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Isabel I de Castilla

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«Isabel la Católica» redirige aquí. Para otras acepciones, véase Isabel la Católica
(desambiguación).
Isabel I de Castilla
Reina de Castillaa
Reina consorte de Aragón, Valencia, Mallorca, Nápoles, Sicilia, Cerdeña y condesa
consorte de Barcelona
Juan de Flandes - Isabel la Católica (Palacio Real, Madrid, 1500-04. Óleo sobre
tabla, 63 x 55 cm).jpg
Isabel la Católica, por Juan de Flandes (c. 1500). Óleo, 63 × 55 cm, Palacio Real
de Madrid.1
Reina de Castilla
junto a Fernando V desde 1475
13 de diciembre de 1474-26 de noviembre de 1504
Predecesor Enrique IV
Sucesor Juana I
Reina consorte de Aragón, Valencia, Mallorca, Cerdeña y condesa consorte de
Barcelona
20 de enero de 1479-26 de noviembre de 1504
Predecesor Juana Enríquez
Sucesor Germana de Foix
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Información personal
Coronación 13 de diciembre de 1474
en la iglesia de San Miguel de Segovia
Nacimiento 22 de abril de 1451
Madrigal de las Altas Torres, Corona de Castilla
Fallecimiento 26 de noviembre de 1504 (53 años)
Medina del Campo, Corona de Castilla
Sepultura Capilla Real de Granada
Religión Católica
Familia
Casa real Trastámara
Padre Juan II de Castilla
Madre Isabel de Portugal
Consorte Fernando II de Aragón
Hijos Véase descendencia
Firma Firma de Isabel I de Castilla
Coat of Arms of Queen Isabella of Castile (1492-1504).svg
Escudo de Isabel I de Castilla
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Isabel I de Castilla (Madrigal de las Altas Torres, 22 de abril de 1451-Medina del
Campo, 26 de noviembre de 1504) fue reina de Castillaa desde 1474 hasta 1504, reina
consorte de Sicilia desde 1469 y de Aragón desde 1479,2 por su matrimonio con
Fernando de Aragón. También ejerció como señora de Vizcaya. Se conoce también como
Isabel la Católica, título que le fue otorgado a ella y a su marido por el papa
Alejandro VI mediante la bula Si convenit, el 19 de diciembre de 1496.3 Es por lo
que se conoce a la pareja real con el nombre de Reyes Católicos, título que usarían
en adelante prácticamente todos los reyes de España.

Se casó el 19 de octubre de 1469 con el príncipe Fernando de Aragón. Por el hecho


de ser primos segundos necesitaban una bula papal de dispensa que solo consiguieron
de Sixto IV a través de su enviado el cardenal Rodrigo Borgia en 1472. Ella y su
esposo Fernando conquistaron el Reino nazarí de Granada y participaron en una red
de alianzas matrimoniales que hicieron que su nieto, Carlos, heredase las coronas
de Castilla y de Aragón, así como otros territorios europeos, y se convirtiese en
emperador del Sacro Imperio Romano.4
Isabel y Fernando se hicieron con el trono tras una larga lucha, primero contra el
rey Enrique IV (véase Conflicto por la sucesión de Enrique IV de Castilla) y de
1475 a 1479 en la guerra de Sucesión castellana contra los partidarios de la otra
pretendiente al trono, Juana.5 Isabel reorganizó el sistema de gobierno y la
administración, centralizando competencias que antes ostentaban los nobles; reformó
el sistema de seguridad ciudadana y llevó a cabo una reforma económica para reducir
la deuda que el reino había heredado de su hermanastro y predecesor en el trono,
Enrique IV. Tras ganar la guerra de Granada los Reyes Católicos expulsaron a los
judíos de sus reinos.6

Concedió apoyo a Cristóbal Colón en la búsqueda de las Indias Occidentales, lo que


llevó al descubrimiento de América.78 Dicho acontecimiento tendría como
consecuencia la conquista de las tierras descubiertas y la creación del Imperio
español.

Vivió cincuenta y tres años, de los cuales gobernó treinta como reina de Castilla y
veintiséis como reina consorte de Aragón al lado de Fernando II. Desde 1974 es
considerada sierva de Dios por la Iglesia católica, y su causa de beatificación
está abierta.

Índice
1 Biografía
1.1 Infanta de Castilla
1.1.1 Nacimiento
1.1.2 Primeros años
1.1.3 Traslado a la corte
1.1.4 Revuelta de los nobles
1.2 Acuerdos matrimoniales
1.3 Reinado
1.4 Muerte
2 Testamento y sucesión
3 Posteridad
4 Descendencia
5 Ancestros
6 Títulos
7 Semblanza de la reina
8 Véase también
9 Notas y referencias
9.1 Referencias
9.2 Bibliografía
9.3 Bibliografía especializada
10 Enlaces externos
Biografía
Infanta de Castilla
Nacimiento

Actual monasterio de Nuestra Señora de Gracia, lugar de nacimiento de Isabel la


Católica, en la localidad de Madrigal de las Altas Torres.

Sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal en la cartuja de Miraflores

Juan II de Castilla
Isabel de Castilla nació á las 4.30 después del mediodía,9 del 22 de abril de 1451,
día de Jueves Santo. Era hija del rey Juan II de Castilla y de su segunda esposa,
Isabel de Portugal. Sus abuelos paternos eran los reyes de Castilla, Enrique III y
Catalina de Lancaster, y los maternos, el infante Juan de Portugal, hijo a su vez
de Juan I de Portugal, y de Isabel de Barcelos (de la casa de Braganza).
La fuente más importante que se conserva sobre el nacimiento es la carta que Juan
II envió a la ciudad de Segovia anunciando el nacimiento:

"Os hago saber que por la gracia de Nuestro Señor este jueves próximo pasado la
reina doña Isabel, mi muy querida y muy amada mujer, escaeció de una infanta, lo
cual os hago saber para que deis muchas gracias a Dios".10

La infanta nació en Madrigal de las Altas Torresb, donde la reina Isabel de


Portugal residía circunstancialmente, en el palacio que hoy ocupa el monasterio de
Nuestra Señora de Gracia. Se trataba por entonces de una pequeña villa amurallada
de realengo, dote de la reina, perteneciente a la jurisdicción de la tierra de la
villa de Arévalo. Fue bautizada en la iglesia de San Nicolás de la misma Madrigal
de las Altas Torres, recibiendo el nombre de su madre, que por entonces no era
frecuente en Castilla. El lugar y la fecha de nacimiento han sido históricamente
discutidos, teniendo en cuenta que cuando nació, nadie era consciente de la
importancia que esa niña iba a tener en el futuro.

