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Problemas de Historia Argentina

Unidad 12 - Los críticos de la experiencia radical: el nacionalismo y los


desafíos a la democracia representativa

Presentación

Con la transformación en las reglas del juego electoral a partir de la Ley Sáenz Peña, la apertura del
régimen político y el ascenso del radicalismo darán lugar entre la prensa y actores conservadores a una
revisión del reformismo saenzpeñista y a miradas cada vez más desencantadas hacia las bondades de la
democracia representativa que terminarían en el apoyo a la conspiración que derrocaría a Hipólito
Yrigoyen en 1930. Esta unidad se ocupa de estos temas y presenta el camino recorrido por la corriente
antipersonalista del radicalismo, el naciente nacionalismo y los grupos conservadores en relación a los
resultados de la experiencia del radicalismo en el gobierno.

Los ejes centrales a ser tenidos en cuenta para el estudio de este núcleo temático son:

Las desilusiones de la experiencia democrática: socialistas y conservadores frente a los gobiernos


radicales.
La suerte de la democracia: democracia, populismo y autoritarismo.
Conservadorismo y nacionalismo temprano. La Nueva República y la confrontación a la
democracia liberal.

Con el análisis de las lecturas y actividades propuestas en este núcleo temático se busca
que usted pueda:

Comprender la transición ideológica que tiene lugar entre las críticas de sectores liberales-
conservadores a la experiencia radical de gobierno y el surgimiento de propuestas autoritarias de
reeemplazo de la experiencia democrática iniciada en 1912.
Identificar las formas que adoptan el conflicto interno dentro del radicalismo durante los años
veinte y los fundamentos ideológicos y políticos del antipersonalismo.

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Orientación Bibliográfica:

Ana María Mustapic, “Conflictos institucionales durante el primer gobierno radical: 1916-1922”,
Desarrollo Económico, v. 24, N° 93 (abril-junio, 1984) disponible su lectura online en
www.jstor.org/discover
Ana Virginia Persello, “Los opositores radicales a Yrigoyen”, en PolHis, N° 7, Primer semestre
2011, disponible en www.historiapolitica.com
María Inés Tato, “Del crisol de razas a la Argentina desintegrada: un itinerario de la idea de
nación, 1911-1932”, Historia y Política, N° 17, Madrid, enero-junio 2007, disponible online en
www.academia.edu/571753/Del_crisol_de_a_la_Argentina_
desintegrada_un_itinerario_de_la_idea_de_nacion__1911-1932

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Introducción y actividades

Desde el punto de vista de las facciones conservadoras del ‘antiguo


régimen’, el programa político saenzpeñista de reforma y su consecuente
aplicación significaron un fracaso porque las nuevas formas que asumieron
la construcción del poder y las relaciones establecidas entre gobierno y
sociedad no coincidieron con aquellos impulsos reformistas y porque no
redundaron en el establecimiento de un gobierno representativo que
sancionara el derecho de los notables a gobernar el país sobre la base de
partidos programáticos.

Ni los políticos de ese amplio universo conservador ni sus herederos inmediatos en la década
de 1920 consiguieron conformar un partido nacional que fuera capaz de unificar los
particularismos locales y subsumiera las tensiones facciosas en una organización capaz de
desafiar la eficaz máquina política radical y su creciente relación con las clases subalternas. A
partir de la decisión del gobierno de Sáenz Peña de situarse por encima de las rivalidades
facciosas sumada a las limitaciones de la injerencia posterior de Victorino de la Plaza en
aquellos conflictos quedarían expuestos los evidentes problemas por alcanzar una reducción a
la unidad de las fuerzas conservadoras que enfrentarían a la coyuntura reformista desde una
posición de debilidad y desorganización. La dispersión de las facciones conservadoras será el
escenario que dará el marco a las disputas de los diversos aspirantes ‘conservadores’ a la
presidencia en 1916 que no conseguirán adecuarse al desafío electoral provisto por la
ampliación del sistema y la emergencia del radicalismo.

En consonancia con tempranos temores frente al éxito electoral de los partidos


nuevos (que en la ciudad de Buenos Aires significaban para las primeras
elecciones posteriores a 1912 triunfos socialistas), nacerían intentos de
agrupamiento de las facciones conservadoras que a fines de 1914 iban a dar
forma al Partido Demócrata Progresista.

