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JESÚS DE NAZARET.
RASGOS ESPECÍFICOS DE SU PEDAGOGÍA
A LA LUZ DE LA LITERATURA RABÍNICA
FRANCISCO VARO
1. Procuramos con esto que nuestro estudio pueda servir como punto de
reflexión para los temas específicos que se tratarán en el próximo Sínodo de
los Obispos, que no pretende abordar directamente la doctrina del sacerdocio
ministerial -que, aunque está en la base de toda formación sacerdotal, ya
fue estudiada en el Sínodo de 1971- sino que intenta centrarse en los aspec-
tos concretos relativos a la formación (Cfr. Lineamenta, n. 7).
2. En los últimos años han proliferado los estudios acerca de Jesús y su vida
desde el punto de vista del judaísmo. Hay dos libros que son puntos de refe-
rencia obligada sobre el tema, nos referimos a G. VERMES, Jesus and the World
01 Judaism (Philadelphia, 1984) y E.P. SANDERS, Jesus and Judaism (Philadel-
phia, 1985). Muchos de estos estudios han sido realizados por judíos que rei-
vindican de algún modo la figura rabínica de Jesús. Como introducción a es-
tas tendencias en la investigación puede ayudar el artículo de P. LAPIDE, Je-
sus aus jüdischer Sicht en «Der Evangelische Erzieher» 39,1 (1987) 37-46 en
el que se trata acerca de las opiniones sobre Jesús de varios escritores judíos
del siglo XX: J. Klausner, L. Baeck, S. Schalom, F. Andermann, A. Schwarz-
Barth, A. Kabat, D. Flusser y M. Buber. Sobre el tema del judaísmo de Jesús
también puede verse J. IMBACH, A chi appartiene GesU? L 'uomo di Nazaret
nell'ebraismo contemporaneo en «Miscellanea Francescana» 88 (1988) 265-276,
Y también G. VERMES, Jesus the Jew: Christian and Jewish Reactions en «To-
ronto Journal of Theology» 41 (1988) 112-123. Dentro de esta línea, pero con
un enfoque distinto -criticando estos estudios judíos-, puede consultarse D.A.
HAGNER, The Jewish Reclamation 01 Jesus. An Analisis and Critique 01 Mo-
dero Jewish Study 01 Jesus (Grand Rapids, 1984). Un status quaestionis acerca
de los estudios sobre el Nuevo Testamento a la luz de la cultura judía puede
encontrase en M. McNAMARA, Some Issues and Recent Writings on Judaism
and the New Testament en «Irish Biblical Studies» 9;3 (1987) 131-150.
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16. Cfr. A. BÜCHLER, Learning and Teaching in the Open Air in Palesti·
ne en «The Jewish Quarterly Review» 4 (1913/14) 485-491. Este autor aduce
numerosos textos que lo demuestran. Constata, por ejemplo, que R. Y ojanán
ben Zakkay aprendió en Jerusalén a la sombra de los muros del Templo (Pe·
sajim 26a), y que cuatro de los discípulos de R. Joshua ben Jananiah se sen-
taban a la puerta de la casa del maestro para discutir algunas cuestiones (To·
sefta, Berakot 4,18).
17. Talmud de Babilonia, Ketubot 62b.
18. HOFFMANN (ed.), Midrash Tannaim, 262.
19. Cfr. S. SAFRAI, Education and the Study o[ the Torah en S. SAFRAI-
M. STERN, The Jewish People in the First Century (Assen, 1976), 965.
20. Los oyentes se sentaban en el suelo a los pies de los maestros.
21. Tratado Abot 1,4. C. DEL VALLE (trad.), La Misna (Madrid, 1981)
790.
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22. Pirqé Rabbí Eliezer 1,2. M. PÉREZ FERNÁNDEZ (ed.), Los capítulos de
Rabbí Eliezer (Valencia, 1984) 59.
23. Cfr. K.H. RENGSTORF, Didáskalos en ThWNT 11,156.
24. Tosefta, Negaim 8,2.
25. Talmud de Babilonia, Ketubot 63a.
26. Tosejta, Pesajim 1,27.
27. Tosejta, Jagigah 2,1.
28. Talmud de Babilonia, Ketubot 96a.
29. Talmud de Babilonia, Qidushim 33b.
30. Talmud de Babilonia, Ketubot 63a.
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baba de lavar los pies a su hijo recién regresado al hogar, pero los
rabinos se lo impidieron porque veían en ello una transgresión del
cuarto mandamiento; en cambio, su hijo pensaba que al impedírse-
lo es cuando se estaba transgrediendo el precepto, pues consideraba
que si la dejaba hacer lo que quería le concedería con eso un gran
honor 3!.