Primeros años

Maqueta del palacio de Juan II, residencia de Isabel en sus primeros años, junto a
su madre y hermano

La demencia de Isabel de Portugal. Cuadro atribuido al pintor barcelonés Pelegrín


Clavé, en el que se muestra a la reina viuda de Castilla, Isabel de Portugal,
siendo víctima de uno de sus ataques de demencia. A su lado se encuentran su hijo
menor, Alfonso de Castilla (izquierda) y su hija mayor, la futura reina Isabel la
Católica (derecha) junto con otros personajes de la pequeña corte que acompañaba a
la familia.

Gonzalo Chacón en un retrato imaginativo de 1556.


Isabel nació como infanta, pues el título de heredero y príncipe de Asturias
correspondía a su hermano de padre, don Enrique, nacido veintiséis años antes, en
1425, del primer matrimonio del rey con su prima María de Aragón y que sucedería a
Juan II como monarca. Dos años después del nacimiento de Isabel, el 15 o 1712 de
noviembre de 1453, la reina volvió a dar a luz en Tordesillas un varón, el infante
Alfonso, con lo que Isabel quedó relegada a un tercer lugar en la línea de
sucesión.

El nacimiento de ambos infantes fue muy celebrado, especialmente el del infante,


pues aseguraba la sucesión en el trono. El príncipe de Asturias estaba por entonces
casado con Blanca de Navarra, pero carecían de hijos, y según los rumores, la
princesa seguía "tan doncella como el día en que nació".13

En sus primeros años de vida, Isabel acompañó a sus padres en sus continuos
desplazamientos con la corte. Eran tiempos problemáticos donde la nobleza acaparaba
una buena parte de la autoridad, apareciendo claramente separada en dos bandos: el
del valido del rey, Álvaro de Luna, condestable de Castilla y maestre de la Orden
de Santiago y el del príncipe Enrique, alrededor del cual se aunaban un conjunto de
aristócratas recelosos de la posición de don Álvaro. La reina Isabel, consciente de
la posición secundaria en la que había quedado su esposo y sabedora de los abusos
cometidos, usó su influencia y consejo sobre el rey, logrando finalmente minar la
confianza que este tenía sobre don Álvaro, que fue arrestado, juzgado y degollado
en la Plaza Mayor de Valladolid en 1453. Quedó victoriosa la otra facción, la que
secundaba al príncipe de Asturias.

El rey Juan II murió el 22 de julio de 1454, cuando Isabel tenía solo tres años. En
su testamento, redactado poco antes de su fallecimiento,c el monarca regulaba su
propia sucesión, pues en el siglo XV, los testamentos reales eran ley fundamental
en estos asuntos.14 La corona recaía en su primogénito, don Enrique, que en caso de
no dejar descendencia legítima, pasaría al infante Alfonso. En caso de
fallecimiento de ambos sin descendencia legítima, 15

"(...) en tal caso aya e herede los dichos mis regnos la dicha infanta doña Isabel
e sus descendientes legitimos."

También se preocupó Juan II de dejar bien situados a sus dos hijos menores en su
testamento. Se asignaba a Isabel la villa de Cuéllar y, muerta su madre, recibiría
la villa de Madrigal, que volverían a la Corona una vez la infanta estuviera dotada
y casada; y a partir de los diez años, una renta supletoria hasta que sus ingresos
alcanzasen el millón de maravedíes.16 Sin embargo, por su condición de mujer, la
herencia de Isabel quedó muy desigual con respecto a la de su hermano Alfonso, que
recibía el maestrazgo de Santiago, con sus suculentas rentas, además de las
localidades de Huete, Escalona, Maqueda, Portillo y Sepúlveda, a las que se
añadirían Soria y Arévalo a la muerte de su madre. Este rico legado para su hijo
menor podría dejar entrever las dudas del monarca difunto por la falta de
descendencia del mayor tras muchos años de matrimonio. Pensando que así estaba
colocando en una muy buena posición al futuro heredero del trono.

Otra de las disposiciones del rey fue establecer que la educación de ambos infantes
recayera en dos notables religiosos, Lope de Barrientos, Canciller mayor de
Castilla y obispo de Cuenca, y Gonzalo de Illescas, prior de Guadalupe. La reina
Isabel seguía siendo su tutora y la administradora de sus bienes, pero con el
acuerdo de estas personalidades. Es posible que esta limitación de los derechos de
la madre sobre los hijos se debiera a que la reina ya venía presentando síntomas de
desequilibrio, y las crónicas de la época relatan que la muerte del rey la afectó
tanto que su pérdida derivó en una enajenación mental.

Con el ascenso al trono de su hijastro, Enrique IV, la reina Isabel se instaló de


forma definitiva en Arévalo, cuyo señorío le pertenecía como parte de sus arras
matrimoniales. Allí, en el modesto palacio de Juan II, quedaron recluidos los
infantes junto a su madre, como testigos de sus problemas mentales. Esta es una
época de dificultades, incluso económicas, pues son muchos los cronistas que hablan
de las carestías que tuvo que sufrir la futura reina en Arévalo, pues nunca se
hicieron efectivas las disposiciones testamentarias del rey Juan. Sin embargo, a
pesar de toda esta situación, parece que la reina se preocupó de dotar a sus hijos
de una formación cultural y religiosa apropiadas. Se creó en torno a las tres
figuras reales una pequeña corte en la que entraron personalidades que después
tendrían mucho peso en la vida de la joven Isabel. Especialmente destacable fue la
figura de Gonzalo Chacón, que perteneció al círculo de Álvaro de Luna, y que se
convirtió en preceptor de los infantes y una figura paterna. Estaba casado con
Clara Álvarez de Alvarnáez, dama de origen portugués y camarera de la reina Isabel.
Posiblemente en aquella época conoció a Beatriz de Bobadilla, hija del guardián del
castillo de Arévalo, y que se convertiría en lo más parecido que Isabel la Católica
tuvo a una amiga. Otros importantes personajes fueron Gutierre de Cárdenas, su
esposa Teresa Enríquez y el agustino fray Martín Alonso de Córdoba, que le dedicó
su obra El Jardín de nobles doncellas para que le sirviera de orientación en su
vida futura. También estaba allí Beatriz de Silva, dama portuguesa que llegó con el
cortejo matrimonial de la reina Isabel, y a la que luego ayudaría en la fundación
de la Orden de la Inmaculada Concepción y a la que donó el palacio de Galiana en
Toledo.

