La estigmatización y aniquilamiento de la población putumayense ha sido
histórica y sistemática en este departamento del sur del país. No es la primera vez que integrantes del Ejército Nacional agrede y asesina a integrantes de las comunidades campesinas y étnicas que viven en este territorio andinoamazónico. Lo que ocurrió el pasado 28 de marzo en la Vereda Alto Remanso del municipio de Leguízamo es un atentado contra la vida, la honra, el buen nombre y la dignidad de la mayoría de las personas que fallecieron y de sus familias. Nos unimos al rechazo que desde distintas organizaciones sociales, de derechos humanos y medios de comunicación nacional e internacional vienen haciendo de este lamentable hecho violento. Nos unimos a esa exigencia urgente de esclarecimiento y de protección de las comunidades sitiadas por la guerra en este departamento. Rechazamos que la presidencia de la República, el Ministerio de Defensa, el Ejército Nacional y revistas como SEMANA, sigan insistiendo en que se trató de un operativo para dar de “baja” a disidentes de uno de los grupos armados que operan en Putumayo. Ese relato revictimiza a mujeres, hombres y comunidades que hoy lloran a sus seres queridos arrebatados. Esa narrativa muestra el nivel de discriminación y de odio contra el campesinado y los pueblos indígenas de Putumayo. En esa incursión armada no se respetaron los derechos humanos y se asesinó a población civil. Hay evidencia y relatos que indican que estaríamos frente a un nuevo caso de falsos positivos.