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ROMAN PIÑA CHAN
Prólogo de
LEAN DRO ROVI ROSA W ADE

CONSEJO EDITORIAL DEL GOBIERNO


DEL ESTADO DE TABASCO
México, 1982
PROLOGO

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on esta obra sobre los olmecas, escrita por el destacado investigador y arqueólogo Doc­

C tor Román Piña Chan y con la cartografía histórica del Estado de Tabasco, de próxima
publicación, el gobierno que presido cierra la labor editorial del sexenio 1976-1982, que
comprende 118 títulos y 52 autores.

En este esfuerzo editorial contamos con la valiosa cooperación de Manuel González Cal­
zada, quien falleció hace menos de un año; que con su alto nivel profesional y pasión por la
historia de Tabasco, hizo posible tan amplio, variado y erudito trabajo.

El Doctor Piña Chan, originario de Campeche, que domina su materia, señala que los ol­
mecas antiguos escogieron para vivir el curso de los caudalosos ríos de Veracruz y Tabasco,
las zonas de tierras aluviales que se inundaban periódicamente. Una región que, en términos
generales, puede ser considerada como inhóspita, calurosa, húmeda y pantanosa. Lo cual, por
otra parte, recuerda las condiciones ecológicas de Mesopotamia y Egipto, cuando iniciaron
sus poblamientos; no terminando ahí la semejanza, pues en esas regiones surgieron civiliza­
ciones, unas más adelantadas que las otras, pero todas ellas de una gran importancia para su
tiempo.

También, al igual que esas civilizaciones del Viejo Mundo, la Olmeca no surgió de la na­
da. Debió tener un origen, un período inicial de formación y desarrollo, lo mismo que en el
progreso que le permitió sobresalir entre otros grupos contemporáneos; problemática que el
autor de la presente obra toma muy en cuenta, a efecto de ubicar a los olmecas en el lugar que
les corresponde, dentro de la corriente histórica del México Prehispánico.

Una Valiosa Aportación

Por ello, el libro se inicia con un bosquejo de la herencia indígena del México de ayer y
de hoy, es decir, con una visión de las sociedades prehispánicas que existieron en el territorio
mexicano y que dejaron numerosos sitios arqueológicos y extraordinarios monumentos que
forman parte del patrimonio nacional; todo ello unido a una serie de comunidades indígenas
sobrevivientes, de grupos humanos autóctonos que aún viven casi en las mismas regiones de
Sus ancestros, ricos en artesanías, indumentaria y costumbres tradicionales. Basado en el estu­
dio de la cerámica mesoamericana, el autor de esta obra plantea una hipótesis para explicar el
origen, formación, desarrollo, auge y decadencia de lo "olmeca antiguo".

Una Hazaña Notable

Entre los logros de los olmecas llaman la atención el dominio y la perfección de una es­
cultura, tanto monumental como miniaturista, en una región de la cual se ha dicho que no
tenía piedra. Según algunos investigadores, el material pétreo tenía que extraerse de las estri­
baciones serranas de Chiapas, de la provincia de los Tuxtlas o de los cerros aislados de la re­
gión, lo cual implica una notable tecnología y un enorme esfuerzo humano; a ello hay que
agregar el traslado y el transporte; desde muchos kilómetros de distancia, a los centros cere­
moniales: por tierra, agua o por ambos medios. En este sentido tenemos que pensar en cuñas,
cinceles, martillos, cuerdas, rodillos, palancas, rampas, balsas, canoas, etc., lo cual da una idea
del adelanto que habían alcanzado los ingenieros olmecas.

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O tro de sus logros fue la arquitectura, modesta si se quiere, ya que sus construcciones se
hacían de tierra o de barros de colores; pero en sus centros se advierte que ya estaba presente
la idea de m o d ificar el espacio ocupado, de ordenarlo y de je ra rq u iza rlo por medio de
m ontículos-basam entos-tem plos, plataform as para los cultos o para habitaciones, p lazas, etc.,
y de lo que se infiere la existencia de constructores o maestros de obras, alb añiles, peones, ar­
tesanos y escultores, así com o acarreo de m ateriales, orientación de estructuras, planeación
del desagüe y otros aspectos más de esta gran c iv iliz a c ió n que se desarrolló en Tabasco y V e­
racruz.

El Gran Legado de los Olmecas

Sobre los olm ecas se han escrito ya muchos libros y artículo s; tam bién se han publicado
casi todas la evidencias m ateriales y piezas de alta calidad artística que nos legaron; pero en
esta obra nos encontram os con nuevos enfoques, ideas renovadas e hipótesis interesantes
acerca de los m isteriosos olm ecas, que tal vez servirán de base o de inspiración para futuros
estudios. Igualm ente se publica en este libro un rico m aterial gráfico que m uestra algunas jo­
yas que nunca antes se habían dado a conocer en nuestro país.

Por nuestra parte —y pensando en que dentro del am plio tema hay aspectos poco cono­
cidos, o no investigados con profundidad — , el Gobierno a mi cargo se com p lace en p ub licar
esta obra que, consideram os, trata de manera distinta el problem a de los olm ecas. O sea, de
aquel pueblo que había entrado en el cam ino de la civ iliz a c ió n , que en parte se ubicó en el
territorio de nuestro Estado, y que echó las prim eras raíces de la nación m exicana, influyendo
en otras grandes civiliza cio n e s cercanas, com o la M aya y la Zapoteca.

Villahermosa, Tabasco, año de 1982.

Le an d ro R o v iro sa W a d e

Gobernador Constitucional del Estado de Tabasco

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Detalle del Altar No. 4.
La Venta, Tabasco.
NUESTRA HERENCIA INDIGENA
Provincias fisiográficas

a gente que vivió en la región del hule, hacia donde nace el sol, cerca del borde del

L mar en el Golfo de México, fue conocida por los mexicas o aztecas con el nombre
de"Olmecas Uixtotin",en tiempos cercanos a la conquista española; pero con ante­
rioridad en esa misma región se asentó también cierta gente que labró lo mismo enormes
altares monolíticos y cabezas colosales que delicadas figurillas y máscaras, a la que llama­
remos "Olmecas Antiguos", o sea "antiguos habitantes de la región del hule".

Esos Olmecas, tanto históricos como antiguos, fueron una pequeña parte del pasado
indígena de México, cuya continuidad a través de la historia vemos todavía patentes en las
numerosas lenguas autóctonas, en la indumentaria nativa, en muchas costumbres y, sobre
todo, en las múltiples artesanías arraigadas en el distante pasado; y es que en la vieja malla
de la historia social y cultural de México hay hilos invisibles que unen a los indígenas de
ayer con los de hoy, que han tejido la trama del pasado y del presente, dando sentido y na­
cionalidad al mexicano actual.

Ahora bien, el México indígena de ayer y de hoy se asocia íntimamente a la geografía.


Desde épocas pretéritas México ha poseído una variada gama de ambientes físicos y paisa­
jes naturales, de suelos, climas y vegetación, debido a su accidentada configuración to­
pográfica en la que predominan los macizos montañosos y los valles intermontanos, combi­
nados con ondulantes colinas y extensas llanuras y planicies costeras; configuración o re­
lieve del territorio mexicano que puede ser dividido para su estudio en varias regiones o pro­
vincias fisiográficas, en las que, por otra parte, desde tiempos prehispánicos el hombre
siempre encontró los lugares más aptos para vivir.

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Comenzando por el norte del país, y de acuerdo con West, estas regiones serían: la
Península de Baja California bañada por las aguas del océano, la Planicie Costera del
Pacífico; la Sierra Madre Occidental; la gran Meseta Mexicana; la Sierra Madre Oriental; la
Planicie Costera del Golfo y la Cordillera Neovolcánica que atraviesa a México de oriente a
poniente; en tanto que hacia el sur tendríamos a las tierras altas de la Sierra Madre del Sur;
a la Mesa del Sur; al Istmo de Tehuantepec; a la Planicie de Tabasco; la Sierra Madre de
Chiapas; la Costa del Soconusco y la Península de Yucatán, integrada fundamentalmente
por sedimentos calizos.

Por todas estas regiones se han localizado miles de sitios arqueológicos que indican la
presencia del hombre en diversos tiempos, que informan de las distintas sociedades que
existieron en el territorio mexicano; también en muchas partes de esas provincias hay monu­
mentos coloniales que ilustran los asentamientos de los conquistadores españoles; y existen
muchas fuentes históricas que nos relatan que grupos habían antes y después de la conquis­
ta; además de los grupos que sobreviven casi en las mismas zonas de sus ancestros

Península de Baja California

En esta península que posee una serie de cadenas montañosas en el sentido longitudi­
nal de su territorio, muy próximos al litoral del Mar de Cortés; donde se ubican las sierras de
Juárez y de San Pedro Mártir con el Cerro de La Encantada, de San Borja, Cucapá y San Feli­
pe; o donde se levantan el Pico de San Lázaro, el Volcán de las Tres Vírgenes, La Giganta y
el desierto del Vizcaíno; se han encontrado evidencias materiales de antiguas bandas de ca­
zadores de fauna pleistocénica, de grupos recolectores y también de grupos históricos que
entraron en contacto con los misioneros del siglo xvi.

Allí, cerca de Comondú, aparecieron restos fósiles de bisonte, camello y caballo ameri­
cano, algunos de ellos con las extremidades del hueso quemadas; en la localidad de San
Joaquín se han encontrado puntas de proyectil acanaladas, semejantes a las de Norteaméri­
ca; en Laguna Chapala, hoy desecada, se hallaron algunos implementos de recolectores co­
mo machacadores o partidores y piedras para fa molienda; también hay numerosos conche-
ros de recolectores de productos marinos,desde Ensenada hasta el Cabo San Lucas, pero
principalmente en las bahías de Todos Santos, Santa Rosalía y Sebastian Vizcaíno.

En Baja California se han descubierto numerosas pinturas rupestres llenas de colorido,


como las de la Cueva de San Borjita en las que se ven figuras humanas, venados y peces pin­
tados en negro, rojo y ocre; o como las pinturas de Santa Teresa en las que se observan
hombres coloreados en rojo o negro y delineados de blanco, llamados "hombres cactos"
junto con águilas, peces, liebres, coyotes; así como venados, borregos cimarrones y tigrillos
atravesados por flechas y lanzas.

Por el norte de la península vivieron posteriormente los grupos Yumanos (yumas,


cochimíes, laymones) quienes practicaban la agricultura (cucapás), hacían cerámica, tejían
cestas por la técnica del enrollado en espiral, contaban con perros domesticados, se pinta­
ban la cara, tenían sociedades secretas y chamanes; a la vez que hacían uso del toloache y
del temazcal o baño de vapor, enterraban a sus muertos con ofrendas para la otra vida, y
tuvieron contacto con los Seris aue navegaban en balsas por el Mar de Cortés.

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En cambio, hacia el sur habitaron los Guaycuras y Pericues, quienes eran pescadores,
cazadores y recolectores; mismos que empleaban balsas, redes y anzuelos para la pesca; ca­
zaban con el atlatl o lanzadardo y con el arco y la flecha; tenían mamparas y cuevas como
viviendas; usaban palos arrojadizos y recipientes de corteza; rendían culto a la pitahaya;
contaban con hechiceros o chamanes que usaban máscaras en sus curaciones mágicas;
eran polígamos; y guardaban los huesos de sus muertos en envoltorios que enterraban en
abrigos rocosos con ofrendas para la otra vida.

Los Pai-Pai y Kiliwas ocupaban la Sierra de Juárez, los Cochimíes se asentaban por la
parte septentrional de la península, los Laymones vivían hacia la parte media, Jos Seris en el
desierto y los Guaycuras y Pericues en el extremo sur; pero en la actualidad casi todos los
antiguos pobladores de Baja California han desaparecido, pues hasta hace unos veinte y
cinco afros sólo quedaban cuatro pequeños grupos lingüísticos derivados del yumano: los
Pai-Pai (Akwa'ala), los Ti-Pai (Diegueños), los Cha-Pai (Cucapás) y los kiliwa, todos ellos vi­
viendo en el norte.

Planicie Costera del Pacífico

En esta planicie, desde la Cuenca de Sonora hasta el Cabo Corrientes de Jalisco, o me­
jor dicho en el Noroeste de México, desde Colima hasta Sonora, donde se ubican los ardien­
tes arenales del Desierto de Altar y numerosas llanuras aluviales y cuencas son surcadas por
ríos como el Mayo, Yaqui, Fuerte, Acaponeta y Santiago, existieron varios grupos que vivían
de la recolección de moluscos y de la pesca, o de una economía mixta basada en la agricul­
tura, como lo indican los restos materiales econtrados en las localidades arqueológicas de
Trincheras, Guasave, Culiacán, Mazatlán, Chametla, Ixcuintla, Amapa y El Chanal entre
otros muchos.

Los grupos de Colima se distinguieron por la elaboración de una excelente alfarería y


modelado de figurillas, en la que plasmaron a los animales de su ambiente, a las plantas y
gentes de sus comunidades, como se observa en las vasijas que adoptan formas de perros
cebados, pericos, cangrejos, iguanas, chirimoyas, calabazas sotenidas por pájaros carpinte­
ros, enanos, cargadores de bancos, aguadores, músicos, bailarines y muchas representa­
ciones más; en tanto que en Nayarit y Jalisco los grupos tuvieron una cerámica similar y fi­
gurillas sólidas y huecas dentro de un estilo algo caricaturesco, las cuales, además de servir
para fines domésticos, eran colocadas como parte de la ofrenda mortuoria de un difunto, a
veces enterrado en una tumba de tiro.

Los grupos de Sinaloa sobresalieron por su extraordinaria cerámica policroma, por el


modelado de máscaras de barro, por la metalurgia, hachas de ranura, pipas de barro y tra­
bajo de la concha marina, todo ello patente en los objetos encontrados como ofrenda en
los enterramientos; y por esta región, en tiempos cercanos a la conquista española, habita­
ron también los Seris, Pimas, Opatas, Yaquis, Mayos, Coras y otros grupos más, casi todos
ellos sobrevivientes.

Hacia 1533 los Pimas ocupaban un territorio que iba del sur de Sonora hasta el río Gila;
cultivaban maíz, frijol y ágaves; domesticaban guajolotes, utilizaban el algodón y las fibras
de ágave para hacer ropa; curtían pieles de venado y practicaban ceremonias religiosas con
libación de bebidas embriagantes (jugo de ágave con uvas silvestres). Hoy tienen un sistema
de agricultura de subsistencia y viven en pequeñas comunidades, en casas de adobe; ocu­

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pan poblaciones como Yécora, Temusáchic, Soyopa, Yepachic, Maicoba, y los pimas se re­
lacionan con los Coras, comprendiendo a los Pápagos, Pimas Bajos y Pimas Altos.

Los Opatas, por el tiempo de la conquista, habitaban en pequeños caseríos; tenían una
rudimentaria agricultura de subsistencia — maíz, algodón, chile— que completaban con la
cacería y recolección de frutos y yerbas —cactos, tunas, pitahaya, saguaro, palmito, mez­
cal, camote, mezquite—; cazaban con arco y flecha (venados, conejos); en los ríos pesca­
ban con red y barbasco para atontar a los peces; hacían cerámica; tejían sombreros, petates
y canastas; sus jacales tenían paredes de ramas y barro, techo de palma y era una sola
pieza; hacían fiestas con borracheras ceremoniales, con música de tambores, cascabeles de
tobillo y danzas; un juego común era correr e ir pateando una pelota pequeña; tenían bru­
jos y quemaban a los difuntos con todas sus pertenencias. En el Siglo xvn los jesuítas los con­
virtieron al cristianismo, concentrándolos en misiones.

Perro cebado de Colima; figura de Nayarit:


Figura de Jalisco y máscara de Guasave, Sinaloa
En tiempos antiguos los Seris habitaron en Arizona, Baja California y Sonora. Hoy viven
en una estrecha franja de la costa de Sonora y en las islas cercanas, especialmente en la de
Tiburón, arrancando al desierto y al mar lo mínimo para sobrevivir; y así los seris siguen vi­
viendo de pitahayas, peces, tortugas y otros animales que cazan; habitan en jacales de
barro y ramas o en enramadas de arbustos; los hombres usan un delantal rojo sobre el pan­
talón y las mujeres llevan una falda ceñida a la cintura y una blusa con cuello alto y mangas
largas; las mujeres se pintan el rostro con colores rojizos, blanco y azul; cuentan con balsas
de carrizos y fibras de maguey, arpones, arco y flecha, veneno para las flechas; celebran
fiestas por la maduración de los frutos de los cactos o por la época de cacería de pelícanos,
ceremonias de pubertad en las mujeres o por la muerte de una persona; practican la danza
del Venado y el Zapateado o Pascóla; y en su economía hoy se ayudan haciendo artesanías
para el turista, como cestería, esculturas de "pelo de fierro", bolsas y frazadas de piel de
pelícano, collares de concha y objetos marinos.

Mujer y niña Seris.

Y los Coras de la familia yuto-azteca viven en la sierra del Nayar, emparentados con los
Huicholes; acostumbran tener un gobernador de la tribu, apoyado por un consejo de an­
cianos; y los hombres visten de manta con camisas de artisela en los días de fiesta, llevando
además un morral de lana; las mujeres usan cambayas estampadas y huaraches; habitan en
casas de una sola pieza, a veces con anexos para guardar el maíz, para cocinar y para alojar
a los visitantes (tapanco); celebrando fiestas en las que hay danzas como la de los Matachi­
nes, que bailan con tocados de garza negra y música de tambores y violines.

Las Coras viven de la agricultura y la recolección; saben preparar el mezcal; se han es­
pecializado en la cordelería y producción de costales, morrales y fajas de ixtle; practican la
curtiduría de pieles; tienen el telar de otate y tejen bolsas de lana y de algodón; a la vez que
hacen cestos y decoran sus jicaras con chaquiras pegadas en cera de abeja.
Sierra Madre Occidental

Se extiende de la frontera con Estados Unidos hasta el río Santiago en Jalisco, es decir,
que tiene unos 1200 km. de largo; pero propiamente termina en el río Mezquital, al sur de
Durango. En su constitución se observa material volcánico del Terciario, como andesitas y
riolitas; a lo largo de su escarpamiento se ven profundos cañones y barrancas,con ríos que
corren hacia la Costa del Pacífico; y en ella sobresale la Barranca del Cobre, formada por el
río Urique en el occidente de Chihuahua, cuyo cañón es un digno rival del Cañón del Colo­
rado.

Allí, en ese haz de cordilleras y altas cuencas, el hombre ocupó los abrigos rocosos y las
cuevas como viviendas temporales y para enterrar a sus muertos, tal como se ha visto en los
sitios arqueológicos de Río Verde, Yécora y Bavícora; pero con posterioridad allí habitaron
también los Varohios, Acaxees, Xíximes, Tepehuanes y Tarahumaras, últimos que todavía vi­
ven dispersos en esa abrupta región.

Los Tepehuanes ocuparon en tiempos pasados un gran territorio, pues habían grupos
en Sinaloa, Durango, Coahuila, Chihuahua y la Sierra Madre Occidental. Actualmente los
hombres usan un calzón y camisa de algodón blanco, el cotense (especie de pañoleta atada
con nudos a la cadera), una faja, una pañoleta roja al cuello, sombrero de paja y huaraches
de cuero con suela de llanta; mientras que las mujeres llevan una enagua de varios colores,
de tela sencilla, con dos o tres olanes, hasta media pantorrilla; una blusa de manga larga, sin
cintura,de muselina y con alforzas en la parte trasera;así como una pañoleta roja, sujeta ba­
jo la barbilla, que le cubre la cabeza.

La mujer cuida la casa y los niños, hace el tesguino, teje, hace cerámica y ayuda en la
cosecha del maíz; el hombre siembra, hace sombreros de palma o canastas tejidas y cuer­
das trenzadas de pita; sus casas están hechas de troncos y tablones ensamblados, de una so­
la pieza, con techo de tejamanil, y a veces con un tapanco que se usa como granero; y se
cocina en el interior de la casa, sobre el piso; a la vez que se duerme en petates o pieles de
cabra. Hacen arcos y flechas, burdos violines serranos, sombreros y fajas, frazadas de lana
tejidas en telar de tipo horizontal. El juego más común es el de "correr la bola".

Por su parte, los Tarahumaras o Rarámuris (los de los pies ligeros) viven en las partes
más altas de la Sierra Madre Occidental, en el Estado de Chihuahua; conviven con los Tepe­
huanes, Pinnas y Varohios; hoy subsisten de la agricultura, del pastoreo y de la pesca; pero
en tiempos prehispánicos, desde cuando menos 2000 A.C., un grupo ya elaboraba canastas
y cultivaba maíz, recolectaba semillas y frutos, cazaban con arco y flecha, vivían en las
cuevas, agregaron a sus cultivos el frijol y la calabaza, a la vez que peleaban con lanzas y
obtenían "cabezas-trofeos".

Actualmente se agrupan en rancherías o pueblos que se rigen por un gobernador y en el


que hay oficiales y practicantes de actividades mágico-religiosas; chamanes que median
entre la gente y las almas de los muertos, los seres animales, las serpientes del agua y las
brujas; curanderos que utilizan yerbas, peyote, tabaco y tesguino en sus curaciones mágico-
religiosas; y músicos y danzantes como los Matachines y Pascoleros. Son muy afectos a las
carreras a campo traviesa, cruzándose apuestas; y las fiestas colectivas (tesguinadas) ayu­
dan a coordinar los trabajos de ayuda mutua.
Los tarahumaras construyen en los cañones y barrancas viviendas de adobe y piedra,
así como casas serranas rectangulares con paredes de madera o piedra y techos de tablas o
de tejamanil; construyen silos con ventilación y pisos de piedra; tienen camastros de made­
ra con cubiertas de pieles y cobijas de lana; guardan o almacenan en canastos o en bolsas
de piel cruda, colgadas del techo; cazan venados, guajolotes silvestres, ardillas, conejos, ra­
tones de campo; pescan con veneno en los ríos; y comen el isquiote (pinole) de maíz molido,
tomado con agua; frijoles, calabazas y cerveza de maíz o tesguino.

Por lo general el hombre usa calzón y camisa tradicional larga de manta burda o de lana,
amarrada con una faja de lana finamente tejida; una cubierta o frazada del mismo material;
un pequeño bolso de cuero para objetos personales; una banda de tela para sujetar el pelo
largo; y huaraches de cuero de tres cintas; en tanto que la mujer lleva de una a cuatro ena­
guas de lana, amarradas a la cintura con una faja tejida; una banda de tela en la cabeza;
blusa bordada de manga corta; un rebozo en el torso y collares de semillas de colores.

La Meseta Mexicana

La región que hemos denominado La Meseta Mexicana se extiende de la frontera con


Estados Unidos hasta la ciudad de México; se compone de tierras altas limitadas práctica­
mente por la Sierra Madre Occidental, la Sierra Madre Oriental y el Eje Neovolcánico cruza
a México de oriente a poniente; y casi dos tercios de la Meseta hacia el norte corresponden a
tierras áridas y semiáridas, formando la Mesa del Norte o Altiplanicie Septentrional; y el
otro tercio, más húmedo, se le denomina Mesa Central o Altiplanicie Meridional.

Mesa del Norte

La Mesa del Norte es una vasta área de depósitos aluviales que dan lugar a extensas
cuencas y planicies, o sea que hacia el norte hay una franja alargada semiárida de monta­
ñas separada por altas cuencas aluviales adyacentes a la Sierra Madre Occidental, y en el
oriente y centro hay tierras bajas y áridas, con características de desierto y drenaje interior.

En el área de las altas cuencas ubicadas a lo largo del lado oriental de la Sierra Madre
Occidental, desde Casas Grandes, Chihuahua, hasta la vecindad de Zacatecas, podemos
mencionar a Valparaiso y Villanueva al Suroeste de Zacatecas y a las llanuras de Guadiana,
Poanas y Guatimape en Durango, Zonas en las que prosperaron grupos como los de
Chalchihuites, La Quemada, El Zape, Schroedery Casas Grandes, que compartieron rasgos
culturales del Suroeste de Norteamérica como casas de varios pisos hechos^de adobe,
hachas de ranura, pipas de piedra, etc., al mismo tiempo que tenían elementos culturales de
México.

Así, en Paquimé o Casas Grandes, Chihuahua, hay casas de planta circular y semisubte-
rráneas; edificios de adobes con varios pisos; un juego de pelota de planta oval; canales de
riego y cisternas para almacenar el agua; hornos para cocer mezcal; jaulas de lodo para do­
mesticar pericos y obtener sus plumas; cerámica policroma relacionada con el Suroeste de
los Estados Unidos; ornamentos de metal; entierros con ofrendas mortuorias y otros muchos
rasgos culturales.

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Muchachas tarahumaras.

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Hacia el oriente de la Mesa del Norte, desde la vecindad con San Luis Potosí hasta la
frontera con Estados Unidos, la extrema aridez ha moldeado la configuración superficial de
esa larga franja territorial, en la que los "bolsones" o cuencas desérticas es lo más caracte­
rístico del paisaje; y los barriales o playas que se forman hacia el centro de los bolsones,
contienen arcillas salitrosas, las cuales fueron explotadas por los grupos chichimecas para
comerciar con sus vecinos.

Los barriales de Villa de Cos y Santa María en Zacatecas; Las Palomas, Los Gigantes y
Frailes en el Bolsón de Mapimí, o el Bolsón de Parras al sur de Coahuila, son ejemplos de
esos depósitos de sal; la porción sur de la Mesa del Norte, entre la Sierra de Parras y el cen­
tro de San Luis Potosí, es comunmente llamada El Salado, árida y desolada región que tam­
bién contiene barriales; y como decíamos, toda esa amplia franja desértica fue ocupada por
grupos de bajo nivel cultural, como los Zacatéeos, Cuachichiles, Cazcanos, Conchos, Jovas,
Huicholes y otros más, algunos de los cuales sobreviven.

Así, por ejemplo, los Jovas habitaban las barrancas a lo largo del río Papigochic, pero
los Apaches los desplazaron de sus montañas y los obligaron a refugiarse principalmente en
el Valle de Sahuaripa; mientras que los Huicholes continúan habitando por la parte septen­
trional del Estado de Jalisco, allá por los límites con Nayarit y Zacatecas, especialmente en
las barrancas y picachos, valles y mesetas, donde suelen encontrarse sus cabeceras y san­
tuarios.

Basamento piramidal de la Quemada, Zac


Dispersos en localidades, a veces conviviendo con Coras y mestizos, los Huicholes tie­
nen cinco cabeceras de comunidades donde se reúnen los grupos para celebrar sus ceremo­
nias y festividades, las cuales son: Tuxpan de Bolaños, San Sebastián Teponahuaxtlan, Santa
Catarina, San Andrés Cohamiata y Guadalupe Ocotán; mismas en las que se ubican los tem­
plos principales, los adoratorios, la casa de gobierno, la cárcel y unas cuantas unidades ha-
bitacionales.

Las casas son de adobe con techo de terrado o de piedra y paja, tienen un sólo cuarto
con una puerta estrecha y sin ventanas, así como una enramada anexa para cocinar; y prac­
tican la agricultura utilizando el arado y el bastón plantador o estaca, a la vez que la gana­
dería.

La mujer lleva una falda larga muy fruncida de percal y a veces un sobrepuesto de tela
estampada; cubre su cabeza con un paño cuadrangular una de cuyas puntas cae sobre su
frente; usan huaraches; y se adornan con docenas de collares de papelillo y en ocasión de
las fiestas,con pequeñas manchas de colores en las mejillas.

Por su parte, los hombres usan una camisa de percal florido o de manta bordada en
punto de cruz, abierta a los lados y con faldón muy largo, calzón también bordado en sus
extremos, ceñido con una faja tejida de lana y un sartal de pequeñas bolsitas multicolores;
llevan en los hombros una capa en triángulo, de franela ricamente bordada; y completan su
atuendo con huaraches; sombreros tejidos de palma, adornados con cruces de franela en la
copa y el ala, que a su vez está orlada con capullos de mariposa y plumas de guajolote o
perico, o bien con colas de ardilla; collares de cuentas y aretes y pulseras de chaquira; así
como dos o tres morrales tejidos con diseños de animales y plantas.

Entre las artesanías los Huicholes hacen los llamados Ojos de Dios (tzícuris), especie de
cruz de varas con un rombo de estambres de colores — para que la deidad acompañe al
devoto—; morrales o bolsas de lana hechos en telar de cintura, principalmente con dise­
ños de águilas bicéfalas; tablillas propiciatorias hechas con estambres de colores sobre una
base de cera de Campeche, uniendo un hilo a otro hasta llenar todo el espado (námas), las
cuales se colocan en los adoratorios para propiciar el favor de las deidades: venado, el por­
tavoz de los dioses; águila real, el corazón del dios del fuego; paloma y coyote, vinculados a
la diosa de la tierra; serpiente, relacionada con el viento, los ríos, relámpagos, lluvia, fuego,
nubes, etc.; así como pulseras, aretes y jicaras a base de chaquira.

Mesa Central

La Mesa Central o Altiplanicie Meridional fue densamente poblada, lo mismo por sus
fértiles valles de suelos aluviales como el Bajío de Guanajuato, el de Toluca o Matalcingo,
el de Puebla, Tlaxcala, Morelos y la Cuenca de México,como por los sistemas lacustres de
Chapala, Sayula-Zacoalco, Cuitzeo y Pátzcuaro; y también por sus tierras altas y húmedas,
amparadas por formaciones volcánicas como el Nevado de Toluca o Xinantecatl, el Volcán
de Colima, La Malinche, el Nudo de Tancítaro, Iztaccihuatl y Popocatepetl, o sea por la cor­
dillera o Eje Neovolcánico Transversal. Aquí numerosos grupos humanos fueron paciente­
mente desarrollando sus culturas, que hoy conocemos como Preclásicas, Teotihuacana,
Tolteca, Mexica, Otomí, Matlatzinca, Tlahuica, Tarasca, etc.; algunos de cuyos descendien­
tes — nahuas, otomíes, mazahuas, pames, tarascos, etc.— viven todavía en lugares de la
misma región.

19
La cultura Preclásica del Altiplano Central se caracterizó por su elaborada alfarería y
modelado de figurillas con rasgos al pastillaje, las cuales nos muestran a la gente de aque­
llos tiempos, sus vestidos, ornamentos y costumbres; misma que evolucionó notablemente
al recibir el impacto de la cultura olmeca, que entre otros rasgos traían las costumbres de
la deformación del cráneo, la mutilación dentaria, el rapado total o parcial de la cabeza y la
pintura corporal y facial.

Los Teotihuacanos lograron construir una gigantesca urbe ceremonial ocupada y regi­
da por una sociedad teocrática y un Estado; desarrollaron una arquitectura y una escultura
monumental llena de religiosidad; decoraron sus habitaciones, palacios y templos con be­
llas pinturas murales; tuvieron una buena alfarería con elegantes formas; modelaron delica­
das figurillas de barro que reproducían mediante moldes, algunas de ellas con los miembros
movibles como títeres; tallaron máscaras funerarias en serpentina y alabastro; los artistas
plasmaron en sus obras a las figuras de sus dioses, entre ellos a Tláloc (lluvia), Xipe (primave­
ra) y Huehueteotl (fuego); iniciaron el comercio en gran escala y fueron los creadores del es­
tilo arquitectónico de "talud y tablero".

Los Toltecas fueron más bien militaristas; fundaron su capital en Tula, Hidalgo, ciudad
compuesta de varios conjuntos de edificios entre los que sobresale el Templo de Tlahuizcal-
pantecuhtli, dedicado al Señor del Alba o Quetzalcoatl (Venus como estrella de la mañana);
y allí se labraron los famosos colosos o cariátides en forma de guerreros que sostenían los
dinteles del templo; columnas serpentinas; banquetas con escenas procesionales; lápidas
con águilas y jaguares devorando corazones humanos; atlantes; chacmoles y otras obras ar­
tísticas que fueron copiadas de Chichón Itzá para embellecer el centro ceremonial.

También, en su tiempo, los Mexicas o Aztecas fueron imperialistas-militaristas ya que


lograron conquistar un vasto territorio por la fuerza de Jas armas, el cual rebasó las fronte­
ras de México; y así la gran Tenochtitlán se convirtió en una rica y próspera metrópoli, urba­
na y cosmopolita, en la que habían calzadas y canales, acueductos y fuentes públicas, tem­
plos y adoratorios, escuelas y bibliotecas, jardines botánicos y parques zoológicos, palacios
con huertas, mercados y, en suma, todos los elementos que definen a una gran ciudad, en la
que se concentraban los tributos de los pueblos conquistados.

En consecuencia, allí floreció la arquitectura de los templos gemelos y de las escalina­


tas dobles con alfardas rematadas en un cubo para soportar braseros y portaestandartes; la
escultura monumental como se observa en la imponente Coatlicue, Coyolxauhqui, Piedra
del Sol y Piedra de Tízoc; la metalurgia y la plumaria; las obras hidráulicas y la ingeniería; lo
mismo que la hechura de códices en papel de amate, la escritura jeroglífica, la literatura y
poesía, la medicina herbolaria y otros progresos culturales.

Por su parte, los Matlatzincas fundaron señoríos militaristas en Teotenango, Calimaya,


Malinalco, Calixtlahuaca, Tenancingo, Jiquipilco y en otros sitios más, desarrollaron una ar­
quitectura derivada de la teotihuacana y una escultura propia; mantuvieron relaciones co­
merciales con Michoacán, Guerrero, Morelos y Cuenca de México; fueron buenos alfareros
y tejedores, especialmente de la fibra del maguey; conocieron la metalurgia; a la vez que
colindaban hacia el norte con los mazahuas y otomíes, y hacia el occidente con los taras­
cos, a los cuales ayudaron en sus guerras de conquista por las salinas de Colima y Jalisco.
Figurillas preclásicas de Tlatilco.

Figurilla teotihuacana.

Escultura mexica.

Basamento-Templo de Santa Cecilia Acatltla.


Y en cuanto a los Tarascos o Purépechas, éstos lograron dominar un gran territorio por
medio de conquistas militares; establecieron su capital en Tzintzuntzan, Michoacán, así
como señoríos en Patzcuaro e Ihuatzio; construyeron yácatas o basamentos de planta rec­
tangular-circular combinadas; fueron afamados metalurgistas, plumarios, ceramistas, talla­
dores de obsidiana y lapidarios; a la vez que mantenían guarniciones militares para la defen­
sa del territorio de Jarácuaro, La Huacana, Zitácuaro y la región del Balsas, impidiendo la
penetración de los mexicas.

Hoy los tarascos viven en casas de adobe encalichado, cubiertas con tejas de barro
rojo; su economía se basa en la agricultura y en la pesca; hombres y mujeres tejen redes para
coger pescado blanco, perca negra, acúmara, mojarra y sardina en los lagos, o charales con
"cucharas” ; y también tienen "trojes" o casas de madera con un pequeño portal y un tapan-
co interior para guardar los granos, todo ello labrado artísticamente; en su organización po­
lítica conservan todavía la tradicional "guatápera" o centros de acción y planificación de
las obras comunales; celebran fiestas como la Feria del Pato, Las Palmas, la Semana Santa,
con bailes tradicionales — Los Viejitos, Moros y Cristianos, Los Negritos — ; y practican nu­
merosas artesanías, entre ellas la alfarería de Patamban y Santa Fé, el cobre de Santa Clara,
la palma de Xerécuaro, la laca de Uruapan, los muebles de Cuanajoja piel de Chilchota y
Cherán, los encajes de Angahuan y las guitarras de Paracho.

Un grupo sobreviviente, ubicado prácticamente en la región de sus ancestros, es el Oto­


mi que se ha adaptado dramáticamente al ambiente árido y hostil del Mezquital, explotan­
do al máximo la planta del maguey; puesto que de él obtienen alimento y bebida, materia!
para hacer sus chozas y combustible, lo mismo que fibra para los tejidos; ayates, bolsas, so­
gas, cordeles, mantas y otros productos.

Los otomíes ocupan parte de los Estados de Tlaxcala, Puebla, México, Hidalgo, Queré-
taro, Guanajuato y Michoacán; viven de la agricultura y de la recolección — maíz, frijol, ca-

22
labaza, chile, quelite, quintonil, nopal, tuna, huauzontli, biznaga, mezquite, garambullo,
flor del Izote, etc. — ; tienen casas según la región: de adobe con techo a dos aguas y revesti­
do de tejamanil, con un corredor y un granero interior, más una división entre estancia coci­
na; o de adobe con techo plano de madera recubierto de barro y una sola pieza; y aún jaca­
les de paredes de madera y techo de zacate, o con paredes de penca de maguey y techo de
paja o zacate. Existe la cooperación interfamiliar para construir la casa, y el tequio o faena
es obligatorio.

Las mujeres otomíes usan una blusa de manga corta con bordados en las mangas y el
cuello para estar en la casa; al salir se recubre con un poncho o quechquemitl; llevan una
falda o enredo de unos cinco metros de largo, de lana y a manera de tubo enrollado que se
pliega al cuerpo, sujeta con una una ancha faja tejida y también usan un refajo; así como
rebozos, trenzas, aretes de plata y collares de cuentas de vidrio.

Y el hombre usaba una camisa de algodón algo burdo, con cuello redondo, abierta o
semiabierta al frente, con botones; lo mismo que huaraches y sombrero; pero ahora es fre­
cuente que usen encima de la camisa un sarape o jorongo de lana, de algodón o de ixtle, y
un morral tejido. Para tejer todavía se tiene el telar de dos barras; y algunos hacen cerámica,
cestas de bejuco, objetos de carrizo y papel de corteza.

Por su parte, los Mazahuas viven principalmente en el Estado de México y en los muni­
cipios de San Felipe del Progreso, Jocotitlán, Timilpan y Atlacomulco e Ixtlahuaca. Desde
tiempos prehispánicos han estado junto con los otomíes, por lo que su lengua es muy pare­
cida; la base de su economía es la agricultura y la industria doméstica como producción de
alfarería utilitaria, sencilla y sin decoración, en Temascalcingo; elaboración de metates casi
esféricos y moldeados; beneficio de la lana y producción de manufacturas de ixtle — sogas,
ayates, bolsas— y de tirillas de paja de trigo; tejidos de lana — morrales, quechquemitl, so­
brecamas, fajas— y hechura de ornamentos de plata.

* i

Mujer otomí de Puebla.


Sierra Madre Oriental y Planicie Costera del Golfo

Es como un estrecho cinturón de pliegues anticlinales y cuencas sinclinales, formada


por calizas y otras rocas clásticas; se extiende más o menos de Monterrey a Teziutlán, Pue­
bla, en donde desaparece por quedar cubierta por los materiales volcánicos del Eje Neovol-
cánico Transversal; y por la escarpa oriente de la Sierra hay varios ríos que corren hacia el
Golfo, cortando los plegamientos y formando profundos cañones, como el del río Guayale-
jo en Ciudad Victoria, el del río Verde en Valles y el del río Moctezuma que ha cortado
prácticamente la Sierra. A su vez, estos ríos y otros muchos arroyos atraviesan o drenan la
planicie o llanura costera del Golfo, misma que presenta algunas colinas, ensenadas, este­
ros y pantanos, terminando más o menos en Veracruz, pues se interrumpe por la Serranía de
Los Tuxtlas.

Por estas regiones habitaron algunos grupos de otomíes, pames, mazahuas, ocuiltecos,
huastecos,totonacas, tepehuas y popolocas, los cuales todavía subsisten; habiendo asenta­
mientos prehispánicos como Pánuco, Tancanhuitz, El Ebano, El Tamuín, Castillo de Teayo,
El Tajín, Yohualichan, Cempoala, Isla de Sacrificios, Remojadas y muchos más, que son ex­
ponentes del desarrollo cultural alcanzado por diferentes pueblos en distintos tiempos.

Así, por ejemplo, los huastecos se caracterizaron por sus construcciones de planta cir­
cular; por una cerámica de color blanco o crema en forma de calabazas con vertedera, o
por una alfarería bicroma y policroma — negro, rojo, café, crem a— en forma de vasijas efi­
gie representando seres humanos y animales, sin faltarles la vertedera; por el modelado de
figurillas en barro rojizo o marfil; por una escultura propia en la que perpetuaron a sus dio­
ses, entre ellos a Quetzalcoatl, con gorro cónico, orejeras de gancho y pectoral de caracol
cortado; además de que conocieron la metalurgia, trabajaron delicadamente la concha y el
caracol marino, fueron diestros tejedores, y gozaron de fama como brujos e ilusionistas en
tiempos cercanos a la conquista española.

