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Guerras del

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ZÁRATE
A la memoria de Lili Tuanama Núñez, mi abuela materna,
y de Vistoso, una desaparecida comuriidad de la selva peruana
donde nació y a la que no pudo volver.

A Violeta y Pepe, mis padres, cada una de mis palabras.

GUERRAS DEL INTERIOR

2018, Joseph Zárate


& 20a 8, Penguin Random House Grupo P-ditorial S. A.
Avenida Ricardo Palma 341, Oficina 504. Miraflores, Lima, Perú

Debate es un sello editorial de


Penguin Randoin House Grupo Editorial S. A.

IS£tN 978-612-4272-37-0
Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2019-08975
Registro de Proyecto Editorial N’ 3150122J900613
Primera edición: octubre de 2018
Primera reimpresión: julio de 2019
Tiraje: 1 000 ejemplares

Diseño: Penguin Random House Grupo Editorial / Apollo Studio

Impreso en el Perú - Printed in Peru


Se terminó de imprimir en julio de 2019 en Industria Gráfica Cimagraf S.A.C
Pasaje Santa Rosa 140, Ate, Lima, Perú

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Randomlbuse
GxpoEdítohM
MADERA
«La civi]iuz cion humana reduoj a las plan tai fina fo*'n ^a de vidac le 4 !8!)
rn]i 1oties de anos—a tres cosas: alirri ento, medicila4 y LJ‹*de*•*. E** nucst*a
i ¡ jjplacable y cada vez ii+as intensa obsesión |9or ool ten0r más Volu13J c'",
po tencia yvu riedad de esas tres cosas, hemos devasta do los sistemas
ecológic os vegetales hasta un extremo que barillo nes de años de desastres
n aturales no pudi eron alcanzan ».

«Vista cl esre4 el aire, la selva se ondula dcbaoj de las nubes, pa cífic* en


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aparcin cii, pero eso es solo tjjaj illt sion, porC[ue en SUs c1.
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se domestica, sabe devolver el golpea lo donar choe y los l " g, da "
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«Y rudsi ¢ jug hitdds uenan losp ‹i sos de losa n i lllales clxcl Uno l *fl S ICIO í1" f8i *
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s nena enl ;in eche de la selva».


Quienes lo conocieron dicen que Edwin Chota tenía una sonrisa amplia,
exagerada, contagiosa, con un agujero visible por la falta de uno de los
dientes delanteros.Alberto Chota Tenazoa, su padre, cuenta que dos años
antes de que mataran al mayor de sus seis hijos, Edwin Chota había
perdido ese diente comiendo un plato de tallarines con tortuga. «Mordió
un pedazo de caparazón —recordará el anciano, pero solo se rio, tiró
el diente y siguió comiendo». El cazador ashániiika Jaime Arévalo, rriiem—
bro de la nación mzs numerosa de la selva peruana, se acordó de aquel
diente ausente cuando desenterifi el craneo de su amigo. Llevaba toda la
mañana sumergido junto a unos policías en un pozo de agua marrón,
cerca de la frontera con Brasil, hasta donde un rlo había arrastrado el
cadáver de Edwin Chota devorado por gallinazos y lagartos. De aquel
pozo de siete metros de profundidad,Arévalo —un cuarentón bajito, buen
nadador y de brazos recios— sacó un fémur, unas costillas, una camiseta
hecha jirones, una bota de jebe agujereada y una pulsera de semillas de
colores todavía unida al hueso de la muñeca. Eran los restos de uno de
sus cuatro compañeros asesinados dos semanas antes en una quebrada
cercana. Lo confirmó por un detalle: al cráneo le faltaba un diente.
A pesar de sus cincuenta y tres años y de ser flaco como una rama,
Edwíii Chota era un agricultor tenaz y un habil cazador con la escopeta.
Tenía la nariz afilada como de aguila, el cabello sin un asomo de canas
y la piel tostada por el sol. Imitaba el canto del gorrión y el rugido del
tigrillo, jugaba bien al fútbol, y bailaba huaynos de Sósimo Sacramento
y forró brasíleño moviendo su escuálido cuerpo como una marioneta.
Cuando Edwin Chota sonreía, ese diente perdido, su incisivo superior
derecho, era lo más notable en su rostro. Pero también lo era cuando
protestaba. Como jefe de Alto Tamaya—Saweto, una comunidad de la
Amazonía con más de treinta familias, Chota el único adulto que sabía
leer y escribir allí— se enfiirecía y levantaba los puños cuando denunciaba
a los taladores ilegales que explotaban a los asháninkas saqueando el
bosque donde vivían. «Era el único morrrento en que estaba serio —clirá

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MADERA
GUERRAS DEL I NTER1OR

Julia Pérez, su viuda—. Después era un brorriísta». Si sonreír es a veces El hombre que murió por la comunidad asháninka de S eto no siempre
un acto de diplomacia, Chota nunca arqueaba los labios frente a uri fue asháriinka. Cuando le contaron que su padre erajefe de una tribu indígena,
traficante de madera. Perla Chota pensó que era una broma. Para e11a,1a hija ma OÍ,era imposible
Para ir hasta Pucallpa, la segunda ciudad más grande de la selva que el señor que la había dejado a los nueve años con una óa en Lima, el
peruana, donde había nacido y crecido, Edwin Chota debía viajar siete mediocampista estrella del barrio, el bailarín fariátíco de los Bee Gees yJohn
días en bote a tmvés de un río serpenteante. Allí visitaba a su padre lle- Travolta, el mestiso de ciudad que jamás salía de casa sin 1a camisa bien
vándole motelo, una tortuga de patas amarillas, de carne tierna y sabrosa, planchada y los zapatos lustrados, ahora vistiera túnica, corona de plumas y
que se había convertido en su comí da favorita. La última vez que se sandalias y viviera en una choza de palos y hojas en medio de la selva.
vieron, en el Día del Padre, Chota le contó que iría a Lima para ver si Las hermanas de Edwin Chota estaban igual de sorprendidas.Vivían
por fin hacían caso a sus denuncias. Las amenazas de muerte eran cada en Ancón, un antiguo balneario y pueblo de pescadores de la costa norte
vez más frecuentes. Su padre le rogó que se quedara con él. de Lima.
—No puedo —le dijo—. De allá yo he de salir muerto. —No lo podíamos creer —dirá Sonia Chota, ama de casa, en la sala
Dos meses después, la mañana de1 t de setiembre de 2014, unos de su vivienda prefabricada de madera—. Mi hermano hasta hablaba un
madeieros asesinaron a Edwin Chota junto a otros tres dirigentes ashá- idioma raro.
ninkas —.Jorge Ríos, Francisco Pinedo y Leoncio Quintisima— en la Sus familiares hasta hoy no entienden por qué Edwin Chota decidió
selva del Alto Tamaya, mientras iban a una asamblea en el lado brasileño defender a un pueblo que no era el suyo. Cuentan que la muerte repentina
de la frontera para coordinar la defensa de sus territorios. Una bala de de su madre, cuando él tenía diez años, lo volvió alguien preocupado
escopeta calibre dieciséis, especial para cazar venados y monos del monte, por los derriás. En una casa llena de riiños pero escasa de dinero, el futuro
le atravesó el pecho. Otra perforó su cabeza. El cazador Arévalo, quien líder asháninka que enfrentaría a mafiosos del bosque era un chico reser-
se había adelantado a la reunión, regresó por el mismo sendero al ver vado, sobresaliente en la escuela, que prestaba sus cosas para conseguir la
que sus compañeros no llegaban. Cinco días después encontró los cuerpos simpatía de la gente. Sus hermanos y amigos repiten lo rriismo: Edwin
en una quebrada, a doce horas de camino de la frontera —donde mas Chota ayudaba a otros para que lo quisieran.
tarde, al volver con los policías, encontraría solo huesos—, y huyó Sobre su juventud hay recuerdos incompletos. Se sabe que terminó
corriendo a su comunidad por miedo a que también lo mataran. Las la secundaria en Pucallpa, que dejó la chacra de su padre —un obrero
cuatro viudas y los riíños de los dirigentes asesinados viajaron tres días que perforaba pozos de petróleo para una compañía estadounidense— y
en bote hasta Pucallpa, sin detenerse, para hacer la denuncia. En Saweto se volvió militar. Luchó como infante de marina en el conflicto entre
no hay policías. El radio de dos canales que tienen —su único contacto Perú y Ecuador a inicios de los ochenta, y trabajó instalando cables de
con el mundo funciona mal. alta tensión en Iquitos, capital de la selva peruana. Sus relaciones amorosas
La última vez que Edwin Chota viajó a Lima para denunciar a los duraban poco. Mientras estuvo en las trincheras tuvo una novia de la
taladores que lo amenazaban, llamó por celular a su padre de ochenta y nación huitoto. Luego tuvo dos hijos —que la familia Chota no cono-
dos años y prometió visitarlo. Antes le había dejado una fotografia suya ce con una mujer mayor, miembro de una secta israelita. Hay quienes
como recuerdo: en una reunión de las tantas a las que asistía como jefe cuentan que en esa época Edwin Chota se dejó crecer la barba y predicaba
ashaninka se le ve de pie, sin sonreír, con su cushina —una túnica marrón, la Biblia. Despues se separó, tuvo a su hija Perla con una mujer que lo
larga hasta los tobillos—,la cara pintada con líneas rojas de achiote y su dejó, y regresó a Pucallpa, dicen, a empezar de nuevo.
corona de plumas multicolores. «Para que, si algún día me pasa algo, me Elva Risafol, sii pareja cuando volvió a la ciudad —y con la que tuvo
veas», le dijo a su padre al darle la foto, antes de despedirse. un hijo que se llama Edwin y es policla antidrogas—, recuerda que una

