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Editorial: EL MIEDO NO ES UNA OPCIÓN

“El miedo no es una opción. Si permitimos que triunfe, habremos fracasado como
sociedad”
“Mi nombre es Natascha Kampusch. Usted debe haber oído hablar de mi caso”. Así se
presento Natasha ante las autoridades después de su huida.
Natascha Kampusch tenía 10 años cuando fue raptada. Su secuestrador la escondió en un
sótano sin luz natural y la tuvo aislada durante 8 años. Fue golpeada, abusada
sexualmente, obligada a limpiar la casa semidesnuda y tratada como esclava. Un 23 de
agosto , después de 8 años logró fugarse. Fue uno de los casos más dramáticos de la
historia criminal de Austria.
Después de estar retenida contra su voluntad por un depredador sexual, tuvo que
soportar el descrédito y ataques de la sociedad frente a la pasividad de las instituciones
que debían velar por su seguridad.
Evidentemente sus acosadores no le perdonaron que saliese de esa fórmula no escrita y
casi sacramental que hemos construido en base a la víctima ejemplar. A mi entender
Natascha rechazó desde un primer momento la sumisión, la vergüenza y el ostracismo
social al que supuestamente deben entregarse las mujeres víctimas de delitos de género,
pero el precio (patriarcal) que seguramente pago, es el de ver cómo se ha cuestionado su
propio abuso o ser moralmente avergonzada durante años.
No me quedan dudas que Natascha fue víctima, pero al huir desnudo otro grave problema
que hoy es tan actual como en aquel momento, a nivel de los medios, de la justicia y de la
sociedad.
Por un lado, los medios de comunicación, lo que yo llamo el “periodismo amarillo”, el
periodismo que no sabe nada del tema, pero tiene que vender e inventa, el que se otorga
el derecho de poner en sus notas los detalles más aberrantes sobre cualquier suceso, en
un intento depravado por generar audiencia más que por informar.
Los medios de comunicación que pasan por encima del derecho a la intimidad,
revictimizan a las víctimas, menguando una vez más su dignidad y de paso, la de todas las
personas víctimas de agresiones sexuales o de cualquier tipo. Y hoy en día se agrega, la
revictimización en las redes sociales, que toman partido por uno u otro bando, con un
fanatismo extremo. Una revictimización que no me cabe duda provoca, mayor dolor y
sufrimiento, al juzgar y maltratar a una persona sin tener la verdad del caso.
La doble victimización es la otra gran asignatura pendiente a resolver. NO hay dudas que
las víctimas siguen pagando por delitos que otros cometieron sobre sus cuerpos y se ven
arrinconadas frente a una sociedad que las cuestiona y vuelve a acosar.
Dar la cara para denunciar, poner el cuerpo y rostro para romper con estos temas tabú
que parecen que deben ser silenciados siempre, sigue saliendo caro.
Las mujeres que dieron un paso al frente no han sido recibidas como heroínas que
realmente sufrieron pérdidas, han sido degradadas y castigadas. Hay muy poco
conocimiento sobre los riesgos de denunciar, que, de alguna forma, vuelve a replicar los
riesgos del acoso en sí con presiones, humillaciones o la posibilidad de que el historial
profesional personal se empañe por haber denunciado. Ejemplos en nuestro país tenemos
muchos desde un tiempo a esta parte.
Natascha Kampusch decidió enseñarnos su cara y contar su historia para recordarnos el
doble infierno que mujeres como ella tienen que soportar por el simple hecho de hacerlo.
Todos sabemos que los medios, nunca se cansan de hablar de un hecho de esta naturaleza
que aparece. Y es posible, que siga siendo así durante mucho tiempo. Recién dejaran de
hacerlo cuando aparezca el próximo hecho, abuso o crimen que tape al anterior.
Por otro lado, la sociedad en general, influenciada por esto pone su atención en las
víctimas, como si fueran ellas quienes ‘facilitan’ las condiciones para ser agredidas.
La sociedad necesita "supuestos monstruos”, como Wolfgang Priklopil para ponerle cara al
mal que vive en ellos.
Desgraciadamente la violencia y en particular la violencia sexual, tiene un vergonzoso
lugar en nuestra cotidianidad. Los esfuerzos por disminuirla deben pasar por un cuidadoso
análisis de cada uno de nosotros, de los mensajes que emitimos y de la impunidad que le
concedemos a violencias más sutiles.
Y, por último, las instituciones encargadas de impartir justicia, deben garantizar las
capturas y condenas adecuadas. Ya bastante adeudan a una opinión pública que, ante la
impunidad, desea impartir justicia muchas veces por sus propias manos.
Soy un sostenedor que debemos rechazar categóricamente toda agresión sexual a
cualquier persona, así como los intentos de algunos medios de comunicación, de convertir
una tragedia que deja miles de víctimas a diario, en un “circo mediático”.
El miedo no es una opción. Si permitimos que triunfe, habremos fracasado como sociedad.

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