También por esas regiones desarrollaron los totonacas su cultura, como puede verse
desde los tiempo de El Tajín; centro ceremonial que se distinguió por una arquitectura de­
corada con nichos; por su juego de pelota con paneles en bajorelieve y representaciones re­
lacionadas con el dios Nacxitl Quetzalcoatl y el sacrificio asociado al juego de la pelota;
por el complejo yugo —palm a— hacha que eran representaciones funerarias del atuendo
de los jugadores de pelota para la otra vida; y por las atractivas figurillas sonrientes relacio­
nadas con el culto a la primavera; hasta el momento de apogeo de Cempoala, que fue la
primera ciudad totonaca que se opuso a los conquistadores españoles.

En tiempos prehispánicos los Huastecos se extendían del río Cazones al río Tamesí; te­
nían costumbres como la de llevar los cabellos trenzados con hilos de plumas retorcidas; te­
ñirse el cabello de rojo; limarse los dientes y coloreárselos con chapopote; escarificarse y
pintarse el cuerpo; así como usar orejeras y narigueras; en tanto que hoy viven por el norte
de Veracruz, sur de Tamaulipas y partes de San Luis Potosí, Querétaro e Hidalgo; se agru­
pan en poblados dispersos; se mantienen de la agricultura y de la ganadería; habitan en ja­
cales de techo cónico y piso de tierra; hacen cerámica y desempeñan otros oficios como la
cestería, la carpintería y el tejido.
Pectoral de concha. Huasteco.

Figura Sonriente. Centro de Veracruz.

Pirámide de los Nichos. El Tajín, Ver.

0 Ù i ó 8 J J Ü
25
Los hombres llevan calzón y camisa blanca, huaraches, sombrero y un morral; las muje­
res usan el quechquemitl bordado sobre manta con motivos tradicionales como el árbol de
la vida, conejos y flores; también llevan enaguas y ceñidor o faja; se cuelgan un morral bor­
dado, en el que guardan una jicara y una escobeta para peinarse; por lo general enredan el
cabello con estambres de brillantes colores; y suelen llevar el tocado o "petop" en las festi­
vidades, el cual es una especie de corona o armazón de bejuco en el que se intercalan rom­
bos de pelo con otros de estambre verde, anaranjado, rosa y guinda, mientras que en el cen­
tro del petop ensartan un pañuelo que les cae sobre la espalda.

Los Huastecos cuentan con brujos o curanderos; hacen reverencias al sol que nace y a
la luna nueva; colocan imágenes en los campos; ejecutan ritos en las cuevas de las monta­
ñas; y celebran sus festividades con danzas como la de El Volador que viene de tiempos
prehispánicos, la de la Mal inche, los Negros, los Viejos, los Rebozos, etc. y, desde luego, los
sones y huapangos son bailes comunes.

Los Totonacas ocupan las llanuras cálidas surcadas por numerosas colinas o lomeríos y
la sierra quebrada y fría, es decir, se localizan en municipios de Puebla y Veracruz como
Quiahuiztlan, Cempoala, Papantla, Hueytlalpan, Olintla y Huehuetlan; forman congrega­
ciones y poblados dispersos con chozas de bajareque; en su utillaje casero predominan los
bancos, petates, molcajetes, calabazos y bateas; su economía se basa en la agricultura y ex­
plotación de la vainilla; los jefes de familia realizan trabajos comunales o faenas; y siguen
utilizando el telar manual para hacer telas de lana teñida con añil que emplean en la con­
fección de faldas y cotones.

Las mujeres visten diariamente con enaguas de lana negra tejida o de percal blanco,
blusas, quechquemitl y pañoleta; los hombres usan calzón y camisa de^percal blanco, som­
brero y a veces huaraches, aunque en la sierra se usa también un cotón o jorongo con man­
gas, de lana negra o azul; pero en los días de fiesta las mujeres usan una enagua de organdí
bordado, una blusa de satín con banda de organdí en la pechera y mangas, fajas, pasadores
y flores ensartadas en el cabello; en tanto que los hombres llevan camisa y calzón de muse­
lina o de popelina blanca, huaraches, y una flor en el sombrero o en la bolsa de la camisa.

También los Totonacos tienen adivinos y curanderos que usan figuras de papel recorta­
do; celebran ceremonias agrícolas, bautizos y otros rituales católicos, aunque también
creen en seres sobrenaturales; y son afectos al zapateado sobre tarimas, además de practi­
car danzas como El Volador, la Guagua, los Negritos, los Gatos, Tejoneras, Moros y Cris­
tianos, los Santiagos y Tocotines. Entre sus artesanías sobresalen los tejidos de lana y los de
Zacatlán, las bateas de madera, las velas de cera y otras más.

Y los Tepehuas fueron grupos que se separaron del Totonaco; habitan en la Huasteca
Veracruzana y por las estribaciones de la Sierra Madre Oriental, sus asentamientos son de
tipo compacto en torno a una plaza,con viviendas de planta rectangular, muros de varas y
lodo, así como techos redondeados de zacate o palma; como mobiliario tienen mesas y si­
llas rústicas, baúles, cajas con ropa; hay en el interior de las casas, altares con imágenes ca­
tólicas, así como figuras de papel elaboradas por los curanderos, flores y ceras; todavía
usan el temazcal o baño de vapor, cubierto con hojas de plátano; y las mujeres llevan un re­
fajo de tela blanca con borde rosado o azul, una blusa bordada y quechquemitl; mientras
que el hombre usa calzón blanco abombado, cerrado en los tobillos, camisa, sombrero y
huaraches.

26
Sierra Madre del Sur y Mesa del Sur

La Depresión del Balsas — Tepalcatepec, cálida y seca, separa a la Altiplanicie Meridio­


nal y Eje Neovolcánico de las tierras altas de Oaxaca y Guerrero, la cual está formada por
largas cadenas de bajos cerros por donde corre el río Balsas dejando amplias radas en algu­
nos puntos a lo largo de su curso; y al sur del río Balsas se ubican las altas tierras del sur de
México que se conocen con el nombre de Sierra Madre del Sur — la parte occidental que
queda en el Estado de Guerrero— y Mesa del Sur — la parte oriental que está en el Estado
de O axaca— última que es casi completamente montañosa, sin zonas planas, salvo los va­
lles de Oaxaca, Etla y Tlacolula.

Al norte y Oriente del Valle de Oaxaca se encuentra la Mixteca Alta o estribación norte­
ña de la Mesa del Sur, drenada por algunos afluentes del Balsas; hacia el oriente del mismo
valle se ubican las tierras altas de los Mixes; bordeando la Mesa del Sur, hacia el noreste,
está la Sierra Madre de Oaxaca, que es como una barrera entre las tierras bajas costeras de
Veracruz y las altas de Oaxaca; e inmediatamente al oeste de esta cordillera se encuentra
el Cañón del Tomellín, el cual conecta a la cuenca de Puebla y Tehuacán con el Valle de
Oaxaca.

En el Estado de Oaxaca, cuyo territorio es sumamente montañoso, tuvieron su origen y


apogeo los zapotecas y mixtecas, los primeros fundamentalmente en los valles y la costa
— Monte Albán, Yagul, Etla, Quiptepec, Cuilapan,Zaachila—los segundos,en la cadena se­
rrana de la Mixteca Alta —Nochistlán, Yanhuitlán, Tilantongo, Coixtlahuaca, Tututepec,
Mitla, Teozacoalco—; y también allí se asentaron otros grupos que hoy parecen marginales,
entre ellos los mazatecos, popolocas, cuicatecos, triques, mixes, huaves y amuzgos.

Antiguamente los Zapotecas poseían una gran cultura: vivían en centros ceremoniales
o ciudades en las que habían basamentos de cuerpos escalonados, decorados con tableros
de doble escapulario, y templos en la parte superior; estructuras para jugar a la pelota, ob­
servatorios, altares, plazas, edificios habitacionales y otras construcciones menores; cono­
cían la escritura jeroglífica, la numeración y el calendario; desarrollaron una arquitectura
funeraria, consistente en tumbas de cajón con techo de bóveda, o tumbas con antecámara,
cámara mortuoria con nichos y techos abovedados; tuvieron una cerámica principalmente
de color gris, representando a sus diversos dioses en urnas y braseros —Cocijo, Xipe, 13 Ser­
piente— que ponían como ofrendas y acompañantes a los muertos; y también tallaron pie­
dras semipreciosas de color verde, en forma de pectorales, orejeras, cuentas para collar,
máscaras y otros objetos.

Hoy los Zapotecas ocupan los valles centrales alrededor de la ciudad de Oaxaca, las
tierras altas de las montañas de Tlacolula y de la Sierra Madre del Sur, las Sierras de Ixtlán y
Miahuatlán, así como la costa del Pacífico y el Istmo de Tehuantepec. Viven de la agricultu­
ra, caza, pesca, recolección, domesticación de aves de corral y un poco de ganadería; por lo
general habitan en jacales con techos a dos y cuatro aguas, con una olla invertida en los ex­
tremos de los caballetes para que no entre el agua de la lluvia; comen tamales, .totopos y
otras viandas de maíz; y todavía utilizan el telar de cintura; tejen el ixtle y el algodón, lo
mismo que la lana y las palmas; hacen cerámica, trabajan las pieles y producen mezcal.

En general, las mujeres usan el huípil y el enredo, faldas amplias, blusas, paños para el
sol y rebozos; los hombres llevan calzón y camisa de algodón o de lana, huaraches y som-

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breros de palma; en la Chinantla las mujeres usan un huípil largo de lana blanca con bandas
de colores hasta media pantorilla, por debajo llevan una falda de franjas blancas y cafés,
sostenida por una faja; en tanto que lasYalaltecas llevan huípiles blancos y largos, decora­
dos con trenzas de colores; por debajo usan una falda de franjas cafés y blancas, y en la ca­
beza lucen sus tlacoyales o especies de turbantes trenzados con lana. Adornos de oro, de
plata, chaquira y collares con monedas son comunes.

Dentro de las comunidades el tequio o faena colectiva es ya una costumbre; los pue­
blos tienen juzgados presididos por alcaldes, aunque algunas infracciones son castigadas di­
rectamente por el pueblo; poseen una religión con cultos católicos y paganos, ya que creen-
en espíritus de los montes, en los nahuales, la tona, etc.; celebran fiestas a los Santos Patro­
nes, organizadas por las mayordomías; tienen días especiales para la celebración del merca­
do o tianguis en distintas partes; y dentro del área zapoteca hay localidades ocupadas por
mixes, zoques, huaves y otros grupos.

En tiempos prehispánicos los Mixtecas se fueron formando hacia la tierra caliente de


Guerrero y Puebla, colindante con Oaxaca; se remontaron a las tierras altas o serranas, hoy
conocidas como la Mixteca Alta; y más tarde bajaron hacia los valles para conquistar algu­
nas ciudades zapotecas y fundar señoríos que perduraron hasta la dominación española,
como se vé en Mitla, Monte Albán, Tilantongo, Coixtlahuaca, Teposcolula, Tlaxiaco y Teo-
zacoalco.

Los antiguos mixtéeos se distinguieron por la decoración preciosista de sus edificios,


tanto en el exterior como en el interior, a base de grecas realizadas como un mosaico de
piedras; también decoraron sus tumbas de planta cruciforme con grecas, nichos y figuras es­
tucadas; por lo general enterraban a sus señores con acompañantes para la otra vida y con
ricas ofrendas; trabajaron delicadamente el hueso, la madera, el cristal de roca, el alabastro
y la turquesa; aprendieron á extraer y trabajar los metales, volviéndose consumados orfe­
bres; y desarrollaron una bella alfarería policroma, que se refleja en sus códices pintados so­
bre piel de venado, en los que dejaron constancia de sus genealogías, conquistas, conoci­
mientos históricos y geográficos, dioses, festividades y otros temas.

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Pectoral de oro con la efigie del dios viejo del fuego. Mixteca.

Hoy los Mixtecas viven hacia el norte y el occidente de Oaxaca, abarcando algunas
partes de Guerrero y Puebla; en su habitat se incluyen tierras altas semisecas y tierras bajas
húmedas en las que predomina una vegetación esteparia y desértica, así como tierras coste­
ras; su economía depende principalmente de la agricultura, caza, pesca, recolección y horti­
cultura; forman poblados compactos y barrios en las poblaciones grandes; sus casas son re­
dondas o cuadradas, con techo de palma, una o dos habitaciones, y trojes circulares en el
exterior; a la vez que usan el rebozo para cargar a los niños y el' mecapal para llevar bultos a
la espalda.
Los mixtecas tienen curanderos que utilizan las semillas del ololiuhqui y hongos aluci­
nantes en los rituales y la adivinación; entierran a sus muertos con acompañamiento de mú­
sica; en sus festividades bailan danzas como la de Los Macheteros, parecida a la de los Mo­
ros y Cristianos; y las mujeres usan enaguas amplias de manta o rayadillo, camisas, enredo y
huípiles; mientras que los hombres llevan un calzón de manta, un cotón o camisa cerrada
con un sólo botón en el cuello, huaraches y sombrero de palma.
En la región se teje la palma para producir sombreros, tenates, cestos y petates; se tra­

29
baja la piel, los metales y los textiles; mereciendo mención los jorongos y cobijas-de lana
que se hacen en Yodocono y Tlaxiaco, los sarapes de algodón que se tejen en Jumiltepec y
Juquila, las chamarras de gamuza de Tlaxiaco y Teposcolula, las sillas de montar de Juxtla-
huaca, la cestería de Huajwapan, los petates de Nochxtlan y los machetes de Teposcolula y
Tlaxiaco.

Los Mazatecos, de la familia Popoloca, viven principalmente en los municipios de Teo-


titlán, Tuxtepec y Cuicatlán, así como en parte de Veracruz y Puebla, o sea dentro de ia
Cuenca del Papaloapan; en tiempos prehispánicos fueron tributarios de los mixtecas de
Coixtlahuaca y de Moctezuma llhuicamina, quedando prácticamente aislados durante el
periodo Colonial; y su economía descansa en el cultivo del café cuyo comercio se concen­
tra en Huautla, en el cultivo de la caña de azúcar, en la producción de tabaco, arroz, ajon­
jolí, cacao y achiote, así como en la recolección del barbasco.

En toda la región hay un sistema de trabajo colectivo gratuito, el tequio, que ha mante­
nido el espíritu comunitario; también se acostumbra construir casas entre los parientes y
amigos, siendo el que habitará la casa el que costea el aguardiente y la comida; casas he­
chas con horcones de madera dura, con otate cortado en tiras largas, y techo a dós aguas
cubierto con hojas de caña o palmas. En algunas partes hay también casas de adobe con te­
chos de lámina de cartón o zinc.
Para dormir se utiliza la hamaca hecha con costales, petates y cama de otates; de la
madera se hacen tablas, vigas, ataúdes, etc.; practican la brujería y la hechicería; celebran
fiestas; y las mujeres llevan faldas de tela a rayas horizontales azules y blancas (región alta)
o de color liso (región baja) que se enredan en la cintura y llega hasta los tobillos, además de
un huipuil encima; se entretejen las trenzas con listones de colores y se untan el pelo con
una sustancia aceitosa, obtenida del hueso del mamey (pixcle) para mantenerlo suave y os­
curo; mientras que los hombres usan pantalón de dril o calzón corto de manta, camisa de
algodón o de manta, chamarra o cotón de lana y zapatos o huaraches.
Otro grupo, como el de los Mixes, vive en la parte oriental del Estado de Oaxaca, desde
Mitla hasta Tehuantepec; forman poblaciones diseminadas por los bosques situados entre
1500 y 3000 metros de altura; sus casas son de planta oval, de un sólo cuarto, con techo a
cuatro aguas de zacate y paredes de troncos delgados, con temazcal dentro o fuera de la vi­
vienda; duermen en hamacas y camas de varas o cañas, adosadas a la pared; los curanderos
utilizan el toloache y hongos alucinantes; hacen ofrendas propiciatorias a los espíritus de
las montañas, lo mismo que sacrificios de guajolotes en las cuevas para pedir buenas cose­
chas o librarse de una enfermedad; y las mujeres llevan una falda rectangular arrollada a la
cintura y un huípil corto, en tanto que los hombres usan pantalón corto y camisa blanca.

Y los huaves ocupan las lagunas Superior e Inferior del Golfo de Tehuantepec; se agru­
pan en poblados como San Mateo del Mar, Santa María y San Dionisio del Mar; habitan en
chozas techadas con hojas de palmera que llegan hasta el suelo, una para dormir, otra para
cocinar y otra para troje; de las vigas de las habitaciones cuelgan las hamacas y las canastas
con vestidos y enseres; usan bancos para sentarse; y tejen sus redes, construyen embarcacio­
nes y remos, cuentan con la coa y siembran tierra adentro, en milpas.

, La agricultura y la pesca son la base de su economía; el pescado que no venden es sala­


do para realizar intercambios; las mujeres usan un huípil blanco — hasta las rodillas— con
dibujos de pelícanos, patos, cangrejos, etc., de color morado; una enagua o falda de enredo
roja, con rayitas amarillas o negras; y un resplandor como tocado, muy parecido al de las te-
huanas; mientras que los hombres usan un calzón y camisa de manta, pero en la casa y en la

30
laguna sólo usan el maxtle o taparrabo. El hilo morado es teñido con las secreciones de un
caracol marino.
Entre los huaves hay curanderos que hacen limpias y ritos a la lluvia y al mar; tienen
tambores y teponaxtles ceremoniales que guardan celosamente; y danzas como la de Los
Aztecas, cuyos trajes son parecidos a la de los Tejorones de Pinotepa, y La Malinche para
cuya danza destinan un caballo que no debe trabajar y que alimentan hasta que muere.

Planicie de Tabasco
El sur de Veracruz, con sus planicies aluviales surcadas por el río Papaloapan, se inte­
rrumpe por la masa volcánica de Los Tuxtlas, en donde se ubica el Lago Catemaco, y a con­
tinuación vienen las amplias tierras de Tabasco, con planicies formadas por los ríos y salpi­
cadas de marismas y pantanos.Por los bordes aluviales de los ríos Coatzacoalcos,Uspanapa,
Tonalá y Grijalva se han encontrado importantes sitios arqueológicos, especialmente de los
antiguos olmecas que fundaron centros ceremoniales como San Lorenzo, Tres Zapotes y La
Venta; centros en donde floreció la escultura en piedra: altares monolíticos, cabezas colosa­
les, cajas o sarcófagos, imágenes del dios jaguar y de sacerdotes, hachas petaloides, lápidas
con relieves, figurillas, etc., y en donde se inició también la escritura jeroglífica, la numera­
ción y el calendario.

Península de Yucatán y Sierra Madre de Chiapas

Por último, llegamos a la región maya, que se extiende de Tabasco a Guatemala, o sea
que engloba a la Península de Yucatán, plataforma caliza cuyas partes norte y occidental
todavía se encuentra bajo las aguas del mar, formando la extensa Sonda de Campeche, con
sus bajos y bancos de coral; a la vez que contiene a la Sierrita de Ticul, la cual marca la
frontera entre la planicie yucateca norteña y el terreno serrano del sur; a la zona milpera de
Campeche; a la zona de ríos y lagunas; a la zona de tierras bajas del Petén campechano y
guatemalteco; así como a la Sierra de San Cristóbal, en el norte de Chiapas, que se continúa
al centro de Guatemala como los Altos Cuchumatanes; la Depresión Central de Chiapas,
cruzada por el río Grijalva o Río Grande Chiapas; y la Sierra Madre de Chiapas, a lo largo de
la costa del Pacífico, que pasa a Guatemala y se prolonga hacia Honduras.
En esta amplia región florecieron ciudades como Uaxactún; Piedras Negras, Tikal, Co-
pán, Quiriguá, Kaminaljuyú, Comalcalco, Palenque, Bonampak, Río Bec, Edzná, Hochob,
Uxmal, Chichón Itzá, Tulum y muchas más, cada una de ellas con su sello arquitectónico
propio, que después se tradujo en la existencia de varios estilos, hoy conocidos como del
Petén, Río Bec, Palencano, Chenes, Puuc y Maya-Yucateco; a la vez que allí también habita­
ron varios grupos derivados del gran tronco maya, entre ellos los lacandones, tzeltales, tzot-
ziles, tojolabales, choles, mames y mayas-yucatecos, los cuales sobreviven.

Los Mayas de tiempos prehispánicos fueron los genios matemáticos y astrónomos del
Nuevo Mundo; ellos descubrieron la exacta posición y uso del cero; crearon un sistema nu­
mérico vigesimal por posición; ajustaron su calendario solar en 365 días; calcularon el mes
sinódico lunar en 29 días; computaron el ciclo venusino en 584 días; dejaron tablas para la
predicción de eclipses en el Códice Dresden; hicieron observaciones sobre varias constela­
ciones y planetas; a la vez que registraron las fechas de sus acontecimientos más importan­
tes en estelas de piedra, dinteles y jambas, partiendo de una fecha-era.

Desde luego, este conocimiento era compartido por los sacerdotes que residían en los
numerosos centros ceremoniales y ciudades, en las que no faltaban observatorios, basa­
mentos y templos, canchas para el juego de la pelota, calzadas, chultunes o cisternas, a ve-

31
ces arcos de entrada, edificios de varios pisos, etc.; y fueron los mayas quienes inventaron el
techo de bóveda de piedra salediza o arco falso, las cresterías o peines, las torres ornamen­
tales, la columna serpentina, los chacmoles y otros elementos artísticos y arquitectónicos; al
mismo tiempo que fueron excelentes canteros y escultores, albañiles y pintores, diestros ta­
lladores de piedras semipreciosas, creativos alfareros, orfebres, escribas de códices y lite­
ratos.

Hoy, los mayas de las tierras bajas viven en aldeas o poblam¡entos dispersos y/o con­
centrados, con milpas cercanas; o también en pueblos que son cabeceras, con el núcleo reli­
gioso y administrativo en el centro, y la población indígena viviendo alrededor o esparcida
por la periferia; habitan en chozas de bajareque y de planta ovalada o rectangular, a veces
con paredes de adobe o de manipostería y en ocasiones con una pequeña huerta bardeada;
en el utillaje doméstico predominan las banquetas para tortear, el comal, el metate, jicaras,
canastos, banquillo, tinajas y hamacas; siendo su tecnología pobre, pues cuentan con ma­
chetes, hachas, coa, pala, arado de madera, yunta en algunos lugares, azadón, cuchillos, ce­
rámica y cestería.

Su economía está basada en la agricultura de baja productividad o de subsistencia, en


la caza y pesca, en la recolección, horticultura, cría de abejas, avicultura, cría de cerdos, ex­
plotación del chicle y del henquén, producción artesanal y algo de ganadería, según las po­
sibilidades de la zona ocupada; variando la indumentaria también, pues por ejemplo en
Yucatán los hombres usan un calzón corto de algodón y un delantal encima, una camiseta
de manga corta y alpargatas, pero en las fiestas llevan una guayabera, calzón largo, sombre­
ro de palma y un pañuelo rojo al cuello; mientras que las mujeres usan diariamente un huí­
pil de algodón bordado, enagua y rebozo, con el pelo recogido a manera de chongo; y en
las festividades lucen huípiles de seda bordados con gran colorido, sayuela o fustán con re­
mate tejido, o de encaje, zapatos, rebozo y aretes y collares de oro y coral.

Los Tzeltales que habitan la parte central de Chiapas, territorio de grandes llanuras en
el sur y quebrado y con altas cumbres en el centro, son vecinos de los chontales en el norte,
de los mayas en el este, de los choles y tzotziles en el oeste y de los tojolabales en el sureste;
se agrupan en comunidades y tienen casas de planta rectangular o cuadrada, con altares en
honor a la diosa de la tierra o Chulmetik y a Jesucristo, a veces también con temazcal o
baño de vapor; y en pequeñas huertas, al lado de las chozas, cultivan chayóte, papa, camo­
te, yuca, calabaza, chile, frijol, y maíz, que son base de la dieta alimenticia, junto con la
caza y recolección.

Entre los Tzeltales hay dos grupos de autoridad; los miembros del Cabildo indígena y
del Ayuntamiento, así como el gobierno propio, compuesto de dos calpules, un santo pa­
trono y las jerarquías, un jefe supremo o katinab, su secretario o Ohi Kabil, los curanderos
supremos o Dzunubiles, el alcalde que posee el bastón de mando, dos gobernadores o Cor­
nales que también portan bastón y cuatro regidores o X'tules.

Y en el renglón de la indumentaria los hombres llevan un pantalón corto, una camisa de


tela tejida que les llega a la rodilla, faja roja de algodón, sombrero de palma, huaraches
de cuero y, a menudo, una chamarra de lana hecha por los chamulas de la zona fría; en tan­
to quelas mujeres usan una faldaazul de lana y de unasóla pieza, con dos pliegues al frente,
sostenida por una faja de lana roja, hecha por los chamulas; una blusa y a veces un rebozo
de lana; un listón rojo en el pelo; una tela de lana que le cubre la cabeza y aretes y collares.

32
Los Tzotziles se agrupan en comunidades o centros religiosos, políticos y judiciales ro­
deados por barrios o conjunto de casas, los cuales funcionan como una unidad administra­
tiva y ceremonial; las casas son rectangulares, con paredes de barro armado con carrizo o
tablones horizontales ensamblados, piso de tierra apisonada, y techo alto de dos aguas,
puntiagudo, forradode zacate, tejamanil, tejas o láminas, cuya parte superiorse utiliza como
almacén; y la economía descansa en la agricultura del maíz, frijol y calabaza, en la caza
con rifle, en la pesca con dinamita, anzuelo o trampa, y en la recolección.

Cuentan los Tzotziles con parteras, hueseros y chamanes de ambos sexos que son inter­
mediarios entre lo natural y los invisible; hay tejedoras de prendas de algodón y lana de co­
lor blanco y café; también tejedores de bolsas de fibras, sombreros y canastas; alfareros;
carpinteros que confeccionan guitarras, violines y arpas, así como tejamaniles y tablas; lo
mi$mo que curtidores, lapidarios y productores de velas de cera.

Por lo general las mujeres usan blusa blanca, falda de algodón azul ode lana azul y faja
roja, huípil y chal bordados de lana o rebozo de algodón para cargar a sus hijos, andan des­
calzas y trenzan su pelo con listones de colores; mientras que los hombres llevan camisa
blanca y larga, a menudo con bandas rojas y azules en las mangas; pantalones hasta el tobi­
llo o a media pantorrilla; faja de lana anudada a la cintura; y una pañoleta amarrada en la
cabeza, bajo el sombrero.

Y los Lacandones de Chiapas viven principalmente hacia las márgenes de los ríos y la­
gunas, desarrollando una vida comunal de pequeños núcleos humanos en los caríbales, liga­
dos por relaciones de familia; habitan en chozas de troncos y palma en los claros del bos­
que; y hacia un extremo de la choza está el fogón, compuesto de tres piedras, sobre las que
se apoya el comal, y el resto del utillaje, como la piedra de moler, el banco para tortear,
jicaras, calabazos, ollas y cucharas de madera, se distribuyen cerca del fuego.

Pegada a la choza hay una enramada sostenida por delgados troncos, bajo la cual se
prepara el maíz o nixtamal; duermen en hamacas de henequén o de lona, o en un tapexco o
catre de varas y carrizos; en sus milpas cultivan maíz, frijol, chile, calabaza, tomate, camo­
te, yuca, sandía, piña, melón, cebollas, papaya, plátano y mamey; a la vez que en parcelas
especiales siembran caña de azúcar y tabaco. Además de la agricultura los lacandones ca­
zan jabalí, venado, mono, faisán y otros animales; pescan, recolectan, y también continúan
haciendo el Balché o bebida de maíz fermentado.

En general, los Lacandones son de corta estatura, de piel morena y ojos oblicuos; llevan
el cabello crecido y negro; su indumentaria consiste en un tosco vestido de manta o brin,
con mangas cortas y que les llega abajo de las rodillas (cotón que antes se tejía en telar),
aunque algunas mujeres pueden llevar enaguas hasta el tobillo, un cotón encima con faja, y
collares.

Desde luego,en la región maya existen numerosas artesanías,como la cerám ica de Ti­
cul, Becal, Tenango y Amatenango del Valle; los sombreros de Calkiní, Becal, Tekax, Teñe
japa y Huistán; las cobijas y ponchos de los Chamulas; huípiles y camisas de Tenejapa y
Chenalho;bol$as,redes y cuerdas de Oxchuc; objetos de henequén y oro de Mérida.o de ca­
rey y madera de Campeche; ámbar de Simojovel; etc.; artesanías que se asocian a los distin­
tos grupos y a los cambiantes paisajes de la región, para en conjunto, y aunado a todo lo
expuesto con anterioridad, constituir ese mosaico geográfico — ecológico-social y cultu­
ra l— que es el México indígena de ayer y de hoy.

33
t <s

Cacería de un mamut en Tepexpan, Dibujo de Iker Larrauri

Los primeros pobladores de México

A ntecedentes

acia los comienzos del siglo xvi, Pedro Mártir de Anglería decía: "es verosimil que la

H tierra se junta o a lo menos se allega mucho, y por ésto es fácil de creer que los pri­
meros pobladores pasaron a las Indias por tierra, porque nunca se hallaron rastros
de navios grandes... (y) más verosímilmente se concluye que la generación y población de
los indios ha procedido de hombres que pasaron a las Indias Occidentales, por la vecindad
de la tierra, y se fueron extendiendo poco a poco..."; o sea que ya desde entonces se consi­
deraba que los indígenas americanos no eran autóctonos del continente y habían venido del
Viejo al Nuevo Mundo, gracias a la vecindad de la tierra en algún punto.f»

Ot- Anglería, I, 1892.

34
Por los finales del mismo siglo xvi el Padre José de Acosta decía: "la razón porque nos
hallamos forzados a decir que los hombres de Jas Indias fueron de Europa o de Asia, es por
no contradecir a la Sagrada Escritura, que claramente enseña que todos los hombres des­
cienden de Adán, y así no podemos dar otro origen a los hombres de Indias... (pero) porque
la una tierra y la otra en alguna parte se juntan y continúan o a lo menos se avecinan... (creo
que) al continuarse la tierra de Indias con esotras del mundo (o) a lo menos estar muy cerca­
nas, ha sido la más principal y más verdadera razón de poblarse las Indias; y tengo para mí
que el Nuevo Orbe e Indias Occidentales, no a muchos millares de años que las habitan
hombres, y que los primeros que entraron en ellas mas eran hombres salvajes y cazadores,
que no gente de República y pulida..."; o sea que Acosta no sólo pensaba igual que
Anglería, sino que aún agregaba un bajo nivel cultural a los antiguos pobladores.™

A estas ideas se agregaron más tarde los conocimientos geográficos y el descubri­


miento de Siberia Oriental y Alaska que sugirieron al Estrecho de Behring como la vía de pe­
netración más viable para pasar del Viejo al Nuevo Mundo; también la aparición en Europa
de restos fósiles de hombres prehistóricos y de animales pleistocénicos llevó a pensar en
que el hombre americano, podía ser anterior a los tiempos bíblicos™; y todo ello, sistemati­
zado, pasó a formar parte de Ja llamada Escuela Norteamericana o de una corriente de pen­
samiento que aceptaba para el hombre americano: un origen único asiático, el ingreso por
Behring y un nivel cultural bajo; pues por ejemplo Hrdlicka admitía que el arribo del
hombre al continente americano era relativamente reciente; que había llegado por Behring
en oleadas sucesivas; que provenían de un tronco asiático-mongol o mongoloide; y que el ti­
po físico y sus culturas fueron modificándose progresivamente hasta dar los tipos y culturas
actuales, por el simple juego de cruzamientos y por las influencias del medio, sin que hu­
bieran intervenido nuevos aportes del exterior.™

Desde luego, otros investigadores plantearon el poblamiento de América como resulta­


do de diversos orígenes del hombre americano, creándose otra corriente de peñsamiento
contraria a la anterior; y así por ejemplo, Paul Rivet consideraba que los elementos mongo-
loides fueron los más numerosos y pasaron por Behring en distintas etapas; los esquimales
pasaron posteriormente; los australoides alcanzaron PatagOnia, tal vez por vía de la Antárti­
da, y los malayo-polinesios llegaron a tierras americanas por vía transpacífica.™

Para los monoracialistas o seguidores de la primera corriente el hombre americano po­


see un físico uniforme, pese a las diferencias que pueden presentarse de grupo a grupo; to­
dos los pobladores del continente americano pasaron por el Estrecho de Behring; todos los
que pasaron provenían de Asia; y la cultura que traían era muy limitada, habiéndola de­
sarrollado en este continente.

Para los poliracialistas o seguidores de la segunda corriente el poblamiento de América


fue el resultado de diversos tipos físicos y culturas, unas asiáticas, otras llegadas por la vía
del Pacífico; o sea que el indígena americano no es uniforme, que no todos penetraron por
Behring, y que la cultura americana recibió estímulos y conocimientos de otras partes, en
diferentes tiempos y de varios grupos ya diferenciados racialmente. Hay desde luego, en
ambas corrientes, posiciones intermediáis y aún extremas.

V sobre el particuJar Comas concluye que: a) no hubo autoctonismo; b) no hubo, ni hay,


homotipo americano; c) ha habido una preponderante inmigración mongoloide; d) hay du­
das y discusiones no resueltas en la actualidad en cuanto a cuales otros tipos humanos

Acosta, 1894.
(Jt- Laming-Emperaire, 1966.
«'"-Hrdlicka, 1912.
«5>- Rivet, 1943.

35
contribuyeron al poblamiento de América: dos (Birdsell), cuatro (Rivet) o siete (ImbellOni)
que serían las hipótesis más generalizadas; (y) según se acepte una u otra tesis; se explicarán
de modo diverso las evidentes diferencias somáticas que se observan en distintos grupos
amerindios.*61

Sin embargo, podríamos decir también que en América existe un verdadero mosaico de
tipos y culturas, resultantes de las varias oleadas de gentes que pasaron en distintas épocas,
menos diferenciados mientras más antiguos, más diferenciados cuanto más recientes; pero
todos ellos derivados de los troncos raciales que se fueron diferenciando a su vez en el
Viejo Mundo —a partir del Homo S a p ie n s-y que ya en territorio americano, por adapta­
ciones ambientales, mutaciones, mestizaje, aislamiento geográfico, deriva genética, dieta,
e t c . , d i e r o n a los g r u p o s i n d í g e n a s de A m é r i c a .

En el terreno de la arqueología han predominado las ideas sobre la existencia de tradi­


ciones culturales, como las postuladas por Wormington en el sentido que llegaron a Améri­
ca la tradición Paleo-Oriental o de los cazadores nómadas de fauna pleistocènica; la Paleo-
Occidental o de grupos recolectores y la Paleo-Nortefta o Artica, relacionada con gente que
trajo una industria microlítica*7*; o como decía Bosch-Gimpera que los primeros pobladores
del continente americano traían una tradición cultural del Paleolítico Inferior, o sea de gen­
tes recolectoras y cazadoras inferiores que procedentes del Asia Oriental introdujeron la
cultura de lascas y nodulos, tal vez junto con la de hachas de mano; en tanto que más tarde
llegaron los cazadores del Paleolítico Superior americano, representados especialmente por
los implementos Sandía, provenientes del Lago Baikal a través de Siberia.®

Para Bosch-Gimpera, antes de 35000 años a.G. el hombre ya se hallaba presente en


América y había llegado al extremo sur de Norteamérica; luego hacia 14000 a.C. se produjo
una nueva penetración del hombre que alcanzó Arizona y el Sur de California; posterior­
mente resurgió la tradición de los recolectores que habían venido con la cultura de lascas y
nodulos; hasta los tiempos del Mesolitico en que llegan a Alaska los antepasados de las pri­
meras oleadas de esquimales, procedentes de las costas árticas asiáticas.®

Por su parte Chard opina que el poblamiento de América tuvo lugar por medio de dos
movimientos básicos a través del puente que unía el este de Siberia y Alaska, durante el últi­
mo período glacial. El movimiento inicial partió del este de Asia, a lo largo de las costas del
Pacífico, llevando una tradición litica de machacadores o partidores, artefactos bifaciales y
lascas amorfas, hará unos 40000 años; y el segundo movimiento partió del centro de Siberia,
llevando una tradición con trabajo del pedernal y posiblemente el germen del lasqueado bi­
facial, siguiendo tal vez la costa del Artico. Mucho después penetrarían los Paleo-
Esquimales, hacia 6500 a.C.(10)
De acuerdo con éstos y otros investigadores puede decirse que hubieron varias migra­
ciones importantes al continente americano; una muy antigua —35,000 o 40,000 a.C.—
correspondería a grupos de recolectores-cazadores atrapadores que traerían una industria
litica indiferenciada (lascas, nodulos, partidores, sin puntas líticas); otra que correspondería
a los grupos de cazadores de fauna pleistocènica con varios tipos de puntas de proyectil
(Sandía, Clovis, etc.); una migración correspondiente a grupos del Mesolitico-Neolitico, con
una industria microlítica principalmente; y gente que por contactos transpacíficos arribaron
a determinados puntos del continente americano, contribuyendo más al desarrollo de la
c u l t u r a q u e a la e v o l u c i ó n de l o s t i p o s f í s i c o s .
M>v C o m as, 1962.
i7*' Wormington, 1957.
,:w Bosch-Gimpera, 1958.
,9'- Bosch-Gimpera, 1961.
<1U> Chard, 1963.
36
Generalidades

Hasta antes del Paleolítico Superior prevalecía en Asia una tradición lítica de hachas
de mano trifaciales, pero habían otras industrias en el noroeste de India, en Burma, China,
Java y el Sureste de Asia que tuvieron su origen en otra tradición, y los implementos o arte­
factos de esas industrias eran partidores o "choppers", es decir, piedras para partir o macha­
car, hechas de cantos o nodulos y de bloques naturales.*11»

Esta tradición dominó a las tempranas culturas de Asia y dio lugar al Soaniense de Pa­
kistán, al Anyathiense de Burma, al Choukouteniense de Pekín, Complejo Fenho de Shansí y
Honan, Ordosiense del Yenisei y del Baikal, etc.; industrias que casi sobrevivieron hasta el
Paleolítico Superior, junto con las hachas de mano.*12»

Por 40000 años antes de la era cristiana el hombre Neanderthal ocupaba todavía Cri­
mea y la llanura rusa; a su vez Jos Neanderthaloides se habían extendido por CrimenfKiik
Koba, Staroselie), Uzbekistán (Teshik-Tash), Kwantung (Ma-Pa), Shansí (Ting-T'sun) los Ordos
(Sjara-Osso-Gol, Krasny Yar, Aman Kutan, etc) y partes del Baikal; siendo estas gentes caza­
doras de mamut, rinoceronte, bisonte, caballo, ciervo gigante, hiena, etc., los que tenían ho­
gares para el fuego y algunos artefactos musterienses.*13»

El Paleolítico Superior puede fecharse a partir de 40,000 a.C., por ese tiempo las tun­
dras y las estepas gélidas — con escasos islotes de bosques septentrionales— ocupaban mu­
cho más territorio de Europa y del Norte de Asia, que lo que habían alcanzado con anterio­
ridad; a la vez que el Homo Sapiens, ancestro de las ramas modernas de hombres, estaba
presente en Europa, en el Occidente de Rusia, en Siberia y regiones meridionales, incluyen­
do Crimea, El Cáucaso y el Asia Central.*14»

Este período fue de gran progreso tecnológico, pues a él se asocia la cultura o tradición
de hojas y buriles, la cual parece haber emergido en el suroeste de Asia y de allí pasar a Eu­
ropa; o sea que durante él se desarrollaron nuevas técnicas en el trabajo de la piedra, del
asta y del hueso; ocurrieron cambios en la economía, y aún cambiaron las relaciones socia­
les y el propio aspecto físico del hombre.

