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É t ic a d e lo r e a l
K a n t , L acan
© 2 0 0 0 by Verso Books
London, United Kingdom
I n t r o d u c c i ó n ....................................................................................................... 17
1. La p a to lo g ía (-m o r a l) de la v id a d i a r i a ......................................... 23
3. La m e n t i r a ................................................................................................. 59
Kant y el ‘d erech o a m entir’ ............................................................................ 59
Lo incond icion al .................................................................................................. 69
La tram pa s a d e a n a .............................................................................................. 74
5. Bien y m a l .................................................................................................. 95
La fantasía d entro de los lím ites de la mera r a z ó n ............................... 95
La lógica del s u ic id io .......................................................................................... 99
G rados de m a l ....................................................................................................... 102
Cual ángeles, cual d ia b lo s ............................................................................... 106
El acto co m o ‘su b jelivación sin su jeto ’ ......................................................... 113
6 . El a c to y el m a l e n la l i t e r a t u r a .......................................................... 121
El caso de V a lm o n l.............................................................................................. 122
El caso de Don J u a n ........................................................................................... 136
9 . P o r lo t a n t o ..................................................................................................... 259
Prólogo
¿Por qué vale la pena luchar por Kant?
Slavoj Zizek
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A Icnka Zupancic
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A lcnka Zupancic
J J o n Elster, The C em ent o f S ociety: A Study o f S ocial O rder, Nueva York y Cam bridge:
C am bridge University P ress, 1 9 8 9 , p. 150.
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E tica de lo real
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A lenka Zupancic
película que A lenka Z upanciá odia con fu ror!). En esia escen a, filmada
co n un patetism o m ín im o , la madre bosnia, sum ida en lágrim as, renun
cia a su am ada h ija: firm a los papeles que dan la cu stod ia com p leta de
su hija al periodista inglés que desea ad optarla. El acto su p rem o de am or
m aternal se identifica aquí p recisam ente co m o el gesto b rech tian o de
renuncia al v ín cu lo m a te rn o , de re co n o cer q ue, en el có m o d o entorno
inglés, su hija vivirá m u ch o m ejor q ue en una Bosnia dividida por la
guerra. Cuando ve el vid eo en el que su h ija ju e g a con otros n iñ os en un
ja rd ín inglés en tien d e de inm ediato que es feliz en Inglaterra. Cuando,
durante la últim a con v ersación telefó n ica, su hija en un p rincip io in
clu so finge ya no e n te n d e r bosnio, la m adre, por decirlo así, entiend e el
m e n sa je ... Esa escen a tam bién se leería co m o un co m en tario crítico so
b re el enfoque h u m an itario occid ental que revela su am bigü ed ad ética:
da un giro d iferente a la narración sim ple de un buen periodista inglés
que sólo desea salvar a una niña bosnia de su país dividido p o r la guerra,
en una lucha co n tra terroristas serbios y tam bién con tra la burocracia
estatal bosnia para la cual la evacuación de n iñ os significa la rendición
y la traición (es d ecir, h acer el trabajo de purga étnica por los serbios).
C o n su giro final, la película se conv ierte en un com en tario crítico re
flexivo sobre la in te n ció n que tenía hasta ese m om en to: una historia
hum anitaria sobre un periodista que cu m p le con su d eber ético al salvar
a una persona (u na n iñ a) del infierno de la guerra bosnia. De cierta m a
nera, el oficial b o sn io q ue sostiene que la evacu ación es una rendición
tenía razón: tales acto s hu m anitarios sólo agregan, en últim a instancia,
h u m illación al d añ o , al privar a los b o sn io s de su p ro le ... E n ton ces, en
la confrontació n final en tre el periodista y la m adre, es la m adre quien
realiza el gesto é tico en lugar del period ista, cu yo co m p o rta m ien to muy
hu m anitario y co m p ro m etid o no es, en últim a instancia, ético .
Baste esto para in d icar cóm o el libro de A lenka Z upancic no es sólo
un verdadero aco n tecim ien to filosófico, sin o tam bién una intervención
cru cial en los d ebates é tico -p o lítico s de la actualidad. ¿D ebe con clu irse,
en to n ces, que sien to un inm enso respeto y adm iración por el libro de
A lenka? En ab so lu to: una actitud de ad m iració n tal siem pre presupone
u n a posición de superiorid ad con respecto al autor. Me co n sid ero capaz
d e mirar al autor d esd e arriba y, con b en ev o len cia, hacer un ju ic io favo
rable sobre la calid ad de su trabajo. Para un colega filósofo, la ún ica se-
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E tica de lo real
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Introducción
* Hay una gran can tid ad de pasajes de la o b ra de Freud que exp resan esa idea. En “El Yo
y el Ello", p o r eje m p lo , encontram os: lal c o m o el niñ o en un m o m en to estaba som etido
a la com p ulsión de o b ed ecer a sus padres, el yo se som ete al im perativo categórico de su
sup eryó’. On M etap sy ch olog y, H arm ondsw orth: Penguin 1 9 5 5 (T h e Pelican Freud Library'
vol. 1 1 ), pág. 3 8 9 .
11‘En todos los tiem pos la gente ha concedido cl mayor valor a la ética, com o si esperara que
en particular produjera resultados de especial importancia. Y de hecho se encarga de un tema
que con facilidad se puede reconocer com o el m is delicado de toda civilización. Por ende, la
ética debe considerarse un intento terapéutico - u n interno de lograr, por medio de una orden
del superyó, algo que hasta ahora no se ha logrado por medio de cualquier otra actividad
cultural’. Sigmund Freud, 'Civilization and lis Discontents' en Civilization, Society and Religion,
Harmondsworth: Penguin, 1987 (The Pelican Freud Library, vol. 12), pág. 3 3 6 .
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A lcnk a Zupancic
’ Jacq u es Lacan, The Four Fundam ental Concepts o f Psycho-Analysts, Harmondsworth: Penguin
1 9 8 7 11979), pág. 276.
* Ver Slavoj ¿i2ek, The Indivisible Remainder: An Essay on Schelling and Related M atters, Londres
y Nueva York: Verso 1996, pág. 173.
7 Lacan, The Four Fundam ental Concepts o j Psycho-Analysis, pâg. 275.
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A lenka Zupancic
psicoanálisis). El que ‘la ley m oral’, exam inad a co n más d eten im ien to,
sea sólo deseo en su estad o m ás puro es una afirm ación que, de haberse
realizado en el Seminario VII, habría tenido el valor de un cu m p lid o . A
las claras, ya no es así cu a n d o se la pron uncia en el Seminario XI. Sin
em barg o, aunque el Lacan p osterior sostenga que ‘el deseo del analista
no es un deseo puro’, eso no significa que el d eseo del analista sea pa
to lógico (en el sentid o kan tian o de la palabra), ni que la cu estión del
deseo haya perdido su p ertin en cia. Para d ecirlo de m anera sim p le, no es
tanto que la cu estión del d eseo pierda su lugar cen tral com o que d eje de
consid erársela el extrem o del análisis. Desde la perspectiva posterior, el
análisis term ina en otra d im en sió n , la de la pu lsión. Por lo tanto (co m o
lo afirm a la observación q u e conclu y e el S em in a rio X I), antes de q u e esta
d im ensión se abra al su je to , prim ero debe alcanzar y luego atravesar ‘el
lím ite dentro del cu al, c o m o d eseo, está ce ñ id o ’.9
C o m o resultado de e llo , podem os establecer un esquem a prelim inar
para orien tarn o s en el difícil terreno de la d iscu sión de la ética de Lacan.
La ética tradicional (d esd e A ristóteles hasta B en lh am ) siguió p erm an e
cien d o de este lado del d eseo (‘la m oralidad del poder, del servicio de
los b ien es, es de la sig u ien te m anera: en lo que a los deseos respecta,
que regresen más tarde. H azlos esperar’) . 10 Kant fue quien in tro d u jo la
d im ensión del deseo en la ética y la llevó a su ‘estado puro’. Este paso,
cru cial com o fuera, n ecesita sin em bargo otro paso ‘co m p lem en ta rio ’
que Kant (al m enos segú n Lacan) no dio: el paso que lleva más allá del
deseo y de su lógica hacia el reino de la pu lsión. Por lo tanto, ‘después
de la cartografía del su jeto en relación con el a |el o b je to de deseo|, la
exp erien cia de la fantasía fundam ental se co n v ierte en la p u ls ió n '."
En lo que a la interrogación de la ética por parte de Lacan respecta,
Kant es su punto de referencia filosófica más im portante. La otra referen
cia de Lacan en este asp ecto (y en eso bastante d iferente) es la tragedia.
E stos dos puntos de referencia son los tem as básicos de este libro
que (m ed ian te una lectu ra de Kant, Lacan y varias obras literarias) busca
d elinear los con torn o s de lo que m e gustaría llam ar la 'ética de lo Real’.
s Lacan, The Four Fundamental C oncepts o f Psycho-Analysis, pág. 276 . Traducción modificada.
" ’ Lacan. V ie Ethics o f Psycho-Analysis, pág. 3 15 .
" Lacan, The Four Fundamental C oncepts o f Psycho-Analysis, p ig . 273.
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11 Kanl wiih Sadc’, O clobcr 51 (invierno 1 989), Cambridge, MA: MIT Press, pág. 68.
21
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1
La patología (-moral) de la vida diaria
11 Im m an uel Kant, Critique o f P ractical Reason, N ueva York: M acm illan, 1 9 9 3 11 9 5 6 1 , pág.
92
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A lcnk a Z u p an cic
Sin em bargo, debe rem arcarse que la ética kantiana no es sólo una
ética de ascetism o, de ren ù n cia a todos los placeres por principio. No
d eb eríam os dejar que el pasaje precedente n o s lleve a co n clu ir q u e al
su jeto é tico no se le perm itirá exigir para sí 'co m od id ad ' o ‘b ien ’ alguno.
La verdadera paradoja se en cu en tra en otro lado: en un 'en cu en tro no
co n c reta d o ’ determ inado estru ctu ralm ente en tre el principio de placer
y la d im en sión de lo é lico . No es que el placer esté prohibido al su jeto
ético sin o , por el co n trario , que pierde su p o d er atractivo para d ich o
su jeto . Está disponible y es a ccesib le, sólo q u e ya no es deseable. A de
m ás, p od em os incluso en co n tra r una nota de in centivo en esta idea en
ap ariencia som bría: no n ecesitam o s tener m ied o de que ingresar en el
reino de lo ético exija que sacrifiqu em os to d o s los placeres que tanto
ap reciam os, dado que eso n o se experim en tará co m o una pérdida o un
sacrificio - n o serem os la m ism a persona de an tes, no tend rem os nada
de q ué arrep entim os.
Un encuentro no con cretad o tal entre el p rin cip io de placer y lo élico
se parece m ucho al encuen tro definitivo no con cretad o del amor, d escrito
tan d irectam ente en Un a m o r ele S w an n de M arcel Proust. Allí, el héroe
está desesperadam ente enam orado de O d ette, q u e ya no lo ama. En su
terrible sufrim iento, prim ero cree que lo que en realidad desea es d ejar
de estar enam orado de ella, para escapar a su sufrim iento. Pero luego,
d espu és de analizar con m ás cuidado sus sen tim ien tos, se da cu en ta de
que no es así. En lugar de eso quiere que su su frim ien to Lermine m ien tras
él mismo sigue en am orad o , porque su exp erien cia del placer del am or de
pende de esta última con d ició n . El problem a es q u e, a pesar de saber que
su su frim iento term inaría si dejara de estar enam orad o de O d ette, si se
‘cu rara’ de su am or por ella, eso es lo que m enos desea que suceda, dado
que ‘en las profundidades de su m orbosa co n d ició n no temía a la m uerte
m ism a más que a una recuperación tal, lo cual en realidad se asem ejaría
a la m uerte de todo lo que ahora era’. H En otras palabras, curado de su
co n d ició n ya no sería el m ism o sujeto, por lo cual ya no encontraría ni
placer en el am or de O d ette ni dolor en su indiferencia e infidelidad.
Esa situación descrita p o r Proust nos perm ite definir con más cla ri
dad la relación entre las n o cio n es kantianas de lo ‘patológico’ y lo é lico .
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Écica de lo real
25
A lcnka Z upancic
Ib id ., pág. 23 .
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Ética de Io real
17 Im m anuel Kant, Religion W ithin the Limits o f R eason Alone, Nueva York: H arper
T o rch bo o ks, I 9 6 0 , págs. 4 2 -3 .
Por ejem p lo : "las fronteras representadas por 'com enzar.d csd c cero', ex nihilo, es, com o
indiqué al com ienzo de m is co m e n tario s este año, el lugar don de por necesidad se sitúa
un p en sam ien to estrictam en te ateo. El pensam iento estrictam en te ateo no ad op ta otra
perspectiva q ue la del 'crea cio n ism o ’". Jacq u es Lacan, T he Ethics o f P sychoan alysis, Lon
dres: R outledge, 1 9 9 2 , págs. 2 6 0 - 6 1 .
|g Por su p u esto , es necesario d istin g u ir aqui entre este ‘su icid io sim b ó lico’ y el su icid io
en la realidad:
este acto de suicidio sim bólico, esta retirada de la realidad sim bólica debe oponerse
estrictam ente al suicidio 'en la realidad'. El último sigue atrapado en la red de la
com unicación simbólica: al matarse, el sujeto intenta enviar un mensaje al Otro, es
decir, es un acto que funciona como un reconocimiento de culpa, una advertencia
aleccionadora, un llamado p atético ... mientras que el suicidio simbólico apunta a
excluir al sujeto del circuito imersubjetivo mismo. (Slavoj 2izek, Enjoy Your S ym p
tom!, Londres y Nueva York: Routledge, 1992, págs. 4 3 -4 ).
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Alcnka Z u pan cic
pues de tal acto , el su jeto ya no será el m ism o de antes. Puede ‘ren acer’,
pero sólo co m o sujeto nuevo.
Por e n d e, Kant con clu y e, si la expresión ‘facultad superior de d esear’
va a ten er algún sentido en ab so lu to, se la puede utilizar sólo para in d i
car el h ech o de que la razón pura en sí m ism a ya es práctica. La facultad
superior de desear, en to n ce s, se refiere a la voluntad del sujeto lal co m o
está determ inad a por el ‘deseo puro', un deseo que no apunta a c u a l
quier o b je to particular sin o , por el contrario, al acto m ism o de desear
- s e refiere a la facultad de d esear com o a priori.
A eslas alturas nos e n co n tra m o s con el n otorio par conceptual k a n
tiano: forma/ con ten id o, forma/ materia o forma/ o b je to . Con frecu encia
se ha atacad o este acop lam ien to y le ha representado a la ética kantiana
la desaprobadora calificación de ‘mero form alism o'. Con frecuencia la
acu sación de form alism o se con trap on e con el im perativo categórico (en
la m edida en que abstrae del con tenid o del d eb er). Pero igualm ente, la
form ulación de Kant del im perativo categórico d ep en d e de otra d istin
ción , in clu so más fundam ental: la d istinción en tre a ccion es que se reali
zan sólo de acuerdo con el d eb e r [acciones pß ich m ässig ] y accion es que
se realizan exclusivam ente p o r d eber [ñus Pßicht\. Esta, por supuesto, es
la fam osa d istinción en tre la legalidad y la m oralidad o el carácter ético
de una acción . Kanl exp lica esta distinción de la siguiente m anera: ‘la
mera conform id ad o no conform id ad de una a c ció n con la ley, más allá
de su incentivo ¡T riebfed er], se llama leg alid ad (legitim idad ); pero esa
conform id ad en la cual la Idea de deber que surge de la ley es tam bién el
incentivo para la acción se d en om in a m oralid ad '.20
P od ríam os decir que la d im ensión ética de una acción es ‘super
num eraria’ al par con cep tu al legal/ilegal. Esto a su vez sugiere una c o
nexión estructural con la n o ció n lacaniana de lo Real. C om o ha o b ser
vado Alain B adiou,21 Lacan co n cib e lo real de u n a m anera que lo saca
de la lógica de las alternativas en apariencia m u tu am en te exclusivas de
lo cog n o scib le y lo in cog n o scib le. Lo in cog n o scible es sólo un tipo de lo
co g n o scib le, es el lím ite o caso degenerado de lo co g n o scib le, m ientras
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Écica tic lo real
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Alenka Z u p an cic
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Écica de lo real
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Alenka Z u p an cic
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Ética de lo real
" Jacques L acan , T he Seminar, Book XX: On Fem inine Sexuality. T he Limits o f Love and
K m m lcdge, N ueva York y Londres: W W N orton, 1 9 9 8 , pág. 126 .
' ’ Kam, C ritiqu e o f Practical R eason , pág. 2 9 .
35
2
El sujeto de la libertad
Podría decirse, sin violentar d em asiad o la lógica del tex to de Kant, que
el sujeto de la razón práctica es, desde el com ienzo m ism o , un sujeto d i
vidido. Jacq u es-A lain M iller indica que esa división im p lica una elección
donde, por un lado, en con tram os la vida del placer, el am o r a la vida, del
bienestar, tod o lo que pertenece al orden del pathos o la patología m is
ma, al orden de lo que podem os sen tir; y, por el otro lad o, el bien moral
opuesto al bienestar, con las ob lig acion es que supone y es susceptible de
suponer, es decir, la negación de todo pathos.21 'N e g a ció n ’ no es, quizá,
la palabra m ás apropiada para d escrib ir lo que está e n ju e g o en esta divi
sión subjetiva, dado que no estam os tratando con algo ni rem otam ente
parecido al ascetism o. Kant nos d ice:
J , Jacques-A lain M iller, 1 , 2 , 3, H (sem in ario inéd ito), clase del 12 de d iciem bre de 19 8 4 .
n Im m anuel Kuril, Criliqtid o j Practical Reason, Nueva York: M acm illan, 1 9 9 3 [ 1 9 5 6 ], pág.
97 .
lh Miller, I, 2, 3, 4 , clase del 12 de d iciem b re de 1984.
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Alenka Z upancic
da, sino la libertad o autonom ía. Esto a su vez nos lleva a la siguiente
con clu sión provisional: la división característica del su jeto de la razón
práctica será la división entre el su jeto patológico y el su jeto dividido.
Regresarem os a este pu nto más adelante. Por ahora, exam in em os cóm o
se articula esta d iv isión subjetiva en los texto s de Kant.
¿Q ué libertad?
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É tica de lo real
tica se basa en el recon o cim iento, por parte de Kant, del h ech o de que
nuestras in clin acion es y nuestras con v iccio n es más profundas son radi
calm ente patológicas: que p erten ecen al dom inio de la heteronom ta.
La característica definidora de un acto libre, por el con trario, c o n
siste precisam ente en que éste es por com p leto ajen o a las inclinaciones
del sujeto. Por supu esto, por libertad no se entiend e tan sólo hacer lo
que uno q u iere, inclu so para la racionalidad del sen tid o com ú n , dado
que eso im plica dañar a otras personas. Pero para K ant, el problem a
está por co m p leto en otro lugar. Si no tiene sentido d ecir que hacem os
lo que q u erem os, y por eso som os libres, eso es sólo porque es im posible
d em ostrar qu e som os en verdad libres en nuestro d esea r, que ninguna repre
sentación em p írica en realidad afecta nuestra voluntad.
Así, pod ríam os d ecir que el ‘y o ’ de la razón práctica no ‘vive en casa’
en realidad y q ue por lo tanto la base de la libertad del su jeto puede
residir sólo en un ‘cu erp o ajen o’: el su jeto obtiene a cceso a la libertad
sólo en la m edida en que se siente un extraño en su propia casa. Este
aspecto del argu m ento de Kanl ha provocado verdadera indignación e
incom odidad a ciertos crítico s.27 É stos sostienen que los requisitos de
Kanl entran en co n flicto con n u estras con v iccion es personales más pro
fundas. La ética kantiana es en esen cia una ética de alien ació n , dado que
nos fuerza a rechazar lo que es ‘m ás genuinam ente n u estro ’ y som eter
nos a un p rin cip io abstraclo que no lom a en con sid eración ni el am or
ni la em palia. A lgunos críticos in clu so han consid erad o ‘repugnante’ el
requisiio de actu ar (exclu sivam ente) por deber. Estas o b je cio n e s m ues
tran a las claras que Kant ha dado en el centro del problem a de la ética: la
cu estión del jo u issa n c e (esp ecíficam en te ética) y de su d om esticación en
el ‘am or por el p ró jim o ’. Para algunos críticos, lo más d ifícil de aceptar
en el cam b io de Kant es precisam ente que Kanl con sid era este ‘cuerpo
aje n o ’ aquello que es ‘más g en u inam ente nuestro’ y funda en él la au to
nom ía y la libertad del sujeto.
La ‘libertad psicológica’ (térm in o de Kanl) no puede ser una so lu
ción para el p roblem a de la posibilidad de la libertad, dado que es sólo
Aquí tom o p restad os el lo n o y el argum ento de esta critica de la presen tación de H enry
I:. Allison (H enry E. A llison, Kant's T heory o f F reedom , New Haven, C o n necticu t y Lon
dres: Cam bridge U niversity Press 1 9 9 1 , pAgs.. 1 9 6 -8 .).
ΊΟ
A lcnk a Zupancic
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É tica de lo real
¿Qué su jeto?
Un ser racional, d ice Kant, puede c o n razón decir, sob re cu alq u ier acto
ilícito (ilícito en el sentid o ético ) q ue haya realizado, q u e pudo haberlo
dejado in co m p leto , inclu so si co m o apariencia (co m o fenóm eno) estu
viera su ficien tem en te d eterm inad o por aco n tecim ien to s pasados com o
para haberlo h e ch o inevitablem ente necesario. Podría disim ular, Kant
continúa, tanto co m o quisiera para d escribir tal acto co m o un error no
intencional, co m o resultado de un m ero descuido q u e, por supuesto, no
puede nunca evitarse por com p leto. Así, al alegar h ab er sid o llevado por
la corriente de la necesidad natural, puede tratar de hacerse pasar por
inocente. No o b stan te , Kant co n clu y e, en contrará 'q u e el defensor que
habla a su favor no puede silen ciar al acusador q ue tien e dentro de él
cuando es co n scie n te de que en el m om en to en el q u e com etió la falla
estaba en posesión de su libertad’.31
Incluso hay caso s, agrega Kant, en los que los individ uos han m os
trado tal d ep ravación siendo aún n iñ o s (una d ep ravación que sólo em
peora a medida q u e m aduran) que co n frecuencia se los cotisid era d elin
cuentes natos y, por end e, incapaces de m ejora alguna de su carácter. Sin
em bargo, se los ju z g a por sus actos, se les reprochan su s d elitos y se los
considera cu lp ab les por ellos.32 El h ech o de que 'n o pu dieran evitarlo’
no sirve de ninguna m anera para absolverlos de la cu lp a \Schuld\. Esto
queda de m anifiesto en el h ech o de q ue una cierta 'ca p a cid a d ’ IKönnen]
puede im plicar un ‘e s’ |5ein| - e s decir, por m edio de un caso real se
puede probar ‘co m o si fuera por un h e c h o ’ |g leich sam d u rch ein Faktum]
que ciertas accio n e s presuponen lo q u e Kant llam a una ‘causalidad por
la libertad’ [K au salität durch Freiheit] ,33
10 Ibid., pág. 8.
11 Ibid., págs. 1 0 2 -3 .
“ Ibid ., pág. 104.
13Ibid., pág. 110.
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A lenka Zupancic
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(lal y lal ley, in clin a ció n , m otivos o c u llo s ...) y está listo para darse por
vencido al decirse: ‘no vale la pena el in conv en iente', Kanl indica una
‘grieta’ en el O lro , u n a griela en la cual sitúa la autonom ía y la libertad
clcl sujelo.
Incluso en la in com p leta p resen tación de la fund am en tación kantia
na de la libertad es posible d electar un e co de la fam osa afirm ación de
I jc a n de que 'n o hay O tro del O tro’. En otras palabras, el O lro m ism o es
inconsistente, está m arcad o por una cierta carencia. Lo que Kant está di
ciend o es que no h a y C au sa d e la cau sa. Eso es precisam enie lo que hace
posible la au ton om ía y la libertad del su jeto . Esa es la razón por la cual
el sujeto puede ser cu lp ab le (es decir, libre para haber actu ad o de otra
m anera) aunqu e sus accion es estén por com p leto d eterm inad as por las
leyes causales. D eb em os cu id arnos aquí de no pasar por alto el carácter
subversivo de este g esto m edíanle el cual Kant funda la libertad. No traía
tie revelar la libertad del su jeto en algún pu nto más allá de la d eterm i
nación causal. Por el con trario, le perm ite hacerse m anifiesta al insistir
hasta el final con el reinado de la d eterm in ació n causal. Lo que muestra
es que en la d eterm in a ció n causal hay un ‘esco llo ’ en la relación entre
la causa y el efecto. En esto en con tram os el su jeto (ético ) en el sentido
estricto de la palabra: el su jelo com o tal es el efecto de la determ inación
causal, pero no de m anera directa - e l s u je lo es el efecto de esle algo que
sólo establece la relació n enire la causa y (su ) posible efecto.
