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Colas de colibri Victor Carvajal Hustraciones de Alex Pelayo @ Delfin de Color L.S.B.N.: 978-956-12-2728-6. I" edicién: mayo de 2014. Obras Escogidas LS.B.N.: 978-956-12-2729-3. I? edicién: mayo de 2014. Gerente editorial: José Manuel Zafiartu Bezanilla. Editora: Alejandra Schmidt Urzta. Asistente editorial: Camila Dominguez Ureta. Director de arte: Juan Manuel Neira Lorca. Disefadora: Mirela Tomicic Petric. © 2014 por Victor Carvajal Valenzuela. Inscripcién N° 240.907. Santiago de Chile. Derechos exclusivos de edicién reservados por Empresa Editora Zig-Zag, S.A. Editado por Empresa Editora Zig-Zag, S.A. Los Conquistadores 1700. Piso 10. Providencia. Teléfono 56 2 28107400. Fax 56 2 28107454. E-mail: zigzag@zigzag.cl / www.zigzag.cl Santiago de Chile. El presente libro no puede ser reproducido ni en todo ni en parte, ni archivado ni transmitido por ningtin medio mecdnico, ni electrénico, de grabacién, CD-Rom, fotocopia, microfilmaci6n u otra forma de reproduccién sin la autorizacién de su editor. Impreso en R y R Impresores. Curifianca 771. San Miguel. Santiago de Chile. ® Déjame que te cante, pequefa 9 * Sin tacto, ni tino, una verdad sin plumas 15 * Razones de altura y ofdos de tierra 21 ® Galas y talentos 3 ® Una buena idea que mal se concreta 41 Una competencia extenuante 49 = Compromisos cumplidos 61 Algunos apuntes sobre esta fébula 67 Dedicado a Isabel Alvarez Barrientos y Matilda zuela Burgos Renato Diego Ma Dejame que te cante, pequefia n los valles de Vitor y Azapa, donde no llegan las grandes Iluvias, las tormentas, ni las sequias, los picaflores* de Arica hacen sus nidos en los olivos y de ellos sacan el néctar que alimenta a sus crias. Pero, un dia, la tranquilidad en los valles de Vitor y Azapa se vio amenazada con el arribo repentino de los picaflores de Cora. Cruzaron la frontera por el norte, buscando parajes idilicos, flores dulces y temperaturas amables. * Elpicaflor es un ave muy pequeiia conocida comiinmente como colibri. Victor Carvajal Lucian colas muy largas, finas de pluma- je, muy bellas de forma y factura. Con sus colas lustrosas Ilamaron la atencién de las jévenes colibries de Arica, que de modo inesperado abandonaron la preparacién de los nidos para sus bodas. Déjame que te cante, pequena —entonaron las afinadas voces-—, déjame que te diga la gloria del largo vuelo de mis alas del viejo Cuzco a tus valles de Arica. Derroche de dulzura olivos en mis plumas el néctar que reclama mi vuelo en cada rama. Déjame que te cante, pequena... Los jovenes colibries de Arica, al regresar de sus labores, vieron con preocupacién que sus prometidas habian abandonado las labores propias de las jovencitas en edad de ser novias. 10 Victor Carvajal —Gran Picaflor de Arica —dijo Eulalio, el mas resuelto de los picaflores—, gqué le ocurre a la novia que me has prometido? —Lo veo y no lo creo, querido Eulalio. Mi propia hija abandona sus labores, desorien- tada por la presencia de ciertos colibries de Cora, aparecidos repentinamente en nuestros valles. —Nuestras prometidas hacen lo mismo —se lamentaron los demas jévenes colibries. El gran Picaflor de Arica escuché las quejas de todos los jévenes en edad de contraer matrimonio, pues el hecho era evidente y comprometia a todas las jovencitas de la colonia. Al dia siguiente, el Gran Picaflor, se reunié en consejo con los ancianos. El silencio que guardaron fue tan profundo que escuchaban claramente el vibrar de las alas de los colibries, sacando néctar de las flores. —Nuestros hijos se preocupan por sus novias —concluyeron. 