De hecho, durante este período aparecen hojas o lascas, estrechas en proporción a su


longitud y con lasqueado paralelo; hojas-cuchillos y puntas de proyectil retocadas finamen­
te; raspadores para pieles; buriles para el trabajo del asta y del hueso, lo mismo que para
grabar; y hay también lanzadardos, núcleos prismáticos con aristas regulares, viviendas, ini­
cio de las ideas religiosas y del arte, enterramientos, y otros logros culturales.*15»

En el Paleolítico Superior ocurrieron el Chatelperoniense, Auriñaciense, Gravetiense,


Solutrense y Magdaleniense. El Chatelperoniense —derivado del Musteriense— fue una
cultura de hojas; con raspadores terminales, grabadores, hojas-cuchillos con un borde recto
cortanteyel otro curvo hacia la puntay retocado; implementos que se asocíana restos óseos
como los de Combe-Capelle y Cro-Magnon.

En el Auriñaciense hubo un gran porcentaje de herramientas de hojas y pequeñas pun­


tas de hueso; raspadores de pedernal con lasqueado secundario; raspadores terminales con
lasqueado lateral, que da un efecto acanalado; buriles; punzones; puntas de atlatl en hueso;

Olí- Movius, 1949.


(12r Oakley. 1964.
03).- Monga ¡t, 1960.
O4*-- Mongart, 1960.
05). Hawkes y Woolley, 1963.
37
etc.; y estos implementos se localizan en Irak, Afganistán, Crimea, Siria, Palestina, Hungría,
España, etc., con supervivencias en lugares de Rusia y Siberia Central.

El Cravetiense tal vez se inició en el Sur de Rusia, pues allí floreció una rama oriental
de cazadores de mamut en las estepas y este de Siberia, los cuales contaban con perforado­
res; puntas de proyectil con lasqueado en uno de sus bordes, hojas-cuchillos; puntas con
una escotadura u hombro, en uno o en ambos lados; uso del marfil; todo ello por 35000 a.C.
en el Occidente de Asia, y por 20000 en Austria; tradición que también se observa en Pred-
most, Vestonice, etc.(16)

También, y en relación con el Cravetiense, hay que mencionar a los hallazgos de Kos-
tienki, Rusia Central, en donde se encontraron puntas de proyectil con bases cóncavas y li­
gero acanalado; raspádores terminales y raspadores con esquinas; buriles y cuchillos bifa-
ciales; lo mismo que puntas de proyectil hechas en hueso (Lautscher points); complejo que
pasó al este de Siberia, asociándose a herramientas de lascas y de guijarros o nódulos.07*

De hecho, en el centro de Rusia aparecen viviendas en Gagárino, Alto Don; en Tel-


manskaia, cerca de Voronezh; en Timonovka, cerca de Briansk; en Pushkarí I, cerca de
Novgorod-Severski; en Kostienki I y IV; en Mezín, a orillas del Desná; etc.; y por lo general
estas viviendas eran de forma oval, semisubterráneas, con techos de pieles o de ramas sobre
varas; a veces formando poblados con grupos de cabañas distribuidas dentro de un recinto
oval, con varios hogares alineados en el exterior, y fosos para la cocción de los alimentos.
También cazaban caballos salvajes, mamut y renos, como se ha comprobado en Mezín, a
orillas del Desná.(18)

En Siberia, los grupos de Maltá, cerca de Irkutsk; de Burét, a orillas del Angará; de Eli-
seivichi, de Contzy, etc., usaban el hueso, fémures de mamut como pilares, cráneos de rino­
cerontes y de mamut como bases de las paredes de las viviendas, y astas de reno para la tra­
bazón del techo; a la vez que tenían hachas de pedernal y azadones de hueso para excavar
el espacio de las cabañas; vestidos de pieles con capuchas del mismo material; ornamentos
como brazaletes, collares y pendientes de colmillos de animales; culto a los muertos con
ofrendas y uso del cinabrio; e inicio del arte de la pintura y grabado o modelado de figuras
humanas y animales, junto con el tallado de figurillas femeninas en marfil. Al parecer estos
grupos se derivaron del Cravetiense Oriental, y se movieron del oeste y sur de Rusia hacia la
región del Baikal, ocupando lugares del Yenisei, Angará, Ob, Selenga, etc.

Después del Cravetiense vino el Solutrense, en el cual hay una gran maestría en el las­
queado a presión, sobre todo en las puntas de proyectil para jabalinas y lanzadardos, lo mis­
mo que en las hojas lanceoladas o en forma de hoja de laurel, como se observa en España,
Hungría, Egipto, China, etc.; y las puntas presentan un hombro o corte en la base, con las
cuales cazaban caballos y renos.

Por último, en el Magdaleniense, se usa más el marfil, hueso y asta de ciervo, para ha­
cer arpones con cabeza desmontable y con muescas o barbas en uno o en ambos lados;
también para puntas de lanzadardos, agujas y bastones de mando o cetros; al mismo tiem­
po que se desarrolla un arte rupestre y mobiliar; la magia simpática; la pesca; y se cuenta
con hojas, buriles, raspadores y otros artefactos derivados del período anterior. Esta etapa
finaliza por 8000 a.C.

(16)'Clark, 1961.
<17)MüMer-Beck, 1966.
rW'Mongait, 1960.
De lo anterior puede decirse que a partir de 40000 a .C aparece de lleno el Homo Sa­
piens, y se inicia el Paleolítico Superior, cuya característica principal era una industria de
núcleo hoja; y durante esta etapa, que abarca más o menos hasta 12 u 8000 a.C. y que se ha
dividido en varios períodos, aparecen las hojas con espalda; buriles o grabadores; puntas de
proyectil con pie o espiga y con una o dos escotaduras u hombro; hojas con una muesca la­
teral para raspar o rasurar; taladros de mano; hojas raspadores terminales; puntas en forma
de hoja de laurel; puntas con escotadura u hombro, finamente lasqueadas; raspadores re­
dondeados y de nariz, etc.; lo mismo que artefactos de hueso como cuchillos, agujas, pun­
tas con doble hilera de barbas, arpones, alfileres, etc.

Las gentes vivían en cuevas y en viviendas construidas al aire libre; se cubrían con
pieles; tenían lanzadardos, arco y flecha, jabalinas, mazas, bolas de piedra, trampas, etc.,
con los cuales cazaban varias especies de animales, aunque más tarde también depen­
dieron de la recolección, de la pesca y de la explotación de los bosques; a la vez que en­
terraban a sus muertos, a veces con acompañamiento de ofrendas y pintura roja o cinabrio;
e iniciaron y desarrollaron el arte rupestre, el grabado, la escultura y la producción de orna­
mentos.

La industria de hojas se extendió por toda Europa, por el Cercano Oriente, Sur de Sibe­
ria, Región del Baikal, y aún por el norte de China, con diferencias locales y mezclas raciales
(Proto-Caucasoides, Proto-Mongoloides, Negroides); y así hubo un Gravetiense Oriental,
desde el sur de Rusia a Siberia, con puntas de hombro y ligera acanaladura (Kostienki), un
poco distinto al Gravetiense europeo.

Y por lo que respecta a Norteamérica, hay que enfatizar que en Kostienki aparecen
puntas de proyectil con bases cóncavas y ligero acanalado, lo mismo que punta con escota­
dura u hombro que se continúan durante el Solutrense, asociadas todavía a herramientas de
lascas y nodulos; a la vez que este complejo Kostienki pasó a la región de Baikal, alcanzan­
do el este de Siberia y la costa asiática del Pacífico)191

Durante el Mesolitico europeo (12-7000 a.C.) comenzó a extinguirse la fauna pleistocè­


nica, por lo cual el hombre tuvo que ir adaptando su tecnología a las nuevas condiciones de
su ambiente, volviéndose cazador de animales menores, pescador y recolector; y este
período se caracterizó por sus herramientas en miniatura o microlítos, derivados de la tradi­
ción de hojas, entre ellas; hojas trapezoidales, triangulares y lunares, que a veces se coloca­
ban como barbas de los arpones; junto con puntas con espiga, partidores o machacadores,
fisgas o azagayas, anzuelos de hueso, hachas, etc.

En el Levante y Noreste de Iraq, los Natufienses y Karim-Shahirienses comenzaron a de­


sarrollar implementos como hojas-azadas, piedras para la molienda, hachas pulidas y otros
artefactos propios de la recofécción y del cultivo incipiente; a la vez que se inició la domes­
ticación de unos pocos animales.

A partir de 7000 a.C. la agricultura y domesticación de animales aparece de lleno en el


Cercano Oriente, principalmente en Anatolia, Irán y Jordania, como se observa en Hacilar,
Alikosh y Beidha; o sea que se pasa al Neolítico, etapa que ocurre explosivamente en todo
el Viejo Mundo. Por esta fecha se combinan algunos elementos sobrevivientes del
Paleolítico Superior como la caza y las pinturas, con la domesticación y agricultura, espe-

(’■W-Miiller-Beck. 1%6.

39
cialmente en Anatolia, y allí se ha descubierto el sitio denominado Catal Huyuk, el cual
muestra como de cazadores y recolectores los hombres devinieron poco a poco al sedenta-
rismo, fundando aldeas, cultivando plantas y domesticando animales.

Allí se han encontrado cámaras y santuarios con grabados y pinturas, tumbas, esta­
tuillas de piedra, espejos y pequeños ornamentos de cobre, vasijas de madera, textiles, cerá­
mica pintada, edificios, uso del plomo, etc.; y las gentes, de tipo físico proto-mediterráneos
y alpinos, cazaban bóvidos salvajes, ciervos, onagros, leopardos, etc., cultivaban y domesti­
caban animales, todo ello entre 6700 y 5950 a.C.(20)

Hacia el norte de Europa las gentes vivían de la caza, pesca y recolección, readaptados
a los bosques del Post-Glacial, y así, en la cultura Maglemosiense, por 6000 a.C., habían ar­
tefactos de hojas, puntas con espiga, buriles, hachas para el trabajo del bosque, microlitos,
mazas, anzuelos, arpones, flotadores y redes, canoas, arco y flecha, etc. Los grupos funda­
ron aldeas con cultivos incipientes y domesticación de animales, para más tarde desembo­
car a la producción de alimentos propiamente dicha.

El Poblamiento de Norteamérica

Entre 40 y 30000 a.C., durante el período glacial Farmdale que hizo bajar el nivel del
mar y permitió la formación de un puente de paso entre Siberia y Alaska, el hombre pudo
cruzar a pie la relativa corta distancia que separaba a ambos continentes, iniciando el
poblamiento de América. La ruta de paso fue principalmente por la costa del Pacífico, ya
que los hielos cubrían una gran extensión del norte de Norteamérica, y sólo la costa era un
corredor de tundras, más amplia que ahora y en buena parte sumergida, por lo tanto de fá­
cil acceso.

Estos primeros inmigrantes llegaron al continente americano con una historia biológica
y cultural desarrollada con toda probabilidad en el Centro y sureste de Asia, en un momen­
to en que se estaban realizando en América una serie de cambios climáticos, ecológicos y
físico-geográficos, que afectaron,entre otras cosas,a la flora y fauna americana; y de ahí que
los primeros pobladores tuvieran que sufrir algunas adaptaciones biogeográficas y cultura­
les en su nuevo ambiente, lo cual les hizo evolucionar de una manera un poco distinta a la
que siguieron sus contemporáneos en el Viejo Mundo.

El tipo físico de estos primeros pobladores era semejante al del Homo Sapiens del
centro y sureste de Asia, un tanto más primitivo que el europeo, y transicional entre el Nean­
derthal y Cro-Magnon; o sea que descendían de un tronco racial que posteriormente dio lu­
gar a los protomongoloides del norte de Asia y a los protoaustraloides del sureste de Asia,
llamado Caucasoide Arcaico por Brrdsell.

La cultura de los recién llegados era una mezcla de dos tradiciones líticas principales:
la de los hachas de mano y la más conservadora y autóctona del sureste de Asia, la de los
“ Choppers" o partidores que alcanzó una gran extensión; o sea de dos tradiciones que
sobrevivieron y contemporaneizaron durante los fines del Musteriense.

Y estos inmigrantes se movieron al través de un hábitat de tundras, por cientos de kiló­


metros desde Asia hasta alcanzar Alaska, cuyo hábitat era un poco similar por aquellos
tiempos; y de allí descendieron por la costa del Pacífico hasta un punto en que dejaban

(20)-MeUaart, 1967.

40
atrás los hielos de la masa Cordillerana, para luego irse internando hacia el resto de Norte­
américa no glaciado, y hacia Centro y Sudamérica.

En su dispersión fueron dejando pobres huellas de su existencia, consistentes en unos


pocos artefactos y otras evidencias humanas, tal vez muchas de ellas por la costa ahora su­
mergida; a la vez que conservaron la tradición de una industria lítica adaptada principal­
mente a la recolección, aunque también pudieron atrapar animales menores y mayores, y
aún cazarlos, sin que necesariamente contaran con puntas de proyectil de piedra.

El Estrecho de Bering no estaba cubierto de bosques sino mas bien de tundras, y los pri­
meros hombres que entraron se movieron al través de ese hábitat, ya que su precaria
tecnología no les permitía ocupar los bosques boreales, de por sí glaciados; o sea que no
hay ninguna contradicción en suponer que hubieron gentes recolectoras y cazadoras de ani­
males menores, en ambientes costeros y en espacios de tundras ocupados por animales de
caza, con inviernos fríos, marginales a los glaciares.

En otras palabras, las evidencias indican que una conexión terrestre existió entre el este
de Siberia y el oeste de Alaska o Norteamérica, solamente durante los ciclos glaciales; y por
aquellos tiempos el occidente de Alaska y el área del puente terrestre estaba cubierta de
una vegetación de tundra.*21* De ese ambiente los primeros hombres avanzarían en busca de
mejores condiciones climáticas, y el único paso era el que le brindaba la costa del Pacífico,
hasta rebasar el límite de la glaciación.

En Norteamérica .lo anterior se comprueba por los hallazgos realizados en Lewisville,


Texas, consistentes en algunos raspadores, partidores, hogares y huesos de animales extin­
tos, algunos con los extremos cortados (35000 a.C.); en los de Texas Street, San Diego, Cali­
fornia, con hogares, huesos de mamut carbonizados y nodulos o lascas de piedra (33000
a.C.), en los de la Isla de Santa Rosa, California, con huesos de mamut quemados y nodulos
de piedra (27000 a.C.); en los de Tule Springs, Nevada, que incluyen lascas y artefactos de
hueso, hogares y huesos fósiles de caballo americano, camélidos y perezoso gigante (21000
a.C.); en los de American Falls, Idaho, asociados a huesos de bisonte de gran tamaño; así co­
mo por los descubrimientos de La Jolla, California (19000 a.C.); Cueva Friesenhahn, Texas;
Lago Mannix; Malakoff y otras localidades.*22'

Y por el contenido de esas localidades puede decirse que los reducidos grupos de aquel
entonces se dedicaban a la recolección, ya que no hay todavía puntas de proyectil de
piedra, aunque también podían capturar o atrapar animales pleistocénicos y que conserva­
ron la tradición lítica de los partidores hechos de nódulos o cantos rodados por percusión,
como se observa también en México y Suramérica.

Posteriormente, entre 23000 y 15000 años antes de la era cristiana — avances glaciales
lowa y Tazew ell— penetraron otra serie de inmigrantes, principalmente procedentes del
Centro de Asia y de Siberia, los cuales tenían ya una diferenciación mayor, tanto biológica
como cultural; y éstos introdujeron la tradición lítica de las hojas bifaciales y el lasqueado
por presión, así como el concepto de las puntas de proyectil foliáceas y acanaladas, hechas
de piedra y reminiscentes del Paleolítico Superior del Viejo Mundo, de las cuales surgieron
las puntas conocidas como Sandía y Clovis en territorio americano.

Al respecto, durante el Paleolítico Superior del Viejo Mundo predomina una industria
lítica de núcleo-hoja, habiendo buriles o grabadores, hojas con espalda, puntas de proyectil

(21>-'Hopk¡ns, 1959.
<22>'Kr¡eger, 1964.

41
con espiga y con una o dos escotaduras u hombro, hojas con una muesca lateral para ras
par, taladros de mano, hojas-raspadores terminales, puntas en forma de hoja de laurel fina­
mente lasqueadas y aún puntas de proyectil con bases cóncavas y un ligero acanalado (Kos-
tienki, Lago Baikal).

Asentados en los Valles de Alaska y en las Aleutianas, estos inmigrantes comenzaron a


vivir de la caza de grandes animales pleistocénicos, con la efectiva utilización de puntas de
proyectil de piedra, y al abrirse un corredor a través de la gran masa de hielo Cordillerana,
hacia 15000 a.C. (Retroceso de New Haven), pudieron extenderse por las Grandes Planicies
de Norteamérica, por la zona de los Grandes Lagos y aún pasar a México, Centro y Suramé-
rica.

También es posible que en su avance o expansión estos cazadores —ya diferenciados


en sus lugares de origen— se hubieran ido mezclando con gente de la penetración anterior
que sobreviviría en zonas de refugio; o sea que la diferenciación racial implícita en sus
centros de origen, cierta selección genética adaptativa, el relativo aislamiento y el mestizaje
con gente de la oleada anterior, fueron contribuyendo a la diversificación de la población
americana.

En Norteamérica lo anterior se comprueba por los hallazgos del sitio Engigstciak, sobre
la costa ártica del Yukon, donde se han encontrado puntas unifaciales obtenidas de núcleos
discoidales y con ligera concavidad en la base; lascas retocadas; hojas-raspadores termina­
les; lascas con muescas (Spokeshave); partidores de nodulos (pebbles); raspadores laterales;
cuchillos; artefactos parecidos a buriles; implementos bifaciales burdos, a veces con un la­
do acanalado; etc.; y este complejo denominado Montaña Británica (British Mountain
Complex) está asociado a huesos de caribú y bisonte extinto, al cual se le estima una anti­
güedad entre 16 y 11000 a.C.; relacionado o derivado del Paleolítico Superior, como sucedía
en Maltá y Burét.(23)

Otro complejo, probablemente antiguo, es el de Anangula, isla de las Aleutianas, en el


cual se encuentran largas hojas, a veces modificadas como raspadores; buriles y otros arte­
factos; mismo que ha sido llamado "Industria Aleutiana de Núcleo y Hoja", a la que se le
estima una antigüedad de 10000 a.C., aunque hay una fecha de Carbono 14 por 6500 a.C.*24>

Y también hay que mencionar a la tradición denominada "Vieja Cordillera" o "Cordille­


ra Antigua", caracterizada por sus puntas de proyectil en forma de hoja de laurel, que
ocurren en varios sitios del Artico y Subártico; puntas en forma de hoja de sauce, conocidas
como puntas Cascade, las cuales ocurren en el noroeste del Pacifico; lo mismo que
cuchillos ovales y en forma de hoja de laurel o lanceolados, junto con otros artefactos. La
antigüedad de esta tradición se estima por 11000 a.C., aunque debió tener una mayor, pues
puntas de estos tipos se han encontrado en México y Sudamérica, con fechas parecidas, y es
lógico pensar que en Norteamérica fueron más tempranas.*25'

En las Planicies del Centro y del Norte se han encontrado numerosos hallazgos, con
fechas de Carbono 14 que muestran el rango de variación cronológica de ellos; y también se
ha establecido una secuela de puntas de proyectil: Sandía, Clovis, Folsom, Hell Gap, Agate
Basin, Angostura, Plainview, Meserve, Scottsbluff, Milnesand, Simonsen y Brown's Valley.*26'

Estas puntas de proyectil están asociadas a animales extintos, y complementariamente


se han encontrado raspadores-hojas, unifaciales; raspadores laterales; grabadores; lascas y

K3>-Mac Neish, 1964.


(24)-Biack y Laughlin, 1964.
«5)-Mac Neish, 1964.
(26)-stephenson, 1965.

42
artefactos de hueso; y en las puntas de proyectil la técnica del acanalado es común, aunque
luego apareció el lasqueado paralelo a colateral. Todo ello acusa una economía típica de
cazadores de grandes animales pleistocénicos.*27*

Las puntas Sandía tuvieron una distribución restringida (Oeste y Suroeste de Estados
Unidos). Presentan una especie de espiga sacada de la hoja, a manera de una escotadura u
hombro, y algunas muestran una incipiente acanaladura (Sandía Cave y Lucy Site, New Mé­
xico); pero no hay todavía fechas de Carbono 14, aunque desde luego son anteriores a Clo­
vis. Algunos las colocan hacia 15000 a.C.

Las puntas Clovis alcanzaron una mayor distribución; a menudo se asocian a restos de
mamut (Dent, Clovis, Lindenmeier, Naco, Lehner, etc.); y en ocasiones se asocian también a
implementos de hueso, martilladores, raspadores y grabadores. El rango de sus fechas de
Carbono 14 las colocan entre 9250 + 500 y 5250 + 200 a.C. (Dent, Colorado), aunque tal
vez podrían remontarse a unos 11000 a.C.

Las puntas Folsom tuvieron también una distribución reducida; se las encuentra aso­
ciadas a bisonte antiguo, tal vez por la casi extinción del mamut (Lindenmeier, Brewster,
Folsom, Lubbock, Blackwater Draw, etc.); y en ocasiones se han encontrado raspadores,
cuchillos, pulidores, machacadores, paletas de piedra, restos de ocre, y aún ornamentos sen­
cillos. Para dichas puntas existen fechas que las colocan por 8830 + 135 y 8425 + 700 a.C.
(Lindenmeier, Colorado y Brewster, Wyoming).

Las puntas Hell Cap se colocan a partir de 8900 + 550 a.C. (Kimball Station, Wyoming);
las Agate Basin se fechan por 8040 +. 225 y 6740 ± 1 0 0 a.C. (Brewster, Wyoming y Mangus
Site, Montana); las puntas Angostura ocurren entre 7430 + 500 y 5765 + 740 a.C. (Long Si­
te, South Dakota); las puntas Plainview por 7203 ± 600 y 6620 + 300 a.C. (Red Smoke,
Nebraska); y las puntas Scottsbluff ocurren entre 7930 ± 670 y 6150 + 300 a.C. (Lime Cre­
ek, Nebraska y Me Haffie, Montana).*285

En suma, la etapa de los cazadores de fauna pleistocènica de Norteamérica, y de


acuerdo con las fechas de Carbono 14, ocurre desde unos 16000 a.C. (Artico), se acentúa por
9000 a.C. y termina por 6000 a.C., principalmente en las Planicies. Dentro de ese rango de
tiempo los grupos de cazadores se fueron extendiendo por toda Norteamérica y alcanzaron
lugares de México, Centro y Sud América, adaptando en muchos casos los tipos de puntas
de proyectil.

Por tiempo de los cazadores predominó un clima húmedo y frío; habían pastos densos,
lagos, pantanos y corrientes de agua en mayor cantidad, y la fauna se componía de masto­
donte, perezoso gigante, mamut, bisonte, caballo, camélidos, renos y caribús, lobos,
antílopes, tapir, armadillo gigante, etc., la mayoría de los cuales se extinguieron por 7 y 6000
a.C., ante los cambios climáticos del Altitermal. V en el aspecto cultural contaron con diver­
sos tipos de puntas de proyectil, con el atlatl y jabalinas, raspadores, cuchillos, buriles o gra­
badores, martilladores y partidores, lascas, artefactos de hueso, pulidores, raederas, macha­
cadores, paletas de piedra para moler pinturas, y algunos ornamentos.

En sitios como Lindenmeier, Agate Basin, FrontierComplex de Nebraska, Angostura de


South Dakota, Hell Gap de Wyoming, etc., se han encontrado evidencias de recolección, lo
cual indica que algunos cazadores dependían en parte de ese otro tipo de economía; o sea

(27) Masón, 1962.


KW'Neuman, 1967.

43
que en algunas regiones hubieron cazadores-recolectores que con el tiempo desembocaron
a la tradición propiamente recolectora. Esta tradición, más versátil que la anterior y más ri­
ca tecnológicamente, ha sido designada como Cultura del Desierto en el Suroeste y como
Cultura Arcaica en el Este de Norteamérica, y corresponde ya a grupos tendientes a la esta­
bilidad, gracias a la eficiencia de sus artefactos o herramientas, adaptados a muchas otras
necesidades.

Algo similar ocurría en la costa del Noroeste del Pacífico, en la tradición de la Vieja
Cordillera, y de ahí que se suponga que la Cultura del Desierto pudo tener su origen en ella,
ya que en sitios de Oregon, Utah, Nevada y aún en México, hay cierta asociación de puntas
en forma de hoja de laurel con artefactos de recolección, los cuales se fechan cuando me­
nos a partir de unos 8000 a.C. Así, en Danger Cave, Utah, se han encontrado piedras-losas
para la molienda, cestería, punzones de hueso, puntas con espiga, partidores, cordeles y
mangos de atlatl (8000 a.C.); Fort Rock Cave, Oregon, se fecha por 7000 a.C.; Humboldt Ca­
ve, Nevada, con cuchillos alaureleados, lascas de obsidiana, cuerdas y cuentas de concha,
se fecha por 6800-5000 a.C.; Cypsum Cave, Nevada, tiene un estrato por 8500-6500 a.C.; y
Cochise, Arizona, en su fase Sulphur Spring, se coloca entre 7350 y 6270 a.C.l29)

Esta tradición se basa principalmente en un patrón de subsistencia de recolección


suplementada por la caza, la cual se extendió por la Gran Cuenca, al Suroeste, California,
Texas y aún México; caracterizada por piedras para la molienda, manos, cestería, redes, san­
dalias, herramientas de hueso y madera, ornamentos, puntas de proyectil con espigas, ras­
padores, cuchillos, tubos de hueso, esteras o petates, taladros para el fuego, atlatl, macha­
cadores, mazas de madera, pipas, cuerdas y cordeles, arco y flecha, alisadores, punzones
de hueso, etc.; lo mismo que el inicio de la agricultura en contados lugares, y entierros en
cuevas.

Así varios de estos grupos se fueron adaptando a la explotación intensiva de los recur­
sos de los bosques y a la recolección, en algunos casos con una marcada dependencia de la
caza mayor combinada con la recolección; pero ello se tradujo también en una nueva tradi­
ción o modo de vida, que se enfatiza a medida que se va extinguiendo la fauna pleistocéní-
ca y ante los cambios climáticos que ocurrieron durante el Holoceno, a partir de unos 8000
a.C.

Y a partir de 8000 a.C., y con el retroceso de los hielos o deglaciación, el puente helado
que unía a los dos continentes comienza a desaparecer, impidiendo la penetración de
nuevos grupos, aunque tal vez alcanzaron a pasar unos pocos, provenientes especialmente
de Siberia, todavía más diversificados biológica y Culturalmente; grupos que tal vez ya
poseían marcadas características mongoloides, con otra tradición de vida y cultura, deriva­
da del Mesolítico con aportaciones Neolíticas siberianas, entre 6 y 3000 a.C.; fecha en la que
tal vez ya era factible el paso mediante canoas, por medio de las cuales pudieron continuar­
se ciertos contactos culturales entre ambos continentes.

En este sentido hay que mencionar a la cultura Boreal Arcaica que se extiende de Alas­
ka a Groenlandia, en la que se incluyen buriles, raspadores, nodulos poliédricos, micro-
hojas, etc., parecidos a los del Neolítico de Siberia; y cuyos grupos, contemporáneos a la
cultura Oíd Copper, estaban adaptados a la explotación de los bosques, con herramientas
especializadas como el hacha pulida de garganta, azadas, gubias y cinceles; vivían de la ca-

(29)-willey, 1965.

44
za, pesca y recolección; tenían viviendas y canoas; usaban la corteza de los árboles y las
pieles; y utilizaban piedras calientes para cocer sus alimentos.

Cuando menos desde 5000 a.C. esta cultura penetra a Norteamérica, de origen Eura­
siàtico y de grupos plenamente diversificados, tal vez mongoloides y ancestros de los es­
quimales; existiendo una serie de lugares en Alaska y el Canadá (Sierra Brooks, Cabo Den­
bigh, Ford Liard, lyatayet, Trail Creek, Disko Bay, etc.,) hasta Groenlandia, en los cuales son
comunes los buriles y microlitos de tradición siberiana.

Y la Vieja Cultura del cobre que contaba con herramientas y armas enmangadas-
puntas de proyectil, cuchillos, anzuelos, arpones, dagas, hachas, etc. — lo mismo que con
canoas de corteza,— perros domesticados, estructuras ovales y entierros en cementerios,
con ofrendas; junto con rasgos culturales como: uso del cobre nativo, perro con afinidades
árticas, casas semisubterráneas, lámparas, cerámica con impresiones de cuerda y de textiles,
uso del cinabrio en los enterramientos, ornamentos de colmillos de animales, tal vez
montículos funerarios, etc.; van creando un tipo de cultura y vida, tradicional de Siberia,
que influye a su vez en el Este de Norteamérica.

Como decíamos, la navegación en canoas y balsas se ha de haber iniciado entre esos


grupos, lo cual explicaría los contactos entre la costa siberiana y Alaska, en uno y otro senti­
do; a la vez que establece la posibilidad de otras incursiones de grupos hacia la Costa del
Noroeste de Norteamérica y aún hasta Centro y Sudamérica, como es el caso de la Cultura
Valdivia de Ecuador, que se supone nuestras relaciones con lugares del Pacífico y Japón.

El Poblamiento de México

En la historia natural y social de los primeros pobladores del territorio mexicano hay
que tener en cuenta que éstos vinieron vía Norteamérica, pero procedentes del Viejo Mun­
do; o sea que se fueron adaptando y desarrollando en diversos ambientes ecológicos o natu­
rales, como se observa en numerosas localidades exploradas por los arqueólogos.

Al respecto, una de las principales características de la arqueología es que estudia y


explora, o investiga y excava localidades del pasado; considerando que una localidad ar­
queológica es el espacio natural que ocupó un grupo o sociedad concreta, la cual pudo de­
sarrollarse en uno o en varios perfodos de tiempo.

En cualquier localidad el hombre está en relación estrecha con la naturaleza, sabe que
ésta significa o representa para él una fuente de alimentos y de materias primas, un espacio
o lugar en donde realizar una serie de trabajos específicos o necesarios que aseguren su
existencia, es decir, una actividad humana que satisfaga primordialmente sus necesidades
naturales; y así en una localidad el arqueólogo debe de encontrar las evidencias, documen­
tos o hechos que informen sobre la naturaleza y la actividad del hombre, lo cual es parte de
la realidad social pasada, considerada como una totalidad concreta.

Los Recolectores

Los más antiguos pobladores del territorio mexicano ocuparon principalmente los luga­
res serranos para vivir, en donde habían covachas, cuevas y abrigos rocosos que les propor­
cionaban el refugio para subsistir, como lo indican las localidades de Tlapacoya, ubicada en
un cerro rodeado por el Lago de Chalco; la Cueva Diablo en un cañón de la Sierra de Ta-
maulipas; la barranca de Caulapan en Puebla; la Cueva de Chimalacatlán en Morelos; y hay
contados casos de ocupaciones en lugares abiertos, como se ve en Laguna Chapala, Baja
California, y Teopisca, Chiapas, ubicados en el borde de un lago o laguna y en un valle, res­
pectivamente.

En la localidad de Tlapacoya, Estado de México, los arqueólogos han encontrado algu­


nos restos de hogares en las viejas playas del Lago de Chalco; huesos de animales extintos
como mastodonte, oso y venado; lascas de obsidiana y un raspador de calcedonia; una pun­
ta — navaja de obsidiana, algunos artefactos hechos de cantos rodados y — otros más talla­
das en andesita y cuarzo; lo mismo que un cráneo humano que presenta una marcada doli­
cocefalia y fosilización, hallado accidentalmente; varias covachas o reducidos abrigos roco­
sos en el cerro, que fueron ocupadas por el hombre; y se han obtenido fechas de Carbono
14 que sitúan a la más vieja ocupación hacia 20000 años antes de la era cristiana.*30*

En la llamada Cueva del Diablo, Sierra de Tamaulipas, se han encontrado varios arte­
factos hechos de nodulos o cantos rodados tallados unifacialmente, algunas raederas obte­
nidas de grandes lascas, hojas o bifaciales de forma ovoide, raspadores y tajaderas; utillaje
que constituye el llamado "Complejo Diablo" de los arqueólogos, estimado hacia el año
10-000 antes de la era cristiana.*31*

En antiguas playas de Laguna Chapala, Baja California, hoy desecada, aparecieron ar­
tefactos bifaciales de forma alargada, raspadores tipo "cepillo" y de forma circular, tajade­
ras hechas de lascas y núcleos, lo mismo que implementos obtenidos de cantos rodados*32*;
mientras que en Teopisca, Chiapas, se han recogido superficialmente algunas raederas,
puntas-buriles, artefactos denticulados, cuchillas y raspadores que acusan una gran anti­
güedad por su pátina y forma.*33*

También en una barranca de Caulapan, Puebla, se halló una raedera en depósitos que
se fechan hacia 19000 antes de la era cristiana; y en la Cueva de Chimalacatlán, Morelos, se
encontraron algunos punzones de asta de venado, asociados a restos fósiles de fauna pleis­
tocènica.

Aunque las localidades exploradas son muy pocas, y también la información significati­
va es escasa, podemos extraer de todo ello algún conocimiento de la realidad social pasada;
y así vemos como los primeros pobladores obtenían de la naturaleza o de sus localidades:
animales como el mastodonte, caballo americano, oso y venado extintos, aves y tortugas,
larvas e insectos, así como ciertas plantas, frutos y semillas; lo mismo que cantos rodados,
silex, andesita, calcedonia, cuarzo, hueso y tal vez madera, aprovechado como materia pri­
ma.

Con los materiales que les brindaba la naturaleza los primeros pobladores hicieron: bi­
faciales alargados, discoidales, irregulares y ovoides; raspadores circulares; cuchillas bifa­
ciales; y raederas-lascas; tajaderas; puntas-navajas; puntas-buril; punzones de asta de ciervo
y tal vez puntas de madera y hueso; mismos que eran obtenidos por las técnicas de percu­
sión o talla de piedra contra piedra y desmoronamiento o talla bifacial por alternancia de
golpes, principalmente.*34*

,3°)-M¡rambell, 1974: Lorenzo, 1975.


<3U-M c Neish, 1958.
(32>-Arnold, 1957.
Wl'Mirambell, 1974.
(34)-Lorenzo, 1975.
Artefacto« Uticos de los primeros pobladores.

Esos pocos artefactos o instrumentos los emplearon en sus actividades cotidianas, dán­
doles diversos usos pues todavía no existía una franca especialización, y así estos servían
para cortar, tajar y desgastar (lascas, cuchillas, hojas, tajaderas, bifaciales); para raer, raspar
y descarnar (raederas, raspadores); para perforar (puntas-buriles, puntas-navajas, picos o
denticulados, punzones) y otros empleos como golpear, alisar, lasquear, etc., o sea que un
mismo artefacto podía tener varios usos.

Así, por estos tiempos la naturaleza se manifestaba a los primeros pobladores como
fuente de alimentos y de materias primas, como potencialidad y objetividad al mismo tiem­
po; sobre ella actuaba el hombre con su trabajo para obtener el alimento, el abrigo y el ves­
tido, así como para extraer y transformar la materia prima en artefactos o instrumentos que
requería en sus actividades cotidianas; trabajo que era específico o necesario ya que
respondía a la satisfacción de las necesidades naturales y a la vez una obligación o impera­
tivo social para asegurar la existencia del hombre y reproducirlo.

47
Desde luego, y como decíamos, los primeros pobladores que llegaron al territorio mexi­
cano ya traían una serie de elementos o rasgos culturales y sociales (conocimiento de mate­
riales adecuados, técnicas para trabajar la piedra, selección de lugares, hábitos observados
de los animales, etc.) que fueron en su origen condiciones históricas de su surgimiento; pero
ya asentados en sus localidades escogidas esos elementos se convirtieron en condiciones de
su propia realización y reproducción, de su existencia histórica, acrecentándose con el tiem­
po.

Así, la presencia —obtenida por los arqueólogos— de restos de plantas, frutos, se­
millas, aves, tortugas, mastodonte, oso, caballo y venado extintos; la de materias primas co­
mo cantos rodados, andesita, silex, calcedonia, cuarzo, obsidiana y hueso; la existencia de
unos pocos instrumentos usados para cortar, golpear, raer y perforar principalmente, y la
falta absoluta de puntas de proyectil hechas de piedra; indican que los primeros pobladores
eran recolectores de plantas y productos vegetales, a la vez que atrapadores de animales
fundamentalmente.

Las plantas y productos vegetales proporcionaban al hombre alimentos, leña y madera;


los animales daban carne, pieles, grasa, tendones, hueso y asta; la naturaleza ofrecía al mis­
mo tiempo el agua para subsistir, el abrigo y otras materias primas; mientras que el hombre,
por medio de su trabajo, de sus actividades cotidianas, aseguraba su existencia y reproduc­
ción, obrando objetivamente sobre la naturaleza.

En otras palabras, de las localidades ocupadas el hombre obtenía lo necesario para la


subsistencia (frutos, raíces, tubérculos, carne, grasa, insectos, larvas, agua, etc.); combustible
para obtener calor y luz (leña, madera, fuego); materia prima para la industria lítica y ósea
(piedra, obsidiana, hueso, asta, etc.), así como para el tallado de la madera, por medio de las
cuales producían su instrumental y otros útiles que se empleaban en la recolección y atra­
pamiento; así como el vestido (pieles) que implica el tratamiento de ellas o peletería.

De lo anterior puede decirse que entre 20 y 10000 antes de la era cristiana, los primeros
pobladores eran fundamentalmente recolectores de plantas y animales, aunque estos últi­
mos podían ser obtenidos por atrapamiento y tal vez cazados con puntas de madera o de
hueso; y también se dedicaban a la preparación de las pieles, al tallado de la piedra o lapi­
daria, a la industria del hueso y tal vez de la madera; o sea a ciertas ocupaciones que ya
implicaban la división de los individuos por sexo y edad, por la experiencia y por la eficien­
cia en el trabajo.

Puesto que en las localidades conocidas y exploradas no se han encontrado enterra­


mientos de esas gentes; puesto que en el interior de las cuevas y abrigos rocosos hay muy
pocas evidencias materiales de sus ocupantes; y puesto que el rango de sus instrumentos no
indica todavía una especialización; podemos decir que los grupos eran muy reducidos, que
dependían de la naturaleza y a su vez los hombres dependían del grupo, que explotaban los
recursos alimenticios sin transformarlos o producirlos, es decir, apropiándose de ellos o re­
colectándolos, fueran animales o vegetales; y desde luego existía un predominio de la reco­
lección sobre el atrapamiento, una vida en común y un trabajo en común, cuyos productos
obtenidos eran repartidos y consumidos dentro del grupo.

48
Los Cazadores-Recolectores

En su lucha contra la naturaleza para satisfacer sus necesidades más apremiantes, en el


proceso de la producción y reproducción de su realidad social y al mismo tiempo histórica,
el hombre fue avanzando gracias a su actividad objetiva práctica; y así lo arqueólogos han
obtenido evidencias del desarrollo de esos y de otros grupos, excavando en localidades co­
mo Tequixquiac, Tepexpan, Santa Isabel Iztapan, Los Reyes Acozac, Valle de Tehuacan,
Santa María Astahuacan y otras más.