Para en tend er p o r com p leto la repercusión del gesto de' Kant, puede
resultar útil record ar un gesto sim ilar de Lacan que, a pesar de ocurrir
en un con tex to d iferen te, arroja algo de luz sobre la d iscu sión presente.
Me refiero a la form a particular en la cu al Lacan rom pe co n la tradición
estructuralista.
Por supu esto, L acan sigue el estru ctu ralism o en su ‘d es-p sico lo g i-
zación del su je to ’. Seg ú n sus propias palabras, ‘el in con scien te está es
tructurado com o u n len g u aje’. Esto significa que en p rin cip io podem os
som eter los sín to m as y las acciones del su jelo a un p ro ceso de inter
pretación (el ‘d escifram ien to ’ de F reu d ) que establece su procedencia
‘cau sal’, lo cual n os perm ite revelar una lógica rigurosa y un con ju n to
de leyes que rigen lo que con dem asiada frecuencia se ha con sid erad o
rl inconsciente ro m án ico de la creació n im aginativa, el lo cu s de ‘divini
dades de la n o ch e ’ y de la ‘espontaneidad del su jeto ’. N o o b stan te, si en
45
A lenka Zu pan cic
últim a instancia el esiru ctu ralism o identifica al su jeto con la estru ctu ra
(el O tro ), Lacan interviene, en-este p u n ió , de una manera m uy k antian a:
in trod u ce el sujeto co m o un correlativo de la caren cia en el O tro ; es d e
cir, co m o correlativo del p u nto en el cual la estructura fracasa p o r c o m
pleto en cerrarse sobre sí m ism a. Hace esto de dos m aneras d iferen tes.
La p rim era consiste en in tro d u cir un m o m en to de jouissance irred u ctible
co m o la ‘prueba de la e xisten cia del su jeto ’. La segunda (y eso es lo que
nos interesa aquí) con siste en definir el su jeto m ediante el in d icad or ‘y o’
en relación con el ‘acto de e n u n cia ció n ’. El ‘y o ’ es el elem ento del leng u a
je q u e d eja inhabilitada la balería de sig n ifican tes, la hace ‘in -co m p le ta ’
\pas-touíe\ dado que es un elem ento que designa pero no sig n ifica, un
ele m e n to que se refiere a algo exterior a la estru ctu ra lingüística: al acto
del habla m ism o. A d iferencia del suslanlivo propio, que liene la fu nción
de 'llen ar el h u eco’ del O iro , el 'yo' abre un vacío irreparable. El ‘y o ’, con
su uso m ism o, indica que no puede hab er un ú n ico significante para el
su jeto de en u nciación. Y, co m o ha señalad o M iller (que desarrolla en
detalle el argum ento que co n brevedad resum im os aquí) en su sem in ario
I, 2, 3, 4, la afirm ación de Lacan de que no hay G iro del O tro significa
que el O tro y el en u n ciad o no tienen garantía alguna de su existen cia
fuera de la contingen cia de su en u n ciación . Esi;i d ep end encia no puede
en p rin cip io elim inarse de la función del O lro y eso es p recisam en te
lo que da testim onio de su carencia. El su jeio de enu nciación no liene
y n o puede tener un lugar firme en la estru ctu ra del O lro , en cu en tra
su lugar sólo en el acto de en u nciación. E sto equivale a d ecir que la
d esp sicolog ización del s u je io no im plica su irreductibilidad a una es
tru ctu ra (lingüística o de otro tip o ).34 D espués de haber co m p leta d o el
pro ceso de ‘d es-p sico lo g izació n ’, lo que queda es el sujeto lacan iano : es
el p u nto elusivo, ‘p alp itan te’ de en u n ciación .
46
¿tic a de lo real
48
É tica de lo real
servir com o base para la con stitu ció n del su jeto ético. ¿C óm o d escribe y
i onceptualiza Kant esta exp erien cia de alien ación radical en la base de
la libertad?
Kant con frecu en cia rem arca que el su jeto co m o fen óm en o nunca
es libre y que la libertad 'p erten ece’ a la subjetividad sólo en su ‘aspee -
10’ nou m énico. Esta p o sició n , según algunos críticos, lleva a un dilem a
im posible: o la libertad se lim ita en rigor al reino de los n o ú m en o s y así
se convierte en un c o n c e p to por com p leto vacío cu ando se trata de en
tend er a los agentes h u m a n o s reales, o la libertad tiene que ser capaz de
efectu ar cam bios reales en este m undo -p e r o en este caso la idea de que
es no tem poral y n o u m é n ica debe rechazarse. En otras palabras, la pre
gunta pasa a ser: ¿có m o puede uno atribu ir a un m ism o y ú n ico agente
y a un m ism o y ú n ico tiem p o un carácter em p írico y a la vez puram ente
inteligible? ¿C óm o p u ed e uno consid erar que un acto es n ecesario y
libre al m ism o tiem po?
Kant responde a e stas preguntas en La religión den tro d e /os lim ites de
la m era razón:
Para lograr la libertad característica del su jeto, uno d ebe com en zar
io n lo arbitrario, lo azaroso en lugar de lo que tiene una estru ctu ra legal.
No podem os fundar la libertad del su jeto en el hecho de que sus accion es
pueden ser im p red ecibles. Este enfoque sólo establecería que todavía no
liem os ahondado lo su ficien te en la d irección requerida por el ‘postula
do de d es-p sico lo g izació n ’. De h echo, puede ser que los m otivos que en
un p rincip io atribu im os al su jeto, los cu ales n o han alcan zado para dar
cu en ta de sus accio n es, n o fueran en realidad los que lo llevaran a actuar,
pero esto solo no significa que no hu biera otros m otivos o ‘intereses pa-
” Im m anuel Kant, Religion Wühin the Limits o f Reason A lone, Nueva York: H arper Torch-
Ilooks, 1 9 6 0 , p ig . 19.
49
A lenka Z u p an cic
Seg ú n A llison, Kant está d iciend o , por en d e: puede ser que le haya
arrastrado el torrente de la necesid ad (natu ral), pero en el análisis final
fuiste tú q u ien hizo que esa causa fuera la cau sa. No hay causa de la
cau sa d e tu acción . La causa de la causa sólo puede ser el su jeto m ism o.
En té rm in o s lacanianos, el O tro del O tro es el su jeto . La fu nd am enta-
ció n trascen d en tal de la volu ntad y la co n cep ció n de la voluntad c o m o
libre im p lican que la voluntad precede a tod os su s ob jetos. La volu ntad
50
É tica de lo real
" V e r K ant, Re/igion Within the Limits o f Reason A lone, pág. 2 0 : ‘sin em bargo la d isp o sició n
m ism a d e b e haberse adoptado p o r libre elecció n'.
51
A lcnk a Zu pan fic
Esia afirm ación de que el sujeto, por así d ecirlo, elige su in co n scien
te (que podría llam arse el 'postulado psicoan alítico de la lib ertad ’) es la
co n d ició n de posibilid ad mism a del psicoanálisis. El cam b io de pers
pectiva que con stitu ye el fin del análisis, o 'la passe' (lacan ian a), puede
o cu rrir sólo con este p ostu lad o com o trasfond o. La elección inicial pue
de repetirse - e l análisis llega a su con clu sión al llevar al su jeto al um bral
de otra (una segu nd a) e le cció n , es decir, cu a n d o el sujeto en cu en tra una
vez m ás la posibilidad de la elección. Es en estos térm inos que podem os
en ten d er las ob serv acio n es (o , m ejor d icho , las preguntas) con las cuales
Lacan com ienza su sem in ario sobre La ética tleí psicoanálisis:
Pero si el h o m b r e va a c o n v ertirse en b u e n h o m b r e no só lo d e sd e
el p u n to d e v ista le g a l, s in o d esd e el m o r a l . . . e so n o pu ed e lo g rarse
p o r m ed io d e la r e fo r m a grad u al m ie n tra s la b a se d e las m á x im a s
siga sie n d o im p u ra , sin o q u e d e b e llev a rse a c a b o m ed ia n te u n a
rev olu ción en la d is p o s ic ió n del h o m b r e ... P u ed e c o n v e rtirse en
h o m b re n u ev o s ó lo m ed ia n te una su e rte d e re n a c im ie n to , c o m o
si fuera [m c d ia n te l u n a n u ev a crea ció n .·1'’
52
É tica de lo real
K.mi elabora en la Crítica ele la Razón Pura incluye 1res agencias diferen-
irs (el yo’ fen om én ico, el 'yo’ de la rep resentació n y de la co n scien cia ;
Li cosa que piensa’, co m o lo dice Kanl, la cual se sitúa en el nivel de
In uoum énico; y el ‘y o ’ trascendental de la pura ap ercep ció n), tam bién
■ nrontram os esta m ism a estructura su b jetiv a tripartita en el reino de la
iii/ón práctica. En p rim er lugar, tenem os a ccio n e s y con d u ctas hum anas
l.ilrs com o existen d en tro del reino fen o m én ico , es decir, d entro de la
iiu lcn a de causas y efectos. Aquí e n co n tra m o s el ‘yo p sicoló g ico’, el yo
11 insciente que se cree libre. A co n tin u ació n tenem os la d isp osición del
Μΐ|ι·ιο, o Gesinnung, q u e es ‘nou m énica’, d ado que no es d irectam ente
.h cesible al su jelo , pero puede inferirse de las acciones de éste. Por últi
mo, hay un tercer ele m e n to , la elección de esta G esinnung por parte del
■.u|eto, un ‘acto de espontaneidad del s u je to ’ que no es ni fenom énico
ni uoum énico.
Parece ser que A llison avanza con dem asiad a rapidez co n su suge-
ii-ncia de que e n ten d em o s la Gesinnung co m o la contraparte ‘p ráctica’
de lo que Kanl llam a, en la prim era C rítica, la unidad trascendental de
1.1 apercepción’ o el 'acto de espontaneidad del su jeto ’. El problem a con
rMa interpretación es q u e desdibuja una im portante d istin ción entre la
( «sinnung y el acto (trascen d en tal) de e le cció n de la Gesinnung por parte
ilrl su jeto. A pesar de que sea cierto q u e, e n la prim era Crítica, Kant a
vrecs oscurece la d istin ción entre el puro yo de la apercepción y la ‘cosa
|iituiménica| que pien sa’, esa d istinción es absolutam ente cru cial para
mi filosofía práctica. C u and o insiste con el h ech o de que la G esinnung,
1.1 d isposición del su je to , es en sí m ism a algo elegido, Kanl subraya la
illlcrencia enlre lo q u e podríam os llam ar ‘la cosa en sí’ (la Gesinnung o
d isposición del su je lo ) y el yo trascendental que no es sino-eí lu g a r vacio
ilfstle el cual el su jeto 'elige' su Gesinnung. Este lu g a r vacío no es nou m é-
ulco, Más bien, es una en carn ación del p u n to ciego que sostiene la dife-
ir n u a entre fenóm en os y noúm enos. Es d eb id o a este ‘punto cieg o ’ que
rl sujeto (actu ante) no puede ser transp arente a sí m ism o y no tiene un
iiire so directo a la ‘co sa en sí’, a su G esinnung.
Además, esta d istin ció n se en cu entra en el origen de la d istin ción
rni re la libertad trascend ental y la libertad práctica. Para Kanl, la liber
a l práctica está relacionad a con el c o n c e p to de la Gesinnung: lo que
ιίψιί csiá e n ju e g o es la libertad del su jeto para incorporar un incentivo
53
A lcnk a Z u pan cic
54
Etica de lo real
I« 'i Ici nos ver que la ‘lecció n ’ de la filosofía práctica de Kanl no es sólo una
•iii-.lión de la diferencia en lre la libertad nou m énica y la necesidad feno-
tiH nica sin o, más bien, que la libertad (p ráctica), fanío com o la necesidad
im lihcrtad), sólo es posible co n el trasfondo de la libertad trascendental.
lisa tam bién es la razón por la cual la cu estió n del ‘mal rad ical’,
i|iu· exam inarem os en profundid ad, es tan im p ortan te para la filosofía
l'i.u lica de Kant. El mal, el m al radical, es algo que se puede definir sólo
i h térm inos paradójicos co m o la ‘libre elección de inlibertad ’. En otras
(Ml.ibras, aquí, tam bién, la genuina negación de la libertad d em uestra
>i im posible. El su jeto es libre quiera serlo o n o, es libre tanto en la
lilirrind co m o en la in libertad , es libre en el b ien y en el m al, es libre
mi luso cu an d o no sigue sin o la trayectoria de la necesidad natural. La
Indica de esta situación es exactam en te la m ism a que la lógica que opera
i h la d istin ción entre dos niveles de verdad. Hay una lógica situada en el
Mlvc-l de la afirm ación, que es tam bién lo op uesto de lo falso, lo op u esto
•Ir la m entira. Pero luego tam b ién está el nivel de la en u n ciació n , d ond e
Mrmpre digo la verdad’:
M|ucqucs-Alain M iller, ‘M icroscopía’, en Jacq u es Lacan, Television: a.C h a llen g e to the Psy-
ihimnalytic E stablishm ent (cd. Jo a n C o p je c ), Nueva York y Londres: W W. N orton, 1 9 9 0 ,
55
A lenka Z u p an cic
^ 7
(Libertad
elecció n forzada
56
Ética de lo real
57
3
La mentira
59
A lcnk a Z u pan cic
42 H erb en J . Patón, ‘An Alleged R ight lo Lie: A problem in K antian E thics', en G. G eism an
y H. O b e re r (e d s ) , Kant und d as R ech d e r Lüge, W ürzburg: Konigshausen & N eu m an ,
1 9 8 6 , pág. 5 9 .
° F ran co is Boituzat, Un droit de m entir? C onstant ou K ant (P aris: PUP 1 9 9 3 ); Hans W agner,
“Kanl gegen “ein verm eintes R echt, aus M enschenliebe zu L ü g en ”, en Geism an y O b e re r
(ed s), K an t und das Recht d er Lüge.
60
É tica de lo real
61
Alcnka Z u p an cic
eran resp on sab les por todos los m ales del Terror o , en otra versión de
esta perspectiv a, eran b u enos en teoría pero no tenían valor práctico.
C onstant o frece una defensa de estos principios y, segú n sus térm inos,
procura su 'reh ab ilita ció n ’. La form a en la que realiza esta tarea con fre
cuencia recu erd a el propio argu m ento de Kant d esarrollad o en su texto
de 1 7 9 3 , ‘S o b re el proverbio: puede ser verdad en teoría pero no tiene
uso p ráctico ’. Sostien e que si un principio es m alo, no es porque sea
dem asiado te ó rico , sino porque no es lo su ficien tem en te teórico. Por esa
razón C o n stan t introduce el co n c e p to de un p rin cip io m ed io que perm iti
ría una m ayor precisión en la ap licación de p rin cip io s generales a casos
particulares.
En el caso de asesino que persigue a nuestro am igo, el principio
m edio d ebe d ed u cirse de la siguiente manera:
Esto tam b ién resum e el argu m ento básico de C o n sta n t contra Kant
(o el ‘filósofo alem án ’) para q u ien los principios m o rales tienen un valor
‘ab so lu to’. C o n stan t sostiene que fue precisam ente ese tipo de ‘absolu
tism o’ lo q u e pu so la op inión general en contra de los principios co m o
tales.
A ntes de exam inar la respuesta de Kant, d eb eríam os resaltar que
Kant acep ta el desafío de C onstant en su form a m ás rigurosa. Es decir:
acepta la su p o sició n de que p od em os responder al asesin o que está per
siguiendo a nu estro am igo sólo co n un ‘sí’ o un ‘n o ’ y que no podem os
tan sólo reh u sarn os a respond er la pregunta. En estas circunstan cias,
dice Kant, es nu estro deber d ecir la verdad.
La prim era pregunta que surge aquí es: ¿en q u é m edida la m entira
y el m entir so n ideas legales? A pesar de que se pueda cu lp ar a Consant
por in iciar esta con fu sión , Kant parece hacer el m ayor esfuerzo por sos-
45 Citado en ‘O n a Supposed Right to Lie because o f Philanthropic C o n cern s", págs. 162-3.
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Ética de lo real
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Ética de lo real
I stc es precisam ente el pu nto rem arcado por los com entaristas que
■I· Im' ih Icii a Kant en este tem a. Ju liu s Ebbinghaus, p o r ejem p lo, dice:
mil ntras que la m áxim a del asesino destruye la segu ridad legal de la
■lil.i, la m áxim a del m enliroso va m ucho más lejo s, d ado que priva de
i i!.ili|iiicr seguridad posible (sea seguridad de vida u o irá cosa) del carác-
i< i de un pedido legílim o, es decir, de un d erech o .48 En oirás palabras:
ntii-iitras que el asesino viola una ley particular, el m en liro so hace que el
•I· irrito co m o tal sea im p osible, dado que aniqu ila la fu nd am eniación
•li iiialq u ier con trato y, por lo la n ío , de la socied ad co m o tal. Por más
■m iiprcnsible q ue esta e x p lica ció n (co n su ev ocación de la con cep tu ali-
■.ti Irtn del co n trato social de K an i) pueda presentar la posición de Kani,
mi l.i hace, sin em bargo, más con v in cen te. Para e x p o n e r el problem a con
simpleza: el d erech o está ahí precisam ente para que n o tengam os que
. miliar en la veracidad de oirás personas. Es m uy fácil firm ar un con trato
’■ln lencr la m enor intención de respetarlo. El gesto pu ram en te sim bólico
ili· lirmar el con trato es lo que n os ala a él, no nu estra con v icció n au lén-
I|i ii de atenernos a él. Es decir, la violación de co n tra to s produce penas
li pilles. La principal razón de la ley (y sus d erech o s co n co m ita n tes) es
Im iular una base m ás sólida para los contratos que la m era veracidad de
iilias personas. Dada la existen cia del d erecho, sin em bargo, una m en
ina es sólo una d e ‘ m uchas violaciones posibles de las norm as legales,
mu algo que socavaría la posibilidad m ism a del d erech o y, por lo tam o,
m u irá con secu en cias m u cho m ás desastrosas que el asesinato.
Kl tercer (y más poderoso) argum ento que d esarrolla Kant contra
i im stant sigue consid erán dose. Este argum ento en cu e n tra su m ejor e x
pulsión en los siguientes tres pasajes:
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A lcnka Z u p an cic
la v e ra c id a d es un d e b er q u e d e b e c o n sid e ra rse la b a s e d e io d o s
lo s d e b e r e s fu nd ados en el c o n tr a to , y las leyes c o m o tale s d eb eres
se c o n s id e ra r ía n in cierta s e in ú tile s si se ad m itie ra in c lu s o la m ás
m ín im a e x c e p c ió n a ella s.''9
Es u n d e b e r d e c ir la verdad . El c o n c e p to d e d e b e r es in s ep a ra b le
del c o n c e p t o de d e rech o . U n d e b e r es lo q u e en u n h o m b r e se
c o rre s p o n d e c o n el d e rech o d e o tro . D o n d e n o h a y d e re c h o s , no
h ay d e b e re s . D e c ir la verdad es, p o r e n d e , u n d e b er, p ero es un
d e b e r s ó lo c o n re sp ecto a alg u ie n q u e tie n e d e re c h o a la verd ad .
Pero n a d ie tie n e d e rech o a u n a v erd ad q u e d añ e a o tro s.
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Ética de lo real
I o incondicional
Vil liemos subrayado que es el aspecto ético del texto de Kani sobre la
Mii'iilira lo que ha provocado la m ayor indignación e incom odidad entre
mi·, críticos. El problem a ético (para dejar atrás el m arco im puesto por
I I ejemplo de Constant y form ularlo de m anera más general com o un
I hi ililcma estructural) puede expresarse de la siguiente m anera: ¿puede la
liumnnidad’ (o , con más exactitud, el am or por nuestro p ró jim o) justificar
i|iie hagamos una excepción a la ley moral (siem pre y cu ando haya un
i imllicto entre am bos)? No hace falla pensar m ucho para responder esta
lurj'.unta, dados los principios fundam entales de la ética kantiana. Sólo
•Hlsic un bien m oral, definido com o un acto logrado en conform idad con
el deber y si, a la vez, se logra sólo por el deber (lo cual significaría, en el
i ,im> que estam os discutiendo, que si le digo al asesino la verdad, no es por
miedo), en ton ces es un acto ético. Sin em bargo, a pesar de eso, la posición
ile Kant sobre esta cuestión sigue siendo ambigua en la Fundam entación de
lii metafísica de las costum bres y en la C rítica de la razón p ráctica , sobre todo
ilehido a los ejem p los que elige para ilustrar este punto.
En la Ética d el psicoanálisis, Lacan llam a la aten ció n sob re esta am -
lil^Ocdad. Al final del capítu lo ‘El am o r al p rójim o’, se con cen tra en el
Imnoso ejem p lo q ue da Kani en la segunda C rítica, ‘la parábola de la
Imrcn’. La p arábola dice lo siguiente:
” Immanuel Kanl, C ritique o j Practical Reason, Nueva York: Macmillan, 1 9 9 3 11956], pág. 30.
69
A lcnka Zupancic
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É tica de lo real
piulemos decir, a ce rca del ejem p lo d iscu tid o , que o s c u re c e este punto
•nú ial.
I sa es la razón p o r la cual Lacan sugiere que ca m b ie m o s el ejem p lo
mi puco, con el p ro p ósito de aclarar el problem a real. ¿Q u é sucede si
mu' rncu en tro en una situación en la cu al mi deber y el b ie n del otro se
> in tient ran en lad os op uestos y en la cual puedo lograr m i d eb er sólo
■ it detrim ento de m i par? ¿Me d eten d ré frente al m al, el d o lo r que mi
i-1 lón infligirá en el o tro , o me apegaré a mi deber, a p esar de las co n -
« i uencias? Es só lo este caso el q u e nos perm ite ver si el problem a en
•nesiión es el ataq u e a los d erechos del o tro , en la m ed id a en que es mi
« m hlable, mi ‘par’ o si es, más b ien , una cu estión de falso testim on io
Mimo tal. Así, Lacan nos invita a co n sid erar el caso de un verdadero
ii-.lij’o, un caso de co n cie n cia que surge, por e je m p lo , si se me cita
•i prestar inform e sob re mi vecino o mi herm ano por activid ad es que
■inienazan la seguridad de la com u n id ad . Lacan co m en ta q u é entra en
pie^o en este caso:
71
A lcn k a Zupancic
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Écica de lo real
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A lcn k a Zupancic
La tram pa sadeana
Si, n o o b stan te, acep tam o s la posición de Kant, pronto se nos presenta
otra tram pa: la ‘tram pa sad ean a’. El sujeto k antiano no puede esco n d erse
d etrás de la imagen de su p ró jim o para escap ar a lo real im p lícito en el
d eb er in cond icion al, pero tam p oco puede ocu ltarse detrás de su d eb er y
utilizarlo com o una ex cu sa para sus acciones. C o m o ha señalado Slajov
74
É tica île lo real
V c k , com o su jeto é tico no puedo d ecir: ‘lo lam en to, sé q u e fue des-
.i|>,M<lnble, pero no pude evitarlo: ¡la ley m oral me im puso el acto com o
un ilcber in co n d icio n a l!’. Por el con trario, el su jeto es por co m p le to res
ponsable por aq u ello a lo que se refiere co m o su d eber.5a El tipo de dis-
■ m iso en rl cual uLilizo mi deber com o una excu sa para m is accion es es
I ici verso en el sen tid o m ás estricto de la palabra. Aquí, el su jeto atribuye
.ti O tro (el D eber o la Ley) el plus de g oce que deriva de sus acciones:
'l.uucnio si m is accio n es le hirieron, pero sólo hice lo que el O tro quería
i|tic hiciera, así q ue ve y habla con Él si tien es alguna o b je c ió n ’. En este
«aso, el su jeto se esco n d e detrás del d erech o .
Para ilustrar e sto , lom em os un eje m p lo sugerido por A lliso n .59 S u
pongamos que tengo un violento d esp recio por alguien y ha llegado a
mis manos cierta inform ación sobre esa persona que sé que le causará
f.ian sufrim iento si se entera de ella. C on el propósito de cau sarle dolor,
tlccido inform arle acerca del asunto, pero me ju stifico esta a cción en
liase a su d erecho a saber. Por con sig u ien ie, en lugar de ad m itir que este
es un acto vicioso que inflige dolor in n ecesario al otro, me lo represento
(y quizá ante o tro s) co m o un acto loable de d ecir la verdad. Incluso po
dría convencerm e de que es mi d eber sagrado. Allison tom a este ejem
plo para ilustrar lo que llama el ‘au toen gañ o’ m ediante el cual podem os
ignorar ‘los factores m oralm enle sob resalien tes’ de una situ ación. No
obstante, lom arem o s este ejem plo co m o una ilustración de otra cosa:
la actitud perversa q u e consiste en la p resentación de urç d eb er com o
excusa para nu estras acciones. Lo que es m ás, estam os tratand o aquí con
un caso de ‘au toen g añ o’ doble.
El prim er m o m en to de autoengaño es el que señala A llison: nos e n
gañam os a n oso tros m ism os en referencia a nuestras in ten cio n es reales,
que son herir a otra persona. Pero este autoengaño sólo es posible en
base a otro m o m en to más fundam ental de autoengaño. Es posible sólo
en la medida en q u e tom am os (el ‘co n ten id o de’) nuestro d eb er com o ‘ya
h ech o ’, com o preexisten te a nuesira p articip ació n en la situ a ció n . Esa e s.
la razón por la cu al sería im posible e x p o n e r las a ccion es de esia perso
’"Sln voj Zizek, The Indivisible R em ain d er, Londres y Nueva York: Verso, 1 9 9 6 , pág. 170.
