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Parte
De El
Un Giro Inesperado

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TRADUCCIONES MIDCYRU

Este libro ha sido traducido por y para fans por el


“Equipo Midcyru” con el único fin de entretener y
hacer llegar a más personas estos fantásticos
cuentos, la labor ha sido realizada sin fines de
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3
A Elizabeth (la) Schaefer, que comenzó la serie como una de mis
editoras, y sigue siendo una buena amiga.
Este libro es para todos los que ayudan a proteger
el océano de Ariel, lo que te incluye a ti, ¡siempre que
comes marisco sostenible y te saltas la pajita!

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Índice
Prólogo
Capítulo 1: Eric
Capítulo 2: Scuttle
Capítulo 3: La Sirenetta, Una Fantasía Musical en Tres Actos
Capítulo 4: Scuttle
Capítulo 5: Atlántica
Capítulo 6: Ariel
Capítulo 7: Ariel
Capítulo 8: Ariel
Capítulo 9: Sebastián
Capítulo 10: Ariel
Capítulo 11: Ariel
Capítulo 12: Ariel
Capítulo 13: Ariel
Capítulo 14: Ariel
Capítulo 15: Eric
Capítulo 16: Úrsula
Capítulo 17: Ariel
Capítulo 18: Eric
Capítulo 19: Úrsula
Capítulo 20: Ariel
Capítulo 21: Eric
Capítulo 22: Ursula
Capítulo 23: Ariel
Capítulo 24: Sebastian y Flounder
Capítulo 25: Ariel
Capítulo 26: Ariel
Capítulo 27: Eric
Capítulo 28: Ariel
Capítulo 29: Carlota Y Grimsby
Capítulo 30: Eric
Capítulo 31: Úrsula
Capítulo 32: Eric
Capítulo 33: Ariel

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Capítulo 34: Ariel
Capítulo 35: Ariel
Capítulo 36: Ariel
Capítulo 37: Ariel
Capítulo 38: Ariel
Capítulo 39: Úrsula Y Eric
Capítulo 40: Los Buenos Súbditos de Tirulia / Rumores
Capítulo 41: Eric
Capítulo 42: Ariel
Capítulo 43: Úrsula
Capítulo 44: Ariel Y Eric
Capítulo 45: Ariel Y Eric
Capítulo 46: Eric
Capítulo 47: Flotsam y Jetsam
Capítulo 48: Ariel
Capítulo 49: Ariel Y Eric
Capítulo 50: Úrsula
Capítulo 51: Ariel Y Eric
Capítulo 52: Ariel Y Eric
Capítulo 53: Ariel Y Eric
Capítulo 54: Ursula
Capítulo 55: Ariel
Capítulo 56: Eric
Capítulo 57: Ariel
Capítulo 58: Ariel
Capítulo 59: Eric
Capítulo 60: Jona
Capítulo 61: Eric
Capítulo 62: Ariel
Capítulo 63: Ariel y Eric
Capítulo 64: Vareet

Prólogo
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En las faldas de los montes Ibrios...
Cahe Vehswo estaba en el campo reparando una valla de madera. No era
tanto para mantener a los lobos, sino para mantener a las estúpidas ovejas
dentro, donde los niños pudieran vigilarlas.
Era un día hermoso, casi resplandeciente. Los pinos aún no estaban
quebradizos por el calor del final del verano y los árboles, que perderían todas
sus hojas en otoño, estaban en todo su esplendor, sus hojas de color verde
oscuro crepitaban al viento. Las montañas estaban recubiertas con flores de
verano y pequeñas cascadas tintineantes. Las nubes del cielo se veían
ridículamente suaves.
La única nota discordante en la sinfonía de la naturaleza era un extraño olor
que se percibía cuando el viento subía desde las tierras bajas del sur: grasa
animal quemada, o basura, o podredumbre.
Toda la aldea estaba haciendo sus tareas con un tiempo muy indulgente;
reconstruyendo los enrejados de las vides, cortando leña, limpiando los barriles
de queso. Nadie estaba peleando con nadie, —todavía —y la vida en su remota
ladera parecía buena.
Entonces Cahe vio algo improbable que se acercaba por el viejo camino, el
Camino Real. Era una falange de soldados, marchando de forma
sorprendentemente sólida y ordenada, teniendo en cuenta lo lejos que estaban
de cualquier ciudad capital de la que habían venido. Con sus penachos, sus
botones que brillaban como pequeños soles dorados, y sus chaquetas
sorprendentemente limpias, casi se sentía como un desfile. Si no fuera por sus
miradas sombrías y altivas, y la extraña bandera que ondeaban.
Alguien gritó una orden; los hombres se detuvieron. El capitán, destacando
con un sombrero y una chaqueta azul brillante, se acercó a Cahe junto con otro
soldado a caballo, el que llevaba su bandera.
—Campesino —gritó
Con cierta rudeza, —pensó Cahe.
—¿Es este el pueblo de Serria?
—No —empezó a decir el campesino, y luego recordó las reglas olvidadas
hace tiempo, para tratar con gente de botones brillantes, sombreros altos —y
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armados. —Disculpe, señor, pero eso está más adelante, al otro lado del Paso
del Diablo. La gente lo llama Roca de Adán.
—No importa —dijo el capitán. —¡Reclamamos esta aldea y sus tierras
circundantes en el nombre de Tirulia!
Gritó la última parte, pero las palabras rebotaron y se desvanecieron en la
nada entre las montañas gigantescas de más allá, en los campos polvorientos
abajo, hacia el ocasional olivo, la desinteresada vaca. Los aldeanos detuvieron
su trabajo y se acercaron a ver qué pasaba.
—Le ruego que me disculpe de nuevo, señor —dijo Cahe amablemente.
—Pero se nos considera parte de, y pagamos nuestros impuestos, a Alamber.
—Cualquiera que haya sido su situación antes, ahora son ciudadanos de
Tirulia, y rendirán pleitesía al Príncipe Eric y a la Princesa Vanessa.
—Bueno, no sé cómo lo tomará el rey de Alamber.
—Eso no es de tu incumbencia —dijo el capitán con frialdad. —Pronto, el
rey de Alamber será sólo un recuerdo, y todo Alamber pasará a ser una mera
provincia en el gran imperio de Tirulia.
—Dice usted Tirulia —reflexionó Cahe, apoyándose en la valla para que su
declaración sonara casual. —La conocemos. Compramos su bacalao salado y
comerciamos nuestro queso con ellos. A sus chicas les gusta llevar delantales
con lazos trenzados. Perde, hijo de Javer, fue a probar suerte en el sur, en un
barco pesquero, y acabó casándose con una chica nativa de allí.
—Fascinante —dijo el capitán, retirando una mano de su apretado agarre de
las riendas para arreglarse el bigote. —¿Y cuál es el punto de todo esto?
Cahe señaló el estandarte que ondeaba en la brisa.
—Esa no es la bandera de Tirulia.
En lugar del sol, el mar y el barco sobre un campo azul que les era familiar
incluso a estas personas de un pueblo tan aislado, había un crudo fondo blanco
en el que un pulpo negro con tentáculos y sin ojos farfullaba
amenazadoramente. Parecía casi vivo, listo para agarrar a cualquiera que se
acercara demasiado.
—La princesa Vanessa consideró que era momento de... actualizar el
símbolo de la casa Tirulia —dijo el capitán, un poco a la defensiva.

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—Seguimos representando a Tirulia y los intereses del príncipe Eric, actuando
en nombre de su padre, el rey, y su madre, la reina.
—Ya veo. —comenzó otro aldeano, pero Cahe le puso una mano en el brazo
para detenerlo. —Bueno, ¿qué podemos hacer, entonces? Ustedes tienen
armas. Nosotros también las tenemos, para cazar, pero están guardadas hasta
que los jabalíes vuelvan a bajar de los bosques de robles. Así que... siempre y
cuando el nuevo hombre de los impuestos venga y no terminemos pagando el
doble, seguro. Ahora somos parte de Tirulia, como tú dices, como se ordenó.
El capitán parpadeó. Entrecerró los ojos hacia Cahe, esperando una trampa.
El granjero le devolvió la mirada con suavidad.
—Has elegido un camino sabio, campesino —dijo finalmente el capitán.
—Todos saluden a Tirulia.
La gente de la Roca de Adán murmuró una respuesta desordenada y poco
entusiasta: Todos saluden a Tirulia.
—Volveremos a pasar por aquí después de haber sometido a Serria.
¡Preparen sus mejores cuarteles para nosotros después de nuestro triunfo sobre
ellos y sobre todo Alamber!
Y con eso el capitán gritó un par de palabras militares ininteligibles y salió
al trote, el abanderado lo alcanzó rápidamente.
En cuanto estuvieron fuera del alcance del oído, Cahe sacudió la cabeza con
cansancio.
—Convoca una reunión —suspiró. —Pasen la voz... tenemos que reunir a
las niñas y enviarlas a las colinas a recoger setas o lo que sea, durante varias
semanas. Todos los muchachos de edad militar deben ir a la selva con las
ovejas. O a cazar. Además, todos deberían enterrar el oro o los objetos de valor
que tengan en algún lugar donde no los encuentren.
—Pero, ¿por qué cediste ante él? —preguntó el hombre que estaba junto a
Cahe. —Podríamos haber avisado a Alamber. Si les hubiéramos dicho a los
soldados que no, no tendríamos que hacer nada de esto, actuar como cobardes
y enviar lejos a nuestros hijos por su seguridad...

—Lo hice porque pude oler el viento. ¿Tu no lo oliste? —contestó Cahe,

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dirigiéndose hacia el sur. Justo después de la siguiente cresta, donde las
montañas de Veralean empezaban a descender hacia las tierras bajas, se
elevaba una columna de humo. Era más ancha y más turbulenta que la que
saldría de una hoguera, negra y cenicienta y fea como el pecado.
—¿Garhaggio? —preguntó alguien con incredulidad. Efectivamente,
parecía que el humo provenía de allí. Por el volumen y la negrura sólo podía
venir de la tierra quemada y las brasas del lugar donde había estado aquel
pueblo el día anterior.
—Seguro que ellos le dijeron al capitán que no —dijo Cahe.
—¡Tanta destrucción sin causa! —se lamentó una mujer. —¡Qué gente tan
terrible deben ser este Príncipe Eric y la Princesa Vanessa!

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Capítulo 1: Eric
Eric despertó.
Estaba teniendo ese sueño de nuevo.
Venía a él en los momentos más extraños, —mientras revisaba el menú con
el Chef Louis, por ejemplo, o al escuchar a los tesoreros del castillo discutir
los altibajos del castillo al lidiar con banqueros internacionales o cuando su
hermosa princesa siguió hablando de sus pequeñas intrigas.
De acuerdo: cuando estaba aburrido y cansado, si una habitación estaba sin
ventilar y él estaba somnoliento, tanto que apenas podía mantener los ojos
abiertos o bien, antes de quedarse dormido en su cama, —en el momento entre
la vigilia y en sueño profundo, —era la misma fracción de segundo cuando
escuchaba coros angelicales, hermosos himnos imaginarios. Él solamente
podía escuchar, demasiado congelado a medio sueño como para saltar y
garabatear rápidamente antes de olvidar.
Pero a veces, en lugar de los coros, tenía esto:
Que él no era el Príncipe Eric casado con Vanessa, la bella princesa. Que
había habido un terrible error. Que había otra chica, una hermosa muchacha
sin voz, que podía cantar.
No.
Había una hermosa chica que podía cantar, que, de alguna manera, perdió
su voz para siempre en el terrible día en el que Eric se quedó dormido. Él había
estado soñando desde entonces.
Había sirenas en este otro mundo.
Él había conocido a una, su padre era un dios. La princesa de Eric era una
bruja malvada y Eric había tocado la grandeza, pero había sido engañado y
ahora, aquí estaba, soñando…

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De repente, miró hacia abajo, presa del pánico. Sus brazos estaban cruzados
en su escritorio sobre unas páginas de pentagrama musical, soportando su
adormecida cabeza. ¿Había derramado tinta? ¿habia borrado algunas notas?
Los restos podrían volverse un lio (y después nada) si la tinta seguía
avanzando en dirección a las hojas… y eso lo arruinaría todo.
Sostuvo los papeles hacia la luz de la luna, hubo un pequeño borrón, ahí,
justo donde se suponía que entrara el coro con una triada de Do mayor. Pero
no estaba tan mal.
Sus ojos se deslizaron de las paginas a la luna, que se mostraba claramente
a través de la ventana sin cristales. Una estrella brillante le acompañaba. Una
brisa leve sopló, causando que las gruesas hojas de los arboles debajo, hicieran
un sonido como de zapatos contra las paredes del castillo. Llevaba los aromas
que había recogido en su camino desde el océano: sándalo, arena, naranjas,
polvo, cosas secas, cosas de esa tierra.
Eric volvió la mirada a su música, tratando de recapturar el sonido y
sensación del océano que había sonado en su cabeza antes de despertar,
aguamarino y dulce.
Luego sumergió su pluma en tinta y empezó a garabatear como loco,
negándose a descansar hasta que salió el sol

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Capítulo 2: Scuttle
Parecía como si toda Tirulia estuviera reunida en el anfiteatro, cada asiento
estaba ocupado, desde los sillones acolchados de los nobles en la parte
delantera, hasta las bancas de piedra sin sombra en la parte trasera. Mas gente
estaba derramada por las calles. Nadie se iba a perder la primera presentación
de la nueva opera creada por su amado y loco Príncipe Eric.
Era como un día festivo, todos usaron las cosas más coloridas y brillantes
gemas que tenían. Los guardias del castillo se mantuvieron con sus botas
pulidas a lo largo de los pasillos, asegurándose de que no hubieran disturbios
entre los espectadores. Los vendedores caminaron entre las multitudes de
dentro y de fuera vendiendo el vino blanco frio y burbujeante por el que se
conocía a Tirulia junto con pequeños bocadillos salados: pan con triángulos de
queso con aceite de oliva, conos de papel rellenos de calamares fritos y
crujientes, palitos con castañas conservadas en miel, que relucían al sol.
Todo había formado un fabuloso mosaico de movimiento y color
deslumbrante desde arriba.
Y lo hizo para cierta gaviota llamada Scuttle, que disfrutaba bastante de la
vista.
El y algunas de sus bisnie—viotas 1 (enviadas para vigilarlo) posadas en la
barandilla, sobre los altos y más baratos asientos del teatro. Mientras que las
más jóvenes mantenían sus agudos ojos alerta por las sobras caídas, listos para
lanzarse en picado por la más pequeña migaja de pan, Scuttle se contentó con
solo mirar la pomposidad y murmurar para si mismo. Solo una de sus
bisnieviotas permaneció a su lado, tratando de entender que era lo que veía en
el espectáculo humano debajo.
El vestuario era lujoso, una orquesta completa, el escenario estaba
cuidadosamente pintado para parecer más que real: cuando un príncipe
presentaba una obra de teatro, la riqueza se notaba.
Y cuando ese Príncipe salió tomar su asiento en el palco real, del brazo de
su hermosa princesa, la multitud se volvió loca, aullando y vitoreando a su
1
Termino inventado por la autora: combinación entre bisnietos(as) y gaviotas.(separado para explicación del termino)
Original: Great-grandgulls. De ahora en adelante abreviado como bisnieviotas.

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artista real. Algunas veces llamado el Príncipe Soñador e incluso el Príncipe
Melancólico por sus miradas lejanas y su tendencia a la nostalgia, y ahora Eric
parecía momentáneamente animado por esta expresión de amor de su reino y
devolvió el saludo con indicios de una sonrisa verdadera.
Vanessa les dedicó una de sus sonrisas inescrutables y ligeramente
inquietantes y jalo a Eric para sentarse. Con su otra mano acarició el gran collar
de Nautilus que siempre usaba —un adorno extrañamente simple y de
apariencia demasiado natural para la extravagante princesa.
La orquesta afinó, y comenzó.

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Capítulo 3: La Sirenetta, Una Fantasía Musical
en Tres Actos
En un reino mágico junto al mar: un triste y apuesto príncipe (tenor) anhela
a alguien para compartir su vida y su música. Mientras él y sus amigos celebran
su cumpleaños 21 en un yate decorado, surge una terrible tormenta. El príncipe
es arrojado sobre la barandilla de su barco y casi se ahoga de no ser por la
intercesión de una joven y bella sirena, que tiene la voz de un ángel (primer
soprano).
Al recuperarse, el príncipe declara que no se casará con nadie más que con
la hermosa joven que lo rescato.
Entonces una hermosa chica diferente aparece (misma soprano, distinto
disfraz) quien, aunque tiene el brillante pelo rojo de la sirena que lo salvó, ¡es
muda! entonces no puede ser su amor verdadero y, sin embargo, mientras
pasan sus días juntos, él se enamora lentamente de ella.
Pero luego entra en escena un rival. Una guapa mujer (contralto) dándole al
príncipe una serenata con la misma canción que cantó alguna vez la pequeña
sirenita y le lanza un hechizo, causándole olvidarse de la chica sin voz.
(Nota: la contralto es una cantante corpulenta y de gran busto, una de las
favoritas de la audiencia, recibe una ovación de pie cuando aparece,
sonriendo con picardía)
Hipnotizado, el príncipe hace los arreglos para que se casen de inmediato.
De lado, la futura princesa admite a la audiencia que es en realidad una bruja
poderosa del mar. Desea vengarse de la sirena, cuyo padre, el Rey del Mar,
exilio a la bruja, fuera del reino; años atrás. Al no casarse con el príncipe, la
sirena se habrá olvidado de cumplir su parte y la bruja se quedaría con su voz
para siempre.
El sol (barítono) después canta acerca de la tragedia de la vida mortal, que
tiene que presenciar cada día entre los humanos debajo de el en la tierra.

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También canta sobre la pacifica felicidad de las sirenas inmortales y sobre
como el amor lo vuelve a uno tonto pero exaltado. Se desplaza sobre el
escenario y con una ingeniosa maquinaria escénica, comienza a “ponerse”
cuando sale la compañía de ballet para un interludio antes del final… la escena
de la boda.
El príncipe y la falsa princesa salen vestidos espléndidamente y cantan a
dueto, pero las palabras del príncipe son de amor y las de la princesa son acerca
de la conquista, la chica muda mira tristemente.
Entonces, justo cuando están a punto de recitar sus votos finales, Tritón, el
Rey del Mar (bajo) aparece resplandeciente con una armadura verde y dorada,
con el estruendo de tambores. El y la bruja del mar cantan de un lado a otro
intercambiando insultos.
Finalmente levanta el tridente para atacar… y la bruja del mar se posa sobre
su joven hija favorita, la ahora muda humana, de pie tristemente en la esquina.
Con la otra mano, sacude un gran contrato de utilería. Derrotado, Tritón cede.
Cambia su vida por la de la pequeña sirena. La bruja del mar lanza un terrible
hechizo y con una bocanada de humo teatral el Rey del Mar es convertido en
un pequeño pólipo de mar, que la bruja sostiene triunfal en alto, (como títere
manipulado por la contralto, incluso se mueve un poco, lo que provoca un
gritillo de la audiencia)
La hija de Tritón vuelve a ser sirena y salta tristemente al mar. El príncipe y
su falsa princesa están casados. La falsa princesa canta triunfalmente al
pequeño pólipo que una vez fue Tritón y le habla acerca de cómo lo mantendrá
por siempre en un jarrón en su habitación.
La luna (mezzo-soprano) viene y canta una etérea e inquietante versión del
aria del sol. Pero es sobre la inevitabilidad y tristeza del amor, preguntandose
qué es lo que hace un final feliz. Porque si la pequeña sirenita se hubiera
quedado en casa y permanecido sirena por todos sus días, ignorante del amor
¿no habría sido eso realmente mejor?

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Capítulo 4: Scuttle
La multitud enloqueció. Si el tema de la ópera parecía un poco fantástico, el
final un poco sombrío, si la orquestación tal vez pareció un poco simplista en
comparación con obras de hambrientos músicos profesionales, —bueno, no
importó, —nunca antes el anfiteatro había presenciado tal despliegue de
aplausos, gritos, pisadas y silbidos.
Se arrojaron tantas rosas a La Sirenetta y a la bruja del mar que estaban en
peligro de sufrir heridas punzantes por las espinas. Todos estaban aclamando
y pidiendo una nueva presentación.
—Quizá deberíamos —dijo el Príncipe Eric. —¡Una actuación gratuita para
toda la ciudad! ¡Al final del verano, el día de San Madalbertas!
Los vítores se hicieron aún más fuertes.
Los nobles sentados más cerca del palco real hicieron una demostración de
entusiasmo sin dejar de mirar al príncipe y a la princesa.
Solo un tonto hubiera fallado en notar ciertas similitudes entre la bruja del
mar y la bella esposa del Príncipe, Vanessa. Esa noche en las grandes
mansiones empedradas, con pequeñas tazas de chocolate y copas de brandy,
hubo mucha discusión sobre los miles de matices del significado detrás de las
letras de la obra.
Pero la princesa de cabello castaño sonreía y reía a carcajadas.
—Eric —ronroneo —eso fue positivamente travieso y maravilloso ¿De
dónde sacas tantas ideas tan imaginativas?
Coquetamente tomo su mano como si fueran recién casados y camino
orgullosa con el, hacia la multitud, radiante como si ella además de su esposa
fuera también madre de un niño muy talentoso y precoz.
Sus dos sirvientes iban detrás de ellos: mirando atrás y adelante a la multitud
con sonrisas sospechosas, aparentemente dispuestos a matar en cualquier
momento, si fuera necesario.
No se requirió nada; todos estaban dichosos.
Entre cientos de personas y criaturas que asistieron al espectáculo, solo
quedo uno desconcertado.
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Scuttle se quedó inmóvil, un suceso inusual para el. Dos cosas muy
importantes habían sido reveladas en la obra y aunque estaba tan despistado
como una gaviota en general (quizás más), la sabiduría de sus largos años le
hizo detenerse y tratar de concentrarse en esas cosas de su mente confusa, en
recordarlas, prestar atención a sus pensamientos más tranquilos.
—¡EL PRÍNCIPE ERIC RECUERDA LO QUE PASÓ! —gritó de repente.
Eso fue lo primero y fue fácil.
—¡Incluso con el hechizo que se le ha puesto!
Scuttle había estado allí cuando la sirena que caminaba por la tierra no logró
ganarse el corazón de Eric, el sol se había puesto y él se había casado con
Vanessa en su lugar. Scuttle había visto la poderosa lucha estallar entre los
poderes ancestrales, tan mal captados en las pinturas y el papel maché de abajo.
Había visto cómo el océano se hinchaba y las olas se partían en dos por el
poder de Tritón. Él había visto cuando el Rey del Mar había cambiado su vida
por la de su hija y la bruja del mar, Úrsula, lo destruyó. La chica pelirroja se
convirtió en una sirena una vez más y se alejó nadando tristemente, sin voz
para siempre. Úrsula siendo Vanessa permaneció casada con Eric y ahora
gobernaba el reino junto al mar con poca o ninguna aportación útil de su
hipnotizado esposo.
—Sí, esto encaja perfectamente —murmuró Scuttle —Y de alguna manera
mi chico Eric lo sabe. ¿Pero cómo?
¿Y qué era esa otra cosa?
¿Esa cosa importante?
¿La cosa... casi tan importante?
¿O era realmente más importante?
—Las olas se partieron en dos por el poder de Tritón —se repitió Scuttle en
voz alta porque disfrutaba el sonido de su voz y las grandes y épicas palabras
que decía. Sus bisnieviotas pusieron los ojos en blanco una a la otra y se fueron
volando. Todas menos una, que se quedó mirándolo con curiosidad.
—Y el Rey del Mar cambió su vida por la de su hija, y Úrsula lo destruyó.
¡ESO ES!

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Scuttle graznó, saltando al aire con entusiasmo. Batió sus alas y los pocos
espectadores que quedaban se cubrieron con los brazos, asqueados, temiendo
por lo que el pájaro haría a continuación.
—¡EL REY TRITÓN AÚN ESTÁ VIVO!
—¿Perdon? —preguntó cortésmente su bisnieviota restante.
—¿No lo entiendes? —Scuttle se volvió hacia ella y señaló el escenario.
—¡Si todo lo demás en ese espectáculo era cierto, entonces Úrsula todavía
tiene a Tritón como su prisionero! ¡Él no está muerto! ¡Vamos, Jonathan!
¡Tenemos que ir a inversivestigar2 sobre esta posibilidad!
—Mi nombre es Jona, bisabuelo —corrigió gentilmente la gaviota más
joven.
El no pareció escuchar.
Lleno de un propósito que no había sentido desde sus tiempos con la sirena
Ariel, Scuttle batió nueva vida en sus viejas y cansadas alas y se dirigió hacia
el castillo, con su bisnieviota deslizándose silenciosamente detrás.

Cuando el rey y la reina de Tirulia decidieron que había llegado el momento


de que cada uno de sus hijos asumiera los roles y hábitos de la edad adulta
—y lo que es más importante, se mudaran del palacio principal, —como era
de esperar, el príncipe Eric eligió un pequeño castillo en el borde mismo del
mar.
Los bloques gigantes que formaban sus muros exteriores eran de piedra
arenisca, de color claro y mucho más evocadores de la playa que el granito y
la piedra gris con que se construían otras antiguas fortalezas construidas. Una
adición bienvenida por parte del abuelo de Eric incluía una pasarela hacia una
plataforma de observación, sostenida por elegantes arcos a manera de
acueducto romano. Las dos torres de azulejos más altas eran de arquitectura
inteligentemente copiada de ciudades más orientales; una tercera estaba
coronada por una pérgola cubierta de uvas y fragantes jazmines.

2
Original en ingles: Investorgating

19
La gran sala de estar formal, otra adición moderna, se terminó a la última
moda con ventanas del piso al techo.
De hecho, todas las habitaciones públicas y elegantes, incluso, la habitación
individual del castillo, excepto las habitaciones más humildes de los sirvientes
tenían vistas al mar, lo que era de gran interés para los humanos que vivían en
el castillo, los aldeanos que vivían en el castillo se jactaban de el y los visitantes
bretlandianos que tomaban el Grand Tour, se detenían para esbozar el castillo.
Pero las ventanas eran de especial interés para los miembros del reino que
volaban y corrían.
Era bien sabido por todas las gaviotas locales dónde estaban las cocinas, por
supuesto. Sus ventanas eran las más importantes. Conchas marinas hervidas,
algunas con carne todavía pegada; avalanchas de migas que se habían vuelto
rancias; carne que se había dejado fuera demasiado tiempo; fruta que se había
podrido... Todo era arrojado sin ceremonias por las ventanas en una sección
oculta de la laguna. Oculta para los humanos, claro.
También era bien sabido que la condesa Gertrude, prima de Eric, estaba muy
enamorada de todo lo que volaba y se podía contar con que se pararía en su
ventana durante horas, seduciendo gaviotas, palomas, gorriones e incluso
gavilanes para posarse en su mano para darse un capricho.
El embajador de Ibnan, Iase, paranoico y aterrorizado por el veneno, tiraba
constantemente lo que le servían por la ventana más cercana.
Sin embargo, se sabía que cualquier cosa que fuera arrojada por la ventana
de Princesa Vanessa era realmente mala: afilada y a menudo, muy envenenada.
Después de un momento de escarpado precipitado, Scuttle logró posarse en
el dintel de esta última ventana sin vidriar, con su bisnieviota justo a su lado.
—Huh. Bonitas acumulaciones —dijo, mirando a su alrededor con interés.
Luego se dispuso a esperar.
Las gaviotas podían estar un poco dispersas e incapaces de concentrarse, a
veces codiciosas y psicóticas, limítrofes si se trataba de pelear por un premio
real, pero lo único que podían hacer era esperar.

20
Durante horas si tenian que hacerlo: para que bajase la marea, para que
vuelvieran los barcos de pesca, para que cambiara el viento, para que los
molestos humanos dejaran sus basureros a quienes legítimamente merecían
saquearlos en busca de bocadillos.
Jona ladeó la cabeza una vez, observando a una camarera arrojar un orinal
por el costado del castillo, hacia el mar.
—Y los humanos se quejan de nuestros hábitos— murmuró.
—¡Shhh! —Dijo Scuttle, manteniendo el pico cerrado.
Finalmente, su paciencia se vio recompensada. Vanessa entró corriendo,
dejando afuera a sus dos sirvientes.
—Los veré después, chicos —ronroneó. Se inclinaron al unísono, gemelos
casi idénticos con uniformes a juego que tenían chaquetas más costosas y
gorras de plumas más bonitas que el resto del personal del castillo.
La princesa comenzó a desvestirse, quitándose los guantes, el manto y el
sombrero ancho que coronaba su cabello oscuro. Este era de terciopelo marrón
con medallones de oro alrededor de la corona y las plumas de raras aves
extranjeras en la banda, lo dejó todo descuidadamente en su cama. Tarareó en
voz baja una de las arias de la ópera, una de las arias de la sirena, y luego abrió
más la boca y gritó, haciendo retroceder un poco a las gaviotas con la fuerza
de su musicalidad.
No sonaba como cuando Ariel solía cantar.
Oh, era la voz de la sirena, y la melodía estaba bien. Pero era demasiado
fuerte, y las palabras no tenían alma, y las notas no fluían armoniosamente de
una a otra. Era como si un niño talentoso pero inexperto, sin experiencia de
vida sobre la cual hablar, de repente se le hubiera ordenado escribir un artículo
sobre una mujer que se estaba muriendo de tisis y que había perdido a su amor.
Scuttle trató de no hacer una mueca. Las gaviotas, por supuesto, no tenían
habilidades musicales innatas en sí mismas, como a otras aves les encantaba
burlarse, pero la canción sonaba blasfema aún en la voz de Ariel.
Vanessa se rió, ronroneó e hizo otros ruidos con la garganta que Ariel nunca
haría. —¿Disfrutaste eso, poderoso rey del mar? ¿La pequeña canción de una
sirena enamorada?

21
—No veo un poderoso rey del mar —le susurró su bisnieviota a Scuttle
—Tal vez esté loca
Scuttle no le dio ninguna respuesta. Frunció el ceño, se agachó y miró de un
lado a otro en cada rincón de la habitación que podía vislumbrar desde la
ventana. Pero no había nada, ni siquiera un pequeño acuario, que pudiera
contener un pólipo.
Vanessa se detuvo frente a la abrumadora colección de botellas y baratijas
de su tocador: perfumes almizclados en diminutas ampollas de vidrio, aceites
exóticos en frascos tallados en piedra rosa, y tantos cepillos de cerdas de jabalí
como para que un ejército de princesas luciera lo mejor posible. Lo único que
no tenía —Scuttle no se habría dado cuenta —era una sirvienta ayudándola a
hacerse todas estas abluciones por ella. Hizo un gesto de beso al espejo y luego
siguió adelante, desapareciendo de la vista en su armario. Parecía que tenía
algo en la mano, pero era difícil estar seguro.
Los dos pájaros se esforzaron y se inclinaron hacia adelante, tratando de
seguir sus movimientos.
—Siento mucho que te hayas perdido una ópera tan maravillosa, Reysito3
—llamó desde la oscuridad y después de un momento volvió a salir con una
bata de seda rosa brillante. Ahora ellos pudieron verlo, llevaba una botella
medio escondida en su voluminosa manga. —Pero creo que Eric puede poner
la obra en escena, una vez más. No es que tú también vayas a poder verlo
entonces, tampoco. ¡Qué lástima! Es tan imaginativa. Se trataba de una
sirenita, y de cómo pierde a su principe por una vieja bruja del mar
desagradable. La descarada—
Hizo una pausa... y luego estalló en carcajadas, su delicada boca se abrió
más y más y más, en oleadas de risas claramente ajenas a Ariel.
Se volvió para sostener la botella de vidrio y mirarla a la luz que entraba por
la ventana decorada con gaviotas ... y las gaviotas jadearon.
Era un cilindro de vidrio estrecho, como el que un científico o un físico
podrían usar cuando hacen experimentos. Encima de este había un trozo de
muselina sujeto con gotas de cera. El interior estaba lleno de agua... y una de
las cosas más horribles que Scuttle y Jona habían visto en su vida.

3
Original en ingles: Kingy

22
Una masa de color verde oscuro, gelatinosa, con una forma vagamente
parecida a una planta llenaba la mayor parte de la botella. Un extremo nudoso
lo mantenía arraigado en el fondo del vaso. Hacia su "cabeza" había cosas que
parecían tentáculos, pero flotaban inútilmente en el diminuto espacio; estos
estaban coronados con un par de ojos amarillos. Una horrible caricatura de una
boca colgaba flojamente debajo. En un fragmento final de terrible burla, dos
apéndices viscosos fluyeron por los lados de su boca, mostrando el bigote y la
barba alguna vez blancos como la espuma del rey del mar.
La bisnieviota volvió la cabeza para evitar las náuseas.
—¡Es él! —gritó Scuttle —en el último segundo cubriendo sus palabras con
un graznido, recordando que la bruja del mar podía entender los idiomas de
todas las bestias, al igual que Ariel.
Vanessa giró rápida y sospechosamente.
Jona pensó rápido. Ella picoteo a su bisabuelo —de manera realista —como
si estuviera tratando de robarle un bocado.
Scuttle graznó
—¿Que...?
—¡NO, ES MI PESCADO! —gritó Jona y abrió los ojos como platos,
deseando que él entendiera.
Su bisabuelo se limitó a mirarla un momento. Luego se relajó.
—¿Qué? Oh, sí, claro —dijo, dándole un gran guiño. —¡No... mi...
bisnieviota... ese... es... mi ... pescado!
Ambos cayeron de la cornisa, en el aire, girando y graznando como gaviotas
perfectamente normales.
Vanessa corrió hacia la ventana, pero se relajó cuando vio solo un par de
pájaros, peleando en el aire por algún desagradable trozo de algo u otra cosa.
Con un gruñido y un giro torpe se volvió hacia adentro.
—Ese fue un pensamiento bastante inteligente y rápido allá en la ventana
—dijo Scuttle, dándole un saludo a su bisnieviota.
—¿Ahora qué? —preguntó ella.
—¿Ahora? Vamos a buscar a Ariel —dijo el

23
Capítulo 5: Atlántica
Muy, muy por debajo de las olas oscuras como vino, sobre las cuales los
botes de madera flotan como juguetes, había un reino diferente.
Los arrecifes de coral se esparcen como bosques a través del paisaje,
iluminados por moteada luz de sol que tenía que viajar por un largo y lento
paisaje líquido para tocarlos, largos listones de algas rellenas para ser
equivalentes a los árboles del mundo seco, se doblaban y sumergían con gracia
en la más mínima brisa acuática, suaves al tacto, pero duros como el cuero y a
veces con bordes afilados. Las puntas parecidas a dedos alcanzaban el sol,
haciendo fotosíntesis, igual que sus hermanos del litoral.
También había montañas y cañones en esta tierra profunda, así como ríos,
como los desembocaban en el campo y fluían cuesta abajo en el mundo seco,
también las diferentes temperaturas del agua fluian creando derivas y
remolinos. Fisuras en la tierra estallaban con agua hirviendo desde las
infernales profundidades —muy calientes para cualquiera, excepto las
pequeñas criaturas cuya entera existencia dependía de la energía de esos
respiraderos —en lugar de la vaga cosa amarilla de tan arriba.
Y en todas partes, así como había animales en la tierra, había animales en el
mar.
Los peces más pequeños formaban las escuelas más grandes, —arenques,
anchoas y caballas, brillando y retozando en la luz como un millón de
diamantes. Giraban en remolinos y fluian sobre el suelo arenoso como un gran
e improbable animal.
Peces más grandes venían en un arcoíris: rojos y amarillos y azules y
naranjas y violetas y verdes, multicolores como payasos: dragoncillos,
blénidos, gobios y peinadores.
Merluzas, sábalos, char, bacalaos, platijas y salmonetes formaban una sólida
clase media.

24
Los más grandes solitarios eran los meros, remos y cazónes, los mayores
tiburones y atunes que crecieron grandes y maduraron porque tenían que
descubrir cómo evitar barcos humanos, líneas de pesca, redes y cebos. Los
depredadores de ojos negros estaban muy conscientes de que estaban en la
parte superior de la cadena alimenticia, solo en las profundidades y en algún
lugar más allá de la superficie había cosas incluso más hambrientas y
aterradoras, que ellos.
Completando la población estaban los famosos no-peces: el pulpo,
flexionando y torciendo las puntas de sus tentáculos, delicadas medusas como
hadas, langostas y estrellas de mar, erizos y nudibranquios, las divertidas
criaturas parecidas a orugas que fluían sobre el fondo del océano, vistiendo
todo tipo de colores y apéndices.
Todas estas criaturas despertaban, dormian, jugaban, nadaban y vivian toda
su vida bajo el mar sin preocuparse de lo que sucedía sobre ellos.
Pero había otros animales en esta tierra, los raros, que hablaban tanto del
cielo como del mar. Focas y delfines y tortugas y la rara ballena de aleta
bajaban a cazar o hablar un rato y luego se desvanecian en esa extraña
membrana que separa el océano de todo lo demás. Claro que eran amados
—pero quizá, no se confiaba en ellos del todo.
Las criaturas más extrañas de todas vivían en la ciudad que se construyeron
para si mismos, un reino en las profundidades.
Aquí ningún techo separaba a los habitantes del agua por encima o alrededor
de ellos; criaturas que podían moverse en cualquier dirección y no tenían amor
por las limitaciones, todo estaba abierto, al aire libre o quizá al océano libre
—y todo estaba construido para el placer y el capricho del arquitecto. Vallas
delicadas guiaban a los visitantes a la idea de otro lugar. Arcos, no puertas, se
abrían a otras habitaciones, algunas que estaban arriba unas de otras; las
escaleras eran innecesarias. Columnas delgadas y delicadas como estalactitas
en una cueva sin descubrir, sostenían “caminos” que se elevaban alrededor de
pasillos decorados con elegantes agujas. Todo brillaba en blanco por el mármol
o rosa pálido y naranja por el coral o destellaba iridiscente como el interior de
una concha.
25
Toda esta belleza era el resultado de muchos miles de años de arte, paz y
paciencia —y poco o ningún contacto con el resto del mundo. Si Atlantica era
un inimaginable y soñado esplendor para los pocos humanos que la habían
contemplado antes de ahogarse, tampoco había cambiado con los siglos;
magnífica y eternamente igual.
Las criaturas que construyeron y reinaron este mundo submarino fueron
longevas y felices con nada excepto el tiempo y estética en sus mentes,
gobernados largamente por reyes y reinas de la misma inclinación.
O así había sido una vez.
Ahora Atlántica estaba gobernada por una reina que había visto otro mundo,
había sido traicionada por él y que viviría con las consecuencias… para
siempre.

26
Capítulo 6: Ariel
La multitud habitual se reunió en el estrado del trono: tritones de todos los
colores, varios delfines que de vez en cuando saltaban a la superficie para
respirar, un solitario pez remo, un delgado grupo de peces escultores.
Principalmente los ocupantes eran sirenas, ya que la reina celebraba el Ritual
de la Marea de Junio, una de las más importantes y solemnes ordenanzas de
los ritos sevarene.
Y ella deseaba profundamente estar en otro lugar.
Los reyes y las reinas tenían que dirigirse a las multitudes, eso era parte
del trabajo. La mayoría de los aspectos ceremoniales podrían resolverse
simplemente nadando en algún lugar, luciendo majestuosos, asintiendo
seriamente y sonriendo a los bebés. Pero cuando la ocasión requería un
discurso…
y no podías hablar…
Annio fue elegido para ser el sacerdote interino del Ritual, por lo que
será él, y no Laiae, quien salga del Pozo de Hades.
Dijo ella con las manos, deletreando cuidadosamente los nombres de los
sacerdotes en orden alfabético en las antiguas runas.
Sebastian, Flounder y Threll, el pequeño caballito de mar mensajero, se
colocaron alrededor de los bordes exteriores de la multitud, interpretando lo
que ella decía en voz alta. Ellos y las hermanas de Ariel eran las únicas que se
habían molestado en aprender la antigua versión en señas del idioma de sirenas,
pero solo el pez, el cangrejo y el caballito de mar se ofrecieron como
voluntarios para traducir.
Ninguno de ellos gritó lo suficientemente fuerte, — no como lo habría
hecho su padre — por lo que no todos podrían escuchar si solo uno de ellos
hablaba por ella.
(La única vez que intentaron usar una caracola para amplificar la voz de
Flounder había sido un desastre. Había sonado ridículo).
En un mundo perfecto, sus hermanas serían las que lo harían. Ellas que
crecieron con ella y tenían voces similares podían hablar más fácilmente por
ella, y dado que ellas mismas eran princesas, era más probable que todos
escucharan.
Pero se parecía demasiado al trabajo.

27
Y lo único que sus hermanas tendían a evitar, más que las insinuaciones
de pretendientes no deseados, era el trabajo.
Por lo que Ariel hizo señas, y los intérpretes tradujeron, y varias partes de la
multitud escucharon diferentes voces tratando de hablar por ella, y su atención
estaba en los intérpretes, y sus preguntas fueron dirigidas a ellos, y todo fue un
desastre.
— ¿Qué Annio? ¿El viejo? —
— ¿Estaba mi hijo en la carrera, mi querida Ferestia?
— ¿Pero a qué hora? —
Su único recurso cuando todos comenzaron a hablar a la vez fue soplar
con fuerza la caracola dorada que llevaba alrededor del cuello como símbolo
de su cargo. Se sentía más como el capitán de un barco tonto que como una
reina.
Enviaré panfletos con los detalles, publicados en los lugares públicos
habituales, ella afirmó con cansancio. Eso es todo.
Después de que sus ayudantes hablaran y todos pensaran en ello por un
momento, era como esperar el trueno después del relámpago, viendo el
significado de sus palabras hundirse segundos después, la multitud hizo
murmullos tanto negativos como positivos, y comenzó a dispersarse.
Ariel se recostó en su trono, apoyándose con cansancio en un codo,
inconscientemente era la posición exacta que su padre siempre tenía al final de
un día agotador. Threll saltó de una persistente sirena al siguiente,
asegurándose de que todos entendieran y sintieran que habían sido escuchados.
Era un buen mensajero y había demostrado ser sorprendentemente útil en su
nuevo rol. Flounder estaba en la parte de atrás, teniendo una conversación en
voz baja con un pez que no reconoció.
Sebastian se acercó corriendo hacia ella, moviéndose en el agua para
sentarse en su reposabrazos.
— Ah, la Saga al final de los Ritos será excepcional este año, — declaró,
desfilando de un lado a otro frente a Ariel, gesticulando en el aire con sus
tenazas. — Tanto talento. ¡Tanto entusiasmo! Nada podría hacerlo mejor. Las
sardinas están sincronizadas, los peces trompeta son geniales. Todo es
perfecto. Bueno, hay una cosa que podría mejorarlo, por supuesto... si tan solo
tuvieras tu hermosa voz. —
Ariel levantó una ceja hacia Sebastian. Incluso si tuviera su voz, dudaba
mucho si hubiera podido decir algo que hubiera logrado interrumpir su

28
monólogo. Se removió incómodamente en su trono. El pequeño cangrejo no se
dio cuenta. Aunque podía interpretar sus signos de manera experta, leer sus
labios y descifrar sus estados de ánimo, solo cuando prestaba estricta atención.
— Ahh, qué pérdida fue para el mundo… — Él le puso una tenaza en su
hombro y finalmente noté su ceño fruncido. — Er, por supuesto, a cambio,
recibimos a la mejor y más excelente reina del mundo. —
La mejor y más excelente reina del mundo golpeó su tridente,
considerando ociosamente convertirlo en un pepino de mar por unos minutos
para pensar en lo que había dicho.
Pero solo estaba haciendo eco de algo en lo que Ariel pensaba todo el
tiempo: si era o no una reina decente. Ya que ella nunca debería haber sido
reina para empezar.
Cuando había regresado con sus hermanas cinco años antes, sin voz y
profundamente desesperada por lo que le había sucedido, esperaba el destierro,
un castigo — como mínimo, un castigo severo. En cambio, su familia hizo algo
completamente inesperado: la convirtieron en gobernante de toda Atlántica.
No había precedentes de esto; como la hija menor del rey-tritón, normalmente
habría sufrido la muerte de las seis hermanas mayores antes de que la corona
llegara a ella.
— Eres responsable del asesinato de nuestro padre, — habían dicho. —
Es justo que asumas sus cargas. —
En privado, Ariel se preguntó si para ella era menos un castigo para ella
que un alivio para ellas. Ninguna de sus hermanas quería el trabajo. Como
princesas reales, podían cantar y jugar todo el día, vestirse con elegantes
conchas, usar coronas, supervisar bailes, desfiles y bailes... y nunca tener que
hacer ningún trabajo real. En estos días, a menudo miraba a sus hermanas reír
y cantar y se preguntaba por el abismo que se había formado entre ellas. Aquí
estaba ella, la más joven, unos dirían la más bonita — en un momento tal vez
la más impulsiva de todas — y ahora estaba sentada en un trono, envidiándolos.
Los tritones adoraban a su reina a pesar de su silencio y aire melancólico.
O tal vez la querían por eso. Poetas y músicos sirenas escribieron odas y
epopeyas a la tragedia de su existencia, el romance que casi había causado la
caída de un reino.
Ella no disfrutó de ellos.

29
Tampoco disfrutó de la atención de los tritones. Hubo una vez, cuando
era más joven e inocente, en que ni siquiera se había fijado en los chicos.
Tritones, al menos.
Ahora estaba obligada a fijarse en ellos, a vigilarlos, a ser consciente de
los motivos ocultos que tenían: casarse con la reina, tal vez convertirse en rey.
Ha, pensó con amargura. Si tan solo supieran el dolor que es gobernar.
No había pasado ni un ciclo de mareas en su nueva oficina cuando
empezó a comprender el temperamento y los estados de ánimo de su padre.
Había sido un líder firme que rara vez sonreía, presentando la imagen perfecta
de un dios antiguo: con un rostro pétreo y barbudo de porvida. Propenso a
fruncir el ceño. Ella y sus hermanas siempre se burlaban de él, tratando de
sacarle una sonrisa, tratando de que dejara por una hora sus deberes para jugar
con ellas. En su mayoría, tenían que contentarse con su presencia en funciones
oficiales, banquetes y actuaciones como la que Ariel se había saltado, la que
había iniciado todo.
Deseaba poder decirle que lo entendía. Ser gobernante era difícil. Hacía
que frunciera el ceño todo el tiempo, que te volvieras pensativo, gruñón.
Debería haber sido un trabajo fácil; los tritones y sus aliados eran los
pueblos más felices y despreocupados del mundo.
Bueno, hasta que una tribu de lubina se acercó demasiado al jardín de
observación de una prima real.
O el maestro de tiburones insistiendo en ampliar los derechos de caza de
su pueblo hasta el cañón Greydeep.
O, mucho más importante, un arrecife de repente se volvió blanco y
murió sin causa aparente. O las tortugas de espalda de diamante no pudieron
llegar a su lugar de anidación favorito porque ahora había casas allí. O los
humanos habían logrado atrapar y comerse a toda una delegación de los mares
del norte. O el número de barcos de pesca se estaba volviendo demasiado
grande para ignorarlo, para relegarlo a las antiguas y no escritas leyes del
Mundo Seco-Mundo Marino de antaño.
Sin embargo, a pesar de estas preocupaciones mucho más apremiantes, la
prima Yerena aún se quejaba de las lubinas y su jardín y “sus feas caras”.
Ariel se irritó solo de pensarlo.
Además del mal humor general, había otra similitud más seria entre el
rey y su hija. Cualquier alegría que Tritón había tenido en la vida, incluso con
sus hijas, se veía constantemente ensombrecida por el dolor por su esposa

30
muerta. Cualquier respiro que Ariel tomó en su nueva vida fue constantemente
ensombrecido por el dolor y culpa por su padre muerto.
Y así gobernó, firme y bien, pero en silencio y con mucha melancolía.
Se aclaró la garganta, uno de los pocos ruidos que aún podía hacer, y se
estaba inclinando hacia adelante para darle una idea al pequeño cangrejo
cuando Flounder llegó nadando.
Su viejo amigo era más grande y felizmente más gordo que cuando
salieron a la superficie años atrás. Tenía un medallón alrededor de su cuello
para mostrar su rango; la huella del tridente significaba que era increíblemente
cercano al círculo real. Pero a diferencia de los adorables pececitos ayudantes
y los caballitos de mar sirvientes, no giró su pecho hacia la luz ni se movió
para hacer que el disco dorado fuera más obvio. Siguió siendo, a pesar de los
años y la sabiduría acumulada, un simpático y con las aletas en el fondo del
mar, Flounder.
— ¡Mi reina! —
Se abalanzó frente a ella, ignorando a Sebastian, e hizo la profunda
reverencia que se requería de todos, pero Ariel generalmente intentaba
detenerla, al menos de él y Sebastian.
Ariel ladeó la cabeza hacia él: continúa.
— Acabo de recibir noticias extrañas, muy, muy extrañas, de un pez, que
las escuchó de una tortuga, que las escuchó de un delfín… Espera, creo que
era el pez de la tortuga. Podría haber habido otro mensajero en el medio. ¿Un
delfín, tal vez?
Sintió la impaciencia de Ariel incluso antes de que ella la mostrara.
— Hay una gaviota en la superficie que dice tener noticias solo para tus
oídos. —
Los ojos de Ariel se agrandaron.
Ella movió cuidadosamente sus labios, deletreando el nombre.
¿Es Scuttle?
— No, mi reina — dijo Flounder, tratando de no mostrar su propia
decepción. — Fue difícil de distinguir a través de todas las… partes
involucradas, pero creo que es más joven y mujer. — Ariel prácticamente se
marchitó.
Las gaviotas eran inútiles. Scuttle era un pájaro raro. Disperso, pero de
buen corazón, propenso a vuelos de exageración, pero un verdadero amigo.
Debería haber sido él quien viniera de visita.

31
Durante varios años después del día en que perdió a su padre, Ariel había
intentado regresar a la tierra para ver a Eric y vengarse de Úrsula. Pero la astuta
bruja del mar había usado sus poderes ahora muy prosaicos como una princesa
humana para colocar guardias a lo largo de la costa, oficialmente, "en caso de
un ataque del reino enemigo, o piratas.” En algunas ocasiones, cerca del
castillo, los guardias estaban literalmente estacionados en el agua, hasta las
pantorrillas.
Con la ayuda de Scuttle, Ariel había intentado evadir a los guardias,
colándose mientras la gaviota distraía. Pero nunca fue suficiente, y todos los
hombres estaban en alerta máxima por los extraños, en especial chicas
pelirrojas y brujas.
Al cabo de un tiempo, y tras mucha insistencia de Sebastián y sus
hermanas, Ariel se dio por vencida y volvió a su vida bajo el mar de forma
definitiva. Como mínimo, podría respetar la memoria de su padre dedicándose
a sus deberes como reina. Había jurado olvidar el Mundo Seco para siempre.
Incluso Scuttle.
— Pero… es una gaviota. Entonces, ¿eso no significa que Scuttle tiene
que estar involucrado de alguna manera? Señaló Flounder, tratando de
animarla. — Sería muy, muy extraño si alguna gaviota al azar viniera a hablar
contigo. Pero no verifiqué dos veces el origen de la historia. No quería romper
tu prohibición de ir a la superficie.
Ariel agitó la cola pensativamente.
"Ni siquiera pienses en eso", gruñó Sebastian. "Sé lo que estás pensando.
Es solo un ave marina tonta. Ni siquiera lo consideres, jovencita.
Ariel levantó una ceja hacia él con incredulidad. ¿jovencita? En los años
que habían pasado desde el duelo con la bruja del mar, había envejecido. No
dramáticamente, pero se veía mucho más grande de lo que debería verse una
sirena en su mayoría inmortal. Había algo en sus ojos: eran más profundos,
más sabios y más cansados que cuando era una joven sirena que nunca había
pisado tierra firme. Sus mejillas ya no estaban tan regordetas; los ángulos de
su cara eran más pronunciados. A veces se preguntaba si se parecía a su
madre... aparte de sus propios recuerdos poco fiables, la única evidencia física
de la ex reina era una estatua en el castillo de ella y Tritón bailando juntos.
Pero todo era mármol lechoso pálido, sin colores en absoluto. Muerto.
El cabello de Ariel ya no fluía detrás de ella como antes; las doncellas y
los cangrejos decoradores la mantenían trenzada y peinada, ceñida y elegante

32
bajo la gran corona de oro que se asentaba sobre sus sienes, como la que
llevaban los dioses. Pequeños aretes de oro y aguamarina brillaban
majestuosamente pero no tintineaban; eran bastante discretos y profesionales.
La única marca real de su juventud era el anillo dorado en la parte superior de
su oreja izquierda.
— Jovencita — de hecho.
Ni siquiera tuvo que decirlo, Ya no puedes hablarme así, cangrejito. Soy
reina ahora.
Sebastian suspiró, sonando viejo en su exasperación. — Lo siento por
hablar fuera de lugar. No puedo evitarlo. Nada bueno sale de ti subiendo allí...
nunca ha salido nada bueno. Yo solo… simplemente no quiero verte lastimada
o decepcionada de nuevo.
Ariel le dedicó una leve sonrisa y le dio una palmadita en la espalda con
cariño. A veces era difícil recordar que gran parte de la actitud de Sebastian
era solo actuación. En el fondo, él realmente tenía, lo que él pensaba que eran,
los mejores intereses desde el fondo de su corazón.
Pero ahora era una adulta, y una reina, y sus mejores intereses no eran de su
incumbencia. Se giró para hacerle señas al pequeño caballito de mar que
flotaba en silencio, con las aletas temblando, esperando órdenes.
Threll, por favor dígale al Consejo de la Reina que me tomaré esta tarde
libre. Flounder me acompañará. Sebastian está temporalmente a cargo hasta
que yo regrese, aunque no se votará ni se tomarán decisiones en mi ausencia.

— Si su Majestad. — El pequeño caballito de mar hizo una reverencia y


salió disparado hacia el agua.
— Mi Reina, tan emocionado como estoy… —comenzó Sebastián.
Pero Ariel ya estaba girado hacia arriba y pateaba con fuerza hacia la
superficie.

33
Capítulo 7: Ariel
Las reinas de las sirenas no solían tener una razón para moverse rápidamente.
No había guerras que dirigir, ni intentos de asesinato que evadir, ni multitudes
de admiradores que evitar entre los tritones. De hecho, la lentitud y la calma
era lo que se esperaba de la realeza.
Así que Ariel se encontraba disfrutando del ejercicio mientras agitaba su
cola contra el agua, como si le diera cuerda. Echaba de menos atravesar los
naufragios con Flounder, huyendo de los tiburones, tratando de regresar a casa
antes del toque de queda. Le encantaba la sensación de sus poderosos
músculos, y la forma en que la corriente se cortaba a su alrededor cuando
giraba los hombros para ir más rápido.
Hacía años que no estaba tan arriba en las aguas y tragó saliva mientras la
presión de las profundidades se desvanecía. Aguzó sus oídos, preparándolos
para el cambio de ambiente. Los colores se desvanecieron y se transformaron
a su alrededor desde la oscuridad del fondo del océano al azul relajante de las
profundidades medias y, finalmente, se iluminaron hasta el bígaro eléctrico y
mágico que anunciaba la entrada de la luz del día.

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No había planeado atravesar la superficie triunfalmente. Ella no le daría ese
poder. Su plan era tomárselo con calma y subir como una ballena.
Casualmente, imperturbable, como Oh, aquí estoy.
Pero de alguna manera su cola pateó con el doble de fuerza los últimos
metros, y ella explotó en el cálido aire iluminado por el sol como si hubiera
estado ahogándose.
Tragó saliva de nuevo y saboreó la brisa seca en su boca; sal y pino y fuegos
lejanos y mil olores extraños...
Una pequeña gaviota se posó sobre las olas, mirándola con curiosidad.
Ariel se recompuso, recordando quién era. Tratando de no deleitarse con la
forma en que el agua caía por su cuello; cómo se secaba su cabello y se
iluminaba. Flounder giró alrededor de su cuerpo con ansiedad antes de
aparecer junto a ella.
Ariel hablo en señas: ¨Me han dicho que tienes un mensaje para mí¨.
Pero antes de que Flounder pudiera traducir, antes de que pudiera detenerse,
Ariel hablo de nuevo:
¨¿Conoces a Scuttle? ¿Dónde está? ¿Por qué no está aquí?¨
—Le han dicho a la reina Ariel que tienes un mensaje para ella —le dijo el
pez a la gaviota solemnemente —Sin embargo, ella esperaba a su viejo amigo
Scuttle. Él era al único pájaro al que ella se había acercado.
—Tienes razón al suponer que fue él quien me envió aquí. El bisabuelo
Scuttle no pudo llegar hasta aquí —respondió la gaviota —¿Cómo respiras?
Ariel tardó un momento en registrar completamente la segunda parte de lo
que el pájaro había dicho.
—¿Qué?
Ni siquiera tuvo que hacer señas.
La gaviota ladeó la cabeza hacia la sirena y la miró fijamente, sin parpadear.
—Pasaste de debajo del agua a la superficie sin ningún problema en
absoluto. Dado que vives bajo el agua todo el tiempo, supongo que no es que
puedas aguantar la respiración para siempre, como si fueras una ballena

35
mágica, por ejemplo. Y no tienes branquias como una salamandra. Entonces,
¿cómo respiras?
—No te dirijas a la reina de Atlántica de esa manera —reprendió Flounder.
Ariel estaba impresionada por lo adulto que sonaba, imperturbable por la
extraña conversación.
—Perdón —dijo inmediatamente la gaviota, bajando la cabeza.
Ariel giró su tridente despreocupadamente, dejando que el agua volara de él
en cientos de gotas brillantes. Aunque los tritones aceptaron su linaje y sus
derechos a la corona, había habido un período de adaptación mientras seguían
pensando en ella como la niña bonita y despreocupada de Tritón. Algunos le
hablaban con demasiada condescendencia, otros le hablaban demasiado
familiarmente. Y algunas personas que no eran de las mismas tendencias de
realeza (tiburones, principalmente) necesitaron varias muestras de su ira antes
de reconocer su autoridad.
Pero no creía que eso fuera lo que ocurría con esta extraña gaviota. No había
ningún juicio en la expresión del ave. Sólo fascinación.
Probablemente nunca había visto una sirena antes. Ariel podría haber sido
una babosa o un demonio y la gaviota habría hecho la misma pregunta.
—¿Cómo te llamas? —preguntó Ariel.
—Jona —dijo el pájaro con una pequeña reverencia después de que Flounder
tradujera —Pero... si hablas con mi bisabuelo, es posible que se refiera a mí,
incorrectamente, como Jonathan. Jonathan Livingston. Está un poco
confundido a veces.
Ariel sonrió, pensando que eso sonaba exactamente como Scuttle.
—¿Por qué no le cuentas todo a la reina, empezando por el principio, Jona?
—sugirió Flounder.
Así que la gaviota le contó la historia, de ver la ópera con su bisabuelo, y la
reacción de su bisabuelo. Contó sobre su huida al castillo y el espionaje a
Vanessa, y la revelación de la existencia de Tritón. Lo contó de forma sucinta
y perfecta: sin descripciones innecesarias, diálogo u observación personal.
Ariel no estaba segura de cómo exactamente podía descender del despistado
Scuttle.
36
Tal vez un huevo se extravió de otro nido.
La mente de Ariel daba vueltas, conmocionada por la noticia.
¡Su padre estaba vivo!
...¿Probablemente?
Las buenas reinas no reaccionaban inmediatamente a la nueva información,
especialmente si no tenían ya algún indicio de lo que traía. Las decisiones
rápidas eran precipitadas y llevaban al desastre. Ariel lo había aprendido por
las malas. No tener voz era una ventaja: podía serenarse mientras pensaba en
cómo decir lo que tenía que decir.
—¿De verdad has visto a mi padre? ¿Vivo?
—He visto... —Jona se esforzó por encontrar la palabra adecuada —una cosa
en una botella a la que la princesa le habló como si fuera Tritón, Rey del Mar.
Y el bisabuelo dice que la... cosa... tenía un parecido más que pasajero con la
entidad que una vez fue.
Ariel recordaba con demasiada claridad el aspecto de esa "cosa". De hecho,
se parecía a su padre.
—El bisabuelo pensó que estarías dispuesta a otra aventura —añadió la
gaviota, casi con timidez— Y yo debo avisarte de que está dispuesto, para
rescatar a tu padre.
—¿Cómo lo rescataríamos? —Sus manos temblaron un poco al hacer las
señas. —Imposible... los guardias...
—Aunque no estoy directamente familiarizado con la situación tal y como
era anteriormente, el bisabuelo me dijo que te dijera que el número de soldados
en la playa se ha reducido mucho desde la última vez que ustedes dos trataron
de llegar a Eric. Aunque no es el mejor contando —añadió Jona con
neutralidad —pero cuando estuvimos allí para ver si tu padre seguía vivo, no
vi más de ocho. Ninguno de ellos estaba en el agua, y la mayoría parecía que
apenas ponían atención.
¿Ocho? Había docenas la última vez que lo intentó. Y marchaban,
resueltamente, arriba y abajo de las arenas, con los ojos en el mar. Pero eso fue
hace años… Después de que Ariel dejara de intentarlo, quizás Úrsula pensó

37
que se había rendido para siempre. Tal vez la bruja del mar había dirigido sus
atenciones a otra parte y dejó que la seguridad se redujera.
Ariel hizo señas.
—Tendré en cuenta estas consideraciones —tradujo Flounder— y volveré
aquí yo misma en tres días o enviaré un mensajero en mi lugar.
—Entendido —dijo la gaviota con una reverencia.
—Entendido, mi reina —corrigió Flounder amablemente.
—¿Lo eres? —preguntó la gaviota con curiosidad —¿Mi Reina? ¿Cómo
funciona eso con la Ley de los Mundos, la del Mundo Seco y la del Mundo
Submarino?
Ariel se encontró casi poniendo los ojos en blanco y haciendo esa amplia y
suspirante sonrisa que solía hacer con Flounder.
Pero la pequeña gaviota la había mirado, a ella, mientras hacía señas. No a
sus manos, ni a Flounder mientras hablaba. Había un corazón amistoso bajo
las preguntas directas e inoportunas de Jona.
Ariel sólo negó con la cabeza y volvió a sumergirse en el agua, haciendo una
seña sobre su hombro mientras se iba.
—La Reina dice que puedes llamarla Ariel —dijo Flounder.
También le dijo, en voz baja —No tienes ni idea del honor que es.

En el camino de vuelta, el silencio de Ariel era más profundo que de


costumbre. prácticamente hacía eco en el tranquilo mar, llenando el agua a su
alrededor.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Flounder, tratando de no sonar tan ansioso
como antes —Tenemos que salvar a Tritón. ¿No es así? Pero, ¿podemos?
Ariel se detuvo de repente en el agua, pensando. Su cola se movía de un lado
a otro, mientras se mantenía firme en una pequeña corriente que ondulaba sus
aletas y mechones de pelo.
—¿Sabemos siquiera que es verdad?

38
Los ojos de Flounder se abrieron de par en par.
—Pero la gaviota dijo... no sé, Ariel. Parecía un pájaro bastante honesto,
aunque raro. ¡Y Scuttle!
—Han pasado años. ¿Por qué Úrsula lo mantendría vivo?
—Ni idea. ¿Para poder hablar con él? ¿Todo el tiempo? Ella ama ese tipo de
cosas. Pero si está vivo, ¿no es una gran noticia? ¿No tenemos que hacer algo?
Flounder estaba prácticamente suplicando, moviéndose de un lado a otro en
el agua con desesperación.
—No sé.... Quiero creer que es verdad. Es demasiado para asimilarlo. Voy
a ir... a pensar un rato.
—A solas —añadió.
Flounder no necesitó preguntar dónde.
—A Sebastián no le va a gustar —suspiró.
Luego trató de no soltar una risita al ver las señas inentendibles que hizo.
—Le diré que has ido a consultar a unos ancianos o algo así —dijo, agitando
una aleta —Cuídate.
No necesitaba sugerirlo mientras ella se alejaba; con el tridente, Ariel podría
matar a un ejército o provocar una tormenta que destruyera la mitad del mar.
Pero era difícil dejar morir los viejos hábitos. Y era aún más difícil cuidar a
una poderosa reina, cuyas únicas vulnerabilidades eran las que no podías ver.

39
Capítulo 8: Ariel
A la deriva, Ariel se abrió camino a través del reino hasta las afueras de
Atlántica.
Algunos peces se detuvieron para saludar y ella los reconoció con un
movimiento de cabeza. No había ningún tritón alrededor que la molestara. Por
lo general, a la mayoría no les gustaban los rincones solitarios y polvorientos
del océano, donde las rocas prosperan más que el coral.
Finalmente llegó a la gruta oculta donde estaba su colección de cosas que
alguna vez tuvo. Hace millones de años probablemente había ventilado agua
caliente y lava que proporcionó sustento a los gusanos de tubo, lo que dio lugar
a una perfecta, cilíndrica serie de estantes para que Ariel exhibiera sus
hallazgos. Luego su padre lo había destruido todo y devuelto a sus
componentes minerales. Que las pequeñas criaturas usarán de nuevo,
completando el círculo.
La arena fina, el equivalente acuático del polvo, cubría todo en una capa
impresionantemente gruesa. Un par de algas habían logrado anclarse en los
escombros aquí y allá, y las anémonas brotaron de los rincones más protegidos.
Ariel miró a su alrededor la vieja destrucción que su furioso padre había
provocado. Ella lo había odiado tanto. Y luego él había... cambiado su vida por
la de ella.
¿Y ahora estaba... vivo?
Apenas podía permitirse creerlo. Los gritos y sollozos que no podía hacer en
voz alta se metieron hacia el interior de su corazón, en espasmos de dolor.
Si realmente estaba vivo, Úrsula probablemente lo había estado torturando
todos estos años. Ella no era amable con sus prisioneros.
O podría ser una trampa, un complicado montaje para atraer a Ariel de vuelta
para que Úrsula pudiera acabar con ella para siempre. Era un movimiento
extraño para hacer, media década después de que la sirena se hubiera rendido,
pero la bruja del mar era extraña...

40
Y todo lo que Ariel tenía era la palabra de una gaviota que ni siquiera
conocía.
Aunque... a pesar del poco tiempo que había pasado con el pájaro... había
algo incuestionablemente honesto en el. La reina tenía la sensación de que, si
lo presionaban, Jona no podría mentir o exagerar para salvar su propia vida. Y
a pesar de la tendencia de Scuttle a tergiversar o fabricar o incluso creer sus
propias mentiras, nunca lo dijo en serio. Si él pensaba que había una
posibilidad de que Tritón estuviera vivo, haría cualquier cosa en su poder para
ayudar a Ariel a salvarlo.
Debería hacerlo bien, pensó, con las manos apretadas en puños. Ella debería
avanzar sobre el castillo humano con un ejército de soldados tritones, e invocar
el poder de los mares, y hacer pedazos a Úrsula en las rocas, y ahogar a todos
los todos los que se opusieran, y entrar y salvar a su padre; y él volvería a ser
rey de nuevo, y ella tendría un padre de nuevo...
...y ella no lo haría.
Ella nunca alistaría a los soldados que juraron proteger el reino de las sirenas
para para ayudar con un error que ella había cometido. Nunca pondría en
peligro un castillo de gente inocente sólo para recuperar a la persona que ella
fue responsable de perder.
El destino le daba una segunda oportunidad.
La aprovecharía, pero por sí misma.
Corregiría los errores que había cometido por sí misma.
Encontraría y rescataría a su padre, le pediría perdón y devolvería el rey a su
pueblo. Todo el mundo se extasiaría, ¡sobre todo sus hermanas! Y ella se
redimiría.
Incluso podría ser una heroína. Y todos vivirían felices para siempre, bajo el
mar.
Pero para hacerlo, tendría que volver al Mundo Seco.
Recogió una cosa redonda del suelo y sacudió la arena. Era la tapa de un
viejo tarro de cerámica, que en su día estuvo pintado de azul y oro. Lo humanos
tenían muchas jarras. Y ánforas. Y jarrones. Y vasijas. Y barriles.

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Tantas... cosas... para poner otras... cosas dentro. Los tritones rara vez tenían
la necesidad de almacenar algo más allá de los raros y extravagantes
comestibles, como el vino dorado que solían intercambiar cuando era una niña.
Los tritones comían cuando tenían hambre, casi nunca tenían la necesidad de
beber, y rara vez tenían una razón para almacenar comida para el futuro.
Dejó caer la tapa y suspiró, acercándose a la roca en la que solía recargarse
mientras admiraba su colección. Cosas, tantas cosas. Cosas a las que nunca les
encontró el uso adecuado en su corto tiempo en tierra. Porque ella había estado
demasiado ocupada mirando a Eric.
En cierto modo, esa era la parte de la historia de la gaviota que la molestaba
más. No podía creer la reacción de su corazón traicionero cuando el pájaro
mencionó su nombre.
Eric.
¿Eric recordaba algo?
¿Escribió una ópera sobre ella? ¿Sobre ella?
Sin embargo, no era sólo la adulación de la misma. Si Eric recordaba lo
suficiente como para componer música sobre ello... ¿también la recordaría a
ella? ¿Un poco?
Ella lo recordaba a él con demasiada frecuencia.
A pesar del hecho de que su vida se había arruinado debido a su búsqueda
de Eric, cuando cerraba los ojos para dormir, sus últimos pensamientos eran a
menudo todavía sobre él.
O cuando un perfectamente guapo, razonablemente divertido (y sobre todo
inmortal, no es un punto irrelevante) tritón intentaba ganar su afecto, lo único
en lo que pensaba era en cómo le quedaría el pelo cuando estuviera seco.
¿Botaría, como el de Eric?
Una ópera. ¿Cómo eran sus arias? ¿Qué escribía para que ella cantara?
Sonrió, sin perder la ironía: se había escapado de un concierto para perseguir
a un humano, y él había escrito canciones para ella que ya no podría cantar.

42
Pasó el dedo por la arena de un estante cercano, escribiendo el nombre de
Eric en runas.
Tal vez, sólo tal vez, de camino para salvar a su padre, ella podría darle una
visita.
Por los viejos tiempos.

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Capítulo 9: Sebastián
—¡NONONONONONONO!
Sebastián se escabulló de un lado a otro de una de las balaustradas que
delimitaban el borde del estrado del trono. Había sido cultivada, como muchos
de los objetos de la ciudad, a partir de coral, cuyos habitantes originales fueron
persuadidos una vez que su trabajo estaba hecho.
Los dedos de los pies del cangrejo hacían pequeños ruidos de tic-tac mientras
de un lado y luego del otro, con las pinzas en posición de alerta, sin mirar ni
una vez a su público.
Suspiró. Aunque, por supuesto, no era imprevisible que el pequeño cangrejo
respondiera así, esperar su rabieta no era el uso más eficiente de su tiempo.
Como niña, se habría ido nadando. Como una niña con voz, ella podría haber
discutido.
Como reina muda, no podía hacer ninguna de las dos cosas.
Levantó el tridente y golpeó el fondo del océano con él dos veces. No para
despertar la magia, sino para llamar su atención. Para recordarle quién era ella.
El pequeño cangrejo se detuvo a mitad de camino. Levantó las cejas:
—De verdad, ¿Sebastián?
—No saldrá nada bueno de esto —dijo, un poco avergonzado —Nada de la
superficie lo hace nunca.
—Mi padre puede estar vivo, —dijo en señas. —Es razón suficiente para
intentarlo.
Ante esto el pequeño cangrejo vaciló. Se deslizó lentamente por la barandilla
hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para poner una pinza en su
brazo.
—Ariel, yo también le echo de menos... pero podrías estar persiguiendo un
fantasma.
—Ríndete, Sebastián —sugirió Flounder —Ella ya ha tomado su decisión.
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—¡Creo que la estás alentando en esto! —Sebastián gritó, apuntando con
una tenaza acusadora al pez.
Flounder puso los ojos en blanco.
—No está alentandome, está ayudando —dijo Ariel.
—Podría ayudarte más —insistió Sebastián— Puedo ir a tierra por cortos
periodos de tiempo.
—Te necesitan aquí abajo, para que actúes como mi representante. Y de
distracción.
—No voy a ponerme delante de una multitud de tritones y.… otros
habitantes del océano para decirles que su reina los ha abandonado para ir a
una ¡misión ridícula por sí misma! Si quieres irte, tienes que ser lo
suficientemente valiente para decírselos.
Una sola seña:
—No.
Apoyó una suave mano en su garganta, dejando que esa acción hablara por
sí misma.
Sebastián se desvaneció.
—Muy bien, vete. Nunca nadie ha podido impedirte de hacer cualquier cosa
que quisieras, incluso cuando te cuesta mucho.
Por un momento, Ariel sintió que su antiguo yo salía a la superficie, el
impulso de sonreír y plantar un beso en la espalda del pequeño cangrejo. Tenía
razón. Ella tenía la costumbre de nadar donde los ángeles temían pisar. Nadie
podría disuadirla una vez que su mente estaba fijada. Y le había costado caro.
¿Qué podría costarle esta vez?
—Por favor, dile a tus hermanas, al menos —dijo Sebastián con un suspiro
de cansancio, bajando del borde y deslizándose por el fondo del océano hacia
el trono.
Con algunas patadas rápidas y nadando de lado aterrizó en el reposabrazos,
el lugar apropiado para su posición oficial como reina
—No puedo imaginarme tratando con ellos ahora mismo.
45
Ariel asintió, y luego le dio un segundo asentimiento, con los ojos bajos:
gracias.
Y luego nadó para no tener que ver las miradas de él y Flounder.
Sus hermanas estaban en la Gruta de las Delicias, nadando, bueno... nadando
con deleite, atando pequeñas anémonas a sus cabellos... fascinadores de algas,
rebuscando entre gigantescas conchas de joyas, perlas y caracoles. Ariel
apenas recordaba la época anterior a la muerte de su madre, pero estaba
bastante segura de que sus hermanas habían sido menos frenéticas en su
búsqueda del placer entonces. Ahora ellas ahogaban su dolor en cosas seguras
y tontas que requerían poca reflexión y que les proporcionaban una distracción
constante.
Pasó la mano por un cuenco de conchas distraídamente, dejando que las
baratijas se deslizaran entre sus dedos. La mayoría de ellas no estaban cortadas
ni pulidas como las trataría un joyero humano: brillaban aquí y allá a partir de
un trozo de roca pardusca. Un solo cristal podía brillar como el arma de un
dios, pero estar rematado por el trozo abultado en el que había sido premiado
de una geoda.
Ariel observó las piedras con fascinación. Por supuesto que eran hermosas.
Sin embargo, ella seguía encontrando los trozos y adornos del mundo humano,
hechos por humanos eran mucho más atractivos. ¿Por qué? ¿Por qué no podía
contentarse con los tesoros del mar tal y como los había hecho el océano? ¿Qué
tenían de malo que había que alterarlos, ponerlos en otra cosa, enmarcarlos, o
forzar en un manojo o en un collar, en perfecta, y antinatural simetría?
—¡Oh! ¿Vas a venir a la Fiesta de la Marea Nea después de todo? —Alana
se arremolinó alrededor de Ariel, su cola de color magenta profundo casi
rozando a su hermana. Su pelo negro estaba peinado con intrincados
tirabuzones que estaban atrapados en un coral de color rojo brillante, sus
pequeñas ramas y espinas separando los rizos en tentáculos. El efecto era
asombroso y un poco aterrador.
Mirando a su alrededor, Ariel se dio cuenta de que sus hermanas reales
estaban más arregladas que de costumbre. Una vez más había olvidado una de
las interminables fiestas, bailes, celebraciones y observaciones cíclicas que
constituían la mayor parte de la de la vida de la gente del mar.