En la rica localidad fosilífera de Tequixquiac, Estado de México, que ha dado restos de


proboscídeos, bóvidos, équidos, camélidos, etc., se han encontrado numerosos artefactos,
entre ellos lascas de calcedonia retocadas, navajas asimétricas, raspadores, hojas unifa-
ciales, grabadores y otros más; a la vez que de allí procede un sacro de llama fósil que fue
retocado convenientemente para simular la cabeza de un animal, coyote o cánido, el cual
presenta trabajo humano en los orificios que forman la nariz y en las apófisis transversas.(35)

Hacia el gran lago que contenía la Cuenca de México, en Santa Isabel Iztapan, se des­
cubrió un mamut articulado que yacía en depósitos lacustres del Pleistoceno Superior, aso­
ciado a siete artefactos de piedra que usaron los hombres de esos tiempos; y poco después
se halló otro mamut asociado a tres implementos más, también en terrenos lacustres de an­
tigüedad indiscutible. Entre los artefactos recuperados hay raspadores laterales de obsi­
diana, navajas prismáticas del mismo material, una hoja de silex con retoque, una punta de
proyectil parecida a las Scottsbluff de Norteamérica, otra punta parecida al tipo Angostura
y una más semejante a las puntas tipo Lerma.(36)

En Tepexpan, Estado de México, se han encontrado varios artefactos de piedra: raspa­


dores, hojas, perforadores, martilladores de mano, lascas retocadas a presión, núcleos, etc.;
también se han descubierto restos fósiles de mamut no asociados a materiales humanos; y
de allí proviene un esqueleto humano, encontrado en posición casi fetal o flexionado, ya­
cente en un depósito de la Formación Becerra Superior, el cual muestra cierto grado de fosi­
lización y rasgos primitivos en el cráneo, supuestamente perteneciente a un cazador que
murió durante una partida de caza colectiva de mamutes.(37>

En Los Reyes Acozac se descubrieron tres mamutes desmembrados y asociados a va­


rias lascas de basalto y de obsidiana; en San Bartolo Atepehuacan se hallaron restos de un
proboscídeo junto con numerosas lascas de obsidiana y de basalto; en Chimalhuacán se en­
contraron restos óseos de gliptodonte,mamut y bisonte,en asociación con lascas y raederas;
en tanto que en Xico, Estado de México, se halló una mandíbula infantil, la cual estaba muy
cerca del cráneo de un caballo fósil americano081

También en la llamada Fase Ajuereado del Valle de Tehuacán, Pueba, entre 10000 y
7200 a.C., hay restos óseos de caballo americano, antílope, conejo, ratas de campo, tortuga
y aves; artefactos como puntas de proyectil de los tipos Lerma, Abasólo y Plainview (varian­
te Golondrina), navajas, buriles, raspadores, lascas, tajadores, cuchillos, raederas y algunos
más; así como cuevas o abrigos rocosos ocupados por el hombre y restos de hogares para el
fuego09*
De hecho Tas puntas de proyectil encontradas en diversas partes del territorio mexica­
no, especialmente de los tipos Clovis, Folsom, Plainview y Lerma, indica la proveniencia de
cazadores desplazados de Norteamérica, los cueles se extendieron prácticamente por toda

*3í>-Barcena, 1882: Aveleyra, 1964.


<36)-Aveleyra, 1964.
un Arellano, 1946; de Terra, Stewart y Romero, 1949.
(38)-Herrera, 1893; Aveleyra, 1962; García Cook, 1966, 1968.
<39>--Mc Neish, 1964.
49
la República; y así podemos mencionar localidades como: Rancho Colorado, Chihuahua;
Samalayucan, Chihuahua; San Joaquín, Baja California; Guaymas, Sonora; Punta Blanca,
Sonora; Rancho Weicker, Durango; Ciudad Guerrero, Tamaulipas; Cueva del Diablo, Ta-
maulipas; Puntita Negra, Nuevo León; Cueva del Tecolote, Hidalgo; Cueva Blanca, Oaxaca;
en las cuales se han encontrado puntas de proyectil de dichos tipos.

De acuerdo con la ubicación de las localidades mencionadas, puede decirse que ahora
los grupos escogieron los lugares abiertos para vivir, especialmente los bordes de los lagos y
planicies, como lo indican Tepexpan, Santa Isabel Iztapan, Los Reyes Acozac, San Bartolo
Atepehuacan, Tequixquiac, Chimalhuacan y otros en la Cuenca de México, situados a
orillas del gran lago que existía por entonces, o San Marcos en Jalisco, a orillas de la laguna
y planicie de Zacoalco; y unos pocos continuaron ocupando las cuevas, como se observa en
la Sierra de Tamaulipas (Complejo Lerma), Valle de Tehuacán, Puebla (Fase Ajuereado) y
Cueva del Tecolote, Hidalgo.

Reconstrucción del Hombre de Tepexpan.

También, y de acuerdo con lo encontrado por los arqueólogos, la naturaleza brindaba


al hombre animales como el mamut, bisonte, llama, gliptodonte, caballo americano,
antílope, conejo, ciervo, berrendo, roedores y aves acuáticas; lo mismo que nuevas materias
primas, entre ellas el basalto, el jaspe y el pedernal, todo lo cual se agregaba a lo ya conoci­
do.

Por estos tiempos, y para realizar el trabajo cotidiano, las gentes tenían artefactos me­
jor elaborados, entre ellos: bifaciales ovoides y elípticos; lascas retocadas; hojas unifaciales;

Segundo mamut de Santa Isabel Iztapan


raspadores ovales y laterales; cuchillos foliáceos; raederas; tajadores; buriles; grabadores;
perforadores; martilladores de mano; navajas de núcleos prismáticos; puntas de proyectil
foliáceas (Lerma); puntas de proyectil acanaladas (Clovis, Folsom) y puntas pedunculadas
(Plainview, Abasólo, El Riego, Almagre, etc.); y a la talla de percusión de piedra contra
piedra se agrega la de madera o hueso contra piedra y la de percusión lanzada con un agen­
te intermedio; el retoque a presión con percutores blandos (madera, hueso, asta); y la técni­
ca de desgaste por abrasión, especialmente en el trabajo del hueso.

Así, la presencia de mamut, caballo americano, bisonte, antílope, berrendo, conejo y


otros anímales; la existencia de nuevas materias primas e instrumentos, como puntas de
proyectil para cazar, machacadores y partidores para triturar y partir, punzones para perfo­
rar; grabadores y buriles para retocar, grabar y desvastar; martilladores para golpear; raspa­
dores y raederas para descarnar y raer, etc.; indican que estos grupos practicaban la cacería
de fauna pleistocènica fundamentalmente, aunque se dedicaban también a la recolección
de plantas y productos vegetales, a la vez que producían el fuego, preparaban las pieles,
extraían la piedra para sus instrumentos y realizaban otras actividades cotidianas.

Y puesto que el número de localidades conocidas es un poco mayor; puesto que se han
encontrado enterramientos en las cuevas y otros accidentales al aire libre; y puesto que el
rango de los artefactos muestran ya cierta especialización; puede decirse que los grupos re­
ducidos ya se iban multiplicando, que vivían de la cacería mayor y recolección, que la
explotación de los recursos alimenticios era aleatoria y basada todavía en la apropiación o
recolecta y que el trabajo se realizaba en común, repartiéndose también lo obtenido dentro
del grupo.
Los Recolectores-Cazadores

En el devenir histórico de aquellos grupos se observa que las gentes vuelven a ocupar
principalmente las cuevas y abrigos rocosos para vivir, de las mismas o de otras localidades
ubicadas por las inmediaciones de lugares boscosos, en parte obligados por las condiciones
climáticas y la extinción de los grandes animales pelistocénicos; y así podemos mencionar a
Tlapacoya, Cueva Espantosa, Cueva de Santa Marta, Cuevas del Valle de Tehuacán, cuevas
de Ocampo, Cueva del Texcal y otras más, en las cuales los arqueólogos han encontrado
muchas evidencias de esos grupos.

En la Cueva Espantosa de Coahuila se hallaron puntas foliáceas y pedunculadas, pun­


tas de madera y de hueso, implementos de molienda y abundancia de restos de alimenta­
ción vegetal, todo lo cual constituye el llamado Complejo Ciénegas140*; en la Fase Infiernillo
de Ocampo, Tamaulipas, se encontraron puntas de proyectil pedunculadas, restos de cala­
bazos o guajes, frijol y chile*41*; mientras que en la Cueva de Santa Marta, Chiapas, en sus
estratos más profundos, se hallaron raspadores, puntas de proyectil pedunculadas (Abasólo,
Almagre, Nogales), núcleos y hojas toscas, machacadores planos, metates y evidencias del
maíz*42*

Durante la Fase El Riego del Valle de Tehuacán, Puebla, las gentes ya contaban con
piedras para la molienda, machacadores, morteros, manos o muelas, raspadores, navajas,
buriles, agujas y punzones de hueso, puntas de proyectil con espiga, dardos de asta de cier­
vo y de madera, trampas, redes, cestos, petates, lanzadardo y otros útiles más; a la vez que
seguían ocupando las cuevas, enterraban a sus muertos dentro de ellas, y recolectaban
plantas y productos silvestres como el guaje o calabazo, amaranto, ágaves, maíz, chile,
aguacate, zapotes, frijol y algodón.*43*

En la misma localidad de Tlapacoya, Estado de México, hay evidencias del trabajo de


la madera, de la caza y de la pesca, además de puntas de proyectil con espiga y aletas, las­
cas de obsidiana gris, machacadores de andesita y basalto, grandes y toscas piedras planas
que pudieron servir para la molienda, así como restos de teocintle*44*; mientras que en San
Vicente Chicoloapan se halló un esqueleto humano, cuyo cráneo muestra fuertes rasgos ar­
caizantes, dolicocefalia y fosilización, asociado a unos hogares con piedras quemadas y dis­
puestas en círculo, lascas reusadas o utilizadas, una hoja de obsidiana con los bordes reto­
cados, parte de una punta de proyectil, lo mismo que grandes piedras planas con vestigios
de haber sido usadas como primitivos metates y bolas de piedra que pudieron servir como
manos para la molienda.*45*

Las evidencias de estas localidades mencionadas y de otras semejantes nos indican que
por estos tiempos habían todavía algunos animales pleistocénicos sobrevivientes y mayor
cantidad de animales menores; que habían una serie de plantas para la recolección como la
setaria (gramínea), el teocintle silvestre, el maíz silvestre, amaranto, calabazos o guajes, fri­
jol teparí y corriente, calabaza mixta y moschata, chiles, zapote blanco y negro, aguacate,
ágaves y cactus, maguey, acacia, chupandilla, algodón, tules, mezquite, ciruela y algunas
más; y que se aprovechaban materias primas ya conocidas, junto con otras nuevas como las
fibras vegetales, caracoles y cinabrio o polvo rojo de hematita especular.

También se observa la aparición de puntas de proyectil con espiga y aletas, navajas con
muescas, agujas y punzones de hueso, morteros y grandes piedras planas para la molienda,

(«»•-Taylor, 1956.
(41).-Mc Neish, 1958.
<42l"Mc Neish y Peterson, 1962.
(431-Mc Neish, 1964.
<44>-Niederberger, 1969.
52 <45>-Romano, 1963; Aveleyra, 1964.
bolas de piedra usadas como muelas o manos de moler, a la vez que la técnica del pulido
en la industria lítica; o sea que se incrementa el utillaje y se inicia el tejido de fibras vegeta­
les, la pesca, el tallado de la concha o del caracol, el uso del cinabrio y otros aspectos.

En otras palabras, la existencia de varias especies vegetales (setaria, teocintle, maíz, ca­
labaza, chile, amaranto, frijol, etc.) y de animales grandes y menores; de nuevas materias
primas (fibras vegetales, cinabrio, etc.) y de nuevos instrumentos (agujas, puntas pequeñas,
etc.), indican que los grupos eran fundamentalmente recolectores, aunque completaban su
dieta alimenticia con los productos de la caza y pesca, al mismo tiempo que realizaban
otras actividades cotidianas como la preparación de las pieles, tejido de telas, petates, redes
y cestos, elaboración de vestidos, etc.

Feriodificación

Desde el punto de vista cronológico, y por estimaciones del Carbono 14, estudios geo­
lógicos y comparaciones arqueológicas, vemos que las localidades y sus evidencias en­
contradas pueden ser ubicadas en tres períodos principales, cuyas fechas podrán ser tam­
bién refinadas en el futuro; y así tenemos un primer período representado por Tlapacoya,
Estado de México (20000 a.C.); Caulapan, Puebla (19000 a.C.); Teopisca, Chiapas; Laguna
Chapala, Baja California; Cueva del Diablo, Sierra de Tamaulipas (Complejo Diablo, 11000
a.C.); Cueva de Chimalacatlán, Morelos, y tal vez otras localidades mas por ahora descono­
cidas.

Y este primer período tiene que ver con la llegada de los tempranos pobladores al terri­
torio mexicano, los cuales ya traían una serie de elementos o rasgos que explican su existen­
cia histórica en las localidades mencionadas; por lo cual puede asegurarse que en México
ya existía el hombre desde cuando menos por 20000 años antes de la era cristiana; que eran
fundamentalmente recolectores de plantas y productos vegetales, aunque también podían
atrapar animales, ya que no hay puntas de proyectil líricas todavía; y que esta forma de vida
perduró hasta unos 1 1 o 10000 a.C.

En un segundo periodo de desarrollo pueden incluirse a las localidades de Tequixquiac,


Edo. de México (11-10000 a.C.); Tepexpan, Edo. de México (10000 a.C.); Los Reyes Acozac,
Edo. de México; Santa Isabel Iztapan, Edo. de México (9-8000 a.C); Complejo Lerma de la
Sierra de Tamaulipas (10-9000 a.C); Santa María Astahuacan, Edo. de México; Fase Ajuerea-
do del Valle de Tehuacán, Puebla (10-7200 a.C.) y otras más tanto conocidas como descono­
cidas.

Y en este segundo período se observa la llegada de nuevos grupos al territorio mexica­


no, los cuales traían también otra serie de rasgos o elementos que explican su existencia his­
tórica en algunas localidades, así como su asentamiento en otras ocupadas con anteriori­
dad (por ejemplo el Complejo Lerma que se superpone al Complejo Diablo de la Sierra de
Tamaulipas); y estos grupos que llegaron hacia los años 11-10000 antes de la era cristiana
eran cazadores de fauna pleistocènica, patente en la amplia dispersión de las puntas de pro­
yectil hechas de piedra (Clovis, Folsom, Lerma, Plainview, etc.), aunque también practica­
ban la recolección de vegetales para completar su alimentación, forma de vida que perduró
hasta más o menos 7000 a.C.
En un tercer período pueden ubicarse a las localidades conocidas como Cueva Espan­
tosa de Coahuila; a la Fase El Riego del Valle de Tehuacán, Puebla (7200-5200 a.C.); Cueva
del Tecolote, Hidalgo; Cueva del Texcal, Puebla; Fase Infiernillo de Ocampo, Tamaulipas
(6500-6200 a.C ); Cueva de Santa Marta, Chiapas; San Vicente Chicoloapan, Edo. de México;
Tlapacoya, Edo. de México; etc.; localidades que generalmente han dado implementos para
la molienda y evidencias de plantas que se recolectaban.
Así, este tercer período tiene que ver con los grupos que sobrevivieron del periodo ante­
rior en ciertas localidades, por ejemplo en Tlapacoya, Valle de Tehuacán, Sierra de Ta­
maulipas, etc., en las cuales podía seguirse cazando a los grandes animales que sobrevivían
y a especies menores, junto con la recolección especializada de varias plantas silvestres y
productos vegetales, lo mismo que con otros grupos que surgieron en nuevas localidades,
también dedicados fundamentalmente a la recolección y caza menor; actividades que exis­
tentes en el período anterior se hicieron necesarias, ante la presión de las condiciones am­
bientales o ecológicas que surgieron con el período Reciente u Holoceno, en el que se extin­
guieron los animales pleistocénicos y el hombre tuvo que depender más de la explotación
de los bosques.

Economía y Sociedad
De todo lo expuesto con anterioridad puede concluirse que en su lucha por sobrevivir y
reproducir la especie, en la producción y reproducción de su existencia, el hombre o los gru­
pos que llegaron por primera vez al territorio mexicano tuvieron que enfrentarse y adaptar­
se a la naturaleza de las localidades escogidas; y así el espacio ocupado o del que disponían
les proporcionaba los recursos naturales necesarios para la alimentación, el abrigo y el vesti­
do, es decir, para satisfacer sus necesidades más apremiantes, lo mismo que las materias pri­
mas indispensables para la hechura de sus artefactos o instrumentos, en función de las acti­
vidades cotidianas que realizaban.

Desde luego estas actividades formaban parte del comportamiento de los grupos que
llegaron —forma de vida, técnicas de trabajar la piedra, obtención del fuego, etc. — , era un
trabajo impuesto por la necesidad, una obligación social; y así la principal actividad era la
de obtener el alimento que la naturaleza Ies ofrecía, tomándolo o apropiándose de él, ya
fuera por la recolección, el atrapamiento y la cacería, solos o combinados.
Así, ya vimos como al principio los grupos obtenían animales, plantas y productos ve­
getales, es decir, bienes para la subsistencia, lo mismo que materias primas para la produc­
ción de sus artefactos o instrumentos destinados a la recolección y el atrapamiento o cap­
tura de animales, obtención del fuego, preparación de las pieles y hechura de otros útiles; o
sea que aprovecharon los nodulos o cantos rodados, la calcedonia, el silex, andesita, cuarzo,
obsidiana, madera, pieles, tendones de animales, etc., para obtener implementos bifaciales,
raspadores, cuchillas, raederas, tajaderas, puntas-navajas, etc., empleados en las actividades
arriba mencionadas.

Después, los grupos recién llegados se dedicaron principalmente a la cacería de mega­


fauna, completada con la recolección de vegetales; surgieron técnicas como el retoque a
presión, el desgaste y la perforación, que se agregaron al desmoronamiento y percusión; a la
vez que se aprovecharon otros materiales como el jaspe, el pedernal y el basalto, obtenién­
dose puntas de proyectil de varios tipos, buriles, navajas, perforadores, hojas-cuchillos, etc.,
junto con el atlatl o lanzadardo, jabalinas o lanzas arrojadizas y tal vez mazas de madera,
que se agregaron al utillaje conocido.
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Artefactos de los cazadores-recolectores-

55
Y por último los grupos se especializaron más en la recolección, en la explotación de
los bosques completada con la caza de animales menores, y en algunos lugares con el inicio
de la pesca; de modo que prosperó la tecnología, puesto que aparecen las piedras para la
molienda, los morteros y manos o muelas toscas, agujas, punzones, bolsas, trampas, redes,
etc., y se emplean algunas fibras vegetales, hematita en polvo, asta de venado, caracoles,
etc., iniciándose la técnica del pulido en los artefactos de piedra.

Pero, como decíamos, todos los grupos obtenían su alimento por la apropiación de
plantas y animales, ya fuera recolectándolos, capturándolos o cazándolos; todos los arte­
factos servían para la recolección y cacería, preparación de pieles, obtención del fuego,
hechura de los mismos instrumentos y para el tejido; de modo que las actividades coti­
dianas de aquellos tiempos, el trabajo necesario que realizaban los grupos, era para la satis­
facción de las necesidades más apremiantes y, podríamos decir, que la base económica era
de tipo "subsistencial nomádico", condicionada por la apropiación de los recursos de la na­
turaleza.

Ahora bien, esa economía "subsistencia! nomádica" dependía de la naturaleza, de la


abundancia o escasez de la flora y de la fauna, del ritmo de las estaciones y de los hábitos
de los animales, era aleatoria; y por ello el hombre tenía que recorrer amplios territorios, se­
leccionar los lugares de caza y recolección, permanecer un tiempo en un lugar y luego mo­
verse a otro, situación que explica el paso de un nomadismo generalizado a un nomadismo
estacional o sedentarismo temporal.

A su vez ese nomadismo y la apropiación de alimentos no permitía la existencia de


grandes núcleos humanos (ausencia casi total de enterramientos o de restos óseos
humanos), una tecnología desarrollada (pocos artefactos y poca especialización), un asenta­
miento permanente (localidades aisladas dentro de grandes territorios) y la posesión de un
gran utillaje por la constante movilidad; o sea que los grupos tenían una población muy re­
ducida y un nivel tecnológico muy bajo, lo cual estaba a tono con esa economía de subsis­
tencia.

En otras palabras, dentro de esa economía "subsistencial nomádica" se observa que los
artefactos estaban en función de la recolección, cacería, preparación de pieles, lapidaria,
tejido y tal vez pesca; que los grupos eran reducidos, máxime que los hallazgos en distintas
localidades son bien modestos; que los grupos poseían una gran movilidad o trashumancia
por el continuo desplazamiento de los animales y los ciclos estacionales de las plantas y
productos silvestres que explotaban; o sea que el nivel de las fuerzas productivas era
todavía muy bajo, no permitiendo un gran desarrollo.

Desde luego, es muy factible que al principio esos grupos constituyeran microbandas
compuestas de unas pocas familias unidas por lazos de parentesco, en las cuales el indivi­
duo dependía directamente del grupo; que con el tiempo esas microbandas se transforma­
ran en macrobandas y que algunas se segmentaran de nuevo para cubrir otros territorios;
que las macrobandas o bandas mayores estuvieran constituidas por familias extensas; que
los grupos explotaban un territorio determinado por cierto tiempo y luego se movieran de
lugar cuando la subsistencia ya no era posible; que los territorios eran de propiedad comu­
nal y su explotación era colectiva o realizada en común; que en esos grupos reducidos el in­
dividuo de más experiencia, habilidad y respeto era el jefe de la banda; que entre las bandas
existía una amplia cooperación en el trabajo, basada en la productividad de sus miembros
por edad y sexo; y que todo lo obtenido era repartido adecuadamente entre los que
componían el grupo y consumido totalmente.

También puede decirse que la baja densidad de población entre los grupos hacía po­
sible el equilibrio entre los recursos de un territorio y las bandas que lo explotaban; que los
conocimientos o experiencias que tenían eran trasmitidas por los viejos o adultos a los niños
y jóvenes; que los artefactos o instrumentos eran propiedad de los individuos, es decir, per­
sonal, y que la cohesión y solidaridad del grupo se basaba en el parentesco familiar, en cier­
tas obligaciones reconocidas entre ellos y en la lengua y costumbres, existiendo así una or­
ganización social muy sencilla.

Y desde luego estos grupos o bandas conocían los hábitos de los animales que atrapa­
ban o cazaban y los ciclos, condiciones y propiedades de las plantas que recolectaban;
sabían cuales materias primas eran apropiadas para la hechura de sus artefactos y cuales
técnicas debían aplicar; tenían el lanzadardo y jabalinas que multiplicaba el esfuerzo mus­
cular del hombre; sabían como producir el fuego que era una fuente de energía; aprovecha­
ban las cuevas o abrigos rocosos para vivir y a veces para enterrar a sus muertos; utilizaron
las pieles de los animales para vestirse y tal vez para levantar mamparas o tiendas en luga­
res abiertos; emplearon las fibras vegetales para tejer mantas o telas, sandalias, bolsas, re­
des, cordeles, petates y cestas, todo lo cual podía emplearse en la indumentaria, pesca, para
cargar, dormir, amortajar a los muertos, etc.; y también comenzaron a usar sencillos orna­
mentos para adornarse, o sea a realizar un trabajo artístico o creativo.

En su producción y reproducción el hombre de aquellos tiempos aplicó su trabajo obje­


tivo sobre la naturaleza, obtuvo la satisfacción de sus necesidades primordiales, fue de­
sarrollando los rasgos o elementos que explican su existencia histórica, como una economía
"subsistencia! nomádica" que determinó la hechura y función de sus instrumentos para la
recolección y caza, para la obtención del fuego, para el vestido y para otras pocas activida­
des cotidianas, cuyas relaciones sociales quedaban prácticamente a nivel del grupo; pero
no hay duda que por los finales de esta etapa de desarrollo el hombre ya había adquirido un
cuerpo empírico de conocimiento geológicos, físicos, botánicos y zoológicos (dureza, frac­
tura y suavidad de las piedras; elasticidad de las fibras vegetales; cualidades de la madera,
asta y hueso; propiedades del fuego; utilidad de plantas y animales; observación del creci­
miento y reproducción de ciertos vegetales, etc.); lo mismo que sobre la duplicación de la
fuerza muscular, protección contra los rigores del clima, preocupación en el más allá (en­
terramientos), sentido estético (formas de los artefactos, ornamentos) y tal vez algunos con­
ceptos animísticos y mágicos (ofrendas en los entierros, prácticas propiciatorias para la
cacería) ante la preocupación por lo sobrenatural.

Y desde luego, algunos de estos supuestos o elementos que explican la existencia histó­
rica de esos grupos o unidades sociales, continuaron produciéndose y reproduciéndose, pa­
sando de lo cuantitativo a lo cualitativo, para permitir el surgimiento de otro tipo de forma­
ción económíca-social; y así, por ejemplo, la observación de la reproducción y crecimiento
de las plantas conocidas, junto con la recolección especializada, los fue obligando al seden-
tarismo estacional, a dejar la trashumancia o nomadismo (nomadismo generalizado-
nomadismo estacional-sedentarismo estacional); unido al crecimiento de las bandas que se
van concentrando cada vez más en determinados territorios y a la adaptación tecnológica
en función de una mayor explotación del bosque y de la pesca, lo cual condujo a la experi­
mentación cultivadora de algunas especies vegetales nativas, dándose así un paso revolu­
cionario en la obtención de su alimento.
1.- Laguna Chapala, B.C.
2 - San Joaquín, B.C.
3. - Cuaymas, Son.
4. - Rancho Colorado, Chih.
5. - Samalayucan, Chih.
6. - La Chuparrosa, Coah.
7. - Puntita Negra, N.L.
8. - La Calzada, N.L.
9 - Cueva del Diablo, Tamps.
10. - Rancho W eicker, Dgo.
11. - San Sebastián Teponahuastlan, Jal
12. - San Marcos, Jal.
13. - Cueva del Tecolote, Hgo.
14. - San Bartolo Atepehuacan, D.F.
15. - Tlapacoya, Edo. de México.
16. - San Juan Chaucingo, Tlax.
17. - Caulapan, Pue.
18. - El Riego, Pue.
19. Coxcatlán, Pue.
20. - Cueva de Chimalacatlán, Mor.
21- Cueva Blanca, Oax.
22. - Teopisca, Chis.
23. - Cueva Espantosa, Coah.
24. - Presa Falcón, Tamps.
25. - San Isidro, N.L.
26. - Ocampo, Tamps.
27. - Güila Naquítz, Oax.
28. - Cueva de Sta. Marta, Chis.

58
A

)S POBLADORES DE MEXICO

# Recolectores
20.000- 12,000 a. C.

A Cazadores
12.000- 7,000 a. C.

H Recolectores-Cazadores
7.000- 5,000 a.C

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Los Agrícolas Incipientes

os primeros pobladores de México (20000 a 5000 a.C.) tuvieron una economía de a­

L propiación, alimenticia, practicada por reducidas bandas móviles o trashumantes, las


cuales dependían fundamentalmente de la naturaleza,ya fueran recolectores-atrapadores
de animales pleistocénicos, cazadores-recolectores o recolectores-cazadores de animales me­
nores; y esa economía, que también la hemos llamado "subsistencial nomádica", todavía no
permitía la existencia de grandes núcleos humanos, ni asentamientos permanentes, ni orga­
nizaciones sociales complejas, ni una tecnología desarrollada.

Esa economía de subsistencia dependía de la abundancia o escasez de la flora y la fau­


na, de lo que espontáneamente brindaba la naturaleza; por lo general se explotaban grandes
territorios sin restricción ninguna; la población era muy reducida, pues se concretaba a la exis­
tencia de bandas pequeñas constituidas por unidades familiares que podían subdividirse al
crecer, ocupándose así nuevos territorios y formándose nuevos grupos unidos por lazos de pa­
rentesco; las bandas trabajaban en común, colectivamente, para la obtención del alimento;
todo lo que se obtenía era consumido, igualitariamente por la banda; y la tecnología estaba
en función de ciertas actividades cotidianas como recolectar, cazar, preparar el fuego, utilizar
las pieles,obtener las materias primas y tallar otros implementos o artefactos para reemplazar
a los inservibles.

Pero hacia los finales de esta etapa de apropiación de alimentos, es decir, hacia 5000
a.C., ya existen algunos elementos o factores económicos y sociales que conducirán a un
cambio, que llevarán a una nueva economía y sociedad, basada ahora en la producción de
alimentos; destacándose entre dichos factores los siguientes:

62
a) .- Generalización de la actividad recolectora especializada y de la caza menor en am­
bientes boscosos,debido a los cambios climáticos del Holoceno o Reciente que con­
tribuye a la extinción de los grandes animales del Pleistoceno.

b) ,- Acumulación de observaciones y experiencias sobre una serie de plantas que se reco­


lectaban, especialmente acerca de sus ciclos germinativos y su crecimiento.

c) .- Conocimiento y aprovechamiento gradual del teocintle (Zea mexicana), la Setaria, el


aguacate (Persea americana), la calabaza (Cucúrbita pepo), el chile (Capsicum
anuum), el guaje (Lagenaria) y el algodón (Gossypium hirsutum).

d) .- Un modesto desarrollo tecnológico en función de la recolección especializada y la


pesca.

e) .- La costumbre de la agrupación estacional de algunas bandas que se reúnen en terri­


torios especiales para la práctica de la recolección, comportándose temporalmente
como macrobandas sem¡sedentarias; lo cual conduciría a la formación de grupos de
familias extensas unidas por lazos de parentesco, lengua y costumbres.

f) .- Existencia de ciertas reglas o normas sociales como el tabú hacia el incesto y la exo­
gamia que contribuirían a la reproducción de las bandas y a la ampliación de los la­
zos de parentesco lejano dentro de los territorios frecuentados.

g) .- Un gradual aumento y destreza en los oficios domésticos complementarios a la ob­


tención del alimento, como preparación de las pieles, tallado de la piedra y del hue­
so, tejido de fibras vegetales, labrado de la madera, etc., aunado a la repartición de
tareas o del trabajo por edad y sexo.

h) .- Costumbre de enterrar a los muertos con algunas ofrendas para la otra vida, en la
cual va implícita la preocupación por la muerte o lo sobrenatural y el inicio de un
culto.

i) .- Así como el inicio del sentido estético que se va manifestando en la ornamentación,


personal o adorno y en los oficios domésticos.

Estos elementos o factores que ya se comenzaban a manifestar en los grupos de reco­


lectores-cazadores nómadas, que explican su existencia histórica dentro de un proceso total
de desarrollo, pasan cualitativamente a ciertos grupos para dar surgimiento a otra forma
económica y social más avanzada; o sea a una sociedad productora de alimentos, mediante
la agricultura o cultivo de varias de las especies que se recolectaban, dejando el hombre el
sistema de apropiación de lo que le brindaba la naturaleza para organizar su producción
alimenticia.

El paso de la recolección especializada a la agricultura, especialmente en zonas poten­


cialmente ricas en plantas silvestres, tal vez se dió en lugares donde crecía la setaria, que
más tarde son ocupados por el teocintle, de donde se originaría el maíz; contándose por
ahora con evidencias halladas en sitios ocupados con anterioridad por el hombre y también
en nuevas localidades del territorio mexicano.

63
Los Sitios o Localidades
Las exploraciones arqueológicas realizadas en la Sierra de Tamaulipas han mostrado
que durante el llamado Complejo Nogales (5000-3000 a.C.) las gentes tenían implementos
como raederas, hachas cortas de mano, hojas ovoidales, martilladores, puntas de proyectil
con espiga (de los tipos Nogales, Abasólo, Tortuga), morteros, manos y piedras para la mo­
lienda, los cuales parecen apuntar hacia una transición de la recolección a los cultivos, pero
todavía con una fuerte dependencia de la caza de animales como ciervo, jaguar y otras es­
pecies menores; mientras que en el Complejo La Perra (3000 a 2200 a.C.) hay restos de redes,
esteras o petates, cestería, cuerdas con nudos, restos de fibras vegetales como la yuca y la
pita, cultivo de un maíz de mazorca pequeña, recolección de nueces, frutos de cactos, plan­
tas fibrosas que se masticaban, saltamontes y otros insectos, lo mismo que caza de vena­
do, pécari, jaguar y otros animales.^

En la localidad de Ocampo, Tamaulipas, entre 3700 y 2600 a.C., se cultivaban guajes o


calabazos, frijol, chile y calabaza (Complejo Ocampo de Me. Neish); mientras que en la re­
gión del Valle de Tehuacán, Puebla, durante la llamada Fase Coxcatlán (5200-3400 a.C.) los
grupos estaban integrados en macrobandas seminomádicas que se reunían en determinados
lugares por un tiempo y luego cambiaban de sitio estacionalmente; ya vivían en reducidas
aldeas semipermanentes; cultivaban la calabaza, el frijol, chile, maíz y amaranto; completa­
ban su alimentación con los productos de la caza, pesca y recolección; a la vez que tenían
machacadores, metates y manos, puntas de proyectil cop espiga, redes, cestos, recipientes
de piedra y otros artefactos más.(2)

En el mismo valle de Tehuacán, durante la llamada Fase Abejas (3400-2300 a.C.), los
grupos comenzaron a asentarse por los bancos de los ríos y arroyos; en algunas partes cons­
truyeron viviendas semisubterráneas, aunque siguieron ocupándose las cuevas estacional­
mente; y gracias al cultivo fueron surgiendo nuevas variedades de m aíz, frijol y calabaza; se
incrementaron y mejoraron los recipientes de piedra; avanzó la tecnología y el tejido; a la
vez que ya contaban con el perro domesticado.^

ÍD-Mc. Neish, 1958.


«>- Me Neish, 1964.
(3) - Me Neish, 1964.

64
Durante la fase Playa de Tlapacoya, estado de México (5500-3500 a.C.), existían den­
sos bosques de encinos, pinos, alisos, arces, fresnos y alerces que eran aprovechados por los
pobladores de esa localidad; se cultivaba el teocintle y del lago (de Chalco) obtenían pesca­
do blanco, charales, pez amarillo, tortugas y aves acuáticas; utilizaban tajadores de andesi-
ta local para cortar los árboles y trabajaban la madera con cuchillos, raederas y artefactos
con muesca hechos de basalto, andesita y obsidiana; tenían también manos cortas circula­
res u oblongas hechas de cantos naturales; puntas de proyectil para la caza, del tipo Coxca-
tlán; y contaban así mismo con bastones plantadores, trampas, lanzadardos, piedras para la
molienda, lascas, navajas y algunos objetos de madera.(4)

En el Estado de Durango las gentes del llamado Complejo Caracoles (hacia 3000 a.C.)
tenían raederas, raspadores, tajaderas, cuchillos, puntas de proyectil con espiga y piedras
para la molienda*5): en Puerto Márquez, Acapulco, Guerrero, se hallaron dentro de un mon­
tículo de conchas una serie de lascas de piedra, algunos artefactos con muesca e indumen­
tos de molienda, como manos de muelas hechas de cantos rodados, los cuales integran la
Fase Ostiones*6*; y evidencias similares se han encontrado en el Complejo San Nicolás de
Querétaro, Complejo Matanchén de 'Nayarit, Cueva de Santa Marta en Chiapas y Cueva
de La Golondrina en Chihuahua.

Lascas de Tlapacoya.

Así, en la región de San Blas, Nayarit, se hallaron en concheros, restos de tortuga (ca­
guama), peces, carapachos de cangrejos, huesos de perros y de aves, lo mismo que conchas
de aguas profundas (Aequipecten circularis; Cardita laticostata; Chione undatella) que en
conjunto integran el Complejo Matanchén, fechable a partir del tercer milenio antes de la
era cristiana*7*; mientras que en la región de Tecolutla, Costa del Golfo, en una amplia zona
en Santa Luisa, hay evidencias de una ocupación denominada Fase Palo Hueco, entre 4000
y 2400 a.C., en donde aparecen toscas navajas de obsidiana, grabadores, lascas reusadas, ta­
ladros, unos pocos raspadores y machacadores, pesos de redes, etc. Entre la materia prima
pueden mencionarse el jaspe, pedernal, piedra caliza y arenisca, calcedonia y obsidiana; a
la vez que se han hallado ostras o conchas, fragmentos de hueso, piedras que pudieron ser­
vir para cocinar (calientes), carapachos de cangrejos, etc.*8*

M - Kiederberger, 1974.
( S í- K e lle y , 1 9 5 3 .
<«■- B ru s h , 1 9 6 5 . '
(7) -- M o u n t jo y e t a l, 1 9 7 2 .
(8) .- W ilk e rs o n , 1 98 1 .
65
Y también podría citarse a la discutida Industria de Chalco, consistente en artefactos
de basalto, entre ellos machacadores, manos para moler, raspadores de varios tipos y algu­
nos implementos más encontrados en varias localidades de la región; así como los hallazgos
de Chicoloapan, Estado de México, consistentes en restos humanos asociados a lascas de
obsidiana e instrumentos de molienda«9»; o los de la Cueva Espantosa de Coahuila, cuyos
materiales marcan el paso de la recolección a la agricultura incipiente.

Artefactos de Coxcatlán, Puebla.

»)■- De Terra, 1959.

6
Mortero de )a fase Tlapacoya.

Artefactos de la cueva El Riego, Puebla


Los recursos naturales

D e acuerd o con los restos m ateriales encontrados en las lo ca lid a d e s cita d as an terio r­
m ente, vem os que en conjunto por estos tiem pos la n a tu ra le za o fre cía an im ale s com o el
ciervo, venado co la b lan ca, p écari, jaguar, m ono, pato, saltam o n tes, p escado b lan co , cha-
ral, pez am arillo , cangrejo, ostiones, peces, tortugas, aves a c u á tic a s, cip rínid o s, e tc.; así
com o una variedad de plantas silvestres, entre ellas; zap o tes, m ezq u ite, h u iza ch e , algodón,
pita o lechug uilla, yu ca, m aguey, encino , pino, aliso, fresno, arce, guaje, ayo co te , piñón,
bellota, cacto s; y ya se co n o cían por su c u ltiv o :te o c in tle , m a íz, ch ile , c a la b a z a s , frijo le s,
am aranto y quenopodíum .

Tam bién se ap ro vechab an m aterias prim as com o cantos rodados o natu rales, m adera,
andesita, basalto, obsidiana, piedra c a liz a , jaspe, pedernal, piedra aren isca y c a lc e d o n ia , lo
m ism o que conchas y el hueso; a lo que hay que agregar el agua n ecesaria p ara la subsisten­
cia y productos de la re co le cció n com o tunas, b ello tas, nueces, etc.

Los artefactos

Desde el punto de vista te cn o ló g ico estas gentes co ntab an con lascas reto cad as y reu­
sadas, im plem entos con m uescas, raederas, raspadores, hachas cortas de m ano, hojas de
fo rm a o vo id al, tajadores, m artillad o res; cu ch illo s de núcleo s p o liédricos, de dorsos conve­
xos o de ta lla b ifa cia l; n avajas toscas y fin as, m a ch acad o re s, buriles, grabadores, talad ro s,
punzones y algunos más; observándose cie rta d ism in u ció n del tam añ o de los arte fa cto s,
una buena calid ad en la ta lla , refin am iento en el retoque y un increm ento de los objetos de
piedra pulida.

68
Diversos tipos de puntas de proyectil

0 u 1d6J 69
Los Productos

Con la tecnología y las materias primas existentes y conocidas, los grupos obtenían
puntas de proyectil con espiga (tipos: Coxcatlán, Nogales, Abasólo, Tortuga), morteros y ma­
nos; metates — a veces con bordes— y manos; piedras para la molienda y muelas ovaladas;
manos de muelas ya sean cortas o largas y circulares u oblongas; recipientes o vasijas de
piedra con base plana, de cuerpo semiesférico o como tecomates; pesos para redes; esteras
o petates; cuerdas y cordeles; lanzadardos; bastón sembrador; cestas; mantas o telas; tal vez
canoas, trampas, redes, nazas, agujas y varios objetos más.

Integración económica-social
De todo lo anterior puede decirse que los grupos de estos tiempos utilizaban al atlatl o
lanzadardos de madera y puntas de proyectil con espiga, de varios tipos y sujetas a dardos,
para la cacería; trampas para capturar o atrapar ciertos animales; redes y cestos o nazas
para la pesca; tajadores, hachas cortas y bastón plantador para talar árboles y sembrar; rae­
deras y raspadores para descarnar las pieles; punzones y agujas para el tejido y la cestería;
martilladores, tajaderas y buriles para el trabajo de la piedra; cuchillos y navajas para cor­
tar; machacadores, metates, piedra de molienda y manos para triturar y moler semillas, fru­
tos, granos de teocintle y maíz; recipientes de piedra para cocinar con piedras calientes;
etc., o sea que ya existían una serie de actividades cotidianas más diversificadas y plena­
mente sedentarias.
/
*f
^ Así, la caza y el atrapamiento de animales proporcionaba carne, grasa, pieles, plumas,
carapachos, asta, hueso, etc. (ciervo, venado, pécari, jaguar, mono, cangrejo, tortuga, pato,
etc.); |a pesca daba también alimento (charal pescado blanco, pez amarillo, etc,); la recch
lección marina proporcionaba materia prima y productos alimenticios^ostión, almejas,
huevos de tortuga, conchas, caracoles, etc.); la agricultura contribuía a asegurar la dieta ali­
menticia (maíz, frijol, chiles, calabazas, amaranto, etc): y la recolección terrestre completa­
ba el alimento \ daba materias primas (guajes, cactos, tule, maguey, lechuguilla, yuca, tu­
nas, nueces, leña, insectos, miel, etc.).

