica y política de un pueblo. En una democracia
liberal nunca será posible llegar a un consenso por la fuerza. El consenso tiene siempre
carácter voluntario.

Es indispensable que ciudadanos y mandatarios posean un mínimo de ética democrática. La


moral política constituye uno de los pilares de la democracia y es a la vez, el núcleo de la
ética. Tampoco debe ignorarse que la democracia no viene con garantía de existencia
duradera. Un estado democrático no se termina de construir nunca, nunca será cien por
ciento justo, ni mucho menos perfecto, es tan imperfecto como lo son sus ciudadanos.

Juca Fevel

Bibliografía

Karl Popper, la sociedad abierta y sus enemigos.

Sebastián Botticelli Adam Smith y Friedrich Hayek Dos concepciones liberales del Estado

Josef Thesing, valores y cohesión social.

Paul kirchhof, la sociedad post secular.

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