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——— NICOLAS SCHUFF ACOA MT argentinos mc mes Lary @ Estrada Azulejos Cordinadora del drea de Literatura: Laura Giussani Edicién: Karina Echevarria Autora de secciones especiales: Silvia de Rojas Correctora: Ruth Solero Coordinadora de Arte: Valeria Bisutti Diagramacién: Dinamo llustraci6n de tapa: Tabaré llustraciones de interior: A cuatro manos Schuff, Nicolas Monstruos argentinos : una coleccién de espantos / Nicolés Schuff.- 3a ed . - Boulogne Estrada, 2017 Libro digital, POF -(Azulejos . Naranja ; 9) Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-950-01-2176-7 1 Narrativa Argentina. 2. Relatos. |. Titulo. D0 A863 & COLECCION AZULEJOS - SERIE NARANJA BH © Editorial Estrada S. A, 2014. Editorial Estrada S.A. forma parte del Grupo Macmillan Avda. Blanco Encalada 104, San Isidro, provincia de Buenos Aires, Argentina, Internet: www.editorialestrada.com.ar Queda hecho el depésito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina. / Printed in Argentina, ISBN 978-950-01-2176-7 No se permite la reproduccién parcial o total, el almacenamiento, el alquile, la transmisién o la transformacién de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrénico 0 mecénico, mediante fotocopias, digitalizacion y otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infraccién esta penada por las leyes 11.723 y 25.446. El autor y la obra Bidgrafials:2vessvesceevs Monstruos argentinos La bruja El Ava-Posd............... Esty CaSA28S UN SUD escivsossssesiuerresrennacaanivant La llorona......... BR cc enserecssnes Ultimo viaje de Celia en tren El chupacabras......... bob bbvbevveeeeeeeeeeesseeeeees Actividades............ M 23 33 4 of - 64 wv 81 Ay y la obra NicoLAs ScHuFF nacié en 1973. Vive en Buenos Aires y tuvo distintos trabajos. Actualmente trabaja en una libreria. Le gusta escuchar musica, conversar con amigos y caminar de noche. Escribié articulos para diarios y revis- tas, y varios libros para chicos. En esta misma editorial, publicé E/ bajaestrellas, El misterio de las medias, Historias de la Guerra de Troya, Aventureros y enamorados, Monstruos argentinos, Histo- rias de fa Biblia y Leyendas urbanas. Ademas, escribié una versién para chicos de Las aventuras de Tom Sawyer, la novela de Mark Twain. Monstruos argentinos | 7 | éQué dicen los mitos y las leyendas? Todos los pueblos del mundo han ensayado explicaciones para las cosas que no les era posible comprender. De esa manera nacieron los mitos y las leyendas. Asi, cada cultura tiene una mitologia pro- pia, es decir, una serie de héroes, monstruos y divinidades a los que se les atribuyen acciones que originaron el mundo que se conoce. A veces también llamamos mitos a seres creados por la fantasia popular, que forman parte de antiguas tradiciones, aunque no se les adjudique un papel tan importante en la creacién de un universo. Muchos de esos mitos han sido recogidos en relatos que atrave- saron diversas épocas, pasando de boca en boca, de padres y abue- los a hijos y nietos. Las leyendas son relatos de este tipo y hay varias clases de leyendas. Pero, en general, mitos y leyendas —que a veces son muy dificiles de diferenciar— tienen la caracteristica de instalar- Nos en un universo maravilloso donde todo vale. No tendria sentido preguntarse qué cuota tienen de verdad. 8 Nicolds Schuff al Mitos agarrados con ufias y dientes Cuando los conquistadores llegaron al continente americano, se en- contraron con pueblos que tenian su propia cultura y sus propias tradiciones. Estas tradiciones incluian, entre otras cosas, narracio- nes o relatos que hablaban de seres sobrenaturales, a veces bonda- dosos y otras, terriblemente malvados. Algunos de estos seres son las almas de los difuntos, que vuelven al mundo de los vivos para premiar o castigar, para salvar o para engafiar. Otros, son extrafios humanos que pueden transformarse en animales y, bajo esa apa- riencia, cometer crimenes espantosos. Y otros hablan de personas con poderes extraordinarios, para hacer el bien o para hacer el mal. Muchos de los mitos o leyendas que han sobrevivido en las dis- tintas regiones de nuestro pais estan edificados sobre esas tradicio- nes de los pueblos aborigenes, aunque algunos, como el lobisén o la bruja, son universales. Los relatos de espanto introducen una pizca de esperanza al revelarnos la receta para desactivar a esos seres tenebrosos, como la bala de plata que puede matar a un lobisén. Monstruos argentinos | 9 La bruja Brujas ha habido en todos los paises y en todos fos tiempos. Las mds famosas son fas brujas de la Edad Media, que casi siempre pelean con fas hadas por ef papel protagénico. Esas brujas de calderos siempre hirvientes, dispuestos a recibir en sus pegajosos ffqui- dos a inocentes y tiernos nifitos. Se las ha representado corriendo picadas en escobas cero kilémetro, con lechuzas apoyadas en sus huesu- dos hombros, y muchas veces acompaniadas de unos diabélicos gatitos negros. Una bruja hecha y derecha es, por definicion, séptima hija mujer, fea y, en general, vieja y arrugada, encorva- da, consumida, desdentada y a veces pelada. Por eso se cubre fa calva con un sombrero, un panuelo o un chal. ¢Y cuando sale? iDe noche! 2Y qué noches prefiere? iLas de [una Ilena! 2Y de qué dias? iDe viernes! éY adoénde van las brujas cuando salen? iA reunir- se con otras brujas para actualizar conocimientos e intercambiar recetas malignas! Pero fa habilidad principal de una bruja es la de transformarse. En casi cualquier ser 0 cua/quier cosa. Por eso no basta con cuidarse de las brujas que se presentan en envase tradicional... 12 | Nicolés Schuff La bruja Para las alumnas pupilas del San Jorge, todos los dias eran parecidos. Y sin embargo, en una semana, hubo tres cambios que alteraron la rutina. EI lunes llego una maestra nueva, el martes llego una nueva compaiiera y el miércoles una nena se esfumé como por arte de magia. Se llamaba Cecilia. Su compafera de cuarto conté que se habia despertado a la madrugada porque sintié frio. Vio que la ventana estaba abierta y se levanté a cerrarla. Fue entonces cuando descubrié que Cecilia no estaba en su ca- ma y le avisé a una celadora. Salieron a buscarla, pero no la encontraron por ninguna parte. El jueves, en el aula, Laurita y Aylén discutian en voz baja el misterioso acontecimiento. Tenian diez afos, dormian en la misma habitacién y se sentaban en el mismo banco. Es- taban en clase, haciendo unos ejercicios de matematica que la maestra nueva habia copiado en el pizarrén. Pero ellas no le sacaban los ojos de encima a Albertina, la chica recién Monstruos argentinos | 13 llegada. Albertina escribia inclinada sobre su cuaderno, con su larga bufanda azul enroscada en el cuello. —Fue ella, estoy segura —murmuré Laurita. —éCémo sabés? —pregunté Aylén. —Se dice que es la menor de siete hermanas. O sea que es bruja. —Y si fuera bruja, équé? —éCémo qué? Todo el mundo sabe que en las noches de luna llena, cuando estan durmiendo, la cabeza se les despren- de del cuerpo y sale volando a cazar chicos, para comérselos... —éVos decis que hay luna llena...? —iHace dos noches! Te digo que fue ella. Ella se llevé a Cecilia... —iA ver si dejan de cuchichear ahi atras! —dijo la maestra nueva, con tono severo. Tenia un nombre bastante curioso: se llamaba Diega. Era muy alta, tenia la piel blanca y los ojos verdes como el pasto. Usaba un enorme anillo de plata en una mano. Cuando soné el timbre del recreo, todas entregaron los ejercicios de matematica, menos Laurita y Aylén, que no ha- bian terminado. —Eso les pasa por estar hablando tonterias —dijo la senio- rita Diega—. Ahora se quedan hasta que terminen. 