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>>Entrevista

T>Fuera de género
B>El escritor chileno Pedro Lemebel está en Montevideo
C> Pedro Lemebel era una figura habitual en la prensa y la radio de Chile, pero la bendición
pública de Roberto Bolaño lo transformó merecidamente en un nombre internacional. Sin
lugar a dudas el provecho estético que ha sabido obtener de una peculiar mezcla entre política
dura y sensibilidad gay (o más bien, "maricona") lo han convertido en la voz más original de
la literatura actual del continente.
P>
-¿Es verdad que escribiste la novela Tengo miedo torero [2001] con una beca Guggenheim
destinada a hacer una historia de la homosexualidad en Chile?
-No, en realidad el proyecto tenía que ver con la recuperación de una memoria histórica
homosexual en Chile que no estaba escrita en términos más formales. Los antecedentes
estaban en expedientes judiciales, en cartas de la colonia. Con eso iba a escribir Nefando:
crónicas de un pecado, pero después no lo hice. Les mandé el índice a los gringos. Algún día
lo voy a escribir. Me rehuye un poco la investigación histórica, periodística y bibliotecaria.
No tengo esas pulsiones tan delicadas, tan puristas; las contamino con otros deseos y otras
lujurias que se me atravisesan en el día a día.

-Yendo un poco a tu propia historia, en los 80 formaste, con Francisco Casas, el dúo de
performance Las Yeguas del Apocalipsis.
-"Yegua" es un insulto muy fuerte en Chile, muy ofensiva para la mujer. A mí hay cosas que
no gustan de esas expresiones de ahora, como "mi perra", hay una carga misógina. "Yegua"
fue para dar vuelta, para invertir esa palabra. "Yeguas del Apocalipsis" era como una película
de la Metro-Goldwin-Meyer, ¿no?. Toda la gente tenía terror ante el nombre: pensaban que
éramos quinientos maricones mongoles furiosos y éramos dos flacuchas, locas, pobres y feas.

-Eso fue cuando todavía era dictadura.


-Al final de la tiranía había un poco más de relajo, se produjeron algunas manifestaciones
culturales y muy políticas. Ya habia lugares donde se bailaba, donde se podía hablar.

-Te lo preguntaba porque existe el estereotipo del conservadurismo chileno...


-¿Y el uruguayo? ¿Cómo andamos por casa?

-Es más disimulado, sin dudas. Sigo: si es el lugar donde surge un escritor como vos, una
revista como The Clinic o un programa como 31 Minutos, uno se pregunta qué tan
conservador es ese medio. O si son las restricciones las que estimulan ciertas corrientes
expresivas.
-Es una vieja pregunta. Creo que los años terribles de la dictadura chilena, en los que se usó
como herramienta la escritura o la performance para acelera un proceso democráticos, fueron
hermosos, fue un tiempo pasional, pero yo no soy de los melancólicos ochenteros que añoran
ese tiempo. Uno estaría echando de menos la dictura, sería un masoquismo terrible. Yo no
soy así.

-Aunque tu último libro, Serenata cafiola [2008], es un poco nostálgico.


-Toda mi vida voy a ser nostálgico y todas mis letras van a ser nostálgicas, pero no
solamente nostálgicas. Reinventar en el día a día otro color para esa nostalgia, sin color. Pero
Serenata cafiola es mi peor libro. Es un cancionero, tiene ese formato conceptual, histórico, y
melancólico.
-Allí decís que "a veces las minorías elaboran otra forma de desacato usando como arma la
aparente superficialidad". ¿Defendés esa estrategia?
-En ese tiempo éramos tan poéticamente deleuzianos... creo que ahora lo reafirmo y agrego
que siempre hay una manera de corroer, o de fracturar esta intensidad global de imposición
del poder a través de pequeñas distracciones oblicuales. Por eso es que yo vengo a
Montevideo un poco tangencialmente, vengo a través del afecto, de la respuesta a cartas. Las
chicas que han hecho posible mi venida [del taller de Literatura Latinoamericana del Centro
Comunal 5 que dirige Martha Callaba] también son parte de la narrativa de mi visita. Eso
habla de que no me agrada siempre entrar por la puerta principal

-Lo que es llamativo es que por un lado manejás ese registro de micropolítica, pero por otro
mantenés con fuerza el concepto de clase; te has autodefinido como "pobre y maricón". No es
común esa doble filiación
- Yo lo puedo decir. Puedo decírmelo y jugar con un grupo cómplice. Con un grupo de
maricas podemos decirnos "maricona" y ¨"niña", pero si tú me lo dices, no me va a gustar
mucho. Son como los códigos de las putas.

-Tu reivindicación de clase me interesa más por la conexión con la izquierda clásica. Me da
la impresión de que le tenés un amor no correspondido.
-Estás equivocado. El año pasado me invitaron a Casa de las Américas y me hicieron un
homenaje. He sido invitado a la Bienal de Arte de La Habana. Me han tratado muy bien allí.
Con Cuba yo tengo una relación de afecto, con Fidel o sin Fidel. Uy, me voy a arrepentir de
esto. Y tengo a mi gran querida amiga, que desgraciadamente tuvo que morir, Gladys Marín
[ex secretaria del Partido Comunista de Chile]. Voy a publicar unas crónicas sobre algunas
cosas que pasé con ella.