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GUfiRRA$ GEO INTERIOR

amiga se lo presentó en una fiesta tropical: era un treinteaíiero flaco, de Mientras los batou es del caucho transformaban Iquitos en una sucur—
melena lacia, camisa celeste, jeans y zapatos de vestir. Con solemne cor- sal de extravagancia europea, con casas adornadas de azulejos italianos
tesía, Edwin la sacó a bailar Ropa de Caracol, la hizo reír con sus pasos y pintados a mano, un teatro de ópera y hasta una mansión de hierro
eso le gustó a Elva. Esa noche hablaron durante horas y entre vasos de diseñada por el ingeniero francés Gustave Eiffel; a unos kilómetros de
cerveza le contó que era electricista, que su ex lo había abandonado, que allí, equipado con una lampara de minero como linterna, el indígena se
había luchado, e el Conflicto del Falso Paquisha y que deseaba volver abría paso por 1a jungla a machetazos, trabajando de sol a sol, buscando
a la selva algún día para hacer algo por las comuriidades desprotegidas. arboles de caucho. Luego, a su regreso, hambriento y afiebrado, pasaba
—Edwin formaba sus castillos en el aire, y uno no vive de sueños horas encorvado sobre el fuego, inhalando humo nauseabundo, mientras
dice Rjsafol, que se separó de el en 1997,luego de cinco años juntos—. cocía la goma sobre un asador hasta quc coagulara. Tardaba semanas en
Yo era más práctica.Yo le decía, en broma, que si vivía con una nativa producir una bola del tamaño suficiente para ser vendida. Los ashaninkas
iba a ser feliz. Creo que me hizo caso. de Saweto cuentan que sus ancestros eran estafados una y otra vez en los
Luego de la rupmra, Edwin Chota desapareció del vecindario. Cuatro salarios, que eran pagados con licor barato que los mantenía embrute-
años después, una madrugada, Edgar Chota escuchó que golpeaban la cidos, que las mujeres eran utilizadas como sirsientas o para labrar las
puerta de su casa-taller de soldadura-puesto de comida en Pucallpa. Era chacras sin sueldo alguno. Que cientos de nativos murieron de inarñción,
Edwin, su hermano mayor, que llegaba de visita. disentería y otras enfermedades.
—Me alegré tanto al verlo —recuerda .Todos pensábamos que se En una ocasión, a orillas del río Putumayo, en la frontera con
había muerto. Colombia,1os horrores infligidos a los indígenas fíieron tan notorios que
Los recuerdos sobre lo que hizo durante esos cuatro años tampoco el Gobierno británico inició en 1910 una investigación. La Peruvian
son claros. Dicen que a finales de los noventa Edwin Chota llegó solo a Amazon Company, una de las empresas de caucho más rentables de la
la selva del Alto Taniaya. Dicen que fue con unos amigos para trabajar época, había cometido un genocidio al tratar de pacificar y esclavizar a
como peón de chacra o niaderero o vendedor de cuero de sajino. Dicen las comunidades: castraron y decapitaron indígenas,1os rociaron de gaso-
que llegó para olvidar sus fracasos, que se quedó por amor a una nativa. lina y les prendieron fuego, los crucíEcaron boca abajo, los golpearon,
Lo cierto es que cuando Edwin Chota pisó ese territorio, la comunidad los mutilaron, 1os hicieron morir de hambre, los ahogaron y los convit--
de Saweto —el nombre de un lorito verde parecido al guacamayo, pero tieron en comida para penas. Los secuaces de la empresa violaron mujeres
de cola mas corta— ya existía. O al menos un cirrñento de ella. y abrieron a golpes cabezas de riiños.Todo esto relató Sir Roger Casement,
cónsul general británico a cargo de la investigación, y calculó que unos
treinta mil indígenas murieron a manos de esta compañía, conocida como
Los ashárúnkas llegaron desde la selva central del Perú hasta la hontera «el paraíso del diablo»'.
con Brasil a comienzos del siglo XX, en pleno boom del caucho; Europa
y Estados Unidos compraban por toneladas el látex de los árboles para A finales del siglo XIX, en la época victoriaila, existía la idea extendida de que las
fabricar llantas de automóvil. Los indígenas amazónicos lo conocían desde sociedades aniazónicas se ubicaban en una etapa inferior del desarrollo evolutivo,
antes: siempre habían usado la savía del caur/ior —«arbol que llora», en que posiblemente eran un eslabón perdido» en la cadeua entre cl simio y el lum—
bre. En Ud cix iloh percl ida de X (2009), David Grann, periodista de The We m ¥otker,
lengua omagua— para fabricar pelotas y toscas jeringas para ingerir relata que Richard Burton, cofund ador de la Sociedad Antropológica de Lon dres,
narcóticos y purgantes. Pero con 1a llegada de los patrones caucheros a postulaba que los indígenas constituían «subespecies». dra ncis dalton, en su teoría
la selva, comunidades enteras serían esclavizadas para extraer aquella de la eugenesia —que contó entre sus adeptos con John íVí aynard Keynes y Winsron
Churchill—, sostuvo que la inteligencia humana era hereditaria e in mutable, y que
materia prima que modernizaba, por esos días, el Primer Mundo.
los pueblos indígenas del Nuevo Mundo eran tmentalniente n*nos».

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GUFJ-IR AS DEL INTERIOR
M A DEII A

Los ashánírikas de Saweto serían descendientes de los nativos que habían


datos no lo cuentan todo. Cuando se hizo la investigación, recuerda é1,
llegado durante esos años hasta la frontera con Brasil, con sus antiguos patro-
no hubo presupuesto ni botes para ir a todas las comunidades amazónicas.
nes. Cuando el caucho se acabó, pasaron a traficar pieles de animales exóticos.
Se recordó el número de paginas, se eliminaron detalles, anécdotas, casos.
Cuando las pieles se acabaron, siguió la madera. Los materiales a depredar
Los familiares de las víctimas no quisieran hablar.
camblaban, pero el sistema que esclavísaba a los indígenas permanecía.
Una madre ashárñrika no puede nombrar a su hijo muerto. Cree
Los 1ídere_s aháninkas denuncias que continúa pasando 1o niisnio
que, si lo hace, no dejarfi que su espíritu vaya al cielo —me contaría
que hace décadas: los patrones «enganchan» a los nativos dandoles cosas
Espinoza una mañana, en su oficina de la Pontificia Universidad Católica
ropa, escopetas, medicinas, motores para el bote, radios, víveres— a
del Perú—. A los asháninkas no les gusta hablar de sus muertos.
cambio de cientos de troncos de árboles. Como la nia oria no sabe leer
A diferencia de otros pueblos que conquistan territorios, los ashá-
ni escribir, los estafan con las cantidades y los precios y acaban endeu-
ninkas son guerreros defensivos: ellos aprenden desde niños a esquivar
dados, obligados a talar más madera para pagar los productos que reci-
las flechas antes que a lansarlas. Pero cuando son atacados, cuando invaden
bieron como adelanto. Cuando llegan los madereros,1os animales huyen
sus tierras, tienen la reputación de ser los guerreros mas fieros —los
por el rugido de las motosierras. Los comuneros deben caminar más días
mejores con el arco y la flecha— de las cincuenta y un naciones ama—
por el monte para poder cazar algo para comer, y a veces no consiguen
zónicas que existen en el Perú°.
nada. Los troncos arrastrados por el suelo vuelven la tierra inservible para
Cuando Edwin Chota llegó a Saweto en 1999, Sendero Luminoso
sembrar, corno hacen los tractores en su avance por el bosque, Lo› made-
ya había sido derrotado en la selva central por 1os rriilitares y el ejército
reros contagian a los indígenas erifermedades que jamás padecieron. Hubo
asháriinka: un batallón de guerreros indígenas armados con escopetas,
épocas en que decenas de nativos morían por un simple resfriado.
arcos y dechas que hacían asaltos sorpresivos a los campamentos sende-
La amenaza terrorista abrirla, más de cincuenta años despues, otro
ristas. Por esos días, un grupo de familias asháninkas de Saweto, junto a
capltulo de sangre. El Partido Coriliiriista del Perú-Sendero Luminoso llegó
la frontera con Brasil, también había decidido terminar con la explotación
a mediados de los ochenta con el propósito de controlar toda la selva central,
de los rnadereros y quería ser reconocido por el Estado como comunidad
luego de enficntar a los militares en Ayacucho, en la sierra sur del país. Los
y titular su territorio. Ese era, para ellos, el camino a su liberación.
terroristas saqueaban las chacras, quemaban postas médicas y oficinas muni-
Los patrones de la madera, al inicio, decidieron apoyarlos: pensaron
cipales. Levantaban campamentos de trabajo forzoso en la espesura del
que continuarían talando árboles y explotando a los ashánirikas, esta vez
bosque donde tenían cautivos a cientos de ashariínkas durante meses. Los
sobre su territorio legalizado. Pero al ver los avances en los trámites legales
obligaban a trabajar la tierra, a cocinar para los mandos terroristas, a aban-
y la orgariísación de Saweto, liderada por Edwin Chota, la titulación se
donar su lengua para hablar quechua o español.Acuchillaban o ahorcaban
volvió una amenaza para sus intereses.Y no iban a permitirlo.
a los rebeldes delante de sus familias.Violaban a las mujeres. Secuestraban
a los niños para adoctririarlos y convertüios en combatientes.
El pueblo asháninka fue la nación amazónica más castigada por la
Diana Ríos no recuerda todos los detalles, pero sí que tenía nueve años
guerra entre las Fuerzas Armadas y Sendero Luminoso, según el iriforme
cuando conoció a Edwin Chota. Recuerda que lo vio llegar a Saweto
final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación:más de treinta comu-
nidades desaparecieron, unos diez init indígenas fueron desplazados, cinco
2 Los ash án inkas de Saweto, conocidos conao ashaninkas del Gb-an P ajonal », se reco—
mil secuestrados y seis init asesinados, cerca del diez por ciento del total
nocen también como ashénir kas. Son pa rse del pueblo a sha ni nka pues tienen una
de muertes registradas.Aunque para el antropólogo Óscar Espinoza, autor historia y una lengu a comun (con algunas variantes) y porque trad icionalnJente se
del capítulo del informe dedicado a la masacre de los asháninkas, esos ubicaron en la misma región: la selva central del Perú. Desde finales de 2017, la lengu a
asheninka esta en proceso de ser reconocida por el Esta do como lengua origina ria.