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—No, me temo que se me ha olvidado, señalo.
—Oh, qué pena —dijo Alana, poniendo una cara de tristeza superficial antes
de alejarse. Las hermanas se habían acostumbrado a su ausencia y ya ni
siquiera mostraban decepción cuando ella se negaba.
Le dolió un poco, se dio cuenta Ariel.
Attina la vio y se acercó. A pesar de su extrema diferencia de edad, ella era
la más cercana a Ariel. Aunque su hermana mayor no entendiera del todo el
impulso de buscar un príncipe humano, o de explorar el Mundo Seco, o de
coleccionar cosas del mundo seco y extrañas reliquias humanas, siempre
trataba a su hermana pequeña con la mayor delicadeza posible, a pesar de lo
brusca que parecía.
—¿Qué pasa? —preguntó, agitando su cola naranja de un lado a otro, hacia
adelante. Todavía no se había arreglado el pelo; era obvio que estaba dedicando
todo su tiempo a ayudar a las hermanas menores con el suyo.
El único moño castaño un poco desaliñado estaba sujeto con púas de erizo
de mar.
—Te ves... preocupada. Toda real y preocupada.
Ariel se permitió una pequeña sonrisa.
—Me voy unos días.
—¡Vacaciones reales! ¡Aww sí! Te vendrían bien, está claro. He estado
diciendo desde hace años que necesitas relajarte y descansar un poco. ¿No he
estado diciendo eso? Tu piel se ve terrible. Me alegro mucho de que... oh. No
son unas vacaciones, ahora lo veo.
Attina dijo todas estas cosas rápidamente, una tras otra: revelación, opinión,
realización. Cuando la gente podía hablar en voz alta, Ariel se había dado
cuenta hace mucho tiempo, gastaban las palabras como si fueran gratis,
desperdiciándolas con tonterías.
Su hermana frunció el ceño.
—¿Adónde vas?

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Ariel no hizo una señal complicada. Se limitó a usar el dedo índice y señaló.
Hacia arriba.
—¿Qué?
Attina arrugó la nariz, confundida.
Ariel esperó a que el significado se asentara.
—Oh, no —Su hermana sacudió la cabeza, con los ojos muy abiertos —No
puedes hablar en serio.
Ariel asintió.
—No. No. No, no lo hagas —dijo Attina, cruzando los brazos —No otra vez.
Perdimos a papá cuando hiciste eso la última vez. No lo volverás a hacer.
Las otras hermanas sintieron la tensión en el agua y nadaron en silencio hacia
arriba, observando (escondiéndose) detrás de la mayor, Attina.
Ariel no deletreó nada; solo movió la mano para sugerir las vestiduras de
una diosa, el signo de Atenea, que daba nombre a su hermana.
Había una implicación de realeza y sabiduría; Ariel estaba apelando a su
hermana mayor por sus mejores valores.
—Attina, puede que aún esté vivo. Es por eso que voy a ir.
Varias de sus hermanas jadearon. Sus colas se agitaron.
—No-oh —dijo Attina con firmeza.
Luego susurró:
—¿De verdad?
—Hay una posibilidad. Alguien de confianza lo vio, como prisionero de
Úrsula.
—Oh —dijo Attina, cruzando los brazos de nuevo —Oh.
—Déjala ir —dijo Adella, moviendo sus coletas.
—Tiene que ir —susurró Andrina, la más cercana a Ariel en edad.
—¡Debe irse ahora! —instó Arista, apartando el pelo rubio de su cara.
—¡Trae de regreso a papá!
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Alana y Aquata guardaron silencio, mirando a su líder, Attina.
—¿No puedes enviar a alguien...? —Más. Iba a decir la hermana mayor, pero
negó con la cabeza— No, supongo que no puedes.
—Yo tengo que hacer esto, —estuvo de acuerdo Ariel.
—¿Seguro que esto no es sólo una oportunidad para volver a ver a tu
principito humano? —preguntó Alana con rotundidad.
Ariel sintió que su cara se enrojecía. Su mano izquierda se apretó alrededor
del tridente, su mano derecha se apretó en el agua, alrededor de nada, alrededor
de todo, podría lanzar espuma a la cara de su hermana y se convertiría en un
venenoso puñado de arena afilada, o en un millar de pequeños ácaros.
Attina hizo que sus labios se pusieran blandos como lo hacía a menudo,
como un pez globo antes de inflarse.
Levantó una mano para silenciar a Alana.
—Ahora no.
Ariel reflexionó, por un momento, viendo lo mucho que se comunicaban por
señas, incluso los que podían hablar.
—Bien. Buena suerte. Espero que traigas a papá de vuelta —dijo Attina,
perfunctoriamente— Puedes irte.
Ariel podía sentir las corrientes en el agua: la hermana mayor, que había
intentado asumir el papel de madre cuando su verdadera madre murió, y nunca
tuvo éxito en ese papel. Las otras hermanas, a las que les gustaba la idea de
poder y gobernar y la fuerza y las coronas… para otra persona. Todas querían
que todo fuera como había sido cuando Ariel era una de ellas, cuando todas
eran iguales.
Pero Ariel nunca había sido la misma.
—No necesito tu permiso, —señaló. —Simplemente te lo hacía saber.
—¡Bien! —dijo Attina, levantando las cejas.
—Ustedes me hicieron reina.
—Sí... supongo que lo hicimos.

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Las otras cinco chicas fluyeron y se deslizaron en las corrientes, sus aletas
se movieron sinuosamente a las profundidades. Attina se abalanzó y las siguió.
—Espero que en verdad lo encuentres —dijo por encima del hombro.
—¿Nadie se va a ofrecer a acompañarme? —señaló Ariel, medio
irónicamente, de espaldas, no había forma de que su hermana supiera que
estaba diciendo algo.
Las vio a todas volver a hacer exactamente lo que habían hecho antes:
arreglarse el pelo, cotillear, arremolinarse unas con otras en una escena que
solía encantarle a su padre.
—¿Nunca se aburren de sus vidas?, —señaló, aunque nadie la viera.
—¿No tienen ni siquiera un poco de curiosidad? —Esto lo dijo con la boca,
tratando de hacer surgir un sonido. Esta vez.
Sólo salió agua.
—¡Han pasado más de cien años desde que mamá murió!
Nadie la vio. Sus manos, inútiles para comunicarse, se aferraron al tridente
con fuerza. Se alejó nadando, sin ser escuchada, sin ser vista.

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Capítulo 10- Ariel

Esta vez estaría preparada.


Tomó una bolsa, del tipo que los artistas usaban para llevar sus
herramientas, y empacó las pocas cosas que pensó que necesitaría.
Ropa cuidadosamente conservada, rescatada de un baúl hundido
cuando su barco naufragó. Encharcada pero no desgastada. Había
pasado tanto tiempo desde que había estado en tierra que le tomó un
tiempo recordar cómo armar un conjunto completo. Vestido, delantal
y enagua... La cantidad de capas de ropa que usaban los humanos
era una locura. ¿Alguien se daría cuenta si se olvidara de una
camiseta o calzoncillos?
También tenía que acordarse de llevar dinero, todo tipo de monedas,
por si acaso. La última vez Eric había pagado por todo. Esta vez, en
caso de necesidad, ella tendría que conseguirlo por sí misma.
Entonces Ariel se arregló en el tocador y ahuyentó a los cangrejos
decoradores, un poco impaciente con su presencia aglomerada y su
constante necesidad de ayudar. Ella misma podría quitarse la corona
y no se quitaría la caracola dorada. Se quitó el pesado manto que
colgaba de sus hombros y que le daba una apariencia más vieja y
majestuosa. Inmediatamente se lo llevaron dos caballas que lo
limpiaron y lo colgaron correctamente en un arrecife para que no
tuviera arrugas ni anémonas.
Ella frunció los labios y sopló en su caparazón dorado, bajo, no lo
suficiente como para despertar la alarma. Flounder salió nadando de
las profundidades, donde había estado esperando, dándole algo de
privacidad.
Pasó la mano por su cuerpo, como una marea: es hora.
Flounder asintió y nadó junto a ella. Juntos se levantaron.

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Se movían casi como una unidad, el cuerpo de él doblándose hacia
adelante y hacia atrás en el medio, la cola de ella subiendo y bajando
casi exactamente al mismo ritmo.
Después de unos minutos aventuró:
—Es como en los viejos tiempos, ¿no?— Ariel se volvió y le dedicó
una sonrisa: tan rara en estos días.
Ella había estado pensando exactamente lo mismo.
Cuando su cabeza asomó a la superficie esta vez fue menos
revelador pero aun así estimulante. La pequeña gaviota estaba casi
exactamente donde la habían dejado.
Ariel se dio cuenta de que no tenía un signo para gaviota.
—Genial— dijo el pájaro. —Realmente esperaba que volvieras
Ariel parpadeó.
Qué cosa más rara y banal de decir.
—Sí, bueno, y aquí estamos— dijo Flounder, un poco frívolo. —Y, por
cierto, esta es una misión secreta. Nadie debería saber cómo la reina
está dejando su reino para ocuparse de los asuntos en tierra...
especialmente los asuntos que involucran a su padre. Especialmente
con la bruja del mar Ursula involucrada.
Jona lo miró fijamente.
—¿Reino? ¿O reinado*?
—¿Qué?— Flounder preguntó, exasperado.

*En ingles Kingdom or Queendom, las iniciales King y Queen


refiriéndose a rey y reina

—Los atlantes están gobernados por una reina. ¿No debería ser
reinado?
—No, eso es, bueno, supongo que sí. Quizás. ¿Importa?
52
—Importa si eres la reina— señaló el pájaro.
Ariel tuvo que ocultar su sonrisa; ella se habría reído, si hubiera
tenido la voz para hacerlo.
—Volaré adelante y encontraré al bisabuelo— dijo la gaviota,
adivinando correctamente que sus nuevos amigos estaban perdiendo
la paciencia —para que podamos preparar una distracción para los
pocos guardias que quedan en la orilla. Deberíamos arreglar una
señal para saber cuándo estás lista para emerger a tierra firme.
Flounder observó atentamente las señales de Ariel y luego tradujo.
—Una flota de no menos de... treinta y siete peces voladores saldrá
del agua al mismo tiempo, en dirección oeste
—Está bien, buscaré treinta y siete de los plateados, voladores,
difíciles de atrapar,
bastante huesudos, ¡oh! muy sabrosos, volando hacia la puesta del
sol.
—¿Qué dice la gaviota? — Flounder preguntó, traduciendo la
curiosidad de Ariel.
El pájaro graznó una vez, con fuerza.
Sonaba como cualquier otro graznido.
Luego se elevó en el aire sin otra pregunta o sonido. Ariel sacudió la
cabeza y ella y Flounder volvieron a sumergirse bajo el agua.
Se mantuvieron bastante cerca de la superficie, rozando justo debajo
de ella.
Podía sentir el acercamiento de la tierra, saborear cuando las aguas
cambiaban, sentir cuándo las corrientes se volvían frías o cálidas,
pero no estaba de más estar atenta a la orilla de vez en cuando, y
atenta a los barcos.

El golpe de los remos se oía a leguas. Su padre había contado


historias sobre marineros blindados en días lejanos, cuyos barcos
trirremes tenían tres bancos de remeros para surcar las aguas;

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podías escucharlos hasta Atlántica, decía. :Un poco más alto e
interrumpirían las canciones de los habitantes.
Los delfines y las ballenas usaban sus voces para navegar en las
aguas.
Incluso antes de que su padre promulgara la prohibición de salir a la
superficie, era raro que un barco se encontrará con un atlante.
Si el capitán seguía las viejas costumbres, se alejaría con cuidado o
le arrojaría un tributo: fruto de la tierra, las manzanas y las uvas, los
tritones lo atesoraban más que un tesoro. A cambio, los atlantes
podrían obsequiar frutas del mar, gemas o un peine de su cabello.
Pero siempre existía la posibilidad de una tripulación sin escrúpulos,
y redes, y el premio potencial de una esposa sirena o un trofeo para
presentar al rey.
(Teniendo en cuenta algunas de las redes que los tritones habían
encontrado y de las que habían liberado a sus hermanos submarinos,
era bastante comprensible que un Tritón creyera que los humanos
podían comer cualquier cosa que encontraran en el mar, incluidos los
tritones).
Criaturas marinas interesadas y curiosas pasaron junto a Ariel y
Flounder, inclinándose cuando pensaban que debian hacerlo,
mirando fijamente cuando no los veían. Incluso sin su corona, la
reina era bien conocida por su cabello rojo y la presencia constante
de su amigo. Era bueno que le hubiera advertido a Sebastian que no
mencionara su misión; el chisme nadaba más rápido que el atún.

Sacó la cabeza del agua y se alegró al descubrir que había


mantenido fiel su dirección. Estaban en la entrada de la bahía de
Tirulia, justo más allá de donde los habitantes del Mundo Seco habían
extendido las lenguas de tierra a ambos lados con rocas para
54
mantener a salvo sus barcos. Dentro de estos dos brazos el mar se
aplanaba. En el lado sur de la bahía, la tierra era rocosa y gris como
las islas del sur donde los pulpos jugaban y las aceitunas
ocasionalmente caían y flotaban en las suaves olas. Por un breve
trecho, en medio de la orilla cerca del castillo, las rocas dieron paso a
la playa. Al norte de eso había planicies de marea donde el mar se
convertía en tierra más lentamente, invadido gradualmente por la
hierba y ricos penachos marrones de lodo donde comenzaba todo
tipo de vida marina bebé: mejillones, almejas, ostras, cangrejos,
anguilas e incluso algunos peces.
Más allá estaban los pantanos propiamente dichos, agua salobre que
se mezclaba con un río que llegaba, según había afirmado Eric una
vez, hasta las montañas.
Y entre la sirena y la orilla estaban los barcos.
Pequeños barcos pesqueros con brillantes ojos azules pintados en la
proa para ahuyentar la mala suerte. Balleneros rápidos y elegantes.
Diminutas barcas para niños y vagabundos, para pasear por las
marismas y las mareas bajas, para sacar huevos, gambas,
crustáceos y algas más sabrosas que comen los pobres pero
aprecian los ricos.
Por encima de todos ellos se alzaban poderosos barcos de gran
altura que surcaban los océanos, gigantescas velas blancas
desplegadas, listos para cruzar mar abierto y volver a casa cargados
de especias y oro, chocolate y perfumes, sedas finas y sales
centelleantes.
Ariel miró estos últimos barcos con una punzada de celos. Llevaron
a sus jinetes humanos más lejos de lo que ella había estado nunca, a
lugares de los que solo había oído hablar en las leyendas.
Probablemente navegaron justo sobre las cabezas de los
hiperbóreos, sin siquiera darse cuenta. Parecía injusto de alguna
manera.

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Entonces notó un bote diminuto, no más que un bote de remos, en
realidad, que flotaba aparte del resto. Estaba solo y más lejos, justo
al borde de la bahía, más cerca de ella.
Una persona estaba sentada encorvada en la proa del barco,
mirando sombríamente hacia el mar. Ariel frunció el ceño,
entrecerrando los ojos para ver mejor. Tuvo la tentación de pintar los
detalles borrosos con su imaginación: un pirata con un parche en el
ojo o un viejo capitán de barco mutilado, masticando la boquilla de
una pipa, soñando con sus días de gloria y esperando una tormenta
que nunca llegaría.
Pero había algo en él... su cabello era demasiado brillante y negro.
Y aunque estaba sentado inclinado, los ángulos curvos de su espalda
aún parecían tersos con los músculos, los tendones y la grasa de la
juventud. Su mano se alzó para apretarse más el abrigo en un gesto
extrañamente familiar: Ariel tragó saliva.
Si tuviera voz, podría haber gritado.
Era Eric
Sin un chapoteo se hundió bajo las olas: sin ruido, inmediatamente,
inquietantemente, como cualquier criatura marina que no quería ser
vista. Sin drama, sin excitación en la cola.
Ella flotaba justo debajo de la superficie, parpadeando lentamente,
con el corazón acelerado.
—¿Ariel...?— preguntó Flounder, nervioso por su comportamiento.
Ella lo miró, disgustada.
Hizo una señal, deletreando las runas: Eric.
—¿QUÉ?
Levantó un dedo, traducible a cualquier idioma: un momento.
Manteniendo sus movimientos pequeños y eficientes, nadó más
cerca del bote, por la espalda, y en silencio asomó la cabeza por
encima del agua. Había, por supuesto, capitanes y viudas de mar de
ojos agudos, niñas en la orilla esperando ver algo grandioso y niños
que querían un premio por avistar una ballena o su ámbar gris. Pero,
56
en general, los humanos no se daban cuenta del mundo tranquilo que
los rodeaba. Contaba con eso, y con los ojos del marinero en el
horizonte, para mantenerla invisible.
De hecho, era Eric.
Sus ojos seguían siendo del mismo azul cielo de ensueño, o azul
marino, justo antes de que el mar se convirtiera en cielo. Pero ya no
parecían propensos a arrugarse en sonrisas de confuso deleite.
Ahora se mantenían abiertos, concentrados en cosas que ella no
podía ver, a millas, horas y mundos de distancia de la bahía.
Su rostro era más delgado, su apariencia más pálida de lo que
debería haber sido la de un hombre al que le gustaba pasar sus días
en un barco. Todavía demasiado saludable para estar demacrado,
pero no despreocupado. Su cabello era mucho más largo, recogido
en una cola de caballo suelta.
Aunque llevaba una capa gastada y descolorida por la sal sobre los
hombros, Ariel podía ver los adornos de su rango debajo: una camisa
blanca impecable, varios medallones dorados, un chaleco
desabrochado pero muy fino y ceñido.
Debajo de un lujoso cinturón ancho de líneas casi militares lucía un
par de pantalones increíblemente bien hechos a la medida que
obviamente no daban tanta libertad de movimiento como al viejo Eric
le hubiera gustado. Sus botas estaban desgastadas y parecían una
ocurrencia tardía, como la capa, que se puso en el último momento.
Para disfrazarse, o para proteger la ropa.
Siguió mirando al otro lado del océano como si esperara algo. El
diminuto bote estaba anclado, se dio cuenta Ariel. Como si hubiera
estado allí, o esperara estar allí, por un tiempo.
—Se está tan bien aquí, ¿verdad, Max? — murmuró. —Hay tanto
silencio. Casi puedes oír… Casi oír…—
Los ojos de Ariel se abrieron como platos. Vio el mechón de una
vieja oreja peluda levantarse por encima del costado del bote.

57
Vacilante, Eric sacó algo de su bolsillo. Al principio, Ariel pensó que
sería una pipa; parecía apropiado para alguien de la edad y posición
actual de Eric. Pero cuando se lo llevó a los labios, ella se dio cuenta
de que era un instrumento diminuto. Más pequeña que la grabadora
que solía llevar consigo, y más gorda. Más como una ocarina, el
instrumento que los humanos solían tocar en los días en que todavía
hablaban con los animales y los tritones.
Tomó aire y esperó un momento.
Luego tocó algunas notas. En silencio y lentamente.
El corazón de Ariel casi se detuvo.
Era la canción que había cantado después de que lo rescató, la
canción que había brotado espontáneamente de su corazón mientras
él yacía allí, inconsciente.
Describió la belleza del mar y la tierra así como la mortalidad de los
humanos y la maravilla de la vida. Había brotado de ella como la vida
misma.
Escucharla de nuevo fue el dolor más dulce que jamás había
experimentado. Mucho más profundo incluso que tener la cola
dividida en dos piernas.
Atravesó todo su cuerpo, dolor, reconocimiento y placer, todo a la
vez.
Tocó sólo la primera docena de notas y luego se fue apagando.
Escuchando. Esperando.
Ariel abrió la boca, deseando que salieran las notas. Cerró los ojos e
intentó exprimirlos de su corazón, de sus pulmones. ¿No rompía el
amor todos los hechizos? ¿De qué servía si no? Por favor, por favor,
dioses antiguos. Déjenme cantar... sólo por esta vez...
Pero todo estaba en silencio.
—¿Mmrl?
El pequeño ruido de pregunta de Max hizo que Eric parpadeara y que
Ariel maldijera.

58
—No, sé que no lo usé en la ópera— dijo Eric como si estuviera
respondiendo una pregunta mucho más coherente del perro. —Lo
sé, hubiera sido perfecto. Pero no parecía estar bien de alguna
manera… necesitaba guardarla para… para…—
Parpadeó de repente y se sonrió a sí mismo.
—Eso suena ridículo, ¿no es así, Max?
Sonrió y revolvió las orejas del perro.
Ariel se sumergió más en el agua, derritiéndose ante su sonrisa.
¡Todavía!
Cuando sonreía era como si todo el mundo estuviera sonriendo, sus
labios tiraban del cielo como un arcoíris, el sol bailaba entre risas. Se
sentía completamente impotente y estúpida. ¡Reina del mar! Llevada
a sus aletas por una sonrisa tonta.
Eric suspiró.
—Gracias por acompañarme en estas pequeñas expediciones, Max.
Sé que te desgastan. Pero aquí afuera, es casi como si estuviera…
lúcido. O deslizándome más profundo, en otro sueño. Uno o el otro.
son iguales Oh, No sé.
Suspiró, apretando su mano alrededor de la ocarina con frustración.
Por un momento Ariel pensó que la iba a tirar al mar, como había
hecho con su grabadora tantos años antes. Pero se lo llevó a los
labios y volvió a tocar la docena de notas, dejándolas morir en la
brisa.
Ariel no trató de terminar la melodía esta vez. Las lágrimas brotaron
de los costados de sus ojos y resbalaron por sus mejillas, uniéndose
al mar salado.
Finalmente, Eric guardó su ocarina.
—Vamos, regresemos antes de que la señora decida que hemos
estado en nuestros paseos demasiado tiempo". Levantó el ancla y
tomó los remos, girando hábilmente el pequeño bote sin estela y con
poco esfuerzo.

59
A medida que la proa giraba más cerca de Ariel, Max comenzó a
ponerse de pie arrastrando los pies.
—¿Mmmrrl?
Trató de mirar por el costado del bote, sintiendo que algo andaba
mal.
Ariel se sumergió en el agua. Dudaba que el perro pudiera ver muy
bien ahora, y mucho menos a través de los mechones enmarañados
sobre sus ojos.
Levantó la nariz, olfateando... pero Eric se alejaba remando, de
regreso a la orilla.
Ariel los vio irse, el perro viejo y su amo en el bote diminuto, el
hombre que una vez estuvo al mando de un barco tan grande como
un castillo y el corazón de la hija del rey del mar.

Capítulo 11: Ariel


Flounder asomó la cabeza fuera del agua junto a ella.
—Ese sí que era Eric— dijo el pez. —Wow, se veía tan diferente
Ariel hizo una seña ausente: seguro que él diría lo mismo de ti.
—Oye— dijo Flounder con un poco de timidez y un poco de orgullo,
balanceándose de un lado a otro en el agua para admirar su propia
barriga. —Tengo una posición oficial en el castillo ahora. ¡Tengo que
mantener mi peso!
Ariel sonrió.
Pero todas estas fueron solo palabras destinadas a disipar la tensión
y el peso emocional del momento. No significaron nada. Flounder
realmente estaba preguntando si estaba bien y diciendo que él estaba
allí para ella.
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Tan poca comunicación real estaba representada por palabras que
se decían en voz alta, se había dado cuenta al perder la voz. A
menudo, el verdadero significado yacía debajo y no expresado.
A veces la gente olvidaba que no era sorda además de muda, y
luego las conversaciones se volvían realmente interesantes.
Se deslizaron juntos justo debajo de la superficie.
El agua se volvió y empezó a apestar a materia orgánica, alquitrán,
cosas ajenas al océano. Si bien el olor general era demasiado para
un pez marino, la actividad humana y los desechos a menudo
significaban alimento adicional para los peces que se atrevían a vivir
tan cerca de la orilla.
Cubriendo cada superficie pedregosa y de madera bajo el agua había
percebes afilados como navajas; ramos de mejillones negros como el
ébano; racimos de gusanos de tubo aterciopelados de color púrpura
suave, completamente inofensivos. Cangrejos más valientes y con
menos inclinaciones artísticas que Sebastián subían y bajaban
interminablemente por muelles y naufragios. A veces, uno la
saludaba con la mano y luego se dejaba caer al fondo del océano,
incapaz de sostenerse con una garra, y comenzaba incansablemente
el ascenso de nuevo.
El camino al castillo era una especie de carrera de obstáculos entre
las redes de arrastre que recogían todo lo que había en el suelo de la
bahía, independientemente de su comestibilidad, y las aguas
residuales sin tratar que se escapaban de las tuberías gigantes que
colgaban sobre el agua.
Tuvieron que nadar un largo trecho alrededor del pantano: el agua
que salía de un arroyo de drenaje era de un amarillo brillante poco
saludable. La filtración floreció y fluyó hacia el mar tan bonita como la
tinta de un pulpo, pero quemó las escamas de Ariel. ¿Qué hacían los
humanos allá arriba?
Cuando llegaron a las aguas benditamente más limpias cerca del
castillo (construido un poco alejado del centro comercial de la ciudad,
61
específicamente para evitar los malos aires y las plagas), Ariel giró a
través de las corrientes como una nutria, despeinándose el cabello y
sacudiéndose escamas libres de suciedad. Entonces ella y Flounder
salieron a la superficie y miraron a su alrededor.
Había exactamente ocho guardias apostados a lo largo de la playa y
en la entrada de la laguna donde una vez había salvado a Eric.
Fácilmente un tercio de la última vez que había intentado acercarse al
castillo. Uno se cortaba las uñas con un cuchillito; otro se quitaba las
botas para poder descansar los pies en la arena. Ni un solo hombre
se tomaba en serio su trabajo.
¿Y por qué deberían hacerlo? La princesa extranjera del castillo
había ordenado a los soldados que protegieran la playa contra la
incursión de... una amenaza pelágica no especificada. Posiblemente
una sirena. ¿Quién diablos se lo tomaría en serio?
Tal vez... tal vez esto realmente funcione esta vez.
Un graznido atrajo la atención de Ariel hacia el cielo. Aparentemente
inocentes, media docena de gaviotas blancas y brillantes se elevaban
pintorescamente sobre la playa.
Bien,uno tenía la parte inferior de las alas grisáceas y un penacho
gris de plumas inverosímiles brotando en su cabeza. Otro, más
pequeño que los demás, seguía al gris: Scuttle y Jona.
Estaban listos, esperando la señal.
—En eso— dijo Flounder, deslizándose.
Ariel esperó en el agua mientras él buscaba un pez volador y le
transmitía sus órdenes. Solo unos momentos después, sintió la
vibración brillante de la escuela nadando al unísono, por encima y por
debajo del agua, donde los mundos chocaban.
Eran hermosos. Plateados y alados, se elevaron en el aire tan
fácilmente como atravesaban el agua, como si el mundo material no
significara nada para ellos: espacio, objetos, agua, aire, tiempo, luz,
todos eran iguales. Hicieron el ruido de mil grandes langostas o de
los extraños crujidos antes de que caiga un rayo.
62
Un par de guardias levantaron la vista con curiosidad.
Y entonces las gaviotas atacaron.
Ariel tuvo que darse la vuelta, recordando que lo que hacían era por
ella y que debía estar agradecida. No estaba muy segura de qué
esperar cuando Jona sugirió una distracción; ella imaginó que
involucraría ojos y partes humanas blandas y garras y tal vez la caída
de caparazones afilados en sus cueros cabelludos. Lo que eligieron
hacer fue mucho menos violento pero devastadoramente más
efectivo.
En cualquier caso, hizo que Flounder casi se ahogara de risa.
Los guardias corrieron. Al principio locamente, de ida y vuelta,
vueltas y vueltas, tratando de escapar de la apestosa y terrible
granizada.
Los más inteligentes se dirigieron inmediatamente al refugio del
castillo y los acantilados.
—¡Ve!— Dijo Flounder, recuperándose.
Con unos pocos saltos rápidos, Ariel se sumergió en aguas mucho
menos profundas. Usando toda su fuerza, se obligó a sí misma a
ponerse de pie sobre su cola. Luego agitó el tridente y se convirtió en
humana.
Eso fue todo.
Así de sencillo.
Su padre podría haberlo hecho hace años. Mucho antes de que
comenzaran todas las cosas terribles.
Incluso antes de haber conocido a Eric.
Podría haberla convertido en humana por un día, o varios días, y
haberla dejado explorar la vida en la tierra hasta que se cansara, se
asustara, se sintiera sola o lo extrañara.
Una vez que conoció a Eric, Tritón podría haberle ahorrado la
molestia de vender su voz y su vida, y luego la vida de él, por la
oportunidad de enamorarse del chico. Habría podido caminar con
sus dos piernas, y decir cosas con su propia voz, como
63
Soy la sirena que te salvó. Sí, conozco esa canción, porque yo la
escribí. Déjame cantar para ti.
Y ella podría haber cantado. Y podrían haberse enamorado.
Ella y su padre podrían haber llegado a un acuerdo como los dioses
antiguos: Proserpina y Hades y Ceres. Podría pasar algunos de sus
días en tierra, el resto de su vida en el mar. Y entonces todos
habrían estado... bueno, si no delirantemente felices, al menos
satisfechos de que era lo mejor que podían hacer.
Pero... Ariel, un poco mayor, añadió... ¿quién sabe qué habría
pasado realmente? El poder del tridente subía y bajaba con el mar y
la luna. Podría haber seguido siendo humana solo unos pocos días
al mes; una semana, tal vez dos en el mejor de los casos. ¿Habría
sido suficiente para mantener una relación?
¿Hubiera resultado que los príncipes humanos fueran tan aburridos
como los príncipes sirena?
Ariel descartó los viejos pensamientos familiares y se concentró en el
asunto en cuestión. Sacó la ropa humana de su bolso y se la puso lo
mejor que pudo.
Eran gruesas y ásperas, y su piel ahora humana era más tierna que
las escamas de una cola de sirena.
Los zapatos, incrustados con percebes viejos que tuvo que raspar,
tendrían que esperar hasta que se secaran en tierra por un tiempo.
Sacudió el tridente y cambió, encogiéndose. Su superficie brillaba
aún más dorada, como si el metal se volviera más refinado cuanto
más apretado se juntaba. Finalmente estaba en la palma de su mano
y tenía forma de peine. Innumerables dientes reemplazaron a los tres
iniciales, cada uno con una pequeña punta en el filo, que reproducía
minuciosamente las púas. Lo admiró durante medio momento y
luego lo deslizó en su cabello, sobre su oreja derecha, colocándolo en
su lugar entre sus intrincadas trenzas.
Sin perder de vista a los guardias y con las manos cerca del suelo
por si resbalaba, Ariel se abrió camino torpemente a través de los
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bajíos hasta una parte protegida de la laguna. Fue como el primer
paseo de una tortuga marina bebé al revés: garras tentativas en la
arena, una ráfaga de calor del sol en su rostro después de incubar en
la tierra durante tanto tiempo. La caminata arrastrada y aterrorizada
hacia el agua. La tierra y el cielo llenos de peligro y muerte, el
océano lleno de seguridad y calor. Todo esto era lo mismo;
simplemente lo estaba haciendo al revés.
Era difícil pensar cosas y hacer un seguimiento de sus pies al mismo
tiempo. Sentía la arena. Sentía presión en la piel de sus pies. La
brisa seguía azotando sus respiraciones en pequeños jadeos. La sal,
que la rodeaba con normalidad, se secó en manchas blancas sobre
su piel y picó en sus labios como ácido.
Ella tropezó, cayendo hacia adelante.
Con voluntad de reina, obligó, ordenó sacar el pie izquierdo para
detener la caída. Los músculos de la cola recientemente convertidos
en muslos gritaron ante la extrañeza de los movimientos. Hizo una
pausa, tomando aire, sabiendo que su cuerpo se recuperaría.
No era como si estuviera caminando sobre cuchillas de hierro que
cortaban profundamente sus suelas con cada paso, aunque eso fue
lo que sintió por un momento. Esto era arena de playa, siempre
descrito por los humanos como suave y atractiva. Si se caía, no sería
el fin del mundo.
El ruido de las gaviotas y los guardias llegaba con el viento hasta
ella.
—Pájaro estúpido…—
—¡Suéltame!
—¡CORRAN!
Pero cuando dobló el borde de la escarpa que comenzaba el área
protegida, todo se apagó como un hechizo: el viento, el escozor del
viento en su rostro, el ruido de los guardias, la constante sensación
del aire empujando contra su piel. Sin darse cuenta conscientemente,
Ariel terminó en la laguna con la roca redondeada que sobresalía del
65
mar donde había llevado a Eric por primera vez. Donde el agua era
cálida, lenta y poco profunda.
Y se quedó en silencio.
Ariel se dejó caer en la arena y dejó escapar un suspiro que era casi
un sollozo. Tomó varias respiraciones profundas ahora que no tenía
que luchar contra la brisa por ellas. Cerró los ojos e inclinó la cabeza
hacia el sol.
Años atrás su deseo de conquistar a Eric había sido tan fuerte que
había olvidado todas las otras razones por las que quería caminar
sobre la tierra: sentir la arena y el calor de Helios directamente sobre
su piel.
Era tan increíble como siempre lo había imaginado.
Pero Ariel pasaba demasiado tiempo atrapado entre el mar y la tierra
en la pequeña laguna. Estaba allí para encontrar a su padre, no para
divertirse.
—Seguí tus huellas— dijo una voz desde arriba.
Ariel se dio la vuelta y observó cómo la gaviota ejecutaba un delicado
aterrizaje en la piedra con un control tan preciso que sus pies tocaron
la superficie justo cuando desaceleró hasta detenerse.
—Piensa en eso— dijo Jona. —Seguí las huellas de una sirena en la
arena. Eso debería ser parte de un poema épico. O un libro. O algo.
Ariel enarcó una ceja ante la gaviota.
—Es algo que no debería existir— continuó la gaviota, explicando
amablemente.
Ariel puso los ojos en blanco.
Lo entiendo. No soy estúpida.
Flounder asomó la cabeza fuera del agua.
—Vaya, eso fue increíble. ¡Salió bien según el plan!
Scuttle aterrizó pesadamente sobre la piedra junto a su bisabuela,
más como una bomba de plumas que como un aviador profesional.
—¡Puedes apostar tus agallas a que lo hizo!— Scuttle cantó. —
Deberías haberlos visto. ¡Corrieron como si fuéramos la peste! ¡Como
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si fuéramos terroríficos gigantes con múltiples brazos! Como si
fuéramos... —
—Gaviotas haciendo un lío por todas partes —terminó Flounder.
—Bueno, si tu lo dices — olfateó Scuttle.
Si han terminado, Ariel hizo señas, creo que tengo un castillo al que
ir.
—La reina cree que es hora de irse— dijo Flounder.
—Fase dos, te tengo— dijo Scuttle, guiñando un ojo.
—Ustedes... ustedes la vigilarán, ¿verdad?— Flounder preguntó en
voz baja.
—Aw, puedes apostar que lo haremos— prometió Scuttle. —Ella es
como de la familia. La vigilaremos como halcones. No, no como los
halcones. Son demasiado presumidos. Como albatros. No, son tan
difíciles. ¡Como… leones!
—Nos aseguraremos de que uno de nosotros la vigile en todo
momento— tradujo Jona.
—Pero ahora mismo— la vieja gaviota resopló un poco —podría
tomar un respiro, ¿sabes? Estos huesos duelen más que antes. El
niño aquí puede encargarse de las cosas por un rato. Le confiaría mi
vida.
En respuesta, Ariel lo acarició debajo de la barbilla y lo besó en el
pico.
Luego se volvió hacia ambas gaviotas e hizo una reverencia,
juntando las manos.
Gracias a los dos por todo.
Scuttle trató de imitar el gesto. Salió como mucho menos
impresionante, pero fue el doble de entrañable. Jona ladeó la cabeza
y lo miró con el ojo derecho reluciente: si Ariel tuviera que adivinar,
habría dicho que el pájaro más joven sonreía, quizás con cariño, a su
bisabuela.

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—Buena suerte. Estaremos arriba— dijo la gaviota, y esperó el
viento justo para elevarla como una cometa hacia el cielo, lenta y
metódicamente.
Scuttle aleteó con fuerza y despegó como un tiro.
—Ten cuidado. Por favor, Ariel— rogó Flounder, sonando como el
viejo Flounder.
Ariel le dedicó una sonrisa.
Luego se dirigió al castillo.

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Capítulo 12: Ariel
Decidió evitar la escalera de piedra que conducía directamente desde
la playa al castillo; eso era solo para el disfrute del príncipe y su
familia.
Recordó haber bajado alegremente los escalones hasta la playa al
atardecer, y luego notar tardíamente que las criadas y los lacayos
bordeaban con cuidado el borde y se dirigían a la parte trasera del
complejo.
Siguió su memoria, dando vueltas alrededor del lado norte del
castillo.
Justo antes de que la arena húmeda y compacta se convirtiera en un
exuberante estuario, se hizo visible el camino trillado de los plebeyos
que trabajaban en el castillo.
Ocultas de las impresionantes vistas y del pintoresco paisaje de la
bahía, las sirvientas fregaban las ollas con trapos y los tallos erizados
de las plantas locales de cola de caballo. Las amas de llaves
sacudían las alfombras que cubrían los pequeños arbustos y pinos
raquíticos y vigorosos que vivían demasiado cerca del agua salada
que era vida para el mar y veneno para la tierra. Las sirvientas y los
muchachos tiraban cestos de basura en un basurero en crecimiento.
Justo ahí.
En medio del agua rica y limpia que alimentaba y drenaba el criadero
de moluscos, donde las aves playeras hacían sus nidos, donde las
anguilas, las angulas y los pececillos hacían su vida.
Ew.
No había ninguna señal formal para eso.

69
Ariel arrugó la nariz y se alejó. Mientras pasaba junto a más
sirvientes, mensajeros y vendedores ambulantes, se preguntó si
alguien reconocería a la chica muda de años atrás.
Ella no había envejecido como lo hacían los humanos. Su rostro se
veía diferente, pero ¿era lo suficientemente diferente? Su cabello
estaba fuertemente atado contra su cabeza. No llevaba el bonito
vestido azul con el corpiño ajustado y definitivamente echaba de
menos el lazo gigante, flexible y bonito como un cuadro que la
doncella Carlotta le había puesto en el pelo.
¿Se lo estaba imaginando o la gente la miraba de soslayo?
¿Estaban tratando de atraparla sin parecer mirarla? ¿Se fijaron en
ella? ¿Estaba simplemente siendo paranoica?
No tenía un plan si alguien la detenía. No tenía nada más que hacer
que colarse en el castillo y encontrar a su padre. O tenía suficiente
confianza como reina para sentir que podía lidiar con lo que fuera que
se le arrojara, o literalmente no tenía forma de planificar lo inesperado
y, por lo tanto, no lo hizo.
Probablemente esto último, pensó con un suspiro. Todavía la misma
vieja Ariel, nadando en donde los tiburones temían remar.
Por otro lado, siempre podría volver al otro plan: llamar a las olas
para rescatar a mi padre con más fuerza...
Contuvo la respiración en la puerta principal, pero ninguno de los
guardias la miró dos veces.
Ninguno de los guardias.
Miró a su alrededor y de repente se dio cuenta de lo que debería
haber sido obvio si no hubiera estado tan nerviosa: había muchos,
muchos más guardias que la última vez que estuvo allí. Aquí, en el
castillo, no en la playa donde alguna vez estuvieron. Y no solo
guardias, tampoco; había soldados de verdad patrullando los
pasillos.

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Hombres y muchachos ataviados con uniforme militar, botas
lustradas, botones lustrados, sables colgando de sus costados y
gorras arrogantemente encaramadas en sus cabezas.
También había otras personas. Hombres y mujeres lujosamente
vestidos caminaban en parejas y tríos lentos y con paso cuidadoso,
hablando en voz baja, mirando elegantes relojes de bolsillo,
sonriendo a otras parejas y tríos que pasaban con sonrisas que
desaparecían inmediatamente después.
Hombres con camisas abullonadas de expresión dudosa, adustos y
furtivos. Mujeres con polisones y vestidos largos que flotaban detrás
de ellas como zarcillos de medusa, mirándose tímidamente desde
detrás de abanicos o atrevidamente desde debajo de sombreros
gigantes.
Alguien casi choca contra Ariel, empujando un pequeño carro con un
baúl abierto cargado en él. Colocadas cuidadosamente sobre aserrín
y el embalaje en la parte superior estaban: pistolas.
Recordó haber visto a los guardias del castillo llevarlas, presentarlas
y, en ocasiones, dispararlas. Mosquetes con crueles bayonetas,
brillantes, negras y recién aceitadas.
Mientras miraba, Ariel fue golpeada por detrás por un hombre
engreído con mejillas sonrojadas y ojos débiles. Pasó junto a ella sin
disculparse y fue seguido por un sirviente que llevaba lo que se
parecía mucho a un pequeño cofre de oro.
¿Qué está pasando aquí?
Tirulia era un pequeño reino somnoliento, y este castillo junto al mar
era la capital no oficial de su barrio más despreocupado y bucólico.
Eric no tenía deberes reales. Sus padres todavía estaban vivos y
gobernando activamente, al menos lo habían estado la última vez que
ella estuvo aquí.
No tenía ningún deseo particular de asumir el cargo de rey. Tenía un
verdadero deseo de navegar. Era joven, entusiasta, amaba la música

71
y el mar y el viento en el pelo. Todo lo que ella amaba, también, pero
en su versión del mundo seco.
Este castillo ya no se sentía como él. Se sentía... extraño.
Confundida, Ariel trató de reorientarse y seguir caminando, sin
distraerse por lo que aparentemente era la nueva normalidad.
Cuando pasó una lavandera, incapaz de ver directamente delante de
ella debido a la pila de sábanas recién secas que brotaban como una
anémona de la cesta que llevaba, Ariel robó un par de la parte
superior. Los llevó frente a ella con tanta importancia como si fueran
un cofre de oro, y nadie siquiera la miró.
Me estoy volviendo tan complicada como un humano. ¡Tan rápido!
Pensó con ligera ironía mientras se dirigía a la habitación contigua...
…y luego inmediatamente se escondió detrás de un gabinete.
De pie allí, rígido, dándole a un lacayo el tipo de reprimenda
tranquila, gentil pero severa que solo podían hacer los habitantes de
Bretland, estaba Grimsby, el criado y confidente más cercano de Eric.
Al igual que una sirena, no había envejecido en absoluto desde la
última vez que lo había visto. Pero tal vez eso se debió a que ya era
viejo cuando se conocieron y no tenía que hacer muchos más
cambios antes de su metamorfosis final. Sus ojos azul claro parecían
un poco más cansados, también como los de ella.
Terminó con el lacayo, despidiéndolo con la cara roja y disgustado,
luego se dirigió con pasos lentos y firmes por el pasillo.
La energía de este nuevo castillo se arremolinaba a su alrededor;
sirvientes, sirvientes de los nobles visitantes, los propios nobles
visitantes, los hombres y mujeres con el dinero... y aunque era un
verdadero mayordomo de Bretland que rara vez dejaba ver sus
sentimientos, Ariel lo observó tratando de no desaprobarlo todo con
su mirada clara y cansada.
Se movía como un pastor de medusas peine, tratando de guiarlas a
través de una escuela extranjera de pececillos nadadores rápidos, ni
afectado ni asustado por ellos, solo vagamente preocupado.
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Ariel se encontró agarrando con fuerza las faldas de su vestido, casi
como una niña tímida.
Deseaba poder ir con él. A su manera, Grimsby había sido
extraordinariamente amable con ella en su breve tiempo en tierra.
Guiándola con delicadeza cuando hacía algo incorrecto, predicando
en silencio con el ejemplo en lugar de castigarla en voz alta.
Quería agarrarlo, apartarlo a un lado y descubrir qué estaba mal.
¿Por qué parecía molesto? ¿Qué había cambiado? ¿Tenía que ver
con toda la actividad en el castillo?
Pero... incluso si lograba dejarlo a solas... no podían hablar.
Ella no podía hablar.
Y dudaba mucho que él pudiera entender un lenguaje de señas
basado en un idioma antiguo y, para él, extranjero.
Observó a Grimsby irse, su salida inmediatamente camuflada por
faldas y chaquetas, corriendo y bullicioso, y sintió que algo se
apretaba dentro de ella.
Podrían haber significado algo el uno para el otro, si las cosas
hubieran funcionado de manera diferente.
Respiró hondo, deseando que el nudo en su corazón desapareciera.
La Reina del Mar tenía una misión. Había venido a buscar a su
padre.
Cualquier otra cosa se ocuparía más tarde, si es que lo hacía. Por
ahora, tenía que averiguar dónde tenían a su padre.
Piensa lógicamente, se recordó a sí misma.
Las gaviotas le habían dicho que habían visto a Úrsula vistiéndose,
arreglándose, mientras hablaba con Tritón. Con una sensación de
náuseas se enfrentó a lo obvio: como Vanessa, la bruja del mar
estaba casada con Eric. Los dos compartirían la misma habitación o
apartamentos contiguos en la torre real. Ariel sabía dónde estaba
eso.
Se enderezó, extendió sus sábanas y avanzó, tratando de colocar su
rostro en la mirada inexpresiva de una criada. Fue más fácil de lo
73
que habría sido la primera vez que había pisado tierra, cuando no
tenía motivos para hacer nada más que mirar a su alrededor con los
ojos muy abiertos, absorbiendo el mundo extraño y sus tejemanejes.
Ni siquiera había considerado tratar de pasar desapercibida antes;
no había nada extraño o diferente en el mundo de los atlantes.
Nunca se le ocurrió que la gente se daría cuenta o no le agradaría si
sobresalía y actuaba de manera extraña.
Dejó a un lado este pensamiento que se movía lentamente y se
dirigió a otro rincón de su mente, y se preguntó si había alguna
posibilidad de volver a ver a Eric.
Las escaleras eran un poco complicadas, "arriba" era un movimiento
extraño para sus piernas y pies aún nuevos, y llegó hasta el primer
pasillo antes de que la descubrieran.
—¡Eh, tú! ¿Quién es usted? ¡Se supone que no deberías estar
arriba!
No era uno de los ahora multitudinarios soldados; era una doncella
bastante bonita pero con ojos de tiburón. Ariel no reaccionó; ella
simplemente se quedó allí, sin saber qué hacer. Ni siquiera podía
inventar una excusa para estar allí, o al menos hacer que se
entendiera.
La criada agarró a un guardia que pasaba. No parecía tener ningún
interés en ninguno de ellos y trató de continuar con sus rondas, pero
la criada lo sacudió hacia Ariel.
—¡Oye! Se supone que no debería estar aquí arriba. ¡Podría ser una
espía!
El guardia gruñó disgustado pero se dirigió hacia Ariel.
La Reina del Mar tiró la ropa sucia y salió corriendo.
Ariel se preguntó vagamente cómo reaccionarían sus nuevas piernas
ante esta nueva situación.
Muy bien, aparentemente.
Se agachó entre los lacayos, esquivó a las parejas, se lanzó por las
esquinas. Recordaba que había una segunda escalera, hacia la parte
74
trasera de la torre residencial, que usaban las camareras. El que
probablemente debería haber elegido para empezar. Puso una mano
en la pared de arenisca para sostenerse mientras comenzaba su
primer descenso con piernas nuevas. La firmeza y la familiaridad de
la roca le dieron coraje. Impulsó sus pies por los escalones como
delfines ceremoniales tirando de su carro dorado en una carrera de
circuito.
—¡Detente!— llegó una voz detrás de ella, junto con el sonido de
botas pulidas golpeando la piedra.
Ariel entró en pánico y prácticamente cayó al rellano. Perdió un
momento tratando de decidir si continuar por otro estrecho tramo
hasta el subsótano donde estaban las bodegas, junto con otra salida
al exterior. Pero eso era probablemente lo que los soldados
esperaban que hiciera. En su lugar, se lanzó hacia adelante, hacia
donde recordaba que estaba el gran salón de baile.
Aquí había menos caos y menos gente. Pero justo cuando Ariel
pensó que había escapado del último de ellos, vio a alguien
acercándose, bloqueando su escape al final del pasillo pintado.
Carlota.
La simpática criada que había tratado de mostrarle a Ariel la forma
correcta de bañarse.
Quien se había encargado de elegir un atuendo para la sirena y
mostrarle cómo vestirse bien. Con el arco flexible. Quién no se había
molestado cuando Ariel hizo el ridículo usando las cosas humanas de
manera incorrecta, quién solo lo había encontrado delicioso y una
cura maravillosa para el príncipe a menudo malhumorado.
El cabello negro de Carlotta todavía era espeso, aunque salpicado
de canas, y estaba recogido en su moño habitual, y no bajo el
pañuelo rojo brillante que Ariel recordaba.
Su corpiño y su sombrerito nuevo eran de algodón blanco
almidonado, puro y estricto.

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Pero el uniforme extrañamente formal molestó menos a Ariel que la
mirada en los ojos de Carlotta cuando vio a la sirena corriendo hacia
ella.
Sorpresa.
Realización.
Sospecha.
Su momento de ceñudo silencio fue interrumpido por voces en el
pasillo:
—¿A dónde fue?
—¿La viste?
—Tú revisa abajo, yo revisaré este piso
Estarían sobre ella en un momento.
Carlotta alargó la mano y abrió una pequeña puerta: un armario de
escobas, sus bordes hábilmente ocultos en las molduras doradas
excesivamente ornamentadas.
Levantó una ceja hacia Ariel.
La sirena decidió, sin ninguna razón que pudiera explicar
lógicamente más allá de la amabilidad que le mostró en el pasado,
confiar en la mujer con el ceño fruncido.
Se zambulló, tratando de no estremecerse cuando la puerta se cerró
de golpe detrás de ella. Una nube de polvo se levantó de las escobas
y trapos y otros implementos de limpieza.
Un olor distintivo a moho y podredumbre seca asaltó su nariz.
Trató de no estornudar, sujetándose la cara y la nariz con ambas
manos, presionando sus palmas en sus mejillas.
Reina del mar, pensó. Mirame ahora.
Voces fuera del armario, apagadas pero fuertes:
—Carlota, ¿has visto a una doncella? Ella no estaba autorizada para
estar arriba, y…—
—Oh, ¿no te refieres a la pálida, más o menos alta, flaca como un
frijol?
Carlotta sonaba exasperada y muy, muy creíble.
76
—Sí, con las faldas azules…—
—Maldita sea esa chica. Ella es nueva No está dotada de mucho
además de su figura de niña, ya sabes, aquí arriba.
Ariel frunció el ceño a pesar de saber que era mentira. Prácticamente
podía ver a Carlotta golpeándose la cabeza a modo de ilustración.
—Le dije que el lavado era para el sirviente de Lord Francese, no
para el propio Lord. Y luego ella desapareció. Debería haberlo
sabido.
—Hay un problema de seguridad en el castillo, Carlotta. Los
espías…—
—Si esa chica es una espía, yo soy el Papa — resopló Carlotta. —
Ella es una chica bastante tonta del campo. Le daré una buena
charla cuando la encuentre y la encerraré en su habitación sin cenar.
Ante esto, el guardia se rió.
—Nunca le has negado una comida a nadie, ni a nada, en tu vida.
Probablemente la regañarás y luego la obligarás a cinco rollos para
engordarla. Pero tienes que hablar con ella. La princesa
Vanessa…—
—No digas más. Se resolverá, o ella se irá.
—Gracias, Carlota. Informaré a mis hombres.
Ariel esperó a que el chasquido de los pasos se desvaneciera y luego
esperó un poco más.
Justo cuando pensó que sería seguro abrir la puerta un poco, se
abrió de par en par. Una Carlotta seria y de aspecto molesto llenaba
todo el cuadro y bloqueaba la mayor parte de la luz.
—Ven conmigo— ordenó, en un tono que nunca antes había usado
con Ariel.
La Reina del Mar obedeció mansamente.
Atravesaron el salón de baile, sobre el hermoso suelo con
incrustaciones cubierto de insignificantes florituras marrones y
doradas.

77
Ariel se preguntó cómo sería deslizarse sobre las tablas pulidas y
resbaladizas, con la música arremolinándose a su alrededor. Solo
había bailado con Eric una vez, en una plaza adoquinada con un
violinista aficionado, pero incluso eso había sido increíble.
El techo era una obra maestra pintada al fresco: un cielo con
pequeñas nubes esponjosas en los bordes, putti alados asomándose
entre ellos. Las ventanas de vidrio gigantes dejaban entrar la luz del
mar, brillando tanto en el agua como en el cielo. Dando vueltas muy
deliberadamente había una sola gaviota blanca, que logró mantener
su cabeza apuntando hacia el castillo dondequiera que estuviera en
sus aleteos. Jona.
Carlotta se apresuró a través de la gran sala hacia un pasillo blanco
al final y llevó a Ariel a un pequeño espacio lleno de bancos y mesas.
Parecía un escenario para que los sirvientes sirvieran entremeses y
vino antes de llevarlos a los bailarines acalorados y sedientos, muy
parecido al palacio de Atlántica, pero este tenía techo y las mesas
estaban todas al mismo nivel.
Bajo el mar, podías nadar a la altura que necesitabas.
Que limitados son los humanos...
Pero ella no tenía tiempo para reflexionar sobre esas cosas. Carlotta
se paró frente a ella, con los brazos cruzados.
—¡Eres tu!
Ariel asintió y se encogió de hombros.
Bueno obviamente.
—¿Dónde has estado?— exigió Carlota. —¿A dónde fuiste?
La sirena hizo una mueca. ¿Cómo podría ella explicar?
—Eric te amaba. Ustedes dos habrían sido tan felices juntos…—
continuó la sirvienta acusadoramente.
Ariel se preguntó si los había estado espiando alguna de las veces
que casi se besaron.
—¡Y luego tú simplemente… desapareciste! Y se casó con esa
horrible, horrible Vanessa, y ahora ella está arruinando el reino y él...
78
él no es el príncipe que era. No el chico que era. Ese chico se ha
ido. ¿A dónde fuiste?
Los tritones, los humanos, los peces y todos los que hablaban
parecían ser los mismos: desperdiciaban el lenguaje, arrojando
palabras, con la esperanza de que algunas de ellos aterrizaran de
manera precisa y veraz transmitiendo lo que estaban pensando o
sintiendo.
Ariel hizo una pausa, sopesando y midiendo cuidadosamente las
palabras de la otra mujer mientras descifraba cómo responder.
Eric se casó con Vanessa. Este era un hecho objetivo; Ariel había
visto que eso sucedía.
Vanessa está arruinando el reino. ¡Interesante! Así que los cambios
en el castillo probablemente se debieron a ella.
Eric no es el chico que era. También interesante y aterrador.
Todavía estaba bajo el hechizo que Ursula lanzó para ponerlo bajo su
poder. Eso sin duda explicaría la mirada atormentada y perseguida
en el rostro de Eric cuando lo había visto antes. Probablemente
sabía que algo andaba mal, pero no exactamente qué.
Ariel frunció los labios. Luego hizo la mímica de un paseo formal,
con las manos juntas.
Se pasó la mano con gracia por el pelo, indicando un velo. Volvió a
juntar las manos: flores.
Vanessa casándose con Eric.
—La boda, sí, sí, la boda. Se casaron— dijo Carlotta.
Impacientemente.
Ariel se golpeó la cabeza y señaló a la criada.
—¡Lo recuerdo! ¿Qué quieres decir? ¿Piénsalo? Fue solo la boda
en el yate. Hermosa. Horrible. Al mismo tiempo. No había nada…

Ariel negó con la cabeza. Se golpeó la cabeza con más fuerza. Giró
la otra mano: Vamos, hay más.

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—Qué estás tratando de decir…? Estaban casados, y Max arruinó el
hermoso pastel, y oh…— La visión de Carlotta se nubló; dejó de
concentrarse en la chica que tenía delante. —Arruinó el pastel
porque… estaba asustado. Hubo una tormenta. No, el cielo estaba
despejado. No, pero hubo un relámpago. Relámpago... de... un
hombre en el agua. Un hombre con barba y una corona, desnudo...
como el mismo Neptuno...
Carlotta frunció el ceño, frotándose la cabeza.
—¿Qué es esta tontería? ¿Por qué me llega ahora, claro como el
día? Claro como un cuadro: el hombre en el mar no se estaba
ahogando. Estaba lanzando rayos. ¿Y Vanessa... él y ella estaban...
peleando? Estaban peleando como... titanes, de las viejas historias.
Hubo magia. Todo alrededor. Peligroso y violento. Y luego tú…y
luego él… Y luego tú y el hombre desnudo desaparecieron. Ambos
se habían ido. Pero Vanessa se quedó…— Se sentó pesadamente
en un taburete. Sus faldas se hincharon a su alrededor, casi como si
tuviera simpatía. —Yo… no he pensado en eso en años. Sé que lo
he pensado antes, o lo he soñado antes. no he querido. Es como si
te doliera recordar. No podía recordar.
Miró a Ariel.
—Algún asunto tenebroso sobre Vanessa, ¿no?— aventuró ella. —
Ese hombre, era tu padre, ¿no? Realmente era Neptuno, o alguien
del Antiguo Testamento. Un patriarca Él no era malvado, nunca
sentí eso por un momento. Y luego tú desapareciendo... en el mar.
Eric actuando de forma extraña y lunática con Vanessa. Ella no es...
ella no es una buena... persona, ¿verdad?
Ariel negó con la cabeza muy lentamente.
No.
—Ella no es como... nosotros, ¿verdad?
No.
—¿Y en qué te convierte eso, entonces?

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Ariel vaciló. ¿Saber la verdad pondría en peligro a Carlotta? Ella ya
sabía la mitad de la verdad. La verdad principal. Que Vanessa no
era buena persona. Que había habido una batalla. Y todas las cosas
extrañas y terribles que habían sucedido el día de la boda de su
príncipe. Entonces, ¿cómo podría realmente marcar la diferencia
saber este poquito más?
Ariel miró alrededor de la habitación, buscando la respuesta. Ella no
tenía una señal para ello.
Finalmente juntó las manos y las movió sinuosamente hacia
adelante, cortando el aire como el agua.
Carlotta la miró fijamente, con la boca abierta como la de un pez
boquiabierto.
Entonces ella sacudió la cabeza.
—¿Sabes que? Olvida que pregunté. De todos modos, no creo que
mi viejo y cansado cerebro pueda lidiar con eso en este momento. Lo
importante es que Vanessa es mala,
muy mala, lo cual es bastante obvio si solo ves lo que está
haciendo…—
Aunque complacida de que Carlotta hubiera llegado a la misma
conclusión que ella,
Ariel estaba intrigada por esta noticia. Extendió la mano y tocó el
hombro de la criada y se encogió de hombros obviamente.
¿Qué está haciendo?
—Bueno, ella nos tiene en guerra con nuestros vecinos. Mira a
Garhaggio—dijo Carlotta con un resoplido, lanzando su brazo hacia la
ventana como si el pueblo estuviera justo allí, visible. —Nunca tuve
un problema con ellos antes, nunca tuve mucho que ver con ellos,
aparte de ocasionalmente obtener su buen queso. Sin embargo, es
un buen queso. Me encanta, la elegante corteza blanca. Dicen que
es el agua del manantial de la montaña.
Ariel trató de no parecer impaciente.

81
—...Solo soy una empleada doméstica, ¡lo sé!— dijo Carlotta, viendo
su rostro. —No sé sobre política, guerras y política internacional.
Todo lo que sé es que Garhaggio fue quemado hasta los cimientos
por nosotros ¡Por Tirulia! Así que no más queso. Y aquí hay una
conscripción para muchachos sanos. Entonces, supongo, podemos
quemar más pueblos queseros que no doblen la rodilla ante Tirulia.
¿Y sin embargo ahora somos amigos de Ibria? ¡Hemos estado en
términos incómodos con ellos durante más de doscientos años!
Hombres y mujeres extraños y de aspecto astuto deambulan por el
castillo, y todos tienen el oído de Vanessa. Y, sin embargo, la
princesa también piensa que todos la persiguen.
Entonces todos piensan que todos los demás son espías y esperan
una recompensa al entregar a su vecino. Vanessa está poniendo el
reino patas arriba y nadie confía en nadie más, y estamos casi en
guerra con todos los que nos rodean.
—Y estás de vuelta— terminó Carlotta con convicción.
Ariel la miró de reojo. No podía entender de dónde venía la mirada
de satisfacción de la criada cuando Carlotta se cruzó de brazos
resueltamente y asintió como si entendiera.
La Reina del Mar comenzó a inclinar la cabeza.
Si. Volví. ¿Y…?
—Y estás aquí para arreglar todo, ¿no?
La sirena parpadeó con sus grandes ojos color aguamarina.
—Con Vanessa y Eric y todo. Vas a hacer las cosas como eran—
dijo Carlotta, de alguna manera mezclando a la perfección la creencia
absoluta de un niño de cinco años con la voz severa de un adulto que
sabía que Ariel haría lo correcto. —Vas a derrotarla, o vas a hacer
que Eric se enamore de ti, o algo así. Tal vez le hagas olvidar que tú
y Vanessa existieron alguna vez… No sé ni me importan los detalles,
aunque en algún momento parecías una chica bastante agradable
Ariel levantó las manos y empezó a negar con la cabeza.

82
—No empieces con eso— dijo Carlotta, levantando la mano. —
Puede que no sea una erudita o una mujer sabia, pero no fue hasta
después de que apareciste por primera vez que sucedió todo esto.
Cualquiera que sea tu papel, tuviste algo que ver en esto, en la
destrucción de Tirulia y nuestra forma de vida, y Eric.
La realeza de Ariel vaciló por un momento ante su nombre. Todo lo
demás eran suposiciones, teorías, gente que no tenía nada que ver
con ella. Pero Eric, ese triste y envejecido marinero en su barco
solitario...
Carlota tenía razón. Era un hombre completamente derrotado.
Y a pesar de la mezcla de amargura y melancolía de Ariel sobre el
reino de los humanos y sus desventuras en el Mundo Seco, nada de
lo que sucedió después habría sucedido sin su interferencia.
No es que aceptara culpa alguna por el caos que Úrsula había
provocado: la Reina del Mar no sería responsable de las acciones de
la malvada bruja del mar. Pero lo cierto es que Úrsula no estaría allí,
causando estragos, si no fuera por Ariel.
El mundo, tanto húmedo como seco, dio vueltas por un momento
mientras Ariel pensaba en esto. Aunque los humanos dominaban por
completo el planeta, aunque controlaban toda la tierra, la naturaleza y
todo lo que los rodeaba, ella, una pequeña sirena, había introducido
un elemento extraño que amenazaba con destruir por completo el
reino de Tirulia. Como un solo patógeno que infecta un arrecife de
coral. Se preguntó hasta dónde se extendería si simplemente…
encontrara a su padre y se fuera.
¿Úrsula se detendría en este reino o continuaría su loca búsqueda
de poder y gloria hasta apoderarse de todas las tierras humanas? El
plan de Ariel era encontrar a su padre, devolverle el tridente e irse.
Quizás sus planes tenían que ser modificados de alguna manera.
Ella asintió levemente.
Carlota suspiró.

83
—Gracias.
De alguna manera, la doncella intuyó la tormenta que acababa de
levantarse y dispersarse en la mente de Ariel, y vio a través de sus
grandes ojos una decisión tranquila tomada debajo.
—Y ahora, ¿tratabas de colarte en el castillo por los motivos de esta
misión?
Ariel asintió de nuevo, sintiéndose algo tonta.
Carlota se rió.
—¿Y pensaste que hacerlo con el vestido de una princesa ahogada
hace mucho tiempo, un visitante del casillero de Davy Jones, de
alguna manera nos engañaría?
Ariel miró su atuendo. Ahora vio los desgastados tonos de azul que
rayaban y punteaban la prenda en intensidades desiguales. Los
dobladillos extrañamente deshilachados, los hilos secos en todas las
posiciones, acostumbrados a la libertad del mar y no a colgar en
flecos irregulares adecuados, hacia abajo. Los círculos y espirales de
sal que había pensado brillaban tan bellamente bajo el sol. Sus
zapatos, decorados con percebes muertos, tenían una triste
elegancia sobre ellos.
—Lo estás viendo ahora— dijo la criada con un suspiro. — Y tu
cabello, por supuesto.
Ariel se llevó una mano a los mechones sorprendida. Su cabello,
aunque saludable, grueso, y largo, no era de un color inusual. Había
familias de tritones que tenían trenzas del azul de las olas, el verde
de las gemas, el púrpura de los moluscos venenosos.
Una vez más, Carlotta la leyó correctamente.
—Tal vez el rojo es normal para... de donde seas— dijo rápidamente,
saltándose cualquier pensamiento que no quisiera reconocer —pero
aquí es muy, muy distintivo. La gente del norte a veces lo tiene... y
en este momento, todo el mundo sospecha de los norteños. Ven
conmigo y te arreglaremos bien, con un pañuelo para cubrir tu
cabello. Y entonces puedes salvarnos a todos. ¿Es un trato?
84
Ariel asintió, y Carlotta asintió, y no se necesitaron más palabras.

Capítulo 13: Ariel

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Había cuentos de hadas —conocidos incluso por aquellos que
protagonizaban esos cuentos de hadas —acerca de niñas humanas que
trabajaban para brujas del mar o sirenas a cambio de la ayuda de estas. Las
sirenas en la historia estaban tan encantadas por las pequeñas buenas niñas que
ellas no solo las ayudaban, sino también, las cubrían con gemas y perlas,
cepillaban sus cabellos con peines enjoyados, y las dejaban elegir cualquier
vestido que ellas desearan de los bienes o tesoros que se perdían en el mar.
Esta es una muy extraña y opuesta versión de esa historia, decidió Ariel.
Carlotta buscó el más sencillo, viejo y menos destacable cambio de ropa que
pudo conseguir, una cosa granate, que era más parecida a una bolsa que a un
vestido. Adquirió un poco de forma una vez que se ajustó a la cintura de Ariel
un delantal con lazos trenzados, convenientemente manchado. Ellas ni siquiera
se molestaron con las medias, solo le pusieron un par de horribles pantuflas
que lucían como botas. El toque final fue un pañuelo gris oxidado que la criada
anudó expertamente en la nuca de Ariel y tiró hacia abajo alrededor de sus
trenzas, asegurándose de que permaneciera allí con una tira de trapo atada
detrás de su cabeza, por encima de sus orejas.
Como una corona.
— Todo bien, eso servirá, pero quizás quieras frotar un poco de polvo en tus
mejillas— dijo Carlotta, mirándola profesionalmente.
Ariel miró su vestuario. Cuando ella había estado en el “Mundo Seco” por
primera vez, ellos la habían vestido con un pequeño y lindo vestido que la
doncella había pensado era apropiado para una hermosa chica de ningún rango
evidente: ella podría haber sido una estudiante o una modesta princesa. La
sirena trató de no sonreír, divertida ante la diferencia.
Luego ella agradeció a la mujer de la única forma que pudo manejándose
torpemente sin el apoyo y el tacto espeso del agua a su alrededor: dobló la
cintura e inclinó la cabeza, dando a Carlota el respeto que normalmente sólo
recibiría otro miembro de la realeza.
—Hmm. —dijo la doncella, repentinamente un poco desconcertada. Hizo
una reverencia y luego le palmeó el cabello.
—Algo es diferente en ti, niña. No eres la misma pequeña cosita que entró
bailando en nuestro castillo haciendo sonreir a nuestro príncipe…

86
Has cambiado. De alguna forma. Aunque no sé cómo, exactamente.
Yo tampoco lo sé, pensó Ariel en respuesta.
Ahora ella podría buscar a su padre apropiadamente. Con su nueva
vestimenta, Ariel se sentía invisible, como si estuviera vistiendo una capa
mágica que le permitiera ir a cualquier parte sin ser vista. Carlotta le había
dado una bandeja con algunos restos de comida al azar en ella —trozos de pan,
una copa, un pequeño cuchillo para frutas —y eso hacía que pareciera que
podría haber estado en camino desde cualquier lugar del castillo.
Por un momento, Ariel se preguntó si habría algún espía del norte, o de algún
otro lugar, haciéndose pasar por un sirviente. Aparentemente era bastante fácil
ir por ahí sin ser notado, si te vestías adecuadamente para tu papel, mantenías
la cabeza baja y actuabas con serenidad.
La única vez que un guardia la detuvo, Ariel solo gesticuló hacia la bandeja.
Eso fue suficiente: él agarró un trozo del pan, la miró lascivamente, y le abrió
el paso.
Ariel tuvo que luchar con la urgencia de no vomitar. ¿estaba él realmente
comiendo lo que sabía que eran las sobras de alguien más? ¿Estos humanos
“avanzados”, con sus máquinas, fuegos y carruajes con ruedas, no sabían nada
sobre la propagación de las enfermedades? Seguramente había un equivalente
terrestre de los pequeños peces enfermos invisibles que rodeaban y vivían en
aquellos que estaban enfermos...
Pensar en esto evitó que se pusiera nerviosa, mientras se acercaba a las
habitaciones reales principales.
Dos chicas pasaron a su lado, jurando y cotilleando.
—Yo no. Me encanta la cantidad de baños que toma. Significa que tengo la
mitad del tiempo para mí, prácticamente cada noche...
—Claro, pero ¿merece la pena en general? Mi tía está pagando el doble de
impuestos esta temporada que la anterior... ¡mientras nuestra princesa se baña
en aceites caros y quema leña en pleno verano!
— Pero ella no se baña en aceites o con agua caliente. Eso es lo extraño. Sus
baños son siempre fríos y usualmente con sales minerales.
—¡De todas formas! ¡Ella está robando de los pobres de este reino para
financiar a su estúpido ejército y sus estúpidos baños!
87
—¡Shhh! ¡Baja la voz!
Ariel echó un vistazo a las chicas mientras pasaban, tratando de adivinar sus
edades. ¿Podría haber sido amiga de ellas si fuera humana? ¿O ella era, a pesar
de su aspecto, demasiado vieja ya? ¿Perder la voz, el amor de tu vida y tener
que dirigir un reino te cambia de forma más dramática que los simples años
pasando?
Por la humedad del aire que la golpeó un momento después, fue obvio que
Úrsula estaba en medio de uno de sus lujosos baños justo en ese momento.
Bien. Eso le daría tiempo a Ariel para buscar en los dormitorios.
Llamó tímidamente a la puerta de la residencia de la pareja real. Como lo
haría un sirviente, o un ex-amante nen-ous.
No hubo respuesta.
Decepcionada y aliviada, Ariel empujó la puerta para abrirla con su espalda
y su hombro, de la forma que ella había visto a otros sirvientes hacer, así no
era necesario usar sus manos, que sostenían la bandeja. Y una vez que estuvo
dentro…
Suspiró de alivio.
Ella nunca había estado en la habitación de Eric; los humanos tenían una
muy extraña noción de lo que era un “comportamiento adecuado”. Pero si ella
tuviese que suponer, esta era aún la habitación de Eric — y sólo de él. Nada de
chicas o princesas en absoluto.
Había una estantería llena de mapas, pergaminos y escritos de música. Había
un tambor de una tierra extranjera. Había un retrato del príncipe y un Max
mucho más joven, todo sonrisas y luz del sol. Había montones de aparatos
metálicos arcanos; tubos con gruesos lentes de vidrio, pirámides con péndulos
colgando del vértice de delicados travesaños dorados, cosas que eran casi
reconocibles como gobernantes. Había muchos juguetes —modelos —de
barcos.
Había una almohada suave y esponjosa en el piso que era obviamente para
el perro, pero, a los pies de la cama, estaba lleno de pelos de perro.
Había un pesado escritorio bajo una pequeña ventana, enterrado bajo
interminables montones de hojas de papel de música, tinteros y plumas.

88
No había ni una sola pista de que hubiese alguien además de Eric en la
habitación. Nada de una bruja marina con tentáculos con un gusto cuestionable
en la decoración, ni de una princesa humana con pertenencias de princesa
humana. No había nada suave, de colores brillantes, pastel, reluciente, florido
—ni un pañuelo al azar tirado sobre el respaldo de la cama, ningún zapato de
terciopelo o seda pateado hasta la mitad por debajo de la cama. Nada que no
fuera elegante, masculino y muy Eric.
Ariel quería quedarse y hurgar entre las cosas, tratar de obtener un vistazo
del chico que ella había amado. Pero su tiempo era limitado.
Había un pasillo que conectaba su habitación con un cuarto adyacente. Ella
entró de puntillas en él. Era la habitación de Vanessa.
La pareja real vivía en habitaciones contiguas. No juntos.
No juntos.
Ariel realmente no quería desempacar sus sentimientos sobre esto, pero no
pudo evitar hurgar en ellos, como si tomara un palo y viera lo que había en una
grieta de coral muerto. ¿Seguramente ella no había esperado que Eric se
mantuviera… soltero? ¿Después de todos esos años? ¿Permanecer como
estaba en su memoria?
Seguramente ella no podía culparlo por tener cualquier clase de sentimiento
por Vanessa. La bruja le había lanzado un poderoso hechizo. No sería culpa
suya si él hiciera todo lo que ella decía, la adulara, durmiera en la misma
habitación que ella.
Ninguno de esos lógicos pensamientos explicaba la alegría que ella sentía.
De alguna forma, Eric se las habiá arreglado para mantener una porción de sí
mismo separada de su glamorosa esposa; de alguna manera él sabía que algo
no estaba bien.
Ariel se permitió a si misma un pequeño tirón triunfal de sus labios como el
fantasma de una sonrisa, luego dio un paso hacia lo que era, muy obviamente,
el dominio doméstico de Vanessa.

