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El género mexicano por excelencia, no sólo no ha muerto, sino que ha sido uno de los
grandes beneficiados durante la pandemia. Recluidos millones de habitantes en sus
casas, muchos de ellos recientemente desempleados o con familiares enfermos, y la
mayoría con acceso a la televisión abierta y sin cuenta en Netflix, se han refugiado en
una de las pocas vías de escape más efectivas para fundirse el cerebro y no mirar por
la ventana y ver cómo el mundo se les cae.
¿Cuáles son los ingredientes que no fallan en el melodrama mexicano? Lo explica una
de las productoras más emblemáticas del género en el país con más de 40 años de
trayectoria, Carla Estrada: “El abc de la telenovela es que los buenos ganan, aunque
sea en el último capítulo, porque durante casi toda la trama van ganando los malos; te
queda muy claro lo que no se debe hacer, que la familia es la base y que el amor va a
triunfar sobre todas las cosas”, señala Estrada.
La productora se convirtió en los años noventa en una de las exponentes del género en
un mundo machista, en que eran
los hombres (productores o
directores) los que contaban
historias dirigidas a mujeres. Ella
habla por teléfono con nosotros
recordando sus inicios, cómo ella,
siendo muy joven y todavía
universitaria, introdujo papeles en
los que la mujer no era tonta ni se
enamora de un tonto. “Pensaba:
yo soy mujer y no me enamoraría
de un tonto en la vida. E
intentamos sacarla más proactiva,
más trabajadora. No tanto la
trabajadora doméstica que se
enamora del patrón, sino tramas más complejas”, recuerda.
“Mientras que el amor exista, la telenovela tiene vida”, insiste Estrada. Y considera que,
aunque las tramas se repitan y el abc sea el mismo, las combinaciones son infinitas.
“Igual que con las seis cuerdas de una guitarra se puede hacer música maravillosa o
con las 27 letras del abecedario no se acaba la literatura”, apunta.
Otra de las exponentes del género en México, la productora Carmen Armendáriz,
explica por qué un género tan manido (común) en la televisión sigue tan presente.
“Porque los mexicanos somos así, melodramáticos. Nuestro cine, en la época de oro,
era melodrama. Y nuestras canciones lo son también”. Las telenovelas, no obstante,
han sido un éxito en todo el mundo desde hace décadas. Otra de las leyendas del
género, la actriz Verónica Castro, recordaba en una entrevista a este diario una de sus
giras en Rusia: “A mi llegada al aeropuerto de Moscú me hicieron ir a un balcón donde
me esperaban miles de personas que, en lugar de gritar mi nombre, decían el de mi
personaje: “¡Mariana!”.Y lloraban, no dejaban de llorar. Lloraban por el sufrimiento de
Mariana en la serie.”
“Las historias de amor funcionan en todos lados. La cosa está en contarlas bien,
porque una buena historia es lo que importa. Y si tienes buenos actores, buen director,
queda un buen producto”, añade Armendáriz, quien es también hija de uno de los
actores más emblemáticos de la época dorada del cine mexicano, Pedro Armendáriz.
La pandemia ha dado un nuevo impulso al género, con más espectadores cautivos que
nunca dispuestos a digerir culebrones hasta el final esperado. Pero también a la
industria, cuenta Armendáriz. Aunque no han comenzado a grabar, están con las
pruebas de vestuario y de luz y el escenario es más complicado que nunca. “Bajamos
al foro con tapabocas, lentes, sanitizados, manos lavadas 20 veces. Aún no tenemos
escenas con actores, pero cuando lleguemos a ese punto y se dé el momento del beso,
antes tendremos que hacerles pruebas de coronavirus”, explica la productora. Porque
abrazos y besos habrá de sobra en la ficción, aunque en la realidad falten. Uno no ve
una telenovela para observar la tragedia que se asoma desde la ventana.