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Navidad en los collados Suizos

“¿ Padre, hay árbol navideño para nosotros?”, se dirigió Dorothea a su


padre después del almuerzo.
“¡Acompáñame al establo/cuadra!”, contestó su padre, mientras alzó
sus cejas prometeoriendo.
Acabando con el almuerzo se levantó de su silla y se dirigió hacía la
puerta. Al instante la hija dejó la mesa y tuvo que correr detrás de el,
porque sus pasos eran muy rápidos.
¿Dónde habrá escondido el Árbol Navideño?
El padre movió el cerrojo de la puerta del encierro, que era adelante
de la cuadra de Melanie, la yega. En un rincón a la derecha por
donde se entra a la cuadra de la yega, estaba tumbado un abestio
débil y desmelenado. Decepcionada la hija miró a su padre.
“¿Que? ¿Esto debe que ser nuestro árbol Navideño?”, preguntó con
hombros caídos.
El costumbre del padre fue, de tomar un abeto que había de eliminar.
No prestó mucho interés a este árbol de agujas.
“En mi niñez no usábamos el abeto para celebrar Navidad”, explico a
su hija Dorothea.
“¿Que, no árbol Navideño?”, preguntó la hija sorprendida.
“¡Pues sí!, que usábamos nuestro árbol Navideño. (La palmera
espiga) con sus frutas rojas que reemplazaron el adorno del árbol,”
contó el padre entusiasmado. “No tampoco secan tan pronto y las
agujas no caen.”
“Aquí a los Appenzelleños, tenemos que contentarnos con el abeto,”
explicó.
Años más tarde Dorothea aprendió, que el origen del abeto Navideño
era pagano.
“Este abeto trabajamos muy bonito, ya verás,” convenció a su hija.
El árbol no tenía raíces alrededor, pero era muy alto. Con una sierra
cortó el padre la parte de abajo. Al tronco taladró un agujero y en este
pinchó una reís, que sacó de la parte debajo que cortó. El árbol
parecía mucho mejor, que maravilla. Esto repitió el artista otras veces
más, y la hija admiró un árbol muy bonito y perfecto. En un soporte
cruz colocó el padre el arbolito.
“¡Aquí tu árbol navideño! Llevalo a la sala de estar y entrégalo a la
madre”, ordenó el padre. Muy orgullosa llevó la hija el abeto del
establo por escalera arriba directamente a la sala de estar. La puerta
abrió muchísimo, para que pasase el abeto sin tropezar y colocarle
sobre el suelo
“¡Inmediatamente cerrar la puerta! Que sale todo el calor afuera,” gritó
la madre.
La madre dejo su calceta al instante, corriendo se dirijo a la puerta
abierta, y la dejó caer a la cerradura.
“Deja el abeto donde lo colocaste. Primero hay que tomar papel y
protejar el suelo,” ordenó la madre.
El abeto despertó mucha atención a los hermanos menores.
“?Puedo ayudar de adornar el abeto, verdad madre?”, pidió a
instancia la Martha.
“¡También yo, ¿verdad? También yo!”, llegó corriendo la Magdalena y
se puso a tirar al delantal de la madre.
“Vosotras tres adoréis el abeto”, ordenó la mujer de casa.
“¡Que te atreves! Este es mi reís!” se defendía Dorothea y empujó
Magdalena de si.
“¡Que te parece, este es mi dominio!” razonaba Dorothea a
Magdalena.
“¿No vos es posible de adornar el abeto en paz. Hay que pelearse?”,
la madre separó las gallinas pleitearas.
“Pues el terco más bajo, dominas tu, Magdalena”, mientras la enseñó
hasta done era su límite.
“El centro del árbol, es para ti, Martha”, y la enseñó hasta que limite.
“El resto para ti Dorothea hasta el colmo.”
Con ojos de águila observó Magdalena, que los limites no se
traspasaron.
Martha trató pasar a la área de Magdalena, ésta con un empujo fuerte
la hizo entender, de quedar en su área.