’“ Henry E. A llison, Id ealism a n d F reedom , C am bridge: Cam bridge U niversity Press, 1996,
pág. 181.
75
A lcn k a Zupancic
Está por lo tanto mal concebir el imperativo categórico kantiano com o un tipo
de m olde formal cuya aplicación a un caso concreto alivia a) sujeto moral de la
responsabilidad de una decisión: no estoy seguro de si lograr un acto X es mi deber.
No hay problema: lo someto al doble criterio formal implicado por el imperativo
categórico para ponerlo a p ru eb a ... y si el acto X supera esa prueba, sé cuál es mi
d e b e r... El pumo de la argum entación kantiana es exactam ente el contrario a este
procedimiento automático de verificación: el hecho de que el imperativo categórico
sea una forma vacia significa precisamente que no puede garantizar ningún mal
ju icio de nuestro deber. La estructura del imperativo categórico es tautológica en
el sentido hegeliano de la repetición de lo mismo que (lena y a la vez anuncia un
abism o que hace surgir la insoportable ansiedad: ‘¡tu deber e s ... (cum plir con tu
deber)!’ (2i2ek, The Invisible R em ain der, pág. 170).
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É tica de lo real
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A lcnk a Z u pan cic
78
4
De la lógica de la ilusión a los postulados
ΙΊ ‘to rm en to so o c é a n o ’ de la ilusión
Ahora vam os a exam in ar esas cosas q u e Kanl designa con el nom bre
(’n iera i de ideas trascen d en tales’ para poder ‘d ed u cir’ de ellas la lógi-
I ti y la función de los postulados de la razón práctica pura. Las ideas
iiascendentales (q u e Kant tam bién d en o m in a entia ration is, ficciones
heurísticas, co n cep to s de razón, ideas regulativas) perten ecen al reino
ilrl pensam iento que se abre con la segu nd a parte de la C rítica d e la
neyin pu ra, la d ialéctica trascend ental. Si, en la analítica trascend en tal,
nos encargábam os de la lógica d e la v erd ad , la d ialéctica trascend ental nos
enfrenta con la lógica d e la ilusión (am b as d esignaciones son de Kant).
I’or otro lado, podríam os decir p o r igual q u e estas dos partes de la pri
mera C rítica se encargan de dos lóg icas diferentes de la verdad. En la
prim era, la verdad se entiend e co m o la conform id ad del co n o cim ie n to
io n su ob jeto, m ien tras que en la ú ltim a, la verdad se co n cib e co m o la
conform idad del co n o cim ie n to co/isigo m ism o.
En otras palabras, la 'lógica de la verdad’ se encarga de la teoría clásica
tic la verdad [a d eq u atio intellectus et re i], m ientras que la ‘lógica de la ilu
sión’ está más cercana a la concepción lacaniana de verdad según la cual la
verdad debe situarse en el nivel de la articu lacién de los significantes com o
lales, no en el nivel de la relación entre los significantes (‘palabras’) y las
cosas com o sim plem ente exteriores a ellas. Es precisam ente esta ‘carencia
de externalidad’, la no existencia de un lím ite, lo que da cu enta del hecho
de que la verdad tien e, com o insiste Lacan, la estructura de ficción y que
es ‘no toda’ [pas-toute 1. Sin em bargo, este carácter ficcional de la verdad de
ninguna manera im plica que la verdad sea arbitraria.
Este tam bién es el caso de las ideas trascendentales. Por un lado, la
razón está ‘libre’ de cu alquier víncu lo d irecto con las cosas (lo s o b jeto s de
79
A lenka Z u pan cic
la exp erien cia), sólo trata c o n con ceptos (del en ten d im ien to), los ubica
en diferentes configu raciones y com binaciones; por el otro, resulta ser
que nada es m enos libre q u e este 'libre ju e g o ’ con los conceptos. Este es
el punto de partida de Kant en la dialéctica trascendental: dado q u e su
op eración es independ iente de la experien cia, la razón parece capaz de
producir cu alquier tipo de fantasm a que le plazca. Pero en lugar de ser
ese el caso , si consid eram os la historia de la filosofía, encontrarnos que
produce de m anera sistem ática las mismas ideas una y otra vez: las ideas
del alm a, del m undo (co m o un todo) y de Dios. A partir de este ‘etern o
regreso de lo m ism o’, de esta ‘com pulsión de repetir’, Kant conclu ye que
estas ideas deben ser necesarias. En la estructura d e la m ente hum ana hay
algo que por necesidad co n d u ce a estas (y precisam ente estas) ideas.
A unque Kant lom a co m o punto de partida la teoría clásica de la ver
dad que define la verdad co m o la conform idad del conocim ien to con su
ob jeto, tam bién queda claro que la filosofía kantiana (que, en m u chos as
pectos, se aleja consid erablem ente de la filosofía clásica) no puede sentirse
satisfecha con una d efinición sem ejante de la verdad que implica, co m o lo
hace, una concep ción prekanliana de la relación entre el sujeio y el ob jeto.
El o b jeto con el cual liene q u e corresponderse el con o cim ien to sólo puede
ser un o b jeto de experiencia posible, lo cual significa que tal ob jeio ya está
'm ediado’ por las cond iciones (subjetivas) de sensibilidad a priori. Además,
Kant establece com o conditio sin e qua non, com o la ‘con d ición negativa’ de
cualquier verdad, un criterio lógico que define co m o la conform idad del
con o cim ien to con las leyes generales y formales del entendim iento y de la
razón. La conditio sine qu a non de cualquier verdad es, por ende, la confor
midad del conocim iento con sig o m ism o y la cu estión de la conform idad
del con o cim ien to con el ‘o b je to ’ llega recién más tarde.
Es po sible ver en lo que K anl llama el 'criterio form al de la verdad’ el
trasfond o necesario de la d istin ció n entre lo verdadero y lo falso. Es d e
cir, lo q ue llam am os falso o infiel tam bién tiene q u e satisfacer el criterio
form al de verdad para que podam os reconocerlo co m o falso. El criterio
formal de verdad tiene que satisfacerse si p o d em os incluso preguntar
sobre la veracidad o falsedad de cu alquier en u n ciad o posible. De n o ser
este el caso , cu alq u ier cosa q u e estem os con sid eran d o no puede siquiera
ser ‘falsa’ - s ó lo puede ser lo q u e Kanl llama una 'Unding', una no-cosa
(co m o, por ejem p lo , un ‘círcu lo cu ad rad o’).
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É tica de lo real
81
A Jcnka Zupancic
82
Erica d e lo real
1.1 'riic a de la e x iste n cia ’ y, en segundo lugar, que eslo, por e n d e , nos
|icmiitc im aginarnos cu á n d ram áticas d eb iero n haber sido las e m o c io
ne·. que golpearon a K an l cu a n d o , en su v ia je filosófico, d ecid ió d ejar
.m ás la tierra de la verdad y aventurarse en el to rm en toso o cé a n o de
1.1 D ialéctica.
Verem os, no o b sta n te , que más tarde esta historia kantiana da un
un tanto inesperado y sorp rendente. De h echo, es in teresan te ob-
Μ·ι var cóm o, después de an u n cio s tan d ram áticos, que generan terror y
l.iscinación, nuestras exp ectativas quedan en su mayoría insatisfechas.
I il la D ialéctica no su ced e nada dem asiado espectacular. En lugar de
raos en con tram os una ‘unidad sistem ática’; en lugar de la ‘intru sión de
In real’ obtenem os la Idea trascendental. De h ech o, la razón no co n d u ce
el entend im ien to hacia su ruina sino, por el con trario, brinda co h e re n cia
a los con cep tos p rod u cid os por éste - a pesar del hecho de que to d o esto
sucede en la ‘tierra de la ilu sió n ’.
A con tin u ació n , exam in arem o s en detalle sólo una de las ideas tras
cend entales: la que se sigue del paralogism o de la personalidad.
"¡ Im m anuel Kanl, G esa m m elte Schriften (A kadem ie-A ugabe) vol. 21 Berlin: W aller de
G ruyier, 1 9 3 6 , pág. H 2 .
"'J a c q u e s Lacan, “R em arque su r le rapporl de D aniel Lagache: 'Psychanalyse e l structu re
de la personn alité”’, en Éscrirs, Paris: Seuil, 1 9 6 6 , pág. 6 7 1 .
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A Icnka Z u p an cic
84
Ética de lo real
I’ara d ecirlo con palabras más sim ples: el h e ch o de que otra person a
im· vea co m o un o b je to de su intu ición e x te rio r no me p erm ite aún
.h ar nin gu n a co n clu sió n sob re mi id en tid ad . Tal inferen cia sería p o-
.il>lr só lo si pudiera p o n erm e a m í mismo en el lugar m ism o d esd e el
■h.il se m e está o b serv a n d o , si yo fuera capaz de verm e al m ism o tiem p o
i nm o un o b je to de la in tu ició n in terio r y la e x te rio r - s i y o fuera cap az
tic verm e ele la m a n era en la q u e m e ven otros. Para eso es p re cisa m en
te para lo que la idea trascen d en tal de p erson alid ad brinda el m arco
i o n cep tu al.
Aun así, al form ular las cosas de esta m anera, hem os alcanzado no
m'i Io la idea trascendental que se corresp o nd e co n el paralogism o de la
personalidad, sino tam bién la con cep ción lacaniana del Yo Ideal co m o
Ί.ι lorm a que veo cóm o m e ve el O tro ’.67
N o o b stan te, d eb ería señalarse que esta con stelació n co n cep tu a l
ni) está lim itad a a ‘ideas p sicoló g icas' (la idea de la personalidad entra
ilcn iro de la rú brica de las ‘ideas p sico ló g icas’), sin o que es (al m en os
n i un sen tid o ) parad igm ática para las ideas trascen d en tales en g en eral,
i lia n d o Kant habla acerca de las ideas tra scen d en ta les, lo hace m e d ia n
il· m etáforas visuales q ue d escriben la co n fig u ra ció n m ism a que aquí
rsla m o s d iscu tiend o. Las ideas trascen d en tales expresan una cierta re
lación en tre el en te n d im ien to y la razón. La crea ció n de c o n c e p to s y
series de co n cep to s por un lado y el o rd e n a m ie n to y la unión de estos
co n c ep to s en totalid ades por el otro, son las d o s tareas claras d istrib u i
das en tre el e n ten d im ien to y la razón. El en te n d im ien to se a b so rb e en
la tarea de la creació n de co n c ep to s y, por lo ta n to , nu nca liene en vista
(la ex p resió n es de K an l) su totalidad. Esa totalid ad sólo puede verse
desde el ‘pu nto de vista’ de la razón. A un a sí, si el pu nto de vista de la
razón ha de tener alguna repercusión en el p ro ceso de alcanzar el c o
n o cim ien to (co m o siem p re h a su ced id o, au n q u e sólo de una ‘m anera
“ Ibid ., págs. 3 4 1 -2 .
17 Para una interpretación elaborad a del Ideal del Yo, ver Slavoj ¿ iz ek , For They Know Not
W hat T h ey D o, Londres: Verso, 1 9 9 1 , págs. 1 1 -1 6 .
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Alenka Z u pan cic
|Las id e a s tr a s c e n d e n ta le s ) tie n en un u so e x c e le n t e y, de
h e c h o , d e u n a n e c e s id a d in d is p e n s a b le , a s a b e r , el d e d irig ir el
e n te n d im ie n to h a c ia u n c ie r t o o b je tiv o s o b re el c u a l las rutas
m a rc a d a s p o r su s re g la s c o n v e rg e n , c o m o s o b r e su p u n to de
in te r s e c c ió n . E ste p u n to e s d e h e c h o una m era id e a , u n fo c u s
im a g in a iiu s d e sd e el c u a l, d a d o q u e se e n c u e n tr a m u y p o r
fu era d e lo s c o n fin e s d e la e x p e rie n c ia p o s ib le , lo s c o n c e p to s
d e l e n te n d im ie n to n o p r o c e d e n en re alid ad . S in e m b a rg o , sirv e
p ara d a r a e sto s c o n c e p t o s la m ay o r u n id a d p o s ib le c o m b in a d a
c o n la m a y o r e x te n s ió n p o s ib le . D e a h í su rg e la ilu s ió n de q u e
la s lín e a s tie n e n su fu e n te e n un o b je to real q u e se e n c u e n tr a
fu era del cam p o del c o n o c im ie n to e m p ír ic a m e n te p o sib le
- t a l c o m o lo s o b je to s q u e s e re fleja n en u n e s p e jo se ven
c o m o si e stu v ie ra n d e tr á s d e é l. N o o b s ta n te , e s ta ilu sió n es
in d is p e n s a b le m e n te n e c e s a r i a ... a d e m ás d e lo s o b je to s q u e se
e n c u e n tr a n a n te n u e s tro s o jo s , ta m b ién h e m o s d e v e r a q u e llo s
q u e s e e n c u e n tr a n a u n a c ie r ta d ista n c ia d e trá s d e n u estra s
e s p a ld a s .68
86
/Mirror: espejo]
E xam inem os prim ero la parte izquierda del esq u em a, la secció n so-
lirc el costad o izquierdo del esp ejo plano (O , por O t r o ’). Hay un esp ejo
r.fé rico ( x .y ) enfrente del cual se encuentra un apoyo con flores fijas en
rila. Dado que este esqu em a podría verse co m o un m odelo puram ente
m n ce p tu al, es posible su stitu ir las flores por lo que nos interese en la
presente discusión. Im aginem os que las flores representan una serie de
con cep tos creados por el entendim ien to o el m o n taje de los m ú ltiples
'yo p ien so’ que acom p añ an (de diferentes m aneras) cada una de mis
representaciones.
D entro del apoyo hay un florero cabeza a b a jo , es decir, la ‘nada con
algo alred ed or de ella’, lo cual quizá no sea una m ala rep resen tación
de lo que Kant llam a la unidad trascend ental de la ap ercep ció n , dado
que es sólo una unidad form al o lógica (es ese pensam iento que n u n
ca p u ed o ‘ver’ com o p en sam ien to in d ep en d ien te, porque todo lo que
p ien so, lo pienso ‘m ed ian te’ él y, por lo ta n to , él n u nca puede ser un
o b je to de mi co n sid eració n inm ediata). Si co lo cá ra m o s un ob servad or
(a n oso tros m ism os, p o r e je m p lo ) en la esq u in a su p erior d erech a de
esta m itad del esqu em a (es decir, en algún lu g ar por en cim a del esp ejo
plano O ), el florero parecería estar, por el e fe cto del esp ejo esférico (x,
y ), sob re el recip iente y u niría las flores c o n el lo d o , lo cual propor
cio n a ría una totalidad para la serie de c o n c e p to s y crearía una unidad
‘real’ de la unidad m eram en te lógica del yo. T an to para Kant co m o para
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Alcnka Z u p an cic
Lacan, esia configu ración está e n fu ncio nam ien to en la fund am entacióit
cartesiana del cogito. No o b sta n te , el problem a q u e tiene la form u lación
de D escartes es que (tal co m o se dan cu enta tanto Lacan com o Kant)
el su jeto n u n ca puede ocu p ar la p osición de un ob serv ad or ideal tal
(de u n o m ism o). Com o su jeto , p o r necesidad me sitú o ‘en algún lugar
entre las flores’ (L acan), soy parte de lo que el esp ejo esférico reúne en
una totalid ad. En la versión de K ani, la razón por la cual sucede esto
es, por su p u esto , que se niega a reco n o cer la ‘in tu ició n intelectu al’: no
puedo ‘con tem p larm e co n tem p lá n d o m e ’. De ese m o d o , por necesidad
el ob servad or se coloca en algún lugar por en cim a de las flores (el ojo
en el esq u em a).
Ahora introd u cim os el segu n d o esp ejo (O , es decir, el plano), que
abre un ‘esp acio visual’ sobre el lado derecho del esq u em a. ¿Q ué sucede
con esta intervención? A pesar de que yo, el su jeto, sigo en con trán d om e
‘en algún lugar entre las flores’, puedo ver ahora ante mí lo que por lo
general se en cu en tra ‘detrás de m is espaldas’ (la totalidad de mí m ism o,
inclu id o). A hora puedo ver en el esp ejo plano la ‘co h e re n cia ’ y la ‘uni
dad’ que son un efecto del esp ejo esférico.
En otras palabras, lo que su ce d e co n la in terv en ció n del segundo
esp ejo es p recisam ente lo que K ant d escribe com o una ilu sión d ialéc
tica ('D e ahí surge la ilusión de que las líneas tienen su fuen te en un
o b je to real q ue se encuentra fuera del cam po del c o n o c im ie n to e m p í
ricam ente posible - t a l com o los o b je to s que se reflejan en un esp ejo se
ven com o si estuvieran detrás de él. N o obstante, esta ilusión es ind is
p ensablem ente n e cesa ria ... ad em ás de los o b je to s q u e se en cu en tran
ante nuestros o jo s , tam bién h em os de ver aquellos q u e se encu entran a
una cierta d istan cia detrás de n u estras espaldas") El ‘yo p ien so’ co m o
una form a pura de apercepción trascen d en tal se tran sform a (m ed iante
la n oción de personalidad im p lem en lad a por esta co n fig u ra ció n ) en
una identidad q u e aparece com o si en realidad se en co n tra ra en el reino
de lo que es.
Para que esta ‘ilusión’, com o la llam a Kant, ocu rra, el su jeto tiene
que estar situad o entre dos esp ejos de manera tal que d iscierna en el
segundo esp ejo el ‘efecto’ que él (o cu a lq u ier otro o b je to ) tiene sobre el
prim ero, el que está situado detrás de su s espaldas. La fu n ció n de la idea
trascendental es dar un marco a esta config u ración. En el caso de la idea
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É tica de lo real
T o d o c o n c e p to p u e d e c o n sid e ra rs e un p u n to q u e , al igual q u e
la p o sic ió n de un o b se rv a d o r, tien e su p ro p io h o riz o n te , es
d e cir, u n a variedad d e c o s a s q u e p u eden re p re se n ta rse y, p o r así
d e c ir lo , in v estigarse d e s d e ese p u nto de v is t a ... P ero d iferen te s
h o r iz o n t e s ... p u ed en te n e r u n h o riz o n te en c o m ú n , en referen cia
c o n el cu a l, c o m o d e s d e u n c e n tro c o m ú n , se los p u ed e inv estigar
y d e sd e este g é n e ro s u p e rio r p o d em o s av a n z a r h asta llegar al
m ás elev ad o de to d o s lo s g é n e ro s y, p or en d e, el m ás un iversal y
v e rd ad ero d e to d o s lo s h o riz o n te s , q u e está d e te r m in a d o d e sd e el
p u n to de vista d el c o n c e p t o m ás elev ad o .69
Asi, el ‘con cep to más elev ad o ’ no es un m arco que con ten d ría tod os
lus p u n tos de un universo d ad o , sino un punto de vista o una posición
desde la cual nosotros vemos tod os estos puntos y desde los cu ales pare
cen form ar una unidad. S eg ú n Kanl, el sujeto del co n o cim ien to no tiene
acceso d irecto a este p u nto de vista, no puede (si seguim os co n la m e
táfora visual) verse viendo. La posibilidad de una perspectiva lal se abre
sólo co n el concepto de la idea regulativa que constitu ye precisam ente
el p u nto de vista virtual co n el cual el sujeto se identifica para p ercibir
esta ‘u n id ad ’.
La paradoja se en cu en tra, por supuesto, en el hecho de que para al
canzar esta unidad, el su jeto tiene que perder su unidad ‘orgánica’. La
identificación con este pu nto de vista virtual ya requiere y presupone la
división (o alienación) del su jeto. El hecho de que me perciba a m í m ism o
com o una persona (id éntica en el tiem po) im plica que mi personalidad,
en su centro m ism o, ya está m arcada por el punto de vista del O tro.
K ant com para la idea trascendental con el esquem a trascen d ental
para el cual ningún o b je to , ni siquiera uno h ip o tético , es dado d irecta
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AJcnka Z u p an cic
70 Ibid., pág. 5 5 0 .
71 Im m anuel Knru, C ritiqu e o f Practical R eason, Nueva York: M acm illan, 1 9 9 3 11 9 5 6 ), pág.
H l.
72 Ver K anl, C ritiqu e o f Pure Reason, pág. 3 2 3 .
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Ética de lo real
91
Alenka Z u p an cic
Es interesante ver cóm o, en este pasaje, Kant e sta b lece una diferen
cia entre el ‘S er In fin ito ’ y la existen cia infinita de un ser. C uand o dice
que para el Ser Infinito ‘la con d ición tem poral no es n ad a’, im plica que
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Ética de lo real
Ι',ιι.ι el alm a inm ortal la co n d ició n tem poral sigue sien d o válida. Desde
• .1.1 perspectiva, el postulado de la inm ortalidad resulta ser bastante in-
hmwI: la inm ortalidad del alm a no postula nada su p rasensible, sólo la
iliih ii ión infinita de lo sen sible que sigue d ep en d ien d o de la ‘con d ición
ii mporal’.
93
5
Bien y mal
Un p o co más adelante K ant agrega que ‘soto el progreso sin fin d es
de las etapas más bajas hasta las m ás elevadas de la perfección m oral es
posible a un ser racional pero fin ito ’.
Esta ‘d ed u cció n ’ y sus prem isas enfrentan una obvia dificultad que
im pacta al lecto r con más fuerza en la declaración de Kant de que para
un ser racional pero fin ito sólo el progreso sin fin (infinito) es posible. Ya
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Alenka Z u pan cic
96
Ética de lo real
7* En csce esb o z o del ‘paradigma sad ean o ’ estam o s sigu iend o a lg u n o s argum entos desarro
llados por Jacq u cs-A lain M iller en su sem in ario (in éd ito ) 1, 2, 3 , 4.
97
AJenka Zupancié
98
Etica de lo real
Si el h o m b r e va a c o n v e n ir s e en b u en h o m b re n o s ó lo d e sd e el
p u n to d e vista legal, sin o d e sd e el m o r a l... e s o n o p u e d e lograrse
p o r m e d io d e la r efo r m a g rad u al m ien tras la b a se d e las m áx im as
sig a s ie n d o im p u ra , s in o q u e d e b e llevarse a c a b o m e d ia n te una
rev o lu c ió n en la d isp o s ic ió n del h o m b r e ... P u ed e c o n v e rtirs e en
h o m b r e n u ev o só lo m e d ia n te una su e rte d e r e n a c im ie n to , c o m o
si fu era Im ed ia n ie] u n a n u ev a c re a c ió n .77
77 Im m anuel K ant, Religion Within the Limits o f Reason A lon e, Nueva York: Harper
T orchbooks I 9 6 0 , pág. 4 3 .
78 Ver Slavoj Z izek, Enjoy Your Sym ptom !, Londres y Nueva York: R outlcdgc, 1 9 9 2 , pág.
44.
99
A len k a Z upancic
100
É tica de lo real
n Im manuel K ant, Tîic M etaphysics o f M orals, Cam bridge: C am bridge University Press,
1 9 9 3 , pág. 132.
101
A lenka Z upancic
G rados de mal
El tem a del ‘mal rad ical’ es en la actualidad un asu nto cand ente y Kant,
com o ‘te ó rico del mal rad ical’ está som etido a lectu ras muy diversas y a
veces con trad icto rias. En su libro UÉthique, A lain Badiou81 señala que el
lem a del mal radical se ha convertido en un esp ectro generado por los
‘ideólogos ético s’ cada vez q ue surge una voluntad de hacer algo (b u e
no). Tod o proyecto ‘p o sitivo’ es capaz de socavarse por anticipado co n la
“ Ibid.
Alain Bad iou, LÉ thiqu i. Essai su r la conscience du M al, Paris: Hailier, 19 9 3 , pág. 15.
102
É tica de lo real
82Tanto Ü bel co m o B óse significan mal, pero m ien tras Bôsc se refiere al Mal en el sentido
absoluto (com o en 'el co nflicto del Bien y el M al’), Ü bel se refiere al mal en el sen tid o de
una situ ación o actividad desagradable o dañ in a (co m o en los ‘m ales sociales' o el ‘mal
necesario’).
103
A lenka Zupancic
escándalo y la incom odidad que lo acom paña? El que ‘el m undo es m alo’,
afirma Kant, es una queja tan antigua com o la historia misma. Una cosa
es segura aqui: con su co n cep ció n del mal radical, Kant no intenta de nin
guna manera agregar su voz a la canción del ‘alm a b ella’, den unciando las
m aldades del m undo. Podem os ubicar una de las fuentes del escándalo
de la teoría del mal de Kant en el h echo de que estuvo, literalm ente, ‘fuera
de lugar’. Estuvo fuera de lugar con respecto a los dos discursos predo
m inantes sobre el mal de la ép oca de Kant: el de la tradición religiosa y el
discurso del llum inism o. Kant se opone a la m anera en la cual se co n cib e
el mal en la tradición religiosa (es decir, en las Escrituras) en dos puntos.