Por ello puede decirse que hacia 5000 a.C, los grupos comenzaron a cultivar una serie
de plantas, a producir y controlar el alimento básico, pasando a una economía productora
de alimentos, aunque al principio la agricultura era incipiente y tenía que completarse con
la caza, pesca y recolección marina o terrestre, según el hábitat escogido; cultivándose ya el
maíz (Zea mays), el frijol común (Phaseolus vulgaris),el frijol tepari (Phaseolus acutifolius),
las judías (Canavalia ensiformis), tres especies de calabazas (Cucúrbita pepo; Cucúrbita mix­
ta; Cucúrbita moschata); el chile (Capsicum annum) y especies de la etapa anterior:

Con el invento de la agricultura comenzó a incrementarse la población; las macroban-


das seminomádicas empezaron a integrarse en grupos aldeanos sem¡permanentes al princi­
pio y luego francamente sedentarios, aunque ocasionalmente se siguen ocupando las
cuevas, ahora surgen las aldeas por las orillas o bancos de los ríos y en los valles; aparecien­
do algunas casas sem ¡subterráneas —como en el Valle de Tehuacán, Puebla— de contorno
oval, de casi 5 X 4 metros y a una profundidad excavada de 60 centímetros, la cual tenía un
techo de ramas o de paja sobre vigas o morillos sostenidos por postes laterales y centrales.

De hecho, los agrícolas incipientes continuaron con la tecnología de la etapa anterior,


pero fueron agregando las piedras para la molienda, los metates ápodos, los recipientes de
piedra, hachas cortas de mano, etc.; o sea que tuvieron una industria lítica o lapidaria que
les permitía reponer sus herramientas y producir algunos bienes o productos necesarios a
sus actividades cotidianas; tenían una industria ósea basada principalmente en los huesos
de animales y en el asta de ciervo, y venado; la industria de la madera; la peletería o prepa­
ración de las pieles; el tejido de fibras vegetales para obtener cuerdas a veces con nudos,
cordeles torcidos en Z, redes para la pesca y cargar, mantas hasta de torcido completo, san­
dalias y tal vez bolsas; lo mismo que la cestería que se hacía con armazones de varas y pun­
tadas helicoidales múltiples y envolventes, esteras o petates de tejido cuadriculado liso u
oblicuo; obtención del fuego y uso de hogares con piedras dispuestas circularmente; prácti­
ca de la agricultura por el sistema de bajial y de temporal durante la estación de lluvias; y
otras faenas como el tránsito en canoas, explotación de recursos marinos en las costas, in­
tercambios, etc.

Como ya se ha indicado, la agricultura incipiente permitió que algunas macrobandas


estacionales en un lugar determinado se fueran sedentarizando y constituyendo grupos lo­
cales, los cuales se componían de varias familias unidas por parentesco, tal vez de linaje o
descendencia patrilineal; y así fueron surgiendo las sencillas aldeas que ocupaban un terri­
torio inmediato para su explotación, generalmente por el curso de los ríos y arroyos; las cho­
zas de materiales perecederos, a veces sem¡subterráneos; la división de las actividades coti­
dianas por sexo y edad, ahora más numerosas; las relaciones entre familias locales y veci­
nas, así como los intercambios de bienes o productos y materias primas; y tal vez el inicio
de los clanes y el chamanismo.

Puebla. s/Mc. Neish.

71
Por estos tiempos no hay otras evidencias materiales que nos permitan conocer más
sobre la sociedad sedentaria y agrícola incipiente que hemos venido tratando, salvo los en­
tierros encontrados; y en este sentido podemos decir que los muertos eran amortajados en
mantas o petates y atados con cordeles, por lo general depositados en agujeros excavados
en el interior de las cuevas, tanto en posición flexionada como extendida, a los cuales se les
rociaba ya con cinabrio o polvo rojo de hematita, se les acompañaba con pobres objetos
personales y a veces con alimentos, lo que nos indica las creencias animísticas, respecto a la
existencia de otra vida en el más allá.

Los agrícolas Aldeanos

Entre 2400 y 1200 a.C. se observa en muchas partes del territorio mexicano un franco
sedentarismo de los grupos existentes; la construcción de chozas con materiales perecede­
ros; la agrupación de esas viviendas en aldeas dispersas o concentradas; el desarrollo de la
agricultura que permitió la producción del alimento, combinada con la caza, pesca y reco­
lección, todo lo cual revela un período sociocultural más avanzado, el de las aldeas
agrícolas y pescadores, base de las futuras civilizaciones o altas culturas.

En otras palabras, la vida sedentaria trajo como consecuencia la vida en aldeas y la


construcción de chozas que fue el embrión o germen de la agricultura; también el primer
empleo directo del fuego en la hechura de la cerámica; la plena consolidación de la agricul­
tura y la manufactura de implementos adecuados para el trabajo de los campos; una mayor
división del trabajo por sexo y edad; lo mismo que una intensificación de las labores
complementarias, en el tiempo libre que dejaban los cultivos, como el tejido, la alfarería,
construcción de viviendas, cestería y lapidaria.

A su vez, con las aldeas se asocian aspectos como el aumento de la población, existen­
cia de la magia y el totemismo, los matrimonios exóganos, el tabú hacia el incesto, los ritos
de pubertad, la organización ciánica, prácticas funerarias más desarrolladas; y desde luego
la explotación de más variados ambientes físicos o ecológicos, ya que los poblamientos se
ubican por amplias regiones del territorio mexicano, como por ejemplo, El Arbolillo, Zaca-
tenco, Copilco y Tlatilcp en la Cuenca de México; Ajalpan, Las Bocas y El Caballo Pintado
en Puebla; Gualupita, Oaxtepec y Chalcatzingo en Morelos; El Trapiche, San Lorenzo y Tres
Zapotes en Veracruz; La Venta en Tabasco; Etla y San José Mogote en Oaxaca; Chiapa de
Corzo y Altamira en Chiapas; y muchos más.

Algunas localidades aldeanas

En la costa del Golfo de México, hacia el norte del Estado de Veracruz, hay un sitio lla­
mado Santa Luisa en el que se ha establecido un período de ocupación conocido como Fa­
se Raudal, fechada entre 1700 y 1450 a.C.; la cual se caracteriza por la presencia de cuencos
de piedra, abrasadores de piedra pómez, guijarros tal vez usados calientes para cocer, y po­
ca variación en los artefactos líticos. La existencia de molcajetes lleva a pensar en el conoci­
miento del frijol, chile, tomate y tal vez m andioca.™

Por estos tiempos en Santa Luisa hay una cerámica tosca (46% ) en forma de tecomates
sencillos que frecuentemente presentan arrugas o lomos como sí se hubieran hecho por la
técnica del enrollado; hay cuencos con base plana, bordes hacia afuera y diseños de líneas
paralelas opuestas y remolinos, hechos como con punta de alfiler minuciosamente; tam-
(10)-wilkerson, 1891.

72
bién hay algunos tecomates rojo pulido con bordes cortos verticales; cuencos con bordes
volteados hacia adentro; así como vasijas con borde rojo aplicado con brocha, algunas olli-
tas del tipo Progreso Metálica de la Huasteca, cuencos Blanco y Rojo con motivos incisos
triangulares o en forma de calabazas, y se inicia el uso del chapopote en la decoración.

Según los investigadores del sitio la Fase Raudal tiene parecido con la Fase Barra de Al-
tamira, Chiapas, principalmente en la subsistencia, ya que en cerámica es menos sofistica­
da; y también es distinta a la Fase Purrón del Valle de Tehuacán, lo que parece indicar que
en las tierras altas y bajas de Mesoamérica están funcionando tradiciones distintas de cerá­
mica.

A continuación viene la Fase Almería, entre 1450 y 1350 a.C., durante la cual aumentan
las vasijas de base plana con bordes salientes, los tecomates como calabazas y los tecoma­
tes con ligero borde volteado. También hay los tipos Progreso Metálica, Progreso Blanca,
Negro en forma de pequeños comales (ancestro del tipo Ponce Negro de Pánuco), molcaje­
tes con el fondo interno punzonado o rayado; lo mismo que una decoración pulida, de pali­
llo, baño rojo, líneas paralelas incisas en triángulos opuestos, líneas diagonales en zonas o
paneles, etc.
Al final de esta Fase se observan influencias del Istmo de Chiapas, bajo la forma de un
complejo de nuevas ideas que modifica la tradición local, o sea que hacia 1400 a.C. aparece
la hematita especular; los malacates; tecomates acanalados e incisos; tiestos de los tipos
Monte Inciso y Coatán Acanalado de la Fase Barra de Altamira; vasos y cuencos de silueta
compuesta; botellones en forma de guajes; los tipos Ajalpan Burdo y Coatepec Liso; figuri­
llas huecas; etc. Se encuentran algunos entierros bajo el piso de las casas.

Y después sigue la Fase Monte Gordo de 1350 a 1150 a.C. que guarda relaciones con Pa­
vón, Ajalpan, Bajío-Chicharras y Ocós; para continuar la Fase Ojite, entre 1150 y 1000 a.C.,
la cual presenta cerámica Raspada (del Trapiche-Chalahuite),Calzadas Grabada o Esculpida
(de San Lorenzo) con influencia olmeca, y que se relaciona con las fases Ponce, Ajalpan Tar­
dío, San Lorenzo A y B, Cuadros, etc.

El sitio denominado Pánuco se encuentra sobre las márgenes del río, y allí habitó un
grupo que vivía de la agricultura, caza, pesca y recolección; reunido en una aldea con cho­
zas de bareque; y con una cerámica semejante a la de la tradición de la Costa del Golfo; ya
que en la llamada Fase Pavón hay cerámica Progreso Metál'ca, a veces con un baño de rojo
o blanco y en forma de ollas de cuerpos esféricos, con incisiones o gajos que les dan apa­
riencia de calabazas; y también hay un tipo llamado Progreso Blanca, en forma de platos de
base plana y con una decoración punzonada cilindrica, hecha tal vez con un carrizo corta­
do; así como cerámica doméstica de color amarillento o café, algo burda.(11)

El período siguiente de Pánuco ha sido llamado Ponce, durante el cual los tipos cerámi­
cos anteriores cambian solamente en su decoración, pues aparecen los diseños de triángu­
los y círculos por mitad, rellenos de líneas paralelas o en cuadrícula, colocados en sentido
opuesto sobre el fondo de los platos de base plana; y se inicia una cerámica de color naran­
ja, pintada a manera de laca; lo mismo que una cerámica diagnóstica llamada Ponce Negra,
la cual es bien pulida y a veces tiene tonalidades grisáceas y manchas blancas en el exterior,
y cuyas formas pueden ser platos con motivos zonales opuestos u ollas con caras humanas
modeladas sobre el cuello. También aparecen figurillas con caras prognatas y ojos elípticos,
con perforación central para la pupila.

<11)’ Mac Neish, 1954.


Aunque se sabe muy poco de los tempranos grupos que poblaron la porción central de
Veracruz, salvo fragmentos de cerámica y vasijas de piedra rotas, éstos fueron prosperando
hasta constituir aldeas como El Trapiche, Chalahuite, Limoncito, Viejón, Alvarado y Tlalix-
coyan, donde en sus niveles estratigráficos hay una evolución cerámica patente, la cual
muestra relaciones con el Valle de Tehuacán, Sureste de los Estados Unidos aún con Ecua­
dor y Colombia en sus niveles profundos, antes de caracterizarse como la cultura Remoja­
das Inferior.112'

En el Trapiche-Chalahuite, cerca de Zempoala, Veracruz, sé han encontrado fragmen­


tos de recipientes de piedra; artefactos como metates y manos, cinceles y hachas, navajas,
machacadores, morteros, alisadores, pulidores y otros más; así como cerámica monocroma,
sin soportes, decoradas con palillos, grabadas, esgrafiadas y con la muy difundida técnica
de mecedora o rocker stamp en zonas, así como la puntuación con las uñas, decoración pe­
llizcada con los dedos, impresión de olote, acanalado y otras técnicas.

La cerámica de los niveles bajos muestran un predominio de los tipos: Impresión de Ra­
yas, con o sin puntuaciones; Estampado de Mecedora; Raspada; Decorada con Palillo y Re­
cubierta de Hule o Chapopote; viniendo después el predominio de la cerámica Café o Bayo;
Rojo sobre Café o Bayo; Café Burda; Negro con Borde Blanco (cocción diferencial); Blanca,
Esgrafiada o Rayada; Negra; Acanalada y Negativo. También hay varios tipos de figurillas
de barro, entre ellos el Tipo Trapiche que se caracteriza por la cabeza deformada y combi­
nación de rapado con mechones de pelo, ojos ranurados y a veces con la pupila perforada
muy finamente, y labios ligeramente abultados; el Tipo Tres Zapotes, caracterizado por una
serie de perforaciones en ojos, aleta de la nariz, comisuras de la boca, etc; el Tipo Cara de
Niño, Sólido y hueco, y el Tipo A, semejante al de la Cuenca de México.'131

A lo largo de la ribera derecha del pequeño río Hueyapan, se encuentra, en una exten­
sión de poco más de tres kilómetros, el conjunto que llamamos Tres Zapotes; hay unos cin­
cuenta montículos aislados o agrupados, sin orientación fija; los dos montículos mayores
tienen unos 13 m. de altura y 50 m. de largo en su base; y la época más antigua que corres­
ponde a un período anterior al florecimiento olmeca, se encuentra a veces sellada por una
capa de cenizas volcánicas, encima de la cual se hallan los restos más recientes.'14'

En base a la cerámica y figurillas se ha establecido un período denominado Tres Zapo­


tes Inferior, el cual se caracteriza por el predominio de la alfarería monocroma: Café y
Negra en forma de vasijas de silueta compuesta sofisticadas, de cuencos de paredes salien­
tes con bordes angostos sencillos o anchos y salientes, cuencos de paredes curvas con re­
bordes evertidos, vasijas con vertedera sencilla, ollas con cuello punzonados y ollas efigie;
a sí co m o cerámica Blanca Burda, Roja Pulida y Blanca Pulida. Las figurillas de este pe­
ríodo son hechas a mano y predomina el grupo que presenta varias punzonaduras para ex­
presar los rasgos faciales (tipos l-A, l-B, l-C) y el tipo ll-E conocido como "Cara de Niño" en
la Cuenca de México.115'

Según Bernal, el río Tonalá que hoy limita los Estados de Veracruz y Tabasco forma
una región pantanosa de la que emergen algunas islas, y en una de ellas se encuentra La
Venta, cuya superficie es de 5.22 km2, y dentro de la cual hay una especie de ciudad o cen­
tro ceremonial que afecta la forma de un rectángulo irregular con una pirámide principal
hacia el centro y varios montículos y monumentos tanto al norte como al sur.'16'

(12)-Medellin, 1975; Ford, 1969.


(ni- Garcia Payón, 1966.
<141- Bernal, 1975..
051- Drucker, 1943.
d«.- Bernal, 1975.
74
De hecho, en La Venta, Tabasco, hay montículos de tierra o estructuras arregladas en
torno a plazas; hay monumentos de piedra como altares monolíticos, cabezas colosales, ca­
jas de piedra, esculturas y lápidas con representaciones de personajes; y también se han en­
contrado figurillas de serpentina; orejeras de piedra verdosa o jade; espejos de hematita; y
cerámica y figurillas de barro que acusan un período anterior al auge de dicho centro cere­
monial.

En Moyotzingo, Puebla, existo un poblado que ocupó una extensión de 300 x 400 me­
tros, incluyendo una elevación y parte de la ladera y la llanura. En el llamado Sitio 1 se ha­
llaron restos de chozas sencillas con pisos de barro y despensas subterráneas (formaciones
troncocónicas O graneros), unas junto a otras y casi al mismo nivel; dentro de las cuales ha­
bía tierra, pedazos de cerámica y figurillas, trozos de carbón, huesos, una mazorca de maíz,
un hueso de aguacate, y aún entierros en posición sedente o tendidos sobre las espaldas. Es­
tas formaciones troncocónicas fueron graneros o pozos-despensas, excavados por debajo
de los pisos de barro de las chozas, los cuales, al no ser ya útiles, se fueron rellenando con
los desechos de la gente.(17)

De acuerdo con las fechas de Carbono 14, Moyotzingo existió entre 1330 ± 85 a.C. y
740 ± 80 a.C. Desde el principio hay chozas y cerámica y figurillas que muestran eri parte
cierta influencia Olmeca; después se construyeron muros de adobe para contener el cerro o
para formar terrazas, y hacia 600 a.C. puede decirse que ya existe una clase superior más
acomodada y poderosa, la cual ha desplazado a la clase pobre hacia la llanura, o sea que
ya hay una diferenciación social en la comunidad. Lo anterior se basa en el hecho de que se
construyó un monóculo.

Y en la cerámica se ha encontrado un tipo Café Oscuro en cuencos de silueta compues­


ta con base esférica y diseños de triángulos incisos en cuadrícula; un tipo Blanco con man­
chas oscuras, en forma de vasos de base plana; un tipo Negro con orilla café claro (cocido
diferencial); un tipo Gris con decoración excisa; así como cerámica Blanca Amarillenta(como
laca) en forma de platos o cuencos con diseños incisos o excisos en el fondo interno o en el
borde; Blanca con manchas oscuras en el exterior y negro pulido en el interior, bajo la for­
ma de cuencos de silueta compuesta, a veces con motivos excisos o raspados; Blanco Cae­
dizo con diseños en el fondo interno; y figurillas un poco olmecas, con rapado de la cabeza
y mechones de pelo combinados.

De Moyotzingo podría decirse que fue al principio una comunidad aldeana, de tradi­
ción cultural del Altiplano Central, la cual recibió influencias de los olmecas, principalmen­
te en cerámica y figurillas, ya fuera por intercambios o en forma directa y la fecha de 1330
+ 85 a.C. refuerza la antigüedad de lo olmeca, como estilo y cultura, existiendo semejanzas
con Tlatilco en la Cuenca de México.

Los reconocimientos y trabajos estratigráficos realizados en Tlaxcala revelan que hubo


una Fase Tzompantepec, de 1700 a 1200 a.C. en la cual aparecen los hornos para cocer ce­
rámica, en lugares aislados; suponiéndose que había una producción familiar que satisfacía
las necesidades de objetos cerámicos del grupo; y para la Fase Tlatempa, de 1200 a 800 a.C.,
ya hay una producción alfarera especializada, que satisface las necesidades de la comuni­
dad y de otras vecinas.*18'
07>- Aufdermauer, 1970.
Offl - García Cook, 1974.
El Estado de Morelos cuenta con un sitio denominado Iglesia Vieja, cuya Fase El
Terror, entre 1450 y 850 a.C., ha mostrado cerámica de dos componentes: el más temprano
se caracteriza por la presencia de figurillas D y K ; cuencos Café decorados con paneles o
zonas de triángulos incisos en el interior, con hematita frotada; un complejo de botellones
de diversos tamaños y formas; pequeñas máscaras de barro; vasijas trípodes con soportes
sólidos largos; silbatos zoomorfos y sellos tanto cilindricos como con agarradera y en forma
de pie humano. Este complejo ha sido llamado Morelos y es semejante a Tlatilco, Tlapa-
coya, Gualupita, Oaxtepec, Santa Cruz y Las Bocas. También se le considera como pre-ol-
meca.(19J

El segundo componente de El Terror es intrusivo, olmeca, y se caracteriza por las figuri­


llas "baby face" o "cara de niño" sólidas o huecas; sellos con garras de jaguar; vasijas de
caolín; cerámica Negra con borde Blanco; vasos de base plana con motivo en X (cruz de San
Andrés); el elemento U; y zonas incisas en cuadrícula.

Durante la Fase Zohapilco, entre 2500 y 2000 a.C., existieron varias comunidades por
las orillas del Lago de Chalco, las cuales vivían del maíz, amaranto, calabazas y quenopo-
dium; de la recolección del bosque; de la pesca y caza de patos, ciervos, peces, tortugas la­
custres, etc.; y contaban con manos cortadas, muelas largas y ovaladas, martilladores de
cantos rodados, artefactos con muescas, tajadores, núcleos y lascas, raederas, raspadores,
navajas prismáticas de obsidiana y recipientes de toba volcánica. Aunque todavía no apare­
ce la cerámica, se halló una figurilla de barro sin brazos, sin boca y con piernas cortas y bul-
bosas.f20)

Después, en la Fase Nevada, hacia 1300-1200 a.C., hay una alfarería abundante y pare­
cida a la de Tierras Largas de Oaxaca, como la cerámica Rojo sobre Bayo, la tipo Café Os­
cura o Negra en forma de recipientes bajos de base plana y con motivos incisos o de mece­
dora, así como ollas y cajetes con decoración de uña o con acanalado vertical.

Y hacia 1200 a.C., tanto en Zohapilco como en lugares del Atiplano Central, de la Costa
del Golfo y de Oaxaca, se observa un repentino brote de lo Olmeca, y así en la Fase Ayotla,
de 1200 a 1000 a.C., hay platos de base plana, botellones y cuencos: Negro, Bayo, Blanco,
Rojo; cerámica Negra con borde claro; vasijas de caolín; diseños como U, cruz, coma, doble
espiral, ojos, garras, etc.; recipientes Rojo sobre Bayo y Rojo sobre Blanco; así como másca­
ras y figurillas.

En el sitio conocido como Amuco Abelino, Guerrero, hay la Fase Sésamo 1 que presen­
ta evidencias de artefactos olmecas asociados a cerámica de tradición local (tiestos de co­
lor naranja a rojo, bien cocidos, de grueso y dureza uniforme, en forma de vasijas de pare­
des rectas y ollas; poco énfasis en el tratamiento de la superficie y en la decoración: punzo-
nado sobre el labio, zonas punzonadas en el exterior de las vasijas, incisión inferior en forma
de estrella; incisiones semilunares en el interior del borde de vasijas abiertas); encontróse
una mascarita de barro con ojos incisos y perforación de la pupila, con especie de casco o
barbiquejo-venda; y una cabecita de barro con ojos perforados, algo olmeca.*21*

Tierras Largas, en el Valle de Oaxaca, entre 1400 y 1150 a.C., fue una aldea de 6 a 12 ca­
sas distribuidas sobre media hectárea de terreno. Las casas eran rectangulares, y alrededor
de cada unidad habitacional estaban agrupadas varias sepulturas y una serie de pozos de

fW- Grennes-Ravitz y Coleman, 1976.


(2 0 ).- Niederbergér, 1974.
(TU- Paradis, 1981.

76
forma troncocónica que sirvieron de depósitos o graneros. En el aspecto cerámico hay caje­
tes de base plana o convexa de color terroso o con una banda de hematita especular roja;
así como tiestos relacionados con Ocós, Guatemala.

Por su parte, en San José Mogote, Oaxaca, se ha establecido una Fase San José, de 1200
a 900 a.C., la cual en su contenido se parece o se puede correlacionar con Las Bocas, Chiapa
I, San Lorenzo y Tlatilco; ya que en la cerámica hay un tipo Cafetoso y un Rojo Ladrillo en
forma de ollas para cocer y almacenar; Blanco Pulido, Rojo sobre Blanco, Negro Pulido,
Negro con Borde Blanco, Gris Nuboso Pálido y Rojo de hematita. En la decoración hay dise­
ños raspados o excisos con cinabrio frotado; motivos como X o Cruz de San Andrés, motivo
en U, ala-garra, estampado de mecedora en zonas sobre tecomates1221

También hay cerámica Blanca con una banda roja en el borde; figurillas pequeñas sóli­
das y grandes huecas como las de Gualupita y Las Bocas; se ha encontrado magnetita, ilme-
nita, hematita, mica blanca y negra, cuarzos verdosos, caracoles marinos (SpondylusJ y
madreperla de la Costa del Golfo, lo mismo que caracoles de pantano (Cerithidium; Anona-
locardia subruposa); y hay taladros de calcedonia para trabajo de la concha, buriles para
cortar concha, pulidores de cuarzo, óxidos de hierro para trabajar la magnetita, ornamentos
de concha y espejos pequeños y aplanados de ilmenita y magnetita. Las chozas o cuartos de
bajareque estaban sobre plataformas.

En la Cueva de Santa Marta, cerca de Ocozocuautla, Chiapas, se encontraron mate­


riales que han sido incluidos en la llamada Fase Cotorra, para la cual hay una fecha de Car­
bono 14 (1320 a.C.); y durante ella ya existía la agricultura del maíz, se practicaba la recolec­
ción, y se encontaron puntas de proyectil para la caza y cerámica en forma de tecomates,
ollas con bordes salientes, jarras con bases planas y cuencos con bordes anchos hacia
afuera y base plana. Algunos tecomates tienen los bordes decorados con pintura roja, ama­
rillenta o café; hay diseños geométricos en forma zonal, decoración de uña y estampado de
mecedora en zigzag; lo mismo que algunas figurillas con ojos perforados.

Chiapa de Corzo, en la Depresión Central, tiene un período temprano en el cual hay


grandes tecomates, cuencos de paredes verticales, ollas y cuencos sencillos, algunos de
ellos con decoración de mecedora o rocker-stamp, incisión, punzonado, filetes aplicados,
etc.; también hay cerámica Blanca, Rojo sobre Blanco, Café pulida, Rojiza Burda y otros ti­
pos más; junto con recipientes de piedra, metates, manos y otros artefactos; así como evi­
dencias de chozas que componían una aldea, hacia 1400 a.C. cuando menos. Este período
se asocia a la Fase Cotorra.123’

Un segundo período de Chiapa de Corzo, denominado Dili, fechado entre 1000 y 700
a.C., tiene cerámica Gris Pulida, Blanca y Café Amarillenta en forma de tecomates, ollas
con gajos como de calabazas, platos con anchos bordes hacia afuera y braseros o incensa­
rios con tres picos; a la vez que hay algunas figurillas con los ojos perforados, parecidas a
las de La Venta y Uaxactún; bordes de vasijas con decoración incisa o figurando aves y pe­
ces; decoración ashurada o incisa en cuadrícula; y comienzan a aparecer las plataformas o
terrazas de piedra para soporte de las chozas o habitaciones, de planta rectangular y con
paredes de troncos y lodo.

(22>- Flannery, 1969.


BJ)- Lowe y Masón, 1965.
- *Sr t
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• ’„ ; , .A ; • .'
Hacia la zona del Soconusco, donde existen también varios microambientes, como la
costa arenosa cubierta de matorrales, estuarios y lagunas, manglares, bosque tropical y sa­
banas, existieron aldeas que tenían una economía mixta, pudiendo citarse entre ellas a Alta-
mira, Chiapas, cuya población se sustentaba principalmente de la agricultura con algo de
cacería y pesca. En el lugar se han encontrado puntas de proyectil de obsidiana, en forma
de hoja de laurel con muescas a los lados; raspadores de obsidiana que pudieron servir co­
mo cuchillos; metates y manos de forma ovoide u oblonga hechos de cuarzo, basalto y de
otros materiales pétreos.*24*

De acuerdo con la cerámica encontrada, la ocupación más antigua ocurrió desde antes
de 1600 a.C., y esta fase llamada Barra, anterior a Ocós, tiene vasijas que parecen derivarse
o perpetuar las formas de los recipientes de piedra, así como tipos diagnósticos: Coatán
Acanalado, Monte Inciso, Petacalapa Negro y Tusta Rojo, con predominio de tecomates y
cuencos sencillos.

Después de esta fase viene otra denominada Altamira-Ocós, en la cual hay cerámica
Roja con hematita especular, Michis Tecomate Delgado, junto con vasijas de base plana,
cuencos de silueta compuesta,platos con anchos bordes acanalados y decoración de pintura
iridiscente, estampado de mecedora, de textil y de cuerda; lo mismo que figurillas sólidas
con cabezas muy olmecoides, distintas a las de la Victoria, y figurillas huecas con una
gruesa capa de pintura roja sobre el mentón y las mejillas.

Y el sitio de Izapa comenzó como una aldea cuya población subsistía gracias a una
economía mixta, basada fundamentalmente en la agricultura y recolección marina, con el
posible aprovechamiento de la mandioca; pues allí se han encontrado numerosas lascas de
obsidiana que pudieron servir para un rayador de mandioca, como se ha observado también
en Altamira; y en cuanto a la cerámica, ésta se relaciona con la Fase Ocós de La Victoria,
Guatemala, y con la Fase Barra de Altamira, especialmente los tecomates y vasijas de base
plana con paredes divergentes (tipos Ocós Rojo Especular y Ocós Ante), aunque también
hay decoración de mecedora e impresión de cuerda.*25*

A continuación hubo otro período relacionado con la Fase Cuadros de Altamira y La


Victoria, existente en varios sitios del Soconusco, en el cual, además de los tipos cerámicos
ya mencionados y característicos, hay vasijas de color negro con diseños excisos o raspados,
parecidos a los de San Lorenzo, Veracruz; Las Bocas, Puebla; San José Mogote, Oaxaca;
etc., considerados de influencia Olmeca.

Integración sociocultural

Los pocos sitios descritos brevemente nos muestran que entre 2400 y 1200 a.C. ya exis­
tían numerosas comunidades aldeanas en todo el territorio que sería Mesoamérica; y dichas
aldeas tenían una economía mixta, basada más en la agricultura o la pesca como activida­
des primarias y en la cacería y recolección como faenas secundarias. Con toda probabilidad
en la agricultura se utilizaron los sistemas de humedal o de avenida, especialmente por los
cursos de ríos y arroyos, así como la roza o milpa en terrenos boscosos.

Por esos tiempos, a una mayor población correspondía el cultivo de más tierras, las
cuales eran de toda la comunidad; con la agricultura y los oficios que comenzaban a de­
sarrollarse vino también cierto aumento del utillaje; lo producido por el grupo era suficiente
f24' - Creen y Lowe, 1967.
(25)- Ekholm, 1969.

80
para el consumo de la comunidad, aunque algunas familias podían intercambiar algo de su
producción por otros productos elaborados y materias primas; a la vez que se empezó a
mantener o a pagar al chamán por sus servicios; se pudieron cocer mejor los alimentos gra­
cias a la alfarería, y se hizo más patente la organización del trabajo por sexo y edad.

La tecnología desarrollada por los agrícolas incipientes se vió acrecentada durante el


período de las aldeas agrícolas, ya que para entonces era común el bastón plantador con
punta endurecida al fuego; las hachas de serpentina y tal vez azadas de madera; los grane
ros o pozos excavados en el suelo para guardar los granos; metates y manos; redes y po­
siblemente nazas para la pesca; canoas hechas de troncos ahuecados y remos; cunas y tela­
res de cintura; contándose también con cerámica doméstica y funeraria, modelado de figu­
rillas, sellos o pintaderas, máscaras de barro y ornamentos, espejos pequeños y pelotas, puli­
dores de cerámica, algunos instrumentos musicales como sonajas, ocarinas, silbatos y
huesos como muescas o ranuras; así como yugos de piedra y el empleo de materiales como
la pirita, hematita especular, ilmenita, mica negra y blanca, cuarzos verdosos, conchas y ca­
racoles marinos, chapopote, hule, caolín, asta de venado y otras materias primas.

En relación con la tecnología se observa que los grupos aldeanos aprovechaban algu­
nas fibras vegetales como el algodón, maguey y la yuca; que tenían telar de cintura, punzo­
nes y agujas de hueso; todo lo cual se traducía en la producción de hilo y tela, necesarios en
la indumentaria y el adorno; por lo cual en las figurillas de barro se observan representa­
ciones de bragueros, faldillas, turbantes, barbiquejos, sombreros, sandalias, listones y otras
prendas.

Así, basándonos en las figurillas de la Costa del Golfo, especialmente del Centro de Ve­
racruz, podemos decir que los grupos aldeanos se pintaban la cara y el cuerpo, practicaban
la escarificación y la mutilación dentaria, se deformaban la cabeza; usaban narigueras, ore­
jeras y collares; o sea que entre ellos y otros grupos de Mesoamérica se acostumbraba la
pintura facial y corporal; se perforaban el lóbulo de las orejas y el tabique nasal; al mismo
tiempo que se deformaban artificialmente la cabeza, se cortaban los dientes siguiendo cier­
to patrones, y se teñían el pelo.

Al aumentar las aldeas autosuficientes —dispersas o concentradas— se incrementó la


población de familias locales, dando lugar al nacimiento de las tribus autónomas que te­
nían ya un cierto grado de cohesión social y política, dentro de territorios más amplios; y
ahora vemos la existencia de clanes totémicos que tienen descendencia o linaje de antepa­
sados animales y humanos; existencia de brujos o chamanes que juegan un importante pa­
pel dentro de la sociedad aldeana; y posiblemente Consejos de ancianos o de personas de
edad y prestigio.

En las aldeas es muy posible que las mujeres se encargaran de la atención de la choza,
del cuidado de los niños, del acarreo del agua, de la preparación de los alimentos y aún de
la recolección y ayuda en el cultivo de los campos; mientras que el hombre cultivaría la tie­
rra, y practicaría la cacería y la pesca. En general, también algunos oficios como la alfarería,
el tejido y la cestería podían haber sido realizados por hombres y mujeres, en los ratos que
dejaba libre la agricultura; pero otros como el tratamiento de las pieles, el tallado de la pie­
dra, etc., eran actividades del hombre.

81
En la provincia volcánica de
Los Tuxtlas se encuentra
enclavado el lago de Catemaco,
mismo que permitió el asentamiento
de grupos olmecas aldeanos
que vivieron de la agricultura,
pesca y caza fundamentalmente.
Así, además de esta división del trabajo es posible que ya existiera la distinción de algu­
nos grupos de edad, y que hubieran ritos de pubertad con festividades apropiadas; y tam­
bién serían comunes los matrimonios exógamos, el tabú hacia el incesto, la distinción entre
los clanes y el reconocimiento territorial.

Desde este período aldeano se observa cómo tos recursos naturales de los poblamien-
tos tienen que ser reforzados por los intercambios o trueques de materias primas o de pro­
ductos elaborados, tanto a nivel local como foráneo; y así cuando se mencionan conchas y
caracoles marinos se piensa de inmediato en las costas del Golfo y del Pacífico; cuando se
trata de hule o pelotas, chapopote fósil y chalchihuites uno lo relaciona con la Costa Vera-
cruzana; lo mismo que algodón y caolín de Morelos; espejos y hematita de Oaxaca; jadeita,
turquesa y cuarzos verdosos de Guerrero; etc.

Brujos'o"chamanes"de Tlatilco.
Aunque los primeros pobladores y agrícolas incipientes pudieron tener ya algunas
creencias mágicas respecto a la concepción de su universo, es en el período de las comuni­
dades aldeanas cuando comenzamos a tener manifestaciones más evidentes, como lo son
las figurillas de barro que representan a brujos o chamanes — intermediarios entre el hom­
bre y los espíritus que animan a las fuerzas sobrenaturales y a las cosas—, ataviados con
máscaras fantásticas de animales o humanos; así como seres patológicos y míticos que
anuncian a las deidades futuras.

En este sentido, en la Cuenca de México existió la representación de un jaguar —ser­


piente, una especie de dragón terrestre que simboliza a la tierra-agua, vegetación-vida y
fecundidad-nacimiento; así como representaciones de enanos, jorobados, mujeres con dos
cabezas o con tres ojos, máscaras con una mitad vida y la otra mitad muerte, músicos, dan­
zantes, jugadores de pelota, acróbatas, etc., todo ello relacionado con la magia y festivida­
des que se realizaban en ocasiones especiales.

También el culto a los muertos evolucionó durante el período aldeano. De hecho se


continúa con la costumbre de amortajar al muerto; de colocarlo en fosas excavadas en el
suelo, alrededor de las chozas o bajo el piso de los jacales; de depositarlo en posición exten­
dida —decúbito dorsal, ventral o lateral— o flexionada — feto en útero— y de rociarlo con
cinabrio o polvo rojo de hematita; pero se practica el sacrificio humano, especialmente de
niños, de los cuales se enterraban la cabeza, las manos y a veces las piernas; se hacían sacri­
ficios de perros, tal vez para acompañar al difunto en su viaje al más allá; y se ponían ofren­
das según el rango o prestigio del muerto, ya que unas son más ricas que otras, indicando un
inicio de diferenciación social.

Una característica de las comunidades aldeanas es la aparición de la cerámica, la cual


se fecha por ahora hacia 2400 años antes de la era cristiana; siendo la más antigua una ce­
rámica tosca, del color natural del barro, sólo que afectada por el cocimiento, y sin deco­
ración; mientras que después aparece otra cerámica ricamente decorada y con una gran
variedad de formas, que prácticamente desplaza a la anterior. En realidad se trata de dos
tradiciones alfareras distintas, como se verá más adelante, aspecto similar que ocurre en la
producción de figurillas de barro.

Como decíamos, el descubrimiento de la agricultura llevó al pleno sedentarismo, a la


ocupación fija de un sitio determinado, cercano a las fuentes de agua y a la permanencia en
lugares abiertos definitivos; y así nació el albergue duradero, la choza o vivienda doméstica,
o sea el espacio techado para la alimentación y el reposo cotidiano, hecha de troncos o pa­
los con juntura de lodo y techos de zacate, palma, tules o paja.

De hecho, los troncos y el lodo le dieron rigidez y estabilidad a la choza; la paja, la pal­
ma y el zacate las cubrió; los postes y morillos le dieron expansión y contracción contra el
viento; y una vez resuelto el aspecto estructural y la cobertura del espacio se dieron los pri­
meros pasos hacia la arquitectura, pues las chozas se comenzaron a levantar sobre platafor­
mas o cimientos de piedra con relleno de tierra, fueron adquiriendo una planta circular, rec­
tangular u oval, recibieron la orientación de la puerta y el hogar, se agregaron pavimentos o
pisos de lajas o de lodo, y se distribuyeron formando aldeas dispersas o se agruparon en al­
deas compactas, adaptadas generalmente al ambiente natural bien escogido.

85
1. - Diegueños
2. - C u a icu ras
3. - Pericues
4. - Pápago
5. - Pim a
6. - Pim a Bajo
7. - O pata
8. - C h irica h u a
9 . - Yum a-Jum ano
10. - Concho
11. Tarahum ara
12. - Tepehuano
13. - Tarascos (Purépechas)
14. - G uasave
15. - C a h ita
16. - A caxee
17. - Toboso
18. - C o ah uilteco
19. - Lagunero
20. - Z acatecas
21. - C u a ch ich il
22. - Pame - Jonaz
23. - Tam au lipeco s
24. - Huastecos
25. - Totonacos
26. - O tom ies
27. - A ztecas
28. - M ixtecas
29 - Zapotecas
30. - M ixes
31. - Z o q ues
32. - Popoloca
33. - Chontal - Lacandón
34. - M aya Yucateco
35 - M ayas de los Altos
36. - Chortí
37. - Jicaque
i

87
Los grupos aldeanos iniciaron el arte de la escultura en barro, plasmando en la dúctil
arcilla a la gente y a los animales de su tiempo, tal como se observa en las figurillas y vasijas
que representan a brujos, acróbatas, mujeres embarazadas, niños en cunas portátiles, juga­
dores de pelota, armadillos, patos, peces, y muchas obras más; todas ellas extraordinaria­
mente concebidas y modeladas, equilibradas anatómicamente y con los rasgos esenciales
para el logro de una escultura menor.

Como síntesis de todo lo anteriormente expuesto puede decirse que la observación y


experimentación con algunas plantas nativas llevó a los recolectores-cazadores a la agricul­
tura, al control del alimento básico y al sedentarismo, a la construcción de chozas y a la vi­
da en aldeas, estrechando los lazos sociales y las relaciones entre los grupos para trasmitir
sus conocimientos; y así se fueron fijando las prácticas de los cultivos y el aprovechamiento
de nuevas plantas, surgieron los bastones plantadores, las hachas y los graneros; mejoraron
los viejos oficios, y apareció la alfarería, en la que la arcilla cocida fue el medio más apro­
piado para la creación artística.