“¡Caramba! ¡Que rápida eres, cabrona!”, exclamó asustada la madre
cuando se volvió hacía la mesa.
Ana con ojos inocentes la miraba. Quería ayudar a su madre en su
tarea de calzetar. Lo hizo con una rapidez, sacando todas la agujas de
la pieza. Ahora había que recoger todos los puntos ¡que trabajo!.
En la esquina ante de la maquina de coser, Juan. Teniendo el cajón de
arriba un poquito abierto, tirando cinta centímetro por centímetro hacía
el contando los número, mientras tocaba con su dedo el numero que
estaba mencionando. ¿Que le interesaba el adornar el abeto? ¿No
había cosa más importante que hacer? El tenía que aprender
matemáticas; esto cuenteaba.
Siempre más brillaban las bolas al árbol. La pequeña Catalina por
prevención, la hacían tomar asiento en la silla 'alta' y no había manera
de salir de ella. Tal impedimento no encantaba nada a la pequeña.
Con muchas lagrimas anunció su desacuerdo. Pero toda su fuerza no
era suficiente para que la madre tuvo compasión de ella.
Únicamente Cristián el chiquitín en la cuna se sentía tranquillo. Las
tres mayores, pues estaban capaz de adornar el árbol en paz y
cuando acabaron había que llevar el abeto al habitación al lado. Allí
era más fresco, para que le árbol no se secaba tan rápido y a la vez el
dormitorio de Juan.
Las horas de la tarde parecían muy largas y la noche no quería llegar.
Una media hora antes que de costumbre el padre emprendió el
camino hacia la Gählern. Una finca más arriba en la colina y media
hora de caminar. Las vacas necesitaban su comida y había que
ordeñarlas antes de que se celebraba Navidad. Este tremendo frío y la
muchísima nieve siempre significaba cierto peligro. Según como había
comida para el ganado estuvieron estacionados en la Gählern al
empiezo del invierno, del octubre hasta el cambio del año menos o
más hasta la mitad del enero. Después todo el ganado se mudó al
Mühlehaus. Razón, los meses de enero hasta marzo eran todavía
más duros respecto el frío y sobre todo del hielo.Normalmente el
padre llevo su cena y comió por donde el ganado. Los niños cenaban
con la madre. Pero hoy, el día de navidad, era diferente.
“¿Se puede alistar la mesa, madre?”, preguntaban Dorothea y Martha.
“Demasiado temprano,” paró la madre las dos.
Siempre de nuevo insistían. Su calcular lo más pronto la mesa lista, lo
más pronto llegará el padre, y la celebración empieza. Pues este
calculo no funcionó. Así se supiera al fin y al cabo, lo que habría en
los paquetes que el cartero había traído en los últimos dos semanas.
El hecho que el cartero trajo tantos paquete aumento impaciencia.
Muchos paquetes fueron entregados de organizaciones, porque la
familia era numerosa y pobre. Los paquetes, la ama de casa las
guardó en el habitación de Juan.
Este esperar hoy día hizo desesperar a los niños. La madre siempre
tuvo que apagar empiezo de encendidos entre los niños.
Para calmar un poquito, avisó las tres mayores: “ Os es permitido de
tomar los paquetes y colocarles con cuidado detrás del abeto.”
De nuevo ella tuvo que dejar los niños,el habitación de calor y salir
afuera.
“¡Que os mantengáis bien! ¡ No pleitos! Sobre la mesa hay un juego.”
llamó atención a los niños.
“No tenemos interés en jugar”,” contestaron todas a una.
Las gallinas necesitaban su comida, la estufa de nuevo había que
encender. Parecía un silencio en la sala de estar, pero la ama de casa
se apresuró, sabiendo que cada momento la situación pudo cambiar.
De vuelta decidió de leer una historia a sus hijos para mantenerlos
tranquillos. Mientras leía observó furtiva el reloj. ¿Tanto demoraba su
esposo, que razón tendrá para demorar tanto?, se preguntó. Así que
seguía de leer otra historia.
De repente se escucha un 'Pum, pum', eran los golpes contra la pared
con los zapatos de puntas, de los cuales el padre sacó la nieve.