14 | Nicolds Schuff Mientras trataban de resolver los ejercicios, la seforita Diega las observaba con una sonrisa ligeramente burlona, y con su anillo daba golpecitos impacientes sobre el escrito- rio. Las chicas no lograban concentrarse. Pero al fin termi- naron, entregaron y salieron al patio. —No me gusta nada esta maestra —dijo Laurita. —iCon ese nombre ridiculo! —se rio Aylén. Mas alla, sentada en un rincon del patio, la vieron a Al- bertina. Estaba leyendo un libro de tapa negra con letras doradas. Imposible no mirarlo. Su titulo era “Guia Practica de Hechizos, Embrujos y Magia”. —iTe dije! —grité Laurita. —Tenemos que hacer algo... —dijo Aylén. En ese momento, Albertina levants la vista y las miré fijo. Sus ojos eran desafiantes. Laurita bajé la vista enseguida, pero Aylén le sostuvo la mirada, hasta que un grupo de chicas se cruzé por delante, corriendo y saltando. Cuando Aylén volvié a mirar, Albertina ya no estaba. Laurita y Aylén pasaron el resto de la tarde, hasta la ho- ra de la cena, armando un plan. Esa noche entrarian en el cuarto de Albertina. Por el momento no tenia compariera de cuarto, asi que seria facil sorprenderla. Monstruos argentinos | 15 —Cuando la cabeza sale volando —explicé Laurita—, hay que darle vuelta el cuerpo y dejarlo mirando para abajo. Cuando la cabeza vuelve, se le pega al revés y queda asi pa- ra siempre. Asi ya se sabe que es una bruja. —Pero la cabeza puede atraparnos... —Ah, si. Tenemos que tener mucho cuidado. En el comedor, antes de la comida de la noche, la directora del colegio explicé que todavia no habian encontrado a Ceci- lia, pero que seguramente se trataba de una travesura y que no tardaria en aparecer. Durante la comida, Laurita y Aylén estaban tan nerviosas que casi no probaron bocado. Alberti- na, sentada en la otra punta de la mesa, no les prestaba aten- cién. Las chicas notaron que Albertina miraba a la seforita Diega, sentada en otra mesa con las demas maestras. —dEstara pensando en atacar a la sefiorita nueva? —pre- guntd Aylén. —No creo. Solamente cazan chicos... Después, todos fueron a sus dormitorios. El colegio era una vieja casa que ocupaba una manzana entera. Tenia tres pisos y dos jardines. Las habitaciones eran muchas. Laurita y Aylén oyeron los pasos de las celadoras, que re- corrian los pasillos y apagaban luces, y al rato todo quedé en silencio. Afuera, los grillos cantaban. 16 | Nicolés Schuff Las chicas salieron al pasillo. A través de los altos venta- nales se colaba la luz fria y plateada de la luna, que dibuja- ba figuras extrafias en el suelo. En las paredes, los retratos que durante el dia parecian inofensivos, se tornaban inquie- tantes y parecian hacer horribles muecas. La habitacién de Albertina estaba en el piso de arriba. Laurita y Aylén caminaban en silencio, tomadas de la ma- no. Subieron las escaleras sigilosamente y llegaron hasta la puerta del cuarto que buscaban. Aylén pegé la oreja a la puerta. —No se escucha nada —dijo. —Cuento hasta tres y entramos —dijo Laurita—. Uno, dos, tres... Abrieron la puerta de golpe y entraron. Se veia poco, pero enseguida notaron que no habia nadie en la cama. Albertina no estaba. No estaban ni su cuerpo ni su cabe- za. Pero no tuvieron tiempo de decir nada: la ventana se abrié bruscamente, entré una rafaga de viento helado, y afuera aparecié una cabeza oscura y siniestra, flotando en el aire. Las chicas gritaron y salieron corriendo. La cabeza se lan- z6 tras ellas. Corrieron por el pasillo, subieron las escaleras a los saltos, abrieron la primera puerta que encontraron y Monstruos argentinos | 17 se metieron ahi. En el bafo. Adentro, alguien se movié de- tras de ellas. —iAhhh! —volvieron a gritar, muertas de susto. —tQué les pasa? —se oyé decir a la voz de Albertina—. iTranquilas, soy yo! —iOia! iEstas toda entera! —grité Laurita—. CY ahora qué querés? éQué nos vas a hacer? —le preguntd, dispuesta a escuchar lo peor. —iShhh! iObvio que estoy entera! —dijo Albertina—. Ya me dijeron que piensan que soy bruja. Pero se equivocaron. La bruja no soy yo. —lY qué hacés aca, entonces? —pregunté Aylén, des- confiada. —Lo mismo que ustedes. Estaba por entrar en el cuarto de la bruja, cuando escuché gritar. Me asusté y me mett aca, hasta que me di cuenta de que eran ustedes las que chilla- ban. éVieron algo? —éEl cuarto de qué bruja? —pregunto Laurita, que hasta ahora era la mas valiente. —La senorita Diega —dijo Albertina—. Ella es la bruja. Tras la ventana del bafio se dibujé una sombra. —iAhi esta! —dijo Aylén. La sombra flot6 un instante y desaparecid. 18 | Nicolés Schuff —iNos descubrié! Rapido —propuso Albertina—. Yo salgo a distraerla, y ustedes entran a su cuarto y le dan vuelta el cuerpo... dEstan listas? —iListas! Albertina abrié la puerta y salié corriendo. Enseguida, Laurita y Aylén se metieron en el cuarto de la sefiorita-bru- ja. El cuerpo estaba bajo las sabanas, tapado hasta arriba y no se veia cabeza alguna. Su piel estaba himeda, fria y repulsiva como la de un sapo. Casi sin mirar y con bastante asco, las chicas giraron el pesado cuerpo hasta dejarlo boca abajo. —dDonde estara Albertina? —dijo Aylén—. iHay que ayu- darla! Bajaron las escaleras y la vieron. Venia corriendo hacia ellas. En la oscuridad, la espeluznante y horrorifica cabeza de la senorita Diega perseguia a Albertina con una mueca diabdlica. Las chicas alcanzaron a entrar en su habitacién y cerraron la puerta. La cabeza golpeo contra la puerta ce- trada. Aylén cerré con Ilave y Laurita aseguré la ventana y corrié las cortinas. —éPudieron? —pregunté Albertina. Estaba agitada y pé- lida de miedo. —Si, ya esta —dijo Aylén. 20 | Nicolés Schuff La cabeza golpes otra vez contra la puerta, y después no se escuché nada més; pero las chicas se quedaron en estado de alerta, muy juntas, conversando en voz baja. Albertina dijo que, segdin lo que habia leido en su libro, a la pobre Cecilia no la verian mas: —Cuando cazan a un chico, lo llevan al cementerio y ahi se lo comen... Laurita le pidié disculpas a Albertina por haber descon- fiado de ella. —Me contaron que eras la séptima hermana mujer...—ex- plicd. —Somos siete hermanos, pero tres son varones y las mu- jeres somos cuatro —conté Albertina. Cuando empez6 a amanecer, las tres chicas seguian des- piertas. Tenian la sensacién de que se conocian desde mu- cho antes de haber entrado al colegio. La sefiorita Diega no aparecié en el comedor a la hora del desayuno, y tampoco mas tarde. La celadora entré en el au- la para anunciar que ese dia tendrian otras actividades. Dijo que la maestra nueva se habia ido a la madrugada, dejando una nota donde explicaba que habia sufrido una imprevista descompensacién, que tenia una grave enfermedad y que debfa viajar urgentemente. Monstruos argentinos | 21 —Me queda una pregunta —le dijo Aylén a Albertina cuan- do salieron al patio en el primer recreo—. ECudndo supiste que la senorita Diega era bruja? —El primer dia —conté Albertina—, cuando terminé la clase, le pregunté por qué le habian puesto ese nombre tan raro... Me conté que ella tenia seis hermanas mas grandes. Su padre esperaba que el séptimo hijo fuera varon. Decidié llamarlo Diego. Por eso, cuando ella nacid, le pusieron ese nombre horrible. Ahi me di cuenta de que era la séptima hija mujer... la bruja. De a poco, la vida en el colegio volvid a la normalidad. Dijeron que a Cecilia la habian encontrado, pero que viajaria a Europa con sus padres por cuestiones de trabajo. Nunca mas la vieron. La senorita Diega nunca volvid. A veces, las chicas se imaginaban que, en algun lugar del mundo, anda- ria la bruja con la cabeza dada vuelta, caminando para un lado y mirando para el otro. Y, muertas de risa, decian al mismo tiempo: “iDificil que consiga novio!”. 22 | Nicolés Schuff El Avé-Posu Como un fobisén que no se molesta en disimufar su bestialidad, duenio de una pelambre excesioa y unos brazos tan exagerados como Ia vegetacién del lugar donde nace, el Avd-Posu 0 Sa-Guazu es un mito de fa provincia de Misiones. Habitante de fa selva don- de se escondia, ef Avd-Posti (hombre que se alimenta de carne humana) era exuberante en todo, hasta en el tamario de su unico ojo. Como muchos de sus cole- gas protagonistas de otros mitos y feyendas, sentia debilidad por comerse algunas personas cada tanto. Hay quienes aseguran que fueron los jesuitas fos que hicieron correr estos rumores amenazantes. Asi con- seguian que fos indigenas que estaban a su cuidado no se entusiasmaran con fa idea de escaparse. Esta leyenda, por si acaso, le agregé al ya bastante poco agradable Avd-Post una especie de Llorona sel- vdtica que se encargé de que el molesto personaje se desbarrancara por un precipicio espectral. Asi que si los pobladores del lugar se habian librado def monstruo, todavia cabe fa posibilidad de quedar envuelto en ef ulular del fantasma errante y en su te- mido abrazo helado y mortal. 