Por lo que respecta al sistema de enseñanza, ésta era oral. El
sabio dirigía la lección, y los discípulos le iban haciendo pregun-
tas. En las lecciones se procuraba fomentar la participación. La
Misnah recoge algún ejemplo de cómo se desarrollaban las clases:
«[El maestro] les decía: salid y ved cuál es el camino recto
al cual debe abrirse el hombre. R. Eliezer decía: el ojo bueno 32.
R. Josué decía: el compañero bueno. R. Yosé decía: el que prevé
el futuro. R. Eleazar decía: el corazón bueno. Les decía: apruebo
las palabras de Elazar, hijo de Araj, porque en sus palabras están
contenidas las vuestras. Les decía: salid y ved cuál es el camino
malo del que se ha de alejar el hombre. R. Eliezer decía: el ojo
malo. R. Josué decía: el compañero malo. R. Yosé decía: el vecino
malo. R. Simón decía: el que recibe prestado y no paga. El que
recibe prestado de un hombre es como si lo recibiera de Dios, ya
que está escrito: 'el impío recibe prestado, pero no devuelve, pero
el justo es caritativo y da' (Sal 37,21). R. Elazar decía: el corazón
malo. Les decía: apruebo las palabras de Elazar ben Araj, ya que
en sus palabras se contienen las vuestras» 33.
El procedimiento normal era la discusión. Cada uno exponía
sus opiniones o las opiniones de otros famosos maestros, y las
ponderaban guiados por la sabiduría del maestro que, finalm~nte,
decía cuál era la solución que consideraba más aceptable.
Para cerrar esta breve perspectiva acerca de la educación ju-
día en el siglo 1 d.C. nos parece oportuno hacer referencia a una
institución que, aunque de suyo es independiente del proceso edu-
cativo seguido por los grandes maestros, tenía un notable impacto
en el pueblo antes del año 70. Nos referimos a los grupos fariseos
o ¡aburot, en los que se reunían los que querían vivir con toda
39. H. FALF, jesus the Phansee (New York, 1985) piensa que Jesús recibió
una formación farisea en la escuela de Hillel. Sin embargo sus argumentos
no logran demostrar nada; simplemente sirven para constatar una cierta simi-
litud entre algunos contenidos de la enseñanza de Jesús y la de Hillel.
40. Cfr. B.J. LEE, The Calilean jewishness o[ jesus (New York, 1988) 127.
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del cielo sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde recli-
nar su cabeza. Otro de sus discípulos le dijo: Señor, permÍteme ir
primero a enterrar a mi padre. Jesús le respondi6: SÍgueme y deja
a los muertos enterrar a sus muertos» (Mt 8,18-22). Y en otra oca-
si6n: «Quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es
digno de mí; y quien ama a su hijo o a su hija más que a mí,
no es digno de mí» (Mt 10,37). Un grupo de seguidores con tales
exigencias no era habitual alrededor de un maestro. A la gente les
parecería más bien una jaburah, aunque un tanto per.uliar: su obje-
tivo no era el aprendizaje y práctica de unas normas de pureza ri-
tual, sino de unas actitudes de pureza interior. Por eso el compor-
tamiento de Jesús y sus discípulos causa el escándalo· de los
fariseos miembros de otras jaburot que tal vez, al principio, los ha-
bían considerado como un grupo más de ellos. Los recaudadores
de impuestos, por ejemplo, estaban explícitamente excluÍdos del
trato por parte de los miembros de esas asociaciones 54; por eso a
los fariseos les resulta tan chocante que Jesús y sus discípulos co-
man en casa de Mateo 55. También les llama la atenci6n particu-
larmente el que no se laven las manos antes de comer 56.
Anteriormente, al hablar de las normas habituales de convi-
vencia entre un maestro y sus discípulos, hicimos notar algunas de
las consecuencias que tenía en el trato ordinario el altísimo respeto
que tenían éstos hacia aquél. En ese contexto es muy significativo
el nuevo tono que impone Jesús con su ejemplo. Convive día a
día con los Ap6stoles, come habitualmente con ellos, y su actitud
de servicio llega hasta manifestaciones que les causaron un hondo
impacto: «Jesús se levant6 de la cena, se quit6 el manto, tom6 una
toalla y se la ciñ6. Después ech6 agua en una jofaina y empez6
a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que
se había ceñido» Qn 13,4-5). Ejemplo que él mismo explicaría a
continuaci6n: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Voso-
tros me llamáis el Maestro y el Señor, y decís bien porque lo soy.
Pues si yo, que soy el Señor y el Maestro os he lavado los pies,
vosotros también os debéis lavar los pies unos a otros>? n a
13,12-14).
54. Cfr. B.J. LEE, The Calilean jewishness 01 jesus (New York, 1988) 100.
SS. Cfr. Mt 9,10-11; Me 2,15-16; Le 5,29-30.
56. Cfr. Mt 15,1-2; Me 7,1-5; véase también Le 11,37-40.
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