Las dificultades se iban manifestar, sin embargo, desde un comienzo cuando los políticos
conservadores fueran incapaces de superar los obstáculos que los dirigían hacia la dispersión
en contraste agudo con la prédica saenzpeñista de favorecer la disciplina partidaria y los
partidos organizados. Estos fracasos y los temores crecientes frente al desarrollo de los
partidos de “ideas avanzadas” condujeron en un comienzo a hacer públicos algunos intentos
de revisión de la reforma electoral. Las críticas hacia el sistema de lista incompleta incluirían
propuestas que iban desde introducir limitaciones al sufragio universal y restricciones a la
nacionalización de extranjeros (que, se argumentaba, se encontraban más cercanos al Partido
Socialista) hasta el establecimiento de la representación proporcional, esta última como forma
de garantizar la representación de las fuerzas conservadoras en el distrito federal. Ante los

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primeros resultados electorales desfavorables algunas facciones conservadoras de la ciudad


de Buenos Aires, sectores de las clases propietarias y parte del mundo asociativo católico
buscaron dar forma a una coalición de fuerzas que procurara conjugar los principios del
nacionalismo y la “conservación social” erigiéndose en un obstáculo a la consolidación
electoral de los socialistas en el distrito.(1) Esa campaña electoral adelantará algunos de los
tópicos que serían agitados en coyunturas de conflictividad social más acusada como en la
Semana Trágica de 1919 y con la conformación de la Liga Patriótica Argentina. De momento,
sin embargo, y pese a que parcialmente estos temores también contribuyeron a la formación
del Partido Demócrata Progresista, era difícil interpretar en el socialismo argentino a una
amenaza al ordenamiento socioeconómico argentino o una amenaza al régimen de propiedad.
Tampoco el Partido Socialista iba a extender su capital electoral (salvo excepciones) más allá
de los límites de la ciudad de Buenos Aires.

En los comienzos de la experiencia electoral posterior a 1912 la prensa porteña y algunos


publicistas dirigirán sus críticas a la escasa organización de las fuerzas conservadoras y
dirigirán su atención a lo que definían como la inmadurez de los electores sin expresar, por el
momento, una crítica general hacia la democracia representativa. Esta supuesta falta de
cultura política en el electorado había sido argumentada incluso por el socialismo durante los
debates de la ley electoral dejando expuestas sus dudas frente a la incorporación del voto
obligatorio.(2) Con el paso de los años los socialistas tendrían dificultades evidentes en
comprender los fundamentos de las victorias radicales y criticarán la utilización de los
métodos de la “política criolla” por parte de los jefes locales radicales. La apelación a un
concepto amplio de nacionalidad (asociado con la historia e identidad radical) para dirigirse a
las clases subalternas y la disolución de las líneas de clase en un discurso radical con vagas
reminiscencias liberales como fundamento de los derechos políticos también se encontraban
entre las críticas frecuentes del socialismo hacia el discurso político radical.(3)

En un principio, las críticas de parte de sectores conservadores hacia el nuevo régimen


electoral y los tibios intentos de revisión sugeridos por Victorino de la Plaza y algunos
notables políticos no iban a significar una crítica general a la democracia representativa ni un
abandono de la tradición republicana que, en buena medida, había estado asociada con la
aceptación del sufragio universal masculino a pesar de algunos intercambios parlamentarios a
finales del orden conservador que lo podían poner en entredicho. En este sentido, todavía los
políticos conservadores y sectores de las clases propietarias se encontraban lejos de una
impugnación general a la experiencia yrigoyenista que sería definida posteriormente como un
ejemplo de una (en palabras de Ramón Cárcano) “democracia niveladora y plebeya”. Las
dudas y críticas posibles sobre el comportamiento electoral de las mayorías y el ascenso
electoral de los nuevos partidos (en especial del radicalismo) se darían en un comienzo en el
contexto de un cierto optimismo sobre el carácter educador de la democracia representativa.
Esa parece haber sido la interpretación del diario La Nación que no cuestionará el régimen
democrático en los inicios del primer mandato de Yrigoyen, aunque es posible ya reconocer
algunos de los tópicos más frecuentes de la crítica al populismo yrigoyenista: la demagogia
del gobierno, la ineficiencia en el manejo del aparato burocrático, la capacidad del líder