Había una ridícula cama con forma de vieira, o tal vez de almeja de aguas
profundas. Las crestas eran anchas y hondas, pero demasiado precisas y
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simétricas para cualquier criatura. Su caparazón de yeso estaba abierto, por lo
que el lecho estaba en lo que habría sido la mitad inferior del molusco; la mitad
superior estaba erguida como un telón de fondo decorativo del que colgaban
linternas doradas y pequeños estantes convenientes para las objetos diversos.
Todo estaba tapizado en seda púrpura del color de un mortal barco de guerra
portugués.
El resto de la habitación, aunque abarrotada por la cama, estaba aún más
llena de tesoros perturbadores y desiguales. Había estatuas de héroes retorcidos
y torturados, sus rostros distorsionados por la agonía. Cubriendo una pared
entera había una pintura de humanos serpenteando y retorciéndose en una
especie de caverna ardiente. Había dolor en sus rostros, pero alegría en el rostro
del que los atormentaba: era rojo, barbudo y tenía un tridente como el de
Tritón.
Tritón no parecía estar en ningún lugar obvio de la habitación. Ariel avanzó
más hacia el interior, tomando y dejando las pequeñas y repugnantes piezas de
cachivaches. Entre todo el horror estaba un, irónicamente, delicado tocador
cubierto en nácar —e, intrigantemente, toda clase de exquisitas botellitas de
cristal. Esencias del este, aceites del oeste, esencia de rosas, mantequilla de
nuez, extracto de mirra, decocciones de sándalo, hidrosoles de jazmín... Todo
para hacer a alguien oler exquisito.
O para enmascarar cualquiera que fuera el verdadero olor de ella, —pensó
Ariel con ironía.
¿O estaban allí los aceites y las mantequillas por razones más medicinales
—por la piel de cecaelia? Ariel se encontró a si misma mirando hacia sus
propias manos, frotándolas una con la otra suavemente. La última vez ella
había estado solamente unos pocos días en el Mundo Seco. ¿Se estaba
—literalmente —secando? ¿Era difícil, o doloroso, para las criaturas del mar
permanecer por meses golpeadas por el vacío y el aire, a pesar de su magia?
Ariel se estremeció. La magia no hacía todo más simple. Cruzar los umbrales
de los mundos no era una cosa menor.
Pero ninguna de las botellas parecía contener un pólipo.
¿Padre? Preguntó en voz baja ¿Dónde estás?
Pisadas resonaron en el vestíbulo de afuera. Congelada, Ariel esperó que
pasaran. Pero no lo hicieron. Venían hacia la habitación de Eric.
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La sirena miró a su alrededor. Si quien fuera que entrase sabía que a Vanessa
no le gustaban los trozos de pan o beber vino a esa hora del día… la farsa se
acabaría.
El intruso continuó dando vueltas enloquecedoramente. Lo acompañaban
sonidos de cosas que se levantaban, palmeaban y doblaban. Una sirvienta,
alisando o limpiando... La habitación de Úrsula sería la siguiente. ¿Qué debería
hacer?
¿Qué haría si fuera la vieja Ariel y un tiburón estuviera cazándola?
Sin un segundo pensamiento, la Reina del Mar se dobló sobre si misma, tan
pequeña como le era posible y se acurrucó debajo del tocador.
Menos de un segundo más tarde, la criada atravesó el umbral.
Ariel vio unos zapatos de andar por casa, acolchados, de tela y cerró los ojos,
dispuesta a ser invisible.
Como si la persona allí de pie supiera de la posición de Ariel y estuviera
empeñada en prolongar su tortura el mayor tiempo posible, continuó solo de
pie allí: sin marcharse, ni entrar en la habitación de Vanessa.
Ariel sintió la extraña sensación de sudor apareciendo en la parte trasera de
su cuello. Era completamente desagradable y además le hacía cosquillas. Ella
tenía que combatir la urgencia de rascarse, moverse o estirarse.
Soy una reina, se dijo a sí misma, a medida que la picazón se volvía
enloquecedora. Mi cuerpo no me gobierna.
—¡Max! —la doncella llamó. Ariel solo podía ver su falda moverse como si
ella hubiera puesto sus manos en sus caderas. —Max, ¿dónde estás? Hora de
cenar. Vamos, tú tonto. No puedes haber ido tan le…
No había impaciencia en su voz, solo amor por el viejo perro.
Pero Ariel estaba tan enojada con la existencia de la sirvienta que quería
convertirla en un pepino de mar. Sólo por unos cuantos minutos.
—Bueno, sé que no querrías estar aquí, en la habitación de la princesa.
—dijo la criada, sus últimas palabras cargadas de significado. Se dio vuelta y
se alejó, caminando de vuelta hacia el vestíbulo. —Maaaaax…
Ariel exhaló un pesado suspiro de alivio. Se estiró cuidadosamente, evitando
golpear su cabeza en el borde adornado del tocador. ¡Uf! Eso estuvo ridícula y
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dolorosamente cerca.
Entró en el camerino, donde Vanessa guardaba su ridículo surtido de ropa:
batas de colores brillantes con cinturas diminutas y encorsetadas y corpiños
con encajes que se hundían hasta dejar al descubierto grandes cantidades de
escote. Chalinas, chaquetas, sombreros con joyas y orfebrería y, en la mayoría
de los casos, plumas —y a veces el cuerpo entero —de algún pobre pájaro
exótico y completamente muerto.
Palpó la seda de una larga manga de color rosa pálido. Era una confección
experta y totalmente hermosa; totalmente repugnante que tal trabajo se hubiera
desperdiciado en la malvada mujer. En un cuento de hadas, Úrsula sería la
chica malvada y perezosa que acabaría con algas secas y conchas vacías. Y tal
vez con camarones saliendo de su garganta.
Ella notó algo gracioso acerca de un botón en la manga justo cuando estaba
a punto de dejarlo caer: estaba grabada con scrimshaw, con líneas tan finas y
delgadas que debían haber sido hechas por un maestro— o una criatura con
magia.
El diseño era de un pulpo.
No uno amigable, como muchos que Ariel conocía; era uno alargado y
siniestro, con unos ojos extrañamente malvados.
Los propios ojos de Ariel se pasearon por la habitación como una barracuda
distraída por cosas brillantes. Fue inmediatamente claro, una vez que ella supo
que buscar, que cada pieza de ropa y accesorio tenia un sello de un pulpo en
algún lugar: el broche de diamante de un collar, la hebilla de un cinturón, un
bordado oculto en los vestidos más tradicionales de Tirul.
Cualquiera que fuera su motivación para quedarse entre los humanos con los
que se había casado, Úrsula no había olvidado sus orígenes ni su verdadero yo.
Pero no había nada en el armario donde ella pudiera estar escondiendo a su
padre, ni una botella, ni un joyero, ni siquiera un zapato reutilizado. Quizás
había un panel escondido en alguna parte, o tal vez la bruja del mar lo mantenía
encerrado en una mazmorra real, escaleras abajo.

Y entonces, junto con una corriente de aire húmedo y jabonoso...


…vino una voz…
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Su voz.
Al final de una canción.
—...arriba en la tierra, donde mi amor camina. Pero sólo puedo suspirar
desde las espumosas olas...
Su voz.
Ella no había escuchado su propia voz en años.
El dia cuando Úrsula tomó su pago por primera vez, se había sentido como
si la propia alma de Ariel hubiera sido succionada fuera de su cuerpo. La
pequeña y tonta sirena que había sido entonces ni siquiera se había dado
cuenta. Como un fantasma, continuó con su búsqueda, sus deseos, concentrada
en su premio, sin siquiera darse cuenta de que ya estaba muerta para el mundo.
De acuerdo, tal vez no fue tan dramático, se corrigió la Reina Ariel
suavemente.
Pero al ver a Vanessa casarse con Eric y matar a su padre, y darse cuenta de
que nunca recuperaría a ninguno de los dos hombres que ella había amado
—ni su voz— una parte de ella había muerto de verdad ese día. Y ahora esa
bruja estaba usando su voz para cantar en el baño.
Ariel no dejaría que la ira que estaba atravesando sus venas la controlara. No
podía. Ella era una reina, y las reinas no pierden el control. No por el sudor, ni
por la ira. No era una tarea fácil; como el sudor, este tipo de ira era una nueva
experiencia.
Ella había estado triste. Había estado melancólica. Había maldecido su
destino como una monarca sin voz, arremetiendo contra su suerte en silencio.
De vez en cuando tenía un estallido de mal genio cuando quería ser escuchada
y nadie la escuchaba, cuando la gente gritaba e ignoraba sus manos, como si
por no tener voz no tuviera nada que decir.
Esto era como nada que hubiese experimentado antes. Era como lava,
quemando a través de su piel y amenazando con consumirla por completo.

Sin pensarlo, ella avanzó en la dirección del sonido.


—…bruja del mar sin corazón… ah ah… sin corazón, sin corazón en verdad,
93
hechizándome…
La humedad en el aire crecía: pero no acompañada de nubes de vapor que
uno esperaría de un lujoso baño real.
—Oh, que me vea por lo que soy, porque sin una voz, mi rostro solo debe
hablar por mí ...
Era una bonita y melancólica aria, pero Vanessa dejó que la última nota
corriera un poco más de la cuenta, viendo cuanto tiempo podía mantener el
vibrato. Luego estalló en una carcajada que, a pesar de estar en la voz de Ariel,
no se parecía en nada a la sirena.
Ariel abrió un poco la puerta del fondo. Algunos reyes y reinas anteriores
habían diseñado la bañera real para que luciera tan dramática como fuera
posible, casi como un escenario, quizás así él o ella podrían remojarse mientras
los miembros del estado se reunían para pedirles decisiones. Había incluso un
tipo de balcón con vistas o un entrepiso que conducía al pasillo, encima del
baño; este tenía algunos gabinetes para almacenar objetos relacionados con el
baño, y una mampara de privacidad para vestirse y desvestirse, aunque, a pesar
del abundante espacio de almacenamiento, la ropa de la mañana de Vanessa
estaba arrojada descuidadamente sobre una silla. Amplias y ostentosas
escaleras de caracol conducían a la propia bañera.
— Si yo pudiera bailar con él solo una vez, sé que él me amaría… Un vals
en la arena; yo sería libre… No lo sé, esto no es realmente tan genial. No hay
mucho que destacar. La arena, quiero decir. Se mete positivamente en todas
partes y se siente mal en tus partes blandas.
Cuando Vanessa paró de cantar y se sumió en sus propios comentarios
editoriales, la disonancia cognitiva fue casi abrumadora. La voz de Ariel era
más aguda que la de la bruja del mar, y carecía de las vibraciones y los
temblores que la cecaelia solía lanzar cuando se ponía dramática. Sin embargo,
el tono y los matices eran todos de Úrsula.
Ariel se acercó silenciosamente al entrepiso y miró por el costado.
Vanessa claramente estaba disfrutando del baño. Su cabello castaño fluía a
su alrededor en rizos húmedos y resbaladizos que le recordaban mucho a los
brazos y piernas de un calamar. Grandes cantidades de burbujas y espuma se
elevaban sobre la parte superior de la bañera y se derramaban por el suelo,
goteando lentamente como el saco viscoso de huevos de un caracol lunar.
94
Vanessa chapoteaba, hablaba sola y jugaba en el baño casi como una niña.
Ariel recordó, con calor, cuando había estado en ese baño, y había sido
presentada a las maravillas de la espuma que no eran solo los restos de tritones
muertos. Toda la experiencia había sido maravillosa y extraña. Imagínense a
los humanos, reyes del Mundo Seco, teniendo burbujas de agua alrededor para
bañarse y jugar. No había equivalente bajo el mar; nadie hacía "piscinas de
aire" para divertirse y limpiarse.
Por un momento, tan rápido que Ariel podría haberlo descartado como una
sombra o un truco de la luz y las burbujas si no hubiese sabido mejor, un
tentáculo salió serpenteando fuera del agua y luego regresó rápidamente, como
si se hubiera olvidado de sí mismo. por un momento.
Sin pensarlo, Ariel dirigió su mano al peine escondido en su cabello. Es
cierto que el poder del tridente no funcionaría en tierra firme. Pero ella no
necesitaba su poder. Con apenas un pensamiento que lo impulsara en la
dirección correcta, el peine se fundió en oro fluido y se transformó en algo con
peso: una daga de tres puntas, mortal y afilada.
Si hubiera nacido y se hubiera criado como un ser humano, habría intentado
arrojársela al corazón de la bruja. Tenía una vista perfecta y la ventaja de la
altura.
Pero había sido criada en un mundo acuático donde la fricción era un
enemigo constante. A excepción de los más fuertes, nadie arrojaba cosas hacia
el otro lado o hacia arriba; las piedras se ralentizaban y se hundían casi de
inmediato.
Ariel se agachó, preparándose para escabullirse y luego correr, clavando la
daga en la carne de la bruja con sus propias manos.
Levantó un pie delicado...
—¿Qué fue eso? — Úrsula exigió de repente.
La sirena se congeló.
—¿Escuchaste...? Fue eso un...

Ariel apoyó la espalda en el armario que estaba justo detrás de ella:


apretando su estómago y tratando de encogerse.

95
Hubo salpicaduras frenéticas. Parecía como si hubiera demasiados apéndices
o demasiadas personas en el agua para que todo fuera una sola persona.
—¡Se supone que nadie debe interrumpir mis baños! — Úrsula gritó.
Ariel supo por el cambio de tono que la bruja del mar estaba de pie ahora,
posiblemente en seis de sus piernas.
La sirena trató de deslizarse a lo largo del armario hacia la puerta del
vestidor, pero las asquerosas manijas de marfil tallado y los tiradores de los
cajones seguían enredados en su feo vestido. Un hilo en particular tiró con
fuerza a través de sus piernas hasta que no pudo moverse.
Ariel apretó los dientes y se obligó a sacar la cadera lentamente, y la cuerda
estalló con un estruendo desgarrador. Ella dejó de respirar.
—¡Vareet! ¡Vareet!— Gritó Úrsula. —¿Qué es eso? ¡Ve a investigar!
¿Y si se levantaba y corría? ¿Úrsula podría ver quién era? ¿Enviarían los
guardias tras ella? ¿Sería capaz de salir a tiempo? Ariel trabajó músculos que
aún eran nuevos para ella, estirando y doblando su pie, tratando de mover
silenciosamente sus muslos para poder caminar como un cangrejo hacia la
puerta.
—Maaaaaaax...— llegó una voz cadenciosa desde la distancia. La misma
sirvienta exasperante de antes.
—Uf— maldijo Úrsula, extrañamente haciéndose eco de sus propios
sentimientos. Si ese perro estúpido viene aquí, me pondrán un bozal. Y a Max
también.
Hubo más ruidos de salpicaduras y chapoteos; la bruja del mar se estaba
asentando de nuevo en el agua. Ariel pudo escuchar una vez más su propia voz,
murmurando y refunfuñando para sí misma. Se vertió un balde de agua, se
abrió un grifo y se volvió a llenar la tina.
El alivio, la decepción y el miedo reprimido competían como trenzas en un
mechón de pelo que colgaba del alma de Ariel. Se dejó caer contra uno de los
armarios. ¿Qué estoy haciendo? No se parecía en nada a la guerrera de tritones
en que estaban algunos de sus antepasados y parientes. A ella nunca le importó
lo suficiente como para entrenar para los Mer-games (juegos de las sirenas) y
ganar la corona dorada de brezo marino. La prima Lara, con su poderosa lanza,
estaba mejor hecha para este tipo de cosas.
96
Ariel estaba aquí para encontrar a su padre. Y hasta ahora, había fallado.
Estaba completamente distraída.
Debería volver y registrar minuciosamente la habitación de Vanessa
mientras tuviera la oportunidad. Si las obras de teatro, los poemas y las
canciones antiguas no enseñaran nada más, siempre sería uno de estos dos
temas repetidos: uno, nunca te metas con la esposa o el esposo de un dios, y
dos, la venganza siempre conduce al dolor. Y aunque ella nunca había sido la
estudiante más diligente cuando era princesa, le encantaba una buena historia.
Mojó la mano y la daga se convirtió en un peine una vez más. Se la colocó
cuidadosamente en el pelo.
¿Cuánto tiempo más tenía para registrar el dormitorio? ¿Esa interrupción
había alargado o acortado el ritual de baño de Vanessa?
Ariel se arriesgó a echar otro vistazo para ver si podía decirlo.
Úrsula parecía estar descansando descuidadamente en su baño de nuevo,
completamente Vanessa, sin tentáculos a la vista.
La sirena ahora podía ver que, de pie cerca de la bañera, había una pequeña
criada esperando, tal vez de ocho años. Aunque su cuerpo miraba hacia el baño
y hacia Vanessa, mantenía los ojos dirigidos hacia el mar, a través de las
ventanas. Abrazaba con fuerza una toalla gigante y esponjosa, lista para el
momento en que Úrsula decidiera que era hora de salir.
Ella se estaba mordiendo el labio.
Era obvio que ella sabía algo sobre la verdadera naturaleza de Úrsula, ¿cómo
podría no hacerlo, como asistente de baño? Debía haber visto cosas incluso
más terribles que los tentáculos ... Ariel dijo una oración silenciosa por la pobre
niña y se preparó para regresar de puntillas.
Pero justo cuando llegaba a la puerta, algo brillante le llamó la atención entre
el desaliñado montón de ropa que Vanessa había tirado a toda prisa. Ella tragó
saliva, por una vez feliz de no tener una voz para vocalizar lo que fuera que
saliera de su corazón.
El nautilus.
El tótem de poder de Úrsula, el collar que usaba en todas partes. La caracola
que contenía la voz de Ariel. Apenas capaz de creer que fuera cierto, Ariel se
agachó y se arrastró hasta la silla.
97
Con un gesto que era menos "adquirir regiamente lo que era legítimamente
suyo" y más como el loco golpe de un frijol de mar por un sireno hambriento,
agarró el nautilus y lo sostuvo contra su pecho. Aturdida y conmocionada por
su hallazgo, por tenerlo en la mano, se levantó y se tambaleó hacia la puerta.
La pequeña doncella la vio.
La boca de Ariel se secó y su corazón se hundió.
Ella miró a la niña, y la niña miró a Ariel con ojos grandes y hundidos. Al
darse cuenta de lo extrañamente irónico que era, Ariel se llevó un dedo a los
labios. Por favor.
La niña miró a Vanessa en su baño.
—Mis planes oscuros y malvados, cómo se despliegan ... no, espera. ¿Era
así como iba? No puedo recordar...— cantó y murmuró Úrsula para sí misma,
sin hacer caso de su doncella. ¡Por favor!
Ariel lanzó la palabra a través de sus ojos, a través del espacio entre ella y la
niña, rezando por su simpatía. La niña asintió levemente.
Ariel juntó las manos lo mejor que pudo, agarrando el nautilus e inclinó la
cabeza. Gracias. Si alguna vez encuentro una manera de recompensártelo, lo
juro que lo haré.
No es que la niña lo supiera alguna vez; pero los dioses lo harían. Ariel se
arrastró hacia la puerta... y luego salió disparada del castillo.

98
Capítulo 14: Ariel
Ella atravesó el castillo lo más rápido que pudo, y sus zapatillas nuevas
golpearon los suelos de piedra con una fuerza sorprendente. Los rostros
estaban borrosos mientras corría hacia la salida.
—¿Guau? —Vino de algún lugar cerca del suelo.
¡Max! ¡Tu cena está lista! pensó, y mentalmente prometió acariciarlo más
tarde, si es que había un más tarde. Se arriesgó a mirar hacia arriba para ver si
Eric estaba allí con él, pero no lo estaba.
Tan pronto como sus pies tocaron la arena, redobló el paso y se dirigió a la
laguna escondida. Varios guardias la miraron con curiosidad, pero no
demasiada; se estaba comportando como una amante despreciada o como
alguien que se hubiera peleado con un amigo. En un castillo lleno de enemigos
y nobles espías, una doncella que correteaba atraía poco interés de personas
con mejores cosas que hacer.
El sol caliente golpeó su espalda como un empujón de reproche. En ese
momento odiaba todo lo relacionado con ser humana. Las faldas largas de su
vestido se enredaban en sus nuevas piernas y le irritaban la piel. Sus estúpidas
botas eran torpes en la arena, como si estuviera entrando en agujeros y sacando
sus pies de un barro que la succionaba y agarraba.
Pero pronto estuvo en la ensenada, benditamente tranquila, donde el viento
estaba quieto y los ruidos de los humanos y sus actividades sonaban lejanos y
fácilmente olvidados. Se hundió en la arena como si fuera una sirena: la cola
doblada debajo de ella, inclinada un poco hacia un lado, una cadera hacia arriba
y la otra hacia abajo. El instinto de mover la aleta con impaciencia no se fue a
ninguna parte; el pensamiento viajó por su espalda y se detuvo donde sus
piernas se dividían.
Abrió sus manos estrechamente ahuecadas y miró lo que tenía en la palma.
La concha del nautilus era exquisita, marrón, blanca y perfectamente rayada.

99
Las matemáticas que yacían como un hechizo de creación deslumbrante
sobre todos los que vivían en el mar, se mostraba claramente en la espiral, cada
celda era tan grande como la suma de las dos secciones anteriores. Todo en el
océano era una mezcla de belleza y números, incluso en la muerte.
Las sirenas podían vivir mucho tiempo: pero sus cuerpos se convertían en
espuma que se disipaba en la nada cuando morían. El pobre molusco que vivía
en este caparazón tuvo una vida muy corta, pero su caparazón podía durar
siglos.
Ariel suspiró y lo acarició con los dedos, sintiéndose extrañamente
melancólica a pesar del triunfo que literalmente sostenía entre sus manos. Años
de estar muda podrían desaparecer en un segundo. Años de frustración, años
de llanto silencioso, años de ira. ¿Y entonces que?
Si ella lo destruyera, ¿qué cambiaría?
Úrsula sabría de inmediato que estaba de regreso. Que había estado en el
castillo, prácticamente bajo las narices de la bruja del mar.
¿Y luego qué pasaría con la búsqueda de Ariel de su padre? Esto era más
complicado que una simple diversión; podría retrasar todo y dificultar toda su
tarea. La reina Ariel sostuvo el nautilus y reflexionó pensativamente. Pero la
sirenita no pensó. Ella actuó.
Antes de que se diera cuenta completamente de lo que estaba haciendo, Ariel
había estrellado el nautilus contra una roca de facetas afiladas.
No se rompió como un caparazón normal. Se hizo añicos como un recipiente
humano. Los fragmentos volaron en todas direcciones por igual, sin ser
obstaculizados por la gravedad o la suerte. Ariel se lanzó hacia adelante.
Ella se atragantó, ya no respiraba el aire del Mundo Seco. Sus brazos se
agitaron como los de una marioneta. Su torso se movió hacia adelante y hacia
atrás, golpeado por fuerzas invisibles. Algo voló a su boca, le subió por la nariz
e inundó todo su cuerpo con un calor que amenazaba con hacerla arder.

100
Se apresuró a llegar a sus pulmones y se expandió, expulsando el aliento que
le quedaba, empujando sangre a las extremidades, expulsando todo lo que no
era, dejando espacio para nada.
Ariel se derrumbó. Se terminó.
Era como si la cosa, fuera lo que fuera, hubiera sido absorbida por su cuerpo
y ahora se hubiera disipado en su sangre y carne.
Ella tomó aliento. Su corazón empezó a latir de nuevo.
No se había dado cuenta de que se había detenido.
Tosió. Salieron de su garganta algunos granos de arena.
Y luego cantó.

101
Capítulo 15: Eric
Tenía las manos levantadas, tratando de sacar más partido a los violines con
la izquierda mientras contenía la percusión con la derecha. Se tambaleó.
Era como si una pila de libros se hubiera caído de un estante alto sobre su
cabeza y, habiendo roto su cráneo, de alguna manera se las hubiera arreglado
para impartir directamente su contenido en su cerebro.
Fue como si un hermano se hubiera acercado sigilosamente por detrás de él
y, pensando que estaba preparado —esperando que se apartara, —le hubiera
golpeado con una porra de madera. El chasquido en la coronilla fue el doble
de doloroso de lo que debería haber sido, el simple golpe agravado por la
sorpresa de que una hermana golpeara tan fuerte. Los sentimientos y el dolor
se mezclaron por completo.
Era como si de repente se viera afectado por un grave y mortal ataque al
cuerpo: como si su corazón o su riñón o algún otro órgano importante se
hubiera agarrotado y fallado.
Experimentó la maravilla de respirar por primera vez después de que el
terrible dolor remitiera con un profundo y lúcido alivio que presagiaba la
muerte o la recuperación.
Eric parpadeó ante la orquesta y los cantantes que tenía delante. Los
instrumentos vacilaron. Cientos de pares de ojos le miraron expectantes.
Vio, como si fuera la primera vez, la sonrisa sencilla pero amable de la
segunda soprano, el lunar marrón en la simpática frente del bajo profundo, la
mancha en forma de L en el timbal de cobre. Se había corrido un velo. Era el
Príncipe Eric, y estaba dirigiendo una sesión de ensayo para una ópera.
No navegando en un barco de recreo o tocando su flauta dulce para sí mismo,
o, más apropiadamente, dirigiendo esta parte del reino de sus padres, que era
su deber, su tarea, su derecho. Algo estaba muy, muy mal.
Tragó saliva.

102
Pero la gente que tenía delante le esperaba en la punta de los dedos. Por
ahora ellos eran su reino. Necesitaban a su príncipe. Ya se ocuparía de las
revelaciones personales más tarde.
Y así dirigió, y cuando la soprano cantó, hizo una mueca de dolor, y trató de
no pensar en otra cantante con el pelo tan brillante como el fuego y los ojos
como el mar.

103
Capítulo 16: Úrsula
Vanessa estaba en la bañera secándose lentamente, comenzando por su
rostro. Siempre dejaba la mitad inferior de su cuerpo en el agua el mayor
tiempo posible.
Cantó en voz baja, deleitándose con el proceso gradual. Lo único que hacían
bien los humanos, al menos las princesas, era tomarse el tiempo y el cuidado
adecuados para estar presentables ante el mundo. Su pequeña doncella estaba
atenta, cerca.
—Mmm, algo-algo, y yo seré la Reina del Mar, mm-hmm ... ¡keeRACK!
De repente, la princesa se agitó violentamente. Se sentía como si le hubieran
sacado violentamente la úvula por los labios. Como si su boca se hubiera vuelto
del revés. Como si la carne y la sangre de sus pulmones la siguieran de cerca.
Tosió, segura de que la sangre saldría a chorros. Pero no había nada en las
pilas y pilas de burbujas blancas de olor dulce que llenaban la bañera. Sin saliva
escarlata, sin pruebas físicas del cambio masivo dentro de ella.
—Mi voz— dijo, las palabras salieron en un gruñido grave. El tenor de una
mujer mucho mayor, mucho más grande, muy…diferente.
—¡MI VOZ! —chilló, sus bonitos labios rojos se cuadraron y torcieron.
Apretó las manos en puños, temblando de rabia.
Su doncella parecía preocupada, obviamente insegura de qué había causado
este arrebato. Esperó nerviosamente las órdenes.
Vanessa, la princesa de Tirulia, salió de la bañera impulsándose con las
garras y subió los escalones con la espuma blanca que se desvanecía como
humo. Desnuda y sin frío. Vareet, inadvertida, corrió tras ella con otra toalla.
La princesa hurgó desesperadamente en la pila de ropa que se había quitado
tan descuidadamente antes y la arrojó por todos lados en su pánico.
—¿Dónde está mi collar?
Pero, por supuesto, había desaparecido.

104
Se giró para enfocar su ira en la pequeña doncella, que trató de esconderse
detrás de la toalla gigante que todavía tenía lista. No es que su ama no hubiera
perdido los estribos antes, por supuesto; lo había hecho muchas veces, cuando
nadie más estaba presente. Pero esta vez parecía particularmente malvada.
Los dientes de Vanessa se mordieron el labio inferior; ni siquiera notó las
diminutas gotas de sangre oscura que brotaron. Sus mejillas se hundieron
debajo de los pómulos altos hasta que su rostro pareció una calavera. Sus ojos
eran salvajes y el blanco de sus escleróticas parecía casi amarillo y enfermizo.
—¿DÓNDE ESTÁ MI COLLAR? —preguntó la princesa de nuevo,
golpeando su pecho para indicarle dónde solía colgarlo.
Vareet negó con la cabeza, aterrorizada.
—¡BAH!
Vanessa retiró la mano. Por un momento pareció que realmente golpearía a
la chica. Pero la bruja del mar no era tonta; la doncella había estado a su vista
en todo momento. No tenía nada que ver con la concha de nautilus faltante o
su evidente destrucción.
Podría haber sido un simple ladrón furtivo, por supuesto. Pudo haber sido
algún tipo de accidente. Pero no era así. Era...
—La traviesa —gruñó Úrsula, extendiendo las palabras.
Hizo una pausa en su perorata, saboreando los sonidos. Había sido divertido
jugar con su voz robada, había hecho maravillas en los demás y había causado
dolor a aquella de quien se la arrancó. Eso era más que suficiente. Pero...
disfrutó bastante escuchar su voz real de nuevo. Era una voz con profundidad,
con mando. Con carácter y sustancia. Así era ella. No se parecía en nada a ese
murmullo burbujeante, de tono perfecto y quejumbroso.
—La traviesa ha vuelto —repitió.
Vareet dio un tímido paso hacia atrás, obviamente dividida entre el terror
ante este extraño cambio en su ama y el miedo a su misma señora.
—Ella estuvo aquí, y de alguna manera, robó mi collar y lo destruyó.
Vanessa miró a su alrededor, a la puerta de su vestidor que conducía a su
dormitorio, pero no había evidencia de nada fuera de lugar.
105
—Esto es un problema —dijo, tocándose la garganta. —Un acontecimiento
perturbador del que tengo que ocuparme de inmediato y de forma permanente.
¡GUARDIAS!

106
Capitulo 17: Ariel
Ella cantó.
Himnos sin palabras sobre el mar: pasajes inmediatos e improvisados sobre
las olas, la luz del sol, las mareas y la constante y hermosa presión del agua en
todo. La gloria de las algas oscilando lentamente, la deliciosa sensación que
presagiaba una tormenta en el Mundo Seco y las turbulencias de abajo.
La música salió de ella sin pausa, impulsada por años de observar, ver,
escuchar, disfrutar, experimentar el mundo y no poder expresarlo. El asombro
y la tristeza de estar viva. La alegría de ser una sirena; el dolor de ser la única
como ella, la única sirena que había sido mortal, temporalmente, y que luego
lo había perdido todo.
Cuando finalmente se detuvo, sus ojos estaban cerrados y sus manos
descansaban en su regazo humano, y sintió el sol humano y seco, e imaginó
cosas húmedas.
Abrió los ojos.
El silencio ahora era ensordecedor en la laguna.
Tenía la voz de los dioses, habían dicho algunos. El tipo de voz que podría
atraer a los marineros de agua dulce al mar, y a los marineros a la muerte, una
voz que podría lanzar mil barcos. Tenía la voz del viento, de la tormenta, del
estruendo de las olas y del antiguo discurso de la ballena. Tenía la voz de la
luna cuando se deslizaba serenamente por el cielo y de las estrellas cuando
bailaban detrás. Tenía la voz del viento entre las estrellas que los mortales
nunca escucharon, que se precipitó y sopló y marcó el principio y el fin del
tiempo. Se sentó un momento en silencio, recordando cómo sonaba, pero
disfrutando del silencio.
Las canciones eran de la vieja Ariel. Quizás de la nueva Ariel también.
Tosió y volvió a intentarlo, ladeando la cabeza y mirando con expresión
grave.
—Solo hazlo.

107
Flounder; necesito las auditorías fiscales para la tercera marea para que
tengamos algo que presentar al consejo.
— Sebastian, no me importa la gala o sus detalles. Estoy segura de que todo
está bien en tus muy capaces garras.
—¡Y con el corte de esta cinta, por la presente declaro que el Templo de las
Artes Físicas está abierto a todos!
Ariel sonrió, luego echó la cabeza hacia atrás y se rió, pero fue frágil. Cogió
un fragmento del nautilus y suspiró.
Su voz había sido una parte tan importante de su vida antes. Los tritones la
celebraban por ello. Su padre disculpó su comportamiento ocasionalmente
cuestionable por eso. Eric amaba a la chica que lo rescató, por su canto...
... nunca le había gustado cantar para nadie más. De hecho, odiaba al público.
Cantaba porque le gustaba cantar. Ella simplemente... sentía ... algo, y tenía
que cantarlo. Si estaba feliz, triste o enojada, se marchaba sola y cantaba al
coral, cantaba a las algas, cantaba a una audiencia de caracoles de mar o
gusanos de tubo (que escuchaban, pero nunca comentaban). La mayor parte de
su niñez la había pasado nadando, explorando, cantando para sí misma.
Inventando pequeñas historias en su cabeza y luego poniéndolas en una
canción.
Con tristeza recordó el concierto que Sebastian había planeado tan
cuidadosamente, el cual ella se había perdido, por el que su papá la había
castigado, lo que lo llevó a poner el cangrejo en su caja, y así sucesivamente...
Ella no había sido desobediente deliberadamente. Ella simplemente... se
olvidó.
A veces la gente pensaba que era una presuntuosa por su forma de actuar.
Pero ella no estaba tratando de ser una diva, ella era solo una jovencita cuya
cabeza estaba llena de fantasías. Y al quitarle la voz, Úrsula le había robado lo
que más atesoraba Ariel: la única forma que sabía de cómo expresar esas
historias.
Sin el lenguaje hablado, y sin conocimiento de los signos, en ese entonces,
no pudo decirle a Eric lo que le había sucedido o cuanto lo amaba. No pudo
decirle a su padre que no cambiara de lugar con ella.

108
No pudo gobernar su reino sin la ayuda de una flota de personas que la
interpretaran y hablaran por ella.
Había perdido la forma de comunicar sus deseos, sus órdenes, sus deseos,
sus necesidades, sus pensamientos.
—¿Cómo te sientes?
Ariel miró hacia arriba, repentinamente consciente de la gaviota que estaba
posada tranquilamente en una roca cercana, mirándola con un ojo curioso y
brillante.
—Jona —dijo Ariel, disfrutando del sonido del nombre. —¿Cuánto tiempo
llevas sentado ahí?
—Te vi en el momento en que saliste del castillo. Pero parecía que
necesitabas un momento para ti. Iba a interrumpirte si seguías con ese canto.
—¿Ese canto? ¿Por qué? —preguntó Ariel maliciosamente. Sus manos
hicieron las señas mientras hablaba, demasiado acostumbrada al proceso.
—Bueno, te estabas poniendo un poco ruidosa.
La sirena parpadeó ante observación de la gaviota. Luego se echó a reír.
Se rió con tanta fuerza que empezó a tener problemas para respirar. Grandes
y ruidosos tragos de risa y aire: se sentía bien reír y que realmente saliera una
carcajada, no solo ser un reconocimiento silencioso de algo levemente
divertido.
—¿Le… ruego me disculpe? —dijo Jona, un poco ofendido.
—Oh... es solo... —Respiró hondo, tratando de controlarse, sin quererlo.
—Estaba sólo sentada aquí pensando en cantar, y lo mucho que a todos les
encantaba escucharme cantar, y cómo me celebraban por mi voz, y cómo
alguien se enamoró de mí por mi voz, y tú...—ella se perdió por un momento
de nuevo.
Jona giró la cabeza de un lado a otro, tratando de ver bien a la sirena con un
ojo y luego con el otro.
—Quiero decir, bueno, fue... agradable. Solo quise decir que ibas a llamar
a los guardias.

109
—¿Agradable? ¿Has escuchado bien? —preguntó Ariel, medio en broma,
medio con curiosidad.
Jona abrió el pico por un momento, lo cerró, eligiendo sus palabras con
cuidado ahora que era obvio que ella se había ofendido.
—Tu canto es extraordinario, es épico, tiene algo en común con las fuerzas
mismas de la naturaleza, como el viento y el mar mismo. Sin embargo, si me
preguntaras cómo me siento al respecto personalmente, te diría que prefiero
los gritos de mi propia especie, o el trino sin sentido de una lavandera, o la
triste llamada de un chorlito. Son más accesibles
—Ariel se llevó la mano a la boca para detener la siguiente carcajada. En su
lugar, resopló.
—¿Qué? —preguntó el pájaro, confundido.
—Me agradas, Jona—, dijo, mientras la tomaba por debajo del cuello. La
gaviota cerró los ojos y se inclinó hacia ella.
—¡ARIEL! ¡Estás CANTANDO!
Una explosión de plumas grises y blancas aterrizó en la playa junto a ellos.
Tan pronto como se recuperó. Scuttle lanzó sus alas alrededor de ella en un
abrazo de gaviota.
—Lo estoy—, dijo ella, acariciándole su cabeza.
—Oh, es tan bueno escucharte— dijo Scuttle con un suspiro. —Hace que mi
viejo corazón... Es lo mejor.
Ariel sonrió. Había algo específicamente hermoso en lo que había dicho: es
tan bueno escucharte. No dijo nada sobre su canto, solo que era bueno escuchar
su voz. Estaba genuinamente complacido de que ella recuperara su voz, y con
lo que fuera que eligiera hacer con ella.
Este es un amigo.
Y... espera un segundo... ya no tenía solo que pensar esos pensamientos.
—Scuttle —dijo en voz alta. —Le hace bien a mi corazón hablar contigo.

110
—Eres tan majestuosa ahora, escúchate. Tan noble, regia, gentil y todo.
Entonces, ¿esto cambia el Gran Plan? —Preguntó Scuttle, dándole un codazo
con su ala y guiñando un ojo en complicidad. —Todavía vas a buscar a tu
padre, ¿verdad?
—Por supuesto. Pero ahora... efectivamente... alerté... a Úrsula de mi
presencia. Soy una tonta. Debería haber esperado antes de destruir el collar de
Úrsula.
Sacudió la cabeza y suspiró, recogiendo la banda de cuero que sostenía al
nautilus. Ahora solo quedaba una fianza de oro y un poco de la caracola. Por
razones que no podía expresar con palabras —ni en voz alta ni en su cabeza
—se envolvió la correa dos veces y se la puso en la muñeca. Tal vez le
recordaría no ser tan precipitada en el futuro.
—No lo sé, Ariel —dijo Scuttle. —¿Qué más habrías hecho? ¿dejarlo ahí?
¿con tu voz? Eso requeriría la voluntad de una montaña o algo así. No podrías
simplemente dejarlo ahí con Úrsula. Nadie podría haberlo hecho.
—No, no ... supongo que podría haberlo hecho. No lo sé.
—¿Conseguiste dar una mirada alrededor? —preguntó Jona, cambiando de
tema —¿Quizás conseguir una pista de dónde podría estar escondiéndolo?
—Solo un poco. Probablemente está en su habitación... o estaba en su
habitación. No vi ninguna botella ni nada parecido a lo que describiste cuando
estuve allí, y ahora que ella sabe que he vuelto, probablemente lo esconderá en
otro lugar. Al menos tengo un aliado en el castillo. ¡Quizás incluso dos! Hay
una sirvienta que no me reveló a Úrsula, y también a Carlotta, que fue tan
amable conmigo la última vez que fui humana. Ella es consciente de que algo
sucedió el día en que Eric y Vanessa se casaron. También me dijo que habían
pasado muchas cosas como resultado de ese día. Ramificaciones —malas
—para otras personas además de mi padre y yo.
—Ah, ¿sí? ¿Con Úrsula como Vanessa, dirigiendo el reino? —preguntó
Scuttle. —Quiero decir, escuchas cosas como un pájaro, ya sabes. Pero es
difícil saber cuándo los humanos están felices o infelices. Especialmente
cuando estás tratando de hurgar en su basura.

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—Lo que no entiendo es por qué Úrsula se quedaría. Casada con Eric, quiero
decir. Y aquí —señaló todo el Mundo Seco con las manos. —¿Qué quiere?
Pensé que su único deseo era derrotarme y vengarse de mi padre. Ella hizo eso.
Esta no es su casa…
Scuttle se encogió de hombros. —No lo sé, Ariel. Ella es malvada, ¿verdad?
¿Quién sabe por qué hace algo? ¿Para hacer más maldad, tal vez? O tal vez
simplemente le gusta estar aquí. Sea lo que sea que esté pasando en su loca
cabeza, tenemos que derrotarla, eso es lo que tenemos que hacer. Le daremos
el ochenta y seis, recuperaremos a tu padre, recuperaremos al príncipe, y todos
viviremos felices para siempre.
—No sé nada de eso —dijo Ariel con una sonrisa. —No creo que pueda ser
responsable de que todos sean felices para siempre—. Incluso conseguir mi
felices por siempre. ¿Conseguir al príncipe? Era un pensamiento intrigante,
pero lo dejó para después. Deber primero. —... Creo que sería difícil, um,
“ochenta y seis” a una princesa y una bruja del mar, especialmente ahora que
he perdido el elemento sorpresa. Centrémonos en recuperar a mi padre, y luego
veamos qué más podemos hacer después.
—¿Ya no quieres al príncipe? —preguntó Jona con curiosidad.
Ariel la miró sorprendida. ¿El pájaro le había leído la mente?
—¿Perdóneme?
—Tu personaje realmente parecía suspirar por el personaje de él en la ópera
de Eric. “La Sirenetta” —dijo Jona encogiéndose de hombros. —Y el
bisabuelo siempre contó la historia de ustedes dos, y tú entregando tu voz para
conquistarlo...
—Fue hace mucho tiempo. Yo era joven, él era guapo y exótico. No creo,
en realidad, que haya muchas posibilidades de una relación a largo plazo entre
una sirena y un humano.
Era mucho más fácil hablar rápido primero y luego decidir más tarde si era
verdad o mentira. Ya estaba perdiendo la consideración que conllevaba estar
en silencio. Ariel se regañó mentalmente.

112
—Será mejor que te relajes —le dijo Scuttle a su bisnieto en lo que
probablemente pensó que era un susurro útil. —Parece un poco susceptible.
Aún tiene una herida abierta.
Ariel respiró hondo y se puso de pie. —Bueno, no creo que pueda volver al
castillo ahora mismo. Todos me vieron salir corriendo.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Jona.
—Mientras espero que las cosas se calmen un poco, iré a ver por mí misma
qué lío ha creado el gobierno de Úrsula sobre Tirulia. Si Carlotta tiene razón,
mi tarea es aún más urgente. No puedo permitir que los humanos mueran.
debido a un princesa que yo, aunque sin darme cuenta, les di. Necesito ir a la
ciudad, donde está la gente, y escuchar lo que están diciendo.
—Absolutamente —dijo Scuttle. —Tener una bruja del mar por princesa
tiene que tener algunas reiteraciones malas, ya sabes.
—Creo querías decir repercusiones, bisabuelo—, corrigió Jona cortésmente.
—Ella estiró sus alas. —Debería avisar a Flounder de tu cambio de estado, con
respecto a tu voz.
—Gracias, Jona —dijo Ariel cálidamente. —Por favor, dile que se reúna
conmigo en esta cala dentro de cuatro mareas para una actualización. Y
asegúrate de que comprenda completamente que no debe contarle a nadie más
todavía.
—¿Nadie? —preguntó Scuttle, sorprendido. —¿Ni siquiera el viejo garras
de cangrejo?
—Especialmente Sebastian no. Todavía no. Ya me siento bastante mal por
recuperar mi voz, y no a mi padre. No puedo soportar la idea de explicárselo
ahora. Además, si todos saben que puedo hablar de nuevo, es sólo más presión
—para que vuelva, para que me quede y gobierne. —Sería difícil escapar y
buscar a mi padre por segunda vez.
—Pero no se lo dirías a todo el mundo, solo a Sebastian —dijo Scuttle.
—Una vez que Sebastian lo sepa, todo el reino se enterará en cuestión de
horas —dijo Ariel con una pálida sonrisa. —Es tan malo como un guppy con
los chismes.

113
Capítulo 18: Eric
Regresó del ensayo al castillo con la incómoda sensación de que estaba
escondiendo algo.
No era diferente a la vez que había pescado su primer branzino realmente
considerable. Los viejos pescadores en los muelles habían vitoreado cuando el
principe de ocho años corrió a casa tan rápido como sus piernitas pudieron
llevarlo, sosteniendo su premio en alto.
Pero luego, al darse cuenta de que tenía una captura de gran mérito, Eric se
convenció de repente de que su madre y su padre, el rey y la reina, le gritarían
por tales actividades plebeyas y le prohibirían cocinar y comer la cena que se
había preparado para sí mismo como un hombre real.
Él escondió el pescado debajo de su camisa.
El branzino (conocido comúnmente como el pez lobo) tenía aletas, espinas
y escamas extra afiladas, todas las cuales cortaban la carne del niño mientras
luchaba.
El pequeño Eric llegó al castillo desesperado y sangrando. Fue directamente
a las cocinas, donde se derrumbó en un charco de lágrimas, maldiciendo su
propia debilidad.
(El rey y la reina, como cualquier padre podría adivinar, estaban encantados
con la habilidad y la determinación que había demostrado su hijo. Le dieron a
Eric una conferencia realmente sólida sobre la importancia de saber lo que la
gente común hacía para ganarse la cena, porque él estaría gobernando un reino
de pescadores algún día. Luego, el cocinero supervisó al Eric vendado, una vez
más alegre, mientras él mismo freía el pescado. Se lo presentó a la familia real
en una bandeja de oro, y todos vivieron felices para siempre después de ese
día).
Esto tampoco era diferente al momento en que, cuando era un adolescente,
se enamoró de un cachorro callejero que no encajaba en absoluto con la imagen
real de un perro de caza. Esto también lo guardó debajo de la camisa y se lo
llevó a casa. Culpable y torturado, metió a Max en su cama y le dio los mejores
trozos de bistec robado de la cena.

114
Por supuesto que fue descubierto.
—No es un mastín lobo imperial de Sarenna—, había dicho su padre con un
suspiro. —Los reyes de Tirulia siempre los hemos tenido. Durante siglos.
—Al menos esta vez no es un pez—, había señalado la reina a la ligera.
Pero el pequeño Eric y el Eric mayor e incluso ahora, el Eric más viejo,
nunca tuvieron un secreto verdaderamente terrible. Esos dos fueron los peores
que se le ocurrieron al tratar de comparar lo que sentía ahora con algo similar
en su vida.
¿Qué era exactamente lo que estaba escondiendo esta vez? No era tangible,
como un pez o un cachorro.
¿Claridad?
¿Era ese un terrible secreto? ¿Por qué sentía la necesidad de ocultarlo?
Trató de imitar la forma en que solía caminar a casa, pero todos los Eric, el
pequeño, el mayor y actual Eric, eran unos mentirosos terribles. Era solo una
de las muchas razones por las que el príncipe se negaba a participar en sus
propios shows, aunque fuera en una pequeña parte. Conocía sus límites.
Levantó la vista rápidamente, con sentimiento de culpabilidad, de reojo,
esperando que las cosas parecieran diferentes. Más coloridas. Más detalladas.
Más veraces. Más significativas.
Pero todas las casas por las que pasó tenían el mismo aspecto; las flores y
las plantas eran del mismo color que el día anterior.
Sí, ese almacén de grano sigue siendo el mismo. La misma podredumbre
seca alrededor de las ventanas, las mismas vigas podridas...
Espera un momento, eso se ve muy mal. Apuesto a que huele fatal de cerca.
¿No es ahí donde guardamos el excedente de grano? ¿En caso de plaga o
desastre? Santo cielo, ¿está goteando? Eso podría arruinarlo todo. ¿Por qué
se permite eso? Será mejor que investigue eso...
Oh, mira, es esa chica del mercado que vende las habas. ¿Qué está haciendo
ella aquí? Solía conocer a su madre ... ¿Cómo se llamaba? Lucretia.

115
Mira ese enorme carro custodiado que se acerca al castillo, con tantos
soldados a su alrededor. ¿Qué es lo que están entregando? Quiero decir...
¿Municiones? ¡Sí! Eso es.
Espera, ¿municiones? ¿Pero por qué? No puedo... ¿Por qué necesitamos...?
Todo esto es tan extraño.
Entonces eso lo golpeó.
No había habido un cambio físico en él, ni en su vista; el velo o lo que fuera,
el amuleto, se había levantado del interior de su cabeza. Era como una vieja
red, llena de baba y mariscos muertos, que se deshacía y era completamente
inútil, había envuelto su cerebro y acababa de ser extraída por un médico
inteligente. Podía pensar por primera vez en años. Podía reaccionar a las cosas
a su alrededor. Generar opiniones. Aferrarse a los pensamientos. Él había
cambiado, no sus ojos.
Eso fue reconfortante, y haberlo descubierto lo hizo sentir un poco mejor y
con más control. Caminó confiadamente hacia el castillo. Grimsby estaba
esperando a un lado y en un movimiento fluido y habituado ayudó al príncipe
a quitarse la túnica académica y ponerse una chaqueta de día muy bien
entallada, gris paloma con largas colas.
—Gracias, Grims— dijo Eric, continuando hacia el comedor menor y
acomodándose la corbata. Todo lo que quería hacer era agarrar a su viejo
sirviente, fuera de la vista de los guardias, y interrogarlo sobre el pasado. Él
era el único en el castillo en el que Eric podía confiar. Pero eso parecería
extraño, y hasta que entendiera el terreno, prefería seguir el juego como el
todavía embelesado Eric.
La princesa Vanessa ya estaba sentada en la delicada mesa dorada donde
cenarían juntos después de reunirse con el Gremio de Trabajadores
Metalúrgicos. Gracias a Dios no tuvo que saludarla, tomarla del brazo y
llevarla adentro. Tenía sentimientos muy, muy encontrados en este momento,
pero todos los que la rodeaban le provocaban náuseas.
—Buenas tardes. Princesa—, dijo Eric cortésmente. Ella extendió una mano
enguantada y él besó el dorso de la misma con delicadeza, extendiendo los
labios de modo que solo la parte más alejada, la parte que a menudo se
agrietaba en el mar, apenas rozara la suave tela.

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Él notó, —y no estaba seguro de si esto era el resultado de su nuevo estado
de ser— su vestido: ella llevaba un vestido azul pálido inusualmente recatado
con menos bullicio de lo habitual y volantes de encaje discretos en las
muñecas. También una bufanda de lana gigante envuelta alrededor de su cuello
y hombros. Oh, coincidía, por supuesto; era de un hermoso y caro tono de azul
y estaba adornado con el tipo de plumas exóticas importadas que tenían ejes
largos y delgados y pequeños puntos de color que rebotaban en la parte
superior que brillaban en oro e iridiscencia. Oscurecían la mayor parte del
rostro de Vanessa.
Más suerte, pensó Eric.
—Un resfriado un poco desagradable— susurró con voz ronca. Una delicada
mano enguantada fue a su garganta.
—Lo siento mucho— dijo, acomodándose en su propio asiento. Sediento por
el aire seco de la sala de prácticas, tomó una jarra y comenzó a servirse una
copa de cava.
Luego se detuvo. ¿Realmente quería tener la cabeza nublada? ¿En absoluto?
¿Después de este... despertar?
En su lugar, tomó la jarra de cristal de agua.
Vanessa lo miró en silencio.
Los capitanes trajeados y adustos del Gremio de Trabajadores Metalúrgicos
estaban ante ellos, el símbolo de su posición brillando aquí y allá en sus
personas: mangos de bastón plateado, las puntas relucientes de sus botas,
anillos simples, cinturones con hebillas oscuras en ellos.
—Si podemos. Su Alteza...— Un hombre bajo y fornido dio un paso
adelante. Tenía una barba lujosa y bien recortada, y si no fuera por su moderno
sombrero de tricornio, se habría visto exactamente como un personaje de uno
de los libros de cuentos de hadas de Eric, una de las buenas personas que
realmente excavaban los metales preciosos. de minas profundas. —No
queremos retrasar más su almuerzo.
—Muy considerado— siseó Vanessa. Sin su tono normal y cadencioso,
sonaba exactamente tan sarcástica y mordaz como probablemente quería sonar.

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Las pobladas cejas del hombre se alzaron, pero por supuesto no dijo nada al
respecto.
—P-para decirlo claramente— tartamudeó —nosotros... por supuesto ...
apoyamos todas y cada una de las acciones militares planificadas y llevadas a
cabo por usted, por supuesto... Nos mantiene ocupados, después de todo.
Todos los cañones de mosquete... y mecanismos... y cañones... ¡No hay escasez
de trabajo!
Eric frunció el ceño. ¿Cuánto trabajo tenían, precisamente, los metalúrgicos
de Tirulia involucrados en la artesanía de la guerra? La única razón por la que
había fortificaciones en la ciudad era porque a los gobernadores romanos y
luego a los reyes medievales les gustaba el entorno para sus vacaciones junto
al mar.
—El problema son los suministros. Sus... estrategias desafortunadamente
han enfurecido a algunos de nuestros socios comerciales. Y el paso en el norte
ahora es inseguro para los envíos, especialmente para carga que podría
considerarse militar.
—Pensé que nuestras montañas tenían algunas de las mejores minas del
mundo— susurró Vanessa, haciendo la pregunta antes de que Eric pudiera
plantearla él mismo. Su padre le había mostrado por primera vez la ubicación
de las minas y canteras en un mapa de pergamino cuando era un muchacho. La
tinta en la que se esbozaron las montañas, en pequeñas V invertidas, era un
negro mate para el hierro y un naranja metálico para el cobre. Eso había
fascinado al joven Eric, aunque también había querido poner un dragón allí.
—¿Qué, Su Alteza? — dijo el hombre, acercándose más. —Lo siento, su
voz...
—MINAS— graznó. —FINAS MINAS. CON COBRE.
—Por supuesto, princesa— dijo el hombre. Sus ojos se habían dirigido
brevemente, interrogantes, al príncipe antes de volver a posarse en ella.
Eric comenzó a sentir alivio ante la cercanía de ser notado, luego se dio
cuenta de algo: ya nadie le prestaba atención a él. Nadie lo hacía en años. ¿Y
ese “alivio” al que ahora parecía estar acostumbrado? ¿Qué era eso? ¿No era
el príncipe heredero? ¿No debería estar lidiando con el jefe del gremio y todos
sus aburridos negocios él mismo? ¡Ese era su deber!
118
El hombre seguía hablando.
—... Y si no tuviéramos que hacer bronce o peltre, o cosas de estaño,
estaríamos listos. El acero tiene sus usos, pero hay otras cosas que hacer
además de las armas, y esas otras cosas necesitan otros metales.
—¿Qué cosas son esas? — Vanessa siseó. Tal vez si ella estuviera hablando
normalmente, con sus grandes ojos y pestañas dirigidas a los hombres, habría
salido como: Enséñame, soy una joven inocente que disfruta de tu sabiduría
de hombre mayor. Pero había una extraña desconexión cognitiva debido al
susurro ronco, casi como si fuera una mujer mucho mayor que interpretaba mal
el papel de una joven ingenua.
Mientras Eric reflexionaba sobre esto, también estaba desconcertado por lo
que ella decía. ¿Qué cosas están hechas de metal? ¿No tenía ojos? ¿No vivía
en el castillo y usaba los objetos dentro de él?
—Bueno... Su Alteza...— dijo el hombre torpemente, mirando a su alrededor
en busca de apoyo. —La mayoría de la gente en el reino, incluso la gente
adinerada como yo, tiende a no comer con los tenedores y cucharas de oro—.
Indicó el lugar de la pareja real con la punta de la cabeza. —O quemar velas
en candelabros de plata. Peltre, bronce y estaño fabrican todas las herramientas
y cosas útiles para el resto de nosotros, lo han hecho durante miles de años. Y
como no tenemos estaño en nuestras montañas, debemos cambiarlo. Y no
podemos ahora.
—Bueno, entonces— susurró Vanessa pensativamente. —Debemos ir al
lugar donde se encuentra y tomarlo para nosotros.
El hombre la miró parpadeando. —¿Bretland?
Ella lo miró con picardía por el rabillo del ojo, midiendo su reacción. Eric
vio su actuación de mal gusto, horrorizado pero fascinado.
—¿Quiere que... invadamos los Reinos Aliados de Bretland? — volvió a
preguntar el hombre.
—Nunca digas nunca—, ronroneó la princesa.
—¿Disculpe? Lo siento, no pude escuchar a Su Alteza.
—Dije, “Nunca digas nunca”.

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—¿Pedir perdón?
Eric quería saltar y anunciar que esta ridícula reunión había terminado. Que
Vanessa ni siquiera debería sugerirle a un civil la idea —increíblemente
estúpida, inaudita— de una agresión militar contra una de las mayores
potencias del mundo, y mucho menos sin discutirlo primero con él.
Pero…
Si bien no era un jugador de ajedrez muy hábil, su madre le había dicho que
lo más importante en el juego era esto: nunca podías estar completamente
seguro de otra persona, así que nunca hagas un movimiento hasta que estés
seguro de ti mismo.
Y no lo estaba. Aún no. No hasta que tuviera algo de tiempo para pensar y
resolver las cosas.
—Creo que esto merece más discusión—, dijo en voz alta. Lo cual era quizás
más de lo que había dicho durante un tiempo, pero tan débil que nadie podía
acusarlo de actuar con franqueza, con pensamientos y opiniones. Vanessa le
lanzó una rápida mirada de reojo, pero eso fue todo. —Sus preocupaciones
sobre el estaño y, supongo, el aluminio, serán tomadas en consideración.
Gracias por su tiempo, caballeros.
El grupo de hombres, algo sorprendidos por las palabras del príncipe,
asintieron e hicieron una rápida reverencia tanto a él como a la princesa, y se
marcharon arrastrando los pies. El jefe del gremio le dio a Eric una última
mirada evaluativa antes de seguirlos.
Eric se armó de valor para un almuerzo tenso y desagradable con su
princesa...
... pero una vez más, el príncipe se salvó.
—Querido, me temo que debo irme a la cama ahora con este desagradable
resfriado. Uno debe cuidar las enfermedades antes de que se agraven— siseó
Vanessa, indicando su garganta. —Siento mucho dejarte solo.
—Está bien. Rezo para que te sientas mejor—, dijo Eric, tratando de no
alcanzar alegremente una pata de codorniz antes de terminar su frase.
Él era muy cortés.

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Capítulo 19: Úrsula
Bien, el pequeño Eric se tragó lo del "resfriado".
Caminó por el pasillo hacia su dormitorio, Vareet y sus sirvientes
arrastrándose como remolinos en la estela de un barco muy grande. Su mente
se agitó. Esto era lo que se sentía al ser una reina. Er, princesa. Esto era lo que
se sentía gobernar y ejercer el poder y tomar decisiones y hacer las cosas.
Los verdaderos monarcas no evitaban sus problemas; los enfrentaban de
frente y luego los sometían a golpes o los usaban para promover sus propios
objetivos.
Cada obstáculo es un peldaño.
Se rió para sus adentros, recordando la primera vez que había escuchado ese
dicho de uno de los nobles tirulianos más aduladores. En aquel momento no
tenía ni idea de lo que significaba. Porque, obviamente, si había un obstáculo
en el océano, se nadaba sobre él.
Se miró con recelo en uno de los grandes espejos con marco dorado que
bordeaban el pasillo oriental. Conseguir que su andar fuera el adecuado era una
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de las cosas más difíciles de hacer en tierra. Imperial, majestuosa, pero
simpática y atractiva. En retrospectiva, deseó haber elegido un cuerpo humano
un poco más viejo e imponente.
Pero, por supuesto, los imbéciles como el príncipe necesitaban algo joven y
bonito para enamorarse. No respetaban ni apreciaban en absoluto la madurez
y la sabiduría. Y la pulcritud.
Pero honestamente, ella no tenía muchos cuerpos para elegir. Este triste traje
humano con un precioso pelo castaño que la bruja del mar llevaba ahora había
querido ser uno con el océano... y Ursula había estado muy contenta de darle
lo que deseaba.
La transformación era bastante permanente, sus orígenes eran invisibles para
todos, excepto el portador. Ella había sido sabia al mantener la esencia de ese
cuerpo durante todos esos años. Algunos habrían dicho que tenía tendencia a
acumular, pero Ursula sabía que todo tenía un uso en algún momento. Para una
emergencia, o como los Mundo Seco decían a su ridícula manera, "un día de
lluvia".
Vanessa se ajustó la bufanda. Era incómoda y le picaba, y le hacía sudar
aumentando la posibilidad de que le saliera una erupción. La piel humana era
muy temperamental y delicada, expuesta al aire desnudo: demasiado húmeda,
demasiado seca, demasiado reseca, granos y mas granos, sarpullidos y
exfoliaciones... ¿Era así con todas las criaturas del Mundo Seco? ¿O sólo con
los mortales?
Úrsula, concéntrate.
Entró en su dormitorio y se dirigió directamente al tocador, donde se quitó
la ridícula bufanda y la tiró al suelo. Vareet se apresuró y la recogió
inmediatamente, sacudiéndola y quitándole el polvo. La bruja del mar tosió y
se tocó ligeramente el cuello, frotándolo con un polvo de seda. Luego se miró
al espejo. Por un momento casi pudo ver su verdadero yo. Sonrió, encantada
con su aspecto recordado.
"Me alegro de verte, vieja amiga", ronroneó con su voz real, disfrutando de
cada sílaba. "Así que dime. ¿Dónde está ahora la pequeña descarada? ¿Se
arrastró de vuelta al mar, o está rondando, esperando una oportunidad para
reunirse con el Príncipe Dum-Dum?"
Cualquiera que estuviera observando habría visto un reflejo de Vanessa,
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revisando sus dientes, pasando una mano por la parte superior de su cabello.
La transformación y los hechizos de encanto y memoria que la acompañaban
eran algunos de los mayores y más interesantes hechizos que había lanzado
jamas. Ella había hecho todo lo posible en los tres días que Ariel estuvo en
tierra firme. En verdad había mucho de lo que estar orgullosa. Sin embargo,
fue un poco apresurado y esos hechizos habían sido lanzados juntos, y ahora
su debilidad se mostraba, especialmente por la parte del hechizo del olvido en
masa.
¿Y Eric estaba recuperando su voluntad? Había actuado un poco raro en el
almuerzo, pero a veces era difícil saberlo con los humanos. Especialmente con
los tontos.
Pero si el día de la boda comenzaba a aclararse en la memoria de aquellos
que lo habían presenciado... bueno, Ursula sabía lo suficiente sobre el
comportamiento humano para saber que no serviría de nada.
¿Sirenas? ¿Brujas? ¿Dioses del mar? Ya había una ópera sobre eso, por el
amor de Dios.
La gente que viera el espectáculo lo confundiría con la realidad, y la gente
que no había estado realmente en el barco pensaría que cualquiera que dijera
lo contrario estaba loco.
No, Ursula no estaba preocupada por el personal, los sirvientes, los
campesinos, los nobles, la chusma.
Sólo Eric y Ariel.
Una rápida tempestad de rabia cruzó su rostro, desviándolo por un momento
en un horrible gruñido de labios, ojos y dientes.
Eric y Ariel. Ya fuera juntos o separados, estaban decididos a arruinar su
vida.
El juego había comenzado. O... continuaba desde años atrás. Ariel había
hecho el primer movimiento, y era una tonteria
Bueno, ella pondría fin a eso. Ahora era su movimiento, su turno.
"¡FLOTSAM! ¡JETSAM!" gruñó.
Ambos sirvientes estaban frente a ella en menos de un golpe de cola. Al
verlos Vareet se dirigió rápidamente al armario —tal vez con el pretexto de
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colgar la bufanda —y se asomó tímidamente. Pequeña idiota ridícula.
Hablando de esconderse, tendría que hacer algo con el viejo Reysito ahora.
Ya no estaba a salvo del robo...
...y tal vez había llegado el momento de hacer esa cosa con él. Ella lo había
mantenido a su alrededor, todos estos años, además de la diversión por poder
regodearse. Por si acaso.
Tal vez era el momento de poner en marcha otros planes. Ser una princesa
era divertido. Pero había cosas más importantes en juego.
"Quiero que este castillo se ponga en alerta máxima", dijo Ursula. "Quiero
una reunión con el capitán de la guardia, quiero que se dupliquen y tripliquen
las vigilancias. Quiero que todo el mundo sepa de cierta enemiga pelirroja del
estado. Quiero una recompensa por un avistamiento y otra por la captura.
Quiero docenas de hombres en la playa de nuevo, hombres frente a cada
ventana baja, y que a cada doncella se le diga exactamente su aspecto".
"Absolutamente, Ursula", dijo Flotsam con una sonrisa.
"Ya era hora, Úrsula", dijo Jetsam con una mueca.
Vareet no dijo nada.
El brillante trozo de playa fuera de su ventana llamó la atención de Úrsula.
Una lenta sonrisa se dibujó en su rostro.
"Y", dijo lentamente, "creo que... una advertencia... podría estar en orden...."

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Capítulo 20: Ariel
Observó a los dos pájaros alejarse. Sabía que uno de ellos —u otro amigo
alado —permanecería en silencio cerca de ella en todo momento, por encima
de ella, vigilando.
¡Qué extraña capacidad para tener en esta tierra bidimensional! Ser capaz
de romper la barrera de la altura, ascender y descender a voluntad por encima
de sus congéneres del Mundo Seco. Pero incluso para las gaviotas era un
esfuerzo. Si no seguían planeando o aleteando, caían al suelo.
Tengo que seguir planeando y aleteando, pensó Ariel mientras elegía el
camino a la ciudad, o yo también me caeré. Ahora mismo no era una criatura
totalmente del mar o de la tierra. Debería estar gobernando las olas. Debería
estar casada con Eric, gobernando el pequeño reino. Debería haber estado
nadando libre en el océano, cantando y jugando con sus amigos y soñando.
Pero aquí estaba, sin hacer nada de eso.
La ciudad se alzaba sobre la siguiente cresta, y también lo hizo su corazón
al verla.
Casas y tiendas tan bonitas como una escena de una obra de teatro.
Pequeños templos oscuros llenos de humo y de aferramientos y de ruidos y
de risas y de gritos.
La vida. Los movimientos rápidos y veloces de un pueblo que disfrutaba
ferozmente su corto tiempo bajo el sol.
Ariel pasó rápidamente por el primer gran muelle que se adentraba en la
bahía. Los barcos pesqueros descargaban una red tras otra, y ella no quería
presenciar eso. Según la ley antigua, las reglas para el Mundo Bajo el Mar y
las del Mundo Seco eran diferentes, pero eso no significaba que tuviera que
presenciar los aspectos más desagradables de sus diferencias.
Y hablando de diferencias, los cambios en Tirulia desde la última vez que
había estado allí fueron inmediatamente evidentes.

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Tres guardias —no, soldados —se encontraban en un grupo infantil al
frente de los muelles, hinchando el pecho, fumando y fanfarroneando ante un
trío de chicas que parecían tan familiares que Ariel casi podía verlas agitando
sus colas mientras coqueteaban. Tenían las mejillas sonrosadas mientras los
chicos las agasajaban con historias de sus hazañas.
—dieron mucha pelea, déjame decirte. Pero eso no impidió que…
—Andral y yo los sacáramos a todos ...."
—sí, incendiamos el lugar bien. No quedó ni un granero en pie..."
—órdenes. Tengo al jefe de la aldea yo mismo, lo hice...."
—¿Ves lo que tengo? Bonito, ¿no? Estaba tirado, prácticamente suplicando
por ser tomado....
—¿Preparaste una pelea? ¿Incendiaron el lugar? ¿Por Tirulia?
¿Ahuyentando a la gente en las montañas, quemando pueblos hasta los
cimientos? ¿Saqueando?
Cuando Ariel miró a su alrededor se dio cuenta de que había más soldados
vagando entre la multitud. Algunos tenían una medalla extra en sus solapas,
algunos tenían vendas donde antes estaban sus manos. Los nuevos reclutas
llevaban sus uniformes con un aire de arrogancia, encontrando cualquier
excusa para tocar sus gorras cuando una dama les miraba. Uno se rascaba la
nuca con la boca de su arma.
Ariel se estremeció. Eric la había llevado a ver una salva de diez cañonazos
en el castillo; era una tradición que honraba la conexión de Tirulia con el mar
y los antiguos dioses del mar que solían adorar. Una explosión de fuego y
pólvora moderna se pensaba que era agradable para el ocasionalmente
belicoso Neptuno.
Pero los disparos eran totalmente aterradores, especialmente porque no
venían de las nubes o de las olas o del cielo o de las rocas, los lugares
apropiados para los truenos.

126
Ariel se había tirado al suelo bajo un cañón y se había tapado los oídos
hasta que Eric la había cogido en brazos y le había dicho que estaba bien. Ese
contacto casi había hecho que todo valiera la pena.
Y aquí había un hombre que se rascaba la cabeza con una pistola. Había
hombres con armas en todo el mercado. Carlotta había hablado de verdad:
esta no era la misma ciudad costera pacífica y soñadora que era media década
antes.
Sin embargo, el lugar no estaba completamente transformado. Más allá de
los soldados estaba la habitual fila de puestos y carros que mostraban
verduras, frutas, queso, carne seca. Los clientes regateaban los precios
mientras miraban grandes tallos de cosas frondosas.
También había un increíble olor a... algo recién horneado.
La repostería no era una cosa bajo el mar. Cuando Ariel vivía en el castillo
con Eric había probado panes, pasteles, tartas, panecillos y dulces, y los
encontró todos desconcertantes (aunque deliciosos). No se parecían a nada
que hubiera comido antes y a veces llegaban a su plato aún calientes, lo que
también era una extraña forma de comer. Eric le había comprado doce tipos
diferentes de tartas en una tienda de lujo de la ciudad y se reía mientras ella
probaba un bocado de cada una, desvaneciendose.
Esa era la antigua Ariel. La que se metió de lleno en la vida de la ciudad e
interactuaba demasiado con un espectáculo de marionetas, hurgando en las
cosas de las tiendas que eran sólo para mostrar, bailando al ritmo de la
música que probablemente era sólo para escuchar. Ahora se quedó atrás y
observó. ¿Era esto el resultado de la edad, de la experiencia y del tiempo? ¿O
de no haber tenido voz durante tanto tiempo? ¿Se ha convertido la
observación silenciosa en un hábito?
Tal vez esto le sirva de excusa para reunir más información.
La observación está muy bien, pero sólo si conduce a un plan de acción
bien pensado.

127
Siguió el delicioso aroma hasta llegar a una pequeña panadería.
Frente a ella, un joven pelirrojo —no tan brillante como el de Ariel
—estaba preparando sabrosas tartas.
Sacó su pequeña mochila y revisó las cosas que había allí: gemas, perlas,
monedas, trozos de joyas desparejadas y cambiadas por el mar que podrían
ser útiles. Dos monedas parecían del mismo tipo que las que había visto usar
a otras personas.
Con ellas en la palma de la mano, se acercó con cautela a la caseta. Sentía
como si se moviera más lentamente que cuando era más joven, como si el
agua del Mundo Seco se hubiera vuelto más pesada y espesa.
"Disculpe", dijo, y todavía era extraño escuchar su voz.
El hombre levantó la vista de sus pasteles para prestarle a Ariel toda su
atención. Había un mechón de harina en su pelo rojo y una sonrisa cansada
pero agradable en sus ojos.
Era mucho más sencillo que Eric... pero aún así, ¡mucho más interesante
que un sireno!
"¿Cuánto cuestan los...?" Luchó por encontrar la palabra adecuada para
hablar en voz alta, que no tenía equivalente bajo el agua. "¿Eso?", señaló.
"El pastel de cebolla y queso es un real", dijo el hombre.
Ariel extendió sus monedas.
El hombre la miró, enarcó una ceja y eligió con cuidado una sola moneda
verde.
Ariel intentó memorizarla: el tamaño, el color, el olor. Una de verdad.
Hecha del metal que sabe a sangre.
El panadero, todavía desconcertado pero demasiado educado para decir
nada, eligió un pastel de buen aspecto y se lo entregó.
"Gracias", dijo Ariel, intentando que sus palabras sonaran normales.

128
Luego mordió la tarta.
Tenía todos los sabores que recordaba de antes. Grasa, pasta de harina. El
queso. Especias y sabores que hablaban de lugares extranjeros del Mundo
Seco.
Y, supuso, el abrumador sabor de la cebolla. Verde, y no muy diferente a
ciertas algas marinas. Pero más fuerte.
El panadero se limitó a observarla mientras masticaba y disfrutaba.
Ariel se detuvo. ¿Acaso la gente no se comía lo que pagaba?
Miró a su alrededor y vio que nadie más estaba engullendo sus
inmediatamente sus golosinas. Ahí estaba la antigua Ariel de nuevo.
Impulsiva.
"Ah, esto es maravilloso", dijo rápidamente, sonando interesada; como si
como si estuviera comiendo sólo para comparar con otros pasteles que había
tenido en el pasado. "Muy inusual".
"Son mis calçots en escabeche", dijo triunfante el panadero. "Es la época
del año para ellos, así que los conservo a principios de la primavera, cuando
se cosechan. Una delicia especial, para una... dama inusual. No la he visto en
el mercado. ¿No debes ser de Tirulia?"
"No, soy de... más al sur".
"¿El océano, entonces?"
Empezó a atragantarse, posiblemente con una cebolla. O calçot.
Pero antes de que pudiera dar una respuesta adecuada, el panadero ya
estaba ya estaba hablando de nuevo. "Una de las islas, o el continente de
Alkabua, supongo".
"Oh, pero yo ya he estado aquí", dijo ella suavemente, como si él tuviera
razón en sus conjeturas y por lo tanto no merecía más discusión. "Tirulia ha
cambiado un poco desde la última vez que la visité. Parece que hay muchos
más soldados".

129
"Oh, sí". La mirada del panadero se agrió. "El príncipe Eric —o debería
decir la princesa Vanessa —tiene muchas más ganas de guerra que las que el
rey y la reina nunca tuvieron. Por supuesto, siempre ha habido la lucha por
los derechos de agua o o por los pasos de las montañas o por una ladera
especialmente bonita para viñedos....Pero esto es algo totalmente nuevo y
maldito, y es un mal negocio, no me importa decirlo".
"¿Por qué estás tan en contra de lo que hace la princesa? Específicamente,
ella, quiero decir
El panadero la miró como si estuviera loca. "La guerra es la guerra. Lucha
y muerte y más comida para los soldados y menos para los demás".
Veintitrés Tirulianos ya están muertos y enterrados.
Y todavía hay más chicos que acuden
para unirse a la locura, atraídos con promesas de bonitos uniformes y oro
para
sus familias. ¿Han estado viniendo y gastando sus nuevos
en pasteles para sus novias? ¡Claro que sí! ¡Gana para mí! Pero bastante
menos
para sus camaradas muertos".
"Oh..." comenzó Ariel, sin saber qué decir.
"Y eso no será el final de todo, apuesto a que los reales a los bollos dulces,
hermana.
Ya hay escasez porque las rutas comerciales se están cortando. Y en
perderemos más que nuestra cuota de soldaditos, familias, madres,
padres, bebés cuando los otros países decidan devolvernos el golpe".
Ariel estudió al panadero: ¿cuál era su edad, en realidad? Parecía joven,
pero
hablaba con una extraña autoridad sobre el tema. Como una sirena de
repente
130
convertida en reina.
"Parece que sabes mucho sobre la guerra", aventuró.
"Mis padres se mudaron aquí desde el norte, donde esos reinos están
siempre luchando. Reyes y reinas y príncipes y princesas como una
gigantesca
juego sangriento de ajedrez donde nadie se preocupa por los peones.
"Me salí. Tenía nueve años. Mi hermano mayor no lo hizo. Disfruta de tu
pastel y
atesora la paz, mientras dure. No la echarás de menos hasta que
desaparezca".
Y con eso, el pastelero le dio la espalda.
Ariel estaba un poco desconcertada. Ella era la reina; nunca nadie le dio la
ella, o su espalda a ella. Para alguien que no podía hablar en voz alta, esa
era la forma más efectiva
manera más efectiva -y devastadora- de terminar una conversación con
ella.
Entonces recordó su voz.
"Tu pastel estaba delicioso. Pensaré en tus palabras. Que tenga un buen
día".
El pastelero hizo un gesto por encima del hombro: no estaba molesto, sólo
ocupado. Estaba
diciendo lo que pensaba a un cliente que le escuchaba y no le echaba nada
en cara.
contra ella.
Ariel se alejó con sentimientos encontrados. Por un lado, todo lo que
lo que dijo el panadero era preocupante.