“Llegó el padre”, se escuchó de todos al mismo tiempo.
Inmediatamente Martha y Dorothea corrían para colocar los alimentos
sobre la mesa. La leche era depositada en el interior de la estufa,
donde cocinó poco a poco. De una vez todos los niños sin llamarles
con mucho apuro cada uno tomó su asiento destinado en el banco.
Juan enrolló con cuidado la cinta de medida y la colocó en la caja.
Después de dar gracias a Dios por la comida, la madre se dirigió a la
estufa para tomar la leche. ¿Porque, pero porque había que esperar
tanto tiempo hasta que el padre llegó a casa? Los ojos eran fijados
hacía el esperando una explicación.
“Pues, me visitó el Poziimehosli,” explicó el padre su retardo.
(Poziimehosli, es el nombre que el padre le puzo. La razón, este
Ernesto usaba muchísimo de quejarse en Dios, casi sin parar. Al
padre no le gustó de tomar en vano el Nombre de Dios. Por esto le
dijo: “Oye, antes de que empiezas a quejarte tu dices: Poziimehosli,
¿entendido?” Esta palabra intentado de mi padre, causó a Ernesto
problemas para pronunciar y cada vez cuando lo hubo pronunciado,
se olvidó de las quejas. Esto era la meta de mi padre.)
“Se escapó al amo de la casa de su lugar asilo. En su desesperanza y
enojo llegó a mi a la Gählern. Hubo que tranquilizarlo, mandarle a
casa el pobre diablo, sería no tener responsabilidad. Lo conozco, éste
sería escapas de hacer una grave tontera y esto de todos los modos
tuvo que impedir. Ahora se ha tranquilizado y se volvió a su hogar de
asilo,” acabó el padre el caso de su retardo.
Esta tarde los niños comían rápido y sin discusiones. Pues claro,
esperaron con anhelo la celebración.
Al fin y al cabo la cena terminó en la opinión de los niños. ¡Una
situación como tal, muestra que rápido unas niñas están escapases
de ordenar la mesa y lavar los platos!
La madre iba a la habitación y con mucho cuidado traía el abeto y lo
colocó a su lugar destinado. Empezó la celebración tomando los
padres asiento sobre el sofá, el padre teniendo sobre sus rodillas a
Christian y la madre la Catalina. Los cinco hermanos tomaron asiento
sobre un banco chiquitín y sobre un taburete de pies. Las dos
mayores con sus flautas tocaron las melodías navideñas que
ejercitaron en su clase de flauta. Después toco a Dorothea sentar a
Catalina sobre sus rodillas, porque la madre quería leer la historia
navideña de la Biblia, Luca 2: 1-20. A los niños les parecía que era
una historia muy larga. La celebración fue acabada con otros
melodías y canciones navideñas.
Al fin y al cabo tomaron la atención los anhelados paquetes. Todos
tuvieron que estar quietos sobre sus asientos. A una de las niñas
mayores les fue mandado a buscar un paquete. Tuvo que leer a quién
lo fue dirigido. El niño anunciado pudo recibir el paquete y
desempaquetarlo ante los ojos de todos. Todos admiraron el regalo y
después había de recoger el papel y doblarlo. De esta manera todos
participaron en todos los regalos. Por medio del regalo se descubrió
quién lo entregó. Algunos padrinos usaron el costumbre de los
antepasados y entregaron por el año nuevo el regalo.
Este costumbre practicó el padrino de Dorothea. Cada primero de
enero visitó a la familia con una trenza tremenda grande y a ella
entregó un dinero para su cajita. Pero regalos había muchos para
desempaquetar el día de navidad. De organizaciones los niños
recibieron muchos vestidos y chocolates. La madrina de Magdalena
siempre era muy generosa, sin embargo de la parte de la madrina de
Juan únicamente llegó carta, porque ella emigró. Su padrino le mandó
el regalo por el primero de enero. Desempaquetar tomó mucho tiempo
y acabó después de media noche. Acabado, felices se acostaron
todos.

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