24 | Nicolés Schuff El Avé—Posu —A veces —le decia el abuelo al nieto, mientras matea- ban bajo un arbol, junto al arroyo—, cuando se vive mucho tiempo en el mismo lugar, parece que ese lugar siempre esta igual. Hay pequefios cambios, pero pasan inadvertidos. Otras veces, hay cambios bruscos, notorios, que marcan de tal manera, que es como si dividieran la historia en “antes” y “después”. Este hermoso valle, por ejemplo. Ahora lo ves abierto, lu- minoso y sembrado. Pero no siempre fue asi. En otros tiem- pos fue una selva impenetrable. Adentro, en la espesura, vivia una criatura monstruosa. Sa-Guazt', le decian. Era un ser deforme y detestable. Tenia un solo ojo en la frente, inmenso y negro. Sus brazos, increiblemente pelu- dos, eran tan largos que le colgaban hasta mucho mas abajo de las rodillas. Y sus dedos terminaban en ufias largas y pun- tiagudas, afiladas como garfios. Lo mismo que sus dientes: "En la lengua guarani, significa “ojo grande” Monstruos argentinos | 25 eran como pequenias hojas de cuchillo, agudas y brillantes, dispuestas a triturar lo que cayera en su boca. Porque el Ava-Posti se alimentaba de carne humana. Comia hombres, mujeres, nifios. Seres humanos en general. Y ademas, como los perros vagabundos, siempre estaba hambriento, jadean- do, con un espeso hilo de baba colgando de la boca. Pasaba las horas buscando alimento. Trepaba a los arbo- les mas altos para avizorar mejor los caminos. Se lanzaba aullando sobre los viajeros desprevenidos y los descuartiza- ba a dentelladas. A veces, cuando pasaba dias sin encontrar presa, al caer la noche entraba en el poblado dando zanca- das, e irrumpia con violencia en alguna choza, donde una familia que cenaba era convertida por el Ava-Posti en su propia cena... La gente de la zona, entre ellos tu tatarabuelo, habia in- tentado librarse de la bestia muchas veces. En dos o tres ocasiones, salieron armados, en cuadrillas, a cazarlo. Pero todo habia resultado en vano. El Ava-Postt tenia una fuerza sobrehumana, y era capaz de enfrentar solo a mas de vein- te hombres. Algunos decian que obtenia su poder, precisa- mente, a fuerza de alimentarse de seres humanos. Lo cierto es que los pobladores no encontraban solucién a sus desdichas y vivian aterrados. Los nifios no podian 26 | Nicolés Schuff jugar tranquilos; los hombres y las mujeres sufrian cada dia al salir a trabajar la tierra, o a lavar, o a atender los animales. Pero a veces la fuerza no se combate con mas fuerza. Una tarde, ya casi entrada la noche, el Ava-Posti oyé el canto de un tero elevandose de pronto en medio del silen- cio. Para la bestia, que vivia en la selva, cada sonido tenia un significado. El canto del tero, en este caso, era una sefal inconfundible: alguien se aproximaba. El Ava-Posu se rela- mid goloso. No era mala hora para un bocado. Trepé a un arbol y observ. Su ojo tardé unos instantes en acostum- brarse a la penumbra. Al fin divisé una silueta humana que se acercaba. Era una mujer. Emitia un sonido extrafio, una especie de gemido, como un Ilanto o un lamento. Cuando la tuvo muy cerca, el Ava-Post salté del arbol y se plantd fren- te a la figura, listo para devorarla. La mujer se detuvo de golpe, pero no se sobresaltd. Lle- vaba una larga tunica y su piel brillaba con una luz extrafia. Sus ojos se clavaron en el Unico ojo del Ava-Post. Quizds por primera vez en su vida, la bestia sintid algo parecido al miedo. Los ojos de la mujer eran temibles: pare- cia que su furiosa mirada, como de fuego, quemaba y podia atravesarlo. Monstruos argentinos | 27 Enseguida, el monstruo devorador de hombres se repu- so de la sorpresa. Grufié largamente, mostré los dientes y extendié sus garras para atrapar a la victima. Sin embargo, la mujer se escabullé del mortal abrazo, como si fuese de humo, y escapé por donde habjfa Ilegado. El Ava-Posti se lanzé tras ella, cruzando la oscuridad. No habia modo de que huyera. Pero la extrafia figura se movia con una destreza asom- brosa, esquivando arbustos, ramas y rocas. Parecia conocer perfectamente el camino. Parecia, incluso, que estaba si- guiendo un camino estudiado. Mientras corrian a la luz de la luna, la mujer no dejaba de emitir ese raro lamento. Todo eso llamé la atencién del Ava-Posu. Pero él estaba demasiado ocupado con su furia y con su hambre como para detenerse a pensar (cosa que, por otra parte, no sabia hacer demasiado). Cuanto mas se prolongaba la persecucién, mas furia juntaba el comedor de humanos. Y cuanta mas furia juntaba, menos podia intentar pensar. Asi fue que, de repente, sin darse cuenta, habian dejado atras los caminos conocidos y habian llegado a un desierto. La tierra estaba agrietada y reseca, y brillaba bajo las estre- llas con un color rojizo, fantasmagérico. Todo lo que habia 28 | Nicolés Schuff Monstruos argentinos | 29 alli eran enormes rocas palidas y arboles flacos, negros y de ramas retorcidas. ~Dénde estaban? El Ava-Posti vio de nue- vo a la mujer y se lanz6 tras ella con toda su furia: esta vez la atraparia. Nunca nadie habia escapado de sus garras. Ya casi la tenia. Solo unos pasos los separaban. La mujer, entonces, repentinamente se esfumé en el aire, se disolvié en el viento. El Ava-Post abrié al maximo su ra- bioso y viscoso ojo negro. EQué habia pasado? éHabia sido presa de una alucinacién? Después, sintid que bajo sus pies (0 sus patas) el sue- lo se movia. Con furiosa impotencia, la bestia descubrié que habia sido conducida hacia una trampa, al borde de un acantilado, arrinconada, sin posibilidad de retroceder. El suelo sobre el que el Ava-Post estaba parado, de roca y pedregullo, comenzé a desmenuzarse. Cuando quiso volver sobre sus pasos, el suelo finalmente se deshizo. El Ava-Post manoted, queriendo aferrarse a algo. Vaya a saber a qué, porque lo Unico que encontraron sus garras fue el aire frio de la noche. Un eterno instante antes de caer al precipicio, el Ava- Post volvié a ver el espectro que lo habia conducido hacia el fin. En el rostro transparente, los ojos seguian como incendiados, pero su boca parecia intentar una sonrisa. 30 | Nicolas Schuff Después, con un agudo grito de terror y humillacién, la bes- tia se desbarrancé y se perdié para siempre acantilado aba- jo, cientos de metros hacia el vacio. En lo que a aquella mujer respecta, nunca se supo muy bien quién era. Algunos dicen que fue el espiritu de una vic- tima del Ava-Post, que volvié para vengarse. Hay gente que dice que de vez en cuando, algunas no- ches, la mujer aparece. Dicen que viene para anunciar y pre- venir la llegada de una enfermedad o una desgracia. Lo que si es cierto es que desde que el Ava-Postt desaparecié en la garganta del precipicio, la gente de por aqui vivid sin temor. Y este lugar se fue transformando en lo que ves. Y en lo que vos mismo, cada dia, vas a seguir viendo y haciendo. Monstruos argentinos | 31 Esta casa es un sueno (La leyenda de El Nahuelito) Desde siempre, las profundidades de los grandes espejos de agua han sido ef sitio ideal para que la imaginacion de los seres humanos /es atribuyera la capacidad de cobijar a extrafios seres. CQuién no ha ofdo hablar def monstruo del Lago Ness? En el limite entre nuestras provincias de Rio Negro y Neuquén, el bellisimo fago Nahuel Huapi es ef escena- rio privifegiado para que un monstruo misterioso se proyecte a la fama internacional. Es esquivo y escu- rridizo, tal vez un poco timido. Tanto cultiva ef bajo perfil, que ha preferido que su nombre sea un perma- nente recuerdo de fa imponente geografia que habi- ta: Ef Nahuelito, asi, en diminutivo, de pura modestia. Para unos, es un animal adaptado a las necesidades acudticas; para otros, un plesiosaurio rezagado o un mamifero prehistorico que se olvidé de extinguirse como los demas. Los habitantes de la zona Io descri- ben de diversas maneras: como una mancha oscura sin forma definida, que fevanta las aguas y deja es- pumosas estelas cuando pasa, 0 como una serpiente prehistorica que revoluciona ef lago prestandole una turbulencia fuera de lo comin. 34 | Nicolas Schuff Esta casa es un suefio “Esta casa es un suefio”, pensé Inés. Era una cabafia de madera, de dos pisos, con ventanales grandes y un jardin que bajaba suavemente hacia el lago Nahuel Huapi. Carlos habia alquilado la casa para pasar un mes. Inés y él habjan estado a punto de separarse, y Carlos penso que quizds unas vacaciones podrian servir para recomponer la relacion. KK Era de noche y estaban acostados en el jardin, mirando las estrellas. Un pajaro negro cruzé el cielo. —La casa es un suefio, no? —pregunté Carlos, como si hubiera leido el pensamiento de Inés. Y agregé: —Ojald nos sirva. —Cuando uno tiene ganas, las cosas se arreglan —dijo Inés—. De una manera o de otra. Monstruos argentinos | 35 Cuando terminé la frase, miré hacia el lago. Las monta- fas, mas alla, parecian gigantes dormidos. “Hay demasiado silencio”, pensé Inés. “Nunca escuché tanto silencio”. AK Pero, de pronto, el silencio se rompid. Las aguas del lago se abrieron y, frente a ellos, emergid desde el fondo una cria- tura gigante y negra. Era una especie de dinosaurio acuatico. Su cuello deberia de medir como diez metros, y su cabeza era enorme. Su piel, viscosa y himeda, brillé en la noche. El extraiio ser abrié la boca, dio un grito furioso y, con un movi- miento veloz y preciso, estird el cuello hasta donde estaba la pareja. La bestia atrapé a Carlos entre sus colmillos y lo levan- to por el aire. Carlos aullé de dolor. El monstruo, al morderlo, lo habia cortado en dos. La parte inferior del cuerpo de Car- los, desgarrada y ensangrentada, volvié a caer sobre el pasto con un golpe seco. La sangre caliente salpicé a Inés en la cara. —iiiAhhhhhhbh!!! AK Inés grité con todas sus fuerzas. Y se desperté. Eran las dos de la mafiana. Todo estaba en silencio. Carlos, que dormia a su lado, se acababa de despertar con el grito. 