131
Por otro lado, estaba explorando un mundo completamente nuevo -con
éxito
-por sí misma. Estaba observando una forma de vida completamente
diferente,
y no se trataba sólo de respirar aire; era cómo las familias y la gente
y cómo se hacía la comida, y las costumbres y acciones y hábitos, y
todo era fascinante.
Por supuesto, ella sabía que las acciones de un gobernante tenían un efecto
en la gente...
pero hasta ahora sólo había pensado en el efecto directo. Ella no enviaría
enviaría a los merengues a asaltar el castillo de Eric, por ejemplo, porque
no quería
poner sus vidas en riesgo. Pero... ¿habría pensado en cómo el envío de
soldados a la batalla podría afectar a los panaderos, más adelante? ¿Era
esto algo que
que su padre entendía, y que había atemperado sus propias decisiones?
Padre.
Ella no había olvidado su búsqueda; sólo se había distraído por un
momento.
Comió su pastel y volvió a atravesar la ciudad, dirigiéndose una vez más a
la playa.
de nuevo hacia la playa. Pasó por delante del carro con el espectáculo de
marionetas que había
que había interrumpido bruscamente años atrás; sentado en la parte de atrás
estaba el hombre que hacía las
sentaba el hombre que hacía las marionetas, pintando cuidadosamente unas
exuberantes pestañas en uno de sus maniquíes.
132
Fascinante.
Por supuesto, los merfolk tenían obras de teatro, disfraces y bailes de
disfraces, y muñecas
y figuritas del templo con las que los niños y niñas jugaban, haciéndolas
"hablar".
Pero nada era tan ensayado y pulido como lo que hacía el humano. ¿Por
qué
los mer no tenían ese arte? ¿Eran los dos pueblos tan diferentes?
Porque había similitudes evidentes entre ellos que no se podían
negar. La tendencia a los monumentos ridículos que conmemoraban
acontecimientos inverosímiles, por ejemplo. El mer tenía un mural del
tamaño de un arrecife
ilustrando la división de los dos mundos, incrustado con gemas y corales
corales brillantes que hacían daño a la vista. Los tirulianos tenían una fea
fuente en la
plaza donde ella y Eric habían bailado una vez. Neptuno estaba tallado en
la
cara de la fuente, junto con unos delfines totalmente irreales. Los
Tirulianos
creían que el dios del mar se había peleado con Minerva por quién sería el
dios patrón de Tirulia, y que había ganado creando esta fuente de
agua salada no potable que de alguna manera fue canalizada desde el mar.
(Todo equivocado, como el mudo Ariel no pudo explicar a Eric en su
momento.
Neptuno había perdido la lucha, porque había hecho una fuente salada
inútil mientras que
Minerva/Atenea había hecho el olivo. Ah, y tuvo lugar en Atenas,
133
porque, bueno, Atenea).
Además del arte monumental y los reyes y reinas, los humanos eran muy
reconociblemente similares a Mer en su vida normal y cotidiana. Las
mujeres
de allí, con las cabezas juntas, obviamente estaban cotilleando. Los
hombres de allí
allí, con las cabezas juntas, obviamente estaban discutiendo algo que
pensaban que era muy importante y que tenían gran influencia, pero
que, por supuesto, también era sólo un chisme. Una madre amamantaba a
su bebé, una
una cosa hermosa con cara de gorda y unos pies muy bonitos.
¿Cuántas otras razas había en Gaia, más parecidas que diferentes?
¿Quiénes se llevarían bien si se les presentara adecuadamente? Todo lo que
necesitaban era una
voz: la voz correcta, una voz comprensiva, una voz de la razón que hablara
el idioma de todos.
Ariel sintió que tenía algo allí, la brizna de una idea, cuando algo
le llamó la atención y la distrajo. Como un destello de luz solar que de
alguna manera
consigue abrirse camino, sin obstáculos y con éxito, hasta el fondo del mar
y
chispea en una estructura blanca y reluciente.
Manzanas.
Una torre de ellas. Rojo brillante, rojo como la sangre, rojo como el
precioso coral.
Brillando a la luz. Algunas eran medio verdes, lo que era a la vez

134
decepcionante
y a la vez más fascinante: ¿sabían diferente?
Compraría suficientes para todas sus hermanas. ¿No sería un placer?
Varias para ella ahora, y un saco para regalar a su regreso.
Sin darse cuenta de que estaba salivando, Ariel se acercó. La vendedora
La vendedora era lo suficientemente mayor como para ser una bisabuela,
pero grande y de extremidades fuertes, y sus
ojos negros brillaban, llenos de inteligencia e interés por el mundo que la
rodeaba.
"Quiero esas, por favor", dijo Ariel, señalando las manzanas.
¿"Esas"? ¿Cuáles?"
"Todas, por favor".
La mujer se rió. "¿Todas? Eso es un buen dinero, chica. Estoy esperando
esperando a esa pequeña compradora del castillo en un momento...
Voy a regatearle bien. ¿Qué podrías ofrecerme?"
Sin palabras, Ariel sacó su pequeño bolso de nuevo y vertió su
contenido en su mano. Esta vez dejó que las perlas y las gemas se
derramaran con
las monedas de oro: seguramente un tesoro suficiente para comprar toda la
fruta.
Los ojos de la anciana se abrieron de par en par.
"Me llevaré esto", dijo, eligiendo una moneda de oro, "y esto", dijo
eligiendo una perla. Luego tomó su mano grande y cerró la mano de Ariel
con el resto de las cosas. "Y eso lo guardas tú. Te traeré un saco".
La mujer rebuscó en su puesto y consiguió sacar una bolsa de arpillera
sucia
135
pero resistente bolsa de arpillera. Con un movimiento del brazo, introdujo
las manzanas en el saco como un mago.
en el saco como una maga; no se derramó ni una sola. Las sacudió y
Luego la ató con un trozo de cordel.
No sé lo útil que será, bajo el agua, pero debería aguantar un tiempo", dijo
la mujer.
tiempo", dijo la mujer.
"Gracias, yo... ¿qué?"
"Es una maravilla.... A los de tu clase les gusta la fruta de la tierra".
"No tengo la menor idea de lo que estás hablando", dijo Ariel
con gran dignidad.
"Esas monedas no se han usado en doscientos años", dijo la mujer,
señalando con la barbilla la mochila de Ariel. "Y esas perlas y gemas no
vinieron
de ninguna fortaleza, ni de ningún monedero robado. Por el olor que
tienen, vinieron
directamente de la taquilla de Davy Jones".
"Yo... encontré... un cofre... cuando caminaba... por la playa... y..."
Como reina y como niña, como alguien que podía cantar como los dioses y
alguien que había sido muda como una piedra, una cosa de Ariel nunca
había
cambió: era una terrible mentirosa. La mayoría de las veces ni siquiera se
le ocurría
mentir.
Lo cual, ahora que lo pensaba, habría facilitado mucho las cosas
más fáciles con su padre.
136
"Oh, un cofre del tesoro encontrado en una playa, como si un pirata lo
hubiera dejado allí", dijo la anciana
dijo la anciana, asintiendo seriamente. "Sin duda".
Ariel trató de pensar en otra cosa.
La anciana se inclinó hacia delante.
"Tu secreto está a salvo conmigo, niña de mar. Te daría todas mis
manzanas a cambio de un
a cambio de un favor algún día, si no necesitara el dinero".
"¿Qué pedirías?" Ariel preguntó, demasiado intrigada para molestarse
en seguir fingiendo.
"Pediría... bueno, si no surgiera ninguna emergencia en la que utilizarlo,
como 'deseo que
que alguien salve a mi abuela de ahogarse' o algo así, bueno..." La
La anciana parecía ligeramente avergonzada. "Pediría verte, en tu
verdadera
forma, nadando en el mar. Si pudiera ver eso, sabría que todos los cuentos
son
verdaderos, todos los buenos y los malos. Que hay más en el mundo de lo
que
veo con mis viejos ojos marrones cada día, y moriría como una mujer feliz,
sabiendo que existe la magia".
Ariel se quedó en silencio, superada por las palabras de la mujer. La sirena
había
probablemente había sido una niña al mismo tiempo que esta anciana. Y la
mujer moriría, feliz o no, muchos cientos de años antes de que la Reina
del Mar tuviera que empezar a contemplar su propia mortalidad.

137
Ariel puso sus manos sobre las de la mujer y las apretó.
"Hay magia", dijo suavemente. "Siempre hay magia. Aunque no la veas".
aunque no la veas".
La anciana la miró durante un largo momento. Luego se rió.
"Ah, bueno, ya habéis pagado, así que no es necesario ningún favor. Pero
seguro que sería
agradable verte de todos modos: ¡nunca he entintado a una sirena de la vida
real! Y yo
lo hago todo el tiempo .... Solía hacerlo, al menos..."
"¿Tinta?" preguntó Ariel con curiosidad. "¿Eres una artista?"
"Un artista de la piel. Argent el Inker, a tu servicio". Se levantó las mangas
sus mangas y le mostró a Ariel sus brazos. Eran oscuros y con pecas, con
manchas aún más oscuras
manchas aún más oscuras, cicatrices y otras manchas de diferentes tonos
sin nombre
o propósito. Pero en los lugares donde la piel no había envejecido ni se
había estirado ni
se había estirado o combado tanto, se encontraban algunas de las imágenes
más increíbles que Ariel había
visto.
Un barco con las velas desplegadas, una nube de mejillas gordas soplando
el viento para acelerar
para acelerarlo. Una sola ola, enroscada y con cresta, con espuma volando,
tan llena de
vida y movimiento que Ariel casi la sentía en sus mejillas. Un pez atrapado
a mitad del salto -honestamente, en un improbable contrapposto de aleta de
cola y labios, pero aun así
138
-parecía brillar en la luz.
Todo era de un solo tono de azul oscuro; la mente de Ariel rellenó el
color sin que ella se diera cuenta. La finura de las líneas era casi
inimaginable en una criatura tan mortal; todos los dibujos eran tan
detallados
y delicados como un scrimshaw.
En la piel.
"Nunca he visto nada parecido", respiró Ariel. Por supuesto que los
marineros
se ahogaban, y a veces sus cuerpos hinchados se hundían en el fondo del
mar
antes de que los carroñeros los destrozaran. A menudo tenían tatuajes:
imágenes borrosas y oscuras
de anclas y corazones y palabras como mamá. Nada que se pareciera
parecido a lo que veía ahora.
"Era bastante famosa, antes de que mis ojos empezaran a fallar", dijo la
mujer
con orgullo. "Marineros-capitanes-gente de todo el mundo venía a
a verme, los que podían permitírselo. Hasta de Kikunari. Oh, hice algunas
cosas asombrosas... un circo entero para una chica en Lesser Gaulica... Ah,
bueno.
Ahora estoy vendiendo manzanas para llegar a fin de mes. Al menos tengo
mi casita
y mi huerto junto al mar. Y mis propios dientes. Hay como tener mucho
menos".
"Qué historia tan fascinante", respiró Ariel. Ya podía escuchar la

139
canción en su cabeza: algo sobre un artista en una choza junto al mar,
cuyos
cuadros cobraban vida en sus brazos y le hacían compañía... Marsopas que
se zambullían en las olas, gaviotas que volaban de su piel al aire y...
...y graznaban...
Ariel dio un salto. Una gaviota de verdad había interrumpido sus
ensoñaciones: se había posado en un
techo cercano y estaba batiendo las alas y haciendo ruidos hacia ella. Jona.
"Tengo que irme", dijo, echándose el saco de fruta al hombro tan
con la mayor elegancia posible. Las cosas en este mundo son pesadas.
"Pero te volveré a ver".
de nuevo".
"Te ruego que lo hagas", dijo la mujer en voz baja.
La sirena sonrió para sí misma mientras se alejaba, preguntándose cuándo
la mujer encontraría la bolsa de gemas y monedas que había dejado en el
en el puesto donde estaban las manzanas.

140
Capítulo 21: Eric
Él mordió su pata de codorniz contemplativamente, pensando en el extraño
encuentro con los metalúrgicos, y en las brumosas montañas de fantasía, y en
lo mucho más simple que sería la vida si fuera un marinero, o un metalúrgico,
o un verdadero príncipe que saliera y encontrara dragones.
De repente se levantó y salió de la habitación, sintiendo algo parecido al
pánico.
Los pasillos estaban llenos de gente extraña. No recordaba que fuera así antes
... antes de casarse. Algunos lo miraron a él, el príncipe, con sospecha.
Hombres con pantalones oscuros y botas apenas le dieron una mirada
pasajera y susurraron detrás de las manos enguantadas. Los representantes de
los distritos orientales caminaban con pasos anchos y vestían atuendos más
tradicionales, camisas sueltas y cinturones anchos de cuero. Estos le dieron al
príncipe un guiño al menos. Las mujeres con cinturas tan pequeñas y
apretadas que era difícil ver cómo podían respirar picadas en faldas
demasiado anchas para caber fácilmente a través de las puertas.
— ¿Quiénes son todas estas personas? — Eric preguntó, más confundido que
nunca. —¿Cuándo comenzaron a aparecer todos en mi castillo? —
Pero claro, todo comenzó cuando todo lo malo había comenzado...
— ... la noche de mi boda. — Hizo una pausa, dirigiendo conscientemente
sus pensamientos a ese día. Reproducía recuerdos que eran tan polvorientos y
sin usar que brotaban claros y brillantes, sin manchas por el uso o la edición
misericordiosa del tiempo. Cada momento se reproducía como... una obra de
teatro.
Realmente había una sirena. ¿Y un mer, eh, hombre? ¿La Sirenetta era real?
Un par de soldados pasaron y ni siquiera se molestaron en saludar al príncipe.
¿Estoy volviéndome loco? Eric se preguntó, sintiéndose como un fantasma
mientras la vida real jugaba a su alrededor.

141
— Disculpe, necesito su firma aquí, Su Alteza. — Un hombre delgado como
un tallo extendió una pequeña tabla con un papel cuidadosamente pegado a
ella y una pluma. Al menos me ve, pensó Eric secamente. — La dinamita de
Druvest. Odio molestarte, pero el vendedor debe volver en el próximo barco
... —
— ¿Dinamita? ¿Para... explotar cosas? — Eric hizo un guiño a lo estúpido
que sonaba. Pero no se le ocurría otra forma de preguntar.
— Sí, Su Alteza. Es parte del nuevo orden de municiones. Mucho más
emocionante que la factura de avena de Bretland que firmé a su nombre la
semana pasada, si se me permite decirlo. ¡Toda la nueva tecnología! Qué
mundo en el que vivimos. —
— Sí, qué mundo, — repitió Eric oscuramente. — No, no firmaré esto ahora.
Necesito revisar nuestras cuentas primero. No más órdenes de nada militar
sin mi revisión. —
El hombre comenzó a protestar, pero vio la mirada en los ojos de Eric. En su
lugar, optó por inclinarse y retroceder. — Sí, Su Alteza. —
Eric suspiró. Había leído sobre dinamita, por supuesto, y la idea era
emocionante, como petardos pero más grande.
Mucho, mucho más grande. Y sin los bonitos destellos de colores. ¿Cuándo
había aceptado Eric tal orden? ¿Por qué sabía que esos dos que se
apresuraron a pasar junto a él ahora, los de chaquetas rojas de Eseron,
estaban allí para discutir una posible alianza, lo que permitiría a Tirulia
comerciar a través del noroeste en caso de que fracasara su apropiación de
tierras directamente al norte?
¿Durante cuántos años había estado bajo el hechizo? ¿Cinco? ¿Seis? Aire.
Necesitaba aire. Dulce aire marino. El príncipe tropezó por los pasillos,
tratando desesperadamente de desabrochar sus botones, tratando de no
golpear a nadie. Todos. Se arrancó la chaqueta y se arrojó al primer balcón
que pudo encontrar.

142
La luz del sol y la brisa enérgica y punzante del océano tuvieron un efecto
inmediatamente saludable. Tomó grandes tragos, apoyado contra la
barandilla. Cuando cerró los ojos pudo imaginar que estaba en un barco,
rodeado por el agua y las gaviotas y una vela rompiendo en el viento.
Cuando abrió los ojos pudo ver las gaviotas y el mar... pero todo lo que se
rompió fueron las banderas que volaban sobre su castillo.
Y estas banderas ya no lucían el hermoso velero tiruliano que Eric había
amado desde la infancia; ahora estaban impresos con una cosa de pulpo
terrible y agarradora.
Mientras su esp-—la princesa había estado ordenando municiones y
apoderándose de tierras y preparando invasiones y cambiando su bandera y
quién sabe qué más, él había hecho ... ¿Qué? Nada. No había peleado en
absoluto cuando Vanessa se hizo cargo de las tareas diarias de gobernar.
Simplemente se había ... aburrido, merodeando por el castillo sin
responsabilidades. Y sus viajes oceánicos estaban estrictamente limitados
ahora; a Vanessa no le gustaba que arriesgara su vida en el mar. O, tal vez,
aventurarse fuera del radio del hechizo o hipnosis o lo que sea.
Así que había comenzado a probar suerte en la composición real. Pequeños
movimientos, pequeños conciertos, incluso una balada aquí y allá. Y a toda
Tirulia le encantó, toda Tirulia lo alentó, incluso Vanessa. Y así volvió a
encontrar un papel y un propósito: el Príncipe Loco, glamuroso y soñador,
que escribía música mientras su esposa gobernaba.
Se encontró mirando lugares divertidos en el mar, marrones y negros justo
debajo del agua. ¿Focas? ¿O sirenas?
Pensó en Ariel. Realmente pensé en ella, por primera vez en años. Con la
visión añadida de la memoria clara: el viejo dios del océano lanzando rayos,
Vanessa lanzando insultos y agitando un contrato. El pólipo. La sirena triste y
sin voz nadando.
Si Eric hubiera escuchado su corazón y no el canto de otra persona, nada de
esto habría sucedido.

143
Se había enamorado de la chica pelirroja sin voz. Era demasiado estúpido y
obstinado para reconocerlo. Amaba todo sobre ella. Su sonrisa, la forma en
que se movía, la forma en que se deleitaba con todo lo que la rodeaba. Era
impulsiva, sin modales, dispuesta a ensuciarse, un poco extraña y
extremadamente práctica. Y hermosa. Tan diferente de todas las princesas y
damas que sus padres le habían presentado.
Si se hubiera casado con ella, sería ... casado con esa chica. Que era una
sirena.
Parpadeó ante el pensamiento. ¡Imagínate eso! Él, Eric, que siempre amó el
mar, podría haberse casado con una hija del mar.
¿Se habría mantenido humana? ¿Habría regresado finalmente al agua,
dejándolo con el corazón roto? Eso sucedía en muchos cuentos de hadas. A
veces después de tener un hijo.
¿Tendrían cola sus hijos?
¿Y qué hay de su suegro? ¡Imagina tenerlo en la familia, un poderoso rey del
mar!
Podría haber tenido toda la aventura que un príncipe podría desear
simplemente quedándose en casa ...
Sus pensamientos cambiaron lentamente de rumbo, agriándose un poco.
Pero si Ariel era una sirena, ¿qué era Vanessa? Bonita y ostensiblemente
humana... Pero, de nuevo, Ariel también se había parecido a un humano.
Eric no podía recordar que Vanessa se viera diferente. Su princesa acababa
de aparecer, caminando por la playa. Y luego conoció a Eric ... y cantó... y se
casó con él... Y entonces... todo era gris.
Era como una criatura de cuento de hadas que salía de un largo sueño para
descubrir que todo cambiaba, seguía adelante sin él, a pesar de estar despierto
todo el tiempo.

144
La puerta del balcón se abrió, pero Eric no se molestó en mirar a su
alrededor: sabía por la forma en que estaba manipulado con cuidado y
precisión que era Grimsby.
— Maestro Eric, ¿se siente bien?, — Preguntó, su tono absolutamente
neutral.
— Grimsby, ¿qué es ese barco que están construyendo allí? — Eric preguntó,
señalando hacia la ciudad. Los diques secos, que a menudo le gustaba ver
desde su espejo si no podía bajar allí él mismo, eran una extraña masa de
actividad, como hormigas donde no las esperas. Fue el pico de la pesca de
verano; todas las energías deberían haberse empeñado en atrapar la platija de
verano. Solo después de que se hayan secado y salado adecuadamente, solo
después del equinoccio de otoño y el festival de la cosecha, la ciudad debe
volver al negocio de reparar redes y construir barcos ... antes de que
comenzaran las temporadas de pesca de platija y bacalao de invierno.
— Ese es el Octoria, el primero de tres buques de guerra comisionados para
la gloria de Tirulia. — Grimsby lo dijo delicadamente, como si hubiera
deseado aclararse la garganta antes de responder, pero no tuvo la
oportunidad. Se ocupó de sacar su pipa y preparar el tazón, posiblemente para
darle a sus manos algo que hacer.
— ¿Aprobé esto? —
— Usted firmó la orden, príncipe Eric, pero creo que fue la princesa Vanessa
y sus asesores quienes originaron el plan y escribieron el decreto. — El
mayordomo frunció el ceño ante su pipa, luego fue a golpearla en el balcón y
vaciar la ceniza vieja en el agua.
— No lo hagas, — dijo Eric distraídamente, extendiendo una mano para
detenerlo. — La gente vive allí abajo, ya sabes. —
Los ojos de Grimsby se abrieron con preocupación, pero decantó la tubería
en el piso del balcón, barriendo la ceniza en una esquina con el pie.
— ¿Es para la invasión del norte? — Eric preguntó, asintiendo con la cabeza
al buque de guerra.

145
— Una alianza con Ibria requiere que Tirulia proporcione el poder del mar,
Su Alteza. —
Ambos hombres guardaron silencio por un momento. Eric miró hacia el mar;
Grimsby miró a Eric, con su pipa olvidada en su mano.
— Ella nos va a llevar a la guerra con todo el continente antes de que esto
termine, — juró el príncipe.
— Oh, casi no lo creo, señor, — respondió suavemente el mayordomo. — A
menos que reclutes literalmente a todos los ciudadanos de Tirulia, estarás
lidiando con un levantamiento civil mucho antes de eso. Señor. —
Eric parpadeó. Los fríos ojos azules y su rostro incondicional de Grimsby no
daban ninguna indicación de si estaba hablando en serio o flipando. El
hombre nunca ofreció su opinión no invitada sobre los asuntos del reino, y
mucho menos hizo bromas al respecto.
— Salí a decir que envié el almorzado a su estudio ya que usted y la princesa
se fueron antes de que terminaran, Maestro Eric, — agregó después de un
momento, finalmente guardando la pipa en su bolsillo. — Así que puedes
tomarlo en privado mientras trabajas en tu música después de tu caminata,
como estás acostumbrado. —
— ¿Almuerzo? ¿Componer? ¿Caminar? — Eric lo miró, horrorizado. — Hay
demasiado que hacer para tener tiempo de comer o... ¡componer música! ¡No
sé por dónde empezar! ¡Tráeme el decreto que firmé para los buques de
guerra, y la orden original de dinamita, y cualquier correspondencia oficial
con Ibria! ¡De inmediato! —
La cara de Grimsby estalló en una cálida sonrisa, como una playa que en su
mayoría ve lluvia fría y el golpe de las olas, pero quiere demostrar que es
completamente posible que disfrute del sol, aunque solo se le dé una
oportunidad. — Yo ... sentí que había algo diferente en ti hoy.
— Bienvenido de nuevo, Maestro Eric. —

146
Capítulo 22: Úrsula
Después de maquillarse, Úrsula volvió a colocarse la bufanda y
asintió con aprobación hacia su rostro “público” en el espejo.
—Todo está arreglado con los guardias, señora —siseó Flotsam.
—Excelente. Ahora todo lo que tengo que hacer es resolver este lío.
Se señaló la garganta, sin molestarse en susurrar. No había nadie
alrededor que importara. Con un gesto, despidió a Vareet. La
sirvienta salió corriendo, con la esperanza de asegurarse de que el
resto de los aposentos reales se limpiaran correctamente.
El pelo de ese estúpido perro estaba por todas partes.
—¿Quizás una nueva voz ayudaría? ¿Un nuevo... donante? —
sugirió Jetsam.

147
—Esa no es una mala idea — dijo Ursula pensativa. —No es una mala
idea del todo. Me ocuparé de eso más tarde. Hay mucho que
hacer... sacar a la pequeña pelirroja del camino para encontrar a su
padre... cimentar nuestra relación con Ibria para poder continuar con
nuestros planes militares... Pero ahora mismo tengo que tratar con un
peticionario. Ridículo, de verdad.

Su sala de recepción era poco más que un gran estudio con algunas
estanterías y una puerta parcialmente oculta en la parte trasera que
conducía a la biblioteca propiamente dicha. Ocupando la mayor parte
del espacio había un gran escritorio de estilo naval con los libros que
estaba leyendo actualmente, fajos de notas, un registro para las
reuniones y un pequeño quemador para los tés y tisanas que le dijo a
la gente que disfrutaba por sus... propiedades medicinales. .
Lo cual no era del todo mentira. Si bien ser princesa le dio un tipo de
poder diferente al que estaba acostumbrada, poder sobre las
personas en lugar de fuerzas místicas, bueno, llámela anticuada, pero
la magia seguía siendo magia. Su potencial de destrucción superaba
todo lo demás.
Y no tenía ninguna en el Mundo Seco.
Así que se puso a trabajar investigando la magia de la tierra. Entre
las muchas baratijas ocultas que mantuvo escondidas había cristales
manchados de sangre; las lenguas de varias bestias extintas; un
cuchillo curvo y de aspecto diabólico con una hoja negra y brillante, y
varios libros encuadernados en un cuero extraño que no olía muy
bien.
Explicaron muchas cosas, desde el sacrificio adecuado de niños
pequeños hasta el uso de ciertas hierbas.
En uno de estos, se encontró con un hechizo particularmente
interesante conocido como circuex que podría imbuirla potencial y
permanentemente con la magia que podría ejercer en el Mundo Seco.
Desafortunadamente, era un poco desordenado y sangriento,
148
involucraba a muchas víctimas sacrificadas y requería un
componente muy raro. Afortunadamente, este componente era algo
que simplemente tenía, porque, como se dijo, era un poco
acumuladora.
Jugó con la nueva cadena de oro alrededor de su cuello y reflexionó.
No aún no.
Lanzar el circuex requería mucho trabajo y compromiso. ¡Y fin a su
diversión con Tirulia! Ella tenía tales planes para la pequeña nación...
Tal vez continuaría con el asunto más tarde. Por ahora trabajaría con
sus prodigiosos poderes no mágicos: manipulación, engaño, y todo el
oro en las arcas del reino.
Y en cuanto al reino, en ese momento tenía que lidiar con deberes
de princesa más apremiantes. Se acomodó remilgadamente en una
diminuta silla dorada muy ornamentada con delicadas patas rizadas
que terminaban en los tentáculos más dulces.
Flotsam tomó una urna de latón pulido de un estante y golpeó
cuidadosamente las hojas que parecían más cenizas que té. Jetsam
trasvasó agua de una jarra de cristal a una pequeña tetera de cobre y
la puso al fuego. Cómo lo encendió habría sido poco claro para
cualquier humano que observara la escena.
Uno nunca sabía cuándo se necesitaría un té como este...
—Pueden dejar entrar al primero —anunció Úrsula con gran pompa,
solo recordando susurrar al final.
—Lucio Aron, de la Cooperativa de Pescadores de St. George —dijo
Flotsam con sarcasmo.
Úrsula trató de no poner los ojos en blanco. Ella era una princesa.
Ella no tenía tiempo para tontos como este.
Un hombre pequeño con ropa notablemente más gastada que la de
los trabajadores metalúrgicos entró, haciendo una reverencia
mientras caminaba. Se agarró la gorra y parecía incómodo en
general.
—Gracias por recibirme, Su Alteza

149
Una mano pasó de su gorra a su bigote, una cosa sencilla, aunque
espesa, de sal y pimienta. Sus ojos marrones estaban casi
completamente sombreados por cejas pobladas.
—Ojalá hubiera venido mi hija. Ella ama todas las... cosas de la
realeza, ya sabe. Cosas de princesa . Batas, tazas de té, cucharas de
oro. Incluso está soñando con varios de los chicos Drefui, hijos del
duque, ya sabe. Le dije: ‘Siempre serás mi princesa, pero no pongas
tus ojos por encima de tu posición
—¿Qué es lo que quiere? — Ursula susurró, apenas capaz de
contener su irritabilidad.
—¿Perdón? — preguntó, inclinándose hacia adelante.
—¿Qué? — susurró ella tan fuerte como se atrevió. —Es. Lo. Que.
Quiere.
—Oh.

Parpadeó, sorprendido por lo que vio como un cambio extraño en la


conversación. Se quitó la gorra y la retorció en sus manos, la piel
oscura se resquebrajó en líneas blancas alrededor de sus nudillos y
muñecas y palmas y cicatrices.
—Es solo que… necesitamos un nuevo barco de pesca, Su Alteza.
Quiero decir, me gustaría que lo consiguiéramos, por supuesto, pero
una de las otras compañías sería mejor que nada. Nos hemos
quedado cortos desde que se hundió el Chanderra.
—Estamos en medio de una serie de campañas militares — susurró
Úrsula con altivez. —No puedo estar tirando el dinero a la ligera.
Lucio se inclinó hacia adelante, asintiendo como si entendiera.
Todo el mundo estaba en silencio.
Obviamente no había escuchado una palabra de lo que ella dijo. —
Ella dijo que no te va a comprar un barco nuevo porque los fondos se
están gastando en la guerra — siseó Jetsam con impaciencia. Lucio
parpadeó primero a él confundido, luego a Vanessa.

150
—No, no, no lo entiende, Su Alteza. Tenemos los fondos. Es solo
que el astillero está ocupado trabajando en sus buques de guerra a
tiempo completo. Nos preguntábamos si tal vez... podría tomarse un
descanso... o... tal vez establecer otro astillero... ¡Sí! Otro astillero.
Eso sería bueno. Para todo el mundo. Las cejas de Úrsula se
dispararon hacia el techo.
—¿Quieres que haga qué? — Ella susurró. —Perder el tiempo con
otro proyecto de construcción para... ¿para qué? ¿Para que así
puedas pescar?
—Si su Alteza. Para que podamos pescar. Esto es lo que hacemos.

Obviamente estaba aterrorizado... pero también era obvio que tenía


una causa y una creencia con la que estaba comprometido, y no
retrocedería.
Úrsula odiaba a la gente así.
—Creo que como una princesa. Sé lo que es mejor para mi gente —
susurró, lenta y claramente.
—Pero… —
—Tu audiencia ha terminado — agregó Flotsam rápidamente.
Úrsula susurró algo que ninguno de los tres hombres pudo entender.
Todos se inclinaron hacia delante confundidos.
—Tu hija — dijo, dejando que un poco de su voz real saliera. El
pescador parecía comprensiblemente sorprendido.
—¿Sí?
—¿Cuál es su nombre? — ella dijo.
—Julia — dijo, primero pareciendo confundido, luego diciendo su
nombre de nuevo con orgullo. —Julia. Una chica hermosa, pero a
veces ingenua
Bueno.
Úrsula amaba a la gente así.
Flotsam tomó al pescador por el codo y lo condujo fuera.

151
La bruja del mar se preguntó por un momento cómo, con todas sus
fábulas, historias, y los juegos de moralidad, los humanos todavía
caían en las mismas viejas trampas. Era algo asombroso. Con sus
vidas patéticamente cortas repetían los mismos errores de
generaciones anteriores, casi como si todos fueran un ser sin fin.
¿Por qué decirle a un extraño el verdadero nombre de alguien que
amas? ¿Por qué alardear ante una persona en el poder sobre la
belleza o las habilidades de su hijo o hija? ¿Por qué ofrecer cualquier
información, o cualquier necesidad, cuando podría usarse en su
contra?
—Envía el siguiente — dijo Úrsula con una sonrisa.
Después de todo, la reunión con el pescador la había puesto de un
humor sorprendentemente bueno.
—Iase Pendrahul de Ibria —anunció Flotsam
Con bastante más seguridad de la que le hubiera gustado, el
embajador “espía” entró tranquilamente en la habitación. Ahora eso
si es un paso poderoso, pensó la bruja del mar.
Su piel era clara y sus pómulos altos, sus ojos color avellana brillaban
desde dentro como una brasa que creías haber apagado. El cabello
castaño espeso y rizado atacó el aire alrededor de su cabeza, apenas
contenido en una cola de caballo desenfrenada.
—Mi querido Iase —susurró Úrsula indicando la única otra silla, un
taburete, en realidad, sin respaldo, colocado allí con el propósito
expreso de hacer que la otra persona se sintiera inferior. Sin
embargo, el representante de Ibria lo tomó y se sentó arrogantemente
cómodo.
—He oído que tiene un resfriado. Mil bendiciones a su salud — dijo
tocándose el corazón.
—Olvídalo, no es nada — susurró. —Hablemos de nuestra alianza
—Podemos hablar, o al menos yo puedo — dijo con una sonrisa que
no llegaba a sus ojos —pero no veo ninguna ventaja en que nos
pongamos de tu lado. A tu flota aún le faltan tres de los buques de
152
guerra que juraste proporcionar; seis, creo, era la promesa original.
Tus escaramuzas terrestres han tenido un éxito cuestionable en el
mejor de los casos. Quemar pueblos indefensos no es realmente un
gran logro; estoy bastante seguro de que Gaius Octavius estaría de
acuerdo conmigo en eso. Ibria es lo suficientemente rica. No
tenemos ninguna razón para gastar recursos en una guerra que no
conduce directamente a nuestra ventaja
—Oh, pero lo hará — susurró Ursula, poniendo una mano en su brazo.
Iase miró fijamente sus dedos con desagrado.
—¿Disculpe que? — preguntó.
—Lo hará — siseó más fuerte.
—Me perdonará, Su Alteza, pero no me ha dado ninguna prueba de
eso. No veo ninguna razón para hacer tratos con una princesa que
se viste muy bien pero que carece de cualquier habilidad estratégica.
—¿Se niegan a negociar porque soy una mujer? — Úrsula gruñó,
quizás un poco fuerte, con su propia voz.
—Al contrario — dijo Iase, acariciando su mano y luego retirándola de
su brazo. —He tenido muchos tratos con buenas mujeres a las que
respeto. Incluyendo al menos una capitán pirata. Es usted,
personalmente, Princesa Vanessa, a quien dudo en confiar los
recursos o el futuro de mi país
Los dos se quedaron en silencio por un momento, mirándose a los
ojos. Los suyos eran firmes y oscuros; los de ella brillaba
extrañamente.
Úrsula deseó estar bajo el agua. Deseaba tener sus tentáculos.
Deseaba tener su viejo collar. Deseaba tener algo con lo que
pudiera golpearlo; francamente, un gran trozo de coral habría
funcionado muy bien.
Primero perdió su voz robada, y con ella el encanto y los hechizos de
olvido que facilitaban el trato con los humanos que la rodeaban.
Ahora parecía que estaba perdiendo un aliado potencial y muy
poderoso. Esto no solo sería un revés severo para sus planes de
153
guerra, sino que su fracaso sería el tema de conversación de la corte.
Se vería débil y patética e incapaz de reunir la ayuda que necesitaban
para conquistar a sus vecinos.
Y los débiles son devorados.
Era la forma del mundo.
—Gracias por su honestidad — susurró finalmente.
—¿Disculpe?
—Oh, no importa. Necesito un poco de té para mi garganta. ¿Se une
a mi?
Señaló la tetera burbujeante: este gesto era perfectamente claro,
aunque no lo fuera lo que decía. De repente, Flotsam estaba en el
escritorio, disponiendo un par de hermosas tazas de té de Bretland,
cucharas doradas, un tarro grande y pequeño de miel y algunas
rodajas de limón.
—No importa si lo hago — dijo Iase descuidadamente. —Siento un
cosquilleo en mi garganta yo mismo
Ella puso el bonito colador de oro (no de plata, no, no, nunca de plata;
cuando se preparaba correctamente, el metal tenía el poder de anular
ciertos efectos deseados de una poción) sobre la copa de él y le
sirvió, y sobre la copa de ella, y se sirvió.
Salió un líquido extrañamente gris, ni opaco ni completamente
translúcido.
Era precisamente el mismo color a diferentes profundidades.
Cada uno manipuló la bebida a su gusto: limón, dos terrones…
Úrsula puso una violeta confitada en la suya, una que tenía una
gragea plateada en el centro.
—Bueno para la garganta, ¿eh? — preguntó, levantando la taza para
brindar por ella.
—¡A la vida!
—A los amigos —susurró Úrsula sobre el borde de su taza de té.
Volvió a levantar la taza antes de llevársela a la boca, pero esperó
hasta que ella bebió un sorbo antes de tomar un trago él mismo.
154
Ella lo miró, el líquido gris derramándose sobre sus labios y dentro
de su boca… y él tragó….

Capítulo 23: Ariel

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En la cuarta marea estaba de regreso en su laguna como prometió.
Flounder saltó en el aire, dándose la vuelta como no lo había hecho
desde que era pequeño.
—Ariel!! ¡Habla! ¡DI ALGO!— gritó.
Ella sonrió, sintiendo que su mejilla se torcía hacia un lado como
solía hacerlo cuando estaba complaciendo a su mejor amigo. Cerró
los ojos y puso sus manos en un apretón, recitando:
—Había un joven guppy de Tebas, cuyas aletas a menudo
crecían…—
—¡Ja, ja!— Flounder saltó en el aire de nuevo.
Ella también se rió y corrió al agua para abrazarlo, sin preocuparse
por su ropa.
Eran incómodas, colgantes y estrechas de todos modos, mucho más
pesadas de lo que los atlantes eligen usar. Flounder la abrazó, saltó
y la acarició como un cachorro antes de recuperarse.
—¡Cuéntame todo sobre eso!
Así lo hizo. Y era extraño, contando una historia con su boca. Dejó
que sus manos hicieran algunas señas. Habría sido incómodo
mantenerlas quietos.
—Wow— dijo Flounder cuando terminó. —Eso es todo... una locura
Jona cayó silenciosamente de los cielos y aterrizó en una roca
cercana con la delicadeza de algo que no era una gaviota. —¿Qué
aprendiste en la ciudad?
Ariel suspiró y se sentó en el agua poco profunda. Una cálida brisa
recogió los mechones de su cabello que sobresalían del paño de la
cabeza. Envolvió sus brazos alrededor de sus rodillas, sintiéndose
joven y expuesta.
—Aprendí que es la temporada equivocada para los calçots. Aprendí
sobre tatuajes. Me enteré de que Úrsula está usando Tirulia como
punto de partida para su imperio privado, arrebatando tierras a
vecinos que probablemente no son lo suficientemente fuertes para
tomar represalias, y que está antagonizando con otros poderes más
156
grandes. Me enteré de que el pueblo está lleno de soldados. Me
enteré de que veintitrés de ellos han muerto en su cruzada y, sin
embargo, docenas de niños más se unen debido a la promesa de oro
para sus familias y los botones dorados en sus uniformes.
Flounder tragó saliva. Jona dejó escapar un siseo aviar.
—Y todo lo que puedo pensar son estas dos cosas. Primero, soy en
cierto modo responsable de esos veintitrés que no podrán nadar más.
Flounder empezó a abrir la boca; por costumbre, Ariel solo levantó
un dedo para silenciarlo.
—Dos, pienso en lo que haría como gobernante de Tirulia. Si yo
fuera Eric, arrojado a este lío ahora. La política y la vida humanas
parecen mucho más dinámicas que las de los atlantes. Nunca he
tenido que lidiar con algo así en mi tiempo como reina. Mi padre
tampoco. Ni el padre de mi padre.
—Oh, pero ¿qué pasa con las Grandes Guerras de Kelp?—Flounder
preguntó con un escalofrío.
—Eso fue hace más de un eón— señaló Ariel suavemente. —No ha
habido guerras, ni batallas, ni… grandes desacuerdos desde
entonces. Hemos perdido el contacto con los hiperbóreos y no
hemos sabido nada de los tsangalu en décadas. Intercambiamos
regalos de la Gran Marea con los Fejhwa, pero poco más. No hemos
tenido más que silencio y paz durante décadas
—Suena como una utopía— dijo Jona. —Especialmente si nadie está
luchando por el último bocado sabroso
Ariel sonrió.
—Sí. Nada más que artes y ocio, belleza y filosofía... Pero todo es lo
mismo, y nadie ha tenido el deseo de ir a averiguar qué pasó con los
Hiperbóreos o Tsangalu, o adquirir algo de ellos además de regalos.
Seguramente su arte y filosofía serían interesantes y podrían vigorizar
nuestra propia... ¿cultura algo estática? Los humanos, por otro lado,
todavía están explorando su mundo, cada grieta y ranura

157
—Pero…— Flounder hizo una mueca. —Pero estábamos aquí para
recuperar a tu padre. No meternos en cosas humanas. —Sí, pero
las dos cosas están entrelazadas— dijo Ariel, aunque estaba
impresionada con su deseo de ceñirse al punto. El viejo Flounder la
habría dejado hablar indefinidamente y pendiente de cada una de sus
palabras. Esto era mejor. Necesitaba amigos como él en este
momento.
—Tenía que averiguar cuáles fueron las consecuencias de mis
acciones y, lamentablemente, lo he satisfecho. Tengo el deber de
arreglar las cosas para los tirulianos, además de, después de, salvar
a mi padre. Puede ayudarnos a derrotar a Úrsula una vez que vuelva
a su forma original y vuelva a ser rey.
—Desafortunadamente, también va a ser mucho más difícil
encontrarlo ahora, porque como dije antes, ella ha sido alertada de mi
presencia. Hice el primer movimiento, tuve el elemento sorpresa y lo
arruiné.
—Deja de castigarte, Ariel —dijo Flounder con severidad—. De todos
modos, no hay garantía de que lo hubieras encontrado la primera vez
que lo buscaste. Úrsula no es tonta. Ella no va a dejar al rey en un
jarrón con la etiqueta Padre de Ariel, No tocar. El hecho de que
hayas dado el primer paso no significa que hubieras tenido éxito. Los
juegos toman mucho tiempo y muchos movimientos antes de que
alguien gane. —Pero no sé cuánto tiempo tenemos ahora. Ni
siquiera entiendo por qué Ursula mantuvo a mi padre tanto tiempo.
Sí, a ella le gusta la audiencia y probablemente le encanta alardear
de sus triunfos con él... pero incluso ella debe aburrirse de eso
eventualmente. ¿Qué pasa si ella lo mantiene cerca por alguna otra
razón? ¿Qué he... interrumpido?
Apretó sus manos con pánico repentino, tiró de sus trenzas ya que
no podía pasar sus dedos por su cabello.
—Ahora que lo encontraste, estás aterrorizada de perderlo de
nuevo— dijo Jona en voz baja.
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Ariel asintió, demasiado llena de emoción para confiar en sus
palabras. Eso era exactamente.
¿Y si ella hubiera puesto algo en marcha al tratar de encontrarlo?
¿Qué pasaría si algo sucediera? Sería su culpa, todo de nuevo. Y
ella nunca lo recuperaría.
—Tengo que volver al castillo— dijo, luchando contra la infantil
oleada de pánico. Se puso de pie y trató de darles a sus amigos una
sonrisa tranquilizadora.
—Aunque es un riesgo. Al menos tengo una mejor comprensión de la
situación ahora. Será mejor que disimule mi voz, ¿eh? Ya que hasta
ahora todo el mundo solo ha escuchado a Vanessa usándola. Quizá
debería hablar diferente.
Profundizó su voz y puso sus manos en sus caderas, frunciendo el
ceño.
Flounder no pudo evitar reírse. Jona saltó en el aire por un
momento, dejando escapar un graznido.
Se escurrió el agua de sus faldas y se preparó para caminar de
regreso para enfrentarse a un castillo lleno de brujas marinas y
soldados que probablemente estaban esperando para agarrarla.
—Hola, Ariel —llamó Flounder con timidez. —Antes de que te
vayas… ¿podrías… podrías cantar esa canción de cuna? ¿La que
solías cantarme después de que perdí a mi madre?
Sus ojos se abrieron.
—Flounder, no me has pedido eso en años... incluso antes de que
perdiera la voz
—¡Y no volveré a pedirlo! Es solo eso—miró a su alrededor. Jona
cortésmente simuló observar algo en el mar, junto a las rocas lejanas
—Estamos solos aquí. Nadie de Atlántica nos va a escuchar. No sé
cuándo vas a tener otra oportunidad
Y Ariel, que perdió la voz durante años y tenía sentimientos
encontrados acerca de cantar para los demás, cantó con más dulzura
que nunca antes o nunca más. Y nadie escuchó sino un pez, una
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gaviota, la arena y el agua y la brisa de la tarde que venía sobre las
olas, y la luna creciente.

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Capítulo 24: Sebastian Y Flounder
—¡He estado esperando una respuesta durante más de una semana!
Una barracuda se elevaba sobre el trono de una manera que Sebastian estaba
bastante seguro de que no lo habría hecho si Ariel hubiera estado sentada allí,
con voz o sin ella.
El pequeño cangrejo miró nerviosamente a los guardias: uno era un mero,
otro un pez gorrión sorprendentemente grande con espinas venenosas. Los dos
intercambiaron una mirada que ciertamente no fue respetuosa, sin embargo
inclinaron protectoramente las puntas de sus lanzas acercándose lo suficiente
para tocar por encima de su cabeza.
La barracuda retrocedió, pero se recuperó rápidamente.
Afortunadamente, no había muchos allí para observar la escena; era tarde
por la marea e incluso los peticionarios más obstinados se habían ido a casa
para esperar hasta el día siguiente. O a cenar.
O hacer algo civilizado, porque son personas civilizadas, a diferencia de
este matón de escamas brillantes.
Threll y Klios, el delfín amanuense, flotaban en el estrado, pero por lo
demás, el área del trono estaba vacía, excepto por unas pocas sardinas
limpiadoras y algunas medusas planctónicas que no pudieron luchar contra la
corriente lo suficiente como para irse.
El agua oscura se curvaba por encima de la cabeza en una profunda cúpula
turquesa, llena y vacía como siempre lo estaba el mar antes de una tormenta. A
pesar de los guardias, Sebastian se sintió muy, muy solo.
—Mis muchachos se encargaron del naufragio— dijo la barracuda a la
defensiva. —Limpiamos todo muy bien. Ahora es el momento de que ustedes
mantengan su parte del trato
—La realeza no debe mantener su parte del trato —dijo Sebastian con
altivez; envalentonado por las afiladas lanzas en lo alto.
—Especialmente cuando el vendedor pide mucho más de lo que se acordó
originalmente—murmuró el amanuense, mirando una fila de cifras en su
tableta.
161
—Si Ariel estuviera aquí: me trataría de manera justa— La barracuda abrió
un poco la boca: un movimiento que generalmente presagiaba un golpe.
—Oh, ella te trataría de manera justa, está bien— dijo Sebastian
amenazadoramente, chasqueando una garra al pez. —Alégrate de que sea yo y
no ella quien lidia contigo. Ahora vete, y tal vez si tienes suerte te veré otra
semana.
La barracuda rechinó los dientes y, con un último movimiento de la cola
como advertencia, se alejó nadando enojado.
En el momento en que se fue, Sebastian se derrumbó en el reposabrazos,
como una pequeña pila de exoesqueleto, garras y ojos tristes.
—¿Qué vamos a hacer?— gimió. —Si Ariel no regresa pronto, todo el reino
se derrumbará. —Una barracuda molesta no hace que un reino colapse— dijo
Threll con un resoplido.
El amanuense lo saludo y nado hacia las profundidades, listo para la
noche. El pequeño caballito de mar siguió su ejemplo.
Sebastian levantó una garra cansada en señal de adiós.
—¿Qué pasa con todos y su aspecto tan deprimido?— Preguntó Flounder,
moviéndose a un lado.
—¡FLOUNDER!— Sebastian se levantó de un salto de emoción. Miró
detrás del pez, de un lado a otro, escudriñando ansiosamente el mar. —¿Cómo
está? ¿Dónde está? ¿Tiene al Rey Tritón?
Flounder se detuvo donde estaba en el agua, flotando allí.
—Uh ... no. Ella no lo ha encontrado todavía. Y no está conmigo. Ella ... um
... ha progresado, pero todavía tiene ... algo de trabajo por hacer ...— Sebastian
frunció el ceño hacia el pez grande y de colores brillantes.
—Flounder. Me estás mintiendo sobre algo.
—¿Yo? No. No.
Sebastian alzó su tenaza lentamente, de lado, hacia el pez. Cazando.
—¿Está ... realmente bien? ¿La perdiste? ¿Ha sucedido algo?

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La cara de Flounder comenzó a hincharse. Sintió toda la sangre correr hacia
su frente y agitó la cola para tratar de mantener la calma. No la
traicionaría. No lo haría.
—No la perdí—dijo con fuerza. Eso era cierto, al menos.
—Sin embargo, no estás con ella. Se supone que debes estar con ella. Si ella
no está aquí, tú tampoco deberías estar aquí. Deberías estar allí. Con ella.
Protegiéndola.
—No sé cuánto bien podría hacer protegiendo a la Reina del Mar— dijo
Flounder, un poco maliciosamente. —Ella me envió de regreso para darte una
actualización, Sebastian. Scuttle y su, eh, bisabuelo la están vigilando en la
tierra.
—¿DEJASTE SU DESTINO A UN PAR DE GAVIOTAS?
—Tranquilízate, Sebastian. Ella está bien. Más que bien. Y ya no es una
pequeña indefensa, incluso tú deberías ver eso. Estas cosas simplemente toman
tiempo.
—Bueno, espero que no les tome mucho más tiempo— dijo una voz detrás
de ellos.
Attina flotaba en el agua con los brazos cruzados. La expresión de su rostro
era tan puntiaguda como las decoraciones que sobresalían de su espeso cabello
castaño rojizo.
—Quiero a papá de vuelta— anunció sombríamente. —Y si eso falla, quiero
a alguien que gobierne el reino que realmente pueda inspirar un poco de respeto
por aquí.
Al oír esto, Sebastian pareció completamente derrotado. Flounder vio a su
amigo encogerse sobre sí mismo y frunció el ceño.
—Princesa Attina, quizás lo que se necesita es un miembro real de la realeza
que gobierne el reino en su ausencia— sugirió con frialdad.
Sebastian miró boquiabierto a Flounder. Fue tan ... no ... Flounder. Bueno,
el viejo Flounder, de todos modos.
La sirena lo fulminó con la mirada.

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—Buen intento. Flipper— dijo con un resoplido. —Pero sabes que ser reina
fue parte del castigo de Ariel por perder a nuestro padre. Ella no puede escapar
convirtiéndose en humana y huyendo al Mundo Seco para siempre.
Y por segunda vez esa noche, se volteó una aleta y alguien se alejó nadando
enojado. Sebastian y Flounder intercambiaron miradas de cansancio.
—Todo esto es ... muy difícil— dijo Sebastian, sin su habitual locuacidad.
—Lo sé— dijo Flounder con un suspiro. —Pero la luna está menguando y
nos acercamos a la marea muerta, que es cuando el océano se aleja más de las
costas
—Flounder, sé lo que es una marea muerta.
—Mi punto es que el poder del tridente también estará en su nivel más bajo,
¡así que ella tiene que regresar pronto! Con o sin su padre. O de repente se
convertirá en una sirena, revolcándose en la tierra
—Eso sería un espectáculo— dijo Sebastián pensativo.—Una vista muy,
muy mala.
Y por una vez, el pescado no estuvo en desacuerdo con el cangrejo.

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Capítulo 25: Ariel
La primera parte, al menos, fue fácil. No hubo ningún problema para seguir
con los otros niños y niñas sirvientes mientras terminaban sus recados y
regresaban al castillo; muchos ya estaban cotilleando y coqueteando,
terminando con el trabajo, ya sea oficialmente o no. Un par de jóvenes
definitivamente la estaban mirando. Trató de no sonreír.
Pero entonces. ... varias chicas la miraban y susurraban entre sí. Y no
parecían agradecidas ni celosas.
Ariel comenzó a sentirse incómoda.
Se había llenado el delantal con bonitas conchas, pensando que su excusa
podría ser que Vanessa las quería para decorar su baño. Ella había pensado
que encajaba perfectamente con los demás sirvientes que llevaban montones
de leña, bultos de basura, cestas de huevos ... ¿Pero tal vez no?
Esta vez había cuatro guardias flanqueando la entrada de los sirvientes.
¿Habían estado allí anteriormente? Ella no podía recordar. Definitivamente
parecían más alertas que cuando ella se había colado antes; estos escanearon
a todas y cada una de las personas que pasaban, a veces directamente en el
ojo. Ariel vaciló.
Uno de los guardias la vio y frunció el ceño.
Tan casualmente como pudo, Ariel se dio la vuelta y caminó contra la
corriente, despegándose hacia la franja de playa justo en frente del castillo en
caso de que tuviera que hacer una escapada rápida hacia las olas.
Lo que vio allí la detuvo en seco.
A primera vista, parecía una tontería, no, una locura.
Los guardias reales usaban palos largos para dibujar cosas en la arena, una y
otra vez, como niños golpeados por un maestro por escribir algo mal.
¿Por qué Úrsula les haría esto? ¿Se había vuelto completamente loca? ¿Era

165
algún tipo de disciplina extraña? Pero entonces Ariel se puso de puntillas y
vio lo que estaban dibujando: runas.
Runas Atlánticas.
Al revés desde su perspectiva, porque estaban encarando hacia el mar.

EN EL MOMENTO EN QUE TE ENCUENTRES EN ESTOS TERRENOS,


TU PADRE MUERE

Ariel retrocedió lentamente mientras las letras se quemaban en sus ojos.


Luego se volvió y corrió ...
Y golpeó a Carlotta con el pecho primero, quien la agarró del brazo y tiró de
ella hacia la sombra de un pino.
—Te vi intentar entrar justo ahora ... ¿Qué estás haciendo aquí?—Siseó. —
Estamos en alerta máxima por lo que has hecho. ¿Supongo que fuiste tú
quien se llevó el collar? ¡Vanessa está de mal humor! Sorprendida de que no
hayan encerrado a la pobre pequeña Vareet ... Está arrasando, doblando a los
guardias, ofreciendo recompensas por información ... y haciendo una extraña
brujería. Esos símbolos de ella ... —
Ariel negó con la cabeza.
—Ese es un mensaje para mí. Ella está amenazando con matar a mi padre si
vengo a buscarlo ... lo cual tengo que hacer.
La criada la miró parpadeando.
—Oh, sí, puedo hablar ahora— agregó la sirena.
—¿Tiene esto algo que ver con el ...— dijo Carlotta, indicando su cuello. El
nautilus. O posiblemente una voz.
Ariel asintió con la cabeza y levantó la muñeca para que la criada pudiera
ver la banda de cuero, el trozo de caparazón roto unido a la fianza dorada.

166
—La rompí, rompiendo el hechizo, y ahora tengo mi voz de nuevo, y ella no
tiene ninguna. O la suya, mejor dicho.
—Eso explicaría los susurros y los silencios— dijo Carlotta, un poco
desesperada, como si esa pequeña lógica fuera su salvavidas.
Ariel se sintió mal por la mujer, que obviamente estaba teniendo dificultades
para lidiar con todo, confrontada directamente con la verdad de la magia.
—Todo está más claro ahora, ya sabes— dijo Carlotta, cayendo pesadamente
sobre el tocón de un árbol. Ella agitó su mano alrededor. —Ese día. El pastel
que ayudé a hacer. El rayo. Es posible que ... incluso ... te haya visto ... tu
cola.
Miró a Ariel de arriba abajo, como si fuera la primera vez. Luego sus ojos
se posaron en el delantal lleno de conchas.
—¿En nombre de todo lo que es bueno y santo es eso? ¿Algo para un
hechizo? ¿Más magia? ¿Más ... cosas del mar?
—No, es parte de mi disfraz— dijo Ariel. —Si alguien me pregunta qué
estaba haciendo , diría que es para Vanessa.
—¿Conchas?— Preguntó Carlotta, comenzando a reír.
Ariel reconoció esa risa. Era el comienzo de la histeria.
—¿De la playa? ¿Y madera flotante?
—Son hermosas— protestó Ariel.
—Oh, oh, lo sé— dijo Carlotta, riendo y jadeando. —Estoy segura de que lo
piensas. Pero nadie las quiere. Ni una princesa, ni siquiera una falsa, como
Vanessa. Había una moda en la que las chicas elegantes sin nada mejor que
hacer pegaban muchas conchas diminutas a las cajas o marcos como
mosaicos ... espantosos, de verdad ... pero eran conchas diminutas. Querida,
no habrías durado ni un momento aunque hubieras entrado en el castillo. Oh,
¿qué vamos a hacer?
—Tengo que encontrar a mi padre— dijo Ariel con firmeza. —Él es el Rey
del Mar y el prisionero de Úrsula. Ella lo convirtió en un pólipo. Lo tiene
167
escondido aquí en alguna parte. Necesito encontrarlo y liberarlo. Entonces,
juntos, podemos derrotar a la bruja del mar y liberar a Tirulia de ella y su
gobierno eterno.

Carlotta se quedó mirándola mientras decía todo eso.


Entonces la criada negó con la cabeza vigorosamente, como si pudiera
apartar físicamente todas las locuras que acababa de escuchar.
—Sea lo que sea, no puedes poner cuatro pasos junto a esa puerta sin que
alguien te detenga. ¡Suenas exactamente como Vanessa! Y créeme, todo el
mundo sabe cómo suena. Incluso si disfrazas tu voz, todavía no suenas
como una sirvienta. Necesito pensar en qué hacer. ¿Quién podría ayudarnos?
¿Quién podría ser inteligente y elaborar un plan? Necesitas a alguien del
interior , más conectado que yo. Alguien como ... — Ella miró hacia arriba,
sus ojos repentinamente fijos y seguros. — Grimsby.
Carlotta llevó a Ariel de la mano al castillo, gritándole tonterías y agitando
una mano en su rostro en el momento justo cuando la gente miraba
demasiado de cerca, especialmente los guardias.
La Reina del Mar simplemente se dejó arrastrar; estaba demasiado
aterrorizada por estar en el castillo para hacer mucho más. Siempre se podía
contar con Úrsula para cumplir con sus amenazas; La vida de Tritón
definitivamente estaba en peligro por esto. Y Carlotta solo había aliviado un
poco sus miedos, presumiendo de la cantidad de citas secretas de amantes
que había cubierto.
Ariel también estaba extrañamente avergonzada, y no era solo porque la
criada la arrastraba como una niña en problemas. Iban a ver a
Grimsby. Aunque el mayordomo no tenía ningún parecido real con su padre
(y, además, era un sirviente), poseía un aire de antigua sabiduría
patriarcal. La suya era la última y correcta palabra del castillo. A veces más
que la de su amo.
El mayordomo estaba abajo en su diminuta "oficina", poco más que un

168
escritorio vertical en un armario de gran tamaño. Estaba amonestando a un
lacayo por un poco de discreción.
El joven era guapo, de mejillas aceitunadas y sonrojándose
ferozmente. Mientras Grimsby hablaba suavemente, sus ojos eran irónicos y
fríos.
Pero cuando vio la expresión en el rostro de Carlotta, cambió de tono,
apresurándose todo.
—Sí, bueno, no lo vuelvas a hacer. ¿Lo tienes claro? Te puedes retirar —Sí,
Sr. Grimsby, gracias. Gracias, Sr. Grimsby ...—
El joven, abrumado por el acortamiento de la conferencia y la cancelación de
cualquier castigo que había asumido que recibiría, prácticamente salió
volando de la habitación. Al hacerlo, se enredó con Carlotta y vio a Ariel,
que se escondía detrás de la criada. Ella le sonrió. Una expresión aturdida se
apoderó de su rostro: una de absoluto éxtasis. Pasó un momento completo
antes de que se recuperara y corriera por el pasillo.
—Carlotta, ¿qué te pasa?— Preguntó Grimsby.
Ella no dijo una palabra, solo se hizo a un lado para revelar a Ariel.
Ariel se sintió tímida, inexorablemente, abrumada por la necesidad de mirar
hacia el suelo. Pero ella no lo hizo.
Los ojos de Grimsby, hundidos profundamente detrás de velos de piel como
pergamino, se abrieron como los de un niño. Hubo reconocimiento, y por la
fracción más dolorosa de un momento, deleite.
Luego, con demasiada rapidez, su rostro se endureció y sus cejas se erigieron
como tormentas sobre un acantilado. El cambio fue como una lanza de hielo
clavada en el corazón de Ariel. No se había dado cuenta de lo mucho que
había esperado volver a ver al anciano.
—Ariel, te ves bien —dijo con frialdad.
—Y tú te ves tan elegante como siempre— respondió.
Los nubarrones se dispararon hacia arriba en el cielo de su frente con
169
sorpresa.
—Sí, puedo hablar, y por favor—se adelantó y tomó su mano entre las suyas
—Sé que las cosas son ... confusas, terminaron mal y me involucraron, pero
estoy aquí para intentar hacerlo bien
—Tienes la voz de la Princesa Vanessa— dijo, aprovechando la única cosa
que podía comentar objetivamente.
—Ella no es una princesa, no es Vanessa, y es mi voz. Eso que ella robó. Si
me lo permiten, les daré todos los detalles de la historia que probablemente
ambos estén recordando
Grimsby negó con la cabeza, obviamente descontento con el desorden de
todo.
—Bueno, entra, cierra la puerta y dílo
Era más que un poco estrecho su pequeño espacio; La respiración de
Carlotta parecía ocupar la mayor parte de la habitación. Ariel contó su
historia de la manera más rápida y corta que pudo. Cuando terminó, se hizo
el silencio, excepto por los gritos desesperados de una gaviota en alguna
parte.
Tengo que hacerme ver a través de una puerta o ventana antes de que se
preocupen demasiado, pensó, imaginando un ataque total de gaviotas en el
castillo.
¿Ves?— dijo Carlotta. —Por eso pensé que tenía que hablar contigo. Es todo
... muy complicado.
—Entonces ... Ariel. Te enamoraste de Eric y te convertiste en un humano, y
esta ... bruja del mar también se convirtió en humano, probablemente para
asegurarse de que fallaras en tu búsqueda— recitó los hechos con su acento
britanico, con tanta calma como profesor de historia.
—Sí— dijo Ariel.
—Pero la bruja del mar nunca regresó al mar. Ella ... se quedó. Y se convirtió
en nuestra princesa. Y ahora gobierna Tirulia. Con mano de hierro

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—Sí—dijo Ariel, un poco menos segura.
—Y estás aquí para encontrar a tu padre, restaurarlo a su legítimo trono y
destronar a la bruja del mar.
Cuando no podía hablar, no podía decir ummmm o errr o usar ningún ruido
que llenara el espacio para disimular el pensamiento o prevenir una posible
vergüenza. Todo lo cual estaría muy bien ahora mismo. Pero las reinas no
hacen eso
—Vine a buscar a mi padre— respondió con la mayor sinceridad que pudo.
—Todo lo demás depende de eso. Haremos todo lo posible para liberarlos de
la bruja del mar, después.
—Sí ... sobre esta... bruja del mar. ¿Tenemos pruebas de que en verdad es
una ... cecaelia?
—¿Cecaelia?— Carlotta interrumpió.
—Mitad humano, mitad pulpo— explicó Grimsby. —Como una sirena, pero
con tentáculos.
—Somos mitad Dios—corrigió Ariel suavemente—. No somos humanos
que somos mitad peces, como siempre dicen ustedes. Somos hijas de
Neptuno y no somos como ustedes, ni siquiera la mitad de ustedes, en
absoluto.
Tanto Carlotta como Grimsby parecían sorprendidos y un poco
confundidos.
De acuerdo, tal vez no sea el momento de meterse en antiguos prejuicios,
decidió Ariel. Algún día, si se quedaba en el Mundo Seco, lo aclararía.
—Muy bien— dijo Grimsby con cuidado, aclarándose la garganta.
Por la nueva mirada en sus ojos, era obvio que la estaba reevaluando. Ella no
era la chica sencilla y juguetona que no podía hablar que había sido antes.
Era alguien quién tenía cosas que decir, quién tenía metas, planes, opiniones.
Quizás una mujer.

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—Hay poco que pueda hacer yo mismo, además de estar atento a algo que
parece un ... pólipo en cautiverio. Lo cual haré absolutamente, por supuesto.
Pero parece que ahora que los hechizos se han roto. Las verdades se están
volviendo evidentes, y nuestro gobierno se hunde aún más en la guerra con
nuestros enemigos, bueno, hay que hacer algo más sobre todo este asunto de
inmediato. Y no tengo la autoridad para decidir eso. Tampoco Carlotta. Ariel,
creo sabes lo que debes hacer.
—Debes ir a hablar con Eric.

Ariel sintió que le ardían las mejillas y miró al suelo, sin mover la cabeza,
solo los ojos. Pero solo por un momento. Rápidamente se recuperó y se
obligó a mirar al anciano. Su expresión se había suavizado.
—Estoy un poco sorprendido de que no lo hayas buscado antes, por tu
cuenta— dijo en voz baja. —No sé mucho sobre magia y reyes submarinos,
pero estoy bastante seguro de que ustedes dos sintieron algo fuerte el uno por
el otro ... ¿No es esa parte de la razón por la que regresaste? ¿Para verlo?
Abrió la boca para no estar de acuerdo ... pero se detuvo. El viejo humano
tenía razón.
Le puso una mano en el hombro, como si fuera un soldado.
—Ustedes dos ... comenzaron una serie de eventos que terminaron
involucrándonos a todos en este lío. Y creo que quizás ustedes dos puedan
sacarnos de esto. Es el destino, o algo así. Se siente bastante bien, acorde a la
cultura griega. ¿No te parece, Carlotta?
—Está predestinado— asintió la criada. —No sé sobre los griegos.
—De todos modos, Carlotta tenía razón al traerte y yo tengo razón en
enviarte. Cualquier velo que haya nublado los pensamientos de Eric se ha ido
ahora, y creo que él te recibiría en el estado de ánimo correcto.
—¿Pero cómo puedo verlo sin que Úrsula se entere? ¡Tiene guardias y
soldados por todas partes!— Ariel pronunció las palabras con claridad
mientras su cabeza estaba empañada por la posibilidad. —¡No pondré en
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peligro a mi padre!
—Eric sale a caminar después de la cena— dijo Grimsby, enderezándose. —
A lo largo de la playa, un camino largo, al norte más allá del castillo. Camina
cuando no tiene ... permiso para subir a un bote.
—Puedo proporcionar una distracción para la princesa— dijo Carlotta. —
Hay un fabricante de sombreros que ha estado pidiendo audiencia. A Vanessa
le encanta posar y acicalarse ... La mantendremos atada con moños y plumas
durante al menos un momento.
—Excelente. Es un plan— dijo el mayordomo, juntando las manos.
—Gracias, Grimsby— dijo Ariel, besándolo en la mejilla. —Todo esto es un
poco ... difícil para mí. Debe ser imposible para ti.
—Oh, no, en absoluto, querida niña— dijo, sonrojándose un poco. —¡Y
piensa, cuando todo esto termine, podré publicar mis memorias sobre cómo
ayudé a una sirena!

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Capítulo 26: Ariel
Estaba de pie detrás de un viejo naufragio, el casco de un barco de pesca que
se había perdido décadas antes y luego fue arrastrado por la marisma durante
una marea alta particularmente tormentosa. Golpeado por la arena, el viento y
el mar, ahora parecía los huesos de una ballena, con el pecho mirando hacia el
cielo.
Cuando Ariel y Grimsby estaban tratando de encontrar el mejor lugar para
que ella encontrara a Eric, Carlotta mencionó que el bote era un lugar donde
muchas parejas, que deseaban ... hablar en privado ... se reunían. La idea
debería haberle dado una sonrisa a la sirena, pero ahora estaba abrumada por
el estado de ánimo del lugar.
El viento se levantó y sopló pequeños grumos blancos a través de charcos
de marea como pececillos saltando. Ariel levantó la mano y sintió la brisa en
los dedos. Las cosas cambiaban mucho más rápido aquí que bajo el mar.
Y sin embargo, llegó el cambio; habían pasado varios días desde el apogeo
de la marea primaveral, cuando la luna llena trabajaba con el sol para otorgar
al mar su mayor alcance sobre la tierra. Ahora las mareas eran más bajas y
más débiles, y bajarían aún más en la próxima semana. Así también el poder
del tridente se hundiría.
Pronto tendría que regresar al mar.
Un movimiento al borde del pantano le llamó la atención. Eric emergió
detrás del grupo de árboles que bloqueaba la vista del castillo y la vista de
cualquiera que mirara desde el castillo. Su paso era seguro y miró a su
alrededor con valentía, pero con un escalofrío de confusión; no le habían dicho
con quién se encontraría, solo que era importante. Llevaba botas viejas y
pantalones beige, y una de las túnicas de tejido grueso que usaban los
marineros de Tirulia en los días fríos y húmedos. Una gorra azul descolorida
estaba colocada firmemente sobre su cabello. Su cola de caballo se le escapaba
por la espalda y se enroscaba alrededor de su hombro izquierdo.
Ariel agarró la madera blanqueada del bote al verlo. Parecía mucho más
real. Todas esas veces se había quedado dormida con visiones del joven y
apuesto príncipe en su cabeza. ... y aquí estaba realmente viniendo a verla. La

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vida era mucho más detallada que los sueños. Su cuello se dobló en su cuello,
sus manos se metieron profundamente en sus bolsillos como si tuviera
frío. Algo inimaginable en una fantasía.
Ariel miró el atuendo que llevaba, solo un vestido y un delantal. ¿Qué tan
frío estaba para los humanos? ¿Estaba vestida de manera inapropiada?
Eric continuó mirando a su alrededor en busca de quien se suponía que debía
encontrarse. Se llevó una mano a la nuca y se rascó allí, empujando hacia
arriba el borde de la gorra. Fue este gesto, este gesto juvenil, poco formal y
sin ensayar, lo que hizo que Ariel saliera de detrás del barco.
—¿Eric?— ella llamó.
La reacción que se apoderó de él no fue la que ella esperaba: su rostro
mostró una mueca de impaciencia, cansancio y disgusto. —Vanessa, cuántas
veces te he dicho que necesito estos paseos…— Pero cuando se volvió y la
vio, realmente la vio, se quedó en silencio.
Ariel sonrió. Luego se quitó con cuidado el pañuelo para que él pudiera ver
mejor su cabello.
—Tú ... eres tú ...— susurró.
— Soy yo
Empezó a abrir la boca, pero ella lo interrumpió.
—Antes de que digas nada más, esta es mi voz. Vanessa la robó. Lo que
deberías saber ... Escuché que escribiste una ópera al respecto ...—
Las manos de Eric cayeron a sus costados, inútiles. Sus dedos revoloteaban
como si hubiera algo que quisiera hacer con ellos, alguna señal, algún gesto,
pero no podía pensar en qué.
Eso es extrañamente familiar, pensó Ariel.
—Todo es verdad ... la ópera ...— Él no parpadeó mientras la miraba. Casi
podía sentir su mirada en su cabello, las trenzas, sus ojos, su vestido, sus pies,
sus brazos.
Corrió hacia adelante y luego se detuvo. Sus ojos eran tan claros y azules
como el cálido cielo de verano. Su piel no estaba tan mojada como cuando se
conocieron; estaba más tenso. También estaba más seco, pero no menos
atractivo. Sólo diferente. Ella levantó un dedo, abrumada por la necesidad de
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sentirlo.
Eric tomó su mano en la suya antes de que pudiera percibir el movimiento,
y también tomó su otra mano.
—¿Eres una ... sirena? ¿Y puedes hablar ahora?
—Sí.
—¿Y volviste por mí?
Sus ojos brillaron con abierta emoción: esperanza y asombro después de un
largo período de oscuridad, la hermosa mirada de un niño que, habiendo
atravesado las tinieblas de la pubertad, de repente se le muestra que los
unicornios y las hadas son reales después de todo.
Ariel se sorprendió. No esperaba esto, no exactamente. Esperaba su
alegría, esperaba su confusión. Pero esto era demasiado. Quería
decepcionarlo tanto como quería clavarse un pincho en su propio corazón.
—Volví por mi padre— se obligó a decir. La Reina del Mar tuvo pocas
dificultades para decir la verdad en voz alta; una Ariel más joven habría
tartamudeado. —Recibí la noticia de que aún podría estar vivo, como
prisionero de Úrsula
—Oh— Eric parpadeó. —Tu padre. Por supuesto.
—Esa es la razón principal por la que he regresado. Habíamos pensado que
estaba muerto todos estos años. Estoy aquí para rescatarlo.
—Solo pensé ... quiero decir ... tenía la esperanza ... que regresaras para
alejarme de todo esto. Para ir a vivir felices para siempre en algún lugar. Bajo
el mar, tal vez
—Te ahogarías bajo el mar.
—Me estoy ahogando aquí. Me he estado ahogando. Durante años. Se sentía
como si estuviera bajo el agua. Ahora siento que me estoy despertando, por
supuesto que tiene sentido que vengas. Y … lo terminarás.
Ariel tuvo un breve destello de hacia dónde se dirigían algunos de sus
pensamientos: a las sirenas que cantaban a sus amantes hasta la muerte, los
hombres y mujeres humanos aún extasiados incluso cuando sus pulmones se
llenaban de agua salada.
—Ah, no— dijo. —Eso es un poco ... morboso. No soy ... no es así. Ambos
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guardaron silencio por un momento.
De repente, Eric volvía a tocarse la nuca por incomodidad y
vergüenza. Pero ahora había una ligereza en sus movimientos, una energía que
parecía nueva. Una juventud.
—Lo siento, sí, era el príncipe loco Eric quien hablaba— dijo riendo. —El
Príncipe de la Melancolía. Es un pequeño papel, me temo. Para mantenerme
tan cuerdo como estoy. Todo esto es muy extraño. No puedo creer que sea real.
Que mi ópera era real ... pero yo sabía que era real, de alguna manera. Pero ...
¿Era exactamente como lo recordaba? ¿Realmente todo ... sucedió
exactamente de esa manera?
—En realidad, no vi la actuación yo misma. Lo escuché de segunda mano,
de una gaviota que lo vio.
—¿Una gaviota?— Eric preguntó, sorprendido. —Como una gaviota.
¿Como uno de esos pájaros volando sobre nosotros ahora mismo? Uno de esos
... muchos ... pájaros ...— Frunció el ceño.
Había al menos media docena de ellos dando vueltas en silencio
directamente sobre sus cabezas inquietantemente.
—Me están vigilando— explicó Ariel. —Asegurándose de que estoy bien.
—Por supuesto que lo están— dijo Eric, asintiendo distraídamente. —
Gaviotas protectoras. ¿Por qué no? Entonces, espera.— Se volvió hacia
ella. —¿Es esta la historia? Porque así es como va en mi ópera: Realmente
eres una sirena. Realmente cambiaste tu voz para venir a la tierra. Y fue porque
te habías ... ¿Te habías enamorado de mí ? —
Dijo las palabras con cuidado, tratando de sonar como un adulto mientras
sonaba más como un niño aterrorizado de ser desaprobado.
Ariel cerró los ojos. Dicho de esa manera, sonaba realmente épico, el
material de las leyendas, o dolorosamente estúpido. No solo la locura de la
juventud.
—Yo ... siempre quise ir a la tierra, para ver cómo era ser
humano— Extendió la mano y tocó las tablas del del barco hundido del
Mundo Seco, los rastros susurrantes que dejaron las manos humanas en su
forma, los clavos hechos de hierro forjado en fuegos que brillaban sin la ayuda
de la lava submarina. —Recogí cosas que encontré, que habían caído al fondo
177
del mar de los barcos. Realmente ... realmente tenía una gran colección. Estaba
fascinada con todas estas cosas, algunas de las cuales todavía no tengo
nombre, las cosas que hace la gente. Y luego, un día, te encontré. Hubo una
tormenta y un barco. Creo que la mayoría de la tripulación murió. Pero me las
arreglé para salvarte y llevarte a la orilla. Eras tan ... guapo y extraño.
—¿Extraño?— preguntó sorprendido.
Ella rió suavemente.
—Tenías dos piernas, tonto. Y sin aletas. Extraño
—Por supuesto. Extraño desde la perspectiva de una sirena — dijo
rápidamente.
—Desde la perspectiva de una sirena ... Sí. De todos modos, me saltaré las
partes más complicadas, sobre mi padre, y otras cosas que sucedieron. Basta
decir que hice un trato con Úrsula, la bruja del mar, que si no podía hacer que
te enamores de mí en tres días, ella mantendría mi voz para siempre, y a mí ,
como su prisionera.
—¿Tres días? Eso parece bastante corto. Para hacer que alguien se enamore
de ti, quiero decir.
—Soy una sirena— le recordó Ariel. —Durante miles de años ustedes se
han enamorado de nosotras a primera vista, inmediatamente y para siempre al
escuchar nuestras canciones. No pensé que sería un problema
—Pero no eras una sirena. Eras un humano.
—Sí, y no tenía voz, lo que hizo las cosas aún más difíciles de lo que
imaginaba— dijo con amargura. —Pero, supongo, tan duro como esperaba
Úrsula. También sospecho que tuvo su mano en pequeños incidentes que
salieron mal en el camino
—Así que estaba buscando a la hermosa sirena que me cantó despierto—
reflexionó Eric, recordando el tiempo. —Y todo el tiempo ella estuvo allí antes
que yo.
—SÍ
Ariel lo dijo un poco más alto, un poco más ferozmente de lo que había
querido decir. Sus ojos ardieron. Eric la miró sorprendido. —Tenías
piernas— señaló.

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—Tenía la misma cara y cabello, Eric— dijo, usando su nombre por primera
vez.
—Pero no podías cantar. Ni siquiera podías hablar. Lo recuerdo mejor que
el cómo te veías. Eso se quedó en mi mente. Estaba saliendo de la
inconsciencia, Ariel. Por favor, ten un poco de lástima. Había tragado copiosas
cantidades de agua de mar: estuve tosiendo durante el resto del día y me quedé
en la cama con fiebre durante tres noches. Evité por poco la neumonía y todavía
me duelen los pulmones algunos días si toso con demasiada fuerza.
—Oh— dijo Ariel, desconcertada. Ella no había pensado que fuera así en
absoluto. Desde su perspectiva, ella lo había salvado, peleado con su padre y
regresado triunfalmente como humana para cortejarlo. No había pensado ni
un momento en lo que le había sucedido mientras tanto.
La misma Ariel de siempre, pensó con un suspiro mental. Impulsiva y un
poco desconsiderada.
—¿Te habrías quedado? ¿Como un humano?— preguntó con curiosidad. —
¿Si me hubiera enamorado de ti y tú hubieras recuperado tu voz y pudieras
quedarte en tierra?
—¿Supongo que sí...?
Era una pregunta en la que había pensado muchas veces durante los últimos
años. La respuesta había cambiado con el tiempo. En ese entonces, ella se
habría quedado y vivido feliz para siempre como una humana casada con su
verdadero amor en el Mundo Seco.
Pero ahora ... como alguien que había sido Reina del Mar ... y, tal vez, tenía
más tiempo para pensar ... ¿Quién iba a saber? Había tantos detalles en el
mundo que ella no había entendido en ese entonces, cuando su visión estaba
coloreada en brillantes tonos primarios y los límites entre la verdad y la ficción
se definían con líneas negras audaces. ¿Habría envejecido y muerto como
humana? ¿Habría valido la pena? ¿Extrañaría a sus amigos, a su
familia? ¿Podría despertar, levantarse cada mañana y no ahogarse con el aire
seco?
—... por otro lado, también es posible que mi padre, el Rey del Mar, hubiera
asaltado tu castillo, ahogado a todos los habitantes, arrastrándome de regreso
a casa. Él es un poco controlador de esa manera.