La prim era afirm ación inadm isible de esta trad ición, según Kant, es lo que
podríam os llamar su 'historización de lo lógico’: el m om ento que debería
con ceb irse com o p rim ero d esd e el punto de vista lógico se representa en las
Escrituras com o el p rim ero en el tiem po. El origen del mal en la raza hu m a
na se sitúa en el origen de su historia, de m anera que el mal ‘d escend ió a
nosotros com o una herencia de nuestros prim eros padres'. La Caída (en
el m al) se concib e com o una de las etapas de la historia hum ana. Sin e m
bargo, para Kant, se puede d ecir que el mal es ‘in n ato’ sólo en el sentido
lógico, es decir, postulado co m o el antecedente fundacional de todo uso
de la libertad en la exp erien cia y, por ende, co n ceb id o com o presente en la
hum anidad en su n acim ien to -a u n q u e no p o r n ecesid ad el nacim iento es su
causa. La propensión al mal no sólo es la fu nd am entación formal de toda
acción ilícita, sino que tam b ién es ella misma un acto (de libertad).0·1
El segu nd o punto d iscu tib le para Kant es el sigu iente: cu an d o las Es
crituras narran el pasaje del hom bre de un estad o original de in ocen cia
al mal (m ed iante el pecad o original), lo d escrib en en térm inos de una
transgresión de la Ley, de los m andam ientos D ivinos. El mal nace así
cu an d o la inocencia traspasa un territorio p ro hib id o . Esto hace surgir
una pregunta obvia: ¿cóm o llegó la inocencia co m o in ocen cia a dar este
paso? Se vio, por supu esto, sed u cid a , incitada a hacerlo.
Según Kant, estas respuestas a la cu estión del mal son in com p atib les
co n la libertad y, por lo tan to, con la ética. Si con sid eram o s que el mal es
exterio r a la hum anidad y si co n ceb im o s la relación entre am bos co m o
la de u n a sed u cción im p osib le d e resistir, caem os en la aporta d eterm inista
104
É tica de lo real
clásica. Dios es un D ios tram poso que nos castiga por algo que estuvo,
hablando en rigor, m ás allá de nuestro con trol. Por el otro lado, si uno
puede resistirse a la tentación pero sin em bargo sigue h acien d o cosas
malas, la cu estió n de la posibilidad del mal sigue sin resolverse. Kanl
siiúa el problem a en otro nivel: la d isposición |An/age| del a cio r no es ni
buena ni m ala, sin o neutral. La len ia ció n no es irresistible pero sin em
bargo siguen co m etié n d o se acios de m aldad. La so lu ció n de Kant para
este problem a es q u e uno tiene que reco n o cer la p ro p ensión al mal en la
fund am eniación su b jetiv a mism a de la libertad. La fu n d am en tación m is
ma tiene que con sid erarse com o un acto de libertad |Afcíus d e r F reih eit!.
En este acto in au g u ral, puedo elegirm e malo.
Kant identifica tres diferentes m odos de mal:
84 Ibid. p ig . 2 5 .
105
A len k a Z u pan cic
106
É tica de lo real
107
A lcnk a Z u p an cic
108
É tica de lo real
es p re c isa m e n te el p o n er las m á x im a s a p ru eb a lo q u e d a la
m e jo r o p o rtu n id a d para el a u to e n g a ñ o , q u e a q u í c o b ra la fo rm a
d e d isfra z a r a n u e stro s p ro p io s o jo s la n a tu ra leza m ism a d e lo s
p rin c ip io s s o b r e los cu ales a c tu a m o s . E n p o cas p a la b ra s, las
109
Alenka Zu pan cic
m á x im a s in m o ra le s p a re ce n su p e ra r !a p ru eb a d e la u n iv e rsalid ad
s ó lo d e b id o a q u e ig n o ra n u o b sc u re c e n las c a ra c te r ís tic a s m o rales
s o b re sa lie n te s de u n a s itu a c ió n .87
87 Ibid., pág. 18 1 .
110
É tica de lo real
111
AJcnka Z u p a n cic
siem pre im p lica una 'iransg resión', un cam bio en ‘lo q u e es’. No es una
cu estión de un mal ‘em p írico’. Es la lógica m ism a del acto que se d e
nuncia co m o ‘radicalm ente m ala’ en toda ideología. El gesto ideológico
fundam ental con siste en brind ar una imagen para este ‘m al’ estructural.
La brech a abierta por un acto (es decir, el efecto po co fam iliar, ‘fuera de
lugar’ de un acto ) se vincula de inm ediato en este gesto ideológico co n
una imagen. C o m o regla, es una im agen de su frim ien to, que en ton ces se
m uestra al p ú b lico ju n to con esta pregunta: ¿es esto lo q u e quieres? Y esta
pregunta ya im p lica la respuesta: ¡sería im posible, in hu m an o, que q u ieras
esto! A quí ten em o s que insistir en el rigor teórico y sep arar esta im agen
(p o r lo general fascinante) exh ibid a por la ideología de la fuente real
de in com od id ad -d e l ‘m al’ que no es un efecto ‘in d esead o’, ‘secu n d a
rio’ del b ien sin o que pertenece, por el contrario, a su esencia. Incluso
podríam os d ecir que la ideología ética lucha con tra el ‘m al’ dado que
dicha ideología es hostil al ‘b ien ’, a la lógica del acLo co m o tal. Podría
mos ir in clu so más lejos en este pu nto: la saturación actual del cam p o
social con ‘dilem as ético s’ (b io ética, ética am bien talista, ética cu ltu ral,
ética m é d ic a ...) tiene un estricto correlato con la ‘rep resió n ’ de la ética ,
es decir, co n la incapacidad de pensar la ética en su dim ensión de lo
Real, una incap acid ad de co n c eb ir la ética de una m anera que no sea
sólo un c o n ju n to de restricciones cu yo propósito es evitar el mal m a
yor. Esta co n stelació n está relacionad a incluso con otro aspecto de la
‘sociedad m o d ern a’: la ‘d ep resión ’, que parece haberse convertid o en la
‘enferm edad so cia l’ de nuestros tiem p os y m arcar el to n o de la actitud
resignada d el ‘h om bre (p o si)m o d ern o ’ del ‘fin de la historia'. En relación
con este tem a, seria interesante reafirm ar la tesis de Lacan según la cual
la depresión ‘n o es un estado del alm a. Es sólo un fracaso m oral, co m o
dijeran D ante e incluso Spinoza': un pecado, que significa una debilidad
m oral’.88 Es co n tra esta debilidad m oral o cobardía ¡lâch eté m o r a le | que
debem os afirm ar la dim ensión ética apropiada.
112
E tica de lo real
ssJ o a n C o p jec, ‘Evil in (h e T im e o f (he Finite W orld’, en Jo a n C o p jec (ed .), R ad ica l Evils (S
series: S 2), Londres y Nueva York: Verso, 1 9 9 6 , p ig . xvi.
113
A lcnka Z u p an cic
lo: lo que hizo posible a los nazis lorlu rar y m atar a m illones de ju d ío s
no fue sólo el que pensaran que eran dioses y q ue, por lo lanío, podían
decidir q uién podía vivir y q u ién debía morir, sin o el hecho de que se
vieron co m o instrum entos de D ios (o de alguna o lra Id ea), que ya había
decidido q u ién podía vivir y q u ién debía morir. De h e ch o , lo más peli
groso no es el burócrata insignificante que cree ser D ios sino, más bien,
el Dios q ue finge ser un b u ró crata insignificante. In clu so podría decirse
que, para el su jeto , lo más difícil es aceptar que, en un cierto sentid o,
es 'D ios’, q ue tien e una e lecció n . Por lo lan ío, la respuesta correcta a la
prom esa religiosa de la inm ortalidad no es el pathos de lo finito: la base
de la élica no puede ser un im perativo que nos ord en e abrazar nuestra
finilud y ren u n ciar a nuestras asp iracio n es 'su prem as’, ‘im posibles’, sin o,
más bien, un im perativo que n os invite a recon o cer co m o propio lo ‘infi
nito’, que pueda ocu rrir com o algo que es ‘en esen cia una con secu en cia’
de nuestras accion es.
Lo que n o llegan a ver los d efensores de la e x clu sió n kantiana del
‘mal d iab ó lico ’, o sólo pasan por alto en silencio, es la sim eiría del bien
(suprem o) y del mal (su prem o). Al exclu ir la posibilid ad del ‘mal supre
m o’ tam bién exclu im o s la posibilidad del bien: ex clu im o s la posibilidad
de la ética co m o tal o , con m ás exa ctitu d , postulam os el acto ético com o
algo que es en sí m ism o im p osible y existe sólo en su fracaso perpetuo
‘com p letam en te’ para realizarse a sí m ism o.
Así, nu estra crítica de Kant en este aspecto no es que no tuvo su fi
ciente ‘c o ra je ’ co m o para aceptar algo tan radical y lan extrem o com o el
mal diabólico. Por el con trario, el problem a es que esa extrem idad (que
exige e x clu sió n ) ya es en si un resultado de una cierta con cep tu alización
kantiana de la ética. Para id en tificar la fuente de este problem a, regre
sem os a la C rítica d e la razón p rá ctica . En esa ob ra, Kant distingue entre
los objetos de la razón pura práctica por un lado y la v olu n tad por el otro.
Afirma que ‘los ú n ico s o b jeto s de la razón práctica so n los del bien y el
m al.90 A su vez, d efin e la absolu ta corresp ond encia de la voluntad con
la ley moral co m o santidad. Así ten em os, por un lado, el bien su prem o
com o el o b je to de la razón práctica y, por el otro, la volu n tad santa com o
su con d ición suprem a. El postulado de la inm ortalidad del alma opera
114
Etica de lo real
■m ilia el irasfond o de esta d isiin ción . La o p era ció n básica que in trod u ce
i μ· postulado consiste en la vinculación del o b jeto de la razón práctica
irl bien su p rem o) con la voluntad, en h acerlo un o b je to de la voluntad y
Ihi-.i vitar q ue la ‘realización’ de ese ob jeto es p o sib le sólo b ajo la suposición
«/i la voluntad san ta. Es precisam ente esa op eració n la que, por olro lado,
.i> erca a K ani a Sade y su v olonté d e jo u issa n c e, ‘voluntad de g o ce’ y, por
■Ί oiro lado, hace necesario que Kanl (q u e n o quiere ser Sade) excluya
1 1 bien/mal suprem o co m o im posible para los agentes hum anos. En este
|iunio m e gustaría hacer una ob jeción a K anl, d ado que desde mi punto
de vista este vínculo en tre el ob jeto y la voluntad no es necesario. Por
ende, mi tesis sería que el ‘mal suprem o’ y el ‘bien suprem o’ co m o s i
nónim os de un acio logrado sí existen o , m ás b ie n , sí ocurren - l o q u e no
existe es la voluntad sania o diabólica.
Esla postura, por su p u esto , tiene algunas co n secu en cia s im portantes
para la co n d ició n del su jeto ético, pero an tes de exam inar este aspecto
de la cu estió n , tratem os de dem ostrar la afirm ación de que el ca rá cier
extrem o (que exige exclu sió n ) del ‘mal d ia b ó lico ’ ya es en sí el resultado
ile una cierta con cep tu alización kantiana de la ética.
E sto podría verse con m ayor claridad en la prim era parte de la pará
bola de la horca de Kant, q u e no exam inam os en nuestra d iscu sión sobre
la m entira. Kant inventa d os historias q ue, se su p o n e, ‘prueban’, en pri
mer lugar, la existen cia de la ley moral y, en segu nd o lugar, d em uestran
que el su jeto no puede a clu a r en contra de su s intereses patológicos por
ninguna razón que no sea la de la ley m oral. La prim era historia trata de
un h om bre que se co lo ca en la situación de ser ejecu tad o en su salida del
d orm ito rio com o co n d ició n de haber pasado la n och e con la m u je r de
sus d eseos. La otra historia, que ya hem os d iscu tid o, tiene que ver con
un h o m b re a quien se pon e en la posición de prestar falso testim on io
co n tra alguien que, co m o resultado, perderá su vida o som eterse él m is
mo a la m uerte de no h acerlo. Com o co m en ta rio a la prim era alternativa,
Kant sólo afirm a: ‘no ten em os que ad ivinar m u ch o tiem po cuál puede
ser su lia del h om bre en cu esiión l respuesta’. En cu anto a la segunda
h istoria, Kant sostiene q u e es al m enos po sible im aginar que un hom bre
preferiría m orir a d ecir u n a m entira y enviar a otro hom bre a la m uerte.
De estos dos co m en tario s se sigue que no existe ‘fuerza’ que no sea la ley
m oral que pueda h a ce rn o s actuar en co n tra de nuestro bienestar y nues-
115
A lcnka Z u p an cic
116
Écica d e lo real
117
A lcnka Z u p an cic
118
Ética de lo real
** Ver Ja c q u e s Lacan, The F ou r F u n d am en tal C oncepts o f Psycho-A nalysis, H arm ondsw onh:
Penguin 1 9 7 9 , pág. 139:
119
A lenka Z u pancic
120
6
El acto y el mal en la literatura
wJa c q u es Lacan, T he Seminar, B ook XX: On Feminine Sexuality. T h e U m its o f Law and K now l
edge, Nueva York y Londres: W W N orton 1 9 9 8 , p ig 8.
121
A lcn k a Zupancic
q u e m ayor placer les da. Ese es el paradigm a que ta m b ién rige lo que
llam am os lo erótico.
Por olro lado, lom em os el ‘m o vim ien to don ju a n ía n o ’, quizá m ejor
d escrito com o la búsqu eda dem asiado precipitada. Aquí, cada vez que
nos p roponem os alcanzar el o b jeto de d eseo, nos m ovem os con dem a
siada rapidez y lo superam os de in m ed iaio , por lo cual en co n tra m o s que
d ebem os recom enzar una y otra vez. Si el 'paradigm a sa d ea n o ’ es m o
n óto n o (a pesar de que nos atraiga co n su suspenso), el ‘don ju a n ia n o ’
es repetitivo (y sin em bargo lleno de aventu ra). La diferencia en tre estos
d os enfoques tam bién puede form ularse en térm inos de d iferen cia entre
un enfoque ‘parte por parte’ y un en fo q u e ‘uno a un o’ del o b je to de goce.
En el prim er caso , disfrutam os del cu erp o del olro parte por parte, pero
cu a n d o querem os ‘unir las piezas’, n u n ca pueden co n stitu ir un todo,
un U no. En el seg u n d o, com enzam os c o n el Uno, d isfru tam os de una
m u ltiplicid ad, ‘uno a uno’, sin em bargo nu nca podem os d ecir que las
d isfrutam os todas. ‘E lla’, cada una de ellas, es en esencia una m en os qu e:
‘esa es la razón por la cu al, en cu alq u ier relación de un h o m b re c o n una
m u je r (es ella quien está en cuestión |en causel) es desde la perspectiva
del U no de m enos |ÍJnc-en-nioins| que d ebe abordarse |a la m u jer). Ya
les señalé esto en referencia a Don J u a n . . Qui zá no sea una co in ci
d en cia que estos d os intentos (tratar de reu n ir al otro ‘parte por parte’ o
‘un o a u n o’) em p ren d id os con seriedad ingresen en el territorio del ‘mal
d ia b ó lico ’. En este cap ítu lo exam in arem os con d etenim iento la lógica de
e sto s dos 'enfoqu es’ al ob jeto de deseo co m o dos respuestas a un punto
m u erto fundam ental: el que rige la relación entre la voluntad y el jo u is
sa n ce com o la sem illa real del acto. Tom arem os a Valm ont, el héroe de
Les Liaisons dangereuses de Laclos, com o el héroe del paradigm a sadeano
y a D o n ju á n com o el paradigma de sí m ism o.
El caso de Valmont
Toda la historia co n tad a en Les Liaisons dan g ereu ses está m ontad a sobre
el teló n de fondo de un m ito original: la relación mítica entre M erteuil y
w Ibid. pág. 2 9.
122
Ética de Io real
Valmont q u e se rom pió para q u e la hisioria actual com ien ce. Esta rela
ción se nos presenta com o una suerte de ‘Unidad o rig in al’ d onde c o in c i
den el am o r y el goce, p recisam en te en la medida en que son fu nd am en
talm ente incom patibles. En referencia a esta incom patibilid ad , el tono
de la novela está de acuerdo co n las afirm aciones que Ja cq u e s Lacan
hace en su sem inario E n core: el am or tiene que ver con la identificación
y, por e n d e, funciona de acu erd o con la fórm ula 'som os uno’. Del otro
lado está el goce, el jo u issa n ce, q u e en principio n u n ca es ‘total’. El jo u is
sance del cu erp o del otro siem p re es parcial, nu nca puede ser U n o .100 Al
principio de la novela, M erteuil advierte a V alm oni sobre su planeada
sed u cción de Madame de Tourvel al decirle que ella sólo podría ofrecerle
un semigoce (demi-jouissance), c o n lo cual rem arca que en una relación tal
1 + 1 siem pre es 2 (y nu nca 1, lo cual sería la d efinición de goce ‘total’,
‘no m ed io’). Aunque ‘en el m u n d o real’ el jo u issa n ce, el goce, siem pre es
sólo un m ed io goce, en el caso de M erteuil y de V alm ont había ‘absolu to
abandono de sí m ism os’ y un ‘éxtasis de los sen tid os, cu ando el placer
se purifica en su propio e x ce so ’. 101 Esa es la d escrip ción de La M arquesa.
Valm ont, por otro lado, lo dice de la siguiente m anera: ‘cu ando sacam os
la venda de los ojos del am or y lo forzam os a ilu m in arnos con la llam a de
los placeres, nos envidió’. En esa relación m ítica, la antin om ia de am o r y
goce q ueda (o , más bien, q u ed ó ) abolida.
Al p rin cip io estuvo la relación sexual (exito sa), el logro de un U no.
Valm ont y M erteuil rom pieron esa relación porque ‘había asuntos más
im portantes que exigían su a te n c ió n ’, debido al llam ado al deber. Se
separaron en beneficio del m u n d o y com enzaron a ‘predicar la fe en sus
respectivas esferas’ (pág. 2 8 ). Sin em bargo, su relación original siguió es
tando presen te en sus p osteriores em presas com o la medida in co n m e n
Com o lo enfatiza de manera adm irable el lipo de kantiano que fue Sade, uno sólo
puede gozar de una parle del cuerpo del Otro, por la simple razón de que uno
nunca ha visto a un cuerpo envolverse por completo alrededor del cuerpo del Otro,
al punto de rodearlo y fagocitarlo. Esa es la razón por la cual debemos limitarnos
a sólo apretarlo un poco, asi, a tom ar un antebrazo o cualquier otra cosa -¡au ch !
(Ibid., pág. 26).
101 C h od erlos d e Lacios, Les Liaisons d an g ereu ses, H arm ondsw orth: Penguin, 1 9 6 1 , p ig .
31. Todas las referencias futuras s e r in a esta edición.
123
A lenka Z upancic
La lógica que fu n cio n a aquí es: o yo solo (V alm ont) o una serie de
otros. Y cu anto m ás larga es la serie, m ás halagadora pasa a ser para Val
m ont. Por su p u esto , la pareja privilegiada nu nca puede ser parle de la
serie. La M arquesa lo con firm a cu ando d ice, en respuesta al pedido de
V alm ont de la reco m p en sa acordada d espu és de su exitosa sed u cció n de
M adam e de Tou rvel, ‘pu ed e ser que a veces haya tenido pretensiones de
en carn ar todo un sera llo en mi persona, pero nunca se me ha persuadi
do a pertenecer a u n o ’ (pág. 3 0 6 ).
En otras p alabras, n o hay relación, no hay proporción e n lre la Mar
quesa de M erieuil p o r un lado y todas las otras m ujeres por el otro.
Lo m ism o sucede c o n el Vizconde de V alm onl. Se enfurece cu an d o (en
ap ariencia) la M arquesa prom ueve a otro hom bre al ‘p u esto’ de Elegido
(exclu sivo ). M erteuil se enfurece cu ando el V izconde trata de colocarla
en una serie ju n to c o n otras m ujeres.
Cuando el E leg id o se separa (co m o d eb e ser), se nos traslada a la
lógica de lo que los m atem áticos llam an el ‘con tin u o de n ú m eros rea
les’: dado que siem p re hay un núm ero real entre dos nú m eros reales
cu alq u iera d ados, n u n c a podem os anu lar su diferencia m ed iante una
gradual d ism inu ción de ésio s, así com o A quiles nunca puede alcanzar a
la tortuga m edíanle la cob ertu ra sucesiva de la mitad de la d istan cia que
los separa. De h ech o pu ed e superar a la tortuga, pero sólo la alcanzará
124
Ética de lo real
l0! M laden D olar, ‘La fcm m e-m achin c', N ew F orm ation s, 2 3 , veran o de 1 9 9 4 , Londres:
Law rence & W ish a rt, pág. 46.
125
A len k a Zupancic
se las puede m anipular y tratar com o co sas que son equ iv alen tes, reem
plazables e intercam b iab les entre sí. Del otro laclo p od ríam os co lo ca r lo
q u e Merteuil llama las scélérats (‘las p erson as m alas'). S ó lo el scéléra t es
capaz de elevarse por encim a de la co n d ició n de o b je to , de m áquina o
de cosa. En otras palabras (y esto podría considerarse un tem a esencial
del siglo XV III), el ca m in o a la a u ton om ía p a sa p o r el M al, el mal com o
‘actitud ética’, el mal co m o un proyecto (y no sólo com o ‘mal ocasion al’).
El conocim iento m ism o no basta. Es de h ech o la fu n d am en iación de la
superioridad, pero para que esta superioridad sea efectiv a, se necesita
algo más: la d ecisión del mal y la fortaleza para persistir en él m ás allá de
las consecuencias, in clu so a expensas del propio bienestar.
Para los fines de nuestra d iscu sión, un aspecto m uy interesante de
L es Liaisons dan gereu ses es la naturaleza de la sed u cción de M adam e de
Tourvel por parte de V alm ont. El o b jetiv o de Valmont lejo s está de ser
una sim ple ‘victoria’ sob re Madame de Tourvel en el sen tid o de 'pasar
una noch e’ con ella. Eso últim o es, m ás b ien , la co n se cu e n cia de otro
plan. El proyecto que em prend e V alm ont con Madame de Tourvel es de
h ech o único, no es exactam en te com o el resto de sus p ro y ectos. Tourvel
no sólo está casada, sin o que adem ás está ‘felizm ente casad a’. Su virtud
y lealtad son ‘gen u in as’. No es (co m o en el caso de ‘la m ayoría de las
otras m ujeres’) fingida y adoptada d eb id o a norm as y valores sociales
dados. Desde el p rin cip io m ism o, V alm ont no se aproxim a a Tourvel
co m o sólo ‘una m ás’, no se aproxim a a ella com o sólo un b o cad o más
para su inconstante ap etito. Podríam os ir m ás lejos e in clu so d ecir que
es sólo con la sed u cció n de Madame de Tourvel que V alm ont en realidad
deviene Valmont. A ntes de eso es sólo otra versión de D o n ju á n , el in
cansable seductor que ‘co n q u ista ’ una m u je r tras otra. C on su sed u cció n
de Madame de Tourvel, Valm ont cam b ia por com pleto el paradigm a de
sed u cció n : la lógica de ‘uno a u n o’ (o, m ás bien , tres a tres) da paso a
la lógica de ‘pieza a pieza’, pedazo a pedazo: la lógica del acercam ien to
infinito al objetivo.
Lo que hace tan difícil la em presa de Valm ont no sólo es la pía vir
tud de Madame de Tourvel, sino tam bién (y eri especial) las co n d icio n es
q ue el mismo V alm ont establece para este proyecto. La victoria debe
ser com pleta, dice, lo cual significa que n o es suficiente que Madame
de Tourvel ceda a sus esfuerzos sed u ctores en un m om ento de confusa
126
É tica de lo real
|i;isión. Por el co n tra rio , su acto de som etim iento d ebe ser un resultado
di· reflexión y decisión som b ría. V alm ont no desea a M adam e de Tourvel
ni nivel de la es p èc es, al nivel de todas las otras m u jeres —m áquinas de
placer. C uando dé el paso d ecisivo, ese paso liene que estar acom pañado
por la clara conciencia de lo que esiá haciendo y de cu áles pueden ser
las con secu en cias de sus actos. En otras palabras, q u iere a Madame de
lourvel com o Sujeto.
Esa es la razón por la cual Valm oni se niega dos veces a sacar ven
taja de las o p ortu n id ad es que se le ofrecen. La prim era vez es cuando
'ablanda' a M adam e de Tourvel co n un ‘acto noble’. Se trata del episodio
en el cual V alm ont (sabiend o que Tourvel ha ord en ad o su ‘vigilancia’)
va a la aldea cercan a y ‘con generosid ad ’ salva a una fam ilia muy pobre
de la co n fiscació n de su propiedad. Inform a sobre el a co n tecim ien to a
Merteuil:
Agrega a este inform e: Ce projet est sublim e, n'est p as? (¿N o crees que
mi plan es su b lim e?)
Este párrafo m erece un com en tario en varios p u n tos. Prim ero que
nada, V alm ont delinea la diferencia entre él com o p erson a, com o ‘su jeto
patológico (q u e casi se deja llevar por la lujuria) y él co m o ‘profesional’.