36 | Nicolas Schuff —dQué pasé, Inesita? —preguntd, medio dormido, abra- zandola. Ella lo miré unos instantes con los ojos muy abiertos. Después, aliviada, dijo: —Nada, mi querido. Una pesadilla horrible. Inés miré por la ventana. El lago estaba en calma. Las estrellas se reflejaban en el agua. Las montafias se recor- taban a lo lejos. “Este lugar es hermoso”, pensd. “Tengo que tranquilizarme, tratar de pasarla bien”. Respiré pro- fundamente. —éSeguro que estas bien, Inés? —pregunté Carlos. —Si. Pero ese mal suefio me desveld. Voy a bajar a prepa- rarme un tecito. Carlos suspir6. —Te acompafio —dijo, heroico. En realidad, lo que mas deseaba en ese momento era seguir durmiendo. Pero habia decidido hacer un esfuerzo para que las cosas entre ellos volvieran a ser como antes. —No hace falta que me acomparies, podés seguir en la cama —sugirié Inés. —Te acompanio —repitié Carlos—. 40 no querés? —Quiero que hagas lo que tengas ganas de hacer —dijo ella, acariciandole la mejilla. Monstruos argentinos | 37 —Entonces te acompafio —repitié él. Se abrigaron y bajaron a la cocina. Inés preparé té. Carlos buscé las tazas y las puso una al lado de la otra. —dOiste hablar de El Nahuelito? —pregunté Inés. —Si —dijo Carlos—. éNo es una especie de animal prehis- térico que vive en el fondo del lago? —éCémo que “vive”? dExiste? —Algunos dicen haberlo visto... Incluso, hace muchos afios se organizo una expedicién con cientificos y todo para encontrarlo... -tY? —Nada. Nunca lo encontraron. Igual, la gente de la zona sigue hablando... Pero no sabia que ahora te interesaban los bichos... —Es que soié con El Nahuelito —explicd Inés—. Ademas, claro que me interesan los bichos. Si no, ¢por qué te creés que estoy con vos? —bromeé, antes de darle un beso. Cuando el té estuvo listo, salieron al jardin. La noche era hermosa. No habia viento y se respiraba el olor del pasto hamedo. Tomaron el té y después se acostaron mirando las estre- llas. Un pajaro negro cruzé el cielo. 38 | Nicolas Schuff Monstruos argentinos | 39 —La casa es un suefio, Eno? —pregunt6 Carlos. Y agregé: —Ojald nos sirva. eK Inés se incorpord y lo miré a los ojos, inquieta. éSeguia sofiando? Se dio cuenta de que, otra vez, habia demasiado silencio alrededor. Un escalofrio le recorrié la espalda. Se escuché decir: —Cuando uno tiene ganas, las cosas se arreglan. De una manera o de otra. Y cuando terminé de hablar, una figura negra —do era una sombra?—, algo enorme, amenazador, terrible, parecié emerger del lago... Inés cerré los ojos con fuerza. “Estas sofiando, Inés”, se dijo. “Esto es un suefio y ahora te vas a despertar”. Ense- guida oy6 un grito aterrador. Era Carlos. Inés apreté todavia mas los ojos cerrados. “Todo es un suefio, todo es un sue- fio”, se repitié desesperada. “Todo es un suefo y ahora te vas a despertar”. Inés lo repitid muchas veces. Pero no se despertaba. 40 | Nicolas Schuff La llorona La creencia en La /lorona pertenece a Ia region de la pampa humeda. Sin embargo, algunos estudiosos de los relatos folcléricos tienen indicios de que fa mis- ma leyenda circula también en ef noroeste de nuestro pais, con otro nombre. Alli, este fantasma de mujer es conocido como “La viuda”. Sus hdabitos son fos mis- mos: anda de noche —sobre todo, si hay funa ffena— gimiendo. Sus famentos alborotan a fos perros, que suman sus Iadridos al tétrico sonido de su voz. Esta aparicién femenina no tiene rostro, es alta y es- pigada y viste de blanco, como todo fantasma que se precie de tal. Parece que anda asi, penando sin reme- dio, en castigo por haber arrojado a su hijito recién nacido a fas aguas de un arroyo. A los sanos, los enferma y a los enfermos, los empeo- ra. Cruzarsela en el campo significa desgracia segura y —a lo mejor— fa muerte def que [a ve o de alguno de sus parientes. A veces, se sube al caballo de los varones jovenes y los abraza por detras, mientras los congela con su aliento, que casi siempre es mortal. Y si no Io es... jay def que haya podido escapar de su abrazol... 42 | Nicolés Schuff La llorona Hasta ayer, mi amigo Julio Bernardez era otro hombre. Tenia la mente lucida y la cara despejada, serena y sonrien- te. Ahora lo veo aqui, sentado en el living de su casa, y ape- nas lo puedo creer. Esta en piyama, hundido en su sill6n de cuero, sin mover- se, con la mirada perdida y la boca torcida en un gesto de temor. No habla, no sé si escucha, y las manos le tiemblan un poco. —Julio —le digo, tomando sus manos y tratando de en- contrar su mirada. —No hay caso, Mariano —me avisa Adela. Adela es la mujer de Julio. Fue ella quien me llamé y me pidié que viniera. Yo vivo en la ciudad. Adela y Julio se ins- talaron en el pueblo hace unos meses, porque van a tener un hijo y quieren llevar una vida mas tranquila. —Ya no sé qué hacer, Mariano —me dice Adela—. Ayer Julio fue a atender a un paciente. Lo llamaron de urgencia. Era de noche, recién terminabamos de comer. El ensillé el Monstruos argentinos | 43 caballo y se fue para alla. Tenia que ir a un rancho que esta a media hora de aqui, mas o menos. Volvié a la madrugada. Yo dormia, pero cuando se metié en la cama, el contacto de su cuerpo me desperto. Estaba frio como un hielo. Lo miré y vi que tenia los ojos muy abiertos. Miraba el techo. Le pregunté qué pasaba, pero no respondio... Y esta asi desde entonces... No duerme... Tampoco habla... Adela se puso a llorar. Traté de calmarla. Le dije que se acostara a descansar un rato. De paso, yo podria quedarme a solas con Julio para descubrir qué le pasaba. Cuando empezamos a estudiar Medicina, muchas veces nos entrenabamos asi: uno describia los sintomas y el otro intentaba acertar el nombre de la dolencia. Pero ahora Julio estaba privado de la palabra, presente y ausente a la vez. Revisé sus reflejos oculares, le tomé el pulso, pero no encontré nada anormal. Fisicamente estaba sano. Todo pa- recia indicar que haba sufrido una conmocién muy fuerte. Tal vez, algo que habia visto. “Quizds”, pensé, “pueda hacerlo reaccionar inyectando- le algun farmaco”. Pero para eso, yo tendria que volver a la ciudad a conseguirlo y tomar de nuevo el tren hasta el pueblo. Todo esto iba a llevar mucho tiempo, para el estado desesperante en que se encontraba Julio. 44 | Nicolas Schuff Me quedaba una opcién: la hipnosis. Era una técnica que Julio y yo habiamos aprendido juntos hacia afios, pero que habiamos usado muy pocas veces. Sin embargo, a esa altu- ra de las circunstancias, no perderia nada con intentarlo. Entonces, apagué una lampara para que hubiera menos luz en el ambiente, arrimé una silla y me senté frente a Ju- lio. Con tono suave y seguro, le pedi que me escuchara y se dejara guiar por mi voz hacia un suefio profundo. Le dije que imaginara que una nube blanca y tibia le envolvia el cuerpo y los pensamientos. Le pedi que aflojara los muscu- los, que sintiera los parpados pesados, las piernas ligeras, el coraz6n tranquilo. Repeti estas drdenes varias veces, siem- pre con voz clara, calma y monocorde. Finalmente, la induccién surtié efecto y Julio se relajo. Sus ojos se fueron cerrando; la expresién de su cara cam- bid. Cuando su respiracién se hizo mas profunda, supe que estaba preparado. —Julio —susurré—, ahora vas a dejar que te ayude a estar bien. Y cuando despiertes, te vas a haber olvidado de lo que pasé anoche cuando fuiste a ese rancho, vas a sentirte otra vez sano y fuerte, sin ningun problema, sin ningun temor... Julio apreté los dientes. Sus ojos empezaron a moverse bajo los parpados cerrados. Monstruos argentinos | 45 —Decime qué ves, Julio... La voz de Julio era profunda, y sali quebrada por el temor: —Esa mujer... —dijo. —Qué mujer, Julio? —La mujer que llora... —¢Por qué llora? CQuién es? —Esté muerta... Llora... Esta sola... Las manos de mi amigo se cerraron con fuerza sobre los brazos del silln. Mirando sus sienes se podia ver como se hinchaban sus venas. Dijo: —Quiere llevarme con ella... —dAdénde quiere llevarte esa mujer, Julio? En el largo silencio que hizo Julio, se podian adivinar sombras. —Quiere que la acompaiie a buscar a su hijo... —Nadie te lleva, Julio. Esa mujer se va. Es un suefo, deja que se vaya... —Esté fria... Palida... Llora. —Escuchame bien, Julio —dije con voz firme—. Ahora voy a contar desde diez hasta cero. Voy a contar muy despacio. Y cuando diga “cero”, vas a estar otra vez despierto, vas a salir de este estado... No hay mujer, no hay frio, no hay mie- do. Estas bien. 46 | Nicolas Schuff Diez... nueve... ocho... siete... seis... Cuando Ilegué a cero, Julio abrid