Traslado a la corte

Enrique IV de Castilla

Alcázar de Segovia, principal residencia de la corte de Enrique IV.


Entre 1461 y 1462, Isabel y su hermano Alfonso fueron trasladados a la Corte, que
por aquel entonces se emplazaba entre Segovia y Madrid, debido, parece ser, a la
inminente paternidad del rey Enrique. Allí la joven Isabel conocería desde un
primer momento las intrigas palaciegas de una nobleza levantisca ansiosa de poder y
retribuciones, dispuesta a retar la autoridad real. Por esa circunstancia, era
primordial para el rey Enrique tener cerca a sus hermanos y herederos ahora que la
sucesión del trono iba a cambiar, para controlarlos ante el temor de que fueran
utilizados en su contra por sus enemigos.

La Corte de Enrique IV había estado dominada en un principio por sus principales


consejeros y hombres de confianza, Juan Pacheco, marqués de Villena; Alfonso
Carrillo, arzobispo de Toledo; y Pedro Girón, maestre de la Orden de Calatrava y
hermano de Villena. Ellos habían estado a su lado desde que era príncipe de
Asturias y estaba enfrentado a su padre, liderando un partido que pretendía
mantener el poder de la nobleza. Obtuvieron beneficios económicos de su apoyo y
dirigieron la política real. Sin embargo, posteriormente Enrique siguió una
política de promoción de "hombres nuevos", como Miguel Lucas de Iranzo y Beltrán de
la Cueva, a los que ascenderá bruscamente, otorgándoles importantes cargos
honoríficos. Hombres como Pacheco y Carrillo opinaban que esta política les
arrebataba algo que era suyo y lo calificaron como "mal gobierno".17

La cuestión de la incapacidad del rey para engendrar un heredero había sido un


problema acuciante desde antes de comenzar su reinado, motivo por el que la
historia lo ha llamado el impotented. Después de 13 años de matrimonio, el rey
decidió anular su enlace con Blanca de Navarra, a causa de la falta de
descendientes. La situación era controvertida,e pues el monarca aceptaba su
impotencia, pero solo con su esposa, pues se incluyó en la sentencia la declaración
de unas prostitutas que afirmaban haber mantenido relaciones con el rey. La
conclusión fue entonces, que la impotencia del rey en ese matrimonio se debía a la
reina, ya que a ella estaba "ligado" y no a otras.18 En Córdoba en 1455, en aras de
una alianza con Portugal, Enrique volvió a contraer matrimonio con la hermana de
Alfonso V, Juana de Portugal.

Desde su matrimonio con Enrique IV, la reina Juana de Portugal fue consciente de la
inestabilidad y las pretensiones de algunos nobles, así como de la debilidad de su
esposo. Temiendo la influencia que esos aristócratas pudieran tener sobre los
infantes y recelando de ellos por lo que consideraba el bien de su propia hija,
mantuvo control sobre Isabel y Alfonso, haciendo que la acompañaran en todos sus
desplazamientos. Mientras, el rey incumplía el testamento de Juan II y concedió
Cuéllar, que debía haber sido de la infanta Isabel, a don Beltrán de la Cueva, a
quien también otorgó el maestrazgo de Santiago, concedido al infante Alfonso. A la
misma reina Isabel se le arrebató el señorío de Arévalo, para convertirlo en un
ducado para Álvaro de Stúñiga.

A principios de 1462, la reina dio a luz una hija en Madrid, llamada como su madre,
pero que ha pasado a la historia como Juana la Beltraneja. Fueron muchos los que
dudaron de la paternidad del rey después de sumados los veinte años de sus dos
matrimonios sin ninguna descendenciaf. La rumorología la convirtió en hija del
valido del rey, Beltrán de la Cueva, quien contaba con gran confianza del rey y que
fue promovido al poco del nacimiento como conde de Ledesma, suponiéndose que se
trataba del pago a un "favor".

Isabel ejerció como madrina de bautismo de la niña, que al poco fue jurada heredera
por las Cortes, pasando la infanta a ser tercera en el orden sucesorio. Sin
embargo, el marqués de Villena firmó un acta ante notario en la que declaraba que
mediante engaños y amenazas había reconocido como heredera a quien "de derecho no
le pertenecía". Al marqués se sumaron otros aristócratas que vieron la jura de la
nueva heredera como algo ilícito. Este documento sería una arma que permaneció en
secreto durante unos años, hasta que al marqués le interesó hacerlo público.

Revuelta de los nobles


Tumba de Alfonso de Castilla, hermano de Isabel la Católica, en la Cartuja de
Miraflores, realizadas por Gil de Siloé, s. XV
En noviembre de 1464 se reunieron en Burgos un conjunto de nobles, entre los que
están Pacheco, Carrillo y Alonso de Fonseca, arzobispo de Sevilla, y firmaron el
Manifiesto de Quejas y Agravios. En ella acusaban al rey de menospreciar al clero
católico, proteger a los infieles y alterar la moneda. Además decían defender los
derechos del hermanastro del rey, el príncipe Alfonso, frente a las pretensiones de
Enrique IV de hacer heredera a Juana, a la que, por vez primera, tachaban
públicamente como ilegítima. Los consejeros del rey le recomendaron recurrir a las
armas, pero él se avino a negociar y consiguió llegar a un acuerdo intermedio con
los sublevados en el Pacto de Cigales o de Cabezón: se reconocería a Alfonso como
heredero al trono y se le comprometía con su sobrina Juana, que era postergada como
legítima reina sin que se precisase los motivos de su ilegitimidad. El que no se
mencionase podría dar por hecho la preferencia del varón sobre la mujer. Además
entregó la custodia de Alfonso a Pacheco, que de esta manera se hizo con un
importante rehén. También se expulsaba a Beltrán de la Cueva de la Corte y se le
hacía entregar el maestrazgo de Santiago, que sería devuelto a Alfonso.

