Está en la página 1de 3

Descartes: Discurso del Método

La piedra angular del racionalismo cartesiano es la formulación del ideal epistemológico de


que el conocimiento debe ser una verdad absoluta con un fundamento cierto, objetivo y
seguro. Tal es, lo que con mucha propiedad se ha llamado, el “sueño de Descartes”. En su
temprana obra Reglas para la dirección del espíritu lo dice sin ambages: “Toda ciencia es un
conocimiento cierto y evidente”. Por ello, resulta claro que, para Descartes, el principal
enemigo es el escepticismo que justamente niega la plausibilidad de este ideal fundamental.
Teniendo como fuente principal el ideal epistemológico de la certeza, Descartes desarrolla una
filosofía de la naturaleza que se puede describir como una concepción mecanicista y
racionalista del mundo. Si, como su método lo asegura, el principio de simplicidad es
fundamental para entender realidades complejas como el mundo considerado en su totalidad,
entonces se debe plantear una forma de reducir toda la diversidad de la naturaleza a
elementos simples que se puedan someter a análisis matemáticos. El siguiente paso es aplicar
esta suerte de mathesis universalis: Así Descartes sostiene que todas las cualidades de la
materia son reductibles a extensión y movimiento. Una vez planteada esta tesis, se puede ver
con transparencia (pues el principio de simplicidad es un principio de transparencia) que una
ciencia exacta de la naturaleza es posible.

Esta formulación mecanicista implicaba, dentro de una explicación unitaria del desarrollo del
mundo, que aun la vida orgánica debía ser explicada en términos de leyes generales de la
naturaleza. No sólo la astronomía es una ciencia mecanicista, sino también la fisiología. Esta
implicación se vio refrendada por el descubrimiento de William Harvey logrado en 1628: el
mecanismo básico de la circulación de la sangre. En una obra no publicada, De homine
[Tratado del hombre] (1633), Descartes describe cómo el cuerpo humano puede ser
considerado como una mera máquina. Ahora bien, a partir de que el cuerpo humano pueda
analizarse como una máquina, no debe inferirse que la psicología sea una ciencia mecanicista.
Descartes se apartó tajantemente de este mecanicismo en psicología cuando propuso su
particular teoría del dualismo psicofísico: los seres humanos son alma y cuerpo, el alma una
naturaleza pensante (res cogitans) y el cuerpo una naturaleza física (res extensa). El
denominado dualismo cartesiano sólo debe ser aplicado al hombre ya que sólo los seres
humanos tienen alma racional dentro del mundo natural. ¿Qué es el cuerpo? Es el portador de
todos los atributos materiales que se definen por ser extensos en el espacio y tener
movimiento. ¿Qué es el alma? Es la portadora de todos los atributos espirituales. Aunque hay
una diferencia entre estas dos naturalezas, también hay una interacción básica entre ellas.
Descartes dice enfáticamente que su alma no está alojada en su cuerpo «como el piloto en su
nave, sino también unida a él muy estrechamente, fundida y mezclada con el cuerpo de tal
manera que forma como un solo todo con él». Tal es la base para el problema alma-cuerpo,
que se podría formular como sigue: ¿Cómo es posible la acción recíproca entre dos sustancias
mutuamente excluyentes? Sin embargo, desde nuestra actual perspectiva, podemos decir que
Descartes no dio una solución plenamente adecuada a este problema y su tesis particular de
que el alma se encuentra en la glándula pineal oscurece aún más la cuestión. Desde el punto
de vista cartesiano, se puede dudar de la existencia del cuerpo en la medida en que no hay
contradicción en sostener que somos seres puramente espirituales. Ahora bien, Descartes
claramente sabe que esa duda es de índole gnoseológica, dado que es un corolario de su
método fundado en la duda hiperbólica, esto es, la duda exagerada. En el plano de los hechos,
Descartes sabe que él tiene un cuerpo, que interacciona con su alma, etc., pero su existencia
no responde a una intuición fundamental. El gran historiador de la filosofía Étienne Gilson
(Discours de la méthode. Texte et commentaires. París: J. Vrin, 1925) condensa el método
cartesiano en cuatro puntos medulares:

A. Sólo debemos creer en aquello que se nos presenta como absolutamente evidente. De ahí
el gran principio: Pienso, luego existo [Je pense, donc je suis].

B. Debemos escindir los problemas con el fin de lograr una buena aproximación que nos lleve a
resolverlos.

C. En nuestras indagaciones, debemos ir de lo más simple a lo más complejo.

D. Debemos verificar exhaustivamente cada hipótesis y cada conclusión que hayamos


obtenido.

Gracias a este método y una vez que logremos proposiciones evidentes, obtendremos, por una
vía deductiva, las verdades siguientes:

 Los objetos que percibimos clara y distintamente son verdaderos.