los ojos. Me miré un instante sin reconocerme, como desde muy lejos. Después, sus ojos volvieron a cerrarse y cay6 en un suefio profundo. Fui a buscar a Adela. —Julio duerme —le expliqué—. Cuando se despierte, va a estar como nuevo. No creo que se acuerde de lo que pasé anoche, y tampoco de que yo estuve aqui. Pasamos a la cocina. Adela preparé té. —¢Y qué fue lo que pasé anoche, Mariano? —me pre- gunto. —No lo sé exactamente. Pero supongo que Julio quedé muy impresionado por la paciente que fue a ver. No sé qué tendria, pero es evidente que él nunca se habia topado con un caso asi. Le conté a Adela lo poco que Julio habia dicho: la mujer que lloraba, el frio. Adela dejé lo que estaba haciendo y me miré. —iLa llorona! —dijo. Supe que se estaba refiriendo a una leyenda de la zona. Se contaba que La llorona era una mujer que andaba de noche, gimiendo y llorando, enloqueciendo a los perros y enfermando a la gente. Monstruos argentinos | 47 —Dicen que es alta —me explica Adela—, que tiene el pelo negro, largo hasta la cintura; va vestida de blanco y se des- plaza al ras del suelo, volando... —iVolando! —exclamé. —Es que La llorona esta muerta —siguid Adela—. Pero no descansa en paz, porque maté a su pequeiio hijo y lo arrojé al rio. Por eso esta condenada a vagar y por eso llora. Dicen que a veces monta el caballo de los hombres que andan de noche. Los abraza por detras, les susurra al ofdo con su aliento helado. Dicen que puede matarlos o enfermarlos... A lo mejor, Julio, cuando volvia de ver a su paciente... —iPor favor, Adela! —la interrumpi—. iNo puedo creer que vos me vengas con una historia asi! Son supersticiones, historias que la gente inventa para explicar lo que no puede comprender. —Puede ser —dijo Adela. —Trata de averiguar qué tenia la paciente que atendid Julio. Te aseguro que vas a encontrar una explicacion per- fectamente légica. Quizds se haya contagiado algun virus o se haya impresionado mucho por alguna situacién... Ahora disculpame, pero tengo que irme, es muy tarde. Aunque era de noche y hacia frio, Adela insistié en Ilevar- me hasta la estacién. 48 | Nicolas Schuff a4 reat \) = q | Va} 1 ryt | | — , @s wv a \ rare Ds Monstruos argentinos | 49 —Volvé pronto —me dijo. —No te preocupes, que voy a tener que volver. Cuando Julio sepa que lo hipnoticé sin su consentimiento, me va a exigir explicaciones... Reimos y nos despedimos. Adela me dejé en la vieja esta- cién de pueblo. El andén estaba vacio y mal iluminado, pero vi un reloj que marcaba las once. Faltaban diez minutos pa- ra que llegara el tren. Pensé en Julio y Adela. Son una linda pareja. Yo, en cam- bio, soy un solterén. Me siento bien solo, aunque a veces, como esa noche, lamento no tener una compajiia. Lejos, en la oscuridad, se divisé la luz palida del tren que venia. Otro pasajero llegé al andén y se acercé a mi. No lo vi bien. Pensé que seria el guarda, que venia a venderme el boleto. Busqué mi billetera, pero cuando levanté de nuevo la vista, no habia nadie; solo la densa oscuridad. Senti un escalofrio. Algo se movia detras de mi. Alguien fforaba detras de mi. Mis musculos se paralizaron... De pron- to, un abrazo helado me oprimid el pecho... Quise moverme, pero no pude. Grité, pero mi grito se mezclé con la poderosa bocina del tren, y lo ultimo que of fue un largo gemido en mi ofdo, el horrible lamento de una mujer, que se transformaba en una risa siniestra... 50 | Nicolas Schuff El lobison La historia de EI lobisén o del hombre lobo se ha con- tado por siglos a fo fargo y a fo ancho def planeta. En nuestro pais, esta leyenda es una de fas mds ex- tendidas y conocidas, pero es en Ia regién de fa pam- pa htimeda donde es mas popular. La creencia en Ef fobisén ya circulaba por estas tie- rras antes de que los espanoles trajeran su versidn. Hay famosos relatos aborigenes sobre hombres que de repente se convierten en animales para cometer todo tipo de safvajadas, como destrozar gente a mor- discones, a veces a su pesar. Pero nuestro lobison, en realidad, solo llega a conver- tirse en perro. Claro que en un perro aterrador, negro, morrudo, con ojos fameantes y garras afiladisimas. Y no siempre: solo en noche de funa flena, pero de viernes; a lo sumo, de martes. No cualquiera puede ser fobisén. Primero, hay que ser varén. Y segundo, hay que tener seis hermanos mayores también varones. Se fo reconoce facilmente, porque cuando vuelve a su forma humana anda he- cho un trapo de piso, con una tremenda acidez esto- macal y un aliento capaz de voltear paredes. 52 | Nicolis Schuff El lobisén —Joaquin —dijo Albino—, épor qué no dejamos esta en- trega para mafiana a la mafiana? Pero Joaquin Argiiello no era un hombre miedoso. Tam- poco se crefa los cuentos de fantasmas o aparecidos. Como aquel que le habian contado la noche anterior, sobre un mé- dico que se cruzo con La llorona mientras esperaba el tren. Por eso, le respondié a Albino: —De ninguna manera. Joaquin se dio cuenta de que Albino le tenia miedo a El lobisén, el hombre que se convierte en lobo cuando hay lu- na llena. Las historias sobre El lobisén eran frecuentes en la zona, y tanto Joaquin como Albino, que vendian harina, pan y ga- lletas en las estancias de la zona, solfan escucharlas. Aquel dia estaban retrasados. Todavia les quedaba por visitar la casa de don Emilio Cruz. Era un viejo casco! de 1 Casa principal de un establecimiento rural. Monstruos argentinos | 53 estancia, ubicado a varios kilémetros del pueblo. Se llegaba por un camino de tierra, largo y solitario. Joaquin y Albino iban a caballo, en silencio, mientras mi- raban la puesta del sol. Las sombras, lentas, se estiraban sobre los campos sembrados. Cuando salié la luna, Albino anuncié con preocupacién: —Hay luna llena. —Mejor —dijo Joaquin—. Vamos a tener mas luz para la vuelta. —éMejor? —contesté Albino—. Vos sabés lo que dicen del hijo de don Emilio... —No —mintié Joaquin, para que Albino le contara la historia. —Nazareno —explicé Albino— es el séptimo hijo varén de don Emilio. Tiene quince afios, pero siempre anda débil, descompuesto. éSabés por qué? Porque en las noches de luna llena se convierte en lobo. Albino hizo una pausa para mirar a Joaquin, que seguia con la vista fija en el horizonte, sin hacer caso. A cierta distancia, se divisaban las luces encendidas de la estancia. Albino siguié contando: —El lobisén sale a matar. Le atilla a la luna, come basura y excrementos, y por eso anda descompuesto al otro dia. 54 | Nicolas Schuff Ademas, ataca a los hombres desprevenidos. Al amanecer se vuelve a convertir en una persona normal, y no se acuer- da de nada. Cuando Albino terminé de hablar, Joaquin dijo: —Si querés, volvé y metete en la cama. —Reite, nomads —se enojé Albino—. Te voy a acompafiar igual, nada mas que para no dejarte solo. Siguieron andando en silencio. A un costado del camino, vieron dos gallinas muertas, despedazadas a mordiscones, con las plumas manchadas de sangre. Albino le clavé la mirada a Joaquin, como diciendo: “Ahi tenés”. —Ya falta poco —afirmé Joaquin, mirando de reojo a Al- bino—. Terminamos hoy y listo. Asi no tenemos que volver manana. —Yo preferiria volver mahana —murmuré Albino, resig- nado. Estaban llegando. Ya casi era noche cerrada. Solo se ofa el paso y la respiracién de los caballos. Para llegar a la entrada de la estancia, habia que atravesar un peque- fio puente de madera. Cuando subieron al puente, Albino oyé un ruido raro. “Sera la madera”, pensd, tratando de convencerse. Monstruos argentinos | SS Siguieron avanzando por el puente, pero cuando estaban justo en la mitad, una sombra oscura y amenazante salté frente a ellos desde los matorrales. Los hombres frenaron en seco, tirando de las riendas. Los caballos relincharon y se irguieron en dos patas. Albino perdié el equilibrio y cayé al piso. —iEI lobison! —grito. Era un animal grande y negro. En la noche, brillaron sus colmillos. La bestia aullé y se abalanzo sobre Albino. El hom- bre y el bicho rodaron por la tierra. Con reflejos rapidos y certera punteria, Joaquin, que lle- vaba un arma en la cintura, a pesar de la oscuridad casi to- tal, sacé la pistola y le acerté un balazo al animal en plena cabezota. Se oyé un gemido, y la sombra se escabullé en la noche. —dEstas bien? —grité Joaquin, apeandose del caballo. Al- bino tenia apenas un rasgufio en la cara, pero estaba tem- blando en el suelo y no podia hablar. Su caballo se habia espantado y habia salido al galope por el campo. Joaquin lo alz6, lo hizo subir en ancas de su caballo y pe- garon la vuelta a todo galope. Ya en casa, mientras su mujer le limpiaba la herida, Albino le recriminé a Joaquin: —iYo te avisé! 