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GU ERD AS DEL INTER IOR
VAD£RA

solo, flaquÍsimo, cargando su mochila, y que se quedó a vivir en una kilómetros cuadrados de selva casi la cuarta parte de Lima— penetrada
choza de palos junto a la de su madre Ergilia Rengifo,1a mujer que doce por ríos que se extienden hasta la ñontera con Brasil. Pero el Gobierno
años después sería la última en verlo con vida. se negaba: ya había entregado el ochenta por ciento de ese territorio a
Por esos días la comunidad estaba en proceso de ser reconocida por el dos madereras peruanas. En 2002, un año antes de que Saweto fuera
Estado. Habían decidido, por primera vez, aprovechar su bosque y acceder reconocida por ley como comunidad, un fiincionario, desde su escritorio
a algo más pieciado• una escuela bilingüe para niños.Y como el forastero en Lima, cedió por veinte años esas tierras sin averiguar quiénes vivían
Edwin Chota sabía leer y escribir, rápidamente consiguió la simpatía de los ahí. Los lotes entregados en concesión a esas empresas y el territorio de
demas ashíninkas por su caracter voluntarioso. Lo llamaban matllati, ílaco. Saweto se superponían como una mano encima de la otra.
Un día de 2002,1as treinta familias de Saweto hicieron una asamblea hara que Saweto recibiera el título de propiedad, el Gobierno debía
para elegir al nuevo jefe de 1a comunidad. Al momento de votar, la anular o reubicar esns concesiones madereras. Mientras eso no ocurriera,
mayoría levantó el brazo por el candidato Chota. Le dieron una parcela los asháninkas no teriían legalmente el derecho de evitar que otros saqueen
para que hiciera su chacra. Así lo aceptaron como uno de ellos. el bosque que habitan. No era un reclamo exclusivo de ellos. Más de
Antes vivíamos dispersos, pero Edwin nos decía que debíamos seiscíentas comunidades indígenas —la mitad de todas las que existen en
unirnos para que no nos engañen —recuerda Diana Ríos, ventiañera la selva peruana— siguen sin ser las dueñas legales de sus tierras. Un estudio
robusta, de cara redonda y ojos rasgados, hija de uno de los tres dirigentes de World Resources Institute, realizado en quince países de Asia, Áfí-ica y
asesinados junto con Chota—. É1 nos enseñaba a leer, a escribir, me América Latina, demuestra que el proceso de legalizar un territorio indí—
llevaba a capacitaciones de mujeres indígenas.Ahora sé mis derechos. No gena es extremadamente complejo, costoso y lento, y obliga, en varios
era como otros. Era alegre, conversador, tenía el cariño de un hombre. casos, a que las familias abandonen sus tierras o pierdan sus derechos sobre
Por eso me enamoré de él. el agua, plantas medicinales o alimentos. Mientras las comunidades deben
Los ashánirikas no tienen rituales de matrimonio. Tener hijos, para afrontar procesos que pueden tardar más de treinta años, las empresas que
ellos, equivale a casarse. Así que podemos decir que Diana Ríos se casó solicitan concesiones en estas mismas tierras suelen obtenerlas en solo
con Edwin Chota cuando tenia quince años. La pareja tuvo un hebé al treinta días, a lo mucho, en cinco años. Los pueblos indígenas y las comu-
que llamaron Kitoniro, que al crecer se convertiría en un chico despa- nidades rurales ocupan mas de la mitad de las tierras del planeta, pero solo
vilado y terco como su padre. Debido a los roles prefijados en su cultura, poseen legalmente el diez por ciento de las tierras a nivel mundial. En el
Ríos criaba al niño, cocinaba, mantenía la casa. Chota cultivaba la chacra, Perú,1iay mafiosos que sacan ventaja de esto: ofiecen a los indígenas hacerse
salía de cacería y traía carne para la familia, y se iba de viaje durante cargo de los gastos que supone titular sus territorios —unos diez mil
semanas para hacer gestiones ante las autoridades. dólares, sin incluir corridas a funcionarios— a cambio de talar sus arboles.
Diana Ríos solía Acompañar a su exmarido a poner reclamos en las Cuando Edwin Chota llegó a Saweto, varias familias trabajaban con
oficinas del Gobierno regional de Ucayali, luego de varios días de viaje los rnadereros ilegales. Las comunidades pueden subsistir de la caza, la
en bote.Vestidos con cuslltnas y las caras pintadas de líneas rojas, esperaban pesca y las cosechas si sus bosques estan intactos. Aun así, necesitan cosas
en la puerta durante dos, Oes horas.A veces las autoridades no los recibían. como ropa, jabón y medicinas, y para muchos la tala —o aceptar dinero
Como no tenían suficiente dinero para comprar comida en la ciudad, para dejar entrar a los taladores— es el (jriico modo de adquirir esos bienes.
alniorzaban el plátano o el pescado que les regalaban en el puerto. Chota intentaba disuadír a los ashánirikas de cometer tal destrucción.
En un intento por proteger el bosque de los traficantes de madera, —Era directo y señalaba a los jefes asharñnkas coi-i-uptos. Igor eso
Edwin Chota presentó más de cien cartas a diferentes instituciones del algunos hablaban mal de é1, decían que se iba a Lima, que comía eri
Estado peruano exigiendo la titulación de su comunidad: ochocientos buenos sitios —recuerda Diana Ríos, que aunque nunca creyó en esns

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OUPRKASD£lINTPRIOK
MADERA

mtriozes, decidió separarse del dirigente después de cuatro años de rela- mapas son quienes mas sufren la tala ilegal y la violación de sus derechos.
ción debido a sus prolongadas ausencias. Al titular y crear un mapa de Saweto se protegía a la comunidad, su bosque
Edwin Chota ocupó así doce años de su vida. Demarcar el territorio y todo lo que hay en él. Los madereros ya no podrían hacer lo que les
y definir sus límites era su prioridad. Por eso, además de las denuncias y diera la gana. Chota glteraba el ifafus quo. Por eso lo querían muerto.
reclamos al Estado, se preocupó de que Saweto tuviera también algo tan La historia de los países demuestra que el trazo de una línea a través
sencillo como-+ir›-mapa. Ante empresas y gobiernos acosnimbrados a de un mapa puede condicionar las vidas de millones de personas. Un
negar o minimizar la depredación, Chota creía que 1os asháriirikas debían mapa es un instrumento de poder.Y h°'r. Por lo general, los expertos en
utilizar el lenguaje de la cartografía —coordenadas, hitos, fotografías mapas en el Perú suelen trabajar en instituciones del Estado que propor-
aéreas— como un arma para defender lo que consideraban suyo. cionan esos instrumentos a quienes ostentan el control económico y
político. Son poco conocidos, pero ellos generan información detallada
sobre los ríos, las montañas y 1os bosques que hay en el territorio nacional.
El Perú, dice el lugar común, es un país andino. «La tierra de los Incas», Seiscientos años atrás las cartas de navegación convirtieron en imperios
le llaman dentro y fuera de sus fronteras. Aunque eri £érrriinos de exten- a Espafia, Portugal e Inglaterra. Hoy ese mismo conocimiento sirv e,
sión geográfica es, sobre todo, un país amazónico. Después de Brasil, Períí muchas veces, para favorecer los intereses de poderosos conglomerados
posee la mayor área de bosques en América Latina: casi el setenta por empresariales.
ciento de su superficie esta cubierto de selva. Pero si alguien mirara el En el Perú, estos mapas suelen ser diseñados por entidades especia-
mapa de concesiones a compañías extractívas, notaría que desde hace lizadas —como el Ser vicio Aerofotográfico Nacional y el Instituto
casi medio siglo toda la Amazonía peruana esta dividida en decenas de Geográfico Nacional— y utilizados por distintas oficinas estatales —corno
rectángulos llamados lotes, que son cedidos a empresas madereras, petro- el Ministerio de Agricultura y el Servicio de Inteligencia—, pero también
leras y mineras para ser explorados y, eventualmente, explotados. por empresas mineras, madereras y petroleras que tienen perrriiso del
Si un distraído se guiara solo por ese mapa podría pensar que allí, Gobierno para explotar recursos naturales. Estas compañías suelen pagar
en la selva, solo hay árboles, ríos y animales. Es decir: un espacio sin gente, miles de dólares para encargar una minuciosa cartografía de zonas de la
sin pueblos, sin culturas. El cartógrafo Brian Harley explicaba que esos sierra y la selva que les interesan. Mapas que, durante diez años, se man-
«espacios vacíos» en los mapas son, en realidad, «sílencios»: información tienen por norma en poder de estas compañías.
que el mapa deliberadamente oculta. En mapa no es un dibujo inocente: —¿Te imaginas lo que podrían hacer las comunidades nativas con
concentra un mensaje político. esa información? Podrían trabajar planes de desarrollo, vigilar mejor su
.David Salisbury es un doctor en geografía y profesor de la Universidad
territorio —me había dicho Wendy Pineda, ingeniera geográfica de
de Richmond, Estados Unidos, que conoció a Edwin Chota y lo ayudó
Rairiforest US, oenegé que brinda asesoría legal a las viudas de Saweto
a hacer conocida su lucha fuera del Perú. Durante los aíios que vivió en para resolver el caso de sus maridos asesinados—. Cuando preguntas por
la selva, Salisbury, un tipo rubio y espigado de voz amable, asesoraba a
qué esos mapas no se comparten con los indígenas, el Estado te dice:
comunidades asháninkas para que puedan identificar, a través de mapas,
«ellos podrán acceder a esa data dentro de unos años». Pero eso casi nunca
las zonas deforestadas que amenazan su territorio y su cultura. Saweto sucede.Y si sucede, ya es tarde porque las tierras de las comurñdades ya
fue una de ellas. estan siendo explotadas. La iriformación llega primero a quien mas paga.
—En los mapas oficiales no aparece la realidad amazónica —me El setenta por c1ento de selva del Perú está repartida entre estas
explicó por Skype el geógrafo Salisbury—. Las comunidades nativas no compañías extractivas. Mientras que eri algunos mapas de concesiones
aparecen en la cartografía oficial.Y los pueblos que no aparecen en esos las empresas son polígonos —extensas demarcaciones de territorio—,

