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LA VISIÓN PLATÓNICA
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541; Carmides 166), y no como la ciencia del número (αριθμος). Esto convierte a
Platón en un escritor poco usual, si no es que único, de entre los autores griegos
que conocemos.
La razón de su falta de una denición general no es esencial para nuestra
discusión, pero algunos breves comentarios pueden hacerse. En la epistemología
de Platón, basada en la jerarquía del alma, el número es descrito como nacido
de lo par y lo impar en el mundo de las formas. Haber denido a los números en
el modo usual, que en el mundo de las formas hubiera sido como una colección
de formas unidad, habría conducido a Platón a una regresión: niveles cada
vez más altos de su jerarquía se habrían necesitado para garantizar la unidad
fundamental de la multiplicidad de formas unidad. En otras palabras, podemos
considerar que Platón se vio obligado a abandonar la denición usual de número
por la esencia pura de lo que consideramos como su losóca platónica.
Platón acepta también que la existencia en acto de colecciones innitas de
objetos, en total oposición a su estudiante Aristóteles. Los diálogos Parménides
(142-45, 158, 165) y Filebo (passim ) contienen discusiones sobre la innidad de
objetos en el mundo, las multitudes innitas que esto representa, y por implica-
ción los números innitos que representarían a estas multitudes. Platón habla
también sobre objetos con una innidad de partes. Este concepto del innito co-
mo un atributo de un conjunto o una colección es rechazado de manera explícita
por Aristóteles.
Aristóteles sostiene que los platonistas consideran que las líneas están cons-
tituidas de puntos; de hecho todas las magnitudes especiales se constituyen
de puntos (Metafísica, XIII 9, 1085b28; cfr. 19, 992a21-24 sobre lineas indivisi-
bles). Los detalles acerca de cómo era esto no se dan; Aristóteles tan sólo critica
las consecuencias de tal concepción. Pero el más célebre estudiante de Platón le
imputa a él o a sus seguidores un punto de vista ajeno al de la rigurosa tradición
griega.
Podría decirse mucho más acerca del pensamiento de Platón acerca de las
matemáticas a lo largo de esta plática, pero preero ahora dirigirme hacia Los
elementos de Euclides a la luz de lo que hasta ahora he dicho acerca de Platón
y de Aristóteles.
Un número es una multiplicidad de unidades (Libro VII Def 2). Aun cuando
no dene el término magnitud, habla acerca de líneas, áreas y volúmenes.
Euclides mantiene una estricta separación entre aritmética y geometría: la
primera se estudia en los libros VII al IX, la segunda en los libros I al VI y XI
al XIII. Esta es una separación conocida para la mayoría de nosotros. Ambas
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comienzan con distintos conjuntos de deniciones, aun cuando los axiomas
para las dos aparecen sólo al principio del libro I. Algunas de las deniciones
parecen ser repetitivas, redeniendo el mismo concepto.
El caso más claro es el de las deniciones separadas para la proporcionalidad.
Las que aparecen en el libro V denición 5 y en el libro VII denición 20. Esto
nos da un buen ejemplo de cómo un conocimiento de las posiciones losócas
de Euclides nos ayudan para un mejor conocimiento. Una de las preguntas más
comunes en torno a Euclides tiene que ver con estas dos deniciones ¾por qué
Euclides da una segunda denición, menos general, de la proporcionalidad del
libro VII cuando tenía ya una denición general en libro V? De hecho la pregunta
es por qué no redujo la teoría aritmética de proporciones a un caso especial
de la teoría geométrica de proporciones. Sólo en nuestros tiempos podemos
plantearnos tal pregunta la cual se desprende de nuestra tendencia moderna al
reduccionismo.
Los griegos reconocieron dos ciencias irreductibles en las matemáticas, las
que Aristóteles probó ser independientes la una de la otra: cada una tiene sus
propias deniciones y sus propios teoremas. La aritmética tenía una teoría de
proporciones bien establecida en la época de Euclides, pero sabemos bien que
no era adecuada para la geometría. Ésta requería de una teoría de proporciones
distinta, y la que Euclides utilizó es la que desarrollo Eudoxo.
La teoría de proporciones fue la herramienta básica en la matemática grie-
ga, tal y como el álgebra lo es en la nuestra. Era natural tener dos teorías de
proporciones distintas es decir dos métodos distintos para dos ciencias dis-
tintas. Al conservar la vieja teoría de proporciones para la aritmética, Euclides
simplemente daba una presentación racional de lo que los matemáticos usaban.
Desde luego que era necesaria una teoría de proporciones para la geometría y
Euclides dio la Denición 5 del libro V así como la Denición 20 del libro VII
para la aritmética.