Valmont utiliza una expresión im personal al decir q ue casi pone en pe
ligro al‘co n q u istad o r de M adam e de Tourvel’, es decir, a sí m ism o com o
'profesional'. El segundo punto im portante aquí es su d efinición de ese
127
A lenka Zupancic
¡C u á n e n c a n ta d o r es ser, a la v ez, la c a u sa y la c u ra d e su
re m o rd im ie n to ! L e jo s está de m í d e s tr u ir lo s p re ju ic io s q u e la
p o see n . A gregarán v alo r a m i g r a tific a c ió n y a m i g lo ria. Q u e c re a
en la v irtu d , p e ro q u e la sa c rifiq u e p o r m í; q u e lem a p o r su s
p e c a d o s, p ero q u e é s io s n o la d e te n g a n (p á g s. 3 3 - 4 ) .
M i p la n , p o r e l c o n tr a r io , es q u e c o b r e p e rfe c ta c o n c ie n c ia d e l
v a lo r y el a lc a n c e d e cad a u n o d e lo s s a c rific io s q u e m e h a ce , n o
p ro c e d e r tan rá p id o co n ella c o m o p ara q u e m i re m o rd im ie n to
n o sea ca p a z d e alcan z arla. Es m o stra r c ó m o su virtud resp ira
su ú ltim a a g o n ía d u ra n te la n ío tie m p o p ro lo n g a d a , m a n te n e r
ese s o m b río e s p e c tá c u lo de m an era in c e s a n te an te su s o jo s (p ág .
1 5 0 ).
128
Ética de Io real
1113Ver R oscann R un tc, ‘D ying W ords: T h e V ocabulary o f Deaih in T hree Eig h teen -C en lu ry
English and F ren ch Novels' en C an ad ian Review o f C om parative Literature, otofto dc 1 9 7 9 ,
Toronto: U niversity o f Toronto Press, pág. 3 6 2 .
129
A lenka Zupancic
,<MVer Jacq u os-A lain Miller, Extim ité (sem inario in éd ito ), clase del 16 de abril de 19 8 6 .
130
É tica de lo real
105 En su T raiti des sensations: Traité des an im a x u (Paris: Fayard, 1 9 8 7 ), Étienne Bonnot,
A bbé de C o n d illac, inventa un exp erim en to m ental peculiar cuyo o b je tiv o es perm itirnos
im aginar la génesis del entend im iento co m o algo derivado d e la sen sació n com o m ateria
prima. Nos invita a im aginar una estatua cuya organización in tern a sea equivalente a
la nuestra, pero qu e esté cubierta con m árm ol y la anim e un esp íritu que (todavía) no
incluye ideas. El m árm ol que cubre la su p erficie de la estatua n o le perm ite hacer uso de
ninguno de sus sen tid o s. C ondillac invita al lecto r a ponerse en el lugar de la estatua y
seguirlo en un viaje du rante el cual 'abrirá los sentid os a las diferen tes im presiones a las
cuales son su scep tib les' (p.ii). Poco a p o co , raspará el m árm ol del cu erp o de la estatua
para despejar (en diferen tes co m b in acio n es) el cam in o para diferen tes sensaciones y así
'observará' có m o se form an las ideas en el esp íritu virginal de la estatua.
131
A lenka Z upancic
¡E s ev id en te q u e h e e s ta d o e n g a ñ á n d o te d u ra n te c ie n o tie m p o ,
p ero e n to n ces su in c e s a n te te rn u ra m e fo rzó en c ie rta m ed id a a
h a ce rlo ! No es m i c u lp a .
U n a m u jer a la q u e a m o a h o ra co n lo cu ra in s is ie en q u e re n u n c ie
a ti p or ella. N o e s m i c u lp a .
M e doy so b rad a c u e n ta d e q u e es la o p o rtu n id a d p erfecta para
a c u sa rm e de p e r ju ic io , p ero si, c u a n d o la n a tu raleza ha d o tad o
a los h o m b res a p e n a s c o n c o n sta n c ia , h a d ad o a la m u je r
o b stin a c ió n , n o es m i c u lp a .
C ré e m e , d eb erla s e n re d a rte co n o tro a m a n te , m ien tra s yo m e
e n re d o co n o irá a m a n te . Es u n c o n s e jo m uy, m u y b u e n o : si lo
c o n sid e ra s m a lo , n o e s m i cu lp a.
A d ió s, ángel m ío . T e lo m é c o n placer. Te d e jo c o n pesar. Tal vez
vu elva. Asi es la vid a. N o es m i cu lp a (p ág s. 3 3 5 - 6 ) .
O h , créam e, Vizconde: cuando una m ujer apuma al corazón de otra, rara vez falla en
encontrar el pumo vulnerable y la herida que produce es incurable. Mientras apunté
yo a csie o, más bien, mientras dirigí el suyo, no me he olvidado que ella era un rival
a quien usted por un tiempo habla preferido por sobre mí y que, de hecho, me había
considerado inferior a ella (pág. 3 4 1 ).
132
É tica de lo real
S í, V iz c o n d e , esia b a u sied m u y en a m o ra d o de M ad am e d e T ou rv el
y sig u e e n a m o ra d o de ella : la a m a co n locu ra. Pero d e b id o a q u e
m e d iv irtió h a ce rlo s e n tir a v e rg o n z a d o p or ello , la h a s a c rific a d o
co n v a le n tía . La h ab ría sa c rific a d o m il v eces a n le s d e a c e p ta r una
b ro m a . ¡A q u é e x ir e m o s n o s lleva la van id ad ! F u e en v e rd a d sa b io
q u ien la lla m ó la e n em ig a d e la felicid ad (págs. 3 4 0 - 4 1 ) .
Por otro lad o, lod o este asunto produce b ru sco d esp ertar para la
M arquesa, porque su su p osición de largo de que V alm onl se siente atraí
do a ella sólo d eb id o a su ‘van id ad ’ dem uestra estar por com p leto ju s
tificada.
¿D ónde p od em os ubicar el m om en to decisivo en el que Merteuil
llega a saber co n certeza que V alm onl está en realidad enam orado de
Madame de Tourvel? P recisam ente cu ando Valmonl sa cr ifica a Mada
me de Tourvel, según sus propias palabras. Este sacrificio , dado que
es un sacrificio, lejos está de ser un testim onio de su indiferencia hacia
Madame de Tourvel. Es la prueba de su am or por ella. A la altura del
partido que lleva a q ue V alm onl ad m ita que la perdida de Tourvel fue un
sacrificio, M erteuil elige el m odo perfecto para d escu brir su s verdaderos
sen tim ientos por M adam e de Tourvel. Le pone una tram pa en el regis
tro del ‘deseo y la cu lp a’. La cu estió n para ella no es sí V alm onl rom pió
‘ob jetivam ente’ o no las reglas que am bos ju raro n cu m p lir. La cuestión
decisiva es si las rom pió ‘su b jetiv am en te’, al nivel de su d eseo. Por ende,
el objetivo de la iram p a de M erteuil no es averiguar si V alm ont está listo
para sacrificar a M adam e de Tourvel, sin o averiguar si él con sid era un
sa ciificio term inar co n ella. La cu e slió n no es si V alm onl ha h ech o algo
m alo ‘o b jetiv am en te’. La verdadera cu eslión es si se sien te culpable - s i
se siente cu lp ab le, en ton ces para la M arquesa es cu lpable. M erteuil sabe
muy bien que si V alm onl es cu lp ab le responderá a sus provocaciones
exactam ente co m o lo hace: con un sacrificio. Si ValmonL se siente cu l
pable, en ton ces la lógica del superyó lo ¡levará de m anera autom ática a
lom ar aquello q ue más preciado es para él y sacrificarlo.
Esla carta co n tie n e incluso otro ‘giro’. La frase ce n’est p a s m a fa u le
no es una invención original de M erteuil. Por ende, lo que tenem os aquí
133
A lcnka Z u p a n cic
134
É tica de lo real
Este punió acerca de la ley del d eseo está en co n so n an cia con los
com en tario s de Lacan en La ética del p sico a n á lisis:
""Jacques Lacan, The Ethics of Psychoanalysis, Londres: Routledge, 1992, pág. 321.
135
Alenka Z u pan cic
El caso de D onjuán
136
Erica de Io real
IM Ver Cam ille D u m o u lié, Don Ju an ou /Vroism e du désir, París: PUF; 1 9 9 3 , pág. 106.
137
A lenka Z u p a n cic
138
É tica de lo real
final. De ese m odo, supera por m u cho la perogrullada de que para él, al
igual que para cu alq u ier otro ‘ateo’, lo sen sato a hacer seria arrepentirse
antes de m orir con las palabras: ‘despu és de lod o, uno n u n ca sabe en
realidad qué puede h aber más allá. H agám oslo sólo por las d u d a s ...’.
D on Ju an sabe d em asiad o bien qué lo esp era más allá. El p u nto es que a
pesar de ese co n o cim ie n to , se niega a arrepen tirse y a ‘j u g a r seg u ro ’.
Según una versión indocum entad a, una vez vieron a V oltaire (otro
‘a te o ’ notorio) tocar su som brero en señal de reverencia m ien tras pasaba
por una Iglesia. Más lard e, según esa m ism a versión, la p erson a que fue
testigo de eso pregun tó con sorna a Voltaire cóm o podía ser que él, un
d eclarad o ateo, se sacara su som brero frente a una iglesia. V oltaire se vio
sorp ren d id o y resp ond ió: ‘b u eno, puede ser verdad que Dios y yo no nos
h ablam os, pero segu im os salu d án d o n os’.
Puede utilizarse tam bién esta a n écd ota para d escribir la actitud de
D on Ju an . La escena de la obra de M oliere que se lleva a ca b o en el
b o sq u e, donde D o n ju á n y su sirviente Sganarelle se en cu en tran co n un
h o m b re pobre, es instructiva en este asp ecto:
H O M B R E P O B R E : ¿P o d ría a y u d a rm e , s e ñ o r, co n algo?
D O N JU A N : ¡A sí q u e tu c o n s e jo n o fu e d e sin tere sad o !
H O M B R E P O B R E : S o y u n h o m b r e p o b re , señ o r. He viv id o s o lo
en este b o s q u e d u ra n te los ú ltim o s d ie z a ñ o s . Rezaré al C ie lo p o r
su b u e n a fo rtu n a .
D O N JU A N : H m . Reza p o r le n e r u n a b rig o so b re lu s esp a ld a s y
n o te p re o c u p e s p o r los a su n to s d e o tro s.
S G A N A R E L L E : B u en h o m b re , n o c o n o c e s a m i am o . Lo ú n ic o
en lo q u e c re e e s q u e d o s m ás d o s da c u a tr o y d os p or c u a tro es
ocho.
D O N JU A N : ¿ Q u é h a ce s aq u í en el b o s q u e ?
H O M B R E P O B R E : Paso m is d ía s re z a n d o p o r la p ro sp erid ad d e
las b u e n a s p e rso n a s q u e so n ca rita tiv a s c o n m ig o .
D O N JU A N : D e b e s viv ir co n m u c h a c o m o d id a d en to n ces.
H O M B R E P O B R E : ¡Ay de m í, s e ñ o r! V iv o en una gran p o b re za.
D O N JU A N : ¿S eg u ro q u e n o? U n h o m b r e q u e pasa su s d ías re
z an d o n o p u ed e e v ita r re cib ir to d o lo q u e n ecesita.
H O M B R E P O B R E : C réa m e, s e ñ o r, c o n fre c u e n c ia n o te n g o n i
co rteza d e p an p ara co m er.
D O N JU A N : ¡E s e x tra ñ o q u e se te p ag u e tan m al p o r tu s s u fri
m ien to s! B u e n o , te d aré u n a pieza d e o ro en este p reciso m o m e n
to si m a ld ices tu d e stin o y b la sfem a s.
139
Alenka Z u p an cic
H O M B R E P O B R E : O h , se ñ o r, ¿ m e h aría c o m e te r u n p e c a d o se
m e ja n te ?
D O N JU A N : D ec íd e le . ¿ Q u ie r e s g a n a r una p ieza d e o ro o no?
T en g o u n a a q u i para ti sie m p re y cu a n d o m ald igas. E sp era - d e -
b es m a ld e c ir.
H O M B R E P O B R E : ¡O h , s e ñ o r!
D O N JU A N : N o le la daré a m e n o s q u e lo hagas.
SG A N A R E L L E : V am os, m a ld ic e u n p o c o . No h a c e d a ñ o a n adie.
D O N JU A N : T o m a , a g á rra la , le d ig o , pero p rim ero d e b e s m a l
d ecir.
H O M B R E P O B R E : N o , señ o r. P referiría m o rirm e d e h a m b re .
D O N JU A N : E n lo n c c s , p e r fe c to . Te la d oy p or tu h u m a n id a d .110
110 M olière, 'D o n ju á n o r T h e Statue at the Feast' en The M iser a n d O th er P lays, Baltim ore,
MD: Penguin, 1 9 9 6 , págs. 2 2 4 -5 . Todas las referencias futuras s e r in a esta ed ición y se
harán al pie del tex to .
140
É tica de lo real
111 Ya Slavoj Zizek ha señ alad o esta alteración prod ucid a p or la excesiva in sisten cia en el
b ien :
Basle recordar a Thom as More, el santo católico que resistió la presión de Enrique
VIH para aprobar el div o rcio ... desde un punto de vista 'comunitario1, su actitud
fue un gesto 'irracional' aulodeslructivo que era 'm alo' en el sentido de que cortaba
la textura del cuerpo social, con lo cual amenazaba la estabilidad de la corona y,
por ende, de todo el orden social. Por lo tam o, a pesar de que las motivaciones
de Thomas More fueran sin duda alguna ‘buenas’, la estructura fo rm al m ism a de su
a cto era 'radicalmente mala': el suyo era un acto de desafio radical que no tomaba
en cuerna el Bien de la comunidad ( Tarrying with the Negative, Durham, NC: Duke
University Press, 1 9 9 3 , pág. 97).
141
A lenka Zu pan cic
142
É tica de lo real
143
Alcnka Z u pan cic
ll3 Soren Kierkegaard, Eith er/O r, Garden City, Nueva York: Doubleday, 1 9 5 9 , vol. I, pág.
100 .
144
Ética de lo real
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A lenka Z u pan cic
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E tica de lo real
147
A lcnk a Zu pan cic
" í P od em os corro b o rar e sla lectura de Ία fe m m e n'existe p a s’ con las o b serv acion es de
Lacan en Television:
148
Ética de lo real
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A lcn k a Zupancic
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É tica de lo real
151
A lcnka Zupancic
Aqut podemos aclarar los mislerios de zielgchem m t, de esa forma que la pulsión
puede asumir al lograr su satisfacción sin lograr su o b jetiv o ... Si la pulsión puede
satisfacerse sin lograr lo q u e ... serla la satisfacción de su fin de reproducción, se
debe a que es una pulsión parcial y su objetivo es sólo regresar al circuito. (Jacques
Lacan, Die F our Fundamental Concepts o f Psycho-Analysis, Harmondsworth: Penguin
1979, pdg. 179.)
152
Ética de lo real
153
7
Entre la ley moral y el superyó
El cuanto de afecto
155
A lenka Zupancic
111 V er Ja cq u es-A la in Miller, UEv/imifd (sem inario inéd ito), clase del 8 de enero de 1 9 8 6 .
IJi Im m an uel Kant, Critique o f P ractica! R eason, Londres y Nueva York: M acm illan, 1 9 9 3
1 1 9 5 6 ], pág 7 5 .
123Ib id ., págs. 7 9 -8 0 .
'" I b i d . , pág. 79.
156
É tica de lo real
157
A lcn k a Z u p an fic
l¡7 Jacq u es-A lain Miller, O n Perversion', en R eading S em in ars I an d II: Return ta Freud,
Albay, Nueva York: SU N Y Press, 1 9 9 5 , pág. 3 1 3 .
158
Ética de lo real
ausencia, de esa caren cia que podría b rin d ar un apoyo para el sujeto
de representación. La representación m ism a se funda sob re una cierta
carencia o pérdida y es esta carencia la q u e no alcanza. Esta situación es
precisam ente la de una ‘carencia q ue v iene a carecer’, una ‘carencia que
se term ina’ - y esa es exactam ente la d efin ició n de la causa de la ansiedad
en Lacan: le m an q u e vient à m a n q u er.'28
El sen tim iento de respeto se ap od era de nosotros cu an d o la ley se
liace visible en un caso ejem plar de a cció n ética. Lo que se hace visible de
esa manera es p recisam ente la ausencia de una causa para tal acción . La
noción kantiana de respeto y la n o ció n lacaniana de ansiedad tienen eso
en com ún: no lien en una causa, pero tien en un ob jeto. Podríam os in clu
so decir que esla carencia de causa d eterm in a nuestra voluntad de inm e
diato, lo cual significa que algo se d esp rend e de la cad en a de causalidad
y com ienza a fu n cio n ar com o o b jeto . Siem p re y cu an d o perm anezca así
d esprendido, genera respeto o ansiedad. G enera la incom odid ad que se
m anifiesta en el h ech o de que b u sca m o s (co m o lo d ice K anl) d escubrir
algo 'que nos aligere su carga, alguna c u lp a ... para co m p en sa rn o s por
la hu m illación que sufrim os por un e je m p lo sem ejan te’. 129 Incluso la ley
moral m ism a, agrega, está som etida a ese intento de evitar sen tir respeto
por él. Es claro que este ‘intento’ ap u n ta a reunir con la cad en a causal la
cosa que parece desprenderse de ella, m erod ear sin causa alguna (de ese
m odo bu scam os, por ejem p lo, d escu b rir un m otivo patológico para una
acción que parece puram ente ética).
E xactam ente de la misma m anera en la cual Kant d efine aquí el res
peto, en con tram os que Lacan define la ansiedad, com o un ‘a fecto ’ o ‘sen
tim iento’ que en esen cia se con trap on e co n todos los otros sentim ientos.
Lacan se op one a la leoría que sostien e q ue la ansiedad d ifiere del tem or
dado que, a d iferencia de éste, no tien e o b je to alguno. Según esta teoría,
cuando tem em os, siem pre tem em os a alg o, m ientras q ue co n la ansie
dad no hay o b je to al cual podam os ap u n tar y decir: ese es el ob jeto de
mi ansiedad’. Lacan sostiene que, p o r el con trario, es en la ansiedad
donde el su jeto m ás se acerca al o b je to (es decir, a la sem illa Real de su
jou issan ce) y que es precisam ente esa proxim idad del o b je to la que se en-
l!S Ver Ja c q u es Lacan, LIAngoisse (sem inario in é d ito ), clase del 2 8 de noviem bre de 1962
1M Kant, Critique o f P ractical Reason, pág. 8 1 .
159
A icnk a Zupancic
160
É tica de lo real
161
A lenka Zu pan cic
162
É tica de lo real
dos sentim ientos d iferen tes vinculados con dos co n cep cio n es distintas
de la ley moral: el resp eto y la hu m illación . Más precisam ente, el respeto
co m o un sen tim iento a priori y el respeto que surge de la co n cien cia
de la hu m illación ; o el respeto com o un m odo de ansiedad y el respeto
co m o un m odo de fantasía (d ond e n os observam os siend o hum illados
por la ley m oral).
Es im portante señ alar aquí que la in stitu ción del superyó (o la ‘supe-
regoización’ de la ley m oral) tiene un a estricta relación co n lo q u e podría
llam arse ‘un tem or al é x ito ’. A lo que se tem e aquí es a un cierto ça ne
m an q u e pas, un cierto ‘no falla’.137 El O tro absoluto (b a jo la form a del
superyó) está ahí para garantizar que siem pre haya una ca ren cia del otro
lado (el lado del s u je to ), que esa caren cia nunca se ‘acab e’ y q u e ‘ello ’ (el
a cto ) nunca tenga é x ito . Si bien el acto logrado (o ‘e x ito so ’) siem pre se
relaciona con la d im en sió n de la ‘caren cia que viene a ca re ce r’, la versión
superyoica de la ley (m oral) se enfoca en evitar que el acto siquiera se
produzca. Pero la ú n ica garantía real que puede elaborarse para evitar
q ue el acto suceda es el ad venim iento de la figura de un O tro absoluto.
Si hay ‘un O tro del O tro ’, la posibilidad m ism a del acto se exclu y e por
d efinición. Y tal e x clu sió n , a pesar de la hu m illación y el to rm en to que
el su jeto debe so p o rtar a m anos de ese O tro , de hech o, pacifica.
El cam bio de la ley m oral al superyó no carece de co n secu en cias.
De h ech o, rige toda la dialéctica de lo sublim e. Tam bién e x p lica por qué
K ant, que antes hab ía establecid o una clara d istinción en tre el respeto
y otros sen tim ientos co m o la reverencia y el asom bro, pu ed e con clu ir
la segunda Crííicq co n la fam osa frase: ‘dos cosas llenan el ánim o de
con stan te y crecien te reverencia y asom b ro cuanto con m ás frecuencia
y más firmeza reflexio nam o s sobre ellas: el cifflo estrellado so b re mí y la
ley moral dentro de m í’. 138
Esta m isma id en tificació n da el to n o de la C rítica del ju ic io (1 7 9 9 ) y
d icta, en cierta m ed id a, su p roced im iento. De hecho, podría d ecirse que
la tercera C rítica logra el cam b io que ya se anunciaba en la C rítica de la
163
A lenka Z u p an cic
razón p rá ctica . Ese cam b io tiene que ver con la co n cep tu alizació n que
Kant h ace del Achtung (resp eto) y es sin tom ática de un cam b io atravesa
do por el co n cep to de la ley m oral en la obra de Kant. En ese cam p o se
‘degrada’ el respeto y se lo sitúa en el m ism o nivel de tod os los otros sen
tim ientos. Ese cam bio ya se h ab ía logrado para la ép o ca de La m etafísica
de las costu m bres, la p resen tación ‘doctrinaria’ de la filosofía moral k a n
tiana, que apareció dos años an tes de la C níica del ju ic io . Si, en la C ritica
de la razón p ráctica, Kant d ed ica todo un capítu lo a la n o ció n de respeto,
el parágrafo intitulado ‘R esp eto’ en La m etafísica d e las costu m bres ni si
quiera o cu p a una página entera. Adem ás, en este parágrafo, el respeto
se d efine co m o 'etwas bloss S u bjektives (algo m eram ente su b je tiv o ]’.139
Kant ya no habla de un sen tim ien to ‘a priori’ y 'n o p ato ló g ico’. El ‘o b je
to’ de respeto tam bién cam b ia. En la C rítica d e la ra zó n p rá ctica es la ley
moral co m o tal la que con stitu ye el ob jeto de respeto, m ientras que en
La m etafísica d e las costum bres ya podem os ver la inversión que regirá la
dialéctica de lo sublim e en la tercera C rítica. Esta inversión se form ula de
la sigu iente manera: “el sen tim ien to de lo sublim e en la naturaleza es el
respeto por nuestra propia v o cació n . Pero por una cierta s u b re p c ió n ... a
ese respeto se le atribuye un o b je to de la naturaleza q u e, por así d ecirlo ,
hace in tu ible para nosotros la superioridad de la v o cació n racional de
nuestros poderes cognitivos sob re el m ayor poder de la sen sibilid ad ’.1''0
139 Im m anuel Kant, The Metaphysics o f M orals, Cam bridge: C am bridge U niversity Press,
1 9 9 3 , pág. 2 0 3 .
H0 Kant, C ritiqu e o f Ju d g em en t, pág. 1 1 4 .
164
É tica de lo real
P or lo ta n to , si al ju z g a r la n a tu raleza d e sd e el p u n to d e v ista
estético la lla m a m o s s u b lim e , lo h a c e m o s n o p o rq u e ella d e sp ie rte
tem or, sin o p o rq u e e x ig e n u estra fo rta lez a (q u e n o p e rte n e c e a la
m Ib id ., pñg. 116.
Ibid ., pág. 117.
113 K ant, Critique o f P ractical Reason, pág. 166.
165
A icnka Z u p a n cic
166
É tica d e lo real
c ic . G racias a esta exp erien cia cósm ica (y, para ella, sin lugar a dudas
s u b lim e ), la m ujer llega, por supu esto, a la con clu sión deseada: ¡cuán
pequ eña e insignificante soy en este asom b roso e im pensable esp acio!
C o m o resultado, cu an d o le piden una vez m ás que done su h íg ad o, ya
no duda.
C o m o ya hem os d ich o , se trata de una caricatura. Sin em b a rg o , la
lógica de esta historia es precisam ente la m ism a lógica señalada por Kant
en referencia a lo su b lim e. Hay m om en tos en los que algo n os h a ce e n
trar en trance en tal m edida que estam os listos para olvidar (y ren u n ciar)
a to d o , nuestro b ienestar y todo lo que se asocia con él, m o m en to s en
los q ue estam os co n v en cid os de que nu estra existencia vale algo sólo
en la m edida en que so m o s capaces de sacrificarla. No hay necesid ad
de rem arcar, por supu esto, q u e todo parece rid ícu lo sólo al ‘o b serv ad o r
d esin teresad o’ que no se siente abrum ado y desafiado por el m ism o sen
tim ien to de lo sublim e. El m odo esp ecífico de desafío es, com o verem os,
m uy im portante para la lógica de lo su b lim e, la cual estam os tratand o
de d efin ir aquí.