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GUEltRAS Id EL INT ER IOK

las comunidades nativas estsn representadas por puntos, como pequeños El electricista Edwin Chota no hablaba asháninka con duidez, pero
archipielagos dispersos. logró organizar a su comunidad para que tuviera mucho mas que el
—¡Pero las coinuni dades también son polígonos! —me explicó paquete de alimentos de programas sociales que llegaban al caserío vecino.
Pineda, liineíia de pelo largo, piel oscura y ojos atentos, que luego de la Durante los primeros anos de su liderazgo, Saweto consiguió electricidad
muerte de Edwin Chota capacító a comunidades asháriinkas en Ucayali con paneles solares, un radio de dos canales para corrrunicarse con 1a
para que elaborenws propios mapas usando drones y GPS—. El Estado ciudad, un tanque elevado para el agua y una escuela inicial. Los comu—
las dibuja con puntos para que todo lo que esta fuera de ese punto se neros recibieron, por primera vez, documentos de identidad: ahora exis-
considere libre para explotarse. tían corno ciudadanos.Antes de morir, Chota gestionada la construcción
No importa si hay un pueblo viviendo durante generaciones en el de un local para la escuela primaria, que hasta ese momento funcionaba
mismo territorio. Para la ingerñei-a Pineda y el profesor Salisbury, la lógica en su casa. El líder ashaninlra logró todo eso gracias a gestiones persistentes
histórica de muchos gobiernos es perversa y simple: lo que no está en ante la Municipalidad, el Gobierno regional, eI apoyo de distintas orga-
el mapa no existe. nizaciones y a la alianza que entabló con los asháninkas de la comunidad
de Apiwtxa, del estado de Acre, Drasil, para vigilar el bosque en ambos
lados de la frontera. Chota también deseaba tener lo mismo que los
Los ashariínkas evitan el conflicto. Cuando un nativo se enfada con su indígenas brasíleños: un criadero de huevos de tortugas y otro de peces,
vecino suele ir solo al monte para calmarse y luego regresa a conversar. un jardín de flores para exportar y bosques reforestados. Apiwtxa era,
Para un ashaninka —nombre que en su lengua significa «nuestros her- para él, un ejemplo de «desarrollo».
manos»— no hay nada peor que odiar o matar a un familiar. Pero no confiaba su trabajo solo a su carisma para conseguir aliados
Los asháninkas comparten la comida. Si uno llega a casa de otro, se ni a su tenacidad para exigir. El antropólogo ambiental Mario Osorio,
le sirve niasato —chicha de yuca fermentada con saliva— y ahmento sin quien híso su tesis de maestría sobre Saweto para la Universidad de Ident,
que lo pida. Ellos cubren el ochenta por ciento de su dieta con platano, Inglaterra, recuerda que días antes dc salir- a hacer tramites, Chota ayunaba
maíz, cacao, caniote y frijol, entre otros alimentos que cultivan en sus y tomaba ayahuasca, «la soga de los espíritus». Decía que esa planta alu-
huertos. Donde ellos viven, ni la tierra ni los sitios de caza o pesca tienen cinógena, sagrada para los pueblos aniazónicos, lo ayudaba a conectarse
dueño. La idea de propiedad privada individual les es ajena. con la selva.
Los ashaninkas son tíos o primos o sobrinos entre sí. Todos son Para Edwin, la protección de los bosques era una lucha espiritual
familia. No importa que pertenezcan a otra comunidad o que no com— —recuezóa el antropólogo Osorio, quien se híso amigo de Chota dm-arire
partan el mismo apellido. No hay linajes rá clases. Sus apellidos occiden— los meses que vivió en su cabaña. Osorio le enseñó a usarWord y a enviar e-
tales —Arévalo, Pérez, líos— vienen de los antiguos patrones de las mnils. Chota le enseñó las costuiaibres de su pueblo.
tierras donde trabajaban y de los misioneros que los bautizaban así para Los asháninkas creen profundamente en el poder del mal. Edwin
reconocerlos con mayor facilidad. Los funcionarios de Registros t’úb1icos Clxota habÍa aprendido de ellos que en el rriundo hay enemigos invi-
tarribien solían cambiar-le.s el norribre y el apellido por comodidad. sibles que tainbi én debía doblegar. Los ancianos los llaman batman:
Los asháninkas ticnen jefes en sus comunidades. Suele ser un hombre dem¢inios. Espíritus que se esconden en el bosque, en las cuevas. Seres
que lidera al resto por la fuerza de su caracter y su persuasión. malignos que trituran los huesos, que chupan los ojos. Pueden matar
Para ser jefe no importa si no eres asliáninka, solo debes tener a un recién nacido o al guerrero mss fuerte. l•u eden poseer a una
amor por nosotros, por nuestra cultura —dice Ergília Rengifo, exsuegra persona, ashaninka o no, y obligarte a eliminar a su propio merniano
y vecina de Chota—. Lo que tiene un hombre, tiene el otro hombre. sin remordimiento. Iíain cm es la esencia del mal y los traficantes de

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GUFRRAS DEL IN TERIOR

madera, como los terroristas en el pasado, son algunas de sus encarna- riña. Quiso que ella comprendiera que se había marchado «para luchar
ciones más recientes. por algo importante». Perla recuerda que hablaron durante horas, que
Talvez por ser demasiado consciente del riesgo, Edwin Chota hablar lloraron abrazados y que fueron a cenar. Al día siguiente, Chota la llevó
ba muy poco de su otra familia, la que dejó en la citidad. Durante los a una aldea ashánínka, en la otra orilla del río Ucayali, donde solía
doce años que duró su lucha, solo su círculo mas íntimo —los líderes de quedarse cuando hacía gestiones en Pucallpa. Allí le presentó a sus
su junta directi'm mujer— sabían que había tenido otra vida. Chota hermanos pequeños.
había partido su realidad en dos: en la ciudad estaban sus hijos Perla y Camina conmigo —recuerda que le dijo su padre.
Edwin; en la comunidad, Kítoniro (Alacran) y Tsonkiri (PicaBor). Era Perla no entendió bien a qué se refería, pero estaba contenta de estar
mejor así. Los traficantes de madera lo acechahan. No quería ponerlos juntos de nuevo. Aunque la reconciliación duró poco. Días después,
en peligro. mientras Chota almorzaba con unos extranjeros, vio pasar a su hija por
—Pero a veces también nos decía: «Qué hacen sufriendo acá. En la la calle y la llamó para presentarla. Perla andaba distraída, dice, no lo
ciudad, si no se compra, no se come. En el monte, en cambio, hay todo: escuchó y siguió caminando. Horas mas tarde, cuando se vieron, su padre
animales, yuca, pescado.Allí no les faltaría nadas —recuerda su padre. le reprochó: «Te avergüenzas de mí porque soy ashínínka». Se gritaron.
Nos quería llevar para que también seamos ashaninkas. Se molestaba si Discutieron. Ella le devolvió la pulsera de semillas multicolores que 1e
hablabas mal de ellos. había obsequiado y se marchó sin despedirse. Ocho años después, en una
Una noche Edwin Chota se reunió con sus hermanos en Pucallpa avenida gris de Lima, mientras subía pasajeros a la combi de la ruta
para ir a una fiesta a bailar cumbia. Llegó acompañado de dos mujeres Villasol-SantaAnita donde trabaja como cobradora, volvió a tener noticias
asháninkas que vestían ruifimas y estaban descalzas. Sus hermanos se de él. La llamaron al celular. Su padre habla salido en los noticieros.
enojaron con éL Nunca se preocupó por mí, pero saber todo lo que hizo me hace
—Edwin nos reclamó, nos dijo que todos somos iguales, que acep- sentir bien —me dijo con voz quebrada Perla Chota, de veintiséis años,
temos nuestra raza, que nosotros también éramos indígenas —recuerda madre de tres niñas, cuando la COIIOCI padre va a ser grande», me
su hermano Edgar—. El amaba esa cultura. decía é1.Tuvo que morir para que eso sucediera.
Chota decía que había terñdo un profesor ashánínka en la secundaria
que le enseñó a no avergonzarse de sus raíces. Tambien juraba que una
de sus abuelas nació en una comunidad amaeónica de Iquitos, pero sus Desde finales de los noventa, Edwin Chota y los asháninkas de Saweto
familiares no lo reconocían. Lo que mas rabia le daba era darse cuenta veían con impotencia cómo grupos de taladores armados con rnachetes
de que la gente —los gobernantes, los empresarios, los ciudadanos, su y escopetas se robaban sus árboles. Se los llevaban desde las cabeceras de
pmpia familia— creyera, muy dentro de que ser indígena significa ser Alto Tamaya y Putaya, navegando por mas de una semana, hasta
salvaje, pobre e inferior. los aserraderos en Pucallpa. Cuando Chota los denunciaba, las autoridades
Perla Chota supo cuánto le importaba a su padre ser asháninka le decían que los irispectores investigar ían solo si él les pagaba el botella
cuando lo volvió a ver en Pucallpa a sus dieciocho años, vestido como comida y la gasolina para ir hasta la selva de su comunidad.
jefe indígena. «Mi reacción fúe mirarlo e ignorarlo», recuerda Perla iQuién va a defendernos. va a defender nuestro bosque?
—delgada, pelo teñido de castaño, ojos negros y vivaces— quien por —reclamaba Chota ante unos periodistas de The Mew Roth times, que
esos días era mesera en un restaurante de pollos a la brasa. Cuando se habían llegado hasta un aserradero, paro indagar sobre el tráfico de made-
reencontraron en casa de un familiar, Edwin Chota le pidió perdón ra—. Estamos amenazados de muerte, Dienvenjda la muerte.Aquí no hay
«por haber sido un mal padre» y abandonarlo con una tía cuando era ley. No hay dinero para investigar. Solo hay dinero para destruir.