 Dios existe. El razonamiento es el siguiente: Soy un ser que duda, soy un ser
imperfecto, soy un ser finito. Sin embargo, tengo en mi mente la noción de perfección,
la idea de infinitud. Esta noción debe provenir de un ser distinto, dado que yo soy un
ser imperfecto y finito. ¿Cómo un ser imperfecto podría generar la idea de perfección?
¿Cómo un ser finito podría crear la idea de infinitud? El ser distinto que ha anidado en
mi mente las ideas de perfección e infinitud, necesariamente, es un ser perfecto e
infinito. Este ser, la causa eficiente de la idea de perfección, sólo puede ser Dios, de
cuya existencia no se puede dudar.
 El alma es inmortal. Esto es, el alma es eviterna: ha tenido un principio, pero no tiene
fin. En contraste, los animales carecen de alma racional: son como autómatas
naturales.

El Discurso del método, una suerte de autobiografía intelectual, lo escribió el filósofo francés
como una introducción epistemológica a tres obras científicas Dióptrica, Meteoros y
Geometría. El título original de la obra escrita en francés fue Discours de la méthode pour bien
conduire sa raison et chercher la verité dans les sciences. Plus la Dioptrique, les Météores et la
Géometrie, qui sont des essaies de cette méthode [Discurso del método para guiar bien su
razón y buscar la verdad en las ciencias. Más la Dióptrica, Meteoros y Geometría, los ensayos
de este método]. El Discurso es una sola pieza literaria, pero, como su amplitud puede generar
problemas de comprensión, fue dividido por el mismo Descartes en seis partes: La Primera
Parte es una presentación de ciertas circunstancias de la vida de Descartes. En la Segunda
Parte se presentan las reglas fundamentales y la naturaleza misma del método como un
método de investigación. En la Tercera Parte se dan ciertas consideraciones provisionales
sobre la conducta moral. En la Cuarta Parte se presenta la intuición fundamental del “Pienso,
luego existo” y se trata de dar una demostración de la existencia de Dios. En la Quinta Parte se
plantea diversas consideraciones atingentes a la Cosmología y la Biología, analizando la
bondad del descubrimiento de la circulación de la sangre hecho por Harvey en 1628, aunque
cabe decir que Descartes discrepa con el científico inglés en lo tocante al mecanismo de la
circulación. Asimismo, se fundamenta la diferencia entre hombres y animales, gracias a la
facultad del lenguaje netamente humana. Se concluye en la Sexta Parte con algunas
reflexiones personales acerca de diversos aspectos de la investigación científica.

Según Descartes, el aspecto esencial del método radica en proceder de forma clara y evidente
conforme a cuatro preceptos que constituyen el método de investigación o de la búsqueda de
la verdad. De esta forma, se diferencia de la lógica clásica que sólo es un procedimiento de
exposición de una verdad ya obtenida. El primer precepto a seguir en toda empresa
cognoscitiva es hallar una proposición inmediatamente evidente. Así sólo debe aceptarse las
ideas que son claras y distintas. La segunda norma es el método analítico de dividir una
cuestión dificultosa en varios aspectos de tal modo que su abordaje nos conduzca a la
adecuada solución. El tercer precepto entraña un orden determinado en la investigación,
aconsejando partir de lo más simple y claro para llegar a lo más complejo y oscuro. Y el último
principio aconseja tratar de ser exhaustivos en nuestra indagación, enumerando todos los
aspectos que sean relevantes para dar con una comprensión global y detallada.

De este modo, Descartes fundamenta la construcción de una estructura del pensamiento


absolutamente cierto en la duda metódica. (Conviene aclarar que esta duda es muy diferente a
la practicada por los escépticos. Además, el razonamiento de Descartes apunta a sostener que
el escepticismo no sólo es falso, sino absurdo). Con esta duda metódica, se puede dudar de
todos los objetos y contenidos de la consciencia puesto que los sentidos son engañosos (como
lo atestigua el hecho de que un lápiz dentro de un vaso de agua parece torcido sin estarlo
realmente). Ahora bien, se puede dudar de todo, pero de lo que no puedo dudar (ya que en
ese caso se cometería una contradicción, es decir, una falsedad necesaria) es del hecho de que
dudo. Pero toda duda es una actividad de la consciencia y, para Descartes, una forma de
pensamiento. Luego, pues, al dudar estoy pensando y con la certeza de que estoy pensando se
sigue que existo. De este modo, se llega a una intuición simple e indubitable: Pienso, luego
existo (Je pense, donc je suis). Esta básica verdad no es un razonamiento (por más que se
emplee el término “luego”) sino una intuición inmediata, primordial y absolutamente
incontrovertible. El enunciado cartesiano «Pienso, luego existo» [Je pense, donc je suis, en
francés; Cogito, ergo sum, en latín] es, muy probablemente, el pensamiento más famoso de la
historia de la filosofía (sólo compite con el enunciado socrático «Sólo sé que no sé nada»).

También podría gustarte