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Por lo pronto no era un secreto para nadie que los países del Primer Mundo se
enfrentan a una inminente crisis para el pago de jubilaciones y demás cargas sociales. Así,
los intentos de elevar la edad de jubilación por el presidente francés Macron son un triste
ejemplo de ello. Todo haría pensar que para el capitalismo neoliberal imperante es el medio
adecuado para propinar el tiro de gracia al desvencijado capitalismo de bienestar. Pero lo
hace fuera de contexto político, dado que Trump representa un giro hacia un capitalismo
nacional y proteccionista –de dudosa duración-, que desmonta el capitalismo especulativo
del casino global. No obstante, esto es pisar las arenas movedizas de las morbosas teorias
conspiranoicas.
Por su parte, los países emergentes con sus precarios sistemas de salud y para evitar
las calamitosas cifras de muertos de los 13 mil en Italia y 11 mil de España, optaron por
draconianas medidas de cuarentena para contener la propagación de la enfermedad. La
consecuencia mas notoria ha sido mantener a raya la propagación letal de la enfermedad
pero también salió a la luz el alto índice de anomia. La dificultad para acatar y obedecer las
normas es fruto de la imperante injusticia social y de la desigual distribución de la riqueza
social. La pobreza genera perturbaciones psicológicas de origen social, Y la salud mental es
pobremente atendida en los países emergentes. Justamente ello ha salido a la luz con la
cuarentena en los países emergentes. Obviamente que también ha habido desobediencia
civil en los países del Primer Mundo. La sospecha de su incremento hizo que la venta de
armas a civiles se disparara en los EEUU a dos millones de unidades en tan solo una
semana.
La Universidad de Hamburgo indica que el coronavirus en dos meses causó 14 mil
victimas -en tres meses del 2020 ya van 70 mil muertos- mientras que el resfriado común
ocasionó 80 mil, la malaria 180 mil, el suicidio 160 mil, los accidentes de tráfico 193 mil,
el VIH 240 mil, el alcohol 358 mil, el fumar 716 mil, el cáncer 1 millón 177 mil muertes. O
sea la letalidad del coronavirus es muy inferior y sin embargo, la histeria colectiva cunde y
paraliza el planeta entero. Aunque ya van mas de 1 millón de infectados en todo el planeta.
Hemos ido muy lejos en la trasformación material del planeta hasta el límite de
convertir el antropocenio en un antropocidio y ecocidio. Es más que probable que el covid-
19 sea resultado de una civilización tecnológica que ha llevado al paroxismo la voluntad de
poder. No respetar a la Naturaleza ni al Hombre mismo es un poderoso factor en el
debilitamiento del sentido moral, la desintegración del sentido de la vida y la potenciación
de nuevos virus. La pandemia del coronavirus sería el fracaso de la modernidad
subjetivista, egocéntrica y solipsista. No hay verdad extrahumana, sólo hay voluntad de
verdad en la descalabrada posmodernidad. El oscuro triunfo del para-mi y la renuncia-
olvido del ser es el fundamento metafísico sobre el cual giran los males de nuestro tiempo.
La principal lección que nos deja esta pandemia es que lo decisivo no es el aumento
del poder técnico del hombre sobre la naturaleza sino en saber dominarlo. Las diversas
etapas del progreso técnico representan el aumento del poder del hombre sobre la
naturaleza. Ese poder humano ha crecido de modo incontenible como poder técnico basado
en la ciencia. Ha llegado a su pináculo en la Edad Moderna. Pero al mismo se ha
quebrantado la confianza en ella. Dicho poder se revela problemático, falso, amenazante,
destructivo y peligroso. Sentimiento que señala el final de una época y el comienzo de otra.
En la nueva época lo decisivo será no el aumento del poder sobre la naturaleza sino en
saber controlarlo y dominarlo.
03 Abril 2020
SANTACRUZ PACHACUTI: EL ESTADO JUSTICIA CONTRA EL ESTADO
PODER
Juan Santacruz Pachacuti fue un hombre que merece ser mucho más célebre de lo
que es en realidad. Era cacique collagua, o sea de sangre noble, venido a menos por la
Conquista y perdido en los vericuetos obscuros de la historia, pero por meterse a autor de
su famosa “Relación de antigüedades de ese reino del Perú” vence los siglos para renacer
como el fénix que se alimenta de los grandes ideales. Leer en primera instancia su obra
vuelve a uno más melancólico y pensativo. ¡Cuántas ilusiones, cuántos desengaños, cuánto
dolor por el pasado perdido, cuánto papel desperdiciado! Los doctos comentaristas lo
subestimaron. Este hombre universal del Renacimiento andino vagaba atónito en el
Seiscientos de hecatombe y de extirpación de idolatrías. Pero no deberían ser olvidados los
que han sido héroes del pensamiento en el sentido viquiano, todos los que desean y sueñan
con las cosas sublimes: la perfección moral, el descubrimiento de lo verdadero, la unión
con Dios y el imperio de la justicia.