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CUEAKAS \3EL \NTEKtUR MAD£AA

Hubo un hombre que lo conoció e intentó hacer justicia. Una y la policía antidrogas investigó a Chota durante un año. No halló nada.
mañana de abríl de 2013, Edwin Chota apareció en el despacho del fiscal El caso fue archivado en junio de 2014, pero las amenazas de muerte y
Francisco Derrospi para denunciar que mas de ochocientos troncos de las calurnnias continuaron. Edwin Chota había einpezado a fastidiar a
shìhuahuaco y cedro habían sido extraídos ilegalmente de su comunidad las mafias.
y que estaban en un aserradero del puerto de Pucallpa. Berrospi —abo El tråfico de rnadera pDdría ser la versión forestal del narcotrafico,
gado nacido en Huanuco, región de nevados, cálìdos valles y cejas de salvo por un detalle: como actividad, talar árboles no està prohibido, conio
selva— recuerda que cuando conoció al ííder ashånìnka entendió que sí 1o esta producìr y tráficar cocaine. Lo único que necesita para ser legal
su trabajo de funcionario iba más allí de reunir prtiebas para acusar a los es contar com documentos que certifiquen que la pt-ocedencia de la
traficantes de madera ante un juez. madera lo es. Una vez caîdo el árbol sole› hay que certiłicar que es de
—Edwin tenía una conexión muy ìntensa con elbosque —me contó una fíiente permitida. Lo grave es que esos procesos son susceptibles de
el exfiscal, de traje oscuro, lentes de carey y mentón prominence, una una profunda corrupción.
tarde en un cafê del Centro de Lima—.Y sabia cómo transmitirla. En su iriforme M múquina lavndola, pubńcado en 2012, la Agencia
Aquella mañana de 2013 en su despacho, Beixospi, que apenas tenía de Investigación Ambiental (EIA por sus siglas en inglés), especializäda
cinco meses como fiscal ambiental de Ucayali, la región con más aserra- en delitos ecológicos, detalla cómo fìinciona este sistema. Segúri las rror-
deros en el Perú, decidió prestar atención a Chota. Se levantó de su escri- rnas forestales peruanas, cada año las empresas madereras deben presentar
torío, se colgó al cuello su insignia de fiscal y salieron juntos al puerto. un inventario de los árboles que existen en la tierra que el £stado les
Tócalo —re dijo Chota, en el aserradero, mientras posabà SU iTiano entrega en concesión y que planean talar durante ese período. Pero es
sobre un enorine tronco de shìhuahuaco, especie que puede vivir hasta frecuente que esas listas ìncluyan árboles que crecen en territõrios ale-
seteeientos años y que hoy corre pelìgro de desaparece . two sientes daños y que estas empresas reciban la aprobación para vender cietitos de
coino si un familiar se hubiera muerto? metros cübicos de rnadera que no les pertenecen. Como nadie los con—
Por la tarde, al regresar a la fiscalía luego de decorriìsar toda esa madera, Œola en el bosque, el mecanisnio es sencillo: declaran la tala de una especie
el dirigente ashánìnka encontró a un hombre erifurecido csperandolo. certificada, pero en sus carriìones transportan los troncos de otra especie
Era Hugo Soria, supuesto dueño de 1os troncos incautados. «Un sawetino en extinción. Dicen que talaia en un bosque permitido, pero en realidad
va a morir —lo retó el maderero ante trna fiscal, que luego registró en lo hacen en una cornunidad nativa. Cortan setecientos årboles y solo
un acta la amenaza— y te voy a denunciar por narcotraficante». declaran la mitad. En el Perú existen ocho millones de hectzreas de
Así einpezaron a correr varios rumores sobre Chota. Que venía del bosques concesionados para la extracción: casi tanto corno siete rnillones
Vraein, ese valle de la selva central amenazado por narcoterroristas. Que de canchas de fútbol juntas. Łln informe de la revista Stienti]it Repo Its
en Saweto niantenía cultivos de hoja de coca y pozos de inaceración de asegura que inás del sesenta por ciento de 1as concesiones otoi-gadas por
pasta basica. țue traficaba droga hacia Brasil y que la policía Federal de el Estado periiano sírven de fachada para blanquear la rnadera’.
ese país lo I›eLsegu lz. Que conipraba casas en Pucallpa con dinero ilícito.
Que envenenaba el río para matar el ganado de sus opositores. Que En sta infornae El nroutei ito de fn verdorl (201g), el E1 A con finna c}ue, a pesa›- del avance
explotaba a los ashánìnkas. Que era él quien traficaba madera. Que Edwin en la lucha co ntra la t,la ilegal, cl b1a nq u co y ct tra tics i nternacionaJ de n ia dera
perua na, la corrnpción sistciiiática sigue si endo abi u nladora. La in‹]ustria Jiaad ere ra ,
ChotaValera no era su verdadero nombre, que se lo había cainbiado para
la au tDl-ids d reg tlladora pl-i ł9 c i pa ] (t•l Scrvicio Nacio nan horestal y de Fa tł laa SiIve.3tre)
eludir a lajusticia. De todo eso lo acusó ante la Fiscalía Penal de Mcayali y otras entidades clef Es rado ha n negaóo o iui ninlizado el problems. H a ia intentsdo
un representante de Ecofusac, una de las concesiones en las tierras de debit itar Ías ínsti iuciones que in›ple iueri tz n las normas. Ha n disinilatudo la recoIec—
cióJa de datos y ha n caiiib iado 1c's requ isi toe pa ra expo r tar, hac ieıa do casi iinpo.sible
Saweto, conio venganza por las denuncias del líder asháninka. La fiscalía
rastrear la njade i a y ve rificai- I a legalitlad ‹4 e su origeia .

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OUERR AS UEL I NTEK IOR M A HER A

—La tala sricede en todas partes excepto donde según la ley debe denunciados por
ocurrir —dice Julia Urrunaga, 6irectoi-a del Programa Perú del EIA—. Que las denuncias por tela ilegal —nueve de cada diez de las
que llegan
Para robarte esos árboles has tenido que violar los derechos de mucha a la fiscalía— terminen archivados es solo el resultado exitoso de un
gente. En la capital, tan lejos del bosque, a nadie le importa eso. sistema corrupto. El ochenta por ciento de la madera que exporta el Perti
El blanqueo de maclera sucede todos los días con el permiso de las tiene origen ilegal, de áCtl0rdO a irifoi mes del Banco Mundial. La Interpol
autoridades. Los documentos con que se lava la madera son pen nisos y la Organización Mundial de Aduanas hicieron Un opei-ativo contra la
oActúes llenos de información falsa, y faciles de comprar en el mercado tala ilegal en el país €•n 2Ot4 y solo en tres meses decornisaron
tantos
negro. Las únicas maderas rastreables bajo los actuales requisitos de la ley troncos como para llenar casi setecientos camiones de mudanza.
Durante
peruana son las que están en peligro de extinción —como el cedro y la el operativo, las exportaciones de madera se desplornaron a la
mitad. El
caoba, con las que se fabrican los muebles finos en Estados Unidos— Peru pierde cada afio unos doscientos cincuenta millones de dólares por
gracias a la información declarada para obtener los permisos de expor- IOS itDpuestos que evaden las madereras ilegales. ES más de lo ‹jrie gana
tación. Pero cuando se trata de otras especies de alto valor —como el la industria forestal c]ue opera dentro de la ley.
cumaru que compra China, principal consumidor de madera ilegal LaVar madera es un negocio rentable. Con excepción del
transporte,
peruana, para hacer pisos de parques— no existe fornia de rastrearlas. Si los COstos son bajos y no hace falta preocuparse por salarios decentes
o
bien los exportadores deben proveer información sobre el origen de la practicas amigables con la naturaleza. Tumbar un arbol grande
de la selva
madera de todas las especies, eii la práctica no es un requisito obligatorio peruana produce unos tres metros cúbicos de madera de calidad de expor—
para la exportación y, por tanto, muchos empresarios no lo hacen. Cuando tación. LOs mafiosos, felices, se frotan las manos: un metro cúbico de caoba,
esos árboles llegan a la aduana trozados en tablas, investigar su origen es rrui setecientos dÓlar€s. Uno de cedro, mil dólares.Y cuando esa
madera
como rastrear huellas de hormigas. llega al
No podemos ver si todos los cargamentos de madera son legales por ciento de la madera que se comercializa en el mundo es ilegal. Se trata
porque no tenemos recursos —admitió el ingeniero Marcial Pezo cuando de un negocio que —según el Programa de las Naciones Unidas para
el
visité su oficina en las afueras de Pucallpa—. Si la madera tiene docu- Medio An biente— mueve hasta ciento cincuenta y dos mil millones de
mentos oficiales, pasa. No puedo ser adivíno. dólares mil año: el doble de lo que Apple, Google y Facebook gariaronjeir¡t;,
En los exteriores de la Dirección Ejecutiva Forestal y de latina en 20t7.Y es menos arriesgado que la bolsa: un estudio en Brasil, Fílipipj¢,
Súvesue de Ucayali, la institución que Pezo dirige y que se encarga de Indonesia y México descubrió que la probabilidad de que el crimen
de
emitir licencias maderéras, hay cientos de troncos decomisados —copaiba, tala degal sea castigado es de 0.084 por ciento. EStO Sucede
sobre todo CH
catahua, moena, cashimo, ishpingo, capirona y otros arboles de nombres países ineficientes, corruptos o víctirljas de violencia
política.
ancestrales— pudriéndose con la humedad y las lluvias. Parte de esa LA tela ilegal no tierte, en aparienci a, i• ‹friplorita criminal
del nar-
madera es devuelta a los supuestos duefios cuando estos llegan con sus ‘: cotráfico. Mientras la cocaína produce adicción,1a madera de la
Ainazonía
«papeles en regla» para sacarla. En la oficina de Pezo —a donde Chota para
defabricar
teran que en Casas, mesas, Sillas y otros tipos de mobiliario. Pocos se
la selva del Alto Tan aya, corno en otras zonas de la
acudía para trarriitar sin éxito la titulación de Saweto— hay un par de
-, jungla peruana, ha fldÉtVOf COt'tafido rriadera en condiciones cercanas
a
esclavitud; que hay cocineras en 10s Carrlpkmentos madereros
que son
QOr lOs taladores; que los jefes inc]ígenas y funcionarios
son
y asesinados por no aceptar sobornos. Las Naciones Unicla,
trafico de madera similar l dC los «diaijiantes de sangre»,
GUERRAS DEL INT E Ft IOK MADERA