12 —Nuestras queridas hijas no responden a lo que han prometido -recalcé el gran Picaflor de Arica. -No celebraremos sus bodas. ~Y es tiempo de hacerlo. Lo dice el brillo intenso de las estrellas. —No veremos las dos crias que nacen en cada nido. -La situacién es grave, muy grave. —Pidamos mas consejo -dijo el Gran Picaflor de Arica. Y enviaron mensajeros, a todos los rincones de la region, buscando al consejero que requerian. Los mensajeros no hallaron tal consejo de inmediato, pero tropezaron con un loro Tricahue, dispuesto a colaborar con ellos. La situacion era demasiado grave como para dejar indiferente a un loro como este. -Voy con ustedes —dijo—. Es mi deber ayudarles. B Sin tacto, ni tino, una verdad sin plumas os mensajeros regresaron pronta- mente al olivar de los valles interiores. Les acompaniaba el Tricahue, informado hasta del mas minimo detalle. De inmediato fue presentado al Gran Picaflor de Arica.Y en el primer intercam- bio de informacién, hablando sin tacto ni tino, el loro percibié el enorme riesgo que corrian -Eres bienvenido. A tu buen juicio obe- dezco, pues sin tu ayuda estaré perdido —lo recibié el Gran Picaflor. 15 Victor Carvajal —Me consideran —respondié el loro-, hermano de los bufones, pues suelo ir de valle en valle regalando dones. —zSerd verdad que repartes tanto bien? —dijo el Gran Picaflor. -E] ave que esta sola ni bien canta ni llora. Para que conozcas mis actos, te diré que en cierta ocasidn ayudé a salvar la vida de un céndor amenazado por cazadores. Luego, volé mésal sur y logré abrir la jaula que encerraba aun puma que se habia cebado con ciertos animales domésticos y querian hacerle pagar con su vida. Mas tarde, ofrecf protecci6n a un pudti blanco amenazado por la curiosidad de quienes pretendian capturarlo. Victor Carvajal ~Esos son tus pergaminos, la sabiduria de tu experiencia? —dijo el Gran Picaflor-. (Qué haras por nosotros? -Evitar que este dano se vuelva irreme- diable. ~;Volaras hasta la colonia de los picaflores de Cora? ~j Colonia? Ese es el problema —respondié el loro-. Como buenos pajaros de otras tierras, estos picaflores de Cora no formaran colonia, nicriarn polluelos, pues, al igual que yo, estan solo de paso yno haran nidos de matrimonio con ninguna de tus hijas. Pertenecen a una especie distinta.Y si uno sabe de numeros y desdichas, de los mil quinientos ejemplares que componen tu colonia, no quedaran mas de setecientos antes de que el afio concluya. ~Cémo se llama la mayor de las novias? ~Eulidia, y es mi hija. ~Bien —dijo el loro. Tendra que escu- charme, entonces. -Eulidia también lo hard conmigo—exclamd Eulalio. 18 —Quién es este joven tan audaz? —preguntd el loro. -Es el prometido de mi hija -respondié el Gran Picaflor. —gCon seguridad, querrds venir conmi- go? —dijo el loro. ~Mucho ansio hablarle a mi novia —dijo Eulalio—. Es preciso saber por qué ha dejado sus obligaciones, que tanta felicidad nos brindan. -Bien dicho -respondio el loro-. Eres bravo, valiente y resuelto. Me agradan los jovenes aguerridos. —Eulalio, habla también con nuestras prometidas -rogaron los jévenes-—. Lo hariamos en persona, como lo indica la razon y el buen instinto, pero no podemos descuidar nuestros deberes en la colonia. Razones de altura y oides de tierra =] loro bufén y Eulalio buscaron el paradero de los de Cora. Los encontraron no muy lejos, en medio de los verdes oli- vos que les servian de abrigo. El Tricahue y Eulalio se detuvieron a observar el arte y Oficio de estos pajaros graciosos. Luego, sin tacto ni tino, el loro les dijo: —Picaflores de Cora, he visto proezas mayores en mis largos viajes de sur a norte, de mar a cordillera, de hielo a desierto. 21 Victor Carvajal Los picaflores de Cora, muy bien acompa- nados por las jovencitas de Arica, suspen- dieron su danza en pleno vuelo y fueron a posarse en las ramas de los olivos, curiosos por la presencia de aquel par de intrusos, que de modo tan repentino interrumpfan su baile de cada dia. —Sin ir demasiado lejos —continué el loro-, no hay mayor proeza que la vivida por mi en la estaci6n ferroviaria de Chacrilla, don- de el desierto comienza o termina, ;quién puede asegurarlo? El Tricahue hizo una pausa. Tal vez alguien tuviera la intencidn de interrumpirle. Pero como todos enmudecian, prosiguid: ~Me detuve a descansar sobre el tejado de la estacion y alli descubrf un chafiar de cien afos, que crecié mas de lo que puede hacerlo un arbol en las arenas del desierto. El chanar florece en primavera y sus flores son amarillas y rojizas, las que a su vez, dan paso a sabrosos frutos, redondos como la avellana. 