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—¿Ahogados? ¿Todos?
—Me refiero a irrumpir literalmente— dijo Ariel con una sonrisa tensa. Era
un poder que ahora controlaba, por medio del tridente disfrazado de un peine
de pelo hermoso y aparentemente inofensivo.
Eric se tomó un momento para digerir esto.
—Supongo que enamorarse de las sirenas es bastante peligroso— dijo
finalmente.
—¿Lo hiciste?— Ariel preguntó con una vocecita. —¿Te enamoraste de
mí? ¿En verdad?
Eric le dirigió una mirada mesurada, tratando la pregunta con seriedad como
ella lo había hecho.
—Me enamoré de ti, pero no de la manera que esperaba que sucediera. Y tal
vez no de la manera que esperabas. No fue inmediato. Cuando te conocí, me
di cuenta de que eras la más. Enérgica, divertida y entusiasta ... chica viva que
había conocido
Él sonrió ante la memoria y Ariel sintió que se quedaba sin aliento. —Sabes,
para un chico que trata de navegar y correr con su perro y explorar, eras una
compañía tan perfecta como podría desear. Y hermosa y valiente, para
empezar. Habría tenido mucha suerte — Dijo esto con nostalgia.
Ariel no estaba segura de cuándo iba a empezar a respirar de nuevo. ¿Y si,
y si ...?
—... Así que sí. Creo que sí— dijo, tomando sus manos y apretandolas —
No, sé que lo hice. Eras uno en un millón. Incluso un idiota como yo lo vio.
Pero luego ... Vanessa apareció ...— Parecía confundido.
—Ella tenía mi voz— agregó Ariel. —Y recordaste la canción.
—¡Sí! Pero ... fue más que eso. En algún lugar entre ¡Espera, esa es la chica
que me salvó! Y al momento siguiente, todo se volvió ... confuso.
—Ah. Bueno. Ella te lanzó un hechizo. En todos ustedes, creo, de alguna
manera. Pero principalmente en ti— dijo Ariel con tristeza. —Creo que sabía
que su apariencia y voz robadas no serían suficientes cuando se combinarán
con su, um, personalidad tan original. Así que ella ...
—¿Apariencia robada?
180
—Así no es como luce. En absoluto. Incluso como cecaelia. Es mucho
mayor. Y tiene una forma diferente. Sus brazos son más cortos. —¿Ella es ...
medio ... pulpo?
—No, ella es mitad dios— dijo Ariel con impaciencia. —¿Y qué pasa con
los pulpos? No pareces molesto con las chicas que son 'mitad pez', como dices.
¿Cuál es la diferencia?
—Hay una diferencia— dijo Eric, luciendo un poco enfermo. —Puede que
no sea lógico, en absoluto, pero por alguna razón, hay una diferencia.
—Bueno, estás casado con una persona que tiene la edad suficiente para ser
tu abuela, al menos— dijo Ariel con una sonrisa. —Con o sin tentáculos.
Parecía más enfermo.
—Además —dijo Ariel—. Los pulpos son algunas de las criaturas más
inteligentes del mar, sólo los delfines, las ballenas y las focas los superan. Y
los delfines tienen períodos de atención terriblemente cortos. Los pulpos son
criaturas de gran sabiduría y secretos ancestrales.
—Está bien, está bien. Los pulpos son geniales. Soy un fanático con
problemas de tentáculos— Se apoyó en el barco para apoyarse y apoyó la
cabeza en el brazo. —Sabía que mi matrimonio era una farsa, pero esto ...
supera todas mis pesadillas. Supongo que en mis momentos más claros pensé
que era una hechicera bonita y algo viciosa.
—Ella es una bruja. Es increíblemente viciosa. No puedo hablar sobre su
apariencia objetivamente ...— respondió Ariel secamente.
—Oh, eres mucho más hermosa que Vanessa.
Eric probablemente lo decía en serio. Pero todavía respiraba raro y sus ojos
estaban vueltos hacia adentro. Contemplando el matrimonio y los tentáculos,
sin duda. Se pasó una mano por el pelo y por un momento pareció una criatura
salvaje, atrapada y lista para salir corriendo para enloquecer y morir
tranquilamente en el desierto.
Ariel sintió una oleada de simpatía por el hombre angustiado. Si su vida
había sido un infierno, al menos había sido consciente de lo que estaba
pasando. Ahora estaba lidiando con verdades que eran incluso más feas de lo
que esperaba, y esa había sido su vida durante los últimos años.
Ella le puso una mano en el hombro. Inmediatamente la tomó, como una
181
vida. Sin embargo, todavía no la miró, todavía miraba al vacío.
—Octópodos— dijo finalmente.
—¿Perdón?
—Oc-to-po-dos— Eric respiró hondo y finalmente miró hacia arriba. —El
plural real de pulpo. Porque es la tercera declinación del latín, no la segunda.
Pus, podis, podos.
—Está bien— dijo Ariel con incertidumbre.
—Hubo una cosa el año pasado. Todo el mundo estaba, bueno, todos mis
viejos compañeros de la universidad estaban hablando de ello. Difícil de
explicar. Chistes latinos. Volo, vis, vulture, etc.
—Romanorum linguam scio¹— dijo Ariel suavemente. La expresión del
rostro de Eric fue muy, muy satisfactoria. —Los conocíamos, al menos en los
primeros días, antes de la República.
—Por supuesto que sí— dijo Eric, frotándose la frente con las palmas. —
¿Sabes qué? Esto sería una ópera realmente asombrosa por sí sola. Este
matrimonio mío. Una ópera de terror. Un nuevo género. Un hombre se
despierta un día y descubre que ha estado pasando toda su vida felizmente
casado con una malvada bruja pulpo
—¿Estuviste felizmente casado?— preguntó, curiosa a pesar de sus otras
preocupaciones.
Sueno como Jona.
—Madre de Dios, no— maldijo Eric. —En realidad, es como muchos
matrimonios estatales, supongo. Podría haber sido peor. Nos presentamos
juntos a funciones formales, posamos para retratos y pasamos la mayor parte
de nuestros días y ... tiempo privado ... separados. Ya sabes ... ella dirige el
reino y planea nuestra próxima aventura militar, y yo escribo óperas que a
todos les encantan— finalizó con disgusto.
Metió la mano en el bolsillo profundo de su chaqueta, sacó su ocarina y
miró el instrumento como si hubiera sido la única causa de todos sus
problemas.
—Te encanta la música— dijo Ariel. —Es lo que nos unió. Casi.
—Ariel, soy un príncipe. Debería gobernar. Es mi responsabilidad. Si
182
hubiera estado más ... despierto en los últimos años, o menos idiota, podría
haber evitado el lío en el que estamos ahora. . No lo entenderías — suspiró. —
Tengo responsabilidades
Ariel lo miró con férrea diversión.
—Príncipe Eric, como mi padre desapareció y fue dado por muerto, he
tomado su lugar como alto gobernante de Atlántica. Soy su reina. Conocida
informalmente como Reina del Mar. Todo el mar. Está, bajo el mandato de
esta Reina.
Eric parecía, comprensiblemente, estupefacto. Sintió que su mirada
cambiaba, lo sintió buscando, y encontrando, signos de una reina donde había
estado su juguetona niñita pelirroja.
Se enderezó y señaló con la barbilla, no del todo inconscientemente.
—Oh— dijo Eric. —Oh. Cierto. Oh. Debería estar… debería arrodillarme
ante ti entonces, ¿no? ¿La realeza extranjera de un puesto superior?
Ariel rió.
La segunda risa real al haber recuperado su voz, y esta era mucho más
ruidosa y no quebradiza en absoluto.
—Oh, Eric, es un poco tarde para eso—suspiró. —Pero. Amas la música. De
todas las cosas que deberían molestarte en esta situación, hacer lo que amas no
debería ser una de ellas. Me encanta la música también. Me encanta cantar,
quitarme eso fue la forma más cruel de tortura que Ursula pudo haber ideado,
bueno, además de hacerme pensar que yo era responsable de la muerte de mi
padre.
Eric sonrió amargamente.
—Ella debería haberme quitado esto, entonces— dijo, sacudiendo la ocarina.
—Eso me lo habría demostrado. Ella debería haberme impedido componer e
interpretar y pasar todo mi tiempo con músicos reales, y hacerme gobernar.
Eso realmente habría sido una tortura.
—No creo que ella buscara castigar o torturarte específicamente a ti —dijo
Ariel con delicadeza. —Creo que solo eras un peón en sus planes.
—Genial. Ni siquiera una amenaza. Ese soy yo— dijo Eric con un suspiro.
—Ya sabes, hablando de nuestro amor en común por la música, ¿recuerdas esa

183
canción que cantaste? ¿Cuándo me rescataste? Nunca lo puse en la ópera.
Nunca pude conseguir el final correcto. Creo que debí haber perdido el
conocimiento antes de escucharte terminarla.
Eric movió la ocarina lentamente a sus labios, mirándola pidiendo
permiso.
Ella asintió y él tocó.
Era como cuando él la había tocado en el barco, cuando ella lo había
observado sin ser observada. Y al igual que entonces, la melodía se desvanecía
en el silencio.
Pero esta vez pudo terminarla.
Incluso si no fuera Eric, incluso si fuera la propia Ursula interpretando la
pieza, Ariel habría continuado la melodía. La última nota había colgado allí
de manera tan atractiva, tan inacabada, que dejarla caer era una blasfemia
contra la naturaleza.
Ariel no cantó, fue más como dejar que la canción saliera de su pecho, de
su corazón, de su alma, y simplemente la dejó pasar por sus labios.
Eric sonrió de pura alegría.
Cuando llegó al final del estribillo, respiró de nuevo una bocanada del
Mundo Seco, para cantarlo correctamente desde el principio. Eric se apresuró
a volver a poner la ocarina en la boca y siguió tocando. Esta vez no tocó la
melodía, por respeto a la artista original, la dejó tocar eso sola. En cambio,
improvisó una armonía que era solo un toque menor. La melodía todavía
sonaba audaz y alegre, describiendo con entusiasmo el mundo tal como lo
había visto la joven Ariel.
Pero la parte de Eric agregó un elemento de complejidad: las cosas no eran
tan simples como parecían; detalles y matices enrevesaban una declaración
audaz. No era menos hermoso, de hecho, probablemente era más. Edad y
sabiduría, vida y mundo exterior, observaciones hasta ahora inéditas llegaron
casi juntas, Eric cortó su última nota antes de que ella terminara.
¿Un guiño a su mortalidad? Se preguntó Ariel.
—Eso fue hermoso— respiró en voz alta.
Por supuesto que había cantado a dúo con los mejores cantantes, hombres y

184
mujeres, que eran cientos de años mayores que ella con voces entrenadas
durante tanto tiempo. Pero de alguna manera, lo que acababa de hacer con
Eric era mucho más poderoso y hermoso, todo sin público excepto por la
hierba marina, el agua y las dunas.
Y la única gaviota que aterrizó con tanta delicadeza en el barco detrás de
ellos.
—Lamento interrumpir— dijo Jona. —El anciano flaco y gruñón en el
castillo está actuando inquieto y asustado, pienso en la ausencia de Eric.
—Gracias, Jona— dijo Ariel con una sonrisa triste. —Eric, ella dice que
Grimsby se está poniendo nervioso de que sigas aquí.
—¿Puedes hablar con las gaviotas?— Eric preguntó, abriendo los
ojos. Miró a Jona por encima del hombro. —¿Las gaviotas pueden hablar?
—La vida fuera del entendimiento humano es complicada— dijo la reina
Ariel con suavidad. —Para ti, las gaviotas nunca hablarán.
—No estoy de acuerdo— dijo Jona, un poco mordaz. —HEY,
ALIMENTAME CON UN POCO DE ESE PAN—
Eric saltó ante el graznido exigente.
—¿Ves?— preguntó triunfalmente la gaviota.
Ariel rió.
—Excelente punto, Jona. Sin embargo, tiene razón. Tengo que irme.
Mantener esta forma está empezando a ser un poco complicado, tengo que
volver al mar.
—Oh, puedes hacer eso. Dar vueltas de un lado a otro— dijo Eric
rápidamente. —Pero antes no podías. Pero puedes hacerlo ahora. ¿Por qué
eres reina?
—Algo así— dijo, tímidamente empujando un mechón de cabello detrás del
peine que era el disfraz de tridente.
—Bien— dijo Eric, mirándola a los ojos como si la estuviera memorizando,
como si pudiera hacer que se quedara.
—Tengo que recuperar a mi padre— susurró rápidamente antes de que
pudiera decir algo más. —Y luego podemos trabajar ... acerca de lo tuyo y lo
de Úrsula.
185
—Por supuesto, claro— dijo Eric, asintiendo, mirando hacia el castillo. —
Por supuesto. Por favor, déjame ayudarte. Lo encontraré por ti. Es lo menos
que puedo hacer.
—El deberia estar en una jarra— dijo, haciendo una mueca de dolor ante las
palabras mientras las decía. Sonaban ridículas. —O un tanque. Y se vería
como un extraño y viscoso trozo de alga o un gusano tubular
—Al igual que en mi ópera— dijo Eric, asintiendo con la cabeza, pero se
veía un poco mareado de nuevo.
Hubo un momento de silencio entre ellos, cada uno buscando algo que decir,
para que el momento perdurara.
—¡Por supuesto! Está bien, bueno, hagamos un plan para encontrarnos de
nuevo. Ojalá así pueda traerte a tu padre, y si no, al menos para poder
actualizarte sobre mi progreso.
Eric lo dijo alegre y seriamente, como si fuera una reunión entre él y un
constructor de barcos, o entre ella y el pez fiscal.
—Cuando la marea vuelva a cambiar y la luna esté llena— sugirió Ariel. —
Justo aquí atrás, en este barco.
—¡Es un trato!
Eric comenzó a extender su mano para agarrar la de ella, luego comenzó a
apartarla, luego se encogió de hombros y luego la puso de nuevo a su
lado. ¿Quería besarla en su lugar?
Ariel quería besarlo.
Pero el estado de ánimo estaba mal, extraño. Era optimista y positivo: tenía
una dirección y un aliado. Tenía una misión. Dos miembros de la realeza
habían acordado corregir errores pasados. Nada de esto era romántico.
Nada de esto concordaba con el olor a sal del viento, o el tumulto de las
nubes, o el sonido eterno y entrecortado de las olas que chocaban contra el
suelo sólido. Ella tomó su mano entre las suyas y la apretó. —De acuerdo—
dijo con suavidad.
Con suerte, habría tiempo para otras cosas más tarde.

186
Capítulo 27: Eric
¡Qué épico! ¡Iba a ayudar a rescatar al Rey del Mar!
Su corazón explotaba un poco cada vez que sus pensamientos se acercaban a
la idea. Toda su vida quiso zarpar hacia la aventura: y aquí estaba, justo aquí.
Y era más grande que cualquier cosa con la que pudiera soñar: más grande
que descubrir una ciudad dorada en las junglas más profundas de las tierras
del oeste.
El Rey Tritón, primo de los dioses, en el castillo de Eric, escondido como un
pólipo en una jarra.
De acuerdo, esa parte era un poco extraña. ¡Pero misteriosa!
Y luego, por supuesto, estaba la hija del Rey , Ariel.
Quien, ahora que podía hablar, dijo cosas que Eric no podría haber
imaginado que la vieja Ariel diría. Sin embargo, al mismo tiempo, ahora era
mucho más reservada de lo que había sido en esos días felices hace mucho
tiempo.
Ella se mantenía: orgullosa, estoica, quieta.
Había algo maravilloso y triste en eso, no muy diferente al estado reducido
del rey del mar. Y...
Ella era hermosa.
Antes, había sido bonita y hermosa, vivaz y sonriente, toda pelo rojo y piel
perfecta y movimientos rápidos. Ahora sus ojos eran más profundos. Él
podría caer sobre su rostro para siempre y ahogarse felizmente allí, atraído
hacia sus profundidades. Había mundos en su mente que antes apenas se
estaban formando.
—Qué tonto fui— murmuró, entrando en el castillo.
Todo esto ...Podría haberse evitado si hubiera hecho caso al corazón en lugar
de ... ¿qué? ¿Sus orejas? Irónico, de verdad, cuando lo piensas. Un buen

187
compositor podría convocar emociones humanas y transformarlas en
música. Un amor verdadero habría podido resistir el hechizo de la bruja de
alguna manera. No había escuchado, a su corazón, en absoluto.
—Buenas noches. Mi Señor. Un paseo perfecto. Uno no podría pedir nada
mejor. ¿Puedo ...— Un lacayo se le acercó, extendiendo las manos para
tomar la chaqueta del príncipe.
Eric lo empujó a su lado.
El joven zalamero no era uno de los dos sirvientes despreciables de Vanessa,
pero tampoco formaba parte del personal original. El príncipe no tenía idea
de cuándo había aparecido.
Deprimente, ya que solía enorgullecerse de conocer personalmente a todas
las personas que trabajaban para él: cómo estaban sus padres, cuántos hijos
tenían ... Incluso si no sabía sus nombres, se aseguraba de que alguien lo
supiera y repartieran un poco de plata extra en su salario.
Grimsby apareció como una sombra a su lado.
—Sí, nos vimos, hablaremos más tarde— comenzó Eric.
—No es eso— dijo Grimsby, manteniendo el ritmo y sin mirar al príncipe,
como si los dos estuvieran hablando de manera informal. —El emisario de
Ibria fue encontrado mientras estaba fuera ... muerto. En el balcón no
utilizado en el tercer piso. Causas poco claras.
Eric maldijo en voz baja.
—Pobre tipo. No era tan mal tipo, a pesar de ser un espía conocido.
—Absolutamente lamentable. Pero es una ocupación peligrosa, señor.
Luego, el príncipe consideró la situación más profundamente y las
posibilidades que le presentaba.
—Es de muy mal gusto, lo sé, pero podría usar la distracción ahora mismo
para hacer un seguimiento de algo ... en privado. Si te aseguras de que la
princesa Vanessa dirija la investigación hasta que yo participe oficialmente,
eso sería extremadamente servicial.
188
—¿La Princesa Vanessa directamente ...? — Grimsby dijo, con los ojos muy
abiertos.
—Necesito su atención en otra parte— dijo Eric, mirándolo.
—Ah. Muy bien, señor. De inmediato.
Como un caballo militar bien entrenado, Grimsby se alejó, concentrado en su
misión.
Eric sintió que sus hombros se relajaban. Podía depender del mayordomo
con su vida. Y ahora podía dedicarse a su propia tarea sin
preocupaciones. Por esta noche, al menos.
Ahora, ¿dónde escondería Vanessa al Rey del Mar?
Eric se preguntó por un loco momento si de alguna manera podría conseguir
que Max lo ayudará, para olfatear al rey. O si podía convencer a uno de los
amigos gaviotas de Ariel para que lo ayudara. Miró por una ventana, pero
había muchos menos pájaros en el cielo ahora que estaba oscuro, y los que se
deslizaban no estaban interesados en el castillo y sus habitantes.
Redobló sus pasos hacia la habitación de Vanessa, urgido a acelerar al final
del día.
Se detuvo un momento en su puerta, preparándose como para zambullirse en
agua fría.
Dios mío, qué desastre.
Primero fue a su estante de baratijas, recogiendo copas y estatuas y lo que se
parecía mucho a relicarios pero realmente no podían serlo, porque eso sería
demasiado, incluso para ella, ¿verdad? En su entusiasmo se olvidó de tener
cuidado; de repente, presa del pánico, se dio cuenta de que no había
recordado exactamente dónde estaba cada cosa o cómo giraba. Se estaba
comportando como un idiota imprudente.
Se obligó a detenerse, respiró hondo y empezó de nuevo. Si llegaba a lo
peor, podría afirmar que perdió una medalla o reconoció uno de sus tesoros
de un libro y quería verlo de cerca. Ni siquiera se le ocurrió culpar a una

189
doncella de su desastre.
Pero no encontró nada.
—Baratijas y trucos en abundancia— se molestó. —Dispositivos y adornos
en abundancia, ¿qué diablos está haciendo con todo esto?

El estante de instrumentos negros aterradores e incognoscibles y cosas de


aspecto peligroso tenía algún tipo de sentido, al menos. Ella era una
hechicera. O bruja. O algo. El resto de su colección sólo podía explicarse
por una necesidad infantil e interminable de encontrar, conservar y almacenar
cualquier cosa brillante u horrible que viera.
Dejó a un lado los libros, hurgó en los cofres, incluso miró debajo de la cama
y las almohadas. Revisó el vestidor que conducía a los baños, sacudiendo
cada vestido y agachándose en el suelo para mirar las esquinas traseras,
debajo de las enaguas. Trató de no pensar en los rumores que resultarían si lo
atrapaban haciendo eso.
El príncipe Eric está loco
Agotado, tal vez unos pocos minutos antes de que Vanessa volviera a
vestirse para la noche, se arrojó desconsolado en la silla puff frente a su
tocador. La parte superior del tocador estaba cubierta con extraños frascos,
jarras, vasijas y recipientes de todos los ungüentos conocidos por el
hombre. Otro síntoma ridículo de su interminable recolección de basura.
Se miró en el espejo.
Cuando se casaron por primera vez, y en realidad prestó algo de atención a su
hermosa y misteriosa esposa, el príncipe la veía aplicar todos estos aceites y
astringentes mientras hablaba consigo misma, posando, acicalándose y
haciendo gestos para su reflejo.
(A medida que pasó el tiempo con ella, optó por acostarse en su propia cama
en su propia habitación con la almohada sobre su cabeza, deseando que ella
se callara para que él pudiera dormir y escapar de su existencia de pesadilla
durante unas horas).
190
La forma en que se comportó sería patética, si no fuera realmente
malvada. Ella siempre necesitaba una audiencia. En público se rodeaba de
nobles y parásitos. En privado, era extremadamente raro que estuviera sin
sus dos sirvientes viscosos, o su pequeña doncella, Vareet.
Y cuando estaba completamente sola, su otro yo siempre estaba aquí,
escuchando sus alardes desde el otro lado del espejo.
Espera
Eric frunció el ceño.
¿Estaba hablando sola?
¿No sería un frasco etiquetado con otra cosa el lugar perfecto para esconder
un pólipo? Cogió uno y lo abrió.
Nada, solo un poco de polvo con aroma a rosas.
Cogió otro.
Aceite de vainilla
Cogió un tercero ... y no se sintió nada bien en sus manos.
Se derramó. A pesar de su etiqueta muy clara
(SALES BRETLANDIANAS CON OLOR A LAVANDA CULTIVADA EN
BRETLANDIA EB LOS CAMPOS DE BRETLANDIA HECHA A SOLICITUD
DE SU MAJESTAD REY DE BRETLAND, con una pequeña bandera de
Bretland), el contenido fluía de un lado a otro nauseabundamente como una
botella de azul marino medio llena. asqueroso.
El primer instinto de Eric fue sacudirlo, pero se contuvo justo a tiempo.
La lata tenía una tapa extraíble, pero cuando miró a su alrededor en busca de
algo con qué cortarla, un cuchillo o una pala de maquillaje, de repente
cambió.
Cuando trató de concentrarse en la caja, sin embargo, volvió a ser ella misma,
rojo plateado con blanco.
Fingió darse la vuelta lentamente, pero mantuvo los ojos fijos en la
191
etiqueta. El contorno se volvió borroso, como si supiera que ya no era
necesario.
—¡AHA!
El príncipe no pudo evitar gritar triunfalmente cuando echó la cabeza hacia
atrás, "atrapándola".
Lo que una vez fue una tonelada de estúpidos cosméticos bretlandianos
ahora era una botella de vidrio con un corcho pegado en la parte
superior. Había un poco de grava en el fondo y el resto lleno con agua de
mar turbia. Pegado a los lados había una cosa horrible: supurante y pulposo,
con lo que parecían garras suaves y globos oculares humanos. Amarillos,
pero apenas sensitivos.
Parpadeó con tristeza.
Eric resistió el impulso de tirar la cosa lejos de él.
Miró más allá, de nuevo al tocador. Como si el hechizo se hubiera rendido
por completo, al menos la mitad de los frascos de cosméticos ahora eran
botellas similares llenas de cosas viscosas similares. Vaciado de cerveza o
ron o vino, lleno de agua de mar y tristeza.
No había dos iguales: todos eran tonos de negro y verde con cuatro, tres o
ningún apéndice. Algunos tenían ventosas; algunos tenían horribles zarcillos
que parecían no poder controlar. Todos tenían ojos. Algunos tenían la
cabeza tan pesada que incluso la flotabilidad del agua salada en la que se
encontraban no era suficiente para sostenerse, y sus rostros miraban con
torpeza al príncipe desde sus posiciones boca abajo.
Eric tragó la bilis que le subía al estómago.
Había al menos una docena ... ¿todos prisioneros? ¿Estaría ahí el rey Tritón
transformado?
Era como su propia prisión personal. O una cámara de tortura medieval.
El príncipe se agachó para ver mejor a las débiles criaturas. Se volvieron
para seguirlo con la mirada.

192
—Está bien— dijo, aclarándose la garganta.
Independientemente de lo que pareciera, fueran lo que fueran, ahora o antes,
eran prisioneros de una malvada bruja y él era un buen príncipe. Había
protocolo. —Les prometo, a todos y cada uno de ustedes, que los ayudaré a
liberarse. No estoy seguro de cómo hacer eso en este momento, lo admito. No
creo que pueda devolverlos a todos ... ¿al océano?
Hubo una ráfaga de movimientos de cabeza lentos pero desesperados que fue
repugnante de ver. Algunos soltaron pequeñas nubes de lo que él esperaba
que fueran como tinta de calamar, oscureciendo el agua a su alrededor.
—Está bien, está bien. Encontrar al rey, dejarlo en libertad, derrotar a la bruja
del mar, luego hacer que regresen. Sin presiones— dijo Eric con un suspiro.
—Entonces, ¿cuál de ustedes es el Rey Tritón?
Los grandes ojos lo miraron sin pestañear.
—¿Alguno de ustedes? ¿Levante una ... cola? ¿Una aleta?
¿Alguien?— preguntó Eric.
El primero que había recogido sacudió la cabeza con tristeza e hizo lo que
parecía un movimiento de encogimiento de hombros con sus
apéndices. Lentamente el resto lo copió, encogiéndose de hombros y
temblando.
—Oh, chico— dijo Eric con una mueca. —Esto va a ser más difícil de lo que
pensaba.

193
Capítulo 28: Ariel
Si una persona hubiera estado mirando, no habría visto la obvia
transformación de un humano en una sirena. No habría podido creer lo que
veía ni explicar lo que había sucedido tan rápidamente en la penumbra del
atardecer. Podría haber sido un truco de la luz, una foca curiosa, un trozo de
madera flotante de forma extraña; cualquier cosa menos lo que realmente
era.
Ariel hizo un par de vueltas y luego flotó sobre su espalda, mirando hacia el
cielo mezclado de nubes y estrellas. Todo estaba en silencio. Sintió que su
cabello se soltaba de sus trenzas, anhelando flotar libremente en el agua
como lo hacía una vez. Sacó el peine y volvió a tener un tridente en la mano,
pero las trenzas permanecieron firmemente enrolladas.
Mitad adentro y mitad afuera, pensó, luego rodó y se sumergió en las
profundidades. Esta vez fue un poco más lento, con el saco arpillero de
manzanas que arrastraba.
Flounder apareció sorprendentemente rápido; debe haber tenido todos los
ojos submarinos y electrorreceptores vigilándola.
—¡Ariel! ¡Has vuelto! ¿Lo tienes? ¿Está él ... eh, en el saco?
—No, fallé. Esas son manzanas. Pero estoy de vuelta, por un tiempo.
Flounder se golpeó la cabeza contra la mano de Ariel, un gesto seguro porque
no había nadie alrededor. No necesitaba que el mundo viera que todavía
disfrutaba de que lo acariciaran. Pero ya no era joven y no se perdía el
significado debajo de sus palabras.
—Volverás con la luna llena, ¿no? ¿Cuando el tridente vuelva a su máxima
potencia?— preguntó, lleno de desagrado.
—Flounder, no lo encontré. Necesito regresar— dijo con suavidad. —Pero
ahora tengo un camino despejado.

194
—¿Camino despejado?", Dijo con un bufido. —No puedo esperar a
escucharte decirle eso a Sebastian.
Ariel sonrió. Flounder era una de las pocas personas que podía usar ese tono
con ella. Tenía toda la razón. Ahora que podía hablar de nuevo, ya estaba
usando palabras como una embaucadora. camino despejado. ¿Qué
significaba eso? Tenía aliados, tenía una meta. Eso era todo. No era como
si un pez loro hubiera mordido a través de un montón de coral muerto,
revelando una hermosa cueva de tesoros más allá.
Necesitaba un plan, una dirección, en caso de que Eric fallara.
Pasó una mano por la base de la aleta dorsal de Flounder.
—Nada es fácil. Absolutamente no puedo volver al castillo ahora, aunque
Eric está buscando por mí. Y supongo que Úrsula sabe que estoy de regreso,
y ha escondido a mi padre en algún lugar
—Todas esas cosas suenan exactamente como lo contrario de fácil.
—Lo sé. Además, ¿por qué tiene a mi padre cerca? Pensarías que al menos
querría usarlo como un rehén para negociar ... Podria darmelo a cambio de
que ya no la molestemos a ella y a Tirulia de nuevo. —¿Aceptarías ese
intercambio?— Flounder preguntó con curiosidad. —¿Y abandonarías a
Eric?
—Bueno ... creo que he aprendido de la manera más difícil que no hay un
trato justo con una bruja del mar. Además, no estaría simplemente
abandonando a Eric. También estaría dejando su reino a un destino
terrible. Nuestros mundos nunca deberían haber chocado, y la gente de
Tirulia está lidiando con los resultados de ...— " una decisión precipitada de
una sirena enamorada " — decisiones que tomé yo misma hace años.
—Bien, pero— dijo su amiga con una sonrisa irónica,—Todavía tienes que
bajar y hablar con Su Crustáceo. Y explicarle todo esto también.
—Bien. ¿Una carrera?— preguntó, lanzándose hacia adelante.
—¡Oye, espera, no es justo!— Flounder chilló, sacudiendo su cola tan rápido
como pudo.
195
—OH, ARIEL, GRACIAS A LOS MIL MARES DEL MUNDO ESTÁS DE
REGRESO. ¡HA SIDO UNA TERRIBLE Y PESADA BUROCRACIA
DESDE QUE TE FUISTE!
Ariel, Sebastian y Flounder estaban solos en el salón del trono desierto.
Ariel tenía su propia audiencia. Abrió la boca.
—NO TIENES IDEA DE LAS COSAS QUE HE TENIDO QUE
SOPORTAR— Sebastian golpeó una garra contra su caparazón
dramáticamente, alejándose de ella.
Sus dos pies para caminar hicieron clic tintineante en el apoyabrazos del
trono. Ariel respiró hondo y volvió a abrir la boca.
—La lucha constante—continuó Sebastián,—la interminable discusión de los
rituales. Los impuestos. Los estúpidos tiburones y sus estúpidos agarres
marinos. Distribuyendo partes para los Ritos Sevarenos. ¡Y nadie sabe
adónde fue el Cuerno de los Hiperbóreos!
El pequeño cangrejo colapsó en un montón, más como una muda que como
una criatura viva, enterrando sus ojos bajo sus garras.
Ariel y Flounder intercambiaron una mirada exasperada.
—No es un momento para mí. No es un momento para mi música . No es un
momento para componer o preparar un coro para los Ritos— continuó
Sebastian débilmente. Levantó los ojos lastimeramente a través de la grieta
de su garra. —¿Qué debe hacer un músico?
—Tal vez dejar de lloriquear y estar agradecido por la oportunidad de servir a
su reino— sugirió Ariel secamente.
Los ojos de Sebastian se movieron en una versión cangrejera de un
parpadeo.
—¡ARIEL! ¡Puedes HABLAR!

196
Con movimientos rápidos de deslizamiento, Sebastian nadó de lado para
plantarse en su pecho, presionando su rostro contra su piel. Un abrazo de
cangrejo.
—Oh, querida, querida niña. Estoy tan feliz por ti. ¡Quiero mudar! —Ugh.
Por favor, no lo hagas— dijo Flounder.
Ariel se quitó el cangrejo y lo sostuvo, ahuecado en sus manos, frente a su
cara.
—¿Pero, cómo ha ocurrido esto?— preguntó, mirando a su alrededor. —¿Y
dónde está tu padre?
—Es ... complicado— dijo Ariel.
—¡Ariel!
Attina se quedó paralizada por la sorpresa detrás de ellos, mirando a su
hermana. Luego, con un chasquido de su cola, estaba a su lado y alrededor
de ella, sujetándola por los hombros y mirándola por todos lados, como si
pudiera ver una razón física para su cambio.
—¡Ariel! ¡Estoy tan feliz por ti! ¿Cómo hiciste ...? ¿Dónde está papá? ¿Todo
ha vuelto a la normalidad ahora?
—No ... precisamente. — Ariel deseaba poder quedarse allí, disfrutando del
buen humor y la atención de su hermana mayor. Pero había verdades que
contar.
—Oh— dijo Attina, con su rostro decaído. —Entonces ... ¿Esto significa que
has vuelto para asumir tus responsabilidades de nuevo? ¿Para siempre esta
vez?
Ariel pensó en el significado de esas palabras: ``Para siempre .
—¿Por qué no escuchas?— sugirió ella, haciendo que su voz fuera
melodiosa, no del todo suplicante, pero el tipo de sonido de venganza que
usaría una hermana menor para engatusar a un hermano mayor. —Estaba a
punto de contar la historia.
—Soy toda oídos.— Attina se cruzó de brazos y se alejó de ella.
197
Ariel decidió ignorar el tono de su hermana y simplemente saltó al cuento,
comenzando con el furioso ataque de Jona y Scuttle a los guardias y
terminando con un recuento ligeramente censurado y muy abreviado de la
conversación que tuvo con Eric.
Era difícil contar esa parte. Sus labios se movian mientras relataba su
discusión oficial, pero su corazón se alejó de la conversación. Todavía podía
escuchar ecos de su dúo persistiendo en su voz. —Ayuda del príncipe
humano—dijo Attina arrastrando las palabras. —Estoy tan sorprendida.
—Está bien— dijo Ariel suavemente. —¿Tienes una mejor idea para
recuperar a nuestro padre? Porque si la tienes, soy toda oídos
—Hey, chicas— dijo Sebastian, levantando sus garras. —Es bueno que esté
registrando el castillo, pero ... Ariel ... él es la razón por la que perdiste la
cabeza para empezar.
—No voy a volver a perder la cabeza— dijo la reina con una mirada de
acero. No, de verdad. A pesar de los latidos que sentía en su corazón cuando
pensaba en él. —Soy mayor y más sabia, y tengo una misión. No voy a
distraerme de rescatar a mi padre por un niño humano. Ni siquiera por Eric.
— Ni siquiera por Eric. — dijo Attina con un suspiro, levantando las manos.
—Hay millones de 'muchachos humanos' allá arriba. Tú eres la Reina de los
tritones. ¿Nunca piensas en eso? ¿Alguno de ellos vale algo para ti?
Por un momento vertiginoso, Ariel vio las cosas desde la perspectiva de su
hermana y de su padre: innumerables humanos pululando por todas partes en
el Mundo Seco: sólo un pequeño reino de tritones en el Mundo
Submarino. Perder una hija por un humano no era solo trágico a nivel
personal; también significaba la pérdida de uno de los tritones restantes ante
la masa cada vez mayor de humanos.
Tritón ya había perdido una esposa con ellos, y Ariel, una madre.
—Solo ... olvídate de Eric por un momento— dijo finalmente. —Tendrás
que aceptar mi palabra de que mi padre y mi reino son lo primero. Eso es
todo lo que tengo para ofrecer.

198
—Supongo— dijo Attina incómoda. —Es extraño oírte hablar así, ahora que
puedes hablar. 'Toma mi palabra' y todo. Como una reina.
—Estaba hablando así antes de que pudiera hablar de nuevo—le recordó
Ariel bruscamente, formando las palabras mientras hablaba. —¿Estabas
escuchando?
—Oh, sí, por supuesto— dijo Attina, inquieta y reprendida. —Solo quise
decir, en general. La última vez que pudiste hablar, en voz alta, era todo ...
'¡Adivina lo que encontré, Attina!' Y 'Escucha esta canción, Attina' ... y todas
esas historias tontas sobre lo que viste o creíste ver.
—Y luego perdí a mi padre, y mi voz, y al chico que amaba, y luego me
hiciste reina. Supongo que eso cambia a una persona.
—Sí, creo que sí.
Las dos hermanas se miraron en silencio. Ariel no tenía idea de lo que
estaba pasando por la cabeza de Attina, y eso era extraño. Una parte secreta
de ella creía que eran celos, que Attina lamentaba su decisión de convertir a
su hermana menor en reina, que sentía que debería haber tomado la corona
ella misma. Los celos habrían sido simples, aunque tristes, y se habrían
manejado fácilmente.
No así está tranquila reevaluación, esta ponderación y evaluación de su
hermana mayor y más cercana.
Ariel agitó la cola.
Voy a descansar un poco y luego le daré una actualización al consejo antes
de tener que irme de nuevo. Sebastian, Flounder, espero que se unan a
mí. Sus manos querían decir estas cosas.
—Les traje estas manzanas— dijo en voz alta, extendiendo la bolsa. Los ojos
de Attina se agrandaron mientras miraba a mi lado. —¿Cuándo ... cómo ...?
La hija del rey agarró codiciosamente una con ambas manos, sosteniéndola
frente a su rostro como si temiera que desapareciera. —Hay suficiente para
todos ustedes para todos nosotros— corrigió Ariel rápidamente.

199
Attina le lanzó una mirada, pero se suavizó casi de inmediato. —
Gracias. Esto es ... gracias.
—Voy a descansar un poco y luego actualizaré al Consejo de la Reina sobre
lo que ha sucedido antes de tener que irme de nuevo. Además de la agenda
habitual, planeo abrir la discusión sobre posibles estrategias para rescatar a
nuestro padre, ya que actualmente estoy un poco perdida, tal vez cabezas
mayores y más sabias que la mía puedan pesar en algo. Sebastian, Flounder,
por favor trabajen con Klios y Threll para hacer un anuncio oficial sobre el
regreso de mi voz. Es mejor si todos los demás lo sepan al mismo tiempo.
Elimina los chismes y las charlas. Después de que se haya publicado,
reúnanse conmigo en el consejo.
Se alejó nadando, seguida por sus amigos, resistiendo el impulso de mirar a
su hermana.
Supongo que eso cambia a una persona.
Algo en su interior se desgarró un poco.
Pero había tiburones que administrar e impuestos que pagar

200
Capítulo 29: Carlota Y Grimsby
Grimsby y Carlotta estaban sentados en la oficina privada del mayordomo
tomando el té juntos. Carlotta estaba apretada: habría sido aún más difícil
para ella encajar si la puerta no se hubiera dejado abierta "por modestia y
decoro". Carlotta había intentado no reírse de eso; el querido y anciano
caballero bretón nunca cambiaría sus costumbres, no a esta edad.
Como jefes de sus respectivos equipos, a menudo trabajaban juntos hasta
tarde, revisando las listas de las fiestas, asegurándose de que hubiera el
número correcto de lacayos para servir y coordinar lo que necesitaban
ordenar. El chef solía venir también.
Pero esta vez eran solo ellos dos, y en lugar de cerveza, sopa o jarras de
vino, lo que bebía la mayoría del personal inferior, estaban tomando el té.
Grimsby la había invitado específicamente a tomar el té, preparado a la
manera de Bretland: en una taza diminuta adecuada, con no más de dos
terrones de azúcar para las mujeres.
Carlotta lo sorbió lo más lentamente que pudo, ya que en realidad había muy
poca bebida caliente en su adorable y minúsculo recipiente.
No era lo suyo, en realidad, pero en lo que respecta al té, no era amargo y ni
siquiera un poco floral. Delicado, como la taza de té con estampado de
rosas. ¡Es curioso lo formal y quisquilloso que era el anciano!
Pero una vez que terminó la ceremonia de servir, se sentaron en un
incómodo silencio.
—Un poco ... un poco sorprendente, ¿no?— Aventuró finalmente Grimsby.
—Con la ...— Carlotta movió su mano como una sirena, de un lado a otro a
través del agua.
—Sí, exactamente ...
—Y el ...— Ella agitó la mano, indicando todo lo demás.
—Sí, bastante.
201
Grimsby se inclinó hacia delante con entusiasmo.
—Sí, lo es— asintió Carlotta.
Se quedaron en silencio otra vez, cayendo hacia atrás decepcionados en sus
asientos.
—¿Qué hacemos al respecto, Sr. Grimsby?— preguntó finalmente la criada.
—Realmente no tengo la más remota idea. No es nuestro lugar. He jurado
proteger y servir a la pareja real; es un juramento que no puedo romper ...—
—Si si si.
Carlotta casi usó la taza para gesticular, esparciendo té hirviendo por todas
partes. La porcelana fina de hueso pesaba tan poco en su mano que casi se
había olvidado de que estaba allí.
—Pero nunca me inscribí para servir a una bruja submarina, si eso es lo que
pasa, ya sabes.—
Grimsby palideció ante el término bruja, como si hubiera mencionado algo
terrible.
—No, yo tampoco— admitió vacilante. —Y ciertamente no está actuando
como una verdadera princesa ...—
—Oh, cállese. Ha habido un montón de princesas guerreras en nuestras dos
tierras, Sr. Grimsby. Pero ella ni siquiera actúa como una guerrera adecuada,
o cualquier tipo de ser humano normal, porque no lo es. Es como un perro
rabioso, eh, tiburón, que muerde a todos y en todas partes. Sr. Grimsby,
nosotros, todos los de Tirulia, estamos esclavizados por un ser sobrenatural
maligno, juramento o no
— Creo que podría perdonar lo que sea, si Eric realmente la amara.

Carlotta casi deja caer su taza de té ante esta sincera admisión del caballero
anciano. Era sólo impactante porque el mismísimo Bretlandiano Grimsby
solía ser tan hermético como una almeja cuando se trataba de lo que sentía o

202
creía.
—Lleva mucho tiempo con el príncipe, ¿no es así?— dijo ella suavemente.
—Bueno ... ya sabes, nuestras carreras no suelen dedicar mucho tiempo a
cosas como la familia— dijo el viejo mayordomo con suavidad. —Me
preocupo por él muy profundamente. Como un hijo.
Carlotta tenía una mirada severa. —Entonces deberíamos dejar que nuestros
corazones y nuestras almas dicten nuestras acciones, señor Grimsby, no los
juramentos. Hay otros que pueden juzgarnos, tal vez, por lo que juramos y no
juramos. Pero no están en la Tierra, entiende lo que estoy diciendo, Sr.
Grimsby.
—No me gusta hablar de motines. Señorita Carlotta, no es nuestro lugar
—Oh, cielos no lo permitan, Sr. Grimsby. Pero si quería decir lo que dijo
sobre Eric, creo que hay otra ... chica ... cosa ... por la que el príncipe podría
tener sentimientos.
—Siempre pensé que sí, siempre deseé que hubiera … — Grimsby se calló
con nostalgia, recordando tiempos pasados. Luego redirigió su atención a la
criada. —Muy bien, entonces. Quizás si tiene algo en mente para un ... curso
de acción aceptablemente sutil y apropiado que podría beneficiar a nuestro
empleador original, dadas las circunstancias, bueno, podría ser persuadido de
seguirlo.
—Lo primero que hacemos es encontrar a todas las personas de la planta
baja en las que podamos confiar y ponerlas a trabajar en busca del rey del
mar. En cuanto a otras ideas ... Estoy segura de que se presentará una
oportunidad, señor Grimsby— dijo Carlotta con sus ojos brillando sobre su
taza de té. —Después de todo, es un castillo muy pequeño.

203
Capítulo 30: Eric
En el mundo de las óperas, cuando un héroe estaba buscando algo, sea la
identidad de una mujer que lo rescató o la carta que liberará a su hija de ser
injustamente encarcelada, el tenor cantaba desgarradoramente sobre su
cruzada, vagando por el escenario, recogiendo unos cuantos accesorios, y
mirándolos por encima. Encontraba la cosa. Voilà. Hecho.
La vida real era mucha más tensión y mucho menos satisfacción.
Y, a diferencia de la ópera, la búsqueda de Eric del Rey del Mar era
frecuentemente interrumpida por cosas de la vida real: repentinas apariciones
de Vanessa o de sus sirvientes, reuniones, ensayos para el encore de fin de
verano de la ópera, eventos formales a los que tenía que atender, o deberes
príncipescos— tales como escuchar los reportes del forense sobre la muerte
del Ibriano.
(No se descubrió ningún juego sucio, aunque la razón por la que un hombre
tan joven y saludable se había desplomado, seguiría siendo un misterio para
los siglos venideros. Vanessa no tuvo problemas para llevarse bien con su
sustituto, que de todos modos era mucho más proclive a la colusión).
Comúnmente, cuando era interrumpido, Eric olvidaría cuál era el último
objeto que había mirado y tenía que empezar la habitación desde el
principio.
Entonces, se le ocurrió una idea brillante para llevar la cuenta, inspirada en su
vida como músico. Él marcaría cuidadosamente la primera cosa que miraba
en una habitación, observando su precisa posición, y la última cosa que él
mirara antes de irse— y luego, él escribía todo en su cuaderno de música. La
altitud de un ítem era indicada por una nota: Sol elevado sobre Do, por
ejemplo, para el estante superior de una librería, Do medio para el piso. Una
porción de la habitación era un compás de música; cada habitación era un
estribillo. Él completaba los detalles en lo que podría haberse confundido
fácilmente con la letra de una canción.

204
Algunas partes eran más difíciles de traducir al código que otras; la librería,
por ejemplo. Él sacó cada libro porque Vanessa era conocida por pasar tardes
enteras allí, especialmente en las secciones de historia, folclore y magia. Una
hora pasando por todos los estantes a nivel del suelo resultó en una página
completa en notas de Do medio. Muy sospechoso, incluso para alguien que
no sabía demasiado de música. En un estallido de inspiración, Eric etiquetó la
hoja como parte para el Contrabajo, selección: Anticipación para la
tormenta venidera. Era un poco más experimental que el tipo de música que
él normalmente componía, pero estos eran tiempos modernos, el Príncipe
Loco no era nada si no estaba ansioso por probar cosas nuevas.
El proceso era lento, pero constante. Él no tenía dudas de que pronto
encontraría al rey.
Y entonces, algo inimaginablemente horroroso ocurrió, tanto así que Eric no
pudo siquiera reunir el ingenio suficiente para escapar de eso.
El Chef Louis le dijo:
— Hace mucho tiempo que la pareja real no cena en privado. ¿Tal vez sea
necesaria una cena especial?
El personal al completo estuvo de acuerdo con esta decisión, reaccionando
exactamente como una familia extendida asustada que de Mamá y Papá se
estuvieran distanciando— ¿Qué podría hacer que ellos se mantuvieran
juntos?
Grimsby y Carlotta, benditos ellos, hicieron lo mejor para apaciguar la cosa.
La criada gritó, el mayordomo hizo un discurso de desaprobación con acento
de Bretland.
No importó. La cena ocurriría.
Una parte de Eric pensaba que se lo merecía. Él había estado evadiendo a
Vanessa como un cobarde, no comportándose como un verdadero y valiento
príncipe. Era solo cuestión de tiempo antes de que fuera forzado a enfrentarse
a la villana — sólo que no esperaba que fuera en los extremos opuestos de
una larga mesa de comedor, con un mantel de lino blanco y candelabros

205
dorados; un festín de varios platos para dos personas solitarias en una
gigantesca sala vacía con vistas al mar al atardecer.
Cuando Vanessa entró en el comedor, Eric se puso de pie, como era lo
correcto hacer. Él la miró— realmente trato de mirarla. Pero cualquier
hechizo que la mantuviera pareciendo humana, era diferente del que escondía
los pólipos. Su forma se mantenía. Y era una bonita forma, muy curvilínea en
los lugares correctos, quizás un tanto demasiado delgada y con cintura con
forma de avispa. Inverosímil. Su cabello estaba radiante y su cara era
simétrica y bellamente compuesta. Pero lo que asomaba por sus ojos y tiraba
de las comisuras de sus labios, no estaba casado con la carne que vestía y
parecía obstaculizado por sus limitaciones.
Esa noche, como correspondía a la ocasión "romántica", llevaba un vestido
de terciopelo rojo sangre y un bolero a juego para cubrir sus hombros.
Llevaba un zorro alrededor del cuello, detrás del cual brillaba la cadena de un
collar de oro que Eric no recordaba haber visto antes. Pero además de la piel
que vestía, no había ningún otro guiño a la enfermedad que fingía tener. El
tiempo era demasiado cálido para el terciopelo, en realidad, pero Vanessa
nunca parecía tener calor o frío. Y nunca fingía sentirse débil como otras
señoras.
Eso, al menos, Eric lo podía apreciar.
Él vestía una chaqueta estilo militar, color azul rey, con una banda en el
frente que indicaba su breve servicio en el ejército, que se requería de todos
los hijos de la realeza.
— Buenas noches, Mi Príncipe— Vanessa susurró. Se besaron al aire, como
primos. Él sacó el asiento para ella. —Gracias— dijo ella con una sonrisa, y
se sentó.
El Chef Louis apareció para presentar el primer platillo, pequeñas tazas
doradas de consomé perfectamente transparente.
— Debería ser bueno para su garganta, eh, ¿Princesa? —él dijo antes de
retirarse.

206
Eric se sentía molesto e imprudente. Miró a la mujer frente a él que bebía con
delicadeza de una diminuta cuchara de nácar.
— No creo haberte visto nunca enferma — él observó. —No en todo el
tiempo que hemos estado casados.
—Oh, es este espantoso clima de verano. Frío un momento, caliente al
siguiente. Causa estragos en los...nervios...oh, no sé, lo que sea que digan las
tonterías sobre el clima —terminó Vanessa, demasiado aburrida para
molestarse en completar el pensamiento.
Ella tiró la bufanda de piel de su cuello y la dejó caer al suelo. Eric se
estremeció cuando la nariz disecada hizo un suave clack contra las losas. No
había razón para faltarle el respeto a un animal que tu mataste. No era una
cosa: una vez había sido un ser vivo.
— Tú tampoco has sido…tú mismo últimamente. —ella dijo, con algo entre
un ronroneo y un gruñido, dejando que la parte susurrante de su acto también
desapareciera. — Parece que has estado actuando diferente desde…bueno,
casi exactamente desde el día en que perdí mi voz.
— Quizás. Me siento bastante bien estos días, de hecho. — Eric respondió
despreocupadamente.
Ellos finalizaron su sopa en silencio, mirándose a los ojos —pero no como
enamorados.
En absoluto.
Eventualmente, un chico del servicio entró y despejó los cuencos; éstos
repiquetearon estrepitosamente unos contra otros en la vasta sala.
El siguiente plato fue una magnífica ensalada de marisco refrigerada en tres
niveles de platos de plata cubiertos de hielo. Los bordes estaban decorados
con brillantes diamantes de gelatina.
Eric cogió un diminuto tenedor de marisco dorado de tres puntas, pensando
en el tridente que Ariel llevaba en el pelo. Ella no lo había llevado años atrás,
cuando se habían conocido por primera vez. Quizá fuera un signo de la
realeza.
207
—Supongo que el hecho de que te sientas bien no tiene nada que ver con una
bonita sirenita, ¿verdad? — preguntó Vanessa despreocupadamente.
Eric se quedó helado.
Vanessa sonrió tímidamente hacia su plato.
—Pues sí, de hecho, sí tiene que ver— dijo él mientras clavaba un pequeño
pececillo en escabeche y se lo metía en la boca con delicadeza.
Fue muy gratificante ver cómo los ojos de Vanessa se agrandaban con una
sorpresa infantil.
—Sí, definitivamente empecé a sentirme bien cuando conseguí que Sarai
lograra el fa alto sobre el do en su aria final, “El adiós”. Así.
Y entonces el Príncipe Loco cantó en un terrible falsete.
Vanessa se quedó sentada mirando, sin pestañear. Durante siete minutos
completos. No había dudas de que la gente en la cocina estaba escuchando
también, con fascinado horror.
Cuando terminó, Eric tomó entre sus dedos unos cuantos bladderwracks en
escabeche y reventó sus vejigas de aire, pensativamente. —Ha sido un
verdadero triunfo. Ahora sólo tengo que conseguir que lo haga en el
escenario.
Vanessa entrecerró los ojos.
Él intentó no sonreír mientras comía las algas. La princesa sacó lentamente
un trozo de pescado y lo cortó, minuciosa y asiduamente.
Otro mozo de servicio salió con una cesta de pan caliente y humeante y, al
estilo Galo, pequeñas tarrinas de mantequilla dulce. Eric prefería el aceite de
oliva, pero junto a todas las demás cosas terribles que ocurrían en el castillo,
Vanessa había abrazado la cultura gala con el entusiasmo vulgar de una
verdadera nueva rica.
—Me encantan los baguettes, mi querido, dulce y loco príncipe. ¿A ti no? —
dijo ella con un suspiro, cogiendo un trozo y untándolo con cuidado. —
Sabes, no los tenemos de donde yo vengo.
208
— ¿De verdad? ¿De dónde vienes tú? ¿Qué país, en la Tierra, no tiene alguna
forma de pan? Dime. Por favor, me gustaría saber.
— Bueno, nosotros no tenemos una gran tradición en repostería, en general.
—ella dijo, abriendo su boca más y más. Luego, mientras miraba
directamente hacia Eric durante todo momento, empujó con cuidado toda la
rebanada hacia adentro de su boca. Masticó con fuerza, en gran medida y
expresivamente. Él podía ver trozos enteros de pan siendo empujados
alrededor de su boca y contra sus mejillas.
El príncipe tiró su propio baguette de vuelta al plato con disgusto.
Ella sonrió, su boca aún trabajando.
—Tu apetito es saludable, a pesar de tu gripe. —él gruñó. —Saludable para
un estibador. ¿Dónde pones todo eso? Tú nunca –pareces–ganar –una–libra.
— Dirigir el castillo lo mantiene a uno en forma. —ella contestó con
modestia. — Planeación militar, estrategias ofensivas, tácticas, dar órdenes,
mantener nuestro pequeño reino a salvo, ya sabes. Podríamos ser atacados en
cualquier momento. De la tierra...del mar…
— De hecho, el mayor problema de Tirulia, son aquellos que dejan el mar y
vienen a vivir aquí…Hey, quizás deba escribir una ópera al respecto.
Él le dio una brillante sonrisa.
— Tú eres muy, demasiado, listo. —Vanessa dijo con suavidad. — Un
pequeño músico tan inteligente. Con tus ingeniosas óperas. Vas a presentar
un show gratuito para todos a fin de mes, ¿verdad? Uno se preguntaría si
siquiera tienes tiempo para dedicarte al reino o cualquier cosa militar, incluso
si tuviera interés en eso.
—No tengo interés alguno en ello. Sólo soy el Príncipe Loco, eso es todo. No
me hagas caso. —dijo Eric, saludándola con el cuchillo de mantequilla. —
Adelante con tus pequeños juegos de guerra. Parecen mantenerte ocupada.
— Lo haré, entonces, gracias. —dijo la princesa, remilgadamente. —A
propósito, Tengo órdenes de matar a Ariel en el acto si vuelve a aparecer en
los terrenos del castillo, ya sabes. No sólo a su padre.
209
Eric se atragantó.
Cuando se recompuso, Vanessa estaba sonriéndole venenosamente.
Eric apretó su mandíbula, tratando de sofocar la rabia que estaba a punto de
llevarlo hasta el otro lado de la habitación y estrangularla, si no se detenía.
Cuando la ira inmediata se calmó, sintió un terrible vacío, una sensación de
malestar y hundimiento que le drenaba todo el cuerpo. Se sentó de nuevo en
su silla, sintiéndose derrotado.
— ¿Realmente tienes tentáculos? —preguntó él, categóricamente.
— Sí. —dijo ella con nostalgia, a través de su boca llena. —Unos realmente
bonitos, también. Largos y negros. Los extraño.
El chico del servicio entró y pretendió no notar al príncipe exasperado, y
obviamente no comiendo nada, y a la princesa que se habían mantenido
masticando pesadamente a causa de la cantidad de comida que aún mantenía
en los bolsillos de sus mejillas.
De una bandeja de plata, el niño tomó dos conos de papel, —al estilo
Bretland, por supuesto— llenos de chipirones perfectamente fritos relucientes
en una masa dorada y crujiente. Después de colocar cuidadosamente uno
frente a cada uno de los comensales, el chico se retiró inmediatamente,
tratando de no mirar por encima del hombro. El ambiente en la habitación
estaba palpablemente frío.
Vanessa miró el cono con deleite, y al momento que tragó el pan—otro gesto
largo, ruidoso, asqueroso, que mostró como el bolo bajaba por su garganta en
un nudo de nuez de Adán— tomó un calamar con los dedos y se lo metió en
la boca.
— ¿Cómo puedes hacer eso? — Eric explotó, incapaz de contenerse a sí
mismo.
— ¿Hacer qué? —preguntó Vanessa inocentemente.
— Comer…algo que luce como tú. Algo salido del mar. ¿No puedes hablar
con las criaturas marinas?

210
— Bueno— Vanessa dijo pensativamente. — Hay mares y mares. Está el
mar que tú conoces, donde pescas, arrojas tu basura y generalmente destruyes
en tu descuidada forma humana, y el mar que tú no conoces. Mares que
esconden secretos tesoros, reinos de tritones y portales a los Viejos Dioses. Y
hay mares más allá…entre las olas, entre las estrellas…de donde algunos de
los verdaderos Mayores Dioses vienen. Lo que estoy tratando de decir es…—
ella se inclinó hacia adelante y metió en su boca otro calamar. — estos son
muy deliciosos.
— Repugnante — él murmuró.
—Como si a ustedes los humanos les importara— dijo, poniendo los ojos en
blanco. —¿Alguna vez has probado el tiburón latium?
— No, ¿es bueno?
—Ni idea, porque ustedes idiotas lo comieron al punto de su extinción. Junto
con un montón de tipos de anémonas — ¡Qué hermosas hojas! — merluza
dulce, y otros peces cuyos nombres son, literalmente, también nombres de
comidas. Nosotros podríamos tener una discusión bastante larga sobre el
atún, la langosta, el bacalao y los camarones, si te importara. A mí no. Pero,
de nuevo, yo soy lo que todos ustedes llaman una bruja malvada. "Malvada"
de verdad. Mientras tanto, ustedes los humanos se escabullen por el mar y la
tierra, literalmente devorando todo lo que es remotamente comestible. Si
supieras que no eres tan diferente de los Dioses Mayores más apocalípticos.
No realmente.
Eric se desplomó, todo el miedo, la ansiedad, la ira y la energía
desaparecieron de él.
— ¿Qué es lo que quieres? —él preguntó, extremadamente cansado.
— ¿Qué? —preguntó Vanessa, sorprendida. Un calamar estaba a medio
camino de su boca.
— Qué es lo que quieres. — él repitió. — ¿Por qué estás aún aquí? Si
mi…memoria…y la leyenda está bien, tú eres una poderosa bruja de bajo el
mar. ¿Para qué quieres estar aquí?

211
—Hmmm— Vanessa dijo, pensativamente, masticando el calamar. —
Poderosa bruja de bajo el mar. Vaya, me gusta cómo suena eso. Supongo
que lo era. Pero… ¿lo dice la leyenda? ¿O te lo dijo una pequeña y ridícula
sirena?
— ¡Obtuviste toda la venganza que querías de ella! — Eric dijo, golpeando
su puño contra la mesa. —Te deshiciste del Rey del Mar, le robaste la voz a
su hija, le impediste que se llevara al príncipe...a mí. ¿Por qué quedarse aquí?
¿Por qué no regresar al océano, donde eres una poderosa bruja? ¿Por qué te
demoras? ¿Por qué sigues casada … conmigo?
Sus últimas palabras se desvanecieron, como una ola débil que regresa desde
la orilla a un vasto mar, desapareciendo en el agua ilimitada.
Vanessa se rió gutural y profundamente. Si Eric no la miraba directamente,
podía fácilmente imaginarse a una mujer mucho mayor, mucho más grande,
con la voz ronca de años de cigarros o de una vida dura. Pero él la vio, y la
disonancia que experimentó al ver el rostro extrañamente inocente, hizo que
todo se pareciera demasiado a un sueño febril.
— Oh, querido, no— dijo ella, moviendo su cara de forma que implicaba que
estaba enjugando lágrimas de risa, pero sus manos se movían de manera
diferente, aun rompiendo las patas de los chipirones. — Diré que tienes
cierto…encanto. Y la juventud es siempre atractiva. Pero, mi amor, te faltan
al menos ocho tentáculos. Quizás seis, si fuera generosa y contara tus piernas.
Además, me gustan mis parejas con un poco más de ...peso en su físico.
Eric no estaba seguro si se encontraba más horrorizado o aliviado.
—Siempre es así, ¿no? Los hombres son más o menos iguales en todo el
mundo, independientemente de su raza— dijo Vanessa, exasperada. —
Siempre asumen que tienen la atención completa e indivisible de cualquier
criatura femenina que se encuentre en la habitación.
—Está bien, sí, lo entiendo, este es un matrimonio por conveniencia, gracias.
¿Pero por qué? ¿Por qué estás aquí? ¿Si ni siquiera te agrado? ¿Qué te
retiene aquí? Ya ni siquiera estás haciendo magia, ¿verdad? No te he visto
conjurar ningún hechizo ni hacer magia durante el tiempo que hemos estado
212
juntos, desde aquel que lanzaste sobre mí y mi reino la primera vez.
Vanessa lo miró sostenidamente
Huh, Eric pensó, notando la reacción de ella. Ella no lo ha hecho porque no
puede. Quizás en su forma humana ella no puede hacer magia. Él decidió
archivar ese pensamiento para más tarde.
— Bueno —dijo ella— No eres tan tonto, guapo príncipe, como pareces.
Aquí está la verdad, entonces, si vamos a hablar claramente. Encuentro que
me agradan bastante los humanos, ¡no lo esperaba en absoluto! Ustedes son
tan corruptos, miopes y hambrientos de poder, imaginativos y un lío de
deseos y necesidades. ¡Y tan efímeros! Casi ninguno de ustedes tiene la
sabiduría que uno o dos siglos de vida le otorgan a uno. Es muy divertido
jugar con ustedes... Y hay muchos más de ustedes que tritones. Las
posibilidades son infinitas.
Vanessa no tendría nada que envidiarle al Mefistófeles del doctor Fausto
pensó Eric. Jugando con almas y cuerpos como si todo fuera un juego de
niños para ella.
— Y aquí está la cosa— dijo ella, cambiando el tono. Apuñaló cinco
mejillones de una sola vez con su cuchillo y los metió en su boca, pero
continuó hablando. Como el marinero más hambriento y brutal, en un pub
después de meses en mar adentro. —Cierto, yo era la bruja más poderosa del
mar. ¿Pero puede alguien, de verdad, tener suficiente poder? Incluso con
Tritón fuera, hay siete hermanas defendiendo su corona, y un ejército de
sirenas, e incontables otros soldados guardianes, sacerdotes y aliados que
efectivamente me impedirían dirigir el espectáculo. ¿Aquí? Yo dirijo el
programa. ¡Y todo lo que hizo falta fue un matrimonio! No se derramó ni una
gota de sangre. Ni una persona transfigurada.
— ¿Ni una gota de sangre derramada? — Eric demandó, inclinándose hacia
adelante. — Perdimos veinte en el Asedio de Arlendad y tres en el ataque al
norte de las montañas Veralean cuando estabas tratando de “enviar un
mensaje” a Alamber. ¡Son veintitrés jóvenes que nunca le darán un nieto a
sus madres, que nunca verán otra primavera, que se convertirán en tierra

213
antes de cumplir los veinte!
— Vaya, realmente eres un poeta. — dijo Vanessa, tal vez realmente
impresionada — Pero esos son los resultados de la expansión de un imperio.
Mi ascensión al poder, en sí misma, estuvo libre de sangre. Además, no
recuerdo que fueras tan elocuente en nombre de la población masculina joven
de Tirulia cuando propuse por primera vez estas empresas...
— ¡Estaba bajo tu hechizo de sangre! — Eric gritó, poniéndose de pie.
— Querido, el personal— dijo Vanessa remilgadamente. —No dejemos que
los ayudantes se enteren de nuestros problemas matrimoniales. Todos ellos
son terriblemente chismosos.
Eric soltó un grito ahogado y golpeó la mesa con los puños.
— Sólo sé un buen niño y deja que Mami Vanessa dirija las cosas. Pronto
Tirulia será poderosa entre los poderosos, rival para Druvest o Etrulio.
Entonces estarás agradecido por lo que he hecho. ¿Y qué habrás tenido que
hacer para conseguir todas esas nuevas tierras y recursos? Nada. Soy solo yo,
cariño. Tú ve, escribe tus obras de teatro y óperas, y deja que la gente te ame.
De hecho, hacemos un buen equipo juntos, cuando lo piensas. Tú eres el lado
espiritual, yo soy las tácticas. Y el…cuerpo.
Eric la miró sombríamente.
Y fue entonces cuando el chef decidió volver.
—¿Cómo estuvo todo? — preguntó, juntando las manos.
Vanessa se apresuró a recoger su zorro y envolverlo alrededor de su cuello.
—Bastante bien— susurró.
—¡Oh! Eso es maravilloso. Me ocuparé del limpiador de paladar ahora…
La idea de pasar otra media hora, otros diez minutos, otro plato con Vanessa,
enfermó a Eric.
Tan pronto como el chef se fue, Vanessa le dedicó una sonrisa
condescendiente. —No te preocupes, cariño. Realmente me preocupo por los

214
mejores intereses de Tirulia.
—Dudo mucho que tengas los mejores intereses de Tirulia cerca de lo que
sirve como un corazón en ti.
—Bueno, supongo que los corazones son una condición mayormente
humana, ¿no? Especialmente el tuyo. Estás tan lleno de amor y sentimiento
por todos los que te rodean. Tu país, tu sirenita, tu tonto perro, tu
mayordomo... Y hablando de corazones, el suyo es bastante viejo, ¿no?
Sus palabras helaron a Eric hasta los huesos.
— Odiaría que algo le pasara. Un hombre a esa edad probablemente no se
recobraría de un ataque. —dijo ella pensativamente.
— Yo…yo no estoy seguro de como podrías planear eso. —el príncipe
tartamudeó. —Desde que establecimos que ya no realizas tus brujerías.
— Oh, hay otras magias, querido mío. —dijo con timidez— Y cosas además
de la magia, cuando hay que arreglárselas.
Eric se enfureció, incapaz de pensar en una réplica rápida. El Ibriano muerto
yacía como una pesadilla tácita en medio de su mesa.
—Así que mientras te preocupas por los mejores intereses de todos de
corazón— ella continuó con los dientes apretados — tal vez sea mejor si te
mantienes fuera de mi camino. Si sospecho que estás ayudando a la pelirroja,
Grimsby estará muerto antes de que acabe el día. Y si algo me pasara de
repente, él también estará muerto. Junto con algunos otros en los que tengo
puestos mis ojos. ¿Está claro?
— Como el agua del mar —dijo Eric, a través de sus, igualmente apretados,
dientes.
Y así fue como los encontró el chef, mirándose en silencio el uno al otro,
cuando regresó con el sorbete. Cambió el peso de un pie a otro durante un
minuto antes de regresar a las cocinas.

215
Capítulo 31: Úrsula
Por supuesto que sus hechizos no funcionaban en tierra.
Idiota.
Ella era una bruja del mar.
La broma que ella había lanzado sobre el príncipe, se mantuvo porque ella lo
había comenzado en el mar, igual que el de su nuevo cuerpo. Igualmente, la
masiva hipnosis que ella había enviado sobre los duermientes cuidadados de
la tierra como una mala niebla, había sido creada mientras estaba en el
océano. Flotsam y Jetsam habían sido transformados mientras estaban aún en
el bajío. Úrsula había, también, disfrazado sus pólipos favoritos en su último
viaje al fondo del océano cuando se dio cuenta de que su futuro estaba en la
tierra. Ella había despedido con un animado adiós a los prisioneros que
quedaban en su “jardín”, seleccionando a unos pocos para que le hicieran
compañía a Tritón, lanzó una rápida mirada perceptiva sobre el resto, y nunca
miró atrás.
Mayormente, ella veía su actual situación como un inconveniente menor que
podía ser manejado, como todas las cosas y personas. No le molestaba. Los
sistemas donde había precios, equilibrios y elecciones eran el mundo en el
que ella vivía y vivía muy bien. Nunca se trató de lo que era justo; era una
cuestión de hasta dónde se podían llevar las reglas.
Por supuesto, entonces había encontrado ese libro encuadernado en negro de
Carcosa, el que tenía el complicado circuex que le daría poderes que podría
usar en tierra. Si bien esto seguía siendo una opción, era una empresa difícil y
peligrosa. Solo las magias más grandes podrían romper las reglas del Mundo
Seco y el Mundo Submarino.
Solo el sacrificio de muchas, muchas personas, sería suficiente para aplacar a
los Dioses Mayores.
Y solo un ingrediente muy, muy raro podía completar el hechizo: sangre con
el poder y la herencia de un Dios Antiguo.

216
Al igual que el cuerpo que llevaba actualmente, había mantenido a Tritón
cerca justo para una emergencia inesperada.
Jugaba con la pesada cadena de oro que llevaba debajo del vestido, pensando.
De hecho, las cosas se estaban saliendo un poco de control en Tirulia.
Aunque ya se había ocupado del testarudo Iase, su sustituto, por lo demás
agradable, no era tomado en serio por el rey de Ibria. Todavía le faltaban tres
barcos de guerra para alcanzar la flota que ella había prometido a los posibles
aliados. El número de soldados reclutas había disminuido esta semana—los
habitantes de la ciudad estaban cada vez más inquietos por sus maniobras
militares. Había una sirena desbocada en Tirulia, y el poder de Úrsula sobre
Eric había desaparecido. Todo lo que le quedaba eran amenazas y promesas.
Cada pieza de este lío podría ser fácilmente arreglada con un poco de magia.
Pero las cosas serían muy diferentes después del circuex. Probablemente
sería un lío mayor. Puede que no quede mucho de Tirulia después. Y
ciertamente significaría el fin de su actual experimento con los humanos.
Además, perdería a Tritón, al que tanto le gustaba conservar para contener a
Ariel.
En realidad, le encantaba conservarlo, en general: ¡Tengo un rey! ¡Úrsula, la
exiliada, tiene un rey como prisionero!
Bah. Hablando de Tritón, si ella iba a mantenerlo cerca por mucho
tiempo...tendría que sacar a la tonta pelirroja del camino. Tal vez podría
matar dos pólipos con un anzuelo: reparar su relación con el rey de Ibria y
llevar al Rey del Mar a un lugar seguro, lejos del océano y de las princesas
entrometidas. Y tal vez divertirse un poco mientras hacía todo eso...
—Ella essstá aquí, Princesa— susurró Flotsam.
—Hazla pasar— dijo Úrsula, recordando susurrar en el último momento.
Esperaría un poco más por el gran hechizo. Había que llevar a cabo los
preparativos, tiempos, lugares —y sacrificios— que arreglar. Mientras tanto,
había un país que llevar a la guerra y un imperio que labrar, para el que
necesitaba una voz.

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Una mujer joven entró tentativamente en la habitación. Sin embargo, era
obvio que se trataba de una chica que no estaba acostumbrada a ser vacilante
— tímida o cobarde. La tensión en su rostro se mostraba mientras intentaba
controlar sus sentimientos: emoción, entusiasmo, miedo, un rastro de ira por
sentir algún miedo. Todo sobre un semblante hermoso y orgulloso con piel
clara de color arena, ojos marrones brillantes y labios rosados oscuros. Ponle
unos cuantos kilos más, pensó Úrsula, y sin duda sería muy bonita.
—Julia, ¿verdad? — dijo en un susurro amable.
—Sí, Princesa. — La chica hizo una reverencia elegante, aunque de última
hora. Su vestido era de mal gusto, todo volantes, demasiadas enaguas y
extraños colores pastel que no iban con su cutis. Su cabello estaba tan
peinado, engrasado y enrollado que brillaba más como piel de anguila que
como algo humano. Ella era tan no noble que resultaba doloroso.
Pero su voz ...
Ah, su voz. Había potencial real allí. Musical y cadenciosa, pero con mucha
más sustancia que la tonta voz de la sirenita. ¡Esa es una voz con la que
podría trabajar!
—He escuchado mucho sobre ti— susurró Úrsula, —… en el sentido de que
he escuchado algo, lo cual es, entiendes, inusual para alguien en mi posición.
Y la tuya.
—Sí, mi princesa— la niña respiró, sin reaccionar ni siquiera a lo que
probablemente era un insulto, demasiado ansiosa por escuchar lo que vendría
después.
— Escuché que te gusta un chico— ronroneó Úrsula, dándole una mirada de
complicidad.
Julia jadeó.
Úrsula intentó con todas sus fuerzas no poner los ojos en blanco. Incluso si el
padre de la niña no se lo había dicho, la bruja del mar, por supuesto, lo habría
adivinado. Las chicas tontas eran iguales dondequiera que vivieran: el Mundo
Seco o el Mundo Submarino.
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No importaba. Siempre había un chico. O una chica.
—O, debería decir, una familia de chicos— prosiguió. —Guapos,
aventureros, buenos chicos de una buena familia.
— Sí, Mi Princesa— dijo la chica, sus ojos abiertos de la impresión— Pero
como…
Úrsula la hizo callar, chasqueando la lengua. — ¿Piensas que no lo entiendo?
Por supuesto que lo entiendo. Yo más que todas las personas. ¿Crees que no
he escuchado los rumores —por débiles que sean— acerca de mi linaje? “¿De
dónde vino esta niña? ¿Quién es su familia? ¿Es ella una verdadera
princesa?”
Julia no dijo nada, pero comenzó a lucir pensativa.
No es estúpida, Úrsula pensó. A veces eso hacia las cosas más difíciles, a
veces más fáciles. Las personas inteligentes que sabían lo que querían y
pensaban que entendían las consecuencias, eran las más divertidas. Ellos eran
también los más impacientes: veían su anzuelo de púas brillante y, a menudo,
lo agarraban voluntariamente, tragándolo ellos mismos. No era necesaria la
fuerza o el engaño.
— Mírame. —dijo Úrsula, torciendo su cuerpo, mostrándole las joyas y la
habitación— Nadie se atreve a decir estas cosas en voz alta. Sé como es,
niña. Y simpatizo completamente.
— ¿Disculpe? — dijo Julia, aterrorizada de decirlo en voz demasiado alta,
inclinándose hacia adelante. —No le escuché ... Su garganta ...
Úrsula cerró sus ojos, controlando la furia. Fingió que estaba trabajando en
sus fuerzas.
— Puedo ayudarte.
— Estoy… Me siento agradecida. — Julia tartamudeó. — Su atención y
hospitalidad es ya más de lo que podría imaginar. ¿Pero por qué…? ¿Por qué
yo?
— Pero mi querida y dulces niña, ¡eso es lo que hago! Para eso es que vivo.

