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PANDEMIA, CIVILIZACIÓN Y METAFÍSICA

Gustavo Flores Quelopana

Ex-Presidente de la Sociedad Peruana de Filosofia

En la presente pandemia muchos piensan que el debate debe girar en torno al


capitalismo y la pandemia. Pero con ello no advierten que la crisis es civilizatoria y
siembran falsas esperanzas en que eliminando el capitalismo se salva la civilización. Más,
la enfermedad es civilizatoria y el capitalismo es apenas una de sus gangrenas.

A cada época y civilización le corresponden sus propias epidemias y pandemias.


Bajo la actual pandemia del coronavirus la humanidad luce desconcertada tanto por su
origen como por sus consecuencias. Pululan hipótesis que tratan de explicar lo que nos
sucede planetariamente. Se han esgrimido desde oscuras causas ecológicas hasta infames
actos bioterroristas. En esas especulaciones incluso es posible pensar en un ataque de falsa
bandera de origen saudí para remecer las economías de Occidente y provocar la peor
recesión económica desde la Segunda Guerra Mundial. Aquí no trataremos de enumerarlas
ni de polemizar con ellas, sino simplemente de reflexionar sobre algunos puntos
controvertibles.

¿Si el virus covid-19 salió de un laboratorio biológico de China o de EEUU


entonces por qué se ensaña tanto con su población? Incluso lideres mundiales, como el
primer ministro británico Boris Johnson, han sido afectados. Sin embargo, el covid-19 ha
demostrado ser letal para ancianos y personas con enfermedades pre-existentes. O sea, que
perfeccionada por una mente maligna es el arma perfecta para implementar una eugenesia
virológica. Justo lo que se le imputa al siniestro Club Bilderberg, al Darpa y al Pentágono.
Existen indicios muy razonables para pensar que el coronavirus seria un arma biológica
usada por los EEUU contra su competidor comercial China. Nada demencial si recordamos
el ataque hacia Cuba con el dengue. En otras palabras, nuestra civilización tecnológica
representada por el imperio satanocratico de los EEUU no tiene la altura moral para
controlarse. Vivimos un claro signo se los tiempos de decadencia generalizada. Ello se
demuestra a través de la existencia de laboratorios militares para la guerra biológica. Esta
civilización ha extraviado por completo el sentido de la vida.

Por lo pronto no era un secreto para nadie que los países del Primer Mundo se
enfrentan a una inminente crisis para el pago de jubilaciones y demás cargas sociales. Así,
los intentos de elevar la edad de jubilación por el presidente francés Macron son un triste
ejemplo de ello. Todo haría pensar que para el capitalismo neoliberal imperante es el medio
adecuado para propinar el tiro de gracia al desvencijado capitalismo de bienestar. Pero lo
hace fuera de contexto político, dado que Trump representa un giro hacia un capitalismo
nacional y proteccionista –de dudosa duración-, que desmonta el capitalismo especulativo
del casino global. No obstante, esto es pisar las arenas movedizas de las morbosas teorias
conspiranoicas.

Por su parte, los países emergentes con sus precarios sistemas de salud y para evitar
las calamitosas cifras de muertos de los 13 mil en Italia y 11 mil de España, optaron por
draconianas medidas de cuarentena para contener la propagación de la enfermedad. La
consecuencia mas notoria ha sido mantener a raya la propagación letal de la enfermedad
pero también salió a la luz el alto índice de anomia. La dificultad para acatar y obedecer las
normas es fruto de la imperante injusticia social y de la desigual distribución de la riqueza
social. La pobreza genera perturbaciones psicológicas de origen social, Y la salud mental es
pobremente atendida en los países emergentes. Justamente ello ha salido a la luz con la
cuarentena en los países emergentes. Obviamente que también ha habido desobediencia
civil en los países del Primer Mundo. La sospecha de su incremento hizo que la venta de
armas a civiles se disparara en los EEUU a dos millones de unidades en tan solo una
semana.
La Universidad de Hamburgo indica que el coronavirus en dos meses causó 14 mil
victimas -en tres meses del 2020 ya van 70 mil muertos- mientras que el resfriado común
ocasionó 80 mil, la malaria 180 mil, el suicidio 160 mil, los accidentes de tráfico 193 mil,
el VIH 240 mil, el alcohol 358 mil, el fumar 716 mil, el cáncer 1 millón 177 mil muertes. O
sea la letalidad del coronavirus es muy inferior y sin embargo, la histeria colectiva cunde y
paraliza el planeta entero. Aunque ya van mas de 1 millón de infectados en todo el planeta.

¿Cómo se corresponde la presente pandemia con la nihilista y hedonista civilización


instrumental actual? Nuestro tiempo está profundamente enfermo de increencia,
escepticismo e irracionalismo. El antihumanismo y neobrutalismo impera por doquier.
Nuestra verdadera enfermedad es mas honda, es espiritual, pero tampoco se encuentra
exenta de su expresión material y corporal. Cada civilización con sus avances y retrocesos
provoca mutaciones virales desconocidas hasta que se manifiestan.