22 Nuevamente hizo una pausa, esperando la intervencidn de alguno de sus oyentes, especialmente de uno muy molesto por su presencia. El silencio era tan profundo como el deambular de la brisa entre los olivos. Prosiguid: -Nada mas florece en Chacrilla. Porque alli el tinico rio es de cauce estrecho y la generosidad de sus aguas se funde con la sequedad de la tierra. “Pasé allf una noche completa. Pensaba dormir en perfecta calma cuando ocurrié lo inesperado, que a mi tanto me gusta. Y, por muy sorprendente que resulte, debo decir que fue asi, tal como lo cuento. De pronto, una nube de polvo, movediza y corredora, se alz6 en el horizonte y cubrié el entorno. Parecia un tropel de burros. El cielo azul se llend de nubes y la tormenta se alzo en medio de la noche, con el estruendo de los truenos y la luminosidad de los relampagos”. Ya nadie se atreveria a interrumpir al Tri- cahue.Y este, conmovido por la expectacién 23 que provocaba su relato, cobro nuevos brios y ,qué creen? Prosiguid, pues: —La Iluvia se dejé caer como un derrame de agua. El techo de la vieja estacidn estuvo a punto de salir volando y el chaftar parecié desplomarse. Llovid sin pausa ni descanso la noche completa. Al dia siguiente, con el sol de las primeras horas, se prodyjo el milagro, porque florecieron los cientos y cientos de semillas que habian sembrado los pajaros llevados por el viento. Las semillas, luego de dormir un afio entero, se alzaron desde las arenas secas, transformadas en las flores y plantas mas diversas. Mantos de colores pintaron el desierto. Malvillas blancas y azules, Coronillas del Fraile ama- rillas, Cartuchos y Lirios dorados, Cuernos de cabra verdes, Quiscos blancos, Suspiros violetas y Garra de le6n, rojos como la san- gre. Despertaron los lagartos, las vaquitas del desierto, con sus caparazones de rojo y negro, volando entre las flores. Despertaron Victor Carvajal los coledpteros inquietos, las mariposas y los abejorros. Por todo esto puedo decir que he visto el jardin del asombro y la maravilla. Las jovencitas de Arica estaban alucinadas con el relato del loro y Eulalio aprovechd el momento para hablarle a su prometida. —Eulidia —le dijo-, novia mia. gQué haces con estos picaflores? —{No podemos dejarnos deslumbrar por el asombro que nos provocan? ~dijo la hija del Gran Picaflor de Arica. —Hay otra fascinacién mayor que la de tu propio nido? —dijo Eulalio. ~También los tendriamos en estos olivos -replico Eulidia. —Que te equivocas, te digo —insistié Eulalio— No eseste el lugar de nuestro nido. Maestro, ino le diras lo que sabes? ~apur6 al loro. —Asf es, en efecto, jovencita —dijo el loro-. Has de saber que no te establecerads en ningtin sitio con un picaflor de estos, pues ellos estén de paso.Y solo formaran nidos con novias de su misma especie. 26 -Ellos son tan colibries como nosotros -protest6 Eulidia. —Colibries, si —agreg6 el loro—. Pero no iguales en todo. Asi, como no forman familia los nortinos con los surenos, los montaiie- ses con los costinos, los selvaticos con los desérticos, los serranos con los nortinos, los pampinos del norte con los australes, los cometas con las estrellas. Y, si llegasen a hacerlo, seria la excepci6n que confirma la regla. —Pues no creo en eso ~afirmé Eulidia-. No me interesa. ~Te contaré una historia —insistié el loro. Y como su relato anterior habia captu- rado el interés de todos, las jovencitas de Arica, muy especialmente, se dispusieron a escuchar en