L os dos puntos esen ciales del pasaje citad o más arriba que d escribe
la exp erien cia de lo su blim e son , por lo tan to:
167
Alenka Z u p an ¿ic
145 Ibid.
168
É tica de lo real
169
Alcnka Z u p an cic
I'w El Collins C obuilel English Language D iction ary da el siguiente ejem p lo : ‘las películas
pasan co n facilidad de lo sublim e a lo rid icu lo ’.
170
É tica de lo real
171
A Jcnka Z u pan cic
172
É tica de lo real
173
A lcnka Z u p an cic
174
Ética de lo real
La condición de la ley
175
A lenka Zupancic
'“ Im m anuel Kant, C ritiqu e o f Pure Reason, Londres: M acmillan 1 9 2 9 , pág. 180.
1,7 Ibid ., pág. 181.
176
Écica de lo real
177
A lcn k a Z upancic
la intu ición sen sible co m o tal están so m etid o s. Pero dado que no puede
sum inistrársele in tu ició n (y, por le ta n to , esqu em a) alguna a la ley de
la lib ertad , la ley m oral no tiene otra facu ltad cognitiva que el en ten d i
m ien to para m ediar su aplicación a o b je to s de la N aturaleza. El en ten
d im ien to es capaz de sum inistrar a una Idea de la razón no un esqu em a
de sen sibilid ad , sin o una ley. ‘Esta ley, c o m o algo que puede m ostrarse
in con creto en o b je to s de los sentidos, es u n a ley natural, pero sólo en su
form a’. 161 Es esta ley a lo que Kant llam a el tipo de la ley m oral.
En lugar del esq u em a, ahora ten em os el tipo, con stru id o sobre el
m od elo de la ley natu ral, tom ado sólo en su carácter formal - s u univer
salidad. ¿Pero qué es exactam ente ese ‘tip o ? Kant lo form ula de la si
guiente manera: ‘pregúntate si, en caso de que la acción que prop ones se
produ zca por una ley de la naturaleza de la cual tú m ism o fueras parte,
podrías consid erarla p o sible m ediante tu v o lu ntad ’.16í Esta form u lación
co rresp o n d e exactam en te a lo que Kant llam a en otra parte el im pera
tivo categ órico. En la F u n d a m en ta rá n d e la m etafísica de las costu m bres,
d o n d e ofrece varias form u laciones del im p erativo categ órico, e n co n tra
m os la siguiente form u lación : ‘actúa co m o si la m áxim a de tu acción
hu biera de conv ertirse, m ediante tu v o lu n tad , en una ley universal de la
natu raleza’. 163 Esta frase es casi exactam en te la. mism a que usa Kant en la
C rítica d e la razón p rá c tic a para definir el ‘tip o ’.
Por lo tanto, el im perativo categórico n o es otro que el tipo de la ley
m oral. Pero surge otra pregunta: ¿qué es, en to n ces, la ley m oral? ¿Q ué
ordena? ¿Q ué ‘quiere’? La frase ‘actúa de tal m anera q u e ...’ del im perati
vo categórico no es la respuesta a la pregunta ‘¿qué debería h acer?’ sino,
m ás b ien , a la pregunta ‘¿cómo lo hago?’ - u n a pregunta en la cual el ‘lo’
sigue siendo un enigm a. La con cep ción rigurosa de la ética kantiana nos
obliga a con clu ir que ese ‘lo’ es algo que o cu rre o no en un acto , que no
tiene preexistencia (n i siquiera bajo la form a de un m and am iento) y, por
ú ltim o, que no ten em os garantía alguna de q u e vaya à suceder cu an d o se
aplique estrictam ente el im perativo categ órico (dado que sabem os que la
conform id ad con la ley no es suficiente para consid erar ético a un acto).
161 Ibid.
,w Ibid.
m G roun ding f o r the M etaph ysics o f M orals, en Im m an u el Kant, Ethical P hilosophy, lndi-
a n ip o lis, 1N/Cambridge: H a ck en 1 9 9 4 , pág. 30.
178
É tica de lo real
Ifrl Aquí esta m o s siguiendo el argum ento de Slavoj Zizek de T he Indivisible R em ain d er,
Londres y N ueva York: Verso, 1 9 9 6 , pág. 143.
165 'C reo q u e ven qué significa la fu nció n del enigm a aquí: es un m edio d ecir (m i-dire],
co m o la Q u im era es un m edio cu erp o , listo para d esap arecer p o r com pleto cu an d o se
da la so lu c ió n ’ (Jacq u es Lacan, Le S ém in aire, libre XVII, L'Envers de la p sy chan alyse, Paris:
Seuil, 1 9 9 1 , pág. 3 9 ).
179
A lcnk a Zupancic
164 V er Alain Badiou, L E thiqu e, Essai su r la conscience du M al, Paris: Halier, 1 9 9 3 , pág. 4 2 .
180
Ética de lo real
181
A Jcn k a Z u pancic
2 . U no puede ad m itir que es sólo con este acto que el su jeto crea lo
que el O tro (la Ley) quiere. Ese es, por ejem p lo , el acto de Edipo: Edipo
crea de m an era retroactiva la deuda sim b ó lica en la cual él d e b e r ía h a b er
n acido, pero que se le q u itó en una serie de intentos de evitar su destino.
La lección de su historia no es que ‘¡ya está todo d ecid id o!’ (p o r el gran
O tro ) y que cu alquier co sa que haga el su jeto , está perdido de antem ano.
Por el contrario, la historia de Edipo nos m uestra, más b ien , q u e es el
gran O tro el que se pierde sin el sujeto. Sin el acto de Edipo, el oráculo
no habría sido sino hablad or inconsistente e insensato. En otras palabras,
sin el acto de Edipo, la ley del oráculo sólo sería lo que es: un ‘medio
d ic h o ’ que ‘habrá d ev en id o’ la Ley sólo en el acto del sujeto. Es en este
nivel donde debem os situar la libertad y la dim ensión real del a cto . Eso,
sin em bargo, exige una m ayor definición: si la ley se constituye co m o la
Ley sólo en el acto del su jeto y si el sujeto com plem enta la ley co n alguna
parte de sí m ism o, d ebería remarcarse q ue no reconoce esta ‘parte de sí
m ism o ’ com o tal (co m o perteneciente a sí). Debería decirse, m ás bien,
q u e el punto de en cu en tro entre la ley y el su jeto es éxlim o a am bos.
A qu í, tam bién, Edipo brinda un buen eje m p lo , pues co m p lem en ta
la ley (del oráculo) con una parte de sí m ism o que no co n o ce. Para evi
tar o tro m alentendido, señ alem os que este ‘d esco n o cid o ’ no e s tan sólo
el in con scien te sino, m ás b ien , algo que podría llamarse la causa del
in co n scien te o la causa del deseo in con scien te: 'la parle de n u estra car
ne q u e , por necesidad, perm anece atrapada en la m aquinaria fo rm al’. 167
H ablam os aquí de algo q u e está separado del su jeto , pero sigue siend o
in tern o a la esfera de su existen cia. En térm in o s tem porales pod ríam os
d ecir q u e esta separación es anterior al in co n scien te y constitu ye su fun-
d am en tació n . Esa es la razón por la cual, en su com entario sob re Sygne
de CoO fontaine de C laudel, Lacan hace tanto hincapié en el Versagung
co m o un rechazo original, ‘m ás allá del cual estará el cam ino de la n e u
rosis o el cam ino de la norm alid ad , sin que nin gu n o de los d os sea m ás
que el otro en relación co n lo que es, en el p rin cip io , la posibilidad del
V ersagung\168
182
8
La ética y la tragedia en el psicoanálisis
183
A lenka Z upancic
'““Ja c q u e s Lacan, L e Sém inaire, libre VII: Le transfert, Paris: S e u il, 1 9 9 1 , pág. 3 7 3 .
170 Ja c q u e s Lacan, Television: A ch allen g e ta the P sychoan alytic Establishment (ed. Jo a n
C o p jec), N ueva York y Londres: W.W. N orton, 1 9 9 0 , pág. 3 0 .
171 Ibid.
172 Lacan, L e tra n sferí, pág. 3 1 6 .
184
Ética de lo real
ln Ibid., pág. 3 5 4 .
185
A lcnk a Zupancic
I7'1Ver G .W F H cgcl, Aeslhclics. Lee tu res on Fine /\ns, trad. T.M . K nox, O xford: C larend on
Press, I 9 7 5 , volum e 2 , pág. 1 2 1 5 .
'" J a c q u e s Lacan, 'Ham let', O rnicar? 2 4 , Paris 198 1, pág. 15.
186
É tica de lo real
187
A lcn k a Zu pan cic
Con frecu en cia se con sid era que la historia de E dipo es una ilu stración
del p ro ceso m ediante el cu al el su jeto acepta su d estino con tin g en te (y,
co m o regla general, d esafortu nad o) com o algo necesario y recon o ce en
él el sign ificad o de su existen cia. De ese m odo, se la interpreta co m o una
ilu stración del proceso m ediante el cual el su jeto asum e una culpa irre
d u cible y, al hacerlo, ‘internaliza’ y da sentido a su d estino con tin g en te.
Aun si E d ip o no es en realidad cu lpable de su d elito (dado que se lo h a
bía p red ich o m ucho lien ip o an tes de su n acim ien to ), con heroísm o lleva
sobre su s h om bros la responsabilidad por sus acto s, asume su d estino
188
É tica de lo real
189
A lenka Z u pan cic
l7B “O ed ip u s the King”, en Só fo cles, The T hree T heban P lays, trad. Robert Fagles, Har-
m o n d sw on h : Penguin Classics, 1 9 8 4 , pág. 2 3 7 (versos 1 4 0 2 - 0 9 ) . Todas las referencias
futuras serán a esta ed ición y se harán en el cuerpo del texto .
190
É tica de lo real
seguir siend o ciego! Así, Edipo respond e al corifeo con p alabras duras:
'No me serm on ees', exclam a, y agrega q u e no liene el más m ín im o deseo
de ir directo al H ade, donde de nuevo tendría que ver a su padre y a su
madre.
Este tono puede p arecem os po co apropiado para un héroe. En lugar
de asum ir sus d eu d as sim bólicas y ‘sald arlas’ con su m u erte, Edipo c o
m ienza a hacer o b je cio n e s m enores, a protestar, incluso a d iscu tir: co n si
dera q ue el precio es dem asiado alto. Es la victim a de una inju sticia. Ese
elem en to del d ram a se enfatiza todavía m ás en Edipo en C olon o, donde
crece hasta cu b rir toda la obra.
En la obra de L acan, podem os d etecta r una cierta am bigüedad sobre
este aspecto de E d ip o. En diferentes p u n tos de La ética del p sicoan álisis,
Lacan llam a la aten ció n sobre estas o b je c io n e s de Edipo y la ausencia de
una recon ciliación con su d estin o .179 Sin em bargo, en sus otras obras,
tam bién hay p asajes que parecen ir en con tra de nuestra interpretación.
Por ejem p lo:
M e p h y n a i, e ste d e s e a r ía no s e r o d e s e a r ía n o h a b e r s i d o ... e s lo q u e
está en ju e g o en el caso d e E d ip o . ¿ Q u é se in d ica aq u í si n o el
h e c h o d e q u e m ed ia n te la im p o sic ió n d e l d e slin o en el h o m b r e ,
m e d ia n te el in te rca m b io p re sc rito p o r la e stru ctu ra de lo s p a d res,
algo e n tra en ju e g o , algo o c u lto d e b id o a lo c u a l, al e n tr a r e n el
m u n d o , el h o m b r e entra en un ju e g o in s o lu b le d e d e u d a ? En el
an á lisis fin a l, E d ip o só lo e s c u lp a b le p o r la a c u sa c ió n q u e re c ib e
de la d e u d a d e la A te q ue lo p r e c e d e .180
175‘Para Edipo, el reino absoluto de su deseo se ju e g a entre los dos, algo q u e saca a relucir
suficien tem ente el h e c h o de que se lo m uestra acertad o de m anera inflexib le hasta el final,
exigiend o todo, no ced ien d o nada, por co m p leto irrccon ciliado' (Jacq u es Lacan, The Eth
ics o f Psychoanalysis, Londres: Routledge, 1 9 9 2 , pág. 3 1 0 ).
ieoJ. Lacan, Le tran sfert, pág. 3 5 4 .
191
A lenka Z u p an cic
del fin del análisis, tiene que ver con el hecho de q u e el análisis cslA
centrad o sólo en torno del sig nificante) no son, de h e ch o , enunciadas
por Edipo. C o m o en el caso de d ecir 'm ejor m orir que estar vivo y ciego'
(que sigue la m ism a lógica), es el coro el que can ia m e p h y n a i, no Edipo.
Aquí, una vez más la actitud de Edipo tiene una significativa diferencia
con respecto a las perspectivas expresadas por el co ro . De h echo, Edipo
no se deja llevar por glorificación alguna de caren cia de ser: lo que su
posición glorifica, más bien, es el ‘ser un expatriad o’. Su existen cia es la
de alguien a quien el sign ificante, las ‘babas’ del sig n ifican te, ha desterra
do. Así que al final de Edipo rey, E dipo no elije el su icid io - e s o anularía
su existen cia com o desterrado y cond u ciría la tragedia de nuevo a una
articulación pura de significantes en la cual lodas las deudas se saldan
con prolijid ad. En lugar de eso , ‘elige’ con tinu ar su existen cia com o un
desterrado ciego sin d irección.
Si h u biéram os de buscar paralelos entre el final de E dipo rey y las
diferentes versiones del final del análisis de Lacan, podría ju stificá rse
nos en afirm ar que Edipo eslá más cercano a la versión form ulada en
térm inos de 'atravesar la fantasía -id en tificarse c o n el síntom a’ de lo
que está de la versión en la cual el sujeto por ú ltim o asum e su cu lpa e
'internaliza’ su destino con tin g en te. Edipo no se id entifica con su d es
tino, se identifica (y eso no es lo m ism o) con aq u ello de sí que hizo
posible la realización de ese d estin o: se identifica co n su ceguera. Esa
es la razón p o r la cu al, al final de la tragedia de E d ip o , tratam os no co n
la ‘su b je tiv ació n ’ (co n el proceso m ediante el cual el su jeto reconoce de
manera retroactiva su ser su b jetiv o precisam ente d o n d e no era nada más
que el ju g u e te en las m anos del d estino) sino, p or el con trario, co n la
‘o b jetiv ació n ’ o ‘reificación’. Edipo term ina com o un o b je to d espreciable
en el sen tid o lacaniano del térm in o . Si, en el m o m en to de su horrible
d escu brim ien to, Edipo se hu biera m atado (el lugar de sacarse los o jo s),
habría com p letad o el proceso de subjetivación. La co n tin u a ció n de su
‘ciega e xisten cia’, por el co n tra rio , m ueve las cosas en un a d irección por
com pleto diferente.
De h e ch o , el que Edipo n o m uera al final de la ob ra garantiza más
atención. C u and o m enos p od em os d ecir que es un final atíp ico para una
tragedia, pues parece interferir co n el m ecanism o de catarsis. Si Edipo
hubiera m u erto, su parricidio y su incesto habrían seguido siendo la
192
Ética de lo real
C O R O : ¡Q u é h a s h e c h o !
E D IP O : N o, n o h e c h o ...
C O R O : ¿Q u é e n to n c e s ?
E D IP O : H e r e c ib id o , re cib id o c o m o d o n , u n p re m io para ro m p e r
el c o ra z ó n - ¡O h , ro g a rla a los d io se s n u n c a h a b e r sid o rey de
m i ciu d a d , n u n c a h a b e r g an ad o el p re m io q u e m e en treg aro n !
(p ág . 3 1 6 ) .
193
AJenka Z u p a n cic
E D IP O : ¡D e rra m a m ie n to d e sa n g re , in c e s to , s u frim ie n to , to d o Io
q u e d ig as m e c o n c ie rn e ! ¡L o h e su frid o to d o y to d o en c o n tra de
m i v o lu n ta d ! ¡Tal fue el p la c e r d e lo s d io s e s ...! (p á g . 3 4 4 ) .
194
É tica de lo real
A q u ello a lo q u e e s tá fo rzad o A g a m en ó n a h a ce r b a jo el yu g o
de la Ananhc ta m b ié n e s lo q u e d e sea , c o n to d a su alm a, a u n q u e
sea a ese p re cio . A q u e llo q u e A g am en ó n so stie n e q u e la re lig ió n
p erm ite n o e s u n a c to q u e estarla fo rz ad o a h a ce r en c o n tra d e su
volu n tad sin o , m á s b ie n , su p ro p io d e se o In tim o d e h a ce r to d o lo
q u e pod ría a b rir el c a m in o para su e jé r c ito .182
195
Alenka Z u p an cic
181 Podría resultar de interés aquí observar q u e, a diferencia de H am let, con frecuencia
se ha d icho q ue la historia de Edipo p erten ece al género de la novela policial. Algunos
han ido incluso m ás lejos y han visto en Edipo rey el prototipo del g én ero noir. Es p or eso
que Edipo rey apareció en la ‘serie noir’ de la editorial francesa G allim ard ('traducido del
m ito’ por D idier Lam aison). Aquello q ue acerca la historia de Ed ipo al universo noir es,
por supuesto, el h ech o de que el héroe (el detective) está, sin sab erlo , im plicado en los
delitos que está investigando. Incluso podría decirse que la h istoria de Edipo se encuentra
en el corazón de la 'nueva ola’ de film no ir -p e líc u la s com o Angel H eart o B lade Runner
(la edición del d irecto r) donde al final sale a la luz el hecho de q ue el h éroe m ism o es el
delincuente qu e está buscando.
196
¿ tic a de lo rca]
197
Alenka Z u pan cic
198
Ética de lo real
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A lenka Zupancic
C O R O : ¡Q u é h a s h e c h o !
E D IP O : N o , n o h e c h o ...
C O R O : ¿ Q u é e n to n c e s?
E D IP O : H e re c ib id o , re cib id o c o m o d o n , u n prem io para ro m p er
el c o ra z ó n - ¡O h , rogarla a lo s d io se s n u n c a h a b er sid o rey d e mi
ciu d ad , n u n c a h a b e r g an ad o el p re m io q u e m e en treg aro n !
La muerte de la C osa
200
É tica de lo real
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202
Ética de lo real
203
AJenka Zupancic
‘m ateria’ que el sig n ifican te fue incapaz de ‘transform ar’ en lo sim bólico.
Es el resto, el exp atriad o, la ‘tab lilla’ de la dinám ica autorreferencial de
los significantes. Es en este sentido q u e deberíam os e n ten d er la tesis se
gún la cual la o p eració n de lo sim b ó lico (de la sim bolizació n ) nunca sale
b ien , siem pre p rod u ce un resto. No es que después de esta operación
queda algo p resim b ó lico , com o ‘insim b olizab le’ o algo que ‘escap a’ a la
sim bolización, sin o que la sim bolizació n , en su p erfección y com pletilud
m ism a, produce un plus que la ‘socav a’ desde dentro al engen d rar im
passes. Para parafrasear a Hegel: el resto es el hueso del esp íritu m ismo,
no algo externo que el espíritu no ha podido devorar por com p leto .
Es por esta razón que en su fam oso ‘grafo del d eseo’ Lacan sitúa en
el lugar del resto de la caden a significativa la voz que es, h ab land o en
rigor, un producto de la cadena significativa misma (del p arloteo de sig
nificantes), no un resto de algo anterior al advenim iento de lo sim bólico.
Este es, entonces, el valor conceptual del m ito edípico: sitú a la fuente de
la tragedia en la finalizada, 'cien por cien to com p letam en te’ lograda sim
b olización, en la palabra, después de cuya aparición la E sfinge se esfuma
sin d ejar rastro. Lo q u e ‘sella el d estin o ’ de Edipo no es algún resto ocu l
to de la Esfinge/Cosa, sino precisam ente la palabra y sus con secu en cias
(sus ‘restos’). Por lo tan to, la ruina de E dipo será producto del h echo de
que él perm anecerá fiel (aunque de m anera involuntaria) a su palabra.
En cu anto al im passe de lo sim b ó lico generado in tern am en te, la tra
gedia de Edipo se d espliega en dos niveles. El prim ero es el nivel de la
divergencia entre lo em p írico y lo sim b ó lico -u n a divergencia que se
sigue del h echo de q u e los otros (y sob re lod o su padre y su m adre) no
so n siem pre fieles o equivalen a sus palabras, a su fu nción sim bólica. El
segu nd o nivel sob re el cual la tragedia se despliega tiene q ue ver con el
h e ch o de que E d ip o se convierte en ‘te h é n ’ de su palabra, d e la respuesta
al acertijo que le form u lara la Esfinge. Tratem os estos niveles del destino
trágico de Edipo de a uno por vez.
¿Qué es un padre?
204
Ética de lo real
187Jacq u es Lacan, ‘Le m ythe individuel du névrosé’, O rnicar? 17/18, Paris 1 9 7 9 , pâg. 3 0 5 .
205
A lenka Zupanci¿
ver la otra cara del m ilo de Edipo e in clu so del com p lejo de Edipo: una
estructura 'cu ad ripartita' que tiepe c o m o fuerza m otora el h e ch o de que
el padre no sea igual a su deber. Eso n o carece de co n secu en cia s para
el padre m ism o: hay, por supu esto, u n a versión paterna del m ito, una
‘péreversion’ de la historia edípica, ejem p lificad a por el su eñ o del padre
m encionad o por Freud en La in terp retación d e ¡os sueños. En su sueño,
el padre ve a su h ijo (m uerto) ap arecer ju n to a su cam a y susurrarle con
reproche: P adre, ¿no ves que estoy a rd ien d o? Padre, ¿no ves q u e no eres
igual a tu d eber co m o padre?
El padre q ue no es igual a su d eb er representa un fracaso que perte
nece en esencia a lo sim bólico. D esde la perspectiva pod ríam os definir
la tragedia de Edipo com o la tragedia de un hom bre que se encuentra,
d esde el principio m ism o de la ob ra, ya en lo sim bólico, co n todas sus
ob ligaciones, pero n o lo sabe - n o sabe q u e el viajero grosero es su padre
y que la m ujer con q u ien se casa es su m adre. Se entera de eso recién al
final. Aquí se en cu en tra el significado esp ecu lativo y el alca n ce del mito
de Edipo: transita el cam ino de in icia ció n (de ‘sim bolizació n ’) al revés y,
al hacerlo, exp erim en ta y d em uestra u n a contingencia rad ical del Signi
ficado inherente a lo sim bólico.
Según la historia de la ‘génesis típ ica de la subjetividad ’, el su jeto
se entera de m anera gradual de que el Padre tam bién es el padre (un
h om bre con todas sus debilidades). S e en fren ta a una e cu a ció n del tipo
‘el espíritu es un h u eso ’: el ‘N om bre del Padre’ es en realidad sólo otro
su jeto , mi igual, y se defiende de esta ecu ación m ediante la co n stru c
ció n , por ejem p lo , de su ‘mito individ ual’, en el que los dos ‘aspectos’
del padre se e n carn an en dos personas (d iferentes). Es decir, estam os
tratando aquí co n la dim ensión de lo sim b ó lico que Slavoz Zizek ha
form ulado de la sigu ien te manera: ‘el fracaso m ism o de la sim bolización
abre el vacío d en tro del cual se produ ce el proceso de sim b o lizació n ’.188
El su jeto nace a lo sim b ó lico , pero a un sim b ó lico que produ ce su propio
fracaso, un territorio que no cu bre por co m p le to (en el caso presente, la
b rech a entre el padre em pírico y el pad re sim b ó lico ) y es en este espacio
q ue la sim bolizació n, la iniciación del su je to , tiene lugar. La historia de
E dipo representa la inversión de ese p ro ceso .
laaSlavoj Zizek, The In visible R em ainder, Londres y Nueva York: Verso, 1 9 9 6 , pág. 145.
206
É tica d e lo real
207
A lenka Zupancic
208
Ética de lo real
;il 'padre e m p írico ’ que no es ‘igual a su larea’, ese m ism o ‘viajero arró
gam e’ a q u ien asesinara Edipo. Esa es la razón por la cual Lacan puede
decir (al h ab lar de El pan du ro de C laud el): ‘el pu n ió extrem o, parad óji
co, caricatu resco del co m p lejo de E d ip o ... el viejo o b scen o fuerza a sus
hijos a casarse co n sus m ujeres y lo lleva al extrem o de querer len er las
de e llo s’. 190 En este caso, tratam os con el punto ‘e x tre m o ’, ‘parad ójico’ y
‘caricatu resco ’ del co m p lejo de E d ip o, no (y eso es lo im portante) con su
opuesto. Y el h ijo (en este caso Louis de C oü fon taine) de hecho matará a
su padre y se casará con la am ante de éste. El padre q u e fuerza a sus h ijos
a casarse co n sus m ujeres no es el Antiedipo de la 'sociedad m od erna’:
por el co n tra rio , representa la lógica m ism a del co m p le jo de Edipo lleva
da a su p u n to extrem o. Podem os ver su relevancia al punto de co n c eb ir
el esqu em a ed fp ico desde la perspectiva de la d isyu n ción entre el padre
em pírico y la agencia sim bólica del Padre.