Moneda acuñada en nombre de Alfonso XII


Una vez solucionada la cuestión hereditaria, los nobles dictaron la Sentencia de
Medina del Campo, para atender a sus reivindicaciones políticas. Entre ellas, se
permitió a la infanta Isabel salir de la Corte y formar casa propia, mejorando su
situación económica al entregársele las rentas de la villa de Casarrubios del
Monte. Pero además incluían cláusulas que afectaban directamente al poder de la
Corona, como la creación de un Consejo Real sin cuya aprobación no podría tomar
ninguna decisión. Se trataba de un auténtico programa político que situaba a los
grandes magnates del reino al mismo nivel que el rey.19 Enrique IV se mantuvo
dispuesto a encontrar una solución negociada a la sucesión al trono, aunque
personalmente se trataba de una humillación para él.20 Sin embargo se vio obligado
a rechazar lo referente a las concesiones políticas, pues aquello dañaba claramente
las prerrogativas de la Corona. El rey declaró nulo el Pacto de Cabezón y se mostró
dispuesto a ir a las armas. Buscó entonces una alianza con Portugal, tramitando el
matrimonio de la infanta Isabel con el rey Alfonso V, esperando conseguir apoyo
militar del monarca luso.21 El rey portugués era primo en segundo grado de Isabel y
casi veinte años mayor que ella. Enrique logró reunirlos en el monasterio de
Guadalupe, pero ella le rechazó, alegando la diferencia de edad entre ambos.

Muralla de Ávila, junto a la que tuvo lugar la farsa de Ávila


Mientras tanto, la liga de nobles declaró "tirano" al rey y decidieron sustituirlo
por el que consideraban su heredero: el infante Alfonso.22 Así, el 5 de junio de
1465, tuvo lugar la llamada «farsa de Ávila». Se construyó una plataforma de madera
en el exterior de las murallas de Ávila, donde sentaron a un muñeco que
representaba al rey. Allí estaban el arzobispo Carrillo, el marqués de Villena, el
maestre de la orden de Calatrava, el conde de Paredes, el conde de Plasencia, el
conde de Miranda del Castañar, el conde de Benavente y otros nobles menores,
rodeados de numeroso público. Tras celebrarse una misa, se leyó una lista de
acusaciones que a su juicio lo hacían indigno del trono. Entre otras cosas, se lo
acusaba de mostrar simpatía hacia los musulmanes, de ser homosexual, cobarde,
pacífico y de no ser el verdadero padre de la infanta Juana, afirmando así que no
tenía derecho a sucederlo como reina de Castilla. Se procedió entonces a despojar
al muñeco de los atributos de la realeza y comenzaron a lincharlo mientras lo
insultaban, hasta que lo tiraron al suelo. A continuación subieron al tablado al
infante Alfonso, un niño de doce años, y lo proclamaron rey como Alfonso XII, al
grito de "¡Castilla por el rey don Alfonso!".

Tratando el tema de la sucesión, la postura del papa podría ser vital, de manera
que ambos bandos enviaron emisarios a Paulo II, quien se inclinó por Enrique IV y
mandó como nuncio a Antonio de Véneris. Además la mayoría de las ciudades y de la
nobleza se colocan del lado del rey Enrique. Dándose cuenta de su inferioridad, una
parte de los conjurados, encabezados por Fonseca y Pacheco, acuerdan un
acercamiento con el rey, sumando sus fuerzas para acabar con cualquier conato de
resistencia. Pero a cambio se exige el matrimonio de la infanta Isabel con el
hermano de Pacheco, Pedro Girón, que abandona el maestrazgo de Calatrava, al que
había sustraído importantes feudos en favor de sus hijos ilegítimos. De esta
manera, Girón se colocaba en la línea de sucesión al trono. Se trataba de un
caballero bastante mayor que ella y con fama de ambicioso y violento, tanto que
según algunos rumores fue acusado de "profanar el retiro de la reina viuda, doña
Isabel, con proposiciones de la más degradante naturaleza".23 El papa permite a
Girón abandonar los votos y concede la bula de matrimonio, renunciando al
maestrazgo en favor de otro de sus hijos, de ocho años. Siendo el enlace inminente,
marchó desde Almagro hasta Madrid, donde se encontraba la infanta, con un ejército
de 3000 hombres. Sin embargo, don Pedro enfermó de forma súbita y tuvieron que
parar en Villarrubia de los Ojos, donde murió, al parecer de un repentino ataque de
apendicitis. En 1468, Alfonso murió en Cardeñosa, quizás envenenado.

A pesar de las presiones de los nobles, Isabel rechazó proclamarse reina mientras
Enrique IV estuviera vivo. Por el contrario, consiguió que su hermanastro le
otorgase el título de princesa de Asturias en una discutida ceremonia que tuvo
lugar en los Toros de Guisando, el 19 de septiembre de 1468, conocida como la
Concordia de Guisando. Isabel se constituyó así como heredera a la corona, por
delante de Juana, su sobrina y ahijada de bautismo, a quien parte de la nobleza no
consideraba legitimada para ocupar el trono por las dudas que había sobre su
paternidad. A partir de este momento, Isabel pasa a residir en Ocaña, villa
perteneciente a don Juan Pacheco, marqués de Villena. El rey inicia contactos
diplomáticos con otras casas reales para lograr un acuerdo matrimonial que le
reporte beneficios.

Acuerdos matrimoniales

Armas combinadas de los Reyes Católicos


El soporte del águila de San Juan con nimbo fue usado ya en 1473 en el escudo de
armas de Isabel siendo aún princesa. El lema o mote «Tanto monta...» explicaba la
divisa personal de Fernando II de Aragón, que adoptó un yugo con un nudo cortado en
alusión al nudo gordiano, que tanto daba (tanto montaba) desatarlo como tajarlo. La
divisa propia de la reina era el haz de flechas. Tras la unión de coronas, estos
dos elementos pasaron al blasón común, que tomó elementos heráldicos de los dos
consortes.2425 Ya desde los tres años, Isabel había estado comprometida con
Fernando, hijo de Juan II de Aragón.

Sin embargo, Enrique IV rompió este acuerdo, seis años más tarde, para
comprometerla con Carlos, príncipe de Viana. El matrimonio no llegó a consolidarse,
por la férrea oposición de Juan II de Aragón. También fueron infructuosos los
intentos de Enrique IV por desposarla con el rey Alfonso V de Portugal, primo en
segundo grado de Isabel y casi veinte años mayor que ella. En 1464, logró reunirlos
en el monasterio de Guadalupe, pero ella le rechazó, alegando la diferencia de edad
entre ambos.