silencio. —Hace mucho tiempo... las colas de los cometas eran tan brillantes que las estrellas quisieron ser como ellos. Abandonaron el cielo que siempre habian compartido y se marcharon con los cometas en un viaje 27 Victor Carvajal sin retorno por el universo. Los cielos quedaron vacios y al agruparse cometas y estrellas, cubrieron el sol por completo, creando sombras y derramando frio sobre la tierra. Entonces, alguien tuvo que poner orden en el cielo, obligando a las estrellas a mantenerse quietas, y a los cometas, a viajar sin detenerse. ~—Muy emotiva su historia, maestro -respondio Eulidia—, pero no nos dice gran cosa. -¢Te dirian mas las promesas que te hago? —insistid Eulalio-. ;Y las que todos los jovenes le hacen a sus novias? —En este momento importan los actos que tanto nos impresionan -respondi6 ella. —Si de ser buen pajaro se trata -asegur6 Eulalio—, vuelo lejos, hago un torbellino con las alas, te ofrezco todo el néctar de los oli- vos. Tendras una boda cuando lo dispongas. —Si es asi —dijo ella—, quiero ver tus talentos y habilidades, tal como las veo en estos picaflores de Cora. 28 —jDe acuerdo! -acepto Eulalio. —Quiero, ademas, una fiesta inolvidable -continué ella—, con danzarines deslum- brantes, duefios de pasos de baile que sorprendan hasta al mismo cielo. —jLo tendras! —afirm6é Eulalio. -Es hora de irnos dijo el loro-. Prome- tidas, regresemos a la colonia. Esta bien —dijo ella~, manana estaremos nuevamente observando a estos picaflores que nos colman de asombro. ~jVamos, pajaritas! —dijo el loro-. ;Quie- ren decirnos que por unas colas brillantes pierden las alas y en nada tienen el néctar que recogen aquellos que tanto las aman y respetan? ;Que solo tienen ojos para el aleteo de estas aves tan llamativas? Deben, se los suplico, atender al buen juicio. No sean cabezas locas y sin tino. Por un brillo vano abandonan los nidos prometidos, cuando los astros de la noche, sefalan con su luz intensa la vida y su bonanza. No merecen ustedes ni una flor del desierto mas florido, 29 cuando sus corazones han perdido su rumbo y su destino. Tal vez, piensan que les hablo falsamente y no sé qué hacer con tanta ceguera y porfia. Y como las jovencitas de Arica no daban sefiales de entrar en razon, dijo el loro con enojo: Por Dios, Eulidia, de cuanto te diga, nada te conmueve y echas por tierra desvelos, licencias, una labor entera. Pero, eres muy nueva y tu razén sorda y muda pareciera. 30 Las jovencitas de Arica, molestas y con- trariadas, regresaron al nido de sus padres en la colonia de los picaflores de Arica, obedeciendo mas bien al ver que los de Cora iniciaban el vuelo. Apremiadas, como si obedecieran a una sola voz y tuvieran tan solo un par de alas, siguieron el vuelo emprendido por el Tricahue y Eulalio. Galas y talento “oil Tricahue y Eulalio regresaron aba- tidos a la colonia. -Volvemos con la cola entre las piernas -reconocio el loro-. Nuestros desvelos dieron poco resultado. Fuimos cuidado- sos y certeros; elevamos cada raz6n a su altura y hablamos con recato y mesura. Pero estas jovencitas son mas tozudas de lo que al menos yo esperaba. En sus nidos paternos las hemos dejado. Pero si has de hablar, Gran Picaflor, hazlo con ciencia, pues aunque lejanas, nos escuchan. 33 Victor Carvajal —Te lo agradecemos —dijo el Gran Picaflor de Arica—. Mas, antes de ofrecer el premio que recompensa al esfuerzo, quisiera saber qué mas debemos hacer para que las hijas de Vitor y Azapa se ocupen de los nidos nupciales, como esta previsto. ~Pienso, medito, discurro —dijo el loro-, que le daremos su merecido a los de Cora. ~Les castigaremos? —se horroriz6 Eulalio. -No,no se apresuré en responder el loro-, digo que si una cola preciosa es la causante de tanto alboroto, al carecer ustedes de tal atributo, haremos un portento donde pare- ciera no haberlo. —

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