La pregunta acerca de la relativa generalidad de las dos teorías de propor-
ciones es una pregunta errónea. Es apenas una pregunta con valor histórico; es
una pregunta matemática que reeja nuestra tendencia actual en matemáticas.
Pero también se plantea por algunos historiadores lo que prueba que ellos es-
tudian la historia de las matemáticas como la prolongación inversa de nuestra
matemática moderna.
Podemos ver esta separación de modos más triviales. Es fácil (aunque te-
dioso) el checar que las palabras número y magnitud nunca aparecen en el
mismo libro, salvo una excepción el libro X. Esto signica que la separación
entre la aritmética y la geometría es tan fuerte en Euclides como la establecida
por Aristóteles.
La excepción del libro X es de particular interés. Recordemos que Aristó-
teles estableció que no se podían aplicar los resultados de la aritmética a las
magnitudes a menos que estas fueran números. Entiendo que la proposición x-5
de Euclides dice lo mismo aunque en términos matemáticos técnicos:
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Esta es, por cierto, la primera vez que los términos número y magnitud
aparecen juntos. Esta situación inusual provoca problemas inusuales para los
historiadores. La prueba de x-5 no parece adecuada ya que en ella Euclides
aplica la denición 20 del libro VII para las magnitudes conmensurables (que
pueden representarse como una línea). Esto es precisamente lo que Aristóteles
considera valido: los resultados de la aritmética pueden aplicarse a las magnitu-
des conmensurables ya que éstas pueden ser pensadas como números.
Pero desde un punto de vista matemático, Euclides debió mostrar primero
que la proporcionalidad del libro V denición 5 incluye a la del libro VII deni-
ción 20. Esto es posible: la proporcionalidad en el primero se reduce a relaciones
numéricas si, y sólo si, las condiciones de igualdad se cumplen. Recordemos:
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Euclides asumen. Tal visión tiene muy limitadas posibilidades para ayudarnos
a entender a Euclides en sus propios términos.
Euclides hace uso del innito, aun cuando se pueden leer comentarios que
puedan hacernos creer que no lo hizo. El uso que hace coincide con el de Aris-
tóteles: se trata de un proceso iterativo, caracterizado por el hecho de tomar
siempre algo aparte de lo que ya ha sido tomado.
Consideren, por ejemplo, la famosa prueba de que hay una innidad de
números primos:
IX 20: Los números primos son más que cualquier magnitud asignada
de números primos.
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propio. La noción común 5: el todo es mayor que las partes se opone a tal de-
nición. Nuestra denición del innito nos dice que el todo no necesariamente
es mayor que una parte. Esta Noción Común restringe pues la discusión sólo
a colecciones nitas de objetos. (Este comentario, por cierto, aclara cómo esta
noción común puede aplicarse tanto a los números como a las magnitudes. Cla-
ramente se puede aplicar a ambas, la aritmética y la geometría y es una legítima
noción común.)
Con el hecho de negar la existencia del innito actual, ya sea en colecciones
de números primos, o de líneas irracionales o como magnitudes innitamente
extendidas, Euclides puede adaptar pruebas por reducción al absurdo en muchas
más proposiciones de las que serían de otra forma necesarias. La explicación
de ésto, creo, es que una prueba directa a menudo requiere la hipótesis de la
existencia de colecciones innitas en geometría, se requiere construir líneas a
partir de puntos. Considérese como un ejemplo la proposición III-2:
Euclides prueba esto mediante el método indirecto: supone que la línea cae
fuera del círculo y muestra que esto nos lleva a concluir que una parte de la
línea es mayor que el total.
Pero Sir Thomas Heath en su edición de Los elementos de Euclides dice que
la forma de prueba por reducción al absurdo no es realmente necesaria en este
caso y procede a dar una prueba directa. En ella comienza con cualquier punto
de la línea recta que une a los dos puntos de la circunferencia; luego muestra
que la línea que une a este punto con el centro del círculo es menor que el radio
y concluye que el punto elegido debe estar dentro del círculo. El siguiente paso,
que consideramos tan natural, viola los fundamentos de Euclides: de manera
implícita concluye que lo que es cierto para un punto en una línea lo es para
todos los puntos de la línea y, por ende, es cierto para toda línea. En otras
palabras ½Heath considera a las líneas como formadas por puntos!
La inexistencia de las magnitudes innitamente extendidas en Euclides es tan
conocida que con frecuencia se interpreta de manera errónea, como si Euclides
negara la total existencia del innito. Sin embargo podemos mencionar que su
estudio de las líneas paralelas, en donde podría esperarse que ocurrieran líneas
innitamente extendidas, es llevado por la vía de las líneas no paralelas. En su
prueba de la proposición I-27 (cuando los ángulos alternos son iguales, las líneas
son paralelas), que es la más crítica de la teoría de paralelas, evita al innito
mediante una prueba por contradicción.