Isabel I de Castilla representada en el cuadro llamado la Virgen de la mosca, que


se encuentra en la sacristía de la colegiata de Toro, en la provincia de Zamora.
Más tarde, cuando contaba dieciséis años, Isabel fue comprometida con Pedro Girón,
de cuarenta y tres años, maestre de Calatrava y hermano de Juan Pacheco; pero Girón
murió por causas desconocidas mientras realizaba el trayecto para encontrarse con
su prometida.
El 18 de septiembre de 1468, Isabel fue proclamada princesa de Asturias por medio
de la Concordia de los Toros de Guisando, revocando Enrique IV de este modo el
anterior nombramiento de su hija Juana. Tras la ceremonia, Isabel pasó a vivir en
Ocaña, en contacto estrecho con la Corte. Enrique IV convino de nuevo el enlace
entre Isabel y el duque de Braganza y rey de Portugal, Alfonso V, ya que en el
Tratado de los Toros de Guisando se había acordado que el matrimonio de Isabel
debía celebrarse con la aprobación del monarca castellano. La propuesta entrañaba
también el proyecto de casar a su hija Juana con el príncipe heredero Juan, hijo de
Alfonso V de Portugal. De esta manera, Isabel sería trasladada al reino vecino y, a
la muerte de su esposo, los tronos de Portugal y de Castilla pasarían a Juan II de
Portugal y su esposa, Juana. Isabel se negó.

Tras esto, el rey trató de que se desposara con el duque de Guyena, hermano de Luis
XI de Francia; de nuevo Isabel se negó. El monarca francés pidió entonces la mano
de Juana para su hermano, el duque de Guyena; Luis XI quería alejar al duque de su
entorno por suponer una amenaza para él. Los esponsales se realizaron en 1470 en
Medina del Campo, pero el duque murió en 1472 de tuberculosis,26 antes de conocer a
la novia.

Mientras tanto, Juan II de Aragón trató de negociar en secreto con Isabel la boda
con su hijo Fernando. Isabel y sus consejeros consideraron que era el mejor
candidato para esposo, pero había un impedimento legal, ya que eran primos segundos
(sus abuelos, Fernando de Antequera y Enrique III, eran hermanos). Necesitaban, por
tanto, una bula papal que les exonerara de la consanguinidad. El papa, sin embargo,
no llegó a firmar este documento, temeroso de las posibles consecuencias negativas
que ese acto podría traerle al atraerse la enemistad de los reinos de Castilla,
Portugal y Francia, todos ellos involucrados en negociaciones para desposar a la
princesa Isabel con otro pretendiente.

Documento firmado por los Reyes Católicos.


Personas del entorno de Isabel falsificaron una supuesta bula emitida en junio de
1464 por el anterior papa , Pío II, a favor de Fernando, en la que se le permitía
contraer matrimonio con cualquier princesa con la que le uniera un lazo de
consanguinidad de hasta tercer grado. Isabel aceptó y se firmaron las
capitulaciones matrimoniales de Cervera, el 5 de marzo de 1469. Para los esponsales
y ante el temor de que Enrique IV abortara sus planes, en mayo de 1469 y con la
excusa de visitar la tumba de su hermano Alfonso, que reposaba en Ávila, Isabel
escapó de Ocaña, donde era custodiada estrechamente por don Juan Pacheco. Por su
parte, Fernando atravesó Castilla en secreto, disfrazado de mozo de mula de unos
comerciantes.27 Finalmente, el 19 de octubre de 1469 contrajeron matrimonio en el
Palacio de los Vivero de Valladolid.

El matrimonio costó a Isabel el enfrentamiento con su hermanastro el rey. En 1471


el papa Sixto IV envió al cardenal Rodrigo de Borja a España como legado papal para
arreglar diversos asuntos políticos en la península, entre ellos este enlace. Con
él trajo la Bula de Simancas, que dispensaba de consanguinidad a los príncipes
Isabel y Fernando.gBorja negoció con ellos: les daría la bula a cambio de que ellos
le concedieran la ciudad de Gandía a su hijo Pedro Luis. Isabel y Fernando
cumplirían su parte del trato en 1485.28

Reinado
Véase también: Conflicto por la sucesión de Enrique IV de Castilla

Proclamación de Isabel la Católica en Segovia. F. de P. Van Halen, dibº, litº y


pintó.
Al morir el rey Enrique IV, Isabel se proclamó reina de Castilla el 13 de diciembre
de 1474 en Segovia, basando su legitimidad en el Tratado de los Toros de Guisando.
Estalló entonces la guerra de Sucesión castellana (1475-1479) entre los partidarios
de Isabel y los de su sobrina Juana. El Tratado de Alcaçovas puso fin a la
contienda, reconociendo a Isabel y Fernando como reyes de Castilla a cambio de
ciertas concesiones a Portugal. Tras la guerra Isabel mandó construir el monasterio
de San Juan de los Reyes.29

Instruyó a sus hijos en que tenían unas obligaciones por su rango de hijos de
reyes, y que debían sacrificarse mucho por ese motivo. Los llevó consigo durante
las campañas militares, pero también veló siempre por su bienestar, como lo prueba
su valor ante el motín que tuvo lugar en el alcázar de Segovia en 1476.30 Allí
tenían instalada los reyes la Corte y allí vivía, en el alcázar, su primogénita
Isabel bajo la protección y cuidado de su amiga Beatriz de Bobadilla y de su
esposo, el alcaide Andrés Cabrera. Este era de origen judío, lo que en aquella
época era fuente de tensiones raciales, y se le acusaba de querer aprovecharse de
la confianza que los reyes le tenían, además de acusarle de malversación de fondos
y de tiranía. El tumulto se convirtió en motín cuando unos provocadores,
disfrazados de campesinos y con armas ocultas, arengaron a la población para
destituir al alcaide. Hacia el alcázar se dirigió una masa de gente furiosa, armada
con herramientas de campesinos, palos y piedras. La reina se encontraba con el
cardenal Mendoza cuando se enteró de lo ocurrido, pero ni uno ni otro tenían tropas
suficientes para defender la plaza. Temerosa del riesgo que podía correr su hija,
la reina subió a su caballo y, acompañada por tres guardias, cabalgó 60 kilómetros
hasta Segovia. A la entrada, el obispo intentó detenerla por el gran peligro que
corría, pero Isabel desoyó el consejo y avanzó hasta el alcázar. Entró y dejó las
puertas abiertas para que entraran todos los amotinados para exponerle sus quejas.
Tras estudiar las quejas, mantiene en el puesto a Andrés Cabrera. El pueblo de
Segovia le guardó fidelidad a partir de ese momento.31