219
Para ayudar a desafortunados men—uh, personas del pueblo como tú: pobres
almás desafortunadas sin nadie más a quien acudir.
Úrsula podía ver la esperanza y la duda peleando una contra otra en los ojos
de la chica. Cierto, cuando se trataba de caridad, Vanessa no habría sido
exactamente la reina del cartel. O princesa.
— Estaría eternamente agradecida por cualquier consejo o ayuda que me
diera. —Julia dijo suavemente. Era tan hermosa como una doncella medieval,
casta y arrepentida, rezando en la playa.
Úrsula había visto varias de ellas en su tiempo.
— Por supuesto, querida mía. — Vanessa susurró— Por supuesto. Pero
nosotras debemos mantenerlo como nuestro pequeño para que funcione
apropiadamente. Tú necesitas mi ayuda, yo necesito una pequeña ayuda de tu
parte. Reúnete conmigo en la Laguna Gris a medianoche y lo discutiremos a
fondo. Confía en mí, y todo será tuyo. Lo prometo.
Y así, esa noche, Úrsula hizo un trato con la hermosa y desesperada niña: su
voz a cambio de un título para su padre, invitaciones a todos los eventos
sociales adecuados, algunos ajustes de vestuario, tres días para ganar un hijo
noble, etc., etc.. Los términos habituales. Úrsula tendría una nueva voz, un
nuevo pólipo en su pequeña colección, y seguiría gobernando correctamente
y viviría feliz para siempre en su nuevo reino junto al mar, y no bajo él.
Solo que... no fue del todo así.
Esto es lo que sucedió realmente.
La Laguna Gris era una locura artificial en el lado norte del castillo,
alimentada por las mareas. Originalmente estaba protegida por una pared de
caverna, decorada con conchas y estalactitas falsas a la manera de las grutas
de baño etrulianas. A lo largo de los años, había caído en desuso y ahora se
descomponía lentamente hasta convertirse en esa miserable grandeza que a
los turistas de Bretland tanto les gustaba dibujar. Los lugareños evitaban el
lugar porque se había convertido más o menos en un pantano, cubierto de
hierba alta, enredaderas, árboles con ramas afiladas y lleno de maleza.

220
Gritaba cólera y malaria. También embrujado.
Así que estaba desierto, esta extraña característica del paisaje protegida del
castillo por árboles húmedos e insalubres, poseía algo de lo más importante:
el mar la alimentaba con agua salada.
Úrsula llegó a las diez para hacer los preparativos, fue un poco molesto
porque llevarse a Flotsam y Jetsam con ella, habría hecho que toda la
empresa fuera demasiado obvia. Eso era lo peor del Mundo Seco: lo difícil
que era cargar con las cosas. Las cosas caían. Las cosas pesadas caían con
más fuerza. Los pies dolían. A veces, después de un día con los botines de
tacón alto que usaba, sentía como si cuchillos la estuvieran empalando en las
plantas, como una tortura obscena sacada de un cuento de hadas.
Tuvo que acarrear un caldero, más pequeño de lo que le gustaba, hasta el
medio del agua poco profunda ella sola, junto con todas las otras cosas
necesarias para el hechizo: ingredientes y mordientes que logró mantener
alejados de las miradas indiscretas.
Empezando a sudar un poco y tratando de mantener sus tentáculos bajo
control —se habían liberado por voluntad propia al tocar el agua salada—
Úrsula estaba hundida hasta los tobillos en el barro y agitada cuando Julia
apareció. La chica era como una pintura: su rostro encapuchado, inocente
pero arrogante, iluminado por la pequeña linterna que sostenía frente a ella.
Dio un paso con cuidado alrededor de los helechos, no queriendo enganchar
su preciosa ropa en las ramas afiladas.
—Viniste— dijo Úrsula, accidentalmente con su propia voz.
La muchacha, ya nerviosa, saltó ante eso.
—No entiendo lo que estamos haciendo, Mi Princesa— admitió, tratando de
mantener la calma.
—Querida, solo tenemos que modificar algunas en sobre ti— dijo Vanessa
con una sonrisa. —No solo tu ropa y las presentaciones. Afortunadamente,
conozco un poco de magia...
—¿Magia? ¿Como la del diablo? —Julia dio un paso atrás y se ajustó aún
221
más la capa.
—Para nada — dijo Vanessa con una sonrisa. —Más como el tipo que usas
para hacer filtros de amor y predecir con quién te casarás soplando un diente
de león.
Probablemente hubiera sonado mucho más despreocupado y juvenil en la
voz de esa sirena tonta ...
Julia lucía insegura.
—Sólo da un paso hacia dentro del agua — instó Vanessa. —No todo el
camino, solo tus pies.
—¿Dentro del agua?
—Sí, querida, como para…un bautismo. Nada más. Una bendición de la
magia.
Julia parecía escéptica.
—¿Y esto me convertirá en una princesa, como tú?
—No te convertirá de inmediato en una princesa, pero recuerda, cariño, yo no
me “convertí” en princesa hasta que me casé con Eric. Todo el mundo estuvo
de acuerdo con mi insistencia de que era una princesa, para mantener las
apariencias y la línea familiar. También te ayudaré a llegar a ese punto.
Ahora, al agua, querida.
—¿Y usted no pide nada a cambio? — Preguntó Julia.
Úrsula suspiró. Chica inteligente. Durante un momento se arrepintió de no
tener tiempo ni ganas de contratar a un aprendiz, a una hija, o como sea que
llames a una versión más joven de lo que eres. Julia tenía una moral flexible
y un ingenio rápido que faltaba en muchos de los jóvenes con los que la bruja
había tratado a menudo. Era una pena que tuviera que simplemente devorarla
y usarla, en lugar de tomarse su tiempo….
—Sí, niña, siempre hay un precio. Pero no es para mí, es para… el universo.
No puedes conseguir algo sin dar algo a cambio. Eso sería antinatural y
contrario al buen orden de las cosas.
222
Casi no podía creer lo fácil que esa basura salía de su boca. Una vez que
volviera a tener una voz decente, Vanessa sería imparable.
—¿Qué... quiere decir? ¿El universo...qué quiere?
—No mucho en realidad…
—¿Mi alma inmortal?
—¡No, no, niña! — Úrsula no tuvo que fingir demasiado para lucir
escandalizada, Ella estaba continuamente sorprendida por la determinación
de los humanos cuando se trataba de religión. —Nada tan precioso. Solo tu
voz.
—¿Mi voz? — Julia se tocó la garganta. Un gesto tan obvio, tan previsible.
Una vez más, Úrsula tuvo que esforzarse para no poner los ojos en blanco.
—Sí. Pero la recuperas una vez que logras tus deseos, en tres días.
—¿Son tres días el tiempo que tengo para seducir y casarme con uno de los
señores?
Maldita sea, esta chica entiende rápido.
—Sí. Y el tiempo se está perdiendo... El...ah... el reloj está a punto de dar el
cuarto de hora, y debemos proceder antes... del punto medio...
Julia miró a Vanessa, de pie en el agua: la princesa con las faldas mojadas, en
la laguna desierta llena de moscas negras y olor a podredumbre.
—Tengo un mal sentimiento sobre esto, Mi Princesa.
—No seas tonta, querida— dijo Vanessa en voz baja, engatusaándola. —No
será un problema para ti. Tres días no es nada. Vendrás al banquete mañana
por la noche y te sentarás a mi lado, como mi invitada especial. Entonces
tendrán que prestarte atención. Los señores se enamorarán de ti.
—¿Pero por qué el universo necesita mi voz?— Demandó Julia. —¿Qué
obtengo a cambio que no podrías darme gratis, sin magia? ¿Las invitaciones,
los vestidos y las presentaciones?
—Oh, está bien— maldijo Úrsula, rindiéndose. —El universo no necesita tu
223
voz. Yo la necesito. Quiero una voz joven y bonita que coincida con mi
cuerpo joven y bonito. Y si no pagas, no serás nada, nada en absoluto, por el
resto de tu vida. Solo una chica estúpida, inútil y deseosa de ser miembro de
los nuevos ricos, pero nunca llegarás al exclusivo club de la nobleza. Así que
toma tu decisión, niña. ¿Vas a seguir siendo Julia, la coqueta buscadora de
oro cuyo padre construye barcos con manos callosas, o te convertirás en la
Princesa Julia?
—Voy a mantener mi voz— dijo Julia, retrocediendo.
—¡Ven aquí! — ordenó Úrsula, vadeando en el agua hacia ella.
Julia se volvió y huyó.
Úrsula arremetió.
Falló por completo, lanzándose hacia adelante en el agua fétida y turbia.
Fango corría por su hermoso cabello prestado. Los tentáculos se agitaron y
jugaron en el barro, felices de estar libres por un momento.
Julia ni siquiera tuvo la decencia de dejar caer la linterna y provocar un gran
incendio en el pantano. Ella siguió corriendo, la linterna rebotando y
haciéndose más pequeña como el resplandor de un pez rape que se desvanece

224
Capítulo 32: Eric
El Rey del Mar se mantenía tercamente escondido.
Asi que el príncipe continuaba buscándolo tercamente.
A veces, Eric se preguntaba si estaba aún bajo un hechico o sufriendo
demencia. Si el Príncipe Loco estaba rebuscando en el castillo en medio de la
noche y robando horas en la búsqueda de amigos imaginarios y otras cosas
que él había inventado.
Bueno, si fuera así, sería una forma agradable de caer en la locura.
— Príncipe Eric, me temo que es hora del funeral con las familias de los
soldados fallecidos.
Eric estaba anotando una melodía para las chucherías y baratijas que
decoraban el salón público cuando Grimsby lo atrapó. El príncipe era
especialmente diligente con las orquídeas y las plantas tropicales puestas en
variados frascos de vidrio— parecían el lugar perfecto y furtivo para
camuflar a un rey pólipo.
— Oh…oh, sí. Por supuesto. Inmediatamente. Iré a cambiarme. —él
tartamudeó — Sólo estoy buscando…sólo…perdí…mi…libro de
composición. De nuevo. — Era difícil mentirle a su viejo amigo.
— Seguramente no es el que está sosteniendo. —el viejo mayordomo dijo
secamente.
— ¿Qué? ¿Este? Oh, no. Este es…uh…otro libro de composición…que yo
necesito. Estoy rehaciendo un poco la presentación de La Sirenetta.
Arreglando algunas cosas…no puedo recordar que página, ¿sabes? “El Loco
Príncipe Eric” y todo eso. Quizás tengo una temprana forma de demencia.
Grimsby suspiró.
— Eric, usted confía en mi con sus ropas, sus pensamientos, sus ideas, su
Max...Tal vez estaría dispuesto a confiar en mí con otras cosas, también.

225
El príncipe lo miró por un largo tiempo, sopesando las palabras de su viejo
amigo. ¿Cuánto él sabría en realidad?
No, él no podía arriesgarse. Vanessa había sido bastante clara con su
amenaza.
— Grims, no puedes ayudarme aquí. No te dejaré. —él dijo finalmente,
poniendo una mano en el hombro del mayordomo —La mejor cosa que
puedes hacer ahora, es estar allí para mí. Un montón de este desastre es culpa
mía, y no quiero que nadie quede en medio del fuego cruzado cuando lo
limpie.
Hizo una mueca: terrible metáfora. Vergonzoso para un poeta. Mixto y sin
sentido.
— Lo entiendo, Eric. Pero a veces… ayudar a la gente no se trata de ti en
absoluto. O incluso de la ayuda. A veces se trata de personas que quieren
ayudar.
— Grimsby, yo…— Eric decayó. Él odiaba como esto hería a su viejo
amigo. Él odiaba no poder decir lo que quería decir.
Lo que realmente dijo fue —No estes solo dentro del castillo. No salgas a los
balcones. Y no comas nada que yo no envie personalmente a tu estudio.
—Actualmente estoy subsistiendo con una dieta de galletas directamente de
la patria, gracias. En latas selladas. Son un poco secas, pero nutricionalmente
suficientes. Aquí. — El mayordomo deliberadamente le entregó un papel
doblado. —Un recibo por el envío de un paquete privado para ser entregado a
Ibria. Muy caro, ¿creo que usted manifestó su deseo de aprobar todos los
gastos inusuales por encima de cierta cantidad?
Y con eso giró sobre sus talones y salió de la habitación.
Eric suspiró. Le rompía el corazón tratar a Grimsby de esta manera. Pero me
sentiría aún peor si le pasara algo.
Él abrió el papel, preguntándose porque el mayordomo pensaría que valía la
pena su tiempo. Ni siquiera era una alta cantidad —aunque ridícula, en
realidad, para el envío de un solo paquete. Ahora había carruajes
226
internacionales para ese tipo de cosas. Y todas las instrucciones que se
agregaron eran absurdas:
MANTENER A LA SOMBRA TODO EL TIEMPO; NO PERMITA QUE
SE CALIENTE MUCHO; ASEGURARSE QUE LOS AGUJEROS EN LA
CAJA NO ESTEN BLOQUEADOS ASÍ EL AIRE PUEDE CIRCULAR;
MANIPULAR CUIDADOSAMENTE, LIQUIDO Y VIDRIO DENTRO…
Eric pestañeó.
Releyó las instrucciones:
SER ENTREGADO DIRECTAMENTE EN LAS MANOS DEL REY
OVREL III DE IBRIA, Y NO A UN SIRVIENTE O LACAYO. TAMBIÉN,
CONDOLENCIAS POR LA PERDIDA DE SU EMISARIO,
DE LA PRINCESA VANESSA.
Vidrio…líquido…agujeros así el aire podría circular… ¡Vanessa estaba
enviando al Rey del Mar fuera del castillo justo bajo las narices de Eric!
Grimsby sabía. Él sabía lo que Eric estaba buscando— y lo había
encontrado.
¡Buen viejo Grimsby!
El primer instinto de Eric era llamar una orden príncipesca y detener toda la
cosa. Se dirigiría de inmediato a la Oficina del Tesorero para hacerlo.
Entonces él se detuvo.
Vanessa tenía al castillo completo en alerta, espiando para ella. Si él hacía
algo y lo atrapaban —una posibilidad muy probable— Vanessa castigaría a
Grimsby.
O a Max.
¿Qué debería hacer?

227
Capítulo 33: Ariel
Cuando el momento llegó, ella cambió, dentro del profundo canal entre
matorrales de hierba afilada como navajas, en el lado norte del pantano, lo
más alejado del castillo y sus guardias. La marea todavía estaba subiendo, por
lo que el agua no había estado asentada en el pantano fangoso durante horas,
volviéndose quieta y hedionda.
En el momento justo, Jona descendió de los cielos y se instaló en la parte
superior de un robusto montículo de hierba.
Momentos después, Eric llegó caminando a grandes zancadas por el camino a
través de la hierba. Parecía perdido cuando no la vio junto al barco como
esperaba.
— ¡Eric! — ella lo llamó en voz baja.
— ¡Ariel! — la cara de él cambió a una amplia sonrisa que entibió su
interior. — ¡Temía que no estuvieras aquí!
— ¿Lo has encontrado? —ella preguntó ansiosamente.
El príncipe tomó una bocanada de aire y le agarró los hombros.
— Encontré algunos pólipos, pero no a tu padre. Algunos de los otros
prisioneros de Vanessa. Cosas horribles, disfrazados en sus cosméticos.
Ariel sintió como el mar dentro de ella se retraía a las profundidades de su
alma.
Que final feliz podría haber sido— Eric trayendo a su padre; liberando a
Tritón justo aquí, en las marismas…
Pero la vida era complicada.
Eric la vio marchitarse, pero la mantuvo firme.
— Lo siento tanto, Ariel— él dijo —Además…Vanessa sabe que sé sobre
ella.

228
Ariel sacudió su cabeza ante las múltiples malas noticias. — ¿Pero como lo
hizo…?
— Larga historia. Terrible cena. De hecho, gran cena. Sólo terriblemente
incómoda. Pero hay una pequeña buena noticia.
Le mostró el recibo.
— Creo que Úrsula esta tratando de sacar a tu padre a escondidas del castillo
justo bajo mis narices… e impresionar a un aliado potencial al mismo
tiempo. Ella le dio a Tritón al rey de Ibria como un espécimen para su
zoológico.
Ariel miró el papel, la punta de su labio se elevó con disgusto.
— ¿Un especímen para su zoológico?
— Sí, y de acuerdo con un poco de fisgonerías que he hecho por mi cuenta,
ella incluso le dijo directamente que era el Rey del Mar transformado. Dudo
que él lo haya creído, pero aún así. Una historia encantadora para sus nobles
invitados.
— ¿Tú no puedes detener esto? ¿Le quitaste el…eh…paquete?
— Ah…sí…bueno…además de saber quien es ella, Vanessa también sabe
que estoy ayudándote. Ella ha amenazado con matar a Grimsby si encuentra
pruebas de ello.
— ¿Grimsby? —Ariel gritó. — ¡Él es inofensivo! Ese monstruo…
— Ella sabe cuánto significas para mí. —Eric dijo tristemente. — Esa es su
magia. No una magia real. Ella es brillante averiguando las cosas que tú amas
más y amenzándote con destruirlas.
Ariel gimió —Ojalá hubiera tenido ese conocimiento antes de visitarla por
primera vez.
— La edad trae sabiduría. — dijo el príncipe con una seca sonrisa. —Pero
mira, esto no es tan malo. Si actúo como un Eric normal, como si ni siquiera
supiera qué está pasando con el regalo o el correo, eso hace que sea mucho
más improbable que sospeche algo o intente detenernos.
229
— Buen punto. ¿Entonces que vamos a hacer?
Ni siquiera había cruzado por su mente, ni por un momento, intercambiar a
Grimsby por su padre. Lanzar a un inocente bajo el carro de Úrsula para su
propio beneficio no la haría mejor que la propia bruja del mar.
— Bueno, cuando yo dije “nosotros”, realmente quería decir “tú”. El carruaje
se va a Ibria mañana. Debería detenerse en el mercado a recoger otros
paquetes para entregarlos más allá del reino al mediodía, y salir de la taberna
a la una. Podrías atacarlo con tus poderes de la tormenta y tomar a tu padre,
¡y nadie lo sabría! En el peor de los casos, podrían pensar que fue obra de un
bandolero en busca de oro.
— No puedo— Ariel dijo gentilmente, aunque le divirtió la imagen: Reina
del Mar y Ladrona de Autopistas. —Mis poderes no funcionan en tierra. Sólo
en el agua. Al igual que los de ella.
— Oh— la expresión en la cara de Eric decayó. Su labio inferior sobresalía
un poco. Era un tanto infantil pero terriblemente entrañable. Casi se sintió
mal que sus poderes divinos le hubieran presentado esta limitación.
— ¿No podrías…quedarte en el mar…y dirigir una sola, pequeña ola de
viento para golpearlo?
— No es tan preciso. Y es menos como disparar un rayo con mi tridente que
animar a los poderes de la naturaleza a hacer algo por sí mismos. No
es...ordenado. Pero si solo hay uno o dos hombres en el carruaje, creo que
puedo arreglármelas con la ayuda de mis amigos.
— ¿Las gaviotas?
— También mis ... encantos de sirena— Ella sonrió. Lástima que Sebastian
no estará allí para escucharme, cantando como una sirena. —Créeme,
podemos hacerlo.
—¡Perfecto! Mañana a esta hora todo habrá terminado.
—¡Y recuperaré a mi padre! — Su corazón dio un vuelco. Después de todo,
todavía iba a haber un final feliz.

230
—Y luego podemos deshacernos de Vanessa— dijo Eric. —Cuanto antes
mejor. Ella es mucho más peligrosa de lo que pensé.
—Ok, ese es el plan— dijo Ariel. —¡Todo lo que tenemos que hacer ahora es
llevarlo a cabo!
—¡Absolutamente!
—¡Genial!
—¡Bien!
—¡Excelente!
Pasó un momento, mientras se sonreían el uno al otro.
Pasó otro momento, algo incómodo.
Y luego un tercero.
—… ¡De acuerdo entonces! ¡Buena suerte! ¡Con suerte, la próxima vez que
nos veamos, tú habrás recuperado a tu padre! — Eric espetó.
—¡Sí! ¡Eso será grandioso! — Ariel respondió con entusiasmo.
Se dieron la mano y se separaron.
Espero que Eric se sienta tan estúpido como yo, pensó Ariel de mal humor.

231
Capítulo 34: Ariel
Entró en la ciudad a última hora de la mañana siguiente, y mantuvo su
pañuelo alrededor de la cabeza.
El mercado era diferente hoy: diferentes proveedores que vendían productos
completamente diferentes. En Atlántica siempre eran las mismas personas
vendiendo las mismas cosas a las mismas personas, solo una ligera variación
con las estaciones. ¡Es el Día del Festival de las Algas Rojas! ¡Oh, es el
Increíblemente Raro y Hermoso Día de Desove de la Anémona de Punta
Azul! ¡Oh! ¡Es ese tipo que hace esas pequeñas tallas de madera de los
dioses con material de los naufragios!
En realidad, esos eran bastante buenos, admitió Ariel. Poseía al menos una
docena de ellos.
Jona voló por encima de ella, aterrizando en un techo ocasionalmente,
cuando era conveniente. Varias docenas de gaviotas volaban en círculos,
cerca. Ariel esperaba que no fueran necesarias; no quería atraer la atención
sobre la situación. Con un poco de suerte, podría distraer al cochero, tal vez
cantar una melodía de sirena o dos para hipnotizarlo, y luego agarrar el
paquete. Luego podría regresar triunfalmente a su reino, con su padre en la
mano, y todo terminaría.
El carruaje se detuvo detrás de la taberna exactamente a las diez. Solo había
un conductor.
Fácil, se dijo la Reina del Mar.
Pero el conductor la estaba mirando.
Mirándola lascivamente.
De una manera extrañamente familiar.
Ariel retrocedió, dándose cuenta de repente de quién era.
¡Corre! se dijo a sí misma.

232
De alguna manera no lo hizo.
La puerta del carruaje se abrió con un crujido, empujada desde el interior por
el lacayo, que era el gemelo del conductor.
Vanessa salió.
Por un momento, Ariel vio a Úrsula. Sonriendo y con dientes afilados,
rodeada por sus tentáculos negros ondeando. Igual que un depredador, toda
maldad. Tiburones muertos para comer. Úrsula disfrutó del dolor que causó.
Entonces el momento terminó y la princesa de Tirulia se quedó allí,
“disfrazada”, envuelta en un largo y fluido vestuario que la hacía parecer una
actriz que interpretaba a una sacerdotisa extranjera en una de esas óperas que
Sebastian dirigía de vez en cuando. Sus ojos eran grandes y parecidos a los
de una cierva, pero su sonrisa era cruel y exactamente igual a la de la bruja
del mar.
Ariel sintió que una rabia fría se apoderaba de sus hombros y el mundo se
redujo hasta que solo quedaron ellas dos.
—¿Esperabas algo del cartero, tal vez? — Vanessa ronroneó con la voz de
Úrsula. —¿Un paquete, quizás?
—Muy divertida, Úrsula. Eres tan...graciosa— dijo Ariel, tratando de no
mostrar su enojo.
—Gracias. Bonitas piernas, por cierto.
—Gracias— dijo Ariel. —Las hice yo misma.
—Oh, sí ... ahora eres la “Reina del Mar”. Con todos los poderes y
privilegios de la misma. Y el tridente—Sus ojos se movieron ávidamente
sobre Ariel, buscando alguna señal del arma. —¿No es gracioso...? Tu padre
podría haberte convertido en un ser humano en cualquier momento que
quisiera. Pero no lo hizo. Mantener sus habilidades tan
egoístamente...tratando de mantenerte encerrada en casa...

233
—Estaba tratando de protegerme — dijo Ariel rotundamente. —No es la
elección que hubiera tomado en su puesto, pero él pensó que estaba haciendo
lo mejor.
—Pero ahora estás en su posición— dijo Vanessa, con los ojos muy abiertos
e inocentes. —¿Me estás diciendo que, si tuvieras una hija, tú sólo la dejarías
ir?
—Si tuviera una hija, me aseguraría de que tuviera todas las oportunidades
para hacer lo que quisiera para enriquecer su vida. A veces, ser un buen padre
significa saber cuándo dejar ir.
—Bueno, bueno, ¿no es esa una filosofía madura y reflexiva? — Dijo
Vanessa, mirándose las uñas. —Yo nunca tuve inclinación por los niños,
excepto como postre.
Ariel le dio una mirada, y no con horror. Uno de los aspectos más agotadores
de Úrsula ni siquiera era su villanía; era su constante afán por llamar la
atención, sólo por el valor de la conmoción, por volver la conversación hacia
ella.
—Creo que tomaste algo mío— dijo Úrsula.
—Creo que tomaste algo mío— replicó Ariel.
—Creo que te lo cambié de manera justa, a cambio de algo mío. Mi magia
para ayudarte a ganar a tu hombre.
— No fue un intercambio justo. Estabas aprovechándote de mi desesperación
y sabías que fracasaría.
—Creo que, como dicen, estabas en tu sano juicio y cuerpo cuando hicimos
el trato. Nadie te obligó a hacerlo, sabías exactamente lo que estabas
haciendo.
—¡Era una chica tonta e inocente! — Ariel espetó, decepcionándose de sí
misma.
Ahora eres una reina, no esa chica inocente. No te hundas a su nivel. Ella
está debajo de ti.

234
—Y ha sido ... ¿qué? ¿Cinco o seis años desde entonces? —Vanessa
preguntó inocentemente. —Nada en el lapso de la vida de una sirena. La
fracción más pequeña de un porcentaje. ¿Pero supongo que ahora ya has
crecido?
— He crecido— dijo Ariel con frialdad. —Y soy la reina. Y sospecho que, si
volviéramos a examinar esos tres días desde todas las perspectivas, como un
dios, veríamos que de alguna manera has hecho trampa. ¡Incluso antes de que
usaras mi propia voz, el cuerpo de otra persona y tu magia para robarme a
Eric!
—No hubo una cláusula de no competencia— dijo Vanessa, casi
razonablemente. —Nunca dije que no podría perseguir al mismo humano
encantador. Él es encantador, por cierto.
Ariel sabía que la bruja estaba tratando de hacerla enojar.
... Y lo estaba logrando; la sirena podía sentir el calor subiendo a sus mejillas.
—Por favor. No tiene cola ni tentáculos. Dudo que lo encuentres atractivo en
absoluto. Es solo un peón en un juego elaborado para castigarnos a mí y a mi
padre.
—Ok, Me tienes ahí— suspiró dramáticamente Vanessa.
—Gracias. Ahora dame a mi padre.
—No está en el carruaje, cariño. No está en ningún lugar donde tú puedas
conseguirlo. Tengo otros planes para el Rey del Mar—ninguno de los cuales
te involucra a ti, ni al zoológico del rey de Ibria. Los dos engañados... Es
bastante delicioso, de verdad. El rey va a recibir un regalo, un miembro
menor de mis bonitos pólipos. No es que ese estúpido humano pudiera notar
la diferencia.
—Muy hábilmente hecho— dijo Ariel con frialdad. —Supongo que tienes
que recurrir a un simple engaño ya que tus poderes no funcionan en la tierra.
— Bueno, tal vez mi magia no lo hace. Todavía no— admitió Vanessa, pero
un rápido giro de furia que apareció y se fue como un relámpago en su rostro,
habló de algo que la molestó profundamente. Eso definitivamente merece una
235
mayor investigación más adelante. —Pero tengo otros poderes, ¿sabes?
Poder sobre la corruptibilidad infinita de los humanos. Poder absoluto sobre
sacos de oro, que a ti y a mí nos importa un bledo, pero estas personas adoran
más que a sus propios dioses. Poder sobre la vida y la muerte en ese castillo
donde vive tu querido príncipe.
— Úrsula. Sé que mi Padre te exilió del reino y querías vengarte de él. Pero,
¿por qué involucrarme?
—Bueno, eras un peón, querida, por supuesto. Otro encantador peón —dijo
Vanessa con un sensual encogimiento de hombros. —La mejor manera de
llegar a Tritón era a través de su hija favorita.
—No soy…
—Por favor— interrumpió Vanessa bruscamente. —La más joven. La más
bonita. La de la hermosa voz. La que más se parecía a su propia esposa
muerta. Todo el mundo lo sabe. Los seres humanos hacen lo mismo—tienen
hijos que son sus favoritos— pero ellos constantemente critican ese hábito en
sus religiones y leyes. Se esfuerzan mucho por derrotar a sus propias
naturalezas viles. Es una de las muchas cosas que encuentro bastante
atractivas de ellos.
Ariel no respondió de inmediato, procesándolo. Casi deseaba no tener voz
para poder ganar tiempo, mientras daba con los signos correctos.
—¿Es por eso que sigues aquí, causando problemas? — preguntó finalmente.
— ¿Porque te gustan los humanos con los que vives?
—Bueno, sí. — Vanessa se llevó un dedo a los labios, considerando
seriamente la idea. —Son tan imprudentes y fáciles de manipular, están
llenos de sentimientos y rápidamente están de acuerdo con cualquier cosa que
les digas —más como una raza de niños que como una raza real, si me
preguntas. Sabes, casi entiendo tu fascinación por ellos ahora. Antes, pensaba
que era porque eras una adolescente tonta y aburrida, que buscaba una
manera de escandalizar a tu padre.

236
Ariel abrió la boca para responder, pero Vanessa la interrumpió, acercándose.
Bajó la cabeza y encorvó los hombros, como Úrsula preparándose para
atacar, y Ariel estaba bastante segura de que si hubiera habido sombras en el
callejón, el que estaba detrás de ella, habría mostrado tentáculos ondeando
alto, listos para atacar.
—Nunca jamás recuperarás a tu padre. Ustedes, los Tritónes, todos los que
están bajo el mar, han perdido al gran rey Tritón para siempre. Y perderás
mucho más ... Eso es lo que obtienes por exiliar a Úrsula. ¡Eso es lo que le
pasa a todo el que se cruza con ella!
Ariel no dijo nada, solo levantó una ceja, como diciendo: ¿Ya terminaste?
—Y también puedes olvidarte de recuperar a Eric— añadió sarcásticamente
la bruja del mar. —Sea o no devoto de mí, es curiosamente devoto de su
gente.
—No es extraño— respondió Ariel, un poco triste. —Un buen gobernante, un
gobernante exitoso: ama a su pueblo y gobierna a la voluntad de todos ellos.
No los usa para sus propios propósitos egoístas. Algún día podrías aprender
eso, incluso si ahora triunfas contra mí. Los humanos no te tolerarán para
siempre.
El rostro de Vanessa se disolvió en otro gruñido al estilo de Úrsula.
—Si descubro a Eric ayudándote de alguna manera, Grimsby morirá.
Ariel casi dijo: ya lo sé, pero se detuvo justo a tiempo.
Ella no era una gran actriz, no podía fingir una sorpresa de última hora. Así
que sólo dijo la verdad.
—Eres un monstruo.
Vanessa se cruzó de brazos. —Estás tramando algo. Puedo decirlo. Estás
tratando de hacer trampa, de alguna manera.
—¿Cómo se siente eso? — Ariel preguntó inocentemente.
—Si vas a jugar un juego de cuchillos, es mejor que te prepares para ganar—
gruñó Vanessa. —Todo lo que has hecho hasta ahora es perder. Perdiste la
237
voz, perdiste a tu príncipe, perdiste a tu padre... Ni por un momento pienses
que has ganado la ventaja solo porque ahora tienes una corona. Conténtate
con gobernar a los Tritónes; son todo lo que puedes manejar. Vuelve al mar,
sirenita. Regresa y deja el mundo humano para siempre. Déjamelos… a mí.

238
Capítulo 35: Ursula
Hizo una salida convenientemente dramática, subiendo lánguidamente a
su carruaje y haciendo que Jetsam diera un portazo y Flotsam azotara a los
caballos para que se marcharan.
El carruaje era un poco incómodo, ya que se trataba de un carruaje de
correo y no estaba hecho para el transporte de princesas reales. Además, en
efecto, había un gran cajón de madera para la eventual entrega a Ibria, pólipo
aleatorio y delicado en su interior.
Pero al menos estaba oscuro y fresco en su interior. Bajó la persiana de
cola de pescado, que cortaba el resplandor y también la divertía: su material
translúcido estaba hecho de las vejigas natatorias de los peces. Mientras
recorría con un dedo su superficie texturizada, sonrió al ver la cantidad de vidas
que se habían dado sólo para que ella evitara un dolor de cabeza.
El vagón comenzó a rodar lentamente y la sonrisa de Úrsula se
desvaneció. Había salido vencedora de su duelo verbal... Debería haber estado
exultante. Debería haber celebrado el hecho de que la estúpida princesa sirena
-perdón, reina- había aparecido tal y como ella había predicho. ¡Y la bruja del
mar se lo demostró! Ella tenía todas las cartas, toda la ventaja, y la sirena no
tenía ninguna. Ursula estaba en la cima de su juego. No había nada que Ariel
pudiera hacer más que nadar de vuelta a su pequeño hogar bajo las olas para
siempre.
—Estúpido pececillo —dijo en voz alta.
—Ridícula —añadió un momento después. Pero se sentía incómoda.

239
No era una sensación que le gustara

Miró por la ventana las escenas que pasaban: gigantescos árboles


centenarios con sus duros tallos y sus ramas lloronas, un grupo de soldados
compartiendo una petaca, un colegio de mocosos persiguiéndose en la tierra.
Casi en el camino del carruaje. Tentador.
Estar entre los humanos durante todos estos años había sido divertido.
Había una curva de aprendizaje, por supuesto, pero eso estaba bien: hasta
entonces habían pasado literalmente décadas desde que la bruja se había visto
obligada a aprender algo nuevo. Su mente había disfrutado de la oportunidad
y de la posibilidad de empezar de nuevo. En el Mundo Seco se había rehecho
a sí misma como gobernante. En el Mundo Seco no tenía poderes mágicos,
sino algo casi mejor: poder sobre la gente. En el Mundo Seco, la sangre fluía
hacia abajo, en una corriente, hasta el suelo, y se acumulaba y secaba allí.
Pero... esa estúpida sirenita. Justo cuando Úrsula estaba a punto de lanzar
sus guerras y ascender a reina, o emperatriz, Ariel volvió. Para llevárselo todo.
Igual que Tritón se lo había quitado todo a Úrsula: el reino, su título, su séquito,
su vida.
¿Qué les pasaba a los dos? ¿Por qué no podían dejarla en paz?
Úrsula se retorció en su asiento, pensando realmente en el mar por
primera vez en años. El lugar donde una vez tuvo poder, y donde la estúpida
sirena debería haberse quedado. Toda Atlántica se sentó allí, con suficiencia,
bajo el agua, sin importarle si la bruja del mar era exiliada a una cueva cercana

240
o al Mundo Seco o a la luna. Ya no le importaba a ninguno de los tritones,
excepto a Ariel y a su padre. Era como si su venganza no contara para nada.
Comenzó a tamborilear con los dedos en el borde de la ventana. Los
pensamientos se arremolinaban en su mente, como la lenta corriente que
presagiaba un eventual remolino.
La verdadera venganza consistiría en borrar a los mer de la faz del
planeta. A todos ellos.
Aunque los humanos nunca descubrieran o entendieran lo que había
hecho, ella lo sabría. Cualquiera que sobreviviera lo sabría. Los peces lo
sabrían. Todos sabrían de una antigua y misteriosa civilización que un día se
había vaporizado, dejando reliquias y misterios tras de sí.
Y... si Ariel estaba en tierra cuando sucedió, tratando de encontrar a su
padre, y escapó de la destrucción de su pueblo... Ella también lo sabría. Y
también lo sabría su padre. Tendrían que vivir con eso por el resto de sus vidas.
Y los merfolk -incluso como pólipos- vivían durante mucho, mucho
tiempo.
Pero si Ariel estuviera en el mar y muriera con su gente, bueno, eso
significaría el fin de todos los problemas de Úrsula. Ella sería libre de jugar
con sus humanos, sin obstáculos, hasta el fin de los tiempos. O hasta que se
aburra. Y el bono: Tritón sería extra miserable.
Una sonrisa espantosa comenzó a extenderse por las facciones de
Vanessa, mucho más amplia de lo que debería haber sido posible con los labios
que tenía.

241
¡Qué perfecto! No importaba lo que pasara, ¡ella ganaba! Esas eran las
probabilidades favoritas de la bruja del mar. Y no se necesitaba ningún hechizo
complicado que involucrara a los Dioses Antiguos.
—¡Flotsam! —gritó, golpeando la ventana—. Estamos haciendo una
parada antes del castillo. Llévame a... los astilleros.
Flotsam se tocó el sombrero.
Ursula comenzó a reír, sintiéndose de nuevo como su antiguo ser.

Capítulo 36: Ariel


Se tumbó en la cálida arena, exhausta y no poco aturdida. El agua del
mar, limpia y fresca, le llegaba a los pies.
Las platijas daban vueltas tristes frente a la orilla. Jona se quedó cerca de
la cabeza de Ariel, obviamente resistiendo el impulso de confortarla.
242
—¿Y ahora qué? —preguntó finalmente Flounder.
—Pensé que sería esta vez, realmente lo hice —dijo Ariel, un poco
hueca—. Una vez más, pensé que rescataría a papá y él me perdonaría y
volveríamos a casa y todos serían felices. ¿Soy estúpida?
—¡No, no eres estúpida, Ariel! —dijo Flounder, preocupado por su tono.
—Creo que tu bruja del mar lleva siglos practicando la maldad y el
engaño —señaló Jona razonablemente. —Tú jamás has practicado el mal ni
una sola vez. A ella se le da mucho mejor que a ti.
Ariel sonrió con cansancio.
—Gracias, Jona.
Se sentó y se abrazó las rodillas, mirando los dedos de los pies, la arena,
el agua más allá.
Ursula no está sentada regodeándose, o tal vez sí, pero también está
planeando su próximo movimiento. ¡Levántate, chica! No hay tiempo para la
autocompasión.
Estiró los músculos de su cuerpo y se puso de pie, lista para hacer la triste
caminata de regreso al mar.
—¿Qué pasa con Eric? —preguntó Flounder—. ¿Vas a decirle lo que ha
pasado? ¿Para que pueda volver a la búsqueda?
Oops. Por supuesto que tenía que hacer saber a Eric lo que había
sucedido. Estaba tan consumida por su propio fracaso que se había olvidado
por completo del príncipe, que tenía todo un reino cuyo destino depende de
Úrsula. Desconsiderada, Ariel.

243
—Oh, sí... Pero no sé cómo hacérselo saber. No puedo acercarme al
castillo.
—Yo puedo —se ofreció Jona.
—¡Eso es, puedes! Hmm... —Se quitó la correa de cuero que llevaba en
la muñeca, la que tenía la pequeña fianza de oro que antes sostenía el nautilus.
Luego la lanzó al aire y tocó su peine, utilizando el poder del tridente para
invocar y fijar algo en el extremo.
—Toma —Le lanzó el collar a Jona. —Dale esto. Lo entenderá. Y
ahora... tengo que volver a Atlántica y enfrentarme a todos.
—No lo harás sola —prometió Flounder, dándole unas palmaditas con
una aleta.

Capítulo 37: Ariel


Se paseó por el castillo con ansiedad, esperando...algo. Alguna palabra.
Todo, los últimos años de su torturada vida, podrían resolverse en las próximas
horas si ella tenía éxito. Y si no...
...Bueno, si no, ya nos ocuparemos de ello.
Estaba tan sumido en sus pensamientos que chocó, de frente, con
Carlotta. —¡Caramba! Lo siento. —Eric se zafó de los pliegues de tela,
delantales y ropa que llevaba.

244
—No pasa nada —dijo Carlotta, palmeándose lo mejor que pudo con una
mano y arreglando su sombrerito—. Sólo venía a hacer la ropa de cama de la
princesa.
—¿Tú? ¿No es ese uno de los trabajos de las criadas más jóvenes?
¿María, o Lalia, o una de esas chicas más jóvenes?
—Bueno —Carlotta se mordió el labio— se necesita un toque especial
para, er, meter los bordes correctamente y... hurgar un poco, ya sabes....
Eric la miró con severidad. —Carlotta, ¿está todo el personal de abajo
aliado en algo?
—No —contestó ella primorosamente, volviendo a doblar una funda de
almohada expertamente sobre su brazo—. Por eso soy yo la que se preocupa
por la habitación de la princesa, y no alguien que no es de fiar.
El príncipe suspiró. —No sé si sentirme aliviado o molesto de que estés
involucrada. Supongo que te lo diré tan directamente como pueda: Grimsby se
meterá en serios problemas si le pillan ayudando a...potencias extranjeras.
Hasta ahora no he oído nada de ti.
Carlotta gruñó y puso las manos en las caderas, empujando su pecho
contra el del príncipe.
—¡Por qué, esa sucia y despreciable... fulana! ¿Amenazó al señor
Grimsby? ¿Cuánto más puede salirse con la suya? Príncipe Eric, no es mi lugar,
pero Tirulia es un país moderno. ¡No estaremos sujetos a las políticas y
costumbres de tales déspotas arcanos! ¡Debes revelarla al público como la
bestia que es!

245
—Er... —Miró a un lado y a otro desesperadamente en busca de una
escapatoria. Ella lo tenía presionado prácticamente contra la pared.
—Y también que es una asesina —susurró Carlotta, levantando las cejas
sugestivamente.
—Carlotta, cállate, estás hablando de la princesa Vanessa. Eso es
traición. Y además, ella no pudo haberlo hecho. Sus poderes no funcionan...
eh, quiero decir, el ibriano parece solo haber muerto.
—Es una pequeña e inteligente princesa del mar —dijo la criada—.
¿Crees que no está trabajando en formas de evitar sus... limitaciones? ¿Que no
ha encontrado alguna? Tal vez, Su Alteza, no ha estado siguiendo sus últimos
pasatiempos —señaló con la barbilla hacia la ventana. —Aunque muchas
damas nobles se dedican a la jardinería, supongo que no hay nada raro en ello.
Y ahora, debo hacer la cama de la dama antes de que me amenace con algo. Y
con eso se marchó.
Eric miró por la ventana que ella había indicado, a las pulcras hileras de
flores que precedían a la arboleda de sauces. Todo parecía normal, aunque un
poco apagado desde que su abuela se había vuelto demasiado frágil para seguir
ocupándose personalmente de su jardín costero.
Entonces, entrecerrando los ojos, vio una parcela que parecía diferente al
resto. Recién removido y plantado de forma irregular.
Bajó las escaleras tan rápido como pudo y salió corriendo.
El hecho de que hubiera un jardín completamente nuevo, aunque
diminuto, en los terrenos del castillo del que Eric no había oído hablar era...
descorazonador. Era sólo un detalle más que cimentaba el lugar de Eric,

246
ignorante e inútil, en su propio castillo. Su abuela se habría enterado de
inmediato. Se habría enterado en el momento en que los jardineros hubieran
empezado a dedicar su tiempo a cualquier cosa que no fueran sus rosas de
herencia y sus plantas perennes exóticas.
Las plantas que crecían en esta nueva parcela no eran rosas, aunque más
o menos entraban en la categoría de perennes exóticas. Eric estudió las hojas
y pequeñas etiquetas de identificación.
Artemisia. Vale, eso era como el ajenjo, con lo que hacían la absenta. A
su abuela siempre le habían gustado sus bonitas hojas plateadas y lanosas.
Belladona. Salvia, beleño. Hierbas antiguas. Mandrágora.
Reconoció la última porque un marinero le había mostrado una vez un
espécimen particularmente fino de la raíz; parecía una persona pequeña. —
Hay gente en Bretland que pagaría el rescate de un rey por esto. Sólo tengo
que decirles que eso gritó cuando el granjero la sacó de la tierra.
Eric sacudió la cabeza con asombro. Incluso para alguien más hábil en
las artes del mar y la música que en la agricultura, era obvio que Vanessa estaba
probando suerte en un jardín de brujas.
Su magia no funcionaba en tierra. Así que estaba tratando de aprender
una nueva magia. Magia terrestre.
¿Era eso... una cosa?
¿La brujería era real?
Si lo era, ¿podría Vanessa aprovechar sus poderes? ¿Sería capaz de
invocar ejércitos de muertos vivientes para que cumplieran sus órdenes,
invocar tormentas y plagas en los países con los que estaban en guerra?

247
¿Sería capaz de lanzar nuevos hechizos? ¿Se encontraría Eric de nuevo
con niebla y olvido, hipnotizado y medio despierto? ¿Haría todo lo que su
terrible esposa le dijera?
Tragó saliva, tratando de controlar el pánico que le invadía.
Boneset. Algunos decían que era bueno para los dolores. Los médicos
modernos no estaban de acuerdo.
Acónito.
Foxglove. Una flor bonita y peligrosa para los animales. También era
conocida como digitalis y contenía una sustancia que destruía el corazón,
literalmente. Eric recordaba a su padre diciéndole que no dejara a Max
acercarse a ella si encontraban alguna en el bosque.
Tanto si la brujería era real como si no, el veneno ciertamente lo era.
Nadie creía realmente que el ibriano hubiera muerto por causas naturales.
Y aquí, más o menos, estaba la prueba: agujeros en el suelo donde se habían
arrancado algunas de las flores. Utilizado. La planta se podía poner en
cualquier cosa: té, sopa, mezcla de tabaco para una pipa... Vanessa podría
cumplir su amenaza en cualquier momento. Grimsby se desplomaría de un
ataque al corazón y nadie sospecharía nada, sería triste, pero una muerte
totalmente natural y predecible.
Nada de lo que Eric pudiera hacer convencería al mayordomo de
abandonar su puesto, a no ser que lo atara y lo metiera en un barco hacia las
tierras del oeste en contra de su voluntad. Eric se pasó las manos por el pelo,
frustrado y sin saber qué hacer.

248
Un gran pájaro se posó en una estatua detrás de él, proyectando una fría
sombra negra. El príncipe se giró, esperando que fuera un cuervo o una corneja,
como correspondía al ambiente del jardín.
Pero era una gaviota. Con algo fibroso y marrón en la boca.
—Hola —dijo Eric amablemente—. ¿Te envía Ariel?
El pájaro respondió dejando caer al suelo lo que sostenía. Se
graznó.
—¿Gracias...? —Recogió el cordón de cuero; era el que Ariel
llevaba en la muñeca. Ahora, dejándolo fluir entre sus dedos, se dio
cuenta de que era la correa del collar que Vanessa solía llevar, el que tenía el
nautilus.
(Ahora la princesa llevaba una cadena de oro que bajaba por debajo del
corpiño. No tenía ni idea de qué tipo de colgante llevaba, probablemente algo
inquietante y horrible).
Un pergamino blanco estaba atado a un extremo de la correa; se desplegó
por sí mismo en su mano. En él, dibujado en oro, había un carruaje con una
cosa mitad pulpo, mitad mujer, que salía por la puerta. También había un
dibujo de una corona con lo que parecía un tajo o un desgarro.
Eric maldijo cuando se dio cuenta de lo que significaba.
—Era una trampa. El rey ni siquiera estaba allí. —El pequeño pergamino
se desvaneció en el brillo, desapareciendo por completo incluso mientras él
trataba de agarrar los trozos.
Pero si Ariel había lanzado este bonito hechizo, se dio cuenta de que eso
significaba que ella tenía que estar en el agua. Lo que significaba que estaba a

249
salvo. Sólo... decepcionada, y probablemente afligida. Su corazón estaba con
la pobre reina de los merfolk. Ambos habían estado tan seguros de que sus
respectivos calvarios estaban casi superados....
—¿Volvemos a buscar en el castillo, entonces? —preguntó Eric en voz
alta, en parte a la gaviota—. Bueno, si eso es lo que tenemos que hacer, eso es
lo que haremos. Supongo que será mejor ampliar la búsqueda al resto de los
terrenos, también, ¿eh? Me gustaría que pudieras ayudar. Me vendría bien otro
par de ojos. Unos que no sean fácilmente engañados por la magia. Me gustaría
tener un amigo animal que pudiera vigilar a Grimsby por mí. Me temo que
Max no está a la altura de la tarea.
El pájaro volvió a graznar y agitó la cola. Casi como si dijera: Sí, pero
¿qué se puede hacer? Luego se posó para acicalarse.
Eric se rió y estiró la mano para rascarle el cuello, como haría con Max.
El pájaro parecía disfrutar enormemente.

250
Capítulo 38: Ariel
Yo merezco esto, Ariel pensó, mientras enviaba las noticias su fracaso una, y
otra, y otra vez. Por supuesto que la población general estaba decepcionada.
Ella se esperaba los ceños fruncidos y las ocasionales lágrimas dramáticas.
Contarle a sus hermanas fue extremadamente desagradable. Ellas lloraron
reales lágrimas y sacudieron sus colas hacia atrás y hacia adelante,
consternadas. Y luego se alejaron nadando, todas ellas salvo Attina, quien le
dio un rápido abrazo antes de irse.
El consejo de la reina también estaba decepcionado— aunque no
terriblemente sorprendido, y se apresuró a hablar del futuro y de la lealtad de
Ariel a su pueblo, y de que tal vez los nuevos intentos de rescate debían
encomendarse a quienes no fueran directamente la reina en funciones.
— Deberíamos enviar un ejército de tritones—con piernas— a través del
castillo y tomárnoslo. —el capitán de los tritones guardianes sugirió. Sus ojos
brillaron y su compañera, una anchova gigante, asintió airadamente. —¡Será
como las batallas de antaño, espadas contra espadas! ¡Recuperaremos al rey
triunfalmente y recordaremos a los humanos nuestro poderío!
—Y mientras tu agitas sus brillantes espadas, los humanos estarán
disparándote con sus armas— dijo Ariel, con cansancio. — Ese era el motivo
por el que quería hacer esto sola…y furtivamente. Para limitar la pérdida de
vidas.
— Olvida el ejército. Usa el poder del mar. —un tritón senador sugirió —
¡Usa tu tridente y enséñales a los humanos una lección!
— Sí— dijo Ariel, recostándose en su trono. — De hecho he pensado en ello.
Podría destruir el castillo y a todos en él, con una poderosa ola. La ventaja de
matar a Úrsula de esa forma es que mi padre y todos sus prisioneros podrían
ser transformados inmediatamente a causa de su muerte y liberados
directamente en el mar.
Flounder y Sebastián intercambiaron miradas sorprendidas—y

251
escandalizadas. ¿Ella realmente había considerado eso?
Ariel dirigió su mirada hacia la brillante superficie del domo, para evitar
mirar sus rostros. Sí, ella había pensado sobre eso.
Si su meta fuera, verdaderamente, solo recuperar a su padre y tomar
venganza de Ursula, era probablemente la ruta más directa y eficiente. Un
tsunami gigante arrasando el castillo del reino y todo lo que hubiese
dentro…Algunos lo llamarían un desastre natural, pero otros sospecharían
sobre la verdad y contarían historias. Quizás la gente comenzaría a respetar al
mar de nuevo, apropiadamente. Quizás ellos dejarían de pescar y verter su
basura en él.
Y, desde una artística perspectiva, lo absolutamente apocalíptico y perfecto:
destruir a su enemiga y posiblemente a su amado al mismo tiempo. Muy
Viejo Dios. Ellos cantarían sobre ella por siglos.
Un lado de su boca tiró hacia arriba en una sonrisa irónica. La vieja Ariel no
habría siquiera tenido esa clase de pensamientos, ella los habría rechazado
inmediatamente como horrorosos e impensables.
Ahora ella podía pensarlos. Solo que no podía hacerlos.
—No, chicos. —dijo ella en voz alta. —Realmente no voy a matar a todos los
del castillo, ni a enviar olas de absoluta destrucción.
Sebastian y Flounder parecían disgustados de que ella hubiera leído sus
mentes— pero parecían también aliviados.
—Su Majestad, debo asistir a la reunión del Comité Interior de la Vida
Planctónica— dijo el delfín Klios disculpándose, con una reverencia. —
Seguiré reflexionando sobre nuestro problema de rescatar al rey. Pero por
ahora, otros deberes me llaman.
— Sí, ve. Podríamos todos tomarnos un descanso, de todas formas. —dijo
Ariel, masajeando su cabeza por segunda vez en esa semana. — Nos
reuniremos en la próxima marea para seguir discutiendo.
Mientras la mayoría del concejo se iba nadando, Sebastián se acercó a ella,
de lado y lentamente. —Bueno, entonces, mientras estamos tomando un
252
descanso de pensar acerca de todo esto… ¿quizás podemos hablar de algo
más? ¿Mi próxima obra maestra, talvez? Una celebración de las mareas. Una
celebración del mar. Una celebración por el regreso de tu voz, protagonizada
por...
Ariel entrecerró los ojos hacia él.
—…bueno, ¿tu voz? — él le dedicó una sonrisa ganadora.
— LAS REINAS NO CANTAN, Sebastián.
— Pero Ariel, ahora que tú puedes cantar otra vez…
—Mi padre no hacía pantomimas ni actuaba en farsas. Mi madre no
representaba burlescos. Mi posición no permite esas burdas fruslerías. Nadie
me tomaría en serio de nuevo.
—Tu madre tenía una voz terrible.
— ¡Sebastián!
—Lo siento, pero es la verdad. Y tú no eres tu padre...
—No, pero ¿sugerirías esto si yo fuera un príncipe? De alguna manera pienso
que no.
—¡Pero, Ariel! ¡Piensa en tu gente! ¡Ellos han vivido sin escuchar tu voz
durante mucho tiempo! ¿Ellos no merecen escucharte cantar?
—Mi canto es mi canto—dijo ella, agachándose para poner sus ojos al nivel
del pequeño cangrejo. —Mi voz es mi voz, yo misma la regalé y ahora yo
misma la recuperé. No es para el disfrute o la diversión de alguien más. Sí yo
quiero cantar, cantaré. Ahora mismo usaré mi voz para dar órdenes y regir el
reino. Algún día, si nuestra situación cambia, tal vez considere tu idea. Hasta
entonces, te pediré que no me hables acerca de esto otra vez.
Sebastián chasqueó sus garras, el equivalente a los puños de los cangrejos y
apretó sus mandíbulas, intentando contenerse decir algo más. Flounder puso
una aleta tranquilizadoramente en su espalda.
—Déjalo ir —él susurro, empujando al pequeño cangrejo alejándolo.

253
Cuando los dos se fueron juntos, ella pudo oír a Sebastián murmurar algo
sobre que ella era exactamente como su padre....
Ariel miró con tristeza los montones de papeles que eran su "recompensa"
después de la reunión.
Ella suspiró, dio golpecitos en su escritorio con un lápiz—un afilado
bolígrafo— y descansó su mejilla en su mano.
No había caso. Ella no podía concentrarse. En todo lo que podía pensar era en
su padre... Y haber perdido su temperamento con Sebastian.
Ella tendría que compensar al pequeño cangrejo de alguna forma. Quizás
podría encargarle escribir y preparar un estribillo de celebración para algo.
Quizás eso podría calmar su ego herido.
Ella pensó en su dueto con Eric. Era casi peculiar cómo el chico del que se
había enamorado una vez, había conseguido embelesarla de nuevo con su
actual yo ya mayor. Él estaba más triste, cautivo de un extraño destino, pero
aún poseía el corazón del viejo príncipe y su amor por la música. Después de
todo esto, incluso si ellos estuvieran confinados a sus propios mundos para
siempre, ella amaría tener la oportunidad de cantar con él una última vez.
…Nop. De hecho, ella no quería eso. Ella iba a ser honesta; eso es lo que las
reinas hacían.
Ella quería besarlo.
Ella quería abrazarse a él. Y quería tratar de pasar tiempo con él en algún
lugar, su mundo o el de ella, eso no importaba. Un dueto más era
insignificante. Ella quería adueñarse de su corazón.
Eso no había cambiado.
—¿Trabajando duro?
Ariel saltó. Attina había nadado hacia ella en su usualmente furtiva y
silenciosa forma de hacerlo.
—Yo sólo... Hay muchas cosas aquí. Me perdí por un segundo.

254
—¿La vida aquí abajo se está volviendo aburrida?
— Attina, sólo... Está bien. —dijo Ariel, lanzando su lápiz. Este rebotó
lentamente en el agua, levantando un poco de polvo de coral asentado en el
borde de su perfecto escritorio de mármol, antes de salirse por un lado y
llegar al fondo del mar. Las dos sirenas lo observaron sorprendidas.
—Estamos un poco a la defensiva ¿no?
—Te estás metiendo conmigo. Por favor, admítelo.
—Tranquilízate, pequeña hermana. Sé que estás enojada por no conseguir
traer a tu padre de vuelta, otra vez. —Pero antes de que Ariel pudiera abrir su
boca para gritarle, Attina continuó en voz más alta— Y yo sé que estás
tomando esto mucho más en serio que el resto de nosotras. Por favor.
Ella agregó, más suavemente:
—Yo sé cuán duro estás tratando. Pero tú deberías, en algún punto, tener que
admitirte, a ti misma, qué tal vez no sea suficiente. Es una tarea muy difícil,
incluso para la gran Ariel, Reina del Mar y Caminante sobre la Tierra.
Ariel abrió su boca para decir algo, pero no pudo encontrar las palabras
exactas, abrumada por lo que su hermana había dicho. Fue tan comprensiva,
tan profunda, tan...
—Además, tú estás completamente aburrida bajo el mar. Es totalmente
obvio.
Ariel cerró la boca. Attina miraba las chucherías de su escritorio,
específicamente no a ella, pero había un brillo en sus ojos.
La Reina del mar se las arregló para darle una pequeña sonrisa.
—Bueno... Para ser honesta es aburrido. ¡Pero tengo otras miles de cosas más
importantes en mi mente! ¿Por qué Úrsula ha continuado dejando a nuestro
padre vivo a pesar de mis repetidos intentos de rescate, y aún se rehúsa a
usarlo como una moneda de cambio? Es inquietante, y es probablemente por
muy malas razones. ¿Dónde está el ahora? ¿Qué le estará haciendo? Estoy
preocupada por el destino de dos reinos y de un viejo mayordomo. Estoy

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preocupada de que el tiempo pase... Y mientras tanto, tengo que ir y buscar
un bizarro y antiguo contrato que específica cuál miembro del linaje de Kravi
tiene que llevar a cabo qué Rito de Proserpina en las Celebraciones
Equinocturnas. ¿Como si eso importara?
Attina miro por sobre el hombro de ella hacia el papel. —Dale el liderazgo a
Sumurasa. Su hermano sólo lo estropearía.
—Quiero decir, lo sé, pero él fue el primero en nacer. No hay forma de
evitarlo.
—Bueno...encuentra algo más que hacer para él, algo que parezca bueno pero
que no tenga ninguna real responsabilidad. Un buen título que él pueda
presumir.
Ariel levantó sus cejas con sorpresa.
—No es una mala idea. Quizás tú deberías venir a las reuniones del Consejo
también...
—Naah, no es lo mío. Aburrido, como tú dijiste. —Pero Attina otra vez
esquivó su mirada, dirigiéndose a un cuenco dorado de brillantes hojas de
mar.
Ella lo examinó de cerca: exóticos naranjos, rojos y amarillos, una única y
esbelta púrpura… Y finalmente solo arrancó la hoja más grande y comenzó a
masticarla. —Bah, no es como una manzana ¿Cómo está tu pequeño,uh,
juguete humano allá arriba?
—Ojalá esté buscando a mi padre, ya que yo fallé en encontrarlo.
— ¿Aún lo amas?
— Irrelevante para los asuntos que tenemos entre manos— dijo Ariel
primorosamente.
—Eres muy extraña— Attina susurró, con algo parecido al asombro
— No lo soy…
— Sí, lo eres. ¿No te das cuenta? Siempre lo has sido. Cuando eras una niña,

256
nunca te gustó nada de lo que al resto de nosotras nos gustaba. Tú buscabas
conchas, buscabas basura en los barcos. Nosotras nos desvanecíamos por los
tritones, tú deseabas las estatuas de espeluznantes bípedos del Mundo Seco.
Tú tenías esta hermosa voz que todos envidiaban, y la regalaste. No te gusta
ser una reina, pero lo haces con voluntad y honestidad, como algún tipo de
penitencia por lo que pasó a nuestro padre. Nunca has tratado de abdicar,
aunque es bastante obvio que lo odias. Tú no quieres estar aquí, tú nunca
quisiste estar aquí.
Ariel levantó una ceja hacia ella, reflexivamente. —Mayormente es la
verdad. Buen uso de la palabra “abdicar”, por cierto.
—Lo que estoy tratando de decir es... Tus estúpidos deseos y anhelos nos
metieron en este terrible desastre y consiguieron que tu padre fuera
secuestrado, y aún estoy enojada contigo por eso. Pero, si no consigues traer
a tu padre devuelta, tú deberías... Ya sabes... Ir tras ese tonto mortal.
La Reina del Mar miro a su hermana, impactada.
—Te extrañaremos si te vas, por supuesto. Pero lo entenderíamos. Bueno,
quiero decir, yo no lo entiendo. —Ella agregó sacudiendo su cola. —Los
humanos son feos, estúpidos, malvados y tienen una vida corta. Pero aparte
de eso, hay algo de los Pequeños Viejos Dioses en ti, Ariel... Hay algo épico
acerca de amar a un mortal y querer dejar tu eterno y paradisíaco mundo.
Algo que el resto de nosotros nunca entenderá, pero que la gente escribe
sagas acerca de ello. Incluso tu fracaso y tu tristeza son material de poesía.
— Umm, ¿Gracias?
Attina suspiró. —Sabes, a tu manera, una vez fuiste una niña súper femenina,
despreocupada, burbujeante y hermosa. Todavía no entiendo cómo llegaste a
ser tan extraña debajo de todo eso.
Ariel estaba a punto de responder a ese comentario de hermana mayor, que
no era realmente un cumplido, cuando apareció Threll.
—Mi Reina, la Princesa-Doyenne Farishal y su consorte están esperando para
hablar con usted sobre la oficial Mayoría de Edad de sus hijos.

257
—Oh, qué alegría— dijo Ariel con gesto adusto. —Discúlpame, hermana; el
deber me llama.
—Claro que sí— dijo Attina con un suspiro, todavía masticando una hoja. —
¡Oye! Si vuelves a ver a Eric, haz que nos traiga más manzanas, ¿quieres?

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Capítulo 39: Úrsula Y Eric
—Pero, ¿cuándo estarán mis barcos hechos y listos para navegar?
Cada vez era más difícil fingir que el frío del verano era el que había afectado
su voz y que aún seguía afectándola, especialmente ya que ella no actuaba
como el resto de las ridículas y sonrientes damas de la corte cuando tenían
fiebre, ansiedad, escalofríos o cualquier otra cosa de las que se quejaban.
Úrsula seguía pisando fuerte por los pasillos del castillo y comiendo como
una campeona.
Pero en ese momento ni siquiera se preocupó por su voz; golpeó los puños
sobre la mesa y le enseñó los dientes al hombre mayor de pecho ancho que
estaba frente a ella.
El almirante de la flota la miró con fríos ojos negros.
—Hemos empleado a todos los carpinteros de barcos calificados en el reino,
Mi Princesa —y bastantes trabajadores manuales no calificados. — Los
astilleros están a máxima capacidad. Si hubiéramos escalado esta orden
correctamente, habríamos construido un segundo astillero de antemano. Está
pidiendo que se acumule una flota lista para la batalla en muy poco tiempo, y
prácticamente de la nada. Denos más espacio y un mes más, y tendrá una de
las mejores armadas del continente.
—En una semana, si quisiera, podría...poner ciertas cosas en movimiento que
me permitirían no necesitar un mes más, o sus molestos barcos, o incluso a
usted—Gruñó Úrsula. —Un mes es demasiado tarde. Por su propia salud, y
nada más, ponga esos barcos en el mar y cárguelos con explosivos, ahora.
Cualquier otra persona se habría mostrado incómoda con la orden, pero rara
vez pasaba alguna emoción sobre la piel oscura y tensada sobre los huesos,
del rostro del almirante
—No me importa si es en realidad una bruja— dijo finalmente. —No me
importa si cree que la luna le da poderes especiales o si puede controlar los
mares. Pero ni el espiritismo, ni la cetaceamancia, ni las amenazas a mi

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persona harán que estos barcos estén listos más rápido, a menos que tenga el
poder de conjurar cien hombres más y otro muelle. Si todo va bien,
navegaremos y comenzaremos nuestro asalto a la Costa Verde a fines del
verano.
—¿Quién dijo algo sobre atacar a la costa? — Preguntó Úrsula. — Olvídate
de los estúpidos fuertes y ciudades por ahora. Tienes nuevas órdenes,
dibujadas aquí. Y terminarás esos barcos en dos semanas, porque soy tu
princesa y ese es tu trabajo.
—Entonces ese no es mi trabajo por más tiempo, —el almirante dijo
secamente, deshaciéndose de la medalla de su pecho. Él limpiamente —no
cruelmente— la arrojó sobre el escritorio, donde aterrizó con un thwap.
Luego se quitó el sombrero tricornio azul y se lo puso bajo el brazo. —Buena
suerte, Princesa.
Giró sobre sus talones y se marchó, cada centímetro de hombre militar.
Molesta.
Tenía muchas ganas de acabar con el mer tan pronto como le fuera posible.
Era como el mejor regalo de todos los tiempos. Todavía podría pasar, por
supuesto, —solo más tarde de lo que ella quería. Pero ella odiaba esperar por
las cosas. ¿Era hora de probar el circuex?
No...las cosas no estaban tan mal. Todavía. Sólo ligeramente molesta.
Pero ah, está esa otra idea que tengo para llegar a Ariel. No es tan
grandiosa, pero me mantendría entretenida por un tiempo, y daría a esos
molestos habitantes del pueblo algo en lo que pensar además de sus inútiles
opiniones sobre mis expediciones militares.
Eric entró en la habitación un momento después. —¿Por qué está el almirante
Tarbish tan enfadado? ¡Nunca lo había visto así!
—Renunció— dijo Vanessa con suavidad, recogiendo la medalla y
examinándola. El movimiento del almirante fue inesperado, pero no
necesariamente inoportuno. Era una oportunidad definitiva, y
sorprendentemente, convenientemente hecha.
260
—¿RENUNCIAR? — Eric explotó. —¿Nuestro almirante de la flota acaba
de renunciar?
—Sí, me temo que carece de la confianza necesaria para reunir nuestra flota
de naves en el momento oportuno. No importa, tengo el sustituto perfecto. A
Lord Savho le gusta mucho el mar y ha estado buscando alguna forma
de...contribuir... a nuestros esfuerzos militares actuales.
—¡Savho nunca ha capitaneado un barco, y mucho menos liderado una
invasión! ¡O una exploración! ¡O una misión comercial! Dudo que haya ido
más allá de la bahía.
Eric maldijo, quitándose la gorra y arrojándola al suelo en la muestra de
humor más poco noble que Úrsula había visto hasta el momento. Era casi
divertido.
—Pero él tiene mucho dinero, y sería extremadamente leal— dijo Vanessa
encogiéndose de hombros. —Seguro que el primer oficial o lo que sea puede
ponerlo al día.
Eric sintió que su ira se derrumbaba por el cansancio y el peso de todo
aquello. ¿Cómo se deshacía de una mujer que, sin poderes mágicos,
conseguía manipular y retorcer el mundo entero alrededor de su dedo? O
tentáculo, en realidad.
—Escúchame— dijo con cansancio. —No me gustas. No te quiero. Pero
estoy casado contigo, y tú eres, actualmente, la princesa de Tirulia. Y estás
destrozando Tirulia. No voy a dejar que eso suceda. Por ahora seguimos
siendo el Príncipe Eric y la Princesa Vanessa, y tienes que dejar de
comunicarte con mis generales y almirantes sin mí. A partir de ahora.
—Cuidado, Príncipe Eric— dijo ella, tratando de sonar tranquila, pero un
temblor se deslizó en su voz. —Lo que podría haber sido tuyo en algún
momento, ahora lo compartimos nosotros. Si te ocurriera algo...
—¿Si me pasara algo? — Eric se rio con desprecio. —No soy Grimsby. Soy
fuerte como un caballo y todo el mundo me quiere. Hay muchos que no te
quieren. Incluidos mis padres, que son el rey y la reina, ¿o lo habías

261
olvidado? Hasta ahora has tenido suerte: no les gusta meterse en los
territorios que controlan sus hijos. Creen que debemos ser capaces de
gobernar de forma independiente. Pero si me ocurriera algo “inusual”,
estarías fuera en menos de un día, posiblemente tardada y emplumada, y mi
hermana Divinia tomaría el castillo. Además, nunca le has gustado. —
Vanessa se puso pálida.
Interesante, pensó Eric. ¿Ella no había considerado antes las posibilidades?
...o no, simplemente ella no había pensado que Eric pensaría en esa
posibilidad. Ella contaba con que él todavía estuviera confuso por su hechizo,
y que tal vez no fuera tan inteligente para empezar. La princesa era una
egoísta altiva que pensaba que todos a su alrededor eran más tontos y menos
capaces que ella. Es completamente desagradable en general, además de ser
una bruja del mar con tentáculos, Eric pensó
¿Cómo es que los nobles y plebeyos a los que manipulaba la soportaban?
¿No podían darse cuenta de su odio y su egolatría?
Bueno, tal vez los humanos eran, como raza, simplemente falibles…Todos
querían algo. Quizás tu deseo era tan banal y "malvado" como oro, o quizás
tan dulce y básico como el amor verdadero. Tal vez era un bebé que no
podías tener, o alguna forma de evitar que tu familia muriera de hambre. Tal
vez necesitabas un amigo.
Tal vez sólo querías creer que todas estas cosas podían recibirse como
regalos, del universo o de Dios o de los espíritus.
Y aquí está una bruja malvada y atractiva que lo promete todo. Sería tan
fácil pasar por alto sus defectos a cambio de un deseo tan cerca de ser
concedido.... Tal vez sólo la suerte había salvado a los humanos de tener que
lidiar con criaturas terribles como Vanessa de forma regular, que hacen que
la gente firme su —¡oh! Espera un momento...
—Vanesa, no puedes hacerme daño— dijo Eric en voz alta, sintiendo que una
sonrisa muy de Príncipe Loco se formaba en sus labios. Se cernió sobre ella.
—Tú... firmaste... un contrato.

262
—¡No lo hice! Nunca lo hice.
—Un contrato de matrimonio.
La mirada de sorpresa en su rostro fue infinitamente agradable.
—Princesa Vanessa, usted firmó un documento legalmente vinculante en el
que prometió tener y sostener, apoyar, actuar como socia en nuestro
matrimonio de la realeza.
Parecía enferma. Realmente enferma. Verde y amarilla, con la boca abierta
como la de un perro. Tragó en seco una o dos veces. Sus ojos se pusieron
vidriosos mientras miraba algo que no estaba allí, entre el suelo y su cara.
Tal vez estaba recordando el día de su boda. Todo sucedió muy rápido,
gracias a su abrumadora necesidad de ganar contra Ariel. Hubo un pastel
tirado, un vestido blanco apresuradamente ajustado, y un trozo de pergamino
rápidamente garabateado por el único consejero que se quedó en el palacio
costero de Tirulia.
(Quien, es justo decirlo, nunca pensó que tendría que hacer algo tan crucial e
importante; su trabajo era sobre todo un beneficio, leyendo varios
documentos y decretos sobre la propiedad inmobiliaria mientras descansaba
en la playa).
Él le había rogado a Eric que no se casara, al menos, hasta que los reyes
hubieran sido informados y la familia de Vanessa hubiera sido investigada.
Bajo el hechizo, Eric había sacudido la cabeza y empujado el papel bajo la
pluma del pobre hombre.
Aun así, incluso bajo presión, el abogado se las había arreglado para redactar
un pequeño contrato matrimonial bastante sólido que hacía referencia a
contratos anteriores con un montón de ibids, ver más arriba y referencias.
Con una floritura y una sonrisa, Vanessa había firmado hábilmente con su
nombre, añadiendo lo que parecía un simpático pulpo como escudo heráldico.
El sol se puso, se besaron y todo terminó para Ariel y su padre.
Eric sonrió con indulgencia. —Tal y como os entiendo a vosotros, criaturas
inmortales —y yo lo entiendo, porque soy un Príncipe Loco, y también
263
porque estoy casado con una criatura inmortal y soy amigo de otra—, los
contratos son aún más importantes para vosotros que para nosotros. Has
firmado con tu alma.
—No es legal. No es vinculante—, resolló Vanessa, tratando de recuperar el
aliento y evitar lo que parecía un ataque de pánico. —Firmado... como
Vanessa... no como yo....
—Bueno, el caso es que te pareces bastante a Vanessa— dijo Eric, ladeando
la cabeza y fingiendo mirarla. —Creo que incluso alguien tan poco versado
en leyes como yo podría argumentar que, mientras te parezcas a Vanessa,
vivas en tierra firme como Vanessa y no tengas tentáculos —como
Vanessa—, eres prácticamente al cien por cien Vanessa. Aunque Vanessa, es
cierto, podría ser en realidad una chica propensa a los ataques de demencia
que se cree una bruja submarina medio pulpo. Ah, y, por cierto: siempre hay
una línea en los contratos matrimoniales de la realeza que trata sobre los
cónyuges dementes, especialmente las esposas. No creo que te guste lo que
dice.
Aunque seguía sin mirarle, los ojos de Úrsula se abrieron de par en par al
darse cuenta de las implicaciones de lo que estaba diciendo.
—Y hablando de esposas, también debería añadir que hay otras cláusulas más
desagradables en los típicos contratos reales. Cosas antiguas, como lo que
ocurre si no se produce un heredero varón, la mayoría de las cuales serían
desestimables en un tribunal hoy en día. Pero incluso en nuestra era moderna
de astronomía y máquinas de vapor, bueno, me temo que Tirulia sigue siendo
un poco atrasada. Cualquier cosa que poseas es técnicamente mía, cualquier
herencia que recibas es mía, cualquier propiedad que administres es mía,
cualquier decisión que implique la compra o transferencia de bienes, la
escolarización de los hijos, el despido o la contratación de ayuda doméstica...
es todo. En definitiva. Mío.
Se fue acercando a ella, un paso más con cada palabra final y le sonrió. Los
ojos de Vanessa se aclararon por fin; le miró con crudo odio. Eric repelió la
mirada con una sonrisa solemne.

264
—Verás—él añadió casi disculpándose, —Vosotros, criaturas inmortales,
tenéis vuestros poderes, vuestras promesas, vuestras realizaciones de deseos
y vuestros contratos, es cierto. Pero los humanos tenemos abogados.
La cara de Vanesa se estiró en un rictus de sonrisa. Se enderezó lentamente y
se ajustó el vestido.
—No eres tan tonto como todo el mundo cree que eres— dijo finalmente.
—Sólo tú— señaló Eric. —Todos los demás piensan que soy distraído y
creativo. Sólo tú crees que soy realmente estúpido.
—Es justo— concedió Vanessa. —Siempre supe que jugar con los humanos
sería divertido. Ustedes son mucho más divertidos de lo que me imaginaba.
Es realmente sorprendente la propensión al mal que hasta el menor de ustedes
tienen. Aquí estaba pensando que yo era la maestra de los acuerdos
engañosos y vinculantes. Aparentemente tengo mucho que aprender. ¿Cómo
es ese dicho? “El diablo está en los detalles”. Me haces pensar que los
humanos inventaron al diablo.
Eric no dijo nada. Él no era, como ella dijo, estúpido. Y era un poco más
sabio que la primera vez. Todavía no podía celebrar su victoria sobre ella.
Algo tan horrible y antiguo como Úrsula sin duda tenía otro zapato que dejar
caer—posiblemente siete zapatos.
Sacudió los hombros y se acomodó de nuevo en una pose propia de Vanessa,
elegante y bonita.
—Muy bien, entonces, Príncipe Eric, una asociación. "Por Tirulia". Al
menos hasta que uno de nosotros descubra cómo... disolverla.
—Lo único que me importa es mi país— dijo Eric con sentimiento. No
pienses en ella. No pienses en Ariel. No pienses en que sigues ayudándola,
buscando a su padre. Aunque no estaba seguro de que la bruja pudiera leer
las mentes, estaba claro que Vanessa podía leer los rostros... y lo haría. —Y
su gente. Mientras estén a salvo y sean felices y prósperos, no me importa lo
que las brujitas locas o lo que sea, hagan aparte.
—Qué oferta tan generosa. Gracias, Mi Príncipe— dijo ella, haciendo una
265
reverencia muy adornada, no solo una inclinación. —Pequeñas brujas locas,
en efecto.
—Hubo un tiempo en que te convertiría en un percebe por semejante
lenguaje.
—Esos tiempos han pasado, princesa—, dijo Eric con una fina sonrisa. —
Bienvenida a la raza humana.