El trato del innito es uno de los mejores ejemplos de cómo el fundamento
de las matemáticas afecta su contenido. Cuando esta primera fundamentación
de las matemáticas se ignora, los matemáticos cambian las estrategias de prue-
ba: evitan la reductio ad absurdum y preeren pruebas directas. No es justo
pues criticar a Euclides por haber abusado de la prueba indirecta cuando éste
es el resultado de su adhesión al máximo nivel de rigor esto es, el no ignorar
una fundamentación completa y consistente. Evaluar las pruebas de Euclides
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sin considerar esta primera fundamentación es ser un mal historiador.
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inconmensurables. Aquí se supone que las magnitudes pueden dividirse tanto
como sea necesario.
Hay otra denición que parece establecer una relación entre punto y línea,
se trata de la curiosa denición de línea recta:
Libro I, Def. 4: Una línea recta es una linea que yace plenamente
entre sus puntos.
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libro X. Se inicia con unos teoremas sobre cómo probar la inconmensurabilidad
y cómo los números y las magnitudes pueden relacionarse mediante el concepto
de conmensurabilidad. Empezando con la proposición X-21, Euclides desarrolla
una teoría de los irracionales: trata sólo a los que conocemos como irracionales
cuadráticos.
El argumento de que el libro X es el objetivo de Los elementos dice esen-
cialmente que este libro sirvió como teoría en la cual demostrar la generalidad
superior de la teoría de proporciones de Eudoxio, que Euclides da en el libro V.
El problema que veo con esto es que los irracionales cuadráticos pueden tratarse
con una teoría de irracionales más antigua y menos general cuyo nombre nos
da Aristóteles: anthyphaeresis. La teoría de irracionales por sí misma no podría
demostrar la generalidad de la verdadera teoría de proporciones de Eudoxio. Así
no creo razonable argumentar que Euclides colocó a una teoría tan elemental al
nal de Los elementos para probar lo poderoso de la teoría de Eudoxio.
Creo, en cambio, que Los elementos se estructuraron para culminar con los
primeros teoremas del libro X que relacionan los números a las magnitudes.
Si observamos a lo que precede a este material, vemos un desarrollo de sus
respectivas teorías de proporciones. El libro X, entonces muestra hasta dónde
estas dos teorías ajenas pueden mezclarse tal como Aristóteles lo hizo al describir
su losofía de las matemáticas.
Cabe preguntar ahora acerca del resto del material en Los elementos. Algu-
nos comentadores creen que los libros XI, XII y XIII son añadidos posteriores.
De mi lectura de Aristóteles, y tratando de mostrar a Euclides como un segui-
dor de su fundamentación de las matemáticas, he tenido serios problemas en el
libro XI por el modo en que los sólidos son denidos. Esto probaría también un
problema en el libro XIII pues éste se basa en parte en el libro XI.
De cualquier modo parecen haber muchas desviaciones de lo que podría es-
perar de Euclides en estos últimos libros. En consecuencia mi visión actual es
que Los elementos están estructurados siguiendo la losofía de las matemáticas
establecida por Aristóteles con el coronamiento del desarrollo dado por la teoría
de cómo algunas magnitudes pueden ser tratadas como números, al inicio del
libro X. Los últimos tres libros no se integran a los nueve primeros con el inicio
del décimo.
CONCLUSIÓN
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vista que he descrito como originados en Aristóteles. Así, creo que no podemos
apreciar el signicado histórico de la búsqueda de nuevos métodos matemáticos
sin el antecedente aristotélico.
La búsqueda de un método y muchas otras actividades que ocurrieron al
mismo tiempo rechazaron la única fundamentación que existía para las mate-
máticas. Vemos, por ejemplo, en el trabajo de Cavalieri, áreas hechas de in-
divisibles de una innidad de ellos, por supuesto y muchas generaciones de
matemáticos siguieron sus pasos. Con el tiempo se siente de nuevo la necesidad
de una sólida fundamentación de las matemáticas. Cuando llega con los trabajos
de Cantor y otros, se trata de la racionalización del rechazo de lo que llamo la
fundamentación aristotélica. (Me parece interesante que las paradojas aparecen
inmediatamente con la nueva visión crítica del innito).
Hemos tenido sólo dos fundamentaciones de las matemáticas. Una fue domi-
nante por más de dos mil años; la otra, que es la nuestra, cuenta apenas con cien
años. Esto da una razón de 22:1. Creo que es esencial entendamos esa mayor
porción de nuestra historia.
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