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carismático para transformar al pueblo en una víctima. Incluso, ante la alternativa propuesta
entre otros por Leopoldo Lugones (la hora de la espada) el exponente de la tradición política
del mitrismo iba a defender los principios de la república democrática. En 1928 La Nación
apoyará de manera infructuosa a los candidatos del radicalismo antipersonalista. El arrollador
éxito electoral de Hipólito Yrigoyen golpeará profundamente el discurso de la hoja mitrista
que, ante los resultados de los comicios dará un giro hacia la legitimación de la alternativa
militarista justificada, paradójicamente en la defensa de la democracia puesta en riesgo por
las relaciones plebiscitarias entre un caudillo nacional y el pueblo elector.(4)

La manera en que el presidente Yrigoyen se relacionaría con el Congreso y los gobiernos


provinciales ya desde inicios de su primera presidencia iba a provocar entre parte de la
prensa y entre los partidos conservadores acusaciones dirigidas al gobierno nacional de
menospreciar los trabajos parlamentarios y de colocarse en oposición a los principios
constitucionales con su estilo de gobierno plebiscitario y la utilización de los medios de
administración con fines de patronazgo político.(5) La solidez de los desempeños electorales
del radicalismo y las dificultades por conformar a un partido que congregara al espectro de la
derecha dará paso a críticas más decididas sobre la gestión yrigoyenista al comienzo de su
segundo mandato y a acusaciones de querer avanzar sobre el conjunto de la sociedad con
intenciones de tono dictatorial. La candidatura presidencial del viejo caudillo y la negativa de
Marcelo T. de Alvear de desmontar la máquina del radicalismo yrigoyenista a través de
intervenciones federales contribuirá a dar lugar en el discurso de la prensa opositora (por
ejemplo, La Fronda) a una interpretación que ya señalaba el “romanticismo cívico” de Sáenz
Peña el cual habría dado lugar, se argumentaba, a un reforma electoral que había encontrado
a un pueblo que carecía de la educación política suficiente.(6)

Durante el gobierno de Marcelo T. de Alvear el Partido Radical se había dividido


definitivamente en dos ramas:

los personalistas y
los antipersonalistas.

Estos últimos se encontraban más cercanos al gobierno de Alvear pero era en realidad su
resistencia al liderazgo de Hipólito Yrigoyen lo que los definía como grupo. Por otra parte, una
definición de los antipersonalistas como la tendencia conservadora del partido aparece como
excesivamente simplista. Entre quienes se oponían a Yrigoyen se encontraban disidentes
radicales identificados con ciertas formas populistas como era el caso de Lencinas y Cantoni
en las provincias de Mendoza y San Juan. Otros como Léonidas Anastasi (presidente de la
convención antipersonalista en la capital federal en 1927) era un abogado del sindicato de los
trabajadores marítimos y de la confederación sindicalista FORA IX Congreso. En este sentido,
como señala Joel Horowitz, si bien los antipersonalistas tendían a ser relativamente
conservadores, lo que los mantenía unidos era su rechazo al control yrigoyenista del
partido.(7)

La reelección de Hipólito Yrigoyen en 1928 vio, sin embargo, a los componentes más
conservadores del radicalismo unir sus voluntades con los antipersonalistas. Yrigoyen

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obtendría una victoria decisiva en las urnas (57.4% de los votos y la casi totalidad de las
provincias con excepción de San Juan), incluyendo en su discurso un llamado a favor de la
nacionalización de la industria del petróleo. Por otra parte, el Partido Radical asumía un tono
más marcadamente de clase media a diferencia de periodos más tempranos en que su
dirigencia provenía mayoritariamente de sectores de la antigua elite social y política. En el
difícil contexto provisto por la gran Depresión frente a la posibilidad de que el dominio del
radicalismo personalista sobre el congreso se consolidara aún más con el control del Senado,
las crecientes dudas de parte de políticos conservadores, clases propietarias y grupos
nacionalistas sobre las bondades de la democracia liberal sumado a la tradicional postura del
yrigoyenismo de presentarse como la expresión de la nación llevaría a crecientes rumores de
conspiración contra el presidente Yrigoyen. En 1929 periodistas provenientes de La Nueva
República (publicación nacionalista fundada dos años antes) y otros que no habían colaborado
con el periódico se reunirían para organizar un grupo de choque con la intención de ‘ganar la
calle’ a los radicales y preparar una ambiente favorable a una revolución. En su programa la
Liga Republicana argumentaba el derecho de los ciudadanos de levantarse contra el
despotismo y, contradictoriamente, afirmaba buscar el respeto de la Constitución. Las
temáticas de este llamado reflejarían temáticas propias del nacionalismo pero también otras
más propias de la derecha conservadora.(8) En 1930 la derrota electoral del radicalismo en la
ciudad de Buenos Aires a manos del socialismo independiente señalaba para parte de la
prensa y la clase política el anuncio del final de un régimen político. Los planes de concretar
un golpe de estado que pusiera fin a la continuidad democrática se harían realidad en
setiembre de 1930 cuando un grupo de cadetes marchara por las calles de Buenos Aires sin
encontrar una oposición importante.

