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Ficha nº 4 — CCSS — IIº Secundaria

Una Edad Media distinta…

Nos alejamos de la imagen estereotipada de la Edad


Media, queremos rescatar las grandes aportaciones
que la época feudal nos legó.

L a comprensión de la historia en este ecléctico y convulso


siglo está experimentando unas transformaciones que se
antojan decisivas. El estudioso de nuestro pasado dispone,
cada vez más, de materiales y trabajos de calidad para poder
interpretar los hechos pretéritos, aunque, por otra parte, el uso
masivo de las nuevas tecnologías y redes sociales está
contribuyendo a extender una visión de la historia basada en el
conocimiento superfluo de unos datos concretos, en muchas
ocasiones descontextualizados y casi siempre adulterados por
posicionamientos ideológicos muy concretos. La necesidad de
inmediatez y la búsqueda de respuestas simplistas para entender fenómenos complejos ha provocado la generalización de
explicaciones muy poco rigurosas, hasta tal punto que una buena parte de los interesados en conocer el pasado tienen como
referente a un conjunto de «investigadores» con mayor o menor influencia en las redes sociales pero que, en general, no
poseen ningún tipo de formación, algo imprescindible si queremos enfrentarnos a una investigación histórica a partir de
planteamientos metodológicos adecuados.
[…] El estudio de la Edad Media, periodo en el que se construyen los pilares sobre los que se sustenta la civilización
occidental, no ha estado exento de la polémica, tanto que se ha convertido en un objetivo prioritario de la corrección política,
recuperando la visión peyorativa que de este periodo tuvieron los hombres del Renacimiento, para quienes la Edad Media
habría sido una larga etapa caracterizada por el oscurantismo y la barbarie, opuesta a la cultura antigua que ellos pretendían
recuperar. El triunfo de la Ilustración no sirvió para mejorar la perspectiva que hasta entonces se tenía de ella ya que en su
conjunto se consideró como una sucesión de siglos marcados por la intolerancia, el fanatismo y la violencia. Tendremos que
esperar a la época del Romanticismo para que los historiadores empezasen a ver esta denostada etapa con ojos muy diferentes,
aunque, desgraciadamente, desde unos planteamientos metodológicos muy poco convincentes. Esta tendencia se mantendrá
con más o menos fuerza durante un tiempo, pero desde mediados del siglo se produce una consolidación del medievalismo
gracias a la aplicación del método científico y al enriquecedor debate abierto entre distintas escuelas historiográficas que
permitirán una mejor comprensión de la época. Lamentablemente este proceso ha entrado en crisis en los últimos años, ya
que con la imposición de la corrección política y del posmodernismo se han recuperado antiguas propuestas que ya parecían
superadas.
En lo que se refiere a la consideración de la Edad Media, los principales ataques se han dirigido hacia la Iglesia por ser la
institución que actuó como elemento aglutinador y cohesionador de las sociedades medievales, por lo que se ha querido
interpretar como la quintaesencia del mal al centrar la atención en los aspectos más controvertidos como el de la Inquisición o
su papel como legitimadora de un modelo socioeconómico que favoreció la existencia de lazos de dependencia entre los
hombres. Efectivamente, la Inquisición fue Iglesia, pero la Iglesia fue mucho más que eso, ya que en su seno surgieron las
primeras universidades europeas, al igual que los copistas y traductores que realizaron una labor impagable para conservar la
cultura clásica. También fueron Iglesia los pequeños párrocos y curas, muchos analfabetos, que llegaron a ejercer una labor
asistencial digna de mención.
Algo similar ocurre con el feudalismo, especialmente vilipendiado por ser un modelo político y económico que trajo consigo
un claro debilitamiento del poder del Estado a favor de una minoría privilegiada que tratará de acaparar todo el poder en los
distintos reinos de la Cristiandad durante los siglos centrales de la Edad Media, pero sin tener en cuenta que sin el feudalismo
no puede entenderse el origen del parlamentarismo como consecuencia de la evolución lógica de las monarquías feudales
hasta formas políticas mucho más modernas y cercanas a nosotros. También se vuelve a imponer la visión de esta época como
un momento en el que se extiende la brutalidad, el analfabetismo y el inmovilismo cultural y tecnológico, pero sin tener en
cuenta los momentos de expansión y de florecimiento artístico, literario y filosófico que servirán de base para entender la
aparición del humanismo cristiano, del que somos herederos. Intentamos alejarnos de estos planteamientos ajenos al estudio
serio y riguroso de nuestro pasado para tratar de rescatar y valorar las grandes aportaciones que la Europa feudal nos legó,
pero que no siempre han sido justamente reconocidas. Huiremos de esa visión que tiende a magnificar los logros de otras
culturas (igualmente destacables) al mismo tiempo que mira con desprecio lo que ocurrió en Europa durante casi mil años,
porque fue en esta época y en este Viejo Continente, de la que los latinos somos herederos, hoy sumido en una galopante

