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El Signo
El Signo
Acaso, la levísima puntada, el dolor de cabeza incipiente. Desde otro lugar, una
Miró, sin mayor esperanza, el desordenado escritorio y el teléfono mudo. Vio una
carta sin abrir, vio unas cuartillas desperdigadas, a medio llenar con su escritura irregular y
vacilante, vio un cenicero desbordado de colillas, vio una pluma fuente (que no utilizaba
jamás) vio un encendedor azul, vio la fotografía de un rostro preciso, vio un diccionario
descuadernado, vio una libreta de teléfonos, vio un reloj detenido en las nueve y cinco, vio
Como una opresión, lo abrumó la certeza de que todos esos objetos eran, de algún
Pensó que el universo no era sino una inepta acumulación de objetos prescindibles,
en el que no cabía justificación alguna. Pensó que su propia existencia no era mas lógica, ni
mas necesaria, que la de aquellas cosas; como la obra de un pintor inhábil, que
restallantes de unos muslos y de unas caderas, esas manos que desde la oscuridad de un
El lápiz inútil rueda de los dedos. Justo en medio de la hoja de papel ha aparecido el
Un instante para cerrar los ojos, menos de un instante para volverlos a abrir. Lo
apresuró el sordo golpe que había sonado muy cerca de su cabeza, un “plop” blando y
repulsivo, seguido de algo que quizás fue un chillido agudo y breve, y también (pero esto
Al volverse y mirar no entendió que era ese círculo escarlata en el cristal sucio de la
Fue preciso que abriera la ventana y se reclinara sobre el antepecho para que pudiera
descubrir la lave. Allí, sobre la estrecha cornisa, a poco mas de un metro de distancia, yacía
un pájaro de plumaje negroazulado, aún sacudido por las últimas conmociones de una
agonía aparatosa. El choque contra el vidrio le había dejado la cabeza casi aplastada, pero
no era tan difícil advertir las largas agujas de acero con las que alguien le había vaciado los
ojos.