que ha financiado guerras y violaciones masivas de derechos humanos naturaleza, que por eso me sulfuraba. Que debía andar descalzo para
enAfi‘ica. Sin embargo, las autoridades de Pucallpa, una ciudad construida conectarme con ]a tierra.To1stoí dijo que los hombres, cuando miran el
al lado del bosque amazónico, siguen acumulando denuncias que nadie bosque, solo ven leña. Edwin nte dijo algo parecido. Por eso siempre
revisa. Ningün maderero ha sido condenado a prisión por talar o traficar recuerdo cuando me hizo tocar aquel tronco en el aserradero. Sentí
árboles en el Perú. mucha pena, como cuando estás en un entierro.
—Aquí lo ilegal se transforma en legal.Todo se hace con coimas y
artimañas.
Mientras acomoda de cuando en cuando cl nudo de su corbata azul, La última vez que Edwin Chota estuvo en Lima fue para las Fiestas Patrias
el exfLscal Francisco Berrospi nte cuenta que para ahondar en la mayor de 2014. En Pucallpa ignoraban sus reclamos, así que visitó distintas
parte de sus investigaciones durante 2013 necesitaba viajar a zonas remo— instituciones del Gobierno central para presentar una vez mas sus deman—
tas de la selva, pero su oficina no tenía botes o helicópteros para alcanzar das: fue al Congreso, se reunió con representantes de la Presidencia del
campos de tala inaccesibles. Si decornisaba camiones, motosierras y arbo- Consejo de Ministi-os, pidió ayuda a la Defensoría del Pueblo, alertó a
les, los jueces solían forzarlo a devolverlos. Los sobornos eran tan comunes las autoridades forestales. «Desde que amanecía hasta que anochecía, a
que un fiscal anticorrupción lo animó a tomar los cinco mil dólares que veces sin comer, Edwin esperó una respuesta en esas oficinas», recuerda
le ofrecían para detener una investigación. «Escucha —recuerda que le Margoth Quispe desde Roma, exdefensora del pueblo de Ucayali y
dijo su colega , en un año aquí puedes ganar bastante plata para cons- asesora de Chota en temas legales. De todas las instituciones, solo los
truirte una casa, comprarte un carro. Es mejor asi›. Una vez Berrospi inspectores del Organismo de Supervisión de los Recursos Forestales y
decomisó setenta troncos. Una jiteza ordenó devolverlos pronto a1 de Fauna Silvestre —encargado de sancionar la tala ilegal en los bosques—
maderero. aceptaron visitar Saweto pronto.
—isabes qué me dijo? —el exEscal sonríe con sarcasmo ‹iCómo Dos días antes de que lo mataran, los inspectores llegaron a la comu-
voy a enviar a una persona a la cárcel por setenta troncos si en la selva ridad. Chota los acompañó en el recorrido por el bosque. En su informe
hay millones de árboles?». —publicado después de las muertes de los cuaoo dirigentes asháninkas—
Berrospi se volvió un fastidio, una pieza que no encajaba. A veces 1os expertos concluyeron que las dos concesiones ubicadas en el territorio
lo llamaban en la noche para amenazarlo. «Vas a morü, perro. ¿Qué te de Saweto —Ecofíisac y Ramiro Edwin Barrios Galván— talaban espe-
creesÍ iUn heroe?». Hasta que en agosto de 2013, dos días después de cies no autorizadas, sin plan de trabajo y sin pagar impuestos. Era la
intervenir una avíoneta de la Fuerza Aerea del l’erú que llevaba dentro primera vez que las autoridades llegaban hasta ahí para verificar lo que
una caja con veinticuatro kilos de serrúllas de caoba sin autorización —en Chota denunciaba desde hacía riiás de una decada.
Europa cada kilo vale seis niíl dólares—, al fiscal lo sacaron del cargo por Sus compañeros —asesinados junto con él- le contaron a la esposa
«motivos internos». Al poco tiempo, los más de ochocientos troncos de Chota que durante la inspección él estaba debil, que no comía, que
decomisados en eI aserradero de Pucallpa con ayuda de Edwin Chota casi se muere en el monte. Los madereros lo habían enfrentado. «Quieras
fueron devueltos a Hugo Soria, el niaderero enfurecido. Otro caso o no vamos a entrar —lo retó un talador mientras acariciaba su escope—
archivado. ta—. Vatnos a ver c¡uién gana: la comuníclad o nosotros» .
—Me senóa frustrado, gritaba de cólera —admitió Berrospi, el ceño )osé Borgo, experto en conservación y coordinador de ProPurtis,
fruncido, la voz apagada, esa tarde en que nos vimos—. Pero Chota no oenegé que apoya a Saweto en la defensa de sus tiei-ras, fue un gran amigo
era así. El reclamaba pero luego se cahnaba, movía la cabeza y se pregun- de Edwin Chota. Es un sesentón trigueño de pelo cano y barriga pro-
taba por que no investigaban. Decía que yo no teriía contacto con la minente, qtie una tarde calurosa nte recibió en su bar Don José, un local

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CIUERRAS DEL I NTERIOK MADERA

muy concurrido del malecón de Pucallpa, donde los obreros del puerto madereros ilegales y ellos respondían con amenazas de muerte. El
brindan con cerveza mientras suenan a todo volumen cumbias y boleros Gobierno no hacía nada. En 2012 puso otra denuncia por la deforestación
de Lucho Barrios. de su territorio ante el fiscal ambiental de Pucallpa, pero fue archivado.
Borgo conoció a Chota en 2002, cuando comenzaba su lucha por Al año siguiente, el dirigente asháninka ubicó cada campamento ilegal
la titulación de su comunidad. Solía hospedarlo en un rincón de su bar, con un GPS y fotografió a los taladores con sus motosíerras tumbando
cuando el migcpye llegaba en bote a la ciudad para hacer tramites. Al en media hora árboles colosal es de mat de cien años de vida. Chota
enterarse del asesinato, Borgo pasó días armando un expediente de mas presentó las pruebas a la policía con los nombres y apellidos de cada uno
de doscientas páginas: eran todas las cartas, propuestas, solicitudes y de ellos. El caso también fue archivado. En 2014, cinco meses antes de
denuncias que Edwin Chota había hecho a lo largo de diez años.Todas que lo mataran, Edwin Chota lo advirtió una vez más: los mismos tala-
ignoradas. Borgo también escribió cinco nombres en su pequeña libreta dores, las mismas amenazas de muerte, el mismo rechazo. Las autoridades
naranja. Era su lista de sospechosos. en Pucallpa aseguraban no tener dinero para ir hasta Saweto a investigar
isabes lo que mas me indígna? —me preguntó Borgo. Sentado si lo que decía el jefe asháninka era cierto.
en una mecedora, sudoroso y sin camísa,1a voz le temblaba de rabia luego —Veo un vacío —dijo mirando a la cámara, desde el refugio que
de leer la lista—. Ninguna de las denuncias que Edwin puso contra estos amigos brasileños habían conseguido en la fi-ontera para protegerlo—.
hijos de puta prosperó. Ni una sola. Sentimos en Saweto un vacío de las instituciones, de nuestro Gobierno.
Borgo entregó la información al abogado de las viudas. Sin embargo, No existimos para ellos.
durante el primer año de investigación solo dos taladores sospechosos Para evitar la titulación del bosque,1os traficantes de madera inten-
del crimen fueron capturados. La policía paralizaría el caso por unos taron sacarse a Edwin Chota de encima:1e ofrecieron sobornos de hasta
meses y la búsqueda del último de los cuerpos por falta de presupuesto. diez mil dólares y lo acusaban de ganar dinero con las organizaciones
Aquella tarde sofocante junto al malecón, tal vez convencido de esa que apoyaban a los indígenas. Luego pasaron a las amenazas. Robaban
inevitable impurúdad, Borgo me dijo que tenía la mochila lista para los motores del bote comunal de Saweto, saqueaban sus chacras y ani-
subirse a un bote y viajar río arriba hasta Saweto. Allí investigaría la males, disparaban al letrero de bienvenida de la comurñdad y a la bandera
muerte de su amigo por su cuenta. del Perú que los asháriinkas ízaban cada semana para cantar el himno
nacional. Durante la noche, los madereros pasaban por las casas dispa—
rando al aire. Corrían el rumor de que «alguien» de la comunidad iba a
En una de las pocas entrevistas a Edwin Chota que pueden encontrarse morir «si seguía jodiendo». En Saweto todos sabían que ese alguien era
en Youtube, en abril de 2013, el líder asháninka sentado sobre la tierra, Edwin Chota.
con ojos cansados, la pulsera de semillas, el diente ausente, anunciaba Luego de la muerte repentina de un ser querido, solemos creer
desde la clandestinidad: «Me voy a poner al Lente de nir comunidad. que las palabras que nos dijo por última vez, algunos sueños o incluso
Quiza alguien tiene que morir para que nos hagan caso». el canto de un ave eran señales de lo que vendría. Días antes de que se
No era su primera advertencia. En 2005, seis años después de que enteraran de su muerte, los hermanos de Edwin Chota cuentan haber
sus botas pisaran Saweto, Chota pidió al Gobierno peruano protección sído advertidos mientras dormían. Edgar, soldador, soñó que un galli—
para él y las familias de su comunidad porque los madereros ilegales nazo enorme se posaba en la puerta de su casa y tenía que espantarlo
amenazaban con matarlos. llo recibió respuesta. Un año después denun- con un palo. Gilma, comerciante, soñó que cavaba una tumba con las
ció a un taJador que intiniidaba a los líderes ashaninkas. La Justicia no lo manos. Fernando, panadero, soñó que estaba en una fiesta con gente
atendió. El ciclo continuó por años: Edwin Chota denunciaba a los riendo a carcajadas.