Hemos ido muy lejos en la trasformación material del planeta hasta el límite de
convertir el antropocenio en un antropocidio y ecocidio. Es más que probable que el covid-
19 sea resultado de una civilización tecnológica que ha llevado al paroxismo la voluntad de
poder. No respetar a la Naturaleza ni al Hombre mismo es un poderoso factor en el
debilitamiento del sentido moral, la desintegración del sentido de la vida y la potenciación
de nuevos virus. La pandemia del coronavirus sería el fracaso de la modernidad
subjetivista, egocéntrica y solipsista. No hay verdad extrahumana, sólo hay voluntad de
verdad en la descalabrada posmodernidad. El oscuro triunfo del para-mi y la renuncia-
olvido del ser es el fundamento metafísico sobre el cual giran los males de nuestro tiempo.

En ese sentido no se trata solamente que el modelo económico neoliberal está


llegando a su fin. No decimos que es el fin del capitalismo. Pero el mundo ya no puede
seguir siendo visto como un escaparate, ni la economía como un casino global. Tampoco se
trata solamente de un símbolo de la degradación de la naturaleza por la acción humana. Es
acuoso y de poco sirve señalar que ha llegado el momento de cambiar nuestros patrones
mentales si no somos conscientes de la jaula inmanentista que nos agobia. Pues hay algo
más grave que no se quiere ver aunque todos lo presienten. Y es que la civilización
tecnológica muestra signos inequívocos de colapso.

Es decir, se quiere salvar a una civilización en estado terminal. Lo cual es


comprensible aunque cuestionable. La eutanasia histórica tampoco es inevitable. Pero las
civilizaciones no son inmortales, deben morir, para dar paso a otros momentos de la
historia. Y la nuestra no es la excepción. China es el reverso de la moneda de EEUU. Por
ello no representa ninguna salvación. Mantiene incólume la misma lógica instrumental,
secularizada e inmanentista. Es por ello que la presente civilización finisecular no es capaz
de emprender ningún giro copernicano de sus bases metafisicas para salvarse. Está
encenegada en su charco sepulcral y se debe dejar espacio para sus exequias.

Pensar que la presente civilización no tiene salvación no equivale a asumir una


postura pesimista. Y no lo es porque tras el chubasco vendrá la aurora. Aurora que supone
transitar primero por la barbarie, tras lo cual emergerá una nueva cultura. La espiritualidad
de Occidente ha sido una aventura del ser. Su superación será la aventura por el Bien
Absoluto. Y es así porque en la Trascendencia no hay separación entre lo ontológico y lo
ético. Y todo ello se dará –sin exclusión de la verdad revelada- siempre y cuando la
enconada lucha geopolítica entre las potencias no concluya en un exterminio nuclear.

La pandemia no doblegará el estilo de vida de las grandes metrópolis que


despersonalizan al individuo y al mismo tiempo engendra un gran deseo de distinguirse.
Por el contrario, ahondará la indiferencia, hará la relación humana más superficial. El estilo
de vida de las grandes megalópolis, donde la libertad es muy grande y el conformismo muy
profundo, reducirá aún más el alma estrechandola en su existencia material. La presente
pandemia del covid sobreviene precisamente en la curva decadente de la vida moderna.La
pandemia no resucitará una vuelta a los valores. Al contrario, al extender la miseria
fortalece la esencia del dinero como negación de todo valor.
La civilización actual que destruye la naturaleza ha sido logocrática, al estar atenta a
lo objetivo ha descuidado lo subjetivo y lo cualitativo, lo no medible y calculable, y aunque
la razón científica en la presente fase neotécnica de nuestra civilización ya comenzó a girar
hacia lo no mecánico y a estar más atenta a lo cualitativo, orgánico y vital, sin embargo, la
hora histórica le queda demasiado corta, sobretodo porque las decisiones van más allá del
ámbito científico-técnico e involucra lo político. En este sentido, la civilización logocrática
deberá emprender velozmente su aproximación a criterios mitocráticos para sobrevivir. De
cualquier manera, si ahora no lo hace será esa la lección que le legue a la civilización
venidera, que sin duda será más religiosa y piadosa que la descreída y pragmática y anética
civilización actual.

La principal lección que nos deja esta pandemia es que lo decisivo no es el aumento
del poder técnico del hombre sobre la naturaleza sino en saber dominarlo. Las diversas
etapas del progreso técnico representan el aumento del poder del hombre sobre la
naturaleza. Ese poder humano ha crecido de modo incontenible como poder técnico basado
en la ciencia. Ha llegado a su pináculo en la Edad Moderna. Pero al mismo se ha
quebrantado la confianza en ella. Dicho poder se revela problemático, falso, amenazante,
destructivo y peligroso. Sentimiento que señala el final de una época y el comienzo de otra.
En la nueva época lo decisivo será no el aumento del poder sobre la naturaleza sino en
saber controlarlo y dominarlo.