56 | Nicolas Schuff Monstruos argentinos | 57 —Habra sido un animal cualquiera —dijo Joaquin—. Ade- mas, ahora ya esta muerto. —No —dijo Albino—. Para que se muera El lobisdn, la bala tiene que ser de plata. Y si no es de plata, tiene que estar bendecida en tres iglesias. Ademas, si alguien lo lastima pe- ro no lo mata, cada vez que se convierta en lobison va a tratar de matar al que lo ataco... —Basta por hoy —dijo Joaquin. Se despidié y volvié a su casa al paso lento de su caballo. La noche era fresca y no habia nadie en las calles. Una vez en la cama, le costé dormirse. Se despertaba a cada rato. A lo lejos se escuchaban aullidos de perros ladrandole a la lu- na. En un momento creyé ver sombras tras la ventana. Por las dudas, se levanté y aseguré los postigos. Al dia siguiente, temprano, Joaquin volvié a la casa de don Emilio con la bolsa de harina y las galletas que no habia entregado la noche anterior. Albino no quiso acompaniarlo. Al caerse del caballo, se habia golpeado un hombro y le do- lia bastante. Joaquin llegé hasta la puerta de la estancia y golped las manos para anunciarse. Don Emilio salié de la casa y le hi- zo senas de que se acercara. Era un hombre corpulento, de rostro severo y de pocas palabras. 58 | Nicolas Schuff —Buenas, don Emilio —saludé Joaquin, mientras le alcan- zaba la bolsa de harina y las galletas. —Buenas seran para usted —grufié don Emilio—. Anoche, alguno me mato a mi perro... Si lo agarro, le juro que me las paga... Espéreme un segundo, ahora le traigo la plata... Don Emilio desaparecié en la casa. Las ventanas esta- ban abiertas, pero las cortinas corridas no dejaban ver el interior. Joaquin, aliviado al comprobar que el muerto era real- mente el perro, se burlaba por dentro. “Albino y sus histo- tias”, penso. “Si don Emilio se llega a enterar de que fuimos nosotros los que le matamos al perro...” Enseguida don Emilio volvié a salir con el dinero. —Aqui tiene —dijo. —Gracias —saludé Joaquin—. Hasta la préxima. —Adiés —mascullé el hombre, y volvid a desaparecer den- tro de la casa. Joaquin monté su caballo. Pero cuando estaba por irse, sintié que lo observaban. Entonces se dio vuelta. Desde una habitacién al costado de la galeria, un muchacho lo miraba fijo, detras de la cortina apenas corrida. Era Nazareno. La piel de su cara de chico enfermizo era palida, amarillenta. Sus ojos, con profundas ojeras, estaban enrojecidos, como Monstruos argentinos | 59 inyectados en sangre. Pero lo que paralizé a Joaquin, lo que lo llené de espanto, fue descubrir que el muchacho tenia la cabeza vendada, como si hubiera recibido un golpe... 0 tal vez un balazo... 60 | Nicolés Schuff Ultimo viaje de Celia en tren Una leyenda urbana no es mucho mds que eso: una leyenda que circula por medios de transmisién muy actuales como, por ejemplo, el correo electrénico. Las ciudades y sus adefantos técnicos constituyen una red ideal para que estos relatos se propaguen; por eso ef nombre de feyenda urbana. Una leyenda ur- bana es, por sobre todas las cosas, creible, verosimil, porque todos sus elementos nos son conocidos y fa- miliares. Por eso nos resuftan tan aterradoras. Supongamos que alguien recibe un correo electrénico que cuenta las peripecias espantosas que debié atra- vesar una persona y, por distintas razones, Io cree, porque ef que se fo mando es un amigo. A ese ami- go también se lo habia mandado un amigo... que a la vez lo habia recibido de un amigo... y asi, incontable cantidad de veces, hasta remontarnos al primero que eché a rodar ese texto como una bola de bowling... Cuando recibimos un correo electrénico con una his- toria desgarradora que acarrea —ademds— una es- pecie de moraleja, en el que se nos pide que lo reenviemos, que no dejemos pasar la oportunidad de ayudar a un semejante, ante fa duda... ayudamos a alimentar Ia leyenda. 62 Nicolés Schuff Ultimo viaje de Celia en tren EI viernes por la tarde, a las seis y media en punto, como todos los dias, Nicolas Fink salié de la fabrica de pantuflas donde trabajaba. Nicolas era escritor, pero, como tantos es- critores, se ganaba la vida con otro trabajo. Aquella tarde corria un viento tibio y el cielo, despejado, empezaba a tefirse de matices rosados y violaceos. En ge- neral, en tardes asi, a Nicolas no le daban ganas de volver directamente a su casa. A veces, bajaba caminando por la avenida Belgrano hasta la Costanera Sur, y se sentaba en un banco a mirar el rio. Asi, de a poco, su cabeza se alejaba de las pantuflas y se iba acercando a la literatura. Otras veces, se metia en un cine cualquiera, o en un bar donde pasaran tango y sirvieran buen café. Ese viernes, sin embargo, prefirié volver a casa. Se sentia vagamente triste, y también un poco ansioso. Era un tipo soli- tario, que disfrutaba de su soledad, pero en ocasiones —cada vez mas seguido, y sobre todo cuando llegaba el fin de sema- na—, sentia deseos de conocer a una mujer y enamorarse. Monstruos argentinos | 63 Eso pensaba aquella tarde, mientras iba camino a la es- tacién de tren. Caminaba mirando las caras de las mujeres que pasaban, las parejas que se abrazaban en las esquinas, contentos de reencontrarse para volver juntos a casa y con- tarse lo que habjan hecho ese dia. La estacién Constitucién, como todos los viernes a esa hora, estaba repleta. Nicolas no tenia apuro ni intencién de correr. Lo esperaba un viaje largo, porque vivia en La Plata. Sacé el boleto y caminé tranquilo hasta el andén. Su tren salfa en quince minutos, pero ya estaba Ileno. Subié en el primer vagén y atraves6 los vagones, cruzandose con ven- dedores de medias, de café, de pilas, de lapiceras fluorescentes. Los asientos estaban todos ocupados. Nicolas compro el dia- rio de la tarde y se sento en un estribo. Cuando el tren se puso en marcha, Nicolas se felicité a si mismo por haber elegido ese lu- gar. Quizas era un poco peligroso —él creia que no mucho-, pe- To esa misma sensacidn de ligero peligro lo hizo sentirse mejor, un poco osado, mas joven. El viento, suave, le acaricié la cara. Nicolds cerré los ojos € inspiré profundo. El tren se alejaba de la estacidn. Al fin y al cabo, esta era su vida y no estaba nada mal. Permanecié un rato asi, y después abrié el diario para hojear las noticias de la tarde. Pero oyé una voz de mujer que le hablaba a sus espaldas y se dio vuelta. 64 | Nicolas Schuff —Perdén —dijo ella, con un cigarrillo apagado entre los dedos—. Por casualidad, étenés fuego? Nicolas no fumaba, pero tenia un encendedor de plata que habia sido de su padre, y lo llevaba siempre consigo. Le encendié el cigarrillo a la mujer. —Gracias —dijo ella, sonriendo—. iQué lindo encendedor! Nicolas pensé: “iQué linda sonrisa!”. Pero contesté: —Si, éno? Aunque yo no fumo. Era de mi padre. La mujer parecié sorprendida. —Se ve que sos cuidadoso —dijo—. A mi, los encendedo- res me duran una semana, con suerte. —iPorque vos fumas! —rio Nicolas, y la mujer también rio. —éPuedo sentarme? —pregunté ella—. Me llamo Celia. —Yo, Nicolas —dijo Nicolas, haciéndole un lugar. Celia tenia el pelo castafio oscuro, ondulado y muy largo, recogido en la parte alta de la cabeza. Sus ojos eran hi- medos, dorados, suavemente rasgados. Nicolas se enamord casi al instante. Charlaron. Ella le conté que era médica. —Pero creo que nunca voy a ejercer —le dijo. —éPor qué? —pregunté Nicolds—. éNo te gusta? —Si, me gustaba mucho —respondié Celia, y se quedé en silencio, seria, mirando el cielo. Ya estaba oscureciendo. Monstruos argentinos | 65 A medida que se alejaban del centro, los edificios se hacian mas bajos, y los barrios mas abiertos. Nicolas noté que Celia se ponia triste. Le intrigaba el por- qué, pero no quiso preguntar. En cambio, dijo: —Yo soy escritor. —iNo me digas! —parecié volver a animarse Celia—. ¢Y qué escribis? —Ahora estoy escribiendo historias de miedo para chicos. —éEn serio? —Si. Estoy terminando una que habla de una bruja... Es la ultima de siete hermanas mujeres. En las noches de luna llena, su cabeza se desprende del cuerpo y sale a cazar chi- cos, para comérselos... —iQué chucho! éVos creés en los fantasmas? —dijo Celia, riéndose. Pero enseguida su expresién cambié. El tren habia ganado mucha velocidad y ya era de noche. —éQué pasa? —pregunto Nicolas. —Nada —dijo Celia, poniéndose de pie y metiéndose un poco en el vagén—. Es muy peligroso viajar ahi, en el estri- bo. El tren va muy rapido. Por favor, veni. —Pero no, no pasa nada —contesté Nicolas—. Si te aga- rras bien, asi como estoy yo, no te puede pasar nada. 66 | Nicolas Schuff —No, no —repitié Celia. Estaba realmente asustada, casi palida—. Ademés, en la préxima estacién ya me bajo. Nicolas empezé a desesperarse. Queria seguir con ella. O, al menos, saber que volveria a verla cuanto antes. Pero nun- ca le habia pedido el teléfono a alguien en esa situacion, en un tren... Recordé lo que habia estado pensando hacia un rato nomas, acerca de encontrar a una persona, un amor... “Mientras dudas, el tren sigue avanzando”, pensé. Entonces se paré, tomé coraje y dijo: —Bueno... Yo... No querés dejarme tu teléfono... asi te llamo... nos vemos...? Ella lo miré en silencio, con una sonrisa muy dulce y tam- bién un poco triste. Nicolas estaba fascinado. —No tengo teléfono —dijo. El tren ya se estaba deteniendo. Nicolas quiso insistir, pero no le salieron las palabras. Ella le dio un beso. —No te preocupes —dijo Celia—. Seguro que nos vamos a volver a encontrar aca. Y se baj6. Nicolas pensé: “Me bajo o no me bajo, me bajo 0 no me bajo, me bajo o no me bajo”. Pero el tren volvié a arrancar con un sacudén. Y Nicolas seguia arriba. Se asomé y vio a Celia alejarse por el andén. 