-Leí un columna que escribiste en The Clinic sobre su funeral.


-Fue multitudinario, lo tenía muy merecido, al contrario del funeral del tirano, que lo tuvieron
que llevar por helicóptero, no pudo cruzar Santiago. No lo habríamos dejado. Por lo menos el
tirano chileno no tuvo ese paso glorioso de los cortejos por La Alameda. Lo otro fue el
escupitajo del nieto del general Pratt, hay que tener cojones para hacerlo.

-La crónica es tu formato desde hace tiempo; lo explicitás, por ejemplo, en Loco Afán:
crónicas de sidario [1996].¿Seguís cómodo con él?
-Lo que pasa es que la escritura no es un lugar común, es una incomodidad con algo: tenerlo
todo y que te falte algo. En ese mismo sentido, comencé a escribir crónicas sin saberlo.
Tamién yo escribía cuentos, cuentos de taller, pero me aburrí de eso. Entoces escribí ese
manifiesto [el poema "Manifiesto: hablo por mi diferencia", de 1986, incluido en Loco afán],
que fue como mi salida del closet, aunque lo de la salida del closet nunca lo digo porque era
tan pobre que no tenía ni ropero. Cuándo comencé a concebir la crónica... bueno, es la
pregunta "¿desde cuando escribes?". Yo escribo desde siempre. Creo que mi primer escritura
fue mi mirada sobre ese lugar donde nací, San Juan de la Aguada, uno de los lugares más
míseros del Santiago de mediados del 50. Mi sentimentalidad hacia eso fue mi primer guiño
hacia una escritura "crónica" que diera cuenta de esos asuntos sociales.

-"Serenata cafiola" condensa, como título, una de tus marcas de estilo, la utilización de
adjetivos "desbocados" ("mi voz coliflauta", "pelvis tiritona", "utopías despelucadas").
-Es lemebilística. "Lemebeliano" no me gusta, por lo de "ano". Me salen como si cantara,
como si payara. Por eso este libro dice en la introducción que si no hubiera escrito hubiera
cantado. Y no canté porque escribí, que bonito también es. Y "cafiola" es una feminización
de cafiolo, lunfardo. También porque alguna vez hablando con alguna loca me contó que un
taxi boy le había dicho que él a los viejos maricas les ponía música nomás, solamente les
charlaba. Una también minoritaria forma de evasión. "Serenata cafiola" es un toyo, una parla,
como le dicen en Argentina. Pasa por toda esa música que está ahí, desde Joselito hasta
Charly García y Los Prisioneros.

-Has hablado del "tic barroco" y has mencionado a Néstor Perlongher, Lezama Lima,
Roberto Echavarren. ¿Ésa es tu familia literaria?
-No tengo familia yo. Soy guacha. Con ellos tengo una relación amorosa. Yo no tengo
amigos, loco, yo tengo amores. No uso la palabra "amigo" como "compadre", "amigote",
"pata", "cumpa". Yo tengo amores, mis amigos son amores. Sería una humillación para ellos
tratarlos como mis interlocutores culturales.¿Por qué a toda agrupación sedentaria le tienen
que llamar familia?

-No he visto referencias tuyas -tal vez por ignorancia- a un escritor chileno muy importante
para la historia gay, Mauricio Wacquez.
-Gran escritor. Frente a un hombre armado, gran libro. No lo conocí personalmente, pero leí
toda su obra. El escribe "desde allá", pero bueno, es el lugar que le tocó explorar a él... esos
enigmas literarios. Es desconocido en Chile, como todos. A mí afuera me miman, pero allá...

-Pero Tengo miedo torero fue un bestseller en Chile.


-Eso lo dices tú. Una vez que las editoriales arman el negocio del libro más vendido, el boom
de los libros, pero como bestseller en cuanto a cifras, no fue tan así. Los bestsellers son Isabel
Allende, Marcela Serrano, vienen de afuera, ya plastificados, directo al mall. Escritor de mall.

-Curioso que lo digas, porque te negás a usar mucho el inglés, o más bien a escribir "clarito,
sin tanto recoveco, sin tanto remolino inútil", "para la homologación simétrica de las lenguas
arrodilladas al inglés".
-Bueno, yo juego con eso. Pero en Chile le están enseñando hasta a los perros de los jardines
a ladrar en inglés. Como política nacional todos los niños del futuro tienen que saber decir
"tengo hambre" en inglés.

A>JG Lagos

>>Recuadro
T>Poeta en acción
B>Lemebel presentará mañana a las 20.00 en el Teatro del Notariado su performance Letras
que cantan. Será presentado por Hugo Achugar, difusor en el ámbito académico del trabajo
del chileno en Uruguay.

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