Durante las campañas militares de Fernando, la reina estuvo siempre en la


retaguardia, acompañada de sus hijos y pendiente de proveer lo necesario. Su ayuda
fue decisiva para la victoria castellano-aragonesa en la guerra de Granada,32 como
lo demuestran los hechos de la rendición de Baza. Sucedió que la ciudad llevaba
cercada bastante tiempo, pero la población no quería rendirse y los soldados
cristianos comenzaban a desmoralizarse por el largo asedio. El rey Fernando pide a
su mujer que se presente en el campo de batalla para levantar la moral de las
tropas. Así lo hace Isabel, haciéndose acompañar de varias damas y de su
primogénita Isabel. El impacto de su presencia fue inmediato, no solo para las
tropas cristianas, sino para la población asediada que inició su rendición, pero no
ante el rey guerrero, sino ante la valerosa reina.33 Además, Isabel fue la
precursora del hospital de campaña, al hacerse acompañar de personal médico y
ayudantes para atender a los heridos en el campo de batalla.34

Retrato anónimo de Isabel la Católica hacia 1490. Museo del Prado.


Creyó en los proyectos de Cristóbal Colón, a pesar de las muchas críticas y
reacciones políticas adversas de la Corte y los científicos. Durante el reinado
común con Fernando se produjeron hechos de gran trascendencia para el futuro del
reino, como el establecimiento de la Santa Inquisición (1480), la creación de la
Santa Hermandad, la incorporación del Reino nazarí de Granada, así como la
unificación religiosa de la Corona hispánica, basada en la conversión obligada de
los judíos, so pena de muerte o expulsión (Edicto de Granada, 1492) y más tarde de
los musulmanes.

Tras el descubrimiento de América en 1492 comenzó el proceso de evangelización de


los indígenas nativos, confiándole esta tarea a los monjes paulinos húngaros, que
se marcharon a las nuevas tierras en los próximos viajes de Colón.35 Los reyes se
preocuparon por la conversión y el trato justo de los amerindios. Limitaron la
esclavización de los indígenas, iniciada por Colón a los casos previstos en las
leyes castellanas de la época, y prohibieron, con poco éxito, el repartimiento de
indios entre los españoles asentados en el Caribe. Tras el fallecimiento el
gobernador Ovando aprovechó el vacío de poder para instaurar la institución de la
encomienda en la isla Española.36 Isabel y Fernando firmaron con Portugal el
Tratado de Tordesillas (1494) que delimitó sus esferas de influencia en el océano
Atlántico. Por deseo de los comerciantes urbanos creó la Santa Hermandad, cuerpo de
policía para la represión del bandidaje, creando unas condiciones mucho más seguras
para el comercio y la economía.

La rendición de Granada, por Francisco Pradilla (1882). Palacio del Senado, Madrid.
Para sus campañas militares contó con el servicio de Gonzalo Fernández de Córdoba
(el Gran Capitán), que intervino en la conquista de Granada (1492), en las dos
primeras guerras de Italia y en la toma de Cefalonia (1500).

Dada la histórica implicación de la Corona de Aragón en Italia y por otra serie de


razones37 (sus virtudes cristianas, la conquista de Granada, la expulsión de los
judíos y la cruzada contra los musulmanes), Fernando e Isabel recibieron el título
de Reyes Católicos, otorgado por el papa Alejandro VI, mediante la bula Si
convenit, de 19 de diciembre de 1496. Dicho título fue heredado por los
descendientes en el trono (tanto austrias como borbones), poseyéndolo actualmente
el rey Felipe VI de España.h El papa Alejandro VI le concedió la distinción
honorífica de Rosa de Oro de la Cristiandad en 1500.

Al final de sus días, las desgracias familiares se cebaron con ella. La muerte de
su madre Isabel, su único hijo varón y el aborto de la esposa de este, la muerte de
su primogénita y de su nieto Miguel (que iba a unificar los reinos de los Reyes
Católicos con el de Portugal); la presunta «locura» de su hija Juana (que desafió
abiertamente a su madre en Medina del Campo) y los desaires de Felipe el Hermoso;
la marcha de su hija María a Portugal tras casarse con Manuel I de Portugal y la
incertidumbre de su hija Catalina tras la muerte de su esposo inglés, la sumieron
en una profunda depresión que hizo que vistiera de riguroso luto el resto de su
vida.

Muerte

Doña Isabel la Católica dictando su testamento, por Eduardo Rosales, 1864, Museo
del Prado.
Estaba la corte en Medina del Campo, cuando se declaró la grave enfermedad, una
hidropesía, dijo como testigo Pedro Mártir. Consciente del desenlace, mandó que las
misas por su salud se tornaran por su alma, pidió la extremaunción y el Santísimo
Sacramento. Habiendo otorgado testamento a 12 de octubre, falleció poco antes del
mediodía del 26 de noviembre de 1504, en el Palacio Real:

Mi cuerpo sea sepultado en el monasterio de S. Francisco que es en el Alhambra de


la ciudad de Granada (...) en una sepultura baja que no tenga bulto alguno, salvo
una losa baja en el suelo, llana, con sus letras en ella. Pero quiero e mando, que
si el Rei eligiere sepultura en otra cualquier iglesia o monasterio de cualquier
otra parte o lugar destos mis reinos, que mi cuerpo sea allí trasladado e sepultado
junto (...). Diego Clemencín, 1821.
Primeramente fue inhumada en el monasterio de San Francisco de la Alhambra, el 18
de diciembre de 1504, en una sencilla sepultura, según su deseo. Poco después, sus
restos mortales, junto con los de su esposo Fernando el Católico, fueron
trasladados a la Capilla Real de Granada. Su hija Juana I y el marido de esta,
Felipe el Hermoso, también reposan allí. Asimismo se enterró en este lugar a su
nieto Miguel de la Paz, hijo del rey Manuel I de Portugal y a la infanta Isabel de
Aragón, quien falleció poco antes de cumplir los dos años de edad. En el museo de
la Capilla Real se encuentran la corona y el cetro de la reina, quien además dotó a
la Capilla de un importante grupo de cuadros (aún in situ), de Sandro Botticelli,
Dirk Bouts, Rogier van der Weyden y Hans Memling, entre otros, y muchas de sus
pertenencias personales.
Testamento y sucesión

