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EL MUNDO / AÑO XVI, NÚMERO 437CRÓNICA DOMINGO 15 DE AGOSTO DE 2010

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MIA SØREIDE

“Era el cuerpo de una mujer joven y fuerte, alta y delgada. Vestía ropajes de vistosos colores
y botones casta ños que parecían moros. Una mujer increíblemente hermosa, con ese pe lo
rubio y largo hasta los hombros. Tanto, que más que muerta, parecía que estuviera
durmiendo...».

Quizá fueron estas palabras, pronunciadas por Lorenzo el albañil, las que sembraron en
mi inte rior la semilla de la que terminaría germinando mi libro sobre la princesa Kristina,
la bella hija noruega del rey Hakon IV que, a sus 23 años, viajó hasta España para ser
infanta. Este buen vecino de Covarrubias (Burgos) había sido, sin saberlo él, el primer
hombre en contemplar a la belleza durmiente vikinga, después de siete siglos. Corría el año
1952, y el párroco al frente de la burgalesa Colegiata de Covarrubias andaba de reformas.
Casi en secreto, pidió a Lorenzo, albañil de su confianza, que levantara la lápida de aquel
pesado sepulcro. Así sería más fácil desplazar el pétreo ataúd. Y entonces apareció ella,
momificada y hermosa, como si de una nueva versión del cuento de los hermanos Grimm
se tratara.

Corría el año 1972 cuando supe que se había encontrado, en la Colegiata de Covarrubias,
el cuerpo de una princesa noruega del siglo XIII. Recordé que, cuando era pequeña, había
oído contar una historia fascinante: el viaje, en 1257, de la princesa Kristina a España, para
contraer matrimonio con uno de los hermanos del rey Alfonso X el Sabio. Allí viajé desde
Alfaz del Pi, en la costa alicantina, y me encontré con Lorenzo, el albañil. Supe que él
mismo había abierto el sarcófago de Kristina en 1952 y me contó cómo llegó a tener a la
princesa en sus brazos. Hablaba —«¡Era muy hermosa! ¡Parecía que estaba dormida!»—
como si aún estuviera hechizado. Tras escuchar su relato, decidí ser el príncipe que
despertara a Kristina no con un beso, sino con un libro. Era un viaje muy atrás en el tiempo,
pero me embarqué en él.

A menudo se dice que la realidad supera la ficción, algo que se aplica con toda certeza
a esta princesa. En las clases de historia del colegio en Noruega escuchábamos hablar de
la hija del rey Håkon Håkonsson, Kristina, que viajó a la península Ibérica en 1257, para
casarse con un príncipe español. La historia nos parecía tan romántica... ¿A qué se debe la
viejísima y continuada atracción de los noruegos por España? Antiguamente, era un país
con el que la mayoría sólo podía soñar, y sobre el que los marineros cantaban canciones
nostálgicas. El moderno flujo de noruegos hacia España comenzó a finales de los años 60,
y sigue aumentando. Yo misma vine por turismo con la intención de quedarme un verano,
pero el país me hechizó de tal modo que jamás regresé a mi hogar en el norte.

Un amor radicalmente diferente guió el camino de la princesa Kristina. Reconstruir su


periplo desde la corte nórdica de Thule a Castilla para ser desposada fue la parte más difícil
del libro. Sin embargo, cuando me sumergí en la historia de aquel periodo, todo encajaba a
la perfección.

RUMBO A ESPAÑA.La princesa

Kristina nació en 1234. Era hija del monarca más poderoso de la historia de Noruega, el rey
Håkon Håkonsson. Cuando se rumoreó en la corte de Castilla que la hija del rey de Noruega
era casadera y muy hermosa, el rey Alfonso X tuvo la idea de enviar una embajada al país
nórdico a fin de solicitar su mano para uno de sus hermanos. Pensaba que el monarca norteño
podría ser un buen aliado, otro apoyo político a la hora de ser consagrado Emperador del
Sacro Imperio Romano- Germánico.

El séquito español llegó a Noruega en el otoño de 1256 y, en nombre de El Sabio, se


transmitió la petición de mano. Se estipuló que la princesa aceptaría, a condición de que
ella misma pudiera elegir con cuál de los hermanos del rey se casaría. A finales del verano
de 1257, Kristina partió hacia España, en un viaje que duró más de cinco meses. Cuando la
princesa y su séquito se aproximaban a Valladolid, el rey Alfonso y la reina Violante
salieron a recibirlos. En la ciudad bañada por el Pisuerga, la princesa Kristina escogió al
infante Don Felipe, hermano del rey Alfonso. Según laSaga de Håkon

Håkonsson, de Sturla Thordarson:

«(...) de Felipe, el rey Alfonso dijo que había sido elegido para arzobispo de Sevilla, pero
que su naturaleza no era para ser clérigo. Le gustaba cazar con halcones y perros; dijo que
era el mejor para luchar contra osos y jabalíes, que estaba siempre de buen humor y era
muy cortés. Dijo también que era el más fuerte de todos los hermanos y un noble
caballero».

La boda tuvo lugar el 31 de marzo de 1258 en la iglesia de Santa María la Mayor. El


príncipe Felipe solicitó a su prometida que pidiera un regalo nupcial, y ella le hizo saber
que lo que más deseaba era que se construyera una iglesia en honor de su ancestro el santo
rey Olav, quien la había protegido en su viaje a Castilla. El príncipe le prometió que su
deseo sería cumplido. Tras la boda, la pareja se trasladó a vivir al palacio de Vibarragel, en
Sevilla. Después, cua quier referencia a la princesa desaparece de los libros. No
encontramos rastro de Kristina en la Historia hasta que, siete siglos después, reaparece nada
menos que en Covarrubias.