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Capítulo 40: Los Buenos Súbditos de Tirulia /
Rumores
EN LA CASA ABSINTHE:
— No lo sé, lord Francese. ¿Deseamos siquiera que el buen príncipe vuelva a
sus sentidos? ¿En este punto? Parece que todo va bastante bien... Ya he
recibido varios buenos... digamos... rendimientos de mi inversión en la
limpieza del Paso del Diablo. Un par de viñedos, de hecho. ¡Dejemos al
bardo escribir sus canciones y a la señora llevarnos a la riqueza!
— No me opongo a la idea general de expansión. Lord Savho. Y he hecho un
par de cosas yo mismo en el envío de municiones de Druvest. Pero creo que
es bastante ridículo considerarnos iguales a Druvest. O a Gaulica. El mundo
está cambiando, y no estoy convencido de que Tirulia esté lista para ser la
potencia mundial que nuestra querida Princesa desea que sea.
— Oh, estoy de acuerdo, querido. Y no siento más que empatía por esa
hermosa Princesa nuestra. Él está tan perturbado… un joven muy apuesto.
— Sí que lo es. Lady Francese. Estaba tomando el té con la princesa, y al
irme lo vi cortando una figura gótica tan encantadora, arrodillada en un jardín
descuidado.
— ¿Que fue a hacer él ahí, Emelita? ¿Practicar su poesía?
— Honestamente... me pareció que estaba hablando con una gaviota
EN EL MERCADO:
— Puede que él esté loco, pero no creo que nos quiera por todos lados
empezando guerras con tal o cual. Y estoy de acuerdo.
— ¡No digas eso! Florin regresó del asalto en las montañas con un collar para
mí. Hay oportunidades en el ejército para el hijo menor de siete, que no
existen en ningún otro lugar.
— Podría conseguir un lugar en un barco como todos los demás, Lalia.
— Sí, y volvería con pescado apestoso. No con collares.

267
— Bueno, a mí no me gusta. Ninguno de ustedes es lo suficientemente viejo
para recordar los problemas del Treinta y cinco–
— Cuando ninguno de los chicos de tu aldea regresó con vida, sí, sí, lo
hemos escuchado antes. Esto es diferente. ¡Vanessa es inteligente! Tiene
todas estas armas, explosivos y tácticas modernas... nuestros muchachos ni
siquiera van a arriesgarse .
— ¿En serio? ¿Veinte muertos no es un riesgo?
— Puedo alquilar un barco de pesca yo mismo. Hay suficiente trabajo para
todos, aunque no hay suficientes barcos...
— ¡Además está ese concurso! ¡Un cofre del tesoro por encontrar un pez
mágico! Eso podría comprarte mil collares, Lalia…
EN LOS MUELLES:
— Creo que nuestro príncipe ha empeorado, ¿lo has oído? ¡Ha empezado a
hablar con las gaviotas!
— ¿Y? Es un artista. Se suponía que esa última ópera suya estaría muy bien.
No puedo esperar a verla finalmente cuando la vuelvan a montar. Pero tal vez
todo este trabajo musical le quitó algo, algo vital.
— Me preguntas acerca de tomar algo vital de él, yo diría que estás buscando
en el lugar equivocado. Es esa Princesa suya quien....
— ¡Baja la voz, Julio! O nos enviarán a todos al frente, a alimentar a los
cuervos con nuestros huesos en lugar de a las gaviotas con nuestros peces.

268
Capítulo 41: Eric
Una vez que Úrsula hizo su (predecible) salida dramática de su estudio, Eric
se quedó, sacó su libro de composición y se dirigió a la pieza titulada
“Interludio para la Guarida de un Villano”. Dado que el envío de Triton a
Ibria había sido todo un engaño, Vanessa probablemente todavía lo mantenía
tan cerca de ella como era posible. Si ella lo hubiera matado, no habría
ocultado el hecho; ella se habría jactado de ello. La bruja del mar no era tan
complicada una vez que la conocías. Casi predecible en sus hábitos menos
peligrosos.
Marcó cuidadosamente casillas de todo lo que era igual que la última vez que
había registrado la habitación: ¿daga malvada y espeluznante? Si.
¿Accesorios para tetera y té? Sí. Todo parecía más o menos igual... De hecho,
el único elemento realmente nuevo era una pila desordenada de mapas y
gráficas sobre la mesa. Eric los hojeó. Algunos eran inmediatamente obvios y
desalentadores: número de tropas, ubicaciones aproximadas de fortalezas y
torres enemigas, pueblos aliados. Había atlas con flechas dibujadas a lápiz,
donde se podrían hacer futuros acaparamientos de tierras. Había una lista de
líderes mundiales, en su mayoría menores, con notas al lado de cada nombre:
¡Aliado! Neutral. ¿Loco? Agresivo.
Sus planes eran como la fantasía de una niña, todo esbozado en un libro
titulado algo así como El Plan De La Princesa Vanessa para Conquistar el
Mundo Conocido, con letras cursivas y corazones punteando las I’s.
Eric negó con la cabeza y apartó los papeles. Debajo estaban los planos para
los nuevos buques de guerra y cartas cartográficas marinas, con costas,
profundidades y arrecifes peligrosos esbozados, canales descritos, destinos
trazados...
Frunció el ceño ante las coordenadas.
No envió a la flota a la Costa de Verdant para acosar e intimidar a sus
vecinos como había amenazado y, como sería lógico, por donde estaba
comenzando a conquistar el continente.
269
Parecía...
Parecía que los está enviando al mar ¿Al mar profundo?
Junto con los gráficos había un mapa, en su mayoría en blanco y sin
etiquetas. No había llave, ni rosa de los vientos, ni marcas alrededor del
exterior que indicaran latitud o tamaño. El fondo era liso como si fuera mar
abierto o campo, pero sin patrones decorativos que lo indicaran. Sobre esto se
dibujó lo que parecían ser islas, esbozadas por una mano inexperta, pero
anilladas como si la topografía fuera conocida. Una gran masa en forma de
frijol tenía algunos detalles para diferenciarla de las demás: un borde
festoneado en un lado y lo que parecía una pequeña corona en el medio de la
mitad derecha del frijol.
Eric lo miró, desconcertado. No se parecía a ninguna parte del mundo que él
conociera, ni siquiera a ilustraciones de Nuevo Wharen del Sur. Echó un
vistazo a su escritorio para ver si había algo más que pudiera darle una pista
de lo que era, pero solo encontró diferentes versiones del mismo extraño
mapa, más pequeñas y aún más toscamente dibujadas. Bocetos. Algunos de
ellos tenían flechas en ellos de la misma manera que los mapas de guerra,
pero flotaban sobre los espacios abiertos y no tenían números de tropas ni
nada que indicara las defensas enemigas.
Misterioso. ¿Era un mapa de fuentes de poder invisibles? ¿Eran las flechas
líneas guía, flujos de magia o poder que causaban furor entre los videntes
modernos y la gente aburrida?
Tomó el mapa más pequeño y tosco, y lo metió en su bolsillo.
Quizás Ariel lo supiera. Se volverían a encontrar con la siguiente marea, en
nueve horas. Mientras tanto, él se dedicaría a revisar los atlas e investigarlos
lo mejor que pudiera hasta ese momento. Su padre podría tener que esperar
un poco mientras lo hacía.

De camino a la biblioteca, pasó por el salón, donde los visitantes serios se


entretenían con música de brandy y clavecín, libros interesantes y globos

270
terráqueos. Vareet estaba sentada en el elegante escritorio de caoba, Eric pasó
junto a ella… y luego se detuvo.
Nunca había visto a la pequeña doncella entretenerse en sus propios intereses
a vista público. Rara vez la veía sonreír. Una vez en un largo tiempo, que la
vio saltando por los pasillos, abrumada con algún lujoso regalo en sus manos,
sonriendo mientras salía de la cocina. Pero lo que sea que hizo cuando le
dieron, el tan preciado y muy poco, tiempo libre, lo hizo por su cuenta,
escondida en algún lugar.
— ¿Qué haces, linda chica? —preguntó, arrodillándose. Fue un poco
incómodo. Él no tenía problemas para lanzar pelotas a los niños que estaban
persiguiéndose uno al otro afuera, o para meterse en las peleas de práctica de
los jóvenes lacayos. Pero no tenía ni idea de cómo acercarse a una niña
tranquila.
El rostro de Vareet era cuidadosamente neutral. Ella le mostró sus dibujos:
caballos estándar de cinco patas, monstruos humanos irreconocibles, pasto
ondulado cómo tentáculos… el tipo de figuras que todos los niños dibujan
normalmente.
Sin embargo, lo que estaba dibujando era notable: una extraña vitela, cuya
superficie táctil era casi desagradable al tacto. Mientras Eric miraba las fotos
y trataba de averiguar qué decir, Vareet les dio la vuelta con impaciencia para
poder ver la parte de atrás.
En ese lado había runas, pero no de la mano de un niño, por extravagantes
que parecieran. Definitivamente era una especie de lenguaje escrito.
— Oh ... ¿son de Vanessa? — susurró Eric—. ¿Estás tratando de decirme
algo?
La niña no dijo nada, simplemente recogió rápidamente el resto de sus
dibujos y se preparó para irse.
— Sólo voy a tomar este por un rato — dijo el Príncipe, refiriéndose al que
aún sostenía. Se lo iba a mostrar a Ariel, para ver si ella podía entender la

271
escritura—. Realmente me gusta la forma en que hiciste el cuello del… um…
caballo. Casi parece que realmente... se está moviendo.
— Es un conejito —espetó Vareet. Luego saltó, exasperada.
El príncipe soltó una risa irónica. El Loco Príncipe Eric, así es, quien tenía
amigos secretos en mayordomos y doncellas, pero también en gaviotas y
niñas pequeñas, y que no podía entender a ninguna de ellas.

272
Capítulo 42: Ariel
Cuando cambió la marea, ella emergió en el lado norte de la ciudad, en una
playa aislada. Protegido del mar por la hierba y del continente por dunas de
arena bordeadas de matorrales, no solo estaba perfectamente escondida del
castillo y sus espías; también era el lugar perfecto para criar gaviotas bebé y
para atender a las mayores.
No había visto a Scuttle en un tiempo.
Pero tan pronto como la sirena salió del agua, vio que algo extraño estaba
sucediendo. Las gaviotas chillaban aún más fuerte de lo habitual, gritando tan
furiosamente que no podía entender lo que decían. Se protegió los ojos del
cielo y examinó el borde brillante de la duna en busca de su amigo.
— ¿Scuttle? — lo llamó.
— ¡Ariel! ¡Miren todos, es mi amiga Ariel!
Un nada elegante pero sí entusiasta revoloteo de un pájaro empujó su cuerpo
sobre el borde de la duna, dejando que la gravedad lo arrastrara hacia ella,
abriendo y cerrando sus alas en una caída más controlada que en un vuelo. La
arena era blanda y Scuttle no iba muy rápido; Ariel no estaba preocupada.
Cuando finalmente se detuvo, ella se arrodilló para acariciarle la cabeza,
retirando la mano en el último momento cuando vio varias colas de pescado
saliendo de su pico.
— Lo siento —dijo, golpeándolos hacia adentro y abajo por su garganta—.
Lo siento, Ariel. Pero ya estaban muertos. No me gusta que veas eso.
— Uh, gracias.
— Jona, es una gran gaviota de primer orden. Me ha estado trayendo un
festín. Todos los demás estaban llenándose su propia garganta. Pero no ella.
Primero pensó en su bisabuelo. —Se acicaló las plumas y las alas del pecho
para eliminar el aceite de pescado que quedaba—. ¿Qué pasa? ¿Tienes una
pista que necesitas que revise, o algo así?

273
— No, solo vine aquí para ver cómo estabas. —Ella le rascó debajo de la
barbilla, pero sus palabras la distrajeron.
— Awww, eso es genial, Ariel. Eso es muy agradable. Te lo agradezco.
— Scuttle, ¿a qué “festín” te refieres? ¿Con qué se están llenando las
gargantas las otras gaviotas? ¿Qué está pasando?
— Oh, ¿no lo sabes? ¡Todos los humanos pescadores se han vuelto locos!
Peor que nosotros, aunque no lo creas Al menos eso es lo que dicen. Hay
pilas de peces para tomar.
Ariel lo asimiló, tratando de averiguar qué significaba. ¿Pilas de peces
muertos? Eso parecía inusual, incluso para los humanos. Seguramente con
todo lo que ocurría con Úrsula, esto no era coincidencia.
— ¿Qué están, me refiero a los humanos, haciendo con las pilas?
— No lo sé. No las protegen muy bien, debo decir. ¿Estás más cerca de
encontrar a tu papá? Jona me contó sobre el carruaje y Úrsula y todo.
— Nada todavía—, dijo Ariel lentamente. — Creo que quiero ir a ver qué
está pasando antes de encontrarme con Eric. ¿Dónde está Jona? Me gustaría
que me diera una mano. — Scuttle se volvió sobre su hombro y graznó.
Alguien más respondió con un chillido.
— Mi niño dice que la vio por encima del agua y lejos de los muelles.
Apuesto a que te estaba buscando.
— Está bien, si no la encuentro y ella vuelve aquí, dile que se encuentre
conmigo en la ciudad.
— Lo haré, Ariel —dijo Scuttle, saludándola militarmente. Ella se volvió
para irse—. ¿Y... Ariel? Gracias por... por venir a visitarnos. No solo porque
ahora eres la Reina del Mar y muy importante. Te extrañé, Ariel. Fueron muy
difíciles esos años... cuando ya no saliste a la superficie. Quiero decir,
entiendo completamente por qué. Tenías todas las razones. Pero... aun así…
te extrañé.

274
— Oh, Scuttle, lo siento mucho... — Ella le acarició el pico con la nariz y
cerró los ojos—. Tan pronto como recupere a mi padre, tendré mucho tiempo
para visitarte.
Scuttle parecía encantado y un poco sorprendido. — ¿Así que... vas a subir?
¿Al Mundo Seco? ¿Para quedarte o solo vas a visitar mucho? Quiero decir,
ya que pase lo de tu padre.
Ariel hizo una pausa. Una vez que todo hubiera terminado, por supuesto que
volvería a pasar el rato con sus amigos, viejos y nuevos, en el mundo más
allá del mar. Pero... ¿cómo lo haría sin el tridente? ¿Su padre la ayudaría?
Incluso si ella lo rescatara con éxito, sus puntos de vista sobre el asunto
ciertamente no habrían mejorado con años de encarcelamiento. ¿Y si se
negaba? ¿Y si no la dejaba ir?
Tendré que encontrar una manera por mi cuenta.
Pero... otra parte de ella señaló, así fue como comenzó todo esto en primer
lugar. Su padre se había negado a dejarla ir, así que ella encontró otro
camino, y eso llevó a que él fuera capturado y ella perdiera la voz y Tirulia
ganara una tirana. Ella se encogió de hombros ante los pensamientos
contradictorios.
Lidia con eso más tarde, Ariel, ordenó a todas las voces, envolviéndose su
pañuelo en la cabeza con fuerza alrededor de su rostro y cuello una vez más.
Primero haría el trabajo: encontraría a su padre, derrotaría a Úrsula, arreglaría
todo. Entonces podría trabajar en su felices para siempre.

Acababa de llegar a las afueras de la ciudad cuando Jona bajó del cielo para
posarse en una roca cercana.
— Te estaba buscando —dijo la gaviota—. Ten cuidado. Hay muchos
botones brillantes caminando. Creo que aquí eres una persona non grata.
Trató de no parecer orgullosa de las palabras que usó, pero fracasó.
— Botones brillantes... oh. Soldados. Sí. Por eso yo... Espera, ¿cómo me
reconociste?
275
Tuvo que quitarse completamente el pañuelo de la cara para ver la gaviota
con claridad.
— Puedo ver la mitad de un cadáver de sardina que sobresale de una maceta
a un cuarto de milla de distancia — respondió Jona—. Soy una gaviota. —
Ariel sonrió.
Con cuidado, trepó por la roca junto al pájaro. Subir por ahí seguía siendo
una propuesta complicada; caer en este mundo era doloroso, pues todo era
pesado y duro y con tendencia a caer. Una brisa muy ligera le hizo cosquillas
en la frente mientras se ponía de puntillas para tener una buena vista de la
ciudad ...
... lo cual trajo consigo uno de los olores más repugnantes que jamás había
olido. Cuerpos, carne podrida. Muerte y descomposición en cantidades
asombrosas.
Casi se cae de la roca.
— ¿Estás bien? —Preguntó Jona cortésmente.
— ¿Qué es ese... horrible... hedor...?
— ¿Las gigantescas pilas de peces muertos que los humanos están dejando en
el muelle? —Tenía, al menos, el buen gusto de evitar relamerse el pico
mientras hablaba.
— Scuttle dijo... No pensé... ¿Por qué no están... — trató de tragarse las
náuseas; tenía que saber — siendo comidos por los humanos?
— No lo sé — dijo Jona encogiéndose de hombros—. Pero ha sido un
desarrollo muy popular entre nosotros, las ratas y los gatos.
Ariel no podía ver nada desde su posición, y el viento era terrible, por lo que
se deslizó hacia abajo de la roca, con el estómago todavía un poco rocoso.
Eres una reina. Se incorporó lo mejor que pudo.
— Voy.... voy a investigar esto — dijo ella, tratando de no respirar por la
nariz. Eric y su padre podían esperar. Tenía que averiguar qué estaba

276
pasando, por qué estaban dejando a sus súbditos muertos y pudriéndose en
pilas. Jona asintió y se lanzó en el aire por encima de ella.
Al acercarse a la calle principal, Ariel notó que incluso los humanos que
comían pescado con regularidad se cubrían la cara y la nariz con tela; ella no
se destacó entre la multitud con su pañuelo en la cabeza. El hedor era
abrumador. Algunas personas parecían miserables y se quejaban
amargamente. Otros parecían excitados y se lanzaron hacia adelante y atrás,
reparando redes, abrazando amigos, charlando y riendo de alegría.
Y allí, en los muelles, como habían dicho las gaviotas, todo tipo de criaturas
marinas se pudrían en pilas. Desde las especies que a los humanos les
encantaba cazar y comer, hasta las que eran mortalmente venenosas.
Calamares, octópodos, anguilas, tiburones, branzinos, rayas, merluzas, peces
remo, al menos un pequeño delfín... todos estaban representados entre los
muertos, horneándose y pudriéndose al sol.
La Reina del Mar se quedó allí mirando, abrumada por el horror y la tristeza.
Finalmente, comenzó a hacer lo único que podía ahora por todos ellos:
susurró una oración. Una y otra vez, deseando que sus espíritus encontraran
el océano eterno de los héroes, donde podrían ser felices y libres para
siempre. Ariel lo había repetido doce veces, sin intención de detenerse,
cuando fue interrumpida por una voz familiar.
—Lo siento, mi señora.
Ariel levantó la mirada. Argent la Entintadora estaba allí, con una mirada de
disgusto en su rostro. Puso una mano sobre el hombro de la sirena.
— Quería verla de nuevo para agradecerle por los granos y gemas extra que
me dio, pero esta no es la forma en que esperaba que nos encontráramos.
— ¿Qué pasa aquí? —Preguntó Ariel.
La anciana hizo una mueca, las hendiduras y arrugas de su piel se
convirtieron en un rictus de desprecio. — El castillo ofrece una recompensa
por la captura de un “pez mágico”. Un cofre de oro, una finca y un título al
audaz pescador que lo capture.
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— ¿Pez mágico? — repitió Ariel lentamente, esperando haber oído mal.
— La Princesa Vanessa finalmente ha perdido la cabeza, al menos, eso es lo
que dicen algunas personas —dijo la mujer con un bufido—. Tal vez ella
nunca tuvo una. Tal vez lo había mantenido oculto hasta ahora. Pero a la
gente no le importa ¿A quién sí? Un cofre de oro y un título a cambio de un
pez. Ya sea realmente mágico o no. Pero supongo que, con usted aquí, debe
existir la posibilidad de que realmente lo sea...
— ¿Qué se supone que hace este pez mágico? ¿Cómo se ve?
— Ni idea de lo que se supone que debe hacer. Creo que, si concede deseos,
es probable que no sea entregado a la Princesa. Dicen que no se parece a los
peces normales que se atrapan por aquí. Es lento y gordo, con rayas amarillas
y azules.
Por segunda vez ese día, Ariel sintió que una oleada de náuseas la recorría.
Por supuesto. Por supuesto. Debería haberlo adivinado.
Flounder.
Úrsula había puesto precio a la cabeza de su mejor amigo.

Algo cambió en Ariel.


En un parpadeo, las náuseas se fueron, junto con la tristeza y el disgusto y la
impotencia. Algo mucho más sólido y terrible ocupó su lugar. —Te sugiero
que tú y tus seres amados permanezcan fuera del océano durante la próxima
marea —dijo, con tanta calma como pudo.
— ¿Qué...?
Argent buscó los ojos de Ariel, enormes y aguamarina, claros como los mares
de Hyperborea. Debe haber encontrado algo allí. ¿Ira azul? O tal vez fue solo
la confianza de Ariel: la tranquila suposición de que podía respaldar
declaraciones locas con una realidad aún más loca.
Los ojos de una reina.

278
— Sí, gracias. Por supuesto, se los diré —dijo rápidamente la anciana—.
Gracias mi Señora. —Prácticamente hizo una reverencia. Sus pendientes
tintinearon mientras huía con sus piernas largas y delgadas. Ariel se dio la
vuelta y miró por última vez los montones de peces, los hombres y mujeres
riendo, los barcos en el mar.
Sin importarle quién la viera, despegó por el muelle y se zambulló en el agua,
con la cola batiendo el agua hasta convertirla en espuma antes incluso de
sumergirse.
Ariel salió a la superficie un poco más allá de la bahía. Estaba consumida por
la furia por tantas cosas: las pilas de peces muertos, Úrsula engañándola con
el carruaje, su propia incapacidad para encontrar a su padre, la pérdida de su
voz, la pérdida de quién era cuando tuvo voz por primera vez.
Se formó una ola que se hinchó alrededor del cuerpo de Ariel. La elevaba
más y más alto, o tal vez ella misma estaba creciendo; fue difícil decirlo.
Sostuvo el tridente en alto. Las nubes de tormenta corrieron hacia ella desde
todas las direcciones como un banco perdido de bebés cíclidos que se acercan
a la boca de su padre en busca de protección. Un rayo atravesó el cielo y
bailó entre los dientes del tridente.
Ariel cantó una canción de rabia.
Las notas subían y bajaban discordantemente, su voz chillaba a veces como
una banshee del lejano norte.
Cantó y el viento se unió a ella. Le arrancó el cabello de las trenzas y tiró de
los mechones en tentáculos que ondeaban alrededor de su cabeza. Cantó
sobre la injusticia del destino de Eric y el suyo propio, de la tortura de su
padre como un pólipo, incluso de la vida mortal de Scuttle, que se desvanecía
lenta pero visiblemente.
Pero principalmente cantó sobre Úrsula.
Cantó sobre todas las personas cuyas vidas habían sido tocadas y destruidas
por el mal, como los corales matados y blanqueados, como manchas muertas
en el océano por las floraciones de algas, como la pudrición de las escamas.

279
Cantó sobre lo que le haría a cualquiera que amenazara a quienes amaba y
protegía.
Y entonces, con una nota final, ella hizo un movimiento rápido, como para
lanzar el tridente hacia los barcos en la bahía, tirando de él hacia atrás en el
último momento.
Un aplauso más fuerte que un trueno resonó en el océano. Una ola incluso
más grande que la que ella cabalgaba rugió desde las profundidades del mar
abierto. La atravesó y rodeó, dejando su cabello y cuerpo blancos de espuma.
Ella sonrió con fiereza ante el poder del momento. El tsunami continuó y se
dirigió directamente a Tirulia.
Pero... a pesar de su rabia... debajo de todo, la reina en el seguía siendo sólo
Ariel. Su impulso momentáneo de destruir todo vino y se fue como un solo
relámpago de verano.
Ella retiró el tridente.
A medida que la ola atravesaba la bahía, se debilitaba.
No tan débil, sin embargo, como para no aplastar la flota anclada de Vanessa
con una satisfactoria explosión de madera contra los muelles.
Los otros barcos, los barcos de pesca que estaban en mar abierto, fueron
arrojados como juguetes o trozos de naufragios.
El océano se elevó e inundó los muelles, llevando a los peces muertos a su
hogar, permitiendo que los pocos vivos que quedaban escaparan.
Finalmente, el agua se calmó. La ola que Ariel cabalgó disminuyó lentamente
y regresó a la superficie relativamente tranquila del mar. Las nubes oscuras
permanecieron, pero aligeraron su carga dejando escapar una lluvia suave. La
tormenta había terminado. Ariel se sumergió en las profundidades, exhausta.
Con suerte, Eric se daría cuenta que su reunión se retrasaría por lo menos
durante una marea. Enviaría algunos delfines para rescatar a los ahogados.

280
Capítulo 43: Úrsula
Ella estaba de pie en el pasillo, una mano en la cabeza de Vareet, una mirada
distante en su rostro. Alguien que pasara por ahí podría tomar la escena cómo
la de un miembro de la realeza distraído dando un sermón a la servidumbre
sin chispa de aire afectuoso. Pero estaba pensando en sus tres buques de
guerra destruidos. Ella había estado cerca... tan cerca... de la victoria absoluta
sobre Atlántica.
Y ahora las explosivas balas de cañón de Druvest yacían en algún lugar del
fondo de la bahía, sin detonar, inútiles.
En un mes, si tenía suerte, tendría tres nuevos barcos, pero tres no eran
suficientes. Quería asegurarse de tener suficientes cañones y potencia de
fuego para derrotar lo que fuera que el mar intentara arrojarle, y suficientes
municiones para destruir todo lo que había allí abajo. Por no hablar de su
fallida alianza con Ibria. De nuevo, ella se quedaba tres barcos corta....
En cuanto a las balas de cañón y los explosivos en sí, bueno, ya había sido
bastante difícil sacarlos de Druvest, y conseguir que Eric pagara otro lote
parecía poco probable.
Ariel había arruinado todo su plan.

Vareet se retorció bajo su toque cuando las uñas de Vanessa se hundieron


profundamente en las raíces de su cabello y las retorcieron con ira. Pero la
doncella tuvo el sentido común de no gritar. O intenta escapar.
Úrsula deseaba que el cabello en el que tenía sus tentáculos hundidos fuera el
de Ariel. Tirando y arrancando esos estúpidos mechones rojos, arrancándolos
de su carne... Oh, cómo le encantaría arrastrar a la sirena por el agua mientras
luchaba y gritaba, obligada a ver morir a todos los que amaba...
Incapaz de contenerse más, Vareet soltó un único gemido.

281
Úrsula miró a su doncella con vaga sorpresa, como si hubiera olvidado que la
niña estaba allí. Vareet palideció, claramente esperaba en un castigo.
Pero algo más estaba por ocurrirle a la bruja del mar. Un destacamento
tranquilo se instaló sobre ella como una corriente cálida de un respiradero
marino. Su rabia se disipó mientras su siguiente, su única acción se hacía
clara. Si Ariel ejercería el poder de los dioses en esta batalla, ella también lo
haría. Todo lo que necesitaba ahora era un momento y un lugar.
Eric pasó a grandes zancadas, colocándose el sombrero en la cabeza y
abrochándose la capa. — ¿Te estás yendo a tu... caminata post-prandial? —
preguntó ella huecamente.
— Oh, sí, sí, caminar hace maravillas en el estómago—, dijo Eric, palmeando
el suyo y tratando de seguir moviéndose.
— Dime... ¿Sigues planeando la gran actuación? ¿La gratuita, para todos en
la ciudad? ¿A la que todos vendrán?
— ¿De La Sirenetta? Sí, claro. ¿Por qué? —Parecía inquieto, nervioso.
— Sólo curiosidad. Has oído las noticias sobre la flota. —Fue más una
declaración que una pregunta—. Er, sí. Terrible —dijo Eric—. Estoy muy
contento de que nadie haya resultado herido.
— Creo que hay algo que debes saber —dijo ella, finalmente volviéndose y
mirándolo directamente.
— ¿Sí? ¿Qué? —preguntó el príncipe con impaciencia.
— Como resultado de este... incidente con la flota, tengo algo de tiempo
ahora para dedicarme a otro proyecto. — Habló casi alegremente—. Algo
grande. Algo terrible. Algo que tu insignificante mentecita humana no podría
comprender. Mucho más allá de mis usuales brujerías. Y cuando haya
terminado, Ariel va a desear haber tomado mi consejo y huido de regreso al
mar, muy, muy lejos de mí.
Le gustó ver cómo la cara de Eric se ponía pálida. Era la única diversión que
había tenido en todo el día.

282
— Si llegas a ver cierta sirena… pasa la información —agregó, alejándose y
jalando a Vareet con ella. La niña, resignada a su destino, ni siquiera volteó a
ver a Eric.

283
Capítulo 44: Ariel Y Eric
Eric ya estaba en el lugar de reunión, nervioso y jugueteando con sus dedos.
A la luz de la luna. Se llevó el trozo de papel aferrado en sus manos a los
labios. Sus ojos se veían casi fantasmales a la luz de la luna.
— ¿Eric? —Habló suavemente. A pesar de ser menos hábil en sus pies que
cualquier ser nacido en el mundo seco, se movía en silencio, al igual que
todas las criaturas mágicas. Y por la forma en que él saltó, era obvio que no
la había oído en absoluto.
— ¡Ariel!
Extendió los brazos y luego se detuvo.
— ¿Qué le hiciste a mis barcos, a todos nuestros barcos? —gritó. Sus ojos se
agrandaron. No lo que ella esperaba que dijera. — Lo siento, lo siento. —
Eric se pasó una mano por el pelo—. Nadie murió. Sólo un par de personas
resultaron heridas. Extrañamente, las personas en riesgo de ahogarse fueron
rescatados por un par de delfines amistosos, si he de creer lo que el asistente
del capitán dijo, una tortuga acuática particularmente antigua y grande.
— Eric —interrumpió Ariel con firmeza—. Soy la Reina del Mar. Protejo a
mi gente. Hay reglas establecidas que nos permiten a nosotros y a ustedes
vivir uno al lado del otro. Pero si algo amenaza mi reino más allá del alcance
de esas reglas, responderé con toda la fuerza que tenga en mi poder.
Debemos aguantar tu pesca hasta cierto punto. Pero si escucho algo más
sobre algún tipo de recompensa por la captura de mi amigo Flounder, el “pez
mágico”, que implica matar a cientos de otros peces perfectamente inocentes,
sin ninguna razón… destruiré todos los barcos dentro de mi dominio, así
como las ciudades desde las que salieron. ¿Entendido?
— Oh, diablos —dijo Eric—. Me enteré de esa tontería. Ahora todo tiene
sentido. Pescadores arrastrando grandes montones de peces: buscando algo...
Escuché que el hedor era increíble. Flounder es... ¿un ... amigo tuyo?
— Desde que era un alevín.

284
— Le pondré fin de inmediato — prometió Eric—. De una vez por todas. Lo
creas o no: cosas de este tipo han ocurrido antes. Hubo un rumor, una vez que
los Narvani, al este, creían que la espina venenosa del pez quimera ayudaría
con... uh… dejémoslo en que les ayudaría a tener bebés. Es un pez de aguas
profundas: fondo del océano, pero eso no impidió que todos los idiotas
pesquen con redes todos los peces alrededor y los hurguen como una anciana
con lentejas estropeadas.
— La codicia de los habitantes del mundo seco sigue sorprendiéndome —
admitió Ariel.
—Sí, bueno, la voracidad de algunos habitantes del mar con tentáculos me
sorprende, también.
— Buen punto. Aunque no sé dónde quedan los otros seres marinos en eso.
Creo que su pecado es la complacencia, no la codicia.
Eric suspiró. — Ojalá pudiera verlos. Suena como un paraíso. Mi tipo de
paraíso. Aquí, en la tierra, en el mar. Tal vez... algún día ... ¿podrías llevarme
allí?
Lo preguntó tan inocentemente, tan sencillamente, que ella se sorprendió.
Sonaba como un niño pequeño.
O una pequeña sirenita, soñando con la cálida arena.
— Me encantaría —susurró.
Él tomó su mano y la apretó. Ella contuvo el aliento, esperando lo que sea
que viniera a continuación. Él empezó a abrir la boca...
— Pero hablando de habitantes del mar con tentáculos... —dijo el príncipe,
en lugar de besarla—. Vanessa ha amenazado con algo... bueno, grande y
terrible. Magia, creo. Parecía bastante seria. Dijo que desearías haber seguido
su consejo y regresado al mar. Y me dijo que te lo dijera.
Ariel maldijo y trató de agitar su cola. En cambio, hizo un movimiento
divertido de patada, que fue mucho menos satisfactoria.

285
— Todo. Todo lo que hace. Cada vez que pienso que la he vencido, o al
menos que la tengo contra las cuerdas, ella planea algo nuevo. Recupero mi
voz, ella me impide volver al castillo amenazando a mi padre. Tú me ayudas,
ella amenaza a Grimsby. Creo que está enviando a mi padre lejos, y resulta
que todo es un truco, una trampa. Ahora ella amenaza con algo vago y
terrible. ¿Es cierto? ¿No es así? ¿Quién sabe? Ella conoce mis debilidades y
las tuyas. Así que todos terminamos como si fuéramos niños reorganizando
piezas en un tablero de koralli.
— ¿Supongo que eso es como el ajedrez? — Preguntó Eric.
— Supongo.
Cayeron en un silencio sombrío. El aire se sentía frío y vivo contra su piel. El
cielo estaba casi sin estrellas debido a la humedad en el aire; no del todo
nubes, y no del todo claro, el éter estaba velado. La luna se había puesto.
Zarcillos de brisa levantaban el borde de su falda. Suspiró de nuevo y se
abrazó a sí misma, algo que ella nunca habría hecho mientras estaba bajo el
agua, reinando. Constantemente sentía que si hacía algo que fuera un poco
menos real, sería ignorada incluso más de lo que lo era cuando estaba muda.
— Lo siento —dijo Eric de nuevo—. Me gustaría tener mejores noticias que
darte, pero todavía no tengo suerte con la búsqueda de tu padre. Créeme,
estoy tratando. Pero encontré esto. Este primer dibujo estaba entre los papeles
militares que ella todavía trata de mantener alejados de mí. Los lugares en él
no tienen ningún sentido para mí, no son de ninguna parte que conozca. Es el
lugar donde ella planeaba enviar la flota antes de que la destruyeras. No es de
ninguno de nuestros países vecinos. ¿Quizás es algún lugar cerca de las
tierras occidentales? ¿Algunas islas inexploradas frente a Vespucci? ¿O
escondido en Arawakania? ¿O cerca, en el Mar Ruskal? ¿Los reconoces?
Ariel tomó el papel y lo desenrolló con cuidado. En efecto, había manchas
que podrían ser islas, rodeadas de múltiples contornos, como las montañas
que había sido cortadas en rebanadas y dibujadas de nuevo. Giró el mapa de
un lado a otro, tratando de encontrarle sentido.

286
Y luego, de repente, algo hizo clic en su vista, como cuando el agua está
empañada por el plancton y llega una corriente y la limpia para que puedas
ver el arrecife del otro lado, o cuando la arena levantada por un blenio
finalmente se asienta. — Este no es un mapa de las islas del Mundo Seco —
dijo lentamente—. Este es un mapa de mi hogar. Úrsula quiere destruir
Atlántica.

287
Capítulo 45: Ariel Y Eric
—¿Atlántica? —preguntó Eric—. ¿Te refieres a.… tu reino?
— Sí. Mira. —Ariel dio unos golpecitos en el pergamino—. Este es el Cañón
de Dendros. Este es el Campo de Akeyareh, donde los antiguos tritones-
guerreros cayeron en la batalla contra los Titanes. Sus cuerpos flotaron hacia
el lecho marino y sus huesos se volvieron arena blanca. Esta es la Grieta de
la… uh… “Retaguardia” de Neptuno; un valle con géiseres calientes y flujos
de magma ocasionales. Este es el Montículo de Sartops, donde nuestros
sacerdotes y artesanos tienden a vivir; da vista hacia las grandes
profundidades del océano, algunos dicen que hasta el infinito. Conozco este
mapa como las líneas de mi aleta.
Si ella tuviera su cola en este momento, esta estaría inclinándose y
agitándose el agua en consternación. Sacudir su pie no era exactamente lo
mismo.
—Las municiones que ordenó Úrsula... —dijo Eric, pensando—. No son
para desatar una guerra contra nuestros vecinos, ni siquiera contra Ibria,
como pensé que eventualmente sería. ¡Ahora todo tiene perfecto sentido! La
reticencia de Tarbish, todos los explosivos, la dinamita. Va a arrojar cargas a
las profundidades, detonará minas llenas de pólvora en tu ciudad.
Muerte desde arriba.
Ariel miró el mapa. No tenía idea de lo que significaban esas palabras
adicionales. Ella entendió explosivos y tu ciudad. Úrsula podía dirigir sus
naves exactamente a donde las quería, y luego, gracias a la maldita gravedad
que le hacía la vida tan difícil a Ariel en tierra, la bruja podía simplemente
dejar caer las armas sobre Atlántica y destruirla. Eric hablaba de pólvora y
dinamita con la misma trepidación que hablaba de los poderes de Ariel.
— Al destruir su flota, puede que hayas salvado tu reino —dijo Eric en voz
baja.

288
Ariel sintió un extraño ataque de pánico. ¿Y si no lo hubiera hecho? ¿Y si no
hubiera perdido los estribos y lo hubiera hecho en un impulso?
—¿Por qué? —preguntó finalmente, con la voz quebrada—. Ya tiene a mi
papá, ya tiene tu reino, ¡ya me ha derrotado sin importar lo que he hecho!
¿Qué más quiere? ¿Por qué necesita destruirlo todo?
— Ella no es un ser racional, Ariel. Es como... una boca andante que tiene
hambre todo el tiempo. Ve algo y lo quiere. Así que hace todo lo que puede
para conseguirlo. Quería vengarse de ti y de tu padre. Ella pensó que lo había
logrado, y estaba satisfecha, entonces pasó a la siguiente cosa: gobernar a
Tirulia. Pero luego apareciste de nuevo. Para detenerla. Eres como un
mosquito molesto que no puede abofetear.
—No sé qué es un “mosquito”.
—Um... ¿algo así como una rémora? Una cosa diminuta que te muerde y te
chupa la sangre y te irrita.
—Soy un pez parásito que se ha aferrado a ella y no la suelta —dijo Ariel
rotundamente, tratando de no visualizar esas palabras.
— No, no exactam– mira, olvídate del mosquito. Y la rémora. Ella te odia,
tal vez solo porque le recuerdas a tu papá. Curiosamente, no creo que solo
esté celosa de tu belleza o juventud, que es lo que iría en un cuento de hadas
tradicional —agregó, luciendo pensativo—. Así es como lo hice en mi ópera,
y es un motivo que la mayoría de la gente entiende. Al público le encanta ese
tipo de cosas; los celos son simples, tienen sentido. Pero no creo que eso sea
todo lo que está pasando aquí.
Ariel repitió mentalmente la escena de ella yendo a hablar con Ursula sobre
darle piernas, pero desde una perspectiva diferente: la de Úrsula. Allí estaba
ella, una princesa sirena bonita y talentosa con una voz por la que la gente
mataría, sin una preocupación en el mundo, y un futuro pavimentado en
perlas. Y básicamente le había dicho a la bruja del mar que estaba
completamente descontenta con su suerte y que quería ser alguien más, en
algún lugar completamente diferente.

289
Y ahí estaba Úrsula, exiliada (quizás legítimamente) del reino, pero exiliada
de todos modos. Envejecida. Obligada a lidiar con su destino sola. Amargada
y resentida. Entonces llega nadando esta linda sirena...
— Oh, por dios —dijo Ariel, llevándose una mano a la cabeza—. Qué idiota
fui. Ni siquiera me detuve a pensar... Ella es una bruja. Hola, ¿podrías darme
un par de piernas? ¿Por casi gratis? ¿Aunque no te agrade mi padre?
—Exactamente. Entonces ella gana la apuesta, tú pierdes la voz, ella atrapa a
tu papá, se convierte en princesa, tú nadas tristemente de regreso al fondo del
mar... Pero luego resurges en su vida, y eres la Reina del Mar. Recuperaste tu
voz. Controlas tormentas y el corazón del hombre con el que ella está
casada...
—¿Yo controlo su corazón? —Ariel preguntó con deleite.
—Solo estoy contando una historia. Pero sí, obviamente. Te has convertido
en una reina, una mujer con una personalidad complicada. Tienes
profundidades ocultas y una sabiduría e inteligencia que antes pasaban
desapercibidas para un príncipe idiota cuyo corazón no podía escuchar nada
que sus oídos no pudieran oír.
Ariel se sintió un poco mareada. —Controlo las tormentas y el corazón de un
príncipe. Eso me gusta. —Si estuviera en el mar se habría desmayado,
agitando la cola y dando vueltas en círculos hasta marearse.
Bueno, como una niña. No como reina, no donde alguien pudiera verla.
Eric sonrió. —Creo que mi personaje tendría una canción sobre cómo ha sido
atrapado por una sirena demonio y está bajo su hechizo.
Ariel hizo una mueca. — No soy una sirena demonio. Créeme. Tengo
primas... primas lejanas... No nos llevamos bien. ¿Pero qué estabas diciendo?
¿Sobre Úrsula?
—Solo que todo lo que te hizo a ti y a tu padre no te deprimió. Apareciste,
mayor, más fuerte, más poderosa que nunca. Ella se da cuenta de que no te
derrotó lo suficiente la última vez. Ahora quiere la victoria completa, lo cual
implica borrar del mapa a tu hogar.
290
—Si quiere la victoria completa, ¿por qué no matar a mi padre de inmediato?
—Bueno, esa es la pregunta de los mil lingotes de oro, ¿no es así? —dijo Eric
con el ceño fruncido—. ¿Por qué molestarse en pretender enviarlo a Ibria?
¿Por qué molestarse en mantenerlo aquí?
— Ella está tramando algo —asintió Ariel—. Algo que lo involucre. Siento
que comencé una especie de cadena de eventos en su mente cuando le
recordé mi existencia.
— Bueno, tal vez eso tiene algo que ver con esto —dijo el príncipe, sacando
el trozo de pergamino en el que Vareet había dibujado.
— Oh —dijo Ariel, tomándolo—. Qué linda... um... morsa.
— Es un conejito —corrigió Eric con gran dignidad—. Nunca has visto uno.
De todos modos, lo importante es lo que está en la parte de atrás. La criada de
Úrsula arriesgó mucho al dejarme “descubrir” esto...
La doncella de Úrsula de nuevo. El corazón de Ariel se rompió un poco
cuando pensó en la niña, permaneciendo en silencio para que la sirena
pudiera escabullirse con el collar sin ser vista. A pesar de que su vida ahora
estaba en peligro, ella eligió ayudar a Ariel.
Las imágenes en la parte posterior del pergamino eran mucho más
perturbadoras que la extraña criatura del Mundo Seco en el frente. Había
líneas y formas que parecían ser runas, pero se estremeció cuando trató de
mirarlas demasiado de cerca. Las curvas de alguna manera no se doblaban
correctamente en el papel, y las constelaciones de puntos la enfermaban
cuando las estudiaba, sugiriendo cosas terribles.
Ariel negó con la cabeza ante los blasfemos sigilos. — No sé lo que dicen
con certeza. No son runas marinas; son como una versión retorcida y al revés
de ellas. Si tuviera que adivinar, diría que son runas negras de los Profundos.
Prohibido, malvado... todo el paquete.
— ¿Puedes leerlas?
— Esto es sólo un sonido, creo —dijo señalando—. Como ai ai. No tengo
idea de lo que significa “phtaqn”. Creo que esto aquí se refiere a un circuex,
291
un poderoso hechizo que es capaz de detener o sacudir mundos. Esto parece
la palabra marina para “sangre”, y esa parece como un determinante de
“dios”. O posiblemente “grandioso”.
— ¿Entonces...?
— Entonces, ella necesita sangre, la sangre de un dios —Ariel se mordió el
labio, viendo a dónde conducía todo—. Sangre antigua fluye por las venas de
mi padre... Eso explicaría por qué lo mantiene vivo. Ella lo necesita para
algo, algo que involucra magia. Pero no sé para qué exactamente.
Ariel se sintió enferma cuando dijo las palabras. Ella le devolvió el papel.
— Toma, por favor toma esto. No disfruto la sensación de piel humana
muerta.
— ¿Humana… muerta? —Eric lo tomó, horrorizado.
Ariel cerró los ojos y se frotó la frente con los nudillos. — Esto es todo...
muy... frustrante. Hacemos un movimiento, y ella hace otro para bloquearlo.
Creemos que sabemos cuáles son sus planes; resulta que tiene algo aún más
grande y enfermizo en mente. Ella siempre tiene una respuesta, siempre tiene
un contraataque. Y ella sabe cuáles son mis debilidades, y las tuyas también.
Si no me importara mi padre, si a ti no te importara Grimsby o tu gente, todo
esto se acabaría.
— Volvamos a tu “niños jugando al koralli”, —dijo Eric con una sonrisa
irónica—. Pero si fuéramos niños humanos jugando al ajedrez, al menos un
adulto podría venir y acabar con todo eventualmente.
Un punto interesante, pero ¿cuán relevante? Si eran ella y Eric contra Úrsula,
¿quién era el adulto en el escenario? ¿Su padre? ¿Un dios antiguo? O...
Algo estaba en el borde de su mente, como una anguila juguetona que entra y
sale de la luz del sol en el borde de la playa. Resbaladiza, brillante y fuera de
su alcance.
— Creo que si los adultos, si todos supieran cómo es ella en realidad, —dijo
lentamente— quién es realmente, harían algo. Pero, ¿cómo podemos
convencer a alguien de que es una bruja marina malvada con tentáculos?
292
— No lo sé. Incluso si lograras mostrárselo a una persona... no hay forma de
demostrárselo a nadie más, mucho menos a todos los demás. No la suficiente
gente para hacer algo al respecto —dijo Eric.
Ariel pensó en la pobre y aterrorizada Vareet, que había visto a su ama
cambiar en la bañera. Ella era la única en todo el castillo que sabía la verdad
del asunto, muy visceralmente; además de Grimsby y Carlotta.
— Pero no te preocupes, lo resolveremos —agregó, al ver la expresión de su
rostro. Él tomó su mano y la apretó—. Tenemos que hacerlo, y pronto. Así
ella no tendrá oportunidad de hacer ese… ritual o lo que sea.
Pero Ariel no sentía tanta fe en ellos como Eric. De alguna manera, a pesar
de ser un humano que envejecía rápidamente, se las había arreglado para
mantener algo de su optimismo juvenil, mientras que ella había perdido algo
del suyo. Era algo adorable. Ella se inclinó hacia adelante y lo besó en la
mejilla.
Él sonrió sorprendido. Levantó la mano para tocar su rostro, tal vez apartar
un cabello suelto... antes de que sus dedos hicieran lo que ambos querían
realmente, y acercó su barbilla a él. La besó en los labios.
Fue breve, pero en el momento en que sus pieles se tocaron, ella cerró los
ojos y lo consumió: su olor, su calor, el movimiento de su boca contra la de
ella. Fue como... Un beso de buenas noches.
Demasiado rápido, pero cada momento significaba un universo.
Todos esos años antes, y todos esos años intermedios... ¡Había soñado tantos
escenarios diferentes de este momento! Ariel como humana, Ariel como
sirena. ¡Eric como un tritón! Eric abriendo los ojos justo cuando ella lo
rescataba y la besaba, enamorándose de ella en el acto. Eric besándola en el
bote, cuando ella realmente, realmente pensó que él lo haría, y la pelea era
tan romántica... Besarla en cualquiera de las tres mañanas, o darse cuenta en
el último momento de que Vanessa era una farsa y en su lugar besaba a Ariel,
y la boda hubiera sido para ellos...

293
Y aquí estaba finalmente. Ella era humana, temporalmente, y él era humano,
y era posible, y se estaban preparando para irse, hacía frío, tenía percebes
protuberantes en la piel, le dolían los pies y...
Se encontró a sí misma riendo, aunque un poco sin aliento.
— Esa no era la forma en que imaginaba que sería...
— ¿“Imaginaba que sería”? —preguntó Eric preguntó con una sonrisa—.
¿Has estado pensando en mí? ¿Eso significa que realmente he atrapado el
corazón de una sirena?
— Lo hiciste, hace años. Cuando ella era un pececillo idiota, y mira a dónde
nos llevó —dijo, empujando su pecho—. A dónde me llevó
— Lo sé, solo estaba…— Suspiró.
— Lo sé. —Ella lo besó de nuevo en la mejilla.
— Vamos... sólo ... a ver cómo resulta todo —dijo, dirigiéndose al agua.
Él la observó caminar directamente hacia las olas, sin dudarlo, sin flotar,
hasta que le llegó al cuello. — Oye, ¿eso no va a arruinar tu ropa? — le dijo.
Ella puso los ojos en blanco y se zambulló, dejando que su cola golpeara la
superficie como la de una ballena, lanzando un chorro de agua en su
dirección.

294
Capítulo 46: Eric
Vio la cabeza de Ariel desaparecer bajo las olas y una aleta aparecer en su
lugar. No pudo evitar sonreír.
Acababa de presenciar la transformación de una chica en una sirena. De
vuelta a sirena, se corrigió a sí mismo. A pesar de los terribles golpes que
habían soportado, y probablemente los que faltaban antes de que todo
termine, a pesar de los años que había perdido en la bruma del hechizo de
Vanessa, se sentía como un niño pequeño delirante que había visto su
primera luciérnaga, o medusa bioluminiscente, o estrella fugaz. Todo era
hermoso y todo era posible: el mundo era un lugar increíble esperando ser
explorado.
Se rió y recogió un puñado de arena y guijarros y lo arrojó al océano.
Todo su caminar directo al agua, sin flotar o nadar, fue un poco espeluznante.
Casi como un soldado de plomo.
Eric se quitó los zapatos para caminar descalzo de regreso a casa; a pesar del
frío que hacía, quería sentir la arena en los pies. Era parte del mar, parte ella
y de su hogar.

Cuando entró en el castillo con el pelo desordenado y un rastro de detritos de


la playa, nadie se veía muy sorprendido. Era sólo el Enojón Príncipe Eric, de
nuevo en uno de sus paseos.
Pensó en Úrsula. A veces, ganar no se trataba solo de jugar limpio, sino de
conocer las reglas tan bien que se podían aprovechar las discrepancias. Ese
era el método de operación de la bruja del mar.
Él estaba meditando sobre las formas de exponer su verdadera identidad a las
personas que la adulaban y la protegían. Pero como músico y príncipe, sus
ideas eran en su mayoría dramáticas, elaboradas y complicadas. Por ejemplo,
dar un magnífico baile de máscaras, e instalar un salón lleno de espejos como
en Versalles, y poner una bañera llena de agua salada allí, para que Úrsula
295
caiga en ella; eso la haría regresar a su estado cecaeliano. Entonces su imagen
se reflejaría mil veces y todos la verían...
Garabateó eso como una idea para una ópera posterior. Bastante difícil de
manejar en la vida real.
El príncipe se sintió mal por la ópera en la que se suponía que debía estar
trabajando, no había ido a un ensayo en días. Aun así, los reyes del mar, las
sirenas y las malvadas brujas del mar iban primero. Los reales.
(Eric, de todas formas, se tomó el tiempo para visitar de vez en cuando a los
pobres pólipos que todavía estaban atrapados en el tocador de Vanessa. Les
dio pequeñas actualizaciones y les dijo que se animaran. No tenía idea de si
entendían, pero parecía ser lo correcto).
Le resultaba más fácil pensar con lógica cuando trabajaba en el
rompecabezas de la forma en que lo haría un artista o un músico: esbozando
una trama de dirección escénica, con Úrsula en el medio y, a su alrededor,
todas las personas a las que había jurado matar si alguna vez ella se sentía
amenazada de alguna manera. Casi se sentía como antes, sentado en su
escritorio debajo de su ventana y garabateando, pero esta vez lúcido y libre
de hechizos.
— Príncipe Eric —lo saludó Grimsby con un tono algo frío, trayendo té
caliente. Estaba servido a la manera tradicional de Tirulia, con mucha azúcar
y canela y cardamomo.
Eric suspiró. El otro hombre todavía se mostraba distante y algo sombrío
desde que el príncipe le había ordenado que dejara de ayudar.
— Viejo Grimsby, algún día vas a tener que perdonarme por intentar proteger
tu vida. Es lo que hacen los príncipes. Bueno, los buenos, de todos modos.
— Por supuesto, señor — dijo Grimsby secamente. Dejó el plato y una
servilleta, y miró el dibujo de Eric—. Oh, todavía está trabajando en la ópera.
Me atrevería a decir que hay mucho más en su mente en este momento...
— No, esto no es para la ópera. Realmente debería poner eso en espera por
un tiempo, hasta que otras cosas... se aclaren.
296
— Yo no necesariamente haría eso, su Alteza. Todos esperan con ansias el
show. Puede que este no sea el mejor momento para excluir a sus súbditos. Y
es una manera conveniente de hacer que ciertas personas piensen que usted,
bueno, está pensando en otras cosas. Distraído, ya sabe, cuando su mente se
encuentra en otra parte...
— Ese no es un mal punto, Grims. ¡Está decidido, entonces! El show debe
continuar.
—Bien por usted, señor. Ya sabe... realmente debo hacer que los carpinteros
y las costureras rehagan el palco real en el anfiteatro. Aparentemente, ha
sido... redecorado por gaviotas y cosas por el estilo. No queremos trastornar...
eh... las sensibilidades refinadas de la princesa Vanessa. Sabe cómo le gusta
que todo a su alrededor se vea perfecto cuando ella es el centro de atención.
Probablemente también tenga que agregar algunas florituras de oro o algo
así...
— Sí, ella– espera... ¿qué? —Eric de repente miró a su mayordomo—. ¿Qué
acabas de decir? ¿Sobre Vanessa?
— ¿La princesa disfruta haciendo alarde de su dudoso gusto y riqueza? —
tartamudeó Grimsby.
— Grimsby, viejo, eres un genio—. Eric besó al confuso mayordomo en
ambas mejillas, al estilo tiruliano, y salió corriendo de la habitación.
— ¿Gracias? —contestó, tocándose la mejilla con la servilleta.
— ¿Wuff? —Preguntó Max, viendo al príncipe irse.
— Ni idea —dijo Grimsby con un suspiro.

297
Capítulo 47: Flotsam y Jetsam
—Entoncesssss ¿A cuál terminó eligiendo enviar a Ibria, en el lugar de Triton?
— Las dos anguilas convertidas en hombres caminaban una al lado de la otra,
tocándose los hombros, dando vueltas por el castillo. Pagando a los espías.
Amenazando a los sirvientes que no delataban, robando cosas en la cocina
frente a todos y riendo por eso ... el trabajo habitual de la tarde.
—Garahiel —respondió Jetsam, con los finos labios recogidos en una amplia
sonrisa.
Ninguno de los dos abria mucho la boca cuando hablaba; todo era dientes y
lengua.
Flotsam soltó una risa prolongada y sibilante.
—¡Excelente opción! Yo siempre lo odié. Por supuesto, siempre los odié a
todos .
—Oh, pero era bonito. ¡Es tan apto para estar en el zoológico de un rey!
—Bueno, era muy bonito — corrigió Flotsam. —Y afortunado, también,
escapando de lo que Úrsula había planeado.
—¡Será el único!
Ambos rieron y rieron, y cuando una sirvienta los miró con disgusto, no
pudieron evitar chasquear las mandíbulas como los depredadores que eran.
Las transformaciones solo llegaban hasta cierto punto….

298
Capítulo 48: Ariel
Era un enigma.
No muy diferente al acertijo de encontrar al miembro adecuado del Kravi
para cantar la historia de Proserpina en las Celebraciones Equinocturnales,
pero mucho más importante.
(Decidió, como había sugerido Attina, que la hermana menor la cantara, y
hacer al hermano mayor Director de las Fiestas. Era un honor solo de
nombre. Todos ya sabían qué hacer y dónde pararse; habían estado
realizando los Ritos durante miles de años).
¿Cómo podían exponer la verdadera naturaleza de Úrsula a tantos humanos
como fuera posible?
Firmó facturas, escuchó quejas, eligió carros, finalmente elaboró un plan de
pago equitativo con la molesta barracuda y consideró las posibilidades.
Úrsula podría… revisar todas las tropas. Podría dar un discurso sobre la
destreza de Tirulia como fuerza militar mientras caminaba de un lado a otro
frente a las filas de soldados. Pero ... ¡junto al mar! Y entonces una ola
gigante podría venir y salpicarla… ¡Y sus tentáculos y su verdadera forma
serían reveladas!
¡Úrsula podría… hacer construir un nuevo buque de guerra y sacarlo para
bautizarlo!
¿No hacían los humanos esa tontería en la que desperdiciaban una botella de
vino rompiéndola sobre la proa del barco? Y mientras Vanessa estaba allí,
rodeada por su tripulación, una ola podría rodar por el costado y ... ¿Y si
Ursula tuviera una fiesta de cumpleaños, y el chef horneara un pastel gigante
de tres niveles, y Ariel se escondía adentro, y cuando la bruja del mar fuera a
probarlo, la sirena saldría con un balde de agua salada, empapando por
completo a la cumpleañera?
Ariel se rió en voz baja para sí misma. Era una fantasía placentera y
profundamente satisfactoria.
299
—¿Qué pasa contigo, gatita risueña? — Attina había estado merodeando
por las salas de trabajo público del palacio cada vez con más frecuencia
últimamente. Una hermana menos indulgente podría haber pensado que
esperaba manzanas, como un caballito de mar semi-salvaje, o que, después de
todo, descubrió que le gustaba el sabor del poder.
Pero tal vez solo quería pasar el rato y estar cerca de su hermana pequeña,
ofreciendo el poco apoyo que podía.
Cualquiera que sea la verdad del asunto, Ariel se sintió aliviada por este
nuevo acontecimiento y siempre feliz de verla.
—Estás toda sonriente y, bueno, no melancólica — presionó Attina. —
¿Qué pasa?
Era cierto, desde que Ariel regresó había sido más alegre, sonriendo y
moviendo su cola más. Pero cuando Flounder y Sebastian le preguntaron por
qué, sintió que tenía que mantenerlo en secreto.
¿No es para eso para lo que están las hermanas?
Dejó su bolígrafo de buccino, deliberando.
Attina parecía que iba a explotar.
Finalmente la reina habló.
—Besé a un chico
—¿QUÉ?
Con dos rápidos latigazos de su cola, la sirena mayor de cabello castaño
rojizo se acercó a Ariel, con los ojos muy abiertos.
— Eric. Besé a Eric. Nos besamos. Eric y yo nos besamos. —
¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Qué? ¿Por qué? Quiero decir, ¿por qué tomó tanto
tiempo? — ella añadió, tratando de sonar casual.
—No parecía apropiado antes — dijo Ariel, encogiéndose de hombros. —
Había muchas otras cosas de las que hablar, planificar ... —

300
—¡Eres tan rara! — Attina prácticamente chilló. — Y él también. ¿Quién
ha oído hablar de un humano esperando para besar a una sirena? Él también
debe ser raro. ¿Cómo fue?
—No es el material de la fantasía de un adolescente — dijo Ariel con una
sonrisa triste. —Pero fue genuino, y fue ... agradable. —Bien. Alabado sea
el mar — murmuró Attina. —Algo avanza. ¿Qué está pasando con nuestro
padre?
—Estoy trabajando en eso. Creo que tendremos que conseguir que los
tirulianos, uh, humanos, se ocupen de Úrsula por nosotros. Es
complicado. Tal vez puedas ayudar, ¿se te ocurre una idea, como hiciste con
las celebraciones?
—Seguro. Dile a los humanos que sabe a caramelo —dijo Attina
secamente. —O que un bocado de su carne puede curar sus enfermedades
—Gracias. Le daré a tu sugerencia la consideración cuidadosa que se
merece
—Cuando gustes, hermanita
Sebastian corrió por el suelo hacia ellas, pareciendo muy complacido consigo
mismo. Threll nadó arriba, con el mismo aspecto.
—¡No hables de esto! — Susurró Ariel.
—¿Hablar acerca de qué? — Attina preguntó inocentemente.
Ariel hizo un movimiento de silencio desesperado con su dedo en sus labios,
inclinando minuciosamente su barbilla hacia sus amigos.
—¿Qué estás haciendo? No creo haber aprendido ese signo ... — dijo
Attina, luciendo muy desconcertada.
Ariel la fulminó con la mirada.
—¡Oh! Pero espera, ¿no crees que tus amigos también deberían
saberlo? — presionó su hermana.
—¿Saber qué? — Sebastian preguntó con curiosidad cuando las alcanzó.

301
Ariel flotó erguida de su taburete, con los puños apretados a los costados,
deseando poder golpear a su hermana como en los viejos tiempos.
—Oh, que todo esto con las Celebraciones Equinocturnales y los Ritos de
Proserpina haya terminado. Ella lo descubrió — dijo Attina con una dulce
sonrisa, moviendo sus pestañas hacia la reina.
—Pero eso ya lo sabemos — dijo Sebastian, confundido. — Tienes a la
hermana cantando. ¿Qué otras novedades hay? Oh ... ¿VAS A CANTAR?
— Sus ojos temblaron en el equivalente cangrejo de ensancharse; avanzó de
puntillas, con las garras golpeando delicadamente las puntas de la otra, como
si temiera ahuyentar la idea.
Attina soltó una carcajada en silencio y se fue nadando.
Ariel miró al pequeño cangrejo y se sintió mal. Se había sentido mal desde
la severa conversación que le había dado sobre cómo nunca, jamás, cantaría
mientras fuera reina. Ella no había cambiado de opinión sobre eso. Pero,
¿cómo podría compensarlo?
Pensó en el otro músico de su vida, Eric. A su manera, amaba al público
tanto como el pequeño cangrejo; disfrutaba de la buena voluntad de la gente
del pueblo y estaba ansioso por el bis de La Sirenetta, interpretado para todos
los que se lo habían perdido la primera vez. Componer era una cosa, pero
ambos se sentían más satisfechos cuando podían medir directamente las
reacciones de sus oyentes.
Esa es una idea….
— Sebastian, hablaba en serio. Nunca cantaré para una audiencia mientras
sea reina. Sin embargo, dicho eso — continuó rápidamente mientras el
cangrejo parecía estar a punto de explotar — dos cosas. Primero, quiero que
dediques una parte de tu tiempo libre a escribirme un aria¹, un aria realmente
asombrosa, que cantaré triunfalmente cuando mi padre regrese como rey y yo
pueda volver a ser una ciudadana mayoritariamente en privado. Debería ser
una celebración de su regreso. Esto tiene que ser épico, Sebastian. Cosas
como la captura y el regreso del Rey del Mar no suceden, más que una vez
cada mil años
302
Sebastian estaba entusiasmado, podía decirlo. Sus pequeños ojos negros de
mal humor se movieron desesperadamente. Todo acerca de esta idea atrajo a
cada parte de él, desde el artista al que se le dio un desafío verdaderamente
especial hasta el ególatra cuyo trabajo sería interpretado y recordado para
siempre.
Pero todavía no era lo mismo que tenerla cantando ahora.
Estaba tratando muy, muy duro de no decir eso. Podía verlo en la forma en
que sus antenas chocaban silenciosamente entre sí.
—Y para las celebraciones del Equinoccio, planeo dar un discurso a todos
los participantes sobre mi promesa de no cantar hasta que Padre regrese, y lo
que estamos haciendo para facilitar su regreso
¿Acabo de decir "facilitar su regreso"? A continuación, voy a empezar a
decir cosas como "aprovechar la sinergia ...
—Y luego hablaré sobre el Aria y te daré la palabra, para que puedas hablar
sobre tu composición y tu visión
—Eso suena muy aceptable — dijo Threll con una cresta en el ojo levantada
hacia Ariel, lo más parecido que tenía a un guiño.
—No creas que no sé lo que estás tratando de hacer, jovencita — gruñó
Sebastian. Pero luego su voz se volvió soñadora. —Aún así ... puedo verlo
ahora ... ¡'El Regreso'! Todos están sentados en el Gran Anfiteatro…
¡No! ¡Haremos algo único! ¡Construiremos un anfiteatro completamente
nuevo!
—Uh, Sebastian, no dije nada sobre la aprobación de fondos para ... —
—¡Tendremos un anfiteatro al revés! Empezando por la cima muy grande,
luego las filas se hacen más pequeñas hasta que solo eres tú, en el lecho
marino ¡. ¡No! En el Montículo de Sartops, para que todos nos estén mirando
... quiero decir, a ti ... Y luego levantaré mi garra, entonces, y daré un
pequeño discurso de agradecimiento por esta oportunidad y el regreso triunfal
de Triton ... —.
Ariel parpadeó.
303
—Todos estarán allí porque es una actuación — dijo lentamente.
—Y todos te estarán mirando ... —
—Sí, por supuesto, sí —dijo Sebastian con impaciencia. — Pero también a
ti. Y luego levantaré la garra, así que ...—
La idea llegó a la Reina del Mar como una orca chocando contra un plato de
hielo.
—¡Lo tengo!— ella gritó. —¡Sé lo que tengo que hacer! Alguien, vaya a
buscar a Jona… Sebastian, tú tienes el timón. ¡Salgo a la superficie, pero
solo por esta noche!
—Pero mi aria ...— Sebastian gritó con tristeza.
Ella ya se había ido.

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Capítulo 49: Ariel Y Eric
Eric tenía problemas para conciliar el sueño. Él tuvo el comienzo de una
brillante idea para un plan, ¡y no había forma de contactar a Ariel!
Era tarde cuando sus sueños finalmente lo vencieron, y pareció que solo
unos momentos después, Max lo despertó.
—Mmm, ¿qué pasa, chico ...?— Eric murmuró, dándose la vuelta.
Entonces sus ojos se abrieron de golpe.
El perro viejo dormía mucho ahora y siempre durante la noche. Nunca
suplicaba por paseos cuando estaba oscuro.
El príncipe se incorporó apoyándose en los codos. Max se había levantado
sobre sus patas traseras con una pata delantera en la pared para mantener el
equilibrio. Estaba mirando por la ventana, haciéndole un gesto con la lengua
colgando y el hocico interesado.
Afuera había una gaviota, sus alas blancas aleteando tan delicadamente
como una polilla mientras revoloteaba allí.
—¿Tu?— Eric susurró. —¿De ... Ariel?
La gaviota se balanceó lo mejor que pudo. Luego se despegó del
castillo. Eric la vio descender y luego volvió a mirarlo y soltó un grito
silencioso.
Quería que el príncipe lo siguiera.
Eric no se molestó en ponerse los zapatos; Rápidamente se puso un par de
pantalones y salió de puntillas de la habitación y bajó las escaleras. Sus pies
descalzos no hacían ruido en el suelo y por un momento se deleitó con
eso; era como volver a ser un joven príncipe, escabulléndose para ver la luna
llena. Afuera, la gaviota, brillando con un pálido y poco probable blanco en
la noche, esperaba pacientemente flotando en el aire.

305
La siguió hacia el sur, pasó la playa del castillo y entró en la zona pedregosa
con los acantilados de basalto. Cuando la arena cedió, tuvo que trepar por las
rocas; las olas rompieron sobre rocas cubiertas de algas y se hicieron
profundas muy rápidamente.
Aferrada a una de esas rocas estaba Ariel, extrañamente plácida en el agua
turbulenta. Su cola serpenteaba sinuosamente detrás de ella, manteniéndola
nivelada y en la superficie del agua como un kraken.
—¡Esto es increíble!— dijo, encantado como un niño. —Así es como eres en
realidad.
—Así es como soy realmente— estuvo de acuerdo, emocionada de que él lo
hubiera expresado de esa manera. Ella ya no era una niña humana que se
convirtió en una sirena para él; ella era una sirena ante todo, y una humana
ocasionalmente por elección.
—Pero escucha, tenemos que hablar
—¡Lo sé , lo sé!— Eric dijo emocionado. —¡Tuve una idea!
—¡Yo también! Estaba pensando en algún tipo de actuación, a la que
asistiera Úrsula, dando un discurso o algo pomposo que la pusiera frente a
una gran multitud
—¡Exactamente! Algo en lo que, al menos por un momento, sea el centro
absoluto de atención ... —
—Algo que realmente le haga cosquillas a su vanidad, por lo que accede
absolutamente a ir ... —
—Como el bis de La Sirenetta —terminó Eric.
—¡Tu ópera!— Ariel dijo con un grito ahogado. —¡Es perfecto!
—Es tan perfecto. Todos estarán mirando. El único problema es que no sé
cómo darle la espalda. ¿Quizás los altos pueden traer una tina gigante de
agua salada en la cabeza y salpicarla? Aunque no lo sé,
algunos de ellos son sorprendentemente delicados. Tal vez cada uno podría
llevar una pequeña tina de agua salada en la cabeza ...
306
—O ... ya que es un concierto para la gente, podrías tenerlo afuera en la plaza
del pueblo, justo al lado de la Fuente de Neptuno. Y podríamos simplemente
empujarla —sugirió Ariel a la ligera. Sebastian y Eric eran más similares de
lo que había imaginado. Siempre saltando a las ideas más complejas y
delicadas cuando una simple sería suficiente.
—Cierto — Eric sonrió tímidamente. —No había pensado en eso. ¿Estás
segura de que funcionará?
—Absolutamente, y es infalible, porque el agua viene directamente del
mar. Así que necesitas hacer que esa fuente sea parte de tu ópera, o al menos
ponerla en escena
—Es fácil de hacer. Esto es genial— Se rió y dio un puñetazo al aire. —
¡Prácticamente puedo sentir que los felices para siempre vienen por nosotros!
—Detente allí —dijo Ariel con cautela. —Esta es Úrsula. Nada termina
hasta que realmente termina
—Lo sé, lo sé, pero parece tan… ¡perfecto! Artísticamente también —añadió
pensativo. —Ya sabes, terminar con una ópera que en realidad se trata de
ustedes dos, y hay canto, así que todo se trata de su voz, y eso es lo que la
hace ...—
—Sí, sí, muy inteligente y semiótico. Pero debería irme, no sé si esto cuenta
como "terrenos del castillo" o no, pero definitivamente me estás
ayudando. Sería estúpido arriesgarnos con Grimsby cuando estamos tan
cerca
—Acordado. Y debería volver y ... no sé, caminar por la playa hablando
conmigo y con Jona o algo así. Quizás cante. Seguir con el asunto del
Príncipe Loco un poco más
—¡Oh, espero que nunca acabes por completo! Me gusta más.
—Para ti, saldrá del armario de vez en cuando.
Se inclinó hacia el agua. Ariel pateó su cola y se levantó lo suficiente para
un beso rápido: frío, húmedo, salado y abofeteado por el mar en el momento
equivocado.
307
Cielo.
Eric se rió afablemente de sí mismo mientras se quitaba la espuma y el agua
de mar de su ahora flácido mechón.
—Tienes que asegurarte de que asista— advirtió Ariel.
—Oh, déjamelo a mí— prometió Eric. —Sé exactamente qué decir. También
trabajaré duro para mantener la fecha de presentación original, el día de la
fiesta de Santa Madalberta. Dentro de dos semanas
—Espero que sea lo suficientemente pronto, que sea antes del circuex o lo
que sea que esté planeando
—Nada en el castillo ha parecido fuera de lo común hasta ahora. No se
ordenaron cosas raras, no se obtuvieron calderos gigantes; de hecho, Vanessa
ha estado más tranquila de lo habitual desde su gran amenaza. No me
preocuparía demasiado todavía. Estarás allí, ¿verdad?
—No me lo perdería por nada del mundo— dijo secamente la sirena, y volvió
a sumergirse en las profundidades.
Eric regresó al castillo, zigzagueando para recoger conchas y una pluma
perdida, metiéndose esta última en su gorra. Por si acaso alguien lo atrapaba.
Saludó a la gaviota sobre él y podría haber jurado que hizo una tirada de
victoria en respuesta.

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Capítulo 50: Úrsula
—¿Vienes de nuevo?— Estaba sentada en su sillón, Vareet incómodamente
sentada en un taburete a sus pies. A veces, Úrsula pasaba los dedos por el
cabello de la niña, lo cual, aunque ciertamente no es tan agradable como
acariciar una anguila, era al menos un poco satisfactorio.
El príncipe se paró frente a ella con una expresión extraña en su rostro, en
algún lugar entre tímido, irónicamente divertido y disgustado. Era imposible
predecir lo que iba a salir de su boca, y lo que finalmente salió fue alucinante.
—Estoy aquí para ofrecer una distensión y una pequeña disculpa por nuestro
... argumento en tu estudio.
Ella arqueó una ceja muy escéptica.
Eric suspiró.
—Fue muy grosero de mi parte señalar los tecnicismos de nuestro contrato
matrimonial de la forma en que lo hice. Si bien todo sigue siendo cierto, fue
muy agresivo por mi parte y muy poco masculino. Amenazar a una mujer es
el peor de los pecados—. Se inclinó,
pero el borde de su boca se torció en una sonrisa.
—Por favor, deja el género fuera de esto— dijo Úrsula sin pensar. Pero en
serio. Incluso si lo decía en broma. —Además, es una disculpa aceptada
formalmente, aunque no me la creo ni por un momento
—Cree lo que quieras, no tengo poder sobre eso. El hecho es que estoy
realmente avergonzado por la forma en que actué. Como mínimo, podemos
ser corteses mientras estamos juntos
—Hmm— ella resopló.
Ella no pudo detectar ninguna falsedad obvia, pero como él estaba resultando
ser más inteligente de lo que pensaba, nada de lo que dijera o hiciera podía
tomarse al pie de la letra.
—Aquí está la primera parte de mi ofrenda de paz— dijo, y le dio el broche
que había estado sosteniendo.

309
Úrsula lo miró con sorpresa. Sabía de su reunión secreta con el jefe del gremio
de trabajadores metalúrgicos, y había asumido que era para volver a explicar
lo que ella ya había dicho, de la forma en que los hombres lo hacían
groseramente, o para contradecirla abiertamente. Pero aparentemente este era
el verdadero propósito de la reunión: un diminuto pulpo de metal, con sus
tentáculos todos enroscados, detallados hasta sus pequeñas ventosas. Los ojos
parecían sospechosos y eran rubíes. Estaba hecho de ...
—Bronce— dijo con una sonrisa.
Eric hizo una pequeña reverencia.
Era realmente delicioso. Normalmente, a ella no le importaban las joyas más
allá de lo que se consideraba moderno y apropiado para que las usaran las
princesas, pero esto ... esto era una pequeña baratija adorable. Nadie le había
dado nada parecido… ningún regalo en absoluto, de verdad… en años….
Se lo abrochó al cuello y trató de no admirarlo allí, brillando tentadoramente.
—La segunda parte es la actuación repetida y de despedida de La Sirenetta, te
la dedico a ti
—¿Por qué?
Ni siquiera fingió que le importaba. Había una razón detrás de esto que no
tenía nada que ver con la bondad: podía sentirlo.
—Necesitamos presentar un frente unido. Como se desprende de esa horrible
cena, el personal y probablemente la gente del pueblo piensa que estamos
separados
—No veo por qué lo que piensan es importante. Riffraff.
— Entonces, aparentemente, no comprendes a los humanos tanto como dices.
En algún momento, uno de tus amigos o enemigos utilizará nuestra relación
enemiga para abrir una brecha en el reino. Muchos países ya se están
deshaciendo de sus reyes, reinas, príncipes y princesas, o al menos les están
quitando el poder y les permiten conservar sus bonitas coronas. La realeza que
en realidad gobierna es una raza en extinción. ¿Realmente queremos darle a
alguien la oportunidad de acelerar el proceso aquí en Tirulia?
Úrsula nunca antes lo había pensado de esa manera. Era cierto: muchos
lugares populistas desagradables estaban teniendo revoluciones y
310
convirtiéndose en repúblicas y democracias, dando palmaditas en la cabeza a
la realeza y empujándolos a seguir su camino.
(Si la realeza tenía suerte, eso era todo lo que les pasaba a la cabeza). El hecho
de que Eric estuviera preocupado por esto era una novedad; Ella siempre había
pensado que él era solo un príncipe despreocupado y titulado que, sí, se
preocupaba por su gente, pero a su manera privilegiada. Ella nunca pensó que
él realmente valorara su condición de príncipe o quisiera mantenerla.
—Puede que tengas razón—admitió.
—Gracias. Por lo tanto, ostensiblemente te dedico la ópera como una promesa
de dedicar más tiempo a nuestro ... ah ... matrimonio, y a mí siendo un buen
príncipe. Hemos trasladado el lugar a la plaza del pueblo para que todos
puedan venir y estamos construyendo un estrado elevado solo para ti. Voy a
hacer que hagan esta silla, una especie de musa de las artes ...— Desplegó un
rollo de papel y le mostró los planos: dónde se colocarían los artistas, dónde se
sentaría la orquesta y dónde había un hermoso pabellón con dosel de terciopelo
con una silla ornamentada que era básicamente un trono.
Ella se vería como una verdadera reina sentada allí.
No una princesa tonta.
La tela púrpura real ... la silla dorada ... la forma en que estaba inclinada para
que tanto la audiencia como los artistas pudieran verla. Ella sería la reina en
todo menos en el nombre.
Todos estarían mirándola mientras ella traía destrucción sobre ellos,
como un verdadero tirano del Viejo Dios.
—Yo ... no ... confío en ti— dijo.
—No espero que lo hagas. Yo tampoco confío en ti. Pero de vez en cuando
es posible que debamos trabajar juntos para sobrevivir. Y como dije, estoy, al
menos, realmente arrepentido por la forma en que te hablé
Es un príncipe azul normal, resopló Úrsula para sí misma.
Al menos, era divertido verlo dedicar todo este esfuerzo a intentar que ella
fuera a una actuación que nunca tuvo la intención de perderse. Si tenía uno o
dos trucos bajo la manga, bueno, no era nada comparado con lo que ella había
planeado.
311
Actuar la ópera al aire libre, en la plaza, era mejor de lo que jamás hubiera
soñado. Toda la gente de la pequeña ciudad costera estaría allí.
Mil víctimas para sacrificar, mil corazones sangrando junto con el Rey del
Mar. Gracias a Eric y su generosa disculpa por la dedicación de la actuación,
no había forma de que el hechizo fallará. Los poderes liberados por toda esa
muerte le otorgarían un verdadero dominio mágico sobre el Mundo Seco y el
Mundo Submarino. Ella sería imparable. Atlantica caería. Todos se
inclinarían ante ella o caerían ante su ira.
Úrsula se dio cuenta de que estaba acariciando distraídamente el pequeño
pulpo de bronce y lo detuvo de inmediato.

