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COMPARACIONES INCOMODAS

¿Por qué Estados Unidos es tan rico y nosotros no? Esta pregunta ya ha provocado mucha
reflexión. Desde el siglo XIX, la explicación de los norteamericanos sobre su “éxito” frente a
sus vecinos de la América hispana y portuguesa ha sido clara: había un “destino manifiesto”,
una vocación que Dios les había dado, un camino claro al éxito como resultado de ser un
“pueblo elegido”.

En Brasil siempre existió desconfianza sobre la idea de un “destino manifiesto” que


privilegiaría al gobierno de Washington. Sin embargo, muy curiosamente, aquí se creó una
explicación tan fantasiosa como esa. Su riqueza y nuestros males derivarían de dos modelos
históricos: las colonias de poblamiento y las de explotación.

Las colonias de explotación serían las ibéricas. Las áreas colonizadas por Portugal y España
solo existirían para enriquecer las metrópolis. En este modelo, la gente saldría de Europa solo
para enriquecerse y regresar a su país de origen. Iberoamérica sería un lugar para soportar un
cierto período, extraer lo máximo y volver a la patria europea. Al igual que los aventureros y
presidiarios que llenaban nuestras playas, al Estado Ibérico sólo le interesaba explorar el Nuevo
Mundo y obtener los mayores beneficios en el menor tiempo posible. Sobre portugueses y
españoles corruptos y ambiciosos se cernía un estado igualmente corrupto y ambicioso. A
principios del siglo XX, el escritor Manoel Bonfim consagró la metáfora de este Estado: la
corona ibérica sería idéntica a cierto molusco que sólo tenía un sistema para la entrada y salida
de alimentos. Estado sin cerebro, sin método, sin planificación: sólo con sistema digestivo-
excretor – esta fue la imagen consagrada de los portugueses que nos parieron.

Lo opuesto a las colonias de explotación serían las colonias de poblamiento. La gente iría allí
a vivir definitivamente. La actitud no era depredadora, sino de preocupación por el desarrollo
local. Esto explicaría el gran desarrollo de áreas anglosajonas como EE.UU. Familias bien
establecidas, gente de alto nivel intelectual y sólida base religiosa: así serían los pobladores
que originaron el pueblo norteamericano. Hay una idea asociada a ésta que tiene que ver con
la calidad de los pobladores. A las colonias de explotación, las metrópolis enviarían los
“desechos”: aventureros sin valor que llegarían aquí con la mirada puesta en el deseo de
ascensión. Las colonias de poblamiento recibirían lo mejor de las metrópolis, gente de valor
que, perseguida en Europa, vendría con sus bienes y cultura al Nuevo Mundo, trayendo sólo la
honestidad y la Biblia en su equipaje.

¡Listo! ¡La explicación es perfecta! ¡Somos pobres porque nos fundó la escoria de Europa!
Estados Unidos es rico porque tuvo el privilegio de una colonización de alto nivel de Inglaterra.
Nos encantan las explicaciones polares: Dios y el diablo, poblamiento y explotación, blanco y
negro. Los libros de texto han consagrado esto y el bloque binario poblamiento-explotación ha
penetrado como un concepto amplio y lógico en muchos corazones. EE.UU. fue destinado por
Dios para el éxito y los latinos condenados al fracaso por el peso de los orígenes históricos.
Ambos dejaron de ser agentes históricos para quedar sometidos al peso insuperable de la
voluntad divina y al lastre del pasado.

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