Don Rufino Vargas, el párroco de la Colegiata, sabía por documentos medievales que la
iglesia escondía la tumba de una princesa noruega, pero por más que había buscado no daba
con ella. Había tirado la toalla cuando, en 1952, durante unas obras que estaban teniendo
lugar en la iglesia, se dio de bruces con su cuerpo momificado. Al abrir Lorenzo y José, los
albañiles, un sepulcro en piedra bien labrada que creían vacío, encontraron el cuerpo de una
hermosa mujer. Ambos dejaron caer sus cinceles y martillos y salieron corriendo con las
caras blancas de polvo, llamando a gritos al cura. Don Rufino, al recibir la noticia, supo de
qué se trataba: «¡Eureka, la he encontrado!».

MUERTE MISTERIOSA.
Los vestidos, la estatura (1,72 cm), la caballera rubia... Todo indicaba que era la princesa
noruega que, según los documentos medievales, estaba enterrada en la Colegiata de
Covarrubias, de donde fue abad su marido, el infante Don Felipe. Sin embargo, me resultaba
muy difícil creer que la princesa Kristina, la fuerte vikinga, hubiera muerto a los cuatro años
de casarse a causa de una enfermedad. O que falleció «de nostalgia por los fiordos noruegos».
O de soledad porque el príncipe Felipe siempre estaba guerreando o de caza. ¡No! La teoría
no se sostiene. Kristina provenía de un linaje fuerte, y cinco meses atravesando Europa a
caballo fortaleció su salud. Por eso, fue una suerte cuando contacté con la conocida escritora
noruega Sissel Lange-Nielsen que, junto con Anna-Elisabeth Westerlund, había escrito un
libro titulado “Un mundo asombroso”.

Anna-Elisabeth no necesita presentación en Noruega, pues todos allí saben quién era esta
clarividente. En Un mundo asombroso se cuentan las increíbles experiencias de
Westerlund, y su trabajo a lo largo de muchos años con la policía noruega y sueca,
aclarando casos difíciles de personas desaparecidas y asesinatos sin resolver. Cuando, en
1972, Don Rufino Vargas fue invitado a Tønsberg, la ciudad donde se crió la princesa
Kristina, regaló al alcalde una cajita que contenía algunos trozos del vestido de seda que
llevaba cuando fue encontrada en marzo de 1952. Los trozos de tela fueron tocados por la
vidente Anna-Elisabeth Westerlund durante una visita a Tønsberg. Ella no sabía en
absoluto a quién pertenecía.

Teniendo los trozos de vestido en sus manos, entró en trance y di jo: «Veo un entorno
bonito de pal meras y un gran río. Hay hermosos caballos». Pero, a continuación, su
semblante cambió: «Siento algo horrible. Algo terrible ha ocurrido. La tela tiene relación con
alguien que ha sido envenenado. Siento miedo y angustia. Una mujer del pasado está
relacionada con esto, es de la nobleza. ¡Veo un asesinato!».

En Barcelona y Valladolid, la princesa fue recibida por los reyes y la nobleza montados
en hermosísimos caballos. Las palmeras y un gran río podrían describir la ciudad de
Sevilla. Se decía que Kristina fue envenenada. ¿Había motivo para temer que alguien en
Sevilla deseara quitarle la vida? Enseguida me adentré con más detalle en la biografía de
Alfonso X el Sabio. Y debo decir que se me pusieron los pelos de punta cuando conocí la
historia de su mujer, la malvada reina Violante.

En el Libro de Armas escrito por el infante don Juan Manuel, sobrino de Alfonso X, se
relata lo que oyó de su padre, el infante don Manuel: «He oído decir a mi padre que le
contó doña Saurina de Bedes, una muy honrada y buena dueña que crió a la infanta doña
Constanza, que doña Violante, reina de Castilla, siendo doncellas en casa de su madre,
deseaba muy gran mal a su hermana por la gran envidia que había de ella. Pues según dicen
en su tiempo no había mujer más fermosa que doña Constanza. Los temores de la infanta
doña Constanza, se cumplieron y lo que tanto temía ocurrió, su muerte se produjo, a
consecuencia de recibir un cestillo de cerezas envenenadas que le había remitido su
hermana, la reina doña Violante».

Esta idea de que fue la reina doña Violante la envenenadora de su hermana, la vemos
reiterada de nuevo por don Juan Manuel en las confidencias que recibe de su primo, el rey
castellano Sancho IV, en su lecho de muerte. Este le confiesa que no puede darle su
bendición, como era su deseo, por no haberla recibido él mismo de sus padres por su mal
comportamiento, y añade que su madre, doña Violante, tampoco la recibió de su progenitor,
Jaime I, porque la suponía causante de la muerte de su hermana. Si la reina Violante fue
capaz de matar por celos a doña Constanza, ¿no pudo haber matado también a su cuñada, la
hermosa y joven princesa Kristina, casada con el apuesto infante don Felipe? Kristina
también recibió un regalo... ¿se trataba quizá de otra de esas fatales cestas con cerezas
envenenadas?

En la primavera de 2011, en el paraje de gran belleza denominado el Valle de los Lobos,


en Covarrubias, se inaugurará una ermita en honor de San Olav. Así se cumple la promesa
hecha por un infante de Castilla, don Felipe, a una joven noruega. Y la princesa Kristina ya
puede descansar en paz.

Sit tibi terra levis.

Mia Søreide, escritora noruega afincada en Alicante, es la autora de Kristina, princesa


noruega, cuya edición española será publicado por ediciones Facta el próximo octubre

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