Ficha nº 4 — CCSS — IIº Secundaria


crisis moral, en donde se dieron los primeros pasos para entender lo que realmente somos, nuestras formas de vida, nuestras
creencias y buena parte de las formas que nos definen tanto en el plano material como en el espiritual.
[…] Uno de los grandes problemas que tienen los estudiosos de nuestro pasado radica en el hecho de encontrar un modelo
humano característico para cada uno de los periodos en los que se divide la historia. En lo que se refiere a la Edad Media la
existencia de este modelo solo puede considerarse si antes conseguimos distinguir, dentro de la enorme heterogeneidad
social, unas pautas comunes que se adapten al rey y al mendigo, al rico y al pobre o al hombre y a la mujer. Ante esta cuestión
se debe de tener en cuenta que en el contexto medieval cristiano se tiene la convicción de la pertenencia a un modelo de
existencia definido por la religión. También es importante comprender el espacio en el que se enmarca el día a día del
individuo, en un momento en el que ya se han dejado atrás las formas socioeconómicas típicas de la Antigüedad Tardía.
[…] Durante la Edad Media la organización territorial de la sociedad se estructura en torno a cuatro células fundamentales: el
castillo, la señoría, el pueblo y la parroquia. El número de castillos prolifera en estos siglos, especialmente en aquellos
territorios sometidos a una fuerte presión militar, motivo por el cual se produce una auténtica evolución de las técnicas
defensivas a partir de la construcción de altos muros de piedra, que sustituirán a las antiguas empalizadas de madera, y otras
estancias con funciones claramente castrenses. El castillo medieval cumple diversos objetivos, porque también actuaba como
lugar de residencia de la nobleza e incluso como palacios de los propios reyes, especialmente los que se situaban en contextos
urbanos. Muy relacionado con el área de influencia del castillo estaba la señoría, o lo que es lo mismo: el conjunto de tierras y
campesinos que dependían de la autoridad del señor. Comprendía los derechos territoriales y jurisdiccionales que el noble
ejercía por su capacidad de mando sobre sus vasallos y feudatarios, entendiendo el sistema señorial como un tipo de
organización en el que el señor se sitúa al frente de un feudo concedido por un superior en su condición de vasallo. Dentro de
los feudos y señorías encontramos, por otra parte, agrupaciones de campesinos y súbditos que forman los pueblos medievales.
Estos sustituyen el antiguo hábitat disperso típico de la Antigüedad hasta convertirse en uno de los elementos más
significativos del paisaje medieval, tanto que en esencia han logrado subsistir hasta nuestros días como símbolo y recuerdo
lejano de un pasado remoto pero más cercano a nosotros de lo que podemos imaginar. Esta nueva forma de hábitat se explica
por la unión de casas de campo en un núcleo concentrado, para cooperar en la defensa mutua de un mundo que ha perdido
parte de la seguridad que le ofreció el Estado romano antes de quedar fragmentado a partir del siglo, pero también por la
atracción de dos elementos esenciales para la vida del campesino: la iglesia parroquial y el cementerio. La iglesia era el edificio
más importante de la localidad, hasta el punto que las formas de vida de sus habitantes estaban marcadas por todo lo que
sucedía alrededor de este espacio sagrado. El repicar de sus campanadas marcaba el ritmo de la vida de los feligreses, advertía
de un peligro, anunciaba las horas de rezo y convocaba asambleas vecinales. Es el edificio en donde se desarrollan las
ceremonias que marcan la vida de los hombres y mujeres de la Edad Media: bautizo, matrimonio y funeral, mientras que por
otra parte se encarga de organizar las festividades más destacables del calendario cristiano como Navidad, Semana Santa y los
domingos, por ser el día de oración.
[…] En cuanto al ser humano, en la Edad Media se consideraba al hombre como una criatura modelada por Dios. Su esencia,
su historia e incluso su destino solo podían entenderse a través de los textos sagrados, especialmente el libro del Génesis,
primero del Antiguo Testamento, en el que se narra la creación de un hombre al que Dios le confiere dominio sobre la
naturaleza, pero esta posición privilegiada se vio seriamente comprometida cuando Adán, instigado por Eva (seducida a su vez
por la serpiente) cometió pecado y desobedeció la voluntad de Dios. Desde este momento, en el interior de todos nosotros
dos seres van a enfrentarse y a rivalizar entre sí, el ser humano creado a imagen y semejanza de Dios, y el que es expulsado del
Paraíso tras cometer el pecado original. Durante la Edad Media, la Cristiandad tendrá en cuenta la doble naturaleza del ser
humano, no tan solo la parte negativa como suelen hacernos creer los grandes detractores de este periodo histórico, sino
también la parte positiva. En algunos momentos se insiste más en esta última, especialmente a partir del siglo, mientras que en
otros, sobre todo durante la Alta Edad Media, predomina la más peyorativa, la del pecador dispuesto a sucumbir ante la
tentación y a renegar de Dios. La condena al sufrimiento impuesta por Dios tanto a Adán como a Eva, en la forma de trabajo
manual para el hombre y a los dolores del parto para la mujer, se traduce en el desprecio hacia el trabajo físico, insistiendo en
el carácter maldito y penitencial del mismo. Esto trae consigo la valoración de una forma de vida entre las clases superiores en
la que el sustento se asegura a partir del pago de unas rentas que proceden del trabajo de las clases menos favorecidas,
dedicándose los nobles y el clero a otras ocupaciones, para ellos, más valoradas y dignas. La estructura socioeconómica tiende
a consolidar estas diferencias, acentuando la sensación que tenemos de la sociedad medieval como un mundo en el que
predominan las contraposiciones explícitas, llegando a asumir esquemas tales como: oratores, bellatores y laboratores. Los
primeros, los pertenecientes a la Iglesia, especialmente los monjes, son los encargados de rezar y de establecer una relación
con el mundo divino, lo que les otorga un gran poder espiritual en la Cristiandad. El segundo grupo, el de los bellatores, está
formado por nobles, especialmente los combatientes a caballo, que se encargan de proteger con su fuerza a los otros dos
órdenes, mientras que el último grupo está representado por los campesinos, los no privilegiados, que alimentan con el
producto de su trabajo a las clases privilegiadas.1

1 MARTÍNEZ—PINNA, Javier, Eso no estaba en mi libro de Historia de la Edad Media, Editorial Almuzara, Ebook: R. Joaquín Jiménez R., recuperado de
www.editorialalmuzara.com; Introducción y Capítulo nº 1, editado y adaptado para los estudiantes de IIº secundaria de nuestro colegio.

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