Intercambio en el foro

A partir de la lectura del breve texto de Ana Virginia Persello (“Los opositores radicales a
Yrigoyen”, en PolHis, N° 7, Primer semestre 2011, disponible en www.historiapolitica.com)
dedicado a discutir la pertinencia de la interpretación de la historia del radicalismo argentino
basada en los supuestos de una división entre dos corrientes (una popular y plebiscitaria; otra
liberal-conservadora) debatir sobre qué características pueden observarse en las trayectorias
de los dirigentes radicales y qué consecuencias pueden inferirse para proponer
interpretaciones alternativas de la historia del partido.

Por otra parte, en base a la lectura del texto de Ana María Mustapic, “Conflictos
institucionales durante el primer gobierno radical: 1916-1922”, Desarrollo Económico, v. 24,
N° 93 (abril-junio, 1984) disponible su lectura online en www.jstor.org/discover discutir sobre
las formas de relacionarse del gobierno nacional con el Congreso y los gobernadores
provinciales durante el primer mandato de Hipólito Yrigoyen.

(1) Martin O. Castro, “Clericalismo político o concentración conservadora: Peregrinos/militantes,

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caudillos y notables en la formación del Partido Constitucional, (1913-1916), en P. Pérez Branda


(comp.), Partidos y micropolítica. Investigaciones históricas sobre partidos políticos en la Argentina

del siglo XX. Mar del Plata, Suárez, 2011, artículo disponible en www.historiayreligion.com
(2) Roy Hora, Los terratenientes de la pampa argentina. Una historia social y política, 1860-1945.
Buenos Aires, S. XXI, 2005, p. 225.
(3) Jeremy Adelman, “Socialism and Democracy in the Age of the Second International”, Hispanic
American Historical Review, Vol. 72, No. 2, Mayo 1992.
(4) Ricardo Sidicaro, “El diario La Nación ante la democracia y su primer ciclo de crisis”, en J. C.
Melón Pirro y E. Pastoriza, Los caminos de la democracia. Alternativas y prácticas políticas, 1900-
1943. Buenos Aires, Biblos, 1996.
(5) Ana María Mustapic, “Conflictos institucionales durante el primer gobierno radical: 1916-1922”,
Desarrollo Económico, v. 24, N° 93 (abril-junio, 1984) disponible su lectura online en

www.jstor.org/discover
(6) María Inés Tato, Viento de fronda. Liberalismo, conservadurismo y democracia en la Argentina,
1911-1932. Buenos Aires, S XXI, 2004, p. 158.
(7) Joel Horowitz, Argentina’s Radical Party and Popular Mobilization, 1916-1930. The Pennsylvania
State University Press, 2008, p. 31.
(8) Fernando J. Devoto, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna. Buenos
Aires, S. XXI, 2002, p. 239.

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Actividad para entregar a la tutoría

En base a la lectura del trabajo de María Inés Tato, “Del crisol de razas a la Argentina
desintegrada: un itinerario de la idea de nación, 1911-1932”, Historia y Política, N° 17,
Madrid, enero-junio 2007, disponible online en
www.academia.edu/571753/Del_crisol_de_a_la_Argentina_desintegrada_un_itinerario_de_la
_idea_de_nacion__1911-1932 elaborar un breve informe no mayor a tres páginas que
responda a las siguiente cuestión:

¿cuáles son las transformaciones que pueden advertirse en las diferentes ideas de
nación presentes entre la prensa liberal y nacionalista frente a la experiencia de la
inmigración masiva y el ascenso del radicalismo al poder?
¿qué interpretaciones construían las elites, la prensa liberal y nacionalista frente el
ingreso de las corrientes inmigratorias, la difusión de ideologías consideradas
“disolventes” y la sensibilidad de los nacionalistas hacia la “plebeyización” de la
sociedad?

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