68 | Nicolas Schuff Durante el resto del viaje, Nicolas estuvo mirando la lu- na, que aparecié en el cielo redonda y enorme, primero de un color casi amarillo, y luego plateado. Cuando llega La Plata, aun pensaba en Celia. De camino a su casa, compro fruta y verdura, pan y vino. Cuando lle- g0, su gato Harry lo saludé con un maullido desde el sillén. Nicolas le devolvid el saludo, se quité los zapatos, se sirvié una copa de vino y se sentd a leer el diario de la tarde, que no habia podido mirar en el tren. En la segunda pagina, leyé una noticia muy breve que le puso la piel de gallina. Esa noche no durmié, y tampoco la siguiente. Y algunos (que nunca supieron lo que pas6) dicen que desde ese momento, Nicolas ya no es el mismo. La noticia que Nicolas Fink leyo esa noche decia: Tragico accidente En la tarde de ayer, Celia Flores, de edad, fallecié al caer de un tren en i ecto Constitucién - La Plata, stribo del tren. Una tragica médica, de 27 afios movimiento. La joven, que realizaba el tray! viajaba, al parecer, en eles imprudencia que le costé la vida. Monstruos argentinos | 69 El chupacabras Es el enigmatico ser chupador que siembra el pdnico en nuestras poblaciones rurales atacando af ganado, que aparece mutilado, sin rastros de haberse desan- grado. Cortes precisos, certeros, desprecio por algu- nas partes de fos animales y preferencia indiscutida por otras. A El chupacabras le sientan bien las visce- ras y los tejidos blandos. Sus apariciones son relativamente recientes (las pri- meras de las que se tiene noticia son de apenas un par de décadas atrds), y algunos fo califican de pa- riente tropical def Hombre de las Nieves. En Puerto Rico, en el desierto mexicano, en Chile y en el norte y centro de nuestro pais, Ef chupacabras ha causado estragos en las majadas. Dicen que tiene apariencia humanoide y algunos testimonios le agregan putas en Ia cabeza. Los re- sultados de su extrafia actividad se muestran ante nuestros ojos, pero no asi fa explicacion de fos suce- sos. Los testigos oculares hablan de extraterrestres... Lo cierto es que cuando aparece, comienzan a multi- plicarse los casos, las discusiones entre los cientificos, las noticias y las desmentidas. 72 || Nicolas Schuff El chupacabras Era de noche. Damian y su padre miraban televisién en el living, sentados en un silln. La madre de Damian prepa- raba la cena. EI noticiero (y todos los habitantes de la zona) hablaba de las extrafas muertes de animales en la regién. Primero fueron dos vacas, y luego un caballo. Aparecian tirados en el pasto, sin ojos, sin orejas, sin lengua. También les faltaban muchos 6rganos internos. —Es increible —dijo el padre de Damian—. Nunca se vio algo asi. EI periodista del noticiero explicé: —Todos los cortes se hicieron con gran precisién, como con un bisturi. Por las caracteristicas que presentan los ca- daveres, se descarta que el agresor haya sido una persona. Podria tratarse de alguna especie animal desconocida. O tal vez... Ahi el periodista hizo un silencio y miré fijamente a la camara. Monstruos argentinos | 73 —Tal vez se trate de otra cosa...—agrego. —iDe nuevo con ese cuento! —se enojé el padre de Damian. Damian ya sabia qué era esa “otra cosa”. En el colegio se hablaba de eso todo el tiempo. Lo Ilamaban “El chupa- cabras”. Dos o tres personas aseguraban haberlo visto. Lo describian como una criatura con algo de murciélago y se- mejante a las imagenes de extraterrestres difundidas por el cine. Un ser de aproximadamente un metro de altura, con la piel manchada, parecida a la de una rana, pero con puias en la cabeza y en la espalda. Con ojos de color rojo y de gran tamano. Un ser silencioso que se mueve rapido como una sombra. A continuaci6n, en el noticiero aparecieron tres mujeres. Decian que habian visto a El chupacabras de noche, en la ruta, mientras esperaban el émnibus. Después hablé el conductor del émnibus: —Yo estaba parado en el paso a nivel, esperando que pasara el tren. Arranco y veo algo que pasa por delan- te. Entonces freno. Como habia poca luz, me parecié un perro que cruzaba la calle, pero después miré bien, y le juro que era un bicho que nunca habia visto en mi vida... horrible... 74 | Nicolas Schuff aw tra-= Monstruos argentinos | 75 El padre de Damian se paré y apago el televisor. —iNo! —protesté Damian, entusiasmado con el relato del chofer. —Son puros inventos, hijo —dijo su padre—. No hay que perder el tiempo escuchando esas pavadas. La mama de Damian llegé con la comida y se sentaron a la mesa. —¢Y quién matd a los animales, entonces? —preguntd Damian. —Seguramente habra una explicacién cientifica —dijo su madre, sirviendo los platos. —Quizds sea un tipo de animal predador poco conocido —sugirié su padre. Pero a Damian no lo conformaron esas afirmaciones. En el colegio, al dia siguiente, todos discutian el caso. La maes- tra tardé media hora en lograr que los chicos hicieran silen- cio. Después empezo a pasar lista. —Alvarez. —Presente —dijo Alvarez. —Bonano —dijo la maestra. Nadie contesté. Facundo Bonano, el mejor amigo de Da- mian, no estaba. “iQué raro!”, pensé Damian. 76 | Nicolés Schuff Cuando la maestra iba a seguir con la lista, se oyé un rui- do que venia de afuera. Todos miraron hacia la ventana que daba a la calle, Ahi estaba, en pleno dia: una cabeza negra, con puias y con grandes ojos rojos, como los de una mosca, asomada mirando al aula. A la maestra se le cay6 el registro de las manos. Algunos chicos gritaron y otros se quedaron mudos de terror. La cosa los miraba fijo tras la ventana. Después hizo unos movimientos raros. “Esos ojos...”, pensd Damian, “parecen de papel glasé”. Entonces, la horripilante criatura se agarré la cabeza con las manos... y se la sacé. iEra un disfraz! Abajo estaba Facundo Bonano, que reia a carcajadas. —iiBonano!! —grité la maestra—. iiEntre inmediatamente!! Estaba furiosa. Le dijo a Facundo que aquellas no eran cosas para andar bromeando. Le dio tarea extra para la casa y no lo dejé salir a ningun recreo. Ala salida, Damian invité a Facundo a tomar la merienda en su casa. —Paso por mi casa y después voy —dijo Facundo. —iTraé el disfraz! —pidié Damian, pensando cuanto iban a divertirse. Se despidieron en una esquina. Empezaba a soplar un viento frio y himedo desde el sur, levantando polvo. Se Monstruos argentinos | 77 acercaba una tormenta. Nubes negras, cargadas de agua, se amontonaban oscureciendo el cielo. Damian apuré el paso. Sus padres no estaban en casa. Al llegar, dejé las cosas, se sirvid jugo, prepardé tostadas y se sent6 a mirar la tele. Pero el programa duré poco: el viento soplaba con tanta furia que tird la antena del techo. El dia se habia puesto muy oscuro, casi negro. A lo le- jos se divisaban impresionantes rayos. Vibraban un instan- te entre el cielo y la tierra, iluminando la penumbra con su descarga eléctrica. Y después Ilegaba el sonido del trueno: un temible bramido que repercutia en los vidrios y las pare- des de la casa. “Facundo no va a venir”, pensé Damian desilusionado. “Y encima no hay tele”. Las primeras gotas de lluvia golpearon contra la ventana. No quedaba nadie en la calle. En eso soné el teléfono. Era el padre de Damian. —Cerra bien ventanas y baja las persianas —dijo—. Se vie- ne una tormenta terrible. Nosotros vamos a tratar de llegar en un ratito. Damian colgé e hizo lo que su padre le habia pedido. La lluvia se desaté de golpe, con violencia. El viento pare- cia querer arrancar los arboles. Desde la ventana del living, 78 | Nicolés Schuff Damian vio de pronto, en la esquina desierta, algo que lo sorprendié. Era una figura baja, un animal raro de piel negra y manchada, con puis. Sus ojos eran rojos y grandes. —iFacundo! —grité Damian. Le hizo sefias con la mano, para saludarlo. La cosa lo mir6. “Pero es imposible que se haya animado a salir con este tiempo”, pensd Damian. En la calle, azotada por el chapa- rrén, todo volaba en remolinos: hojas, bolsas y papeles... Damian levant6 el tubo del teléfono y marcé un numero. Del otro lado atendié una voz conocida. Era Facundo. —Hola —dijo Facundo. Pero Damian no contestd. Seguia mirando a la criatura, parada ahi, en medio de la tormenta, sin que le importara la Iluvia, ni el viento, ni los rayos, ni nada. —dHola? —volvid a decir Facundo, al otro lado del telé- fono. Damian colgé. El chupacabras, de golpe, dio un salto y subié a un arbol, y luego pasé a otro, como si volara. Y des- pués desaparecié de la vista, justo cuando el auto de los padres de Damian doblaba la calle. Al entrar en la casa, encontraron a Damian junto a la ventana, palido y mudo. Creyeron que tenia fiebre y lo man- daron a la cama. Monstruos argentinos | 79 Desde ese dia ya pasé un mes. Pero Damian no quiere salir de la casa. Si abren la ventana de su cuarto, se pone a gritar como loco. No da explicaciones, y casi no habla, pero los médicos dicen que esta sano. Que cualquier dia de estos se le pasara. 