La arcilla sometida al fuego permitió la producción de recipientes utilitarios domésti­


cos y para ofrendas mortuorias, el modelado de figurillas, sellos o pintaderas, silbatos y so­
najas; las chozas demandaron nuevos materiales rígidos y elásticos; se agregaron telares de
cintura y agujas de hueso; conocieron colorantes minerales y las propiedades de tierras y
barros para la alfarería; a la vez que en las aldeas arraigó la creencia de que los fenómenos
naturales poseían un alma o espíritu; se desarrolló la magia y la hechicería con brujos o cha­
manes que actuaban como intermediarios entre las fuerzas sobrenaturales y el hombre; sur­
gieron las festividades agrícolas con música y danza, lo mismo que el totemismo y la organi­
zación ciánica; iniciándose también las observaciones sobre los ciclos de las estaciones que
regían a la siembra y la cosecha, la medida del tiempo para su aplicación en la agricultura y
cultos a la tierra, agua y fertilidad, saturados de ideas mágicas ante lo inexplicable, imprevi­
sible y sobrenatural.

Y desde luego, durante este período pudieron existir una serie de aldeas primitivas que
por ser autosuficientes tuvieron una larga vida sin cambiar prácticamente; también aldeas
de pescadores, basados en su autoabastecimiento, y que por cierto aislamiento tampoco
prosperaron; y aldeas principalmente agrícolas que recibieron estímulos de otros grupos ve­
cinos contemporáneos, haciéndolos progresar notablemente.

Sin embargo, todas estas aldeas definen a una etapa bastante homogénea, la de las co­
munidades tribales autosuficientes, con las características ya apuntadas anteriormente;
aunque, como es natural, ciertas aldeas comienzan a mostrar una serie de rasgos que defini­
rán a una etapa más avanzada, entre ellos: la existencia de brujos o hechiceros que contro­
lan a la sociedad y tienen el poder, los cuales Se convertirán en sacerdotes y jefes; la coloni­
zación de lugares por algunos grupos, como los olmecas antiguos; una mayor intensidad de
los intercambios de productos; una mayor intensidad de productos provenientes de zonas
geográficas alejadas; ciertos servicios comunales como los cementerios o lugares fijos para
los enterramientos; creencias mágicas tendientes a la creación de dioses; un mayor desarro­
llo de la tecnología; aumento de población y proliferación de aldeas; mejoramiento de las
viviendas con plataformas, y delimitación de algunos entierros con ringleras de piedras, ger­
men de las tumbas.

88
UNA HIPOTESIS SOBRE EL ORIGEN
DE LOS OLMECAS ANTIGUOS
Antecedentes

lgunos misioneros y cronistas como Sahagún, Torquemada, Muñoz Camargo y Alva(

A Ixtlilxochitl, recogieron y trasmitieron informaciones sobre los Olmecas de las tradi­


ciones históricas, apenas iniciado el período Colonial; pero el conocimiento de la cul­
tura que aquí llamamos Olm eca Antigua se inició prácticamente allá por el año de 1869,
cuando Melgar publicó un artículo titulado "Antigüedades Mexicanas, Notable Escultura
Antigua".

En dicho artículo Melgar dice: "Estaba en 1862 avecindado en San Andrés Tuxtla,
población del Estado de Veracruz, en México, y en algunas excursiones que hice, supe de
una cabeza colosal que se había desenterrado pocos años antes...; en una de las excursiones
que hice, buscando antigüedades, llegué a la expresada hacienda y supliqué al dueño de
ella que me llevase a verla; fuimos, y quedé sorprendido: como obra de arte es sin exagera­
ción una magnífica escultura... pero lo que más me impresionó fue el tipo etiópico que
representa; reflexioné que indudablemente había habido negros en este país y ésto había si­
do en los primeros tiempos del mundo".

En 1871, Melgar publicó otro artículo con el título de "Estudio sobre la Antigüedad y el
Origen de la Cabeza Colosal de Tipo Etiópico que existe en Hueyapan, del Cantón de Los
Tuxtlas", lugar conocido ahora como Tres Zapotes; un poco después, en 1878, Habel dió a
conocer ciertas "Esculturas de Santa Lucía Cotzumalhuapa en Guatemala"; en tanto que
Chavero, en 1887, publicó su "Historia Antigua", en la que reproduce como prueba de la ra­
za negra a la cabeza colosal de Hueyapan, describiéndola como "hecha de granito, de dos
varas de altura... su tipo es claramente etiópico y llaman la atención su tocado especial y la
incisión cruciforme que tiene en la frente y que recuerda algún signo sagrado del Asia"; es­

90
cultura que dicho autor asocia a "una grandísima hacha de granito, encontrada también en
la costa de Veracruz... (cuya parte superior) es una cabeza de hombre parecida a la de
Hueyapan... pero el tipo negro es más marcado, más claro lo chato de la nariz y más pro*
nunciados los salientes belfos".

En 1888, Eisen escribe "Sobre algunas antiguas Esculturas de la Pendiente del Pacífico
de Guatemala"; en 1890, Kunz da a conocer un hacha de jadeita verde que compara con la
de Chavero y con otra existente en el Museo Británico, hoy conocida como "hacha Kunz";
en 1892, Paso y Troncoso bautizó con el término de "Tipo olmeca" a algunas figurillas pro­
cedentes de Morelos y Guerrero, tal como puede verse en el "Catálogo de los objetos que
presenta la República de México en la Exposición Histórico-Americana de Madrid"; en tanto
que Saville, hacia 1900, describe "Una Hacha Votiva de Jadeita, de México", que no es otra
que la "hacha Kunz", pero haciendo notar que representaba una máscara de jaguar, dentro
de un estilo artístico desconocido y distinto.

En 1907, Holmes escribió "Sobre una Estatuilla de Nefrita de San Andrés Tuxtla, Ve­
racruz", la cual había sido hallada por un campesino de ese lugar en 1902; estatuilla que
representa a un hombre-pato, y que tiene grabado en uno de sus lados una inscripción
jeroglífica con la fecha maya de 8.6.2.4.17 8 Caban, o sea 162 de la era cristiana, hoy cono­
cida como Estatuilla de Tuxtla.

Hacia 1908, Batres escribía sobre la "Civilización Prehistórica de las Riberas del Papa-
loapan y Costa de Sotavento"; en 1926, Lothrop dió a conocer algunas "Esculturas de Piedra
de la Finca Arévalo, Guatemala"; en tanto que en 1926-27, Blom y La Farge publicaron "Tri­
bus y Templos", obra en la que informaban de otra cabeza colosal encontrada en Tres Za­
potes; de una magnífica escultura hallada en San Martín Pajapan, la cual tenía "una cara
con ojos oblicuos, una pequeña y ancha nariz y una boca curvada hacia abajo con un
ancho labio superior abierto"; así como datos sobre La Venta, Tabasco, sitio en el que des­
cubrieron "una colección de enormes monumentos de piedra y al menos una gran
pirámide... (monumentos cuyos rasgos) son similares a los observados por nosotros en la re­
gión de Los Tuxtlas, (aunque) otros rasgos están bajo una fuerte influencia de la cultura ma­
ya..."

En 1927, Beyer publicó una "Nota Bibliográfica sobre "Tribus y Templos", utilizando
de nuevo el término de "O lm eca" para la escultura de San Martín Pajapan y para una pe­
queña hacha de piedra verde, las cuales presentan "los mismos ojos inclinados, nariz ancha,
boca monstruosa y... una hendedura en la frente", rasgos "de una deidad que pertenece a la
civilización olmeca o totonaca"; en tanto que Saville, en 1929, publicó un artículo titulado
"Hachas Votivas del México Antiguo", en el cual compara varias piezas, llegando a definir
una serie de rasgos que caracterizaban a lo "olm eca", entre ellos: "cuerpo humano con ca­
beza de aspecto felino, máscara de tigre, cabeza hendida, ojos inclinados, cániños promi­
nentes, labios superiores proyectados y pequeñas narices felinas".

Saville también apuntó que esas obras pertenecían "a la antigua cultura olmeca, la
cual tuvo, aparentemente, su centro en el área de San Andrés Tuxtla, alrededor del Lago Ca-
temaco, y se extendió hacia la costa del Golfo de México en la parte sur del Estado de Ve­
racruz"; de modo que el término de "cultura olmeca" comenzó a configurarse desde ese
año; continuándose con aportaciones de Joyce y Knox, en 1931, quienes dieron a conocer
algunas "Figuras Esculpidas de Veracruz", y de Weyerstall, en 1932, el cual escribió "Algu­
nas Observaciones sobre Montículos Indígenas, Idolos y Cerámica de la Cuenca del Bajo
Papaloapan, en el Estado de Veracruz".
En 1932, Vaillant publicó un artículo que lleva por título "Un Jade Precolombino", en
el cual menciona casi los mismos rasgos olmecas de Saville; pero es el primero en señalar
que "las Figuras de cara de tigre y las de cara de niño pertenecen a un mismo estilo
artístico... que ese estilo no corresponde al de los aztecas, toltecas, zapotecas, totonacos y
mayas... que los olmecas históricos que se dispersaron por el sur de Veracruz fueron famo­
sos por su trabajo en jade y en turquesa... y que la posición geográfica de esas gentes coinci­
de aproximadamente con la distribución de las esculturas de cara de tigre y cara de niño".

El mismo Vaillant apuntaba en 1934 la intrusión de objetos olmecas en materiales de


Gualupita, Morelos, utilizando ese término para distinguir a esa nueva y especial cultura; en
ese mismo año Eulalia Guzmán daba a conocer algunos de "Los Relieves de las Rocas del
Cerro de La Cantera, Jonacatepec, Morelos", hoy conocido como Chalcatzingo; en tanto
que Stirling, en 1939, publicó "Descubrimiento del más Antiguo Trabajo fechado por el
hombre en el Nuevo Mundo", en el cual daba a conocer sus hallazgos realizados en Tres
Zapotes, entre ellos la "Estela C" que lleva en uno de sus lados un estilizado rostro de ja­
guar y en el otro una fecha en numerales de puntos y barras, a la manera maya, leida como
7.16.6.16.18 6 Eznab 1 Uo, correspondiente al año 31 antes de la era cristiana.

En 1940, Stirling publicó "Una Serie Inicial de Tres Zapotes, Veracruz, México"; y
"Grandes Caras de Piedra de la Jungla M exicana"; en 1942 apareció "Encuentro de Joyas de
Jade en el Pantano Mexicano", artículo en colaboración con su esposa; celebrándose ese
mismo año una Mesa Redonda sobre problemas de los Mayas y Olmecas, en la que partici­
paron investigadores como Caso, Covarrubias, Jiménez Moreno, Kirchhoff, Stirling, Lines y
otros más.

En esa reunión Caso trató el problema de la "Definición y Extensión del Complejo Ol-
meca"; Covarrubias habló del "Origen y Desarrollo del Estilo Artístico Olm eca"; Lines dió a
conocer un "Baby Face en Costa Rica"; Jiménez Moreno trató la "Relación entre los Olm e­
cas, los Toltecas y los Mayas, según las Tradiciones"; Kirchhoff presentó un trabajo sobre la
"Distribución Geográfica de Elementos Culturales atribuidos a los Olmecas de las Tradi­
ciones"; a la vez que otros estudiosos presentaron algunas ponencias más, entre ellos Acos­
ta que habló sobre "Rasgos Olmecas en Monte Albán".

De hecho, en esa Mesa Redonda se trató de poner al día los conocimientos que por en­
tonces se tenían de esa nueva cultura Olmeca; se discutió el aspecto de la cronología, que
para los arqueólogos norteamericanos la cultura olmeca debía ubicarse en el Horizonte
Clásico y para los mexicanos que ésta era mucho más antigua; se trató el estilo artístico, sus
características, extensión y relaciones; se abordaron temas relacionados con los Olmecas
históricos; expresando Caso que "la cultura Olm eca es de una gran finura, que implica
siglos de preparación o formación y que influye esencialmente en las culturas posteriores";
así como que esta cultura no era nada primitiva y era "sin duda madre de otras culturas co­
mo la maya, la teotihuacana, la zapoteca, la del Tajín y otras". -

Kirchhoff señaló que algunos rasgos culturales de los olmecas históricos eran de gran
antigüedad, entre ellos la nariguera, el tatuaje, la barba, etc., los cuales aparecían ya en los
restos arqueológicos más antiguos de la tierra del hule; en tanto que Covarrubias incluyó en
la definición del estilo Olmeca a las pequeñas esculturas en piedras semipreciosas y a tallas
monumentales, el tigre o jaguar como motivo básico, seres humanos con bocas jaguarescas,
relieves en rocas, cabezas colosales, altares monolíticos, cajas de piedra, etc., y decía que

92
"el estilo artístico estaba conectado, lejano, pero evidentemente con el arte teotihuacano
más antiguo, con el estilo llamado totonaco, con las formas más viejas del arte maya y con
los objetos zapotecas, los cuales, mientras más antiguos, tendían a ser más olmecas"; de
modo "que bien podía ser considerada esta cultura como la madre de las mencionadas y la
más importante, si no la única, del desarrollo de la civilización en Mesoamérica"

Para evitar la confusión con los olmecas históricos, en esa reunión se propuso que a lo
olmeca arqueológico se le designara con el nombre de Cultura de La Venta, por ser ese el si­
tio mejor conocido por entonces; Jiménez Moreno propuso nombres como paleo-olmeca,
pre-olmeca, proto-olmeca, etc., y aún que se le designara como Cultura Tenocelome o de
las bocas atigradas; pero ninguna de esas designaciones tuvieron aceptación, el término Ol­
meca había echado sus raíces y hoy se sigue llamando "O lm eca" (entre comillas) a esa cul­
tura o también Olmecas Arqueológicos a los creadores de ella.

En 1942, Jiménez Moreno publicó "E l Enigma de los Olmecas", en 1943, Drucker dió a
conocer la "Estratigrafía cerámica de Cerro de Las Mesas, Veracruz" y la "Secuela Cerámi­
ca de Tres Zapotes, Veracruz"; ese mismo año Weiant publicó "Una Introducción a la Cerá­
mica de Tres .Zapotes, Veracruz"; en 1944, vió la luz el artículo de Covarrubias titulado "La
Venta: Cabezas Colosales y Dioses Jaguar"; en tanto que Comas, en 1945, informa acerca
de la "Osteometría Olmeca: Restos Hallados en Cerro de Las Mesas, Veracruz"; Covarru­
bias, en 1946, publicó "El Arte Olmeca o de La Venta"; Drucker, en 1947, escribió sobre "A l­
gunas Implicaciones del Complejo Cerámico de La Venta" y en 1948, Covarrubias publicó
una Tipología de la Industria de Piedra Tallada y Pulida de la Cuenca del Río M ezcala".

Los conocimientos sobre tan importante cultura se acrecentaron con la información de


Boggs, en 1950, de las "Pictografías Olmecas del Grupo de Las Victorias, Chalchuapa, El
Salvador"; con la tesis titulada "Tlatilco y la Cultura Preclásica del Valle de México", pre­
sentada por Piña Chan en 1951; con "Una Interpretación de los Danzantes de Monte
Albán", publicada por Dávalos Hurtado en ese mismo año; así como con publicaciones si­
guientes, entre ellas: "Totonacos y Olmecas" de García Payón en 1952; "La Venta, Tabasco:
Un Estudio de Cerámica y Arte Olmecas" de Drucker en 1952; "Excavaciones en
Atlihuayán, Morelos" de Piña y López en 1952; "Tonalá, México" de Ferdon en 1953; "M o­
numentos de Piedra de Río Chiquito, Veracruz" de Stirling en 1955; "El Jaguar que con­
templa los Astros" de Westheim en 1955; "Chalcatzingo, Morelos" de Fiña Chan en 1955;
"Nueva Lápida Olmecoide de Izápa" de Orellana en 1955; y "Excavaciones en La Venta, Ta­
basco" de Drucker, Heizer y Squier, en 1959.

En 1959, Heizer escribió sobre las "Características Específicas y Genéticas de la Cultura


Olmeca; en 1960, Medellín Zenil informa de varios "Monolitos Inéditos Olmecas"; en 1964,
Caso publicó "Posibilidades de un imperio O lm eca" mientras que Piña y Covarrubias publi­
caron "El Pueblo del Jaguar: Los Olmecas Arqueológicos"; en 1965, Coe publica "Los Niños
del Jaguar"; en 1966, Gay da a conocer los "Relieves de Chalcatzingo"; en 1968, aparece la
obra de Bernal titulada "El Mundo Olm eca"; en tanto que en 1970, Coe publica "La Secuela
Arqueológica en San Lorenzo Tenochtitlan, Veracruz, M éxico" y Beverido presenta su tesis
titulada "San Lorenzo Tenochtitlan y la Civilización Olm eca"

Carlos Navarrete, en 1971, dió a conocer "Algunas Piezas Olmecas de Chiapas y Guate­
mala"; ese mismo año Piña Chan publicó "Algunas ideas sobre las Figurillas de Valdivia y
Olmecas"; en 1972, Greenes-Ravitz informa sobre "La Presencia Olm eca en Iglesia Vieja,
Morelos"; y en 1973, Bernal publica un trabajo titulado "Los Olm ecas" y Beatriz de la Fuen­
te da a conocer su estudio sobre "Escultura Monumental Olmeca: Catálogo".

En 1974, Crove publica "San Pablo Nexpa y la arqueología del Formativo temprano de
Morelos"; aparece el trabajo de Lorenzo Ochoa acerca de las "Figurillas Olmecas de las
Tierras Bajas del Area M aya"; así como "La Cabeza Colosal de Cobata", por Beatriz de la
Fuente; esta misma autora publica en 1975 "Las Cabezas Colosales Olm ecas"; y en 1977 de
la Fuente publicó "Los Hombres de Piedra: Escultura Olm eca"; Navarrete da a conocer
"Aportaciones a la Iconografía Post-Olmeca del Altiplano Central de Guatem ala", y Ochoa
escribe "Los Olmecas y el Valle del Usumacinta". Un libro más reciente, de 1979, es el de
Soustelle, llamado "Los Olmecas: La más Antigua Civilización de México".

94
Se define la Cultura O I m eca

sí, en base a lo publicado durante más de cien años —aunque se han omitido mu­

A chos otros trabajos— podemos decir que en los primeros tiempos, las cabezas colo­
sales y las hachas antropomorfas fueron tomadas como evidencias de un tipo físico
negroide en la antigua población del Nuevo Mundo, especialmente en la costa del Golfo de
México; que más tarde ciertas figurillas de barro procedentes de Morelos y Guerrero fueron
ya consideradas como de "tipo olmeca"; que dentro de lo olmeca se comenzó a considerar
como un rasgo característico a las caras de jaguar y que esta nueva cultura que se iba confi­
gurando tenía relaciones con la maya, por el descubrimiento de la Estatuilla de Tuxtla que
tenía una fecha en puntos y barras.

Nuevos descubrimientos por la costa del Golfo, — Tres Zapotes, Los Tuxtlas, San
Martín Pajapan, La Venta, etc. — fueron corroborando la existencia de esa nueva cultura, ya
que los monumentos encontrados no podían ser adscritos a ninguna de las culturas conoci­
das por entonces, y lo olmeca comenzó a caracterizarse por una serie de rasgos observados
en las esculturas, entre ellos: cabezas y caras con aspecto felino, cabeza con una hendidura
en la frente, ojos oblicuos, nariz ancha, labios gruesos, caninos salientes, etc., asociados a
una deidad.

El término de olmeca se arraigó en el lenguaje arqueológico, a la vez se consideró que


esa cultura había tenido su centro principal en la región de Los Tuxtlas; se señaló que las ca­
ras jaguarescas de las esculturas de piedra se relacionaban con las caras de niño (baby face)
de las figurillas de barro y que constituían un estilo artístico diferente a lo conocido; a la vez
que se apuntó la coincidencia geográfica de esta nueva cultura con los olmecas históricos.
La importancia de esta naciente cultura condujo a la realización de trabajos sistemáti­
cos o de exploraciones arqueológicas, con objeto de situarlas cronológicamente y conocer
más de los misteriosos olmecas; aclarándose algo en las discusiones de la Mesa Redonda
sobre Mayas y Olmecas, pero prevaleciendo el problema de su antigüedad ya que muchos
se inclinaban por ubicarla en el período Clásico, en relación con la cultura maya.

Desde luego, por ese tiempo se señalaron nuevos rasgos que caracterizaban a los olme­
cas: estatuillas de piedras sem i preciosas, personajes con caras de jaguar humanizado, seres
bajos y rechonchos, hachas antropomorfas con caras felinas, cabezas colosales, cajas de
piedra o sarcófagos, grandes altares de piedra, relieves en rocas, estelas o lápidas, tigre o ja-,
guar como motivo básico, etc.; pero poco era lo que se sabía de la cerámica, arquitectura,
religión y, en suma, sobre la sociedad, ya que el tema principal era la escultura.

Con el tiempo, además de la escultura, se fue conociendo algo de la estratigrafía cerá­


mica de algunos sitios costeros, se comenzó a vislumbrar que la antigüedad de esa cultura
era anterior al Horizonte Clásico, y como consecuencia de las exploraciones arqueológicas
realizadas en Tlatilco pudo señalarse la intrusión de la cultura olmeca en los materiales de
ese lugar, tal como se habían observado en Cualupita, Morelos; de modo que entonces se
colocó a dicha cultura en el Preclásico Medio, o sea hacia el año 1100 antes de la era cris­
tiana.

Al mismo tiempo, ello permitió definir nuevos rasgos de esa cultura: cabeza deformada
y rapada, mutilación dentaria, magia y hechicería, pintura facial y corporal, uso de másca­
ras, juego de la pelota, uso de espejos de pirita, cerámica negra, gris, marfil, técnicas decora­
tivas como el excavado, impresión de uña, vasijas de caolín, asa de estribo, etc., es decir,
que se comenzó a integrar el contenido cultural más antiguo de esa cultura; a la vez que se
comenzó a explicar el simbolismo de su cerámica —garras, manchas, belfos, encías— en
relación con el jaguar, basado en una figura hueca procedente de Atlihuayán, Morelos.

A partir de ahí los nuevos descubrimientos y estudios sobre lo olmeca se fueron corre­
lacionando con el Preclásico, el cual a su vez se ha ¡do afinando en su cronología, gracias a
las estratigrafías cerámicas, a la tipología de las figurillas y a las fechas de Carbono 14 de
varios sitios arqueológicos; de modo que hoy contamos con un conocimiento mayor de la
cultura olmeca arqueológica, como puede verse en los recientes artículos, monografías y
libros que sintetizan ese conocimiento.

Pero aunque existe un consenso general acerca de esta cultura, de sus lincamientos
específicos, todavía hay puntos oscuros y discrepancias entre los investigadores, sobre todo
cuando se trata del origen y evolución de ella, de sus fases de desarrollo y cronología, de la
iconografía y de su estilo artístico, de la sociedad y de la cultura con sus procesos de cam ­
bio, etc.; o sea que el tema de los olmecas continúa vigente, siendo por demás apasionante
su esclarecimiento.

Al respecto, antes se consideraba que esa cultura se había centrado alrededor de Los
Tuxtlas y Catemaco; Covarrubias opinaba que ésta se había originado en el Estado de
Guerrero y que de ahí se había difundido a Morelos, Puebla y Costa del Golfo; yo apuntaba
que lo olmeca de la Cuenca de México procedía de una área que quedaría situada en 1a

96
confluencia de los Estados de Morelos-Puebla-Guerrero; Drucker, Heizer, Sanders y otros,
han considerado que la Costa del Golfo había sido el centro de origen de dicha cultura y, de
hecho, existen otras ideas respecto a este problema.

También hay investigadores que piensan en un imperio olmeca establecido por con­
quistas (Caso, Coe, etc.); que hablan de colonizaciones comerciales (Jiménez Moreno, Gro­
ve, etc.); de proselitismo religioso por misioneros y de estilo artístico adoptado por algunos
grupos (Flannery, Grove, etc.); de Olmecas, olmecoides y áreas metropolitanas de dispersión
(Bernal); todo lo cual muestra que el problema de los Olmecas no se ha agotado y que es
posible reestudiarlo desde el punto de vista de nuevos enfoques, de otros modelos de de­
sarrollo, de otros métodos, y, desde luego, ante la luz de las nuevas evidencias e ¡deas que
hoy poseemos.

Paisaje de la Región Olmeca, en Tabasco.

97
\ w

Apreciaciones sobre la Cerám ica

l origen de la cerámica en Mesoamérica, su invención y evolución, es un problema

E que está ligado al desarrollo de las comunidades aldeanas; y anteriormente señalá­


bamos que en México hay una tradición alfarera muy antigua, cuya cerámica es mo­
nocroma y sin decoración; pero que posteriormente aparece explosivamente otra tradición
que se caracteriza por una gran variedad de formas, tipos cerámicos y técnicas decorativas,
la que parece ser intrusiva.

En base a los datos actuales, uno de los sitios que posee cerámica antigua es Puerto
Hormiga, Colombia. Este lugar se ubica a unos 300 metros de la orilla oriental del Canal del
Dique; su terreno es plano y levemente pantanoso en algunas partes, cubierto de pasto y
con pocos árboles dispersos. Allí se exploró un conchero algo ovalado, el cual contenía
piedras naturales utilizadas como instrumentos de trabajo; yunques o piedras planas de
contorno elíptico, con una depresión ovalada en una cara; martillos de mano o núcleos
ovoides pesados para machacar, nodulos de piedra arenisca para pulir y raspar; guijarros ro­
tos y cantos irregulares; piedras planas de moler; lascas de desecho y algunas modificadas
para su uso; a la vez que se encontraron restos de peces, tortugas y ratas; huesos de
mamíferos pequeños; fogones; un pendiente de concha; un collar de vértebras de pescado;
impresiones de esteras (tejidos de esparto) y, desde luego, cerámica. <
1)

Con toda probabilidad la gente de ese lugar era reducida, quizás una banda de 50 a 100
individuos, que inclusive podía ser de permanencia estacional para recoger moluscos y pes­
car, recolectar vegetales y en general explotar los recursos de las riberas y esteros pantano­
sos; pero ya contaban con una cerámica hecha a base de desgrasante de fibras vegetales,
que le daba una textura esponjosa, y otra hecha con desgrasante de arena, en partículas me­
dianas y pequeñas.

O - Dolmatoff, 1965.
Esta cerámica se ha dividido en Puerto Hormiga Fibrosa Esponjosa, la que se desmoro­
na con ia presión de los dedos; Puerto Hormiga Fibrosa Compacta; Puerto Hormiga Arenosa
Densa y Puerto Hormiga Arenosa Esparcida. La primera, de cocción oxidante, presenta
manchas y nubes oscuras en ambas superficies, es de color rojizo y no está decorada; la se­
gunda presenta una coloración negra o rojiza y decoración incisa, estampada o punteada.
La tercera puede tener decoración incisa, punteada y modelada; mientras que la cuarta ce­
rámica puede ser incisa, punteada, estampada y modelada.

Entre las formas hay vasijas sem¡esféricas, de base redondeada, borde sencillo recto o
levemente inclinado hacia el interior; vasijas naviformes u ovaladas con salientes en los
extremos; la decoración puede ser estampada con concha (hilera de puntos o zig-zag
continuo) para rellenar espacios entre líneas incisas paralelas; impresión dentada; incisiones
de lineas anchas paralelas que rodean los bordes; incisa-punteada; incisa fina en franjas de­
limitadas por líneas anchas; depresiones con los dedos; adornos modelados como cabezas
de animales (reptiles, roedores) a veces con las extremidades delanteras en el borde y que
sirven como agarraderas, delineados con incisiones y puntos; caras humanas en el borde
evertido de una vasija; excisión o raspado; líneas incisas en cuadrícula; cepillado; círculos
irregulares agrupados entre líneas incisas.

En Puerto Hormiga, hacia 3000 a.C. ya existían gentes que vivían de la pesca y recolec­
ción de moluscos, lo mismo que de la caza; acampaban por la costa, ríos y estuarios, dejan­
do concheros en los sitios temporales que habitaban; conocían la cestería y el tejido de es­
teras; la cerámica con desgrasante vegetal tenía una consistencia esponjosa, surcos en la
pasta, un color cafetoso o rojizo y un predominio de los cuencos ovales y tazones; mientras
que la cerámica con desgrasante de arena está decorada con estampado de concha en zig­
zag (rocker-stamp), estampado dentado, rastreado o punteado múltiple (drag and jab),
cuadriculado inciso, línea ancha incisa, impresión de dedos, círculos con un punto central,
etc., y hay vasijas con anchos bordes decorados con ranas y roedores modelados sobre el
borde. Algo semejante ocurre en Canapote, Cartagena, por 2000 a.C.

En Valdivia, Ecuador, después de un estrato precerámico viene la Fase San Pedro, en la


que aparece una cerámica con desgrasante de arena, de color café oscuro o gris pulidos, en
forma de ollas y cuencos con decoración incisa fina-líneas horizontales, rectas, ondulantes,
en zig-zag, en cuadrícula, etc. que recuerda a la de Canapote, Colombia, estimada hacia an­
tes de 2600 a.C*25; y a continuación viene,Já cerámica de la Fase Valdivia, que antes se esti­
maba por 3000 a.C., pero que según los descubridores de la Fase San Pedro, puede ocurrir a
partir de 2600 a.C,

Esta cerámica Valdivia se caracteriza por el estampado de concha y de peine, pseudo-


corrugado, grabado con dedo, línea ancha incisa, raspado o excisión, rastreado-punteado,
estampado con cuerda, punzonado zonal, línea ancha mellada, estampado de concha o
rocker-stamp, punteado con uña, cuadriculado zonal, rebordes cortados o biselados, caras
en relieve, tiras o filetes de barro aplicados en el cuerpo de la vasija, etc.; y al principio de la
fase ocurren figurillas de piedra, toscas y esquematizadas, pero después las hay en barro,
realistas y bien modeladas. <35

En Rancho Peludo, Venezuela, entre 2820 y 1860 a.C., las gentes vivían de la caza y
agricultura incipiente, pues se han encontrado budares o comales que sugieren el cultivo y
aprovechamiento de la yuca o mandioca; y la cerámica es de textura burda y gruesa, en for-

(2) - Bischof y Viterj, 1972.


<3i Meggers, Evans y Estrada, 1965.

99
ma de ollas y cuencos, con bases semiesféricas y a veces anulares. También hay urnas para
los enterramientos, grandes ollas abiertas con impresiones de textiles y decoración de tiras
sobrepuestas con hundimientos hechos con el dedo, así como cabecitas toscas de seres hu­
manos. (4)

En Monagrillo, Panamá, por 2130 a.C., la gente pescadora y recolectora de moluscos


tenía una cerámica roja sobre el color natural del barro, decorada con motivos curvilíneos,
volutas incisas, espirales, etc.; a la vez que sus artefactos eran hechos de cantos rodados, se­
mejantes a los de Cerro Mangote que era precerámico. (5>

En Puerto Márquez, Acapulco, Guerrero, después de la ocupación precerámica apare­


ce la alfarería, hacia 2400 a.C.; y la cerámica presenta en su superficie una serie de cuartea-
duras y cráteres o agujeros, por lo cual se le ha denominado "Pox Pottery" o cerámica con
viruela, es de color cafetosa y burda, con un grueso desgrasante de arena no molida.*6*

En Tehuacán, Puebla, la cerámica aparece en la Fase Purrón, entre 2300 y 1500 a.C., es,
burda y de color cafetoso, semejante a la de Puerto Márquez17*; y esta cerámica la hemos
encontrado también en El Caballo Pintado, Izúcar, Puebla, en forma de ollas y platos de ba­
se plana con gruesas paredes y desgrasante de arena-grava.

Entre 2000 y 1500 a.C. en Valdivia, Ecuador, ocurre la Fase M achalilla, la cual se consi­
dera intrusiva, pues ahora aparecen entierros que muestran la deformación craneal del tipo
tabular erecta; y en la cerámica hay la M achalilla Incisa con doble línea, M achalilla Puntea­
da, Ayanque Incisa, Cabuya Negro sobre Blanco, Roja Zonal, Roja Incisa, etc.; bordes pre­
sionados con los dedos, inciso-punzonado, modelado, asa de estribo, figurillas con ojos tipo
grano de café, triángulos y cuadretes con líneas incisas, cortas líneas paralelas en grupos de
3 y 5, estampado de mecedora, vasijas de silueta compuesta, cinabrio frotado en los dise­
ños, etc.

En el período W aira Jirca de Perú, hacia 1800 a.C., aparece la cerámica de tipo inciso,
de color café oscuro sin pulir, en forma de cuencos-botes o triangulares aquillados, a veces
con protuberancias y caras humanas; lo mismo que ollas sin cuellos, vasijas carinadas, ova­
les y arriñonadas; cucharones, malacates hechos de tiestos recortados, asa vertedera con
puente, estampado de mecedora o rocker-stamp, punzonado, excisión o raspado, círculos
con punto central, rebordes incisos, etc.

Este período puede asociarse a la llamada Cultura San Juan Inciso, hacia 1800 a.C., la
cual tiene cerámica incisa fina y ancha, tiras sobrepuestas con impresión de dedos, punzo-
nado zonal y otras técnicas decorativas; a la vez que es de apariencia tosca y con un baño
rojo, recordando a la de Valdivia, Ecuador. ®

Y en México, en el sitio Altamira, Chiapas, por 1600 a.C., o tal vez antes, aparece la ce­
rámica de la Fase Barra; la cual tiene los tipos Cotan Grabada Roja en forma de tecomates
con base plana y surcos o incisiones que dan la idea de calabazas; Petacalapa Negro en for­
ma de cuencos y platos de base plana con zonas punzonadas o incisas; Monte Inciso de gris
a rojizo en forma de tecomates con base plana y motivos incisos, grabados o impresos con
cuerda; y Tusta Rojo en forma de tecomates, cuencos y vasos con motivos incisos sencillos
y en cuadrícula o ashurado. Además, por esos tiempos Altamira era una aldea cercana al
mar, la cual dependía de la recolección marina y de la pesca, pero que tal vez adoptó tam-

<4*- Rouse y Cruxent, 1963.


<»• Baudez, 1963.
<6>- Brush, 1965.
(7),Mc. Neish, 1964.
(®t- Izumi y Terada, 1966.
bién el cultivo de la mandioca; y la gente contaba con recipientes de piedra en forma de
cuencos de base plana o sem¡esféricos y tecomates, lo mismo que con un gran número de
lascas de obsidiana que pudieron ser utilizadas para hacer rayadores y raspar la mandioca o
yuca. p)

De lo expuesto hasta aquí se concluye que hubo un tiempo en el Continente America­


no en que existían grupos de cultura sencilla que vivían de la caza, pesca y recolección tan­
to marina como terrestre, aunque algunos comenzaban a manifestarse como agrícolas inci­
pientes; y casi todos ellos poseían varias características en común, como el habitar en vi­
viendas sem ¡subterráneas, tener recipientes de piedra con bases planas o esféricas, contar
con el perro domesticado, utilizar artefactos hechos de cantos rodados, anzuelos de
concha, puntas de proyectil, y practicar el tejido y los enterramientos.9
(10)

Pero hacia el año 3000 a.C. aparece la cerámica en Puerto Hormiga, Colombia, tanto
con desgrasante de fibras vegetales como de arena no fina, en la que a su vez se observan
variadas técnicas decorativas que constituyen ya una tradición y un estilo artístico; en tanto
que en Valdivia, Ecuador, aparece la cerámica San Pedro y luego la de Valdivia, última que
comparte muchos rasgos con la de Colombia y que se ha fechado también hacia 3000 a.C.

Aquí nos enfrentamos a dos alternativas: si la fecha (3000 a.C.) para Valdivia es correc­
ta, entonces hay que considerar que la cerámica de la fase San Pedro es más antigua; y co­
mo ésta no tiene parecido con la de Japón (Jomon) y sí con la de Colombia, entonces es
muy posible que Ecuador haya influido sobre Colombia (San Pedro sobre Puerto Hormiga);
o sí como sugieren los descubridores de la cerámica San Pedro, en el sentido de que ésta de­
be colocarse antes de 2600 a.C.) entonces la fase Valdivia se volvería más reciente y en ese
caso Colombia pudo influir sobre Ecuador (Puerto Hormiga sobre Valdivia).

Aunque lo anterior es importante de dilucidar, ya que los descubridores de Valdivia


consideran a esta cerámica como producto de contactos transpacíficos, de Japón a
Ecuador, y la responsable de su dispersión e influencia sobre otros grupos; en tanto que
otros ven en la cerámica de Colombia relaciones con la región del Amazonas y también su
dispersión e influencias recíprocas; queda,sin embargo,,en claro que la similitud de las cerá­
micas de Valdivia y Puerto Hormiga constituyen una tradición alfarera muy rica en técnicas
decorativas y formas, la cual, por ahora, es la más antigua en América y de la que se deriva­
ron no pocos estilos regionales y locales.

En relación con lo anterior, hay que apuntar el hecho de que existe en varios lugares de
la Polinesia (Célebes, Salomón, Nuevas Hébridas, Nueva Caledonia, Fidji y Tonga) una cerá­
mica japonesa relacionada con el período Jomon Medio; que en la pequeña isla de Makura,
en el archipiélago de las Nuevas Hébridas, se ha encontrado en estratos bastante profundos
una cerámica finamente decorada, a base de cordones sobrepuestos e incisiones, que guar­
da relaciones con la cerámica japonesa y con la de Valdivia; aunque la fecha estimada para
la de Makura es de 15001000 a.C. t*1^y que para explicar ciertos contactos entre la Polinesia
y Ecuador o costas americanas de ese rumbo, hay que pensar también en la contra corriente
y corriente Ecuatorial.

Como se ha mostrado a través del contenido de varios sitios arqueológicos y de sus


fechas de Carbono 14, se observa claramente que esta tradición alfarera que se inicia hacia
3000 a.C., y que llamaremos Ecuatoriana-Colombiana, se va extendiendo por el sur hacia Pe-

(9) - Creen y Lowe, 1967.


0 » 'Pifia Chan, 1968.
(11)_ Garanger, 1966.
rú y por el norte hacia Venezuela, Panamá, Honduras, Guatemala y México; pero en el
centro del territorio mexicano se había creado otra tradición alfarera, con cerámica algo
tosca, monocroma y sin decoración, a partir de 2400 a.C., como se observa en Puerto Már­
quez, Valle de Tehuacán, El Caballo Pintado, Amuco y tal vez otros sitios.

Las Figurillas

El problema de las figurillas de barro se asocia al de la cerámica, por su mayor anti­


güedad en el sur, y así vemos como en la fase Valdivia de Ecuador aparecen una serie de fi­
gurillas en piedra, sumamente esquematizadas, pues sólo presentan un corte vertical infe­
rior para dar la idea de piernas (Palmar Notched Type); luego empiezan a surgir los rasgos
faciales y se separan mejor las piernas, iniciándose la técnica incisa (Palmar Incised Type);
después mejoran todavía más, aún hechas en piedra (Buena Vista Type); y a continuación
vienen las figurillas modeladas en barro (Tipo Valdivia), bien hechas, las cuales inician una
tradición y un estilo como sucede en la cerámica.

Las figurillas de los fines de la fase Valdivia A y de las B, C están modeladas a mano;
pueden ser de color café o rojo pulido; las cejas, los ojos y la boca se representan por medio
de una ranura o incisión; el pelo se insinúa también por medio de líneas finas incisas, largas,
cortas o combinadas; y en general tienen ya un buen equilibrio anatómico y se representan
fundamentalmente a seres fem eninos.,12)

0 a- Pina Chan, 1971.

102
Dichas figurillas pueden mostrar el pelo largo por detrás de la nuca y con raya enme­
dio; a veces se representan trenzas; pero un rasgo distintivo de las figurillas es la combina­
ción de partes rapadas de la cabeza con partes de pelo; insinuando peinados que se
complementan con listones y adornos. En algunas de ellas se aprecia la costumbre de la de­
formación craneal; en otras se nota casi un rapado total de la cabeza; y hay figurillas que
tienen una especie de fleco abultado sobre la frente; y también con dos cabezas.