Testamento de Isabel I.
En su testamento la reina estipuló que, si bien la heredera del trono era su hija
Juana, el rey Fernando administraría y gobernaría Castilla en su nombre al menos
hasta que el infante Carlos, primer hijo varón de Juana, cumpliera veinte años.38
Después de los hijos de Juana, la línea sucesoria pasaría a María, la hija menor de
Isabel, y solo después a Catalina.39

Sin embargo, la nobleza castellana no apoyó a Fernando y este optó por retirarse a
Aragón. El gobierno de Castilla quedó entonces para el rey Felipe I, esposo de
Juana, pero a los pocos meses murió repentinamente, y ello llevó a que Fernando
fuese nombrado de nuevo regente.40 Juana fue encerrada en Tordesillas por su padre,
que gobernó Castilla hasta su muerte en 1516. Le sucedió Carlos, hijo de Juana y
nieto de Isabel y Fernando.

Por otra parte en su testamento Isabel les pidió a sus sucesores que se esforzasen
en conquistar para el cristianismo el Norte de África continuando la reconquista
peninsular 41 y que se convirtiese al cristianismo a los habitantes de América
(«las yslas y Tierra Firme del Mar Oçéano») y se les tratase justamente.38

El testamento original de la reina se conserva en el Real Monasterio de Santa María


de Guadalupe. Una copia se envió al monasterio de Santa Isabel de la Alhambra de
Granada. Y otra, a la catedral de Toledo, aunque desde 1575 pasó al Archivo General
de Simancas.39

En 1864 Eduardo Rosales representó el momento en el que la reina dicta su


testamento en el cuadro Doña Isabel la Católica dictando su testamento.42

Posteridad

Billete español de 1957 con los retratos y el escudo de los reyes Isabel y
Fernando.
Durante los siglos xvi y xvii la figura de Isabel fue relativamente eclipsada en la
memoria histórica por la de su marido, el rey Fernando,43 al que los cronistas de
aquellos tiempos pintaban de magnánimo, afable, templado y dispuesto a negociar, en
contraste con el rigor e inflexibilidad que se proyectaba en los retratos de
Isabel.44 A principios del siglo xix Diego Clemencín escribió un Elogio de la Reina
Católica, que por primera vez se centró en la figura de la reina, a la que colmó de
virtudes, relegando a su marido a un segundo plano. Esta obra influyó en todos los
historiadores siguientes hasta al menos mediados del siglo xx.4345 En 1815 el rey
Fernando VII, tras regresar a España y restaurar el absolutismo, creó la Orden de
Isabel la Católica, alta condecoración que sigue otorgando en la actualidad el
Gobierno español. Más tarde, los liberales y románticos españoles del siglo xix
tendieron a tener una imagen positiva de los Reyes Católicos, a los que
consideraban los últimos monarcas nacionales.43 A partir de 1938, la dictadura de
Francisco Franco utilizó profusamente en su propaganda la figura y los símbolos de
Isabel la Católica (véase Simbología del franquismo).

Estatua ecuestre en el paseo de la Castellana de Madrid


En 1952 fue publicado por vez primera el texto de la bula Si convenit, que otorgaba
a Isabel y Fernando el título de «católicos».46

En 1958 José García y Goldaraz, arzobispo de Valladolid, inició el proceso para la


beatificación de Isabel. Creó un equipo de historiadores españoles a los que
encargó escribir sobre los puntos más conflictivos de la biografía de la reina.
Luis Suárez Fernández se encargó de la expulsión de los judíos y como resultado de
su trabajo publicó varios libros. Otros miembros del equipo fueron Antonio Rumeu de
Armas y Miguel Ángel Ladero Quesada.47 El historiador István Szászdi ha denunciado
que los partidarios de la beatificación o algunos nacionalistas españoles han hecho
desaparecer documentos históricos de los archivos que podían comprometer la
legitimidad de Isabel como reina.38

El proceso de beatificación sigue su curso en la actualidad, sostenido por el apoyo


económico de los herederos del empresario español radicado y fallecido en México
Pablo Díez.48 Los partidarios de Isabel achacan que la Santa Sede no la haya
beatificado a la oposición de un «grupo de presión judío».48

Descendencia
Isabel tuvo al menos siete hijos con Fernando (el cual tuvo otros hijos antes,
durante y después de su matrimonio con Isabel):

Isabel (1 o 2 de octubre de 1470-1498), princesa de Asturias (1476-1480; 1498),


contrajo matrimonio con el infante Alfonso en 1490, pero a su muerte se casó en
1495 con el tíoi del fallecido, Manuel, que fue rey de Portugal con el nombre de
Manuel I, el Afortunado. Fue reina de Portugal entre 1495 y 1498, y murió en el
parto de su primer hijo Miguel de Paz.
Juan (30 de junio de 1478-1497), príncipe de Asturias (1480-1497). En 1497,
contrajo matrimonio con Margarita de Austria (hija del emperador germánico
Maximiliano I de Habsburgo); murió de tuberculosis poco después. Tuvo una hija
póstuma que nació muerta. Margarita se fue de España y se encargó por un tiempo de
su sobrino Carlos, futuro emperador Carlos V.
Juana I de Castilla (6 de noviembre de 1479-1555), princesa de Asturias (1502-
1504), reina de Castilla (1504-1555) con el nombre de Juana I, y popularmente
conocida como Juana la Loca. En 1496, contrajo matrimonio con Felipe el Hermoso de
Habsburgo (también hijo del emperador Maximiliano I). Con él entró una nueva
dinastía en España, la de los Habsburgo, que formaban la Casa de Austria. Su
primogénita fue Leonor de Austria (1498-1558). En 1500 Juana fue por segunda vez
madre, esta vez de su primer hijo varón, el futuro Carlos I, quien la sucedería y
sería también emperador del Sacro Imperio Romano Germánico como Carlos V. En 1503,
dio a luz a Fernando, sucesor de Carlos en el Sacro Imperio como Fernando I, y
restauró la rama austríaca imperial de la Casa de los Austrias. Mentalmente
afectada por la muerte de su marido, fue recluida por su padre Fernando en
Tordesillas, donde murió.
María (29 de junio de 1482-1517), contrajo matrimonio en 1500 con el viudo de su
hermana Isabel, Manuel I de Portugal, el Afortunado. Fue madre de diez hijos, entre
ellos: Juan III, Enrique I de Portugal y la emperatriz Isabel, esposa de Carlos V.
Catalina (16 de diciembre de 1485-1536), contrajo matrimonio con el príncipe Arturo
de Gales en 1502, que murió pocos meses después de la boda. En 1509 se desposó con
el hermano de su difunto marido, que sería Enrique VIII. Por lo tanto se convirtió
en reina de Inglaterra; fue madre de la reina María I de Inglaterra, María Tudor.
Además tuvo un aborto, de un varón, el 31 de mayo de 1475, en la localidad de
Cebreros y un bebé mortinato (29 de junio de 1482), gemelo o mellizo de María; las
fuentes no son unánimes con respecto a su sexo.49505152