80 | Nicolés Schuff Actividades ACTIVIDADES PARA COMPRENDER LA LECTURA Estas actividades los ayudaran a comprender las historias que le- yeron. LA BRWA 1. Respondan. + dCual es el nombre de la chica nueva y qué se decia de ella? + dEn qué hecho real se basaban? ¢Por qué? + éDe qué otro hecho la crefan culpable? 2. Discutan y anoten las conclusiones. + Qué fue lo que ocurrié en el cuarto de la sefiorita Diega? EL AVA-POSU 3. Describan. Hagan una descripcién detallada del Ava-Post. 4. Identifiquen. En el relato, el abuelo dice “hay cambios [...] que es como si dividie- ran la historia en antes y después”. + Digan qué cambio se produce en el relato y qué consecuencias tiene. ESTA CASA ES UN SUENO 5. Describan. Hagan una breve descripcién de lo que “escucha” Inés cuando dice que escucha el silencio. 82 | Actividades 6. Comparen. El relato comienza y termina con situaciones practica- mente idénticas. + Cual es la diferencia en cada caso? + dPor qué les parece que el autor le puso ese nombre al relato? LA LLORONA 7. Expliquen. Encuentren la relacién que existe entre la visita de Julio al rancho y el parrafo final del relato. 8. Identifiquen. Subrayen con un color la descripcién que Adela hace de La llorona y con otro, la descripcién de lo que le ocurre a Mariano en el andén. + éCudles son las coincidencias? EL LOBISON 9. Comparen. En cual de los relatos se hace mencién de la “versién femenina” de uno de los requisitos para convertirse en lobisén? 10. Discutan y anoten las conclusiones. ¢Qué le pasaba a Nazareno cuando miraba a Joaquin tras la venta- na? Por qué Joaquin experimento una sensacién de espanto? ULTIMO VIAJE DE CEUA EN TREN 11. Respondan. + dDesde dénde y hacia donde se dirigia Nicolas Fink? + Cual es la profesién de Nicolas y cual es la de Celia? + dPor qué Celia dice que su profesién le “gustaba”? Monstruos argentinos | 83 EL CHUPACABRAS 12. Discutan y anoten sus conclusiones. éPor qué Facundo Bonano no le contesté el saludo a Damian? 13. Describan. Entre todos, completen una descripcién del chupacabras. 14. Identifiquen. En dos de los relatos, se hace mencién de una de las fases de la Luna. + Cual es esa fase? « dCudles son los momentos del dia en que el autor prefiere ubi- car sus relatos? 15. Discutan y anoten sus conclusiones. Conversen en la clase acerca del motivo que Ilevé al autor a elegir esos momentos. 16. Respondan. En los relatos que leyeron, hay un medio de transporte y una pro- fesién que se repiten. + Cual es el transporte y cual es la profesin? éCuales son esos relatos? 17. Comparen. Encuentren los parrafos en que aparece el medio de transporte mencionado. éTiene la misma importancia en los dos relatos? 18. Agrupen. Algunos de los relatos de este libro tienen personajes que cau- san espanto. Entre ellos, unos se identifican con formas animales 84 | Actividades —conocidas o desconocidas— y otros con fantasmas o seres de po- deres sobrenaturales. + CuAl es el grupo que tiene mas “representantes” en estos relatos? 19. Completen. Estos son fragmentos de tres relatos. Identifiquenlos y completen con el nombre que corresponda. Monstruos ergentinos | 85 "| ACTIVIDADES DE PRODUCCION DE ESCRITURA Estas son algunas propuestas para escribir a partir de las historias que leyeron. LA BRUJA 1, Escriban una formula magica. Transférmense en autores del libro “Guia Practica de Hechizos, Em- brujos y Magia”. Escriban los ingredientes del hechizo que sirve para hacer aparecer a: *un superhéroe; «un “idolo” de la TV; +un novio para la senorita Diega. Cada hechizo debe contener un ingrediente relacionado con el per- sonaje que se quiere hacer aparecer. (Por ejemplo: “mezclar flecos de la capa de Batman”.) No olviden terminar con las palabras clave, del tipo de “abracadabra”. EL AVA-POSU 2. Escriban una carta. Imaginen que el Ava-Posti se enamora del fantasma que va a bus- carlo y quiere renunciar a su puesto de “Comedor oficial de seres humanos”. Escriban una carta con la renuncia. ESTA CASA ES UN SUENO 3. Escriban un didlogo. Qué habria pasado si en vez de emerger del lago El Nahuelito, hu- biera emergido el Ava-Posti, porque se equivocé de ruta? 86 | Actividades Escriban las preguntas que le harian Inés y Carlos y las respuestas que daria. LA LLORONA 4. Escriban un didlogo. Imaginen que Julio es el que tiene que hipnotizar a Mariano para que le confiese algo, por ejemplo, cémo hizo en realidad para apro- bar una materia (pdnganle el nombre de la que a ustedes mas les cuesta). + Completen con la contestacién de Mariano. Mariano: —Ahora vas a dejar que te Y cuando despiertes, me vas a haber confesado cémo EL LOBISON 5. Escriban una caracterizacién diferente. Imaginen que Joaquin y Albino tienen otra actividad y se encuen- tran con El lobisén en una situacién relacionada con lo que hacen. Uttimo VIAJE DE CELIA EN TREN 6. Escriban una tarjeta de presentacién. Imaginen que cuando Nicolas conoce a Celia, ella le da su tarjeta donde dice que es FANTASMA. No olviden incluir todos los datos para localizarla. Monstruos argentinos | 87 || ACTIVIDADES DE RELACION CON OTRAS DISCIPLINAS CIENCIAS SOCIALES 1. Agrupen. Lean el indice del libro y marquen con una R los titulos de los re- latos que suceden en un ambiente rural. Marquen con una U si suceden en un ambiente urbano. Marquen con una cruz los que no sepan dénde suceden. 2. Escriban. En un mapa de la Argentina, escriban sobre la Mesopo- tamia el nombre del relato que transcurre alli. + Ubiquen la ciudad de La Plata. + Ubiquen el Lago Nahuel Huapi. Investiguen el significado de su nombre. 3. Averigiien. Busquen informacion sobre los grupos aborigenes de Misiones, Rio Negro y Neuquén. Averigiien qué lengua aborigen se usa actualmente en las provincias de Corrientes y Misiones. 4, Investiguen. n qué ramal de ferrocarril recorre el trayecto La Plata - Constitucién y por qué se llama con ese nombre. 5. Consulten. Busquen en enciclopedias, libros, etcétera, cudles son las especies vegetales y animales caracteristicas de la selva misionera. 6. Relacionen. Mencionen mitos de otras culturas. Por ejemplo, griegos, egipcios, hindues, de los aborigenes americanos. 88 | Actividades 7. Discutan. En “La bruja”, las chicas sospechan por igual de la maestra y de una companera, porque son “nuevas”. Conversen sobre las posibles causas que hacen que se desconfie de los nuevos integrantes de un grupo. + Qué se puede hacer para evitarlo? EDUCACION PLASTICA 8. Ilustren. Hagan un dibujo del relato que mas les haya gustado, de los que se desarrollan en ambiente rural. Pueden pintarlo con témperas o acuarelas. 9. Hagan una historieta. Elijan el personaje principal de uno de los relatos como protago- nista de una historieta. Incluyan un personaje de otro relato como “actor invitado”. Musica 10. Escuchen. Pidanle al docente que les ayude a elegir algunas canciones con ritmos tipicos del Litoral. Si alguien puede encontrar "Kilometro Once" de Transito Cocomarola (hay muchas versiones grabadas), prueben com- poner unos versos con esa musica. Por ejemplo: Estaba ef Avd-Posu... MATEMATICA 11. Calculen. Hagan una lista de los personajes masculinos y de los personajes femeninos de todos los relatos. Digan qué promedio de personajes masculinos y de personajes femeninos hay en el libro. Monstruos argentinos | 89 NICOLAS SCHUFF Cada cultura tiene su propia mitologia: héroes, monstruos y divinidades que ejecutan acciones ~ fantasticas, En cada pueblo circulan tradiciones que tienen extrafios seres como protagonistas, a mitad de camino entre el mito y la realidad, tan efectivos y tan vividos, que siguen animando los relatos de generaciones y generaciones. Muchos de esos relatos de nuestro pais han sido recogidos en este libro. @ Estrada

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