R egresem os a Edipo rey. Ya h em os m encionad o la observación de
Hegel según la cual no hay m ayor injusticia que se le pueda hacer a un
héroe (clá sico ) que sostener que es inocente de sus. actos. Para tales per
sonajes, d ice Hegel, es un h o n o r ser culpables. Y ese es precisam ente el
insulto q u e sufre Edipo. A pesar de que sea verdad que nadie dice co n
exactitu d q u e es inocente, el p roblem a es que Edipo m ism o sabe que en
realidad lo es. Sabe que ni siquiera tiene d erecho a reclam ar el últim o
h on or de ser cu lp ab le, por m ás ‘d eshonroso’ que pueda ser. Q uizá eso
pueda con sid erarse la clave de su ‘in com p ren sible’ com p ortam ien to (n o
heroico) al final de Edipo rey. E dipo no es en realidad víctim a de la m ala
fortuna (u n ju g u e te de los d io ses). H ablando en rigor, se lo expatría, se
lo rechaza in clu so de tal ju e g o .
De ese m o d o , es la en ca rn a ció n perfecta del o b je to , que Zizek d e
fine de la sig u iente m anera: “y el objet petit a es precisam ente el o b je to
parad ójico generado por el len gu aje m ism o, co m o su ‘d esprend im iento’,
com o el resto m aterial del m ovim iento puram ente autorreferencial de
sig n ifican tes’’.191 Edipo, en e fe cto , ha sido ‘en g añ ad o’. Es el detrito del
m ovim iento autorreferencial de significantes (del o rácu lo ) y su historia
subraya de m anera muy exp lícita ese lado autorreferencial de las cosas.
20 9
A lcn k a Z u pan cic
210
É tica de lo real
E D IP O : ¿A ún m ás?
C O R O : A v anza, u n p o co m ás.
E D IP O : ¿A ú n m ás?
C O R O : H azle avan zar u n o s p a so s, m u c h a ch a , lú q u e v e s . ..
211
A lenka Zupancic
El rehén de la palabra
212
É tica de lo real
Es una d efin ició n bastante sorp ren d ente del plus de goce/trabajo:
un trabajo q ue, desde el punto de vista del co n o cim ien to ‘articulad o’ (el
co n o cim ien to que ‘se con o ce’), n o se ha producido pero q u e , sin em bar
go, nos ha h e ch o sudar en ab u n d an cia, el conocim iento/trabajo que no
se articuló en lo sim bólico, en las ecu acion es d inám icas en las que ‘-5 0 0
+ 5 0 0 = 0 ’, cuya ún ica prueba es el su d or de nuestra frente. Podem os
l ,!J.-P. V ernant, ‘A m biguité et renversem ent. S u r la structure én igm atiq ue d ’Œ dipe roi' en
V em anl y V idei-N aqu ei, M ythe et trag éd ie en C rè c e an cien n e, pág. 1 2 7 .
I'13 Le sav o ir qui se sait y le savoir qui ne se sait p as. Estas d os fórm u las, q ue traducim os
com o ‘el co n o cim ie n to q ue se co n oce a si m ism o ’ y ‘el co n o cim ien to q u e no se con oce a
si m ism o’ podría tam b ién entenderse de una m anera m is com ú n c o m o 'el con o cim ien to
que uno co n o ce (acerca-d e)' y 'el co n o cim ie n to que uno no conoce'.
1,4Ja c q u c s Lacan, Le Séminaire, libre XVII: L'envers de la psy ch an aly se, París: Seuil 1 9 9 1 ,
pág. 54 .
213
A lenka Zupancic
1,5 Ib id ., pág. 5 7 .
M Ib id ., pág. 39 .
214
E tica de (o real
cosas, pero ese co n o cim ie n to no tiene nada que ver con la verdad, pues
para que el efecto de la verdad o cu rra, el su jeto debe arrojar su palabra
com o una apu esta, tal com o hiciera E d ip o -u n a diferencia m ás entre él y
sus ‘típicas’ co n trap a rtes m íticas a q u ien es los dioses ayudaban al susu
rrarles al oíd o la respuesta correcta. (¿N o podríam os d ecir que los dioses
clásicos aparecen hoy en día disfrazados de d iccion arios de acertijos y
así confirm ar la tesis lacaniana según la cual el auténtico en u n ciad o ateo
no es ‘Dios está m u erto ’ sino ‘Dios es in co n scien te ’?) Con clarid ad , deri
vam os nuestro p lacer de la solución de ace rtijo s o cru cig ram as antes de
consu ltar el d iccio n ario y revisar la respuesta correcta - e s decir, antes de
haber recurrido al co n o cim ien to que se co n o ce.
Es de este co n o cim ie n to , el co n o cim ie n to que pod ríam os llamar el
c o n o cim ien to g arantizad o (por el O lro ), del que carece Edipo. Nadie
(ni una divinidad ni un d iccionario de a certijo s) puede garantizarle por
adelantado que su respuesta estará b ien (o será ‘verdadera’). Y a pesar
de eso, aventura su respuesta. Al h acerlo, se acerca más q u e sus con tra
partes m íticas a la d im en sión del A cto en el sentido propio del térm ino.
Pero ¿qué significa eso? ¿Im plica q ue el acto de Edipo es un acto de
‘transgresión’ y traició n del O lro o de la trad ición (co m o sugiere G oux,
que consid era la respuesta mism a a la Esfinge un delito en relación con
el cual el p arricid io y el incesto no son sin o con secu en cias - u n casti
go por su delito orig inal)? Además, si existen varias respuestas posibles
para el a certijo de la esfinge (com o so stien e Lacan), ¿no im p lica eso que
la verdad es por co m p leto arbitraria? ¿Podría h aber dado Edipo, que
no tiene su d iccio n a rio de acertijos a la m ano, cu alq u ier respuesta en
absoluto? Una perspectiva tan relativista, ¿no oscu rece la fu nción de la
verdad en lugar de aclararla? ¿No lleva eso a 1» co n clu sió n de que, en
últim a instancia, la verdad no existe, porque no hay criterio ‘ob jetiv o’
de verdad?
La respuesta a todas esas preguntas es no y es precisam en te eso lo
que aprend em os en la historia trágica de Edipo. Las dos caras del co n o
cim ien to de Lacan se pueden resum ir de la siguiente m anera:
215
A lenka Z upancic
de que el O tro siem p re ya eslá ahí, lisio para ofrecer una garantía
para la d eclaración del s u je lo .
2. El con o cim ien to co m o verdad es una palabra, un en u n ciad o
para el cual só lo el su jeto con stitu y e una garantía en un a cto de
anticip ación, de ‘id entificación precipitada'.
La fu n ció n del acertijo en Edipo rey redobla así la función del o rácu lo
dado q u e, com o hem os visto, el acertijo pregunta quién reúne en sí a tres
g en eracio n es. Edipo respond e con una sola palabra y se con v ertirá en
el reh én de esa palabra cuya verdad atestiguará a un alto precio. P or esa
razón, sosten em os que G o u x pasa por alto el p u nto crucial cu an d o in
terpreta la solución del a ce rtijo de Edipo co m o una transgresión (E d ip o
ofende al ‘O tro’ -lo s dioses, los sabios, la ira d ic ió n - porque los ignora
l,7Ja c q u c s Lacan, D'un discours qui ne sent p a s du semblant (sem in ario inédito), con feren cia
del 13 d e en ero de 1971.
216
É tica de lo real
En el presen te, sin duda se ju stifica ría que d ijéram os q ue Edipo tuvo
de hecho tal efecto: no era una sim ple excep ció n a la regla. N o com etió
tan sólo una 'transgresión’ que habría sid o castigada y, de ese m od o, ‘ani
quilada retroactivam ente’ (u n g ec h e h en g em a c h t,£ o m o diría H egel). Por el
con trario, su acto ha tenido co n secu en cia s considerables.
Sin em bargo, es necesario señ alar q ue en ese acto de crea ció n , de
identificación precipitada, no hay nada heroico. Si b u scam o s heroísm o,
sería más indicad o que lo b u squ em os en las co n secu en cias del acto de
E dipo. Esa es la diferencia fundam ental entre la ética en el sen tid o estric
to del térm ino y la historia de E dipo rey. Esta últim a op era en el terreno
que podríam os llam ar ‘p re-crítico’, establece el ad venim iento de la ética
"'"A lain Badiou, L'Élhiíjue. Essai sur la conscience du M al, Paris: H atier 1 9 9 3 , pág. 71 .
217
Alenka Z u p an cic
El fr u to de la u n ió n in c e s tu o sa se ha d iv id id o e n d o s h erm a n o s,
u n o d e lo s cu a les re p rese n ta el p o d er y el o tro el d e lito . N o hay
n a d ie q u e asu m a el d e lito y la valid ez d el d e lito fu era d e A n tígon a.
E n tr e a m b o s, A n tíg o n a elig e s e r pu ra y s im p le m e n te la gu ard ian a
del s e r del d e lin c u e n te c o m o ta l.,M
218
Écica de lo real
200 Ver G. W.R Hegel, P h en om en olog y o f S p in /, O xford: O xford University Press, 1 9 7 7 , pág.
4 4 6 -7 .
201 Ib id ., pág. 2 8 3 .
219
A lenka Z u p an cic
220
É tica de lo real
* Δ
221
A icnka Z u p an ci¿
222
É tica de lo real
223
AIcnka Z u p an cic
224
É tica de lo real
Ética y terror
225
A lenka Z u p an cic
situ acio n es de cada una, al igual que las im p licaciones para el tem a <lt
ética q u e ha de desprend ersç de ellas.
Lacan d escribe la situ ació n en la cual se en cu en tra Sygne de Coúfnn
taine en los siguientes térm in os: ‘al sujeto se le'p id e asum ir con goce In
inju sticia m ism a que e n cu en tra horrorosa’.203 Esas palabras expresan ilr
m anera co n cisa lo que está e n ju e g o en el terror y no en la tiranía. Si bien
la tiranía se define com o la form a clásica de la relación de d om inación
llevada a su extrem o, p o d ríam os decir que siem p re se caracteriza por
una ‘d es-su b jetiv ación ’ radical de sujetos en relación con el am o. Los
su jetos en este caso no son en realidad sujetos: carecen de la d im ensión
esencial de subjetividad, de la posibilidad de elegir. No tienen el poder
de e le cció n , dado que es el am o el que siem pre ya ha elegido por ellos.
El terror, por el contrario, va en la dirección op uesta. El m áxim o acto
de terror, el terror más rad ical, es cu an d o se nos/uerza a su bjetivarnos a
nosotros m ism os, cuando se n o s fuerza a elegir. No sólo se nos perm ite
elegir - d e b e m o s hacerlo y de ese m odo dem ostrar que som os su jetos
libres, lo q u eram os o no.
Un e je m p lo excelente de esto se encuentra en la película Sophie's
C hoice de Alan Pakula: la fam osa escena traum ática en la que So p h ie
(M eryl S treep ) llega a A uschw itz con sus dos h ijo s, un a niña y un varón.
Un oficial alem án se le acerca y le pregunta si es co m u n isia, a lo cual
responde que no es ni co m u n ista ni ju d ía , sino polaca y católica. En ese
m o m en to, se produce un perverso giro en los a con tecim ien tos. El oficial
le dice: puede quedarse con u n o de sus h ijos, al otro lo enviarán a la
cám ara de gas y, dado que no es ni ju d ía ni com u n ista, sino cató lica (es
decir, un s u je to ), le dejo la ele cció n a u ste d ... ¡elija a uno de sus h ijos! Si
no elige, los m atarem os a am b os. Al principio, Sop h ie se niega a elegir, a
pesar de las repetidas órdenes del oficial. Pero por ú ltim o, ju sto cu ando
aquél da la orden de que se lleven y m aten a am bos n iñ os, Sophie tom a
su d ecisió n : elige al niño y los soldad os se llevan a la niña. La escena
term ina co n un prim er plano de Sop h ie, con su rostro retorcido co n la
m ueca de un grito silencio so , m ien tras a la vez escu ch am o s desde fuera
de escena los gritos de la niña, co m o si provinieran de la boca de su
m adre.
226
É tica d e lo real
227
Alenka Z u p a n cic
“ ’ Jacq u es Lacan, T h e F ou r Fu ndam en tal C on cepts o f Psycho-A nalysis, H arm ondsw orth:
Penguin 1 9 8 7 , pág. 1 9 3 .
228
É tica de lo real
229
A lenka Z u pan cic
230
É tica de lo real
Para ilustrar la d ifere n cia en lre las d os con fig u racion es de la éti
ca presentada por estos d os tipos de e lecció n forzada, lom em os oiro
ejem p lo . D igam os (la situ ació n ya es un a rq u etip o ) que un héroe cae
en m anos de sus e n em ig o s q u ien es le exig en , b a jo pena de m u erte, que
traicion e a sus cam arad as. E nfrentad o con esta d ecisió n , el héroe, co m o
regla general, seguirá la m áx im a ‘m ejor la m u erte que una vida de trai
ció n ’. Este es el e je m p lo clá sico de la d ecisió n ética y los ejem p los que
usa Kant en sus o b ras so n en general de este tip o. E ch em os un vistazo a
una variante un tanto d iferen te de este eje m p lo . Los enem igos son lo su
ficientem ente in telig en tes para saber que este m étod o no va a co n d u cir a
ningún lado. Por e n d e, co n fro n ta n a n u eslro h éroe con otra ele cció n en
com p aración con la cu al la m u erte quizá parezca un alivio. Esa situ ación
es, por supu esto, la co lu m n a vertebral de m u ch o s relatos. Los enem igos
atrapan a una p ersona ‘in o c e n te ’ y am enazan c o n torturarla y m atarla si
el héroe no traicion a a su s com p añ eros. Esa es la situación en la que se
en cu en tra Sop hie, in clu so cu a n d o en su caso la configu ración es en par
ticular horrible p o rq u e d eb e elegir entre sus d os h ijo s, es decir, las dos
cosas en lre las que d eb e e le g ir son exactam en te del m ism o valor. Si, en
este tip o de historia, el h éro e por lo general ‘ce d e ’ y traiciona su Causa,
sin con v ertirse por lo ta n to en un sim ple traid or, la otra alternativa (la
de p erm itir la m u erte de un ser in ocen te) fu n cio n a com o una suerte de
‘m onstruosid ad h e ro ic a ’, c o m o una elecció n ‘in h u m an a’. (Sin em bargo,
231
A Jcnka Zupancic
207Esto tam bién co n stitu y e la 'lección ' de aquellas interp retacion es de Sophie's C hoice que
sugieren que a So p h ie le h ab ría convenido rehu sarse a elegir por co m p leto.
208 Paul C laudel, T h ree Plays: T he H ostage, Crusts, T he H um illiation o f Ihc F a th er, trad. Joh n
H eard, Boston, MA. Luce L 9 4 5 , pág. 4 5 . Todas las referencias futuras serán a esta edición
y se harán en el cu erp o del texto.
232
Ética de lo real
233
A lcn k a Zupancic
Goce -m i prójimo
111 Sigm u nd Freud, ‘C ivilization and its D iscon tents', en C ivilization, Socicly a n d Religion,
H arm ondsw orth: Penguin, 1 9 8 7 (T h e Pciican Freud Library, vol. 12), pág. 5 7
234
Ética de lo real
2l2lbid.
235
A lcn k a Zupancic
casarse con él) se sitúa en otro nivel: es el instrum ento del m artirio que
Sygne d ebe atravesar al atestiguar su-am or por el Papa. Y aquí n os causa
la extrañ a im presión de que es Freud q u ien habla a través de su boca.
Sygne establece prim ero la diferencia en tre su ‘propia gente’ y los ‘ex
tra ñ o s’ y coloca al Papa entre los últim os, entre los intrusos q u e exigen
una prueba de su am or, un am or que lejo s están de merecer. U n os pocos
e x tra cto s de la obra bastarán para m ostrarlo:
236
É tica J e lo real
Al p rin c ip io su rg e la s o s p e c h a c u a n d o c o n sid e ra m o s q u e lo s p ro
c la m a d o s a p ó sto le s d e la é tic a y del ‘d e rech o a la d ife re n c ia ’ se
h o rro riz a n v isib le m e n te c o n c u a lq u ie r d iferen cia q u e se a in c lu so
un p o c o p ro n u n ciad a . D e b id o a ello s, las v e stim e n ta s africa n a s
so n b á rb a ra s, lo s fu n d a m e n ta lism s islá m ico s so n a te m o r iz a n te s,
lo s c h in o s so n to ta lita rio s, e tc . E n realid ad , e s c fa m o so ‘o tr o ’ n o es
p re se n ta b le a m en o s q u e sea u n o tr o b u e n o , e s d e cir, e n la m ed id a
q u e sea lo m ism o q u e n o s o t r o s ... A sí c o m o n o h ay lib e n a d p ara los
e n e m ig o s de la lib erta d , n o h ay resp eto para a q u e llo s cu y a d ife
re n c ia c o n s is te p re cisa m e n te e n n o resp etar las d ife re n c ia s .213
237
A lenka Zupanci¿
argum ento que co n cu erd a con la interp retación de Badiou :215 no es sólo
el m odo de goce del prójim o, del otro, lo que me es extraño. El núcleo
del problem a es q u e experim ento mi propio goce (que em erge ju n to con
el goce del oLro e in clu so es indisociable de él) com o extra ñ o y hostil.
Para decirlo de otra m anera: no podem os co n ceb ir la alteridad radical,
el ‘com pletam ente o tro ’ (al cual Lacan d a el nom bre freu diano de das
Ding [la Cosa|), sin h acer surgir la cu estió n de lo M ism o (en oposición
a lo sem ejante).
Lo sem ejante [íe semblcib/e| presupone y exige la d iferen cia, requiere
(en térm inos de B adiou) una m u ltiplicid ad, incluso una ‘m ultiplicidad
infinita’. En o p o sició n a esto, el problem a del goce es el problem a de
lo M ism o, que d ebe exclu irse de m anera que esta m u ltiplicidad pueda
cerrarse o ‘unirse’. En el m om ento en el q u e lo sem ejante da paso a lo
M ism o, aparece el mal y con él la hostilidad asociada con el ‘com p leta
m ente otro’. Eso se ve co n facilidad, por e je m p lo , en el cu en to ‘W illiam
W ilson ' de Edgar A llan Poe, que desarrolla el lema del d ob le de una
m anera ejem plar.
Lo sem ejante (y, co n ello, la lógica del ‘prin cip io del b ie n ’, el servicio
de bienes) se funda en una exclusión de lo M ism o, del g oce. En este
pu nto surgen d os im ágenes bajo las cu ales aquello que se ha excluido
se m anifiesta. Lo prim ero es su m anifestación b ajo el m od o de la dife
rencia radical, de lo 'com pletam ente o tro ’: así, por ejem p lo, las criaturas
m onstruosas que en carn an la jou issan ce co m o tal, la ‘su bstancia del goce’
que amenaza con tragarnos. El segundo m od o de su m anifestación es en
térm inos de lo ‘rad icalm ente idéntico’. E n el prim er caso, lo que se ex
cluye de una im agen perm anece exclu id o y ob tien e una im agen separa
da propia que, por su p u esto, debe ser tan ‘inim agin able’ y ‘am o rfa’ com o
sea posible (un m o n stru o repugnante, por e je m p lo ). En el seg u nd o caso,
lo excluid o reaparece en la imagen de aq u ello de lo cual se lo había
exclu id o. Aquí, por supu esto, en con tram os el fenóm eno del doble, a
quien encontram os insoportable p recisam ente debido a la ausencia de
215 “La verdad es qu e m ed ian te un pensam iento irrev crcn le y en verdad contem p orán eo
co n la verdad de n nesiro liem p o , todos eslos serm o n es ético s sobre el olro y su 'recon o
cim ien to ' deben pura y sim p lem en te abandonarse pu es la verdadera cu estión , aunque de
una extraordinaria d ificu ltad , es en realidad la ilcl recon ocim ien to d e lo M ism o" (Badiou,
LÉlhiíjuc, pág. 2 5 ).
238
Ética de lo real
239
A lenka Zupancic
240
É tica de lo real
Ju lie n agrega que el analista seria una figura un tan to op uesta a Ba-
dilon, porque perm ite que esta n eg ació n , este ‘n o ’, nazca un día en el
sujeto.
La debilidad de esta lectura de la obra está vincu lad a con el h echo
de que reco n o ce mal (o, más b ie n , rechaza de m anera exp lícita) toda
241
A icn k a Zupanèic
posibilidad de perm itir la relación entre los dos eventos de los cuales
h em os estado h ab land o: entre el ‘sacrificio’ de Sygne y su ‘n o ’. Todo su
ced e com o si el ‘n o ’ de Sygne fuera un su ceso m isterioso ‘d espu és de los
h ech o s', no relacionad o co n nada que lo p reced e ni fundado sobre ello.
La tesis que parece m ás cu estionable es aquella según la cual nos dam os
cu en ta al final de que Sygne, ‘en alguna parte de sí m ism a’ no había ce d i
do o se había ad herid o al com prom iso p o lítico-religioso que se le exigía.
E n op osición a esta lectu ra insistiríam os en que:
242
Ética de lo real
de su a cto n o tiene nada que ver con el h ech o de que Sygne se ofrezca
com o so p o rte para la garantía D ivina ausente. M ás b ien , tiene que ver
con el h e ch o de que hace lo que hace a pesar de q ue no haya garantía
Divina - q u e lo hace ‘a cieg as’ y que ya hay, en su acto , un elem en to de
azar irred u cib le.
R egresem os ahora a la tesis según la cual el acto de Sygne tiene el
carácter de un acto de ‘deseo p u ro’ q ue, com o tal, la lleva más allá del
deseo. Podría consid erarse que el punto fundam ental de El rehén es la
siguiente m áxim a form ulada por Georges: ‘más triste que perder la vida
es perder la razón para vivir' (pág. 7 0 ). Esa es, p o r supuesto, una v a
riante del fam oso verbo de Ju v en a l: si uno prefiere la vida por sobre el
honor, pierde más que la vida: pierde aquello que hace que valga la pena
vivir la vida. En esta ‘razón para vivir’ no es d ifícil d iscern ir lo que Lacan
llama el (o b jeto -)ca u sa del d eseo. Lo que está en ju e g o es una m áxim a
ética -p o d r ía decirse: la m áxim a p a r ex cellen ce de la ética del deseo. En
el d iálogo en tre Sygne y Badilon, así com o tam b ién en el diálogo final
entre Sygne y Georges de C o û fon tain e, este tem a aparece com o el p u nto
fundam ental y, a la vez, co m o el lím ite que por ú ltim o separa a los d os
personajes, el lím ite que Sygne sobrepasa y que C o û fon tain e, fiel a la é ti
ca del am o , se niega a sobrepasar. E ch em os un vistazo a los dos p asajes
en cu estió n :
C O Û F O N T A IN E : N o p u e d o re n u n c ia r a m i h o n o r.
S Y G N E : ¿Q u é o tra c o sa le q u e d a p ará d ar? (p á g . 7 1 ) .
243
A lcnk a Zu pan cic
so sus vidas, a lo que se llam a aquí ‘h o n o r’, precisam ente su 'razó n para
vivir’. La vida cuenta en tre las cosas que uno tien e y que, en co n s e cu e n
cia, podría dar, m ientras q u e la razón para vivir, el honor, no p erten ece a
ese registro, sino al del ser. La vida se sitúa no en el registro del ser, sin o
en el registro del tener. Por con traste, el h on or es algo que p ertenece al
ser m ism o de los dos p rotagonistas y d eterm in a lo que son más allá de
la vida y de la m uerte. Pero el nudo del dram a es que se enfrentan n o a
la e le cció n 'el hon or o la vid a’, sino a otro tipo de elecció n en la cu al el
sacrificio de sus vidas ya no es relevante. Esa otra elecció n co n siste en
el h e ch o de que deben sacrificar, si quieren salvar su Causa (la m ism a
Causa que los d eterm ina en el nivel de su ser) ese m ism o ser, su hon or.
En otras palabras, no pu ed en elegir 'la razón para vivir’ sin perd erla al
m ism o tiem po. Eso p ro p o rcio n a el ton o de la segunda parte de cada
uno de los pasajes anteriores: si el h on or es lo ú n ico que les q u ed a, si
no tien en más para dar, tend rán que dar eso últim o. Sygne, co m o tuvo
ocasión de probar, es id én tico a la máxim a: ‘m ás triste que perder la vida
es perder la razón para vivir’. Esa m áxim a y el apoyo que e n cu en tra en
ella, son todo lo que le q u ed a, su único v íncu lo co n el m undo que está
por d esaparecer y al cual p ertenece con todo su ser.
In ten tem os ahora d eterm in ar la naturaleza exacta del acto de Syg
ne y có m o se relaciona c o n la lógica del d eseo, por un lado, y co n la
lógica de la pulsión por el olro. A nticipánd onos un poco, p odríam os
d ecir q ue la lógica del sa crificio de Sygne perm anece inscrita en la lógica
del d eseo y representa el h orizo n te últim o de su 'fantasía fu nd am ental’.