En México, en el sitio Zohapilco de la Cuenca de México, se encontró una figurilla que


tiene el cuerpo cilindrico, ligeramente aplanado en su parte anterior, sin brazos ni articula­
ción alguna entre la cabeza y la cadera; los ojos están hechos con dos depresiones y tiene
nariz pero sin boca; las piernas son cortas y bulbosas, con vientre prominente y sin pelo en
la cabeza. Esta figurilla fue fechada en 2300 + _a.C„ casi cuando se inicia la cerámica, y su
descubridora la relaciona con las de la Fase Valdivia de Ecuador, o pre-Jomon de Japón. < 13*

En el territorio mexicano las figurillas de barro no vuelven a aparecer, o no se han en­


contrado hasta ahora, sino cuando se manifiesta también la tradición Ecuatoriana-
Colombiana de cerámica; y así en La Venta, Tabasco, las figurillas más antiguas tienen la
cara redondeada, los ojos hechos por medio de una incisión o ranura, la boca formada por
una ranura horizontal y dos incisiones laterales para ir simulando los labios; y desde luego,
en ellas se observa la deformación de la cabeza y peinados combinando partes de pelo y
parte de la cabeza rapada.

03).- Niederberger, 1976.

103
104
Figurillas de Valdivia, Ecuador:
A- Talladas en piedra. B y C Modeladas en Barro.

105
Y en T latí Ico, también en la Cuenca de México, hay figurillas que llevan sobre la frente
una especie de turbante abultado o un fleco de pelo, combinado con una parte de la cabe­
za rapada; y también figuras en rojo pulido, huecas, que tienen la cabeza prácticamente ra­
pada y un mechón de pelo sobre la nuca.

De hecho, todas las figurillas del horizonte Preclásico (C, D, A, etc.) muestran rasgos co­
mo deformación de la cabeza; combinación de partes de pelo con partes rapadas; mecho­
nes de pelo en la nuca; flecos o turbantes abultados sobre la frente; trenzas o pelo largo par­
tido; indicación del pelo por medio de incisiones; coloraciones cafetosas o rojo pulido; así
como ojos, cejas y bocas hechas por medio de una ranura o incisión (salvo algunas que se
hacen al pastillaje), figuras con dos cabezas, etc.; o sea que son demasiadas semejanzas pa­
ra considerar que las figurillas de México fueron creaciones independientes, y que más bien
hay que asociarlas a la tradición alfarera Ecuatoriana-Colombiana o surefta-costeña.

Figurillas de La Venta, Tabasco.

106
Hipótesis sobre ios O lm ecas

e acuerdo, con las evidencias arqueológicas que poseemos, con las fechas estableci­

D das, y en base, fundamentalmente, a la cerámica y figurillas, podemos establecer hi­


potéticamente que en el origen y desarrollo de los Olmecas antiguos hubieron cua­
tro períodos, los cuales serían: Formación (1700-1300 a.C.); Integración (1300-900 a.C.); Ex­
pansión (900-300 a.C.) y Desintegración (300 a.C.-200 d.C.).

Período de Formación: 1700-1300 a.C.

En la tradición alfarera que hemos llamado Ecuatoriana-Colombiana encontramos,


entre 3000 y 1500 a.C., una serie de rasgos como cerámica en coloraciones: Rojiza, Negra,
Café Oscuro, Gris, Roja, Negro sobre Blanco, Rojo sobre Café; formas como vasijas ovala­
das, naviformes, aquilladas, cuencos, tazones, ollas, vasijas con asa de estribo; decoración
estampada con concha o rocker-stamp, impresión dentada, incisión fina, incisión ancha,
impresión con los dedos, excisión o raspado, incisión en cuadrícula o ashurado, rastreado y
punteado múltiple, mellada, estampado con peine, pseudocorrugado, grabado con dedo,
estampado con cuerda, punzonado zonal, punteado o impresión de uña, estampado con
textiles, biselado, filetes aplicados, doble o triple línea corta incisa, modelada, inciso-
punzonado, cinabrio frotado, etc.; así como figurillas hechas de piedra y el tipo Valdivia en
barro, específicamente las que combinan parte de pelo con parte de la cabeza rapada.(14)

En México, entre 2400 y 1700 a.C., tenemos principalmente el desarrollo de la tradición


de cerámica con viruela (Pox Pottery), la cual se extiende de Guerrero a Puebla, y que se ca­
racteriza por no tener decoración; pero luego se observa en sitios como Amuco, Santa
Luisa, Trapiche-Chalahuite, Caballo Pintado, Zohapilco y Altamira, una serie de rasgos
nuevos que no pueden ser explicados sino por la intrusión de ellos a territorio mesoamerica­
no.

O«)-- Piña Chan, 1968; 1974.

107
Entre esos nuevos rasgos — de 1700 a 1300 a.C. — podemos mencionar: cerámica de co­
loraciones o tipos Roja especular, Negro, Roja pulida, C afé pulida. Rojiza burda, Blanca,
Borde de Rojo, Gris, Rojo sobre Crema, Negro con borde o manchas blancas (cocimiento di­
ferencial), etc.; formas como tecomates de paredes gruesas o delgadas, vasijas de base pla­
na, cuencos de silueta compuesta, guajes o calabazos, platos con anchos bordes acanala­
dos, ollas de base esférica, botellones, etc.; y decoración como punzonado zonal, incisión
fina o ancha, punzonado con palillo, inciso en cuadrícula o ashurado, pintura iridiscente,
acanalado, estampado de cuerda, impresión de textiles, estampado de mecedora o rocker-
stamp, línea incisa sobre el borde, filetes aplicados, diseños zonales, etc. Y aparecen algu­
nas figurillas con los ojos perforados y también con cierta apariencia hacia lo olmeca. (por
ejemplo, en Amuco, Gro.), con el típico rasgo de partes de la cabeza rapada y partes con pe­
lo.

Lo anterior podría sintetizarse bajo la consideración de que: puesto que hacia 1700
a.C., en Mesoamérica sólo existía la tradición alfarera de Purrón-Puerto Márquez, que es lisa
y de color cafetoso, y repentinamente aparece en Altamira, Chiapas, y en otras regiones y si­
tios la tradición Ecuatoriana-Colombiana, caracterizada por su rica decoración; entonces es
lógico suponer que esta última fue intrusiva y difundida poco a poco de Sudamérica, vía
Centroamérica, por lo cual hacia 1500 a.C. es ya común en muchos lugares de México, diga­
mos por ejemplo, desde Chiapas hasta la Costa del Golfo, pues en El Trapiche, Veracruz,
hay cerámica con doble o triple línea corta incisa (Ayangue Incisa de M achalilla, Ecuador).

Así, durante este período encontraremos en varios sitios del sur de México, con proyec­
ción al Occidente, Altiplano Central y Costa del Golfo, cerámica con estampado de concha
en zig-zag o rocker-stamp; impresión de cuerda, de textiles y de uña; punzonado zonal; inci­
sión en cuadrícula o ashurado; tiras o filetes sobrepuestos, excisión o raspado; tecomates
gruesos o delgados; bases planas; cerámica Roja Especular, Negra Roja pulida, Cris, etc.; así
como figurillas con cabezas deformadas y combinación de pelo con rapado, hechas a base
de rasgos faciales incisos o ranurados.

TodoS/O parte de estos rasgos, pueden encontrarse en un sitio determinado que no es ol­
meca; pueden asociarse, en otros lugares, a la cerámica de la tradición Purrón-Puerto Már­
quez, sin ser tampoco olmecas; y la hipótesis sobre el origen o formación de lo Olmeca con­
siste en que partiendo de esa misma tradición Ecuatoriana-Colombiana algún o algunos gru­
pos le imprimen a la cerámica el sello felino de su animal totémico, el jaguar; a la vez que
siguiendo los rasgos principales de las figurillas inician un estilo propio, el cual se caracteri­
zará por las cabezas deformadas, ojos incisos o ranurados un poco oblicuamente, boca con
las comisuras hacia abajo, como de recién nacidos y peinados o arreglo del pelo combinado
con partes rapadas, o cabezas totalmente rapadas.

Desde luego, la introducción de la tradición alfarera mencionada se hizo paulatina­


mente, de Ecuador a Mesoamérica, tal vez ya con algunas modalidades locales que se le
iban incorporando; y también es muy probable que hayan intervenido tanto grupos
terrestres como costeros o marinos, es decir, reducido número de gente o individuos que
introducirían también sus costumbres y cultura.

Así, como se observa en las figurillas de Valdivia, Ecuador, esa gente introduciría la de­
formación craneal (tabular erecta en Machalilla); el rapado de la cabeza o la combinación
de partes rapadas y partes con pelo; desnudez en las figurillas así como otros rasgos de lógi-
Compare la figurilla de Valdivia (Frente y Reverso), con las otras figurillas de Tlatilco.

109
ca inferencia, entre ellos: habilidad marina y navegación; uso de canoas ahuecadas y balsas;
hechicería y magia; juego de la pelota; culto y clanes totémicos; viviendas sobre palafitos;
empalizadas defensivas; corte de cabezas y manos; pintura corporal; cultivo de la man­
dioca; etc. Estos elementos culturales, como es natural, podían irse mezclando por la convi­
vencia con grupos autóctonos mesoamericanos, o mantenerse aislados al colonizar nuevos
lugares.

Y como decíamos, esta corriente de cerámica, figurillas y rasgos culturales, traída por
gente sureña, es el substratum que propicia la creación y formación del estilo, cultura y so­
ciedad olmeca antigua, que se comienza a extender por el territorio mexicano; y una rama
se dirige hacia la Costa del Golfo, vía Istmo de Tehuantepec, mientras que otra rama se
introduce a Oaxaca, penetrando a Guerrero y a Puebla, Morelos y Cuenca de México, o sea
que se integran dos grandes focos o polos de atracción.

Período de Integración: 1300-900 a.C.

El foco Oaxaca-Guerrero-Altiplano Central se integra sobre la base de múltiples aldeas


agrícolas autosuficientes, algunas netamente olmecas, otras con poblaciones autóctonas
que reciben el impacto de esa nueva cultura; y este foco alcanza su máximo desarrollo en la
cerámica y modelado de figurillas, como se vé en Tlapacoya, Tlatilco, Gualupita, Chalcat-
zingo, Atlihuayán, Oaxtepec, Iglesia Vieja, Las Bocas, Ajalpan. El Caballo Pintado, etc., en
cuya cerámica hay garras,encías, manchas, cejas y otros rasgos del jaguar, lo mismo que va­
sijas de caolín, vasos con bordes o manchas blancas, botellones con asa de estribo, platos
con pico vertedera, vasijas efigie, figurillas meramente olmecas, figuras huecas con cara de

110
niño o "baby face", figurillas de los tipos: C9, D1, D2, K, etc.; máscaras, silbatos, espejos de
hematita, e tc .1151

Las interrelaciones entre la Cuenca de México, Morelos, Puebla, Guerrero y Oaxaca son
patentes, pues en San José Mogote, Laguna Zope y otros sitios de Oaxaca hay cerámica y fi­
gurillas que acusan la misma tradición, lo mismo que intercambios de obsidiana, hematita,
conchas marinas del Pacífico, etc.; mientras que el foco de la Costa del Golfo se integra
también con una serie de aldeas autónomas, como se vé en San Lorenzo, La Venta, Tres Za­
potes, etc., aunque no alcanza el mismo nivel de desarrollo cultural, pues la cerámica y fi­
gurillas no acusan la rica variedad del otro foco. Sin embargo, hay también interrelaciones
entre los dos focos, ya que el jade, el hule, chapopote, conchas y caracoles, etc., pasan has­
ta la Cuenca de México, tal vez a través de grupos intermediarios.

Y en este período las creencias de la gente aldeana se ligan más bien a la magia, la
hechicería y el totemismo, a las fuerzas sobrenaturales y a los antepasados; de modo que
hay un culto a los muertos con ofrendas para la otra vida; hay animales totémicos como el
jaguar, el pato y la serpiente; hay la representación de una serpiente acuática relacionada
con el agua, de un jaguar que representa a la tierra y de un dragón ofidiano-jaguar (agua-
tierra) que simboliza a la fertilidad; lo mismo que sacrificios humanos con decapitación y
corte de manos; representaciones de seres patológicos: enanos, jorobados, viejos con la len­
gua partida, hombres con manchas de pelo en la cara, seres con dos cabezas o con tres ojos,
etc.; y aún magos o hechiceros con máscaras y pelucas, acróbatas, jugadores de pelota, mú­
sicos, etc., al mismo tiempo que se va creando un simbolismo, casi un lenguaje ideográfico
en la cerámica principalmente.

(15>‘ Pifia Chan, 1951.

111
Período de Expansión 900-300 a.C.

La proliferación de aldeas y el creciente intercambio de materias primas y productos, la


ubicación de algunas poblaciones a lo largo de los ríos, arroyos, valles y cerros que se vuel­
ven como avanzadas o rutas para los intercambios, el aumento de la población y otros fac­
tores, permiten el nacimiento de los primeros centros ceremoniales; y con ello surge la casta
sacerdotal, la religión, la arquitectura, escultura, los conocimientos intelectuales y, en su­
ma, una cultura más desarrollada.

Ahora, el foco de la Costa del Golfo toma la delantera, ahí surgen, al parecer, las pri­
meras estructuras de tierra, y así La Venta muestra cierta planeación en su centro ceremo­
nial, de gente familiarizada con el uso y trabajo de la piedra, aprovechable principalmente
en la escultura; piedra que algunos investigadores consideran que se acarreaba en balsas
desde Chinameca, de San Martín y Los Tuxtlas, o del Volcán de la Unión, por el río Mezca-
lapa, distantes entre 60 y 120 kms. de La V en ta .(16)

Durante este período los centros ceremoniales como Tres Zapotes, La Venta y San Lo­
renzo desarrollan una tradición escultórica en piedra, perfectamente acabada y con un gran
dominio técnico, en la que no se observan sus antecedentes; y de ahí nuestra apreciación de
que este estilo se inició en la costa del Pacífico de Chiapas y Guatemala, el cual dió lugar al
estilo de Oaxaca y al de la Costa del G o lfo .(17)

En Guatemala, sitios como Monte Alto, El Obero, El Tránsito, Bilbao, Las Ilusiones, El
Baúl, etc., muestran cabezas colosales y esculturas de seres humanos rechonchos y obesos,
dentro de un estilo megalítico y arcaizante, cuya principal característica es el aprovecha­
miento de grandes bloques naturales de piedra, en los que se adapta la figura trabajando só­
lo el frente del bloque, como si la figura no se liberase de la piedra; y así las cabezas tienen
los ojos cerrados como muertos, con los ojos ranurados, narices anchas, labios gruesos, ore­
jas alargadas con orejeras y rasgos que le dan una apariencia asiática; mientras que los seres
obesos tienen mejillas mofletudas, ojos ranurados o incisos, piernas y brazos cortos, postu­
ras sedentes y manos sobre el abdomen.

También las cabezas y seres obesos están inspiradas en prototipos de barro: ojos incisos,
cuerpos gordos, posturas sedentes, etc., como se vé en las figurillas tipo cara de niño o
"baby face"; y estas esculturas han de corresponder a fechas anteriores a 900 a.C., aunque
por ahora sólo hay una estimación de 800 a.C., para la escultura de un ser obeso encontrado
en B ilb ao .f18) ,

En Oaxaca, Los Danzantes se relacionan más con el sur que con la Costa del Golfo,
pues las figuras se graban sobre grandes piedras irregulares, se rodean de jeroglíficos y se
adaptan al revestimiento de edificios de piedra; en Dainzú se siguen los mismos lincamien­
tos arquitectónicos, utilizando grandes piedras en las que las figuras se adaptan a la superfi­
cie irregular, con representaciones de jugadores de pelota que usan caretas, máscaras y pan­
talones, rasgos que aparecen en la región de Santa Lucía Cotzumalhuapa, Guatemala; y así
el estilo de Oaxaca se acerca más al estilo de Izapa y Costa del Pacífico de Chiapas-
Guatemala, con énfasis en el tratamiento de bloques naturales y lápidas, de jeroglíficos y te­
mas que desembocan en el estilo maya.

d6).- Berger, Graham y Heizer, 1967.


on-Pifia Chan, 1970.
(1 8 )- Parsons, 1969.

112
Y en la Costa del Golfo el estilo alcanza un pleno desarrollo, un dominio técnico y ma­
yor realismo, pues allí las cabezas colosales representan a individuos, con los ojos abiertos,
boca de labios gruesos, narices anchas, etc., como si fueran retratos; y estas esculturas son
de bulto, la figura se ha liberado de la piedra y salvo una o dos esculturas de individuos obe­
sos (en La Venta y Cerro de las Mesas), perfectamente acabadas, no hay la profusión de
ellas como se advierte en Guatemala.

De ahí nuestra apreciación de que el impulso de la escultura formal de la Costa del


Golfo vino del sur, como sucedió con el impulso original de la cultura olmeca aldeana; pero
allí, gracias al desarrollo de los centros ceremoniales y de la religión, del sacerdocio y de
una nueva forma de pensar de la sociedad, la escultura alcanzó un auge inusitado, como se
vé en los altares monolíticos, en los pisos de mosaico, en las cabezas colosales, esculturas
con vastagos o espigas para clavarse en el suelo, en las cajas de piedra y aún en las figu­
rillas, hachas petaloídes y ornamentos tallados en piedras verdes semipreciosas.

Ese desarrollo escultórico y lapidario sólo es explicable por la existencia de una nueva
sociedad, teocrática e inclinada a la religión, pues los altares monolíticos representan a la
entraña del jaguar (la tierra) de donde salen sacerdotes de su culto, a veces sosteniendo ni­
ños en los brazos que se asocia a la fertilidad y al nacimiento (tierra-mujer; vegetación- ser
humano); y otro tanto podría decirse de las esculturas que representan a la deidad jaguar,
de hachas con la efigie de ese mismo dios, de sacerdotes que aparecen en figurillas, escultu­
ras y lápidas, etc.

Así., la escultura de los Olmecas de la Costa del Golfo estuvo asociada al nacimiento y
crecimiento de los centros ceremoniales, al surgimiento de una teocracia, a la expansión de
las relaciones por los intercambios de productos y materias primas, con la consiguiente difu­
sión de las ideas y conocimientos de los Olmecas; alcanzándose la máxima extensión del
mundo olmeca, especialmente hacia el sur de Mesoamérica,hasta Guatemala y Costa Rica,
pues la escultura en bulto o sobre rocas sólo penetró hasta Chalcatzingo, Morelos, sin pasar
a la Cuenca de México.

Período de Desintegración: 300 a.C.-200 d.C.

Y después vino un período de decadencia o desintegración de la cultura Olmeca, desde


luego con supervivencias en algunos sitios que indican todavía el antiguo esplendor (Tierra
Blanca, El Milagro, Potrero Nuevo, Las Limas, etc.); a la vez que se van formando, en deter­
minadas zonas o regiones, ciertos estilos locales que, a la postre, contribuyeron a la integra­
ción de algunas de las altas culturas o civilizaciones teocráticas de Mesoamérica.

Entre esos estilos locales está el de Izapa, Chiapas, que se relaciona con el Pacífico de
Guatemala y que se caracteriza por sus lápidas con escenas ceremoniales o religiosas, que
influyen sobre la cultura maya; el estilo de Oaxaca que alcanza su desarrollo y contribuye a
la formación de la cultura zapoteca; el estilo de Mezcala que se extiende por varios lugares
de Guerrero; y tal vez el estilo del Centro de Veracruz, que culminaría en los yugos, palmas
y hachas del horizonte clásico o de los pueblos y Estados Teocráticos.

113
\ D ESAR

^ S IT IO S DE 2,400 A 1,400 ,
# SITIOS DE 1,400 A 1,300

1. - El Opeño
2. - Puerto Márquez
3. - Amuco-Abelino
4. - Tecaxic - Calixtlahuaca
5. - Tlatilco
6. - Tlapacoya - Zohapilco
7. - Gualupita 26. - Potrero Nuevo
8. - Tlayacapan 27. - Etla - Tierras Largas - San José Mogote
9. - Olintepec 28. - La Venta
10. - Chalcatzingo. 29. - Ogarrio
11. - Tlaltizapan - La Era 30. - San Isidro
12. - Yautepec 31. - Cueva de Santa Marta
13. - Atlihuayán 32. - Chiapa de Corzo
14. - Izúcar - El Caballo Pintado - Las Bocas 33. - Padre Piedra
15. - Epatlán 34. - Mapastepec
16. - Ajalpan 35. - Islona de Chantuto
17. - Tehuacán - Purrón 36. - Izapa
18. - Pánuco 37. - Altamira
19. - La Tigra 38. - Mazatán
20. - Santa Luisa 39. - Ocós
21. - Viejón . 40.- Salinas La Blanca
22. - Trapiche - Chalahuite 41. - Kamlnaljuyú
23. - Tres Zapotes 42. - Balancán
24. - Tenochtltlan 43. - Lago Yojoa - Yarumela
25. - San Lorenzo 44. - Playa de los Muertos - Travesía
LLO DE LA CIVILIZACIO N O LM ECA
| FOCO DE LA COSTA DEL GOLFO
II FOCO DE OAXACA - GUERRERO Y ALTIPLANO CENTRAL

.41
LOS OLMECAS ALDEANOS
El Territorio

os estados de Guerrero y Puebla fueron fundamentalmente los que vieron la crea­

L ción y desarrollo de la tradición cerámica llamada "de viruela" (Pox Pottery), cafeto-
sa, algo tosca, con hoyitos y sin decoración, fechable a partir efe 2400 a.C., tal como
se ha observado en Puerto Márquez, Am uco Abelino, Los Terrones, Complejo Purrón, El Ca­
ballo Pintado y Epatlán; no habiendo, cuando menos hasta 1700 a.C., ningún indicio, hasta
ahora, de sitios que mostraran cerámica de otra tradición.

A partir de 1700 a.C. comienza a observarse la existencia de sitios que presentan una
cerámica ricamente decorada (Tradición Ecuatoriana-Colombiana), como Altamira, Ocós,
Islona de Chantuto, El Trapiche, Santa Luisa y tal vez otros más por descubrir; y hacia 1400­
1300 a.C. no sólo se ha extendido esta tradición cerámica sino que ha contribuido a la for­
mación de la cultura y estilo olmeca, como se aprecia en Izapa, San Isidro, San Lorenzo, La
Venta, Tres Zapotes, así como en San José Mogote, Las Bocas, Chalcátzingo, Atlihuáyán,
Gualupita, Tlapacoya y Tlatilco.

Por ello, en la hipótesis sobre el origen de lo Olmeca antiguo se postula un período de


formación (17001300 a.C.), el cual tendría dos momentos fundamentales: el primero relati­
vo a la penetración de una tradición cerámica que incluye el estampado de mecedora, la
impresión de cuerda y de textil, el punzonado, la excisión, las bases planas, la impresión de
uña, etc.; así como el concepto de las figurillas con parte de la cabeza rapada y parte con
pelo, la deformación del cráneo, práctica de la navegación y otras costumbres.

El segundo momento se relacionaría con una amplia difusión de grupos, de la tradición


cerámica y de figurillas, así como de las costumbres que la gente sureña-costeña introdujo
gradualmente, todo lo cual constituye el substratum de donde nace lo Olmeca, al agregár­
sele básicamente la simbologia de su animal totèmico, el jaguar; observándose que ya para
el 1300 a.C. se han formado dos focos de desarrollo olmeca: uno que denominamos
Oaxaca-Guerrero-Altiplano Central, más rico en cuanto a su alfarería, y en donde pueden
darse casos de sitios ya existentes con anterioridad, los cuales reciben el impacto olmeca; y
otro foco que llamamos Costa del Golfo, que mantiene relaciones con el primero.

De lo anterior resulta que el territorio ocupado por los Olmecas antiguos y sus progeni­
tores fue muy amplio, casi diríamos desde el río Pánuco hasta el Tonalá y aún Grijalva por
la Costa del Golfo, y cuando menos desde Michoacán hasta el río Suchiate por la Costa del
Pacífico; o sea que dentro de ese territorio pueden encontrarse varias regiones, como la Cos­
ta del Soconusco, parte de la Sierra Madre de Chiapas y de la Depresión Central, parte de la
Planicie de Tabasco, el Istmo de Tehuantepec, la Mesa y Sierra Madre del Sur, la Depresión
del Balsas, la Mesa Central y parte de la Costa del Golfo

El territorio comprendido entre el Istmo de Tehuantepec y la frontera con Guatemala


puede ser llamada Región Istmica y está morfológicamente dividida en cinco zonas dis­
puestas en fajas paralelas al litoral del Océano Pacífico, las cuales son: la Sierra Madre de
Chiapas, la Depresión Central, las Mesetas Centrales, las Sierras Septentrionales y las Llanu­
ras de Tab asco.(1)

La Sierra Madre de Chiapas, a lo largo de la costa del Pacífico, tiene su vertiente sur
muy inclinada, sobre la que existen terrazas litorales escalonadas; y los aluviones acarre­
ados por los ríos han formado una llanura costera que se angosta de sureste a noroeste, co­
nocida también como Costa del Soconusco.

Al norte de la Sierra Madre se extiende la Depresión Central, llanura ligeramente ondu­


lada que se inclina de noroeste a sureste y por la que corre el río Grande de Chiapas-
formador del Grijalva- que sale por el Cañón del Sumidero; y a continuación vienen las Me­
setas Centrales y las Sierras Septentrionales, cuyas últimas estribaciones descienden a las
Llanuras de Tabasco, que han sido formadas por los depósitos aluviales de ríos original­
mente independientes que, al crecer la llanura, han quedado unidos en la parte baja de sus
cuencas y forman el sistema Grijalva-Usumacinta.

En las tierras bajas de Tabasco las terrazas del Pleistoceno presentan materiales intem-
perizados de color rojo brillante y amarillo (suelos tepetatosos de color) que sirvieron en
ocasiones para las construcciones prehispánicas; también masas salinas se han introducido
en los estratos y elevado el material superficial en forma de pequeños domos, rodeados por
la planicie aluvial, sobre los que, como islas, sirvieron para los asentamientos humanos (La
Venta, El Plan); y la costa, propiamente dicha, está formada por playas bajas con barreras
rocosas, orillas de arrecifes y lagunas.

El Istmo de Tehuantepec es un paso que separa los extremos opuestos de la Sierra


Madre de Oaxaca y Mesa del Sur de la de Chiapas o Región Istmica, es una depresión de
tierras bajas; y su costa en el Golfo de México comienza en la Laguna de Ostión, después de
ella se inicia una concavidad que termina en la barra de Tonalá, en cuya parte central de­
semboca el río Coatzacoalcos.

Ríos

El Coatzacoalcos es un río caudaloso, cuya cuenca ocupa casi toda la vertiente norte
del Istmo de Tehuantepec; nace en la Sierra Atravesada y después de correr hacia el ponien-

López de Uergo, 1959.

119
"Chaman" con máscara. (Tlatilco).

120
te tuerce hacia el norte y luego hacia el noreste para desembocar en el Golfo de México; y
sus principales afluentes son el río Jaltepecque baja de la Sierra de los Mijes y que se le une
por la margen izquierda, y el río Uspanapa que nace en la vertiente norte de la Sierra Atra­
vesada y que se le une por la margen derecha, antes de su desembocadura.

Otro río importante, el Tonalá, desemboca en el G o lfo de M éxico, lim ita p ráctica­
mente al Istmo de Tehuantepec en el noreste; lo forman los ríos Tancochapan y Zana-
pa, el primero form ado por la unión de los ríos Playas y Pedregal que nacen en la
Sierra Atravesada, y el segundo, que viene del oriente, está form ado por el arroyo San
Juan, el río Costijapa y las aguas que vienen de la Laguna del Rosario.

Montañas

Al norte y al oriente del V alle de O axaca queda la M ixteca A lta o estribación nor­
teña de la Mesa del Sur, drenada por afluentes del río Balsas; hacia el oriente del mis­
mo valle se ubican las tierras altas de los M ijes; y bordeando la Mesa del Sur, hacia el
noroeste, está la Sierra M adre de O axaca que es como una barrera entre las tierras ba­
jas costeras de Veracruz y las altas de O axaca, e inmediatamente después de esta cor­
dillera queda el Cañón del Tom ellín que conecta a la cuenca de Puebla y Tehuacán
con la de O axaca,

De hecho, la Mesa del Sur es la porción oriental de la Sierra Madre del Sur, la cual
queda en el Estado de O axaca y prácticam ente no tiene partes planas, salvo los valles
de O axaca, Etla y T laco lu la ; mientras que la Sierra M adre del Sur, en su porción o cci­
dental, queda en el Estado de Guerrero fundam entalmente, y está constituida por una
serie de cadenas montañosas; forma el borde meridional del Escudo M ixteco; y está
tan próxima al litoral que no existe realmente llanura costera, de modo que, en algu­
nas partes, los flancos de las montañas bajan directamente al O céano Pacífico.

El relieve de la Sierra M adre del Sur se caracteriza por la existencia de valles para­
lelos a la dirección del litoral del O céano Pacífico, alojados unos entre los pliegues de
las cadenas que forman la cordillera, y otros sobre la línea que separa la Sierra Madre
del Sur de la vertiente sur deJ Eje V olcánico al poniente, y del Escudo M ixteco al orien­
te; así como una serie de cañadas m uy estrechas que cortan a la sierra normalmente a
su dirección, por lo que los ríos salen de la cordillera al O céano Pacífico.

H acia el norte de la Sierra M adre del Sur se encuentra la Depresión del Balsas-
Tepalcatepec, cálida y seca, que separa a la A ltip lan icie M eridional de las tierras altas
de O axaca y Guerrero; la cual está formada por largas cadenas de bajos cerros, por
donde el río Balsas y sus tributarios han form ado anchas terrazas aluviales a lo largo
de su curso; en tanto que la A ltip lan icie M eridional o Mesa Central tiene fértiles valles
de suelos aluviales, como el Bajio de Guanajuato, el de T o luca, Puebla, T laxca la y
Cuenca de México y M orelos, así com o varios sistemas lacustres.

Y la planicie o llanura Costera del Golfo corre paralela a la Sierra M adre Oriental,
es drenada por varios ríos que bajan de la sierra y desembocan en el G o lfo de M éxico,
presentando algunos cerros y bajas montañas de pasadas actividades volcánicas; y
dicha planicie termina prácticam ente en el río Papaloapan, ya que entre las cuencas

121
de éste y del río C oatzaco alcos se encuentra la masa vo lcán ica de Los Tuxtlas, como
una isla rodeada por planicies aluviales, en cuya cim a se ubica el extinto volcán de
Santa M arta. Tam bién, en esa masa vo lcán ica está el Lago de C atem aco, el cual ocupa
un cráter extinto.

Vegetación

Desde el punto de vista de la vegetación el territorio cuenta con los siguientes ti­
pos: Bosque Tropical Perennifolio que ocurre d e O a 900 metros sobre el nivel del mar,
tanto por la Costa del P acífico como por la Costa del G o lfo (Tabasco, Sur de V eracruz,
Norte de O axaca, Chiapas); Bosque Tem plado C adu cifolio , de 900 a 2200 metros sobre
el nivel del mar (Los Tuxtlas, Sierra Madre del Sur, Soconusco, Chiapas); y Bosque
Tem plado A cicu lifo lio y Esclerófilo, propio de las laderas de pendientes moderadas y
planicies de fácil desagüe, de 300 a 3500 metros sobre el nivel del mar. Tam bién hay un
Bosque Subtropical C aducifolio en Puebla, Costa de O axaca y Chiapas. (2)

Y por lo regular, en todas las planicies costeras, pero principalm ente en Tabasco,
norte de Chiapas y Sur de V eracruz, existen los llam ados "p o p ales", o sea un tipo de
vegetación herbácea que se desarrolla en lugares pantanosos, con agua perm anente y
en donde las plantas viven enraizadas en el fondo especialm ente de los Géneros Ca-
lathea y Thalra.

Dibujo de Miguel Covarrubias.

<2)- González Quintero, 1974.

122
Algunos Poblamienfos

l llamado período de Integración de lo Olmeca (1300-900 a. C.) se caracteriza ya por

E una proliferación de aldeas tanto en el foco de la Costa del Golfo como en el foco
Oaxaca -Guerrero- Altiplano Central; por una cerámica desarrollada con símbolos del
jaguar; por el modelado de varios tipos de figurillas, según los focos establecidos; por creen­
cias mágicas y totemismo; sacrificios; etc.; y de acuerdo con nuestra hipótesis, tanto este pe­
ríodo como el de formación constituyen la etapa Olmeca Aldeana (1700-900 a.C.) que cubre
desde entonces un gran territorio.

Desde luego, los progenitores de los Olmecas y éstos mismos, escogieron ambientes si­
milares a los que conocían y estaban acostumbrados, oque les recordaba su lugar de proce­
dencia; y así originalmente fueron ocupando las llanuras costeras con sus estuarios, lagunas
y pantanos, lo mismo que las regiones selváticas tropicales, lluviosas y en donde abundaban
los ríos y el agua; o sea ecosistemas fuertemente vinculados a la explotación marina y a la
explotación del bosque, y en donde se aseguraba también una navegación costera y flu­
vial.

Así, en el sistema de estuario y lagunas de la costa del Pacífico de Guatemala, en don­


de existen variaciones ambientales de bosque, costa y sabana tropical, se fueron d e
sarrollando algunas aldeas permanentes que vivían de la agricultura, pesca, caza y recolec­
ción; tal como se aprecia en La Victoria, a igual distancia del manglar y del sistema de lagu­
nas de Ocós, donde son comunes las almejas, ostras, mejillones y cangrejos. También, a ire
dedor de La Victoria hay mamíferos y reptiles, tortugas, caimanes, iguanas, zarigüeyas, oso
hormiguero, armadillo, conejo, puerco espín, zorro, tejón, marta, jaguar, jabalí y venado. < 3)

o>- Coe y Flannery, 1967

123
El sitio denominado Ocós tiene una fase de ocupación llamada también Ocós, la cual
se estima puede colocarse de 1500 a 1100 a.C. y durante ella ya se conocían ciertos imple­
mentos como metates o piedras para la molienda; manos de metates algo toscas; bolas de
piedra; cantos de río aprovechados para diversos usos; astillas o pequeñas lascas de obsi­
diana; lo mismo que vértebras de pescado que pudieron ser utilizadas como orejeras y
fragmentos de figurillas hechas a mano, en un barro grisáceo, casi todas representando a
mujeres y algunas con tocados fantásticos. Desde luego,ya se contaba con una alfarería
desarrollada, y las impresiones de textiles en la cerámica muestran queya se conocía el tejido
de fibras vegetales como el algodón y tal vez el ágave.(4)

En la cerámica predominan las ollas sin cuellos o tecomates, vasijas pesadas de base
plana, cuencos de silueta sencilla, vasos cilindricos, así como vasijas con soportes largos y
bordes con banda de pintura iridiscente, contenida entre líneas horizontales acanaladas; y
en la decoración, además de la pintura iridiscente sobre rojo pulido de hematita especular,
había el estampado de mecedora liso (en zig-zag) y dentado, la impresión de cuerda, la inci­
sión en zonas y otras técnicas.

La localidad ha de haber contado con viviendas sobre pequeñas elevaciones del terre­
no; conocían la calabaza, el frijol, aguacate y tal vez la mandioca, la batata y la jicama;
considerándose que la cerámica del sitio guarda relaciones con la fase Chorrera de Ecuador
y con la fase Barra de Altamira, Chiapas.

En la costa litoral de Chiapas, no lejos de una gran laguna y cerca del río Coatán, se en­
cuentra la localidad de Altamira, en la cual se han encontrado puntas de proyectil hechas
de una gran lasca de obsidiana, con retoque oblicuo y en forma de hoja de laurel; cuchillos
con un lasqueado fino que parecen a veces raspadores reusados de obsidiana; navajas pris­
máticas sacadas de núcleos poliédricos de obsidiana; raspadores de lasca y del tamaño de
la uña del pulgar, también de obsidiana; así como fragmentos de recipientes de piedra (daci-
ta); cuencos de piedra con un ligero reborde; manos deform a ovoidal u oblonga, talladas en
dacita y basalto; martilladores de granito y dacita; un mazo con ranura completa para en­
mangarse, hecho de riolita; piedra-yunque; fragmentos de tejolotes; pulidores hechos de
guijarros para pulir la cerámica; un alisador de pizarra; y un punzón o aguja de hueso.(s)

La fase Barra de este sitio, anterior a 1600 a.C., se caracteriza por los tipos cerámicos
Cotán Acanalado, Monte Inciso, Petacalapa Negro y Tusta Rojo; habiendo recipientes glo­
bulares de base plana, cubiertos de engobe rojo, modelados con finas acanaladuras vertica­
les, oblicuas o en espiral; platos de base plana y paredes cortas divergentes, en coloraciones
café oscuro o negro; ollas con gajos como calabazas y decoración incisa (haces de líneas
paralelas, retícula, triángulos).

Después viene otra fase denominada Altamira-Ocós, de 1500 a 1100 a.C., caracterizada
por la cerámica Roja con hematita especular (Ocos Specular Red) y Michis Tecomates Del­
gados; habiendo vasijas de base plana, cuencos de silueta compuesta, platos con anchos
bordes acanalados y pintura iridiscente, estampado de mecedora o rocker-stamp, impre­
siones de cuerda y de textiles; así como figurillas olmecoides con cabeza deformada y rapa­
da, ojos ranurados y boca contraida; o figurillas huecas con el cabello hecho a base de pun-
zonado, como crespo.(6)

W-Coe, 1960; 1961.


<5*- Creen y LOwe, 1967.
(6).- Lowe, 1975.

124
Las gentes de Altamira estaban adaptadas a los estuarios, islotes y lagunas, al río y a la
sabana del litoral, de modo que fueron pescadores y recolectores de mariscos, así como
agricultores y cazadores, contando tal vez con la mandioca, papa dulce, jicam a y yautia.

Como ya se dijo, Izapa fue otra localidad que se inició como una comunidad aldeana,
cuya economía se basaba en la agricultura y recolección marina, desde los tiempos de la fa­
se Altamira-Ocós; pues como relleno de montículos hay tiestos de los tipos Ocós Rojo Espe­
cular y Ocós Ante, así como tecomates y vasijas de base plana con paredes divergentes, de­
coración a base de impresión de cuerda y estampado de concha en zig-zag. En el siguiente
período ocurre el apogeo de la cerámica Negra Excisa como la de San Lorenzo, Veracruz.

Cerca del río San Miguel, tributario de El Dorado que se incorpora al Crijalva, se locali­
za el sitio denominado Padre Piedra; y allí se ha encontrado cerámica correspondiente a la
fase Cotorra (baño rojo en tecomates, cuencos y platos; vasos con borde blanco o ama­
rillento; tipo Rojo y Blanco; etc.), y también a la fase Dili (blanca en forma de platos de pa­
redes divergentes, tecomates y cuencos; cerámica negra y gris; etc.).

En la fase Cotorra de la Cueva de Santa Marta, cerca de Ocozocuautla, se encontraron


puntas de proyectil y cerámica en forma de tecomates, ollas con bordes salientes, jarras con
bases planas y cuencos con bordes hacia afuera, anchos y de base plana. Algunos tecoma­
tes tienen los bordes decorados con pintura roja, amarillenta y café; hay diseños geométri­
cos en forma zonal y decoración de uña y estampado de mecedora en zig-zag, lo mismo
que algunas figurillas con ojos perforados.
Esta fase se relaciona con el período I de Chiapa de Corzo por la presencia de grandes
tecomates decorados con estampado de concha o rocker-stamp, cuencos de base plana, ce­
rámica café pulida, rojiza burda, o con baño blanco; y estudios realizados en La Frailesca
permiten agregar algunos otros elementos, como tecomates de color naranja pintada; vasi­
jas café pulidas con palillo; platos de base plana; cerámica rojiza burda y naranja natural;
así como impresión de uña, incisión fina y decoración estriada. Las fases Cotorra o Chiapa
de Corzo I tienen parecido con la fase Ocós de La Victoria, Guatem ala.(7)

San Isidro, sitio cercano a Quechula, sobre el río Crijalva y ahora bajo las aguas de la
Presa Netzahualcóyotl, fue un centro ceremonial importante, ya que contaba con unos
treinta montículos o basamentos, formando conjuntos y agrupados a lo largo de una amplia
terraza del río y en los cerros adyacentes; y en el Montículo 20, algo erosionado, se hicieron
excavaciones, se exploraron enterramientos y ofrendas, estableciéndose tres horizontes cul­
turales que se denominan: Olmeca Temprano, Olmeca Tardío y Olmeca Modificado. < 8>

El horizonte Olmeca Temprano, de 1350 a 1000 a.C., se caracteriza por el Complejo


Bombaná en el que se incluyen cuencos de base plana con el interior o el borde pintados de
rojo hematita especular; cerámica blanca; cerámica blanca y negra; tecomates bruñidos y
punzonados con palillo; ollas rojo y blanco con acanalado y figurillas huecas; fase o
complejo que se puede relacionar con la fase Chicharras de San Lorenzo, Veracruz, consi­
derada como proto-olmeca.
Al mismo horizonte corresponde el llamado Complejo Cacahuano que se caracteriza
por la cerámica negra incisa-excisa (parecida a la Calzadas Carved de San Lorenzo), aunque
los diseños olmecas son raros; por los tecomates rojo sobre blanco; tecomates lisos delga­
dos; cerámica blanca; negra con borde blanco; y metates con dos soportes; todo lo cual se
relaciona con la fase San Lorenzo y marca el climax de lo olmeca en Veracruz.

|7) - Navarrete, 1960.


l8>- Lowe, 1981.