38 39
CiU P£t LAS DEL I NTEltlOR M A DER A

—Ahora sé que eso significaba un funeral —me dijo Fernando, con llo pasa nada —intentaba calniarla su marido—. Qué sabe el
gesto grave—. Al díá SlJiente me llamaron pai-a decirme que mi her— chicua. Ademas, estamos yendo los cuatro. Ruega al Señor nomás.
mano estaba muerto. Ergilia les preparó boquichico y carachaina fritos con yuca sanco-
En día antes de que le dispararan, Edwin Chota también tuvo un chada para el desayuno. «Pero yo no estaba tranquila —recuerda la viuda
sueño: estaba en un campo en medio de la selva junto a su madre, su de Ríos—. Las aves no se equivocan». Luego de la muerte de su marido,
abuela y su tío,aodos fallecidos años atrás. «Lo estaban llamando», cuenta Ergilia declaró haber visto a Eurico Mapes, talador ilegal y presunto
)u1ia Pérez, su viuda, treinteañera menuda, de pocas frases y mirada des— asesino, subir por el río en su peque pegue. Mapes se quedó mirando
confiada. Esa madrugada, con su panza de seis meses de embarazo, Julia fijo a los dirigentes ashánirikas, como si los contara.
se despertó por los gemidos que hacía sti marido mientras dormía. Eran Minutos antes de partir a la frontera, Edwin y Ergília hablaron sobre
las cuatro de la mañana. Chota se levantó tembloroso, sudaba. Se puso las últimas amenazas que había recibido.
unos jeans viejos, una camiseta blanca de manga larga —que luego cam- —Yo solito me he condenado — e dijo Chota a su vecina. Luego
biaría por una de color negi-o— y unas botas de jebe. Guardó su mos- se adentró en el bosque.
quitero y una muda de ropa en su mochila, arregló su fólder con Eran las diez de la mañana del l de setiembre de 2014.
documentos y se alistó para ir a la comunidad ashaninka de Apiwtxa, en Faltaban seis horas para que lo borrara la descarga de una escopeta.
Acre.Allí coordínarían la dcfensa de sus tierras con los líderes br-asileños,
que eran atacados por los uiisnios inadereros.
Aquella mañana Edwin Chota actuó de forma extraña. «Parecía Tres semanas después del asesinato de los dirigentes ashaninkas en la selva
enfermo, casi no hablaba», recuerda la viuda. El dirigente asháninka no peruana, una banderola blanca con el rostro de Edwin Chota se agitaba
quiso tomar el desayuno que su esposa le había preparado, así que ella en las calles de NuevaYork. Casi medio millón de personas de diferentes
en pacó el arroz con carne y las yucas sancochadas en una bolsa pat‘a los ciudades del mundo se reunieron para la marcha medioambiental más
dos días de viaje rurribo a la frontera. Chota no era precisamente un grande de 1a história, días antes de la Cumbre CLmatica. Periodistas,
padre cariñoso, pero abrazó a sus hijos lfitoniro, de siete años, y Tsonkiri, políticos, activistas y famosos —desde el exvice presidente de Estados
de dos, antes de subir a1 pegue pegue.)u1ia Pérez pensó que su marido Unidos, Al Gore, y el secretario general de Naciones Unidas, Ban—Ki
tenía resaca por el masato que había bebido la noche anterior al inaugurar Moon, hasta Leonardo DiCaprio y Sting— tomaron las calles para exigir
una chacra, como se acostumbra entre los asháninkas. a sus gobernantes acciones concrctas contra la contaminación y depre—
Ergília Rengifo, mujer de Jorge Ríos —el tesorero de Saweto asesinado dación del planeta. Los activistas peruanos levantaban la banderola con
junto a Edwin ChOta— no recuerda mucho. No recuerda qué edad tiene, la cara de Chota y letreros con los nombres de los líderes asháninkas
ni su número de identificación. Lo único que guarda en su memoria es asesinados para exigir que se encontrara a los culpables. Para entonces,
esta imagen: en la mañana que los dirigentes partieron hacia la frontera, el The i4'all Street Journal, National Geographic, BBC y El País habían publi—
chicua chilló mas fuerte de lo normal. Para los ashznjnkas el chicua es un cado informes sobre el asesinato de Chota y sus intentos por evitar el
ave que anuncia malas noticias. Una especie de gavilan enano de plumas saqueo del bosque donde vivía con su familia. Un artículo de Foffia ríe
marrones que vive en la selva y que, cuando canta —ir/ii'ri‹u, r/mina —, los Sáo Faylo óijo que Chota «era uri Chico Mendes de su tiempo», com—
asher rikas creen que algo terrible va a suceder: que alguien morirá ahogado parándolo con el famoso activista cauchero asesinado a fines de los
en el río, mordido por una víbora o maldito por un acto de brujería. ochenta por defender la Amazonía. La prensa limeña llamaba a Edwin
—Mejor no se vayan —les rogó Ergilia—. Está rabiando el chicua, Chota «martir de la selva». Para esos peruanos en Nueva York el líder
eso es saladera. ashánirika representaba algo más: lo que uno esta dispuesto a arriesgar

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GUERRAS DEL I NTER IOR MADERA