Capítulo 51: Ariel


Cuando llegó el día de la ópera, deseó tener mejores ropas; Parecía una lástima
asistir a la ópera de Eric con los harapos de una doncella. Pero se puso lo que
tenía, se metió el tridente en el pelo y buscó a Scuttle.
—¡Aquí mismo, Ariel! ¡Sólo un momento!— llamó la vieja gaviota. Estaba
de pie en la costa, contemplando una piscina de marea muy tranquila a sus pies,
ajustando las plumas de su pecho y acicalando sus alas. —¡Todo listo!—
finalmente declaró y se deslizó al azar hacia ella. —Quería lucir mejor para el
gran día de todos
312
Ariel sonrió cálidamente y le acarició la cabeza. Tenía un poco de algas negras
y resbaladizas alrededor del cuello, dispuestas para parecerse un poco a una
corbata.
—Me conseguí una corbata— dijo con orgullo. —Al igual que los elegantes
pájaros humanos
—Te ves maravilloso. Ella lo besó en el pico y luego le ofreció el brazo. —
¿Te apetece un paseo? Solo para que no te canses demasiado pronto
—Sería un honor acompañarla, mi señora— dijo con una reverencia, luego se
levantó ligeramente de un salto.
Bueno, no tan a la ligera. Ariel tuvo que rechinar los dientes para dejar de
reaccionar.
Había olvidado lo pesadas que eran las cosas en el Mundo Seco, incluso las
cosas supuestamente livianas, como los pájaros.
Probablemente formaban una vista muy extraña, paseando desde la playa
hasta la ciudad: una criada con túnica y en su mayoría encapuchada con una
gaviota en equilibrio sobre su brazo. Pero no había nadie alrededor para ver.
Las casas, iglesias, mercados y tiendas estaban en su mayoría abandonadas;
todos habían ido temprano para conseguir un buen lugar para sentarse o pararse
para el espectáculo gratuito. Ariel caminó entre los edificios vacíos, con
sentimientos encontrados.
Si fracasaban, existía la posibilidad de que estuviera muerta, o al menos, fuera
un pólipo, y nunca más fuera libre para ir a donde quisiera, ya fuera por tierra
o por mar.
También existía la posibilidad, si tenían éxito, de que su padre, una vez que
volviera a tener pleno poder, nunca le permitiera volver a tierra. Podía hacerlo
para que nadie pudiera convertirse en humano. Por supuesto, siempre podría
buscar otra forma. Pero la última vez eso había llevado a Úrsula, y ...
Sus pensamientos daban vueltas. Había objetos en el escaparate de una tienda
que ella no podía sondear: posiblemente dulces, posiblemente gemas y
cristales. Había tantas cosas extraterrestres en este mundo que ella todavía no
conocía. Había muchas más cosas en el resto del mundo, tanto por encima
como por debajo del mar, que aún estaban por descubrir….
313
— ¿Estás bien, Ariel? Pareces un poco, no lo sé, preocupada o distraída o algo
así — dijo Scuttle.
—Yo solo ... estaba pensando en elecciones pasadas y posibilidades futuras
—Eh. Cosas profundas. Bueno, el mundo es tu ostra después de hoy. ¡No
puedo esperar a volver a ver a Triton! ¿Crees que me dará una medalla o algo
así? ¿Por ayudar? ¿Por empezar todo esto?
—Estoy segura de que lo hará— dijo con una sonrisa. No era una mentira del
todo. A pesar del disgusto de su padre por todos los que respiran aire, ella se
aseguraría de que sus amigos fueran recompensados adecuadamente.
Alcanzaron a algunos rezagados: familias que cargaban a niños pequeños
sobre sus hombros, soldados cojeando, granjeros de las bodegas más alejadas.
Scuttle despegó. Ariel esperaba encontrar a Jona y permanecer cerca de ella,
quien, irónicamente, estaba vigilando a Eric y a los acontecimientos en el final
del castillo. ¡Y pensar que originalmente se suponía que debía proteger a la
Reina del Mar!
—¡Mi señora!— Ariel se volvió y vio a Argent corriendo por la avenida para
alcanzarla.
A pesar de su vejez, era fácil con sus largas piernas. Balanceó un pesado
bastón en el aire con entusiasmo, aparentemente sin necesidad de hacerlo.
—¿Está aquí para ver el show?— preguntó el vendedor de manzanas con una
sonrisa.
—Oh si. Te lo prometo, será un ... espectáculo que todos recordarán en los
próximos años
—Siento que hay algo debajo de esas palabras
—Hoy se revelará quién es realmente su princesa— dijo Ariel.
sintiéndose misteriosa y majestuosa. —Serás testigo de algo asombroso.
Míralo de cerca y prepárate para contar la historia de lo que viste
—Oh, puedo hacerlo mejor que eso— dijo la mujer con un guiño. —Lo
entintaré, si se lo pregunta
—Sí, creo que lo encontrarás muy inspirador— dijo Ariel, pensando en las
otras imágenes con temas marinos en los brazos de la mujer. Estaba bastante
segura de que no había un pulpo ... todavía no, de todos modos.
314
—Bueno, será mejor que consiga un asiento de primera fila— declaró la
anciana, avanzando a grandes zancadas. —¡PERDÓNEME! ¡La anciana
viene! Abran paso a una abuela
Empujó a la gente a un lado con facilidad, abriéndose paso hacia el frente.
No era una anciana frágil.
Ariel también quería verla de cerca, aunque no tanto como para que Úrsula
pudiera distinguirla entre la multitud. Ella sonrió y se deslizó hacia los lados
y murmuró disculpas y, sí, mostró una hermosa sonrisa de sirena a los grandes
niños en el camino cuando lo necesitaba. Logró llegar a la mitad de la plaza
principal, aproximadamente a un tercio del camino de regreso del escenario.
Se había erigido una plataforma baja detrás de la Fuente de Neptuno para que
los cantantes se pararan. Sería una actuación mucho menos dramática que en
el anfiteatro, sin mucho movimiento. Ariel se sintió un poco decepcionada a
pesar de saber lo ridícula que estaba siendo. Pero por la forma en que Jona
había descrito el show original, había sonado muy divertido, y tenía curiosidad
por ver cómo Eric y los humanos habían recreado su antiguo mundo
submarino.
La orquesta estaba agrupada contra la pared del mercado interior; su música
resonaría en sus piedras y volvería a la audiencia. Hay un juego de palabras
en alguna parte sobre canciones y delfines y su vista de canto ... Pero estaba
demasiado emocionada para pensar en ello.
En el lado de la fuente más cercano a ella y al público, elevado solo una pizca
más alto que el escenario improvisado, había una joya de asiento de palco, con
dosel de tela de oro y terciopelo púrpura. Incluso una pancarta voló desde
arriba. Los ojos de Ariel se entrecerraron cuando vio el sello del pulpo negro
en él.
El cielo estaba azul, la multitud estaba feliz, el aire estaba fresco y fresco.
Todo era brillante, bonito y feliz, y estaba atrapada en el estado de ánimo a
pesar de las terribles razones por las que estaba allí.
Era como ir a los mercados y ferias cuando era niña, cuando todo era nuevo y
todo parecía emocionante. En ese entonces se lanzaba a todas partes y rogaba

315
por golosinas y admiraba a los extraños tritones que no conocía. Echaba de
menos eso y fue agradable recuperarlo de nuevo.
El carruaje real se detuvo, la multitud estalló en vítores cuando Eric salió.
Ariel esperaba que reaccionaran mal cuando saliera Vanessa,
pero ella estaba decepcionada. La falsa princesa se veía deslumbrante.
Llevaba un vestido azul océano muy moderno, muy encorsetado, con media
docena de enaguas, y tenía joyas y conchas entrelazadas con su cabello que
parecía ... casi ... tentáculo.
Ella mostró una sonrisa astuta y llena de dientes y la multitud se la comió.
Nadie creía la verdad de la ópera, pero a todos les encantaba la idea de un
villano inspirado en su princesa. Un antihéroe.
Flotsam y Jetsam rezumaban a los lados del asiento del palco, flanqueándola.
Vareet estaba justo detrás de ellos. Llevaba un vestido sencillo y bonito y su
cabello estaba arreglado como el de su ama, sus cabellos naturalmente rizados
apretados alrededor de su cabeza con cintas azul océano. Pero estaba muy
pálida.
La niña podía notar que algo estaba pasando, o sabía que algo estaba a punto
de suceder.
Grimsby se dirigió a los asientos reales desde un carruaje diferente,
gradual y extrañamente cuidadoso, y entonces Ariel vio que estaba guiando a
Max, que estaba casi ciego pero aún meneaba la cola, emocionado de estar allí.
Ella pensó que su corazón se rompería. Él había estado allí cuando todo
comenzó, y Eric obviamente quería asegurarse de que su amigo estuviera allí
cuando todo terminara, sin importar cómo terminara. Sintió que se le formaban
lágrimas y su corazón seguía latiendo.
Y revoloteando.
Mucho y le picaba.
Presa del pánico, Ariel se llevó la mano al pecho.
—¡HEY, CUIDADO CON LOS DEDOS! —le espetó una voz al tocar un
bulto duro y extraño debajo de la clavícula.
—¿Sebastian?

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El pequeño cangrejo se escabulló hasta que sus pedúnculos aparecieron por
encima de su escote. Le picaba y le hacía grandes cosquillas, pero la reina se
contuvo.
—¿Qué ... qué estás ... qué ...?
—No podía dejar que hicieras esto sola—dijo Sebastian con total naturalidad.
—No he hecho nada en todo este tiempo más que gobernar el mar en tu lugar
y preocuparme. Tenía que hacer algo. Ella se agachó con cuidado por su frente
y lo desenganchó de la lana áspera, luego lo acercó a su cara.
—Sebastian ...—dijo, tratando de no sonreír. Tratando de parecer feroz.
El cangrejo puso una garra sobre su antena.
—No puedo hablar. No hay oxígeno fuera del agua. Tengo menos de un día
antes de tener que volver. Hay que conservar
—Bueno, gracias al mar por algo— dijo, luego lo besó en su caparazón y lo
colocó con cuidado sobre su hombro.
Primero una gaviota, luego albergaré un cangrejo. ¿Soy la reina del mar o
de las criaturas marinas al azar?
De vuelta en el estrado, Eric se estaba asegurando con gracia de que Vanessa
estuviera a su lado derecho, más cerca de la fuente de agua salada. Estaban
juntos, cada centímetro hechos una poderosa pareja.
—Buena gente de Tirulia—gritó. —Gracias por acompañarme esta tarde. El
hecho de poder ofrecerles esta actuación llena mi corazón sin fin de alegría ...
¡Solo desearía poder hacer más por las mejores personas del mundo! —La
multitud se volvió loca, pateando y gritando. —Ningún artista puede crear sin
una inspiración; ningún hombre puede trabajar así sin una musa. Así es con
su príncipe. Todo lo que he hecho, cada pieza que han escuchado, cada
melodía que he garabateado en la madrugada como lo hace un Príncipe Loco,
todo se debe a una mujer, que es dueña de mí en corazón y alma.
Esto fue recibido con awwws y gritos sobre el poder del amor.
Eric miró a la multitud, pero sus ojos no encontraron los de ella. No
importaba. Ariel sabía que le estaba hablando y sintió que se le humedecían
los ojos.

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Dejó que el momento se prolongara y luego se volvió dramáticamente hacia
Vanessa, haciendo una ruptura muy clara entre lo que había dicho antes y
ahora, pero solo para aquellos que sabían.
—Por la presente dedico La Sirenetta a la princesa más inolvidable del mundo.
¡Por Vanessa y por Tirulia! — Sacó su ocarina, brindó con ella y luego la
arrojó a la multitud.
Hubo una pequeña pelea, pero terminó en las manos regordetas de una niña
que estaba en el hombro de alguien. Todos vitorearon locamente cuando ella
lo levantó sobre su cabeza en señal de triunfo. Eric rió. Hizo una reverencia
y besó la mano de la princesa.
Ariel sintió que se le revolvía el estómago. A pesar de su voto de silencio,
Sebastian murmuró y chasqueó enojado.
Vanessa hizo una reverencia en voz baja y luego se inclinó hacia adelante.
Flotsam y Jetsam estaban repentinamente detrás de ella. Sostenían un cofre
entre ellos.
—Gracias, príncipe Eric— dijo Vanessa dulcemente, o tan dulcemente como
pudo, gritando con la voz de Úrsula. Más de unas pocas personas parecían
confundidas.
—Y gracias, buenos ciudadanos de Tirulia. Tengan paciencia mientras me
recupero de esta tos seca... el frío del verano ha destruido mis pulmones
¿Alguien realmente compró eso?
Al echar un vistazo a la gente que la rodeaba, Ariel vio una mezcla de
reacciones: sorpresa, escepticismo y, horriblemente, lástima.
—¿Podría una princesa tener más suerte de haber encontrado a un príncipe así?
Verdaderamente, me siento honrada de ser la… inspiración para su arte. Solo
tengo un par de palabras para decir antes de comenzar
Ariel se tensó: pronto habría que empujar a la bruja del mar a la fuente. Pero
Vanessa estaba más o menos frente a Eric ahora, alejándose en diagonal de
donde tenía que estar. Con Flotsam y Jetsam en el escenario con ella, podría
volverse aún más difícil. ¿Podría Eric manejarlos si veían que su amada estaba
en problemas?

318
—Primero, me gustaría agradecer a Lord y Lady Savho, quienes
generosamente prestaron al gobierno de Tirulia dos de sus cargueros más
pesados para que los reemplazaran mientras reconstruimos nuestra flota. Están
en maniobras en este momento, incluso mientras hablamos, dirigiéndose hacia
aguas abiertas ... Probando nuevas y poderosas municiones que planeamos usar
contra enemigos del estado

Ariel sintió que su corazón se detenía. Los ojos de Ursula brillaron y miró
cuidadosamente a la multitud, esperando ver una reacción, esperando atrapar
a la sirena, esperando regodearse.
—¿Qué quiere decir ella? ¿Y qué? Yo no ... —susurró Sebastian.
— Quiere hacer explotar Atlántica. Ella piensa hacerlo ahora, mientras todos
están en la ópera, ¡incluyéndome a mí! — La Reina del Mar pensó
rápidamente. Si corría, podría sumergirse en el agua, convocar una tormenta
y posiblemente detenerlos a tiempo. Pero la luna no estaba en la mejor fase;
ya le estaba costando la mayor parte de su esfuerzo seguir siendo humana. Y
esta podría ser la única oportunidad que tuvieran para detener a la bruja del
mar.
Ariel necesitaba estar allí en caso de que algo saliera mal. Vanessa dijo
dirigiéndose a aguas abiertas. Aún les quedaba un poco de tiempo.
Con el corazón latiendo con fuerza, decidió quedarse. Durante al menos unos
minutos más.
—En segundo lugar— dijo Úrsula, luciendo decepcionada porque no pudo ver
a Ariel —deseo anunciar a los ganadores de nuestro concurso especial de
pesca: encontrar el pez mágico azul y amarillo. Desafortunadamente, es algo
vergonzoso, el premio es para mis propios sirvientes, Flotsam y Jetsam
Se arrodillaron hacia adelante y abrieron la parte superior del cofre que
sostenían, con sonrisas enfermizas en sus rostros.
Flounder intentó saltar.
—Pero eso es ...—Sebastian comenzó a llorar.
Ariel le cerró la boca con la mano y trató de no gritar.

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Los ojos de Eric prácticamente salieron de su cráneo. Sacudió la cabeza
desesperadamente, buscando a Ariel entre la multitud. Había logrado detener
el concurso, pero no a Úrsula
La multitud abucheó. Gritos de "¡tramposos!" y "¡Estaba amañado!" fueron
arrojados al estrado. Vanessa los desvió con una sonrisa fría.
—Por supuesto que esto se ve mal. Mis sirvientes son cazadores muy hábiles,
quiero decir, pescadores. Pescadores. Lo mejor de su gente

Mientras decía esto, se adelantó y agarró a Flounder violenta pero firmemente


alrededor de su cintura. Se lanzó de un lado a otro, pero detrás de los bracitos
delgados y débiles de Vanessa estaba el poder de la cecaelia, y ella ni siquiera
se inmutó.
Gritó en silencio, sus palabras fueron asesinadas por la atmósfera del Mundo
Seco.
—Flounder— susurró Ariel. Se llevó la mano al pelo sintiendo el tridente.
Si solo…
El momento se prolongó. La multitud se volvió impaciente y gruñona, pero
no propensa a la violencia, todavía. Y Vanessa se quedó allí tranquilamente,
no tanto mirándolos si no examinándolos. Buscando a la sirena.
Ella estaba haciendo todo esto solo para atraer a Ariel al aire libre.
Por mucho que lo odiara, Ariel tuvo que resistir su instinto de saltar y
rescatarlo. Ella esperaría.
—Mis sirvientes son un par de muchachos generosos— continuó Vanessa
finalmente, acercándose a la fuente.
Con una indiferencia que disgustó a Ariel hasta la médula, la bruja del mar
arrojó el pescado a la fuente y luego dio una palmada para limpiarlo de agua y
escamas.
Flounder se zambulló profundamente para respirar y luego saltó fuera del agua
un par de veces como un pez dorado molesto, confundido y aterrorizado y
tratando de averiguar dónde estaba.
Ariel exhaló un profundo suspiro de alivio. Úrsula lo mantenía con vida por
ahora, probablemente para usarlo como rehén más tarde.
320
La multitud todavía estaba agitada. La bruja del mar pareció medirlos por un
momento antes de tomar una decisión.
—¡Mis sirvientes han decidido entregar el premio a la buena gente de
Tirulia!— ella gritó.
Con las miradas esqueléticas, los dos hermanos anguila metieron la mano en
el fondo del cofre que había sostenido a Flounder y sacaron puñados de
monedas de oro que goteaban.
Las arrojaron a la multitud.
Hubo vítores inmediatos y algunos chillidos cuando las monedas pesadas
golpearon a algunos en la cabeza y la cara.
Ariel frunció el ceño. Ese fue un movimiento inesperado. La bruja del mar
nunca se preocupó por los sentimientos de los plebeyos, incluso cuando estaba
bajo el mar. Generalmente se refería a ellos como gentuza. Su objetivo
siempre había sido estar muy por encima de las masas, como princesa, reina o
dios. ¿Por qué le importaba lo que pensaran de ella ahora? ¿Por qué estaba
tratando de comprarlos?
A menos que fuera solo para mantener a la multitud tranquila y feliz por
alguna otra razón….
Eric se movió hacia Vanessa, deslizándose entre sus sirvientes mientras ella
estaba distraída, disfrutando de los vítores.
Flotsam y Jetsam no se distrajeron; Inmediatamente sacaron dagas con sus
manos libres, cruzándolas frente al príncipe.
La mayoría de la multitud no se dio cuenta de esto; estaban demasiado
ocupados buscando monedas perdidas, discutiendo con sus vecinos, animando
o mirando a Vanessa.
Grimsby se dio cuenta.
—¡Príncipe Eric!— gritó, su voz tenue apenas llegaba a la multitud.
Empujó la correa de Max en las manos de Vareet y trató de abrirse camino
hacia el escenario.
Max aulló y ladró y se lanzó hacia adelante, también tratando de llegar al
príncipe.

321
Ariel levantó una mano para cubrir y proteger a Sebastian y también comenzó
a avanzar. Una gaviota gritó desde arriba. De repente, Jona se lanzó como una
marsopa directamente a la cara de Flotsam. (O tal vez fue Jetsam.
Honestamente, Ariel nunca pudo distinguirlos). Ella le apuñaló con el pico en
la cara como si estuviera clavando un pez especialmente truculento.
Flotsam (o Jetsam) extrañamente no gritó, simplemente levantó una mano
para protegerse la cara y muy metódicamente trató de quitarse el pájaro con la
otra.
Scuttle lo siguió de cerca, rasgando la nariz de Jetsam (o Flotsam).
Esa anguila tampoco gritó; simplemente tiró a un lado a la vieja gaviota con
el dorso de la mano.
Eric se lanzó hacia adelante, tratando de abrirse paso.
Una de las anguilas le dio un puñetazo en el estómago.
El príncipe se dobló y cayó al suelo.
—¡No!— Gritó Ariel.
Vanessa estaba viendo todo esto ... y riendo ... y luego ...
Lentamente, como un barco gigante que se hunde, cayó a la fuente.
El chapoteo fue enorme.
Hubo gritos de confusión de la multitud.
—¿Qué pasó? ¿Qué pasó?— Sebastian exigió debajo de la mano de Ariel.
La sirena se puso de puntillas, tratando de echar un vistazo.
Allí, de pie en el borde de la plataforma, jadeando y exhausto, estaba Max.
También Vareet, con la correa vacía en la mano y una expresión de triunfo en
su rostro.
El perro gruñó una vez a la princesa que había tirado en la fuente, luego meneó
la cola y le ladró felizmente a Eric, que estaba poniéndose de rodillas.
—Por el mar— susurró Ariel, sonriendo.
—¡Él lo hizo!— Sebastian gritó, lanzando una garra al aire. —¡Esa niña y el
terrible perro peludo lo hicieron!
Alguien gritó.

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La multitud guardó silencio. Los tirulianos observaron horrorizados cómo
Ursula emergía de debajo del agua, saliendo por el borde de la fuente con
resbaladizos tentáculos negros que brillaban bajo el sol.

323
Capítulo 52: Eric
—¡Max!— jadeó. —Buen chico— Respiraba con dificultad.
Jetsam le había dado bien, arriba y debajo de las costillas.
Moverse también era difícil. El príncipe apretó los dientes y se obligó a
ponerse de pie de todos modos, apoyándose con fuerza en su pierna izquierda
con ambos brazos. Los despreciables secuaces lo habían abandonado para
ayudar a su amada.
Eric le hizo un gesto a Vareet para que se acercara y usó su hombro para
ayudarse en el resto del camino.
Respiró hondo y dolorosamente y se dirigió a la multitud.
—¡Miren!— él gritó. —Miren lo que realmente es su princesa. Lord Francese,
¿lo ve? ¿Savho? ¿Señor Aron? ¿Ven a la criatura frente a ustedes? ¿Aquella
a quien le dieron promesas, y oro, y su lealtad? Miren, pueblo de Tirulia. ¡No
he aquí a Vanessa, sino a Úrsula, bruja del mar!
—¿Es real?
—¿Ella es realmente la bruja del mar?
—La ópera, ¿es todo verdad?
Los cantantes de ópera y los miembros de la orquesta retrocedieron
horrorizados. La multitud más cercana al escenario empujaba y arrastraba los
pies, algunos se adelantaron para ver y otros trataron de escapar. Pero a
excepción de los murmullos confusos, todos se quedaron en silencio, tan
silenciosos como una playa antes de un tsunami.
Y sin embargo ... Úrsula no parecía desconcertada. Flotó en el agua, con los
antebrazos apoyados en el borde de mármol de la fuente como una niña en una
piscina. Sus tentáculos bailaron en un anillo a su alrededor, chapoteando en el
agua como si tuvieran mente propia y estuvieran delirando felices. Ella sonrió,
hizo una mueca y miró de reojo a la gente mientras Eric hablaba. La chaqueta
de Vanessa colgaba en harapos alrededor de sus hombros.
—¡Mátenla!— alguien en la multitud gritó con disgusto.
—¡Ella es el engendro del diablo!

324
—¡Ella es el diablo!
—Oh, humanos. Tan predecibles— ronroneó Ursula en voz alta. Su voz
resonó a través de la plaza de una manera que nunca lo había hecho en su
mandato como princesa.
—Saben, no todo se trata de ustedes y sus dioses del Mundo Seco.
Sus tentáculos se agarraron a los lados de la fuente con más fuerza, y sin verse
ni completamente pulpo ni completamente humana, se tiró por el costado,
fluyendo como un asqueroso icor negro sobre el estrado.
Flotsam y Jetsam, ensangrentados pero imperturbables, sonrieron al ver a su
amada en su forma original. Inmediatamente se interpusieron entre ella y Eric,
dándole miradas amenazantes y venenosas.
Los guardias del castillo y los soldados parecían inseguros de sí mismos.
Mantuvieron sus mosquetes apuntando a la multitud, que se agitaba y se volvía
impredecible. Allí, al menos, había una amenaza que entendían y podían
detener ... Sin embargo, algunos de ellos se separaron de sus compañeros,
encendieron las armas ... bueno, era difícil saber quién. ¿Seguramente no
fueron los otros soldados? ¿O el príncipe mismo?
Úrsula se aclaró la garganta.
—Diganme, ¿hay una… hay una sirena en la audiencia? Tengo algo que
decirle. Adelante, cariño
Ariel miró a su alrededor con nerviosismo. Todos los demás miraron a su
alrededor también, confundidos. Por un breve momento hubo un espacio entre
los cuerpos y sus ojos se encontraron con los de la vendedora de manzanas.
Argent negó con la cabeza: no lo hagas.
—Bueno, no importa, sé que eres tímida— continuó Ursula, arrastrando las
palabras. —A veces parece que eres tan tímida que no puedes hablar en
absoluto. Je je. Todo lo que se requiere de ti es mirar. Y escuchar. Y no
hagas nada, ya que todo tu mundo está destruido
—¡Silencio, Vanessa!— Eric gritó. —Se acabó. Ríndete y acepta tu derrota.
Intentaré evitar que los guardias y la gente te maten
—Muy generoso— dijo, riendo a carcajadas. —Aquí, déjame ponerme un
poco más cómoda, antes de que pasemos a todo eso ...— Con una mueca que
325
era pura maldad, arrancó lo que quedaba de la chaqueta de Vanessa. Encima
de su camisola negra llevaba una pesada cadena dorada. Y colgando de esa
cadena estaba ... Triton

Capítulo 53: Ariel


—¡Padre!— Ella comenzó a gritar la palabra en voz alta, pero se llevó un puño
a la boca en el último segundo.
La gente junto a la que estaba parada la miró confundida, pero poco importaba.

326
El gran colgante que llevaba Úrsula era una ampolla de vidrio con una tapa de
bronce y cera. Dentro de este flotaba un pequeño pólipo triste y repugnante
cuyos zarcillos todavía se parecían a la barba y el bigote del antiguo rey del
mar.
—Oh vamos— Úrsula maldijo disgustada, mirando a la multitud.
Tenía las manos en las caderas. —¡Tengo a tu padre, querida! ¡Sé que estás
en alguna parte! Sé que ustedes dos estaban planeando algo grande para mí
hoy. Aunque —añadió, mirando a Eric—, esperaba algo más que ser empujada
a una fuente. Decepcionante.
Ariel dio un paso vacilante hacia adelante.
Sebastian la pellizcó con fuerza en el hombro.
—No te atrevas, jovencita— siseó. —Estás saltando demasiado pronto, como
siempre hiciste con tus solos. ¡Por una vez en tu vida deja de ser tan impulsiva
y piensa!
Ariel se estremeció por el dolor de sus palabras. ¿Estaba él en lo cierto?
Pero… ¡Ese era su padre! ¡Toda la razón por la que ella estaba allí! ¡Quizás
era un señuelo para ella!
—Guardias, agarren a la criatura que se hizo pasar por Vanessa— ordenó Eric.
—Ella es una peligrosa enemiga del estado
El capitán de los guardias y sus principales hombres entraron en acción,
finalmente con un camino despejado: su príncipe había dado una orden.
Sin embargo, algunos de ellos no lo hicieron.
—Guardias, retírense— Úrsula los saludó con la mano, casi con pereza. —O
mis muchachos matarán a su príncipe
En un guiño, Flotsam y Jetsam presionaron sus dagas contra el cuello de Eric.
Una vez más el capitán titubeó, al igual que los hombres más cercanos a él.
—Está bien, esperaba atraer a la reina sirena, pero supongo que el espectáculo
debe continuar sin ella— dijo Úrsula con un suspiro. —En caso de que ella
esté aquí, en algún lugar, escondida, déjame dejar esto muy claro. Y a todos
ustedes. Mi reinado como princesa Vanessa de Tirulia ha terminado
—No es broma— gruñó Eric.

327
—Ha sido divertido, y me ha encantado gobernarlos a todos— dijo, lanzando
un beso a la multitud. —Les voy a extrañar terriblemente. Bueno,
probablemente no. Pero fue una buena experiencia de crecimiento. Solo
entiendan que lo que está a punto de suceder es todo por 'la sirenetta'. Estaba
perfectamente feliz siendo su princesa, y luego ella apareció. Así que le dije
que se fuera. Muy claro. Para dejarnos a todos solos. Ella me ignoró y regresó,
infiltrándose en el castillo con sus espías y secuaces — Hizo una pausa y
agregó, sotto voce²: —Tengo a esa tonta Carlotta colgada en el sótano y no la
voy a alimentar. Ella podría soportar perder algo de ... actitud ...—
Ariel se atragantó. ¿Carlotta también? ¿Nadie estaba a salvo?
—Y luego, solo como un proyecto paralelo, para callar a la sirena tonta y a su
gente idiota para siempre, había planeado destruir su reino. Oh si, Hay un reino
submarino de pacíficas sirenas felices, pero el caso es que no tiene nada que
ver con todos ustedes. Tirulianos. Hubiera borrado ese reino de la faz del
planeta y ninguno de ustedes hubiera sido más sabio
La multitud comenzó a murmurar, desconcertada por esto.
Úrsula realmente no comprende a los humanos en absoluto si cree que a ellos
no les importaría. En una frase, la bruja del mar había admitido la existencia
de un reino de criaturas míticas y cómo ahora quería exterminarlas.
—Pero ella frustró ese plan al destruir mi flota… y también algunos de sus
propios barcos de pesca. ¿Recuerdan esa gran tormenta? Sí, era ella. Cada
vez que he tratado de cuidarla en silencio, ella regresa y lo arruina todo. Si
ella se hubiera mantenido alejada, nada de esto habría sucedido.
¿Es culpa mía que Úrsula tenga a mi padre? ¿La hice intentar bombardear
Atlántica?
Úrsula estaba dando tantas vueltas a todo, ¿se creía siquiera en su propia
retórica? ¿O simplemente decia lo que sea que la haga lucir bien? ¿Sabiendo
incluso mientras lo decía que era información falsa?
—Algunos de ustedes que realmente vieron la ópera quizás ya conozcan un
poco de mi pasado— continuó Úrsula con indiferencia, mirando a las puntas
de algunos de sus tentáculos. —Yo era una… poderosa bruja bajo el mar. Pero
realmente, ¿cuánta potencia es suficiente? Entonces me convertí en una
328
gobernante poderosa en la tierra. Y eso fue divertido. Pero luego pensé ...
¿por qué elegir uno solo?
El tiempo se detuvo para Ariel. La sangre llenó sus oídos cuando la pregunta
extrañamente banal sonó fuerte y siniestra.
¿Qué quiso decir ella?
—Entonces— suspiró Úrsula, quitándose el collar y sosteniendo la ampolla de
vidrio en sus manos —No lo haré. Gracias a la sangre antigua que corre en
este pequeño hombre aquí, y ... bueno, mucha más sangre, su sangre, de hecho,
pronto seré lo que ustedes, gente pequeña, llamarían un dios tanto del Mundo
Seco como del Mundo Subterráneo. el mar. Quédense quietos ahora, ¿Ok?
Esto no dolerá ni un poco ... —

2-Forma de interpretar un pasaje musical de modo suave y a media voz

329
Capítulo 54: Úrsula
¡I a! ¡I a! Egrsi phtaqn! ¡Bh'n'e vh ssrbykl Y'ryel varrotel phtaqn!

Las antiguas palabras fluyeron como música negra a través de su cuerpo.


Nadie las había recitado en más de tres mil años, y la cultura que había
engendrado a esa sacerdotisa había desaparecido en un vórtice aullante de caos
y agonía.
Pronto, estos Dioses Mayores vendrían y tomarían a la gente de Tirulia como
su ofrenda y se alimentarían del alma de Tritón. A cambio, le otorgarían a
Úrsula lo impensable: el poder sobre dos dominios, dos mundos que siempre
habían estado separados por una ley antigua e inviolable. Sería la criatura más
poderosa que Gaia había visto jamás, o ante la que se inclinaría.
Horribles chillidos provenientes de más allá de las estrellas desgarraron la
atmósfera, preparando el camino para que los cantantes salieran.
La multitud se volvió deliciosamente loca. Como una canción de sirena al
revés, los versos se rasgaron en sus cráneos a través de sus oídos. La gente
gritaba tratando de bloquear el sonido con las manos. Se hundieron hasta el
suelo, y Úrsula vio que unas preciosas gotas de sangre de un rojo brillante
comenzaban a filtrarse entre sus dedos.
Bueno, está bien, concedió. Puede doler. Un poquito…

330
Capítulo 55: Ariel
—¡No!— Ella gritó antes de tener un plan.
Sebastian ni siquiera la reprendió, estaba demasiado ocupado mirando con
horror a las personas que los rodeaban, que gemían y gritaban.
Úrsula miró hacia arriba.
Ahora era fácil encontrar a Ariel; ella era la única que seguía en pie. El terrible
cántico en el idioma prohibido no la afectó de la misma manera que a los
humanos, tal vez porque comprendió algunos de sus viles propósitos y su
origen. No estaba destinado a ella, solo a los pobres humanos.
Ariel se abrió paso hacia el frente.
Piensa como si fuera un juego de koralli, se dijo a sí misma. ¿Qué tengo que
Ursula no espera? ¿Cuál es la debilidad de Úrsula?
—¡ÚRSULA!— ella gritó de nuevo. —¡Para esto! ¡Me rindo!
Una lenta y fea sonrisa creció de un lado a otro de la boca de la bruja del mar.
Algo parecido al alivio y el placer se mezclaron de manera repugnante en su
rostro: realmente había temido que Ariel no apareciera. Que no sería testigo
del triunfo de Úrsula.
El espantoso lamento de la oscuridad más allá de las estrellas vaciló y se apagó
lentamente.
Los gemidos de los tirulianos se podían escuchar ahora mientras se
recuperaban, llorando y sangrando.
—¿Y por qué necesito que te rindas?— preguntó la cecaelia lánguidamente.
—Tengo todo lo que quiero ahora. Tierra, mar, poder, un poco de espectáculo,
sangre … ¿Para qué podría posiblemente desearte?
—Por favor— rogó Ariel. —Sé que quieres vengarte de mi padre y de mí.
Pero deja a los humanos fuera de esto. Nunca te han hecho nada
—¿La sirenetta?— alguien susurró maravillado.
—¿Es una sirena?— preguntó otro tiruliano, enderezándose lentamente,
limpiándose la sangre de la cara.
—Espera, ¿la mujer-pulpo también es una sirena?
331
—¿Esa es la sirena de la ópera?
—Ella es hermosa…. —
—Úrsula, sé que esto no es lo que realmente quieres— se arriesgó Ariel. —Lo
que realmente quieres es gobernar Atlántica, mostrar a todos los tritones lo que
haces a aquellos que te tratan mal. Quieres reinar y esclavizar a las personas
que saben quién eres realmente. ¡Estos humanos no tienen idea!— Agitó los
brazos hacia la multitud. —No tienen idea de lo que te pasó hace cien años.
Tu triunfo sobre el mundo seco no tiene sentido, porque ni siquiera saben quién
es Úrsula. Todo el mundo bajo el mar si lo sabe
—¡No me digas lo que quiero!— Ursula espetó.
Pero ella parecía insegura.
—No me digas que realmente te gusta aquí— presionó Ariel. —Está tan seco
y todo es tan pesado y las cosas se caen y la gente vive vidas tan cortas y feas
…—
—Mis pies me estaban matando—admitió Úrsula.
—Piensa en lo que estás haciendo. Piensa en las fuerzas a las que estás
recurriendo. ¿De verdad quieres convocar a los Dioses Mayores si no es
necesario? Sabes tan bien como yo que no siempre siguen las reglas o los
acuerdos mortales— dijo Ariel.
La bruja del mar definitivamente parecía insegura ahora. Ariel tenía que
terminarlo rápidamente.
—Está bien, entonces quizás gobernar Atlántica no es realmente lo que
querías— dijo mientras aún tenía el momento. —Pero aquí.— Se quitó el
peine del cabello. Brillaba a la luz del sol, mucho más claro y detallado de lo
que debería haber aparecido algo tan pequeño. Brillaba, se derretía y se
transformaba en un poderoso tridente dorado, destellando brillantemente.
La multitud jadeó; incluso Eric contuvo el aliento ante la magia y la belleza.
Los ojos de Úrsula se agrandaron ante la vista, completamente fascinada.
—Solo… deja ir a la gente de Tirulia. Puedes quedarte con Atlantica y yo ...—
—¿Y tu padre?— Preguntó Úrsula.
Ariel tragó.

332
Toda la razón por la que ella está aquí ... Su único deseo constante durante los
últimos cinco años ...
¿Cambiaría su antigua vida por una ciudad de humanos? Algunos de los
cuales mataron a su pez ... ¿y uno de los cuales la amaba?
Ariel asintió.
—¡Ariel, no!— Sebastian aulló.
Úrsula se rió de alegría.
—¡De acuerdo entonces! Siempre puedo probar el circuex en otro momento.
¡Todavía tendré a Tritón! ¡Vamos, linda sirenita! ¡Tienes un trato!
Los tirulianos se apartaron del camino de Ariel cuando ella se acercó al estrado
y se subió a él.
—Ariel— susurró Eric. —Gracias. Por mi gente. Lo siento mucho. Ella no
dijo nada.
Flounder saltó al borde de la fuente.
—Adiós, viejo amigo— murmuró, acercándose a darle un beso.
—Ariel, no— suplicó.
—Lo siento, Flounder— Ella acarició su aleta. —Pero una cosa que aprendes
como reina es ... ¡Nunca confiar en la palabra de una bruja del mar!— Y con
eso dejó caer su mano en el agua salada de la fuente ...
... y con la otra mano, disparó un rayo al corazón de Úrsula.

Capítulo 56: Eric


Le tomó un momento comprender lo que sucedió.

333
Un momento antes, el amor de su vida se había entregado a sí misma, a su
reino y a su padre a la malvada bruja del mar para salvar a su gente, y se
despedía de su amigo pez.
Entonces, de repente, sus ojos ardieron mientras lanzaba rayos de magia a
Ursula.
La bruja del mar reaccionó sorprendentemente rápido; sus tentáculos se
dispararon alrededor de su torso, protegiéndolo. La puntería de Ariel podría
no haber sido perfecta, pero fue suficiente para chamuscar un lado de la cara
de Úrsula y carbonizar un poco de piel en dos de sus tentáculos.
—¡Ha! ¡Ariel! — Eric gritó de alegría. ¿Había algo que ella no pudiera hacer?
Flotsam y Jetsam observaron, estupefactos, sólo un segundo antes de saltar
para defender a su ama, arrojándose frente a ella. Eric agarró a uno de ellos
por el brazo al pasar, tirándolo hacia atrás y luego golpeándolo en la cara con
el puño.
Se sintió muy, muy bien.
—¡Padre!— oyó gritar a Ariel.
La sirenita se arrojó sobre Úrsula y agarró la ampolla.
El otro sirviente la apartó con un revés, un golpe terrible y carnoso que hizo
que Ariel se tambaleara.
Eric se lanzó hacia él, sin ningún plan real además de querer sentir el cuello
del matón apretado en sus manos. Jetsam (o Flotsam) levantó su daga para
detenerlo y Eric la hizo a un lado con el antebrazo.
Los disparos sonaron desde algún lugar detrás de él. ¿Los guardias disparaban
contra la multitud? ¿Por encima de la multitud? ¿Fueron disparos de
advertencia? ¿Había otra amenaza que no podía ver?
Alguien estaba respondiendo.
¿Quién?
Eric dio un buen golpe, considerando que era su mano izquierda, en el costado
de su oponente, pero el hombre estaba extrañamente resbaladizo, moviéndose
y retorciéndose a pesar de su aparente dolor, lejos del alcance de Eric.
Por el rabillo del ojo, el príncipe pudo ver a Flotsam levantándose lentamente
y arrastrándose para ayudar a su hermano.
334
Ariel estaba corriendo a la bruja del mar, tratando de agarrar a su padre.
—¡Los mataré a todos!— Úrsula gritó. —TODOS USTEDES. Humanos,
tritones ... —Apartó a la sirena con algunos de sus tentáculos.
Otros se deslizaron alrededor de la garganta de Eric.
Agitó los brazos, tratando de agarrar su rostro, su cuello, cualquier cosa que
pudiera alcanzar, pero sus brazos eran demasiado cortos.
Comenzó a marearse cuando se cortó el aire y el mundo comenzó a
oscurecerse.

335
Capítulo 57: Ariel
Cayó de rodillas, campanas invisibles repicando y repicando a su alrededor.
Nunca había sentido tanto dolor, excepto cuando su voz fue arrancada de su
cuerpo y cuando fue devuelta. Nadie le había dado un golpe físico antes.
No podía oír nada fuera de los latidos de su propio corazón.
Pero su padre la necesitaba.
Se puso de pie tambaleándose y se negó a dejar que el mundo se alejara de
ella. El caos estaba por todos lados: gente con la boca abierta como si estuviera
gritando, Flounder con la boca abierta como si se estuviera ahogando. Eric
estaba luchando. Úrsula estaba herida y miraba a su alrededor con ansiedad,
tratando de decidir qué hacer o hacia dónde huir. No se movía muy bien en el
Mundo Seco, sobre sus propios tentáculos.
Uno de los cuales ondeaba lentamente en el aire y aún sostenía a su padre.
Con un grito que solo podía sentir, no oír, Ariel se arrojó sobre Úrsula. La
ampolla se deslizó sorprendentemente fácilmente en las manos de la sirena; las
ventosas no funcionaban muy bien en tierra firme. Ariel cayó al suelo
rodando, su padre acunado en sus brazos.
Se dispararon más tiros por encima de su cabeza. Max gimió y gruñó; su oído
estaba volviendo lentamente.
La gente gritaba. Algunos intentaron huir, otros se acurrucaron, algunos se
apresuraron a los soldados, otros se precipitaron al estrado. En el fondo de su
mente distraída, Ariel notó que había algunos soldados que no estaban del lado
de los guardias del palacio, los estaban desafiando y tratando de llegar al lado
de Úrsula.
—¡La bruja del mar!—rugió una voz familiar de anciana. —¡Atrapenla!
¡Tiene al príncipe Eric!
Se produjo una lucha loca cuando la gente se apresuró a subir al estrado.
Algunos soldados parecían alinearse contra los aspirantes a salvadores,
apuntándolos con sus mosquetes. Ariel se acurrucó en el suelo, protegiendo la

336
delicada vivienda en la que estaba su padre, como un caparazón envuelto
alrededor de un nautilus. Espirales y espirales ...
Max y Vareet se acercaron a ella y trataron de defenderla de la caótica
estampida.
—¡Estoy bien! ¡Vayan a ayudar a Eric!— Ariel suplicó. —¿Dónde está? ¡Oh!
El príncipe estaba luchando, los tentáculos de Úrsula alrededor de su cuello.
Flotsam se acercaba sigilosamente detrás de él, con la daga levantada.
De repente, con un poco de fuerza final, Eric se arrojó a un lado,
tratando de aplastar la cabeza de Úrsula contra la base de la fuente.
Flotsam se lanzó al tumulto, con la daga todavía lista.
—¡No dejes que ella toque el agua!— Ariel gritó.
Pero fue demasiado tarde. Agarrando la palangana de piedra con sus
tentáculos, Úrsula los arrastró a los tres al agua, donde se hundieron hasta el
fondo.
Ariel se levantó de un salto y corrió ... pero todo estaba quieto.
Una sola burbuja subió a la superficie y luego estalló.
Y luego una nube de sangre se arremolinó a través del agua, oscura y fea.

Capítulo 58: Ariel


337
–No… –ella sollozó.
Flounder brincó fuera del agua, la cual voló de su cuerpo en viscosas y
brillantes gotas rojas y negras.
– ¡Eric está bien! ¡Ayúdalo, está enredado y atrapado debajo de su cuerpo!
Ariel tropezó contra la fuente, su padre continuaba aferrado en sus brazos. En
las borrosas profundidades pudo ver el enorme cuerpo de Úrsula… Y la daga
de Flotsam, de algún modo, se enterró en su pecho. El rostro de la bruja se
estaba volviendo pálido, y su boca abierta colgaba flojamente. Su sirviente se
encontraba aturdido, enredado alrededor de ella en forma de anguila. Debajo
de ellos, Eric forcejeó débilmente.
– ¡Aquí! –ella ordenó, empujando a su padre a las manos de Vareet. – ¡Vigílalo
con tu vida!
Intentando no ahogarse con el agua contaminada con el fétido icor de la bruja
del mar, Ariel se zambulló, revirtiendo a su cuerpo real inmediatamente.
Habían tentáculos, piernas y brazos por todas partes. Ella luchó con el
resbaladizo cuerpo de Cecaelia, lanzándolo a un lado. Tomando de la camisa
a Eric, lo jaló lejos de Úrsula, acuñando su cola contra el estómago de la mujer
muerta.
Todos aquellos años que había pensado en qué haría cuando finalmente
derrotara a Úrsula, qué diría o experimentaría… y ahora la bruja del mar sólo
era un objeto, un obstáculo contundente que le impedía salvar a Eric.
Con un fuerte empujón, Ariel logró arrojar a Eric al costado de la fuente, con
su pecho golpeando contra el mármol. Él tosió y agua salió chorreando de su
boca.
– ¡Ella lo hizo! ¡Venció al terrible monstruo del mar! –sollozó el vendedor de
manzanas.
La multitud gritó, festejó, aplaudió y enloqueció.
Eric era un desastre, completamente roto, ensangrentado y apenas erguido, sus
piernas se arrastraban bajo el agua. Pero estaba vivo. Flounder mantuvo su
distancia, sin querer respirar más sangre.
338
Todo a su alrededor estaba destruido y roto, pero la confusión parecía ir
limpiando todo lentamente. Había una pila de cuerpos de soldados casi
inconscientes en el estrado, algunos con pequeñas marcas negras de pulpo en
las mangas. Una tripulación triunfante y heterogénea se paró sobre ellos:
Argent con su bastón manchado y agrietado, que ahora sostenía como un
garrote; Grimsby, que, de alguna manera, se las había arreglado para adquirir
un mosquete y lo sostenía con bastante firmeza; dos gaviotas; varios soldados
leales y su capitán; un soprano y dos clarinetistas bajos.
Vareet estaba junto a la fuente, Tritón se acunaba de forma segura en sus
pequeños brazos.
–Así que de esta forma es como se siente ganar, –dijo Ariel. –Creo que me
gusta.
Eric se quejó, y se hubiera deslizado nuevamente hacia el agua si ella no lo
hubiera tomado.

Capítulo 59: Eric


Si hubiera sido por el príncipe, hubiese habido un felices para siempre en ese
mismo momento. El chico malo había sido derrotado, el amor de su vida lo
estaba sosteniendo, ella acababa de decir algo chistoso, la multitud estaba
festejando… La situación para que una ópera acabara.
Por desgracia, la vida real era un poco más complicada que eso.
Y sangre real, no sangre para escenarios, continuaba escapando de su nariz.
El capitán y los leales guardias restantes, los cuales serían recompensados
generosamente luego, examinaron la situación y reaccionaron apropiadamente,
ubicándose entre el príncipe y la confusa, curiosa y ferviente multitud. – Tú,

339
Decard, –dijo él débilmente. – Envía dos hombres para ir a encontrar a Carlotta
en el castillo… En los cimientos…
– Sí. Su majestad, inmediatamente. –el capitán saludó y se dio la vuelta.
Con la última orden dada, Eric sucumbió a una ola de debilidad, y comenzó a
deslizarse dentro de agua.
– No, no lo harás –dijo Ariel, levantándolo y llevándolo todo el camino fuera
de la fuente. Grimsby estuvo ahí instantáneamente, ofreciendo su hombro para
recargarse. Incluso en su estado actual, Eric no pudo evitar ver a la sirena con
su gloriosa cola, dejándola caer para equilibrarse, brillando bajo la luz del sol.
Detrás de ellos él pudo oír exclamaciones y jadeos cuando la gente del pueblo
la vio claramente por primera vez.
No podía culparlos. Ella era magnífica.
Él intentó no poner todo su peso sobre el viejo mayordomo. Las cosas
cambiaron de perspectiva y nadaron ante él… Como era de esperarse, había
agua en sus orejas
– ¡Bien hecho, príncipe Eric! –dijo Grimsby, con la voz temblorosa por la
emoción. – ¡Gran show!
– Fueron Vareet, Max y tú quienes pusieron la pelota en marcha. –dijo con una
sonrisa. Luego puso su brazo alrededor del hombre y le dio un buen apretón. –
Significas mucho para mí, Grims. ¿Lo he dicho antes alguna vez? Estaba muy
preocupado por ti.
– O-oh, bueno… Este, este, –tartamudeó Grimsby, sonriendo pero mirando
alrededor con vergüenza. – Estás un poco loco. Shhh.
Ariel estaba diciéndole algo al pez en la fuente. Eric sintió una extraña
sensación de pérdida. El pez era realmente increíble, inusual por cualquier
cuenta.
Pero todo lo que él vio fue un animal de ojos vidriosos que aparentemente
decía algo en su silencioso lenguaje de pescado, e hizo a Ariel tirar su cabeza
hacia atrás y reír como una niña. Ella le besó la cabeza y luego se deslizó fuera
de la fuente, con sus piernas formándose mientras lo hacía.
340
– Me estoy volviendo mejor en esto. –dijo ella, girando la cabeza a sus amigos
humanos y girando el tridente.
– Creo que esto te pertenece. –dijo Vareet, dándole la ampolla de vidrio y
haciendo una reverencia, – ¿Qué es?
– Este, niña valiente, es mi padre. –dijo Ariel, besándola en la frente.
Ella dejó el frasco cuidadosamente en el suelo, y luego, le disparó un rayo.
Humo, no, vapor de agua, se arremolinaba hacia arriba y arriba hasta el cielo.
En el suelo, el pólipo creció, se alargó, estiró y endureció hasta convertirse en
un hombre.
Un hombre que ahora Eric recordó: él debe tener siete u ocho pies de altura,
ancho, y de alguna manera, iluminado desde adentro. Él parecía más real que
los seres humanos mezquinos a su alrededor, las calles adoquinadas, la fuente;
como si todos fueran dibujos de un niño mientras él era el original, mal
copiado. Su barba era blanca y caía sobre él, luciendo como Eric siempre había
imaginado a los patriarcas en el Antiguo Testamento. Su piel era de tono
cobrizo, metal más precioso que la carne. Sus ojos estaban casi ocultos debajo
de unas cejas pobladas, allí brillaban chispas.
Cuando Eric lo vio por última vez, ese fatídico día de la boda, Tritón tenía la
cola de un pez. Ahora tenía dos piernas anchas y fuertes.
– Padre, –dijo Ariel, y cientos de significados estaban en esa palabra: disculpas,
tristeza, alegría, amor.
– Ariel, –suspiró su padre, ahogándose con la primera palabra que había dicho
en años. Luego, sin dudarlo un momento, él enrolló sus brazos alrededor de
ella y comenzó a llorar.
Todos los humanos a su alrededor se sentían como Eric, podría decir:
sorprendidos pero vagamente incómodos, queriendo dejar a los dos solos.
Incluso en sus emociones, el rey de los tritones era más poderoso que los
mortales.
– Lo lamento mucho, –susurró Ariel. Ella, extrañamente, no estaba llorando,
aunque abrazó a su padre firmemente. – Por todo.
341
– Estás perdonada. Por todo. –él dijo, acariciando su cabello.
– ¿Cómo? –preguntó ella con asombro.
– Algún día, lo entenderás. –Tritón dijo con una sonrisa. – Quizás cuando seas
madre.
Luego él miró alrededor y pareció notar la pequeña multitud de mortales.
– Padre, este es el príncipe Eric, –dijo Ariel suavemente, tomando la mano de
Tritón e indicando a Eric con la otra. – Él ha sido de gran ayuda en tu rescate
y derrotando a Úrsula.
– Eric, –dijo Tritón neutralmente. – Te agradezco por el servicio que has
prestado a mi yo real y a los sirenos.
– Rey Tritón, –dijo Eric, inclinando su cabeza. – Es un honor conocerlo.
– Todas estas personas, todos estos humanos, ayudaron a salvarte. –dijo Ariel.
– Este es Grimsby, la mano derecha de Eric. Esta es Vareet, quien, a pesar de
su edad y tamaño, arriesgó su vida para brindarnos valiosa información. Este
es Argent, quien sabía sobre las sirenas y aparentemente puede manejar un
shillelagh con gran habilidad. Sebastián y Flounder, ya sabes. Jona, la gaviota
y Max, el perro fueron fundamentales para derrotar a Úrsula. Scuttle es la razón
por la que todos estamos aquí hoy, ¡y por qué ahora tú eres libre!
– Hice lo que pude. –dijo Sebastián modestamente desde su bolsillo.
– Les agradezco a todos, –dijo Tritón con una reverencia. – Desearía poder
quedarme y recompensarlos tan honorablemente como merecen ahora mismo,
pero extraño mi casa, y debo volver al mar de inmediato. Ariel, mi tridente.
Se lo entregó elegante y formalmente, pero podría haber estado apretando los
dientes.
– Serán recibidores de mi gratitud prontamente, –añadió el rey, dirigiéndose a
la gente del pueblo frente a él. – El mar no olvida.

342
Extendió su brazo y Ariel lo tomó. Pero no hasta que le dio a Eric un fugaz
beso en la mejilla. Fue tan familiar, tan “cariño, saldré por unos minutos,
vuelvo pronto”, que Tritón, y no pocas personas más, se quedaron sin aliento.
Grimsby parecía tan encantado como una vieja gallina chismosa. Vareet lucía
avergonzada, disgustada y levemente divertida. Max ladró.
– Te veo en un par de mareas. –susurró.
Eric sonrió y le devolvió el beso con firmeza en los labios, inclinando la cabeza
hacia atrás para que no sangrara accidentalmente sobre ella.
Los ciudadanos festejaron.
Cuando estuvieron listos, Ariel sacó a Flounder de la fuente, sosteniéndolo
debajo de su brazo. Ella y su padre caminaron a través de las multitudes, que
se separaron, casi todos inclinándose ante la pareja de sirenos. Ellos fueron
directo hacia los muelles y saltaron juntos, con sus colas golpeando el agua
mientras se zambullían.
– ¡Ah! –gritó la anciana del garrote. – ¡Llegué a ver dos! ¡Dos sirenas!

343
Capítulo 60: Jona
Esta era la segunda vez en un mes que había sido reclutada por una entidad
extraña para llevar un mensaje de gran importancia. La gaviota aleteó sobre el
mar cargada de una sensación de gravedad histórica, con el rollo de papel
especial atado a su pierna y recogido entre sus plumas. Ella probablemente era
el único ave en el mundo que llevaba comunicados regulares entre dos de las
principales razas civilizadas, aunque algo engreídas, del mundo. Era algo lo
que pensar.
Una alegría loca se apoderó de ella, y se permitió exactamente un bucle y un
solo grito largo antes de volver a su tarea original.
Después de todo, era la bisgaviota de su bisabuelo.
A veces la locura era difícil de contener.

344
Capítulo 61: Eric
Había un terrible, terrible desastre para limpiar luego.
Por primera y quizá única vez en la historia, una gaviota era utilizada para
entregar un mensaje a las naves enviadas al mar, para prevenir que bombardeen
Atlántica. Mientras el príncipe estaba seguro de que Ariel y su padre lo
detendrían a tiempo, no estuvo de más ofrecer una orden oficial para
prevenirlos antes de que se desatara otra tormenta mortal.
Carlotta fue rescatada y agradecida. Le dieron unas vacaciones (las cuales no
tomó), una acogedora casa de campo (la cual sí aceptó), y un aumento
significativo.
Eric hizo que sus hombres encadenaran a Flotsam y Jetsam juntos y los
arrojaran al océano. O serían encontrados y tratados apropiadamente por los
sirenos, o… no. No era realmente su problema.
Luego supervisó una cuidadosa refacción del registro oficial de eventos del
día, para que fuera leído, anunciado, distribuido, compartido y generalmente
entendido por todos los buenos ciudadanos de Tirulia, que fueron testigos de
los eventos. No hubo un hechizo de hipnosis masiva para hacer que todos
olviden la existencia de sirenas esta vez. Ahora todo el mundo lo sabía. Era
importante que todos supieran lo mismo y no se inventaran falsificaciones
potencialmente peligrosas sobre lo sucedido.
Excepto que tuvo que redactar un falso anuncio formal para la muerta de la
princesa Vanessa. Los tirulianos entenderían lo que realmente sucedió; el resto
345
del continente sólo sabría los más mínimos detalles: ella murió. Posiblemente
ahogada.
Las tropas de todas partes tuvieron que ser retiradas de forma inmediata.
Los embajadores y emisarios debían ser informados minuciosamente, y en
algunos casos, exiliados.
Fue un trabajo interminable y agotador. Eric se quedó despierto hasta altas
horas de la madrugada tratando de hacer todo. A veces, dado un momento libre,
miraba la luna y pensaba en cómo solía componer música. Pero estaba bien.
Tenía el deber de su reino. Ser príncipe no era solo diversión y juegos.
Hubieron algunos momentos brillantes, como cuando convocó a Vareet a su
oficina.
La criada se había desmayado de cansancio la tarde siguiente a lo ocurrido, y
durmió por al menos un día. Eric no se podía imaginar lo que había en la cabeza
de la pobre chica, esclava de una princesa bruja durante años, y luego salvada
por una chica sirena.
Entró con los ojos muy abiertos y comprensiblemente suspicaz cuando el
príncipe le sonrió y le estrechó la mano. – Encantado de conocerte,
formalmente.
Continuó luciendo confundida, pero sus ojos se abrieron con interés.
– Vareet, has soportado más que cualquiera de nosotros, en algunos aspectos,
y has atravesado todo eso con valentía, ayudándonos en nuestro momento más
oscuro. Claramente tendrás lo que te gustaría; papel para dibujar, soldados de
juguete, un pony, no tienes más que nombrarlo.
– Pero también, he contratado a una tutora de la academia para que venga a
vivir al castillo. Ella te enseñará a leer, escribir y a hacer matemáticas.
Probablemente latino, lo siento, pero es parte del paquete. Luego podrás tomar
una decisión, cuando estés al día: quedarte aquí como mi secretaria personal,
o ir a la universidad y hacer lo que sea que quieras hacer con tu vida.
Vareet permaneció en silencio.

346
El príncipe de repente se sintió incómodo, algo que rara vez había
experimentado. No tenía idea de lo que estaba pensando la niña.
¿Debería repetir lo que había dicho, más lento? ¿Sería insultante?
Entonces, de repente, le echó los brazos al cuello y enterró la cabeza en su
pecho.
Eric se rió y le devolvió el abrazo. Ese fue el felices para siempre que había
estado esperando, y ni siquiera era suyo.

347
Capítulo 62: Ariel
La llegada de Tritón fue épica, aunque se planeó un desfile oficial
verdaderamente épico para el día siguiente.
Flounder, una vez regresó al mar, se adelantó y le dijo a cada pez que conocía.
Cuando Ariel y su padre se acercaron a Atlántica, una multitud masiva ya se
había formado: la mayoría de los sirenos, y mucha, mucha otra gente del mar.
Ballenas, tiburones, pececillos, sardinas, atunes, bacalaos y octópodos…
Incluso los pequeños corales, anémonas y percebes salieron a agitar sus
frondas.
– ¡Padre! –cinco sirenas resbaladizas y brillantes salieron disparadas de la
multitud y se envolvieron alrededor de él como los gruesos tentáculos de un
kraken.
Attina abrazó a Ariel.
– Lo hiciste. –susurró, presionando su frente contra la de su hermana, como
cuando solían compartir secretos. – De verdad lo hiciste.
– Lo hice. –dijo Ariel con una sonrisa,
– Realmente eres algo. –la princesa sirena mayor sonrió y se estremeció y
sacudió la cabeza.
Cuando los demás se desvincularon con pesar, ella también fue a saludar a su
padre, con un sólido, aunque un poco más formal, abrazo.
– Buena gente de Atlántica, –dijo Tritón, sosteniendo su tridente en alto. –yo,
¡he vuelto!
Su voz retumbó a través del agua, mucho más autoritaria que incluso la voz
recién recuperada de Ariel. La multitud se volvió loca: vitoreando, aleteando
sus colas, bofeteando, burbujeando, gorgoteando, nadando en círculos.
El mismo rey estaba muy feliz de retirarse tranquilamente aquella primera
noche, bebiendo vino orado con sus amigos más cercanos, nadando

348
vigorosamente a través del reino, y en general estirando la cola, los brazos y
las aletas de la manera en que no lo había hecho en años.
Cuando sus hijas finalmente lo obligaron a acostarse en su lecho de coral, solo
resistió un poco.
Las celebraciones, banquetes y fiestas del día siguiente fueron algo que los
ojos mortales jamás habían presenciado.
Se olvidaron viejas rivalidades; la barracuda incluso trajo regalos de disculpa.
Ariel sorprendió a todos cantando algo de lo que Sebastián había compuesto
hasta ahora para su “tributo al regreso del rey”.
Y al tercer día, todos finalmente volvieron al trabajo.
Tritón se sentó al trono, revisando todas las políticas y el papeleo que Ariel
había arreglado mientras estaba fuera. Él no usó un escritorio, en su lugar la
gente sostenía tablillas, decretos y documentos mientras leía.
El rey frunció el ceño y murmuró cosas como “Mmmh. Buen punto sobre el
derecho de paso” y “Yo le habría dicho a las rayas que consideraran un caldo
de cultivo alternativo” y “Bah, los ritos. Siempre odié lidiar con esos. Siempre
hacía que Threll y Sebastián lo hicieran”.
Ante esto, Ariel miró a Sebastián enarcando las cejas. El pequeño cangrejo se
encogió de hombres, disgustado. El caballito de mar tosió nerviosamente,
– En general, un trabajo muy impresionante. –dijo Tritón, levantando las cejas
mientras estudiaba a su hija menor. – Por favor, no te lo tomas a mal, Ariel,
pero me sorprende gratamente cómo has madurado. Tu tiempo gobernando ha
demostrado sabiduría, pragmatismo, pensamiento rápido y soluciones únicas
para problemas difíciles. Incluso podrías haber superado a tu padre.
– Gracias, padre.
– ¿Sabes? –agregó especulativamente. – Me vendría bien una mano con todos
esto. Un hombre de aleta derecha, o sireno. Sé que probablemente quieras irte
de nuevo con tus hermanas, o cantar…

349
– No, no. –lo interrumpió inmediatamente Ariel.
– Bueno, entonces, está hecho. –dijo el viejo con un sonrisa. – ¡Día de padre e
hija! ¡Cada día! ¡Qué equipo!
Ariel se aclaró la garganta. Sus pulgares pasaron por sus dedos y el dorso,
como si pensara en algo para afirmar.
– En realidad, padre, tuve otra idea…
– No se trata de que vuelvas a la superficie, ¿verdad? Porque déjame decirte-.
– Espera. –dijo Ariel, levantando la mano para detenerlo, algo que ella nunca
hubiese hecho antes. Lo hizo con calma, sin enojo, ni un repentino estallido de
ira ante su actitud; también algo nuevo.
– Llegaremos a mis opciones de cuidado en un momento. Permítame primero
dejar absolutamente claro, sin embargo, que yo amo a Eric y quiero estar con
él. Y puedo hacer eso durante al menos una semana al mes, con tu ayuda,
– ¿CON MI AYUDA? SI PIENSAS POR UN SEGUNDO QUE YO…
Ariel lo miró con frialdad.
– ¿Recuerdas lo que pasó la última vez que tuve que encontrar una solución
alternativa para caminar por la tierra? Estoy segura de que hay otras formas de
hacerlo, y estoy segura de que podría encontrarlas. ¿De verdad me quieres
haciendo eso?
– ¿Me estás amenazando?
– Sólo estoy diciendo lo que inevitablemente sucederá si te resistes a esto. Voy
a ver a Eric. Si deseas convertirlo en un sireno durante una semana cada mes,
estaré bien con eso también. Sin embargo, actualmente es un príncipe con
deberes reales, y dudo que tenga tiempo para esas cosas.
– ¿Y qué hay de ti, una princesa con deberes reales?
– Padre, he gobernado, y aunque podría ser buena en so, no me gusta, quiero
hacer lo que siempre he querido hacer. –señaló el océano oscuro. – Explorar,
350
conocer gente nueva, aprender nuevos idiomas, descubrir cosas nuevas y a los
artistas que las hacen. Quiero averiguar qué pasó con los Hiperbóreos. Quiero
reanudar el comercio con Tsangalu. Quiero saber si hay alguien más como
Úrsula…
Tritón, Sebastián y Flounder se estremecieron.
– Tal vez no todos sean como ella, –dijo rápidamente. – Padre, el mundo de
las sirenas se ha ido haciendo cada vez más pequeño, consumido por nosotros
mismos y nuestras propias artes, pensamientos y filosofías durante demasiado
tiempo. Los humanos tienen conquistada la mayor parte del mundo seco,
necesitamos unir el mundo debajo del mar, para sobrevivir sin más.
Tritón frunció el ceño, pero no con escepticismo. Se rascó la ceja izquierda.
– Pero este es el trabajo de un embajador o un emisario, no de una princesa…
– ¿Quién mejor? Tengo sangre real. He interactuado con humanos. Ni uno, ni
uno de las sirenas está mejor calificado.
– Pero… eres mi hija menor…
– Papá, déjala ir. –dijo Attina en voz baja. – Ella no quiere estar aquí. Si quieres
conservarla en absoluto, esta es la única manera, De lo contrario, ella
simplemente se iría, y no volvería.
– Es cierto. –asintió Flounder – Tienes picazón en las aletas.
– Por mucho que probablemente me arrepienta de lo que voy a decir, –la
princesa mayor continuó vacilante. – ¿Qué pasa con esto? No soy Ariel, pero
si necesitas ayuda de vez en cuando, y debe ser una princesa real, voy a nadar
hasta la tarea.
– ¿De verdad? –preguntó Ariel con sorpresa. – ¿Lo harás?
Su padre parecía dudoso. – Pero…
– Dejemos que Ariel comience por ser nuestro enviado oficial para los
humanos idiotas que su príncipe idiota gobierna. Eso le dará tiempo con él, y

351
podremos ver qué tan buenas son sus habilidades de negociación, como
mantenerlos alejados de nuestro cabello y las grandes mareas que nos
alimentan.
Tritón y Ariel la miraron sorprendidos.
– Bueno, eso es… –dijo Tritón, rascándose la barba. – Esta es…
– Una muy buena idea. –finalizó Ariel, sonriendo. – Un excelente compromiso.
– Sí, bueno, soy la segunda en la fila para gobernar, ya sabes, así que… –dijo
Attina. – Soy un poco más natural en esto. –ella le guiñó un ojo a Flounder.
– No he aceptado nada todavía. –gruñó Tritón.
– Está bien. –dijo Attina, besándolo en la mejilla. – Lo hicimos. Dime, ¿debo
conseguir un collar o una corona de día o algo para mi nuevo trabajo? Necesito
ver eso.
Tritón miró a Sebastián con impotencia. – Pensé que estaba obteniendo mi
reino de regreso. Ni siquiera tengo a mis hijas escuchándome.
– Ah, mujeres, ¿qué puedes hacer? –Sebastián dijo con disgusto.
– Escúchalas. –sugirió Flounder. – Ya que ambas te superan en rango.
Ariel se rió, y también Attina.
Y, finalmente, incluso Tritón se unió con una risita.

352
Capítulo 63: Ariel y Eric

La luna llena brillaba sobre la bahía, Eric saltó a la barandilla de las largas
escaleras que conducían a la playa y se deslizaba por ella, balanceándose sobre
sus calcetines con los brazos extendidos. Ariel, de pie en los bajíos, se rió
suavemente.
– ¿No te estás poniendo un poco mayor para ese tipo de cosas?
– Me siento como un niño otra vez. –dijo, levantándola en sus brazos. El giró
a su alrededor y se rió de nuevo, gotas de agua volando de sus dedos de los
pies como diamantes a la luz de la luna. Luego la bajó y se besaron

353
adecuadamente por mucho tiempo. Por primera vez, Ariel la expresión humana
de “hacer que los dedos de los pies se doblen”.
– Entonces, ¿cuál es la historia? –preguntó Eric cuando finalmente se
separaron.
Ariel se encogió de hombros y suspiró. – Voy a negociar un camino para que
sus naves tomen al entrar al mar abierto, más allá de la plataforma costera, para
no molestarnos. También para elaborar un horario para que los humanos eviten
las playas en tiempos de anidación de tortugas y chorlitos. Después de que
termine esta semana, puedo hacer un viaje exploratorio en poder de la Neraide.
Nunca perdimos por completo el contacto con ellos, pero no hemos
intercambiado bromas diplomáticas en mucho tiempo, o visitado oficialmente.
– Neraide… ¿Griego? ¿Son como los antiguos griegos?
– No, son sirenos. –dijo con una sonrisa,
– Por supuesto. –Eric hizo una reverencia. – Debería saber mejor antes de decir
cosas así ahora. ¡Perdóname!
– Perdonado. ¿Y tú? ¿Qué has estado haciendo?
– También estoy tratando de poner las cosas en orden, para eventualmente
hacer un viaje a las islas de Arawakania en las tierras al oeste. Mi padre
preferiría ir a Ranahatta, pero quiere ver cómo son las aguas tropicales.
Escuché que hay arrecifes a los que se puede caminar, tan coloridos como un
arcoíris.
– Tendrás que contármelo todo. –dijo Ariel con un toque de celos.
– Pensé que vendrías y llevarías nuestro barco a puertos seguros. –dijo,
pellizcando su nariz.
– Quizás. Los sirenos se mueven más lento que los barcos humanos, y los reyes
sirenos son los más lentos de todos.

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– Entonces, ¿hay alguna posibilidad? ¿Podríamos estar juntos alguna vez?
¿Para siempre? –preguntó Eric, tratando de no sonar infantil, tratando de no
parecer desesperado.
Fue adorable.
– Siempre hay una posibilidad. –dijo Ariel, besándolo en la mejilla. – Y cada
día se ve mejor y mejor.
– Dejaría Tirulia a mi hermana en un santiamén. Di la palabra y seré sireno
para siempre.
– Estoy… explorando esa opción también. Pero, ¿qué diría tu gente?
– ¿Qué? ¿Me estás tomando el pelo? Ya están positivamente locos sobre tu
historia y la mía, y la derrota de Úrsula… Lo único mejor que tener una
embajadora oficial de sirenas, sería hacer que se casara con su enamorado
príncipe loco, y los dos viviendo felices para siempre. Especialmente si les doy
una ópera o dos al respecto.
– Puedo verlo ahora. Sebastián y Eric: Un cuento de dos mundos. –dijo Ariel,
levantando la mano como si estuviera leyendo un cartel.
– Yo trabajo solo-
– Sí, Sebastián también. Ah, bueno, otra gran idea lanzada a la gran marea.
– Oye, mira esto. –dijo Eric, levantándose la manga y extendiendo su brazo.
El nombre de Ariel estaba escrito, ¡con runas sirenas!
Rodeaba su brazo como el tipo de banda que llevaría un guerrero, y brillaba
con el aceite que había frotado en él.
– ¡Eric! ¿Qué hiciste?
– ¿Qué? ¿No te gusta?
– Me encanta, pero…

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– Hasta que tengamos los anillos de boda, pensé que era un bonito
compromiso. ¡Argent lo hizo! Sebastián me ayudó con las letras.
– Eso… debe haber dolido.
– No tienes idea. Eso es lo mucho que te amo. –dijo besándola en la frente.
Se tomaron de las manos y caminaron por la playa bajo la luna, hablando sobre
nada importante. No sirenas, no ejércitos, no brujas del mar, no padres, no
reinos, no tierras lejanas al oeste. Lo que sí hablaron, nadie podía escucharlo
muy bien; había una brisa, y el ruido de las olas, y el grito de una gaviota
extrañamente alerta.
Y cuando se besaron a la luz de la luna otra vez, nadie vio, y a nadie le importó,
excepto a ellos mismos.
Y estaban muy, muy felices.

Capítulo 64: Vareet


La luna estaba menguando. Ariel se había ido.
Vareet miró por su ventana enojada. Ella sabía que la sirena volvería pronto,
pero aun así era difícil. Eric era agradable – y muy lindo – pero no se sentía
tan cercana a él. Su tutor era infinitamente paciente. Carlotta era cariñosa y
Grimsby la malcriaba. . . pero ninguno de ellos era Ariel.
Al menos las gaviotas eran una presencia constante. Scuttle había sido
movido a un rincón cómodo en un campanario cerca de ella, muy contento
con su medalla brillosa, jubilación lujosa, y su adorable bisabuela. Jona fue
hecho emisario oficial de aves y mensajeros, manteniendo líneas abiertas
entre el mar y Eric hasta que Ariel regresara. Y cuando Jona no era
necesitada, ella tendía a quedarse alrededor de Vareet. No podían hablar,

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pero se comunicaban a su manera. La gaviota incluso cabalgaba sobre su
hombro a veces como un halcón.
Aún así, Vareet se sentía un poco sola.
Suspiró y se metió en la cama, preguntándose cómo podría llegar a dormir
con todos esos pensamientos en su cabeza.
Entonces notó algo en su almohada.
Una hermosa, arremolinada cáscara marrón y blanca como la que Ursula
solía llevar, pero más grande. Un buccino, no un nautilus. Vareet lo recogió
con asombro,dándole la vuelta en sus manos, admirando su brillo a la luz de
la luna. En un capricho se lo puso en la oreja.
Sus ojos se abrieron.
En las profundidades de la cáscara, podía oír lo que debía haber sido el eco
de olas lejanas. . . y también el canto de una sirena.

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