03 Abril 2020
SANTACRUZ PACHACUTI: EL ESTADO JUSTICIA CONTRA EL ESTADO
PODER

Gustavo Flores Quelopana

Ex-Presidente de la Sociedad Peruana de Filosofia

Santa Cruz Pachacuti. El Estado-Justicia contra el Estado-Poder

Juan Santacruz Pachacuti fue un hombre que merece ser mucho más célebre de lo
que es en realidad. Era cacique collagua, o sea de sangre noble, venido a menos por la
Conquista y perdido en los vericuetos obscuros de la historia, pero por meterse a autor de
su famosa “Relación de antigüedades de ese reino del Perú” vence los siglos para renacer
como el fénix que se alimenta de los grandes ideales. Leer en primera instancia su obra
vuelve a uno más melancólico y pensativo. ¡Cuántas ilusiones, cuántos desengaños, cuánto
dolor por el pasado perdido, cuánto papel desperdiciado! Los doctos comentaristas lo
subestimaron. Este hombre universal del Renacimiento andino vagaba atónito en el
Seiscientos de hecatombe y de extirpación de idolatrías. Pero no deberían ser olvidados los
que han sido héroes del pensamiento en el sentido viquiano, todos los que desean y sueñan
con las cosas sublimes: la perfección moral, el descubrimiento de lo verdadero, la unión
con Dios y el imperio de la justicia.

El tema del Estado-Justicia contra el Estado-Poder sigue siendo tan candente en la


actualidad como lo fue hace 400 años en tiempos de Juan Santacruz Pachacuti, cuando
colisionaban dos orbes civilizatorios, a saber, el andino y el hispano. Los motivos han
cambiado pero el problema de fondo permanece: la injusticia social. En el ayer se trataba de
la desestructuración apocalíptica del mundo prehispánico por efecto de la Conquista y la
instauración del Virreinato del Perú, que dejó sin certezas a las mentes pensantes nativas
más preclaras.

Hoy se trata de una inimaginable desigualdad social, provocada por el repudiado


neoliberalismo globalizado encabezado por un puñado de hipermillonarios con soberanía
propia, aunado al fracaso de la mitigación y adaptación al cambio climático, fenómenos
meteorológicos extremos, grandes pérdidas de biodiversidad, crecimiento de la amenaza de
un conflicto nuclear, tensiones geopolíticas, abuso de nuevas tecnologías, colapso de
ecosistemas, crisis alimentarias y crisis del agua. O sea estamos al borde de una crisis
sistémica global ad-portas del Bicentenario de la Independencia del Perú, que no ha
resuelto la segmentación honda entre el Perú profundo y el país oficial. No es extraño,
entonces, que volver a pensar en la búsqueda de certezas como lo hizo Santacruz Pachacuti
vuelva a ponerse en la sobremesa.

Aquí se examina la estrategia intelectual del cronista indígena, sus ideales y


resultados. Y la hibridación sincrética que se constata en la civilización andina refleja la
savia palingenésica de una cultura que no ha muerto ni se ha extinguido, sino que ha
mezclado su savia espiritual con la cultura fáustica de Occidente, dejando la esperanza de
que después de la universal catástrofe de la decadencia civilizatoria del mundo presente
pueda servir de semilla para el renacimiento de una nueva Humanidad. El ideal de Justicia
en el Imperio Incaico no era idílico, fue recogido por los cronistas y sirvió de motivación
para el ideario utopista de los pensadores del Renacimiento europeo. Francis Bacon, Tomás
Moro y Tommaso de Campanella vibraron de emoción ante ella. La civilización
precolombina sucumbió pero de ella sobrevive dicho ideal que se hace perentorio en
nuestros días. El carácter ético del mismo se concilia con la perspectiva de la
contemplación y de la gratitud para comprender el problema de la justicia de Dios. No es
casualidad que Garcilaso, Guamán Poma y Santacruz hayan abordado el problema desde su
convicción cristiana.
Cuando Santacruz escribe su obra había pasado casi un siglo que Vitoria denunciaba
en 1534 el carácter injustificado de la guerra contra los peruanos por el grupo de
aventureros y salteadores encabezados por Pizarro. La condena de Vitoria impactó sobre las
cortes europeas que escandalizadas se hicieron eco de las atrocidades reveladas también
por el padre dominico Bartolomé de las Casas. En 1540 Las Casas se presenta ante el
emperador Carlos V para dar su informe. En su controversia con Sepúlveda en Valladolid
en 1550 puso énfasis en que no era una guerra cristiana ni justa. El debate abría las puertas
al tema de los Derechos humanos. Nuestro cronista es un adelantado en dicho tema y
debate. Pero también es un buceador de soluciones profundas. Ya las guerras de liberación
inca habían fracasado. La primera, de 1531-1534, y la segunda de 1536 a 1572 colapsan
con la ejecución de Túpac Amaru II. De ahí que nuestro cacique collagua busque una
solución negociadora ético religiosa en la forma, pero política en su contenido. Detener el
abuso, la tiranía y la crueldad del invasor ibérico y lograr la cohesión de las huestes
peruleras mediante la nueva religión. No sabía que poderosos curacas regionales habían
firmado pactos con el agresor ibérico. Pero el ideal del estado justicia contra el estado poder
permanecería incólume a través de los siglos.

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