Pero la paradoja aquí es q u e en el m om ento en el que Sygne alcanza el
h orizo n te últim o, ya está obligad a a ir más allá de él, a d ejarlo atrás. En
otras palabras, incluso si el acto de Sygne se sitúa en la lógica del deseo
(del pu ro d eseo), ‘co n tie n e ’ algo que con d u ce m ás allá del deseo -h a c ia
el ‘en cu en tro con el g oce’, por usar palabras de Lacan a las cu ales ilustra
lan b ien el caso de Sygne: 'para en contrar el g oce, el deseo no sólo debe
en ten d er, sino atravesar \franchir| la fantasía m ism a que lo con stru y e y
lo so p o rta ’.221 ¿Cóm o ilu strar la situación en la cual se en cuentra Sygne
estas palabras? Ya hem os in sistid o con el h echo de que al p rincip io de la
tragedia se presenta a Sygne co m o alguien que ya ha perdido lodo lo que
244
Ética (le lo real
245
A lenka Z u p an cic
‘n o ’ final de Sygne. ¿Qué es, e n to n ces, lo que nos evita reconocer en Syg
ne la ‘figura de una m ujer deificad a para recién entones ser una m u jer
crucificada? (D eberíam os observar que el com en tario de Lacan es en sí
muy am bigu o en este p u n to.)222 Prim ero debem os señalar que la im agen
del cru cifijo tiene un significado muy preciso en la teoría lacaniana: es
una im agen fascinante que ‘b lo q u ea ’ el acceso al vacío que encubre. Por
lo tanto: ‘m isioneros cristianos persiguen por todo el m undo a esos dioses
que están m uertos en los corazon es cristianos. La imagen central de la
divinidad cristiana absorbe todas las otras im ágenes del deseo en el h o m
bre co n consecuencias significativas’.223 Esa es una imagen que deriva su
poder fascinante del vacio m ism o que sirve para encubrir, pero eso parece
ju stificar la interpretación de El rehén que desarrolla Ju lien . Al leer la ob ra,
ésta com ienza en el m om ento de la ‘caída’ de la fe cristiana, en el m o m en
to en el que el vacío aparece d etrás de la im agen Divina y Sygne se ofrece
para en cu b rir ese vacío con el esp lend or de su m artirio. Sin em bargo, esa
interpretación no da del todo en el blanco, dado que al final de la ob ra, en
lugar del esp lend or de la im agen sublim e, vem os una ‘m ueca de vida’ (La-
can): el rostro de Sygne retorcido por un tic com pulsivo que hace señales
de ‘n o ’. E ntonces, ¿cóm o h em o s d e'ex p lica r lo que se despliega aquí?
¿Cóm o hem os de explicar el h ech o de que el esp lend or del m artirio de
Sygne no puede evitar la aparición de esa m ueca torturada dentro de él?
Para responder a esta pregun ta, podem os co m en zar con la fo rm u
lación de Ju lie n : allí donde ya no hay garantía d ivina, Sygne se erige en
el sop orte de esa garantía. De h e ch o , va más lejos. N o se sacrifica para
p ro cu ra r una garantía de la ley Divina. N o se erige en sop orte de esa
garantía. Se ‘convierte’ en esa garantía m ism a, de m anera que esa garan
tía perm anece desplazada de aq u ello de lo que es garantía. Al h acerlo,
246
É tica de lo real
Lo Real en la ética
D ejam os abierta la cu estión de si el lím ite que debe sob rep asar Sygne es
el lím ite de la ética m ism a (con lo cual su paso se co n v ierte en un paso
hacia un d om in io de ‘más allá de la ética’) o si es recién m ás allá de este
lím ite m ism o (d o n d e aparece un ‘agujero más allá de la fe’) que la ética,
en el sentido propio del térm ino, en realidad com ienza. La prim era cu es
tión está vinculada con una segunda q u e es de particular interés para la
ética kantiana. La o b je ció n fundam ental que Hegel y L acan, cada uno a
su m anera, le h acen a Kant puede resum irse d iciendo q u e la ética kantia
na está, en esen cia, vinculada con la lógica del terror (‘K anl c o n Sade’ de
Lacan y ‘la libertad absoluta y el terro r’ de Hegel). No o b sta n te , aunque
esa crítica está, hasta un cierto p u n to, ju stificad a, hace surgir la siguiente
pregunta: ¿es en absolu to posible (si suponem os que hay un ‘agujero
m ás allá de la ley m oral’, una ausencia de un ejem p lar m oral suprem o
que pudiera garantizar la m oralidad de nuestros acto s) e n te n d e r la ética
de otra m anera? ¿No produjo Kant, m ediante el ‘e x trem o ’ notorio de
su ética, algo q u e d ebem os lom ar en con sid eración si q u erem o s hablar
acerca de la ética en absoluto?
Hay, en realidad, una am bigüedad central de la ética kantiana, la
cual sería útil con sid erar aquí. Sugiram os prim ero un esb o zo de una
configu ración ética fundam ental para m ostrar cóm o, al en fatizar d iferen
tes elem entos de esa con figu ración, un o puede, de h e ch o , llegar a una
‘ética’ bastante diferente.
El corazón de toda ética es algo que no es en sí ‘é tic o ’ (ni tam poco
‘no é tico ’) - e s decir, no tiene nada q u e ver con el registro de la ética. A
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A lenka Z u p an cic
¡M‘Ingresar en la form ación del su jeto de una verdad puede só lo ser algo que le p a se a ti’
(Badiou, UÉIhiíjue, pág. 4 7 ).
! ! , “Uno llam a ‘s u je to '... al fundam ento del proceso de la verdad. El su jeto no préexiste
desde nin gú n p u n to de vista a ese proceso. Es y o r com p leto n o existen te en la situ ación
'anterior' al aco n tecim ien to . Podría decirse ip.ic el proceso de la verdad in/luce al su jeto "
(Badiou, L Ê th iqu e, pág. 3 9 ).
248
Erica de Io real
249
Alenka Z u pan cic
E s ta m o s so lo s, a b so lu ta , c o m p le ta m e n te s o lo s e n e ste d esierto .
¡D o s a lm a s h u m a n a s q u e su fre n en el vacio d e la v id a !... ¡Si tan
só lo la vida fu era m ás larg a! P o d ría valer la pen a s e r fe lices. ¡Pero
la vid a es c o rta y h a y m a n e ra s d e h acerla in c lu s o m á s c o rla ! ¡Sí,
tan c o rla q u e to d a la e te rn id a d pu ed e c o n te n e rs e d e n tro de ella!
(p á g s. 1 3 7 -8 ) .
250
É tica de lo real
251
A lenka Z u p an ¿ic
252
É tica de lo real
en que siem pre está ya perdido), co m o algo carente. Aquí la categ oría de
la carencia es una categ oría on iológ ica, la carencia es algo ‘tan g ib le’ irre
d u ctib le a una sim ple ausencia o privación. Desde esta perspectiv a, la
caren cia señala un im passe irredu ctible, la im potencia del ord en sim b ó
lico que trata de ‘cam u flar’ esa carencia co n todo tipo de interven cio n es
- p o r ejem p lo, al p ro p o n e r una m ultiplicidad en lugar del U n o perdido.
De ese m odo, según Freu d , la m ultiplicidad de las serpien tes de la ca b e
za de Medusa sirve sólo para cam uflar la carencia del U no y lo ú n ico (es
decir, la castración). En un ejem plo m ás cotid ian o, al p articip ar en la ‘so
ciedad consu m ista’, al acu m ular cada vez más ob jetos de d eseo nuevos,
nos ocultam os de la caren cia del verdadero ob jeto que nos satisfaría por
com p leto . En este co n te x to , la ética del deseo se presenta literalm ente
co m o un ‘heroísm o de la carencia', co m o la actitud hacia la cu a l, en el
nom bre de la caren cia del o b jeto Real, rechazam os todos los o tro s o b je
tos y no sentim os satisfacció n con ninguno. En otras palabras, la ética
del deseo es la ética de la lealtad a un g o ce perdido, la ética de la pre
servación de la caren cia fundam ental q ue introduce una b re ch a entre la
Cosa y las cosas y nos recuerda el h ech o de que más allá de to d o s los o b
je to s a m ano, hay alg o, ‘una Cosa’ que por si sola haría que nu estra vida
valiera la pena vivirse. En la medida en que persiste en su in satisfacción,
el deseo preserva el verdadero lugar del goce, incluso a u n qu e p er m a n ez ca
vacio. Es en este sen tid o que uno debe en tend er la afirm ación de Lacan
de que la ética del d eseo (co m o la en co n tram o s en la tragedia griega) está
vinculada con el ‘narcisism o suprem o de la Causa Perdida’.
No obstante, la co n d ició n y la fu n ción de la carencia son m ás equ í
vocas. Si bien es verdad q u e, por un lad o, la carencia es la in scrip ció n de
un im passe o una im p oten cia en el orden sftnbólico, no d eb em o s olvi
d arn os que, por otro lado, es a la vez la con d ició n de ese p o d er y tiene,
co m o co n secu en cia, u n a función constitu tiv a para el orden sim bólico
y tam bién para la realidad: sin la caren cia, no hay realidad; la realidad
se constituye en la pérdida de un ped acito de lo Real. D eb e m o s lom ar
en consid eración esta d o b le con d ició n de la carencia si q u e re m o s evitar
una lectura d em asiado precipitada de L acan, una lectura que to m e com o
p u n to de partida y co m o m áxim a el d esenm ascaram iento de la carencia.
Según esia lectura, tod as las form u laciones ideológicas ap u n tan a en m as
carar alguna carencia o mal fu ncionam ien to. Pero esa actitud n o llega a
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A lcnka Z u p an cic
El p r o b le m a c o n el jo u is s a n c e n o e s q u e sea in a lc a n z a b le , q u e
s ie m p r e e lu d a n u e stra b r e c h a s in o , m á s b ie n , q u e u n o n u n ca
p u e d e d e s h a c e r s e d e é l, q u e su m a n c h a se a rr a s tr a p a ra s ie m p re
- e n e s o re sid e el p u n to d e l c o n c e p t o d e p lu s d e g o c e d e La-
c a n : la r e n u n c ia m ism a d e l jo u is s a n c e p ro d u c e u n re sto / p lu s de
j o u i s s a n c e . 230
254
É tica de Io real
ció n (de la co n d ició n ) del goce que abarcaría sim ultáneam ente esas dos
características: que el jou issan ce no existe y que se en cu en tra en todos
lados. Ya hem os d ich o que, para L acan, lo que existe es una caren cia. Es
de eso que ‘deriva’ la con d ició n del goce. Lo últim o no es algo que pueda
‘llen ar’ la carencia, porqu e la carencia ‘es’ - e s decir, no es sólo un espacio
vacío que podría llen ar u ocupar otra cosa. Podríam os d ecir que hay un
lugar que es ‘ocu p ad o por la caren cia’, que está 'Heno de la ca ren cia ’; y
p o r supuesto, la ‘o p eració n ’ que se da en ese con texto es que la carencia
pasa a carecer (co m o , por ejem plo, en el caso de la ansied ad ), no que se
llena. Si bien el goce no es aquello que podría llenar la caren cia, tam p o
co es algo que podría agregarse a ella. En lugar de eso, es aq u ello que se
su bstrae a sí m ism o d e la caren cia (en el sen tid o m atem ático del térm ino).
Por lo tanto, p roponem os form ular la co n d ició n del goce co m o aquello
d e lo que 'uno C arece m enos’. Es a eso a lo que apunta el co n cep to de
la pulsión.
El deseo y la pulsión tienen algo en co m ú n : am bos son d iferentes de
la necesidad, lo cual im plica que en el caso del deseo, co m o tam bién en
el caso de la p u lsión , el sujeto exp erim en ta una ‘insu ficiencia’ de todo
o b je to dado (un ‘n o es eso’). Eso se ha rem arcad o con su ficien te frecuen
cia en relación co n el deseo. Por lo ta n to , citem os sólo esta observación
de Lacan en referencia a Ja pulsión: ‘al intentar arrebatar su o b je to , la
pu lsión aprende en un sentido que esa n o es precisam ente la form a en la
cual se satisfará’.231 Pero tam bién hay una diferencia fundam ental entre el
deseo y la pu lsión. El deseo se sostiene a sí m ism o al m antenerse insatis
fecho. En cuanto a la pulsión, el h e ch o de que ‘entiend e que esa n o es la
m anera en la cual se satisfará’ no evita q u e en cu entre satisfacción ‘en otro
lado’. De ese m o d o , a diferencia del d eseq, la pulsión se sostiene por el
h ech o m ism o de satisfacerse. Lacan e x p lica esta ‘paradoja’ que hace que
el deseo alcance su satisfacción sin alcan zar su objetivo: ‘in clu so cuando
te llenas la b oca (la b o ca que se abre en el registro de la p u lsión ) no es
la com ida lo que la satisface. Es, co m o u n o d ice, el placer de la b oca’.232
Esa ‘ilu stración’ pu ed e ayudarnos a e n te n d e r qué significa d ecir que el
goce aparece aquí en la guisa de ‘u n a ca ren cia m enos’. Satisfacem os la
255
Alcnka Zu pan cic
boca, por así d ecirlo , sin llenarla - e s decir, sin pasar al registro que esta
ría sim plem ente op u esto al de la caren cia. En otras palabra, cuando nos
‘llenam os la b o c a ’, satisfacem os la pulsión lo q u era m o s o n o .233 Y a pesar
del hecho de que el o b je to que con su m im os nu nca sea ’e llo ’, una parte
de ‘ello’ se p rod u ce en el acto m ism o del consum o. Es precisam ente esa
‘parte de ello’ lo que es el verdadero o b jeto de la pulsión.
Una form a (quizá la única form a) de concep tu alizar la relación en
tre el deseo y la pulsión sería al exp licar el (p o sib le) p asaje del uno a la
otra: incluso cu an d o no haya m edida com ún entre el d eseo y la pulsión,
en el centro del d eseo se abre un pasaje posible hacia la pulsión. Por lo
tanto, se podría llegar a la pulsión si se sigue la 'lógica' del deseo hasta
su lím ite. ¿N o es exactam en te lo que nos ha m ostrado la historia de El
rehén ? Veamos.
La fantasía es la relación fundam ental entre el su jeto y su deseo. El
objet petit a , el fund am ento del d eseo en la fantasía, no es visible en aque
llo que con stitu ye para el su jeto la im agen del deseo. C o n m ás exactitud,
es el fundam ento de la fantasía p recisam ente en la m ed id a en que está
excluido, es invisible en el cam p o de su marco. Desde esta perspectiva,
el deseo puro podría definirse co m o el límite en el cual el deseo se e n
cuentra co n fron tad o con su propio fund am ento, su propia causa. Ese es
el lím ite que alcanza Sygne. A quello que constituye el fun d am ento de su
m undo, aquello que abre la ventana a su m undo, es el honor. El honor
es ese o b je to , esa cau sa (o inclu so esa C ausa) que no p od ría de ninguna
manera aparecer en el m arco de su deseo com o un o b je to equivalente a
otros, con lo cual se prestaría a su in tercam bio o a su su b stitu ción . Pero
Sygne está en u n a posición en la cu a l, si quiere preservar su fantasía y
su deseo, d ebe sacrificar aquello m ism o que constituye el fundam ento
de esa fantasía, de ese deseo. C u and o a su exclam ación: ‘D ios me dio la
vida y estoy lista y ansiosa por regresársela. ¡Pero el n om bre es m ío y mi
La lógica del deseo serta: 'está prohibido hacer esto, pero sin embargo lo haré'. Λ la
pulsión, por el contrario, no le importa la prohibición: no se preocupa por superar la
ley. La lógica de la pulsión es: 'no quiero hacer esto pero sin embargo voy a hacerlo’.
De ese modo, tenem os una lógica contraria en la pulsión dado que el sujeto no desea
hacer algo, pero sin embargo disfruta hacer exactamente eso. (Renata Salecl, 'The
Satisfaction of Drives’, UMBRIa) 1, Buffalo, NY, 1997, pág. 106).
256
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257
9
Por lo tanto.
235Jean -C lau d e M ilncr, L’Œ uvre claire, Paris: Seu il, 1 9 9 5 , pág. 66.
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Alenka Zu pan cic
Aunque, al p rin cip io d e su obra, Lacan se sin iió sed ucido por los e c o s heideggerianos
y existencialistas de la p u lsió n de m uerte, m ás larde propuso una teoría de la pulsión que
liene profundas d iferen cias c o n ese horizonte co n cep tu al.
260
E tica de lo real
A n tígona co m o figura del deseo, pero hay otra frase muy inusual en el
co m en tario de Lacan q u e m erece nuestra aten ción : ‘la realización del
d eseo’. Podíam os d ecir que lo que hace A n tígona a Antígona no es sólo
que n o renuncia a su d eseo sino, más p recisam en te, que realiza su d eseo .
Eso im plica que no es sólo una figura de d eseo, dado que el d eseo se
o p o n e , en su naturaleza m ism a, a la realización del deseo. Por lo tanto,
¿qué significa esta ‘realización del d eseo ?
Es claro que no significa la satisfacción del deseo: no significa la rea
lización de aquello que desea el su jeto. En la teoría de Lacan, no existe
algo sem ejante al o b je to deseado. Está el o b je to exigido y luego está el
o b je to -cau sa del deseo q u e, sin tener co n ten id o positivo, se refiere a
lo q u e ob ten em os si sustraem os la satisfacció n que en con tram os en un
o b je to dado de la exigen cia (que ten em os) de ese ob jeto. El d eseo, vin
cu lad o en esencia con esta lógica de la su stra cció n que hace surgir una
m eton im ia (p o sib lem en te) infinita, no es sin o aquello que in trod u ce en
el un iverso del sujeto una m edida in con m en su rable o infinita (térm in o s
de Lacan). El deseo no es sino esa ‘m edida infinita’. Desde esta pers
p ectiva, realizar el deseo de uno significa realizar, ‘m edir’ lo in fin ito , la
m edida infinita. Esa es la razón por la cual Lacan subraya que la cu estión
de la realización del d eseo ‘se form ula n ecesariam ente desde un punto
de vista de un Ju ic io Final. Traten de im aginar qué podría q u erer d ecir
“h a b er realizado el deseo de un o" sino h ab erlo realizado, por así d ecirlo,
al fin al’.237
H agam os aquí u n a pausa por un m o m en to. Ya hem os en con trad o
una con stelació n sim ilar en Kant, en su teoría de los postulados y q u é los
exige. Kant postula la realización d el Bien su p rem o com o el o b je to n ecesa
rio del deseo d eterm in ad o por la ley m oral. E so im plica precisam en te la
realización de una m ed id a infinita que, p od ría considerarse, se com p ara
con lo que Lacan llam a la realización del d eseo. Para Kant, así co m o para
L acan, lo que está e n ju e g o no es la realización de algún b ien - e n este
caso el bien suprem o. Lo que está en ju e g o n o es la realización de algún
o b je to : el b ien suprem o se define com o la corresp o n d en cia com p leta de
la voluntad con la ley m oral, no com o un o b je to (positivo) lal o cual.
Para que sea posible la realización del b ie n su p rem o, Kanl lien e que in
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A lcnk a Zupancic
troducir, prim ero, el postulado de la inm ortalidad del alm a para abrir un
cam p o más allá de la m uerte y así h acer posible que el su jeto establezca
una relación con una segunda m uerte, co n el Fin, desde el pu nto de vis
ta del cual (y sólo d esd e ese punto de vista) la cu estión de la realización
del bien suprem o pued a form ularse. Ese punto de vista (d esd e el cual
nuestra existencia ap arece com o una totalid ad, en una su erte de ju ic io )
es introducido por el segundo postulado: la existencia de Dios. El marco
co n el que estam os tratando aquí es precisam ente el que d iscu te Lacan
en La ética del psicoan álisis: por un lado, el cam po entre las dos muertes
co m o el 'purgatorio del deseo’; por el otro , el punto de vista del Ju icio
Final.
Y ese tam bién es el m arco, la estructura básica, de A ntígona: la heroí
na se sitúa entre d os m uertes, ‘am urada viva en una bod ega rocosa’,238
‘d escend iend o a los corred ores de la M uerte viva y resp iran d o’.239 En
cu an to al segundo p u n to , el del Ju ic io F in al, constituye el cen tro de la
q u eja o el lam en to controversial de A ntígona: del largo d iscu rso en el
cual evoca, entre otras cosas, el h ech o de que nunca co n o cerá el lecho
conyu gal, el lazo del m atrim onio, de que nunca tendrá h i jo s ... Aquí
tenem os un tipo de Ju ic io (si bien no F in al, al m enos In finito) en el cual
la identidad de los d os elem entos está m ediada por una im posibilidad
o inconm ensurabilid ad cen iral. La lista de cosas de las cu ales estará pri
vada por su tem p ran a m uerte, la lista de cosas que nu n ca existieron y
nu n ca existirán (para ella), tiene precisam ente el valor del ju ic io infinito
(o especulativo) q u e realiza la m edida infinita im plicada en el deseo
de Antígona. T ien e la m ism a con d ició n del fam oso d icho de Hegel: ‘el
espíritu es un h u eso ’. El violento sen tim ien to de inadecu ación absoluta
que hace surgir este tip o de ju ic io es quizá lo que ha in citad o a algunos
com entaristas a lanzar una som bra de duda sobre la autenticid ad de
esto s pasajes en Antígona. De h ech o, parece extraño que d esp u és de su
valiente resistencia a C reo n te, sin cavilacion es, y m ientras en apariencia
se m uestra d esp rend id a de las preocu paciones de los m ortales com unes,
A ntígona com ien za d e repente a lam en tar el hecho de que se le ‘niega
J:HI Sófocles, The T h ree Teban Plays: A ntigone, O edipus the King, O edipus at Colonus:
H arm ondsw orth: Penguin 1 9 8 4 , pág. 100.
239 Ibid., 102.
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• en la vida, hay una cosa que no puede renun ciar (‘la co n d ició n
absolu ta').
• Por esa Cosa uno está dispuesto a ren u n ciar a todo (in clu so a
la vida).
• U n o se da cu enta de la con d ició n absolu ta al sacrificar, en un
so lo gesto, el ‘to d o’ de lo que uno está d ispu esto a sacrificar.
Aquí podem os ver, p rim ero, cóm o el ‘lo d o ’ se constituye con re
ferencia a una excep ción . Esa es tam bién la co n stitu ció n del su jeto de
deseo co m o sujeto dividido (dividido entre la co n d ició n absolu ta del
deseo y la serie total que se abre al exim ir esa co n d ició n absolu ta). En
ese co n te x to , realizar el d eseo propio significa en co n trar una m anera de
h acer un ‘to d o ’ de todo aq u ello que uno está d isp u esto a sacrificar para
preservar la con d ición absolu ta. En otras palabras, uno liene que e n
contrar u n a forma de cerrar (es decir, term in ar) la serie potencialm ente
infinita para distinguir el ú n ico infinito que im p orta, el infinito de lo
in co n d icio n al, de la co n d ició n absoluta. Eso esiá m uy claro en el la m en
to de A ntígona, en el cual cu bre la distancia que separa el m o m en io en
el que está hablando del m o m en to en el que se realice todo/la tota lid a d .
Lam enta todo lo que perderá co n su prem atura m uerte. Al exam in arlo
con m ás d etenim iento, sin em bargo, d ebem os observar que lo que está
en ju e g o n o es la pérdida de lo que liene (o ten ía). Lamenta la pérdida
de lo q u e n o liene pero podría (quizá) h ab er ten id o si hubiera segu id o
con vida. C om ienza a recitar de corrid o lo que queda de su vida y ese
resto se crea y se alcanza sólo m ediante este g esio de sacrificarlo, lo crea
al sacrificarlo. Antígona realiza ese resto virtual m ediante su pérdida, al
estab lecerlo com o pérdida. Este gesto pone fin a la m etonim ia del deseo
al realizar, de corrid o, el p otencial infinito ele esa m etonim ia. C om o e n el
caso de lo sublim e, el ‘verdadero’ infinito (el infinito del in con d icion al)
se evoca aquí en la v iolencia que contra n u estra im aginación ejerce la
rep resentació n de la totalidad de una serie (de con d icio n es). No vem os
el in fin ito , vem os sólo el e fecto que liene sob re la figura de A n iígon a,
que fu nciona com o su pantalla. Eso exp lica el su blim e esplendor de su
figura, que es el resultado de la Cosa que o cu lta y anuncia a la vez.
La ‘realización abisal’ que en con tram os en el caso de Sygne de
C o ú fon tain e no es en ab so lu to del m ism o ord en. Tam bién se logra en
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tres pasos, sin em bargo los contenid os de esos tres pasos son m uy dife
rentes:
• en la vida, hay una cosa a la cual no se puede ren u n ciar (‘la
con d ición ab so lu ta').
• Por esa C osa uno está dispuesto a ren u n ciar a tod o (pero ese
‘todo’ no tolera excepción alguna).
• La única form a de realizar la co n d ició n absoluta es sacrificarla
com o una exce p ció n (sacrificar su ca rá cter de e x ce p ció n ).
2,1 Para un análisis m ás elab o rad o de csia d istin ció n , ver Jacques-A lain M iller, Des
sem b lan ts dans la relation en tre les sexes’, Le Cnse freu d ien n e, 3 6 , Parts: 19 9 7 .
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Impreso por T R E IN T A D IE Z S.A en febrero de 2011
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