Ancestros
[mostrar]Ancestros de Isabel I de Castilla
Títulos

Predecesor:
Alfonso de Castilla Princesa de Asturias
1468-1470/1474
(en paralelo con Juana de Castilla entre 1470 y 1474) Sucesora:
Isabel de Aragón
Predecesor:
Juana Enríquez Reina consorte de Sicilia
1469-1504 Sucesora:
Germana de Foix
Predecesor:
Enrique IV Royal Coat of Arms of the Crown of Castile (15th Century).svg
Reina de Castilla
1474-1504
(junto a Fernando V desde 1475) Sucesora:
Juana I
Predecesor:
Boabdil Reina de Granada
1492-1504 Sucesora:
Juana I
Predecesora:
Juana Enríquez Aragon arms.svg
Reina consorte de Aragón
1479-1504 Sucesora:
Germana de Foix
Predecesora:
Ana de Bretaña Reina consorte de Nápoles
1504 Sucesora:
Germana de Foix
Semblanza de la reina

Imagen de Isabel de Castilla en el Conquistato de Granada, de 1482, por Pedro


Marcuello.
De ella, los cronistas contemporáneos dijeron:

Pedro Mártir de Anglería: «Su modestia personal y mansedumbre admirables»; «del rey
no sorprende que sea admirable... pues leemos en las historias incontables ejemplos
de hombres justos, fuertes, dotados de virtud, incluso sabios. Pero ella... ¿quién
me encontrarías tú entre las antiguas, de las que empuñaron el cetro, que haya
reunido juntas en las empresas de altura estas tres cosas: un grande ánimo para
emprenderlas, constancia para terminarlas y juntamente el decoro de la pureza? Esta
mujer es fuerte, más que el hombre más fuerte, constante como ninguna otra alma
humana, maravilloso ejemplar de pureza y honestidad. Nunca produjo la naturaleza
una mujer semejante a esta. ¿No es digno de admiración que lo que siempre fue
extraño y ajeno a la mujer, más que lo contrario a su contrario, eso mismo se
encuentre en esta ampliamente y como si fuera connatural a ella?».
Hernando del Pulgar: «Muy buena mujer; ejemplar, de buenas y loables costumbres...
Nunca se vio en su persona cosa incompuesta... en sus obras cosa mal hecha, ni en
sus palabras palabra mal dicha»; «dueña de gran continencia en sus movimientos y en
la expresión de emociones... su autodominio se extendía a disimular el dolor en los
partos, a no decir ni mostrar la pena que en aquella hora sienten y muestran las
mujeres»; «castísima, llena de toda honestidad, enemicísima de palabras, ni
muestras deshonestas»; «muger muy cerimoniosa en los vestidos e arreos, e en sus
estrados e asientos, e en el servicio de su persona ; e quería ser servida de omes
grandes e nobles, e con grande acatamiento e humiliaçión. (...) por esta condiçión
le era inputado algúnd viçio, diziendo ser pompa demasiada».53
Lucio Marineo Sículo: «Y no fue la reina de ánimo menos fuerte para sufrir los
dolores corporales... Ni en los dolores que padecía de sus enfermedades, ni en los
del parto, que es cosa de grande admiración, nunca la vieron quejarse, antes con
increíble y maravillosa fortaleza los sufría y disimulaba»; «aguda, discreta, de
excelente ingenio»; «habla bien y cortésmente».
Andrés Bernáldez: «Fue mujer muy esforzada, muy poderosa, prudentísima, sabia,
honestísima, casta, devota, discreta, verdadera, clara, sin engaño. ¿Quién podría
contar las excelencias de esta cristianísima y bienaventurada reina, muy digna de
loa por siempre? Allende de ella ser castiza y de tan nobilísima y excelentísima
progenie de mujeres reinas de España, como por las crónicas se manifiesta tuvo ella
otras muchas excelencias de que Nuestro Señor la adornó, en que excedió y traspasó
a todas las reinas así cristianas que antes de ella fueron, no digo tan solamente
en España mas en todo el mundo, de aquellas por quien (por sus virtudes o por sus
gracias o por su saber o poder) su memoria y fama vive... de aquellas por sola una
cosa que tuvieron o hicieron vive y vivirá su memoria; pues cuanto más ha de vivir
la memoria y fama de reina tan cristianísima, que tantas excelencias tuvo y tantas
maravillas Nuestro Señor, reinando ella en sus reinos, por ella hizo y obró».
Gonzalo Fernández de Oviedo: «Verla hablar era cosa divina; el valor de sus
palabras era con tanto y tan alto peso y medida, que ni decía menos, ni más, de lo
que hacía al caso de los negocios y a la calidad de la materia de que trataba».
Diego Enríquez del Castillo: «Prudente y de mucho seso».
Diego de Valera: «Llena de humanidad».
Alfonso de Palencia: «Bondadosa»; «Mujer de pudor y pureza en sus costumbres»;
«inteligente».
Alonso Flores (Flórez): «De mirar gracioso y honesto».
Fernando el Católico, en su testamento, declaró que «era ejemplar en todos los
autos de virtud y del temor de Dios».
Fray Francisco Jiménez de Cisneros, su confesor, alababa «su pureza de corazón»;
«su gran corazón y grandeza de alma».
La relazione de un embajador veneciano que estuvo en la corte de Fernando e Isabel,
afirma que la soberana tenía una stridula vox. Es decir, que esta poseía un tono
chillón, estridente.54
En cuanto a su apariencia física, Isabel tenía la piel tan clara que parecía
blanca, los ojos de color azul verdoso,55 y el pelo entre rojizo-dorado y cobrizo,
rasgos que compartían algunas de sus hijas, en especial Catalina.

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