para exigir lo que cree justo. era el séptimo país del mundo y el cuarto de América —detrás de Brasil,
Pero a más de cinco mil kilómetros de esa marcha, al otro lado de Colombia y México más peligroso para el activismo ambiental. En
los Andes, en el puerto de PucaI1pa,1a ciudad de la selva oriental del Perú 2008Julio García Agapito, teniente gobernador de un pueblo en la fron-
donde Chota había nacido y crecido, pocos sabían quién era él. «iChota? tcra con Bolivia, recibió ocho balazos en la oficina de la autoridad forestal
Algo vi en el noticiero. Es el arfian*n,ga que han matado, ¿no?», dudó el local luego de detener a un camión que transportaba caoba ilíCita. El
comerciante Francsco Muñoz. «Él andaba con salvajes, no son civilizados. crimen quedó impune. En 2013 dos sicarios mataron a Mauro Pío —líder
Antes comían gente.Ahora te atacan.Te tiran flecha», advirtió el fotógrafo histórico del pueblo asháninka— disparándole desde sus motocicletas.
ambulante Jorge Aliaga. «Una vez lo he traído en mi bote. Buena gente Pío llevaba veinte años pidiendo la titulación de sus tierras y la expulsión
era», recordó el pescador Santiago luna. «Acá en Pucallpa nadie lo cono- de la empresa forestal que invadía su comunidad. Más de ochenta perua-
cía. Ellos son líderes de sus comunidades, mas alla no salen», aseguró nos fueron asesinados por causas similares durante las dos primeras décadas
Richard Romaína, vigilante del malecón. «Es el señor que andaba con de este siglo. La cifra solo registra los casos conocidos.
su túnica,1a cara pintadita —dijo Luisa Rivera, vendedora de comida—. —El mayor peligro que sentirnos es que el Estado, quien se supone
iUsted sabe por qué lo han matado?». nos debe defender, nos traiciona —me dijo Ruth Buendía, reconocida
Ser un activista que defiende un territorio puede ser una ocupación lideresa asháninka, al enterarse de la muerte de Edwin Chota. Ella enfren-
incomprendida, a veces ingrata. Hoy, además, significa asumir que te tó a la compañía brasileña Odebrecht para evitar la construcción de una
pueden matar. Cada semana son asesinados cuatro ainbientalistas en el represa en tierras indígenas—. El Gobierno nos deja a nuestra suerte a
mundo. El historial de víctimas es elocuente. En 200t el Eder indígena manos de criminales.
Itimy Pernía fue asesinado por paramilitares colombianos al oponerse a Hasta el último día de su vida, Chota se preparaba para llevar el caso
1a construcción de una represa. En 2003 el ecuatoriano Ángel Shirigre de Saweto a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. ‹Mientras
fue secuestrado y acríbillado por enjuiciar a una petrolera. En 2009 el no tengamos un título, los taladores no respetaran la propiedad nativa
indígena mexicano Mariano Abarca fue baleado en la puerta de su vivien- —le dijo eljefe asháninka a ScottWallace, periodista de National ffographic
da por protestar contra una minera. En 2011 el congolés Fréderic Moloma que viajó hasta Saweto en 2013 para seguir el trafico de caoba—. Nos
fue golpeado hasta morir por unos policías durante una protesta contra amenazan. Nos intimidan. Ellos tienen las armas». Por las amenazas, cuenta
la deforestación. En 2012 el activista camboyano ChutWutty fue ejecu— Wallace, Chota tenía que refugiarse a menudo entre sus compañeros
tado por militares por denunciar a traficantes de madera. Ese mismo año, asháninkas de Brasil, a dos días de caminata. En ese rriismo sendero
el dirigente filipino Jimmy Liguyon fue acríbíllado delante de su esposa encontrar ian su cadáver y el de sus companeros.
por oponerse a un proyecto minero. En 2015 la hondureña Berta Cáceres, Las hermanas de Edwin Chota encontraron en Internet ese reportaje
por impedir la construcción de una represa en un río sagrado para el cuando se enteraron, días despues, por boca de un óo, de la muerte de
pueblo lenca, fire baleada en su casa. En el mundo, más de mil ainbien- su hermano mayor, a quien no veían hacía diez aíios. Desesperadas, solo
talistas han muerto durante los últimos doce años, advierte Global se les ocurrió dejar un comentario en la página web de la revista con la
Witness. En un planeta que exprime sus recursos, defender un bosque esperanza de atraer la atención de algún mcdio.
o un pedazo de tierra nunca ha sido un asunto de sosegados idealistas o
treellugers: para detener desde el miedo las denuncias por tala ilegal, en L z CHOTA VALE n PERU SEPTEMBER Ç, I :2I PM
2011 unos sicarios Patearon a una pareja de brasíleños que defendían una SOMO 8 LAS HERMANAS DE EDWIN CHOTA VALERA ESTAMO S MUY
reserva natural. Luego les cortaron las orejas. TRISTES CON LO QUE HA PASADO CON NUESTRO I-&RMANO NUESTROS
La misma organización internacional indica que, hasta 2(}17, el Perú NOMBTT !8 SON SOFIA Y LUZ CHOTA VALORA ESTAMO S VIVIENDO

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JUEZ RA S DEL INTER IOR MA i0 E R A

EN MIVtA Y DESP SPI RADAS £ OR MI Hfi RMAN 0, SU CADAVER ESTA Cuando un líder se convierte en martir, las personas lo recuerdan como
SIEND O DEVORAD O POR NOS ANIMALES , TENfiMO S UN NUMERO DE la encarnación de sus propias luchas.Ahora que ha muerto, Edwin Chota
TE LÉFONO * * * , HI1VtO S EEÍDO SU CONr• NTAn I O PERO NO significara muchas cosas para quienes lo siguen: la resistencia a la tala
SABEMO S INGLES, S ORO S GENTE H UMILDE Y SENCILLA PERO CON ilegal, la defensa de los derechos indígenas, la pelea solitaria del que espera
P TINCIPIG S COMO LOS DE MI HERMAN 0, EL DENUN BIO FL PELIC'PO una justicia que nunca llega, la entraría valentía de un hombre de campo
QUE TE NTC OLVIDA Y LAS Dr SUS HE TMANO S ASHÁNINILAS PERO qvie encara al Estado. Para las cuatro viudas de Saweto, la muerte de sus
LAS AUTORIDADES DE MI POS NO II CIER.ON NADA, QUE INJUSTO esposos es prueba de hasta dónde son capaces de llegar los ashánirikas
ES TOD O r STO , AU RADO COM OS NO S PUEDAN AYUDAME POR LA pata que los escuchen.
JUSTI CIA NO SOLO DE MI I-H8JtMANO SINO TAMBIÉN DE NUESTRO Sin título de propiedad no valgo nada —dijo Ergília Rengifo, una
PUEBLO Y NUESTRA NATURALEZA, AUN NO SE SI UD YA SABE 13STA de las viudas, cuando fue a Lima a finales de 204 4 para presentar su caso
CAM ENTABLE NOTICIA PARA MI FAMILIA. MUCHAS GRACIAS. ante la prensa—. Nosotros cuidarnos el agua, los bosques y no los cui-
darnos solo para nosotros, también para los que viven en la ciudad.
Luz y Sonia Chota —que tiempo despues se mudarían a Santiago Nosotros no somos pobres.Yo soy rica, en ni tierra tengo todo. Pobres
de Chile, a trabajar en un restaurante tuvieron que pedir dinero pres- son los taladores que nos rohan lo que tenemos.
tado y einpeñar su televisor y su equipo de sonido para comprar un par Las mujeres de Saweto habían decidido continuar con los reclamos
de boletos de bus y viajar veinte horas hasta Pucallpa para reconocer el de sus maridos hasta conseguir la titulación de sus tierras. Diana Ríos,
cuerpo. expareja de Chota e hija de uno de los otros tres líderes asesinados,
Mientras eso sucedía en Lima, dos días después de la primera noticia viajó hasta Nueva York para recibir el prerriio anual de la Fundación
del asesinato, el suboficial de 1a policía Carlos Napaico, quien esa mañana Alexander Soros —un reconocimiento pósturno a los líderes indígenas
subía a un helicóptero Ml—17 para viajar a Cusco a contener un con- como héroes ambientales— y una cantidad de dinero para financiar
flicto social por la explotación de una reserva de gas natural, recibió la proyectos que Edwin Chota no logró terrriinar. Su muerte originó que
llamada de su comandante para reasignarle la misión: él y sus setcnta el Gobierno del Perú inicie el proceso de titulación de Saweto‘ e
compañeros —todos policías antisubversivos— debían volar hacia la invierta cerca de trescientos mil dólares en planes para cultivar cacao,
selva del Alto Tamaya, en la frontera con Drasíl, a buscar los cadaveres plantas medicinales y reforestación de bosques inaderables. En 201 4,
de «unos asháninkas». el presidente Humala prometió una investigación exhaustiva de los
Sin equipo especial para bucear, los policias se sumergievon en el asesinatos, pero hasta setiembré de 2tl18, cuatro air os después del cri-
pozo de agua marrón y pesólente para buscar el cuerpo. Luego de cinco men, el caso seguía en investigación. Los cuatro detenidos durante el
días de t‘astreo con la ayuda del cazádor asháninka jaime Arévalo, el proceso —incluido Eurico í\71apes, uno de los presuntos asesinos—
suboficial Napaico encontraría los restos. Como no tenían radio para ilieron liberados.
comunicarse, metieron los huesos de Edwin Chota en un costal, lo Todo nos han ofrecido, todo es blablablá, palabras nomas —dijo
amarraron bien y esperaron bajo unos cobertizos de hojas y palos, Julia Pérez, viuda de Chota, fi-ente a las camaras de los periodistas. Las
comiendo latas de atún y galletas de soda durante dos días de lluvia, a
que llegara el helicóptero del Ejército a recogerlos. Para el suboficial En agosto de 2015, casi un ño despu†s del ases i nato de Edwin Cho ra y sus com—
Napaico, de veintiocho aíios, el cadáver del dirigente asháninka era su pañeros, la con unidad de Saw eto recibió el t í t mo de propiedad de casi oclaocielato s
k$1Ót-t-t# tj-p5 2pI at}1'9dO5. Pero ]9 59 tÍ3fac;çÍÓn de }O8 COTlltJ HCNOS ú Ú J3 44 O es 8* ^O 1•• Í 884.
«boleto de salida»: una vez que hallaran el cuerpo, le habían dicho sus AL a exigen la cap tura de los asesinos de sus líderes. Dicen que los traficantes de
superiores, podrían largarse de ahí. m;jdera contiliÚ a n ailienazandolo8 .

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GUERRAS DELINTER lOR

viudas temían la venganza de los inadereros al volver a su comunidad—.


Pero nunca vemos los resultados.
Recién cinco meses después de su asesinato, los restos de Edwin
Chota fueron sepultados por su familia. Más de cien personas —auto-
ridades, activistas, amigos— asistieron a1 entierro en el Cementerio
General de P aj}pa. Cremaron el cuerpo. Su viuda, con su bebé en
brazos, colocó las cenizas en un ataúd blanco. Pero poco o nada de esto
se supo en las noticias.
Edwin Chota lo había advertido: quizas alguien tendría que rrrorir
para que les prestaron atención. Sin embargo, quienes mejor lo conocieron
cuentan que eso no era lo que niás lo inquietaba. «El decía que ya lo había
asurrñdo, que morir-ía en cualquier momento», dice Margoth Quispe,
abogada de la comunidad.A Chota, el único líder que sabía leer y escribir,
le preocupaba que no hubiera otro asháninka con la prcparación suficiente
para enfrentar a los traficantes de madera. «Por eso educaba a otros líderes
dice Quisp . Pero ahora ellos también están muertos».
Ergilia Rengífo, vecina de Chota, que quedó viuda y se convirtió
en la nueva dirigente de Saweto, asegura que no tiene miedo. Que seguira
defendiendo el bosque y denrinciando a los traficantes de madera aunque
deba arriesgar su vida. Solo una cosa le preocupa.
—El problema —me dijo— es que no sé leer.

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