125
El horizonte Olmeca Tardío, de 1000 a 700 a.C., es conocido en San Isidro por material
superficial, relleno de montículos y pozos estratigráficos cuyo contenido se está estudian­
do; y el horizonte Olmeca Modificado, de 700 a 400 a.C., comprende las fases Equipac y Fe­
lisa, conocidas por una serie de ofrendas en el Montículo 20, entre ella$; conjuntos acomo­
dados de pseudo-hachas; orejeras de jadeita alrededor de un plato negruzco y con algunas
pseudo-hachas arregladas en torno a las orejeras; conjuntos de pseudo-hachas con tecoma­
tes; y vasijas blanco y negro pasta fina, naranja pulida, rojo pulido, café inciso con reborde
basal, y rojo-naranja en forma de olla como calabaza, con vertedera y asa, encontradas en
asociación con los enterramientos.

Cerca de Tenochtitlan — lugar arqueológico situado en el sur de la margen del Río Chi­
quito, brazo del Coatzacoalcos— se encuentra el sitio llamado San Lorenzo, y un poco más
abajo se localiza Potrero Nuevo, todos ellos con evidencias de la cultura Olmeca, y tam­
bién todos ellos en una región de tierra caliente con clima tropical húmedo.

San Lorenzo ocupa una superficie plana artificial, formada por el acarreo de inmensas
cantidades de tierra para cubrir con ella un antiguo cascajal natural. Barrancas angostas y
profundas cortan el perímetro de este cerro artificial y forman una serie de salientes como
dedos; y de hecho se observa poca planificación en el centro ceremonial, pero su escultura
de piedra es m agnífica.(9)

El grupo central de montículos (Grupo A) está distribuido de manera semejante al de La


Venta, aunque es mucho más pequeño que aquél: existe un montículo alto en el centro, con
patios en el norte y en el sur, delimitados por montículos largos. De hecho, existen en el sitio
cientos de montículos más; algunos son probablemente ceremoniales, otros son montículos
habitación, con frecuencia organizados alrededor de pequeños patios, y distribuidos por to­
do el sitio, algunos sobre Tas prolongadas elevaciones y otros cercanos a e lla s .(10)

En cuanto a la antigüedad de San Lorenzo se estima que hubo una fase denominada
Ojochi (1500-1350 a.C.,), en la cual hay tecomates de paredes delgadas, algunos de color ro­
jo y a veces con gajos como calabazas o con decoración punzonada de palillo y ashurado o
incisión en cuadrícula; así como botellones rojo sobre crema; cerámica con manchas blan­
cas y áreas oscuras; borde ancho rojo limitado por incisión; todo ello parecido a Ocós, Barra
y Ajalpan. (11>

Después de esa fase, que no se considera olmeca, viene la llamada Bajío (1350-1250
a.C.,), durante la cual se continúan algunos tipos cerámicos, aparecen los botellones en gran
número, se incrementa la decoración acanalada o en gajos, también aumenta la cerámica
negra con borde blanco (cocido diferencial) y aparece la decoración a base de estampado
de concha o rocker-stamp, en cuencos que tienen el interior de color rojo y la decoración en
el exterior; así como las bases planas; impresión de uña; zonas incisas rellenas con un punte­
ado muy fino; y se inician algunas figurillas huecas como cara de niño o "baby face". Para
los investigadores de San Lorenzo, la cerámica todavía no es olmeca.

Luego tenemos a la fase Chicharras (12501150 a.C.), en la cual las figurillas indican los
comienzos de lo Olmeca, a la vez que se inicia la escultura monumental; considerando los
investigadores Coe y Diehl que pudieron llegar como inmigrantes los olmecas, o sea un
nuevo grupo étnico. Ahora hay un gran porcentaje de bordes blancos y cerámica blanca,
inclusive caolín; vasos de base plana, estampado de concha; zonas en cuadrícula y otras

<9)- Bernal, 1975.


(10), coe, 1967
<m- Coe y Dieht, 1980.

126
modalidades. Después vendría el apogeo de la civilización olmeca en el sitio, o sea en la fa­
se San Lorenzo, de 1150 a 900 a.C.

Las exploraciones arqueológicas en el Valle de Tehuacán, Puebla, han demostrado que


durante la fase Purrón (2300-1500 a.C.) ya existían pequeñas aldeas compuestas de cinco a
diez chozas o casas semisubterráneas, establecidas a orillas de los ríos, cuyos pobladores,
sin abandonar sus hábitos cazadores, dependían más de la domesticación de plantas (cala­
baza, frijol, maíz); y durante este período aparece la cerámica, la cual es de color cafetoso,
gruesa, con desgrasante burdo y cocción realizada a baja temperatura, y cuyas formas se
supone están inspiradas en los recipientes de piedra.(12)
Los artefactos de piedra, hueso, asta y concha varían muy poco durante la fase Ajalpan
(1500-900 a.C.); en cambio la cerámica alcanza su máxima expresión, predominando los te­
comates de base plana y de pasta fina, decorados con un baño rojo de hematita especular,
o con zonas bruñidas y punzonado en el cuello, o aún con una banda roja en el cuerpo o en
el borde; los platos de base plana, de color negro por su cocción en atmósfera reductora, de
pasta gruesa y con decoración incisa en el interior; así como la cerámica de pasta fina, sin
baño y cón decoración a base de estampado dentado, similar a la de El Trapiche, Veracruz,
en sus inicios.*13'

Las figurillas pueden agruparse en tres tipos principales: el primero constituido por figu­
ras de pequeño tamaño, cabeza esférica y rasgos faciales a base de punzonado; el segundo
caracterizado por figurillas sólidas de mayores dimensiones y de apariencia más realista; y
el tercer tipo, casi al final del período, consta de figuras de gran tamaño, huecas, con engo­
be rojo y asociadas a materiales olmecas.
En Ajalpan se ocuparon algunas cuevas y lugares abiertos; eran agricultores de tiempo
completo (maíz, calabaza, guajes, amaranto, frijoles, chile, aguacate, zapote, algodón); las
aldeas tenían viviendas de lodo y paja, con graneros excavados en el suelo; cada aldea tenía
de 100 a 300 habitantes; enterraban a sus muertos, predominando los enterramientos fe m e
ñiños; la cerámica era principalmente monocroma y lisa, aunque había un tipo Rojo Fino y
un Rojo sobre Cafetoso; las figurillas de barro eran principalmente femeninas; y en general
hay cierto parecido con la cerámica de la Costa del Golfo, con la de Chiapas y Guatemala,
por lo cual Ajalpan es como una manifestación local de un horizonte más extendido en Me-
soamérica.(14)
De hecho, los poblamientos de la etapa aldeana guardan muchas relaciones en común,
especialmente en los tipos cerámicos, formas y decoración; de modo que incluiremos algu­
nos datos poco conocidos de La Venta y Tlatilco, antes de proceder a la integración so­
ciocultural de los Olmecas aldeanos.

La Venta, Tabasco.- En 1958, con la colaboración del arqueólogo Roberto Gallegos, co­
menzamos una corta temporada de trabajos de campo en este lugar, y lo primero que se hi­
zo fue un recorrido del sitio, con objeto de realizar una labor de salvamento en aquellas
partes que estaban siendo destruidas por Petróleos Mexicanos.
En nuestro recorrido encontramos la mínima parte de un pequeño montículo, de donde
los bull-dozers habían tomado préstamos de tierra para la construcción de un camino que
atravesaba los núcleos principales de la zona arqueológica; y dicho camino se encontraba
cercano al llamado Complejo B, es decir, al suroeste de la zona ceremonial, casi en terrenos
donde Drucker excavó su trincheras 5 y 6.

na-M ac Neish, 1964.


n a-G arcía Moll, 1975.
n a-M ac Neish, 1964.

127
El montículo destruido mostraba un relleno de tierras de diferentes tonalidades, con
tiestos de los tipos Rojo sobre Crema, Negro sobre Crema y policromo Rojo, Negro y Naran­
ja sobre Crema, con apariencia de laca caediza como en la cerámica Cholulteca; o sea que
dicho montículo fue levantado por gente de los fines del Clásico y Posclásico Temprano,
muy posterior a la ocupación olmeca.

Pero a nivel del terreno dejado por los bull-dozers, y justamente en la base del
montículo, se apreciaba una capa de arena que nos llevó a pensar en la posibilidad de estra­
tos más antiguos por debajo de ella, que a su vez marcaran la ocupación en esa parte de la
ciudad o centro olmeca; y teniendo eso en mente practicamos una angosta cala de sondeo,
la cual atravesó un basurero de tiempos propios de La Venta, y por lo tanto anteriores al
m ontículo.<15)

Al abrir la cala encontramos que la capa de arena tenía cerca de un metro de espesor,
de modo que ésta sellaba los desperdicios del basurero, a la vez que indicaba el abandono
del lugar y la posterior sedimentación de arena por acarreo natural; obteniéndose tres capas
artificiales de 30 centímetros cada una, de las que se recogieron tiestos y cabecitas de figu­
rillas, bien controladas. Y una vez conocido lo prometedor del terreno, se practicó un segun­
do pozo a corta distancia del primero.

En este segundo pozo se halló parte de un piso, correspondiente tal vez a la plataforma
de alguna vivienda, y ello explicaría la acumulación de desperdicios o basurero, hacia el
frente; sin olvidar también que La Venta se asienta sobre un domo salino que levantó leve­
mente el terreno, y que parecería una isla rodeada de pantanos o popales, que tendrían que
ser rellenados, sobre todo las partes descendentes de la elevación natural.

05)- p¡na y Covarrubias, 1%4.

128
Analizado el contenido de los dos pozos se encontró que la cerámica más profunda es
la que herrtos denominado Blanca Rosácea, porque muestra un ligero baño de blanco que
deja traslucir el rojo ladrillo de la pasta; y aunque no es muy abundante, se pudieron obser­
var fragmentos de tecomates con el borde rebajado y tal vez cuencos o tecomates con una
línea incisa ancha, por lo general es bien pulida, pero algunos interiores están erosionados.

El siguiente tipo de importancia es el Rojo Pintado con hematita especular, dentro del
cual hay tecomates delgados con el borde rojo; ollas de cuellos rectos; platos de paredes di­
vergentes con el exterior rojo y el interior cremoso pulido, de base plana, o con el exterior
café claro y el interior rojo; así como cuencos a vasos con acanalado horizontal y vasos de
paredes cortas con decoración incisa en el exterior.

A continuación viene el predominio del tipo Blanco Pulido, bien cocido y con superfi­
cies algo brillantes, en el cual hay tecomates delgados con el borde rebajado o sencillo;
cuencos con o sin decoración incisa; platos de paredes divergentes y base plana; vasos de
paredes cortas rectas o con bordes engrosados evertidos; y platitos de base plana. En los
tiestos de la capa III del Pozo 1 se observa que la pasta es de color blanquizco o cremoso,
mientras que en la capa II el núcleo de la pasta es negruzco.

Un tipo que sólo ocurre en la capa II del Pozo I es el llamado Rojo-Naranja Pintado, cu­
ya apariencia exterior recuerda a la cerámica maya o chiapaneca, cuarteada pero bien puli­
da; habiendo formas como ollas de cuellos gruesos, cuencos sencillos o con acanalado hori­
zontal sobre el borde y especies de vasos también con acanalado horizontal. Puede tratarse
de cerámica de intercambio.

El siguiente tipo, denominado Negruzco-Grisáceo se asocia a tecomates con ligeras


depresiones sobre el borde; a botellones de cuellos altos; a cuencos sencillos con líneas inci­
sas sobre el borde; a platos de base plana con diseños ondulantes o circulares, rellenos de
impresión punteada o cuneiforme; y a vasos con borde engrosado y revertido, o con acana­
lado escalonado. Por lo general el interior y el exterior es de color negruzco, pero algunos
interiores son francamente negros. En este mismo tipo se hicieron figurillas "baby face" o
cara de niño, sólidas.

Pozo 1. bajo relleno de un montículo. La Venta. 1958 Pozo 2. La Venta, 1958

129
Un tipo bastante común es ei Negro con Borde Blanco, cuyo interior es negro y por el
exterior es negro con un borde blanco irregular, tal vez obtenido por retardo de su coci­
miento; observándose formas como tecomates de base plana, algunos gruesos y otros del­
gados, y a veces con muescas o punzonado sobre el reborde o como con estriado sobre el
cuerpo; platos de paredes altas divergentes, base plana, y con una o dos incisiones muy cer­
ca del reborde o en el exterior; platos de bajas paredes y base plana, con líneas incisas para­
lelas al borde; cuencos también con incisión externa; y posiblemente ollas o botellones de
cuellos altos y cazuelas de silueta compuesta. Al parecer este tipo sufre un cambio en los
tiempos tardíos, volviéndose Negro con borde Crema, pero siempre en forma de platos de
base plana.

También el tipo Negro Pulido es común en La Venta, predominando los tecomates del­
gados con el borde rebajado o con especie de acanalado, a veces con diseños incisos for­
mando triángulos de líneas paralelas; los cuencos sencillos con decoración incisa o lisos; los
platos de base plana, también decorados por incisión en el fondo interno; y vasos de me­
diana altura con diseños zonales a base de retícula incisa o cuadrícula. Dentro del tipo hay
también vertederas.

El tipo Crema presenta el interior negruzco y el exterior crema que pasa ligeramente al
interior; aunque los tiestos están erosionados se aprecia en algunos de ellos en buen puli­
mento por ambos lados; y entre las formas tenemos cuencos sencillos con decoración incisa
exterior; platos de base plana con líneas incisas cerca del reborde; vasos de paredes cortas
con incisiones cerca de la base; y ollas y tal vez botellones, a veces con incisiones cerca del
reborde y en el cuerpo.

Y por último tenemos al tipo Rojizo Ladrillo que presenta formas como ollas de tama­
ño pequeño; cuencos sencillos; platos de paredes cortas o altas, con incisiones interiores o
exteriores sobre el borde; así como platos de base plana, paredes divergentes y anchos bor­
des evertidos, con líneas incisas.

En cuanto a las figurillas asociadas a estos tipos cerámicos tenemos que en la Capa 111
del Pozo I se encontró una figurilla completa, de barro rojizo, con los ojos hechos mediante
tres perforaciones, la boca ranurada, con las piernas cortas y las manos sobre la cabeza; así
como una cabecita con los ojos como ranurados o presionados en los extremos, boca tam­
bién ranurada y cabeza al parecer rapada con un mechón de pelo y adornos hechos al pas-
tillaje; junto con otra cabecita típicamente olmeca, pues tiene la cabeza deformada y rapa­
da, los ojos ranurados un poco oblicuamente y la boca algo trapezoidal con las comisuras
marcadas.

La presencia en el mismo estrato de treinta centímetros de grosor, no implica que


fueron contemporáneas o que se hubieran modelado al mismo tiempo; y podríannos supo­
ner que la gente que ocupó originalmente el sitio de La Venta, introdujo la tradición de figu­
rillas que se distinguen por la combinación de partes de pelo y partes rapadas, que luego
crearon el tipo peculiar olmeca y que después comienzan a marcar las pupilas de los ojos
por medio de finas perforaciones.

130
Algunos perfiles y cortes de cerámica de La Venta.

131
NEGRA PULIDA

Algunos perfiles y cortes de cerámica de La Venta.

132
En la Capa II del Pozo I encontramos de nuevo una cabecita con parte de la cabeza ra­
pada y partes con pelo, los ojos ranurados oblicuamente y con la pupila perforada finamen­
te, portando orejeras; lo mismo que otra cabecita con los ojos y boca ranurados, como la ol-
meca de la capa anterior. Esto indica que ambos tipos de figurillas se continuaron haciendo
en el lugar; y ya para los tiempos de la Capa I habían evolucionado hacia el tipo cara de ni­
ño o "baby face", sólido y luego hueco.

En el relleno de otro montículo que arrasaron los tractores se recogieron numerosos


tiestos y cabecitas y cuerpos de figurillas, algunas de ellas semejantes a las de los pozos y
otras derivadas de ellas —de caras redondeadas con ojos y boca ranurados; cara redonda y
ojos con la pupila punzonada; con caras realistas; de cara alargada; etc.- tendientes a ser de
mayor tamaño; y todo este material nos permitió hacer un intento de clasificación, el cual
está sujeto a revisión y cambios.

En nuestro esquema partimos de los ejemplos encontrados estratigráficamente en el


Pozo I, completado con material de relleno del montículo arrasado; y en términos generales
podemos decir que de una Tradición Sureña-Costeña, que combina el rapado con partes de
pelo, surge el Estilo La Venta, caracterizado por figurillas con rasgos hechos al pastillaje; así
como el Estilo Olm eca La Venta, caracterizado por la falta de pastillaje. Ambos estilos
muestran desde luego algunas variantes; y casi podría decirse que el primer estilo corres­
ponde a figurillas femeninas y el segundo a masculinas.

Y todo este material analizado es el que considero define a la etapa aldeana de La Ven­
ta, fechable cuando menos entre 1350 y 900 a.C.; ya que después hay otra cerámica, figu­
rillas, esculturas y construcciones que marcarán la etapa teocrática.

133
ESTILO LA VENTA
ESTILO OLMECA LA VENTA

Posible evolución de las figurillas de La Venta


Tlatilco, Estado de México.- Este sitio, que significa "el lugar donde hay cosas ocultas o
escondidas" se ubicaba en la parte occidental de la Cuenca de México, a 2278 metros sobre
el nivel del mar, y fue una localidad que estaba limitada al norte por el río Totolica, al orien­
te por el río Hondo y la Loma de Atoto, al sur por el río de Los Cuartos y al poniente por al­
gunos lomeríos que se dirigían hacia Los Remedios y El Cerro del Tepalcate.

El río Hondo y sus ramales Totolica y Los Cuartos, todos ellos afluentes del río de Los
Remedios, formaron una pequeña planicie interior, compuesta de sedimentos de arcilla are­
nosa de color café oscuro con intrusiones de cieno y arenas, producto de los aportes de los
ríos y de las lomas circundantes; planicie conocida como Terraza del Río Hondo que se for­
mó sobre una capa de ceniza volcánica de color gris claro, debida a una erupción cuya anti­
güedad se calcula hacia el año 3000 a .C
Esta planicie o terraza del río Hondo tenía tres metros de espesor al momento de iniciar
las exploraciones arqueológicas, y en su composición hay una capa de ceniza volcánica con
arenas y gravas que se fechan por 3000 a.C.; luego viene un estrato de arcilla arenosa com­
pacta y de color café oscuro, de unos dos metros de espesor; luego sigue un estrato de tierra
negra con intrusiones gris claro, de unos 75 centímetros de grueso, y por último hay una ca­
pa de tierra vegetal negruzca; de unos 35 cm. de espesor.
Las exploraciones arqueológicas mostraron que la capa superficial de tierra vegetal era
producto de acarreos o sedimentaciones recientes, la cual se encontraba alterada por los
cultivos y otros usos del terreno; el estrato siguiente contenía numerosas evidencias mate­
riales de los ocupantes prehispánicos, entre ellas formaciones troncocónicas o graneros, en­
terramientos, restos de animales, carbón, ceniza, artefactos, tiestos y otros desperdicios de
la población; mientras que el estrato siguiente contenía muy pocas evidencias culturales,
sólo formaciones troncocónicas y algunos entierros. Este estrato descansaba sobre la capa
de ceniza volcánica y suelo natural que era estéril.

Lo anterior puede ser interpretado de la siguiente manera: que la Terraza del Río Hon­
do se formó en parte de 3000 a.C. en adelante, sedimentándose un estrato de arcilla arenosa
que alcanzó un grosor de unos dos metros sobre la capa de ceniza volcánica; que sobre este
estrato se asentó por primera vez una reducida población aldeana, la cual construyó algu­
nas chozas, excavó graneros y enterró a sus muertos dentro de esa arcilla de aluvión; y que
posteriormente vino la paulatina sedimentación del siguiente estrato, el cual marca el apo­
geo de la población aldeana, evidente en los enterramientos y ricas ofrendas; estrato que
fue cubierto por la capa de tierra vegetal o superficial de unos 30 cm. de espesor.

En apoyo de esta interpretación hay que señalar que durante las excavaciones arqueo­
lógicas se exploraron más de treinta formaciones troncocónicas o graneros a distintos nive­
les, las cuales nos indican no sólo la habitabilidad del sitio en sentido horizontal, sino tam­
bién cierta estratigrafía de las viviendas en sentido vertical; por lo cual es oportuno tratar es­
te aspecto de Tlatilco, poco divulgado, a través de algunos ejemplos cuidadosamente ano­
tados y registrados.

Formación No. 1. Tlatilco 1947. Se exploró esta formación en los cortes de la ladrillera
que explotaban los tabiqueros. Sus medidas fueron 1.44 m. de base, 1.55 m. de altura y la
base se localizó a la profundidad de 2.03 m. En su interior se encontraron tepalcates, huesos
de animales y un entierro flexionado (Ent. 35) que tenía un pendiente de concha. El entierro
estaba a 40 cm. por encima del fondo o base de la formación, o sea a 1.63 m. de profundi­
dad.

135
Formación No. 9. Tlatilco 1949. Cala Luciano. Ampliación 5. Sus medidas fueron 1.10
m. de base, 1.00 m. de altura y profundidad de 1.35 m. a la base. En su interior se halló el En­
tierro 196, primario flexionado, a 10 cm . por encima del fondo.

Formación No. 12. Tlatilco 1949. Cala Velázquez. Ampliación 3. La boca medía 61 cm.,
la base era de 1.57 m„ altura de 1.40 m. y la profundidad a la base de 2.45 m. En su interior
se hallaron tiestos, huesos de aves y de perros, algunas pequeñas vasijas y fragmentos de fi­
gurillas. Se apreció que el fondo o base era circular, con el piso de lodo pulido, en tanto que
las paredes estaban alisadas y bien delimitadas.

Con estos ejemplos, y puesto que las formaciones troncocónicas eran graneros excava­
dos bajo el piso de las chozas o viviendas, o bajo el terreno aledaño a ella; queda claro que
Tlatilco pasó por varios perfodos de ocupación (no por una sóla como se dice) y durante un
tiempo relativamente largo. Así, en base a lo conocido de Tlatilco y completado con datos
de otros lugares aldeanos ya citados, procederemos a la integración sociocultural de los ol-
mecas de esta etapa.

Recursos naturales y tecnología


Dentro del amplio territorio abarcado por los poblamientos olmecas existían variados recur­
sos naturales, los cuales eran en parte explotados, y así las exploraciones realizadas en Tla­
tilco, Estado de México, muestran que por esos tiempos ya contaban con desmoronadores,
picadores, martilladores, abrasores, pulidores, bruñidores, afiladores, aguzadores, cuchillos,
navajas, cortadores, punzones, cincel — percutor, cincel— cuchillo, raederas, raspadores y
piedras —yunque; artefactos que fueron hechos por las técnicas de desgaste, percusión,
corte, retoque y pulimento, aunque algunos no sufrieron ninguna técnica formativa sino
que fueron empleados en estado natural.<16>

Los artefactos de piedra como los desmoronadores, picadores y martilladores servían


para golpear, desmoronar, picar, martillar y en general para trabajos de percusión; los abra-
sores para desgastar por frotación; los pulidores y bruñidores para alisar, bruñir y pulir; los
afiladores y aguzadores para sacar filo y punta a las herramientas desgastadas y a los útiles
para perforar y cortar; en tanto que los cuchillos, navajas y cortadores servían para descuar­
tizar, cortar y hendir; las raederas, lascas y raspadores para descarnar, raer, raspar, pelar y
aún cortar; y las piedras-yunque para servir de apoyo en la hechura de algunas herramien­
tas.

— P °r su parte, entre los artefactos de hueso y asta de venado los punzones y leznas
servían para hacer agujeros o perforar; los cinceles-percutores para lasquear, retocar y afi­
nar con ayuda de un martillador que golpeaba sobre ellos; los alisadores y bruñidores para
pulir y alisar; sin descartar el empleo de la madera, especialmente para enmangar algunos
artefactos y útiles; así como taladros que por rotación pudieron perforar y producir el
fuego.

Con estas herramientas se hacían una serie de útiles o artefactos para diversos usos co­
tidianos, entre ellos puntas de proyectil obtenidas de fragmentos de navajas prismáticas, al­
gunas sin espiga ni aletas, otras con aletas rudimentarias y bases cóncavas, unas más con es­
pigas triangulares o con espiga y aletas paralelas; lo mismo que muelas o metates ápodos o
con dos o tres soportes y de forma rectangular; morteros grandes y chicos; así como manos
de metate o metlapillis y también de morteros.

(16)' Lorenzo, 1965.


Así mismo, con esos instrumentos se hacían hachas de piedra de forma oval y con gar­
ganta; agujas de hueso con ojal en un extremo; se aprovechaban las astillas de hueso como
leznas y lascas de obsidiana y de pedernal; a la vez que de la madera se obtenían dardos,
mangos y atlatl o laozadardo, bastón plantador y quizás azadas u hojas alargadas para los
cultivos.

Las puntas de proyectil servían para herir y matar; los metates y morteros, con sus ma­
nos, para machacar, moler, triturar y pulverizar; las hachas para cortar, rajar y desvastar; las
agujas para perforar y coser; las leznas para abrir agujeros, rayar, grabar y hacer incisiones;
las lascas para raer y cortar; en tanto que el bastón plantador y las azadas servían para ha­
cer hoyos y escardar la tierra, remover y excavar; utilizándose el lanzadardo o atlatl y los
dardos para cazar.

De esta manera puede decirse que la gente de Tlatilco aprovechó de la naturaleza o de


su ambiente físico todo lo que ésta les ofrecía: árboles, plantas, animales, agua, piedra,
hueso, cantos de río, leña, etc.; patente en la tecnología descrita con anterioridad; y hay que
agregar que en las exploraciones arqueológicas del lugar se recuperaron: huesos de venado,
de felinos, de aves y de perros; colmillos de roedores, de felino y de perro; fragmentos o ar­
tefactos de basalto vesicular, pizarra, cantos de río, piedra pómez, hematita especular, obsi­
diana, piedras verdosas o cuarzos, pedernal, sílice y toba volcánica; lo mismo que asta de
ciervo, omoplatos de cérvidos, conchas marinas, carbón, ceniza, colorantes y raspas de
maíz; todo lo cual nos indica la materia prima de que dispusieron, una parte de su propio
ambiente físico y otras procedentes de lugares cercanos y aún lejanos que nos hablan de
ciertos intercambios.

Los árboles, las plantas y los animales proporcionaban frutos, raíces, tubérculos, granos
y carnes para la alimentación, así como madera, leña, hueso y asta como materia prima pa­
ra los instrumentos y útiles cotidianos; los ríos aseguraban el agua potable y algunas va­
riedades de peces para la dieta alimenticia; algunos materiales pétreos del territorio me­
diato e inmediato servían para la hechura de sus herramientás, con las que a su vez hacían
otros instrumentos utilitarios, aunque como ya se dijo algunas materias primas y
productos venían por intercambios; y el barro y los colorantes se empleaban principalmente
en la alfarería y prácticas mortuorias.

De todo lo anterior podemos decir que los pobladores de Tlatilco contaban con mar­
tilladores, mazos, bolas, picadores y desmoronadores que se utilizaban para golpear, picar,
desmoronar y dar cierta forma a los artefactos y útiles, así como aplicarlos sobre las hachas
y cinceles-percutores para el trabajo de las piedras y la obsidiana; tenían metates y morte­
ros, con sus respectivas manos, que servían para moler el maíz, pulverizar arcilla y coloran­
tes, machacar o triturar semillas y frutos; las puntas de proyectil se empleaban para herir y
matar a los anímales durante sus cacerías; el bastón plantador y las azadas de madera para
excavar, remover la tierra y sembrar; las agujas, leznas y punzones de hueso y de asta de ve­
nado para perforar, hilvanar y coser las pieles y los vestidos; en tanto que las hachas de
cuarzo o serpentina se empleaban en el corte parcial de los árboles para luego quemarlos y
tal vez para rajar madera con ayuda de cuñas, astillarlas y desvastarla.

Los taladros de hueso y de madera podían servir para perforar y taladrar piedras,
hueso y concha, así como para producir el fuego; los buriles y retocadores para lasquear por
presión las puntas de proyectil, cuchillos y navajas de obsidiana; las raederas y raspadores

137
para descarnar y tratar las pieles de los animales, así como para raspar o quitar las espinas
de los nopales y magueyes; en tanto que los alisadores, pulidores y bruñidores podían
emplearse en el pulimento de la cerámica, de las pieles, de los pisos de barro, de los grane­
ros y de materiales suaves; las leznas y grabadores para la decoración de la cerámica, como
insición, punteado, grabado, acanalado, etc.; y los cuchillos y navajas prismáticas de obsi­
diana para cortar diversas materias primas.

Desde luego, como ya se indicó, contaron también con el atlatl o propulsor de dardos
para la cacería; con arena, piedra pómez, polvo de obsidiana y agua utilizados como mor­
dentes o abrasivos; cono piedras-yunque para apoyo en el trabajo de sus herramientas; y
con una cerámica utilitaria o doméstrica y funeraria, aunada al modelado de figurillas, sil­
batos, sonajas, orejeras, sellos o pintaderas y otras obras.

Al respecto, hay que apuntar que el inventario tecnológico de Tlatílco es tan completo que
podría ser tomado como modelo de lo que se encontraría en una aldea cualquiera de estos
tiempos; y así sólo agregaríamos; machacadores, guijarros para cocer alimentos (piedras ca­
lientes) o para pulir, tajadores, núcleos y artefactos que pudieron tener la función de
aserrar; lo mismo que algunas materias primas como piedra arenisca, calcedonia, magneti­
ta, ilmenita, mica blanca y negra, madreperla, vértebras de pescado, caolín y chapopote.

Productos obtenidos

Continuando con Tlatilco como localidad-ejemplo podemos decir que la presencia de


mandíbulas de felinos, de perros y de roedores com o la tuza; de omoplatos de cérvidos, de
tibias y astas de venado; de huesos de aves y de colmillos de felino y de perro; así como es­
pinas y vértebras de peces, o fragmentos de carapachos de tortuga, implican que esos ani­
males eran conocidos, cazados y atrapados; pero a ello hay que agregar las representa­
ciones zoomorfas de las vasijas de ese lugar, entreellas: tlacuache, armadillo, jabalí o cerdo
de monte, conejo, pato, iguana, serpiente, rana, peces de agua dulce, tortuga, gallináceas y
otras más, todo lo cual indica no sólo la fauna de la época, existente en su territorio o cono­
cida foránea, sino también los posibles animales que se cazaban y servían para la alimenta­
ción y otros usos.

También hay vasijas que representan guajes o calabazos, cucurbitáceas y tal vez otros
vegetales; hay evidencias del maíz en raspas e indirectamente en la presencia de metates y
muelas; en tanto que por las figurillas de barro se deduce el aprovechamiento del algodón,
del maguey, tules o juncias, en el tejido y la cestería; así como por comparación con otros
lugares el conocimiento del frijol, chile, cactos, frutos silvestres y otras plantas tanto comes­
tibles como utilitarias.

Además de alimentos, de los animales se obtenían pieles para dormir, sentarse y vestir­
se; hueso y asta para la industria ósea; así como colmillos para el adorno personal; mientras
que de los vegetales se obtenían alimentos, leña y carbón como combustible; madera para
el tallado de propulsores y dardos, mangos de herramientas y trampas, bastón plantador y
azadas, tal vez canoas ahuecadas y remos, balsas de juncias o tules, máscaras y otros obje­
tos más. *

Por su parte, los minerales conocidos se empleaban en la industria lítica, tanto para la
producción de herramientas como para la de otros instrumentos o útiles cotidianos y orna­
mentos; últimos en los que pueden citarse colgantes, cuentas para collares, pendientes en

138
Pescado de agua dulce, pato y calabaza, Tlatilco.

139
forma de colmillos de felino o jaguar, orejeras de tecali, placas recortadas y perforadas, así
como algunas figurillas y espejitos de hematita, pequeños yugos o estribos y alguna otra
pieza rara, ya que estos objetos son escasos. En las excavaciones de Tlatilco se encontraron
conchas marinas sin trabajar y otras trabajadas en forma de cuentas para collar, plaquitas
recortadas, pectorales con perforación y especies de mosaicos con motivos recortados y
perforados; así como vasijas de caolín, plaquitas de turquesa, chapopote fósil, cristal de ro­
ca y hule evidente en las pelotas y jugadores representados en las figurillas; todo Jo cual nos
indica que ya Tlatilco sostenía intercambios con otros grupos tanto cercanos como lejanos,
y tal vez a través de intermediarios.

Y en relación con los artefactos y productos se observa un predominio de aquellos que


estaban hechos en piedra, luego siguen los de hueso y asta, en menor cuantía los de madera
— aunque éste era un material perecedero— concha y otros materiales ya citados; o sea
que en Tlatilco se desarrollaron fundamentalmente las industrias lítica y ósea, aunque se
conoció el tallado de la madera y de la concha, el tratamiento de las pieles, el tejido y la
cestería, la alfarería y el modelado de figurillas, el tallado de la obsidiana, la construcción
de viviendas y desde luego la agricultura, la caza, la pesca y la recolección, junto con algu­
nas otras faenas cotidianas relacionadas.

En términos generales puede decirse que todas las comunidades olmecas aldeanas
tenían la misma base tecnológica y oficios u ocupaciones, acordes con el lugar y región eco­
lógica escogida, que podía variar en las especies animales y vegetales; de modo que hacia la
Costa del Pacífico de Chiapas pudo conocerse la mandioca, papa dulce y jicam a, mientras
que en el resto del territorio se conocían el aguacate, m aíz, frijol, calabaza, quenopodium,
guajes, amaranto, chiles, zapotes y tal vez tomates, lo mismo que el algodón, agaves, yuca,
palmas, tules, cactos, pinos, etc. También el rango de animales era mayor, agregándose te­
jones, zorros, iguana, caimán, tlacuache,mantarraya, tiburón, ostras, almejas, varios reptiles
y aves, caracol marino, caracol de tierra o lacustre, etc.

Economía

El análisis de los recursos naturales, de la tecnología y de los productos o bienes produ­


cidos, nos permite conocer cual era la base de la economía de los de Tlatilco —que no era
distinta a la de cualquier otra aldea contemporánea— y en este sentido puede decirse que
ésta se basaba fundamentalmente en los cultivos, la cacería, la pesca y la recolección,
completada con algunos intercambios de productos y materias primas.

Como ya se indicó, la formación de la terraza aluvial del río Hondo permitió al princi­
pio practicar una agricultura de humedal o de avenida, tal como sucedió en lugares ubica­
dos a lo largo de los grandes ríos, en las partes bajas inundables en la temporada de lluvias;
pero después se empleó el sistema de roza o milpa, aclarándose partes de las lomas vecinas
que estaban cubiertas de bosque. Para el trabajo de los campos contaban con el bastón
plantador o palo con la punta endurecida al fuego, hachas de serpentina y tal vez azadas de
madera; el producto de la cosecha (m aíz, frijol) era guardado en graneros excavados en el
suelo o bajo el piso de las casas; y el maíz era molido en metates y tal vez comido en panes
o tortillas, atoles, tamales y aún como mazorca asada.

La cacería se practicaba en los bosques aledaños al poblado y por las orillas del lago
cercano, para lo cual se contaba con el atlatl o propulsor, dardos con puntas de proyectil y

140
trampas; las representaciones de peces de agua dulce y de tortugas indican que la pesca era
también practicada, aunque no podamos afirmar si ésta se hacía con redes, nazas o cestos-
embudo, represas y con hierbas que podían atontar a los peces; en tanto que la recolección
incluía frutos silvestres, leña, hojas de nopal y de maguey, miel y otros productos.

En localidades costeras se han encontrado pesos de redes, representaciones de canoas


ahuecadas, vértebras y espinas de pescados que confirman esta actividad alimenticia; y
también hay evidencia de una recolección marina a base de mariscos, la cual se podía com­
binar con una recolección terrestre, un poco tierra adentro.

Así, los hombres dedicaban parte de su tiempo a la agricultura, caza y pesca; las muje­
res realizaban tareas agrícolas como la siembra y cosecha, la preparación de alimentos, el
cuidado de la casa y de los hijos, la recolección y otras faenas domésticas; a la vez que am­
bos sexos podían realizar ciertos oficios en sus tiempos libres, como la alfarería, la cestería,
la confección de petates y sombreros; o dedicarse la mujer al tejido de fibras vegetales, y el
hombre al tallado de la piedra y el hueso, de la madera y la concha, tratamiento de las
pieles, construcción de chozas o viviendas y graneros, tallado de la obsidiana y modelado
de figurillas, que en conjunto eran oficios complementarios a la producción de alimentos.

Ello implica que ya existía una divisón del trabajo por sexo y edad; que los grupos fami­
liares o unidades productivas, unidas por lazos de parentesco, se dedicaban a la obtención
o producción del alimento y de otros bienes necesarios a la supervivencia humana; que los
oficios conocidos podían ser tareas de ambos sexos, no constituyendo todavía artesanías de
tiempo completo; y que ya existían ciertos intercambios o trueques entre algunas personas
de la localidad con otras vecinas y lejanas a través de intermediarios, lo cual va mostrando
a la vez que se inicia cierta diferenciación social, basada en el prestigio.

En este sentido hay que recordar que en Tlatilco se han encontrado vasijas de caolín;
espejitos de hematita; cuentas y pendientes de piedras verdosas como la jadeita; mosaicos,
cuentas y placas de concha marina; artefactos de obsidiana; chapopote fósil; cristal de ro­
ca; turquesa; así como hule, algodón y cinabrio en polvo; o sea materias primas y productos
que indican distintos ambientes ecológicos o localidades regionales, obtenidos mediante los
intercambios de aquellos tiempos.

El algodón y el caolín podían venir de la tierra caliente de Morelos; el hule, el chapopo­


te y la concha marina de la Costa del Colfo; las piedras verdosas como cuarzos, serpentina
y jadeita de Guerrero; Ja hematita y el cinabrio del rumbo de Tepexpan; la obsidiana de la
región de Teotihuacan; el cristal de roca y el tecali de Puebla; o sea que existían relaciones
internas dentro del foco Oaxaca-Guerrero-Altiplano Central, y relaciones foráneas entre es­
te foco y el de la Costa del Golfo, lo mismo que un proceso inverso.

Y como conclusión puede decirse que en Tlatilco prevaleció una economía Subsisten­
cia! Aldeana, basada en la agricultura como procedimiento productivo, con complemento
de la caza, pesca, recolección e intercambios de ciertos productos y materias primas;
economía que permitía la existencia de una comunidad agrícola o rural, con familias unidas
por parentesco, constituyendo una unidad étnica y lingüística homogénea: la cual poseía la
tierra que se cultivaba comunalmente o que era de la colectividad y en la que lo producido
era distribuido equitativamente dentro de la sociedad aldeana, y en la que las herramientas
o artefactos de producción eran propiedad personal del individuo.

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